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206 NOTICIAS 20 AÑOS DE UNA ISLA SIN MAR: LA AVENTURA DE EDITAR CANARIAS EN MADRID, EDICIONES LA PALMA (1989-2009) El de 1989 resultó, sin duda, un año especialmente productivo en lo que respecta al nacimiento o consolidación de varios proyectos de difu-sión de las letras canarias. En el terreno de las publicaciones periódicas, se fundan o se fortalecen entonces algunos títulos y suplementos cultu-rales en los que aflora continuamente la creación de los escritores del archipiélago; entre las primeras, sobresale el nombre de La página (Tenerife), dirigida por el poeta, narrador y ensayista Domingo Luis Hernández, profesor de la Universidad de La Laguna. Las relaciones del mercado del libro impreso, los certámenes y concursos literarios, junto a otras vías de divulgación, como los recitales y veladas por un lado y los estudios y análisis críticos por otro, concurren hacia la demostración de un cambio de rumbo en la proyección de la escritura en las islas. En el ámbito de los suple-mentos periodísticos, cabe citar Gaceta cultural y de las artes que, bajo la dirección de Juan José Delgado, ve la luz en el diario La gaceta de Canarias entre 1989 y 1990; El cebadal cultural (1989-1990), a cargo de Manuel Padorno (1933-2002), con Canarias 7, y Cultura, que comien-za su andadura en aquel mismo año dirigido por Diego Talavera en las páginas de La provincia. Apenas unos años antes aparecen por primera vez en el panorama editorial nuevas iniciativas decididas a apostar por la creación insular, como ponen de manifiesto las colecciones «Biblioteca de Autores Canarios» de Benchomo, iniciada en 1981 y que, habiendo interrumpido su actividad en 1986, se reincorpora —hasta la actualidad— a principios de la siguiente década; al margen de otras materias, la serie se especializa en recuperar obras o autores de la llamada escuela regionalista canaria como Agustín Millares Torres (1826-1896), Antonio Rodríguez López (1836-1901) o modernistas como Alonso Quesada (1886-1925), dedicando especial empeño a la historiografía, la novela y la leyenda; la perspectiva de aná-lisis de algunas de estas obras incidía en la marca ‘nacionalista’ e incluso CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 207 ‘independentista’ de los textos, puesta de relieve en las introducciones críticas. Paralelamente, desde principios de la década de los 80 y hasta hoy, en Las Palmas de Gran Canaria Edirca propone una visión de conjunto de la literatura insular a través de tres series fundamentales: «Ultramari-no », «Clásicos Canarios» y «Cultura viva de Canarias»; se trata de un es-caparate muy amplio en el que tienen cabida desde el rescate de auto-res históricos hasta las figuras más asentadas dentro del horizonte litera-rio de entonces; asimismo, fuera de colección se establecen nuevos vín-culos con la actualidad de las letras —apostando siempre por lo segu-ro—: desde Rafael Arozarena (1923-2009) hasta Luis León Barreto, pa-sando por Ángel Guerra (1874-1950). La aproximación a los autores con-templa en ocasiones el discurso exegético, sirviéndose para ello de apa-ratos críticos, prólogos e introducciones debidas a especialistas. Sólo unos años después del nacimiento de esta «Biblioteca de Auto-res Canarios», Interinsular Canaria, establecida en Santa Cruz de Tenerife, atiende el proyecto de la «Biblioteca Canaria de Bolsillo», dirigida por el profesor de la Universidad de La Laguna Dr. Andrés Sánchez Robayna. Entre 1983 y 1988 la colección se abre paso por la literatura de las is-las abarcando desde el siglo XV —incluidas sus manifestaciones en la an-tología Museo Atlántico del citado Robayna— hasta el XX, bien en vo-lumen colectivo, bien en ediciones monográficas, todas ellas concebidas con un estudio preliminar; afloran allí los nombres de Bartolomé Cairasco de Figueroa (1538-1610), Antonio de Viana (1578-1650), Tomás Mo-rales (1884-1921), Saulo Torón (1885-1974), Alonso Quesada (1886- 1925), Agustín Espinosa (1897-1939), Antonio de la Nuez Caballero (1915-2004), Isaac de Vega, Alfonso García-Ramos (1930-1980), Rafael Arozarena, Luis Alemany, Víctor Ramírez y Luis León Barreto. En 1988, un año antes del nacimiento de Ediciones La Palma, surge la ambiciosa «Biblioteca Básica Canaria», auspiciada por la Viceconse-jería de Cultura y Deportes del Gobierno regional; dirigida por Juan Manuel García Ramos, arranca en los orígenes literarios del archipié-lago (romancero, endechas y otras formas de lírica y épica tradiciona-les), pasando por casi todos los periodos históricos (Renacimiento, Barroco, Neoclasicismo e Ilustración, Postromanticismo, Modernismo y 208 NOTICIAS Vanguardias), hasta culminar con algunos representantes de la generación del 70. Por las similitudes que guarda con la trayectoria de Ediciones La Pal-ma en cuanto a la consideración de los jóvenes autores, mención aparte merece la colección «Nuevas escrituras canarias», dirigida por el narrador y docente Emilio González Déniz (Gran Canaria, 1951), también a car-go de la Viceconsejería de Cultura y Deportes, cuyos primeros integran-tes aparecieron en 1989: Basora (cuentos) de la desaparecida Dolores Campos Herrero (1954-2007), La calle de la concordia de Antolín Dávila Sánchez, La nube especular de Roberto Cabrera o Multitudinaria: (poe-sía) de Sergio Domínguez Jaén... Inaugurada también por el gobierno autónomo, progresa en aquel año de nutridos alientos la colección «Poe-sía », cuya edición cuidaba Carlos Gaviño de Franchy, merced a sus dos primeras entregas: La trampa de la noche de Carlos Pinto Grote (1989, n. 1) y Los espacios soñados (1989, n. 2) de José María Millares Sall (1921- 2009), secundadas luego por otros creadores. Entre los proyectos privados, cabe citar la santacrucera La Calle de la Costa, a cuyos primeros títulos de 1987 (Amanecer de mimos de Francisco Croissier, Por la montaña que no cede paso a las nubes bajas de Lorenzo Croissier), siguen los trabajos Salir corriendo (1988) de Daniel Bellón Serrano, Sombras calladas de antes de llegar al mar (1990) de Carlos Bruno Castañeda o La ciudad se rompe y se levanta (1990) de Anelio Rodríguez Concepción; sobresale En un vacío insondable (1994) de Juan Miguel Aguilera y Javier Redal, que obtuvo el Premio Ignotus a la Mejor Nove-la Corta en su edición de 1995. En el terreno de los concursos, en el curso académico 1988-1989 la Facultad de Filología de la Universidad de La Laguna instituye entonces sus Premios de Creación Literaria; las obras galardonadas en aquella primera convocatoria fueron: en la sección Narración, el cuento El relevo de María del Pilar Mendoza Ramos y Ojos de mujer del palmero Ricardo Hernández Bravo (accésit); en la de Poesía, el premio recayó en el libro Siete poemas de Carmelo Pérez Vidal —con el tiempo, profesor de la misma facultad— y fue accésit En la frágil materia de los gestos de Antonio J. Correa Acosta1. 1. Vid. Premios de Creación Literaria 1989: Facultad de Filología. [San Cris-tóbal de La Laguna]: Universidad de La Laguna, 1989. CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 209 En cuanto a las referencias más o menos consolidadas o clásicas de entonces, es necesario nombrar para 1989: el Premio de Edición Benito Pérez Armas de la Caja General de Ahorros de Canarias, concedido a Antolín Dávila por El cernícalo; el Premio Alfonso García Ramos, a Nacaria de Sabas Martín, quien además se hizo con el Tomás Morales de Poesía del Cabildo Insular de Gran Canaria por Peligro intacto y el Ángel Guimerá de Teatro por Teatro de maniobras; el Premio Pérez Galdós, para El uni-cornio dorado de Alberto Omar Walls; el Premio Ángel Guerra, para El viajero ocasional de Fernando Schwartz; el Premio Casa de Venezuela en Canarias, por Fósiles y armaduras del tiempo, a Víctor Álamo de la Rosa; el Premio de Novela Corta Ciudad de La Laguna, a Proceso de Cagigal de María de los Ángeles Teixera Cerviá; o el II Certamen de Poesía Isla de El Hierro, a Isla ensoñada de Graciano Peraita González. Por lo que respecta al Premio de Literatura Juvenil Félix Francisco Casanova, los ganadores se repartieron de la siguiente manera: en la sección Narrativa, Ricardo Hernández Bravo por Los cipreses del patio, quien obtuvo, ade-más, el de la sección Poesía por Recuerdos de un olvido; y menciones en una y otra, Catherine Bowyer Hernández (Charlotte) y Rafael José Díaz (No vales un amor que se entrega). De entre los galardones más prestigiosos concedidos a la trayectoria de un escritor, sin duda, los Premios Canarias se han constituido, desde su creación en 1984, en instrumento de dignificación del oficio dentro del ámbito de la comunidad canaria. En el área de Literatura, recayó en 1989 en el madrileño-grancanario Pedro Lezcano (1920-2002); sólo un año antes lo había recibido Rafael Arozarena y en 1990 el lagunero Car-los Pinto Grote2. 2. Para una panorámica de la literatura canaria de los años 80, remiti-mos al lector a los trabajos de Jorge Rodríguez Padrón, «Poesía, en diez años», pp. 129-132 y de Juan José Delgado, «Apuntes para una aproximación a la narrativa canaria última», pp. 133-139, así como a la «Antología [I]: poesía», pp. 140-198 y «Antología [II]: cuentos», pp. 200-275, publicados en el nú-mero 25-26 (año VIII, ns. 3-4, 1996) de la revista La página. También, al fundamental «Itinerario por tres décadas (1960-1990)» de Jorge Rodríguez Padrón, publicado en la bilbaína Zurgai (junio de 1992), pp. 48-57, monográfico dedicado a 50 años de poesía canaria. Aborda el papel de las revistas y su-plementos: NOGALES, Paula. «Difusión y crítica poética». En: II Congreso de 210 NOTICIAS Paralela y independientemente a este contexto, más lejos, en Madrid, la poeta palmera Elsa López (Santa Isabel de Fernando Poo, Guinea Ecua-torial, 1943) tomaba, sin proponérselo, el relevo de otra canaria empren-dedora, Josefina Betancourt, fundadora, junto a su marido, el poeta Ma-nuel Padorno, de la editorial Taller Ediciones JB. Elsa López mantenía de este modo el pulso que ya a principios de los años 70 había sostenido Betancourt con una cuestión fundamental en el proceso de la recepción literaria: la divulgación de la creación canaria, casi siempre estrechada por el cerco de la insularidad y reducida, dentro del acervo literario hispáni-co, a unos poquísimos nombres conocidos. Taller Ediciones JB avaló un proyecto que recolocaba a los autores isleños en un panorama editorial mucho más ambicioso, expresado por la vasta colección «Biblioteca Po-pular Canaria», organizada en series de política, documentos canarios, y poesía, dentro de la cual se inserta «Paloma atlántica», inaugurada en 1977, en la que ven la luz títulos como Desde aquí de Agustín Millares Sall (1917- 1989), Coral Juan García: el corredera de Manuel Padorno, Hago mía la luz de José María Millares Sall, Comedia de Eugenio Padorno, Palabras para un año nuevo de Pino Betancor (1928-2003), Una canción, una patria de Alfonso O’Shanahan Roca (1944-2009), Renacimiento de Losé Luis Pernas o Manifiesto de José Caballero Millares. A finales de los años 80, renace un mismo fervor por difundir Cana-rias desde Madrid, centro neurálgico de la labor creadora y profesional de su protagonista, y cumplir el ansiado propósito de trascender la fron-tera del margen meridional atlántico. En los preliminares de esta aven-tura, dilatada en el tiempo durante dos largas décadas, subyace una úni-ca meta: reimprimir Del amor imperfecto (1987), trabajo de Elsa López galardonado en 1987 con el Premio Internacional de Poesía «Ciudad de Melilla», del que dos años después apenas quedaban ejemplares en el poesía canaria: hacia el próximo siglo. Edición de Ernesto Suárez, Manuel Villalba, Cecilia Domínguez y Juan José Delgado. S. l.: Caja General de Ahorros de Canarias, D.L. 1997, pp. 191-202. De gran utilidad por la presentación or-ganizada de los datos y juicios, así como por su aporte crítico y bibliográfi-co a los asuntos tratados en las líneas antecedentes, es la extensa «Introduc-ción » de Miguel Martinón a su Antología de la poesía canaria contemporánea (1940-2000). [La Laguna]: Instituto de Estudios Canarios, 2003, especialmente pp. 140-142 y 148-153. CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 211 mercado. La idea, nacida del inocente compromiso con el lector ante la obra propia, fue tomando otro cauce y, sin quererlo, acabaría convirtién-dose en uno de los proyectos más sólidos y extensivos de cuantos han colocado a Canarias en el escaparate del lector español. La experiencia editorial, con todo, no era nueva para Elsa López, quien desde 1987 se hallaba al frente de Siddharth Mehta Ediciones. Con el cambio de década, surge un propósito que el tiempo y el esfuerzo con-tinuado han hecho creer gracias a la solvencia, la exquisitez y una dosis considerable de espíritu aventurero, arriesgado y, en cierta manera, irra-cional. Tal vez, si Elsa López lo hubiera pensado bien, Ediciones La Pal- Elsa López con Ediciones La Palma, 1996 (Fotografía de T. Gonçalves) 212 NOTICIAS ma no existiría y, desde luego, su nómina de colecciones no significaría nada: «Retorno», «Ministerio del aire», «La Caja Literaria» o «Tierra del poeta». La entrevista que a continuación trascribimos fue realizada en la vi-vienda particular de Elsa López en Santa Cruz de La Palma (callejón Tres Picos) el 3 de enero de 2010. * * * Víctor J. Hernández Correa. Parece inevitable, como demuestra tu caso y el de otros autores, que el escritor acabe con el tiempo convirtiéndose en editor. En Canarias, desde luego, son varios los ejemplos que pueden citarse, entre los que tú te encuentras. En general, ¿a qué responde la repetición de esta situación? Elsa López. Yo creo que hay una necesidad de querer mostrar a los demás que eres escritor. Ciertamente, muchos de estos editores son es-critores que han tenido toda clase de problemas a la hora de sacar sus libros adelante. Y es entonces cuando se embarcan en la aventura de poder hacer que su obra logre una salida y un reconocimiento. Esto ocurre en muchos de los casos que he conocido, sobre todo en casos de hace bas-tante tiempo. Hoy en día ya es distinto; ahora, la figura del editor como tal en Canarias se va viendo con más frecuencia. Hablo de gente que no tiene ninguna vocación de escritor, sino que simplemente ve en la edi-ción un negocio real, es decir, un camino con el que presentar pública-mente una serie de obras de autores canarios o no canarios. La mayoría de las editoriales del archipiélago se plantea para la edición de canarios; este hecho entra también dentro de una lógica como es que las islas encuentran dificultades de comunicación con las editoriales de fuera. Por otro lado, está la figura del escritor que luego edita en un momento determinado, que, asimismo, también se ha dado en nuestras islas. En mi caso concreto se debe a una cuestión que es la misma de siempre. En 1987 sale a la luz Del amor imperfecto, Premio Internacional de Poe-sía «Ciudad de Melilla». En muy pocos años se agota la edición. Los lec-tores van a comprar el libro pero no lo encuentran; ante esa situación, algunas librerías madrileñas me sugieren: «—Oye, Elsa, qué pena, no hay CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 213 forma de dar con ese libro. ¿Cómo es que no hacen una segunda edi-ción? ». Yo me pongo en contacto con la editorial Rusadir de Málaga, responsable de aquella publicación, y me dicen que no: que no es cos-tumbre... que si son 3.000 ejemplares... que si en poesía es una barbari-dad y que tienen miedo de pillarse los dedos con una nueva edición... Por entonces yo me encontraba en el Consejo Superior de Investiga-ciones Científicas, iba a cursos de etnografía y trabajaba con una serie de intelectuales del mundo de la antropología entre los que se encontraba Antonio Cea Gutiérrez. Antonio era el responsable de la edición de las publicaciones del Consejo que estampaba Imprenta Taravilla. Y él me indica: «—Yo conozco una imprenta con la que trabajamos en el Consejo. ¿Por qué no les preguntas cuánto puede costar la edición de un libro?». Yo voy a la imprenta y les consulto, y me contesta su dueño, un impresor de éstos de toda la vida, un castizo madrileño: «—Pero vamos a ver, ¿por qué no se lo edita usted misma? Mire, yo le busco un número de ISBN, se hace usted el libro y tenemos aquí un trabajo que no es ya una edi-ción de autor, sino el comienzo —me dice— de otras publicaciones…». «—Ah, pues, sí, podría ser una idea interesante». Por aquella época yo estaba dirigiendo aún una editorial, Siddharth Mehta, que llevaba este nombre como homenaje a un gran intelectual indio que había conocido en Madrid y cuya trayectoria me interesaba mucho. Aunque fui fundadora y directora, en realidad, la editorial no me pertenecía a mí, sino a un miembro importante de Alianza Editorial que tenía ese capricho: darme a mí el gusto de editar lo que me apeteciera. Ya había publicado algunos títulos y me había empezado a picar el gusanillo de editar: esa sensación de que puedes, de que en un momento deter-minado un libro —que está ahí, en tus manos y que es sólo un manus-crito— alcance a ver la luz en forma de impreso es apasionante. El que no lo ha sentido y no lo ha vivido no sabe lo apasionante que es, y lo es tanto como escribir tu propio libro. Decido, pues, reeditar Del amor imperfecto yo misma, provista de mi ISBN —¡con un registro!— y con un nombre. En Taravilla me advierten: «Ahora toca buscar un nombre para la editorial». Y, yo pienso: «¡Lógico, Ediciones La Palma!». No había otro nombre posible, era el único nom-bre. Inmediatamente escribí al Cabildo Insular de La Palma y solicité 214 NOTICIAS autorización para usar La isla, que me gustaba mucho. La isla era un dibujo, un trazo que había creado mi amigo Facundo Fierro. Antes me había dirigido a Facundo y se lo pedí, pero, claro, él me recondujo al Cabildo, que era el titular de la imagen. Y la institución autorizó por escrito su uso a Ediciones La Palma. Y salió mi flamante primer libro, Del amor imperfecto, segunda edición, en nuevo ropaje editorial de Elsa López. Del amor imperfecto, Ediciones La Palma, 1989 CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 215 Ese verano en el que se publica el libro, yo me vengo a La Palma. Voy por la calle y me suceden dos cosas y es que me encuentro con dos manuscritos como por arte de magia: uno era el libro de un futbolista que acababa de dejar el equipo y retornaba a La Palma. Y a mí me im-presionó tanto que un futbolista escribiera poesía… Se llamaba Nicolás Melini. Le pido el trabajo —me apetecía mucho escudriñar aquel poemario—, lo leo, me gusta y lo edito. Otro día, también andando por la calle, saludo a un amigo de mi hija, Anelio Rodríguez Concepción, y me comenta que está escribiendo cuentos. Yo le digo: «—A mí no me importa que estés escribiendo, quiero que me lo des ya, lo que tengas». «—Tengo una serie de cuentos…». «—Pues me los das ahora mismo». Y vuelvo a sentir esa alegría al poder anunciar: «—Pues ahora voy a prepa-rar sendos libros de dos personas que ni sueñan en este momento con editar». Y ahí surgen: La Habana y otros cuentos (1990, con 2ª ed. en 1996) de Anelio —quien no obstante, había dado a la luz Poemas de la guagua (Santa Cruz de La Palma, 1984) y Poma (Santa Cruz de Tenerife, 1987)— y El camino dorado (1990) de Nicolás Melini. Éste es el inicio de una serie posterior de libros. Todo lo demás ya viene seguido. Cuando mis amigos se enteran de que estoy editando, en un primer momento les hace gracia y me llaman la atención: «—Tú estás loca. ¿Cómo se te ocurre?». Y a mis viejos amigos —o mis amigos viejos—, como José Hierro o Carlos Sahagún, a todos estos poetas que me rodean, yo les respondo: «—No se rían de mí, y a darme libros. ¡Venga, libros!». Y co-mienzan a entregarme, a regalarme su obra. Algunos son trabajos que ya están olvidados porque son de los años 40 o 50, lo que me da pie a ree-ditar muchos de ellos. Ése es el principio de esta historia, de esta pasión por inaugurar, en mi caso, el fenómeno de ser una escritora editora. Como ves, todo se halla, en realidad, muy entremezclado. VJHC. 1989 parece un año fructífero para las letras canarias; de he-cho, en las islas se fundan o consolidan varios proyectos de difusión a través de editoriales o de la prensa. ¿Influyó en el nacimiento de Ediciones La Palma este contexto favorable o se trató desde su origen de un progra-ma aparte de lo que otras empresas (públicas y privadas) hacían directa-mente desde el archipiélago? 216 NOTICIAS EL. Mira, ni siquiera conocía esos proyectos. No tenía ni idea. Desde el principio fue una gestación y un parto fuera del archipiélago. La editorial nació lejos de las islas y se ha desarrollado al margen de ellas. Se trató desde su origen de un proyecto de Madrid, en Madrid y desde Madrid. Solamente me unía a Canarias el nombre; era un homenaje a mi isla: desde el nom-bre hasta el dibujo de Fierro, que acabaría convirtiéndose, como ya te he explicado, en el sello de Ediciones La Palma. Y jamás me animó mantener conexión con instituciones ni con empresas ni con nada que tuviera que ver con las islas. No por nada, sino, simplemente, porque en mí fueron la casualidad y el azar los que habían puesto a funcionar mi necesidad de expresarme de alguna manera. Siempre intento expresarme. Yo no sé pintar, ni sé cantar, pero sé escribir y me gusta escribir. Y todo lo que está rela-cionado con la escritura y me rodea, me apasiona. Todavía hoy, después de tantos años, no soy consciente de que a mi cargo existe una editorial. ¡Es tanto lo que disfruto cuando me llega un manuscrito, lo leo y descubro la posibilidad de editarlo…! Y si no puedo editarlo yo, lo remito a otra edi-torial. ¡Eso es parte de mi vitalidad y de mi alegría! En definitiva, ese contexto favorable del que hablas para Canarias por aquel entonces, cuando comienzan a salir nuevas editoriales, nada tenía que ver conmigo. Nunca tuvo que ver. Ni siquiera en estos momentos. Siem-pre ha habido una gran confusión a propósito de mi editorial. Por llamarse Ediciones La Palma, por presentarse bajo el mismo símbolo que se emplea en la proyección turística de la isla y por editar a tantos canarios, mucha gente cree que es una editorial canaria. Y como tal, a veces, me tratan. Es decir, me invitan a asistir a ferias, a participar en algún congreso de edi-toriales regionales y, a veces, por ese error, tratan a Ediciones La Palma como una editorial canaria. Jamás se han confundido para darme una subvención. Nunca he recibido nada del gobierno autónomo, pero no porque no me lo quieran dar, sino porque yo no lo he pedido. Ediciones La Palma no es una editorial que esté sujeta a nada en ningún sentido. Ni aquí ni en la península. Sólo una vez en estos 20 años, el Ministerio de Cultura com-pró ejemplares de un proyecto que el propio autor se encargó de solici-tar. Era un libro de los que el ministerio protege y el autor puso como con-dición que fuera publicado por Ediciones La Palma. Y me compraron equis ejemplares. Es la única vez que he sentido esa tutela. CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 217 Asimismo, en otra ocasión, el Cabildo Insular de Tenerife concedió a la editorial un premio por su magnífica edición. Fue un trabajo de la colección «Ministerio del aire», con diseño de Bernardo Chevilly, en la que, como sabes, aparece un angelito de Pepe Dámaso grabado en bajo-rrelieve (1993), un aguafuerte cuyo original él me regala. La colección lleva el sello indiscutible de Bernardo Chevilly como diseñador de libros —que es perfecto— y como corrector de pruebas de la colección. El de Ministerio del aire fue un nombre que en su día causó bastante impacto en el mundo editorial y, en general, en el de la literatura porque se aso-ciaba al Ministerio homónimo de Franco. Pero yo lo empleé por ese doble juego, en el sentido de que agrupa libros que poseen un ministerio, es decir, cumplen una función, poética, que es una función de aire, está en el aire y vuela, como los ángeles. VJHC. En más de una ocasión has vinculado el origen de Ediciones La Palma, donde se da el caso extraño de difusión de las jóvenes —o raras— escrituras canarias en un lugar alejado, ajeno en cierta manera a las islas (culturalmente hablando), con tu propia trayectoria, en la que el viaje, la ida obligada o consciente de La Palma y el retorno constante a ella han marcado tu vida personal e incluso algunos temas frecuentes en tu obra. EL. Sí, es cierto. Mis ataduras sentimentales a la isla han marcado el camino de la editorial. Publicar a jóvenes desconocidos es parte de mi trayectoria personal; ese echar una mano a los que empiezan o a los que no tienen dónde acudir. Porque con Ediciones La Palma quise, de alguna manera, reparar lo que yo, por suerte (Bueno, ¿por suerte?... Sí, digo bien.), nunca padecí, como fue el olvido de las editoriales. Porque, en efecto, yo tuve mucha suerte desde el principio con mis dos primeros libros, que alcanzaron una acogida crítica muy interesante por parte de Abc —nun-ca me olvidaré— gracias a Celso Emilio Ferreiro, que habló de El viento y las adelfas (J. Régulo Editor, 1973) tan bien que, bueno, empezó la gente a querer conocerme3 y, a continuación, saltó —casi no me dio tiempo, 3. Véase: FERREIRO, Celso Emilio. «López Rodríguez, Elsa: El viento y las adelfas». Abc (Madrid, 25 de enero de 1974), p. 58; el mismo autor publicó otra reseña en La estafeta literaria en 1974, que apareció reimpresa en la solapa de la segunda edición de El viento y las adelfas: poema en dos cantos (J. Ré- 218 NOTICIAS publiqué dos libros en medio— el Premio Internacional de Poesía «Ciu-dad de Melilla», que proyectó mi nombre en toda la prensa a nivel na-cional. Por eso digo que yo no tropecé con dificultades a la hora de edi-tar; es más, a mí me han pedido las editoriales los libros para su publi-cación; al menos hasta la fecha. Por ejemplo, la madrileña Torremozas, que sacó mi segundo libro, Inevitable océano; o en Tenerife, Tagala, que imprimió mi tercera obra, Penumbra, etc.4. No obstante, sí que había vivido el caso de muchos compañeros míos, a los que veía ¡luchando! completamente por un poemario espléndido, ¿sabes? E incluso observaba a mi alrededor otra situación que me pare-cía aún más trágica: a poetas consagrados, como Carlos Sahagún o como José Hierro, les costaba publicar. ¡En aquella época! Todavía no había sido el boom de José Hierro, ni le habían dado premios ni nada de nada, ni siquiera le habían reeditado. Y aún te digo más: pude contemplar, de primera mano, el caso —increíble— de Antonio Gala con un libro que no se había vuelto a reimprimir, Enemigo íntimo, que estaba ahí y del que de vez en cuándo la gente fotocopiaba algún poema5. ¡Y que nadie hablara de nin-guno de estos libros, que a mí me parecían fundamentales en la historia de la literatura…! Entonces decidí que aquellos libros debían volver a ver la luz. ¡Fueron una ruina! Yo no vendía casi nada. VJHC. ¿En serio? gulo Editor, 1987) y años después, con el título «Comentario sobre El viento y las adelfas (1973)», en Archipiélago literario/El día (Santa Cruz de Tenerife, 18 de diciembre de 1993), p. III. 4. Para una puesta al día sobre la obra y la historia crítica de la produc-ción de Elsa López, véanse los trabajos: HERNÁNDEZ QUINTANA, Blanca. «López Rodríguez, Elsa (Santa Isabel de Fernando Poo, Guinea Ecuatorial, 1943)». En: Diccionario de escritoras canarias del siglo XX. [Santa Cruz de Tenerife; Las Palmas de Gran Canaria]: Idea, D.L. 2008, pp. 121-127; VIEJO, Paul M. «Introducción». En: LÓPEZ [RODRÍGUEZ], Elsa. A mar abierto (poesía: 1973- 2003). Edición de Paul M. Viejo. Introducción de Pablo García Baena. [Ma-drid]: Hiperión, D.L. 2006, pp. 13-25. 5. Enemigo íntimo, que en 1959 había sido reconocido con un accésit al Premio Adonais de poesía, fue impreso en 1960 en Rialp (Madrid). Edicio-nes La Palma lo reedita en 1992 en la colección «Retorno». CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 219 EL. ¡Bueno! ¡Era una cosa…! Empecé imprimiendo sólo mil ejempla-res, luego quinientos… y no vendía nada. Pero no importaba. Mira, yo iba con los libros a todas partes. Iba a las librerías… ¡y yo misma vendía los libros! En fin, que editaba los libros, los pagaba, acudía a la impren-ta, los corregía y luego, cuando salían, me dirigía con ellos a los periódi-cos en mi coche para que los críticos los leyesen y escribieran algo. El colmo de mi historia divertida con la editorial fue publicar el libro de Cavafis, que estalló luego como una eclosión, pero al principio… Para entonces ya me habían arruinado dos distribuidores: se habían quedado con el dinero, no tenía suerte con ellos, todos salían huyendo con el fondo y con las ganancias; pero no sólo a mí, esto le ocurría a casi todas las editoriales pequeñas. Recuerdo en concreto entrar en una librería que se encuentra en frente de la Biblioteca Nacional, por la parte de atrás, en la calle Serrano. Y les pregunto: «—¿Tienen ustedes la obra completa de Cavafis?». «—No, no». «—Vale. Es de Ediciones La Palma, apúntelo usted». Volví a los tres días: «—¿Tienen ustedes las obras completas de Cavafis de Ediciones La Palma?». Y otra vez: «—No, no». Hasta que un día llego y me dicen: «—Ay, señora, venga, venga [Bueno, yo entonces era más joven, me dirían: «Ven, ven»]. ¡Ya tenemos por fin el libro de Cavafis!». «—Ay, qué bien, ¿de la editorial que yo le he dicho?». «—Sí, sí, de Ediciones La Palma, lo hemos conseguido. Son…». ¡Y era carísimo el libro! ¡Una vergüenza…! No pude decir que era la editora del bochorno que sentí y me vi comprometida a pagar el volu-men. Y lo compré. Ja, ja, ja... Siempre cuento esa anécdota. Bueno, yo hacía cosas divertidísimas, como irme a las librerías a ins-peccionar si se hallaban en venta los libros de Ediciones La Palma. Cuando no me miraba el librero, los colocaba en primera fila o hacia el públi-co. O, en el Corte Inglés —en aquella época, mis libros ya se vendían allí—, en la sección de Poesía, allí, oculto, aparecía, a lo mejor, por ejemplo, Cuanto sé de mí de José Hierro6 o algún otro librito que había alcanza-do cierto impacto; otro de Octavio Paz y, en general, nombres conoci- 6. Cuanto sé de mí fue editado por primera vez por Ágora (Madrid) en 1957, recibiendo al año siguiente el Premio de la Crítica de Poesía en cas-tellano, que otorga la Asociación Española de Críticos Literarios, y en 1959 el Premio «Juan March» de poesía. En Ediciones La Palma, la primera en-trega se publica en 1992 y en 1999 aparece la segunda edición. 220 NOTICIAS dos. Y entonces yo los colocaba hacia delante, para que cuando la gente pasara se detuviera en ellos. A los pocos días volvía al Corte Inglés y ya los habían vuelto a poner de canto. Ja, ja, ja. Y yo volvía a situarlos de frente. Era una lucha muy personal. Pero, bueno, poco a poco, me fui dando cuenta de que yo era la editorial, de que mi vida estaba unida a la edi-torial. Cuando me tomaba un café con mi grupo de «La Ortiga», con mi tertulia de poetas, pensaba: «—Dios mío, si los estoy editando yo…». Mis amigos, que era a quienes yo publicaba, eran aquellos mismos con los que acudía a dar recitales por todas partes… Hay una foto que es todo un símbolo y que me encantaría que vie-ras. Estamos sentados en un corro. Se le está haciendo un homenaje a un amigo incluido en una colección maravillosa de la que siempre ha-blo, «Retorno», destinada a la reedición de obras descatalogadas: Claudio Rodríguez, José Hierro, Antonio Gala, Pablo García Baena, Carlos Sahagún, Rafael Morales, Sagrario Torres, Eladio Cabañero… El homenaje era a Eladio Cabañero. En ese homenaje, todos los que estoy nombrando estábamos sentados a su alrededor. Gerardo Diego no, que había muerto; Pino Betancor tampoco, porque estaba aquí en Canarias; ni Sagrario Torres, que no pudo estar aquel día. Y asistieron otros que ya han fallecido, como Juan José Cuadros. Y yo los reeditaba porque habían sido amigos de estos amigos. Todos estamos sentados… Ángel García López, Francisco Brines... ¡To-dos! Entre los que editaba en «Retorno» ya aparecen nombres canarios. Gente a la que yo respetaba, como Pino Betancor, Luis Feria… Yo edité a Luis Feria. Que, por cierto, tenía unas broncas descomu-nales con él por teléfono… Primero me dijo que sí, pero luego, cuando ya estaba corrigiendo, se enfadó: «—¿Pero quién es esta puta que me lla-ma? ». Sí, sí. Y entonces Paco Brines, que era amigo suyo, lo apaciguaba: «—Pero, ¡por Dios!, Luis, que es Elsa, que ya te he hablado de ella, que quiere reeditar tu libro». Y el otro: «—¿Y por qué quiere reeditar mi li-bro? ». Y Paco: «—Pero, Luis, si ya se lo entregaste». Al final salió adelan-te, como yo quería, Fábulas de octubre, que se publicó, como te digo, en la colección «Retorno»7. Una serie que es un prodigio. 7. El libro Fábulas de octubre había sido galardonado en 1964 con la con-cesión del Premio Juan Boscán y un año más tarde es editado por el Insti- CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 221 Y te digo más, hay quien tiene esa colección guardada como un teso-ro; porque aparte de los autores y las obras, el diseño es de José Hierro: los barcos de ese retorno, de ese buque que vuelve. El propio Pepe ele-gía los tonos de las velas. Después que murió José Hierro, esa colección ha ido como… no lo sé. Probablemente, la vida misma… Fíjate si mi existencia va unida a mi editorial y mi trayectoria como editora se enla-za con mi propia vida, que cuando mueren quienes estuvieron a mi lado, esas colecciones se quedan ahí. Empiezo a notar que no quiero seguir. Es como si dijera: «—¿Para qué, si ya Pepe no está conmigo, no me está gritando porque me he confundido en un color?». (¡Porque eso eran broncas cuando la vela no coincidía con el tono exacto...! Claro, es que nunca salían como él quería.) Los amigos se retiran y las colecciones se van apagando con ellos. Y yo me voy apagando con las colecciones. José Hierro y Elsa López en el Museo Romántico, Madrid, 2001 tuto de Estudios Hispánicos de Barcelona. En Ediciones La Palma, la obra se publica en 2000, dos años después de la muerte de su autor, quien había llegado a cabo un lento y exhaustivo proceso de revisión textual. 222 NOTICIAS Lo que ocurre es que soy como el ave Fénix. Yo vivo en los demás. Cuando mi trayectoria personal es de retirada, lentamente, porque me encierro a escribir o me voy con mi familia o a ver crecer mis huertos, hay quien me sustituye como si fuera yo misma. Y ahora hay una gente joven que me está sustituyendo en el sentido de elegir obras o autores. Actualmente la editorial está dando un cambio, un cambio que da la vida misma, un cambio real. Se está hablando de autores y de obras que in-teresan al público, a las que yo he vivido ajena, pero que el lector joven demanda. Y, claro, los que dirigen la editorial en estos momentos lo ha-cen de otra manera. VJHC. Alejada en 1989 de La Palma y en general del archipiélago —al menos físicamente—, ¿cómo entras en contacto con los escritores que editas en aquel entonces? ¿Cómo es posible que hubieses logrado reunir tal cantidad de jóvenes creadores casi por completo desconocidos, cuan-do otras editoriales «de Canarias» prácticamente los ignoraban? ¡Casi parece una provocación o incluso un salto al vacío! EL. Esa pregunta me parece muy interesante. No es una provocación. Es una pena. ¡Cómo es posible que estos muchachos, estos grandes es-critores no se editen en Canarias! Y, ojo, al final la vida me ha demos-trado que lo eran; digamos que no me equivoqué, por suerte para mí y para ellos. Mis decisiones editoriales no son irracionales. Yo soy curio-sa, soy investigadora, en el fondo sigo siendo una escudriñadora de cosas. Y la curiosidad me puede muchas veces. Yo pregunto: «—¿Sa-béis de alguien que esté escribiendo?». Porque esto es una cadena: Anelio Rodríguez Concepción y Nicolás Melini me llevan a Leocadio Ortega, a Inmaculada Hernández… A su vez, en las presentaciones de éstos conozco a nuevos autores que vienen a mí. Es que son muchos en esta isla. Primero me encuentro con Antonio Jiménez Paz y luego con Ricardo Hernández Bravo. Y aparece Miguel Gómez Ramos con esa no-vela, La casona de la calle adoquinada (Ediciones La Palma, 1991). Y re-aparece ahora de nuevo Miguel Gómez y, ojo, que yo ya no edito nove-las, pero le busco camino para publicarla, porque creo que merece la pena. ¡Ese Leocadio! ¡Esa irrupción en mi vida! Porque Leocadio entra en mi vida. Conservo cartas suyas que son una belleza y un mundo. Ese CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 223 muchacho herido por la vida, ya alcohólico, fuera de combate desde que lo conozco. Era un chico joven y ya estaba fuera de la vida. ¡Y escribiendo de aquella manera…! ¿Cómo no me voy a enloquecer de alegría o de placer editor cuando en un sitio como la isla de La Palma, perdido en el norte, metido en un lugar como Barlovento del que en aquel tiempo se decía De Barlovento, ni el viento, en aquel pueblo extraño, inhóspito, donde yo paraba sólo para comprar el pan porque es que el viento me tiraba, sur-ge de repente Leocadio? Hay una fotografía mía, que es una belleza y que me envió el otro día Nicolás Melini, que me emociona contemplar. Estoy sentada en una mesa con Leocadio. Yo tan joven, tan radiante; se me ve feliz porque estoy con Leocadio8. Para mí, Leocadio es un símbo-lo de una juventud destrozada por el aislamiento, destrozada por ser isla, destrozada porque aquí los aeropuertos se cierran y no sabes qué va a pasar, destrozada por el abandono de la propia gente que te rodea, que no valora que eres un alma increíblemente inteligente y fuerte como era Leocadio. ¡Ese descubrimiento... ese descubrimiento! Cuando ahora me dicen que los poemas son tan buenos, ¿sabes lo que me pasa?; cuando me hablan bien de Leocadio o de Nicolás Melini o me dicen: «—Pero hay que ver cómo escribe Anelio…», yo no digo nada, pero me entra por dentro una cosa… Comíamos juntos, hablábamos. Él me escribía a Cór-doba unas cartas tan tristes…9. 8. La citada fotografía, realizada el 16 de marzo de 1991 en Barlovento con ocasión de la presentación del poemario Prehistórica y otras banderas de Ortega, fue publicada en el primer número de la revista dirigida por Nico-lás Melini Azul: cuadernos literarios (Santa Cruz de La Palma, 1991), p. 10. 9. Leocadio Ortega Hernández (1955-2007) publica en Ediciones La Palma Prehistórica y otras banderas en 1990. Para Anelio Rodríguez Concepción, Leocadio escribe como «un visionario: ve más allá; va más allá. Y como tal visionario, su oscura biografía, su mundo real y cotidiano, que a veces pretende anular la presencia del poeta maldito en el hombre maldito, no se diferencia mucho del mundo sardónico, tan lleno de ternura, que late entre sus versos»; véase: RODRÍGUEZ CONCEPCIÓN, Anelio. «Prehistórica y otras banderas, de Leocadio Ortega». La provincia (Las Palmas de Gran Canaria, 16 de mayo de 1991), p. 39. El autor, reacio a dar a conocer su obra, nos dejó, sin embargo, una breve reseña de su trayectoria y lo que parece un esbozo de poética en: ORTEGA, Leocadio. «Elementos de un naufragio». Azul: cuadernos literarios, 1 (primavera, 1991), pp. 9-12, en el que se incluye, además, un largo poema a 224 NOTICIAS Todo esto es como una energía… No lo puedo evitar. Me he arruina-do a veces por esto. Cuando yo invertí en Cavafis no fue sólo porque me gustara Cavafis, sino porque me llegó un amigo que era profesor de Griego, quien había traducido a Elitis. Y a mí me había parecido precio-sa la edición... Y me dijo: «—Pues mira, tengo traducido a Cavafis». Y yo, como una loca, sin pensarlo, le contesté: «—Pues venga, lo editamos». Yo Elsa López y Leocadio Ortega. Presentación de Prehistórica y otras banderas, Barlovento, 1991 modo de despedida del oficio de poeta que da título al artículo. Véase la síntesis de su obra trazada por: PÉREZ GARCÍA, Jaime. «Ortega Hernández, Leocadio». En: Fastos biográficos de La Palma. [Santa Cruz de La Palma]: Sociedad Cosmológica de Santa Cruz de La Palma: CajaCanarias, 2009, p. 291; también, las aportaciones de: MELINI, Nicolás. «Leocadio Ortega: Elementos de un nau-fragio ». La Mancha: espacio de literatura en español, 9 (3 de agosto de 2008), disponible en: http://delamanchaliteraria09.blogspot.com/2008/08/leocadio-ortega- elementos-de-un.html (testimonio sobre la vida de Ortega); y MELINI, Nicolás. «Leocadio Ortega: poesía y otras complicidades». Azul: cuadernos li-terarios, 3 (verano, 1992), pp. 14-17; así como el especial que le dedica el suplemento 2C: revista semanal de ciencia y cultura/La opinión de Tenerife (Santa Cruz de Tenerife, 14 de julio de 2007), pp. 10, 11 y 12, con sendas notas de Antonio Jiménez Paz y Anelio Rodríguez Concepción, más reproducción póstuma de dos trabajos ya citados del propio Ortega. CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 225 pensaba: «Cavafis, el mejor poeta del mundo en este momento…». Pim, pam… Tres mil ejemplares. Me los he comido, porque aún me quedan ejemplares. Sólo que Cavafis es como uno de mis pilares, porque tuve la suerte de que un crítico muy duro, Trapiello, escribiera en aquel momento que la de Ediciones La Palma era la mejor traducción castellana de Cavafis existente en el mercado. ¡Bueno, aquello fue…! Salió la crítica en El País, me puso por las nubes —a mí no, a la editorial— y entonces empezó a venderse Cavafis10. Y Cavafis se vende siempre, igual que se venden los libros de José Hierro. Todos los meses Ediciones La Palma vende algún libro de José Hierro, dos o tres tomos de esos gordísimos de Cavafis, y van saliendo. Son mis pilares —digo— porque son los responsables de que siga teniendo fuer-zas para creer: «Bueno, ya saldrán los libros adelante». En algunos casos, me he comido la edición casi completa. He vendido cien o doscientos y el resto está ahí en el almacén. Siempre servirán para regalar a alguien que quiera leerlos. No tengo esa pena dentro. Soy investigadora, curiosa, apasionada y, en ocasiones, irracional. Sí. Amo escribir, amo editar y siento esa causa como mía. Estos autores que te he nombrado, entregados en solitario, son los que escriben. Siento, de verdad, debilidad por ellos. Es una causa perdida y, como muchas causas perdi-das, son causas hermosísimas. Son esos poetas que, de repente, consiguen el dinero de una subvención para editar un manuscrito (Pero las institu-ciones prefieren invertir esos fondos en construir un campo de fútbol y arrojan el dinero por el aire y los billetes vuelan empujados por el vien-to endiablado de su pueblo…). 10. Otras reseñas al libro merecen también tenerse en cuenta. Así, la que Román Bermejo López-Muñiz publica en Minerva: revista de filología clási-ca, 6 (1992), pp. 346-350; el crítico pone de relieve el hecho de constituir, por aquel entonces, «la primera edición bilingüe griego-castellana que reco-ge la totalidad de la obra de Constantino Cavafis»; alaba «el cuidado tipo-gráfico con que se ha impreso el texto original» y, en su conjunto, califica como «meritoria» la labor del traductor. Luis Alberto de Cuenca presentó la obra en el Ateneo de Madrid el 13 de enero de 1992 y en su «Lecturas re-cientes », Abc (Madrid, 2 de febrero de 1992), p. 24, se refiere asimismo a la traducción de Silván como un trabajo interesante. La obra fue ilustrada por Antonio Quintana (Iznájar, Córdoba, 1943). 226 NOTICIAS A ti te cuentan esto y te lo cuentan como un disparate, y es un dis-parate y una locura. Pero tú en eso ves todo un símbolo. Lees la poesía de un tío como era Leocadio Ortega, que valora otras cosas y que vive en un mundo totalmente ajeno a la realidad. Eso es lo que me conmue-ve de manera profunda. «—¡Pues eres una idealista!». Vale, pues soy una idealista, ¡qué le vamos a hacer! Y la editorial es la consecuencia de ese idealismo mío. Sigo creyendo en un mundo distinto y sigo creyendo además —ya nadie me puede cambiar a mis años— que los seres humanos res-ponden a lo que tienen dentro, a su instinto más profundo. Cuando Leocadio llegaba, bebido a veces, a mi casa, yo no miraba al Leocadio que veía la sociedad: un chico mal vestido, mal alimentado, desorientado. No, yo observaba a ese tremendo poeta, esa locura… Por-que los poetas están un poco locos; de otro modo no podrían escribir como escriben. VJHC. Aunque en cierta forma ya has respondido, me gustaría que te centraras en contar de qué estrategias se sirvió Ediciones La Palma para compaginar la poca rentabilidad que podía alcanzar en Madrid una co-lección constituida por jóvenes creadores canarios con la permanencia más o menos estable en un mundo tan diverso y competitivo como es el del mercado editorial. EL. Pues vendía los libros por las librerías o hacía publicidad de puer-ta en puerta. Invertía dinero en literatura, en lugar de comprar un abri-go o irme de viaje. No he sido nunca muy propensa a gastar en mí mis-ma. Excepto en cosas que puedan ser vía de comunicación con otros. VJHC. Me cuesta un poco comprender que dijeras antes que te costa-ra vender a José Hierro o a Cavafis. Me parece impensable. EL. Pues hubo un momento en el que José Hierro se empezó a ven-der, que fue cuando le concedieron el Premio Cervantes (1998), y em-piezan a pedirme ese libro de nuevo. Mira, los libros tienen una trayec-toria muy concreta. Tú sacas mil ejemplares. Te distribuyen trescientos. A los tres o cuatro meses te devuelven doscientos veinte. Se ha vendi-do… pues… nada. ¿Qué ocurre con mi editorial? Pues con Ediciones La Palma sucede un fenómeno curioso y es que hay lectores adictos a ella. CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 227 Y calculo que deben existir unos trescientos o cuatrocientos que com-pran mis libros. Vas a las casas y te encuentras con la colección com-pleta de «Retorno» o de «Ministerio del aire». Por ejemplo, en Valencia hay coleccionistas de mi editorial porque es pequeña y saben que pu-blico pocas cosas al año, pero muy interesantes. Pues eso, libros para bibliófilos. Lo tengo más o menos bien calculado por las ventas que conozco en todo el país. Yo llego a una librería de Cádiz y me dicen: «—Ah, ¿usted es Elsa López? Pues fíjese que ayer mismo vendí un libro de «Retorno»». O voy a Valencia y entro a comprar un libro: «—¿Tienen ustedes algo de Ediciones La Palma?». «—Sí, sí, claro, la colección «Retorno». ¡Cómo que no! ¿Qué libro quiere usted?». O en Barcelona… Son librerías que conciben Ediciones La Palma como un referente cultural. Y lo es tam-bién para muchos escritores. Cuando a mí me envían sus manuscritos autores ya conocidos, que han editado en Tusquets, en Pre-Textos o en otras editoriales, y me piden publicar en Ediciones La Palma, me da una alegría tan grande que me parece que todo lo invertido y todo el esfuer-zo ha merecido la pena. ¿Por qué? Porque valoran esa editorial. O cuan-do la sitúan entre las diez mejores editoriales de poesía de este país. Eso es un éxito tan grande… ¡Que yo esté al lado de Hiperión o de Visor…! ¡Esta editorial tan pequeña! Cuando a mí, un año, me dan en la feria del libro de Madrid un pre-mio… Bueno, yo me enteré allí mismo por el autor; no tenía ni idea. Lo llaman y le comunican que a su trabajo Altamarinas (1997), la sexta entrega de «Ministerio del aire», le han concedido el premio a la mejor edición de la Feria del Libro de Madrid. Bueno, eso en Canarias ni se dice ni se cuenta. Nadie lo conoce. Se supo porque Víctor Álamo de la Rosa es canario. En 1998, por Altamarinas premian la labor de Ediciones La Palma. Eso me da una alegría muy grande porque la editorial ya camina, y ca-mina sola. VJHC. Aparte de tu pasión por Canarias, ¿qué tenían en particular aquellos jóvenes creadores canarios? EL. De todos es imposible hablar. Pero sí puedo decir que tienen en común su generosa entrega por la escritura, su pasión por escribir, su locura, 228 NOTICIAS su mundo interior, que es tan rico… Eso es lo que tienen en común. Luego, de manera individual, de Nicolás Melini lo que me llamó la atención es que fuera un futbolista al que le gustara escribir poemas. Años más tar-de le pedí un libro también a aquél del Real Madrid… ¿Cómo se llama-ba? Ah, sí, a Valdano. Me dijo que le atraía mucho la editorial, que lo sentía, pero que ya lo había comprometido. A mí me apasiona el mun-do del fútbol, me parece muy interesante y lo de aquel jugador… Yo me imaginaba a ese señor corriendo detrás de un balón con versos en la cabeza… Y me encantó. Lo de Anelio fue por eso que ya te conté antes. Había leído un cuen-to que me había hecho reír tanto, tanto… Y eso me parece fundamental. Un buen escritor ha de tener sentido del humor. Ésa es una clave. Se llamaba «Una aventura del Zorro» y se publicó en La Habana y otros cuentos (1990). VJHC. ¿Ese cuento no sería hoy considerado políticamente incorrecto? EL. ¿Por qué? ¿Por lo de la chica en la parada? Elsa López y José Hierro. Nayagua, 1989 CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 229 VJHC. Por lo de la violación. EL. No… Hoy en día la sociedad está muy tensa y algunas situacio-nes se llevan hasta extremos terribles. Ésta es una pregunta que, como editora, me interesa. De hecho, ya se planteó hace unos cuatro años, en una reunión a la que asistí en Córdoba, un tema relacionado con un li-bro de Juan Manuel de Prada titulado Coños, publicado en 1995. Y allí se debatió acerca de la postura que debía tomar un editor. A mí preguntaron —era la única mujer que había en la mesa de trabajo—: «¿Usted, qué hace si cae en sus manos?». Era un libro que acababa de salir al mercado y yo dije que la literatura debe estar al margen de muchas cosas, incluso del propio editor. Yo puedo defender una ideología política determinada y caer en mis manos el libro de un señor que, desde ese punto de vista, me parezca no tener nada que ver conmigo, pero si es un buen libro, yo lo edito. Ésa es una clave. Creo que debemos ser independientes políticamente, neu-trales a cualquier presión. ¡Que no puedan con nosotros las presiones! Y, sobre todo, es que la sociedad es tremenda. Te acosan por cuestiones morales… ¡por un título! ¿Cómo se puede actuar contra una editorial o contra un escritor? Es la persecución de Ahmed Salman Rushdie. ¿Nos parece mal su causa porque lo acorralan los musulmanes por haber di-cho algo sobre Mahoma y no nos parece mal la caza de un autor por-que haya escrito un libro que se llama Coños? ¡Es muy fuerte! ¡Es una hipocresía! ¿A qué jugamos? O condenamos todo... Claro, si yo me siento, tomo los libros que he editado y me pongo a clasificar: que si libros machistas, que si cuentos con cierto sesgo fascista, poemas que despren-den tufo a violencia de género…, bueno, por favor, es que mi corazón no resiste semejante tensión. Creo que debemos dar la libertad a los escritores. Distinto es que en mi editorial pretenda un tipo publicar un panfleto nazi defendiendo las tesis de Hitler. Es diferente. Ahí sí es evi-dente que iría contra mis principios. No lo editaría. Cuando dirigía Siddharth Metha, salió a la luz una historia sagrada que era una completa blasfemia, un libro del granadino Gregorio Mora-les que había puesto en entredicho una serie de cuestiones de tipo reli-gioso. Contaba una historia de amor y de pasión entre unos personajes bíblicos que fue un escándalo en su momento. Yo me atreví a editarlo 230 NOTICIAS entonces. Estoy hablando de finales de la década de los 8011. Todavía hoy, el autor se refiere a aquella editora loca de Madrid, capaz de publicarle ese libro. Aquello era de una violencia religiosa tremenda. Pero me pa-reció que era un gran trabajo, él era un autor muy serio y había escrito una novela muy interesante que entraba dentro de la ficción posible. Por eso te digo que la edición es un tema muy relativo y que cada uno de estos autores por los que me preguntas posee una característica o una manera de entender la literatura y la vida que no podemos juzgar bajo un objetivo. Que Anelio haya escrito un cuento que hoy pueda ser conside-rado políticamente incorrecto por el Instituto de la Mujer o por el Insti-tuto Alemán… es que me da mucha risa. Es que no. Es que entonces juz-garíamos la Biblia, juzgaríamos El Quijote, juzgaríamos Ana Karenina (¡Dios mío, por favor, qué libro más machista!)… Es que me parece tremendo enjuiciar bajo una perspectiva cultural e histórica del siglo XXI un libro escrito en el Diecinueve. Es injusto y no tiene nada que ver; hablamos, incluso, de una época en la que nadie se planteaba siquiera esos esquemas. Además, todos somos un poco racistas, todos somos un poco machistas, todos somos un poco violentos y todos somos todo. Lo demás es una gran hipo-cresía. No creo en esas historias. A un autor se le debe juzgar, como yo los he juzgado cuando han caído sus manuscritos en mis manos, por su bue-na literatura, por su modo de llegar al lector, por la manera prodigiosa que caracteriza a Anelio, por ejemplo, desde su primer libro hasta el último, La abuela de Caperucita, que acaba de editar hace poco. 11. Se trata de Erótica sagrada, finalista del premio La Sonrisa Vertical, que no lo publicó en su colección. En Siddharth Metha fue editado en 1989. El libro «sólo estuvo algunos días en determinadas librerías porque, antes de acabar de distribuirlo, el editor lo retiró, ‘por presiones’, según Morales»; «es-tamos en una época analfabeta e iletrada, donde cada vez se piensa y se habla menos. Conforme más analfabeta es la sociedad —añade— más miedo se tiene a la palabra y al pensamiento, que ha sido sistemáticamente perseguido. Por eso causa escándalo decir las cosas»; véanse estas declaraciones del autor con ocasión de la presentación de su poemario Sagradas palabras obscenas, en el artículo de VELASCO, Fernando. «La belleza de lo proscrito», publicado en el periódico digital Ideal.es (17 de abril de 2009), disponible en: http:// www.ideal.es/granada/20090417/cultura/belleza-proscrito-20090417.html. El libro fue reeditado en 2001 por la editorial digital Novalibro.com. CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 231 VJHC. Es un cachondeo La abuela de Caperucita. EL. Es que tú abres los libros, lo pasas bien, te llega la historia y eso es una maravilla. Esto es lo que en definitiva hay que ver: si es buena o mala literatura. Lo demás se juzgará en otros tribunales, no en una edi-torial. VJHC. ¿Por qué Ediciones La Palma se centró fundamentalmente en la poesía si casi nadie estaba interesado en ella a finales de los años 80? EL. Claro, pero si es evidente, es lo que voy contándote siempre: por-que la poesía era el motor de mi vida. Yo he escrito porque me gusta el oficio de escritora (desde ensayo, hasta cuentos, panfletos y de todo), pero realmente es en la poesía donde yo… Ay, estoy tan bien, tan a gusto cuando me sale un poema, cuando estoy trabajando y lo termino. Hace tres días compuse un poema que se titula «Galletas de jengibre», dedicado a José Hierro, porque me fui a Ikea y me compré una caja de galletas y el olor (Fíjate lo que es la poesía, un misterio.), ¡el olor de las galletas me re-cordó a José Hierro! A él le encantaban. Yo siempre le llevaba galletas de jengibre cuando volvía a Madrid de un viaje a Canarias. Le gustaba, incluso, masticar el jengibre crudo. Pues, como te digo, allí mismo, en Ikea (¡Fíjate tú qué lugar más tremendo!) en una mesa, mientras mi familia se comía un perrito, yo escribí un poema. Me sentí tan bien… Es como si estuviese dándole besos a José Hierro, como si estuviera sentada a su lado, como si no hubiera muerto, como si la vida latiera a mi lado. Ésa es la maravilla de la escritura. No hay otra. No hay otra. No nos vamos a engañar con esto. Yo quería que aquello que a mí me pasaba con la poesía y que le ocurre a mucha gente cuando escribe, llegara a otros. Ése fue el único planteamiento de Ediciones La Palma. No es nada intelectual, no es nada metafísico. Es una cosa de… ¡ah!, yo iba a decir de piel; sí, de piel. Mi instinto —que es el que me ha conducido a la felicidad de la que gozo en mi propia vida librándome de muchos males y atra-yendo otros— es como un olfato. Yo estoy sentada en una cafetería y noto que hay alguien que no me gusta, o alguien que me cae mal, o alguien que desprende energía negativa y me está haciendo daño. No afirmo que leo el pensamiento porque no puedo llegar al grado de estupidez de decir eso, pero sí percibo cosas. Y ese instinto mío, esa especie de intuición, que es un conocimiento que nada tiene que ver con el raciocinio, acier- 232 NOTICIAS ta. A veces me preguntan: «—¿Por qué has dicho eso de Fulanito y re-sultó que era verdad?». «—Ay, no sé, me vino a la cabeza». Esa intuición me llega cuando tengo delante a un poeta. Yo olfateo el mundo poético. Todos los seres humanos disponen de esa parte suya noble, no vicia-da, de la poesía. A todos les ha conmovido alguna vez un poema, todos han leído un poema y todos se han aprendido un poema de memoria que luego le han dicho por ahí a alguien. O lo han escrito en un pape-lito y lo han escondido. Todo el mundo se ha encontrado alguna vez a sí mismo diciéndose un poema: «Puedo escribir los versos más tristes esta noche…». ¿Quién no ha dicho «Margaritas hay en la mar»…? ¿Y a quién no le ha venido de repente algún poema de amor a la cabeza? Que no me digan que no. Porque el sonido del poema está en el sonido de la teta de la madre, en la infancia, cuando te cantan las nanas. Es cierto: «Mi niño chiquito no tiene sueño» o «Mi niño chiquito no tiene cuna, su padre es carpintero y le hará una». Eso, ¿qué es? Eso es un poema, es un peque-ño milagro. Eso lo tenemos ahí, marcadito. Y, cuando nuestras madres nos dicen «Ea, ea, ea, que te marea» mientras nos acunan, nos están metien-do la poesía en el alma. Eso… ¡vamos! Tú dile a un asesino terrible, metido en una cárcel, mirándole a los ojos, que te hable de ese momento, de cuando aún le acunaba alguien, y no hay duda: se le llenan los ojos de lágrimas. Eso es la poesía. Y, claro, es así. Tú notas que todas las personas tienen eso dentro. VJHC. ¿Cómo comenzó a funcionar la divulgación de los trabajos de Ediciones La Palma en el siempre difícil mundo de la crítica literaria? EL. Yo tuve mucha suerte con la crítica porque aposté por escritores o libros de escritores casi olvidados, pero conocidos. Cuando la gente vio Cuanto sé de mí de José Hierro reeditado o El vuelo de la celebración de Claudio Rodríguez o Enemigo íntimo de Antonio Gala, ya nadie se acor-daba de ellos. VJHC. Se podría decir que Ediciones La Palma no «molestó» los inte-reses de otras editoriales o que no se entrometió en campos ya acotados… EL. No, no, al revés. He sido siempre muy respetuosa y, de hecho, mi amigo Jesús Munárriz, de Hiperión, con los años ha editado dos obras mías CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 233 premiadas y una antología completa. Manolo Borrás, de Pretextos, me quiere y somos también muy amigos. Yo no he sido nunca competencia para nadie, ni para Canarias ni fuera de ella. Eso lo saben los editores. VJHC. ¿Tú eres consciente de esto desde el principio? Supongo que tampoco te lo marcaste como propósito. EL. Bueno, también es inconsciente, es mi manera de ser, que funcio-na así. No soy competencia para ninguna poeta como escritora ni tam-poco lo soy como editora. Yo llego a una feria y todo el mundo me abraza y me recibe: «—¡Ay, Elsa, qué alegría que estás este año!». O me dicen: «—Mira, te vendemos los libros, vete por ahí a tomar un café». Hay una especie de cariño…, pero no hacia mí, sino hacia mis propios hijos, por-que a veces mis hijos han sido mis representantes. Mi hijo David llevó durante una época la editorial e iba por las ferias vendiendo libros, igual que mi hija Alba. Y ellos me lo dicen: «—Mamá, todo el mundo me pregunta por ti, todos los editores te recuerdan y te quieren». Pero es por esa razón, porque yo nunca fui competencia. Siempre he editado a gen-te «a la que nadie quería», —nunca mejor dicho—, a la que nadie, en ese momento, conocía o reconocía como escritor interesante. Después han visto los libros y han dicho: «—Ay, Elsa, qué bien». VJHC. ¿Algún editor te ha confesado en algún momento que le ha-bría gustado haber publicado cierto libro de Ediciones La Palma? EL. Sí, mi colección «Retorno». «—Qué idea tan buena, Elsa. ¿Cómo se te ocurrió?». No fue idea mía, evidentemente, sino de Manolo Rome-ro, yerno de José Hierro. Fue él quien me lo planteó. Ediciones La Pal-ma tiene una cosa fantástica: que es de todos. Por ejemplo, Bernardo Chevilly decide sobre algunos títulos, Manolo Romero… Pepe Hierro me aconsejaba: «—¿Por qué no editas este libro de Ángel García López?». Hierro fue el que me dijo: «—¿Por qué no editas a un poeta canario, que nadie conoce en estos momentos en la península, que se llama Luis Feria?». Feria era un completo desconocido entonces, fíjate que su libro sale en el año 2000, cuando ya en Canarias se habla de él, pero en la península, ¡va-mos!, muy poca gente sabía de su obra, con la excepción de Pre-Textos, que había publicado algunas cosas suyas como Más que el mar en 1986, 234 NOTICIAS Cuchillo casi flor en 1989, Casa común en 1991 o las segundas ediciones de Dinde en 1993 y Arras en 1996. La reedición de Las fábulas de octu-bre no se publica en 1998 como yo quería porque Luis retiene la corrección del manuscrito durante mucho tiempo, casi dos o tres años. Como digo, son los propios autores quienes me aportan el nombre de otro escritor de su generación. Por ejemplo, de autores de los años 50 estoy rodeada: Carlos Sahagún, Francisco Brines, Joaquín Benito de Lucas, Rafael Morales, etc. El mismo Rafael Morales (1919-2005) era un poeta olvidado hasta que yo reedito Poemas del toro (1993), publicado por primera vez en 1943, abriendo la colección «Adonais». La crítica recibe estos libros como lo que son, como un retorno. En ocasiones, yo misma colocaba las obras sobre la mesa de los críticos. Se portó muy bien con Ediciones La Palma el periódico Abc. El país publi-có algunas reseñas más o menos extensas de títulos interesantes que parecieron llamar su atención. El país es muy suyo en estas cuestiones. En el mundo literario todos los editores y escritores tenemos una espe-cie de querencia con Abc porque sus páginas culturales son las mejores en muchos sentidos. El país cuenta, asimismo, con sus suplementos y secciones, pero no le llega al Abc. El país es más elitista y suele divulgar más frecuentemente a autores de fuera o a sus propios escritores de Al-faguara; no es tan abierto como pueda ser el Abc, —cuando uno podría pensar lo contrario—. Pero en ese sentido, a cada uno lo que le corres-ponde. Hay que darle al César lo que es del César y el Abc es muy inte-resante en ese aspecto. En general, no sólo en el caso de Ediciones La Palma, se ocupa mucho de la poesía. Luego, en cuanto a los críticos, debo referirme a Trapiello, especial-mente cuando habló del trabajo de Cavafis y, partiendo de este libro, de la editorial. Fue un punto de inflexión. El distribuidor que tenía enton-ces me dijo, incluso, que las ventas habían subido. Es que esto es así. Sale un libro tuyo en un periódico, hablan de él y al día siguiente vendes de 100 a 300 ejemplares. Para una editorial como la mía, eso es ya pagar la edición, claro. Mi meta era llegar a ese punto, vender 300 unidades de cada autor, porque eso significaba que podía reunir un poco de dinero. Lo que ocurría luego es que esa ganancia se iba a continuación en man-dos por correos, en enviarles a mis amigos… Yo he sido siempre muy CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 235 regaladora de libros. Creo que hay que regalar los libros. Incluso llegué a publicitarlos de manera subliminal, lo que no recomiendo a nadie: consistía en dejar libros en los bancos. Yo me iba al Parque del Retiro y abando-naba libros por allí. VJHC. Y no lo recomiendas a nadie, ¿por qué? EL. ¡Hijo, porque es una ruina! ¡Dejar libros en los bancos! ¡Ja, ja, ja! ¡Qué ocurrencia! ¡Tú imagínate! Me sentaba, escondida, en un banco y ¡paf!, un libro. Me dirigía a otro y ¡paf!, uno más. Yo pensaba: «Alguien lo encontrará y lo leerá». O me ponía a leer en el metro con la cubierta muy a la vista para que repararan en el sello de Ediciones La Palma. «—Ah, ¿está Ud. leyendo?». «—Sí, sí, de Ediciones La Palma». Recuerdo que Tocándome los cojones me dio mucha fama porque los estudiantes lo leían en el metro y ¡se reían! Es la obra de un canario que publiqué por recomendación de Carlos Díaz-Bertrana. Total, que edito Tocándome los cojones, con el que te tronchas. Y, claro, el proceso de venta también anduvo lleno de anécdotas. La gente telefoneaba: «—Oiga, ¿tiene Ud. un libro que se llama… que se llama… [¡Dudaban!] Tocándome los cojones?». «—Sí. ¿Por qué?». «—Es que resulta que iba en el metro y vi a un señor riéndose, que estaba leyendo este libro». La obra fue publicada por Ediciones La Palma en 1992 y su autor es Jaime Centurión. El joven que había ob-servado a otro leyendo en el metro tomó nota del título y de la edito-rial, cogió la guía telefónica y me llamó. Así vendí yo unos cuantos ejem-plares de Centurión. Otro sistema de comercialización era el del autor que vende sus propios libros. Lo cierto es que han sido varios los cauces de venta que han permitido que Ediciones La Palma haya sobrevivido. Al principio yo pagaba derechos de autor todos los años. Pero, claro, eran unas cuentas ridículas: que si 9 pesetas… Un año pagué a Antonio Gala 27 pesetas y 5 céntimos. Casi me escupe. Entonces decidí hacer una cosa: cuando editaba un libro, calculaba: 500 ejemplares, tanto, por el precio de las tapas, tanto… y si los vendo todos, tanto. Pues bien, el resultado de las ventas de todos los libros se lo doy al autor en ejemplares. Le entrego los 20 libros que le corresponden como autor —la regalía, según el argot edi-torial— más el resto, que pueden oscilar entre los 75 y los 100. Con ello evito dar a final de año unos talones innecesarios y tristes. Prefiero dar li- 236 NOTICIAS bros, que al autor le van a ir muy bien porque tiene que hacer muchos regalos y envíos a amigos y críticos. Ése es un sistema con el que me ha ido muy bien y que llevo practicando desde hace ya unos años. En otros casos, muchos amigos cedían sus derechos. Eso ocurrió con «Retorno», en la que casi todos los autores cedieron a la editorial este pri-vilegio como un regalo en agradecimiento ya que sabían que, de no haber sido publicados por Ediciones La Palma, no habrían vuelto, quizás, a ver la luz jamás. Evidentemente, yo les compensaba con un aumento de la regalía. Y el otro sistema aprovecha el hecho de que, en muchos casos, los autores son los mejores distribuidores de sus libros. Entonces, al autor le doy unas 50 unidades, él las vende, se queda con el dinero, y ya está. VJHC. ¿Cuáles fueron los obstáculos más resbaladizos que hubo de salvar Ediciones La Palma al principio? Y con el tiempo, ¿qué otros? EL. Pues hubo un periodo de crisis editorial muy grande hacia la mi-tad de los años 90 que condujo al cierre de muchas empresas librescas en la península. Pero yo me mantuve en pie. ¿Qué hice? Yo no tenía ningún prestigio que defender, no disponía tampoco de una importante econo-mía que mantener, mi marido me ayudaba a pagar los libros y la pro-ducción de Ediciones La Palma no era la comida que alimentaba a mi familia. Desde luego, de haberse dado este último supuesto, la cosa ha-bría sido bien distinta. Era una ilusión, mi felicidad y mi gasto, como quien consume ropa; pues yo edito libros. Lo que hice en esa época fue publi-car menos títulos. En lugar de diez libros al año, editaba sólo tres. Y de ese modo conseguí sostener abierto mi pequeño mundo editorial. «—Pero cómo estás editando todavía. ¡Cómo es que vienes a la feria con un li-bro! ». Pues iba con un libro, pero iba, ¿me entiendes? Únicamente había podido afrontar el coste de un libro, pero era un trabajo maravilloso con el que me paseaba por todas partes. Eso tenía un inconveniente que pagué muy caro. Resulta que si tú no das un libro todos los meses, las distribuidoras te cierran luego las puer-tas, porque —claro— ven que no produces suficiente cantidad y no son capaces de afrontar el depósito de tus trabajos; y se calientan. Lo que es una paradoja, ya que también se incomodan si publicas mucho porque no alcanzan a colocar los libros, como ellos dicen. El mundo de la distri- CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 237 bución es muy complejo. Yo respeto bastante a los distribuidores porque creo que lo tienen muy crudo. Los libros llegan a las librerías y caen; ¡pero es que caen físicamente!, es decir, se van amontonando sobre las mesas. Esto se aprecia muy bien en los aeropuertos. Tú pasas un sábado por la sección de «Últimos libros más vendidos» y hay seis. Al sábado siguiente, de los seis que viste quedan cuatro, dos ya han caído al suelo literalmente y han sido desplazados a un estante por otras dos novedades. Los distri-buidores se quejan: «Es que los editores publican demasiado, no pode-mos colocarlos». Sin embargo, en aquella época yo no podía editar más: era inviable desde el punto de vista económico y ello porque al no distribuirse, no se vendía. Era un pez que se mordía la cola: no se ven-día, yo no editaba; yo no editaba, pues no se distribuía bien; no se dis-tribuía correctamente, pues no se vendía y vuelta a empezar. Aun con todo, yo seguía con mis niños, viviendo de los libros de siempre: el Cavafis, del que solicitaban tres o cuatro cada mes, etc. ¿Qué lograba con eso? Que el nombre de la editorial estuviese vivo. De repente me compraban treinta ejemplares de José Hierro para un instituto o cincuenta de Claudio Rodríguez para un homenaje. Ese tipo de cosas son las que me han ido dando más holgura. Ése fue el tiempo. Y yo me mantuve en pie. La clave fue ésa. Con el tiempo lo vi. En aquel momento lo hice por pura intuición —como todo—, dije: «—No cierro porque no me da la gana, porque soy muy ca-bezota. ¿A cuento de qué voy a cerrar? Yo me quedo aquí en pie». Y ani-maba a otros. Hasta mí llegaba gente y recuerdo, en concreto, que una vez se me acercó una chica maravillosa que editaba unos cuentos infan-tiles muy bonitos, y me confesó: «—Ay, Elsa, tengo que cerrar. No puedo seguir». Un año había asistido a la Feria del Libro madrileña con ella; como no disponía de suficiente dinero para pagar una caseta —que son muy caras en Madrid—, nos reuníamos cuatro o cinco editoriales pequeñas y juntos montábamos una, en la que cada cual contaba con su rinconcito. Lo pasábamos bien; no vendíamos mucho tampoco, pero era divertido. VJHC. ¿Con qué sedes ha contado la editorial durante estos 20 años? EL. Las sedes de Ediciones La Palma han estado siempre en Madrid y donde he vivido ha estado la editorial. Yo me trasladaba. Primero estuve 238 NOTICIAS en mi casa de la calle Lista. Luego pasé al número 15 de la calle O’Donnell. Sé dónde he estado por las cartas que conservo con el timbre de cada época. Yo era mi propio banco, en mi cabeza hacía las cuentas, llevaba los cuatro o cinco distribuidores que tenía repartidos por la península, el teléfono de la editorial era mi línea particular, etc. Lo que pasa es que hay un momento determinado en el que mi mari-do y yo compramos una casa en el campo madrileño y allí instalo el almacén. A partir de ese momento, la editorial comienza a contar con una dirección única, que es Playa Altea, número 6, en Boadilla del Monte. Y por esa sede ha pasado muchísima gente: allí han vivido algunos hijos míos, se han ins-talado okupas consentidos, etc. La única condición que yo he puesto es que los que allí habitasen debían ocuparse paralelamente de la editorial. Por tanto, en Altea han dormido personas que han cuidado del almacén, han aten-dido las peticiones, etc. Ese depósito, ubicado en la planta baja, ha sufrido toda clase de inconvenientes, que si terremotos, inundaciones… Bueno, de todo menos robos, porque nadie roba libros, por desgracia. Últimamente, con mi estancia cada vez mayor en La Palma, he dis-puesto en el Centro de Arte Popular «La Casa de Jorós» un segundo al-macén y una segunda sede. Ediciones La Palma cuenta ahora con otra entidad administrativa, está constituida como sociedad y ello se debe a que con el paso del tiempo me he vuelto más cerebral, más racional. Se llama Elsa Ediciones —que no altera demasiado el nombre primitivo, a fin de no dar pie a confusiones— y acoge proyectos culturales como son Ediciones La Palma, «La Casa de Jorós», la biblioteca, en definitiva, todo lo que tiene que ver con cultura en mi vida. Y ahora, como digo, La Palma también participa más vivamente de la empresa; he traído la mitad de las existencias de Playa Altea y esperan, en el almacén, a ser recolocados. Tengo, además, otros nuevos proyectos, como abrir al público una li-brería de viejo. Me encantaría. Aunque, claro, el gran problema es a quién pongo al frente. Tendría yo que estar ya con achaques de reuma para no moverme. Desde luego, el día que no me mueva, me siento ahí en la puerta. Pero he pensado en abrir sólo los días en que yo me encuentre en la isla. Es a corto plazo. Creo que aún pervive mucho en el inconsciente el pre-juicio de Ni ropa usada, ni libros usados. Pero no me importa, también creo que uno va entrando por todo. CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 239 VJHC. ¿Quiénes han trabajado en este tiempo junto a Elsa López en Ediciones La Palma tanto en la administración empresarial como en el terreno de la selección literaria? EL. En «Tierra del poeta», que es una colección cerrada, Andrés Sánchez Robayna. Estoy muy contenta porque Andrés es una persona de una gran seriedad y constancia en el trabajo. Cuando llegó a mis manos, «Tierra del poeta» ya era un proyecto acabado y completo. Hay nombres como Octavio Paz, Eugenio Padorno, José Ángel Valente, Ángel Crespo, Ramón Xirau, etc. Andrés vino a mí porque estaba muy interesado en sacar la colección tal y como él la había concebido. Fue una oferta que él hacía a una editorial, en este caso la mía, y tuvo no toda la acogida que yo esperaba siendo como es una colección tan bien planteada, tan esplén-dida y tan bien dirigida. Se vendieron unos títulos mejor que otros, de hecho hubo algunos que no duraron ni una semana en el mercado, pero hay otros que se han almacenado casi completos. Pero esto se debe también a que metí la pata en imprimir más ejemplares de la cuenta, como ocu-rrió con Reflejos: réplicas (Diálogos con Francisco de Quevedo) (1996) de Octavio Paz; pero no importa. En cualquier caso, se trata de una colec-ción que siempre pongo delante, fíjate que la he nombrado en primer lugar, y ello porque me parece que constituye buena parte del prestigio de Ediciones La Palma. «Ministerio del aire» ha estado supervisada por Bernardo Chevilly, tanto en la selección como en el diseño. Con Bernardo entré en contacto por-que por entonces trabajaba yo en el Gobierno de Canarias, en comisión de servicio, como asesora cultural en el departamento de Literatura, y compartía horas de labor con él. Me gustaba mucho cómo era, su rigu-rosidad, cómo afrontaba las correcciones de pruebas y poseía —y posee, por supuesto— un extraordinario olfato poético, aparte de que también sea poeta y una persona muy interesante. Él sigue con la colección, sa-liendo al año un promedio de dos a tres entregas. «Archipiélago», que está conformada por antologías, de ahí su nom-bre: porque reúne y aglutina. Ahí soy yo misma quien dirige y decide. Las cubiertas se ilustran siempre con flores. Son obra de pintores que selecciono, y que bien la regalan a la editorial —como ocurre con Anto-nio López, que además es amigo— bien al autor de la antología. Ahí se 240 NOTICIAS encuentran Amparo Amorós, Joaquín Benito de Lucas, Antonio García Ysábal… Animales y dioses en la memoria de África, de este último, por ejemplo, es un libro de 2002 que todavía continúa dando coletazos. También suelo hablar con frecuencia de «La Caja Literaria», perte-neciente a la Caja General de Ahorros de Canarias. La colección fue creada desde Ediciones La Palma. Yo misma me puse en contacto con el presi-dente de la Obra Social y Cultural, Álvaro Arvelo, y le expliqué que me apetecía editar a jóvenes del archipiélago con ímpetu literario. El nom-bre y el diseño también son de Bernardo Chevilly. Durante un tiempo, Ediciones La Palma se encargó de su distribución. Fue una colección difícil de sacar adelante en la península porque casi todos los títulos (novela, poesía o ensayo) son de autores canarios. Evidentemente, en la distribución fallé. Luego hubo otros directores de la colección y actualmente es CajaCanarias directamente la que se ha responsabilizado de su difusión y comercialización. Está muy bien organizada. A mí me cabe el orgullo de haber sido quien editara los primeros volúmenes: Isaac de Vega, Ale-jandro Cioranescu, Domingo Pérez Minik. Sigo perteneciendo al conse-jo de «La Caja Literaria», pero creo que con el tiempo se olvidan de que fui yo quien parió a este hijo o, por lo menos, la que luchó por que el parto fuera lo menos doloroso posible, y gracias a CajaCanarias se con-siguió. Fue, desde luego, un embarazo deseado. El problema es que la colección se desvió hacia lo que ya no me interesaba, como era editar a escritores a los que ya conocía todo el mundo, como Cioranescu o Isaac de Vega. En un primer momento pretendí publicar a jóvenes descono-cidos que no tenían dónde editar. Yo creía que para eso estaban las ins-tituciones: para ayudar a los que empiezan. No obstante, eso no quita para que la valore en su conjunto como una colección muy seria e im-portante. Ya fuera de colección, las locuras típicas de Elsa López. He editado desde a un preso que me llamó por teléfono explicándome que tenía escrita una novela sobre su vida en la cárcel, hasta las décimas de un señor de Puntagorda. Bueno, el libro La miel me dio mucho dinero, de hecho sigue dándolo (cuando digo mucho dinero, me refiero a que no ha dado pérdidas y que he podido recuperar la inversión). Lo edité en 1993 en versión trilingüe: español, romagnolo e italiano. Ese libro CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 241 propició que yo conociera a Tonino Guerra; vino a España a presentar el volumen en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Tonino es fasci-nante, es el gran guionista de la gran película Amarcord (1978), de Fe-derico Fellini, y ha trabajado con los grandes: de las dirigidas por Michelangelo Antonioni escribió La aventura (1960), La noche (1961), El eclipse (1962), El desierto rojo (1964), Zabriskie Point (1970) e Identi-ficación de una mujer (1982), y de Francesco Rosi, Il caso Mattei (1972), Lucky Luciano (1973), Excelentísimos cadáveres (1976) o Crónica de una muerte anunciada (1987). VJHC. ¿De qué forma surge la idea de crear el Premio Internacional de Poesía «Ciudad de Santa Cruz de La Palma»? EL. Presenté el proyecto en un pleno municipal del Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, presidido por su alcalde, Antonio Sanjuán Hernández. Ha sido la única ocasión en la que he asistido a un acto tan solemne. Creo que me temblaban las piernas, porque yo sola debía de-fender la propuesta. Pensé que era una buena idea que la Bajada de la Virgen de las Nieves, que respiraba tanta cultura, pudiera ser la cabece-ra de un premio con difusión internacional. Todo vino a propósito de haber ganado yo el Premio Internacional de Poesía «Ciudad de Melilla» en 1987; a mí me parecía que Santa Cruz de La Palma era mucho más maravillo-sa y que merecía ser conocida, entre otros cauces, a través de la poesía. Presenté el proyecto, fue aceptado y comenzó a convocarse en ese mis-mo año de 1990. El premio contó siempre con un jurado de lujo: me traía a José Hie-rro y a los poetas más actuales del momento. Lo que a mí me interesaba era que estos prestigiosos señores, además de relacionarse con la isla, ha-blaran después de La Palma. Eso es lo que en el fondo perseguía. Ahí han estado desde los canarios Eugenio Padorno, Arturo Maccanti o Sánchez Robayna hasta Francisco Brines, Rafael Morales, Joaquín Benito de Lucas, en fin, joyas del mundo de la poesía. Cuando volvían a la península u otras islas, nombraban el premio, a La Palma, etc. Hay una fotografía famosa de José Hierro en el volcán de San Antonio que ha recorrido multitud de exposiciones: en el pie se inscribe «José Hierro en La Palma». Son peque-ñas cosas que en ese instante tal vez uno no ve, pero sobre las que el fu- 242 NOTICIAS turo te va dando la razón: cómo ha servido todo ese esfuerzo como puente para que algunos de ellos, por ejemplo, llegasen a escribir poemas u otros textos sobre La Palma. En realidad, el premio había sido concebido de mala fe, en el sentido de que perseguía más trascendencia, no sólo como galar-dón, sino como vehículo paralelo de proyección exterior para la isla. Los tres primeros premios, curiosamente, fueron obtenidos por tres mujeres. Luz Pichel, galardonada en la primera edición, de 1990, Chantal Maillard, de la segunda, en 1993, inserta en el marco celebrativo del V Centenario de la Fundación de la Ciudad de Santa Cruz de La Palma, y Alicia Llarena de la tercera, en la Bajada de 1995. Chantal Maillard ya había sido ganadora del Premio «Leonor» de poesía en 1987 por Semi-llas para un cuerpo, escrito junto a Jesús Aguado; y en 1990 lo fue del Premio «Ricardo de Molina» por Hainuwele. Hace sólo unos años reci-bió el Premio Nacional de Poesía por Matar a Platón (Tusquets, 2004). Y Chantal Maillard sigue hablando de La Palma allí donde va. Su obra, Poemas a mi muerte, con la que ganó el Premio Internacional de Poesía «Ciudad de Santa Cruz de La Palma», es un poemario precioso, como lo es también el de Luz Pichel, cuya cubierta, por cierto, fue realizada por José Hierro. Ahora mismo, Pichel dirige el Centro de Estudios de la Poesía de la Universidad Popular «José Hierro» de San Sebastián de los Reyes en Madrid. Alicia Llarena es catedrática de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y lleva una carrera importantísima como ensayista. Es decir, que ese premio trae consigo el prestigio posterior de todas estas autoras. Y ésta es la clave12. Porque cuando lees una solapa o una nota 12. El I Premio Internacional «Ciudad de Santa Cruz de La Palma» (1990), ganado por Luz Pichel González (Alén, Pontevedra, 1947) con El pájaro mudo (Ediciones La Palma, 1990), contó en el jurado con la presidencia de José Hierro, con los vocales Carlos Sahagún y Rafael Morales y con Elsa López como secretaria. A la cita se presentaron 62 candidaturas, de las que queda-ron 15 obras seleccionadas y dos finalistas. La segunda edición (1993), cuyo premio obtuvo Chantal Maillard (Bruselas, 1951) por Poemas a mi muerte (Ediciones La Palma, 1994), aumentó considerablemente su poder de con-vocatoria, contabilizándose 146 aspirantes, de los que 39 pasaron la primera selección y 13 fueron finalistas. Hierro volvió a presidir el jurado, constitui-do además por José Benito de Lucas, Rafael Morales, Carlos Sahagún (voca-les) y Elsa López (secretaria). La tercera edición (1995), que premió el tra- CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 243 biográfica de estas escritoras, el nombre de la isla de La Palma —a tra-vés de ese premio— está siempre presente y cada vez más se incrementa Joaquín Benito de Lucas y Carlos Sahagún en La Palma, 1993 bajo de Alicia Llarena González (Mogán, Gran Canaria, 1964) Fauna para el olvido (Ediciones La Palma, 1997), repetía su éxito de participación con un total de 139 obras, de las que 37 superaron la preselección y 17 fueron finalistas. Una vez más, el jurado estuvo bajo la presidencia de José Hierro, con los vocales Francisco Brines, Eugenio Padorno y Andrés Sánchez Robayna, y con Elsa López como secretaria. En el año 2000, el IV Premio fue obteni-do por la filóloga y escritora palmera Maiki Martín Francisco (Santa Cruz de La Palma, 1974), autora del poemario Sin que yo opine lo contrario (Edi-ciones La Palma, 2003). Del total de obras registradas, 20 fueron seleccio-nadas y 3 acabaron como finalistas. Compusieron el jurado José Hierro (pre-sidente), Diego Jesús Jiménez, Arturo Maccanti, Chantal Maillard (vocales) y Elsa López (secretaria). En la quinta convocatoria (2005), a la que con-cursaron 102 trabajos, fue premiado el libro de Frank Abel Dopico (Santa Clara, Cuba, 1964) El país de los caballos ciegos, aún sin publicar. Constitu-yeron el jurado Elsa López (presidenta), Alicia Llarena González, Maiki Martín Francisco (vocales) y Ursina González de Ara Parrilla (secretaria acctal. del Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma). 244 NOTICIAS el número de lectores a los que les suenan ese nombre y ese galardón. Creo que en ese sentido fue una apuesta que mereció la pena inaugurar y no sé si conservar. Una de las condiciones que puse fue la de estable-cer mi estrecha vinculación a él, como idea mía y como proyecto que hice marchar adelante. Estaba implícito que Ediciones La Palma fuera la responsable de publicar los trabajos. Como siempre, es una malla que se va tejiendo y en la que la isla no aparece sin mí o yo no aparezco sin la isla. Ediciones La Palma es la editorial, el premio lleva el nombre de Santa Cruz de La Palma y se falla en esta misma ciudad durante la Bajada de la Virgen. ¿Qué más quieres? VJHC. ¿Cómo han funcionado las cuestiones relativas a la maquetación y al diseño? EL. Yo misma he sido la responsable, pero siempre admitiendo las sugerencias y pidiendo consejo: José Hierro, Bernardo Chevilly, Andrés Sánchez Robayna, todos opinan. Eso sí, cuando llega la hora de la ver-dad, yo observo y corrijo las propuestas y si me gustan, bien, si no, no lo quiero. Pero me parece que los autores tienen también derecho a dar su punto de vista. Uno tiene una idea: «—Yo deseo que en mi libro sal-ga un pino de Fuencaliente». «¿—Y por qué no? Pues póngalo Ud.». Pero esa imagen va sometiéndose a un diseño, a unas normas y a unas reglas. En «La Caja Literaria», por ejemplo, el autor elige el cuadro que ilustra la cubierta. Exigimos que sea la obra de un pintor y el diseño siempre es el mismo, pero ahí va también su aportación. En «Ministerio del aire», los autores elaboran el colofón y redactan su propia reseña. Admitimos sugerencias. Esta colección cuenta, asimismo, con el Ángel de Pepe Dámaso para la cubierta, que me parece una imagen deliciosa. Antonio López me cedió los derechos de la ilustración de «Archipiélago». Y, de alguna ma-nera, estos artistas plásticos piensan también hasta qué punto les intere-sa aparecer en una colección bibliográfica. VJHC. ¿Cuál es el balance del trabajo realizado con la Imprenta Taravilla? EL. Mi relación ha sido de una fidelidad aplastante. Taravilla representa el viejo Madrid. Ya antes te conté el comienzo. Y lo cierto es que, en algunas ocasiones a lo largo de estos veinte años, me han hecho ofertas, pero yo CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 245 no me he querido ir. Para mí es una cuestión de fidelidad y, aunque ac-tualmente hay algunos libros gestionados por estos jóvenes que trabajan en la editorial impresos en otros talleres —porque mantienen una estre-cha relación con ellos—, yo sigo editando lo que tengo bajo mi respon-sabilidad en Taravilla. No me importa que sea más caro… No me importa. Yo estoy atada a Taravilla, creo que el día en que Antonio Díaz muera, igual que he ido dejando colecciones, dejaré la imprenta. Hemos comi-do juntos, en Navidad, incluso. He tenido deudas —de ésas eternas— y me han permitido ir pagando poco a poco. Quiero decir que se trata de una relación tan amistosa y tan afectiva, que no quiero romper con ellos. Y, sobre todo, Taravilla va unida a la idea de imprenta en el sentido más clásico de la palabra. Cuando yo comencé con ellos, colocaban las letritas con unas pinzas en unas cajas. Luego han venido comprando nuevos aparatos; yo soy testigo de los cambios operados en la empresa, de la adquisición de nuevas técnicas en lo profesional. Y he visto envejecer allí a esos linotipistas, como se llamaban antiguamente. Antonio no es el tí-pico que llega y echa a todo el mundo y coloca cuatro máquinas digitales porque son más baratas, sino que ha sabido establecer y preservar ahí una coherencia. Y yo, ¿cómo celebro esa coherencia? Pues siguiendo con ellos y, si tengo que editar una entrega nueva de «Ministerio del aire» o de «Retorno», la imprimo en Taravilla, por muchas otras ofertas que se me presenten. VJHC. Aunque ya te has referido en otros momentos a la distribución, ¿cómo valoras el ritmo de difusión de Ediciones La Palma en Canarias y en la península? EL. Eso ha sido un desastre total. El último ya me dejó con una deu-da de casi 6.000 euros. Me quedé tirada. Y ahora, después de veinte años, espero acertar con una nueva distribuidora en la que confío mucho, UDL. Como ves, sólo nombro ésta, que es con la que comienza a irme bien. La empresa se organiza desde otras ideas económicas y otra concepción, incluso, del propio proceso de distribución, que parece funcionar de una manera mucho más seria. Cuenta con varias delegaciones en la penínsu-la (en Castilla, en Cataluña) y en Canarias. Por lo menos me pide libros y por lo menos liquida. 246 NOTICIAS VJHC. ¿Cuáles son los principales inconvenientes que presenta la dis-tribución o, si prefieres, con cuáles ha tenido que enfrentarse Ediciones La Palma? EL. ¿Qué hacen los distribuidores? Distribuyen, te piden libros. Tú les mandas cajas de unidades que ellos van colocando, y algunos los cobran, no los dejan en depósito. De eso que perciben han de entregar a las editoriales un porcentaje. La mayor parte de mis distribuidores se ha quedado o bien con el 50, bien con el 52, bien con el 53% del precio del libro de venta al público. ¿Qué ocurre? Pues que se apropian de ese dinero. Los tres distribuidores con los que he trabajado a lo largo de esta historia han acabado, por desgracia, no ya quedándose con el dinero, sino no facturando y al final, cuando te quieres dar cuenta, sostienen contigo una deuda que no te han abonado. Y, claro, se ven obligados a cerrar porque no les va bien. Es decir, no existe la mala fe del engaño, sencillamente no les ha ido bien en el negocio. El primero que tuve en Madrid era un distribuidor recomendado por otra editorial. Al principio me pusieron muchas pegas porque Ediciones La Palma editaba fundamentalmente poesía. Pero al final me aceptaron. Yo sé que vendía libros porque veía el movimiento que él mismo me mostraba. Pero un día desapareció, desapareció literalmente del mapa, nunca más se supo de él. No sabemos dónde está, ni lo sabe Ediciones La Pal-ma ni ninguna otra editorial, y se fue con nuestro dinero; dejó colgadas a unas veinte empresas. El segundo me duró muchos años. Facturaba bien y todo era correcto, hasta que de repente empezó a irle mal a él y, por extensión, comenzó a irnos mal también a las editoriales. ¿Qué ocurre? Pues las quejas de los distribuidores: los libreros no les recogen libros o no lo hacen en firme sino en depósito, y luego se los devuelven; en esos casos, el gasto que realiza el distribuidor es enorme. Además consumen bastante en almacenaje; hasta ahora, los distribuidores han tenido que contar con instalaciones propias y eso supone un incremento en concepto de compraventa (los menos) o alquiler. Todo el mundo da hasta aquí [señala la cabeza] en los libros. Muchas veces me pregunto: «¿Quién gana?». Te hablo en general: si el pobre au-tor no gana, si el distribuidor no gana, si el librero dice que no gana, ¿quién gana aquí? ¿Dónde está la clave? Porque yo, desde luego, no lo sé. CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 247 Mira, hay editores que viven de editar, pero esos señores tienen sub-venciones millonarias. Lo sabemos todos, especialmente los que no las percibimos. Son editoriales que viven a base de estas ayudas o a base de premios. Se trata de empresas con veinte galardones literarios a su cargo. Cuando tú ganas un premio te publican ellas, es decir, la edición la paga la institución que lo convoca; y, claro, de eso viven. Por ejemplo, el Pre-mio Internacional de Poesía «Ciudad de Santa Cruz de La Palma» lo car-ga el ayuntamiento a través del Patronato Municipal de la Bajada de la Virgen, no yo. Disponen de veinte premios, tres al mes —por poner un número—, que ya son tres libros gratis mensuales, más la subvención que les concede el gobierno por ser editores, editores clásicos o afines a la casa… ¿Qué ocurre? Pues, como digo, que nadie sabe dónde va el dinero. Yo, por lo menos, no he sabido nunca qué pasa con mis libros. Hay quien culpa a los libreros, porque los retienen o los tienen y los venden y no pagan. Eso dice el distribuidor. El librero, por su parte, lo que cuenta es que al distribuidor sí le ha pagado, pero no te entrega el dinero… y así estamos: echándose las culpas unos a otros. VJHC. ¿Cómo ha marchado la administración de Ediciones La Palma? EL. José González del Pozo es el encargado de esta labor en la edito-rial: lleva la contabilidad, conoce la trayectoria de los libros, redacta los contratos con los autores y me ayuda como quien auxilia al hijo tonto, al que hay que ayudar para que salga adelante. Y, gracias, porque si no, estaría perdida. No cabe duda de que José quiere mucho a la editorial y se siente muy unido a ella desde hace años. Yo le publiqué un libro de cuentos cortos (Cuentos y zarandajas, 2002). Es un asesor fiscal que comenzó haciendo la liquidación anual de Hacienda y que, poco a poco, se ha ido quedando con la editorial; de hecho, un día le comenté: «Te vas a ir a Brasil con la editorial. ¡Vaya una ruina!» —porque él tiene poderes para todo—. Y nos reímos. VJHC. ¿Qué colaboradores han marchado junto a Elsa López en la gestión de Ediciones La Palma? EL. He tenido cuatro colaboradores a lo largo de estos años. Dos de ellos son mis hijos David y Alba Cabrera López, quienes me han echa- 248 NOTICIAS do una mano. David, de manera más ideológica: buscando libros, auto-res, viajando. En una estancia en Cuba editó Toda esa gente solitaria, un libro de 18 cuentos escritos por un grupo de autores enfermos de SIDA que le ofrecieron esa oportunidad congregados al calor de un taller lla-mado La Montaña Mágica. Consiguió también un trabajo de la mexica-na Bárbara Jacobs, Doce cuentos en contra, publicado fuera de colección (1996). Por tanto, hizo también de editor. Lo que pasa es que mi hijo se marchó, estuvo en Marruecos y luego en China y, a partir de ahí, se desligó totalmente de la editorial. Pero como es escritor, algún día le entrará la vena y ya veremos... Luego, mi hija Alba realizó más bien una labor de secretaria, en el sentido de ir a Correos, enviar y recoger libros, una cosa más mecánica y de gestión del almacén. Pero fundamentalmente hay en Ediciones La Palma dos muchachos que son Javier Vela y Paul M. Viejo, encargados de dirigir la colección más importante que ahora asume la editorial. Carece de nombre, pero se tra-ta de libros nuevos para el público. Es gente joven, menor de 30 años, con otro concepto de lo que es la edición de poesía, con otros nombres más de actualidad, con traducciones importantes del mundo poético. En me-nos de un año han conseguido algo fantástico, como es que Carmen Balcells Segalà, la fiera de las fieras del mundo de las agencias literarias, les entre-gara un texto de Julio Cortázar. Lo están haciendo muy bien. Ellos me dijeron: «—Vamos a llevar la editorial, vamos a vender para poder seguir editando; si no vendemos, no seguimos editando». El otro día en Madrid me comentaron en dos librerías que estaban muy contentos, que se ven-día muy bien y que, bueno, que se notaba esta gente joven, que era muy valiente editando cosas nuevas. Fíjate que esto lo dijeron los profesiona-les de la librería Machado y de la Casa del Libro de Gran Vía, que son los establecimientos en los que se venden más libros nuestros. Estaban encan-tados. Y yo estoy encantada con Javier y Paul. Son dos escritores que co-nocí en la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores (Córdoba), a cuál más interesante. Llegaron allí, y trabajé con ellos y con su obra. Aquel año llegamos a forjar una amistad. De hecho, uno de ellos, Paul M. Viejo (Madrid, 1978) firmó la «Introducción» de mi antología A mar abierto (poesía: 1973-2003), publicada en la colección «Poesía» de Hiperión en 2006. Ha sido galardonado con el Premio Blas de Otero de Poesía por su libro CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 249 Extraña forma de memoria (Complutense, 2002) y con el Premio Nacio-nal de Novela Francisco Ayala por La madera y la ceniza (Universidad Popular José Hierro, 2003). Javier Vela (Madrid, 1981) es licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Complutense de Madrid y cuenta en su palmarés con varios galardones: el Premio Adonais de Poesía por La hora del crepúsculo (Rialp, 2004) y el Premio Loewe a la Joven Creación por Imaginario (Visor, 2009)13. VJHC. ¿Cuáles son los hitos que han marcado más o mejor a Edicio-nes La Palma? ¿Algún autor en particular? ¿Alguna obra? EL. José Hierro, Cavafis, Ángel Valente. Mira, el de Cavafis reúne to-das las características, porque fue una apuesta personal por un autor y por un traductor que me fascinaban, porque ya estaban en el mercado otras traducciones de editoriales más potentes que Ediciones La Palma y porque fue un libro que me costó un ojo de la cara: tres millones de pesetas de entonces, que es mucho dinero para que lo pague un particular. Y nunca me he arrepentido de haberlo hecho aunque todavía me queden en el sótano 100 ó 200 ejemplares. Cavafis es una especie de bandera. Haber editado a Cavafis me da tanto orgullo como haber editado también a Nicolás Melini o a Leocadio Ortega, por ponerte dos casos extremos: el desconocido, el que no vende, y el gran poeta, aclamado por todos, que me arriesgo a publicar de nuevo cuando en la calle había en ese momento tres traducciones más. A mí no me conocía ni Dios. Y que entonces di-jeran en El país que la mejor traducción, el mejor Cavafis y la mejor antología realizada era la de Ediciones La Palma…, de verdad, no sabes lo que es eso para un editor14. Siempre lo contaré. Yo edité este trabajo 13. En 2010 el mismo libro recibe también el Premio de la Crítica de Madrid. 14. Véase el estudio comparativo entre las traducciones castellanas de Cavafis de José María Álvarez para Hiperión (Poesías completas, 1978), Pe-dro Bádenas de la Peña para Alianza (Poesía completa, 1983), Ramón Irigoyen para Mondadori (Ocho poetas griegos del siglo XX, 1989) y Silván Rodríguez para Ediciones La Palma (Obra poética completa, 1991): FERNÁNDEZ [GONZÁLEZ], Vicente. «Traducir a Cavafis: sobre el concepto de equivalen-cia en la traducción literaria». Erytheia: revista de estudios bizantinos y neogriegos, 17 (1996), pp. 287-311. 250 NOTICIAS en 1991 ¡con 676 páginas! ¡Qué barbaridad! Y lo traducía Alfonso Silván, profesor de lengua griega de instituto. ¡Qué más humilde hay que todo eso! Además, la cubierta contiene una fotografía de Cavafis que a mí me gusta mucho. Este libro me hace sentir valiente. ¡Qué valor tuve! ¡Y qué valor el de mi familia de aguantarme ese gasto por un capricho! Porque aquello era un capricho, sencillamente, un capricho. Todo vino porque en un recital me había tocado leer el poema «Es-perando a los bárbaros» de Cavafis, que a mí me parece una de las cosas más bellas que se han escrito nunca. Me impactaba tanto ese poeta y recitaba constantemente aquel poema, que llegué incluso a aprenderme de memoria. En una ocasión, sentada en un bar con los amigos de la tertulia poética «La Ortiga», me sugirieron: «—¿Por qué no editas tú a Cavafis si te gusta tanto…? Aquí está Alfonso Silván, que hace unos años sacó una traducción de Elitis»15. Y le preguntan: «—¿Tú tienes una traducción de Cavafis?». Y Alfonso contesta: «—Ahí está parada. Pero es una traducción muy seca, muy literal casi»16. Él conocía muy bien el griego pero no era poeta. Y resulta que esa traducción áspera, que no desprendía esa cosa 15. Se trata de la Antología del Nobel Odiseas Elitis, publicada por Akal (Madrid) en 1982. 16. El trabajo de traducción de Cavafis de Alfonso Silván Rodríguez había sido becado por el Ministerio de Cultura algunos años antes. En un artículo crítico publicado en El país, su autor, Carlos G. Santa Cecilia, recoge el tes-timonio de Silván a propósito de la gestión ministerial con respecto a los trabajos que se presentaban a concurso: «Obtuve la beca para hacer una traducción de Kavafis. Presenté doscientos y pico versos y pedí que me dieran un plazo de dos meses más para terminar la traducción completa, en la que quería incluir algunos textos en prosa, pero me denegaron el segundo plazo. Si hubiera presentado cualquier cosa habría cobrado, pero pensé que buscaban calidad y no cumplir un plazo administrativo al que, efectivamente, yo me había obligado. Aquello me sentó tan mal que no he vuelto a traducir una línea. El día que termine el trabajo pondré en la dedicatoria que la obra ha sido hecha a pesar del Ministerio de Cultura». Véase: Santa Cecilia, Carlos G.. «Las ayudas a la creación literaria del Ministerio de Cultura, un incentivo critica-do por sus beneficiarios». El país (Madrid, 13 de enero de 1986), disponible en: www.elpais.com/articulo/cultura/MINISTERIO_DE_CULTURA/PODER_ EJECU-TIVO/_ GOBIERNO_PSOE_/1982-1986/ayudas/creacion/literaria/Ministerio/Cul-tura/ incentivo/criticado/beneficiarios/elpepicul/19860113elpepicul_5/Tes/ (consultado el 1 de febrero de 2010). CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 251 melodiosa del poeta que se mete a traducir a otro poeta, fue un éxito de crítica. Y me arriesgué por todo eso: porque era una traducción seca, a la que yo no tenía habituado el oído y porque el traductor era un desconocido. Y me siento orgullosa. Fue un reto, como todo en mi vida. ¿Que no puedo? ¡Vaya si puedo, ahí estoy! VJHC. ¿Qué cambiarías, si estuviese en tu mano, desde el principio? ¿Y qué modificarías aunque no dependiese de tu gestión? EL. Yo movería cielo y tierra por una buena distribución, eso es lo que a mí me ha faltado. Y lo que hoy llaman marketing. En lugar de haber-me gastado en un libro dos millones, haber cargado uno en la edición y haber invertido el resto en una buena campaña publicitaria. Eso también me faltó: haber planteado Ediciones La Palma como un negocio. Insisto, creo que el error fue que, como no me daba de comer, no era lo que ponía el mantel ni el pan en la mesa, yo jugaba a ser editora. Me arries-gaba, es cierto, pero lo hacía con mi propio dinero. Eso fue un fallo en el sentido de que no me dio la oportunidad de concebir una empresa y Elsa López y Ediciones La Palma, 1996 (Fotografía de T. Gonçalves) 252 NOTICIAS montármelo bien, seriamente: con un despacho, una secretaria, un orde-nador… No a base de amigos que te echan una mano o de valientes seguidores de la causa poética que están a tu lado. Ése fue el error que cometí. Pero ya es imposible volver atrás. Muchas veces digo: «—Cuan-do yo me muera, si alguien quiere seguir con la editorial, que lo plantee como desee». Estos jóvenes de los que te hablaba antes están haciendo bien lo que yo hice mal. Ahora disponemos de un centro neurálgico para la edito-rial, de un sitio, de una administración fiscal… Aunque ahora que sí tengo un lugar, ya no hace falta, porque en la actualidad todo funciona de manera virtual, está en el aire, en virtud de la red, de lo cual me alegro, puesto que yo inventé la oficina editorial virtual hace muchos años: era yo, ca-minando y dentro de mi cabeza. No existían las barreras físicas. VJHC. ¿Qué crees que se ha logrado para Canarias a través de Edicio-nes La Palma? EL. Creo que una universalidad, es decir, considerar que editar a un canario es como editar a un holandés, porque, de hecho, en Ediciones La Palma coexisten autores de varias nacionalidades: holandeses, alemanes, suizos, cubanos, argentinos… ¿Qué ocurre? Si en esta editorial hay palmeros, se convierten automáticamente en escritores universales. Están. Ahora son nombres que pertenecen a la literatura y, por tanto, pertenecen también al universo. Y yo he sido un camino que conduce a esa universalidad. No lo digo como algo impresionante; de hecho, creo que la universalidad puede ser muy humilde. El que lean a Anelio en Lugo es ser universal, es ma-ravilloso: que no te conozcan, que no te vean, que no sepan ni cómo eres porque ni siquiera aparece tu fotografía en la solapa del libro, pero ha-yan accedido al cuento «Una aventura del Zorro» o conozcan la novela La abuela de Caperucita. Eso es ser universal, literariamente hablando. Y no hay más que eso. Bueno, sí, que La Palma, que ya es famosa por el Observatorio Astrofísico del Roque de los Muchachos, o por su declaración Reserva Mundial de la Biosfera, o por sus vinos, se conozca también por sus buenos escrito-res y por una editorial que tiene su sede en Madrid pero que lleva el nombre de la isla por donde va. Tú imagínate, por ejemplo, qué pensa- CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 253 rán en Lucerna cuando lean el libro de Hans Leopold Davi —que aun-que nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1928, es de ascendencia suiza y vive en esta ciudad— y se den cuenta de que está publicado por Edi-ciones La Palma: conocerán la editorial, pero automáticamente también la isla. O a la inversa, pensemos que alguien consulta en Internet La Palma como destino turístico y enlaza el símbolo de Fierro con el de la edito-rial: «—Ah, éste es el sello de una editorial en la que está publicado un libro de poemas de Hans Leopold Davi». Si me apuras, tampoco es ése el fin que perseguí. Simplemente quise editar, como sigo queriendo hacerlo. Y ojalá tuviera yo una imprenta, una distribuidora y una librería. Tú llegas aquí con tu manuscrito, Ediciones La Palma lo diseña, lo maqueta, lo imprime y lo coloca al día siguiente. Y la presentación también la hacemos aquí, en «La Casa de Jorós». Y luego nos tomamos otro café aquí en la cocina y lo celebramos. Y cogemos el libro en las manos, aunque no lo comprase nadie… Es el proceso de la impresión, desde que tú lo escribes hasta que alguien lo lee, aunque sea una sola persona. Ese largo camino es lo que me ha movido. Y es lo que he conseguido. VJHC. ¿Son lo mismo Elsa López y Ediciones La Palma? ¿Qué tienen ambas en común y qué es lo que no comparten? EL. Son casi lo mismo. Porque no podría vivir la una sin la otra. Edi-to lo que me gusta. Hago lo que quiero. No estoy sujeta a instituciones y nada debo a nadie. Ella es mi sello de identidad más cierto. VJHC. ¿Más incluso que tu propia obra? EL. Sí, porque condensa muchos aspectos que pertenecen a mi per-sonalidad. Por ejemplo, la diversidad, el que a mí me gusten lecturas dis-tintas, desde una novela obscena hasta un poemario religioso, como es el caso de Villancicos populares, que agrupa el repertorio de la Rondalla lo Divino de la parroquia de San Francisco de Asís de Santa Cruz de La Palma y que luce en la cubierta esa fotografía computerizada de un án-gel realizada por Jorge Lozano Vandewalle. Este libro se vendió mucho en las librerías madrileñas: la gente lo compraba en el Corte Inglés du-rante el primer año que salió (1992). Y ellos no sabían ni qué era una 254 NOTICIAS rondalla. ¡Qué iban a saber! Y sin embargo lo compraban. Ésa es la magia de la editorial. Después de tantos años —de hecho no sabía que habían pasado veinte hasta que tú te pusiste en contacto conmigo y me lo comentaste—, miro hacia atrás y la única conclusión que extraigo es que no tengo la sensa-ción de que haya pasado el tiempo. Una editorial que está viva, lo está porque hay autores esperando todavía. Probablemente salga en estos días a la calle y me encuentre con alguien que me diga: «—Elsa, tengo unos poemas»; y es muy seguro que yo le responda: «—Déjame que los lea», como me ocurrió hace poco con una novela de Miguel Gómez. Y pue-de suceder que lea un libro que me guste y apueste por él. Quiero de-cir que ésta es la vida. Por eso creo que la editorial está viva. Evidente-mente, si es parte de mi carne y de mi cabeza, vivirá mientras yo viva. No sé si cuando yo muera, esto acabará, como mueren algunas co-lecciones cuando fallecen quienes estaban detrás. No lo sé. Pero no im-porta. Ha sido un reto, una dulce venganza con algo muy difícil como es la poesía y la literatura: «—¿Qué creíais, que no iba a sobrevivir? Pues he sobrevivido». Y lo he hecho contra viento y marea. Y además me da esa satisfacción del hijo: lo he criado, ha crecido, es sano e inteligente y continúa adelante escribiendo. Es eso: orgullo. Ha salido bien: es una editorial sana, fuerte, inteligente y, sobre todo, es valiente. Eso es lo que la define, porque ésa es la etiqueta que le pondría a los escritores a los que he defendido, e incluso a mí misma. Y, encima, es humilde, y en eso radica su grandiosidad. Si la miro bien, veo con orgullo a quienes han pasado por ella, quienes han escrito en ella, quienes han diseñado, quie-nes han opinado y quienes no han comido de ella, pero sí se han alimentado. Santa Cruz de La Palma, 30 de enero de 2010. Bibliografía: CASTILLA, Paca. «Canarios que dejan huella/16: Elsa López, canaria por encima de todo». [Entrevista]. Diario de avisos (Santa Cruz de Tenerife, 30 de marzo de 1992), pp. 30-31; DULCE, José Andrés. «Elsa López: «Pretendo que los ciu-dadanos canarios conozcan a sus escritores»». [Entrevista]. El día (Santa Cruz de Tenerife, 26 de julio de 1994); [FERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, Rafael, GARCÍA DE MESA, Roberto, EQUIPO EDITORIAL DEL CENTRO DE LA CULTURA POPULAR CANARIA]. «Elsa López». En: La enciclopedia de la literatura canaria. [Tenerife; Gran Canaria: Centro de la Cultura Popular Canaria, etc.], D.L. 2007, pp. 371 y 403; HERNÁNDEZ QUINTANA, Blanca. «López CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 255 Rodríguez, Elsa (Santa Isabel de Fernando Poo, Guinea Ecuatorial, 1943)». En: Dic-cionario de escritoras canarias del siglo XX. [Santa Cruz de Tenerife; Las Palmas de Gran Canaria]: Idea, D.L. 2008, pp. 121-127; MELINI, Nicolás. «Ediciones La Palma, dos años de andadura: fundada en Madrid por Elsa López». Borrador: página litera-ria/ Diario de avisos (Santa Cruz de Tenerife, 20 de junio de 1991); PÉREZ GARCÍA, Jaime. «López Rodríguez, (Amada) Elsa». En: Fastos biográficos de La Palma. [Santa Cruz de La Palma]: Sociedad Cosmológica de Santa Cruz de La Palma: CajaCanarias, 2009, p. 237. VÍCTOR J. HERNÁNDEZ CORREA
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Calificación | |
Título y subtítulo | Veinte años de una isla sin mar: la aventura de editar Canarias en Madrid, ediciones La Palma (1989-2009) |
Autor principal | Hernández Correa, Víctor J. |
Publicación fuente | Cartas diferentes: revista canaria de patrimonio documental |
Numeración | Número 06 |
Sección | Noticias |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Breña Alta (Santa Cruz de Tenerife) |
Editorial | Cartas diferentes ediciones |
Fecha | 2010 |
Páginas | p. 206-255 |
Materias | Patrimonio documental ; archivos ; cultura ; Canarias |
Enlaces relacionados | Página de la revista: http://www.cartasdiferentes.com/revista.htm |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 340865 Bytes |
Texto | 206 NOTICIAS 20 AÑOS DE UNA ISLA SIN MAR: LA AVENTURA DE EDITAR CANARIAS EN MADRID, EDICIONES LA PALMA (1989-2009) El de 1989 resultó, sin duda, un año especialmente productivo en lo que respecta al nacimiento o consolidación de varios proyectos de difu-sión de las letras canarias. En el terreno de las publicaciones periódicas, se fundan o se fortalecen entonces algunos títulos y suplementos cultu-rales en los que aflora continuamente la creación de los escritores del archipiélago; entre las primeras, sobresale el nombre de La página (Tenerife), dirigida por el poeta, narrador y ensayista Domingo Luis Hernández, profesor de la Universidad de La Laguna. Las relaciones del mercado del libro impreso, los certámenes y concursos literarios, junto a otras vías de divulgación, como los recitales y veladas por un lado y los estudios y análisis críticos por otro, concurren hacia la demostración de un cambio de rumbo en la proyección de la escritura en las islas. En el ámbito de los suple-mentos periodísticos, cabe citar Gaceta cultural y de las artes que, bajo la dirección de Juan José Delgado, ve la luz en el diario La gaceta de Canarias entre 1989 y 1990; El cebadal cultural (1989-1990), a cargo de Manuel Padorno (1933-2002), con Canarias 7, y Cultura, que comien-za su andadura en aquel mismo año dirigido por Diego Talavera en las páginas de La provincia. Apenas unos años antes aparecen por primera vez en el panorama editorial nuevas iniciativas decididas a apostar por la creación insular, como ponen de manifiesto las colecciones «Biblioteca de Autores Canarios» de Benchomo, iniciada en 1981 y que, habiendo interrumpido su actividad en 1986, se reincorpora —hasta la actualidad— a principios de la siguiente década; al margen de otras materias, la serie se especializa en recuperar obras o autores de la llamada escuela regionalista canaria como Agustín Millares Torres (1826-1896), Antonio Rodríguez López (1836-1901) o modernistas como Alonso Quesada (1886-1925), dedicando especial empeño a la historiografía, la novela y la leyenda; la perspectiva de aná-lisis de algunas de estas obras incidía en la marca ‘nacionalista’ e incluso CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 207 ‘independentista’ de los textos, puesta de relieve en las introducciones críticas. Paralelamente, desde principios de la década de los 80 y hasta hoy, en Las Palmas de Gran Canaria Edirca propone una visión de conjunto de la literatura insular a través de tres series fundamentales: «Ultramari-no », «Clásicos Canarios» y «Cultura viva de Canarias»; se trata de un es-caparate muy amplio en el que tienen cabida desde el rescate de auto-res históricos hasta las figuras más asentadas dentro del horizonte litera-rio de entonces; asimismo, fuera de colección se establecen nuevos vín-culos con la actualidad de las letras —apostando siempre por lo segu-ro—: desde Rafael Arozarena (1923-2009) hasta Luis León Barreto, pa-sando por Ángel Guerra (1874-1950). La aproximación a los autores con-templa en ocasiones el discurso exegético, sirviéndose para ello de apa-ratos críticos, prólogos e introducciones debidas a especialistas. Sólo unos años después del nacimiento de esta «Biblioteca de Auto-res Canarios», Interinsular Canaria, establecida en Santa Cruz de Tenerife, atiende el proyecto de la «Biblioteca Canaria de Bolsillo», dirigida por el profesor de la Universidad de La Laguna Dr. Andrés Sánchez Robayna. Entre 1983 y 1988 la colección se abre paso por la literatura de las is-las abarcando desde el siglo XV —incluidas sus manifestaciones en la an-tología Museo Atlántico del citado Robayna— hasta el XX, bien en vo-lumen colectivo, bien en ediciones monográficas, todas ellas concebidas con un estudio preliminar; afloran allí los nombres de Bartolomé Cairasco de Figueroa (1538-1610), Antonio de Viana (1578-1650), Tomás Mo-rales (1884-1921), Saulo Torón (1885-1974), Alonso Quesada (1886- 1925), Agustín Espinosa (1897-1939), Antonio de la Nuez Caballero (1915-2004), Isaac de Vega, Alfonso García-Ramos (1930-1980), Rafael Arozarena, Luis Alemany, Víctor Ramírez y Luis León Barreto. En 1988, un año antes del nacimiento de Ediciones La Palma, surge la ambiciosa «Biblioteca Básica Canaria», auspiciada por la Viceconse-jería de Cultura y Deportes del Gobierno regional; dirigida por Juan Manuel García Ramos, arranca en los orígenes literarios del archipié-lago (romancero, endechas y otras formas de lírica y épica tradiciona-les), pasando por casi todos los periodos históricos (Renacimiento, Barroco, Neoclasicismo e Ilustración, Postromanticismo, Modernismo y 208 NOTICIAS Vanguardias), hasta culminar con algunos representantes de la generación del 70. Por las similitudes que guarda con la trayectoria de Ediciones La Pal-ma en cuanto a la consideración de los jóvenes autores, mención aparte merece la colección «Nuevas escrituras canarias», dirigida por el narrador y docente Emilio González Déniz (Gran Canaria, 1951), también a car-go de la Viceconsejería de Cultura y Deportes, cuyos primeros integran-tes aparecieron en 1989: Basora (cuentos) de la desaparecida Dolores Campos Herrero (1954-2007), La calle de la concordia de Antolín Dávila Sánchez, La nube especular de Roberto Cabrera o Multitudinaria: (poe-sía) de Sergio Domínguez Jaén... Inaugurada también por el gobierno autónomo, progresa en aquel año de nutridos alientos la colección «Poe-sía », cuya edición cuidaba Carlos Gaviño de Franchy, merced a sus dos primeras entregas: La trampa de la noche de Carlos Pinto Grote (1989, n. 1) y Los espacios soñados (1989, n. 2) de José María Millares Sall (1921- 2009), secundadas luego por otros creadores. Entre los proyectos privados, cabe citar la santacrucera La Calle de la Costa, a cuyos primeros títulos de 1987 (Amanecer de mimos de Francisco Croissier, Por la montaña que no cede paso a las nubes bajas de Lorenzo Croissier), siguen los trabajos Salir corriendo (1988) de Daniel Bellón Serrano, Sombras calladas de antes de llegar al mar (1990) de Carlos Bruno Castañeda o La ciudad se rompe y se levanta (1990) de Anelio Rodríguez Concepción; sobresale En un vacío insondable (1994) de Juan Miguel Aguilera y Javier Redal, que obtuvo el Premio Ignotus a la Mejor Nove-la Corta en su edición de 1995. En el terreno de los concursos, en el curso académico 1988-1989 la Facultad de Filología de la Universidad de La Laguna instituye entonces sus Premios de Creación Literaria; las obras galardonadas en aquella primera convocatoria fueron: en la sección Narración, el cuento El relevo de María del Pilar Mendoza Ramos y Ojos de mujer del palmero Ricardo Hernández Bravo (accésit); en la de Poesía, el premio recayó en el libro Siete poemas de Carmelo Pérez Vidal —con el tiempo, profesor de la misma facultad— y fue accésit En la frágil materia de los gestos de Antonio J. Correa Acosta1. 1. Vid. Premios de Creación Literaria 1989: Facultad de Filología. [San Cris-tóbal de La Laguna]: Universidad de La Laguna, 1989. CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 209 En cuanto a las referencias más o menos consolidadas o clásicas de entonces, es necesario nombrar para 1989: el Premio de Edición Benito Pérez Armas de la Caja General de Ahorros de Canarias, concedido a Antolín Dávila por El cernícalo; el Premio Alfonso García Ramos, a Nacaria de Sabas Martín, quien además se hizo con el Tomás Morales de Poesía del Cabildo Insular de Gran Canaria por Peligro intacto y el Ángel Guimerá de Teatro por Teatro de maniobras; el Premio Pérez Galdós, para El uni-cornio dorado de Alberto Omar Walls; el Premio Ángel Guerra, para El viajero ocasional de Fernando Schwartz; el Premio Casa de Venezuela en Canarias, por Fósiles y armaduras del tiempo, a Víctor Álamo de la Rosa; el Premio de Novela Corta Ciudad de La Laguna, a Proceso de Cagigal de María de los Ángeles Teixera Cerviá; o el II Certamen de Poesía Isla de El Hierro, a Isla ensoñada de Graciano Peraita González. Por lo que respecta al Premio de Literatura Juvenil Félix Francisco Casanova, los ganadores se repartieron de la siguiente manera: en la sección Narrativa, Ricardo Hernández Bravo por Los cipreses del patio, quien obtuvo, ade-más, el de la sección Poesía por Recuerdos de un olvido; y menciones en una y otra, Catherine Bowyer Hernández (Charlotte) y Rafael José Díaz (No vales un amor que se entrega). De entre los galardones más prestigiosos concedidos a la trayectoria de un escritor, sin duda, los Premios Canarias se han constituido, desde su creación en 1984, en instrumento de dignificación del oficio dentro del ámbito de la comunidad canaria. En el área de Literatura, recayó en 1989 en el madrileño-grancanario Pedro Lezcano (1920-2002); sólo un año antes lo había recibido Rafael Arozarena y en 1990 el lagunero Car-los Pinto Grote2. 2. Para una panorámica de la literatura canaria de los años 80, remiti-mos al lector a los trabajos de Jorge Rodríguez Padrón, «Poesía, en diez años», pp. 129-132 y de Juan José Delgado, «Apuntes para una aproximación a la narrativa canaria última», pp. 133-139, así como a la «Antología [I]: poesía», pp. 140-198 y «Antología [II]: cuentos», pp. 200-275, publicados en el nú-mero 25-26 (año VIII, ns. 3-4, 1996) de la revista La página. También, al fundamental «Itinerario por tres décadas (1960-1990)» de Jorge Rodríguez Padrón, publicado en la bilbaína Zurgai (junio de 1992), pp. 48-57, monográfico dedicado a 50 años de poesía canaria. Aborda el papel de las revistas y su-plementos: NOGALES, Paula. «Difusión y crítica poética». En: II Congreso de 210 NOTICIAS Paralela y independientemente a este contexto, más lejos, en Madrid, la poeta palmera Elsa López (Santa Isabel de Fernando Poo, Guinea Ecua-torial, 1943) tomaba, sin proponérselo, el relevo de otra canaria empren-dedora, Josefina Betancourt, fundadora, junto a su marido, el poeta Ma-nuel Padorno, de la editorial Taller Ediciones JB. Elsa López mantenía de este modo el pulso que ya a principios de los años 70 había sostenido Betancourt con una cuestión fundamental en el proceso de la recepción literaria: la divulgación de la creación canaria, casi siempre estrechada por el cerco de la insularidad y reducida, dentro del acervo literario hispáni-co, a unos poquísimos nombres conocidos. Taller Ediciones JB avaló un proyecto que recolocaba a los autores isleños en un panorama editorial mucho más ambicioso, expresado por la vasta colección «Biblioteca Po-pular Canaria», organizada en series de política, documentos canarios, y poesía, dentro de la cual se inserta «Paloma atlántica», inaugurada en 1977, en la que ven la luz títulos como Desde aquí de Agustín Millares Sall (1917- 1989), Coral Juan García: el corredera de Manuel Padorno, Hago mía la luz de José María Millares Sall, Comedia de Eugenio Padorno, Palabras para un año nuevo de Pino Betancor (1928-2003), Una canción, una patria de Alfonso O’Shanahan Roca (1944-2009), Renacimiento de Losé Luis Pernas o Manifiesto de José Caballero Millares. A finales de los años 80, renace un mismo fervor por difundir Cana-rias desde Madrid, centro neurálgico de la labor creadora y profesional de su protagonista, y cumplir el ansiado propósito de trascender la fron-tera del margen meridional atlántico. En los preliminares de esta aven-tura, dilatada en el tiempo durante dos largas décadas, subyace una úni-ca meta: reimprimir Del amor imperfecto (1987), trabajo de Elsa López galardonado en 1987 con el Premio Internacional de Poesía «Ciudad de Melilla», del que dos años después apenas quedaban ejemplares en el poesía canaria: hacia el próximo siglo. Edición de Ernesto Suárez, Manuel Villalba, Cecilia Domínguez y Juan José Delgado. S. l.: Caja General de Ahorros de Canarias, D.L. 1997, pp. 191-202. De gran utilidad por la presentación or-ganizada de los datos y juicios, así como por su aporte crítico y bibliográfi-co a los asuntos tratados en las líneas antecedentes, es la extensa «Introduc-ción » de Miguel Martinón a su Antología de la poesía canaria contemporánea (1940-2000). [La Laguna]: Instituto de Estudios Canarios, 2003, especialmente pp. 140-142 y 148-153. CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 211 mercado. La idea, nacida del inocente compromiso con el lector ante la obra propia, fue tomando otro cauce y, sin quererlo, acabaría convirtién-dose en uno de los proyectos más sólidos y extensivos de cuantos han colocado a Canarias en el escaparate del lector español. La experiencia editorial, con todo, no era nueva para Elsa López, quien desde 1987 se hallaba al frente de Siddharth Mehta Ediciones. Con el cambio de década, surge un propósito que el tiempo y el esfuerzo con-tinuado han hecho creer gracias a la solvencia, la exquisitez y una dosis considerable de espíritu aventurero, arriesgado y, en cierta manera, irra-cional. Tal vez, si Elsa López lo hubiera pensado bien, Ediciones La Pal- Elsa López con Ediciones La Palma, 1996 (Fotografía de T. Gonçalves) 212 NOTICIAS ma no existiría y, desde luego, su nómina de colecciones no significaría nada: «Retorno», «Ministerio del aire», «La Caja Literaria» o «Tierra del poeta». La entrevista que a continuación trascribimos fue realizada en la vi-vienda particular de Elsa López en Santa Cruz de La Palma (callejón Tres Picos) el 3 de enero de 2010. * * * Víctor J. Hernández Correa. Parece inevitable, como demuestra tu caso y el de otros autores, que el escritor acabe con el tiempo convirtiéndose en editor. En Canarias, desde luego, son varios los ejemplos que pueden citarse, entre los que tú te encuentras. En general, ¿a qué responde la repetición de esta situación? Elsa López. Yo creo que hay una necesidad de querer mostrar a los demás que eres escritor. Ciertamente, muchos de estos editores son es-critores que han tenido toda clase de problemas a la hora de sacar sus libros adelante. Y es entonces cuando se embarcan en la aventura de poder hacer que su obra logre una salida y un reconocimiento. Esto ocurre en muchos de los casos que he conocido, sobre todo en casos de hace bas-tante tiempo. Hoy en día ya es distinto; ahora, la figura del editor como tal en Canarias se va viendo con más frecuencia. Hablo de gente que no tiene ninguna vocación de escritor, sino que simplemente ve en la edi-ción un negocio real, es decir, un camino con el que presentar pública-mente una serie de obras de autores canarios o no canarios. La mayoría de las editoriales del archipiélago se plantea para la edición de canarios; este hecho entra también dentro de una lógica como es que las islas encuentran dificultades de comunicación con las editoriales de fuera. Por otro lado, está la figura del escritor que luego edita en un momento determinado, que, asimismo, también se ha dado en nuestras islas. En mi caso concreto se debe a una cuestión que es la misma de siempre. En 1987 sale a la luz Del amor imperfecto, Premio Internacional de Poe-sía «Ciudad de Melilla». En muy pocos años se agota la edición. Los lec-tores van a comprar el libro pero no lo encuentran; ante esa situación, algunas librerías madrileñas me sugieren: «—Oye, Elsa, qué pena, no hay CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 213 forma de dar con ese libro. ¿Cómo es que no hacen una segunda edi-ción? ». Yo me pongo en contacto con la editorial Rusadir de Málaga, responsable de aquella publicación, y me dicen que no: que no es cos-tumbre... que si son 3.000 ejemplares... que si en poesía es una barbari-dad y que tienen miedo de pillarse los dedos con una nueva edición... Por entonces yo me encontraba en el Consejo Superior de Investiga-ciones Científicas, iba a cursos de etnografía y trabajaba con una serie de intelectuales del mundo de la antropología entre los que se encontraba Antonio Cea Gutiérrez. Antonio era el responsable de la edición de las publicaciones del Consejo que estampaba Imprenta Taravilla. Y él me indica: «—Yo conozco una imprenta con la que trabajamos en el Consejo. ¿Por qué no les preguntas cuánto puede costar la edición de un libro?». Yo voy a la imprenta y les consulto, y me contesta su dueño, un impresor de éstos de toda la vida, un castizo madrileño: «—Pero vamos a ver, ¿por qué no se lo edita usted misma? Mire, yo le busco un número de ISBN, se hace usted el libro y tenemos aquí un trabajo que no es ya una edi-ción de autor, sino el comienzo —me dice— de otras publicaciones…». «—Ah, pues, sí, podría ser una idea interesante». Por aquella época yo estaba dirigiendo aún una editorial, Siddharth Mehta, que llevaba este nombre como homenaje a un gran intelectual indio que había conocido en Madrid y cuya trayectoria me interesaba mucho. Aunque fui fundadora y directora, en realidad, la editorial no me pertenecía a mí, sino a un miembro importante de Alianza Editorial que tenía ese capricho: darme a mí el gusto de editar lo que me apeteciera. Ya había publicado algunos títulos y me había empezado a picar el gusanillo de editar: esa sensación de que puedes, de que en un momento deter-minado un libro —que está ahí, en tus manos y que es sólo un manus-crito— alcance a ver la luz en forma de impreso es apasionante. El que no lo ha sentido y no lo ha vivido no sabe lo apasionante que es, y lo es tanto como escribir tu propio libro. Decido, pues, reeditar Del amor imperfecto yo misma, provista de mi ISBN —¡con un registro!— y con un nombre. En Taravilla me advierten: «Ahora toca buscar un nombre para la editorial». Y, yo pienso: «¡Lógico, Ediciones La Palma!». No había otro nombre posible, era el único nom-bre. Inmediatamente escribí al Cabildo Insular de La Palma y solicité 214 NOTICIAS autorización para usar La isla, que me gustaba mucho. La isla era un dibujo, un trazo que había creado mi amigo Facundo Fierro. Antes me había dirigido a Facundo y se lo pedí, pero, claro, él me recondujo al Cabildo, que era el titular de la imagen. Y la institución autorizó por escrito su uso a Ediciones La Palma. Y salió mi flamante primer libro, Del amor imperfecto, segunda edición, en nuevo ropaje editorial de Elsa López. Del amor imperfecto, Ediciones La Palma, 1989 CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 215 Ese verano en el que se publica el libro, yo me vengo a La Palma. Voy por la calle y me suceden dos cosas y es que me encuentro con dos manuscritos como por arte de magia: uno era el libro de un futbolista que acababa de dejar el equipo y retornaba a La Palma. Y a mí me im-presionó tanto que un futbolista escribiera poesía… Se llamaba Nicolás Melini. Le pido el trabajo —me apetecía mucho escudriñar aquel poemario—, lo leo, me gusta y lo edito. Otro día, también andando por la calle, saludo a un amigo de mi hija, Anelio Rodríguez Concepción, y me comenta que está escribiendo cuentos. Yo le digo: «—A mí no me importa que estés escribiendo, quiero que me lo des ya, lo que tengas». «—Tengo una serie de cuentos…». «—Pues me los das ahora mismo». Y vuelvo a sentir esa alegría al poder anunciar: «—Pues ahora voy a prepa-rar sendos libros de dos personas que ni sueñan en este momento con editar». Y ahí surgen: La Habana y otros cuentos (1990, con 2ª ed. en 1996) de Anelio —quien no obstante, había dado a la luz Poemas de la guagua (Santa Cruz de La Palma, 1984) y Poma (Santa Cruz de Tenerife, 1987)— y El camino dorado (1990) de Nicolás Melini. Éste es el inicio de una serie posterior de libros. Todo lo demás ya viene seguido. Cuando mis amigos se enteran de que estoy editando, en un primer momento les hace gracia y me llaman la atención: «—Tú estás loca. ¿Cómo se te ocurre?». Y a mis viejos amigos —o mis amigos viejos—, como José Hierro o Carlos Sahagún, a todos estos poetas que me rodean, yo les respondo: «—No se rían de mí, y a darme libros. ¡Venga, libros!». Y co-mienzan a entregarme, a regalarme su obra. Algunos son trabajos que ya están olvidados porque son de los años 40 o 50, lo que me da pie a ree-ditar muchos de ellos. Ése es el principio de esta historia, de esta pasión por inaugurar, en mi caso, el fenómeno de ser una escritora editora. Como ves, todo se halla, en realidad, muy entremezclado. VJHC. 1989 parece un año fructífero para las letras canarias; de he-cho, en las islas se fundan o consolidan varios proyectos de difusión a través de editoriales o de la prensa. ¿Influyó en el nacimiento de Ediciones La Palma este contexto favorable o se trató desde su origen de un progra-ma aparte de lo que otras empresas (públicas y privadas) hacían directa-mente desde el archipiélago? 216 NOTICIAS EL. Mira, ni siquiera conocía esos proyectos. No tenía ni idea. Desde el principio fue una gestación y un parto fuera del archipiélago. La editorial nació lejos de las islas y se ha desarrollado al margen de ellas. Se trató desde su origen de un proyecto de Madrid, en Madrid y desde Madrid. Solamente me unía a Canarias el nombre; era un homenaje a mi isla: desde el nom-bre hasta el dibujo de Fierro, que acabaría convirtiéndose, como ya te he explicado, en el sello de Ediciones La Palma. Y jamás me animó mantener conexión con instituciones ni con empresas ni con nada que tuviera que ver con las islas. No por nada, sino, simplemente, porque en mí fueron la casualidad y el azar los que habían puesto a funcionar mi necesidad de expresarme de alguna manera. Siempre intento expresarme. Yo no sé pintar, ni sé cantar, pero sé escribir y me gusta escribir. Y todo lo que está rela-cionado con la escritura y me rodea, me apasiona. Todavía hoy, después de tantos años, no soy consciente de que a mi cargo existe una editorial. ¡Es tanto lo que disfruto cuando me llega un manuscrito, lo leo y descubro la posibilidad de editarlo…! Y si no puedo editarlo yo, lo remito a otra edi-torial. ¡Eso es parte de mi vitalidad y de mi alegría! En definitiva, ese contexto favorable del que hablas para Canarias por aquel entonces, cuando comienzan a salir nuevas editoriales, nada tenía que ver conmigo. Nunca tuvo que ver. Ni siquiera en estos momentos. Siem-pre ha habido una gran confusión a propósito de mi editorial. Por llamarse Ediciones La Palma, por presentarse bajo el mismo símbolo que se emplea en la proyección turística de la isla y por editar a tantos canarios, mucha gente cree que es una editorial canaria. Y como tal, a veces, me tratan. Es decir, me invitan a asistir a ferias, a participar en algún congreso de edi-toriales regionales y, a veces, por ese error, tratan a Ediciones La Palma como una editorial canaria. Jamás se han confundido para darme una subvención. Nunca he recibido nada del gobierno autónomo, pero no porque no me lo quieran dar, sino porque yo no lo he pedido. Ediciones La Palma no es una editorial que esté sujeta a nada en ningún sentido. Ni aquí ni en la península. Sólo una vez en estos 20 años, el Ministerio de Cultura com-pró ejemplares de un proyecto que el propio autor se encargó de solici-tar. Era un libro de los que el ministerio protege y el autor puso como con-dición que fuera publicado por Ediciones La Palma. Y me compraron equis ejemplares. Es la única vez que he sentido esa tutela. CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 217 Asimismo, en otra ocasión, el Cabildo Insular de Tenerife concedió a la editorial un premio por su magnífica edición. Fue un trabajo de la colección «Ministerio del aire», con diseño de Bernardo Chevilly, en la que, como sabes, aparece un angelito de Pepe Dámaso grabado en bajo-rrelieve (1993), un aguafuerte cuyo original él me regala. La colección lleva el sello indiscutible de Bernardo Chevilly como diseñador de libros —que es perfecto— y como corrector de pruebas de la colección. El de Ministerio del aire fue un nombre que en su día causó bastante impacto en el mundo editorial y, en general, en el de la literatura porque se aso-ciaba al Ministerio homónimo de Franco. Pero yo lo empleé por ese doble juego, en el sentido de que agrupa libros que poseen un ministerio, es decir, cumplen una función, poética, que es una función de aire, está en el aire y vuela, como los ángeles. VJHC. En más de una ocasión has vinculado el origen de Ediciones La Palma, donde se da el caso extraño de difusión de las jóvenes —o raras— escrituras canarias en un lugar alejado, ajeno en cierta manera a las islas (culturalmente hablando), con tu propia trayectoria, en la que el viaje, la ida obligada o consciente de La Palma y el retorno constante a ella han marcado tu vida personal e incluso algunos temas frecuentes en tu obra. EL. Sí, es cierto. Mis ataduras sentimentales a la isla han marcado el camino de la editorial. Publicar a jóvenes desconocidos es parte de mi trayectoria personal; ese echar una mano a los que empiezan o a los que no tienen dónde acudir. Porque con Ediciones La Palma quise, de alguna manera, reparar lo que yo, por suerte (Bueno, ¿por suerte?... Sí, digo bien.), nunca padecí, como fue el olvido de las editoriales. Porque, en efecto, yo tuve mucha suerte desde el principio con mis dos primeros libros, que alcanzaron una acogida crítica muy interesante por parte de Abc —nun-ca me olvidaré— gracias a Celso Emilio Ferreiro, que habló de El viento y las adelfas (J. Régulo Editor, 1973) tan bien que, bueno, empezó la gente a querer conocerme3 y, a continuación, saltó —casi no me dio tiempo, 3. Véase: FERREIRO, Celso Emilio. «López Rodríguez, Elsa: El viento y las adelfas». Abc (Madrid, 25 de enero de 1974), p. 58; el mismo autor publicó otra reseña en La estafeta literaria en 1974, que apareció reimpresa en la solapa de la segunda edición de El viento y las adelfas: poema en dos cantos (J. Ré- 218 NOTICIAS publiqué dos libros en medio— el Premio Internacional de Poesía «Ciu-dad de Melilla», que proyectó mi nombre en toda la prensa a nivel na-cional. Por eso digo que yo no tropecé con dificultades a la hora de edi-tar; es más, a mí me han pedido las editoriales los libros para su publi-cación; al menos hasta la fecha. Por ejemplo, la madrileña Torremozas, que sacó mi segundo libro, Inevitable océano; o en Tenerife, Tagala, que imprimió mi tercera obra, Penumbra, etc.4. No obstante, sí que había vivido el caso de muchos compañeros míos, a los que veía ¡luchando! completamente por un poemario espléndido, ¿sabes? E incluso observaba a mi alrededor otra situación que me pare-cía aún más trágica: a poetas consagrados, como Carlos Sahagún o como José Hierro, les costaba publicar. ¡En aquella época! Todavía no había sido el boom de José Hierro, ni le habían dado premios ni nada de nada, ni siquiera le habían reeditado. Y aún te digo más: pude contemplar, de primera mano, el caso —increíble— de Antonio Gala con un libro que no se había vuelto a reimprimir, Enemigo íntimo, que estaba ahí y del que de vez en cuándo la gente fotocopiaba algún poema5. ¡Y que nadie hablara de nin-guno de estos libros, que a mí me parecían fundamentales en la historia de la literatura…! Entonces decidí que aquellos libros debían volver a ver la luz. ¡Fueron una ruina! Yo no vendía casi nada. VJHC. ¿En serio? gulo Editor, 1987) y años después, con el título «Comentario sobre El viento y las adelfas (1973)», en Archipiélago literario/El día (Santa Cruz de Tenerife, 18 de diciembre de 1993), p. III. 4. Para una puesta al día sobre la obra y la historia crítica de la produc-ción de Elsa López, véanse los trabajos: HERNÁNDEZ QUINTANA, Blanca. «López Rodríguez, Elsa (Santa Isabel de Fernando Poo, Guinea Ecuatorial, 1943)». En: Diccionario de escritoras canarias del siglo XX. [Santa Cruz de Tenerife; Las Palmas de Gran Canaria]: Idea, D.L. 2008, pp. 121-127; VIEJO, Paul M. «Introducción». En: LÓPEZ [RODRÍGUEZ], Elsa. A mar abierto (poesía: 1973- 2003). Edición de Paul M. Viejo. Introducción de Pablo García Baena. [Ma-drid]: Hiperión, D.L. 2006, pp. 13-25. 5. Enemigo íntimo, que en 1959 había sido reconocido con un accésit al Premio Adonais de poesía, fue impreso en 1960 en Rialp (Madrid). Edicio-nes La Palma lo reedita en 1992 en la colección «Retorno». CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 219 EL. ¡Bueno! ¡Era una cosa…! Empecé imprimiendo sólo mil ejempla-res, luego quinientos… y no vendía nada. Pero no importaba. Mira, yo iba con los libros a todas partes. Iba a las librerías… ¡y yo misma vendía los libros! En fin, que editaba los libros, los pagaba, acudía a la impren-ta, los corregía y luego, cuando salían, me dirigía con ellos a los periódi-cos en mi coche para que los críticos los leyesen y escribieran algo. El colmo de mi historia divertida con la editorial fue publicar el libro de Cavafis, que estalló luego como una eclosión, pero al principio… Para entonces ya me habían arruinado dos distribuidores: se habían quedado con el dinero, no tenía suerte con ellos, todos salían huyendo con el fondo y con las ganancias; pero no sólo a mí, esto le ocurría a casi todas las editoriales pequeñas. Recuerdo en concreto entrar en una librería que se encuentra en frente de la Biblioteca Nacional, por la parte de atrás, en la calle Serrano. Y les pregunto: «—¿Tienen ustedes la obra completa de Cavafis?». «—No, no». «—Vale. Es de Ediciones La Palma, apúntelo usted». Volví a los tres días: «—¿Tienen ustedes las obras completas de Cavafis de Ediciones La Palma?». Y otra vez: «—No, no». Hasta que un día llego y me dicen: «—Ay, señora, venga, venga [Bueno, yo entonces era más joven, me dirían: «Ven, ven»]. ¡Ya tenemos por fin el libro de Cavafis!». «—Ay, qué bien, ¿de la editorial que yo le he dicho?». «—Sí, sí, de Ediciones La Palma, lo hemos conseguido. Son…». ¡Y era carísimo el libro! ¡Una vergüenza…! No pude decir que era la editora del bochorno que sentí y me vi comprometida a pagar el volu-men. Y lo compré. Ja, ja, ja... Siempre cuento esa anécdota. Bueno, yo hacía cosas divertidísimas, como irme a las librerías a ins-peccionar si se hallaban en venta los libros de Ediciones La Palma. Cuando no me miraba el librero, los colocaba en primera fila o hacia el públi-co. O, en el Corte Inglés —en aquella época, mis libros ya se vendían allí—, en la sección de Poesía, allí, oculto, aparecía, a lo mejor, por ejemplo, Cuanto sé de mí de José Hierro6 o algún otro librito que había alcanza-do cierto impacto; otro de Octavio Paz y, en general, nombres conoci- 6. Cuanto sé de mí fue editado por primera vez por Ágora (Madrid) en 1957, recibiendo al año siguiente el Premio de la Crítica de Poesía en cas-tellano, que otorga la Asociación Española de Críticos Literarios, y en 1959 el Premio «Juan March» de poesía. En Ediciones La Palma, la primera en-trega se publica en 1992 y en 1999 aparece la segunda edición. 220 NOTICIAS dos. Y entonces yo los colocaba hacia delante, para que cuando la gente pasara se detuviera en ellos. A los pocos días volvía al Corte Inglés y ya los habían vuelto a poner de canto. Ja, ja, ja. Y yo volvía a situarlos de frente. Era una lucha muy personal. Pero, bueno, poco a poco, me fui dando cuenta de que yo era la editorial, de que mi vida estaba unida a la edi-torial. Cuando me tomaba un café con mi grupo de «La Ortiga», con mi tertulia de poetas, pensaba: «—Dios mío, si los estoy editando yo…». Mis amigos, que era a quienes yo publicaba, eran aquellos mismos con los que acudía a dar recitales por todas partes… Hay una foto que es todo un símbolo y que me encantaría que vie-ras. Estamos sentados en un corro. Se le está haciendo un homenaje a un amigo incluido en una colección maravillosa de la que siempre ha-blo, «Retorno», destinada a la reedición de obras descatalogadas: Claudio Rodríguez, José Hierro, Antonio Gala, Pablo García Baena, Carlos Sahagún, Rafael Morales, Sagrario Torres, Eladio Cabañero… El homenaje era a Eladio Cabañero. En ese homenaje, todos los que estoy nombrando estábamos sentados a su alrededor. Gerardo Diego no, que había muerto; Pino Betancor tampoco, porque estaba aquí en Canarias; ni Sagrario Torres, que no pudo estar aquel día. Y asistieron otros que ya han fallecido, como Juan José Cuadros. Y yo los reeditaba porque habían sido amigos de estos amigos. Todos estamos sentados… Ángel García López, Francisco Brines... ¡To-dos! Entre los que editaba en «Retorno» ya aparecen nombres canarios. Gente a la que yo respetaba, como Pino Betancor, Luis Feria… Yo edité a Luis Feria. Que, por cierto, tenía unas broncas descomu-nales con él por teléfono… Primero me dijo que sí, pero luego, cuando ya estaba corrigiendo, se enfadó: «—¿Pero quién es esta puta que me lla-ma? ». Sí, sí. Y entonces Paco Brines, que era amigo suyo, lo apaciguaba: «—Pero, ¡por Dios!, Luis, que es Elsa, que ya te he hablado de ella, que quiere reeditar tu libro». Y el otro: «—¿Y por qué quiere reeditar mi li-bro? ». Y Paco: «—Pero, Luis, si ya se lo entregaste». Al final salió adelan-te, como yo quería, Fábulas de octubre, que se publicó, como te digo, en la colección «Retorno»7. Una serie que es un prodigio. 7. El libro Fábulas de octubre había sido galardonado en 1964 con la con-cesión del Premio Juan Boscán y un año más tarde es editado por el Insti- CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 221 Y te digo más, hay quien tiene esa colección guardada como un teso-ro; porque aparte de los autores y las obras, el diseño es de José Hierro: los barcos de ese retorno, de ese buque que vuelve. El propio Pepe ele-gía los tonos de las velas. Después que murió José Hierro, esa colección ha ido como… no lo sé. Probablemente, la vida misma… Fíjate si mi existencia va unida a mi editorial y mi trayectoria como editora se enla-za con mi propia vida, que cuando mueren quienes estuvieron a mi lado, esas colecciones se quedan ahí. Empiezo a notar que no quiero seguir. Es como si dijera: «—¿Para qué, si ya Pepe no está conmigo, no me está gritando porque me he confundido en un color?». (¡Porque eso eran broncas cuando la vela no coincidía con el tono exacto...! Claro, es que nunca salían como él quería.) Los amigos se retiran y las colecciones se van apagando con ellos. Y yo me voy apagando con las colecciones. José Hierro y Elsa López en el Museo Romántico, Madrid, 2001 tuto de Estudios Hispánicos de Barcelona. En Ediciones La Palma, la obra se publica en 2000, dos años después de la muerte de su autor, quien había llegado a cabo un lento y exhaustivo proceso de revisión textual. 222 NOTICIAS Lo que ocurre es que soy como el ave Fénix. Yo vivo en los demás. Cuando mi trayectoria personal es de retirada, lentamente, porque me encierro a escribir o me voy con mi familia o a ver crecer mis huertos, hay quien me sustituye como si fuera yo misma. Y ahora hay una gente joven que me está sustituyendo en el sentido de elegir obras o autores. Actualmente la editorial está dando un cambio, un cambio que da la vida misma, un cambio real. Se está hablando de autores y de obras que in-teresan al público, a las que yo he vivido ajena, pero que el lector joven demanda. Y, claro, los que dirigen la editorial en estos momentos lo ha-cen de otra manera. VJHC. Alejada en 1989 de La Palma y en general del archipiélago —al menos físicamente—, ¿cómo entras en contacto con los escritores que editas en aquel entonces? ¿Cómo es posible que hubieses logrado reunir tal cantidad de jóvenes creadores casi por completo desconocidos, cuan-do otras editoriales «de Canarias» prácticamente los ignoraban? ¡Casi parece una provocación o incluso un salto al vacío! EL. Esa pregunta me parece muy interesante. No es una provocación. Es una pena. ¡Cómo es posible que estos muchachos, estos grandes es-critores no se editen en Canarias! Y, ojo, al final la vida me ha demos-trado que lo eran; digamos que no me equivoqué, por suerte para mí y para ellos. Mis decisiones editoriales no son irracionales. Yo soy curio-sa, soy investigadora, en el fondo sigo siendo una escudriñadora de cosas. Y la curiosidad me puede muchas veces. Yo pregunto: «—¿Sa-béis de alguien que esté escribiendo?». Porque esto es una cadena: Anelio Rodríguez Concepción y Nicolás Melini me llevan a Leocadio Ortega, a Inmaculada Hernández… A su vez, en las presentaciones de éstos conozco a nuevos autores que vienen a mí. Es que son muchos en esta isla. Primero me encuentro con Antonio Jiménez Paz y luego con Ricardo Hernández Bravo. Y aparece Miguel Gómez Ramos con esa no-vela, La casona de la calle adoquinada (Ediciones La Palma, 1991). Y re-aparece ahora de nuevo Miguel Gómez y, ojo, que yo ya no edito nove-las, pero le busco camino para publicarla, porque creo que merece la pena. ¡Ese Leocadio! ¡Esa irrupción en mi vida! Porque Leocadio entra en mi vida. Conservo cartas suyas que son una belleza y un mundo. Ese CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 223 muchacho herido por la vida, ya alcohólico, fuera de combate desde que lo conozco. Era un chico joven y ya estaba fuera de la vida. ¡Y escribiendo de aquella manera…! ¿Cómo no me voy a enloquecer de alegría o de placer editor cuando en un sitio como la isla de La Palma, perdido en el norte, metido en un lugar como Barlovento del que en aquel tiempo se decía De Barlovento, ni el viento, en aquel pueblo extraño, inhóspito, donde yo paraba sólo para comprar el pan porque es que el viento me tiraba, sur-ge de repente Leocadio? Hay una fotografía mía, que es una belleza y que me envió el otro día Nicolás Melini, que me emociona contemplar. Estoy sentada en una mesa con Leocadio. Yo tan joven, tan radiante; se me ve feliz porque estoy con Leocadio8. Para mí, Leocadio es un símbo-lo de una juventud destrozada por el aislamiento, destrozada por ser isla, destrozada porque aquí los aeropuertos se cierran y no sabes qué va a pasar, destrozada por el abandono de la propia gente que te rodea, que no valora que eres un alma increíblemente inteligente y fuerte como era Leocadio. ¡Ese descubrimiento... ese descubrimiento! Cuando ahora me dicen que los poemas son tan buenos, ¿sabes lo que me pasa?; cuando me hablan bien de Leocadio o de Nicolás Melini o me dicen: «—Pero hay que ver cómo escribe Anelio…», yo no digo nada, pero me entra por dentro una cosa… Comíamos juntos, hablábamos. Él me escribía a Cór-doba unas cartas tan tristes…9. 8. La citada fotografía, realizada el 16 de marzo de 1991 en Barlovento con ocasión de la presentación del poemario Prehistórica y otras banderas de Ortega, fue publicada en el primer número de la revista dirigida por Nico-lás Melini Azul: cuadernos literarios (Santa Cruz de La Palma, 1991), p. 10. 9. Leocadio Ortega Hernández (1955-2007) publica en Ediciones La Palma Prehistórica y otras banderas en 1990. Para Anelio Rodríguez Concepción, Leocadio escribe como «un visionario: ve más allá; va más allá. Y como tal visionario, su oscura biografía, su mundo real y cotidiano, que a veces pretende anular la presencia del poeta maldito en el hombre maldito, no se diferencia mucho del mundo sardónico, tan lleno de ternura, que late entre sus versos»; véase: RODRÍGUEZ CONCEPCIÓN, Anelio. «Prehistórica y otras banderas, de Leocadio Ortega». La provincia (Las Palmas de Gran Canaria, 16 de mayo de 1991), p. 39. El autor, reacio a dar a conocer su obra, nos dejó, sin embargo, una breve reseña de su trayectoria y lo que parece un esbozo de poética en: ORTEGA, Leocadio. «Elementos de un naufragio». Azul: cuadernos literarios, 1 (primavera, 1991), pp. 9-12, en el que se incluye, además, un largo poema a 224 NOTICIAS Todo esto es como una energía… No lo puedo evitar. Me he arruina-do a veces por esto. Cuando yo invertí en Cavafis no fue sólo porque me gustara Cavafis, sino porque me llegó un amigo que era profesor de Griego, quien había traducido a Elitis. Y a mí me había parecido precio-sa la edición... Y me dijo: «—Pues mira, tengo traducido a Cavafis». Y yo, como una loca, sin pensarlo, le contesté: «—Pues venga, lo editamos». Yo Elsa López y Leocadio Ortega. Presentación de Prehistórica y otras banderas, Barlovento, 1991 modo de despedida del oficio de poeta que da título al artículo. Véase la síntesis de su obra trazada por: PÉREZ GARCÍA, Jaime. «Ortega Hernández, Leocadio». En: Fastos biográficos de La Palma. [Santa Cruz de La Palma]: Sociedad Cosmológica de Santa Cruz de La Palma: CajaCanarias, 2009, p. 291; también, las aportaciones de: MELINI, Nicolás. «Leocadio Ortega: Elementos de un nau-fragio ». La Mancha: espacio de literatura en español, 9 (3 de agosto de 2008), disponible en: http://delamanchaliteraria09.blogspot.com/2008/08/leocadio-ortega- elementos-de-un.html (testimonio sobre la vida de Ortega); y MELINI, Nicolás. «Leocadio Ortega: poesía y otras complicidades». Azul: cuadernos li-terarios, 3 (verano, 1992), pp. 14-17; así como el especial que le dedica el suplemento 2C: revista semanal de ciencia y cultura/La opinión de Tenerife (Santa Cruz de Tenerife, 14 de julio de 2007), pp. 10, 11 y 12, con sendas notas de Antonio Jiménez Paz y Anelio Rodríguez Concepción, más reproducción póstuma de dos trabajos ya citados del propio Ortega. CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 225 pensaba: «Cavafis, el mejor poeta del mundo en este momento…». Pim, pam… Tres mil ejemplares. Me los he comido, porque aún me quedan ejemplares. Sólo que Cavafis es como uno de mis pilares, porque tuve la suerte de que un crítico muy duro, Trapiello, escribiera en aquel momento que la de Ediciones La Palma era la mejor traducción castellana de Cavafis existente en el mercado. ¡Bueno, aquello fue…! Salió la crítica en El País, me puso por las nubes —a mí no, a la editorial— y entonces empezó a venderse Cavafis10. Y Cavafis se vende siempre, igual que se venden los libros de José Hierro. Todos los meses Ediciones La Palma vende algún libro de José Hierro, dos o tres tomos de esos gordísimos de Cavafis, y van saliendo. Son mis pilares —digo— porque son los responsables de que siga teniendo fuer-zas para creer: «Bueno, ya saldrán los libros adelante». En algunos casos, me he comido la edición casi completa. He vendido cien o doscientos y el resto está ahí en el almacén. Siempre servirán para regalar a alguien que quiera leerlos. No tengo esa pena dentro. Soy investigadora, curiosa, apasionada y, en ocasiones, irracional. Sí. Amo escribir, amo editar y siento esa causa como mía. Estos autores que te he nombrado, entregados en solitario, son los que escriben. Siento, de verdad, debilidad por ellos. Es una causa perdida y, como muchas causas perdi-das, son causas hermosísimas. Son esos poetas que, de repente, consiguen el dinero de una subvención para editar un manuscrito (Pero las institu-ciones prefieren invertir esos fondos en construir un campo de fútbol y arrojan el dinero por el aire y los billetes vuelan empujados por el vien-to endiablado de su pueblo…). 10. Otras reseñas al libro merecen también tenerse en cuenta. Así, la que Román Bermejo López-Muñiz publica en Minerva: revista de filología clási-ca, 6 (1992), pp. 346-350; el crítico pone de relieve el hecho de constituir, por aquel entonces, «la primera edición bilingüe griego-castellana que reco-ge la totalidad de la obra de Constantino Cavafis»; alaba «el cuidado tipo-gráfico con que se ha impreso el texto original» y, en su conjunto, califica como «meritoria» la labor del traductor. Luis Alberto de Cuenca presentó la obra en el Ateneo de Madrid el 13 de enero de 1992 y en su «Lecturas re-cientes », Abc (Madrid, 2 de febrero de 1992), p. 24, se refiere asimismo a la traducción de Silván como un trabajo interesante. La obra fue ilustrada por Antonio Quintana (Iznájar, Córdoba, 1943). 226 NOTICIAS A ti te cuentan esto y te lo cuentan como un disparate, y es un dis-parate y una locura. Pero tú en eso ves todo un símbolo. Lees la poesía de un tío como era Leocadio Ortega, que valora otras cosas y que vive en un mundo totalmente ajeno a la realidad. Eso es lo que me conmue-ve de manera profunda. «—¡Pues eres una idealista!». Vale, pues soy una idealista, ¡qué le vamos a hacer! Y la editorial es la consecuencia de ese idealismo mío. Sigo creyendo en un mundo distinto y sigo creyendo además —ya nadie me puede cambiar a mis años— que los seres humanos res-ponden a lo que tienen dentro, a su instinto más profundo. Cuando Leocadio llegaba, bebido a veces, a mi casa, yo no miraba al Leocadio que veía la sociedad: un chico mal vestido, mal alimentado, desorientado. No, yo observaba a ese tremendo poeta, esa locura… Por-que los poetas están un poco locos; de otro modo no podrían escribir como escriben. VJHC. Aunque en cierta forma ya has respondido, me gustaría que te centraras en contar de qué estrategias se sirvió Ediciones La Palma para compaginar la poca rentabilidad que podía alcanzar en Madrid una co-lección constituida por jóvenes creadores canarios con la permanencia más o menos estable en un mundo tan diverso y competitivo como es el del mercado editorial. EL. Pues vendía los libros por las librerías o hacía publicidad de puer-ta en puerta. Invertía dinero en literatura, en lugar de comprar un abri-go o irme de viaje. No he sido nunca muy propensa a gastar en mí mis-ma. Excepto en cosas que puedan ser vía de comunicación con otros. VJHC. Me cuesta un poco comprender que dijeras antes que te costa-ra vender a José Hierro o a Cavafis. Me parece impensable. EL. Pues hubo un momento en el que José Hierro se empezó a ven-der, que fue cuando le concedieron el Premio Cervantes (1998), y em-piezan a pedirme ese libro de nuevo. Mira, los libros tienen una trayec-toria muy concreta. Tú sacas mil ejemplares. Te distribuyen trescientos. A los tres o cuatro meses te devuelven doscientos veinte. Se ha vendi-do… pues… nada. ¿Qué ocurre con mi editorial? Pues con Ediciones La Palma sucede un fenómeno curioso y es que hay lectores adictos a ella. CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 227 Y calculo que deben existir unos trescientos o cuatrocientos que com-pran mis libros. Vas a las casas y te encuentras con la colección com-pleta de «Retorno» o de «Ministerio del aire». Por ejemplo, en Valencia hay coleccionistas de mi editorial porque es pequeña y saben que pu-blico pocas cosas al año, pero muy interesantes. Pues eso, libros para bibliófilos. Lo tengo más o menos bien calculado por las ventas que conozco en todo el país. Yo llego a una librería de Cádiz y me dicen: «—Ah, ¿usted es Elsa López? Pues fíjese que ayer mismo vendí un libro de «Retorno»». O voy a Valencia y entro a comprar un libro: «—¿Tienen ustedes algo de Ediciones La Palma?». «—Sí, sí, claro, la colección «Retorno». ¡Cómo que no! ¿Qué libro quiere usted?». O en Barcelona… Son librerías que conciben Ediciones La Palma como un referente cultural. Y lo es tam-bién para muchos escritores. Cuando a mí me envían sus manuscritos autores ya conocidos, que han editado en Tusquets, en Pre-Textos o en otras editoriales, y me piden publicar en Ediciones La Palma, me da una alegría tan grande que me parece que todo lo invertido y todo el esfuer-zo ha merecido la pena. ¿Por qué? Porque valoran esa editorial. O cuan-do la sitúan entre las diez mejores editoriales de poesía de este país. Eso es un éxito tan grande… ¡Que yo esté al lado de Hiperión o de Visor…! ¡Esta editorial tan pequeña! Cuando a mí, un año, me dan en la feria del libro de Madrid un pre-mio… Bueno, yo me enteré allí mismo por el autor; no tenía ni idea. Lo llaman y le comunican que a su trabajo Altamarinas (1997), la sexta entrega de «Ministerio del aire», le han concedido el premio a la mejor edición de la Feria del Libro de Madrid. Bueno, eso en Canarias ni se dice ni se cuenta. Nadie lo conoce. Se supo porque Víctor Álamo de la Rosa es canario. En 1998, por Altamarinas premian la labor de Ediciones La Palma. Eso me da una alegría muy grande porque la editorial ya camina, y ca-mina sola. VJHC. Aparte de tu pasión por Canarias, ¿qué tenían en particular aquellos jóvenes creadores canarios? EL. De todos es imposible hablar. Pero sí puedo decir que tienen en común su generosa entrega por la escritura, su pasión por escribir, su locura, 228 NOTICIAS su mundo interior, que es tan rico… Eso es lo que tienen en común. Luego, de manera individual, de Nicolás Melini lo que me llamó la atención es que fuera un futbolista al que le gustara escribir poemas. Años más tar-de le pedí un libro también a aquél del Real Madrid… ¿Cómo se llama-ba? Ah, sí, a Valdano. Me dijo que le atraía mucho la editorial, que lo sentía, pero que ya lo había comprometido. A mí me apasiona el mun-do del fútbol, me parece muy interesante y lo de aquel jugador… Yo me imaginaba a ese señor corriendo detrás de un balón con versos en la cabeza… Y me encantó. Lo de Anelio fue por eso que ya te conté antes. Había leído un cuen-to que me había hecho reír tanto, tanto… Y eso me parece fundamental. Un buen escritor ha de tener sentido del humor. Ésa es una clave. Se llamaba «Una aventura del Zorro» y se publicó en La Habana y otros cuentos (1990). VJHC. ¿Ese cuento no sería hoy considerado políticamente incorrecto? EL. ¿Por qué? ¿Por lo de la chica en la parada? Elsa López y José Hierro. Nayagua, 1989 CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 229 VJHC. Por lo de la violación. EL. No… Hoy en día la sociedad está muy tensa y algunas situacio-nes se llevan hasta extremos terribles. Ésta es una pregunta que, como editora, me interesa. De hecho, ya se planteó hace unos cuatro años, en una reunión a la que asistí en Córdoba, un tema relacionado con un li-bro de Juan Manuel de Prada titulado Coños, publicado en 1995. Y allí se debatió acerca de la postura que debía tomar un editor. A mí preguntaron —era la única mujer que había en la mesa de trabajo—: «¿Usted, qué hace si cae en sus manos?». Era un libro que acababa de salir al mercado y yo dije que la literatura debe estar al margen de muchas cosas, incluso del propio editor. Yo puedo defender una ideología política determinada y caer en mis manos el libro de un señor que, desde ese punto de vista, me parezca no tener nada que ver conmigo, pero si es un buen libro, yo lo edito. Ésa es una clave. Creo que debemos ser independientes políticamente, neu-trales a cualquier presión. ¡Que no puedan con nosotros las presiones! Y, sobre todo, es que la sociedad es tremenda. Te acosan por cuestiones morales… ¡por un título! ¿Cómo se puede actuar contra una editorial o contra un escritor? Es la persecución de Ahmed Salman Rushdie. ¿Nos parece mal su causa porque lo acorralan los musulmanes por haber di-cho algo sobre Mahoma y no nos parece mal la caza de un autor por-que haya escrito un libro que se llama Coños? ¡Es muy fuerte! ¡Es una hipocresía! ¿A qué jugamos? O condenamos todo... Claro, si yo me siento, tomo los libros que he editado y me pongo a clasificar: que si libros machistas, que si cuentos con cierto sesgo fascista, poemas que despren-den tufo a violencia de género…, bueno, por favor, es que mi corazón no resiste semejante tensión. Creo que debemos dar la libertad a los escritores. Distinto es que en mi editorial pretenda un tipo publicar un panfleto nazi defendiendo las tesis de Hitler. Es diferente. Ahí sí es evi-dente que iría contra mis principios. No lo editaría. Cuando dirigía Siddharth Metha, salió a la luz una historia sagrada que era una completa blasfemia, un libro del granadino Gregorio Mora-les que había puesto en entredicho una serie de cuestiones de tipo reli-gioso. Contaba una historia de amor y de pasión entre unos personajes bíblicos que fue un escándalo en su momento. Yo me atreví a editarlo 230 NOTICIAS entonces. Estoy hablando de finales de la década de los 8011. Todavía hoy, el autor se refiere a aquella editora loca de Madrid, capaz de publicarle ese libro. Aquello era de una violencia religiosa tremenda. Pero me pa-reció que era un gran trabajo, él era un autor muy serio y había escrito una novela muy interesante que entraba dentro de la ficción posible. Por eso te digo que la edición es un tema muy relativo y que cada uno de estos autores por los que me preguntas posee una característica o una manera de entender la literatura y la vida que no podemos juzgar bajo un objetivo. Que Anelio haya escrito un cuento que hoy pueda ser conside-rado políticamente incorrecto por el Instituto de la Mujer o por el Insti-tuto Alemán… es que me da mucha risa. Es que no. Es que entonces juz-garíamos la Biblia, juzgaríamos El Quijote, juzgaríamos Ana Karenina (¡Dios mío, por favor, qué libro más machista!)… Es que me parece tremendo enjuiciar bajo una perspectiva cultural e histórica del siglo XXI un libro escrito en el Diecinueve. Es injusto y no tiene nada que ver; hablamos, incluso, de una época en la que nadie se planteaba siquiera esos esquemas. Además, todos somos un poco racistas, todos somos un poco machistas, todos somos un poco violentos y todos somos todo. Lo demás es una gran hipo-cresía. No creo en esas historias. A un autor se le debe juzgar, como yo los he juzgado cuando han caído sus manuscritos en mis manos, por su bue-na literatura, por su modo de llegar al lector, por la manera prodigiosa que caracteriza a Anelio, por ejemplo, desde su primer libro hasta el último, La abuela de Caperucita, que acaba de editar hace poco. 11. Se trata de Erótica sagrada, finalista del premio La Sonrisa Vertical, que no lo publicó en su colección. En Siddharth Metha fue editado en 1989. El libro «sólo estuvo algunos días en determinadas librerías porque, antes de acabar de distribuirlo, el editor lo retiró, ‘por presiones’, según Morales»; «es-tamos en una época analfabeta e iletrada, donde cada vez se piensa y se habla menos. Conforme más analfabeta es la sociedad —añade— más miedo se tiene a la palabra y al pensamiento, que ha sido sistemáticamente perseguido. Por eso causa escándalo decir las cosas»; véanse estas declaraciones del autor con ocasión de la presentación de su poemario Sagradas palabras obscenas, en el artículo de VELASCO, Fernando. «La belleza de lo proscrito», publicado en el periódico digital Ideal.es (17 de abril de 2009), disponible en: http:// www.ideal.es/granada/20090417/cultura/belleza-proscrito-20090417.html. El libro fue reeditado en 2001 por la editorial digital Novalibro.com. CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 231 VJHC. Es un cachondeo La abuela de Caperucita. EL. Es que tú abres los libros, lo pasas bien, te llega la historia y eso es una maravilla. Esto es lo que en definitiva hay que ver: si es buena o mala literatura. Lo demás se juzgará en otros tribunales, no en una edi-torial. VJHC. ¿Por qué Ediciones La Palma se centró fundamentalmente en la poesía si casi nadie estaba interesado en ella a finales de los años 80? EL. Claro, pero si es evidente, es lo que voy contándote siempre: por-que la poesía era el motor de mi vida. Yo he escrito porque me gusta el oficio de escritora (desde ensayo, hasta cuentos, panfletos y de todo), pero realmente es en la poesía donde yo… Ay, estoy tan bien, tan a gusto cuando me sale un poema, cuando estoy trabajando y lo termino. Hace tres días compuse un poema que se titula «Galletas de jengibre», dedicado a José Hierro, porque me fui a Ikea y me compré una caja de galletas y el olor (Fíjate lo que es la poesía, un misterio.), ¡el olor de las galletas me re-cordó a José Hierro! A él le encantaban. Yo siempre le llevaba galletas de jengibre cuando volvía a Madrid de un viaje a Canarias. Le gustaba, incluso, masticar el jengibre crudo. Pues, como te digo, allí mismo, en Ikea (¡Fíjate tú qué lugar más tremendo!) en una mesa, mientras mi familia se comía un perrito, yo escribí un poema. Me sentí tan bien… Es como si estuviese dándole besos a José Hierro, como si estuviera sentada a su lado, como si no hubiera muerto, como si la vida latiera a mi lado. Ésa es la maravilla de la escritura. No hay otra. No hay otra. No nos vamos a engañar con esto. Yo quería que aquello que a mí me pasaba con la poesía y que le ocurre a mucha gente cuando escribe, llegara a otros. Ése fue el único planteamiento de Ediciones La Palma. No es nada intelectual, no es nada metafísico. Es una cosa de… ¡ah!, yo iba a decir de piel; sí, de piel. Mi instinto —que es el que me ha conducido a la felicidad de la que gozo en mi propia vida librándome de muchos males y atra-yendo otros— es como un olfato. Yo estoy sentada en una cafetería y noto que hay alguien que no me gusta, o alguien que me cae mal, o alguien que desprende energía negativa y me está haciendo daño. No afirmo que leo el pensamiento porque no puedo llegar al grado de estupidez de decir eso, pero sí percibo cosas. Y ese instinto mío, esa especie de intuición, que es un conocimiento que nada tiene que ver con el raciocinio, acier- 232 NOTICIAS ta. A veces me preguntan: «—¿Por qué has dicho eso de Fulanito y re-sultó que era verdad?». «—Ay, no sé, me vino a la cabeza». Esa intuición me llega cuando tengo delante a un poeta. Yo olfateo el mundo poético. Todos los seres humanos disponen de esa parte suya noble, no vicia-da, de la poesía. A todos les ha conmovido alguna vez un poema, todos han leído un poema y todos se han aprendido un poema de memoria que luego le han dicho por ahí a alguien. O lo han escrito en un pape-lito y lo han escondido. Todo el mundo se ha encontrado alguna vez a sí mismo diciéndose un poema: «Puedo escribir los versos más tristes esta noche…». ¿Quién no ha dicho «Margaritas hay en la mar»…? ¿Y a quién no le ha venido de repente algún poema de amor a la cabeza? Que no me digan que no. Porque el sonido del poema está en el sonido de la teta de la madre, en la infancia, cuando te cantan las nanas. Es cierto: «Mi niño chiquito no tiene sueño» o «Mi niño chiquito no tiene cuna, su padre es carpintero y le hará una». Eso, ¿qué es? Eso es un poema, es un peque-ño milagro. Eso lo tenemos ahí, marcadito. Y, cuando nuestras madres nos dicen «Ea, ea, ea, que te marea» mientras nos acunan, nos están metien-do la poesía en el alma. Eso… ¡vamos! Tú dile a un asesino terrible, metido en una cárcel, mirándole a los ojos, que te hable de ese momento, de cuando aún le acunaba alguien, y no hay duda: se le llenan los ojos de lágrimas. Eso es la poesía. Y, claro, es así. Tú notas que todas las personas tienen eso dentro. VJHC. ¿Cómo comenzó a funcionar la divulgación de los trabajos de Ediciones La Palma en el siempre difícil mundo de la crítica literaria? EL. Yo tuve mucha suerte con la crítica porque aposté por escritores o libros de escritores casi olvidados, pero conocidos. Cuando la gente vio Cuanto sé de mí de José Hierro reeditado o El vuelo de la celebración de Claudio Rodríguez o Enemigo íntimo de Antonio Gala, ya nadie se acor-daba de ellos. VJHC. Se podría decir que Ediciones La Palma no «molestó» los inte-reses de otras editoriales o que no se entrometió en campos ya acotados… EL. No, no, al revés. He sido siempre muy respetuosa y, de hecho, mi amigo Jesús Munárriz, de Hiperión, con los años ha editado dos obras mías CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 233 premiadas y una antología completa. Manolo Borrás, de Pretextos, me quiere y somos también muy amigos. Yo no he sido nunca competencia para nadie, ni para Canarias ni fuera de ella. Eso lo saben los editores. VJHC. ¿Tú eres consciente de esto desde el principio? Supongo que tampoco te lo marcaste como propósito. EL. Bueno, también es inconsciente, es mi manera de ser, que funcio-na así. No soy competencia para ninguna poeta como escritora ni tam-poco lo soy como editora. Yo llego a una feria y todo el mundo me abraza y me recibe: «—¡Ay, Elsa, qué alegría que estás este año!». O me dicen: «—Mira, te vendemos los libros, vete por ahí a tomar un café». Hay una especie de cariño…, pero no hacia mí, sino hacia mis propios hijos, por-que a veces mis hijos han sido mis representantes. Mi hijo David llevó durante una época la editorial e iba por las ferias vendiendo libros, igual que mi hija Alba. Y ellos me lo dicen: «—Mamá, todo el mundo me pregunta por ti, todos los editores te recuerdan y te quieren». Pero es por esa razón, porque yo nunca fui competencia. Siempre he editado a gen-te «a la que nadie quería», —nunca mejor dicho—, a la que nadie, en ese momento, conocía o reconocía como escritor interesante. Después han visto los libros y han dicho: «—Ay, Elsa, qué bien». VJHC. ¿Algún editor te ha confesado en algún momento que le ha-bría gustado haber publicado cierto libro de Ediciones La Palma? EL. Sí, mi colección «Retorno». «—Qué idea tan buena, Elsa. ¿Cómo se te ocurrió?». No fue idea mía, evidentemente, sino de Manolo Rome-ro, yerno de José Hierro. Fue él quien me lo planteó. Ediciones La Pal-ma tiene una cosa fantástica: que es de todos. Por ejemplo, Bernardo Chevilly decide sobre algunos títulos, Manolo Romero… Pepe Hierro me aconsejaba: «—¿Por qué no editas este libro de Ángel García López?». Hierro fue el que me dijo: «—¿Por qué no editas a un poeta canario, que nadie conoce en estos momentos en la península, que se llama Luis Feria?». Feria era un completo desconocido entonces, fíjate que su libro sale en el año 2000, cuando ya en Canarias se habla de él, pero en la península, ¡va-mos!, muy poca gente sabía de su obra, con la excepción de Pre-Textos, que había publicado algunas cosas suyas como Más que el mar en 1986, 234 NOTICIAS Cuchillo casi flor en 1989, Casa común en 1991 o las segundas ediciones de Dinde en 1993 y Arras en 1996. La reedición de Las fábulas de octu-bre no se publica en 1998 como yo quería porque Luis retiene la corrección del manuscrito durante mucho tiempo, casi dos o tres años. Como digo, son los propios autores quienes me aportan el nombre de otro escritor de su generación. Por ejemplo, de autores de los años 50 estoy rodeada: Carlos Sahagún, Francisco Brines, Joaquín Benito de Lucas, Rafael Morales, etc. El mismo Rafael Morales (1919-2005) era un poeta olvidado hasta que yo reedito Poemas del toro (1993), publicado por primera vez en 1943, abriendo la colección «Adonais». La crítica recibe estos libros como lo que son, como un retorno. En ocasiones, yo misma colocaba las obras sobre la mesa de los críticos. Se portó muy bien con Ediciones La Palma el periódico Abc. El país publi-có algunas reseñas más o menos extensas de títulos interesantes que parecieron llamar su atención. El país es muy suyo en estas cuestiones. En el mundo literario todos los editores y escritores tenemos una espe-cie de querencia con Abc porque sus páginas culturales son las mejores en muchos sentidos. El país cuenta, asimismo, con sus suplementos y secciones, pero no le llega al Abc. El país es más elitista y suele divulgar más frecuentemente a autores de fuera o a sus propios escritores de Al-faguara; no es tan abierto como pueda ser el Abc, —cuando uno podría pensar lo contrario—. Pero en ese sentido, a cada uno lo que le corres-ponde. Hay que darle al César lo que es del César y el Abc es muy inte-resante en ese aspecto. En general, no sólo en el caso de Ediciones La Palma, se ocupa mucho de la poesía. Luego, en cuanto a los críticos, debo referirme a Trapiello, especial-mente cuando habló del trabajo de Cavafis y, partiendo de este libro, de la editorial. Fue un punto de inflexión. El distribuidor que tenía enton-ces me dijo, incluso, que las ventas habían subido. Es que esto es así. Sale un libro tuyo en un periódico, hablan de él y al día siguiente vendes de 100 a 300 ejemplares. Para una editorial como la mía, eso es ya pagar la edición, claro. Mi meta era llegar a ese punto, vender 300 unidades de cada autor, porque eso significaba que podía reunir un poco de dinero. Lo que ocurría luego es que esa ganancia se iba a continuación en man-dos por correos, en enviarles a mis amigos… Yo he sido siempre muy CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 235 regaladora de libros. Creo que hay que regalar los libros. Incluso llegué a publicitarlos de manera subliminal, lo que no recomiendo a nadie: consistía en dejar libros en los bancos. Yo me iba al Parque del Retiro y abando-naba libros por allí. VJHC. Y no lo recomiendas a nadie, ¿por qué? EL. ¡Hijo, porque es una ruina! ¡Dejar libros en los bancos! ¡Ja, ja, ja! ¡Qué ocurrencia! ¡Tú imagínate! Me sentaba, escondida, en un banco y ¡paf!, un libro. Me dirigía a otro y ¡paf!, uno más. Yo pensaba: «Alguien lo encontrará y lo leerá». O me ponía a leer en el metro con la cubierta muy a la vista para que repararan en el sello de Ediciones La Palma. «—Ah, ¿está Ud. leyendo?». «—Sí, sí, de Ediciones La Palma». Recuerdo que Tocándome los cojones me dio mucha fama porque los estudiantes lo leían en el metro y ¡se reían! Es la obra de un canario que publiqué por recomendación de Carlos Díaz-Bertrana. Total, que edito Tocándome los cojones, con el que te tronchas. Y, claro, el proceso de venta también anduvo lleno de anécdotas. La gente telefoneaba: «—Oiga, ¿tiene Ud. un libro que se llama… que se llama… [¡Dudaban!] Tocándome los cojones?». «—Sí. ¿Por qué?». «—Es que resulta que iba en el metro y vi a un señor riéndose, que estaba leyendo este libro». La obra fue publicada por Ediciones La Palma en 1992 y su autor es Jaime Centurión. El joven que había ob-servado a otro leyendo en el metro tomó nota del título y de la edito-rial, cogió la guía telefónica y me llamó. Así vendí yo unos cuantos ejem-plares de Centurión. Otro sistema de comercialización era el del autor que vende sus propios libros. Lo cierto es que han sido varios los cauces de venta que han permitido que Ediciones La Palma haya sobrevivido. Al principio yo pagaba derechos de autor todos los años. Pero, claro, eran unas cuentas ridículas: que si 9 pesetas… Un año pagué a Antonio Gala 27 pesetas y 5 céntimos. Casi me escupe. Entonces decidí hacer una cosa: cuando editaba un libro, calculaba: 500 ejemplares, tanto, por el precio de las tapas, tanto… y si los vendo todos, tanto. Pues bien, el resultado de las ventas de todos los libros se lo doy al autor en ejemplares. Le entrego los 20 libros que le corresponden como autor —la regalía, según el argot edi-torial— más el resto, que pueden oscilar entre los 75 y los 100. Con ello evito dar a final de año unos talones innecesarios y tristes. Prefiero dar li- 236 NOTICIAS bros, que al autor le van a ir muy bien porque tiene que hacer muchos regalos y envíos a amigos y críticos. Ése es un sistema con el que me ha ido muy bien y que llevo practicando desde hace ya unos años. En otros casos, muchos amigos cedían sus derechos. Eso ocurrió con «Retorno», en la que casi todos los autores cedieron a la editorial este pri-vilegio como un regalo en agradecimiento ya que sabían que, de no haber sido publicados por Ediciones La Palma, no habrían vuelto, quizás, a ver la luz jamás. Evidentemente, yo les compensaba con un aumento de la regalía. Y el otro sistema aprovecha el hecho de que, en muchos casos, los autores son los mejores distribuidores de sus libros. Entonces, al autor le doy unas 50 unidades, él las vende, se queda con el dinero, y ya está. VJHC. ¿Cuáles fueron los obstáculos más resbaladizos que hubo de salvar Ediciones La Palma al principio? Y con el tiempo, ¿qué otros? EL. Pues hubo un periodo de crisis editorial muy grande hacia la mi-tad de los años 90 que condujo al cierre de muchas empresas librescas en la península. Pero yo me mantuve en pie. ¿Qué hice? Yo no tenía ningún prestigio que defender, no disponía tampoco de una importante econo-mía que mantener, mi marido me ayudaba a pagar los libros y la pro-ducción de Ediciones La Palma no era la comida que alimentaba a mi familia. Desde luego, de haberse dado este último supuesto, la cosa ha-bría sido bien distinta. Era una ilusión, mi felicidad y mi gasto, como quien consume ropa; pues yo edito libros. Lo que hice en esa época fue publi-car menos títulos. En lugar de diez libros al año, editaba sólo tres. Y de ese modo conseguí sostener abierto mi pequeño mundo editorial. «—Pero cómo estás editando todavía. ¡Cómo es que vienes a la feria con un li-bro! ». Pues iba con un libro, pero iba, ¿me entiendes? Únicamente había podido afrontar el coste de un libro, pero era un trabajo maravilloso con el que me paseaba por todas partes. Eso tenía un inconveniente que pagué muy caro. Resulta que si tú no das un libro todos los meses, las distribuidoras te cierran luego las puer-tas, porque —claro— ven que no produces suficiente cantidad y no son capaces de afrontar el depósito de tus trabajos; y se calientan. Lo que es una paradoja, ya que también se incomodan si publicas mucho porque no alcanzan a colocar los libros, como ellos dicen. El mundo de la distri- CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 237 bución es muy complejo. Yo respeto bastante a los distribuidores porque creo que lo tienen muy crudo. Los libros llegan a las librerías y caen; ¡pero es que caen físicamente!, es decir, se van amontonando sobre las mesas. Esto se aprecia muy bien en los aeropuertos. Tú pasas un sábado por la sección de «Últimos libros más vendidos» y hay seis. Al sábado siguiente, de los seis que viste quedan cuatro, dos ya han caído al suelo literalmente y han sido desplazados a un estante por otras dos novedades. Los distri-buidores se quejan: «Es que los editores publican demasiado, no pode-mos colocarlos». Sin embargo, en aquella época yo no podía editar más: era inviable desde el punto de vista económico y ello porque al no distribuirse, no se vendía. Era un pez que se mordía la cola: no se ven-día, yo no editaba; yo no editaba, pues no se distribuía bien; no se dis-tribuía correctamente, pues no se vendía y vuelta a empezar. Aun con todo, yo seguía con mis niños, viviendo de los libros de siempre: el Cavafis, del que solicitaban tres o cuatro cada mes, etc. ¿Qué lograba con eso? Que el nombre de la editorial estuviese vivo. De repente me compraban treinta ejemplares de José Hierro para un instituto o cincuenta de Claudio Rodríguez para un homenaje. Ese tipo de cosas son las que me han ido dando más holgura. Ése fue el tiempo. Y yo me mantuve en pie. La clave fue ésa. Con el tiempo lo vi. En aquel momento lo hice por pura intuición —como todo—, dije: «—No cierro porque no me da la gana, porque soy muy ca-bezota. ¿A cuento de qué voy a cerrar? Yo me quedo aquí en pie». Y ani-maba a otros. Hasta mí llegaba gente y recuerdo, en concreto, que una vez se me acercó una chica maravillosa que editaba unos cuentos infan-tiles muy bonitos, y me confesó: «—Ay, Elsa, tengo que cerrar. No puedo seguir». Un año había asistido a la Feria del Libro madrileña con ella; como no disponía de suficiente dinero para pagar una caseta —que son muy caras en Madrid—, nos reuníamos cuatro o cinco editoriales pequeñas y juntos montábamos una, en la que cada cual contaba con su rinconcito. Lo pasábamos bien; no vendíamos mucho tampoco, pero era divertido. VJHC. ¿Con qué sedes ha contado la editorial durante estos 20 años? EL. Las sedes de Ediciones La Palma han estado siempre en Madrid y donde he vivido ha estado la editorial. Yo me trasladaba. Primero estuve 238 NOTICIAS en mi casa de la calle Lista. Luego pasé al número 15 de la calle O’Donnell. Sé dónde he estado por las cartas que conservo con el timbre de cada época. Yo era mi propio banco, en mi cabeza hacía las cuentas, llevaba los cuatro o cinco distribuidores que tenía repartidos por la península, el teléfono de la editorial era mi línea particular, etc. Lo que pasa es que hay un momento determinado en el que mi mari-do y yo compramos una casa en el campo madrileño y allí instalo el almacén. A partir de ese momento, la editorial comienza a contar con una dirección única, que es Playa Altea, número 6, en Boadilla del Monte. Y por esa sede ha pasado muchísima gente: allí han vivido algunos hijos míos, se han ins-talado okupas consentidos, etc. La única condición que yo he puesto es que los que allí habitasen debían ocuparse paralelamente de la editorial. Por tanto, en Altea han dormido personas que han cuidado del almacén, han aten-dido las peticiones, etc. Ese depósito, ubicado en la planta baja, ha sufrido toda clase de inconvenientes, que si terremotos, inundaciones… Bueno, de todo menos robos, porque nadie roba libros, por desgracia. Últimamente, con mi estancia cada vez mayor en La Palma, he dis-puesto en el Centro de Arte Popular «La Casa de Jorós» un segundo al-macén y una segunda sede. Ediciones La Palma cuenta ahora con otra entidad administrativa, está constituida como sociedad y ello se debe a que con el paso del tiempo me he vuelto más cerebral, más racional. Se llama Elsa Ediciones —que no altera demasiado el nombre primitivo, a fin de no dar pie a confusiones— y acoge proyectos culturales como son Ediciones La Palma, «La Casa de Jorós», la biblioteca, en definitiva, todo lo que tiene que ver con cultura en mi vida. Y ahora, como digo, La Palma también participa más vivamente de la empresa; he traído la mitad de las existencias de Playa Altea y esperan, en el almacén, a ser recolocados. Tengo, además, otros nuevos proyectos, como abrir al público una li-brería de viejo. Me encantaría. Aunque, claro, el gran problema es a quién pongo al frente. Tendría yo que estar ya con achaques de reuma para no moverme. Desde luego, el día que no me mueva, me siento ahí en la puerta. Pero he pensado en abrir sólo los días en que yo me encuentre en la isla. Es a corto plazo. Creo que aún pervive mucho en el inconsciente el pre-juicio de Ni ropa usada, ni libros usados. Pero no me importa, también creo que uno va entrando por todo. CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 239 VJHC. ¿Quiénes han trabajado en este tiempo junto a Elsa López en Ediciones La Palma tanto en la administración empresarial como en el terreno de la selección literaria? EL. En «Tierra del poeta», que es una colección cerrada, Andrés Sánchez Robayna. Estoy muy contenta porque Andrés es una persona de una gran seriedad y constancia en el trabajo. Cuando llegó a mis manos, «Tierra del poeta» ya era un proyecto acabado y completo. Hay nombres como Octavio Paz, Eugenio Padorno, José Ángel Valente, Ángel Crespo, Ramón Xirau, etc. Andrés vino a mí porque estaba muy interesado en sacar la colección tal y como él la había concebido. Fue una oferta que él hacía a una editorial, en este caso la mía, y tuvo no toda la acogida que yo esperaba siendo como es una colección tan bien planteada, tan esplén-dida y tan bien dirigida. Se vendieron unos títulos mejor que otros, de hecho hubo algunos que no duraron ni una semana en el mercado, pero hay otros que se han almacenado casi completos. Pero esto se debe también a que metí la pata en imprimir más ejemplares de la cuenta, como ocu-rrió con Reflejos: réplicas (Diálogos con Francisco de Quevedo) (1996) de Octavio Paz; pero no importa. En cualquier caso, se trata de una colec-ción que siempre pongo delante, fíjate que la he nombrado en primer lugar, y ello porque me parece que constituye buena parte del prestigio de Ediciones La Palma. «Ministerio del aire» ha estado supervisada por Bernardo Chevilly, tanto en la selección como en el diseño. Con Bernardo entré en contacto por-que por entonces trabajaba yo en el Gobierno de Canarias, en comisión de servicio, como asesora cultural en el departamento de Literatura, y compartía horas de labor con él. Me gustaba mucho cómo era, su rigu-rosidad, cómo afrontaba las correcciones de pruebas y poseía —y posee, por supuesto— un extraordinario olfato poético, aparte de que también sea poeta y una persona muy interesante. Él sigue con la colección, sa-liendo al año un promedio de dos a tres entregas. «Archipiélago», que está conformada por antologías, de ahí su nom-bre: porque reúne y aglutina. Ahí soy yo misma quien dirige y decide. Las cubiertas se ilustran siempre con flores. Son obra de pintores que selecciono, y que bien la regalan a la editorial —como ocurre con Anto-nio López, que además es amigo— bien al autor de la antología. Ahí se 240 NOTICIAS encuentran Amparo Amorós, Joaquín Benito de Lucas, Antonio García Ysábal… Animales y dioses en la memoria de África, de este último, por ejemplo, es un libro de 2002 que todavía continúa dando coletazos. También suelo hablar con frecuencia de «La Caja Literaria», perte-neciente a la Caja General de Ahorros de Canarias. La colección fue creada desde Ediciones La Palma. Yo misma me puse en contacto con el presi-dente de la Obra Social y Cultural, Álvaro Arvelo, y le expliqué que me apetecía editar a jóvenes del archipiélago con ímpetu literario. El nom-bre y el diseño también son de Bernardo Chevilly. Durante un tiempo, Ediciones La Palma se encargó de su distribución. Fue una colección difícil de sacar adelante en la península porque casi todos los títulos (novela, poesía o ensayo) son de autores canarios. Evidentemente, en la distribución fallé. Luego hubo otros directores de la colección y actualmente es CajaCanarias directamente la que se ha responsabilizado de su difusión y comercialización. Está muy bien organizada. A mí me cabe el orgullo de haber sido quien editara los primeros volúmenes: Isaac de Vega, Ale-jandro Cioranescu, Domingo Pérez Minik. Sigo perteneciendo al conse-jo de «La Caja Literaria», pero creo que con el tiempo se olvidan de que fui yo quien parió a este hijo o, por lo menos, la que luchó por que el parto fuera lo menos doloroso posible, y gracias a CajaCanarias se con-siguió. Fue, desde luego, un embarazo deseado. El problema es que la colección se desvió hacia lo que ya no me interesaba, como era editar a escritores a los que ya conocía todo el mundo, como Cioranescu o Isaac de Vega. En un primer momento pretendí publicar a jóvenes descono-cidos que no tenían dónde editar. Yo creía que para eso estaban las ins-tituciones: para ayudar a los que empiezan. No obstante, eso no quita para que la valore en su conjunto como una colección muy seria e im-portante. Ya fuera de colección, las locuras típicas de Elsa López. He editado desde a un preso que me llamó por teléfono explicándome que tenía escrita una novela sobre su vida en la cárcel, hasta las décimas de un señor de Puntagorda. Bueno, el libro La miel me dio mucho dinero, de hecho sigue dándolo (cuando digo mucho dinero, me refiero a que no ha dado pérdidas y que he podido recuperar la inversión). Lo edité en 1993 en versión trilingüe: español, romagnolo e italiano. Ese libro CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 241 propició que yo conociera a Tonino Guerra; vino a España a presentar el volumen en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Tonino es fasci-nante, es el gran guionista de la gran película Amarcord (1978), de Fe-derico Fellini, y ha trabajado con los grandes: de las dirigidas por Michelangelo Antonioni escribió La aventura (1960), La noche (1961), El eclipse (1962), El desierto rojo (1964), Zabriskie Point (1970) e Identi-ficación de una mujer (1982), y de Francesco Rosi, Il caso Mattei (1972), Lucky Luciano (1973), Excelentísimos cadáveres (1976) o Crónica de una muerte anunciada (1987). VJHC. ¿De qué forma surge la idea de crear el Premio Internacional de Poesía «Ciudad de Santa Cruz de La Palma»? EL. Presenté el proyecto en un pleno municipal del Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, presidido por su alcalde, Antonio Sanjuán Hernández. Ha sido la única ocasión en la que he asistido a un acto tan solemne. Creo que me temblaban las piernas, porque yo sola debía de-fender la propuesta. Pensé que era una buena idea que la Bajada de la Virgen de las Nieves, que respiraba tanta cultura, pudiera ser la cabece-ra de un premio con difusión internacional. Todo vino a propósito de haber ganado yo el Premio Internacional de Poesía «Ciudad de Melilla» en 1987; a mí me parecía que Santa Cruz de La Palma era mucho más maravillo-sa y que merecía ser conocida, entre otros cauces, a través de la poesía. Presenté el proyecto, fue aceptado y comenzó a convocarse en ese mis-mo año de 1990. El premio contó siempre con un jurado de lujo: me traía a José Hie-rro y a los poetas más actuales del momento. Lo que a mí me interesaba era que estos prestigiosos señores, además de relacionarse con la isla, ha-blaran después de La Palma. Eso es lo que en el fondo perseguía. Ahí han estado desde los canarios Eugenio Padorno, Arturo Maccanti o Sánchez Robayna hasta Francisco Brines, Rafael Morales, Joaquín Benito de Lucas, en fin, joyas del mundo de la poesía. Cuando volvían a la península u otras islas, nombraban el premio, a La Palma, etc. Hay una fotografía famosa de José Hierro en el volcán de San Antonio que ha recorrido multitud de exposiciones: en el pie se inscribe «José Hierro en La Palma». Son peque-ñas cosas que en ese instante tal vez uno no ve, pero sobre las que el fu- 242 NOTICIAS turo te va dando la razón: cómo ha servido todo ese esfuerzo como puente para que algunos de ellos, por ejemplo, llegasen a escribir poemas u otros textos sobre La Palma. En realidad, el premio había sido concebido de mala fe, en el sentido de que perseguía más trascendencia, no sólo como galar-dón, sino como vehículo paralelo de proyección exterior para la isla. Los tres primeros premios, curiosamente, fueron obtenidos por tres mujeres. Luz Pichel, galardonada en la primera edición, de 1990, Chantal Maillard, de la segunda, en 1993, inserta en el marco celebrativo del V Centenario de la Fundación de la Ciudad de Santa Cruz de La Palma, y Alicia Llarena de la tercera, en la Bajada de 1995. Chantal Maillard ya había sido ganadora del Premio «Leonor» de poesía en 1987 por Semi-llas para un cuerpo, escrito junto a Jesús Aguado; y en 1990 lo fue del Premio «Ricardo de Molina» por Hainuwele. Hace sólo unos años reci-bió el Premio Nacional de Poesía por Matar a Platón (Tusquets, 2004). Y Chantal Maillard sigue hablando de La Palma allí donde va. Su obra, Poemas a mi muerte, con la que ganó el Premio Internacional de Poesía «Ciudad de Santa Cruz de La Palma», es un poemario precioso, como lo es también el de Luz Pichel, cuya cubierta, por cierto, fue realizada por José Hierro. Ahora mismo, Pichel dirige el Centro de Estudios de la Poesía de la Universidad Popular «José Hierro» de San Sebastián de los Reyes en Madrid. Alicia Llarena es catedrática de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y lleva una carrera importantísima como ensayista. Es decir, que ese premio trae consigo el prestigio posterior de todas estas autoras. Y ésta es la clave12. Porque cuando lees una solapa o una nota 12. El I Premio Internacional «Ciudad de Santa Cruz de La Palma» (1990), ganado por Luz Pichel González (Alén, Pontevedra, 1947) con El pájaro mudo (Ediciones La Palma, 1990), contó en el jurado con la presidencia de José Hierro, con los vocales Carlos Sahagún y Rafael Morales y con Elsa López como secretaria. A la cita se presentaron 62 candidaturas, de las que queda-ron 15 obras seleccionadas y dos finalistas. La segunda edición (1993), cuyo premio obtuvo Chantal Maillard (Bruselas, 1951) por Poemas a mi muerte (Ediciones La Palma, 1994), aumentó considerablemente su poder de con-vocatoria, contabilizándose 146 aspirantes, de los que 39 pasaron la primera selección y 13 fueron finalistas. Hierro volvió a presidir el jurado, constitui-do además por José Benito de Lucas, Rafael Morales, Carlos Sahagún (voca-les) y Elsa López (secretaria). La tercera edición (1995), que premió el tra- CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 243 biográfica de estas escritoras, el nombre de la isla de La Palma —a tra-vés de ese premio— está siempre presente y cada vez más se incrementa Joaquín Benito de Lucas y Carlos Sahagún en La Palma, 1993 bajo de Alicia Llarena González (Mogán, Gran Canaria, 1964) Fauna para el olvido (Ediciones La Palma, 1997), repetía su éxito de participación con un total de 139 obras, de las que 37 superaron la preselección y 17 fueron finalistas. Una vez más, el jurado estuvo bajo la presidencia de José Hierro, con los vocales Francisco Brines, Eugenio Padorno y Andrés Sánchez Robayna, y con Elsa López como secretaria. En el año 2000, el IV Premio fue obteni-do por la filóloga y escritora palmera Maiki Martín Francisco (Santa Cruz de La Palma, 1974), autora del poemario Sin que yo opine lo contrario (Edi-ciones La Palma, 2003). Del total de obras registradas, 20 fueron seleccio-nadas y 3 acabaron como finalistas. Compusieron el jurado José Hierro (pre-sidente), Diego Jesús Jiménez, Arturo Maccanti, Chantal Maillard (vocales) y Elsa López (secretaria). En la quinta convocatoria (2005), a la que con-cursaron 102 trabajos, fue premiado el libro de Frank Abel Dopico (Santa Clara, Cuba, 1964) El país de los caballos ciegos, aún sin publicar. Constitu-yeron el jurado Elsa López (presidenta), Alicia Llarena González, Maiki Martín Francisco (vocales) y Ursina González de Ara Parrilla (secretaria acctal. del Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma). 244 NOTICIAS el número de lectores a los que les suenan ese nombre y ese galardón. Creo que en ese sentido fue una apuesta que mereció la pena inaugurar y no sé si conservar. Una de las condiciones que puse fue la de estable-cer mi estrecha vinculación a él, como idea mía y como proyecto que hice marchar adelante. Estaba implícito que Ediciones La Palma fuera la responsable de publicar los trabajos. Como siempre, es una malla que se va tejiendo y en la que la isla no aparece sin mí o yo no aparezco sin la isla. Ediciones La Palma es la editorial, el premio lleva el nombre de Santa Cruz de La Palma y se falla en esta misma ciudad durante la Bajada de la Virgen. ¿Qué más quieres? VJHC. ¿Cómo han funcionado las cuestiones relativas a la maquetación y al diseño? EL. Yo misma he sido la responsable, pero siempre admitiendo las sugerencias y pidiendo consejo: José Hierro, Bernardo Chevilly, Andrés Sánchez Robayna, todos opinan. Eso sí, cuando llega la hora de la ver-dad, yo observo y corrijo las propuestas y si me gustan, bien, si no, no lo quiero. Pero me parece que los autores tienen también derecho a dar su punto de vista. Uno tiene una idea: «—Yo deseo que en mi libro sal-ga un pino de Fuencaliente». «¿—Y por qué no? Pues póngalo Ud.». Pero esa imagen va sometiéndose a un diseño, a unas normas y a unas reglas. En «La Caja Literaria», por ejemplo, el autor elige el cuadro que ilustra la cubierta. Exigimos que sea la obra de un pintor y el diseño siempre es el mismo, pero ahí va también su aportación. En «Ministerio del aire», los autores elaboran el colofón y redactan su propia reseña. Admitimos sugerencias. Esta colección cuenta, asimismo, con el Ángel de Pepe Dámaso para la cubierta, que me parece una imagen deliciosa. Antonio López me cedió los derechos de la ilustración de «Archipiélago». Y, de alguna ma-nera, estos artistas plásticos piensan también hasta qué punto les intere-sa aparecer en una colección bibliográfica. VJHC. ¿Cuál es el balance del trabajo realizado con la Imprenta Taravilla? EL. Mi relación ha sido de una fidelidad aplastante. Taravilla representa el viejo Madrid. Ya antes te conté el comienzo. Y lo cierto es que, en algunas ocasiones a lo largo de estos veinte años, me han hecho ofertas, pero yo CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 245 no me he querido ir. Para mí es una cuestión de fidelidad y, aunque ac-tualmente hay algunos libros gestionados por estos jóvenes que trabajan en la editorial impresos en otros talleres —porque mantienen una estre-cha relación con ellos—, yo sigo editando lo que tengo bajo mi respon-sabilidad en Taravilla. No me importa que sea más caro… No me importa. Yo estoy atada a Taravilla, creo que el día en que Antonio Díaz muera, igual que he ido dejando colecciones, dejaré la imprenta. Hemos comi-do juntos, en Navidad, incluso. He tenido deudas —de ésas eternas— y me han permitido ir pagando poco a poco. Quiero decir que se trata de una relación tan amistosa y tan afectiva, que no quiero romper con ellos. Y, sobre todo, Taravilla va unida a la idea de imprenta en el sentido más clásico de la palabra. Cuando yo comencé con ellos, colocaban las letritas con unas pinzas en unas cajas. Luego han venido comprando nuevos aparatos; yo soy testigo de los cambios operados en la empresa, de la adquisición de nuevas técnicas en lo profesional. Y he visto envejecer allí a esos linotipistas, como se llamaban antiguamente. Antonio no es el tí-pico que llega y echa a todo el mundo y coloca cuatro máquinas digitales porque son más baratas, sino que ha sabido establecer y preservar ahí una coherencia. Y yo, ¿cómo celebro esa coherencia? Pues siguiendo con ellos y, si tengo que editar una entrega nueva de «Ministerio del aire» o de «Retorno», la imprimo en Taravilla, por muchas otras ofertas que se me presenten. VJHC. Aunque ya te has referido en otros momentos a la distribución, ¿cómo valoras el ritmo de difusión de Ediciones La Palma en Canarias y en la península? EL. Eso ha sido un desastre total. El último ya me dejó con una deu-da de casi 6.000 euros. Me quedé tirada. Y ahora, después de veinte años, espero acertar con una nueva distribuidora en la que confío mucho, UDL. Como ves, sólo nombro ésta, que es con la que comienza a irme bien. La empresa se organiza desde otras ideas económicas y otra concepción, incluso, del propio proceso de distribución, que parece funcionar de una manera mucho más seria. Cuenta con varias delegaciones en la penínsu-la (en Castilla, en Cataluña) y en Canarias. Por lo menos me pide libros y por lo menos liquida. 246 NOTICIAS VJHC. ¿Cuáles son los principales inconvenientes que presenta la dis-tribución o, si prefieres, con cuáles ha tenido que enfrentarse Ediciones La Palma? EL. ¿Qué hacen los distribuidores? Distribuyen, te piden libros. Tú les mandas cajas de unidades que ellos van colocando, y algunos los cobran, no los dejan en depósito. De eso que perciben han de entregar a las editoriales un porcentaje. La mayor parte de mis distribuidores se ha quedado o bien con el 50, bien con el 52, bien con el 53% del precio del libro de venta al público. ¿Qué ocurre? Pues que se apropian de ese dinero. Los tres distribuidores con los que he trabajado a lo largo de esta historia han acabado, por desgracia, no ya quedándose con el dinero, sino no facturando y al final, cuando te quieres dar cuenta, sostienen contigo una deuda que no te han abonado. Y, claro, se ven obligados a cerrar porque no les va bien. Es decir, no existe la mala fe del engaño, sencillamente no les ha ido bien en el negocio. El primero que tuve en Madrid era un distribuidor recomendado por otra editorial. Al principio me pusieron muchas pegas porque Ediciones La Palma editaba fundamentalmente poesía. Pero al final me aceptaron. Yo sé que vendía libros porque veía el movimiento que él mismo me mostraba. Pero un día desapareció, desapareció literalmente del mapa, nunca más se supo de él. No sabemos dónde está, ni lo sabe Ediciones La Pal-ma ni ninguna otra editorial, y se fue con nuestro dinero; dejó colgadas a unas veinte empresas. El segundo me duró muchos años. Facturaba bien y todo era correcto, hasta que de repente empezó a irle mal a él y, por extensión, comenzó a irnos mal también a las editoriales. ¿Qué ocurre? Pues las quejas de los distribuidores: los libreros no les recogen libros o no lo hacen en firme sino en depósito, y luego se los devuelven; en esos casos, el gasto que realiza el distribuidor es enorme. Además consumen bastante en almacenaje; hasta ahora, los distribuidores han tenido que contar con instalaciones propias y eso supone un incremento en concepto de compraventa (los menos) o alquiler. Todo el mundo da hasta aquí [señala la cabeza] en los libros. Muchas veces me pregunto: «¿Quién gana?». Te hablo en general: si el pobre au-tor no gana, si el distribuidor no gana, si el librero dice que no gana, ¿quién gana aquí? ¿Dónde está la clave? Porque yo, desde luego, no lo sé. CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 247 Mira, hay editores que viven de editar, pero esos señores tienen sub-venciones millonarias. Lo sabemos todos, especialmente los que no las percibimos. Son editoriales que viven a base de estas ayudas o a base de premios. Se trata de empresas con veinte galardones literarios a su cargo. Cuando tú ganas un premio te publican ellas, es decir, la edición la paga la institución que lo convoca; y, claro, de eso viven. Por ejemplo, el Pre-mio Internacional de Poesía «Ciudad de Santa Cruz de La Palma» lo car-ga el ayuntamiento a través del Patronato Municipal de la Bajada de la Virgen, no yo. Disponen de veinte premios, tres al mes —por poner un número—, que ya son tres libros gratis mensuales, más la subvención que les concede el gobierno por ser editores, editores clásicos o afines a la casa… ¿Qué ocurre? Pues, como digo, que nadie sabe dónde va el dinero. Yo, por lo menos, no he sabido nunca qué pasa con mis libros. Hay quien culpa a los libreros, porque los retienen o los tienen y los venden y no pagan. Eso dice el distribuidor. El librero, por su parte, lo que cuenta es que al distribuidor sí le ha pagado, pero no te entrega el dinero… y así estamos: echándose las culpas unos a otros. VJHC. ¿Cómo ha marchado la administración de Ediciones La Palma? EL. José González del Pozo es el encargado de esta labor en la edito-rial: lleva la contabilidad, conoce la trayectoria de los libros, redacta los contratos con los autores y me ayuda como quien auxilia al hijo tonto, al que hay que ayudar para que salga adelante. Y, gracias, porque si no, estaría perdida. No cabe duda de que José quiere mucho a la editorial y se siente muy unido a ella desde hace años. Yo le publiqué un libro de cuentos cortos (Cuentos y zarandajas, 2002). Es un asesor fiscal que comenzó haciendo la liquidación anual de Hacienda y que, poco a poco, se ha ido quedando con la editorial; de hecho, un día le comenté: «Te vas a ir a Brasil con la editorial. ¡Vaya una ruina!» —porque él tiene poderes para todo—. Y nos reímos. VJHC. ¿Qué colaboradores han marchado junto a Elsa López en la gestión de Ediciones La Palma? EL. He tenido cuatro colaboradores a lo largo de estos años. Dos de ellos son mis hijos David y Alba Cabrera López, quienes me han echa- 248 NOTICIAS do una mano. David, de manera más ideológica: buscando libros, auto-res, viajando. En una estancia en Cuba editó Toda esa gente solitaria, un libro de 18 cuentos escritos por un grupo de autores enfermos de SIDA que le ofrecieron esa oportunidad congregados al calor de un taller lla-mado La Montaña Mágica. Consiguió también un trabajo de la mexica-na Bárbara Jacobs, Doce cuentos en contra, publicado fuera de colección (1996). Por tanto, hizo también de editor. Lo que pasa es que mi hijo se marchó, estuvo en Marruecos y luego en China y, a partir de ahí, se desligó totalmente de la editorial. Pero como es escritor, algún día le entrará la vena y ya veremos... Luego, mi hija Alba realizó más bien una labor de secretaria, en el sentido de ir a Correos, enviar y recoger libros, una cosa más mecánica y de gestión del almacén. Pero fundamentalmente hay en Ediciones La Palma dos muchachos que son Javier Vela y Paul M. Viejo, encargados de dirigir la colección más importante que ahora asume la editorial. Carece de nombre, pero se tra-ta de libros nuevos para el público. Es gente joven, menor de 30 años, con otro concepto de lo que es la edición de poesía, con otros nombres más de actualidad, con traducciones importantes del mundo poético. En me-nos de un año han conseguido algo fantástico, como es que Carmen Balcells Segalà, la fiera de las fieras del mundo de las agencias literarias, les entre-gara un texto de Julio Cortázar. Lo están haciendo muy bien. Ellos me dijeron: «—Vamos a llevar la editorial, vamos a vender para poder seguir editando; si no vendemos, no seguimos editando». El otro día en Madrid me comentaron en dos librerías que estaban muy contentos, que se ven-día muy bien y que, bueno, que se notaba esta gente joven, que era muy valiente editando cosas nuevas. Fíjate que esto lo dijeron los profesiona-les de la librería Machado y de la Casa del Libro de Gran Vía, que son los establecimientos en los que se venden más libros nuestros. Estaban encan-tados. Y yo estoy encantada con Javier y Paul. Son dos escritores que co-nocí en la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores (Córdoba), a cuál más interesante. Llegaron allí, y trabajé con ellos y con su obra. Aquel año llegamos a forjar una amistad. De hecho, uno de ellos, Paul M. Viejo (Madrid, 1978) firmó la «Introducción» de mi antología A mar abierto (poesía: 1973-2003), publicada en la colección «Poesía» de Hiperión en 2006. Ha sido galardonado con el Premio Blas de Otero de Poesía por su libro CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 249 Extraña forma de memoria (Complutense, 2002) y con el Premio Nacio-nal de Novela Francisco Ayala por La madera y la ceniza (Universidad Popular José Hierro, 2003). Javier Vela (Madrid, 1981) es licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Complutense de Madrid y cuenta en su palmarés con varios galardones: el Premio Adonais de Poesía por La hora del crepúsculo (Rialp, 2004) y el Premio Loewe a la Joven Creación por Imaginario (Visor, 2009)13. VJHC. ¿Cuáles son los hitos que han marcado más o mejor a Edicio-nes La Palma? ¿Algún autor en particular? ¿Alguna obra? EL. José Hierro, Cavafis, Ángel Valente. Mira, el de Cavafis reúne to-das las características, porque fue una apuesta personal por un autor y por un traductor que me fascinaban, porque ya estaban en el mercado otras traducciones de editoriales más potentes que Ediciones La Palma y porque fue un libro que me costó un ojo de la cara: tres millones de pesetas de entonces, que es mucho dinero para que lo pague un particular. Y nunca me he arrepentido de haberlo hecho aunque todavía me queden en el sótano 100 ó 200 ejemplares. Cavafis es una especie de bandera. Haber editado a Cavafis me da tanto orgullo como haber editado también a Nicolás Melini o a Leocadio Ortega, por ponerte dos casos extremos: el desconocido, el que no vende, y el gran poeta, aclamado por todos, que me arriesgo a publicar de nuevo cuando en la calle había en ese momento tres traducciones más. A mí no me conocía ni Dios. Y que entonces di-jeran en El país que la mejor traducción, el mejor Cavafis y la mejor antología realizada era la de Ediciones La Palma…, de verdad, no sabes lo que es eso para un editor14. Siempre lo contaré. Yo edité este trabajo 13. En 2010 el mismo libro recibe también el Premio de la Crítica de Madrid. 14. Véase el estudio comparativo entre las traducciones castellanas de Cavafis de José María Álvarez para Hiperión (Poesías completas, 1978), Pe-dro Bádenas de la Peña para Alianza (Poesía completa, 1983), Ramón Irigoyen para Mondadori (Ocho poetas griegos del siglo XX, 1989) y Silván Rodríguez para Ediciones La Palma (Obra poética completa, 1991): FERNÁNDEZ [GONZÁLEZ], Vicente. «Traducir a Cavafis: sobre el concepto de equivalen-cia en la traducción literaria». Erytheia: revista de estudios bizantinos y neogriegos, 17 (1996), pp. 287-311. 250 NOTICIAS en 1991 ¡con 676 páginas! ¡Qué barbaridad! Y lo traducía Alfonso Silván, profesor de lengua griega de instituto. ¡Qué más humilde hay que todo eso! Además, la cubierta contiene una fotografía de Cavafis que a mí me gusta mucho. Este libro me hace sentir valiente. ¡Qué valor tuve! ¡Y qué valor el de mi familia de aguantarme ese gasto por un capricho! Porque aquello era un capricho, sencillamente, un capricho. Todo vino porque en un recital me había tocado leer el poema «Es-perando a los bárbaros» de Cavafis, que a mí me parece una de las cosas más bellas que se han escrito nunca. Me impactaba tanto ese poeta y recitaba constantemente aquel poema, que llegué incluso a aprenderme de memoria. En una ocasión, sentada en un bar con los amigos de la tertulia poética «La Ortiga», me sugirieron: «—¿Por qué no editas tú a Cavafis si te gusta tanto…? Aquí está Alfonso Silván, que hace unos años sacó una traducción de Elitis»15. Y le preguntan: «—¿Tú tienes una traducción de Cavafis?». Y Alfonso contesta: «—Ahí está parada. Pero es una traducción muy seca, muy literal casi»16. Él conocía muy bien el griego pero no era poeta. Y resulta que esa traducción áspera, que no desprendía esa cosa 15. Se trata de la Antología del Nobel Odiseas Elitis, publicada por Akal (Madrid) en 1982. 16. El trabajo de traducción de Cavafis de Alfonso Silván Rodríguez había sido becado por el Ministerio de Cultura algunos años antes. En un artículo crítico publicado en El país, su autor, Carlos G. Santa Cecilia, recoge el tes-timonio de Silván a propósito de la gestión ministerial con respecto a los trabajos que se presentaban a concurso: «Obtuve la beca para hacer una traducción de Kavafis. Presenté doscientos y pico versos y pedí que me dieran un plazo de dos meses más para terminar la traducción completa, en la que quería incluir algunos textos en prosa, pero me denegaron el segundo plazo. Si hubiera presentado cualquier cosa habría cobrado, pero pensé que buscaban calidad y no cumplir un plazo administrativo al que, efectivamente, yo me había obligado. Aquello me sentó tan mal que no he vuelto a traducir una línea. El día que termine el trabajo pondré en la dedicatoria que la obra ha sido hecha a pesar del Ministerio de Cultura». Véase: Santa Cecilia, Carlos G.. «Las ayudas a la creación literaria del Ministerio de Cultura, un incentivo critica-do por sus beneficiarios». El país (Madrid, 13 de enero de 1986), disponible en: www.elpais.com/articulo/cultura/MINISTERIO_DE_CULTURA/PODER_ EJECU-TIVO/_ GOBIERNO_PSOE_/1982-1986/ayudas/creacion/literaria/Ministerio/Cul-tura/ incentivo/criticado/beneficiarios/elpepicul/19860113elpepicul_5/Tes/ (consultado el 1 de febrero de 2010). CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 251 melodiosa del poeta que se mete a traducir a otro poeta, fue un éxito de crítica. Y me arriesgué por todo eso: porque era una traducción seca, a la que yo no tenía habituado el oído y porque el traductor era un desconocido. Y me siento orgullosa. Fue un reto, como todo en mi vida. ¿Que no puedo? ¡Vaya si puedo, ahí estoy! VJHC. ¿Qué cambiarías, si estuviese en tu mano, desde el principio? ¿Y qué modificarías aunque no dependiese de tu gestión? EL. Yo movería cielo y tierra por una buena distribución, eso es lo que a mí me ha faltado. Y lo que hoy llaman marketing. En lugar de haber-me gastado en un libro dos millones, haber cargado uno en la edición y haber invertido el resto en una buena campaña publicitaria. Eso también me faltó: haber planteado Ediciones La Palma como un negocio. Insisto, creo que el error fue que, como no me daba de comer, no era lo que ponía el mantel ni el pan en la mesa, yo jugaba a ser editora. Me arries-gaba, es cierto, pero lo hacía con mi propio dinero. Eso fue un fallo en el sentido de que no me dio la oportunidad de concebir una empresa y Elsa López y Ediciones La Palma, 1996 (Fotografía de T. Gonçalves) 252 NOTICIAS montármelo bien, seriamente: con un despacho, una secretaria, un orde-nador… No a base de amigos que te echan una mano o de valientes seguidores de la causa poética que están a tu lado. Ése fue el error que cometí. Pero ya es imposible volver atrás. Muchas veces digo: «—Cuan-do yo me muera, si alguien quiere seguir con la editorial, que lo plantee como desee». Estos jóvenes de los que te hablaba antes están haciendo bien lo que yo hice mal. Ahora disponemos de un centro neurálgico para la edito-rial, de un sitio, de una administración fiscal… Aunque ahora que sí tengo un lugar, ya no hace falta, porque en la actualidad todo funciona de manera virtual, está en el aire, en virtud de la red, de lo cual me alegro, puesto que yo inventé la oficina editorial virtual hace muchos años: era yo, ca-minando y dentro de mi cabeza. No existían las barreras físicas. VJHC. ¿Qué crees que se ha logrado para Canarias a través de Edicio-nes La Palma? EL. Creo que una universalidad, es decir, considerar que editar a un canario es como editar a un holandés, porque, de hecho, en Ediciones La Palma coexisten autores de varias nacionalidades: holandeses, alemanes, suizos, cubanos, argentinos… ¿Qué ocurre? Si en esta editorial hay palmeros, se convierten automáticamente en escritores universales. Están. Ahora son nombres que pertenecen a la literatura y, por tanto, pertenecen también al universo. Y yo he sido un camino que conduce a esa universalidad. No lo digo como algo impresionante; de hecho, creo que la universalidad puede ser muy humilde. El que lean a Anelio en Lugo es ser universal, es ma-ravilloso: que no te conozcan, que no te vean, que no sepan ni cómo eres porque ni siquiera aparece tu fotografía en la solapa del libro, pero ha-yan accedido al cuento «Una aventura del Zorro» o conozcan la novela La abuela de Caperucita. Eso es ser universal, literariamente hablando. Y no hay más que eso. Bueno, sí, que La Palma, que ya es famosa por el Observatorio Astrofísico del Roque de los Muchachos, o por su declaración Reserva Mundial de la Biosfera, o por sus vinos, se conozca también por sus buenos escrito-res y por una editorial que tiene su sede en Madrid pero que lleva el nombre de la isla por donde va. Tú imagínate, por ejemplo, qué pensa- CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 253 rán en Lucerna cuando lean el libro de Hans Leopold Davi —que aun-que nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1928, es de ascendencia suiza y vive en esta ciudad— y se den cuenta de que está publicado por Edi-ciones La Palma: conocerán la editorial, pero automáticamente también la isla. O a la inversa, pensemos que alguien consulta en Internet La Palma como destino turístico y enlaza el símbolo de Fierro con el de la edito-rial: «—Ah, éste es el sello de una editorial en la que está publicado un libro de poemas de Hans Leopold Davi». Si me apuras, tampoco es ése el fin que perseguí. Simplemente quise editar, como sigo queriendo hacerlo. Y ojalá tuviera yo una imprenta, una distribuidora y una librería. Tú llegas aquí con tu manuscrito, Ediciones La Palma lo diseña, lo maqueta, lo imprime y lo coloca al día siguiente. Y la presentación también la hacemos aquí, en «La Casa de Jorós». Y luego nos tomamos otro café aquí en la cocina y lo celebramos. Y cogemos el libro en las manos, aunque no lo comprase nadie… Es el proceso de la impresión, desde que tú lo escribes hasta que alguien lo lee, aunque sea una sola persona. Ese largo camino es lo que me ha movido. Y es lo que he conseguido. VJHC. ¿Son lo mismo Elsa López y Ediciones La Palma? ¿Qué tienen ambas en común y qué es lo que no comparten? EL. Son casi lo mismo. Porque no podría vivir la una sin la otra. Edi-to lo que me gusta. Hago lo que quiero. No estoy sujeta a instituciones y nada debo a nadie. Ella es mi sello de identidad más cierto. VJHC. ¿Más incluso que tu propia obra? EL. Sí, porque condensa muchos aspectos que pertenecen a mi per-sonalidad. Por ejemplo, la diversidad, el que a mí me gusten lecturas dis-tintas, desde una novela obscena hasta un poemario religioso, como es el caso de Villancicos populares, que agrupa el repertorio de la Rondalla lo Divino de la parroquia de San Francisco de Asís de Santa Cruz de La Palma y que luce en la cubierta esa fotografía computerizada de un án-gel realizada por Jorge Lozano Vandewalle. Este libro se vendió mucho en las librerías madrileñas: la gente lo compraba en el Corte Inglés du-rante el primer año que salió (1992). Y ellos no sabían ni qué era una 254 NOTICIAS rondalla. ¡Qué iban a saber! Y sin embargo lo compraban. Ésa es la magia de la editorial. Después de tantos años —de hecho no sabía que habían pasado veinte hasta que tú te pusiste en contacto conmigo y me lo comentaste—, miro hacia atrás y la única conclusión que extraigo es que no tengo la sensa-ción de que haya pasado el tiempo. Una editorial que está viva, lo está porque hay autores esperando todavía. Probablemente salga en estos días a la calle y me encuentre con alguien que me diga: «—Elsa, tengo unos poemas»; y es muy seguro que yo le responda: «—Déjame que los lea», como me ocurrió hace poco con una novela de Miguel Gómez. Y pue-de suceder que lea un libro que me guste y apueste por él. Quiero de-cir que ésta es la vida. Por eso creo que la editorial está viva. Evidente-mente, si es parte de mi carne y de mi cabeza, vivirá mientras yo viva. No sé si cuando yo muera, esto acabará, como mueren algunas co-lecciones cuando fallecen quienes estaban detrás. No lo sé. Pero no im-porta. Ha sido un reto, una dulce venganza con algo muy difícil como es la poesía y la literatura: «—¿Qué creíais, que no iba a sobrevivir? Pues he sobrevivido». Y lo he hecho contra viento y marea. Y además me da esa satisfacción del hijo: lo he criado, ha crecido, es sano e inteligente y continúa adelante escribiendo. Es eso: orgullo. Ha salido bien: es una editorial sana, fuerte, inteligente y, sobre todo, es valiente. Eso es lo que la define, porque ésa es la etiqueta que le pondría a los escritores a los que he defendido, e incluso a mí misma. Y, encima, es humilde, y en eso radica su grandiosidad. Si la miro bien, veo con orgullo a quienes han pasado por ella, quienes han escrito en ella, quienes han diseñado, quie-nes han opinado y quienes no han comido de ella, pero sí se han alimentado. Santa Cruz de La Palma, 30 de enero de 2010. Bibliografía: CASTILLA, Paca. «Canarios que dejan huella/16: Elsa López, canaria por encima de todo». [Entrevista]. Diario de avisos (Santa Cruz de Tenerife, 30 de marzo de 1992), pp. 30-31; DULCE, José Andrés. «Elsa López: «Pretendo que los ciu-dadanos canarios conozcan a sus escritores»». [Entrevista]. El día (Santa Cruz de Tenerife, 26 de julio de 1994); [FERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, Rafael, GARCÍA DE MESA, Roberto, EQUIPO EDITORIAL DEL CENTRO DE LA CULTURA POPULAR CANARIA]. «Elsa López». En: La enciclopedia de la literatura canaria. [Tenerife; Gran Canaria: Centro de la Cultura Popular Canaria, etc.], D.L. 2007, pp. 371 y 403; HERNÁNDEZ QUINTANA, Blanca. «López CARTAS DIFERENTES. REVISTA CANARIA DE PATRIMONIO DOCUMENTAL 255 Rodríguez, Elsa (Santa Isabel de Fernando Poo, Guinea Ecuatorial, 1943)». En: Dic-cionario de escritoras canarias del siglo XX. [Santa Cruz de Tenerife; Las Palmas de Gran Canaria]: Idea, D.L. 2008, pp. 121-127; MELINI, Nicolás. «Ediciones La Palma, dos años de andadura: fundada en Madrid por Elsa López». Borrador: página litera-ria/ Diario de avisos (Santa Cruz de Tenerife, 20 de junio de 1991); PÉREZ GARCÍA, Jaime. «López Rodríguez, (Amada) Elsa». En: Fastos biográficos de La Palma. [Santa Cruz de La Palma]: Sociedad Cosmológica de Santa Cruz de La Palma: CajaCanarias, 2009, p. 237. VÍCTOR J. HERNÁNDEZ CORREA |
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