1906 Y 1907, DOS VISITAS REALES
EN LA FOTOGRAFÍA GRANCANARIA
Juan José Laforet Hernández*
Fecha recepción: 23 de noviembre de 2018
Fecha de aceptación: 13 de diciembre de 2018
Resumen: La fotografía se instituye como uno de los símbolos de la transfor-mación
urbana, económica, social y cultural de Las Palmas de Gran Canaria en
las últimas décadas del siglo xix y primeras del xx, al tiempo que se convierte en
verdadera crónica de ese tiempo finisecular. Asume también un papel relevante en
la difusión de la imagen de la ciudad y su puerto a nivel internacional, al tiempo
que contribuye a promover su imagen de destino turístico. Determinados aconte-cimientos
ponen de relieve este papel de la fotografía, como puede ser el caso de
las visitas reales en 1906 y 1907 por la trascendencia que tuvieron dentro y fuera
de entorno insular.
Palabras claves: Fotografía; Visitas reales; Puerto; Turismo; Enclaves geoestratégi-cos;
Modernización urbana.
Abstract: Photography is established as one of the symbols of the urban, eco-nomic,
social and cultural transformation of Las Palmas de Gran Canaria in the
last decades of the nineteenth and early twentieth centuries, at the same time
that it becomes a true chronicle of that end of the century time. It also assumes a
relevant role in spreading the image of the city and its port internationally, while
helping to promote its image as a tourist destination. Certain events highlight this
role of photography, as may be the case of royal visits in 1906 and 1907 because
of the transcendence they had inside and outside the insular environment.
Key words: Royal Visits; Port; Tourism; Geostrategic enclaves; Urban moderniza-tion.
Cartas diferentes. Revista canaria de patrimonio documental, n. 14 (2018), pp. 95-118.
* Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Correo electrónico: juanjose.
laforet@ulpgc.es.
96 Juan José Laforet Hernández
1 Introducción
La ciudad de Las Palmas de Gran Canaria desde finales del siglo
xix y hasta los años de la i Guerra Mundial promovía su imagen
turística en buena parte de las más importantes capitales euro-peas.
La inauguración de su gran Puerto de La Luz, la renovación
de su infraestructura hotelera, ser enclave frecuentado en las na-vegaciones
atlánticas por muy diversas compañías transoceáni-cas
y los atractivos naturales que la adornaban la convertían en
verdadera referencia para el turismo, tanto que un autor como
Francisco González Díaz la señalaba como la «Niza del Atlánti-co
». A ello se unía la importancia geoestratégica del archipiélago
que hacía de ciudades como Las Palmas de Gran Canaria, y de su
moderno puerto, punto ineludible para los intereses de muchas
potencias.
En ese marco se fomentan las visitas de personalidades de las
casas reales europeas, como pueden ser las del rey Alfonso xiii de
España en 1906 —impulsada también por la necesidad de sus-tentar
la presencia del estado en este territorio insular alejado de
la península tras los aún recientes sucesos de Cuba, Puerto Rico
y Filipinas— o del príncipe británico Leopoldo de Battemberg
en 1907, empresarios y familias distinguidas, pintores y músicos
célebres como el compositor de ópera Camille Saint-Saëns o el
pintor Eliseo Meifrén que pasaron varias y largas temporadas en
la isla.
De ese ambiente dejan ya testimonio muy diversas fotografías,
que se convierten en verdadero icono de esa primera época del
turismo grancanario, que va muy de la mano del progreso y la
prosperidad que trae consigo el nuevo puerto en la bahía de Las
Isletas. Se da el caso que aparece entonces, en 1910, la primera re-vista
ilustrada de la isla, Canarias turista, cuyo fondo fotográfico
se instituye como un verdadero tesoro documental.
Como muestra del papel de la fotografía en ese ámbito y tiem-po
resaltan dos colecciones de fotos, pertenecientes al álbum del
cronista oficial Eduardo Benítez Inglott, sobre las visitas del rey
1906 y 1907, dos visitas reales en la fotografía grancanaria 97
Alfonso xiii y del príncipe Leopoldo de Battemberg, que se dan
en dos años consecutivos y en los momentos más álgidos de esa
etapa histórica para Gran Canaria, que conecta muy de cerca con
situaciones similares que se daban en otros archipiélago atlánti-cos
como Madeira y Azores, o en enclaves de las costas atlánticas
de la península ibérica. Al mismo tiempo son testimonio de la
presencia activa y con gran calidad de muy diversos fotógrafos y
estudios, caso del de «Fotografía Moderna», en la calle Triana de
Las Palmas de Gran Canaria, que anunciaba a diario sus servicios
en la prensa1.
2 La fotografía como crónica
La actualidad impone y actualiza muchas reflexiones, incluso nos
lleva una vez más a Fernand Braudel cuando habla de la histo-ria
proyectándose sobre el futuro y contribuyendo a modelarlo,
incluso cuando se trata de una historia que, de entrada, puede
parecernos muy atada a acontecimientos puntuales y a un tiempo
determinado, como en el caso que nos ocupa, unos acontecimien-tos
que conllevaron la utilización de la fotografía como novedo-sa
forma de trazar la crónica de unos acontecimientos que para
aquella ciudad atlántica, Las Palmas de Gran Canaria, era mucho
más trascendentales y significativos que el mero hecho social que
en el momento se podían considerar.
Hace unos meses, en octubre de 2017, el Museo Thyssen Bor-nemisza
de Madrid conmemoraba el veinticinco aniversario de su
inauguración, y lo hacía con la muestra Thyssen 25: una crónica
fotográfica, en la que recoge los momentos más representativos de
su historia y las personalidades más importantes que han pasado
por allí. Una puntual y acertada selección de obras que provienen
de diferentes fuentes, como el propio archivo del museo, de su
1. Para cuestiones metodológicas consúltese: Guldi, J., Armitage, D. Mani-fiesto
por la historia. Madrid: Alianza Editorial, 2016.
98 Juan José Laforet Hernández
personal, así como de varios medios de comunicación, con la que
se pretende hacer algo más que un reportaje periodístico, quiere
ser crónica de una época, de una pasión, de la trascendencia que
esta institución ha tenido en el seno de la sociedad española de
este tiempo finisecular entre los siglos xx y xxi. Un uso de la
fotografía como narración donde se conjugan en su espíritu dos
de las acepciones que el propio diccionario de la Real Academia
propone para «crónica», la exposición de una historia en la que
«se observa el orden de los tiempos» a la vez que se habla «sobre
temas de actualidad», algo que en los ámbitos periodísticos se
señala como «un estilo situado a medio camino entre la noticia,
la opinión y el reportaje», como se aprecia en el Libro de estilo del
periódico El país, donde además se puntualiza como también el
hacedor de la crónica debe, de alguna manera «explicar y razonar
las interpretaciones que exprese», algo que, en una u otra forma,
en una u otra medida, se podrá estimar en esas crónicas donde el
principal recurso utilizado será ya la fotografía.
Este uso, el devenir de la fotografía como crónica de aconte-cimientos,
de devenires, de la trascendencia de personajes y de
sus obras, también nos puede traer a colación, al tiempo que sus-tentarse
en ello, un trabajo que tiene a la fotografía como pie-dra
angular de la crónica que se realizaba. Se trata de «entre el
fotoperiodismo y la imagen aurática: crónica y fotografía en el viaje
a España de Roberto Arlt» en el que, a propósito de las Aguafuer-tes
españolas, escritas por Roberto Arlt (1900-1942), novelista,
cuentista, dramaturgo, periodista e inventor argentino, durante su
viaje a España y Marruecos entre 1935 y 1936, Pilar María Cima-devilla
y Laura Susana Juárez, señalan como ponen el foco de su
reflexión en que «las fotos acompañan a las crónicas para analizar
dos usos diferentes, y diversos, creativos e informativos del medio»,
para añadir a continuación como «si abundan los casos en los cua-les
él construye imágenes que se acercan denodadamente al asunto,
en otras ocasiones se observan fotos auráticas y estilizadas, que se
asemejan estéticamente a las imágenes de los grandes maestros de la
fotografía europea principios del siglo xx», con lo que se conjuga la
1906 y 1907, dos visitas reales en la fotografía grancanaria 99
necesidad de la crónica de aunar exposición del hecho histórico,
de la realidad y de la interpretación personal2.
Al revisar todo ello desde comienzos como los que aquí se
plantean a través de un personaje, de una época y de unos aconte-cimientos
determinados, pero sin olvidar la presencia y el trabajo
de otros como Tomás Gómez Bosch (1883-1980), cuya fotogra-fías
«son el reflejo fiel de una época, de una época alegre, divertida,
cargada de energía y de sueños, de una generación atlántica», según
ha reseñado Guillermo Perdomo, director de la Casa-Museo To-más
Morales de Moya, hasta su proyección en crónicas fotográ-ficas
tan actuales como la ya señalada, nos reafirman en la idea
de cómo los, digamos, «comunicadores sociales», como pueden
ser los cronistas a los que representa Benítez Inglott, han debido
poseer habilidades suficientes y manejar diferentes herramientas
que les permitieran desempeñar su trabajo como tales de manera
eficaz, en cualquier ámbito y temporalidad, lo que les llevó en
un tiempo determinado a la utilización de la imagen, tanto de la
fotografía, como de la imagen en movimiento después3.
También puede venir a colación de todo ello la exposición
Agustí Centelles: una crónica fotográfica, años 30, en el Museo de
Valls, Tarragona, conformada en base a una selección que había
sido realizada por el propio autor de las fotografías, entre los ne-gativos
que recobró finalizada la guerra y que habían permaneci-do
hasta ese momento escondidos en Francia, con las que preten-día
dejar una crónica de los grandes acontecimientos de los años
treinta, desde la proclamación de la ii República a los inicios de la
Guerra Civil, que ha contado con un trabajo, que remarca el valor
interpretativo y justificativo de la crónica que se pretende ofrecer,
a cargo del crítico e historiador del arte Daniel Giralt-Miracle,
que recogió la ciento diez fotografías de la colección de copias de
2. Cimadevila, P. M., Juárez, L. S. «Entre el fotoperiodismo y la imagen
aurática: crónica y fotografía en el viaje a España de Roberto Arlt». Revista de
estudios de literatura, 24; 2 (8-2014), pp. 203-220.
3. Sobre Gómez Bosch, véase: Tomás Gómez Bosch pintor y fotógrafo.
[Las Palmas de Gran Canaria]: Casa de Colón, 2008.
100 Juan José Laforet Hernández
autor que la Fundación Vila Casas adquirió el año 2010 a los he-rederos
de quien es considerado el primer fotoperiodista catalán,
y que son custodiadas por el Archivo Fotográfico de Barcelona.
En fin, a la vista de estos casos, como de otros muchos, se po-dría
decir que, si la fotografía es un lenguaje, bien se puede uti-lizar
para hacer «crónica inventada», como ya trabajan algunos
autores actuales, o para construir una interpretación mucho más
trascendente que una mera noticia de una época y de unos he-chos,
de los que ya se intuye la trascendencia que tendrán para el
devenir posterior. Es por ello, y como ya se señaló en este mismo
ámbito en 2011, que a «la vista de los trabajos de estos fotógrafos
inolvidables, como de la utilización que otros, especialmente perio-distas
y cronistas, comienzan a hacer de sus trabajos, podemos decir
que en cierta medida también aparece y es utilizada ya la fotografía
como forma de afrontar la crónica de la vida insular, un trabajo en
el que el cronista considera que existen acontecimientos, hechos muy
diversos de la vida cotidiana, personajes, objetos patrimoniales, que
no pueden ser narrados, o no lo pueden ser en toda la amplitud de su
trascendencia, sin contar con la imágenes, con ese nuevo mundo de
la fotografía que entonces se implanta y se desarrolla en Canarias».
3 Las Palmas de Gran Canaria, del xix al xx un tiempo finise-cular
Fundada oficialmente por el capitán Juan Rejón el 24 de junio de
1478, a orillas del barranco Guiniguada, en 1515 recibió en título
de Muy Noble Ciudad Real de Las Palmas, quedaría pronto confi-gurada
por el barrio de Vegueta, el de Triana y los asentamientos
en los riscos de San José, San Juan, San Roque y San Nicolás, el
actual «centro histórico de la ciudad». Disfrutó de un esplendor
económico y un desarrollo urbano alcanzado en fechas tempra-nas
del siglo xvi que atrajo la atención tanto de comerciantes y
marinos, como de piratas y algunas armadas enemigas, con ata-ques
como los de Francis Drake en 1595 y el de Pieter Van der
1906 y 1907, dos visitas reales en la fotografía grancanaria 101
Does en 1599. Sin embargo, todo ello declinó y hubo que esperar,
tras casi dos siglos largos de decaimiento y letargo encerrada en
sus murallas, con el paréntesis que supuso en los últimos años
del siglo xviii la llegada de las ideas de la ilustración, para que la
ciudad a mitad del siglo xix comenzara a recuperar el ánimo con
la industria de la cochinilla, la Ley de Puertos Francos, la presencia
de una generación nueva emprendedora, la de comerciantes y
casas comerciales británicas y, sobre todo con la construcción del
nuevo puerto a partir de 1883, obra que propició la moderniza-ción
de la ciudad. Sin el Puerto, Las Palmas de Gran Canaria sería
otra. La construcción del Puerto de La Luz conllevó además una
transformación económica, social y cultural que marcaría la apa-rición
de una nueva ciudad con el comienzo del siglo xx. Entre el
Puerto y Triana surgen los distritos de Los Arenales y la Ciudad
Jardín, barrio propiciado en el siglo xix por la colonia inglesa que
introdujo nuevas costumbres.
Es la época en que surgen componentes sociales y cultura-les
de enorme trascendencia. Junto con la aparición de espacios
públicos como alamedas, parques, calles adoquinadas, donde el
paseo y el encuentro propician la comunicación y un fortaleci-miento
de la «opinión pública», resalta la aparición de sociedades
literarias, científicas, musicales y deportivas que dinamizan la vida
ciudadana, que además dispone ya de espacios culturales como
teatros o salas para muestras de arte. Junto a ello la aparición y
consolidación del periodismo en la vida cotidiana insular marcará
mucho ese proceso, desde el mismo momento en que en octubre
de 1852 sale a la calle el número 1 de El porvenir de Canarias,
coincidiendo con la entrada en vigor de la Ley de Puertos Francos,
en la que la sociedad isleña tenía puestas tantas esperanzas para
reactiva su progreso. En las últimas décadas del siglo xix, junto
con la aparición de una incipiente industria, y consiguientemente
una clase obrera cada vez más numerosa y consciente de su papel
y existencia, aparecerán los servicios no sólo de la luz eléctrica en
1899, sino antes de telégrafo y teléfono. Toda esa modernización,
las mejoras en las comunicaciones marítimas y la difusión de una
102 Juan José Laforet Hernández
imagen adecuada de la isla y su capital, permitirán que surja una
primera época del turismo, que se mantendrá a ritmo creciente
hasta el comienzo de la i Guerra Mundial.
Es un tiempo amplio muy prometedor, pese a las graves caren-cias
y necesidades muy diversas que afectan a la isla y a muchos
de sus sectores sociales, en el que la isla y su capital avanzan con
pie firme hacia su progreso, al tiempo que asiste una verdadera
refundación urbana, económica, social y cultural. La fotografía
aparece y se desarrolla en esos mismos años, de los que deja una
crónica de verdadera trascendencia, un testimonio histórico que
permite una valoración muy diferente a la que puede tenerse de
épocas anteriores.
4 Prensa ilustrada de la época en Gran Canaria
La prensa en Gran Canaria surge de forma estable a partir de
1852, cuando con la aparición de El porvenir de Canarias ya se
contará siempre con la presencia de uno o más periódicos, con ca-beceras
como El canario (1854-1855), El ómnibus (1855-1868),
El país (1863-1869), junto con otros muchos títulos posteriores,
entre los que no faltarán algunos tan significativos del momento
como El telégrafo (1885-1905) o El teléfono (1891-1892), hasta
llegar en 1893 a la aparición del que será una de las cabeceras más
significativas de la prensa insular a lo largo de todo el siglo xx, el
Diario de Las Palmas (1893-2000); algunos incluso, en época aún
muy temprana, como fue el caso de El imparcial (1891) se impu-so
la tarea y el esfuerzo de la edición diaria, incluido festivos, que
era mayoritariamente vespertina4.
4. Laforet Hernández, Juan José. Los primeros años de Diario de Las
Palmas. Las Palmas de Gran Canaria: Real Sociedad Económica de Amigos
del País de Gran Canaria, 1993; Laforet Hernández, Juan José. Orígenes
de la información pública en Canarias: apuntes metodológicos para su estudio.
Las Palmas de Gran Canaria: Fundación Mapfre-Guanarteme, 1995; Liria
Rodríguez, J.A. La prensa en Gran Canaria (1809-1931). [Las Palmas de
1906 y 1907, dos visitas reales en la fotografía grancanaria 103
En aquel fulgor periodístico isleño estuvo siempre muy pre-sente
la aspiración de una prensa ilustrada, pero las posibilidades
técnicas eran mínimas y todo se reducía a pequeñas viñetas que
ilustraban, mayoritariamente, espacios publicitarios. Sin embargo,
ante la llegada del nuevo siglo, con el encendido de la luz eléctrica
que tanto auguraba, el 5 de enero de 1899 Diario de Las Palmas
saca a la calle un Suplemento ilustrado en el que afirma como «he-mos
vestido este número con el mejor traje de nuestro armario, ropa
nueva de estreno; que ya conviene ir desterrando los trapos viejos y
los hábitos periodísticos fuera de moda». Ya en el mismo número
uno de este periódico había prometido introducir novedosas re-formas,
«pese a los escasos materiales de que se dispone en nuestros
establecimientos tipográficos», que impedían por el momento que
la fotografía tuviera una presencia efectiva en la prensa diaria. Si
se ufanaba de haber reunido en ese «número álbum» a una rele-vante
pléyade de articulistas con los más diversos temas, también
se destaca como la imagen gráfica se enseñorea de la inmensa ma-yoría
de las páginas, ofreciendo una nueva vertiente informativa
desconocida hasta el momento en el periodismo canario.
Pero el gran salto lo daría la aparición de la revista semanal
ilustrada titulada Canarias turista, a partir del 6 de febrero de
1910 por impulso de Gustavo Navarro Nieto (que en 1911 pro-moviera
también la creación del periódico La provincia). Con una
periodicidad que podemos establecer como quincenal, la revista
llamó muchísimo la atención por la abundancia fotográfica que
caracterizaba sus ediciones, algo inédito hasta el momento en la
prensa isleña. Se recogían momentos de actualidad tanto local,
como de otros lugares de España, y sobre todo imágenes de inte-rés
turístico de las islas. Junto a estas informaciones, y a numero-sos
anuncios publicitarios, ofrecía también pasatiempos, y novela
por entregas. Sin embargo, poco duró su edición, pues desaparece
en 1913. Muchos años después aparece de nuevo entre 1930 y
Gran Canaria]: Mercurio, 2016; Navarro Ruiz, Carlos. Páginas históricas de
Gran Canaria. [Las Palmas de Gran Canaria]: Tip. Diario, 1933.
104 Juan José Laforet Hernández
1931, bajo la dirección de un periodista que también había segui-do
muy de cerca la trascendencia del fenómeno turístico, Francis-co
González Díaz, y lo hace con un subtítulo muy elocuente de
sus objetivos Revista semanal ilustrada, fundada para fomentar el
turismo de Canarias.
5 Un cronista y una crónica fotográfica: Eduardo Benítez In-glott
En los años finiseculares en los que se mueve el presente trabajo
existieron en Gran Canaria, como ya se señaló en la comunica-ción
a las ii Jornadas de Fotografía Histórica de Canarias de 2011,
fotógrafos inolvidables cuyos trabajos ya servían para que otros,
especialmente periodistas y cronistas, pudieran utilizar la fotogra-fía
como forma de afrontar la crónica de la vida insular, un trabajo
Revista Canarias Turista.
Alloo .u .. 21
1906 y 1907, dos visitas reales en la fotografía grancanaria 105
en el que el cronista considera que existen acontecimientos, he-chos
muy diversos de la vida cotidiana, personajes, objetos patri-moniales,
que no pueden ser narrados, o no lo pueden ser en toda
la amplitud de su trascendencia, sin contar con la imágenes, con
ese nuevo mundo de la fotografía que entonces se implantaba y
se desarrollaba en Canarias5.
Por lo que se señalaba textualmente como «un modelo expreso
de ello, y que en esta comunicación se propone como ejemplo pionero
de lo que se comenzaba a hacer en Canarias en aquellos años finise-culares,
es el trabajo que desarrolla el que fuera periodista y cronista
oficial de Las Palmas de Gran Canaria Eduardo Benítez Inglott,
que se refiere fundamentalmente a un momento aún tan temprano
5. Laforet Hernández, Juan José. «Eduardo Benítez Inglott: la fotografía
como crónica. Cartas diferentes: revista canaria de patrimonio documental, n. 7
(2011), pp. 85-100. También: Márquez Quevedo, Eduardo. Eduardo Benítez
Inglott. [Santa Cruz de Tenerife; Las Palmas de Gran Canaria]: Idea, 2008.
Eduardo Benítez Inglott.
106 Juan José Laforet Hernández
como la primera década del siglo xx. Aunque luego no tuviera una
difusión pública, pues quedó relegada a su archivo personal, se ofre-cen
elementos singulares para una crónica, como la que hace de la
visita a la capital grancanaria de Alfonso xiii a través de una serie
de fotografías que comenta con anotaciones al margen, en las que
señala situaciones y nombres de las personas y los lugares fotografia-dos,
recogidas en un álbum que también incluye, aunque en menor
y diversa extensión, otros reportajes como la visita del ministro de
Marina en 1905, la del príncipe Leopoldo de Battemberg en marzo
de 1907».
Eduardo Benítez Inglott (Las Palmas de Gran Canaria, 1877-
1956), cronista oficial de la ciudad fue periodista, profesor, con-ferenciante,
y en ocasiones funcionario público, a la vez que un
apasionado investigador del pasado insular, sobre el que dejó nu-merosísimos
artículos y escritos, con un conocimiento tan mi-nucioso
del pasado local que llegó a conocérsele popularmente
como «la anécdota viva de la ciudad».
Su obra se encuentra mayoritariamente en las páginas de los
periódicos, aunque también dejó los textos de numerosas confe-rencias
y ensayos. Tanta fue su producción, esencial para un mo-mento
enormemente significativo de la historia del periodismo
isleño, que él mismo llegó a comentar como «en los cincuenta y
tres años que tengo de periodista, no he dejado de escribir un solo
día y si pudieran amontonarse las cuartillas que yo he llenado, se-guramente
pasarían de una tonelada». Ser un buen conocedor del
pasado de los barrios de Vegueta y Triana, así como de la época
que le toco vivir, propició su nombramiento como cronista oficial
de Las Palmas de Gran Canaria, a la vez que le convirtió, como ha
señalado Javier Márquez Quevedo, «en testigo directo de las gran-des
transformaciones sociales que experimentó Gran Canaria entre
los siglos xix y xx. Tales cambios se reflejarán permanentemente en
su obra». También habrá por ello que resaltar su incorporación a
los proyectos periodísticos más novedosos de la época, como El
telégrafo, entre 1898 y 1899, La correspondencia de Gran Canaria,
en los años 1907-1908, La crónica, entre 1916 y 1918, el perió-
1906 y 1907, dos visitas reales en la fotografía grancanaria 107
dico La provincia, fundado en 1910, del que fue su director en
diversas etapas, la primera de ellas a partir de 1922, y luego en
Hoy y en muy diversos medios locales. Hay que resaltar que fue
el primer presidente del Sindicato de Periodistas de la Provincia
de Las Palmas en 1932 y que en 1948 la Asociación de la Prensa
de Las Palmas lo distinguió como Socio de Honor.
Considerado uno de los cronistas que más se ocuparon de la
visita del rey Alfonso xiii a Canarias, en los meses de marzo y abril
de 1906, el primer viaje que un monarca español realizaba a estas
islas en su historia, a la que dedicó muy numerosos artículos pe-riodísticos
y textos que han quedado inéditos, ahora aparece este
trabajo que comentamos, en el que a través de distintas imágenes
fotográficas se acerca a la esencia de la crónica de esta visita real
a Las Palmas de Gran Canaria, y gracias a las cuales se resaltan
instantes, acontecimientos, personajes de la época, ambientes po-pulares,
tradiciones y costumbres, logrando con ello dejarnos una
narración de lo más significativo y trascendente de esa estancia
del rey en Gran Canaria.
6 Dos visitas reales en la fotografía grancanaria de 1906 y
1907
El viaje de Alfonso xiii a Canarias, en marzo y abril de 1906, junto
a los factores políticos y diplomáticos que devienen tras los aún
recientes acontecimientos de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, se
dan también otras circunstancias que permiten y facilitan el que
un monarca venga por vez primera a Canarias. Se puede destacar
el hecho de que, desde finales del siglo xix, la existencia de mo-dernos
y cada vez más cómodos y seguros trasatlánticos impulsan
los viajes y el turismo de las clases más pudientes europeas, ya
viajar no era una aventura ignota y Gran Canaria comienza a ser,
en aquellos años, un atractivo destino turístico, algo que también
venía impulsando los viajes de otros miembros de la realeza eu-ropea
desde algunos años antes; también existe una mejora en las
108 Juan José Laforet Hernández
infraestructuras, como en el caso de Las Palmas Gran Canaria con
la construcción de un magnífico puerto en la bahía de Las Isletas;
por otro lado, la creciente expansión y capacidad que se da en los
medios de comunicación (telégrafo y teléfono) y de información
(prensa ilustrada, mayores tiradas de los periódicos con mayor
difusión y aumento de lectores) hacen que la percepción de los
territorios del reino sea más cercana y el monarca debe estar tam-bién
más próxima de ellos; de hecho, Alfonso xiii decidió que
visitaría todas las provincias españolas, incluidas Canarias, Ceuta
y Melilla, antes de su matrimonio en mayo de ese año.
Este viaje a Canarias supone un hito no sólo en la historia del
archipiélago, por ser la primera vez que un monarca español vi-sita
las islas, sino en la propia historia de la monarquía, que abre
una nueva era en la que el acercamiento del monarca a todos los
territorios de la corona será una constante, a la vez que una fór-mula
de acercamiento e integración entre todos estos territorios,
Recepción británica al rey Alfonso xiii en Hotel Santa Catalina.
1906 y 1907, dos visitas reales en la fotografía grancanaria 109
sus culturas y sus gentes. En 1906 el rey, sustentado en lo nuevos
medios de comunicación y de información, será ya de verdad un
agente de integración dinámico y eficaz para una realidad diversa
que requiere un hilo conductor común, y en todo ello también la
fotografía tendrá un papel esencial.
Junto a las líneas programáticas o ideológicas, a los elementos
políticos, económicos o sociológicos, en todo evento, aconteci-miento
o suceso aparecen un conjunto de vivencias, sentimientos
y anécdotas que también contribuyen a explicar más de una si-tuación
y a comprender mejor la realidad de muchos episodios;
pueden ser la parte menor de una historia vista desde una pers-pectiva
eminentemente científica, pero no por ello dejan de tener
su valor y, mucho menos, debemos despreciarlas pues, en muchas
de ellas, pueden esconderse claves solventes y únicas que abren
el camino para la reflexión que aportará la solución a algo poco
conocido hasta ese momento.
Banquete en el Hotel Santa Brígida en honor de Alfonso xiii.
110 Juan José Laforet Hernández
La visita Real de 1906 a Canarias, y en concreto a Las Palmas
de Gran Canaria, tanto por la naturaleza de sus protagonistas,
como por el propio carácter de aquel joven monarca, rebozó de
anécdotas y vivencias que contribuyeron de modo decisivo a mar-car
la idiosincrasia de aquel viaje, la forma en que los grancanarios
lo percibieron y el recuerdo que se mantuvo del mismo a través
de varias generaciones. De todo ello son verdadera y elocuente
crónica las fotografías que Benítez Inglott seleccionó para dejar
su crónica de aquella visita real a Gran Canaria.
La misma llegada de la comitiva real a la bahía del Puerto de
La Luz, casi tres días antes de lo previsto (por lo que se le pide
que se mantenga a bordo al menos un día, para poder disponer
todo lo previsto para su recibimiento, que era mucho; algo similar
a lo que aconteció en 1624 al rey Felipe iv cuando llego a Sevilla
un día antes de lo que se le esperaba, y tuvo que permanecer
en el convento de San Jerónimo, en las afueras de la ciudad), va
a permitir que Alfonso xiii conozca de forma directa los senti-mientos,
la emoción, las vivencias de una población que, de forma
masiva y voluntaria, aquel día se puso a disposición del ayunta-miento
para poder culminar todo el engalanamiento de la ciudad
y otros preparativos en menos de veinticuatro horas. El rey de
forma anónima y discreta recorrió la población, acompañado del
alcalde, Ambrosio Hurtado de Mendoza, y contempló todo aquel
trajín intenso, vio cómo era la población en su vivir cotidiano,
pues también conoció lugares habituales en la vida laboral y de
ocio de aquella población hospitalaria y acogedora con un anóni-mo
viajero que aún nadie le había presentado oficialmente.
Ya en la parte oficial recordar que, si emotiva fue para el mo-narca
su entrada por el arco de bienvenida que se había levantado
a la altura de Bravo Murillo, entre León y Castillo y Triana, entre
incesantes vivas y gritos de júbilo de una masa humana enorme,
nunca antes vista en la isla, más lo fue el momento en que cae
una grada con espectadores, en el parque de San Telmo, y en no
duda en acudir personalmente para auxiliar y departir con los
accidentados, aunque, por fortuna, todo quedó en una pocas ma-
1906 y 1907, dos visitas reales en la fotografía grancanaria 111
gulladuras. También de su visita a Las Palmas de Gran Canaria se
destaca que fue la única isla en la que tuvo residencia en tierra,
pues en las restantes residió siempre a bordo del buque en el
que hacía el viaje, el Alfonso xii. Para ello se estimó que el lugar
más adecuado era el palacio episcopal, ubicado en la misma plaza
mayor de la ciudad, la plaza de Santa Ana, que el obispo Cueto
cedió gentilmente y que muchas familias de Vegueta contribu-yeron
a preparar y a decorar para tan señera ocasión; se llevaron
muebles de todo tipo, objetos decorativos, como un portarretra-tos
con la foto de su prometida, la princesa Victoria Eugenia, e
incluso un «retrete» nuevo recién traído de Londres. Aquí el rey
tuvo la oportunidad de convivir muy de cerca con los grancana-rios
(incluso en su paseo por la carretera del centro llego a tener,
según su propia exclamación, una «escolta popular» de gentes en
burros, mulos y caballos, que rodearon la carretela en que viajaba
dándole continuos vivas y desplazando a las fuerzas de orden pú-blico),
de disfrutar de los eventos más característicos, desde una
exhibición de lucha canaria a una carrera de burros y caballos en
El Madroñal, sin olvidar la tradicional y carnavalesca Batalla de
Flores, en la que se divirtió muchísimo y fue uno más en aquel
jolgorio, y la gastronomía insular, llegando a merendar una tarde
una buena ración de plátanos con gofio, que le gustó tanto que se
llevó para Madrid una lata con gofio de un afamado molino que
había entonces en San José.
Muchísimas otras son las anécdotas de este viaje que valdría la
pena conocer, pues todas ellas resaltan la naturaleza de su estan-cia
en Gran Canaria, una isla de la que se despidió atravesando la
plaza de Santa Ana a pie y saludando efusivamente a muchísimas
de los miles de personas allí congregadas (de lo que son muy
elocuentes las fotografías que existen de este momento), y de la
que, de forma textual, comentó a su madre: «¡Qué hermoso es todo
esto! ¡Todo esto es verdad, auténtico! He pasado uno de los días más
alegres de mi vida».
El álbum, de cuyas fotos ya tiene copia digitalizada la fedac
(en cuyo sitio web se ofrecen públicamente desde el 7 de no-
112 Juan José Laforet Hernández
viembre de 2011, tras su presentación oficial en la exposición
que se ofreció en la Casa de Colón de Las Palmas de Gran Ca-naria,
titulada Hombres y barcos, con motivo de las iv Jornadas
Navales que organizó la Real Sociedad Económica de Amigos
del País de Gran Canaria —de la que don Eduardo llegó a ser
secretario de su junta de gobierno— y el Mando Naval de Cana-rias,
pues contiene una importante colección de fotos de buques
que fueron muy importantes en aquel comienzo del siglo xx),
conserva un total de ciento veinte y seis fotografías de las que
setenta y seis fotos son de la visita de Alfonso xiii en 1906. De
las relativas a la visita de Alfonso xiii en 1906 cinco están firma-das
por uno de los fotógrafos isleños antes citados, A. Jiménez,
que las signa con tinta blanca sobre la foto, aunque puede que
muchas otras numeradas con ese mismo procedimiento tam-bién
sean del mismo autor. Del gran fotógrafo Luis Ojeda Pé-rez,
selladas con su sello seco en relieve, que señala «Fotografía/
de/ Luis Ojeda Pérez/ Las Palmas/ Gran Canaria», hay una del
momento del «Paso de la comitiva regia por la calle Mayor de
Triana, esquina Domingo J. Navarro», otra que presenta un «as-pecto
de la plaza de Santa Ana al presentarse s. m. en el balcón de
la Casa Consistorial», otra ya clásica y conocida durante la misa
de campaña celebrada ante el palacio militar, en san Telmo, «en
el momento de alzar».
Así mismo, incorpora al álbum un ejemplar del libreto Notas
del viaje de s.m. el rey a Canarias, redactado por el coronel ayu-dante
Enrique Fernández Blanco y editado en Madrid en 1907
en la Imprenta del Ministerio de Marina, cuyo texto Eduardo
Benítez Inglott subraya para destacar determinados aspectos de
la visita, como por ejemplo cuando destaca «el decorado de la po-blación
era (…) Del mejor gusto (…) un derroche de buen gusto» o
«Se cantó un Te Deum de una manera magistral», e incluso como
«A las 4 de la tarde y en traje de diario se salió en coche para asistir
al garden party que la colonia Inglesa le ofrecía a los regios huéspe-des
en el hotel Santa Catalina», al tiempo que precisa que el 1º
de abril era domingo, o pone interrogaciones al margen como
1906 y 1907, dos visitas reales en la fotografía grancanaria 113
dudando de algo que subraya, y matiza que el buque con el que
choca el Alfonso xii no es el Carlos v sino el Pelayo.
Con dieciocho años, dos menos que los que tenía su cuñado el
rey Alfonso xiii en su visita a las islas de 1906, y también soltero
llega al puerto de Gran Canaria el 1 de marzo de 1907, acompa-ñado
de su preceptor, «s.a.r. el príncipe Leopoldo de Batemberg»,
tal como lo recoge el cronista Benítez Inglott en su álbum6. Se
trataba de lord Leopoldo Mountbatten, bautizado como Leopol-do
Arturo Luis el 21 de mayo de 1889), era hijo del príncipe ale-mán
Enrique de Battenberg y de la princesa Beatriz, la hija más
pequeña de la reina Victoria y hermano de la princesa Victoria,
desde el año anterior reina de España tras su boda con el monarca,
que tuvo lugar poco después de la visita real a Canarias. Aunque
fue conocido como el príncipe Leopoldo de Battenberg desde su
nacimiento, al ser descendiente de la casa de Hesse, a través de la
familia Battenberg, en 1917 renunció a dicho título, al igual que
hizo toda la familia real británica con sus títulos alemanes duran-te
la i Guerra Mundial, cambiando su nombre a lord Mountbat-ten.
Su muerte prematura, el 23 de abril de 1922, se debió a una
delicada operación de cadera, un problema que arrastraba desde
muchos años antes, algo que se refleja en que la crónica del Dia-rio
de Las Palmas de ese 1 de marzo señalara textualmente que
«viene muy mejorado de salud» y en el uso de bastón que muestra
en la foto que le es tomada a bordo del buque Salaga en el que
llegó al puerto de La Luz, en el que fue recibido por el vicecónsul
de Inglaterra, Mr. Peter Swanston —que fue también el primer
presidente del Club Británico de Las Palmas; falleció en 1929
y fue enterrado en el cementerio inglés de Las Palmas—, por el
alcalde de Las Palmas, Ambrosio Hurtado de Mendoza —que el
año anterior se había ocupado minuciosamente de la visita del
6. Consúltese Diario de Las Palmas correspondiente a marzo de 1907 en el
recurso electrónico Jable de la Biblioteca de la Universidad de Las Palmas de
Gran Canaria. Disponible en: https://jable.ulpgc.es/jable/cgi-bin/Pandora.exe.
114 Juan José Laforet Hernández
rey—, por el general gobernador de la plaza, señor Hernández de
Velasco, y por el delegado interino del gobierno7.
Señalar, por lo elocuente para la época y para el puerto de La
Luz, que el nombre del buque, Salaga, refería al territorio dispu-tado
Alemania y Gran Bretaña a fines del siglo xix, situado en los
alrededores de la ciudad de Salaga en lo que hoy es el noroeste de
Ghana. Después de la derrota de Alemania en la i Guerra Mun-dial,
Francia y Gran Bretaña dividieron Togolandia en 1919, y
toda el área de Salaga finalmente quedó bajo dominio británico.
Este buque, de reciente construcción en astilleros irlandeses, ha-cía
su primer viaje a Las Palmas y procedía de Madeira, de done
traía un grupo de treinta turistas británicos que venía a disfrutar
7. Díaz Saavedra de Morales, N. Aproximación a la historia del British Club
(Club Inglés) de Las Palmas. [Las Palmas de Gran Canaria]: El Museo Canario,
1988.
El príncipe Leopold Mountbatten en Gran Canaria.
1906 y 1907, dos visitas reales en la fotografía grancanaria 115
de una temporada en esta isla. En este viaje el príncipe ocupó
el camarote del capitán. Ya en el puerto de La Luz, donde entró
todo empavesado de banderas, como correspondía a la ocasión,
fondeó en la bocana del puerto interior, junto al crucero británico
Isis, del francés Agere y de la fragata de guerra alemana Take.
Las fotografías que en esta ocasión selecciona el cronista Bení-tez
Inglott para su álbum-crónica son sólo cuatro y tres de ellas
están firmadas por «A. García», el conocido fotógrafo de la época
Andrés García. Todas son a bordo del buque. La primera es una
foto del príncipe de cuerpo entero y las otras son de grupo en el
momento del saludo; contrasta la vestimenta de corte más infor-mal
de los viajeros con la de las autoridades isleña, vestidas con
levita y tocadas con sombrero de copa. El subtítulo de la primera
señala que se trata del «retrato de s.a.r. a bordo del vapor inglés
Salaga», el de la segunda comenta como se observa al «el cónsul
de Inglaterra presentando a s.a. Real al Alcalde, Excmo. Sr. Don
El príncipe Leopold Mountbatten en Gran Canaria.
116 Juan José Laforet Hernández
Ambrosio Hurtado de Mendoza», la tercera refiera la «presentación
a s.a.r. y a su preceptor del Delegado interino del Gobierno» y la
cuarta muestra a «las autoridades de Las Palmas y el Cónsul de
Inglaterra hablando con s.a.r.».
Tras desembarcar por el muelle de Santa Catalina, donde es-peraba
un enorme gentío, deseoso de conocer a tan importante
personaje, hermano de la reina de España, a las tres de la tarde
se dirigió al hotel Santa Catalina, donde se alojaría durante su
estancia en la isla, y donde fue recibido por numerosas personali-dades
de la colonia británica, así como de la sociedad grancanaria,
declarándose muy sorprendido por la deliciosa temperatura de la
ciudad. En este hotel ocupó las habitaciones de los torreones de
la derecha, donde también se alojaron su preceptor, el profesor
Stephen Grosele, y su criado, las únicas personas que formaban
su séquito en este viaje. Al día siguiente por la mañana paseó por,
donde saludó a muchísimas personas que se detenían a su paso, a
las que llamaba la atención su enorme parecido con la reina Vic-
El príncipe Leopold Mountbatten recibe abordo a autoridades grancanarias.
1906 y 1907, dos visitas reales en la fotografía grancanaria 117
toria, para luego dirigirse al cuartel de San Francisco, que visitó
detenidamente. Por la tarde tuvo lugar, en el propio hotel Santa
Catalina, una recepción que estuvo muy animada y concurrida.
Días después, el 6 de marzo, visita El Museo Canario, ubicado
en la planta alta de las casas consistoriales en la plaza de Santa
Ana, recorriendo sus salas durante una hora acompañado por el
director de la entidad Dr. Luis Millares; de nuevo la prensa hace
referencia a su salud señalando como se muestra muy recuperado
y como pudo subir las escaleras sin ninguna dificultad. Y es que
el joven príncipe había venido a pasar una temporada en la isla
para reponer su salud gracias a su clima tan benigno y saludable,
tal como confirma la Sra. de D. Ramón Madán y Uriondo, mar-qués
de Arucas, Dña. María del Rosario González y Fernández
del Campo, cuando al recibirle en su casa de la plaza del Espíritu
Santo le hace ver que todos le desean que en su próxima estan-cia
venga no a reponer su salud, sino que venga completamente
bueno. Antes de partir fue invitado, como también se hizo con el
rey Alfonso xiii, a una excursión por Tafira, El Monte Lentiscal,
La Atalaya y Santa Brígida, zonas que era siempre muy del agra-do
del turismo británico, almorzando a continuación en el hotel
Santa Brígida. A las tres y media de la tarde de ese 18 de marzo
embarcaría en el vapor correo León xiii con rumbo a Cádiz, para
continuar viaje a Barcelona y Marsella y desde allí a Niza, donde
permanecería una larga temporada. Cuatro fotos de una crónica
que señalan la trascendencia y la importancia de una visita que
marcó época en la capital grancanaria, de un viaje que se daba
entre Las Palmas de Gran Canaria, conocida entonces por sus
cualidades climáticas y turísticas como «la Niza del Atlántico», y
la Niza del Mediterráneo.
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118 Juan José Laforet Hernández
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