Boletín Millares Cado
2003,22: 121-130
ISSN: 021 1-2140
Inicios del Monte de Piedad y Caja de Ahorros
de Las Palmas
Juan Antonio MARTINEDZE LA FE
Entre 1914 y 1939 se desarrolla la vida del Monte de Piedad y Caja de
Ahorros de Las Palmas, el antecedente más inmediato de la actual Caja Insular
de Ahorros de Canarias.
Los avatares por los que discurrió su vida son muy variados. Un comien-zo
endeble da paso a un período de afianzamiento y crecimiento continuado,
para alcanzar una nueva crisis que lo sumergió en las profundidades de un
anunciado naufragio.
Su fundación se debió a las gestiones del que fuera delegado de Hacienda,
Francisco Rivas Moreno, quien compartió a partes iguales las veinte mil pese-tas
que quedaron de la liquidación de la arrendataria de Puertos Francos, para
constituir sendas Cajas de Ahorros en Tenerife y Gran Canaria.
Su fundación data del 20 de enero de 1913, en el palacio episcopal, al ser
el Obispo quien promovió la reunión constituyente. En efecto: Rivas Moreno
se hallaba ausente, cumpliendo sus obligaciones en un nuevo destino y el
titular de la diócesis Canariense se había dirigido a él solicitándole las diez
mil pesetas que se hallaban depositadas para la fundación del Monte de
Piedad, a fin de atender las siempre acuciantes necesidades sociales.
Respóndele don Francisco Rivas explicándole la imposibilidad de cambiar el
destino de dicha cantidad y estimulándolo para que pusiera su empeño en la
creación de la institución que tanto bien habría de reportar a las clases más
bajas de la sociedad.
Habían de transcurrir dieciocho meses para que se cumpliera el deseo ini-cial,
pues no fue hasta el día primero de julio de 1914 que abrió sus puertas en
un modesto local situado en el número 16 de la calle Perdomo.
El presente trabajo pretende abarcar el período comprendido entre esa
fecha y el 30 de junio de 1915, primer año de funcionamiento del Monte de
Piedad, sin entrar a considerar en detalle lo acontecido con la Caja de Ahorros.
EL ARCHIVO DEL MONTE DE PIEDAD Y CAJA DE AHORROS DE
LAS PALMAS
La entidad tuvo un agitado final. Desde el año 193 1 se fue sumergiendo en
una crisis que las circunstancias del entorno se encargaron de agravar, desein-bocando
en su disolución en febrero de 1939, sin haber aún finalizado la con-tienda
civil que sufrió el país.
Fiel reflejo de las turbulencias a que fue sometida son las actas tielmcntc
levantadas de todo lo acontecido; la última, sin acabar de ser transcrita en el
correspondiente libro, da una idea de lo angustioso de la situación. Tales
libros, correspondientes a las sesiones del Consejo de Administrüción y de la
Junta de Gobierno, se encuentran perfectamente conservados en la actual Caja
de Canarias, constituyendo la serie más completa de documentos conservados.
Existen, igualmente, otros libros correspondientes al trático ordinario de la
entidad, pero en series incompletas, junto a una destacada variedad de docu-mentos
aislados que se guardan en La Caja. Muchos de ellos han salvado su
existencia gracias al celo del que fuera muchos años Jefc del actual Monte de
Piedad, don Germán Luzardo, quien se propuso rescatar de su posible des-trucción
papeles y objetos que podían ser considerados como inútiles y que,
sin embargo, cumplen hoy una función a veces histórica, a veces ornamental,
contrastando con los avanzados medios tecnológicos con que están dotadas
las actuales instalaciones.
Otra parte de este material se halla en lo que se llama "archivo histórico"
de La Caja. Se trata de un volumen destacado de documentos y libros que,
habiendo sido salvados de los expurgos ordinarios del archivo administrativo,
se conservan aparte bajo la custodia de otro desintercsado entusiasta de la con-servación
de estas fuentes, don Anselmo Zamora.
No se trata de un conjunto ordenado ni sometido a científicos criterios dc
clasificación; con una somera catalogación, ocupan algunas estanterías, junto
a los documentos que se consideran útiles para la historia de la actual Caja de
Canarias. Con motivo de los cincuenta años de esta Entidad, se procedió a lim-piar,
restaurar en parte y acondicionar mejor estos fondos, a la espera de que
algún día se acometa su adecuado tratamiento para ser convenientcmente con-sultados
como fuentes que son de una de las entidades más señeras dc la
región.
Las líneas que siguen son sólo una muestra de la riqueza de su contenido.
Trataremos de ofrecer una triple visión de lo que fue el primcr año de activi-dad
del Monte de Piedad, utilizando tres fuentes, dos internas y una externa.
En primer lugar, hemos desentrañado el contenido del libro primero de empe-ños
y parte del segundo, donde se hallan registradas todas las operaciones que
se llevaron a cabo; la otra fuente interna la constituyen los citados libros de
actas, tanto de la Junta de Gobierno como del Consejo de Administración, uti-
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lizando un trabajo anterior sobre la vida de esta institución, redactado por nos-otros
y parcialmente publicado. Finalmente, hemos intentado ver la repercu-sión
social del Monte de Piedad, a través de la lectura de la prensa de la época:
El Día, Diario de Las Palmas, El País y Pitos y Flautas.
LOS DOS PRIMEROS LIBROS DE EMPEÑOS
La información que facilita es fundamentalmente administrativa, aunque
se ve con frecuencia aderezada de tintes sociales que dejan entrever curiosida-des
de la vida cotidiana en Las Palmas de Gran Canaria. Los datos son los
característicos de la operatoria de los empeños en el Monte: año, mes, día,
número de empeños por día, tasación, importe del préstamo otorgado y si éste
fue renovado, desempeñado o subastado.
Observamos que el mes que mayor número de empeños hubo fue mayo de
1915, mientras que el que supone la cantidad más grande prestada es el
siguiente, junio del mismo año.
Primer año de funcionamiento del Monte de Piedad
1 TOTALES 1.853 / 115.000,65 1 97.400,15 / 50.279,05 1 39.225,55 / 7.895,55 1
Año
19 14
1914
1914
1914
Fuente: Libros 1 y 11 de Empeños del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Las Palmas.
Elaboración propia.
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Mes
Julio
Agosto
Septicmbrc
Octubre
Número
Empeños
75
78
140
161
Tasación
Pesetas
5.470'70
6.868,80
7.870,lO
1 1.38 1 5 0
Préstamo
Pesetas
4.629'25
5.770,35
6.847.70
9.967.00
Desempeño
Pesetas
1.414'15
1.621 ,O0
3.276.20
5.182.35
Renovación
Pesetas
2.947'15
3.753,05
2.287.30
3.036.65
Subasta
Pesetas
267'95
396,30
1.284,20
1.748.00
La marcha del importe de las operaciones es bastante irregular, comenzando
con una línea ascendente mes a mes que se quiebra en noviembre de 19 14, que dcs-ciende
hasta casi la mitad, iniciando entonces una recuperación que sufic altibajos.
Cuando un cliente acude a hacer un empeño, se tasa el objeto a pignorar;
de la cantidad resultante, se detrae un porcentaje que, en el análisis del cuadro.
alcanza una media del 7,24%. Este importe es el que se concede en préstamo;
llegado el vencimiento, el prestatario tiene tres opciones: rescatar el objeto
empeñado, renovar el préstamo o dejar que salga a subasta por no poder afron-tar
el pago de la deuda contraída. En este primer año dc funcionamiento, los
clientes que alcanzan a recuperar la garantía de su préstamo alcan~an el
40,27%; la mayoría, un 51,62% optan por renovar el préstamo a la espera de
mejores tiempos para hacer frente a su compromiso; sólo un 8,100/0 de los
prestatarios ven subastar la prenda que depositaron.
En la actualidad, sólo se admiten joyas y alhajas como objetos a pignorar;
pero en los años que comentamos la variedad era muy grande, permitiéndose,
incluso, las ropas usadas, por lo que la presencia de aparatos para desinfectar cra
habitual en las instalaciones del Monte de Piedad. Sería prolijo detallar qué cosas
empeñaban los visitantes de la institución, por lo que sólo señalaremos algunos
ejemplos: una enciclopedia universal, una máquina de coser, escopetas y pisto-las,
estuches de afeitar, uniforme consular con espadín, cal~oncillosn uevos, una
docena de sombreros, un estereoscopo con 36 vistas, una cama de madera, una
pluma para sombrero, diecisiete pares de zapatos, bombillas para luz eléctrica,
un corsé, un sextante, una garlopa con escoplo, serrucho y lima, una trompeta,
un sombrero panamá, una capa de uniforme, un vestidito y blusa con zapatitos
de estambre y trozo de tira bordada, una guardapelo, una gramófono sin bocina,
un par de dormilones, unos gemelos de teatro, tres botones de camisa, una bici-cleta
para señora, un sifón, seis máquinas de afeitar con tres hojas cada una, una
mesa cangrejo, un pesacartas, aparte de las habituales joyas, relojes, etc.
Cada prenda de éstas, tras su fría enumeración y la sonrisa que pueda des-pertar
por su extravagancia, esconde una historia de personas enfrentadas a una
situación difícil. En ocasiones, vemos que son, incluso, herramientas de traba-jo,
en otras recuerdos de viejas glorias. La mayoría de los clientes figuran con
su nombre y apellidos, pero algunos se esconden en el anonimato o envían al
botones del Hotel Madrid. Muchos, muchos objetos son de escaso valor, y
resolverán una penuria que pronto hará acto de presencia otra vez; algunos lotes
son de joyas y el prestatario percibe por ellas una importante cantidad.
Casi un mes antes del inicio de las operaciones, hay una sesión del Consejo
de Administración en la que, además de dar posesión de sus cargos a los seño-
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res consejeros, se toman acuerdos relativos a la recaudación de los fondos
necesarios así como sobre la actividad financiera a desarrollar y sus condicio-nes,
reflejándose lo siguiente acerca del Monte de Piedad:
El interés señalado a los préstamos será el de un seis por ciento anual; pero
para los gastos de tasación, custodia y seguro percibirá el Monte de Piedad un
uno por ciento más.
El plazo para los empeños de alhajas deberá ser de un año y para los demás
efectos de seis meses, salvo lo que para casos especiales se determine. Dentro
de estos plazos pueden los interesados desempeñar total o parcialmente el lote,
abonando la cantidad que corresponda y renovándose por el resto.
Cumplido el plazo del empeño, se guardará la consideración de esperar un
mes durante el cual puede hacerse la renovación o desempeño, mediante las
debidas formalidades; pero transcurrida esa prórroga, pasarán las garantías a
la sala de almonedas para proceder a la subasta.
Hecho el aprecio del objeto que se desea pignorar, si es declarado admisi-ble,
se le manifestará al empeñante la cantidad en que se aprecia para el caso
de indemnización, y la que se puede recibir en préstamo, que no excederá, en
ningún caso, de un diez por ciento menos de aquel valor.
Hay tres notas que destacar en estos acuerdos. La primera se refiere a la
posibilidad de realizar desempeños parciales, opción no utilizada por los
clientes del primer año de funcionamiento del Monte, pese a las indudables
ventajas que les habría reportado.
La segunda nota tiene un carácter más social: el plazo de vencimiento no
es exigible con carácter inmediato, sino que se da un mes más de prórroga sin
necesidad de solicitarla.
El tercer apunte alude a la posibilidad de rechazar objetos que se presen-ten
a empeño. En los registros de los libros consultados no aparece esta cir-cunstancia;
pero, a la vista de las prendas aceptadas, no deja de despertar la
curiosidad por saber qué tipo de objetos podrían haber sido rechazados.
Cuando el Consejo se reúne nuevamente el día 27, su impresión acerca de
la marcha del Monte durante los días transcurridos es moderadamente satis-factoria.
Por un lado, ve con agrado el volumen de operaciones y sus impor-tes,
pero deja entrever su preocupación por la marcha de la colocación de
acciones de la Caja de Ahorros, fuente de la que obtener los recursos necesa-rios
para atender a las operaciones de préstamos tanto de ésta como del Monte
de Piedad.
El horario debería influir en favorecer la actividad: de una a tres de la tarde
para préstamos, empeños o renovaciones, tiempo en que el público podía estar
liberado de otras obligaciones laborales.
Más adelante, el 4 de noviembre, el Consejo se pregunta cuáles son los
motivos que impiden el desarrollo deseado de la institución. Teme que sea por-que
se desconoce su existencia, cosa nada anormal en una época en la que el
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desarrollo espectacular de las comunicaciones se hallaba aíin en estado
embrionario. De ahí que acuerde fijar placas en las esquinas, anunciando las
operaciones que realiza la institución, pues, a pesar de los anuncios que sc han
publicado en la prensa, son muchas las personas que ignoran la existencia dcl
establecimiento. Se repite, una vez más, el axioma: lo que no se comunica. no
existe.
Pero el problema reside realmente en la incapacidad de la entidad para
recabar nuevos fondos con los que poder atender la demanda de empefios por
un lado y de préstamos en la Caja de Ahorros por otro, aludiendo, de manera
moderada, a la guerra que se vive en Europa como causa importante de la
situación.
Así se deduce del acta de la sesión del día 26 de noviembre en la qiic sc
refleja que
por efecto de la gran demanda que actualincnte existe de dinero con garan-tía
de todas clases y principalmente de alhajas, ha colocado el eí'ecti\ o ciispo-nible
y para no vcrsc en el caso de suspcndcr en absoluto las operacioiics. sc
había visto (el Director) en la necesidad de no facilitar en cada una sino bciii-ticinco
pesetas como máximo, a semejanza de lo que sc está haciendo cn otros
establecimientos de la Península; pero dc todos modos, como se \~:iii a,< 'Ot¿lll-do
los recursos, se acerca el peligro de tener que suspender las operacioncs de
préstamo, con perjuicio de las personas necesitadas que, para no perecer, tie-nen
que acudir al préstamo usurario.
De la lectura de la memoria redactada en enero de 19 15, tras los primeros
seis meses de vida, destacamos los siguientes aspectos: A) La conciencia que
tienen sus directivos del carácter social de la institución; se habla, así, en ella.
de su "misión moralizadora y filantrópica" y de "la trasccndcncia social" de
su existencia. B) Que, pese a la incidencia negativa de la falta de recursos.
fundamentalmente por no haber podido colocar todas las accioncs según las
previsiones iniciales, y de la guerra, el alto volunieii de operaciones inclina a
abrigar halagüeñas expectativas de futuro.
La realidad, sin embargo, cubriría de negras sombras estas ilusionadas
perspectivas. Mediado el mes de abril de 1915, el director, en informe al
Consejo de Administración, califica de "angustiosa" la sitiiacibn, recomcn-dando
la aceptación de una propuesta de don Francisco Peyró para encauzar
por mejores derroteros la fatigada marcha de la joveii entidad. Tan gravc cra la
coyuntura que los empleados no percibían gratificación alguna por su trabajo
desde hacía meses.
Esta propuesta del señor Peyró, cuyo análisis escapa a los Iíinitcs de este
trabajo, fue la salvación del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Las Palmas
que, desde este momento, comenzó un proceso de ascendente prosperidad que
no se vio prácticamente truncado hasta los años treinta.
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EL MONTE DE PIEDAD EN LA PRENSA
Constituye la prensa un espejo en el que podemos ver reflejada la sociedad
cada día. Ante una notoria concurrencia de cabeceras en la ciudad en el tiem-po
que consideramos en el presente trabajo y dado el carácter social del que se
revista la institución, podría deducirse una especial atención de los medios de
comunicación al Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Las Palmas. No ocu-rre
así. Un rastreo hemerográfico buscando su presencia en las páginas de los
periódicos obtiene un éxito moderado.
El País, en su edición del 9 de junio de 19 14, incluye una nota dando cuen-ta
de la reunión mantenida por el Consejo de Administración para dar posesión
de sus cargos a los consejeros.
La reseña de una conferencia del Dr. Azofra, aparecida el 13 de julio, contiene
una somera alusión a la creación de la entidad; en su charla, se refiere a la labor
social del Círculo Católico de Obreros y, refiriéndose al papel desempeñado por el
Obispo en obtener ventajas para las clases más humildes consiguiendo que los
comerciantes concedan descuentos a los socios del Círculo, menciona que se debe
también a "su empeño decidido" la fundación de "una caja de ahorros y montepío".
El artículo de mayor contenido es el aparecido en La Provincia del 5 de
agosto, que transcribimos:
El Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Las Palmas
Lleva un mes de constituida esta benéfica institución y sus resultados no
pueden ser más satisfactorios.
Al empezar, en primero de julio próximo pasado, contaba con un capital
de 10.000 pesetas; y al hacer el Balance del primer mes, después de satisfacer
todos los gastos de la institución, impresos, muebles, etc., y de haber hecho
préstamos sobre alhajas y ropas por valor de 4.709,85 pesetas, cuenta actual-mente
con una existencia de-16.299,95 pesetas. De éstas, figuran en su cuen-ta
corriente del Banco de España 11.500,- pesetas y en caja 4.799,95.
En dicho mes se han realizado imposiciones, en libretas y sellos, por valor
de 8.269,50 pesetas.
En vista del admirable desarrollo adquirido en tan poco tiempo, que indi-ca
una gran confianza en el público de Las Palmas, el Consejo de
Administración, en su última reunión celebrada bajo la Presidencia del Iltmo.
Sr. Obispo de esta Diócesis, acordó que se realizaran además operaciones de
crédito con garantía personal (por medio de letras, pagarés, etc.jy con el inte-rés
de 6% anual, las que, indudablemente, acrecentarán el desarrollo de la ins-titución,
prestando a la vez un beneficio a los que necesiten de estas opera-ciones,
salvándoles de las garras de la usura.
También se está llevando a efecto la suscri~ciónd e acciones. siendo muchas
las personas que las han solicitado, prestando así un gran servicio a la institu-ción.
Estas acciones, que son de 25 pesetas, se reintegrarán por sorteo antes de
cuatro años; mientras tanto devengarán en concepto de interés, el 3% anual.
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Salvo el hecho de que los importes referidos al Monte de Piedad no se
corresponden exactamente con los obtenidos directamente de los registros de
los libros de empeños, tanto la idea del carácter social de la entidad como las
esperanzas depositadas en ella son coincidcntes con la visión interna obtenida
de las actas oficiales de las sesiones de los órganos de gobierno. Nada extraiio
si consideramos el corto período de vida analizado, escasamente un mes de
existencia.
Sí llama la atención el hecho de esta presencia aislada del Monte de
Piedad y Caja de Ahorros de Las Palmas en un periódico. En gran medida
puede explicar este hecho el estallido de la guerra mundial que, evidente-mente,
ocupa el no abundante espacio informativo de las hojas de prensa. El
seguimiento de la contienda es tema reiterativo, dejando poco hueco para
otras noticias que preocupan a la ciudadanía, como son las relativas al abasto
de agua a la capital.
El Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Las Palmas envió, se&ru'n sus
documentos, notas informativas, que, al parecer, no merecieron el interks de
los editores. Recurre luego a la publicidad, modesta y a lo largo de un período
de tiempo no muy largo, como corresponde a la escasez de recursos; un peque-ño
recuadro, con una errata al omitir la "c" de la palabra "calle":
Monte de Piedad y Caja u'c. Ahor-ios
Operaciones que realiza
PRÉSTAMOS sobre alhajas, ropas y demás efectos al 6% anual.
A plazo fijo se abonará el 4% anual.
A plazo indeterminado, el 3% id.
Las imposiciones se admitirán desde una pesetas, anotándose en libretas
que se facilitan gratis; y en fracciones de cinco céntimos, para el ahorro esco-lar,
por medio de sellos de la Institución que se expenderán en el domicilio
social, en las Escuelas Públicas y en las librerías de la población.
Horas de oficina de 1 a 5 de la tarde.- alle (sic) de Perdorno número 16.
Los domingos de 9 a 11 m.
Y, prácticamente, en este primer año de existencia de la entidad que ana-lizamos,
desaparece la institución de las páginas de la prensa.
Sí se apunta, sin embargo, algún reflejo de la situación de agobio econó-mico
que padecen los ciudadanos en aquellas fechas y que redunda en una
afluencia destacada de visitantes al Monte de Piedad, a empeñar objetos per-sonales,
debidamente reflejada, tanto en los libros de empeños como en las
actas de los órganos de gobierno, tal y como hemos expuesto más arriba.
Hemos extraído algunos párrafos que describen, con palabras de los pro-tagonistas
de aquella realidad, la delicada posición de quienes vivieron tan agi-
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tados y turbulentos momentos. Don Francisco Falcón era el Presidente de la
Federación Local de Sociedades Obreras de Las Palmas; en septiembre de
1914 (La Provincia, día 23), hubo de presentar un escrito oficial, en el que se
decía:
... teniendo en cuenta la cada día más intensa crisis económica que atra-vesamos,
crisis que de no salirse al paso con remedios urgentes y sólidos,
puede llevar la más espantosa tragedia al hogar falto de todo recurso, en cir-cunstancias
que, precisamente, se hacen doblemente difíciles por la carestía
de la subsistencia.
Es también el periódico La Provincia, el que recoge, los días 25 y 26 de
marzo de 19 15, un artículo, titulado "Crisis en Las Palmas":
El encarecimiento de los artículos de primera necesidad y la falta de tra-bajo
sumen en angustiosa situación a la clase obrera.
La paralización del movimiento marítimo del Puerto, del cual vivían
millares de obreros, exige la inmediata solución del pavoroso problema (...) y
garantizar un interés saneado y seguro a los patrióticos ciudadanos que a rea-lizar
el proyecto contribuyan con su esfuerzo y capital.
No refiriéndose al Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Las Palmas, sí
hace hincapié en otro proyecto de similar finalidad social, apoyando su argu-mentación,
indirectamente, la necesidad de nuestra institución por la grave
problemática económica que se padecía.
De todo lo expuesto, se pueden obtener las siguientes conclusiones:
La existencia de abundante documentación sobre el extinto Monte de
Piedad y Caja de Ahorros de Las Palmas justifica el someterla a las
tareas propias de la archivística, a fin de garantizar su conservación y
debida explotación como fuente para la historia económica de Gran
Canaria en general y de Las Palmas de Gran Canaria en particular.
Fue una demanda social la que termina imponiendo la creación de este
tipo de entidades, sin restar por ello mérito alguno al desinteresado
empeño de don Francisco Rivas Moreno, quien consiguió el capital
inicial y contagiar su entusiasmo a los más pudientes de la sociedad
para llevar a cabo la fundación.
La presencia de la nueva entidad en los medios de comunicación de la
época es escasa. Probablemente se deba al lógico mayor interés que
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despierta el estallido de la 1 Guerra Mundial o la atención a otros pro-blemas
que preocupaban a la ciudadanía más acomodada, lectora habi-tual
de la prensa y sin apremios económicos que la obligaran a intere-sarse
por cuestiones más primarias.
Este desconocimiento por parte de la mayoría de la población unido a
los agobios monetarios que genera la crisis bélica, no es óbice para quc
se produzca una continuado acceso al Monte de Piedad a fin de empc-ñar
pequeñas posesiones que permitan un respiro cn tantas apreturas.
Los problemas que tiene la Caja de Ahorros para consegiiir, dc una
parte, colocar la totalidad de las acciones previstas y, de otra. incrc-mentar
el número de impositores a fin de obtener recursos que i~ivci-tir
en operaciones de prkstainos, incluidos los de garantía prendaria, pro-pios
del Monte de Piedad, hacen peligrar la continuidad de la institu-ción
a los pocos meses dc creada. Afortunadamente, la solución apli-cada
a la Caja aporta serenidad al Monte dc Piedad, permiti6ndolc dcs-arrollar
su labor social de forma creciente.
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