TRES BIBLIÓGRAFOS CANARIOS
JUAN A. MARTÍNEZ DE LA FE*
Fecha de recepción: 20 de febrero de 2006
Resumen: Siendo importantes y muy utilizados sus trabajos, no suelen ser los
bibliógrafos personas muy conocidas. Pretende este artículo recordar a tres de
ellos, canarios, aportando una sucinta biografía y lo más destacado de su produc-ción
en el campo de la bibliografía: Manuel Hernández Suárez, Luis Maffiotte La
Roche y Antonio Vizcaya Cárpenter.
Palabras clave: Biobibliografía; bibliógrafos; bibliografía; Hernández Suárez,
Manuel; Maffiotte La Roche, Luis; Vizcaya Cárpenter, Antonio.
Abstract: Being their works very important and largely useful, not much im-portance
is given to bibliographers; so, they are not very well known. Is the aim of
this article to remember three canarian bibliographers, endorsing a short bio-graphy,
and to describe their works in the world of bibliography; their names: Ma-nuel
Hernández Suárez, Luis Maffiotte La Roche and Antonio Vizcaya Cárpenter.
Key words: Biobibliography; bibliographers; bibliography; Hernández Suárez,
Manuel; Maffiotte La Roche, Luis; Vizcaya Cárpenter, Antonio.
Trabajar en bibliografía no es una tarea de relumbrón. Nadie
duda de su utilidad, pues todos la utilizamos, pero no todos co-nocen
el esfuerzo que supone confeccionarla. No descubro nada
nuevo con estas afirmaciones, pero sí quisiera tenerlas presentes,
* El Museo Canario. Correo electrónico: juanmartinezdelafe@hotmail.com.
Cartas diferentes. Revista canaria de patrimonio documental, n. 2 (2006), pp. 17-34.
18
pues a trabajadores, a obreros de la bibliografía, se refiere esta
aportación. Una ciencia de la que se ha llegado a afirmar que
los nuevos avances tecnológicos e informáticos, la proliferación de do-cumentos
y el desarrollo de la Documentación, aminoran cada vez
más la importancia y labor que la bibliografía todavía debe desempe-ñar.
El desarrollo de la bibliografía ha quedado relegado en manos de
profesores de universidad cuya área de conocimiento es la bibliogra-fía,
cada vez menos reconocida en las universidades, y la documenta-ción,
de investigadores del CSIC y estudiosos poco remunerados1.
Salvo en el aspecto de las nuevas tecnologías informáticas, po-co
ha variado el panorama que se presentaba al bibliógrafo. Per-sonaje
frecuentemente silencioso, poco dado al alarde, meticulo-so
en su proceder, pasaba desapercibido y no era raro que su
labor fuera incomprendida, cuando no menospreciada.
Con ocasión del homenaje que se tributó a don Agustín Mi-llares
Carlo por parte de la Caja Insular de Ahorros de Gran Ca-naria2,
se organizó una serie de actos a los que asistieron destaca-das
personalidades en los campos que nuestro relevante paisano
cultivó: paleografía, archivística, estudios locales..., y bibliografía,
claro está. Tuvimos la oportunidad de charlar con prácticamente
todas ellas, a veces en el trayecto de la ciudad al aeropuerto. Un
eminente catedrático nos comentó, refiriéndose a los bibliógrafos
que asistían (alguno, por cierto, también catedrático de universi-dad),
que no comprendía dónde residía el mérito de su trabajo,
que consistía, dijo, en rellenar unas fichitas y ordenarlas después.
JUAN A. MARTÍNEZ DE LA FE
1. DÍEZ MÉNGUEZ, Isabel Cristina. «Las bio-bibliografías: estado actual y
metodología». En: Primer Congreso Universitario de Ciencias de la Documenta-ción
[En línea]. Disponible en:
www.ucm.es/info/multidoc/multidoc/revista/num10/paginas/pdfs/cdmenguez.pdf.
2. VV.AA. Homenaje a don Agustín Millares Carlo. Las Palmas de Gran Ca-naria:
Caja Insular de Ahorros de Gran Canaria, 1975. 2 v.
19
Si en los más altos niveles académicos era ésta la postura ante
la bibliografía, cuál no sería la de quienes nos movemos en círcu-los
más pedestres.
Evidentemente no todos los bibliógrafos han conocido, o co-nocen,
tan penosa realidad. Su labor es reconocida, aunque, qui-zás,
porque va engarzada con otras áreas del saber que sí gozan
de general reconocimiento. Se me ocurre citar, por traer un ejem-plo,
al ya mencionado don Agustín Millares, cuya Biobibliografía
de escritores canarios3 es profusamente citada como modelo y es
ampliamente conocida.
Hay otros paisanos nuestros que también han trabajado en es-te
campo, aunque sus nombres resultan más grises en el panora-ma
editorial. Sus obras son requeridas continuamente, pero no fi-guran
en los listados de libros más vendidos.A veces, ni la propia
entidad para la que trabajan tiene conocimiento de sus trabajos
publicados; sirva de ejemplo, el CD la Bibliografía canaria para in-vestigadores,
editado por una universidad, que lo recoge en algún
apartado de su web y que, al intentar adquirirlo, manifiesta que
no es obra de ella. Estas líneas pretenden recuperar su recuerdo
y, si no pueden aspirar a colocarlos en el lugar que por sus méri-tos
les corresponde en el campo de la bibliografía, sí al menos ser-virán
para que quede constancia de su acaudalado trabajo.
No pretendemos pasar por alto la labor que realizan actuales
investigadores en este terreno. Recordemos, por ejemplo, la muy
meritoria labor del Centro de Documentación Pedro Agustín del
Castillo, dirigido por don Antonio de Béthencourt; los trabajos de
TRES BIBLIÓGRAFOS CANARIOS
3.MILLARES CARLO, Agustín y HERNÁNDEZ SUÁREZ, Manuel. Biobibliografía
de escritores canarios (siglos XVI, XVII y XVIII). Con la colaboración de Antonio
VIZCAYA CÁRPENTER y Agustín MILLARES SALL. Las Palmas de Gran Canaria:
Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas; Cabildo Insular de Gran Canaria;
El Museo Canario, 1975-1993. 6 v.
20
Santiago de Luxán4, Víctor Macías Alemán5 o los de Matías Dí-az
Martín6, conscientes de que quedan atrás muchos nombres
con méritos más que suficientes como para ser, aunque sólo fue-ra,
citados.
Justamente, las presentes líneas son deudoras de un excelente
trabajo de Luis Regueira Benítez y Manuel Poggio Capote, titu-lado
«Bibliografía de bibliografías canarias», de reciente publica-ción
en esta misma revista nacida para la divulgación de nuestro
patrimonio documental7.
Traigamos, sin más preámbulo, a tres bibliógrafos destacados
ya desaparecidos: Manuel Hernández Suárez, Luis Maffiotte La
Roche y Antonio Vizcaya Cárpenter.
MANUEL HERNÁNDEZ SUÁREZ
Nacido en Las Palmas de Gran Canaria en 1923, muere en di-cha
ciudad, el primero de abril de 1988, a los 66 años8. En la do-
JUAN A. MARTÍNEZ DE LA FE
4. LUXÁN MELÉNDEZ, Santiago de y HERNÁNDEZ SOCORRO, María de los Re-yes.
La difusión del libro en Las Palmas durante el reinado de Isabel II. Las Pal-mas
de Gran Canaria: Cabildo Insular de Gran Canaria, 1990; LUXÁN MELÉN-DEZ,
Santiago de. La industria tipográfica en Canarias, 1750-1900: balance de la
producción impresa. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo Insular de Gran Ca-naria,
1994; IDEM. La historiografía canaria y la historia económica: materiales
de estudio. Las Palmas de Gran Canaria: Caja Insular de Ahorros de Canarias,
1994; IDEM. El mundo del libro en Canarias. Las Palmas de Gran Canaria: Ca-bildo
Insular de Gran Canaria, 2005; HERNÁNDEZ SOCORRO, María de los Re-yes
y LUXÁN MELÉNDEZ, Santiago de. «Folletos y publicaciones de arte en Las
Palmas de Gran Canaria durante el siglo XIX». Norba arte, 11 (1991), pp. 145-
153; entre otros.
5. Ejemplos de la producción bibliográfica de este autor se pueden encon-trar
en el artículo de REGUEIRA BENÍTEZ, Luis y POGGIO CAPOTE, Manuel. «Bi-bliografía
de bibliografías canarias». Cartas diferentes: revista canaria de patri-monio
documental, n. 1 (2005), pp. 27-116.
6. Ejemplos de la producción bibliográfica de este autor se pueden encon-trar
en el artículo «Bibliografía de bibliografías canarias» ya citado.
7. REGUEIRA BENÍTEZ, Luis y POGGIO CAPOTE, Manuel. «Bibliografía de bi-bliografías
canarias». Op. cit.
8. MARTÍNEZ DE LA FE, Juan Antonio. «En el día del libro: recuerdo de un
bibliógrafo: Manuel Hernández Suárez». Aguayro, n. 212 (1995), pp. 16-18.
21
cumentación del Instituto Canario de Estudios Económicos figu-ra
como vocal, con la titulación de licenciado en Ciencias Políti-cas.
Nombrado miembro del Instituto de Estudios Canarios de
La Laguna, la otra distinción conocida que recibió lo fue a título
póstumo, a las pocas fechas de fallecer: el Gánigo de la Paz, con-cedido
por el Real Patronato de Ansite. Igualmente, fue nombra-do
asesor para la Ordenación Cultural de las comisiones para el
estudio económico de la provincia, dentro del Plan Canarias.
Mantuvo a lo largo de su vida una estrecha relación con El
Museo Canario, institución en la que ingresó en diciembre de
1954 y en la que desempeñó diversos cargos directivos (vicese-cretario,
vicebibliotecario, vicetesorero, etcétera), siendo, así mis-mo,
secretario de redacción y, posteriormente, a la muerte de don
Agustín Millares, director de la revista que edita el Museo.
TRES BIBLIÓGRAFOS CANARIOS
Manuel Hernández Suárez. Archivo fotográfico de El Museo Canario.
22
Tenía un espíritu perfeccionista que se traslucía en la calidad
de los trabajos que produjo y que era manifiesto, incluso, en su
propia escritura: pulcra, ordenada, no escatimando papel, regla-mentando
cada página y marcando con sumo esmero las caracte-rísticas
tipográficas que tendrían sus manuscritos cuando pasaran
a la imprenta.
Su dedicación a la bibliografía no se ciñó exclusivamente a la
edición de sus trabajos de investigación. Fue requerido reiterada-mente
por distintas organizaciones para llevar la responsabilidad
de la sección bibliográfica. Así, el Instituto Canario de Estudios
Económicos, del que fue secretario, lo responsabilizó de sus pu-blicaciones,
entre las que figuraban los temas de bibliografía. For-mó
parte del consejo de redacción del Boletín de reseñas bibliográ-ficas,
editado por el Plan Cultural de la Mancomunidad de
Cabildos de Las Palmas. También lo encontramos en los inicios
del que es hoy consulting canario EDEI; en efecto: el Equipo de Es-tudios
e Investigaciones Canarias, que era su denominación cuan-do
comenzó a emerger, creó un centro de documentación sobre
temas de las islas, publicando los Dossier Canarias en los que se
recogía el importante acervo documental que logró reunir. EDEIC,
acabado en C, hizo su presentación a la sociedad en el Jardín Ca-nario,
figurando Manuel Hernández Suárez como responsable
del sector documental y bibliográfico del equipo.
Pese a todo lo expuesto, fue su vida muy silenciosa, como si
hubiese querido pasar por ella sin hacer ruido, casi pidiendo per-miso
a la vez que perdón, deseoso de no molestar. Así hasta su
muerte, acaecida en un Viernes Santo, cuando la ciudad estaba
vacía y no salían los periódicos ese día; sólo un reducido grupo de
amigos se pudo enterar y asistir a su entierro en la más estricta
intimidad.
PRODUCCIÓN BIBLIOGRÁFICA
Sus primeros productos bibliográficos aparecieron en la revis-ta
El Museo Canario, de los que se hicieron las correspondientes
JUAN A. MARTÍNEZ DE LA FE
23
separatas; nos referimos al «Registro bibliográfico», que no faltó a
su cita con la revista, de la mano de Manuel Hernández, a lo lar-go
de unos diez años, desde 1955 hasta 1965. Estos registros, que
ya en la época de nuestro autor aparecían agrupados temática-mente
según la CDU, suponen un importante esfuerzo de lectura,
selección y clasificación, para ir dándonos a conocer cuanto se
publicara relacionado con las islas, en unos tiempos en que la in-formática
no había irrumpido en el trabajo diario.
Ya por estos años, la revista El Museo Canario, en 1960 (nú-meros
75-76), recogía un artículo de Manuel Hernández, «Bi-bliografía
de Simón Benítez Padilla», que confirma la vocación
bibliográfica de nuestro autor, dirigida de manera cuasi reiterada
a recoger la producción bibliográfica de un personaje. Dentro de
esta línea, se encuentra la investigación que realizó sobre las edi-ciones
de las Fábulas literarias de Tomás de Iriarte, documenta-ción
que se halla integrada en el fondo que, bajo el nombre del
donante, recoge los papeles que dejó a su muerte y que se en-cuentra
en El Museo Canario.
Su obra más importante, sin embargo, no salió completa a la
luz. Hablamos de la Bibliografía de Galdós, cuyo primer tomo de
553 páginas (curiosamente, dice que el sumario figura en la pá-gina
567, que no existe), recoge toda la producción del ilustre es-critor
y que editara el Cabildo Insular en 1972 (conoció una se-gunda
edición dos años después, en 1974); en la presentación,
como a él le gusta llamar, afirma que trabajó siete años en su con-fección
y que tiene finalizado el segundo tomo, Bibliografía sobre
Galdós, un tomo ciego ya que aún no ha visto la luz. En la pre-sentación
de esta obra monumental ocurrió algo que habla mu-cho
de la modestia del autor: no se sentó en la mesa con los que
intervenían en el acto, sino que permaneció de pie, entre el pú-blico,
como si con él no fuera lo que allí pasaba. Esta obra ten-dría
su continuación en la «Bibliografía galdosiana», que publicó
en Anales galdosianos, en los años 1968, 1972 y 1974.
Su otra obra bibliográfica, también de envergadura, es la Con-tribución
a la historia de la imprenta en Canarias, aparecida en
TRES BIBLIÓGRAFOS CANARIOS
24
1977 con el sello editorial del Cabildo Insular de Gran Canaria;
igualmente, en la presentación nos habla del largo camino que re-corrió
para culminarla, reconociendo, modesta y prudentemente,
que no era una monografía completa, ya que aparecerían nuevos
datos que añadir. Recoge en ella el fruto de su investigación que
no aparecía en la obra anterior a la suya, de Vizcaya Cárpenter, a
quien la dedica junto a don Agustín Millares, con quien había tra-bajado
anteriormente en un estudio bibliográfico sobre la im-prenta
y el periodismo en España y en otro titulado La imprenta
en España, manuscritos inéditos que se encuentran en el archivo
de El Museo Canario.
Obra suya es también el Índice de la colección de documentos de
Agustín Millares Torres. De todos es sabido que la esposa de Mi-llares
Torres legó a El Museo Canario la mayor parte de su biblio-teca
y archivo. De este legado forma parte la denominada Colec-ción
de documentos para la historia de las islas Canarias,
compuesta por veinte tomos encuadernados, tamaño folio, que
dan acogida a documentos originales, transcripciones y copias
(bien de Millares Torres o de otras personas), impresos (folletos,
hojas, periódicos…) y mapas. Pues bien: de este material hace
Manuel Hernández Suárez una minuciosa descripción de sus
contenidos, completando su trabajo con un índice analítico, pieza
fundamental para la consulta de tan valioso acervo documental.
Por último, su otra gran aportación se enmarca también dentro
del terreno bibliográfico. Se trata de la amplia colaboración que le
mereció figurar como coautor de la extraordinaria Biobibliografía
de escritores canarios (siglos XVI, XVII y XVIII), de don Agustín Mi-llares,
un modelo de minuciosidad y rigor. Trabajó, igualmente, en
la continuación de esta obra con materiales referidos al siglo XIX;
lamentablemente, nunca llegó a editarse y el propio autor destru-yó
gran parte de su trabajo, según manifestaciones de su hijo, es-tando
depositado el resto de sus investigaciones en el archivo de
El Museo Canario.
Para completar esta nota sobre su producción bibliográfica, es
necesario citar su colaboración en los dos tomos que La Caja de
JUAN A. MARTÍNEZ DE LA FE
25
Ahorros Insular de Canarias publicó con motivo del homenaje a
don Agustín Millares Carlo9, curiosamente en el apartado de Es-tudios
Locales, no en el de Bibliografía; se trata de «La Sylva de
varios romances impresa en Barcelona (1696)»; en ella se refiere
a otras ediciones de este raro impreso, del que se guarda un ejem-plar
en El Museo Canario. Desconocemos los motivos reales, pe-ro
las siguientes líneas que redactó en su colaboración nos privan
de otra interesante aportación suya: «si dispusiéramos de más es-pacio
nos arriesgaríamos a anotar las ediciones precedentes de los
distintos romances que forman su contenido. De momento, nos limi-taremos
a hacer su descripción bibliográfica». Lo que, realmente,
hace, con su acurada meticulosidad.
Finalmente, hemos de reseñar Bibliografía canaria. «Se trata
del material bruto que se encuentra en el Fondo Manuel Hernández
Suárez del Archivo de El Museo Canario. Entre los papeles que per-tenecieron
al investigador se encuentran, desordenados, innumera-bles
trozos de papel, fichas, notas, recortes, catalogaciones, datos bio-gráficos,
correcciones a la obra de Millares y, en suma, material
suficiente para un buen trabajo que incluyera el siglo XIX y parte del
XX»10.
Actas de la Junta Provisional Gobernativa de Canarias de 1840
es el título de la que podemos considerar su obra póstuma, pues
apareció, bajo el sello editorial del Cabildo de Tenerife, en 1993,
con un estudio preliminar de Marcos Guimerá Peraza.
LUIS MAFFIOTTE LA ROCHE
Nació en Las Palmas de Gran Canaria el 20 de noviembre de
186211. Cursó asignaturas de bachillerato en el Instituto de Ca-
TRES BIBLIÓGRAFOS CANARIOS
9. VV.AA. Homenaje a don Agustín Millares Carlo... Op. cit., v. II, pp. 173-
178.
10. REGUEIRA BENÍTEZ, Luis y POGGIO CAPOTE, Manuel. «Bibliografía de bi-bliografías
canarias». Op. cit.
11. ARTILES, Joaquín y QUINTANA, Ignacio. Historia de la literatura canaria.
Las Palmas de Gran Canaria: Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas, 1978,
p. 295.
26
narias, comenzando sus colaboraciones literarias a los veinte años
(utilizaba en ocasiones el pseudónimo Ortiguilla) en los periódi-cos
La ilustración de Canarias, Artes y letras y Las novedades
principalmente, pronunciando sus primeros discursos en el Gabi-nete
Instructivo. Su inclinación a colaborar con la prensa escrita
no desapareció, sino que tuvo continuidad varios años, especial-mente
en el semanario Las Canarias, publicado en Madrid; allí
escribió artículos como «La revolución de Tenerife de 1808»,
«Nombres cambiados», «Los falsos reyes de Canarias y el primer
conde de La Gomera», «Origen del apellido Bencomo», «La po-blación
de las islas Canarias», etcétera, junto a algunas narracio-nes
cortas también aparecidas en la prensa, como «Las Canarias
en el otro mundo» o «El hombre blanco».
JUAN A. MARTÍNEZ DE LA FE
Luis Maffiotte La Roche. Archivo fotográfico de El Museo Canario.
27
En 1886 se traslada a Madrid tras haber obtenido un destino
en el Ministerio de Hacienda. Según una crónica de la época12,
«con una credencial de 6.000 reales, el Almanaque del Empleado y
una cantidad en oro que no pasaba de diez duros. Drama no llevó
ninguno». En 1893, ingresó por oposición en el cuerpo pericial de
Contabilidad del Estado.
Sigamos con la crónica antes citada:
Se parecía a Cervantes en su afición a leer, aunque sea los papeles ro-tos
de las calles; a don Quijote, en lo de ser gran madrugador; a Me-sonero
Romanos, en que le nombraban secretario de cuantas socieda-des
formaba parte, por lo que decidió no pertenecer en adelante a
ninguna. Sentía irse al infierno, porque allí, de seguro, tendría que
desempeñar la secretaría. Aborrecía las disputas, los toros y la lotería;
le gustaban los libros, la buena mesa y la conversación. Su bello ide-al
consistía en una casa de campo, un mediano pasar y 20.000 volú-menes
en su biblioteca.
Fue tenedor de libros del Ministerio de Hacienda, jefe de sec-ción
de la Intervención Civil de Guerra y Marina y del Protecto-rado
de Marruecos, vocal del Tribunal de Cuentas del Reino y del
Tribunal de Garantías Constitucionales, académico correspon-diente
de la Real de la Historia y correspondiente del Instituto de
Estudios Canarios.
Buen conversador, concurrió asiduamente al Café Universal,
en la madrileña Puerta del Sol. En un homenaje que se le rindió
en este local en 1933, al que asistió una nutrida concurrencia de
la colonia canaria en la capital, se trató de retomar la tertulia que
allí se celebraba. Y se propuso la creación de la casa regional de
las islas.
TRES BIBLIÓGRAFOS CANARIOS
12. «Fallecimiento de un canario ilustre». La provincia (30 de noviembre de
1937), p. 3.
28
Sería injusto obviar en esta breve semblanza de Maffiotte co-mo
bibliógrafo su biblioteca. Adquirida por el Cabildo Insular de
Gran Canaria, fue donada a El Museo Canario, constituyendo
uno de sus principales fondos. Falleció nuestro ilustre paisano en
noviembre de 1937.
PRODUCCIÓN BIBLIOGRÁFICA
Desde 1895 reunió materiales para escribir una biblioteca de
Canarias. Esta documentación abarca tres tomos en nueve volú-menes
bajo el título Biblioteca de Canarias: apuntaciones y notas
para un catálogo razonado bibliográfico, histórico y biográfico, y se
encuentra incomprensiblemente inédita, manuscrita, en el fondo
que lleva el nombre del autor en El Museo Canario.
Como muestra de la amplitud de su propósito, veamos lo que
apunta en el tomo primero; lo dedica a los estudios históricos y
lo divide en seis capítulos, titulados, respectivamente, «Introduc-ción
», «La Antigüedad», «La Edad Media», «El siglo de la conquis-ta
», «El siglo XVI», «El siglo XVII» y, finalmente, «El siglo XVIII».
Una frase de Séneca sirve de pórtico al trabajo: «Patriam suam ne-mo
amat quia magna, sed quia sua». Posteriormente, especifica el
contenido de la obra: «Comprende este catálogo: 1º. Los libros, fo-lletos
y papeles, impresos y manuscritos antiguos y modernos, espa-ñoles
y extranjeros que, en todo o en parte, tratan de las Islas Cana-rias.
2º. Las apologías, críticas, estudios, semblanzas y biografías de
canarios célebres. 3º. Las obras en prosa y verso, inéditas y publica-das,
escritas y traducidas por hijos de la provincia. 4º. Los libros, fo-lletos,
periódicos y papeles impresos en el archipiélago. 5º. Los ma-pas,
planos, retratos y estampas de todas clases. Contiene además
breves notas biográficas de los autores, apuntamientos críticos, noti-cias
varias, etc.».
Mientras, en el Diario de Tenerife, dirigido por su amigo Patri-cio
Estévanez, publicó, a razón de dos al mes, durante casi todo
1897, sus Cartas bibliográficas, que pensaba reunir en un solo vo-lumen.
Regueira y Poggio explican que «son en realidad artículos
de bibliofilia y no de bibliografía, aunque la extraordinaria riqueza
JUAN A. MARTÍNEZ DE LA FE
29
informativa que insertan justifica sobradamente el hecho de que Mi-llares
Carlo las tomara como ejemplo y punto de partida», y añaden
que El Museo Canario conserva una colección de recortes de to-das
ellas, hecha por el propio Maffiotte, enriquecida con anota-ciones
manuscritas.
De estas cartas, dice Padrón Acosta, citado por Joaquín Artiles
e Ignacio Quintana, que «son de sumo interés; obra de auténtico
erudito, de infatigable bibliógrafo, escritas, además, con genio chispe-ante
y con un hondo amor a nuestra tierra»13. Y Millares Carlo, en
la «Advertencia» preliminar de su Biobibliografía, afirma: «En ellas
son de apreciar, no sólo la exactitud de los datos y la habilidad con
que su autor supo disponerlos, sino la gracia y sobriedad del estilo».
Maffiotte, sin embargo, no siempre las consideraba de su gusto,
manifestando sus dudas a su amigo periodista, quien le confirma,
en términos contundentes, las excelencias de las epístolas.
Probablemente, sin embargo, la obra suya más conocida sea
Los periódicos de las islas Canarias: apuntes para un catálogo, en
tres volúmenes correspondientes a los años 1905, 1906 y 1907.
Recoge en ella la producción hemerográfica del archipiélago des-de
1758 hasta las postrimerías de 1905. Ofrece 497 fichas des-criptivas
de las publicaciones canarias, ordenadas cronológica-mente;
incluye un índice alfabético de títulos y otro de
publicaciones por localidades. Esta obra había aparecido previa-mente
en el semanario Las Canarias en forma de folletín. En di-cho
periódico se recogen reseñas sobre la sucesiva aparición de
los tomos, generalmente reproducidas de otros medios de comu-nicación;
tales reseñas se quejan del poco caso que se hace a es-te
tipo de publicaciones, reconociendo, sin embargo, el gran mé-rito
que tienen y, sobre todo, su gran utilidad para el investigador.
Hoy se valora más adecuadamente este trabajo: Alfons González
Quesada, en su tesis doctoral, se refiere a esta publicación en los
siguientes términos:
TRES BIBLIÓGRAFOS CANARIOS
13. ARTILES, Joaquín y QUINTANA, Ignacio. Historia de la literatura canaria...
Op. cit.
30
La dimensión de la obra y la minuciosidad tanto del trabajo de in-vestigación
y sistematización de los datos como de estructuración in-terna
de la información, hacen de esta hemerografía uno de los mode-los
más interesantes de su época14.
Pese a ello, como bien apuntan Luis Regueira y Manuel Pog-gio,
el catálogo contiene errores y no incluye cabeceras que debe-rían
estar, aunque tales deficiencias no restan el mérito que tiene
la obra y son achacables a los escasos medios de que dispuso el
autor en aquellos albores del siglo XX; es el propio autor quien en
un apéndice intenta mejorar su estudio, incorporando doce nue-vos
títulos publicados en las islas y veintiséis de fuera de ellas.
Destaquemos, finalmente, entre el resto de su producción bi-bliográfica,
su trabajo Escritores canarios.
ANTONIO VIZCAYA CÁRPENTER
«Un erudito agónico». Describe así Luis Alemany a este biblió-grafo
en uno de los pocos textos que sobre él, como sobre casi to-dos
aquellos que se dedican a la bibliografía, hemos podido loca-lizar15
y que nos sirve de pauta en este breve esbozo biográfico.
Nació en Santa Cruz de Tenerife en 1928 ó 1929, pues ambos
datos hemos encontrado sobre él, y falleció en la misma ciudad,
casualmente, el Día del Libro, 23 de abril, de 1984.
En la Universidad de La Laguna estudia Filosofía y Letras,
aunque no llegó a culminar la carrera. Eso no fue óbice para que,
al amparo de Elías Serra Ràfols, realizara su vocación por el estu-
JUAN A. MARTÍNEZ DE LA FE
14. GONZÁLEZ QUESADA, Alfons. La premsa especialitzada en tecnologies de
la informació a l’estat espanyol: aproximació a la seva evolució històrica i reperto-ri
hemerogràfic. Tesis doctoral, dirigida por Mª Eulalia Fuentes Pujo, presentada
en el Departamento de Periodismo de la Facultad de Ciencias de la Comuni-cación
de la Universidad de Bellaterra, Barcelona, en marzo de 2001.
15. ALEMANY, Luis. «Antonio Vizcaya Cárpenter: un erudito agónico». En:
Perfiles de Canarias, 2. Santa Cruz de Tenerife: Idea, 2005, pp. 28-31.
31
dio de la historia de las islas, una llamada que se mantuvo perma-nente
hasta su muerte.
Desarrolló una intensa actividad de animación cultural, lo que
no deja de contrastar con su carácter reservado por lo general,
aunque sus amigos lo califican como un «atento, silencioso y sagaz
contertulio». Dentro de esta actividad, destaca la creación, a fina-les
de 1954, del Cine Club Universitario de La Laguna, conside-rado
como el primer cine club de Canarias.
La revista Nosotros fue otro de los terreros en los que bregó es-te
luchador de la cultura. Y en 1963, junto a Pedro González, Mi-guel
Tarquis, Enrique Lite y otros intelectuales, funda el vanguar-dista
grupo Nuestro Arte, de tanta trascendencia en la vida cultural
con sus tertulias, exposiciones, ediciones y demás actividades16, en
el que desempeñó la dirección de su colección literaria.
TRES BIBLIÓGRAFOS CANARIOS
16. SUÁREZ, Maruchy. Antonio Vizcaya y el Cine Club Universitario [En lí-nea].
Disponible en: www.ull.es/gabprensa/rull/rull4/8%20paginabierta.HTM.
Antonio Vizcaya Cárpenter. Cortesía de los herederos.
32
En 1962 es nombrado cronista oficial de la capital tinerfeña.
Desempeñó los cargos de secretario del Museo Municipal de Be-llas
Artes y el de director en funciones de dicha entidad hasta su
muerte; también, en el Instituto de Estudios Canarios, fue secre-tario,
así como director de la sección de bibliografía. Así mismo,
desempeñó el cargo de académico de Bellas Artes de San Miguel
Arcángel.
Fuera de esto, nuestro bibliógrafo guardó un pertinaz silencio
durante los últimos veinte años de su vida. Luis Alemany afirma
que fue
fruto de un escepticismo, sintomático tanto de su personalidad intelec-tual
como de su rigurosa concepción del Universo; procedentes ambas
de la lúcida pertenencia a una generación frustrada, que nació en
una esperanzadora libertad, rápidamente secuestrada por la guerra
civil y su largo y asfixiante después.Vizcaya fue consciente de que per-tenecía
a la generación del bache, a la generación escachada, a la ge-neración
del bolero, como gustaba comentar peyorativamente.
Y añade Alemany una esclarecedora anécdota, cuando respon-dió
a alguien que le preguntaba a qué se dedicaba determinado
personaje: «a lo único que se puede dedicar una persona inteligente:
a autodestruirse».
PRODUCCIÓN BIBLIOGRÁFICA
La producción bibliográfica de Antonio Vizcaya no es exten-sa.
Artículos en prensa, o en la Revista de historia canaria, a los
que se unen los títulos de carácter fundamentalmente bibliográ-ficos.
En primer lugar, su colaboración con Agustín Millares Car-lo
y Manuel Hernández Suárez en la segunda edición de la Bio-bibliografía
de escritores canarios (siglos XVI, XVII y XVIII).
Con Miguel Tarquis publicó el tomo primero, y único, de Do-cumentos
para la historia del arte en Canarias y «Textos históricos
perdidos», publicado en El Museo Canario.
JUAN A. MARTÍNEZ DE LA FE
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Y, finalmente, el estudio por el que es más conocido: su Tipo-grafía
canaria, Premio de Erudición Viera y Clavijo 1957, don-de
describe las obras editadas en el archipiélago desde la llegada
de la imprenta hasta 1900, libro fundamental de nuestra biblio-grafía;
en la introducción, el autor comenta que en su trabajo
«abundan las referencias a las papeletas bibliográficas de don Luis
Maffiotte que se conservan manuscritas en El Museo Canario», al
tiempo que se considera deudor de don Agustín Millares, que le
facilitó «tres fuertes volúmenes» manuscritos de una historia de la
imprenta en las islas Canarias; de esta obra, de la Tipografía, he-mos
podido leer publicidad relativa a la presentación de una se-gunda
edición, a cargo de una editorial canaria que, curiosamen-te,
no figura, al menos hasta la fecha de redacción de estas líneas,
en el registro correspondiente del Ministerio de Cultura, que no
responde a los mensajes de correo electrónico que le hemos re-mitido
y cuyo teléfono, cazado en una página de Internet, co-rresponde
a un domicilio particular donde habitó hace algún
tiempo el propietario de tal casa editora, según informa la per-sona
que atiende la llamada; anteriormente, la Revista de histo-ria
canaria, en sus números 109-112 (1955), acogió en sus pá-ginas
el artículo «Catálogo bibliográfico de la primera imprenta
canaria», publicado también como separata. Ya había dado a la
luz Vizcaya, con anterioridad, varios artículos de carácter tipo-bibliográfico,
que recogen la producción de los talleres de Las
Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife. De este tra-bajo
hay que destacar que se trata de la primera tipobibliografía
de las islas.
La Tipografía canaria fue muy bien recibida por los intelectua-les
de las islas y de fuera de ellas, aunque hay quien se lamenta-ba
de su escaso impacto, no de su difusión, ya que se agotaron
pronto los dos mil ejemplares de que constaba la primera edi-ción.
Elogiosamente la reseñaron tanto José Miguel Alzola17 co-
TRES BIBLIÓGRAFOS CANARIOS
17. ALZOLA GONZÁLEZ, José Miguel. [«Reseña»]. El Museo Canario, 26
(1965) pp. 244-247.
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mo Juan Régulo18; este último, en su reseña incorporaba nuevas
aportaciones a la obra, en invitación a no demorar una segunda
edición más completa, sin restar méritos a esta primera y ani-mando
al autor a acometer la continuación de este trabajo hasta
el año 1958, fecha de la implantación del Depósito Legal.
JUAN A. MARTÍNEZ DE LA FE
18. RÉGULO PÉREZ, Juan. [«Reseña»]. Revista de historia canaria, 149-152
(1965-1966), pp. 229-237.