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Marianne North y T enerife
1 13 de enero de 187 5, la pintora
inglesa Marianne N orth llegó a la isla
de Tenerife. La abandonó el 29 de
abril. El 15 de abril del 2000, los
Gardines de Sitio Litre en colabora-
Marianne North.
52 :Revista de Ír iencias y ,-Jc~manidades
Nicolás González Lemus
ción con los municipios del norte celebraron
el 125 Aniversario de su visita. ¿Quién era Marianne
North?. ¿Por qué vino a Tenerife?.
En Gran Bretaña existía una larga tradición
viajera. Los británicos se lanzaron al mar desde
los albores del siglo XVI y desde entonces el
viaje no se había interrumpido. Como consecuencia
de esta tradición, «el viaje era una parte
integrante de la vida doméstica de muchos británicos
». No obstante, había sido una actividad
exclusiva del hombre. Pero dado que Gran Bretaña
fue la cuna del liberalismo político y el "feminismo"
propiamente dicho, era de esperar
que algunas mujeres aparecieran en la escena
del mundo de los viajes. No obstante, aún eran
casos excepcionales.
Pero a partir del último cuarto de siglo XIX,
la aventura de viajar, que hasta entonces parecía
exclusivo de los hombres, es asumida por las
mujeres de la clase media y en menor medida
por la alta. El viaje femenino en este siglo, salvo
raras excepciones, no estaba relacionado con
el reconocimiento público o prestigio de quienes
lo realizaban, como sucedía en los hombres.
El viaje era un gesto individual de las jóvenes
Jadies de la pequeña burguesía británica que,
como dice Dorothy Middleton, estaban destinadas
a ser puras amas de casa, cuidando de sus
parientes mayores enfermos, haciendo croché,
o asistiendo a las fiestas de té.Jóvenes que habían
sido educadas para cumplir con el ideal de
sumisión femenina, de obligación con la pro-
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015
moción y devoción a la religión, tal como había
dictado la rígida moral puritana y victoriana.
Por lo tanto, para combatir la reclusión de su
vida social en familia, sintieron la necesidad de
una salida intelectual y emocional. No se trataba
de una huida física del ambiente hogareño, sino
de ganar un espacio que sólo había pertenecido
al mundo del hombre a lo largo de los siglos.
Este espacio lo ocupó, con mayor fuerza que
otros deseos, el entusiasmo por el viaje. Supuso
el deseo ansioso «de degustar la novedad y el
placer que suponía verse libre de los deberes y
trabajos duros de la casa que diariamente les
habían sido encomendados». Ahora bien, si los
viajes suponían salir de esos espacios que habían
sido destinados para ellas, su alto grado de
moralidad les impedían abandonar los deberes
de su domicilio para lograr su objetivo. Eran
conscientes de que el hogar era el lugar de sus
responsabilidades.
Además de las influencias ideológicas, políticas,
económicas y sociales que favorecieron
el desarrollo del viaje en las mujeres, una de las
razones fundamentales del deseo por el viaje
en ellas fue la creciente atmósfera de exoticidad
que se vivía en las casas victorianas de la burguesía
británica. El cambio económico que se
estaba operando desde los albores de la Revolución
Industrial propicia un ambiente hogareño
donde el orientalismo lo envolvía todo.
Muchos de sus familiares estaban relacionados,
directa o indirectamente, con la expansión del
Imperio británico en Oriente y África. Los viajeros
y comerciantes que visitaban esas lejanas
tierras, a su regreso a casa, además de traer objetos
exóticos, contaban historias de sus misteriosas
costumbres, las curiosidades de esos pueblos
y las maravillas exóticas de los lugares. Sus
casas se abarrotaron con objetos de decoración
del lejano Oriente. Con el éxito de Japón y China
en la Exposición Universal de Londres en
1850 y el intercambio comercial con Oriente y
fa costa occidental de África, tales objetos rápidamente
se convertirían en ornamentos decorativos
no solamente en las casas de los viajeros
f\ 1'11 \IH \1
y comerciantes sino también en las casas de las
clases medias y altas británicas. Por lo tanto, las
. tierras extranjeras, sus objetos y sus gentes fueron
presentadas a las jóvenes y futuras viajeras
como un mundo exótico fuera de su alcance.
En esos ambientes llenos de curiosidades transcurrieron
la infancia y adolescencia de la inmensa
mayoría de las viajeras victorianas. La presencia
de esa naturaleza les hizo ver las cosas de
otro modo. Sus objetos las sedujeron; les inspiraron
su imaginación. Mary Kingsley estaba
rodeada de objetos africanos y fabricó sus sueños
aventureros con la lectura de libros de viajes
y cuentos de tierras extrañas de la biblioteca de
su padre. Algo similar le sucedió a Marianne
North, como veremos más adelante. A la vez,
anhelaban la libertad de movimiento que sus
familiares masculinos tenían para disfrutarlos,
tanto dentro de casa como en el extranjero.
La mayoría hizo sus desplazamientos sin
compañía. Para ellas, viajar de esa manera al
extranjero fue en parte un medio de expresar
su independencia. Sin embargo, el costo social
era alto, con frecuencia se consideraba una actividad
nada femenina o fuera del papel que le
I
tocaba jugar en la sqciedad. Si bien es verdad
que el viaje femenino se vio favorecido por la
gradual pérdida de restricciones sobre los movimientos
de las mujeres, ampliándose de esa
manera para ellas su campo de actividades, el
prejuicio masculino sobre las viajeras, aunque
menos punitivo que en décadas anteriores, aún
se manifestaba en la. socied~d . Las formas de
vida victoriana se manifestaban, sobre todo, en
un puritanismo exacerbado sobre las ideas éticas
y sexuales, en una singular concepción de
la sexualidad, que para la mujer no tenía lugar
sino dentro del matrimonio. Ellos eran los que
podían viajar solos, mientras que el rígido código
moral de los victorianos no les permitía
ver con buenos ojos a las Jadies, o a jóvenes
solteras, viajando por su propia cuenta al extranjero.
Es ilustrativa la dificultad que las mujeres
exploradoras tuvieron para ganar la aceptación
oficial por la &ya/ Geographical S ociery. No
,.. / nstítuto tle f studk!s r./{fspánícos de t anorias 53
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015
U'fUAllUI
fue hasta 1892 cuando algunas de las más notables
viajeras (Isabelle Bird, Kate Marsden y
Mary French Sheldon) fueron admitidas como
miembros. Aunque no fue tan duro en las sociedades
científicas, hasta la F.qyal S ociery de Londres,
tenía sus reparos, pues no podían ser socias
de derecho.
Pero no sucedió lo mismo con la botánica.
En el siglo XVIII y, sobre todo, en el siglo XIX,
se difunde la idea de que la botánica era una
ciencia apropiada para el sexo femenino. A medida
que aumentaba su popularidad, la botánica
se convirtió en la diversión predilecta entre
las damas. Dada la aceptación y la popularidad
del tema, no era sorprendente que las sociedades
botánicas fueran menos discriminatorias
con las mujeres que otras sociedades científicas.
Cuando se fundó en 1836 la Botanic S ociery de
Londres, alrededor del 10% de sus miembros
eran mujeres, y fue la primera sociedad científica
que alentó activamente su participación. Eran
también los tiempos en que la ausencia de la
fotografía hacía esencial tener dibujos, lienzos,
grabados y acuarelas para distinguir las flores,
árboles, frutas y demás especies vegetales de
todos los confines de la tierra. Tanto los naturalistas
como los horticultores necesitaban dibujantes
y pintores que se ocuparan de la ilustración
botánica. Algunos de esos ilustradores de
la naturaleza fueron mujeres. El fenómeno no
se dio exclusivamente en Inglaterra sino también
en el resto de Europa. Madeleine Frances
Basseport (1701-1780) fue pintora asalariada
de los Jardines Reales de Francia; Mary Granville
Delany (1700-1788) realizó diez tomos de
flores de papel; Anne Pratt (1806-1893) publicó
unas quince obras de botánica; Elizabeth Twining
(1805-1889) hizo numerosos dibujos botánicos,
etc.
Es en este contexto histórico cuando aparece
Marianne North. Cuando nos acercamos a su
vida vemos como influyó en su sensibilidad los
objetos extraños que su padre, Frederick North,
había traído de sus viajes a Oriente. También
facilitaba empleadas del hogar desde las colonias
para trabajar en Hastings. Pero por otro
El Teide de Tenerife, Marianne North. Marianne North's Gallery en Kew Gardens. Londres.
54 . )/?ei•ista de '{t iet1cias y ~ Yf umanidades
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015
Rosa Cherokee. Marianne North's. Marianne
en Kew Gardens. Londres.
orth Gallery
lado, y aquí Marianne N orth fue una persona
muy afortunada, ya que su casa fue frecuentada
por muchos destacados botánicos y naturalistas
de la época. Por ejemplo Ft'ancis Galton, naturalista
y antropólogo importante por sus estudios
sobre la inteligencia humana, Sir Edward
Sabine, director de la Ri?Jal S ocie"!J de Londres
desde 1861 hasta 1871, Sir Joseph Hooker, destacado
botánico inglés y director de la misma
sociedad hasta 1885, Erskine May, noble intelectual
de origen escocés y destacado abogado
del Estado, hasta Edward Lear, famoso paisajista
y poeta del absurdo, que en una ocasión la
llevó, aún joven, a visitar Kew, donde Sir Will-
I'\ Tll tltl ll
iam Hooker, padre de Joseph, le dio un ramo
flores de la Amberstia Nobilis .
. · 'Marianne North nació el 24 de octubre de
1830 en Hastings, un puerto de pescadores hasta
que los baños de mar lo pusieron de moda
en el siglo XVIII. A pesar de eso, siguió siendo
un activo puerto pesquero. Su padre, Frederick
North, descendiente de una familia destacada
de la zona, fue un hombre interesado por la
política activa, la cual tuvo que interrumpir en
1832 por problemas de salud. Su madre, Janet,
una mujer guapa y viuda de Robert Shuttleworth
de Gawthorpe Hall (Lancashire), era hija de Sir
John Marjoribanks, miembro del Parlamento
por Berwickshire.
Aunque Marianne North fue a la escuela, recibió
poca educación escolar. Su auténtico
aprendizaje intelectual consistió en lecciones de
canto y música. Pero sus escasas cualidades
musicales la obligan a aprender por su cuenta
pintura. Después de una estancia en el continente
europeo (1847-1850), tomó lecciones de
pintura de flores de la holandesa van Fowinkel
y de la pintora Valentine Bartholomew. Su padre
de nuevo en la política fue elegido miembro
de la Cámara de.Jri s Comunes por el Partido
Liberal. Frederich., con su familia, se traslada
a Londres, donde alquila un piso en Victoria
Street para poder desempeñar mejor su cargo
de parlamentario. Al año siguiente, 1855,
murió su esposa.
Marianne North estaba al cuidado de sus padres.
Su vida transcurría encerrada entre los límites
de la vida doméstica. Después de la muerte
de su madre hace una serie de viajes por
Europa acompañando a su padre. Son los años
que visita Austria, Italia, Turquía, Grecia, España,
Lfüano, Egipto, etc. Ningún detalle de la
flora y el paisaje de los lugares que visitaba escapaban
a su atención. A la vez, son los años
que Marianne toma clases de pintura. Pero el
contacto con algunos de los más relevantes naturalistas
del momento y su pasión por la botánica
hizo que Marianne estudiara concienzudamente
los árboles y las flores que pintaba y
r f nstítuto de f. studiQS r; '/(fspánicos de Í, anorilJs 5
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015
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cultivaba en su jardín. El estudio en profundidad
de la flora fue una característica de su pintura.
Frederick North fue reelegido en 1868, pero
su salud estaba muy mal y murió el 29 de octubre
de 1869. Tras su muerte, Marianne, con 41
años de edad, entra en una profunda tristeza y
escribe a un amigo: "Él estaba demasiado delicado
para soportar los rudos modos de este
mundo. Está bien que él esté descansando eternamente.
Pero para nosotros el disgusto es muy
grande, y para mí, todo parece perdido. Así pues,
dejaré Inglaterra tan pronto pueda".
Ella no tardó en cumplir su promesa. Dejó
la casa de Hasting para siempre y se puso en
movimiento más allá de tierras europeas. De
ese modo, en 1871 realiza su primer viaje a través
del océano rumbo a Jamaica y Brasil vía
Canadá y los Estados Unidos. No había vegetación
tropical en la América del Norte, pero
Canadá le ofreció las cataratas del Niágara y
los Estados Unidos la Casa Blanca, la cual visitó.
Fue en Brasil donde se encontró por primera
vez con las mayores incomodidades que
cualquier viajero podía padecer para realizar un
viaje: desplazamientos en trenes y carruajes atiborrados
de gentes, en muchas ocasiones sobre
una mula y a veces empapada de agua por
las lluvias. Regresó a Inglaterra en septiembre
de 1873.
El invierno de 187 4-7 5 fue uno de los más
duros del último cuarto del siglo en su país natal.
Ni las estufas de carbón de la capital del Imperio,
Londres, evitaban que el frío se filtrara por
las casas como el polvo por las rendijas de puertas
y ventanas. Allí se encontraba la residencia
de Marianne North. Era una mujer tremendamente
friolera que cada vez que podía evitaba
el f?o allí donde se encontrara. Fue, pues, en
ese momento cuando decidió trasladarse a un
lugar cálido, donde pudiera combatir mejor el
insoportable clima invernal de su país. Se lo
comentó a sus amigos y uno de ellos, Sir Joseph
Hooker, le sugiere que viaje a Tenerife. El mismo
Hooker le entregó una carta de recomen-dación
para Herman Wildpret, director del Jardín
Botánico de La Paz y Charles Piazzi Smyth
le facilitó otra para Charles Smith, propietario
de Sitio Litre. Para realizar sus viajes, Marianne
obtenía de sus amigos muchas cartas de recomendación
dirigidas a personas destacadas en
los lugares a donde viajaba. A su vez, éstas les
daban cartas dirigidas a otros y así el viaje podía
realizarlo en mejores condiciones. Los viajeros
normalmente realizaban sus excursiones
al extranjero con cartas de recomendación, pues
les permitían ponerse en contacto con las personalidades
del lugar. Pocos viajeros británicos
emprendían salida al extranjero sin ellas, sobre
todo si eran mujeres. De ese modo, aunque pernoctaban
en hoteles y fondas, con frecuencia
se alojaban en las viviendas de los residentes
destinatarios de las cartas o de amigos de és-
Carlos Smith. Óleo sobre lienzo. 70 x 54,5 cm. Colección
particular. Puerto de la Cruz (Tenerife). Del libro Marcos
Baeza, Carmelo Vega. Consejería de Cultura y Deportes.
1992.
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015
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tos. Marianne North era por entonces una experta
viajera. Así pues, determinó, CO!JlO ella, ,
misma afirmó, "seguir el sol hacia Tenerife". ·
La tierra era blanca, cubierta de pétalos de color
narar!Ja-limon; y las grandes Rosas blancas de
Cherokee, cubrían un gran cenador, y la casita del
El 1 de enero de 1875 Marianne North y su
amiga Mary Ewart parten juntas hacia Tenerife.
Después de una escala en Madeira, desembarcaron
en el muelle de Santa Cruz la mañana del
13 de enero de 1875. Ese mismo día, ambas se
dirigieron a la Villa de La Orotava. Su amiga
permaneció por espacio de 15 días, regresando
a Inglaterra a finales de enero. Marianne permaneció
un mes en el pueblo. Se alojó en el
hotel o fonda Teide (conocido más tarde como
hotel Suizo). El hotel había sido instalado por
el italiano Luis Fumagallo Gallo.
El 17 de febrero se trasladó al Puerto de la
Cruz, alojándose en la casa de Charles Smith,
Sitio Litre, antigua residencia de Archivald y
James Little, comerciantes de origen escocés,
que vinieron a las islas para incorporarse como
socios en la compañía de exportación que tenía
su tío, John Pasley, en el Puerto de la Cruz.
Marianne North visitó Las Cañadas en
compañía de Charles Smith y los más encantadores
jardines del valle de La Orotava, Los Realejos,
San Juan de la Rambla, Garachico, Icod,
etc. Especial significación tuvo para ella la
Rambla de Castro, la cual visitó acompañado
de Herman Wildpret. Fue tanto lo que le fascinó
el lugar que permaneció tres días. Desde tiempos
inmemoriales el paraje natural de la Rambla
de Castro había sido lugar de visita de un gran
número de viajeros. Sin embargo, el jardín que
más le cautivó por la gr~n variedad de flores
que había en él fue el de Sitio Litre. Charles
Smith siempre tuvo un gran interés en las plantas
canarias. Marianne usaba este lugar encantador,
como su cuartel general mientas estaba en
Tenerife. No puedo dejar de mencionar la descripción
del jardín y sus alrededores hecha por
Marianne N orth:
Había árboles de Amryán de 1 O o 12 pies de
altura, buganvillas trepando los Cipreses y enormes
ÁZfJcenas blancas de Longifolio, tan altas como yo.
jardinero contaba también con magnificas flores.
Nunca he olido Rosas tan dulces que aquellas en ese
jardín. Sobres alía el Teide nevado dominando todo
al amanecer y en la puesta de so4 pero aún más
deslubrante bajo la luz de la luna. Del jardín, yo
podía subir colinas salvqjes de lava, donde el Señor
S mith había permitido a la vegetación natural de la
isla hacer lo que quería (magnificos Aloes, Cactus,
Euphorbias, Arumes, Cinerarias, S edumes, Brezos
y otras plantas peculiares se mostraban con toda su
belleza). Los Eucaliptos estaban plantados en la
parte alta y les iba m19 bien, con su corteza colgada
en trozos y pieZfZS. No podía salir sin encontrar alguna
nueva maravilla para pintar. Viví una vida
con la más perfecta tranquilidad y felicidad. Obtuve
fuerz.,as cada día de mis amables amigos. "
Pero allá donde se trasladaba Marianne
North llevaba sus pinceles y paleta, de talmanera
que, lo que en un principio era un viaje
turístico, se tornó en una visita destacada, pues
supo captar con su paleta las especies vegetales
t
más características y fijarlas en uno de los jar-dines
más emblemáticos del mundo, The Royal
Botanic Gardens de Kew en Londres. La mano decidida
de esta mujer se hace patente al constatar
que sus cuadros fueron pintados con el propósito
de despertar una admiración por la vegetación
y flores de nuestra naturaleza entre las
gentes. Nos encontramos, pues, ante una encantadora
mujer victoriana arropada por una
notable cultura botánica y capaz de expresarla
con gran agudeza a través de la pintura. Despreciaba
las normas de composición y del dibujo
lineal y pintaba, como lo haría una chiquilla
lista, todo lo que le parecía bello de la naturaleza,
según Alexandra Allen. Algunas especies
vegetales le impactaron por su singularidad.
En primer lugar, el drago (Dracaena Draco),
de los que pinta cinco; el de San Juan de la
Rambla que ya no existe; los de Sitio Litre, uno
de los cuales aún nos contempla con su mirada
r Jnstituto det s/udÍ().! r:/(fspániC-Os def anorias 57
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Grupo de flores. Marianne North. Marianne North's Gallery
en Kew Gardens. Londres.
añeja; otro en Santa Cruz; el de Icod, desde lo
lejos; y otro con las gruesas raíces aéreas vistas
por Marianne como torrentes de lava. En segundo
lugar, el cactus, en sus variedades de
Opuntia Dillenii, Nopalca coccinellifera y la Opuntia
coccinellifera, las cuales representa en un ramillete
de flores, en su hábitat natural-sobre él pinta
el higo en flor, el higo maduro para comer y
los granos de la cochinilla-; y un campo de cochinilla
cubierta de lino blanco. Y por último,
la Palmera, tanto la Palmera datilera (Phoenix
daqylifera) como la Palmera datilera canaria (P.
canariensis), en todo su esplendor y pintada desde
el patio trasero de Sitio Litre: cargada de dátiles,
frondÓsa y a la vez, llena de nuevos brotes.
Al fondo, colocó el Puerto de la Cruz.
También están representadas en los cuadros
de Marianne N orth la Granada (Punica granatum
); la Campanula canaria (Canarina campanulata);
la Iochroma azul (Iochroma violacea); el Aloe
común de Barbados (Aloe vera); el Cardón (Euphorbia
canariensis); Siempreviva mayor (Sempervivum
holochrysum); Aloe americano (Agave americana);
el Llantén de Abisinia (M.usa ensete); el
Tajinaste (Echium simplex); el Aro canario (Dracunculus
canariensis); Cineraria salvaje (Cineraria
cruenta); Frutas y flores del Naranja (Citrus aurantium);
la Rosa de Cherokee (Rosa laevigata);Junco
de cesta (A.rondo Donax); Brezo (Erica arborea);
el Pino canario (Pinus canariensis); etc .
. La hospitalidad que encontró en la isla fue
bastante grande. Siempre se sintió acompañada.
Charles Smith la llevó a Las Cañadas, aunque
no subió el Teide. Herman Wildpret le acompañó
a visitar los jardines más importantes de
la comarca. El III Marqués de Santa Lucía, Fernando
de León-Huerta y Salazar de Frías le enseñó
todos los rincones de Icod y alrededores.
La hija de los marqueses de La Florida, Elena
Benítez de Lugo y Benítez de Lugo, le acompañó
a visitar las familias distingidas de La Orotava.
Incluso la invitó a que se quedara en su
casa por más tiempo. Pero Marianne aún tenía
mucho mundo por recorrer. A los tres meses
de estancia en el norte de la isla, se traslada a
Santa Cruz unos días hasta que abandonó Tenerife
el 29 de abril en el vapor Etiopía. A su regreso
a Londres, el 8 de mayo, disfrutó con sus
amigos contándoles la experiencia vivida y preparando
su próximo viaje.
En agosto de 1875 comienza un viaje alrededor
del mundo. Primero sería California, Japón
y Singapur. En 1876 alcanzó Borneo, Java
y Ceilán, regresando a Inglaterra en marzo de
1877. El 1 O de septiembre de ese año, 1877,
dejó el puerto de Southampton con destino a
la India, visitando Madurai, Agra, Darjeeling, y
muchos otros lugares hasta alcanzar el Himalaya.
Su objetivo, entre otros, era crear una colección
de cuadros de plantas sagradas existentes
en la literatura y la religión de la India. Pintó
el árbol del coral de la India, el frangipani o
frangipangi; el jazmín de noche; el mango; la
asoka, la datura blanca, etc.
Regresó de la India en marzo de 1879. Ma-
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015
rianne N orth decide exponer por primera vez.
Expuso quinientas de sus pinturas en el .museo ,
de Kensington. La colección de pinturas de esos
lugares exóticos atraía ahora a un gran número
de visitantes. Pero el lugar de exposición era
pequeño. Marianne decide buscar un lugar adecuado
para exhibirlas en mejores condiciones
durante el verano de 1879. Es entonces cuando
ella ofreció sus pinturas a los Jardines Botánicos
en Kew. En agosto de 1879 le escribe a
Sir Joseph Hooker y le ofrece sus pinturas a
cambio de que sean expuestas en una galería.
La respuesta fue positiva. El constructor de la
galería sería su amigo y arquitecto James Fergusson.
Pero aún no estaba representada la flora de
muchos lugares. El naturalista Charles Darwin
le pidió personalmente que no intentara dar por
concluida su representación de la vegetación
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hasta que no hubiera visto y pintado la flora de
,Australia, tan diferente a la del resto del mundo.
Le sugiere que debería viajar a Australia y
pintarla. Marianne North lo tomó como una
orden de estado y partió inmediatamente. Regresó
a Inglaterra el 13 de junio de 1881. Los
originales se los entregó al naturalista para su
observación. Un día de verano ella fue a visitar
a Charles Darwin. Darwin apenas salía de su
casa, pasaba la mayor parte del tiempo paseando
por los límites domésticos, dedicado a su
mujer y sus hijos. Parecía muy feliz hablándoles,
a la vez que contemplaba la colección de
cuadros de la vegetación australiana pintados
por Marianne North. La amistad de Marianne
con Darwin fue muy grande. De él dijo:
Era a mis ojos el hombre más grande de los vivos,
el más entero, también el más generoso y modes-
Mount House, Alderley, Glocesterslúre, donde pasó los últimos años de su vida, pintada por Marianne North.
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©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015
I' \TIUlll \1
to, siempre intentando dar a los demás el crédito de
sus propios pensamientos y trabajos. Pareda tener el
poder-continúa relatandcr de las mqores cualidades
de la gente por el mero contacto con su propia
superioridad
La galería en Kew estaba esperando sus pinturas
para que pudieran ser exhibidas en el momento
de su apertura. La Marianne North Gallery
se abrió al público el 9 de julio de 1882. En un
mes se vendieron las 2.000 copias del catálogo.
Todos los continentes tenían su representación
en la galería de Kew, excepto África. Marianne
que había ordenado sus pinturas por
continentes vio la necesidad de trasladarse al
continente negro para conseguir su vegetación.
En agosto de 1882 dejó el puerto de Dartmouth
a bordo del barco Grantul!J Castle, famoso por
haber llevado al Primer Ministro Gladstone en
crucero para restaurar su salud. En junio de
1883 estaba de regreso para incorporar sus nuevos
cuadros a la galería.
A partir en septiembre de 1883 vuelve a viajar,
esta vez para las islas Seychelles con el objeto
de pintar una de las más famosas palmeras,
la Lodoicea maldivica. Todos los árboles más grandes
del mundo estaban representados en su galería,
exceptuando la Araucaria imbricata, que se
encontraba en Chile. Marianne prepara su partida
en agosto de 1884 para Valparaíso con el
objeto de pintarla. Sería su último viaje.
Así era Marianne North. Allí donde se encontraba
la especie vegetal se trasladaba para
inmortalizarla en su pintura. Padecía de reumatismo,
y el frío y la humedad le hacían bastante
daño, afectándole a la cabeza Qe provocaban
intensos dolores) y a la boca. A lo largo
de su vida fue padeciendo enfermedades y resintiéndose
de su salud por los distintos lugares
que visitaba. En Japón, la malaria reumatosa;
en Agra Qa India) sufrió de deshidratación; en
las islas Seychelles de agotamiento nervioso. Sin
embargo, eran sufrimientos privados que llevaba
con coraje y silenciosamente. Tal vez por
eso a Marianne le gustaba pasar las jornadas en
silencio, a solas con la naturaleza, transformando
la obra pictórica en el reflejo de su propia
sensibilidad e interioridad. Nada en su vida se
interpuso a su objetivo: viajar para pintar la naturaleza
de los árboles y flores en su hábitat
natural. Su interés principal era la distribución
geográfica de las plantas. Descubrió cinco especies,
de las cuales cuatro fueron descritas e introducidas
por ella para el conocimiento de Europa:
la Northea srychelliana, la Crinum northianum,
la Areca northiana y la Kniphefi.a northiana. Sir Joseph
Hooker había de dar su nombre a la quinta,
la Nepenthes northiana.
Marianne pasó los últimos meses de su vida
en una casa en Alderley (Gloucestershire), donde
pudo vivir una vida tranquila dedicada a su
propio jardín. En su nueva casa hizo cierta vida
social. Recibía las visitas de muchos amigos que
se acercaban para saludarla y compartir con ella
el amor por las plantas y flores. Asa Gray, Sir
Joseph Hooker, y muchos otros botánicos fueron
asiduos huéspedes de una de las mujeres
victorianas más respetadas por su amor a la naturaleza.
Pero era evidente que le quedaba poco tiempo
de vida. Padecía de reuma y otras dolencias
que le producían muchos dolores. Murió el 30
de agosto de 1890 y fue enterrada al día siguiente
en el cementerio de Alderley.
Poco después de su muerte, su hermana Catherine
Symonds comenzó a recopilar las notas
sueltas escritas por Marianne con el objeto
de publicarlas. Le ayudaron los inseparables
amigos de Marianne. Sir Joseph Hooker, Francis
Galton y Sir Botting Hemsley, encargado
del Herbario de los Rqyal Gardens Kew, se ocuparon
de corregir el texto. El primero también
se ocupó de negociar con la editorial MacMillan
para su publicación. En 1893 las notas se verían
publicadas bajo el título de Recollections ef
A Happy Liffe ("Recuerdos de una vida feliz").
Me gustaría terminar esta pequeña semblanza
de Marianne North con un párrafo escrito
por Sir Josep Hooker en el prefacio del catálogo
original, dado la actualidad del mismo, con
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la esperanza que despierte la conciencia por el
respeto a la naturaleza en todos nosotros y que
refleja la importancia de la pintura del prusaje ·
en general y de la obra de Marianne North en
particular:
Cuantos hábitats ya están desapareciendo o están
condenados a desaparecer a causa del hacha o de
los fuegos forestales, del arado o de los rebaños, del
avance de las poblaciones y de los colonos. Tales paisajes
nunca podrán ser renovados por la naturaleza
y cuando sean borrados de los ojos de la memoria,
sólo podrán ser recordados por estas obras.
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©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015