DICTADURAS Y POLÍTICA MIGRATORIA. EL CASO DE
VENEZUELA EN LA DÉCADA DE LOS CINCUENTA
T r r r o r N d r n c r \ r rrrr
LUIUC L V I ~ K U U L L L ~
*<Tndne ! mimh .r2 y cnnfa y d o i m p -
mos un objetivo: VENEZUELA.»
SAN BLASL ORENZOe,m igrante
clandestino en el Delfino Moya
Los trabajos de campo antropológicos más productivos los he rea-lizado
mayormente en mis vuelos entre Canarias y Venezuela. Recuer-do
con claridad uno de estos regresos a Venezuela hace unos tres años.
Mi compañero de asiento era un venezolano nacionalizado, oriundo
de la isla de La Palma. Había emigrado a Venezuela en los años cin-cuenta,
siendo apenas un adolescente, y ahora era propietario de un
conocido restaurante de carnes en Barquisimeto. Había estado de vi-sita
en las islas ocupándose de asuntos relacionados con la muerte de
su madre, por espacio de 45 días, período determinado por el pasaje
de ida y vuelta. A medida que atravesábamos el océano hacia Vene-zuela
me narró la historia de su vida y yo la grabé con la mayor fi-delidad.
Canarias era la madre que le había dado la vida, pero Vene-zuela,
aquella que lo había recibido, alimentado y permitido madurar
hasta convertirse en un hombre responsable. A medida que el avión
descendía hasta su destino final, las lágrimas corrían por sus mejillas;
no podía contener los sollozos. A través de la ventanilla aparecía
imponente el Cerro del Ávila. «Canarias nunca me ha inspirado estos
sentimientos??, di;^, -<<icncca!- ime sient~ tan fp!iz de estar de
nuevo en casa!»
Típica expresión de un emigrante típico. Yo la comprendo porque
he escuchado muchas veces la expresión de tales sentimientos en boca
390 Luise Margolies
de mis informantes. No obstante, cuando discuto en Canarias con mis
colegas los temas de la migración, a ellos les sorprende la profun-didad
del amor y la absoluta lealtad de los isleños canarios que
han emigrado hacia Venezuela. ¿Porqué han escogido este país? ¿De
dónde la pasión por Venezuela? Es difícil entender porqué se ha con-vertido
Venezuela en la «octava isla» precisamente ahora, cuando
Venezuela entra en una segunda década de empantanamiento, en una
crisis económica de gigantescas proporciones reseñada ampliamente
por la prensa local. ¿Que habrá acontecido o cuales factores habrán
intervenido en los años posteriores a la segunda guerra mundial para
convertir a Venezuela, territorio de nadie, en la nueva tierra prometi-da
para millares de isleños canarios resueltos a abandonar su país
natal?
VENEZUELA: PRELUDIO A LA GRAN MIGRACIÓN
Aunque muchos isleños canarios y otros españoles habían emigrado
a Venezuela como pobladores y colonos durante el período colonial,
y jugaron un importante papel en la lucha del país por la indepen-dencia
y la estructuración de una nueva nación, Venezuela nunca fue
el país de su preferencia. En la etapa de emigración europea masiva,
desde 1850 hasta la primera guerra mundial, cuando unos once mi-llones
de personas emigraron hacia América Latina, los países esco-gidos
fueron Argentina, Brasil y Uruguay, en orden descendiente
(Morner 198550). Estos países se acababan de incorporar a una eco-nomía
mundial en expansión como exportadores de materias primas
y tenían urgente necesidad de trabajadores calificados. Instituyeron
políticas abiertas de inmigración ofreciendo pasajes subsidiados, otor-gamiento
de tierras, concesiones agrícolas y otras ventajas para atraer
a futuros inmigrantes y facilitar su integración.
En contraste, Venezuela sufría los rigores de las Guerras Federa-les
y de un clima tmpica! propicio p2r2 enfemed.l,er end6mic.v cpe
eran desconocidas en la región del cono sur. Aún durante el gobierno,
relativamente pacífico, del General Guzmán Blanco a finales del xrx,
se exhortaba a los europeos a abstenerse de ir a Venezuela porque el
país no ofrecía condiciones mínimas de seguridad y estaba goberna-do
por un presidente masón irrespetuoso de los principios cristianos.
Ffie SS!O a finu!rs 2 5 ~ str einta cuu&= Vefiezue!a p ~ d sco q;e-tir
con sus vecinos sudamericanos para atraer a los inmigrantes. El
«boom» petrolero estaba ya en camino. Alarmado por el éxodo masi-
Dictaduras y política migratoria. El caso de Venezuela en la ddcada ... 39 1
vo de trabajadores rurales hacia los nacientes campos petroleros, el
régimen de Gómez aspiraba a reemplazarlos con extranjeros proceden-tes
de Europa (Kritz 1975). Es así como Alberto Adriani, destacado
pensador de la época, propugnó la inmediata implementación de una
política de inmigración que excluiría a los pueblos «de color porque
la prosperidad económica y el adelanto social de nuestro país depen-den
de un aumento de su población y podría agregarse, de su pobla-ción
blanca» (1984:143). Predominaba la noción de que los pueblos
europeos poseían un nivel socioeconómico suficientemente alto para
resolver las crisis inherentes a los países tropicales que Venezuela,
como uno de ellos, experimentaba. El «progreso» y el «color blanco»
eran sinónimos.
El General Gómez rechazó las recomendaciones para fomentar un
influjo masivo de inmigrantes. Estaba temeroso de que el país no
pudiera absorber con propiedad gran número de inmigrantes. No obs-tante,
los isleños estaban en otra categoría. Gómez era gran admira-dor
de los isleños: «A mi me gustan los isleños que son como yo,
trabajadores del campo y los italianos y los españoles que son de la
misma religión de uno y hablan la misma lengua y uno los entien-de
... » (Velázquez 1979:381 citado por Hernández 1990).
Pero como todos sabemos, los canarios no emigraron en masa a
los países del cono sur, ni tampoco se sentían particularmente atraí-dos
por Venezuela. Por espacio de más de cincuenta años las corrien-tes
migratorias se habían orientado ininterrumpidamente hacia Cuba,
tierra que todavía goza de alta estima en el recuerdo de los inmigrantes
de antaño. En 1920 el sueño cubano había llegado a su apogeo. El
azúcar logró el máximo precio alcanzado en muchos años y la pro-ducción
a niveles sin paralelo. Pero de la noche a la mañana, la coti-zación
del azúcar bajó vertiginosamente y los bancos declararon una
moratoria. Para los isleños, Cuba quedaba descartada como punto de
destino (De Paz Sánchez 1992).
La Depresión Mundial en efecto puso fin a la emigración canaria
hacia AmP,rlra y acabó con la era de la migración abierta. La bomba
reventó no solamente en Cuba sino también en América del Sur; Ar-gentina,
Brasil, Uruguay, y aun aquellos países que no eran recipien-tes
importantes de inmigrantes, instituyeron políticas restrictivas de
inmigración. El propósito era frenar el flujo y al mismo tiempo con-trolar
el tipo de inmigración. Ante las generalizadas condiciones de
inflación, Ursrmpko y YeyreciuciSn de 12s moxdas Incaler, no era
deseable recibir inmigrantes. Se hicieron más complicados los requi-sitos
burocráticos y se implementaron sistemas de cuotas que perma-
392 Luise Margolies
necieron vigentes hasta finales de la segunda guerra mundial (Ver
Palazón Ferrando 1990).
PROMOVER LA INMIGRACIÓN EUROPEA
Finalizada la guerra, cuando de nuevo los isleños pudieron con-templar
la posibilidad de viajar, el dilema era ja dónde ir ahora? El
sueño cubano había terminado y los países latinoamericanos que
solían recibir pequeños números de canarios habían virtualmente ce-rrado
sus fronteras. Venezuela seguía siendo una incógnita, pero
encerraba atractivas posibilidades. Volvemos entonces a la pregunta
original: ¿porqué Venezuela?
En primer lugar, Venezuela mantenía sus fronteras enteramente
abiertas. Estaba en manos de Acción Democrática, y su presidente
provisional era Rómulo Betancourt, hijo de un tinerfeño que había
emigrado a Venezuela. AD instauró amplias reformas sociales deli-neando
una política migratoria sin restricciones destinada a atraer gran
número de trabajadores saludables. Betancourt creó la Comisión Na-cional
de Inmigración y envió misiones a Italia, Francia, y Alemania
(Berglund 1985:316). Los europeos fueron invitados a emigrar a Ve-nezuela
y así lo hicieron: unos 5.000 en 1946, 11.000 en 1947 y más
de 20.000 en 1948 (Lieuwen 196 1 : 83). Desafortunadamente, vinieron
pocos españoles porque Venezuela no mantenía relaciones diplomáti-cas
con España. Franco desestimulaba la emigración y, por lo demás,
el gobierno venezolano simpatizaba con la España republicana, com-plicándose
así todo el asunto de la emigración española hacia Vene-zuela.
El trienio adeco que duró desde 1948 hasta 1950 fue seguido por
una junta militar encabezada por Marcos Pérez Jiménez, designado
presidente constitucional en 1953. Laureano Vallenilla Lanz, hijo,
nuevo Ministerio de Relaciones Interiores, era profundamente parti-dario
de la migración abierta. Bajo los auspicios del Instituto Agrario
Nacional entri al pais un pqu~.ñnn úmero de extranjeros crin e! stz-tus
legal de «inmigrantes» a los cuales se otorgaron ciertas facilida-des
que los estimularon a trasladarse al campo. Se desarrolló la co-munidad
agrícola de Turén con la esperanza de fomentar una mediana
agricultura comercial. Se cubrieron todas las necesidades de los colo-nos,
pero la utópica noción de mezclar las nacionalidades en estrecha
~,~,.;,.rl.,rl m.,,.,, niin ,,no* ,.iirl;nron "rrrnnrlnr rln lo" r\trori nr\ tn".,ltX A-1
V U U I I I U U U yUIU yuU U l l U U yUUIbIUII UpIbIIUbI Ub I U U WLlUD 11W I b U U I L W UbI
todo exitosa. No obstante, una vasta mayoría entró al país sin restric-ción
alguna de conformidad con la Ley de Extranjeros. Antes del in-
Dictaduras y política migratoria. El caso de Venezuela en la dkada ... 393
greso les era concedida una visa de «transeúntes» que podía ser fá-cilmente
convertida en residencia permanente al cumplirse un año de
vigencia. Los aspirantes debían en principio saber leer y escribir, pero
los consulados venezolanos en el extranjero se dieron cuenta de que
perderían inmigrantes deseables si insistían en el cumplimiento de esta
norma. El único requerimiento estricto era la buena salud de indivi-duos
que pudieron ingresar a las fuerzas activas de trabajo. Durante
el quinquenio entre 1951 y 1956 tan sólo el consulado venezolano en
Tenerife efectuó mas de 30.000 exámenes médicos. Quienes tuvieron
deformidades visibles, cicatrices o enfermedades de la piel, así como
aquéllas con enfermedades infecciosas, eran invariablemente recha-zados
(Memoria 1951-1956). Venezuela aspiraba a aumentar su po-blación
pero no deseaba recibir enfermos crónicos o personas que
constituyeran una carga para el país.
Purud6jicmxn?e, en c=an?^ ~ e n e z u e ha bri6 SUS fronteras, España
cerró las suyas. La España de Franco no veía la emigración con bue-nos
ojos y aún cuando las relaciones diplomáticas habían sido reanu-dadas
en 1949, el gobierno español puso trabas a la emigración de
sus campesinos. Sin embargo, los costos artificialmente altos del
pasaje transatlántico así como los requisitos burocráticos excesivos (ta-les
coim el c~iitiatod e trabajo o !a xcaita de !!amda:: estrt~padr:e:
el pasaporte por el consulado español en Venezuela) fueron evadidos
mediante salidas clandestinas. Entre los años 1948 y 1950 el consu-lado
venezolano en Tenerife pudo localizar cincuenta embarcaciones
pesqueras que habían partido en forma ilegal (MRE 1949: Expedien-te
1389). Tales viajes cesaron sólo a finales de 1950, cuando el go-bernador
civil de Tenerife eliminó el requisito de la «carta de llama-da
» de Venezuela.
«Sembrar el petróleo», famosa frase acuñada por Uslar Pietri en
1936, ha sido la piedra angular para el desarrollo moderno de Vene-zuela.
En la cumbre del «boom» petrolero de 1926, cuando este pro-ducto
comenzaba a convertirse en el primer mbro de exportación, y
Venezuela, en principal productor mundial, Betancourt describía de
este modo al país: «...solo el 15 por ciento de la población usaba za-patos;
el resto calzaba alpargatas o iba descalzo. El petróleo fluía en
abultados chorros de oro negro mientras la mayoría de la población
vestía harapos (1979:198)». No obstante las alzas y bajas de la in-
394 Luise Margolies
dustria petrolera, precipitadas por las condiciones mundiales, a me-diados
de los años 40, más de la tercera parte de los ingresos de
Venezuela dependían ya del petróleo. En el período comprendido en-tre
1948 y 1957, durante el régimen de Pérez Jiménez, las compañías
petroleras extranjeras producían casi 1,5 veces la cantidad de petró-leo
producido en toda la historia pasada y el ingreso gubernamental
se triplicaba (Turwell 1975:48-49). Las fenomenales ganancias pro-ducidas
por el petróleo permitieron al gobierno emprender programas
de expansión económica cuyos impactos son evidentes hasta el día de
hoy. Pérez Jiménez no sólo ejecutó obras públicas como carreteras,
puentes, plantas petroquímicas, una red hotelera nacional, y el espi-gado
Centro Simón Bolívar, sino que también dio importantes pasos ,, - en la creación de la industria de la refinería, en la construcción, la E
fuerza eléctrica y el gas, así como en las manufacturas de sustitución O
de importaciones (Hanson 1 977:64-66).
n-= Los sectores comerciales y de servicios necesitaban crecer y fue m
O
E esta área la que absorbió a muchos de los recién llegados extranje- E
2 ros, que crearon núcleos especializados e introdujeron nuevos servi- E
cios y negocios en las ciudades que se expandían a gran velocidad. =
El llamado de Betancourt a los emigrantes para que se extendieran 3
por el país y aumentaran la población encontró por fin repuesta en la - - 0
década dorada de Pérez Jiménez. Para 1952 Venezuela había sobre- m
E
pasado a la Argentina como el mayor recipiendario de inmigrantes de O
América Latina. Las ciudades venezolanas se inflaban a la medida de
su crecimiento que era de 3.5 por ciento anual (Pellegrino 1989:202), n
E alcanzando el máximo nivel de urbanización del continente. -
a
Rápidamente se corrió hacia las Islas Canarias la voz de que este 2
n
era un país digno de atención. Gozaba ya de los más altos niveles de n
0
crecimiento per cápita en el mundo. La favorable tasa de cambio cons- 3
tituía un enorme incentivo, que permitía a los canarios repetir su O
experiencia cubana de invertir en la granja familiar las remesas en-viadas
desde el exterior. Una vez mas, la migración hacia afuera cons-tituía
para ellos la solución inmediata a las limitaciones inherentes a
la agricultura familiar (parcelas fragmentadas, sequía, plagas impre-vistas)
así como las vicisitudes de la economía de exportación, exa-cerbadas
esta vez por la pérdida de los mercados franceses e ingleses
durante la Segunda Guerra Mundial. La emigración procedente de las
provincias de las Islas Canarias, suspendida por completo después del
descalabro cubano (ver Memoria Provincial 1942), se reanudó, luego
de un hiato de treinta años, como si no hubiera pasado nada. Los datos
estadísticos para este periodo son notoriamente deficientes, pero las
Dictaduras y política migratoria. El caso de Venezuela en la década ... 395
tendencias son muy claras. En la provincia de Tenerife (aquélla que
tradicionalmente viajaba más hacia América), la emigración recomenzó
en los años 50 al doble del ritmo del éxodo cubano. De acuerdo con
el Consejo Sindical, alrededor de 40.000 emigrantes abandonaron la
provincia rumbo a América y esta corriente se dirigió casi exclusiva-mente
hacia Venezuela (Consejo Económico 1959:17). En viejos ar-chivos
de la Oficina Arquidiocesana de Inmigración en Caracas está
asentado que aproximadamente 200.000 españoles ingresaron a Vene-zuela
entre 1951 y 1958, la mayor parte de ellos gallegos y canarios,
suma que aumentó después de 1955. Y los registros del consulado de
Venezuela en Tenerife revelan que entre 1955 y 1957, trienio de la
mayor emigración, fueron procesadas 20.966 visas de salida hacia
Venezuela (Caracas: Ministerio de Relaciones Exteriores). A finales
de los años 50, alarmado por el alto número de migrantes que regre-saban
a su país de origen y por ia fuga ae divisas nacia ias isias, ei
gobierno venezolano comenzó a buscar activamente ingreso de muje-res
y niños que garantizaron el asiento permanente de los emigrantes,
como contribución al crecimiento demográfico del país, objetivo pri-mario
de la política de inmigración abierta.
La tendencia inicial de los isleños canarios era ubicarse en la ca-pital,
donde eran recibidos por sus paisanos que los guiaban hacia los
mercados de trabajo y de alojamiento. Gradualmente comenzaron a
dispersarse hacia las ciudades provinciales del oriente y occidente de
Venezuela, ingresando a las industrias comerciales y de servicios que
experimentaban allí una expansión mas veloz que en la misma capi-tal.
También los agricultores gravitaron hacia la zona central arren-dando
pequeñas parcelas de tierra y sembrando en forma muy pareci-da
a la agricultura de Canarias. Se expandieron asimismo hacia áreas
consideradas inadecuadas para la agricultura, y mediante la experimen-tación
con nuevos productos y métodos, lograron alcanzar niveles que
eran inimaginables en Canarias. Como expresara un agricultor, en las
isias, «ia tierra no daba nada», pero en Yene~ueia, señibrar era <da
gloria».
EL DESEO DE SER LIBRE
El régimen dictatorial de Pérez Jiménez no era generoso con sus
opositores. La policía secreta recibía órdenes de acabar con los re-manentes
de las estructuras políticas de Acción Democrática y sus
dirigentes eran obligados a abandonar el país. No se toleraba ninguna
396 Luise Margolies
oposición política y la prensa estaba severamente controlada. Pero los
emigrantes canarios típicos pasaban por alto la lucha sociopolítica y
daban sus primeros pasos en la adaptación a un nuevo país. Para ellos,
Pérez Jiménez era un dictador «benévolo» en comparación con lo que
ellos habían dejado atrás. La dirigencia de AD miraba desfavorable-mente
a la España de Franco, caracterizaba a éste en la prensa como
un tirano y consideraba las primeras oleadas de emigrantes clandesti-nos
como refugiados políticos que habían logrado escapar con gran-des
penalidades. La política oficial del gobierno de Pérez Jiménez era
mas circunspecta, pero este régimen nunca rechazó a un emigrante
clandestino y por el contrario, le otorgó un status legal. En el recuer-do
de los emigrantes de las Islas Canarias la situación de su país al
momento del gran viaje hacia Venezuela era «crítica». En las islas más
pequeñas, que carecían de recursos hidráulicos o de la práctica de la
agricuitura mixta, existentes en Tenerife o ia Gran Canaria, ias po-blaciones
rurales sufrían grandes privaciones.
Venezuela representaba la libertad: libertad para circular en los
grandes espacios abiertos, trabajar aquí y allá, buscar nuevos horizon-tes,
poner a prueba las propias habilidades, y hablar libremente sin
temor. El caciquismo no era cosa nueva para los canarios pues en su
tierra natal este era el sistema que dominaba la tenencia de la tierra.
Para ellos las islas eran un limitado pastel dividido en un reducido
número de delgados trozos ya repartidos entre los «dueños» de las
islas.
Las privaciones económicas experimentadas por el pueblo estaban
teñidas de una fuerte sensación de represión característica de todo el
período de la Guerra Civil y los años posteriores. Sentir «hambre»,
experimentar «precariedad», no constituían vivencias en sentido lite-ral;
eran reflejo de las enormes privaciones sufridas bajo el régimen
de Franco. La negra historia de la Guerra Civil y sus secuelas en las
Islas Canarias es un capítulo que está por aclararse. Para los simples
campesiiios ios ~üiitrüies iiistiiüidü~ por e: régineii frailq~kia pesa-ban
y creaban resentimientos. El severo racionamiento de los alimen-tos
básicos, la obligación de depositar los frutos del trabajo en un
almacén central para ser exportados o racionados en beneficio de otros,
y los filatos (alcabalas) ubicados a lo largo de las carreteras para vigi-lar
y controlar a las personas constituían la última gota de un estilo
de vida ya agobiado por las penurias económicas. La imposibili-dad
de hablar libremente sin el peligro de ser denunciado como co-munista
por los vecinos creaba un permanente estado de temor y
sospecha que tardaría muchos años en disiparse. Aquellos que tuvie-
Dictaduras y política migratoria. El caso de Venezuela en la década ... 397
ran el coraje de criticar públicamente el régimen de Franco podían
ser llevados al «monte» o a las prisiones flotantes mas allá de las
costas de Tenerife, de donde quizás no volverían. En el mejor de los
casos, los disidentes irían a pudrirse por unos años en las prisiones
provinciales de Fyffes, Paso Alto o Gando. Los relatos de las expe-riencias
personales de José Antonio Rial (1969), Juan Rodríguez
Doreste (1978), y Diógenes Díaz Cabrera (1980) atestiguan de los
daños irreparables infligidos por el régimen de Franco. Para los afor-tunados
que sobrevivieron a la tortura de los campos provinciales, la
violación del espíritu solo podía ser reparado abandonando la España
de la dictadura. Los emigrantes políticos recuperaron su esencia en
Venezuela, aunque no quedara espacio para el olvido ni el perdón.
Pero aún para el isleño que emigraba supuestamente para mejorar sus
posibilidades de vida, la libertad era intoxicante. Después del «terror»
español, la relativa benignidad de Pérez Jiménez era tolerable.
A manera de conclusión, me gustaría enfatizar el hecho de que los
emigrantes tienden a ser pragmáticos. Generalmente emigran confia-dos
en las recomendaciones verbales de sus paisanos, y se quedan en
el país extranjero que haya colmado sus expectativas. Aunque algu-nos
emigran por razones de idiosincrasia, las corrientes migratorias
se forman por razones globales, repetitivas. El régimen de Pérez
Jiménez abrió las fronteras en los años cincuenta, mediante políticas
favorables a la inmigración, permitiendo así el desarrollo de tales
corrientes. Una vez abiertas las fronteras, el «boom» económico de
Venezuela, aunado al interés por evadir las condiciones políticas y
económicas de la postguerra española, proporcionó el ímpetu para el
acelerado crecimiento de la cadena migratoria entre Canarias y Ve-nezuela.
El régimen de Pérez Jiménez terminó en forma abrupta en 1958 y
el ingreso de inmigrantes disminuyó considerablemente. No obstante,
la corriente migratoria tenía ahora su propio impulso y trajo en las
dos décadas siguientes nuevas corrientes de isleños canarios a Vene-zuela.
Luise Margolies
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