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1735 120 CENTROS DE PRODUCCIÓN OBSIDIANICA EN LA PREHISTORIA DE TENERIFE C.M. Hernández Gómez B. Galván Santos A. Barro Rois Las rocas de obsidiana, al contrario que las de grano grueso, no constituyen para los aborígenes un recurso generalizado en la isla, lo que se revela como un aspecto esencial de su organización económica. En particular, si se tiene en cuenta que esta evidente y signifi-cativa desigualdad territorial en el reparto de una materia prima de la máxima importan-cia, se daba en el seno de una sociedad jerarquizada, con una fragmentación política del territorio, claramente materializada en la existencia de diferentes demarcaciones cuyo fun-cionamiento interno aún se desconoce en muchos de sus detalles. Estas cuestiones de orden socio-político no han sido suficientemente valoradas, ignorándose su papel condicionante en el acceso a los medios de producción, en las relaciones intergrupales, en lo relativo a la organización de las actividades productivas y /o en la división del trabajo, etc. Por otra parte, sin ningún género de dudas y a pesar de la restricción espacial de las Fuentes de Materia Prima (FMP.), la constante aparición de vidrios volcánicos en todos los yacimientos de la isla, independientemente de su naturaleza y cronología, resultaba indicativa de una demanda y una distribución generalizada de este recurso, lo que implica-ba necesariamente la configuración de estrategias tendentes a garantizar la circulación de esta variedad litológica a escala insular. Éstas serán precisamente las cuestiones que centrarán el interés del presente trabajo, incidiéndose básicamente en la definición y caracterización de los denominados Centros de producción y en el papel desempeñado por éstos en la organización estructural del proceso productivo global. El territorio en la reconstrucción de los Sistemas de Aprovisionamiento de las mate-rias primas líticas La localización, delimitación en el territorio y estudio interdisciplinar de las fuentes de aprovisionamiento de materias primas de obsidiana en la isla, exigía el desarrollo previo de una prospección sistemática de aquellas coladas que mostraban posibilidades de conte-ner vidrios volcánicos, a la luz de los datos geológicos consultados en la bibliografía especializada, así como del correspondiente análisis cartográfico. Tres razones básicas hacían de esta prospección un mecanismo imprescindible para la 1736 reconstrucción global de los sistemas de producción de recursos líticos, en el marco de las estrategias generales de organización tecnoeconómica de las poblaciones prehistóricas: - La realización del muestreo de los materiales destinados a la caracterización geoquímica y la consiguiente diferenciación composicional de las FMP. - El estudio de los procesos de transformación a que eran sometidas las obsidianas antes de su distribución hacia los lugares de uso. - El análisis de las formas técnicas y sociales de explotación de las canteras y suminis-tro de los vidrios volcánicos. Por tanto, la prospección marcaría el “punto de partida” de esta investigación al aportar los instrumentos básicos de análisis y gran parte de la información pertinente para recons-truir un segmento sustancial del mencionado proceso productivo y de los contextos ar-queológicos en que éste se materializa. La perspectiva teórica desde la que se llevó a cabo se halla directamente relacionada con la intención fundamental de trascender los objetivos específicos ya indicados, pues debe tenerse en cuenta que el fin último que perseguimos radica en la reconstrucción integral de una parcela básica del proceso productivo y sus implicaciones económico-sociales en la Prehistoria de Tenerife. En este sentido, cabe insistir en la superación de la idea de que el registro lítico ha de constituir el fin de la investigación, debiendo su estudio integrarse en el contexto socioeconómico en que se inscribe, como vía que posibilita el acceso al verdadero “objeto de conocimiento” de nuestra disciplina: las estrategias organizativas de las formaciones sociales prehistóricas. Es desde este planteamiento desde el que se hace patente que el estudio de lo “contextual” faculta para abordar los problemas de índole social, al ser precisamente en el contexto territorial donde cabe observar la materialización de las prácticas encaminadas a la conso-lidación económica y política de las comunidades estudiadas. En consecuencia, el “terri-torio”, como transformación antrópica del espacio natural, es decir, como espacio sociali-zado, se transforma en unidad básica de observación, siendo en los términos expresados por Nuria Sanz Gallegos (1993) un “constructo cultural” cuyo análisis facilita afrontar el eterno problema de definición de las comunidades arqueológicas. De acuerdo con el citado marco de referencia, los utensilios líticos son concebidos en su condición de instrumentos de producción, lo que significa que como tales juegan un destacado papel en el desarrollo de la formación social, por cuanto constituyen una parte fundamental de los medios materiales de su existencia, de las fuerzas productivas. Su apropiación, transformación y uso estarán regidos, consecuentemente, por las reglas de funcionamiento que ordenan el sistema socioeconómico de la comunidad analizada. La delimitación del Territorio En buena medida, la consecución de los objetivos trazados depende de que se haya efectuado una correcta delimitación del área geográfica que se va a prospectar. En el epí- 1737 grafe anterior se ha incidido en la necesidad de analizar un espacio históricamente signifi-cativo, de modo que ahora, teniendo en cuenta todo ello, interesa establecer los límites del mismo. Al tratarse de un análisis geoarqueológico en el que un muestreo litológico se encuen-tra entre sus objetivos de partida, serán criterios de carácter natural los que en primera instancia establezcan el ámbito de estudio, ahora bien, en este caso, inmediatamente se deriva de ello una particularidad fundamental puesto que se pretende aislar en el marco insular lo que hemos denominado la “geografía de la obsidiana”. Ello implica identificar en el espacio delimitado toda una serie de factores culturales que casi se superponen a los naturales, definiendo e individualizando dicho territorio, de modo tal que partiendo de criterios naturales de demarcación se reconocen rasgos culturales ligados a interesantes fenómenos de especialización económica y territorial que se intentarán poner de manifies-to. El territorio en cuestión está integrado por las lavas de los domos periféricos de la serie reciente ácida o serie IV, las coladas pertenecientes al complejo Mta. Blanca-Mta. Rajada, Mta. de Guajara y, finalmente, diversos sectores de medianía y costa de los mantos ignimbríticos del Sur de Tenerife, de lo que se deduce que las fuentes de aprovisionamien-to de obsidiana estaban emplazadas en un territorio de considerable heterogeneidad, ha-ciéndose necesaria la puesta en práctica de estrategias de prospección adaptadas en cada caso a las características particulares. En efecto, la experiencia de campo adquirida en el transcurso del Inventario del Patrimonio Arqueológico de las Canarias Occidentales (I.P.A.C.O.) constituía la base metodológica en que se sustentaba esta prospección y aun-que en todas las zonas el trabajo se desarrolló de acuerdo a la idea subyacente de exhaustividad y sistemática, muchos de los procedimientos requeridos debieron adaptarse a la especificidad del territorio y a la singularidad de los objetivos. Las Coladas de La Serie IV La prospección se organizó independizando cuidadosamente las diferentes emisiones lávicas teniendo como referente la información de los mapas geológicos y topográficos. Lámina 1 Panorámica de la Serie IV. 1738 Se estructuró según las características físicas del terreno, siguiendo las unidades de relieve más destacadas, o bien las características estructurales de las mismas, de modo tal que cada una de ellas constituyó siempre una unidad independiente de prospección y muestreo (Lám. 1). Los domos periféricos: Entre La Fortaleza y Mta. Abejera se realizó una prospección extensiva de un espacio de 1.25 Km2 correspondiente a La Cañada de Los Guancheros (Lám 2). Este ámbito está recubierto, de una manera general, por las lavas del Teide Antiguo y las coladas traquibasálticas de La Fortaleza (IGME. 1110/I, 1981). Sin embargo, al incluirla en la prospección, al tiempo que se lograba acceder a la cima de Mña. Abejera para proceder a su estudio y muestreo, se satisfacía un interés científico, localizando los yacimientos con-servados en este ámbito. Este objetivo se hacía necesario para ajustar la interpretación global de todo el territorio, al tratarse de un área de gran interés estratégico, puesto que constituye un acceso natural a Las Cañadas del Teide desde las zonas altas de la Orotava. La colada de Mta. Abejera, ubicada entre los Bcos. de La Arena/Vergara y del Brinco, integró la siguiente unidad de trabajo, prospectándose desde el centro emisor hasta la pista forestal paralela al canal de Vergara, lo que configura un espacio de unos 3 Km2. En esta ocasión la prospección realizada fue asimismo de tipo extensivo, dado que ni las eviden-cias arqueológicas, ni las características de las obsidianas precisaban actuaciones de ma-yor exhaustividad. Pico Cabras recibió un tratamiento diferencial según los tramos, aplicándose la pros-pección extensiva como en las unidades anteriores, pero también otra de tipo intensivo y de cobertura total, en la estructura domítica propiamente dicha. La superficie prospectada se extendió a unos 5.25 Km2, entre los 2359 y los 1400 m.s.n.m., ya que, como en Mta. Abejera, abarcaba desde el cráter hasta el Canal de Vergara. Lámina 2 Panorámica de la Cañada de Los Guancheros. 1739 Ante sus particulares características, la prospección del Tabonal de los Guanches reci-bió un tratamiento específico; en general se practicó una prospección extensiva, aunque de mayor exhaustividad en las restantes coladas, dado que posee abundantes recursos de obsidiana de excelente calidad y numerosas evidencias arqueológicas relacionables con la explotación de los vidrios volcánicos, reservándose incluso para ciertos ámbitos la pros-pección intensiva, a modo de “test de comprobación”. El trabajo se realizó en dos grandes etapas. Durante la primera, se abarcó el área 1î entre los 1.650 m.s.n.m. y los 1.100 m.s.n.m.. En la segunda, se prospectó el tramo de colada extendido desde dicha cota hasta los 650 m.s.n.m (área 2), cuyo límite inferior pudo establecerse por la práctica desaparición de obsidianas de buena calidad y conse-cuentemente, por la lógica ausencia de talleres que demostraran el uso de este sector de la colada como fuente de aprovisionamiento. Se inspeccionó asimismo, el sector litoral cubierto por estas lavas, donde, pese a su estado de fuerte alteración antrópica, pudo comprobarse que persistía no sólo el enrareci-miento de la materia prima apta para su transformación técnica, sino también, la inexisten-cia de manifestaciones arqueológicas relacionadas con la explotación de la obsidiana. Las coladas de Roques Blancos son, con sensible diferencia, las más extensas de todo el territorio acotado, habiéndose seleccionado para su prospección extensiva unos 9.50 Km2 de la misma, entre la pista forestal que ya en esta colada ha descendido hasta los 1300-1400 m.s.n.m., coincidiendo parcialmente con el recorrido del canal de Vergara y la zona conocida como Ladera Mala y Bonilla Baja, en torno a los 2.000 m.s.n.m.. Los límites laterales del área de prospección vienen marcados por dos destacados barrancos, en el extremo oriental un afluente del Bco. de Charco Andrés que sirve de frontera con las lavas de Teide Antiguo y en el occidental un colector que limita con los materiales traquibasálticos de Pico Viejo. Lámina 3 Montaña Blanca. 1740 La Zona de Mña. Blanca-Mña. Rajada La complejidad de los procesos volcánicos que han dado lugar a la actual configura-ción de esta zona, con una notable sucesión de emisiones magmáticas diferentes, condi-cionó la estrategia de prospección pues significaba la posibilidad de registrar materiales originados bajo condiciones sensiblemente distintas y en períodos temporales también diversos. La situación era más compleja que la observada para los conos adventicios ante-riores, cuyas emisiones fueron mucho más homogéneas (Lám 3). El procedimiento consistió, en primer lugar, en reconocer las diversas coladas, una vez logrado lo cual, se efectuó su adscripción a cada una de las fases eruptivas propugnadas por Ablay et al. (1995), llevándose a cabo entonces, los trabajos de prospección y los correspondientes muestreos de materiales de obsidiana, de manera individualizada e inde-pendiente para cada una de las emisiones. Estos trabajos permitieron comprobar que la obsidiana es abundante, tanto en las lavas de Mña. Blanca, como en las emisiones de Mña. Rajada, sin embargo su aptitud para la talla resulta extraordinariamente variable, fluctuando desde los bloques desvitrificados, plagados de fenocristales hasta los que presentan óptimas condiciones para la fabricación de instrumentos líticos. La primera ejerce un predominio notorio; habiendo sido localiza-da en la totalidad de las coladas prospectadas. No ocurre lo mismo con los vidrios volcá-nicos de buena calidad, mucho más restringidos en el amplio territorio que abarcan los materiales emitidos por ambas estructuras domáticas. Estas últimas obsidianas fueron localizadas de forma exclusiva en una de las morrenas laterales que delimitan por su extremo occidental a la colada del Tabonal Negro (Unidad I de MB. superior, datada en torno al 2 Ka. BP.) (Lám 4), siendo más frecuentes dichos bloques de materia prima conforme nos acercamos al sector proximal de la misma, si bien en este caso debe plantearse la presencia de materiales pumíticos (Unidad II de MB. superior) recubriendo parte de la mencionada colada. La exclusiva localización de obsidiana aprovechable como materia prima en un ámbito Lámina 4 El Tabonal Negro 1741 espacial tan restringido posee gran interés si se toman en consideración varias cuestiones de diversa índole: • En primer lugar, resulta necesario limitar la Fuente de Aprovisionamiento potencial de obsidiana de Mña. Blanca al mencionado sector del Tabonal Negro. • En segundo lugar, esta obsidiana se halla inserta en el territorio donde las prospec-ciones efectuadas por el equipo que coordina la Dra. Arnay de la Rosa,1 ha documentado un significativo número de evidencias de ocupación humana. Tales hallazgos se concretan tanto, en los de carácter habitacional como en un nutrido conjunto de escondrijos cerámicos. • Finalmente, debe señalarse la existencia de talleres relacionados con el aprovisio-namiento y explotación de la obsidiana, pudiendo distinguirse algunos de gran magnitud, similares a los que existen en la colada del Tabonal de Los Guanches, ubicados en el extremo proximal de la morrena, así como otros pequeños talleres vinculados a las unida-des domésticas y emplazados en pequeños promontorios de gran visibilidad. Las Coladas Ignimbríticas: Las prospecciones arqueológicas del I.P.A.C.O. en las coladas ignimbríticas de la Serie Cañadas Superior pusieron de manifiesto la existencia de flamas de obsidiana formando parte de estos depósitos pumíticos, cuyas características físico-mecánicas las convertía en materias primas totalmente adecuadas para ser explotadas por los aborígenes que pobla-ron la zona, así como la presencia de talleres que probaban su utilización Los primeros hallazgos de esta naturaleza tuvieron lugar en la costa de Adeje, en las zonas conocidas como Hocico de Perro, Lomo de los Cuchillos, La Caleta y Playa del Duque, ampliándose posteriormente a otros lugares del Sur. Destacan por ejemplo, las interesantes manifestaciones de la ladera izquierda y cauce del Bco. de las Monjas, en Granadilla de Abona (Lám 5). En el estado actual de la investigación arqueológica del sector meridional de la isla no Lámina 5 Taller obsidiánico de Cruz de la Vieja en el Tabonal de Los Guanches. 1742 es posible afirmar que se conozcan con precisión los afloramientos correspondientes a estos tipos de coladas que incluyen flamas obsidiánicas, puesto que no se ha efectuado una prospección sistemática con el objetivo de su exhaustiva localización, máxime si no siem-pre registran signos evidentes de utilización antrópica, en cualquier caso los datos dispo-nibles parecen indicar que las condiciones de presentación de esta materia prima deben ser muy similares a las que manifiesta en los puntos conocidos. Los Resultados En síntesis, las prospecciones efectuadas permiten afirmar que: 1. Las obsidianas de Roques Blancos, Pico Cabras y Mña. Abejera, han experimentado procesos de desvitrificación que hoy se hallan en avanzado estado, pudiendo distinguirse, de visu, algunos fenocristales (feldespatos, biotitas y anfíboles), lo que le confieren pési-mas condiciones para la talla, puesto que sus numerosas propiedades geológicas contribu-yen a una fracturación no concoidea del material. Estas características son lo suficiente-mente significativas como para afirmar que su uso antrópico debió haber sido nulo o en todo caso excepcional, descartando toda posibilidad de que dichas coladas desempeñaran un papel importante como fuentes de aprovisionamiento. 2. En el Tabonal de Los Guanches es extraordinariamente abundante la obsidiana de buena calidad, se localizaron además numerosísimas evidencias del uso antrópico del re-curso, por lo que puede afirmarse que reúne las condiciones óptimas para ser considerada una gran cantera-taller, y la principal fuente de suministro de obsidianas en la isla de Tenerife. 3. Mña. Blanca-Rajada, de gran complejidad volcanoestratigráfica, presenta mayoritariamente obsidianas de mala calidad, poco adecuadas para la talla, salvo en el ámbito proximal del Tabonal Negro, donde no sólo se documentan buenos vidrios volcá-nicos, sino además la existencia de un área de transformación de la materia prima. 4. A estos casos se suman las obsidianas localizadas en la cima de la Mña. de Guajara, así como los vidrios volcánicos incluidos en los mantos ignimbríticos meridionales. Unos y otros evidencian muestras significativas de explotación por parte de la población prehis-tórica de la isla. Los Centros de Producción Desde que en el seno del modelo productor se hace efectivo el valor de uso del objeto de trabajo (materia prima obsidiánica), tras su transformación en instrumento de trabajo, éste desempeña varias funciones en el desarrollo general de la actividad productiva a la que se viene haciendo referencia. En este sentido, se ha hablado de dos “fases” o “tiem-pos” que han contribuido a una primera definición genérica del concepto “Centro de Pro-ducción”, y sobre el que pretendemos continuar profundizando en la presente ocasión. Como punto de partida sirva la siguiente consideración, en la que se establece una distinción entre “Un tiempo inicial en el que el objeto lítico manufacturado es el resultado pasivo del proceso de producción, esto es, durante la fabricación del objeto; y un tiempo 1743 posterior, en el que dicho objeto participa activamente en tal proceso, desempeñando fun-ciones concretas, bien como elemento de intercambio y/o apropiación, durante la fase de redistribución/difusión; bien como utensilio durante la de consumo Los denominados “Centros de Producción” constituyen la huella material, en el plano espacial pero también en el plano tecnológico del mencionado “tiempo inicial” o al me-nos de parte del mismo” (C.M. Hernández y B. Galván , 1998) Es decir, en los Centros de producción debe haber una significativa concentración de desechos que son indicadores arqueológicos de primera magnitud para poner en evidencia el proceso técnico de producción en el que tiene lugar la transformación del objeto de trabajo en instrumento de trabajo. Los desechos son concebidos en el sentido en que lo expresa L.F. Bate (1998: 227): “Aunque esta clase de objetos no tenga mayor relevancia para entender teóricamente la economía de una sociedad, no podemos ignorarlos en tanto suelen constituir importantes indicadores arqueológicos de las actividades productivas”. Se ha planteado asimismo, en trabajos anteriores y particularmente, en la Tesis Docto-ral de uno de nosotros (C. M. Hernández), el problema arqueológico que supone la identi-ficación material de estas unidades de producción, puesto que para su clasificación no debe recurrirse en exclusividad a la localización o no de evidencias líticas como único elemento material integrante de estos “yacimientos arqueológicos”. Los parámetros que han de barajarse son más amplios y de naturaleza diversa: “Características de las materias primas, las técnicas de transformación, niveles de representatividad de las distintas fases de las cadenas operativas, amplitud espacio-temporal de los presuntos talleres (...), grados de producción, la existencia de artesanos especializados, los canales de distribución de la obsidiana y su radio de alcance, etc.” (C.M. Hernández y B. Galván , 1998) La definición y caracterización de los Centros de Producción, como unidades básicas de gran peso económico, son fundamentales: en primer lugar, porque permiten valorar la organización técnica del trabajo; además, proporcionan datos que junto a otros de carác-ter arqueológico y a las noticias que en esta dirección contienen las crónicas, contribuyen a reconstruir de qué modo tuvo lugar la división social del trabajo, finalmente y como consecuencia de uno y otro aspecto, se hace posible acceder a la organización social de la producción en el seno de un grupo étnico jerarquizado, con acceso desigual a los bienes y con relaciones sociales de producción sustentadas sobre vínculos de dependencia (J. Velasco et al., 1998). Ahondar en estos parámetros y desde la vía de análisis propuesta, hace posi-ble precisar la forma y complejidad de los intercambios como uno de los aspectos básicos de los procesos económicos de la sociedad. Por tanto, la identificación y estudio de estos Centros de Producción en los que se reconoce su especialización funcional en la producción de obsidiana, así como la existen-cia de datos arqueológicos que permiten percibir la existencia de un grupo artesanal dedi-cado a satisfacer la demanda insular de estos instrumentos de trabajo, supone no sólo profundizar en los aspectos técnicos de esta actividad, anteriormente señalados, sino asi-mismo incidir en una parte fundamental de la organización de las fuerzas productivas, contribuyendo con ello a completar la reconstrucción del modo de producción de la for-mación social guanche. 1744 Con esta visión, se traspasa el estudio del objeto lítico como expresión fenoménica de la cultura y es analizado en un plano económico, desde la perspectiva global de análisis de la formación social que aquí se propone. Los puntos de la isla en los que se han documentado actividades relacionadas con el aprovechamiento y transformación de las materias primas de obsidiana previos a su trasla-do a los lugares de consumo habitual, evidencian rasgos diferenciales muy significativos, lo que permite establecer la primera característica de los Centros de Producción de obsidiana de la Prehistoria de Tenerife como ámbitos heterogéneos, en los que se reconocen distintas actividades y sobre todo una notable disparidad en los niveles productivos. El Tabonal de Los Guanches (Icod de los Vinos), que es sin duda el gran centro de producción de obsidiana en Tenerife, está integrado básicamente por unidades en las que conviven la extracción y la producción, de tal manera que a cada ámbito de extracción parece corresponderle un área de talla, en la que se identifican la obtención directa de productos de lascado a partir de los grandes bloques de la colada, así como los desechos de las cadenas operatorias de débitage (unidireccional, bidireccional y explotación de lascas-núcleo según los sistemas de explotación anteriores). En distintos puntos de este ámbito se registra, asimismo, la presencia de algunas construcciones de difícil interpretación (B. Galván y C.M. Hernández, 1997) (Lám 6) (Lám 7). Lámina 6 Obsidiana piroclástica. Lámina 7 Taller de la colada del Tabonal de Los Guanches. 1745 En Montaña Blanca (Las Cañadas del Teide), las unidades de transformación no coin-ciden siempre con las de extracción de la materia prima, localizándose a su vez un área de hábitat inmediata a la Cantera-taller. Las actividades productivas de los talleres son muy similares a las que se describen en el caso anterior, mientras que en el área habitacional se documentan los elementos propios de la talla doméstica (B. Galván y C.M. Hernández, 1997; C.M. Hernández y B. Galván, 1998). El índice de productividad de este centro es netamente inferior al del Tabonal de Los Guanches, lo que se sustenta no sólo en la menor entidad de los ámbitos de talla, sino también en su menor representación en las unidades domésticas estudiadas (Conjunto de Fuente-Arenas, en Buenavista del Norte; Cuevas de Nifa, en Santiago del Teide; Conjunto de Achbinicó, Candelaria; Cueva de Chinguaro, Güímar, etc.) No obstante ambas mate-rias primas circulan conjuntas en un mismo sistema de distribución, estando presentes en proporciones desiguales en los yacimientos habitacionales. Finalmente, los Centros de Producción asociados a la explotación de las obsidianas ignimbríticas en la banda sur, muestran generalmente una disociación clara entre las uni-dades de extracción y las de producción, que suelen repetir los modelos de asentamiento habituales en este sector de la isla, es decir, promontorios ligeramente elevados en la llanura circundante y con un amplio control visual sobre el territorio. Aunque no están íntimamente conectados con áreas habitacionales, sí que se distribuyen en ámbitos en los que se localizan numerosos asentamientos humanos, integrados por conjuntos de cabañas y en menor medida cuevas de habitación, de modo que el objetivo de la producción debía ser la satisfacción de una demanda que probablemente no excedería este entorno local. Tal aseveración se basa en el hecho de no haberse localizado la obsidiana ignimbrítica fuera de este ámbito meridional. A diferencia de lo que se ha expresado para los talleres del Tabonal de Los Guanches y Mña. Blanca, las cadenas operatorias estudiadas en los talleres ignimbríticos coinciden con las de cualquier espacio doméstico, en el que resulta preeminente la talla bipolar, si bien en estos casos con una clara adecuación a la morfología poliédrica y a la presencia de una fina capa cortical escoriácea en las obsidianas piroclásticas, siendo la talla de los Lámina 8 Montaña Guajara 1746 vidrios volcánicos de Hogarzales, en Gran Canaria, la que mayores similitudes presenta con ésta (B. Galván y C.M. Hernández, 1992). Un caso particular de explotación de la obsidiana ignimbrítica es el que se ha detectado en la Mña. de Guajara (Cañadas del Teide), puesto que viene a incidir en la situación problemática existente en torno a la definición e identificación de los Centros de Produc-ción, en el sentido en que nos venimos expresando (Lám 8). Guajara representa la máxima altitud en la pared del circo. Si a ello se le suman sus dimensiones y particular aspecto macizo, así como la presencia de dos degolladas a ambos lados, (Guajara y Ucanca respectivamente), resulta fácil entender la acentuada indepen-dencia que adquiere en el paisaje circundante. De acuerdo a la hipótesis más difundida, la Mña. de Guajara es el domo principal y más elevado de toda una serie de estructuras de este tipo que se disponían en el flanco sur del edificio precaldera (Pasajirón, Roque de la Grieta y Topo de la Grieta). J. Bravo Bethencourt y T. Bravo (1989: 93) indican la presencia en la cima de una ignimbrita de composición fonolítica que cubre de forma irregular un amplio espacio. Los vidrios volcánicos de Guajara se asocian a estas formaciones fonolíticas, pudiéndose loca-lizar exclusivamente en el tracto superior del escarpe, así como en las amplias llanadas que constituyen su cima. En general se trata de un material que muestra buenas condicio-nes para la talla. Del aprovechamiento antrópico de esta materia prima no cabe la menor duda, puesto que las prospecciones efectuadas permitieron localizar un buen número de evidencias de ello. Esta montaña posee un emplazamiento privilegiado que la convierte en un estratégico enclave de la zona cumbrera de la isla. Las degolladas que la flanquean, Ucanca al SW y Guajara al NE, en la cabecera del Bco. del Río, constituyen dos accesos naturales que dan paso al interior de la Caldera, existiendo un amplio dominio visual, que por el sur, alcanza hasta el litoral y por el norte, se extiende a la totalidad del circo de Las Cañadas del Teide. A esta circunstancia debe sumarse igualmente el hecho de que dispone de inmejorables condiciones naturales, tratándose de un adecuado “espacio de sustento”, con elevada “ca-pacidad de carga”, al menos durante los meses centrales del año. Gracias a ello debió desempeñar una función de primer orden en los sistemas de organización del territorio, como estrategia básica para el desarrollo de la actividad ganadera en este sector de la banda sur. No en vano, si por su cara norte es un escarpe que cae casi a pico sobre los antiguos campos de pastoreo de La Camellita, La Grieta y La Angostura, por el flanco meridional dominan las amplias llanuras y las suaves y anchas lomadas, de tal manera que conforma casi una rampa continua entre la Alta Montaña y las medianías de la actual comarca de Abona, hallándose colonizada en su tramo superior por un abundante matorral de cumbre, excelente como pasto de verano y sirviendo a su vez de cómoda ruta de tránsi-to y acceso a la zona centro del bloque insular. Además de las condiciones topográficas y ambientales y su extenso dominio visual, la montaña cuenta con otros recursos básicos en la economía aborigen; cabe reseñar la exis-tencia de varias fuentes, conocidas de forma tradicional por los pastores que siguieron 1747 transitando hasta fechas recientes estas rutas. En este mismo sentido merece ser comenta-da la disponibilidad hídrica de la zona de Madre del Agua, como ámbito de paso obligado justo antes de iniciar el ascenso hacia la cima de Guajara. La importante concentración de restos prehistóricos en este sector atestigua su frecuente utilización durante la prehistoria de la isla. No cabe la menor duda de que los abundantes vidrios volcánicos disponibles en la cima contribuyeron a hacer de Guajara un lugar atractivo para los aborígenes. Obviamente toda esta serie de factores explica las manifestaciones arqueológicas existentes y en definitiva, el carácter de la ocupación humana que registra este importante enclave. Desde los trabajos realizados por Luis Diego Cuscoy (1968), este lugar se interpretó como el paradero pastoril más alto de la geografía insular, reconociendo asimismo sus principales elementos constitutivos: abrigos y cabañas adosados a los resaltes rocosos de la cima, empleo de las grietas como “escondrijos”, numeroso material arqueológico dis-perso (vasijas, además de abundantes fragmentos cerámicos, elementos abrasivos y de molturación, etc.). Señaló finalmente la existencia de numerosos talleres: “La cima de la Mña. de Guajara fue un lugar muy frecuentado para tallar tabonas, como lo demuestra la extensa superficie del paradero cubierta de diminutas lascas” (1968: 204), lo que parece dejar claro que consideró a la obsidiana como uno de los factores de atracción básicos con que contaba esta zona. En opinión de Diego Cuscoy determinadas actividades artesanales llevadas a cabo en los “paraderos pastoriles”, entre las que destaca la talla de la piedra, servían para “rellenar el excesivo tiempo libre que caracterizaba la jornada cotidiana de los pastores”. Se trata de una cuestión directamente vinculada a la propia definición y caracterización de los “para-deros pastoriles”, concepto un poco ambiguo que parece haber servido de verdadero cajón de sastre para muchos yacimientos de difícil adscripción. En cualquier caso no debe pensarse en un espacio de ocupación aislado, ya que prácti-camente la totalidad de la pared de las Cañadas registra en sus zonas más elevadas signos similares de frecuentación humana. Cabe destacar por su proximidad, los asentamientos pastoriles del Risco Quemado, la Mña. de Pasajirón o el Topo de la Grieta, aprovechando siempre las unidades de acogida favorables, en torno al acceso que representa la degollada de Guajara. En el transcurso de nuestras prospecciones, autorizadas por la Dirección General de Patrimonio Histórico, pudimos certificar dos áreas principales de ocupación humana. La primera de ellas, de menor entidad, se localizó en el pequeño valle que constituye la dego-llada de Ucanca. Dispersas a lo largo de su superficie se extienden abundantes evidencias materiales entre las que destacan la obsidiana tallada y la cerámica. Asimismo se conser-van los restos muy desmantelados de estructuras de piedra seca, correspondientes a caba-ñas y quizás también a otras construcciones como rediles o apartaderos de cabras. 1748 A partir de la degollada de Ucanca, comienzan a reconocerse en el escarpe las primeras manifestaciones de vidrios volcánicos en estado natural. Se trata de obsidianas que apare-cen formando parte de bloques, algunos de gran tamaño y liberados por la erosión. Sin embargo, aunque su aptitud para la talla lo permitiría, no se constata ninguna evidencia clara de explotación de estos bloques, como sí se comprueba en Mña. Blanca y principal-mente en el Tabonal de los Guanches. Habrá que esperar hasta alcanzar la cima para que la situación comience a modificarse. En la planicie que corona la montaña, la obsidiana es notablemente más abundante, apareciendo de manera prioritaria en forma de bloques poliédricos y globulares de unos pocos centímetros de longitud, junto a gran cantidad de restos de talla. Conviene reflexionar sobre las características superficiales de estas manifestaciones arqueológicas, sobre todo si sólo se cuenta con tales datos para efectuar un diagnóstico de carácter funcional. Ya se ha visto que L. Diego Cuscoy no dudó en clasificarlos como talleres asociados al paradero y por tanto directamente explotados por aborígenes cuya dedicación primordial es el pastoreo. No hay duda que el trabajo de la obsidiana se llevó a cabo con frecuencia en la Mña. de Guajara, basta para ello observar la gran cantidad de restos tallados que se extienden por toda la zona y reflejan estadios muy diversos de las cadenas operatorias (núcleos, lascas simples o retocadas, restos de talla y otros desechos, etc.), sin embargo, un registro muy similar puede hallarse en cualquier yacimiento de habitación, reflejando exclusivamente que determinado tipo de talla integra una parte fun-damental de las actividades domésticas, ahora bien como señalamos con anterioridad, no siempre que se realizan actividades de talla se puede hablar de “taller sensu stricto”. El Tabonal de los Guanches y Mña Blanca ofrecen referencias muy precisas de las características de los talleres de obsidiana. La presencia humana en la primera se debe exclusivamente a la explotación de este recurso; no siendo así en Mña. Blanca, aunque sí que se localizan concentraciones de talla, a veces tan importantes como las de la colada septentrional, si bien con menos frecuencia que en esta última. En la Mña. de Guajara, sin embargo, ni puede hablarse de una explotación motivada exclusivamente por la presencia de las obsidianas, ni se encuentran las concentraciones de material tallado tan típicas de los otros “centros de producción”. Como venimos reiterando, el problema radica verdaderamente en la definición precisa y el establecimiento de las diferencias entre los talleres, las canteras-taller y las zonas de suministro. Por el momento y salvo que un estudio más profundo de la Mña. de Guajara revelara otra cosa, parece prudente señalar que la mera inspección visual de la superficie tan sólo permite plantear la existencia de buenos recursos de obsidiana susceptibles de satisfacer una demanda relativamente amplia, que además fueron empleados con toda seguridad por las poblaciones que explotaron los pastizales de la Alta Montaña. Las estructuras de superficie parecen estar más en relación con una instalación carac-terística de los asentamientos estivales en la alta montaña que con estructuras domésticas destinadas a albergar a un grupo cuya función fuera explotar la obsidiana existente. 1749 En todos los casos significados se trata de explotaciones de obsidiana “a cielo abierto”, lo que favorece el carácter extensivo de las mismas, directamente vinculado a las caracte-rísticas superficiales de las correspondientes coladas y a los índices de producción. Lógi-camente, teniendo en cuenta ambos factores, es El Tabonal de Los Guanches el que se sitúa a la cabeza de los Centros de Producción de obsidiana en Tenerife. Aunque los límites de la gran cantera-taller son siempre imprecisos y difusos, la cons-tatación de zonas de taller ha posibilitado incluir en ésta el espacio comprendido entre los 1700 y los 650 m.s.n.m. (ténganse en cuenta que la erupción central del Teide, ocurrida en la etapa de precolonización europea de Canarias sepultó el tramo proximal de esta cola-da). Lo que supone una destacada extensión superficial con una elevadísima concentra-ción de signos que demuestran el aprovechamiento de esta materia prima. La ausencia absoluta de otras evidencias arqueológicas que no sean las directamente vinculadas a la explotación de la obsidiana dificulta de manera notable cualquier intento de ordenación diacrónica de los talleres, resultando muy complejo determinar si la colada se explotó en su totalidad de manera sincrónica, o si por el contrario, es posible observar algún tipo de escalonamiento temporal que implique una progresiva expansión en el am-plio tramo de esta colada susceptible de aprovechamiento en este sentido. Ciertamente, no hay razones argumentables para explicar esta teórica y progresiva expansión en el interior de la colada, ya que las condiciones naturales son muy similares en todo este territorio y sobre todo, la materia prima es tan abundante que no existen problemas de agotamiento y la calidad de la misma es homogénea a lo largo del tramo de la colada que estamos consi-derando, luego la distribución del recurso no incide en el reparto de los yacimientos en el interior de El Tabonal de Los Guanches, tan sólo delimita la parte del mismo potencial-mente activa, pues a partir de los 600 m.s.n.m. aproximadamente, la materia prima no sólo comienza a escasear sino que además muestra una notable degradación física, haciéndose cada vez menos apta para la talla. Estos factores, unidos a lo expresado por Chang, para quien: “Sería muy difícil, si no imposible, distinguir un montón de residuos industriales acumulados por diez trabajado-res del sílex en un día y un montón similar acumulado por un solo individuo en diez días” (1972: 10), coinciden en hacer compleja la evaluación de los niveles de productividad, así como los parámetros que venimos barajando. No obstante, las condiciones naturales de El Tabonal de Los Guanches no se reproducen en ninguno de los Centros de Producción localizados en la isla, ni tampoco la frecuencia y entidad de los talleres presentes en éste. En relación con lo anteriormente expuesto ha de reconocerse que se ignora con preci-sión cuál es el espectro cronológico de funcionamiento de esta Cantera-Taller; sin embar-go, las características reseñadas que la convierten en la principal FMP. de la isla y la detección de materias primas procedentes de ella en diversas secuencias estratigráficas de Tenerife, hacen pensar en su utilización durante un dilatado segmento temporal de la Prehistoria insular, equivalente, por otra parte, al período de vigencia de Mña. Blanca, pues como se indicó con anterioridad, son objeto de una distribución conjunta. Además de los aspectos relativos a la organización técnica y social del trabajo, la estre-cha distribución geográfica de la obsidiana, sólo presente en los sectores de la isla que se 1750 han indicado, propicia el que la referida “especialización” se observe también en el ámbi-to territorial, desvinculados, técnica y espacialmente, de las unidades domésticas y de las actividades productivas que presentan una concreción de tipo local o comarcal, frente a otros sectores de la actividad artesanal mucho más generalizados en la isla. Nuevamente es el Tabonal de Los Guanches el caso más claro en este sentido, pues sólo se documentan actividades relacionadas con su función como cantera-taller, siendo la obsidiana tallada y algunas construcciones inmediatas a los talleres, los únicos tipos de evidencias arqueológicas existentes, aunque con una presencia muy abundante. La prospección en el territorio en que se inserta esta colada, si bien se ha efectuado con distinto grado de exhaustividad según las zonas, pone de manifiesto que las actividades no relacionadas con la explotación de la obsidiana se realizan fuera de sus límites ya que en ella no se documentan otro tipo de indicios arqueológicos que no sea la obsidiana tallada. Los accesos naturales a Las Cañadas tienen gran importancia, registrándose notables concentraciones de evidencias arqueológicas de muy variada naturaleza, ubicadas de ma-nera preferente en aquellos sectores cuya principal cualidad reside en sus condiciones de control visual y su posición estratégica dominante en relación con los principales recursos de la zona, caso de Pico Cabras. En efecto, en Pico Cabras se localizaron estructuras de piedra seca correspondientes a fondos de cabañas a los que se asociaba un volumen destacado de evidencias materiales, tanto líticas como cerámicas, emplazadas en un pequeño valle abierto casi en la cima del edificio. Esta hondonada semillana constituye un lugar adecuado para resguardarse de las extremas condiciones ambientales propias de la vertiente septentrional de la alta montaña. El paraje, caracterizado en la actualidad por una cobertura vegetal de transición entre el pinar y el matorral xerofítico de la Alta Montaña, con algunos pinos dispersos, y los pri-meros codesos y retamas, cuenta con un dominio visual de gran amplitud hacia la costa, desde la Orotava hasta la Isla Baja. Asimismo ejerce un notorio control visual sobre los altos de La Orotava, uno de los accesos al circo de Las Cañadas más importantes y fre-cuentados en época Prehistórica, la Cañada de Los Guancheros, entre La Fortaleza y el Cabezón, al Este y la Mña. Abejera - Mña. de Las Lajas, en el extremo Oeste. Por otra parte, desde él puede accederse al tramo superior de la colada de El Tabonal de los Guanches. L. Diego Cuscoy (1968), cita la presencia de un “paradero pastoril” en el Pico de las Cabras, donde ubica los hallazgos de “vasijas”, sin aportar mayor precisión en los datos. Este mismo yacimiento es recogido posteriormente por los autores de la Carta Arqueoló-gica de Tenerife (M. Cruz Jiménez, A. Tejera y M. Lorenzo, 1973: 33), quienes tampoco añaden nueva información. Cabe pensar que se está haciendo referencia siempre a la mis-ma unidad arqueológica, atendiendo a los rasgos estructurales que le servían para definir la presencia de lo que denominaba paraderos pastoriles. Por otro lado, coincidiendo con el cráter, al resguardo de las elevadas paredes que lo definen (morrenas laterales), y aprovechando el recubrimiento pumítico del mismo, se identificaron signos claros de actividad de taller. Las obsidianas talladas presentan unas 1751 características macroscópicas que permiten hacer pensar en su procedencia externa a la colada de Pico Cabras, como ocurría con las existentes en el paradero pastoril anterior-mente descrito. Su presencia en este lugar, obedece sin duda al aporte antrópico de la materia prima desde otra fuente de aprovisionamiento. La posición estratégica de Pico Cabras, flanqueando frente a La Fortaleza, la cabecera del Valle de la Orotava, es decir, el acceso natural a Las Cañadas más importante de la cara norte, junto con el extraordinario dominio visual que posee y los recursos forrajeros pre-sentes, así como el acceso a las obsidianas del Tabonal de Los Guanches en las proximida-des de su centro de emisión, debieron ser algunas de las razones que atrajeron a los pobla-dores prehistóricos de Tenerife a frecuentar unas tierras aparentemente inhóspitas y exce-sivamente pendientes, incluyéndolas en el circuito de tránsito habitual por un ámbito geo-gráfico cuya importancia en la organización económica del territorio a escala insular es manifiesta. 1752 BIBLIOGRAFÍA: ALONSO BLANCO, J. J. (1989): Estudio Volcanoestratigráfico y Volcanológico de los Piroclastos sálicos del Sur de Tenerife. Universidad de La Laguna. Secretariado de Publicaciones. Madrid. 257 pp. ARAÑA, V. y J. COELLO (Eds.) 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Calificación | |
Título y subtítulo | Centros de producción obsidiánica en la prehistoria de Tenerife |
Autor principal | Hernández Gómez, C.M. ; Galván Santos, B. ; Barro Rois, A. |
Publicación fuente | XIII Coloquio de historia canario - americano |
Numeración | Coloquio 13 |
Tipo de documento | Congreso y conferencia |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 1998 |
Páginas | P. 1735-1753 |
Materias | Congresos ; Historia ; Canarias ; América |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 637687 Bytes |
Texto | 1735 120 CENTROS DE PRODUCCIÓN OBSIDIANICA EN LA PREHISTORIA DE TENERIFE C.M. Hernández Gómez B. Galván Santos A. Barro Rois Las rocas de obsidiana, al contrario que las de grano grueso, no constituyen para los aborígenes un recurso generalizado en la isla, lo que se revela como un aspecto esencial de su organización económica. En particular, si se tiene en cuenta que esta evidente y signifi-cativa desigualdad territorial en el reparto de una materia prima de la máxima importan-cia, se daba en el seno de una sociedad jerarquizada, con una fragmentación política del territorio, claramente materializada en la existencia de diferentes demarcaciones cuyo fun-cionamiento interno aún se desconoce en muchos de sus detalles. Estas cuestiones de orden socio-político no han sido suficientemente valoradas, ignorándose su papel condicionante en el acceso a los medios de producción, en las relaciones intergrupales, en lo relativo a la organización de las actividades productivas y /o en la división del trabajo, etc. Por otra parte, sin ningún género de dudas y a pesar de la restricción espacial de las Fuentes de Materia Prima (FMP.), la constante aparición de vidrios volcánicos en todos los yacimientos de la isla, independientemente de su naturaleza y cronología, resultaba indicativa de una demanda y una distribución generalizada de este recurso, lo que implica-ba necesariamente la configuración de estrategias tendentes a garantizar la circulación de esta variedad litológica a escala insular. Éstas serán precisamente las cuestiones que centrarán el interés del presente trabajo, incidiéndose básicamente en la definición y caracterización de los denominados Centros de producción y en el papel desempeñado por éstos en la organización estructural del proceso productivo global. El territorio en la reconstrucción de los Sistemas de Aprovisionamiento de las mate-rias primas líticas La localización, delimitación en el territorio y estudio interdisciplinar de las fuentes de aprovisionamiento de materias primas de obsidiana en la isla, exigía el desarrollo previo de una prospección sistemática de aquellas coladas que mostraban posibilidades de conte-ner vidrios volcánicos, a la luz de los datos geológicos consultados en la bibliografía especializada, así como del correspondiente análisis cartográfico. Tres razones básicas hacían de esta prospección un mecanismo imprescindible para la 1736 reconstrucción global de los sistemas de producción de recursos líticos, en el marco de las estrategias generales de organización tecnoeconómica de las poblaciones prehistóricas: - La realización del muestreo de los materiales destinados a la caracterización geoquímica y la consiguiente diferenciación composicional de las FMP. - El estudio de los procesos de transformación a que eran sometidas las obsidianas antes de su distribución hacia los lugares de uso. - El análisis de las formas técnicas y sociales de explotación de las canteras y suminis-tro de los vidrios volcánicos. Por tanto, la prospección marcaría el “punto de partida” de esta investigación al aportar los instrumentos básicos de análisis y gran parte de la información pertinente para recons-truir un segmento sustancial del mencionado proceso productivo y de los contextos ar-queológicos en que éste se materializa. La perspectiva teórica desde la que se llevó a cabo se halla directamente relacionada con la intención fundamental de trascender los objetivos específicos ya indicados, pues debe tenerse en cuenta que el fin último que perseguimos radica en la reconstrucción integral de una parcela básica del proceso productivo y sus implicaciones económico-sociales en la Prehistoria de Tenerife. En este sentido, cabe insistir en la superación de la idea de que el registro lítico ha de constituir el fin de la investigación, debiendo su estudio integrarse en el contexto socioeconómico en que se inscribe, como vía que posibilita el acceso al verdadero “objeto de conocimiento” de nuestra disciplina: las estrategias organizativas de las formaciones sociales prehistóricas. Es desde este planteamiento desde el que se hace patente que el estudio de lo “contextual” faculta para abordar los problemas de índole social, al ser precisamente en el contexto territorial donde cabe observar la materialización de las prácticas encaminadas a la conso-lidación económica y política de las comunidades estudiadas. En consecuencia, el “terri-torio”, como transformación antrópica del espacio natural, es decir, como espacio sociali-zado, se transforma en unidad básica de observación, siendo en los términos expresados por Nuria Sanz Gallegos (1993) un “constructo cultural” cuyo análisis facilita afrontar el eterno problema de definición de las comunidades arqueológicas. De acuerdo con el citado marco de referencia, los utensilios líticos son concebidos en su condición de instrumentos de producción, lo que significa que como tales juegan un destacado papel en el desarrollo de la formación social, por cuanto constituyen una parte fundamental de los medios materiales de su existencia, de las fuerzas productivas. Su apropiación, transformación y uso estarán regidos, consecuentemente, por las reglas de funcionamiento que ordenan el sistema socioeconómico de la comunidad analizada. La delimitación del Territorio En buena medida, la consecución de los objetivos trazados depende de que se haya efectuado una correcta delimitación del área geográfica que se va a prospectar. En el epí- 1737 grafe anterior se ha incidido en la necesidad de analizar un espacio históricamente signifi-cativo, de modo que ahora, teniendo en cuenta todo ello, interesa establecer los límites del mismo. Al tratarse de un análisis geoarqueológico en el que un muestreo litológico se encuen-tra entre sus objetivos de partida, serán criterios de carácter natural los que en primera instancia establezcan el ámbito de estudio, ahora bien, en este caso, inmediatamente se deriva de ello una particularidad fundamental puesto que se pretende aislar en el marco insular lo que hemos denominado la “geografía de la obsidiana”. Ello implica identificar en el espacio delimitado toda una serie de factores culturales que casi se superponen a los naturales, definiendo e individualizando dicho territorio, de modo tal que partiendo de criterios naturales de demarcación se reconocen rasgos culturales ligados a interesantes fenómenos de especialización económica y territorial que se intentarán poner de manifies-to. El territorio en cuestión está integrado por las lavas de los domos periféricos de la serie reciente ácida o serie IV, las coladas pertenecientes al complejo Mta. Blanca-Mta. Rajada, Mta. de Guajara y, finalmente, diversos sectores de medianía y costa de los mantos ignimbríticos del Sur de Tenerife, de lo que se deduce que las fuentes de aprovisionamien-to de obsidiana estaban emplazadas en un territorio de considerable heterogeneidad, ha-ciéndose necesaria la puesta en práctica de estrategias de prospección adaptadas en cada caso a las características particulares. En efecto, la experiencia de campo adquirida en el transcurso del Inventario del Patrimonio Arqueológico de las Canarias Occidentales (I.P.A.C.O.) constituía la base metodológica en que se sustentaba esta prospección y aun-que en todas las zonas el trabajo se desarrolló de acuerdo a la idea subyacente de exhaustividad y sistemática, muchos de los procedimientos requeridos debieron adaptarse a la especificidad del territorio y a la singularidad de los objetivos. Las Coladas de La Serie IV La prospección se organizó independizando cuidadosamente las diferentes emisiones lávicas teniendo como referente la información de los mapas geológicos y topográficos. Lámina 1 Panorámica de la Serie IV. 1738 Se estructuró según las características físicas del terreno, siguiendo las unidades de relieve más destacadas, o bien las características estructurales de las mismas, de modo tal que cada una de ellas constituyó siempre una unidad independiente de prospección y muestreo (Lám. 1). Los domos periféricos: Entre La Fortaleza y Mta. Abejera se realizó una prospección extensiva de un espacio de 1.25 Km2 correspondiente a La Cañada de Los Guancheros (Lám 2). Este ámbito está recubierto, de una manera general, por las lavas del Teide Antiguo y las coladas traquibasálticas de La Fortaleza (IGME. 1110/I, 1981). Sin embargo, al incluirla en la prospección, al tiempo que se lograba acceder a la cima de Mña. Abejera para proceder a su estudio y muestreo, se satisfacía un interés científico, localizando los yacimientos con-servados en este ámbito. Este objetivo se hacía necesario para ajustar la interpretación global de todo el territorio, al tratarse de un área de gran interés estratégico, puesto que constituye un acceso natural a Las Cañadas del Teide desde las zonas altas de la Orotava. La colada de Mta. Abejera, ubicada entre los Bcos. de La Arena/Vergara y del Brinco, integró la siguiente unidad de trabajo, prospectándose desde el centro emisor hasta la pista forestal paralela al canal de Vergara, lo que configura un espacio de unos 3 Km2. En esta ocasión la prospección realizada fue asimismo de tipo extensivo, dado que ni las eviden-cias arqueológicas, ni las características de las obsidianas precisaban actuaciones de ma-yor exhaustividad. Pico Cabras recibió un tratamiento diferencial según los tramos, aplicándose la pros-pección extensiva como en las unidades anteriores, pero también otra de tipo intensivo y de cobertura total, en la estructura domítica propiamente dicha. La superficie prospectada se extendió a unos 5.25 Km2, entre los 2359 y los 1400 m.s.n.m., ya que, como en Mta. Abejera, abarcaba desde el cráter hasta el Canal de Vergara. Lámina 2 Panorámica de la Cañada de Los Guancheros. 1739 Ante sus particulares características, la prospección del Tabonal de los Guanches reci-bió un tratamiento específico; en general se practicó una prospección extensiva, aunque de mayor exhaustividad en las restantes coladas, dado que posee abundantes recursos de obsidiana de excelente calidad y numerosas evidencias arqueológicas relacionables con la explotación de los vidrios volcánicos, reservándose incluso para ciertos ámbitos la pros-pección intensiva, a modo de “test de comprobación”. El trabajo se realizó en dos grandes etapas. Durante la primera, se abarcó el área 1î entre los 1.650 m.s.n.m. y los 1.100 m.s.n.m.. En la segunda, se prospectó el tramo de colada extendido desde dicha cota hasta los 650 m.s.n.m (área 2), cuyo límite inferior pudo establecerse por la práctica desaparición de obsidianas de buena calidad y conse-cuentemente, por la lógica ausencia de talleres que demostraran el uso de este sector de la colada como fuente de aprovisionamiento. Se inspeccionó asimismo, el sector litoral cubierto por estas lavas, donde, pese a su estado de fuerte alteración antrópica, pudo comprobarse que persistía no sólo el enrareci-miento de la materia prima apta para su transformación técnica, sino también, la inexisten-cia de manifestaciones arqueológicas relacionadas con la explotación de la obsidiana. Las coladas de Roques Blancos son, con sensible diferencia, las más extensas de todo el territorio acotado, habiéndose seleccionado para su prospección extensiva unos 9.50 Km2 de la misma, entre la pista forestal que ya en esta colada ha descendido hasta los 1300-1400 m.s.n.m., coincidiendo parcialmente con el recorrido del canal de Vergara y la zona conocida como Ladera Mala y Bonilla Baja, en torno a los 2.000 m.s.n.m.. Los límites laterales del área de prospección vienen marcados por dos destacados barrancos, en el extremo oriental un afluente del Bco. de Charco Andrés que sirve de frontera con las lavas de Teide Antiguo y en el occidental un colector que limita con los materiales traquibasálticos de Pico Viejo. Lámina 3 Montaña Blanca. 1740 La Zona de Mña. Blanca-Mña. Rajada La complejidad de los procesos volcánicos que han dado lugar a la actual configura-ción de esta zona, con una notable sucesión de emisiones magmáticas diferentes, condi-cionó la estrategia de prospección pues significaba la posibilidad de registrar materiales originados bajo condiciones sensiblemente distintas y en períodos temporales también diversos. La situación era más compleja que la observada para los conos adventicios ante-riores, cuyas emisiones fueron mucho más homogéneas (Lám 3). El procedimiento consistió, en primer lugar, en reconocer las diversas coladas, una vez logrado lo cual, se efectuó su adscripción a cada una de las fases eruptivas propugnadas por Ablay et al. (1995), llevándose a cabo entonces, los trabajos de prospección y los correspondientes muestreos de materiales de obsidiana, de manera individualizada e inde-pendiente para cada una de las emisiones. Estos trabajos permitieron comprobar que la obsidiana es abundante, tanto en las lavas de Mña. Blanca, como en las emisiones de Mña. Rajada, sin embargo su aptitud para la talla resulta extraordinariamente variable, fluctuando desde los bloques desvitrificados, plagados de fenocristales hasta los que presentan óptimas condiciones para la fabricación de instrumentos líticos. La primera ejerce un predominio notorio; habiendo sido localiza-da en la totalidad de las coladas prospectadas. No ocurre lo mismo con los vidrios volcá-nicos de buena calidad, mucho más restringidos en el amplio territorio que abarcan los materiales emitidos por ambas estructuras domáticas. Estas últimas obsidianas fueron localizadas de forma exclusiva en una de las morrenas laterales que delimitan por su extremo occidental a la colada del Tabonal Negro (Unidad I de MB. superior, datada en torno al 2 Ka. BP.) (Lám 4), siendo más frecuentes dichos bloques de materia prima conforme nos acercamos al sector proximal de la misma, si bien en este caso debe plantearse la presencia de materiales pumíticos (Unidad II de MB. superior) recubriendo parte de la mencionada colada. La exclusiva localización de obsidiana aprovechable como materia prima en un ámbito Lámina 4 El Tabonal Negro 1741 espacial tan restringido posee gran interés si se toman en consideración varias cuestiones de diversa índole: • En primer lugar, resulta necesario limitar la Fuente de Aprovisionamiento potencial de obsidiana de Mña. Blanca al mencionado sector del Tabonal Negro. • En segundo lugar, esta obsidiana se halla inserta en el territorio donde las prospec-ciones efectuadas por el equipo que coordina la Dra. Arnay de la Rosa,1 ha documentado un significativo número de evidencias de ocupación humana. Tales hallazgos se concretan tanto, en los de carácter habitacional como en un nutrido conjunto de escondrijos cerámicos. • Finalmente, debe señalarse la existencia de talleres relacionados con el aprovisio-namiento y explotación de la obsidiana, pudiendo distinguirse algunos de gran magnitud, similares a los que existen en la colada del Tabonal de Los Guanches, ubicados en el extremo proximal de la morrena, así como otros pequeños talleres vinculados a las unida-des domésticas y emplazados en pequeños promontorios de gran visibilidad. Las Coladas Ignimbríticas: Las prospecciones arqueológicas del I.P.A.C.O. en las coladas ignimbríticas de la Serie Cañadas Superior pusieron de manifiesto la existencia de flamas de obsidiana formando parte de estos depósitos pumíticos, cuyas características físico-mecánicas las convertía en materias primas totalmente adecuadas para ser explotadas por los aborígenes que pobla-ron la zona, así como la presencia de talleres que probaban su utilización Los primeros hallazgos de esta naturaleza tuvieron lugar en la costa de Adeje, en las zonas conocidas como Hocico de Perro, Lomo de los Cuchillos, La Caleta y Playa del Duque, ampliándose posteriormente a otros lugares del Sur. Destacan por ejemplo, las interesantes manifestaciones de la ladera izquierda y cauce del Bco. de las Monjas, en Granadilla de Abona (Lám 5). En el estado actual de la investigación arqueológica del sector meridional de la isla no Lámina 5 Taller obsidiánico de Cruz de la Vieja en el Tabonal de Los Guanches. 1742 es posible afirmar que se conozcan con precisión los afloramientos correspondientes a estos tipos de coladas que incluyen flamas obsidiánicas, puesto que no se ha efectuado una prospección sistemática con el objetivo de su exhaustiva localización, máxime si no siem-pre registran signos evidentes de utilización antrópica, en cualquier caso los datos dispo-nibles parecen indicar que las condiciones de presentación de esta materia prima deben ser muy similares a las que manifiesta en los puntos conocidos. Los Resultados En síntesis, las prospecciones efectuadas permiten afirmar que: 1. Las obsidianas de Roques Blancos, Pico Cabras y Mña. Abejera, han experimentado procesos de desvitrificación que hoy se hallan en avanzado estado, pudiendo distinguirse, de visu, algunos fenocristales (feldespatos, biotitas y anfíboles), lo que le confieren pési-mas condiciones para la talla, puesto que sus numerosas propiedades geológicas contribu-yen a una fracturación no concoidea del material. Estas características son lo suficiente-mente significativas como para afirmar que su uso antrópico debió haber sido nulo o en todo caso excepcional, descartando toda posibilidad de que dichas coladas desempeñaran un papel importante como fuentes de aprovisionamiento. 2. En el Tabonal de Los Guanches es extraordinariamente abundante la obsidiana de buena calidad, se localizaron además numerosísimas evidencias del uso antrópico del re-curso, por lo que puede afirmarse que reúne las condiciones óptimas para ser considerada una gran cantera-taller, y la principal fuente de suministro de obsidianas en la isla de Tenerife. 3. Mña. Blanca-Rajada, de gran complejidad volcanoestratigráfica, presenta mayoritariamente obsidianas de mala calidad, poco adecuadas para la talla, salvo en el ámbito proximal del Tabonal Negro, donde no sólo se documentan buenos vidrios volcá-nicos, sino además la existencia de un área de transformación de la materia prima. 4. A estos casos se suman las obsidianas localizadas en la cima de la Mña. de Guajara, así como los vidrios volcánicos incluidos en los mantos ignimbríticos meridionales. Unos y otros evidencian muestras significativas de explotación por parte de la población prehis-tórica de la isla. Los Centros de Producción Desde que en el seno del modelo productor se hace efectivo el valor de uso del objeto de trabajo (materia prima obsidiánica), tras su transformación en instrumento de trabajo, éste desempeña varias funciones en el desarrollo general de la actividad productiva a la que se viene haciendo referencia. En este sentido, se ha hablado de dos “fases” o “tiem-pos” que han contribuido a una primera definición genérica del concepto “Centro de Pro-ducción”, y sobre el que pretendemos continuar profundizando en la presente ocasión. Como punto de partida sirva la siguiente consideración, en la que se establece una distinción entre “Un tiempo inicial en el que el objeto lítico manufacturado es el resultado pasivo del proceso de producción, esto es, durante la fabricación del objeto; y un tiempo 1743 posterior, en el que dicho objeto participa activamente en tal proceso, desempeñando fun-ciones concretas, bien como elemento de intercambio y/o apropiación, durante la fase de redistribución/difusión; bien como utensilio durante la de consumo Los denominados “Centros de Producción” constituyen la huella material, en el plano espacial pero también en el plano tecnológico del mencionado “tiempo inicial” o al me-nos de parte del mismo” (C.M. Hernández y B. Galván , 1998) Es decir, en los Centros de producción debe haber una significativa concentración de desechos que son indicadores arqueológicos de primera magnitud para poner en evidencia el proceso técnico de producción en el que tiene lugar la transformación del objeto de trabajo en instrumento de trabajo. Los desechos son concebidos en el sentido en que lo expresa L.F. Bate (1998: 227): “Aunque esta clase de objetos no tenga mayor relevancia para entender teóricamente la economía de una sociedad, no podemos ignorarlos en tanto suelen constituir importantes indicadores arqueológicos de las actividades productivas”. Se ha planteado asimismo, en trabajos anteriores y particularmente, en la Tesis Docto-ral de uno de nosotros (C. M. Hernández), el problema arqueológico que supone la identi-ficación material de estas unidades de producción, puesto que para su clasificación no debe recurrirse en exclusividad a la localización o no de evidencias líticas como único elemento material integrante de estos “yacimientos arqueológicos”. Los parámetros que han de barajarse son más amplios y de naturaleza diversa: “Características de las materias primas, las técnicas de transformación, niveles de representatividad de las distintas fases de las cadenas operativas, amplitud espacio-temporal de los presuntos talleres (...), grados de producción, la existencia de artesanos especializados, los canales de distribución de la obsidiana y su radio de alcance, etc.” (C.M. Hernández y B. Galván , 1998) La definición y caracterización de los Centros de Producción, como unidades básicas de gran peso económico, son fundamentales: en primer lugar, porque permiten valorar la organización técnica del trabajo; además, proporcionan datos que junto a otros de carác-ter arqueológico y a las noticias que en esta dirección contienen las crónicas, contribuyen a reconstruir de qué modo tuvo lugar la división social del trabajo, finalmente y como consecuencia de uno y otro aspecto, se hace posible acceder a la organización social de la producción en el seno de un grupo étnico jerarquizado, con acceso desigual a los bienes y con relaciones sociales de producción sustentadas sobre vínculos de dependencia (J. Velasco et al., 1998). Ahondar en estos parámetros y desde la vía de análisis propuesta, hace posi-ble precisar la forma y complejidad de los intercambios como uno de los aspectos básicos de los procesos económicos de la sociedad. Por tanto, la identificación y estudio de estos Centros de Producción en los que se reconoce su especialización funcional en la producción de obsidiana, así como la existen-cia de datos arqueológicos que permiten percibir la existencia de un grupo artesanal dedi-cado a satisfacer la demanda insular de estos instrumentos de trabajo, supone no sólo profundizar en los aspectos técnicos de esta actividad, anteriormente señalados, sino asi-mismo incidir en una parte fundamental de la organización de las fuerzas productivas, contribuyendo con ello a completar la reconstrucción del modo de producción de la for-mación social guanche. 1744 Con esta visión, se traspasa el estudio del objeto lítico como expresión fenoménica de la cultura y es analizado en un plano económico, desde la perspectiva global de análisis de la formación social que aquí se propone. Los puntos de la isla en los que se han documentado actividades relacionadas con el aprovechamiento y transformación de las materias primas de obsidiana previos a su trasla-do a los lugares de consumo habitual, evidencian rasgos diferenciales muy significativos, lo que permite establecer la primera característica de los Centros de Producción de obsidiana de la Prehistoria de Tenerife como ámbitos heterogéneos, en los que se reconocen distintas actividades y sobre todo una notable disparidad en los niveles productivos. El Tabonal de Los Guanches (Icod de los Vinos), que es sin duda el gran centro de producción de obsidiana en Tenerife, está integrado básicamente por unidades en las que conviven la extracción y la producción, de tal manera que a cada ámbito de extracción parece corresponderle un área de talla, en la que se identifican la obtención directa de productos de lascado a partir de los grandes bloques de la colada, así como los desechos de las cadenas operatorias de débitage (unidireccional, bidireccional y explotación de lascas-núcleo según los sistemas de explotación anteriores). En distintos puntos de este ámbito se registra, asimismo, la presencia de algunas construcciones de difícil interpretación (B. Galván y C.M. Hernández, 1997) (Lám 6) (Lám 7). Lámina 6 Obsidiana piroclástica. Lámina 7 Taller de la colada del Tabonal de Los Guanches. 1745 En Montaña Blanca (Las Cañadas del Teide), las unidades de transformación no coin-ciden siempre con las de extracción de la materia prima, localizándose a su vez un área de hábitat inmediata a la Cantera-taller. Las actividades productivas de los talleres son muy similares a las que se describen en el caso anterior, mientras que en el área habitacional se documentan los elementos propios de la talla doméstica (B. Galván y C.M. Hernández, 1997; C.M. Hernández y B. Galván, 1998). El índice de productividad de este centro es netamente inferior al del Tabonal de Los Guanches, lo que se sustenta no sólo en la menor entidad de los ámbitos de talla, sino también en su menor representación en las unidades domésticas estudiadas (Conjunto de Fuente-Arenas, en Buenavista del Norte; Cuevas de Nifa, en Santiago del Teide; Conjunto de Achbinicó, Candelaria; Cueva de Chinguaro, Güímar, etc.) No obstante ambas mate-rias primas circulan conjuntas en un mismo sistema de distribución, estando presentes en proporciones desiguales en los yacimientos habitacionales. Finalmente, los Centros de Producción asociados a la explotación de las obsidianas ignimbríticas en la banda sur, muestran generalmente una disociación clara entre las uni-dades de extracción y las de producción, que suelen repetir los modelos de asentamiento habituales en este sector de la isla, es decir, promontorios ligeramente elevados en la llanura circundante y con un amplio control visual sobre el territorio. Aunque no están íntimamente conectados con áreas habitacionales, sí que se distribuyen en ámbitos en los que se localizan numerosos asentamientos humanos, integrados por conjuntos de cabañas y en menor medida cuevas de habitación, de modo que el objetivo de la producción debía ser la satisfacción de una demanda que probablemente no excedería este entorno local. Tal aseveración se basa en el hecho de no haberse localizado la obsidiana ignimbrítica fuera de este ámbito meridional. A diferencia de lo que se ha expresado para los talleres del Tabonal de Los Guanches y Mña. Blanca, las cadenas operatorias estudiadas en los talleres ignimbríticos coinciden con las de cualquier espacio doméstico, en el que resulta preeminente la talla bipolar, si bien en estos casos con una clara adecuación a la morfología poliédrica y a la presencia de una fina capa cortical escoriácea en las obsidianas piroclásticas, siendo la talla de los Lámina 8 Montaña Guajara 1746 vidrios volcánicos de Hogarzales, en Gran Canaria, la que mayores similitudes presenta con ésta (B. Galván y C.M. Hernández, 1992). Un caso particular de explotación de la obsidiana ignimbrítica es el que se ha detectado en la Mña. de Guajara (Cañadas del Teide), puesto que viene a incidir en la situación problemática existente en torno a la definición e identificación de los Centros de Produc-ción, en el sentido en que nos venimos expresando (Lám 8). Guajara representa la máxima altitud en la pared del circo. Si a ello se le suman sus dimensiones y particular aspecto macizo, así como la presencia de dos degolladas a ambos lados, (Guajara y Ucanca respectivamente), resulta fácil entender la acentuada indepen-dencia que adquiere en el paisaje circundante. De acuerdo a la hipótesis más difundida, la Mña. de Guajara es el domo principal y más elevado de toda una serie de estructuras de este tipo que se disponían en el flanco sur del edificio precaldera (Pasajirón, Roque de la Grieta y Topo de la Grieta). J. Bravo Bethencourt y T. Bravo (1989: 93) indican la presencia en la cima de una ignimbrita de composición fonolítica que cubre de forma irregular un amplio espacio. Los vidrios volcánicos de Guajara se asocian a estas formaciones fonolíticas, pudiéndose loca-lizar exclusivamente en el tracto superior del escarpe, así como en las amplias llanadas que constituyen su cima. En general se trata de un material que muestra buenas condicio-nes para la talla. Del aprovechamiento antrópico de esta materia prima no cabe la menor duda, puesto que las prospecciones efectuadas permitieron localizar un buen número de evidencias de ello. Esta montaña posee un emplazamiento privilegiado que la convierte en un estratégico enclave de la zona cumbrera de la isla. Las degolladas que la flanquean, Ucanca al SW y Guajara al NE, en la cabecera del Bco. del Río, constituyen dos accesos naturales que dan paso al interior de la Caldera, existiendo un amplio dominio visual, que por el sur, alcanza hasta el litoral y por el norte, se extiende a la totalidad del circo de Las Cañadas del Teide. A esta circunstancia debe sumarse igualmente el hecho de que dispone de inmejorables condiciones naturales, tratándose de un adecuado “espacio de sustento”, con elevada “ca-pacidad de carga”, al menos durante los meses centrales del año. Gracias a ello debió desempeñar una función de primer orden en los sistemas de organización del territorio, como estrategia básica para el desarrollo de la actividad ganadera en este sector de la banda sur. No en vano, si por su cara norte es un escarpe que cae casi a pico sobre los antiguos campos de pastoreo de La Camellita, La Grieta y La Angostura, por el flanco meridional dominan las amplias llanuras y las suaves y anchas lomadas, de tal manera que conforma casi una rampa continua entre la Alta Montaña y las medianías de la actual comarca de Abona, hallándose colonizada en su tramo superior por un abundante matorral de cumbre, excelente como pasto de verano y sirviendo a su vez de cómoda ruta de tránsi-to y acceso a la zona centro del bloque insular. Además de las condiciones topográficas y ambientales y su extenso dominio visual, la montaña cuenta con otros recursos básicos en la economía aborigen; cabe reseñar la exis-tencia de varias fuentes, conocidas de forma tradicional por los pastores que siguieron 1747 transitando hasta fechas recientes estas rutas. En este mismo sentido merece ser comenta-da la disponibilidad hídrica de la zona de Madre del Agua, como ámbito de paso obligado justo antes de iniciar el ascenso hacia la cima de Guajara. La importante concentración de restos prehistóricos en este sector atestigua su frecuente utilización durante la prehistoria de la isla. No cabe la menor duda de que los abundantes vidrios volcánicos disponibles en la cima contribuyeron a hacer de Guajara un lugar atractivo para los aborígenes. Obviamente toda esta serie de factores explica las manifestaciones arqueológicas existentes y en definitiva, el carácter de la ocupación humana que registra este importante enclave. Desde los trabajos realizados por Luis Diego Cuscoy (1968), este lugar se interpretó como el paradero pastoril más alto de la geografía insular, reconociendo asimismo sus principales elementos constitutivos: abrigos y cabañas adosados a los resaltes rocosos de la cima, empleo de las grietas como “escondrijos”, numeroso material arqueológico dis-perso (vasijas, además de abundantes fragmentos cerámicos, elementos abrasivos y de molturación, etc.). Señaló finalmente la existencia de numerosos talleres: “La cima de la Mña. de Guajara fue un lugar muy frecuentado para tallar tabonas, como lo demuestra la extensa superficie del paradero cubierta de diminutas lascas” (1968: 204), lo que parece dejar claro que consideró a la obsidiana como uno de los factores de atracción básicos con que contaba esta zona. En opinión de Diego Cuscoy determinadas actividades artesanales llevadas a cabo en los “paraderos pastoriles”, entre las que destaca la talla de la piedra, servían para “rellenar el excesivo tiempo libre que caracterizaba la jornada cotidiana de los pastores”. Se trata de una cuestión directamente vinculada a la propia definición y caracterización de los “para-deros pastoriles”, concepto un poco ambiguo que parece haber servido de verdadero cajón de sastre para muchos yacimientos de difícil adscripción. En cualquier caso no debe pensarse en un espacio de ocupación aislado, ya que prácti-camente la totalidad de la pared de las Cañadas registra en sus zonas más elevadas signos similares de frecuentación humana. Cabe destacar por su proximidad, los asentamientos pastoriles del Risco Quemado, la Mña. de Pasajirón o el Topo de la Grieta, aprovechando siempre las unidades de acogida favorables, en torno al acceso que representa la degollada de Guajara. En el transcurso de nuestras prospecciones, autorizadas por la Dirección General de Patrimonio Histórico, pudimos certificar dos áreas principales de ocupación humana. La primera de ellas, de menor entidad, se localizó en el pequeño valle que constituye la dego-llada de Ucanca. Dispersas a lo largo de su superficie se extienden abundantes evidencias materiales entre las que destacan la obsidiana tallada y la cerámica. Asimismo se conser-van los restos muy desmantelados de estructuras de piedra seca, correspondientes a caba-ñas y quizás también a otras construcciones como rediles o apartaderos de cabras. 1748 A partir de la degollada de Ucanca, comienzan a reconocerse en el escarpe las primeras manifestaciones de vidrios volcánicos en estado natural. Se trata de obsidianas que apare-cen formando parte de bloques, algunos de gran tamaño y liberados por la erosión. Sin embargo, aunque su aptitud para la talla lo permitiría, no se constata ninguna evidencia clara de explotación de estos bloques, como sí se comprueba en Mña. Blanca y principal-mente en el Tabonal de los Guanches. Habrá que esperar hasta alcanzar la cima para que la situación comience a modificarse. En la planicie que corona la montaña, la obsidiana es notablemente más abundante, apareciendo de manera prioritaria en forma de bloques poliédricos y globulares de unos pocos centímetros de longitud, junto a gran cantidad de restos de talla. Conviene reflexionar sobre las características superficiales de estas manifestaciones arqueológicas, sobre todo si sólo se cuenta con tales datos para efectuar un diagnóstico de carácter funcional. Ya se ha visto que L. Diego Cuscoy no dudó en clasificarlos como talleres asociados al paradero y por tanto directamente explotados por aborígenes cuya dedicación primordial es el pastoreo. No hay duda que el trabajo de la obsidiana se llevó a cabo con frecuencia en la Mña. de Guajara, basta para ello observar la gran cantidad de restos tallados que se extienden por toda la zona y reflejan estadios muy diversos de las cadenas operatorias (núcleos, lascas simples o retocadas, restos de talla y otros desechos, etc.), sin embargo, un registro muy similar puede hallarse en cualquier yacimiento de habitación, reflejando exclusivamente que determinado tipo de talla integra una parte fun-damental de las actividades domésticas, ahora bien como señalamos con anterioridad, no siempre que se realizan actividades de talla se puede hablar de “taller sensu stricto”. El Tabonal de los Guanches y Mña Blanca ofrecen referencias muy precisas de las características de los talleres de obsidiana. La presencia humana en la primera se debe exclusivamente a la explotación de este recurso; no siendo así en Mña. Blanca, aunque sí que se localizan concentraciones de talla, a veces tan importantes como las de la colada septentrional, si bien con menos frecuencia que en esta última. En la Mña. de Guajara, sin embargo, ni puede hablarse de una explotación motivada exclusivamente por la presencia de las obsidianas, ni se encuentran las concentraciones de material tallado tan típicas de los otros “centros de producción”. Como venimos reiterando, el problema radica verdaderamente en la definición precisa y el establecimiento de las diferencias entre los talleres, las canteras-taller y las zonas de suministro. Por el momento y salvo que un estudio más profundo de la Mña. de Guajara revelara otra cosa, parece prudente señalar que la mera inspección visual de la superficie tan sólo permite plantear la existencia de buenos recursos de obsidiana susceptibles de satisfacer una demanda relativamente amplia, que además fueron empleados con toda seguridad por las poblaciones que explotaron los pastizales de la Alta Montaña. Las estructuras de superficie parecen estar más en relación con una instalación carac-terística de los asentamientos estivales en la alta montaña que con estructuras domésticas destinadas a albergar a un grupo cuya función fuera explotar la obsidiana existente. 1749 En todos los casos significados se trata de explotaciones de obsidiana “a cielo abierto”, lo que favorece el carácter extensivo de las mismas, directamente vinculado a las caracte-rísticas superficiales de las correspondientes coladas y a los índices de producción. Lógi-camente, teniendo en cuenta ambos factores, es El Tabonal de Los Guanches el que se sitúa a la cabeza de los Centros de Producción de obsidiana en Tenerife. Aunque los límites de la gran cantera-taller son siempre imprecisos y difusos, la cons-tatación de zonas de taller ha posibilitado incluir en ésta el espacio comprendido entre los 1700 y los 650 m.s.n.m. (ténganse en cuenta que la erupción central del Teide, ocurrida en la etapa de precolonización europea de Canarias sepultó el tramo proximal de esta cola-da). Lo que supone una destacada extensión superficial con una elevadísima concentra-ción de signos que demuestran el aprovechamiento de esta materia prima. La ausencia absoluta de otras evidencias arqueológicas que no sean las directamente vinculadas a la explotación de la obsidiana dificulta de manera notable cualquier intento de ordenación diacrónica de los talleres, resultando muy complejo determinar si la colada se explotó en su totalidad de manera sincrónica, o si por el contrario, es posible observar algún tipo de escalonamiento temporal que implique una progresiva expansión en el am-plio tramo de esta colada susceptible de aprovechamiento en este sentido. Ciertamente, no hay razones argumentables para explicar esta teórica y progresiva expansión en el interior de la colada, ya que las condiciones naturales son muy similares en todo este territorio y sobre todo, la materia prima es tan abundante que no existen problemas de agotamiento y la calidad de la misma es homogénea a lo largo del tramo de la colada que estamos consi-derando, luego la distribución del recurso no incide en el reparto de los yacimientos en el interior de El Tabonal de Los Guanches, tan sólo delimita la parte del mismo potencial-mente activa, pues a partir de los 600 m.s.n.m. aproximadamente, la materia prima no sólo comienza a escasear sino que además muestra una notable degradación física, haciéndose cada vez menos apta para la talla. Estos factores, unidos a lo expresado por Chang, para quien: “Sería muy difícil, si no imposible, distinguir un montón de residuos industriales acumulados por diez trabajado-res del sílex en un día y un montón similar acumulado por un solo individuo en diez días” (1972: 10), coinciden en hacer compleja la evaluación de los niveles de productividad, así como los parámetros que venimos barajando. No obstante, las condiciones naturales de El Tabonal de Los Guanches no se reproducen en ninguno de los Centros de Producción localizados en la isla, ni tampoco la frecuencia y entidad de los talleres presentes en éste. En relación con lo anteriormente expuesto ha de reconocerse que se ignora con preci-sión cuál es el espectro cronológico de funcionamiento de esta Cantera-Taller; sin embar-go, las características reseñadas que la convierten en la principal FMP. de la isla y la detección de materias primas procedentes de ella en diversas secuencias estratigráficas de Tenerife, hacen pensar en su utilización durante un dilatado segmento temporal de la Prehistoria insular, equivalente, por otra parte, al período de vigencia de Mña. Blanca, pues como se indicó con anterioridad, son objeto de una distribución conjunta. Además de los aspectos relativos a la organización técnica y social del trabajo, la estre-cha distribución geográfica de la obsidiana, sólo presente en los sectores de la isla que se 1750 han indicado, propicia el que la referida “especialización” se observe también en el ámbi-to territorial, desvinculados, técnica y espacialmente, de las unidades domésticas y de las actividades productivas que presentan una concreción de tipo local o comarcal, frente a otros sectores de la actividad artesanal mucho más generalizados en la isla. Nuevamente es el Tabonal de Los Guanches el caso más claro en este sentido, pues sólo se documentan actividades relacionadas con su función como cantera-taller, siendo la obsidiana tallada y algunas construcciones inmediatas a los talleres, los únicos tipos de evidencias arqueológicas existentes, aunque con una presencia muy abundante. La prospección en el territorio en que se inserta esta colada, si bien se ha efectuado con distinto grado de exhaustividad según las zonas, pone de manifiesto que las actividades no relacionadas con la explotación de la obsidiana se realizan fuera de sus límites ya que en ella no se documentan otro tipo de indicios arqueológicos que no sea la obsidiana tallada. Los accesos naturales a Las Cañadas tienen gran importancia, registrándose notables concentraciones de evidencias arqueológicas de muy variada naturaleza, ubicadas de ma-nera preferente en aquellos sectores cuya principal cualidad reside en sus condiciones de control visual y su posición estratégica dominante en relación con los principales recursos de la zona, caso de Pico Cabras. En efecto, en Pico Cabras se localizaron estructuras de piedra seca correspondientes a fondos de cabañas a los que se asociaba un volumen destacado de evidencias materiales, tanto líticas como cerámicas, emplazadas en un pequeño valle abierto casi en la cima del edificio. Esta hondonada semillana constituye un lugar adecuado para resguardarse de las extremas condiciones ambientales propias de la vertiente septentrional de la alta montaña. El paraje, caracterizado en la actualidad por una cobertura vegetal de transición entre el pinar y el matorral xerofítico de la Alta Montaña, con algunos pinos dispersos, y los pri-meros codesos y retamas, cuenta con un dominio visual de gran amplitud hacia la costa, desde la Orotava hasta la Isla Baja. Asimismo ejerce un notorio control visual sobre los altos de La Orotava, uno de los accesos al circo de Las Cañadas más importantes y fre-cuentados en época Prehistórica, la Cañada de Los Guancheros, entre La Fortaleza y el Cabezón, al Este y la Mña. Abejera - Mña. de Las Lajas, en el extremo Oeste. Por otra parte, desde él puede accederse al tramo superior de la colada de El Tabonal de los Guanches. L. Diego Cuscoy (1968), cita la presencia de un “paradero pastoril” en el Pico de las Cabras, donde ubica los hallazgos de “vasijas”, sin aportar mayor precisión en los datos. Este mismo yacimiento es recogido posteriormente por los autores de la Carta Arqueoló-gica de Tenerife (M. Cruz Jiménez, A. Tejera y M. Lorenzo, 1973: 33), quienes tampoco añaden nueva información. Cabe pensar que se está haciendo referencia siempre a la mis-ma unidad arqueológica, atendiendo a los rasgos estructurales que le servían para definir la presencia de lo que denominaba paraderos pastoriles. Por otro lado, coincidiendo con el cráter, al resguardo de las elevadas paredes que lo definen (morrenas laterales), y aprovechando el recubrimiento pumítico del mismo, se identificaron signos claros de actividad de taller. Las obsidianas talladas presentan unas 1751 características macroscópicas que permiten hacer pensar en su procedencia externa a la colada de Pico Cabras, como ocurría con las existentes en el paradero pastoril anterior-mente descrito. Su presencia en este lugar, obedece sin duda al aporte antrópico de la materia prima desde otra fuente de aprovisionamiento. La posición estratégica de Pico Cabras, flanqueando frente a La Fortaleza, la cabecera del Valle de la Orotava, es decir, el acceso natural a Las Cañadas más importante de la cara norte, junto con el extraordinario dominio visual que posee y los recursos forrajeros pre-sentes, así como el acceso a las obsidianas del Tabonal de Los Guanches en las proximida-des de su centro de emisión, debieron ser algunas de las razones que atrajeron a los pobla-dores prehistóricos de Tenerife a frecuentar unas tierras aparentemente inhóspitas y exce-sivamente pendientes, incluyéndolas en el circuito de tránsito habitual por un ámbito geo-gráfico cuya importancia en la organización económica del territorio a escala insular es manifiesta. 1752 BIBLIOGRAFÍA: ALONSO BLANCO, J. J. (1989): Estudio Volcanoestratigráfico y Volcanológico de los Piroclastos sálicos del Sur de Tenerife. Universidad de La Laguna. Secretariado de Publicaciones. Madrid. 257 pp. ARAÑA, V. y J. COELLO (Eds.) 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