Publicado en La Provincia ( Las Palmas de Gran Canaria) el 7 de noviembre de 1991.
LENGUAJE SILBADO EN EL HIERRO
Maximiano Trapero
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Para Eloy Quintero,
ejemplo de la generosidad herreña.
Siempre se ha tenido ─ y con razón ─ al silbo gomero como una de las manifestaciones más
extraordinarias de la cultura de los aborígenes canarios. Para algunos, sin duda, la más extraordinaria de
los antiguos isleños. Extraordinaria por varios motivos: primero, por haber logrado pervivir hasta hoy;
segundo, por ser un caso único conocido en el mundo y tercero, por el sistema mismo del silbo como
mecanismo eficaz de comunicación.
Parece incuestionable que el lenguaje silbado fue práctica habitual entre los aborígenes de la isla
de La Gomera, que con él salvaban las enormes dificultades de sus innumerables y profundísimos
barrancos. Los primeros cronistas de la Conquista dejaron constancia de aquel fenómeno tan especial
atribuyéndolo a una noticia legendaria: la del poblamiento de Canarias por parte de un pueblo de la
provincia de Mauritania, a cuyos individuos, sublevados contra el poder de Roma, les cortaron la lengua
para no poder jactarse ni referir jamás aquella sublevación, y que metidos en navíos fueron abandonados
con algunas cabras y ovejas en las islas. Y de aquella imposibilidad de hablar recurrieron e inventaron el
silbo. Es famoso, por repetido, el pasaje en que los cronistas de la conquista betencuriana explican la
impresión que les causó la forma de hablar ( no dicen que fuera de silbar) de los gomeros: « Hablan el
lenguaje más extraño de todos los demás países de esta banda, y hablan con los bezos, como si no
tuvieran lengua. Y aquí cuentan que un gran príncipe, por algún crimen, los hizo poner en exilio y les
mandó cortar la lengua, y según la manera de su hablar parece creíble » .
Pues su supervivencia hasta hoy ha exigido al silbo gomero salvar una radical sustitución del
código lingüístico: los gomeros primitivos silbaban la lengua guanche, mientras que los gomeros actuales
silban el español. Lo que ha cambiado, pues, no es el sistema del silbo sino la lengua que se silba. El silbo
no es consustancial con la lengua silbada, pues en realidad podría silbarse cualquier lengua. Los gomeros
supervivientes a la Conquista y a las sanguinarias represalias que sobre ellos ejecutó Pedro de Vera,
aprendieron poco a poco la lengua de los conquistadores y poco a poco la sometieron después a su
peculiar medio de transmisión, el silbo.
Se ha tenido también al silbo gomero como el único caso conocido en el mundo en que con él
puede sustituirse eficazmente al lenguaje hablado. Suelen citarse, sin embargo, algunos lugares del
mundo en los que se practica algo parecido al silbo gomero: entre los indios zapotecas del estado
mexicano de Oaxaca, en un lugar indeterminado y remoto de la India y entre los pobladores de unos
valles de la cordillera del Atlas, al norte de Marruecos. En todos esos lugares parece que la geografía es
común: valles hondos separados por montañas elevadas que hacen dificultosa y lentísima la comuni-cación
física de sus pobladores, de modo que el silbo sobrevuela picos y vacíos allanando dificultades.
Pero parece, también, que en ellos los silbos utilizados no pasan de ser más que unos cuantos signos
previamente acordados y, por tanto, reconocibles por sus usuarios, por previsibles. En el caso de los
indios zapotecas mexicanos nosotros mismos lo pudimos comprobar personalmente en el mes de abril
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
pasado hablando con algunos indígenas pertenecientes a las comunidades de aquella zona montañosa de
Mixé, al sur de Oaxaca, que tiene por principal ciudad la de Zapatepec: allí ya no se silba nada, pero sí se
recuerda que antes se practicaba una especie de silbo breve, portador de mensajes más o menos conve-nidos.
Por lo que respecto al caso de las montañas del Atlas marroquí, las noticias que de ello tenemos
no pasan del reconocimiento de su existencia histórica y, con toda seguridad, la de ser el antecedente del
silbo que trajeron a La Gomera sus primeros habitantes. Así que el silbo de La Gomera queda ahora
como un testimonio único de una práctica antropológica practicada en la antigüedad por muy diversas
razas y en lugares muy apartados del planeta.
Y extraordinario es el silbo gomero, en sí mismo considerado, como sustitución reducida pero
eficaz del lenguaje hablado. Ramón Trujillo lo ha estudiado con detención desde el punto de vista
lingüístico y ha cerrado con ello una sarta larguísima y centenaria de disparates y boberías. Los gomeros
no silban el guanche, como algunos creyeron y dijeron ( y como algunos creen y dicen todavía), ni lo
hacen porque tengan la lengua cortada, como pensaron los cronistas de la Conquista, ni usan un lenguaje
secreto y exotérico, como puede parecer a la mayoría, ni su sistema de silbos tiene nada que ver con el
que los delfines emiten, como algún estudiante americano creyó y vino a comprobar ─ ¡ becado por una
Universidad! ─ a Canarias. Ramón Trujillo ha demostrado incontestablemente que el silbo gomero no es
otra cosa que un mecanismo sustitutivo del español hablado en la isla, consistente en un sistema que
utiliza 2 vocales y 4 consonantes. Con tan parcos elementos es claro que la capacidad de formación y
transmisión de mensajes, es decir, las posibilidades de comunicación que ofrece son mucho más
limitadas que con las 5 vocales y las 18 consonantes que utilizan los gomeros ( y utilizan los canarios y los
hispanohablantes) en su comunicación diaria. Pero cumple a la perfección su cometido. Es evidente que
el silbo no se inventó para transmitir una lección de filosofía ni la teoría de la relatividad. Los gomeros
inventaron el silbo para comunicarse cosas sencillas, breves y cotidianas: una llamada de ayuda, una
noticia imprevista, un turno de riego, las cosas del pastoreo, la llegada del médico, el recado del marido a
la mujer, la enfermedad de un vecino y cosas por el estilo. Pero conste que, en teoría, serviría para
cualquier tipo de mensaje.
Pues resulta ahora que en la isla de El Hierro también usaron ( y usan) el lenguaje silbado. El
descubrimiento ─ para nosotros ─ ocurrió este verano ( 1992), investigando allí entre sus singulares e
interesantísimas tradiciones. Descubrimiento para mí y para la comunidad científica, pues nunca, al
menos que yo sepa, se había constatado por escrito o desde una tribuna con repercusión pública el
hecho de que en El Hierro perviviera un lenguaje silbado en todo similar al de La Gomera. La noticia
estaba tan escondida y tan recluida al ámbito de unos pocos que incluso pudimos constatar el
desconocimiento que muchos herreños tenían de su existencia. Han oído, eso sí, que antiguamente los
pastores usaban el silbo para llamarse, pero antiguamente ─ recalcan ellos ─ y cosas sin importancia, como
« Ven » , « Espera » , « Sube » , « Baja » y cosas por el estilo. Hemos podido comprobar incluso que los pastores
más jóvenes se sienten incapaces de silbar mensajes un poco más complejos o distintos a ésos, tales
como « ¿ Cuántas ovejas tienes? » o « ¿ Qué hora es » ? Le faltó al silbo herreño la generalización entre toda
su población, como ocurrió en La Gomera ( en La Gomera todos silban o, mejor, el silbo no es exclusivo
de nadie), limitándose sólo al ámbito de los pastores. Y como éstos cada vez son menos y han ido
abandonando casi por completo aquellas sus « vidas pastoreras » por los espacios sin límites de La Dehesa
( zona comunal extensísima del sur de la isla dedicada con exclusividad al pastoreo) en las que el silbo
lograba salvar las distancias, las dificultades del terreno y la soledad del pastor, el silbo herreño está, por
encima de ignorado, en los últimos años de su vida.
Todavía hay en El Hierro gentes que conocen y que practican ( aunque esté ya desfuncionalizado
en su terreno natural) el lenguaje silbado de sus antepasados los bimbapes ( que dicen los nativos, o
« bimbaches » que dicen los textos escritos). Pocos son, pero los hay: todos ellos pastores o que fueron
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
pastores en La Dehesa. Con ellos hemos hablado y de ellos hemos recogido muestras abundantes con
las que realizar un estudio en profundidad del silbo herreño.
Nuestra conclusión provisional es que se trata del mismo fenómeno que el silbo gomero, que los
herreños utilizan para silbar el mismo mecanismo y las mismas « mañas » que los gomeros ( un solo dedo
recto o curvado, dos dedos o sin dedo alguno) y que, por tanto, los aborígenes de El Hierro y de La
Gomera compartieron una misma y singular tradición cultural, bien porque su procedencia antes de
llegar a las islas fuera la misma, bien porque una vez instalados en ellas ( ya fuera antes o después de la
Conquista) se intercomunicaran su práctica. El hecho de que el silbo gomero esté generalizado a toda la
isla y a todos sus sectores humanos y de ocupación, y de que el silbo herreño esté reservado sólo a los
pocos pastores que ahora quedan de una casi desaparecida y mayoritaria ocupación, no implica que éste
derive de aquél o que lo sea por imitación. Las dos modalidades de silbo son autosuficientes y
« primarias » como autosuficientes y primarias son entre sí las modalidades de la lengua común de La
Gomera y de El Hierro. En este sentido, el silbo herreño ─ al igual que el silbo gomero ─ es un
mecanismo de sustitución de la lengua que se habla en la isla. Y sigue la conclusión primera: un silbador
herreño se entendería ─ creo que sin problemas ─ con un silbador gomero y, desde luego, los silbadores
herreños pueden transmitir con su silbo ─ lo hemos comprobado taxativamente ─ cualquier mensaje,
cualquiera, siempre que se acomode, claro, a las especiales limitaciones de su mecanismo fonador. Por
eso el silbo herreño es ─ como el gomero ─ un verdadero lenguaje silbado.
La noticia tiene para nosotros una gran importancia: no todos sabemos todo lo que hay en
nuestras islas, ni todos los días descubrimos novedades tan singulares: un dato más para considerar a La
Gomera y a El Hierro las más conservativas del archipiélago en sus usos y costumbres. Pero ya no podrá
singularizarse esta extraordinaria tradición canaria sólo a la isla de La Gomera; por justicia y por recono-cimiento
a una realidad constatable hay que atribuir también ese orgullo a la isla de El Hierro. Desde
ahora habrá que hablar del silbo gomero y del silbo herreño.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008