ARTÍCULODSE
TEMA FILOLÓGICO
LA LITERATURA EN GRAN CANARIA
A MEDIADOS DEL XM
YOLANDA RENCIBISAA NTANA
Colegio Universitario de Las Palmas
Nos proponemos abordar en este trabajo la realidad de la literatura gran-canaria
durante la segunda mitad del XIX. Para acotar debidamente el tema
limitaremos nuestra exposición al marco que el título de la misma sugiere:
textos literarios -o considerados como tales- publicados en el ámbito geo-gráfico
de G. Canaria y con referencia cronológica a los años 40-80.
La ciudad de Las Palmas de G. Canaria se acerca a la segunda mitad del
siglo XIX en estado de letargo aparente y real; semi-dormida, con sus obras
públicas en situación lamentable y con deplorable aspecto de abandono y
suciedad.
Según avanzamos en los años 40 comienza a percibirsc cicrto aire de
renovación a pesar de los desastres del cólera morbo, de las fiebres, del
hambre y de la emigración, circunstancias que redujeron en casi 4.000 habi-tantes
la población entre los años 1845 a 1857. Esle «aire de r.eiiovació~i»
tiene unos protagonistas con nombres propios para quienes ha hecho fortuna
una denominación bien indeterminada: Los niños de La Laguna. Entre ellos se
encuentran -destacan- D. Antonio López Botas y D. Juan E. Doreste. Los
niños de La Laguna encienden el motor de arranque de lo que llegará a
significar el despertar de G. Canaria propiciando un estado de inquietud que,
en lento proceso va consolidando nuevas bases sociales, políticas y culturales
en la sociedad insular.
Los resultados políticos y aun sociales no se dejan esperar demasiado (la
concesión de Puertos Francos y la primera -y fugaz- división provincial,
como hechos más importantes). En el orden cultural destacan como cruciales
algunas de las fundaciones que este grupo impulsa; como las del Gabinete
Literario y el Colegio de San Agustín: con ellas, y con el entusiasmo personal
del grupo, se va fraguando una nueva sociedad inquieta, segura de sí misma,
optimista, que ve nacer -al calor de una política agitada- algunas publica-
Boletín Millares Carlo n . 1~1 . 1990. Las Palmas de Gran Canana. 111
ciones periódicas de corta pero intensa vida en cuyas páginas se registra lo
más sugestivo y lo más relevante de la historia viva de aquellos días. Son estas
publicaciones: El pueblo (fundado precisamente por López Botas y Doreste,
en 1842) y, ya en la década de los cincuenta: El porvenir de Curzurius, E[
Despertar Canurio, El canario, El ómnibus (el periódico de más larga vida:
1855- 186th El crisol La Reforma, Lu Revista semanul.
La paralela renovación literaria no llegará, sin embargo, hasta los primeros
años de nuestro siglo -casi sin excepciones-. Porque si cronológicanlenrc
vivimns la etapa prerrnmántira, Psta, ron !o que significa de «ro!npcr nrirm.s>>.
de «gritar en vez de dialogar», de «pensar con el corazón», de revolución^^.
que sí ha podido percibirse en el panorama social, no se obseva en el literario
de las islas.
En el orden poético, la creación grancanaria ha quedado anclada -en el
mejor de los casos- en temas y tratamientos de la centuria pasada, con
modc!os qUc desde Garcijasv a Mejéndez Xvlaldés, pasaridij i;iiiiduh
incursiones barrocas; hecho explicable teniendo en cuenta que la realidad dc
las islas dificulta poderosamente el establecimiento de fronteras cronoló,~' ~ l c a s
o «escolásíicas». De todos modos, y en niveles generales, es difícil separar el
siglo XVIII y el XIX literarios con fronteras inamovibles; tal vez porque.
como dice A: de Armas!, «clasicismo y ron~anticismos on conceptos comple-mentarios
».
El aire renovador en lo literario sólo se deja atisbar a través de la línea
histórica -o pseudo-histórica- que, partiendo de los neoclásicos (actitud
sentimental de Viera y Clavijo) se afianza en varias publicaciones históricas y
literarias de la década de los 40 y de los 502, se consolida en la corriente
cneovianista~ cimentadora de una conciencia regional dentro del idealismo
renacentista «del buen salvaje» (en las letras canarias los héroes prehispánicos:
Doramas, Bencomo, Tanausú ... ) y desemboca en sólida corriente indigenista
romántica que dará sus mejores frutos -décadas adelante- en la Ilarnad;~
«escuela regionalista de La Laguna».
Centrándonos ya en las personalidades literarias de este período g en los
límites cronol6gicns y Incales anterinremente ceñalxbs, hemos de rnrnen7:ir
por destacar la obra poética de Graciliano Afonso, por edad un precedente
(había nacido en 1775), pero cuya primera obra no se publica hasta 1838.
Grzci!ixx Afunse (<<miichen eer!isicis!xm en !2 ehr? y nv pece r ~ r nmt i c i r : : ~ ~
A. Armas Ayala, «Algunas notas sobre el prerrornanticisnio español» en El Miisct)
canano, n:, 73-74, 1960, págs. 79-92.
M. Rosa Alonso señala la importancia que tuvieron a este respecto las puhlicacione\ de
la imprenta Isleña: Le Canarien, traducción de 1847; Historia de lu corquistu de kts siete islus de
C. Canana del P. Abreu Galindo y Descripción hisróricu y geogrú$u de Pedro Agustín del
Castillo, ambas de 1848; Topogrufiu de C. Canaria del P. Sosa, de 1849; Los Meses, Noticicis o
Historia de Canarias y Viajes y Curtas de Viera y Clavijo; Ehzogr~!fluy AI ILI Id~eS R érthelot; 4
Poema de Viana. (M. Rosa Alonso, <<La literatura durante el siglo XIX» en His~otiu Getwml do
las Islas Canarias, tomo 5, Las Palmas de C. Canaria, Edirca, 1977, p5g. 1 13.
en la vida» al decir de Artiles-Quintanas) es principalmente un poeta diecio-chesco
(Gracilio es su nombre poético) que maneja con primor todos los
tópicos de lo anacreóntico y sus derivaciones en las odas que componen El
beso de Abibinia (Pucrto Rico, 1838) cuyo docus amocnusn rcmitc a un
realísimo valle de Tacoronte, oportunamente idealizado. Nuevos temas son
cantados en otras odas del autor: destaca entre ellas la titulada Al mur de
elaborado concepiualisrno en la forma y sincero aliento patético en la inspira-ción;
escrito en el exilio, contiene todos los ingredientes que la añoranza de la
tierra isleña insufla al tema: mezcla de reconocida admiración y amor, pero
también de forzada sumisión y vasallaje. Observemos lo apuntado en la última
estrofa del poema:
iOh mar! ¡Adiós, mi juvenil delicia!
Tú me viste nacer; tu brazo fuerte
(que el Teide cano, alzado,
ciñe las plantas en la tierra Elisia,
do Baco el néctar de Taoro vierte)
tierno me acarició. Yo, alborozado,
en tu seno azulado
cual las burbujas del metal luciente
que en él se mecen, sin temor nadaba;
y bi en furor bramaras inclemente,
tu furor me hechizaba;
eras mi padre, que aplacar quisiera,
halagando tu blanda cabellera.
Graciliano Afonso se acerca a la etapa romántica con su contribución al
afiari~arriienlod el tema de la exaltaci6ri del pasado histórico publicarido varias
leyendas de tema canario: El juicio de Dios o la reina Ico (1 84 l), Las hojas de
la encina o San Diego del Monte (1853) y Zebensayas, idilio canario del
mismo ano. El bello tratamiento poético de las mismas no impide la eficaz y
directa presentación del tema. Veamos en el comienzo de la primera de las
leyendas señaladas el tratamiento poético de las intenciones del autor:
Harpa dorada que en el bosque umbroso,
do reposa Doramas el valiente,
muda y sin gloria pendes polvorosa
de ese tilo gigante que, orgulloso,
se oyó cantar por el Canario Cisne
con las altas proezas
de los guerreros que a la Iberia dieron
días de gloria y de loor eterno,
3 J. Artiles e 1. Quintana, Historia de la literatura canaria, Excma. Mancomunidad de
cabildos de Las Palmas, 1978, pág. 84.
a par de las grandezas
de los que ven la faz del Ser supremo;
harpa del gran Cairasco resonante,
que tan diestro pulsara
tus cuerdas de oro y de tu son hinchara
la bóveda elegante,
que la verde esmeralda matizara,
sin que en ella se mire el sol radiante;
ven a mis manos, ven; ni desdeñosa,
me desprecies altiva,
los triunfos de tu dueño recordando,
que si del patrio amor el fuego blando
los despojos del mar encender sabe,
no de las Fortunadas los guerreros
ni de sus guanches fieros
osada cantará mi voz suave
la lucha desigual y heróica hazaña
que de sangre inundara la campaña;
que Melponeme, con llorosa trompa,
dibujara este cuadro con gran pompa,
y muestra diera de su ingenio raro
la desgraciada muerte de Tinguaro.
C..)
Yo sólo canto amores
y los crueles dolores
de la reina infeliz, de Faina hermosa,
con que, ciego el destino
abrió el ancho camino
al tirano feroz que, hollando leyes,
la patria encadenó de los menceyes.
Perdona tilo hermoso,
si un momento te privo de tu gloria;
yo te la volveré, pero temblando;
el hacha destructora estoy mirando
(que a tus hermanos dio destino horrendo)
que a ti no olvida en su furor rabioso;
que si cruel mancilló la virgen pura
avara sumirá tanta hermosura.
En torno a El porvenir de Canarias -periódico fundado por López Botas,
Domingo J. Navarro y Agustín marco romántico que acentuó el idealismo
platónico de los renacentistas. Relacionados con él destaca un grupo de poetas
no carentes de interés. El primero en el tiempo es Ventura Aguilar (1 8 16-
1858), poeta de tonos muy variados que recopila sus versos en Cantos de un
canario (Madrid, 1855). Su poesía, que, según Artiles-Quintana «discurre por
cauces diversos: unas veces es idílico y risueño, con andar de 6gloga y ritmos
de Garcilaso, y a veces iracundo y vehemente, con truenos del Sinaí; unas
veces discurre por el camino de la lírica y el bucolismo y otras se asoma a los
bordes de la épica»" se nos antoja excesivamente artikiciosa y retónca. Cultiva
el tema del Teide, al que adorna con referencia míticas en metafórico lenguaje
sensorial; también el de la montaña de Doramas, en un bello canto tópicamente
renacentista en el cual los pastores Elisio y Melibeo lloran sus desdefiados
amores con Guayarmina y Alcoraida: allí el evidente garcilacismo no impide
iac pintiialimciones localistas !«el pescaro ansioso» «las cabras triscadoras a--
por enriscados cerros*, «el mar que abriga»...); se pueden hallar verdaderos
logros poéticos en la modulación rímica y en el tratamiento del tema. En los
versos finales del poema -que transcnbimos- la forma poética (sucesión
ondulante de endecasílabos y heptasílabos) y el contenido (progresivo descenso
hacia el retiro y el silencio) se aúnan para lograr unos versos deliciosos con
cierta originaiiúad y Ueiic;aúa Úeiieza.
Sus rabeles sabrosos
aún siguieron sonando los pastores,
si entre velos nublosos
no ocultara ya el sol los resplandores,
que laso y fatigado
quedó en los blandos mares reclinado.
Las nubes le mecían
batiendo en torno la rizada espuma,
en sus alas traían
las suaves auras cariñosa bruma,
y la naturaleza
absorta contemplaba su belleza
Calló la selva y monte,
callá.el prado, la fuente, el bosque umbrío,
riihriósc el horimnte
de nieblas y finísimo rocío,
y un silencio profundo
anunciaba la noche al vago mundo.
Elisio y Meriteo
entrando en los rediles su ganado
cada uno a su deseo,
se alejaron con paso sosegado
y yo no fui a mis lares,
repitiendo mis rústicos cantares.
4 Obr. cit., pág. 104.
Otros tres poetas relaciuriaclus curi El Porvenir de Cunurict~ aparecen agrupa-dos
por M. Rosa Alonso como «románticos de G. Canaria y cultivadores de
los temas regionales»? se trata de José Manuel Romero y Quevedo, Pablo
Romero y Palomino y Emiliano Martínez de Escobar. El primero de ellos,
José Manuel Romero y Quevedo (1 820- 1882), no logra evitar acentos neoclásicos
a pesar de los ecos esproncedianos de sus dramas en verso (Alonso Fernández
de Lugo o la conquista de Canarias y El monte de Yuste); rinde tributo al
indigenismo, principalmente, con una leyenda en romance heroico, Doramas,
(inconclusa) en donde pinta la figura del héroe de manera majestuosa y
rotunda.
El segundo, Pablo Romero y Palomino (1 830- 1885) fue personaje pintoresco;
Néstor Alamo6 lo califica, con soma evidente, de «hombre letrado y dignísimo,
aunque con cosas» y lo describe física y moralmente, de manera algo esper-péntica,
como objeto de las pullas de su pariente doña Agustina González y
Romero «la perejila». D. Pablo, que llegó a ser profesor de filosofía en La
Habana, recoge sus poesías en el libro Recuerdos y suspiros (1865) ampliación
de una colección anterior titulada Flores del alma (1858); publicó, además,
Glorias del Teide (Santa Cruz de Tenerife, 1877) con el que contribuye a un
tema muy literaturizado en su siglo y en el nuestro. Las formas poéticas de
Romero y Palomino son dieciochescos: fábulas, odas, anacreónticas ... aunque
su lenguaje lo aceique al r«r~iariticisriiv. Carita a una naturaleza tranquila,
dulce y reposada; sólo adquiere animados acentos indigenistas en su poema
titulado El aniversario de la conquista de Canarias. Padrón Acosta lo recuerda
como «cantor del Guiniguadan', tema central de un poema en serenas liras de
manido bucolismo renacentista, vehementes en el citado poema a la conquista
de G. Canaria, como puede apreciarse en los versos que siguen.
Tú de mi patria amada
huérfano río, venturoso cuando
halagaba tu sien sosiego blando
a la sombra de palmas virginales
¡ay! en tétrico llanto Guiniguada,
se agotan tus límpidos raudales.
¿Y no había de llorar cuando sentiste
el estruendo y fragor de la contienda
e11 el florido suelo
do reflejar sereno te placía
la sonrisa de amor de puro cielo?
¿Qué se hicieron tu paz y tu alegría? ...
Ob. cit., pág. 116.
Néstoi Alaiiio, en «Piólogo» a Poesiu de Agustir~tc Gorizúlez y Romero, Lus Pulrr[us de C.
Canaria, 1963, SIP.
Sebastián Padrón Acosta, Poetas Canarios de los siglos XIX y XX, Aula de Cultura de
Tenerife, 1978, pág. 170.
También la guerra impía
se abalanza a los campos Fortunados,
de tus hijos benéficos asilos,
y caerán inermes, inmolados
de la espada sangrienta al crudo filo.
Del tercero de los poelas, D. Erriiliunu Murhez de Escobar ( 1 83 1 - 1882)
-más conocido por su colaboración en los Estudios del Dr. Chil que por su
obra poética- destaca, como dice M. Rosa Alonso, su «horacianismo», y el
tratamiento ~~filosoficyo de fina melancolía» que hace del tema del ubkunt
en su poema A la vejez. Es D. Emiliano el mayor de la saga de su ilustre
apellido; sus hermanos, Teófilo y Amaranto, cultivan igualmente las letras.
Amaranto, discípulo y gran admirador de Ciraciliano Afonso, fue poeta tan
prolífico como irregular, cultivador de temas anacreónticos, románticos, filo-sóficos,
religiosos y satíricos. En el poema La conquista de G. Canaria rinde
tributo también al tema indigenista contraponiendo una visión idílica de la
pre-conquista a otra de la pos-conquista turbulenta y desgraciada, como puede
apreciarse en estos versos:
¡Ay! Vino el invasor, y estos lugares
donde la dicha y el amor vivían,
y estos tranquilos mares
que como muro de bruñida plata el paraíso terrenal ceñían,
se vieron profanados por el grito
del mercenario vil, del vil pirata,
cuyo deseo de ambición maldito
destruyó en un momento
el emblema de paz y de contento
que la mano de Dios aquí había escrito ...
Sobre todas las figuras literarias relacionadas con El Porvenir de Cunurius
destaca la de uno de sus fundadores de sobresaliente personalidad intelectual:
D. Agustin Millares Torres, notario, periodista, director de orquesta, profesor
de música ... adalid de la actualidad romántica en las letras isleñas y cultivador
de todos los géneros literarios: novela, cuento, poesía, historia, biografía, comedia
(drama), zarzuela y opereta. Indudablemente es su dimensión de historiador lo
más destacado y estudiado de su producción (La Historia de G. Canaria
(1 860- l), la Historia de la Inquisición en las Islas Canarias (1 874) y la Historia
general de las Islas Canarias (1893-5. En el ámbito de lo estrictamente literario,
son las novelas cortas lo más romántico de la producción de Millares Torres.
En ellas rinde tributo al tema histórico con narraciones como La muerte de
Doramas y Benartemi; crea ambientes localistas isleños llenos de peripecia y
aventura con heroínas abnegadas y héroes intrépidos, generalmente vencedores
ante la adversidad.
Como «el último de los románticos canarios» ha sido calificado Roque
Morera, personaje bohemio que paseó su alcoholismo por América (Cuba,
Pto. Rico), por Tenerife y por G. Canaria. Sus versos recogidos en Delirios de
un errante están inspirados en su contexto vital: orgía, amor, noche, muerte ...
y abundan en tonos esproncedianos y zorrillescos vehementes y apasionados,
pero también excesivos. Algo de lo apuntado podremos percibir en el comienzo
de sil sentido poema A Dios:
iOh sol fecundizante, lumbrera esplendorosa!
¡Espíritu invisible que el hombre nunca vio! ...
Quisiera de un querube la lengua misteriosa
para cantar tu nombre, quien siempre te adoró.
Quisiera (le t i i ~ra yns el fiiego centelleante,
el hórrido bramido del mar batallador,
de nube que revienta el eco rimbombante
para cantar tus glorias, sublime Creador ...
En noche solitaria cuando la opaca luna
no vela los celajes del ceniciento tul,
las fúlgidas estrellas, cantando una por una,
leí, Señor, tu nombre en el espacio azul.
Sus «bacanales» son composiciones aladas y ligeras que exponen con
gracia y encanto la sensualidad y alegría propias del tema:
Las doce sonaron
Elena querida;
se acorta la vida, dejándonos va.
Destrenza el cabello
y alarga la copa.
¿La dicha se toca bebiendo? Quizá.
Cantemos, hermosas,
mentidas canciones,
Gustad ese vino; bebed sin temor ...
Las horas son siglos
y aún tarda la aurora.
Beodos cantemos un himno al amor.
En la musa de Roque Morera no faltan temas tan tradicionales como el
amor, la noche, el mar ... con tratamiento poético a veces sobrio y equilibrado,
generalmente con grandilocuencia apasionada donde se aprecia más el juego
retórico que la autenticidad.
Cultiva también Roque Morera un género poético muy extendido es esta
época: se trata de lo que conocemos como poesía satinca, es decir, composi-
ciones en verso basadas en el humor o la mordacidad y adobadas con impor-tantes
dosis de ingenio.
La vena humorística con dimensión literaria había hecho su aparición con
Bento y Traviesos, a principios del siglo y ha dejado interesantes frutos en
autores de este siglo XIX y aun en los del primer tercio de nuestro siglo.
Las composiciones satíricas poseen -generalmente escaso valor literario
pero mucho interés testimonial, como exponentes de la cotidianeidad de una
sociedad ubicada en ámbitos ciudadanos recoletos y pueblerinos donde invec-tivas,
censuras y burlas encontraban la fácil complicidad del conocimiento
directo de los hechos y de las personas a quienes se destinaban. Las hay de
todos los tonos -desde la sonrisa burlona al insulto agresivo- y de todas las
categorías -desde el el ingenioso juego lingüístico o literario al libelo trivial
y burdo-. La fuente de inspiración abarca también un amplio espacio desde
la pincelada humorística ante un hecho ciudadano elevado a categoría general,
hasta la expresión agria de rencores o envidias personales. Estas composiciones
satíricas se difunden en hojas volanderas -de mano en mano- y también de
forma oral; en ambos casos se van enriqueciendo, de variantes puntualizadoras.
En la época que sirve de marco referencia1 a este trabajo y en la poesía de
tema satírico que ahora tratamos, sobresale la figura de Agustina González y
Romero, «la perejila*, cuya obra, recopilada y prologada por Néstor Alamog,
nos muestra el quehacer de una personalidad despierta, ingeniosa y aguda
convertida en coplera amena y atractiva, oportuna, ingeniosa y mordaz, rica
en «desparpajo» y en capacidad de improvisación. Néstor Alamo distingue en
la obra de doña Agustina a «la poeta de nobles intentos* de la coplera
agresiva y mal hablada; verdaderamente creemos que muy poco podemos
hallar en su obra de lo primero; lo justo es reconocer el evidente valor que
como coplera festiva y satírica posee. La hilaridad que de sus versos se
desprende es efectiva aún hoy; así ocurre con estos cuatro vesos surgidos
espontáneamente ante un hecho ciudadano no habitual (la colocación de los
canes de piedra en la Plaza de Santa Ana): versos excesivamente fáciles,
elementales, pero llenos de «chispa»:
Vaya, vaya, vaya, vaya,
el mundo se va a acabar.
¿Dónde se han visto ocho perros
cuidando una catedral?
Verdaderos logros satíricos ha legado doña Agustina en relacibn con sus
sobrinos Romero Palomino (Pablo y Mariano) víctimas de las más intencionadas
8 Bento fue poeta desenfadado e hiente cuya vena mordaz tuvo como principal destinatario
a su enemigo -por otra parte interesante poeta- Romero Magdaleno.
Edición de Las Palrrias dr: G. Canaria, 1963.
119
y crueles pullas de la autora. Valga como muestra el epitafio que escribió
para Pablo, inspirado en el evidente mal humor que le causó su testamento:
Bajo desta losa fría
reposa el célebre vate
que dejó en fiero combate
a sus hermanas y tía.
A la marrana María
le dejó tierra y chiquero;
al Ayuntamiento y clero
dejó todo lo demás
con su alma a Satanás:
esto fue Pablo Romero.
Cerramos el tema de la literatura grancanaria de mediados del XIX refi-riéndonos
a los «años canarios» de Benito Pkrez Guldós, no ajenos -por
cierto- a la vena humorística y satírica que acabamos de tratar.
Los años que median entre la entrada de Galdos en el Colegio de San
Agustín -Las Palmas- y la publicación de La Fontunu de Oro -Madrid-son
considerados como «años de aprendizaje» para nuestro novelista: los
primeros (1 854- 1862) aún de tanteo; los segundos ( 1862- 1 868) más firmes,
pero aún exploratorios 10. Si consideramos no la obra galdosiana en su ingente
totalidad sino la de estos años en sí mismos y desde la perspectiva del entorno
en que nacieron, los frutos de estos años de aprendizaje -incluidos los cana-rios-
ofrecen gran interés como expresión en germen de lo que serán las
líneas maestras, en temas y en estilo, de nuestro gran novelista. Así en sus
años de colegial explora Galdós el mundo del teatro con un texto hoy perdido:
Quien mal hace, bien no espere, dramón romántico, «horripilante, histórico, en
un acto y en verso», según puntualización de Berkowitz ' l . Es muestra temprana
de la vocación teatral de nuestro autor, que no lo abandonará nunca y que le
reportará importantes logros futuros; es también base experimental de una
nueva obra de 1868: Un joven de provecho.
De 1861 data Un viaje redondo, texto centrado en un viaje al infierno del
cervantino bachiller Sansón Carrasco que contiene muchos puntos de interés:
a) se trata de una sátira social en cIave de humor que desvela tempranamente
la calrdad de la vena humorística que destacará como propia del autor además
de su dominio de los recursos retóricos de la ironía; todo ello con un léxico
abundante y propio, altamente prometedor; b) contiene la primera «arremetida»
del autor contra los noveladores haciendo figurar en el infierno «a los que se
dan a propagar teorías absurdas teñidas de rosa; dosis de veneno en capa de
--
lo A ellos ha dedicado D. José Pérez Vida1 un amplio estudio titulado Culd~ís. Arios de
aprendizaje en Madd 1862- 1868, Vicepresidencia del Gobierno de Canarias, 1987.
l 1 En prólogo a la publicación de los trabajos primigenios de Galdós en El Museo wncirio.
en-abril, 1936.
azúcar»; c) comienza el capítulo primero con una especie de exordio al lector
con tono despectivo e irónico cercano al que utilizará Alonso Quesada en la
dedicatoria de sus Crónicas de la ciudad y de la noche (1919), lo que puede
demostrar una base común de actitud en ambos autores ante la sociedad
canaria a la que se dirigenlz; y d) revela su temprano conocimiento de los
clásicos y testimnnia la presencia de 1ns mismo en las fuentes que dan vida a
sus obras: en este caso, Cervantes, Quevedo, Vélez de Guevara.
Un segundo texto del Galdós escolar que contiene gran interés es el titulado
El sol. Escrito -al parecer- por encargo de su profesor D. Teófilo Martínez
de Escobar y bajo la apariencia de ejercicio retórico destinado a cantar la
salida y la puesta del astro rey, esconde una intencionada burla hacia los
trasnochados y nada originales poetas que cantan a ninfas, pastores y zagalejos
de una «pastoril Arcadia» muerta ya pero aún viva «en las férvidas fantasías
de nuestros modernos pedantes». En esa particular naturaleza no faltan las
nvtas locales en las cabras que «despuntan los pimpollos recién abiertos*, cn
los «prosaicos timples» que suplen a dulzainas, rabeles y caramillos, y aun en
las actitudes de los protagonistas que comen «potages de judías y jaramagos»
antes de «agarrar la asas».
Temprana es la vena poético-satírica de Galdós; muestra de ella son las
composiciones que pasamos a reseñar:
El pollo es un «poema» en epigramáticas redondillas destinadas a caricaturizar
la atildada y presumida personalidad de un condiscípulo. Los versos recorrieron
los círculos de la ciudad y se publicaron en el periódico colegial <<Laa ntorcha»
y luego en «El correo de Cádiz». Explican la fortuna de la composición la
gracia -universal- de su tema y la sagacidad observadora del «rimador»;
también la sabía expresión del humor y la ironía en tono divertido nada
hiriente envuelto en formas métricas pegadizas y fáciles:
¿Ves ese erguido embeleco,
ese elegante sin par,
que lleva el dedo pulgar
en la manga del chaleco;
que altisonante y enfático
dice mentiras y enredos,
agitando entre sus dedos
el bastón aristrocratico;
que estirando la cerviz
enseña los blancos dientes
sobre la curva nariz;
que saluda con tiesura
a todo el género humano
y lleva siempre la mano
12 No creemos que Quesada hubiera podido conocer este texto de Galdós, exhumado para
la crítica en fecha muy posterior a la muerte del poeta canario.
enclavada en la cintura;
que más obtuso que un canto
y sin saber la cartilla,
refiere la maravilla
del combate de Lepanto;
que va al teatro y pasea
sus miradas ardorosas
contemplando a las hermosas
jóvenes de la platea;
que aplaude a la Cavaletti,
y crítica a Donizetti,
y el autor de El trovador,
que naiiandose en ia reunión,
sin modales elegantes
se va estirando los guantes
por vía de admiración ... ?
Ese estirado pimpollo
que pasea y se engalana
de la noche a la mañana
es lo que se llama un pollo.
Otra primicia del humor galdosiano nace para intervenir en la polémica
que desató en su ciudad el proyecto13 de construcción de un nuevo teatro
junto al mar. Galdós consideraba desafortunada tal ubicación y así lo expresó
en la siguiente «travesura poética» cincelada en heptasílabos esdrújulos imi-tadores
del poeta Cairasco de Figueroa a quien evocan los versos:
En una noche lóbrega
se cierne sobre el ámbito
de la ciudad pacífica
siniestro ser fantástico.
Es el espectro fúnebre
de aquel poeta extático
que a mártires y vírgenes
y apóstoles seráficos
colores dio poéticos
con sus serenos cánticos;
de aquel cuyos volúmenes,
que algunos llaman fárragos,
contienen más esdrújulos
que gotas el Atlantico.
Al ver la chata cúspide
13 La opinión de Galdós contraria al proyecto ha quedado registrada también en una serie
de dibujos caricaturescos llenos de intención, habilidad y gracia, que se conservan en su
totalidad.
del coliseo náutico,
una sonrisa lúgubre
hU!!S ,, ,=, labios c&r&:,os,
y con expresión hórrida
exclama contemplándolo:
«¿Quién fue el patriota estúpido,
quién fue el patriota vándalo,
que imaginó las bóvedas
de ese teatro acuático?
¡Por vida de San Cnspulo!
Que a genio tan lunático
merece condenársele
con ruda y con espárragos
para que el tiempo próximo
en los anales clásicos
le aclame por cuadrúpedo
con eterna1 escándalo.»
Asf dijera, y súbito
su rostro seco y pálido
tiñóse con la púrpura
uA-b1 i ~-..--i-Ai:A~- ~ i i u is-Aau-i:u-i-i g u,
y en los espacios célicos
corrió con vuelo rápido,
pronunciando los últimos
esdrújulos tiránicos,
que en el espacio cóncavo
repite el eco lánguido,
diciendo en voz lacónica:
«¡Qué bárbaros, qué bárbaros!»
A un último texto gaidosiano vamos a r e f ta~ Emii~!knad a, que es un
intento -por inconcluso- de poema épico-burlesco en octavas reales inspirado
en sii ya ritadn maertrn dnn Emiliann Martínez de Esrnhar, trarvenidn hérne
de una parodia de la jerarquía escolar en intencionada clave burlesca. En La
Emilianada juega un importante papel el director del colegio, D. Antonio
López Botas, que, en la parte V de este canto, es un «rey omnipotente y
poderoso 1 que a los viles tiranos extermina» y que «ante el rugir del pueblo
revoltoso» no está dispuesto a ceder en su autoridad («Y nadie, nadie mi
yUetiaiiia, / la rclz ailie Iili voz Ieuania ,>). En aün;fio, y tias e:
conjuro de sus «lúgubres lamentos» una visión onírica va a anunciarle el
camino de la solución augurándole la llegada del héroe:
«En verde prado de esmaltadas flores
Hallarás un mancebo asaz hermoso
Que olvidando de Febo los ardores
Doma la furia de un corcel brioso,
Asidos los venablos destructores
Lleva en el fuerte brazo presuroso:
Ese mancebo es sabio y es valiente
Y cierto está que calmará tu gente.»
Dijo, y mirando el ámbito vacío
Entre las flores se perdió el anciano:
Antonio López ....
Quiere seguirlo; mas su empeiio es vano:
El paisaje, los árboles, el río,
Todo desapareció; tiende la mano
Y encuentra el panteón, la misma losa
Bajo la cual Espínola reposa.
De este poema se conserva sólo un «Canto primeron en seis partes cuyo
principal valor reside en desvelar tempranamente la futura capacidad de nuestro
autor para transformar pequeños hechos particulares en grandes gestas; ahora
lo hace en tono intrascendente y burlón; más adelante (en los Episodios Na-cionales
y en muchas de sus novelas) en clave trascendente y subtextual no
carente, sin embargo, de tratamiento irónico.
Ya en la etapa madrileña de estos «años de aprendizajen, Galdós persiste
ligado a las islas en inspiración o temas. Durante varios años sostiene una
habitual (e irregular) «Crónica de Madrid» en el Omnibus de su ciudad natal.
En el 64 proyecta la redacción de un «diario de a bordo» titulado Un viaje de
impresiones, al alimón con D. Teófilo Martínez de Escobar y del que sólo
fructificó un capítulo de cada uno de los autoresi" En el 65 publica «Una
industria que vive de la muerte» en el periódico La Nación; se trata de un
juego narrativo músico-fantasioso inspirado en el mundo musical y romántico
de Hoffmann no carente de notas de humor lúgubre cuyo tema surge de la
epidemia del cólera de ese año en Madrid, pero en cuya génesis podrían
hallarse sus recuerdos de la misma epidemia en Las Palmas en 185 1, cuando
su familia lo rccluyó en el campo para alejarlo de los peligros del mal. En el
año 1866, durante una dilatada estancia en la isla, publica unas interesantes
«Crónicas futuras de G. Canaria» que, tras el prólogo clásico de la gacetilla
en crónicas, aveiituia piedicciones futuras que llegan hasta el afio 1999; allí
se mezclan visiones futuristas no extrañas hoy (como buques rusos y banderas
de todas las naciones en el Puerto) y aventuraciones risueñas como la. publi-cacion
de una obra en cinco tomos titulada «El queso, histórica y filosófica-mente
considerado». También en El Omnibus publica «Necrología de un
prototipo» -con ecos de Victor Hugo y de Hoffman- que esconde, en la
'4 Ambos capítulos han sido publicados bajo el título de Nueve horas en Santa Cruz de
Tenenfe (Santa Cruz de Tenerife, 1986). Allí se atribuye a Galdós la autoría de los dos
capítulos. El que escribió Martínez de Escobar es, precisamente, el que da título a la obra.
caracterización del palanquero del órgano de la catedral, la más temprana
caricatura literaria de este genial autor.
A partir de 1868 tialdós «despega» como novelista y, paralelamente, va
rompiendo lazos que le atan a su tierra. En adelante su obra se madrileñizará,
se españolizará, se universalizará; pero su genio y su figura salen de la isla
con él; ya trazados. Con él lleva también la mirada isleña -curiosa, observadora
y asombrada- que va a situarlo en condiciones de aprehender los hechos
socio-históricos de la sociedad española que descubre, con la amplia perspectiva
del que la estudia y analiza desde lejos y desde arriba.
Como recopilación de la panorámica de los hechos literarios esbozados en
este traba-jo, hemos de añadir que, desde nuestra perspectiva actual, los mismos
se nos aparecen rezagados en comparación a los históricos y sociales que les
acompañan. Es una etapa, sin embargo, interesante por los atisbos que en ella
se perciben de lo que va a ser el resurgir literarin de Gran Canaria en las
primeras décadas del siglo XX.