EL ROMANCE TRADICIONAL EN LAS
ISLAS CANARIAS
P O R
RAnrON MENENDEZ PIDAI,
Di~ector de la Real Academia Espafiola
Falta un estudio sistemático y completo de los
de! ronmmem viejs cmtehno ea !as Caiiarias.
Es indudable que tal manifestación literaria
restos posibles
popular debió
cultivarse en las Islas, trasplantada desde la Península. Recor-demos
que el Archipiélago fué precisamente conquistado en la
época de apogeo del romance viejo. Lanzarote y Fuerteventura
comenzaron a ser conquistadas de 1402 a 1406, por Gadifer de La
Salle y Jean de Bethencourt, franceses pero con gran mayoría
de combatientes españoles, andaluces sobre todo, y fueron some-tidas
posteriormente al dominio señorial de magnates andaluces,
tales como los Condes de Niebla-Duques de Medina~ibni a1~0s
Casas y Perazas, con los Elerreras castellanos, en el período 1418-
1452-1476-1503, que tambihn extendieron su dominio a la Gomera
y el Hierro e intentaron someter La Palma; Gran Canaria es
conquistada por Rejón-Algaba y Pedro de Vera en 1478-1479 y
l480-l4S,tz -mkié:: c m m a.yuria de culUados andaiuces; La Palma
en 1493 por Alonso Fernández de Lugo, así como Tenerife en
1494-1496, con nuevos reclutas de Andalucía a más de los sol-dados
que vivían ya en Gran Canaria y Lanzarote. No puede ser
menos que esos conquistadores, y en seguida colonizadores y po-bladores,
no llevasen a las Islas, entre otras muchas manifestacio-nes
de la vida de las regiones de.que procedían, los romances tan
sabidos, estimados y populares tradicionalmente.
Menéndez Pelayo ya demostró interés por los romances que
podrían conservarse todavía en las Canarias: "Si se encontrasen
-decía-sería un buen hallazgo, porque en casos análogos se
observa que las versiones insulares son más arcaicas y paras que
las del continente, como sucede en Mallorca con relación a Ca-taluña,
en Madera y en las Azores con relación a Postugal." Pos-teriormente,
doña Carolina Michaelis de Vasconcellos mostró en
sus Romances v e Z h análogo interés por las posibles versiones a N
E canarias. Yo mismo he estado siempre atento al resultado de las
O
pequeñas exploraciones que hasta ahora se han realizado en n-- m
aquellas Islas para la recogida del interesante y rico tesoro ro- O
mancesco que deben encerrar. E
2
Hasta ahora, según mis noticias, solamente se han publicado -
..m--. -*c. de r~iriurices tmdicima!~. de dns Islas: Tenerife y La 3
Palma. En la primera realizaron hace ya tiempo investigaciones
- -
0
m
Manuel García Blanco, Agustin Espinosa, José Peraza de Ayala E
y los hermanos Leopldo y Ramón de la Rosa Olivera; en La
O
Palma últimamente José Pérez Vidal. Pero con todo, no se ha n
-E
reunido un gran número de versiones; ahora bien, entre las que a
2
se han encontrado existen algunas de subido interés. n
n
El rasgo que, en general, predomina en !as versiones roman-cescas
canarias es su arcahzo. La realidad, pues, no ha hecho
3
O
sino confirmar las sospechas intuitivas que desde Menéndez Pe-layo
se venían abrigando respecto a la tradición romancística
canaria. Este arcaísmo no se manifiesta sólo en el lenguaje, sino
también en otros elementos menos generales y más interesantes
y característicos.
TT-- A, c,;lUin,,,o e! "estrihi!!~",c nrm h-. hechn notar Pérez Vidal,
está ligado a la forma misma de cantar el romance: cada cuatro
versos un coro va repitiendo tal elemento. Esta forma coreada
es ya muy rara en la tradición española.
4 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL ROMANCE TRADICIONAL EN LAS ISLAS CANARIAS 3
Algunos estribillos parecen recuerdo de antiguos fórmulas
paralelisticas :
Vuelva a la vaina el acero
donde estaba de primero.
Vuelva el acero a la vaina
donde de primero estaba.
¿Qué por aqui busca la dama?,
¿qué por aqui busca la niña?
Constituye, igualmente, una rara supervivencia el empleo,
que hasta hace poco se ha hecho en Canarias, del ro.mamce para
wom-r ei baile. En la Península se han conserv8do contados
ejemplos: el "baile de tres" en Avila; el "baile de siete" en As-turias;
el "baile llano" en Santander, y, el más conocido de todos,
In, ~Plehlrf:'' dafi, prima" aut-üriana. En iodos, como ya ne seiía-lado
en otra ocasión, el baile discurre paralelamente al canto
monótono e insistente del romance.
De acuerdo con estas formas arcaicas de manifestarse el ro-mance-
acompañado de coros y unido al baile-. las versiones
mismas que han sido recogidas en el Archipiélago canario pre-
$entan un inconfundible sello de antigüedad. Son versiones poco
evolucionadas, próximas a las que aparecen registradas en los
viejos cancioneros y romanceros.
Nota característica es la de la permanencia invariable de los
nombres de los personajes. Así el del Príncipe don Juan en el
romance sobre la muerte del mismo; Parisi y Reina Ilena en el
del Rapto de Elena; el de Alba y Albertos en el de La Esposu
inf&Z, y tantos más. En algún caso la persistencia de un nom-bre
es dgci excepional y sorprendente: el marido engañado por
la "esposa infiel" se llama Albertos en las más viejas versiones,
y así se sigue llemando en algunas de las recogidas moderna-mente
de la tradición oral de Extremadura e Hispanoamérica; ,
en la Isla de La Palma, en cambio, el nombre con que aparece
designado es el de FZur de Alberto, que es variante del mismo
que tiene este personaje en La Eomm por 2a hmm, el cuento-
,dmma .de Lope inspirado en el viejo romance. En esta obra del
Fénix el Conde Fhaberto- es presa de un 'fuerte arrebato de
locura por no poder restaurar su honra, ultrajada por el Ph-cipe
Carlos, Delfín de Francia, contra cuya vida no puede aten-tar.
Ante esta coincidencia-Flor de Alberto, Flomberto-es for-zoso
pensar en la existencia de una versión muy antigua, en la
que el personaje figurase con este nombre. Ella habrá sido la que
sirvió de modelo a Lope y la que, en boca de conquistadores o
pobladores, pasó a las Islas. Compárese el nombre del protago-nista
en el célebre romance de FZorewento y los nombres épicos
franceses F b e n t , FEorhdent, FZommrrnt, etc.
.Otra muestra de arcaísmo se ofrece en la curiosa coinciden-cia
de las versiones canarias de La Serrmw & Zn; Vem con la a
N
que aprovechó ei mismo Lepe de Vega en ia comedia de igual
título: el episodio de la lucha entre el caminante y la montaraz O
n-- m protagonista no se encuentra en ninguna otra versión antigua ni O E
moderna; sólo se puede emparentar con la lucha en las "serra- E
2
nillas" medievales del Arcipreste de Hita y del Marqués de San- -E
tillana. 3
En la versión canaria de 1- Señas del marido, la variante - -
0
correspondiente a la faka noticia de la muerte del esposo en el
m
E
juego, acaba con estos veriios: O
y la que más lo lloraba
es la hija dd ginovés:
si qaeréis amores nuevos,
cata aquí ya me tenéis.
Esos versos no se hallan en ninguna de las muchísimas ver- 3
O
siones modernas que recuerdo, y corresponden a la redacción del
siglo xv11:
muchas damas lo lloraban,
caballeros y un marqués :
%&re t c d ~!= e! !m&a
la hija del ginovés;
todos dicen a una voz ,
que su enamorada es.
;Si habéis de tomar amores
por otro a mí no dejéis!
EL ROMANCE TRADICIONAL EX LAS ISLAS CANARIAS 5
Es bien singular que estas palabras en que el marido incóg-nito
quiere despertar celos y probar la fidelidad de su-mujer, sólo
se conserven en las Canarias; las versiones peninsulares y ame-ricanas
sustituyen esa provocación a los celos por un mal encargo
del presunto muerto :
en el testamento deja .
que me .case con. usted.
Otro romance recogido en Tenerife y la Gomera es el de Paris
o Rapto de EZma, rarísimo, del que sólo conozco versiones mo-dernas
entre los judíos de Oriente y de Marruecos. No puede darse
prueba más clara del gran arcaísmo que caracteriza a la tradi-ción
canaria.
Pero más aún: entre los romances Últimamente recogidos hay
varios de interés extraordinario; buen ejemplo es el romance del
Conde preso, que se encuentra muy raramente y que en Canarias
aparece bajo su forma más primitiva, conservada PÓIO en Marrue-co;
y en escasqs pünios de la Peninsuia, forma arcaica, enigmá-tica,
que tiene .visos de "chansons de geste9'.-Más raro aún es el
romance de Lanmrote y la cierva del pie bbnw, recogido recien-temente
en Tenerife, del que hasta hoy sólo conocía una versión
moderna de Almería.
Estos grandes hallazgos, pues, nos aseguran que la tradición
de las Canarias es tan densa como la que más. No debe de ser
menos fuerte y conservativa que la portuguesa de la Isla de la
Madera.
Tengo puestas grandes eqwranzzs especidzzmte m !ES ver-siones
que puedan recogerse en las Islas que apenas se han ex-plorado-
lanzarote, Fuerteventura, Gomera y el Hierro-. Son
precisamente las que han permanecido peor comunicadas hasta
ahora y en las que, por consecuencia, la tradición debe encon-
U& x meiios coniamina&,- a ia vez que fueron las primeramente
conquistadas.
Sería una gran obra intensificar y .extender en Canarias las
Núm. 1 (19551 . -. 7
6 aAM6N MENÉNDEZ . PIDAL .
qploraciones romancisticas, que por ahora sólo podemos consi-derar
iniciadas.
La recogida de romances no es empresa ardua, una vez que
se haya logrado ganar la confianza del recitador, exrtemo que
constituye siempre una de las grandes dificultades, aun para el
folklorista más hábil; es necesario, de todas maneras, refrescar
la memoria del su jeto interrogado, apuntándole algunos versos
de romances, escogiéndolos al azar entre los más sabidos y di-vulgados;
en Ccmarias no son muy populares algunos de los ro-mances
más generalmente conocidos en la Península ; en cambio,
son recordados por todos los de La Sevana de Zu Veva, Silwna,
ZIcl Znfantina, La Esposa infiel, etc.; tras éstos aparecerán los a
romances raros, que también hay que sonsacarlos, preguntaiido N
E
Uirectmx~te por a!g~nns de sus versos. Rebuscando con afán, o
tras los romances ya conocidos aparecerán otros nuevos o poco n-- m
O divulgados. Y es necesario aprovechar todo y no desperdiciar nin- EE
giin fragmento, por pequeño que sea: romances hay que parecen 2
E
desatinados y que, comparados luego con otras versiones, dan la,
-
clave para compietar una composici6ii. Lo urgeiite ec recoger 3
-
mucho y con fidelidad. -
0 m
E
Ojalá se intensifique la exploración de la tradición insular U
canaria, antes de que las modernas facilidades de coinunicación y d
contacto intensos con los grandes núcleos urbanos hagan que des- -£
B
aparezcan esas preciosas reliquias. l
n Tengo noticia de que además de los trabajos últimos realiza-. n
dos por Pérez Vidal, durante los cursos 1952-53 y 53-54 e1 Ck- 3
bildo Insular de Tenerife concedió becas de postgraduados a las O
Lieen&&is deñu. Mmii ,TP& I_dIpz de Vergara y doña María
Mercedes Morales Méndez, y ambas tuvieron el feliz acuerdo de
emplearlas en la recogida de romances en la Isla de Tenerife,
prendiendo en ellas la afición de tal modo que en el curso pre-sente
han seguido recogiendo, a pesar de haberles sido syprimida
la. ayuda economica. Sus esfuerzos se han visto üremiados e==
la recolección de unas doscientas versiones de romances, algunos
de especial valor, como los ya citada de Lmwrote y lu c i e m
8 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS-
EL ROMANCE TRADICIONAL EN LAS ISLAS CANARIAS 7
del pie blanm, y varias del Conde peso, además de otras sobre
el Robo de Elena, Gaifew, El Idólatra, etc.
Actualmente sé que en el Seminario de Lenguas ,Románicas
de la Universidad de La Laguna se organiza una recogida siste-mática,
para lo cual se está llevando a cabo la publicación de un
Catálogo detulbdo de Romances C'clnarios, que ha de dirigir y
facilitar la labor. La recogida de romances no debe limitarse a
Tenerife Únicamente; el Archipiélago es una tierra de promisión
para el Romancero: pero ha de ser considerado en conjunto; él
será la clave, en .pequeño, para explicar el inmenso romancero
de América, como la lengua española hablada en Canarias es,
también en pequeño, la clave para explicar el español hablado en
el Nuevo Mundo.
Es prrciso hacer er? el Archipiéiago una búsqueda total y a
fondo. Esta exploración es trabajosa, sin duda, debido a la dis-persión
del conjunto insular, pero es muy necesario hacerla; y
bien podrá llevarse a cabo, pues exige un esfuerzo económico pe-queño,
haciendo sólo falta un grande y sostenido interés. Por
esto, muy de desear sería que prestasen especial atención a este
asunto las Entidades que tienen a su cargo la vida cultural del
Archipiélago; necesario sería que se pusiesen de acuerdo los Ca-bildos
Insulares de Gran Canaria y de Tenerife, como represen-tantes
de las Mancomunidades respectivas; la Universidad de La
Laguna, el Museo Canario de Las Palmas, el Instituto de Estu-dios
Canarios de La Laguna, la Casa de Colón de Las Palmas ...
;No podrán cooperar todos en esta noble tarea de redescubrir y
reconquistar el Archipiélago para la poesía tradicional y para la
ciemia fi!v!6@ca?
Bien seguros podemos estar de que los resultados de la explo-ración
habrán de ser espléndidos. No hay región en España ni
en América que pueda dar msultados semejantes, pues sabido es
que, tpatándose de actividades de tradición, la pureza arcaizante
es un privilegio isleño. Una colección copiosa y completa del Ro-mancero
C~na& sería de excepcional interés, pues las versiones
que en estas Islas se encuentren no s6lo servirán por su exce-
lencia de abolengo para enriquecer el caudal y para esclarecer
múltiples puntos del Romancero peninsular, sino que han de cons-tituir
un recurso esencial para explicar la más antigua tradicih
emigrada a América, ya que la colonización de Canarias fué el
primer ensayo de la gran colonizaciún americana.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS