ARMAS DE MADERA Y VESTIDO DEL
ABORIGEN DE LAS ISLAS CANARIAS
POR
LUIS DIEW CWSCUY
Director del Museo Arqueológico de Tenerife.
1.-RAZA Y cm-.
El Archipiélago Canario, que ha sido reputado por VlT6lfel
(1944-45) y otros como una zona de refugio o estación terminal
@iego Cuscoy, 1954) de razas y culturas que se movieron por el
vasto escenario del Africa blanca, ofrece el particular interb de
haber conservado hasta fechas históricamente recientes los rasgos
fundamentales y característicos de la primera oleada cultural que
alcanzó a 1& Islas. En esta breve introducción se pretende diseñar
1,- ....-.-m,- A- .-.m.. -11.. nrrl+r..v>n -lr nlrn --:.M;-l.. ;Irinn..Lmm:,-.nC,-.
LVD 1 a s u n UG a yu wra L ULLLU a, u w LULL a i u u r v UG UGUL UUA LLLLLGULLLLLU LW,
para que en el cuadro general puedan emplazarse debidamente los
capítulos de armas y vestido.
Si decimos primera oleada cultural es porque, a medida que se
amplía el campo de la investigación arqueológica y etnológica ca-iiar;
z, so erQal l l% &&.iTLtd*, r&.gG S bieu &;fereiicia&s
culturalmente; y que indiscutiblemente corresponden a fechas dis-tintas.
Este carácter diferencial de sus culturas primitivas con-fiere
a Canarias un interés mayor del que se había sospechado,
2 LUIS DIEGO CUSCOY
acrecentado por la limitación del escenario geográfico en que tal
hecho se ha producido.
Ello no quiere decir que podamos todavía establecer una cro-nología
muy precisa, por lo que preferimos denominar cultura de
sustrato a la que aporta el primer grupo humano que llega al Ar-chipiélago.
Por otro lado, es evidente que esta primera ola cultural:
invade todas las Islas, lo que no se produce con corrientes cultu-rales
posteriores, que se detienen en unas Islas sin alcanzar las
otras. Sumariamente dehiremos los elementos constitutivos de esa
cultura que rellena el más profundo estrato y señalaremos los ras-gos
diferenciales de elementos culturales distintos y más moder-nos,
con expresión de las Islas por ellos alcanzadas (ver mapa de a
la fig. 1). N
E
No se pierda de vista, sin embargo, que la malidad de este tra- o
bajo es la de presentar y describir una corta serie de elementos que n -
=m
consideramos pueden adscribirse a la primera oleada cultural, pre- O
E
E ferentemente los que se refieren al trabajo de la madera para fa- S
E bricar armas y a la industria de la piel para la confección del ves- =
tido. Por excepción, y por referirse a la indumentaria aborigen, 3
hablaremos de los tejidos de fibra vegetal, pertenecientes a un nivel - - 0
cultural de más reciente cronología. Se verá, de paso, que muchos m
E
de estos elementos culturales han desaparecida de otras áreas cul- o
turales con das que la canaria tuvo indudables relaciones. n
Según Vallois (1951), en la llamada raza de Metcha-el-Arbi
-perteneciente al grupo Cro-Mag- ha,t>ría que buscar el d-gen
del guanohe. Correspondería, pues, al primero de los cmtro
grupos que clasificó y describió Verneau (1876) y al grupo A de
Falkenburger (1942), por -poner frente a frente dos investigadores
tan separados en tiempo y técnicas. Las estaciones a que ese grupo
puede adscribirse se caracterizan por una industria iberomauri-tánica,
wmo ha resumido Pericot (1955), cultura litoral paralela
a ia-capsiense, y a otras con industria capsiense e incluso con in-düstria-
n@EztZccc de tradzc.ión capsiense.
'El-segunda-grupo racial está constituído por el llamado tipo
mediterrán'w, que viene a ser el segundo grupo de Verneau y el
ghpo C+ de Falkenburger, y que Últimamente han tenido ocasión
560 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
I
1
/.
/
/
/
/
4
r f +++J,.$+++-!--t,'r
Fig. l.-Mapa en el que se representan las distintas oleadas culturales llegadas a Canarias, El trazo continuo corresponde
,
a la llamada oultura de sustrato.
4 LUIS DIEGO CUSCOY
de identificar y describir Ilse Schwidetzky (1956) y Fusté (1959).
Aportaría al Archipiélago la mayoría de los elementos que carac-terizan
a la cultura guanche -estrato profundo, cdtura de sus-trato-,
de rasgos neoZit2ws y basada fundamentalmente en una
economía de pastores y de agricultores incipientes. Esta raza, ex-tendida
por toda el Africa del Norte, es la qxe parece haber parti-cipado
en mayor medida al primer pblamiento de las Islas Ca-narias.
Para Pérez de Barradas (1939), a la primera población debe
situarse dentro del neolítico pleno, y a la segunda, que él llama
de la cultura de las cuevas, le atribuye una antigüedad de 2.500 años
antes de Jesucristo. Para Vallois se trata de un neolítico avanzado,
al que sitúa cronológicamente con posterioridad al 3.000 a. C. a N
Ahora bien, según la síntesis de Pericot, en el grupo que des- E
~rrnl lC0\1 nonainnan en iiinnfifino . i r9 r ~ Cn i n n mnilifnrrinorr TT C<Pn 11n- O
-*""Y" U* "Wy*JIUIWU U" I . A U I A U I U " U y- CYI "Lr" ~ ~ " V U I * " ~ & U I * " V , U" y-- - tualiza que el grupo berbérido -cuarto grupo de Verneau- arran- -
m
O
ca del de Metcha-el-Arbi, con lo cual hallamos en el Norte de Africa E
E
2 un grupo mezclado, que se corresponde cm el grupo D de Falken- E
burger. En este punto nos parece muy razonable la síntesis de Pe-
-
ric& 81 sefi&r "qce & ~ e d o y i ~ e!l amammeg~ ~ m nhiidn~ o n- 3
r--- -- -
trar en Canarias pronto y ya mezclado, como pudo entrar tarde y -
0
m
mezclado también con el pueblo de habla beréber y de cultura neo- E
lítica" (op. cit,). O
Las precisiones cronológicas, sobre ser aventuradas, habida
cuenta del volumen y calidad de los materiales hoy manejados, re-sultan
difíciles para Canarias. Más aconsejable parece por el mo-mento
destacar los elementos que caracterizan a esa cultura de
sustrato y, al mismo tiempo, marcar con firme trazo los rasgos más
nnnn n+nn:c<+;nr\c An lo n+nrrla-'o -7cnnho
~ ( L I ~ ~ L . G I . W L I ~u c 1~1,C ~AIVIV~LLI ~UL*ILULACI.
Así vemos que el primm grupo que poMó las Canarias habitó
en cukvas naturales y en ellas depositó a .sus muertos. Tenemos,
pues, cuevas de habitación y cuevas sepulcrales.
Para el pastoreo de alta montaña utilizó abrigos y refugios
L .... T.--.. 3. 7-.. L- 2 - 2 - ,. ---- l..- <n:--.n. .."
S ~ ~ ~ C C ) ~ S W U ~uUeV pSla, l ira senilclr-cu lar u rec Larlf;u mr p~cfjvb u-coy,
1947, 1953). Estas formas de habitación y las necrópolis en
cuevas están extendidas por todo el Archipiélago (Diego Cuscoy,
502 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
ARMAS DE MADERA Y VESTIDO DEL ABORIGEN DE LAS ISLAS CANARIAS 5
1951). No hay que considerar inscrito dentro del mismo circulo
cultural a los poblados de casas y cuevas labradas de Gran Canaria,
con entemamientos tumulares (Jiménez Sánchez, 1946), ni las cons-trucciones
megaliticas de Lanzarote y Fuerteventura.
La cerámica es lisa, raramente incisa, de fondo cónico, con
mango vertical o asas funiculares o de vertedero, barnizada al alma-gre
y cocida al fuego. Debe considerarse aportación cerámica pos-terior
la negra, con predominio de formas semiesféricas, profu-samente
decorada con incisiones, de La Palma, en la que también
hallamos modelado plástico, decoración peinada, impresiones de
cardium e impntas de tejido vegetal. A esta cerámica se le pue-den
hallar paralelos con la del bronce atlántico. Para la primera,
es decir, para la cerámica lisa, parece clara una filiación con la de
las culturas hispano-mauritana e ibero-sahariana, relación ya se-ñaiacla
por ivíartínez Santa-Oiaiia (2944).
Lnzarote y Euerteventura tienen una cerámica incisa con gran
variedad de temas : grecas, espigas, bandas paralelas, combinación
de ármgulos, etc. Los grandes vasos de Fuerteventura, de fondo có-nico
muy acusado, recuerdan tipos pertenecientes a culturas histó-ricas
mediterráneas.
Consideramos la cerámica de Tenerife como la más representa-tiva
de la cultura de sustrato a que nos venimos refiriendo. El
Museo Arqueológico de Tenerife contiene la más completa colec-ción
de vasos guanches, y es natural, ya que en ella es donde se acu-san
con mayor relieve los rasgos de la cultura dicha.
La cerámica de Gran Canaria, en muchos casos pintada en color
oscuro sobre fondo rojo, y las pintaderas o sellos de barro cocido,
con temas geométricos, hay que adscribirlas a los pobladores de
casas y constructores de túmulos funerarios. Técnica y tiplógi-camente
poco tiene que ver esta cerámica con el primer grupo p-blador
de las Islas.
Junto a la cerámica lisa, primitiva, hay que relacionar en Te-nerife
'determinados objetos de orfiarnento, como las cuentas de
collar, de barro cocido -algunas, muy pocas, de hueso-, y las
conchas wrforadas. Estas aparecen en casi todos los yacimientos
canarios, pero las cuentas de barro cocido sólo se encuentran en
Tenerife (vid. Diego Cuscoy, 1944).
6 LUIS DIEGO CUSCOY
De hueso son los punzones para el cosido de las pieles destina-das
a vestido, y fabricado con hueso también un raro tipo de espá-tula,
que hemos relacionado igualmente con la labor de las pieles.
La industria de piedra viene caracterizada por la Mla atipica
de la obsidiana -siempre refiriéndonos a Tenerife-. Es una indus-tria
de lwcas, sin retoque. También se talla, aunque en menor pro-porción,
el basalto. En la misma Isla son frecuentes los picos astu-rienses,
lo mismo que las bolas o esferoides de piedra pulimentada,
que es probable se utilizaran como proyectiles. No hay puntas de
flecha.
El más importante utensilio de piedra es el molino giratorio a
mano, labrado en basalto poroso. Ambas muelas están perforadas
con un orificio de sección bicónica. Por razones no suficientemente a
N
explicadas, en alguna isla, como Tenerife donde el complejo arqueo- E
?A-:^- -- - -^- :C: - -C 2.- .--1-<4- :-- -- --^.-----1 L---.3-- - - r O
I U ~ L C Ue a L ~ ~ I L L L ~ ~ L ~ L ILIGG IIIGIV IILICU, ILV aparece GL ~r~ac;llacauuLIrC U- n-litico.
Se encuentra en Gran Canaria, donde al mismo tiempo tam-
- m
O
E bién se halla muy difundido el molino circular de dos muelas. En E
2
general, éste es el tipo que domina en todo el Archipiélago (véase -E
Serra Ráfols y Diego Cuscoy, 1950).
P 4 ---.:.-- -7 . 7 - ..: ......- -,.-.Y- -... L .-..-7 3.1 -1--
3 uxno suprerviverrcra ue la pr11r~et-oa leaua c u i ~ u r aue~u ernos ues. -
tacar los concheros, que en mayor o menor número se encuentran -
0
m
E en las zonas litorales de las Islas Canarias.
O La e c m m h está basada en el ganado menor y, cotmo ya se dijo,
en una agricultura cerealista muy rudimentaria. Cabras y ovejas n
E trajo consigo el primer publador, y como animales domésticos, el -
a
cerdo y el perro (ver Zeuner, 1959). 2
n
Vive en c m - , según queda apuntado, y se eligen con prefe- n
rencia las situadas en Ias orillas de los barrancos o en los acanti- 3
O
lados costeros. Se advierte, sin embargo, un notable desarrollo del
seniido del grupo y de la congregación. Las cuevas habitadas sue-len
estar próximas unas a otras. Y la cueva o cuevas sepulcrales
aparecen siempre relacionadas con el grupo de cuevas de habita-ción,
como pudieran ser hoy los cementerios con relación a los nú-cleos
habitados.
Esta cultura, detenida p r aislamiento geográfico en el frag-mentado
mundo del Archipiélago, se mantiene en toda su pureza
504 ANUAZIO DE ESTUDIOS ATLANTIGOS
ARMAS DE MADERA Y VESTIDO DEL ABORIGFZV DE LAS ISLAS CANARIAS 'T
hasta finales del siglo xv en Tenerife, isla que no parece presentar
ningh mestizaje cultural infiltrado con posterioridad al primer p-blamiento.
Considerando, pues, a Tenerife, como la isla que mejor conserva
hasta el sigb xv los rasgos más acusados y puros de aquella cuE
tura de smtratb, debemos tratar, como insertos en la misma, los
capítulos de las mmm y e1 vestido. La acción del tiempo no ha
permitido en todos los lugares la conservación de pieles, maderas
y otros elementos de procedencia animal o vegetal. Los ejemplos
de Canarias, más concretamente los de Tenerife, pueden servirnos
para ilustrar capítulos anállogos de culturas paralelas, pero muy
alejadas en el tiempo.
El testimonio que nos dejaron algunos navegantes portugueses
y genoveses, Angiolino del Tegghia, Nicolosso da Receo, C~mnes
Eannes de Azurara, Aloisio de Cadamosto (ver Bonnet, 1943, y
Berthelot, 1862) y otros de finales del siglo mv y principios del m,
con los primeros relatos de los cronistas de Juan de Bkthencourt,
Routier y Le Verrier (ver ed. Le Gafiarien, 1960), sirven para
entrar, si bien con mucha inseguridad, en la etnología del aborigen
de Canarias. A medida que las Islas van siendo mejor conocidas y
se incorporan definitivamente a la Corona de @astilla por conquista.
de los Reyes Católicos, el primitivo mundo insular pierde parte
de su misterio. Se habla del hombre que la puebla y se dibuja su
contorno vital. Cierto que no hubo viajero ni cronista que fuera
capaz de darnos un rela& convincente de aquel mundo, y para en-trar
en él sólo hemos dispuesto de noticias muy vagas y fragmen-tadas.
La investigación arqueológica es la que ha venido a llenar
las lagunas dejadas por unos y otros, y valiéndonos de su incon-testable
testimmio y de lo más serio que nos suministran Ias fuen-.
tes históricas y literarias, se van llenando lagunas y vacíos. Se
trata, en deíinitiva, de restituir la etnologia aborigen a sus verda-deros
límites.
8 LUIS DmGO CUSCOY
Las a í . m de madera del indígena canario aparecen ya citadas
por los primeros navegantes y cronistas, y no para una sola Isla,
sino para todas.
Los capellanes de Juan de Béthencourt hablan de las armas de
los canarios prehispánicos. Dicen que iban armados de lanzas sin
refuerzo alguno de hierro. En Gran Canaria, el caudillo Artemis
ataca a los hombres de Béthencourt con "unas varas tostadas, como
dardos".
Azurara afirma (1448-1453, París, 1841) que en Gran Canaria
peleaban con garrotes muy cortos, que en Tenerife y La Palma
empleaban la lanza y que en la Gomera combatían con pequeños
dardos cuya afilada punta estaba endurecida al fuego.
En Sedeño (; 1484?, ed. 1936) -soldado que intervino en la con- a
N
quista de Gran Canaria- se citan los nombres de algunas armas y E
se da 41 t&scrip&n & 1~ C:O. ? I~e~l & -aar!cw. O
n -
Habla del majidu - e n otros, magado-, especie de espada larga y =m
O
E delgada: "tumábanla por un @o, y algunos a dos manos, como E
2 montante". También. usaban otra más corta, de tea tostada, que
=E
manejaban con una sola mano : era arma amo jadiza, y la más em-pleada
en el mmbtb-te. L.2 tnr@ erz TI?? h r q d O ~SCUGQde ma&m 3
-
blanda, generalmente de tronco de drago, pintada de blanco, rojo o -
0m
negro, a veces con temas ajedrezados. E
O Gómez Escudero (i 1494?, ed. 1936), al referirse a las luchas de g
los aborígenes de Tenerife contra 10s soldados de Fernámdez de Lugo, n
E habla de las mismas armas: lanzas largas, de acebuche y sabina, y -
a
dardos arrujadizos. Con respecto a Gran Canaria describe unos chu- 2
n
zos de gruesa punta, que se lanzaban a mano ; también, lanzas gran- o
des y puntiagudas -que viene a ser el rnujzdo de Sedeño- endu- O3
recidas al fuego, mazas hechas con madera de sabina, "palo de rnon-t&
fiz7(?' ) y ~ l n ,a~ga, z spadu. & p& el h&s indi-ua &-
ninidra hace gran estrago entre sus enemigos. Las lanzas arroja-dizas
"pasaban un escudo y un hombre de parte a parte". Juan
Rejón, conquistador de Gran Canaria, murió atravesado por una
de esas armas, lanzada por un nativo de la isla de la Gomera. Así
q ~ ~ eed1z ?n n:gnd/ii ds c r i t~p r de DI'OZI~CU). tres is!m : Ienerife, Gran
Canaria y la Gomera.
Leonardo Torriani, que escribió su famosa descripción de Ca-
506 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
ARMAS DE MADERA Y VESTW DEL ABORIGEN DE LAS ISLAS CANARIAS 9
narias a fines del siglo xn (h. 1590, véase Wolfel, 1940, Deshttio-
%e.. ., y ed. de A. Cioranescu, 1959)) nos suministra interesantes da-tos
acerca de las primitivas armas de los canarios. Cuando se refiere
a los naturales de la Gomera, los presenta como muy ágiles y rápi-dos
en tirar con la mano, no sólo piedras, sino dardos sin hierro,
hechos totalmente de madera, endurecida al fuego la punta.
En Gran Canaria, las armas eran bastones cortados a manera
de maza de un hombre de armas, jahlinas aguzadas, también endu-recidas
al fuego o reforzada la punta con un cuerno. Añade el de-talle
de que los bastones arrojadizos llevaban varillas verdes y del-gadas
fijadas a la pieza, seguramente para hacerlas silbar al ser
lanzadas. A los bastones con que luchan les llama rnclgochs y amo-
&gh, que en otras grafías leemos magados y amagadac. Las mis-mas
varas largas; que debemos seguir identifican& con d n?.u,gnr3flj
están citadas por Torriani también para La Palma, pues al hablar
de esta Isla elogia el valor de las mujeres, que salían a combatir
y peleaban con varas largas.
Con respecto a Lanzarote, afirma que los nativos no usaban más
slrmws y ~ !eM piedxs y !m VWIUU UU muhra, especie de !wma cm
que combatían. Casi con los mismas términos se expresa cuando
habla de Fuerteventura.
Refiriéndose a 'Penerife es para donde por primera vez nombra
la anezpa (&epa), vara delgada, bien labrada, que precedía a un
personaje real o de alta estirpe. Veremos que esta referencia de
Torriani tiene un gran valor, pues coincide en todo con las piezas
que se han conservado hasta hoy, y a las que nos habremos de
referir más adelante.
Otro autor que escribe en el siglo m, fray A10nso de Espinosa
(ii. 1594, ver ea. de 1952 j , nos ofrece un testimonio, referido a Te-nerife,
que considermm el más valioso de cuantos se pueden ma-nejar.
Se describe un arma de esa Isla a la que le da el nombre guan-che.
Trayzs~:ribimos,d ada su impurtamia, el texto de Espinosa:
"Las armas ofensivas con que peleaban, que defensivas (si no eran
ios iamaroos que rodeaban al brazo y unas pequeñas tarjas de
drago) no las tenían, eran unas varas tostadas y aguzadas, con cier-tas
muesquecitas a trechos y con dos manzanas en medio en que
encajaban la mano para que no desdije, y para que fuese c m más
10 LUIS DIEGO CUSCOY
fuerza el golpe. Estas tales varas o 1- llamaban h12ot; con
éstas peleaban a manteniente después que habían cerrado los unos
con los otros, y en dando el golpe quebraban la muesquecita para
que la punkL quedase en la herida".
Abreu Galindo (h. 1592-1606, atribuida a 1632, ed. de 1955)
recoge, a ñnw 'del siglo xvr, de las fuentes históricas y literarias
que le preceden, todos bs datos que a las armas se refieren, mi
como los nombres de las mismas. Llama magados a los garrotes con
piedras h cmt a ~ d a esn uno de los extremos; amodagas, a las varas
puntiagudas con el extremo quemado. Aclara que las espadas se
hacían de tea, y que cortaban como si fueran de acero. La cita se
refiere a Gran Canaria, aunque tipos semejantes se encuentran tam-bién
descritos de igual manera para otras Lslas, como ya se ha visto. a N
Es mamifiesto el error que sufre Abreu Galindo, ya que la añepu E
ha sido identificada como hastbn de m m d ~G emh!e~~jear &z'qy~iee, o- según correctamente puntualizó Torriani y como es en realidad. -
Om
Veremos, al hablar de la añepa, que no puede ser un arma ofensiva E
E
S por su misma estructura y detalles que la diferenciaban claramente E
de las armas verdaderas.
-
En el m i w l ~s ? ~t eerm mtrames !zs w w m pwa la isla, 62 La. 3
-
Palma. Las describe como varas tostadas, sin añadir más detalles. -
0
m
Recuerda el episodio en que Ehentire, jefe del bando o clan de E
Ahenguareme, pelea con Mayantigo, cabecilla del bando de Ari- o
dane: de este encuentro sale Mayantigo con el brazo izquierdo he- -
E rido, "porque se lo pasaron por junto a la mano con una rmoca". -
a
Igualmente en el Hierro, siempre según Abreu Galindo, se en- 2 - n
cuentran los barwdes, a los que también llama tamasques. Tenían -
tres dedos de grueso y tres varas de largo (2,60 m.), medida que O3
nos parece algo exagerada. Los untaban con grasa de cabra para
dzries y C G ~ C ~y, toíja, eeg~-idadp zrz mafiü se
deslizara mejor en ellos. Estas armas servían también para ayu-darse
en la marcha sobre el no siempre suave suelo de aquella Isla.
El mismo autor puntualiza que en Lanzarote y Fuerteventura
había un tipo de arma llamada tesesse -otros escriben texexes-,
Ue !GS qüe sokmeate dice que ei-aii banüit:s de acebuche, de vara y
media de largo (1 ,SO m. aproximadamente).
En Viana, que publica su Poema a comienzos del siglo xvn
508 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
ARMAS DE MADERA Y VESTIDO DEL ABORIGEN DE LAS ISLAS CANARIAS 11
(1604, véase ed. de 1905), hallamos citas numerosas cm referencia
a las amas de los guanches: suntas, dardos, lanzas, mazas. En las
mazas, según este autor, se incrustaban lascas cortantes, segura-mente
de obsidiana, que se conocen con el nombre de taborzas. Se
ocupa también del baunot, que llama a veces &nones (canto 1, pá-gina
33) y bmmt (canto V, pág. 149). Viana reconstruye una viva
escena compuesta de guerreros guanches que preparan sus armas:
"unos, labrando de rollizos troncos / de fuertes acebuches, gruesas
mazas, / grandes bastones de pesadas porras, / otros, tostando y
aguzando dardos / de fina tea y resinosos pinos" (c. XIV, pág. 364).
Al hablar de Tenerife nombra, naturalmente, la cuñepa, y dice
que era una vara tostada, hecha de tea y sabina, muy aguda, y que
se empleaba como arma arrojadiza.
En varias partes de su compiiación histórica, ya en el siglo miii,
se ocupa Viera y Clavijo #de las armas aborígenes (1772-1776, vid.
ed. de 1950). Vale mmultar el capítulo mncretamente dedicado a
ellas y el vocabulario de voces indígenas, donde aparecen nombra-das
las armas con una breve descripción de la pieza corrmpndien-te.
Trmscribimos ia primera parte:
"TEZEZESb: astones de tres varas de largo, que manejaban con
singular destreza.
MAGADOSo:t ros garrotes que usaban en la Gran Canaria, con
dos grandes bolas en los extremos, armados muchas veces de ta-h
a s o pedernales afilados.
MQCAS: varas endurecidas al fuego y muy puntiagudas.
BANOTESo:t ra especie de dardos que tenían los guanches, fabri-cados
de sabina o tea, con dos pequeños globos al medio, donde fija-ban
la mano y a trechos ciertas muesquecitas que rompían después
de dar el golpe, dejándolas dentro de la herida.
AÑEPA: una lanza de tea que usaban las personas reales y que
marchaban delante de ellas cuando viajaban."
El resumen de Viera y Clavijo es muy desorientador. Conoció,
más de oídas que de visu, los objetos a que se refería. No se le puede
seguir, ya que mezcla nombres y armas exclusivas de una Isla como
si se hallaran en todo el Archipiélago.
La síntesis de Berthelot (1862) es más convincente, aun cuando
no fuera más que por haber recogido de forma más completa la
12 LUIS DIEGO CUSCOY
serie de voces referidas a las armas. En realidad, ninguno de los
dos liega a una rigurosa comprobación utilizando para ello ejern-plares
de armas que tanto en el siglo de Viera como en el de Ber-thelot
existirían en mayor número que hoy. Vale, sin eml~argo,
poner junto al vocabulario de Viera, el de Berthelot. Por lo menos,
en el de éste cada ama queda localizada en su Isla respectiva :
Viera y Clavijo :
AMODAG:A vCa ras tostadas y puntiagudas.
MAGADOg:a rrote de guerra.
MEPA: lanza de tea que precedía al rey.
BANOT: vara endurecida al fuego.
MOCA:va ra endurecida al fuego.
varas de ~ C P ~ U C ~ P .
TAMASAQU: EvSa ras largas.
VERDONE: Sv aras largas.
Berthelot :
AMODAGbAa:s tón puntiagudo endurecido al fuego. T.
MAGAD: Om aza. G. C.
AÑEPA: bastón de mando. T.
BANOT: arma de guerra. T.
MOCA: venablo. P.
T-S : palo nudoso. L. y F.
TAMASAQ~pSal:o largo, lanza. H. y G.
VERDONESg:r an palo. H. y G.
SUNTA: arma de guerra. T.
SUSMAGjaOb:a lina. G. C.
Los tcGnzasaqms y verdones parecen excIusivos de la Gomera y
el Hierro ; los texezs, de Fuerteventura y Lanzarote, y el magado,
le Gran Canaria. Pem la añepa sólo se cita para Tenerife, isla
a la cual parece que también debe atribuirse el bamt. Por lo me-nos,
es la única Isla que conserva ejemplares de armas cuyos
tipos se corresponden con las descripciones que de ellas han sido
dadas. Sin embargo, no nos atreveríamos a firmar que sea la única
510 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTIGOS
Isla que los tuvo, si hemos de seguir a Abreu Galindo. Este autor
identifica los texexes de Lamarote y Fuerteventura y los tam@a-ques
de la Gomera y el Hierro con el bamt de Tenerife, con el que
sin duda presentarían alguna semejanza. Acaso el magado de Gran
Canaria haya que relacionarlo asimismo con el banot, del cual Viera
lo presenta como una variante, si bien añadihndole las tabonas en
el extremo, con lo que parece seguir a Viana cuando éste se refiere,
sin más, a mazas (lám. 1).
Ninguno de los autores citados hace mención de los llamados
bz~mermgso mosses (lám. 11) ,h allados en la isla de La Palma for-mando
parte de un ajuar sepulcral, y de los que se OCU& Santa-
Olalla (1949). Se trata de unas raras piezas labradas en madera
muy dura, que posiblemente dejaron de ser armas para convertirse
en si,gnaS jeráWicos. E;ñ otro lugar hemos eütaHeci& la i%ela-ciones
que parecen existir entre estas piezas y los grabados con
crosses de los dólmenes de Gavr 'Inis, Lizo, Pettit Mont, piedra de
Moustier, etc., como se puede comprobar en el Corpus de los gra-bados
bretones, de Péquart y Le Rouzic (1927).
Volviendo a la denominación y tipos de ias armas de los anti-guos
canarios podemos decir que majido, magctch7 ameghhe7 m-aCCgac,
deben referirse a la misma arma. Eran lanzas largas, de
unos 2 metros, endurecida la punta al fuego, con o sin regatón de
asta. Un hallazgo reciente nos va a servir para la completa identi-ficación
de este tipo de arma, acaso más que arma simple cayado o
lanza de pastor. Podría utilizarse como arma llegado el momento,
como ocurriría con las demás. Volveremos sobre esto.
Los t ~ m m q u eys wdones de la Gomera y el Hierro podrían
también relacionarse con el magado, pues, salvo Abreu Galindo,
todos coinciden en describirlos como varas largas, palo largo, lanza.
En realidad, poca diferencia habría, en cuanto a longitud, entre el
h m t y el magccdo, y sólo se diferenciarían en las bolas o abulta-mientos
que el primero presentaba en su tercio superior. Hoy p-demos
precisar que la longitud de1 mg& oscilaría entre los 2 y
2,50 m. La llamada maza o garrote por varios autores, sin incluir
la voz indígena, seria más corta, con engrosamiento en su extremo
superior. Tendría una longitud aproximada de 1,70 a 1,90 m. Acaso
llevaran en ese engrosamiento t a h m incrustadas, pero una de las
Núm. 7 (1981) 511
14 LUIS DlEGO CUSCOI
piezas que hoy conocemos y que puede ser identificada como una
de esas mazas o garrotes no presenta ninguna señal de haber lle-vado
incrustaciones de obsidiana. Creemos que por la tosquedad
en su comtrucción, que las hacía aptas para todo servicio, su em-pleo
sería general en todo el Archipiélago.
La moca vendría a ser una especie de venablo o jabalina de 1,50
a 1,80 m. de longitud, con ambos extremos aguzados. Así podría
ser lanzada indistintamente por un extremo u otro. Sería la va-riante
palmera de1 b&, pero acaso más parecida a la sunta de la
misma Isla de Tenerife -sin engrosarnientos o bolas- y al sus-mago
de Gran Canaria. Estaría difundida por todas las Islas.
La diversidad de denominaciones, achacables a la diferencia a
de hablas indígenas y a la falta de seguridad y precisi6n descrip- N
E tiva por lo que a las armas respecta, como se ha visto en Viera y
O Bertheiot, ha tenido que producir ia naturai confusión entre todos
n-=
aquellos que han tratado del capítulo de las armas. Alvarez Del- m
O
E
gado (1942), en un trabajo lingüístico, no arqueokógico, acusa esta SE
misma confusión: identifica la moca palmera con el banot de Te- =!
nerife, con el magado o mugido de Gran Canaria y con el tamasaque 3
de la Gmera y el Eierro. Mía& que io que ioa arqueóiogos dan con - - frecuencia como bastones de mando, simbobs de autmidad, '"o 0m
E son otra cosa que mcas o bamt más o menos fragmentarios" O
(op. cit., págs. 91-92) (láms. I y III). 6
Por lo que llevamos dicho, por el conocimiento que hoy tenemos n
-E
de las armas guanches y por lo que nos queda por exponer como a
2
consecuencia de un reciente hallazgo, resulta evidente que b m t = n
0 jabalina con abultamiento, bolas o agarradero en su tercio supe-rior,
es diferente a la acñepa = fina y larga lanza sin bolas, agarra- 5
O
dero ni abultamiento, pero con rodete o voluta labrados en el ex-tremo
superior. En reaiidad, bawt y aWpa son las piezas mejor
diferenciadas. La documentación gráfica acabará por disipar toda
duda (Iáms. I,1,2, 3, 5,6 y 7; III,3; IV).
Si unimos la documentación histórica con la arqueológica, po-dremos
llegar a conclusiones más convincentes. Lo que salta a pri-mera
vista es que (salvo el banot, la añepa y acaso la moca, de tipos
fijos y con rígidos detalles constructivos) las armas, en general,
512 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Detalles del acarrarlero del hnnot (correslionden a los ejemplares 1 y 2 de 1a lAm. 1).
ARMAS DE MADERA Y VESTIDO DEL ABORIGEN DE LAS ISLAS CANARIAS 15
bastones, garrotes, mazas, cayados, se construirían con gran liber-tad
de formas y según el gusto del constructor s usuario (lám. 111).
Que no siempre se trataba de armas, sino de báculos, cayados o lan-zas
-igual a como en las Islas se siguen empleando- de que se
valía el pastor para transitar por las cumbres o descender de las
montañas. Tenemos numerosos ejemplos de hallazgos recientes:
fragmentos de lanzas y bastones en los campos de pastoreo de Te-nerife
y en algún ajuar sepulcral, descubierto en cuevas enclavadas
dentro del área de pastoreo.
Las armas largas eran, generalmente, arrojadizas, pero tam-bién
se empleaban para las luchas cuerpo a cuerpo. Las cortas eran
siempre arrojadizas, y raramente se empleaban como espadas, se- a
gún se desprende del testimonio de algunos cronistas. El bamt, la N
más característica de las armas primitivas canarias, se empleaba O
como asta de lanza, como arma arroj adiza y en los combates cuerpo --- m a cuerpo, según se ha venido repitiendo desde Espinosa. En el ata- O
E
que cuerpo a cuerpo es cuando, después de herir, se quebraría la E
2
E punta, de que hablan algunos autores, para que quedara en la carne. -
Quizá esta punta, con las muescas, era una pieza postiza, encajada 3
en el extremo del banvot, pues los ejemplares conocidos no comer- -- 0
van trazas de las citadas muescas. m
E
Además de la lanza larga, que podría tener en algunos casos O
3 m. de longitud, empleada solamente para el pastoreo y para ayu- n
darse en el descenso, la verdadera arma que sigue reclamando aues- -E
a tra atención es el banot, del que además tenemos excelentes ejem- l
plares que han permitido su estudio. Entre los historiadores ca- n
n
narios es conocida la tesis de Menghin (1949), formulada a la vista
3
de un trabajo de Alvarez Delgado (1945) y confirmada, entre otros, O
por Serra Ráfols (1950). Parte Menghin del soZ2ferreum romano,
arma hallada en muchas localidades de España y que puede ser
fechada entre los siglos v-111 a. C. Tenía un ensanchamiento de1
asta que servía para agarrarla, a veces con abultamiento en forma
de rodete y con punta barbada. Menghin considera el arma de refe-rencia
como una prueba de las relaciones entre las culturas ibéri-cas
y mediterráneo-norteafricanas. La cultura indígena guanche
afirma una relación entre España y Africa, y es Africa el punto
de origen de esta arma. Se introduciría construída en madera, con
16 LUIS DIEGO CUSCOY
engrosamiento del agarradero y barbas, y éstas quizá de metal,
Actualmente se halla entre los Fulhe y en Togo, en el Africa Occi-dental
y áreas limítrofes.
Las dimensiones del soliferreum oscilaban entre 1,60 y 2 m. de
longitud, y la punta, de 5 a 9 cm. Un reciente trabajo de Figueras
Pacheco (1956) sobre una necrópolis ibérico-púnica nos presenta
tipos de faki5ca o soliferreum, uno de cuyos ejemplares, de 2 me-tros
de longitud, muestra un engrosamiento situado aproximada-mente
en el centro de la pieza. Se asemeja al ejemplar de Tenerife
que figura en la lám. 1, 3.
Cuatro ejemplares de bamt se conservan en Tenerife (lám. I,1,
2, 3), tres en el Museo Arqueológico y uno en el Ay~ntaIXIient~
de la Villa de La Orotava. Los detalles que les distinguen como
tales bamot son: engrosamiento en el tercio superior del asta, las
dos boja CamCtsristjC;W-y -m siULp~eak G!tkTLimtG (!A;;-,. 1, 4). La
pieza con engrosamiento labrado mide 1,30 m. de longitud. El engroe
samiento es de sección aproximadamente cilíndrica.
E1 bamt, con las dos bolas de agarradero, mide 1,13 m., y la
lanza, con ensanchamiento próximo al extremo superior, mide
1,53 m. íiám. 1, 1 y 2, y iám. lv7j. El ejemplar que se conserva en
el Ayuntamiento de La Orotava es semejante al de la lám. 1, 2;
con los dos ejemplares del Museo Arqueológico de Tenerife, cons-tituyen
los más perfectos tipos de banot hasta hoy conocidos.
b) Naderas empleadas en Za confeccGn de las armas. Técnica.
Las maderas usadas, cuyos nombres vulgares hemos venido
empleando para referirnos al árbol de que aquéllas proceden, per-tenecen
en su mayoría a vegetales nobles, productores de madera
preciosa. Alg~~llodse ellos son exclusivos de la flora canaria. Te-nemos,
en primer lugar, la tea, extraída del PZnus canariensk, L.
Esta madera, por SU dureza, es la que más se utilizó para cortar y
labrar lanzas largas, pesadas y robustas, para los cayados de ex-tremo
superior ensanchado y para las iiamadas mazas. Xigunoa
bastones de mando, jabalinas y hanot están labrados en barbnsam
(Apolbnias cawri&, Nees.) y en sabina (Juniperus phoeni-
514 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
ARMAS DE MADERA Y VESTIDO DEL ABORIGEN DE LAS ISLAS CANARIAS 1 ?
cea, L.). La bih blanca o bña santa (Cneorum puherdentum,
Vent.), debido a su gran dureza y flexibilidad, entró en la confec-ción
de pequefias lanzas arrojadizas. Para piezas semejantes se
utilizó también el =buche (Olea europasa, L.). Lm grandes ca-yados
de pastor no destinados al combate están generalmente la-brados
en madera blanda, sobre todo del tronco del gho, pero no
de tea. El material de que estaban confeccionadas ha influído en
su estado de conservación. Se conservan perfectamente las labra-das
en maderas preciosas, mientras que no se han conservado Ias
trabajadas en madera blanda, y 1a.s que han llegado hasta nuestro
poder acusan marcadamente e1 paso de los siglos, a pesar de que
se trata de ejemplares que han permanecido ocultos y en lugar
seco hasta el instante del descubrimiento.
La t h k a del !abrade es generz!=ente t s c a en !as tazas lar-gas
: se advierte el golpe de azuela de piedra y el raspado en sentido
longitudinal. Las piezas de tea son las que más acusan esta tosca
labra, debido sin duda a la dureza del material trabajado. El bmot
y la cuñqpcz y las pequeñas jabalinas muestran, por el contrario, un
pul ime~n~ ' ?clyid adc!.
No llevan marca alguna. El único detalle de ornamentación
queda reducido a los bien labrados rodetes terminales de la cllñepa
(Iáms. 1, 5, 6, 7, y 111, 3), a los ensanchamientos del bamt y, en
alguno de éstos, a una anilla de asta embutida hacia la mitad supe-rior
de la pieza (Iám. 1, 7).
Muchos de los detalles técnicos y de confección y datos de los
que no se tenia ninguna noticia, han enriquecido nuestros conoci-mientos
acerca de las armas guanches gracias al sensacional ha-llazgo
del que nos vamos a ocupar a continuación.
C) El hadlaxgo de "El Ccc'yy~p~~narZo".
Hasta aquí hemos manejado datos procedentes de fuentes Iite-
,,;,,--lnmnn 2: ----- &--- -2 --- L-...
--A ruu u s r lo*u* ivau y c j c u r p a r ~ n Ue a~II LLW UI v a a a ptxxeueclell L ~ S
a 10s fondos del Museo Arqueológico de Tenerife, y que con ante-rioridad
formaron parte de las colecciones del Museo Municipal de
Santa Cruz de Tenerife, colecciones hoy depositadas en dicho AY-
18 LUIS DIEGO CUSCOY
queológico. La autenticidad de los materiales manejados es iiidiscu-tible,
aunque en la mayoría de los casos no se dispone de infwmación
ni quedó constancia del hallazgo. Eii el mejor de los casas sólo se
conoce el lugar de procedencia.
A traer un poco de orden y claridad a esta confusión sobre las
armas guanches ha venido un hallazgo casual verificado en Tene-rife,
y que, dada su importancia, creemos del mayor interés dar
a conocer.
En agosto de 1960, mientras se realizaban los desmontes y tra-bajos
preparatorios para un embalse o represa, se procedió a obtu-rar
con mortero la boca de un cejo o covacho que se abría a unos
cinco metros del fondo de un pequeño barranco. Ocurría esto en a
la costa de Guía de Isora, término enclavado al suroeste de la Isla. N
El lugar del hallazgo se denomina, sin que se sepa por qué, El O
Campanario, y está a unos 170 metros sobre el nivel del mar (la- ---
mina V, 1). m
O
E
Toda la costa de Guía de Isora fue amplia zona de pastoreo esta- E
2
cional, preferentemente de invierno y primavera. Hallazgos ante- - E
riores de cerámica ,guanche en Hoyo Azul y de cuevas sepulcrales 3
en la cercana Playa de Santiago habían demostrado Ia ocupación --
de aquellas tierras por grupos trashumantes. El reciente hallazgo 0
m
E
acaba de confirmar lo que ya habíamos supuesto. O
Uno de los trabajadores en las obras de la represa, Manuel Goya, - cuando se ocupaba en limpiar la boca $delc ejo, se tendió en el suelo -E
y exploró la grieta. En su interior halló cinco piezas de madera, a
2
a las que pronto bautizó con el nombre de "bastones de los guan- --
chesY9.
El descubrimiento nos lo comunicó el propietario del terreno 3
O
y promotor de la obra, doctor don Miguel Alfonso González, quien
nos dio toda clase de facilidades para estudiar el hallazgo in situ.
Esta serie de afortunadas circunstancias ha permitido no sólo res-catar
las piezas descubiertas, sino asociar por primera vez un ha-llazgo
de tal naturaleza a un yacimiento y a una zona determinados.
La covacha no era más que el resto de lo que debió haber sido
una cueva de habitación de mayores proporciones. El techo de la
primitiva cueva se d e m b ó y quedó Únicamente lo que en otro
tiempo fue el fondo, es decir, la parte más profunda y también la
516 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
l. lugar de uEl campanario^. en la costa de Guía de Isora (Tenerife). donde han sido
hallados los nbastones guanches)); 2. cerámica impresa con tejido vegetal. de la isla
l e La Palma.
'u:
A'
1. 2. 3 y 4. conteras y horquillas cle los ~ricipatlos hallados en la covacha de aE1 Cam-panario~.
(Guía de Isora. Tenerife,; .í. I-egat6n de asta cl3arranco del Infierno.
Tenerife\.
ARMAS DE MADERA Y VESTIDO DEL ABORIGEN DE LAS ISLAS CANARIAS 19
más alta, pues un estudio del terreno revela que la parte más am-plia
de la cueva tuvo el piso llano; terminado el verdadero piso, se
iniciaría una rampa que concluiría en el cejo hoy conservado. Este
tiene medio metro de altura, 2,50 m. de profundidad y otros tantos
de ancho. El techo era basáltico, según se advierte en los restos
que quedan en su sitio y en los derrumbamientos amontonados en
el fondo del barranco, y el fondo, de conglomerado. Este material
Fig. 2.-Corte de la covacha de "El Campanario" (Guía de Isora, Tenerife) ; se in-dica
la dirección en que se hallaron los "bastones guanches".
es el que resta en su sitio. Todo el espacio en que aparecieron los
blastones estaba cubierto de una capa blanca que resultó estar for-mada
por millares de esqueletos de murciélagos.
Los cinco ejemplares hallados estaban colocados uno al lado
del otro, con la punta o regatón dirigido hacia la boca de la cova-cha
(fig. 2).
Después de un detenido examen de los mismos, los hemos clasi-ficado
así: dos magados (amdaga o amodagac, según las voces
guanches) , dos cvñepm y un fragmento perteneciente a otra añepa.
Cqado número 1 (magado) .-Labrado en madera que parece
proceder del arbusto leñoso Cnmum puZverulenhm (leña santa).
Bastón muy curvado. Extremo superior terminado en horquilla
20 LUIS DIEGO CUSCOY
cuyas ramas están discretamente aguzadas. Longitud total, 1,37 me-tros;
abertura de la horquilla, 5 cm.; altura de la misma a partir
Fig. 3.-Gráfico las cinco piezas
(Guía de
halladas en la covacha
Isora, Tenerife).
de "El Campanario"
del vértice, 6 cm. Su extremo, inferior termina en regatón de asta
de cabra, de color claro, de 13 cm. de longitud. Diámetro del cayado,
2,s ,cm.; &ámetrG del regat6i e-i el dGnde se i-&erts e: c*
yado, 3,2 cm. (lám. 111, 2; fig. 3, núm. 4, y Iám. VI, 3 y 4).
Ccy& número 2 (magadq) .-Labrado en madera muy ligera,
518 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
ARMAS DE MADERA Y VESTIDO DEX ABORIGEN DE LAS ISLAS CANARIAS 21
acaso de pino. Está menos curvado que el anterior. Termina en
horquilla de extremos no aguzados, sino cortados en plano. Ungi-tud
total, 1,70 m. Extremo inferior protegido por un robusto rega-tón
de =ta, probablemente de carnero o macho cabrío. Asta de color
negro. Diámetro del cayado, 3,5 cm.; del asta, 5,5 cm. en su parte
más gruesa; longitud de la misma, 22 cm. Abertura de la horquilla,
8cw. (fig. 3, nÚm.4,yláms. 1, l , y V I , l y 2 ) .
BastOn. de m& número 1 (añepa).-Pieza bien labrada y pu-lida.
Madera resistente, de color amarillento, acaso Cneorum. Ex-tremo
superior terminado en rodete de cuidadosa talla, detalle ti-pico
de las aikpicls. Este rodete está labrado en la misma pieza, no
embutida, como hemos visto en otros ejemplares. Entre el rodete
y la vara hay un anillo labrado, de 1 mm. de ancho. El extremo
ir&riGl agGaUo, Y ;;G 1Iey6 legatb"r. mrigitüd total, 1,90
metros; diámetro, de 2,5 a 3 cm. Diámetro del rodete, 4,6 cm.;
grueso del mismo, de vértice a base, 3,6 cm. (fig. 3, núm. 2).
Bmt& de m d b número 2 (oGqa) .-Madera pesada, acaso de
tea. Color pardo. Extremo superior terminado en una especie de
voiuia, Longiiuü totai, 1,70 cm. ; espesor, 2 cm. ; aitura cie la voluta,
8 cm. ; anchura, 7 cm. ; espesor, 2 cm., es decir, la misma del bastón.
Extremo inferior terminado en punta, sin protección de asta, coino
ya hemos visto en otras u4íepa.s (fig. 3, núm. 1).
Irragmto. -Madera pesada, de color claro, quizá Cneorum.
Labra fina y pulimento muy cuidado. Diámetro, 2 cm.; longitud,
1,10 cm., es decir, que esta longitud se corresponde con los dos ter-cios
de una aíiepa, si tenemos en cuenta las longitudes conocidas.
La hemos identificado como fragmento de un bastón de mando por
el material, la técnica, las dimensiones y el acabado del extremo
inferior (fig. 3, núm. 5).
Comparando las piezas descubiertas en la covacha de El C m -
pmario con las existentes *en las colecciones del Museo Arqueoló-gico
de Tenerife, hallamos lo siguiente:
Con el bastón de mando núm. 1 se asemejan: la a&epa marcada
con el núm. 305, procedente del sur de Tenerife y donada al Museo
Municipal de Santa Cruz de Tenerife, a finales de siglo, por don
Diego Le Brun. Tiene igual rodete terminal, pero no labrado en el
mismo bastón, sino embutido en é1 (lám. I,6). Núm. 307, sin loca-
22 LUIS DIEGO CWSCOY
lidad conocida, pero de T'enerife, donado por don Beltrán Alfonso,
Rodete labrado en el bastón. Lleva una anilla de asta en el tercio
superior (Iám. 1, 7). Núm. 325, sin localizar. Rodete labrado en la
misma pieza, con anilla tallada en el punto de contacto con la lanza
(lám. 1, 5). El bastón de mando núm. 2 de EZ Campanarw es igual
a otro procedente del Escobonal (Tenerife), labrado en madera
oscura y con la misma voluta tallada en el extremo superior,
Los números 319 y 321 son fragmentos de cayado descubiertos
en el Bccrranco del Agua de Dios, Tegueste (Tenerife), y donados
por don Ehriqiae Pérez. Iban provistos de regatón de asta, que no
conservan.
Número 353: dos regatones de asta desprendidos del cayado.
Formaban una colección de cuatro, pero dos se conservan en muy
mal estado. Se hallaron en una cueva del Barranco de2 Infierno,
Ade je (Tenerif e) (lám. VI, 5).
Resumiendo. El hallazgo de la covacha de El Carnpcvnarb nos
ha servido para confumar datos que no estaban muy seguros, dados
los ejemplares utilizados, como los regatones, que se conocían suel-tos,
pero no embutidos en la lanza. Podemos ya diferenciar sin
dudas una añqpa de un magado y la diferencia de técnicas emplea-das
en ambos. Novedad indiscutible es la de 10s cayados terminados
en horquilla. Por primera vez tenemos magados completos con re-gatón.
Y por primera vez también sabemos con cierta exactitud el
número de piezas de que disponía un pastor guanche. Nótese, por-que
es importante, la asociación maga&-drMepa, pues si la primera
pieza supone actividad pastoril, la segunda pregona jerarquía. M&
todavía: el magado supone un aso continuado del mismo sobre el
suelo áspero de lavas y arenas. En el regatón puede verse. El bas-tón
de mando, la cuñepa, sin contera protectora, hace pensar si se
llevaba en la mano o apoyado en el hombro. El extremo inferior, en
punta, no muestra huellas de desgaste por contacto con el suelo.
Nótese asimismo que en El Campanario no se hallaron armas de
guerra, ni siquiera jabalina o bamt.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
ARMAS DE MADEEA Y VESTIDO DEL ABORIGEN DE LAS ISLAS CANARIAS 23
3.-LA INDUSTRIA DE LA PEL Y EL VESTIDO.
a) Noticia8 históricas y arqueoMgicas.
Los primeros relatos sobre las Islas, las crónicas de la etapa
conquistadora y las obras históricas que les siguieron, mezclan y
confunden las noticias acerca de la indumentaria de los aborígenes
canarios. En el manuscrito de Boccaccio (s. m, ed. 1827,1830; ver
Berthelot, 1862), donde se recoge el relato de Nicolosso da Recco
sobre la expedición que al mando de Angiolino del Tkgghia salió de
Lisboa el 17 de diciembre de 1341, se dice que al llegar a la primera
Isla -una de las del grupo oriental-, tanto los hombres como las
mujeres iban casi desnudos. Añade, sin embargo, que había unos,
que parecían de casta superior, que se cubrían con pieles de cabra,
y que estos vestidos estaban pintados de color azafrán y encarnado.
Dice que las pieles eran muy "suaves y cosidas bastante artificiosa-mente
con hilos de tripa". Refiriéndose luego posiblemente a Gran
Canaria, puntualiza que las casadas llevaban delantal para cubrir
bs partes deshonestas, igual que los hombres, pero que las doncellas
iban desnudas. En este punto coincide el relato de Recco con lo que
dicen algunos cronistas de la conquista, al señalar que unos -indí-genas
de Gran Canaria- llevaban taparrabos cortos hechos de
fibra de junco y palma, y que otros vestían con pieles de cabra
teñidas de amarillo y encarnado. Fue seguramente en la misma
Tsla donde hallaron un ídolo masculino con las partes obscenas cu-biertas
con qdelantal de hojas de palma.
Por lo que hoy sabemos acerca de la indumentaria aborigen,
cada vez que se hable de tejidos de fibra vegetal -sobre todo de
palma y junco- habrá que atribuirlo a la Isla de Gran Canaria,
donde las excavaciones más recientes han puesto al descubierto
extraordinarias muestras de tejido de esa clase, confeccionados
con los vegetales nombrados (lám. VII).
%os cronistas de Béthencotart, k t i e r y Leverrier (1402-1406,
ediciones de 1630, 1874; ver la ed. de "Le Canarien", 1960), al
narrar la campaiía normanda de principios del siglo m, hablan
también de los vestidos tejidas con hoja de palma, pero señalan
24 LUIS DIEGO CUSCOY
que, al mismo tiempo, muchas mujeres iban vestidas con pieles,
que estas pieles estaban cosidas con rara perfección, usando hilos
de tendón, y que en cuanto a honestidad en la indumentaria, lle-vaban
el busto cubierto.
No nos debe pasar desapercibido el uso en Gran Canaria de
tejidos vegetales y pieles al mismo tiempo. Torriani precisa más la
noticia. Anota que la hoja de palma se tejía juntamente con la fibra
de junco. Con ese tejido hacían faldas que ceñían por encima del
talle. Llevaban el busto generalmente cubierto con pieles blancas
de cabra, y a manera de capa se cubrían en invierno con una piel
con pelo, a cuya pieza llamaban tamccrca La piel entraba asimismo
en la confección de un traje talar. Seguramente los hombres eran
los que llevaban la cabeza cubierta con una piel de cabrito, cuyas a
N
patas colgaban, a modo de adorno, sobre la nuca (op. cit., pág. 107). E
Con Eecco coinciden también los primeros cronistas que habla- O
n
ron de la indumcntaria de la Isla de Lanzarote. Torriani precisa
- m
O
E que los trajes se confeccionaban con dos pieles de cabra u oveja y E
2
que dichas pieles iban cosidas a todo lo largo, de forma que una -E
quedara delante y otra detrás. Seguramente les dejarían un hueco
para entrarias por ia cabeza y aberturas laterales para sacar 10s 3
-
brazos. Esto supone que el cuerpo iba cubierto, por lo menos, hasta -
0
m
la altura de las rodillas. Como complemento de la indumentaria E
O nombra los mmh (mahos, majos), pedazo de cuero de cabra adap-tado
a los pies. Berthelot cita esta misma pieza para Fuerteventu- n
E ra, con el nombre de maho (1862, pág. 107). No podemos asegurar -
a
que los nombres de tehzcete, tzhzcit designen el traje de los naturales 2
n
de Lanzarote y rnerteventura, pero al definirlos como sacos de piel n
se piensa en esas dos pieles cosidas a lo largo y entradas por la O3
cabeza, que ya hemos visto citadas.
De la Gomera sabemos, por ei testimonio dei propio Torriani
(pág. 201), que los nativos se cubrían las partes deshonestas y se
ceñían en torno a la cabeza una tira de piel pintada de color rojo,
jugo que se sabe obtenían de la flor de tajinaste (Echizcm Zhzeatum,
var. Gmwrae, Pit.). Por primera vez se nos dice que las mujeres
se aplicaban colorote empleando el mismo jugo. Nombra también
el tamarco, vestido confeccionado con tres pieles, pieza muy seme-jante
a la usada en Tenerife y Gran Canaria.
522 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
Tejitln; tlc fihi-;i vecelal dc la isla tlc C.raii Canaria.
Fragmento de tamnrco con pelo v decoracibii incisa por el reverso de la piel (Tenerife$,
ARMAS DE MADEEA Y VESTIDO DEL ABORIGEN DE LAS ISLAS CANARIAS 25
Las noticias de Torriani referidas al Hierro coinciden en gran
parte con lo ya sabido para otras Islas: ropilla de piel hasta medio
muslo, tanto hombres como mujeres, aunque de éstas se dice que
el vestido lo sujetaban a la cintura con una tira de piel, y que en
el invierno usaban tamrco.
Como documentos gráficos tenemos los dibujos que el propio
Torriani trazó para ilustrar su Dmcr2pció%. Vemos a las mujeres
con un vestido largo hasta el tobillo, abierto por el cuello y con
mangas cortas. El hombre, con capa, casaquilla corta sin mangas
y faldellín hasta la rodilla. Eso para Gran Canaria. En el dibujo
correspondiente a la Gomera aparecen las mujeres con un capo-tillo,
sujeto al cuello, que les cubre la espalda, pero no el pecho -es
decir, se trataría del verdadero tamarco-, y faldellín hasita la ro-a*&.
E;i hoiiIlDre se (-Je la ciIIttQii8a me&;o m.Glc.
En el Hierro, dos pieles cosidas por los lados, con huecos para
entrar la cabeza y los brazos: esta especie de hopalanda les llega
también hasta medio muslo. La mujer, blusón hasta la cintura, sin
ceñir, y falda hasta las rodillas. Entre los indígenas del Hierro y
La Paima, según Torriani, no había gran diIerencia en ei vestido.
Esta falda debe ser la designada con el nombre tahuym en La
Palma.
El testimonio más antiguo referido a Tenerife, y que corres-ponde
a la primera mitad del siglo xv, lo encontramos en Azurara
(1448, ed. de 1841). Dice que los vestidos estaban confeccionados
con pieles. Viana (1604, ed. de 1905) habla Idel "tamarco curioso
gamuzado de pieles", y en loe brazos "huirmas como mangas y
gwqcas en las piernas como medias" (canto III,74). En este mismo
canto vuelve a nombrar el tamrco, y en el siguiente especifica que
las pieles lde cabrito servían para confecciunar dicha pieza, que la
basquiña o saya larga, hasta el tobillo, se sujetaba a la cintura, y
que calzaban abarcas de piel. Este calzado es el que se conoce con
el nombre de xercos, voz que recogen cronistas e historiadores.
Abreu Galindo, en su citada H%&, da un conjunto de noti-cias
que completarían en el siglo xvm Viera y Clavijo y en el xrx
Berthelot. Abreu insiste sobre datos ya conocidos y añade otros
nuevos, los cuales trataremos de resumir a continuación:
En Gran Canaria: vestidos cortos tejidos con junco y palma,
26 LUIS DIEGO CUSCOY
ceñidos al cuerpo; llegaban hasta la rodilla y se sujetaban a la cin-tura
con cintos. Encima del traje llevaban el tamarco, con el pelo
por fuera en verano y hacia dentro en invierno. Montera de piel
de cabrito o una especie de cubrecabeza con plumas. Los tamarcos
y los vestidos de fibra vegetal estaban teñidos con tintas de colo-res.
Iban calzados con sandalias de cuero de cabra. En todo esto,
Viera sigue a Abreu Galindo.
En Tenerife : los hombres andaban cubiertos con unos tamarcos
de piel de cabra u oveja, con el pelo hacia dentro en invierno. Las
mujeres, debajo de los tamarcos, llevaban unos refajos agamuzados
y delicadamente cosidos. Viera completa esta noticia diciendo que
esta especie de camisa bajaba hasta los pies y se llamaba ahico.
Daremos a continuación el vocabulario que para el vestido or- a N
denan Viera y Clavijo y Berthelot : E
O
Viera y Clavijo : n-- m
O
TAMARC:O c amisa de pieles o palma.
GUAYCA:S m angas.
HUIRMASb: otines o medias.
Tm7-n---u- wa -: m----A--p- a~va.
GUAPIL: sombrero.
HORHUYc:u ero.
MAXO: zapato.
TAHUYA: Nba squiñas.
Berthelot :
AHICO: camisa de piel, T.
GUAPIL: sombrero o bonete. F. y L.
GUAY~OoS G UAYCA:S b otines. T.
P~ARGTJYU HORBUYs:a co de cuero. L. y F.
HERGUELÉc:a lzado, G. C.
HUIRMASm: angas largas. T.
MAJO, u o , M AHOz:a pato o sandalia. L. y F.
TAHUYANsa:y a de mujer. G.
T A ~MAcRap~a.: T .
T ~ Esaq:uit o de piel. L. y F.
XERCOz: apato. T.
524 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
ARMAS DE MADERA Y VESTIDO DEL ABORIGEN DE LAS ISLAS CANARIAS 27
Hoy podemos hacer algunas rectificaciones tanto a Viera como
a Berthelot. El "saquito de piel", tehuete, que este último autor
cita para Fuerteventura y Lanzasolte, lo conocemos también en Te-nerife,
si bien no; tenemos el nombre que en esta Isla se le dio; pero
la pieza es la misma, ya que hemos visto por lo menos un ejemplar.
La falda femenina, [denominada tahwyan, y que atribuye exclusi-vamente
a la @mera, se usaba también en La Palma.
En cuanto a Viera y Clavijo debemos rectificar gumycm por
polainas en vez de mangas -como ya había fijado justamente
Viana-, y tamarcb por capa en vez de camisa, pues para esta pieza
tenemos el nombre seguro de &im. Podía explicarse la confusión
entre guagcas y huirmas -si es que Viera llegó a conocer dichas
piezas-, pero no se explica tan bien la confusión entre &ico y
tarnarm, sobre los que hay descripciones muy precisas. Desde
Torriani y Abreu Galindo se dice que el tamarco era una espe-cie
de capa con mangas cortas o sin ellas, semejante a lo que los
capellanes de Béthencourt llamaron hopalanda. Quizá ayudó a la
confusión la referencia de algún autor al describir el tamamo como
una especie de camisa de piel ligera sin cuello ni mangas, cosida
con correillas. Torriani se había referido concretamente a ella, como
capa de invierno.
Consideramos al tawrco como una de las piezas más impor-tantes
entre todas las que constituían la indumentaria del canario
primitivo. Y decimos esto porque sin duda el tamarco no era exclu-sivo
de una sola Isla, sino que su uso se extendería a todo el Ar-chipiélago.
Lo empleaban tanto los hombres como las mujeres, y
por tratarse de una capa que se echaba sobre los hombros, sujeta
al cuello por unas correas, de lo que llevaran debajo dependía el
que unas veces se dijera de los guanches que iban cubiertos y otras
más o menos desnudos. En el verano no llevarían tamarco, desnudo
el torso los hombres, y más o menos cubiertas las mujeres.
Sobre la honestidad de la mujer indígena se ha hablado acaso
sin el debido fundamento. Recco dice que los indígenas iban casi
desnudos, y que en Gran Canaria iban cubiertas las casadas y des-nudas
las doncellas. Los capellanes de Béthencourt anotan que las
mujeres llevaban el busto cubierto. Las dos pieles unidas para en-trar
por la cabeza y cubrir así el pecho y la espalda, autoriza a afir-
28 LUIS DIEGO CUSCOY
mar que en Lanzarote llevaban el cuerpo cubierto hasta las rodillas
por lo menos. El tahu.ym o saya de La Palma y la Gomera hace
suponer que las mujeres iban cubiertas de cintura abajo. Con esto
y con las repetidas referencias de que cubrían las partes obscenas,
hay que pensar en que la desnudez total no era corriente. Sin em-bargo,
nuestras modernas convenciones sobre el pdor no son las
mismas que en aquellos tiempos dominaban. Sabemos hoy, entre
los primitivos actuales, cGmo es considerada la desnudez. Entre los
primitivos canarios no iba a existir un código de moral vestimen-taria
del rigor que nos han querido dar a entender los historia-dores
canarios a partir del xvn. El tamarco solamente cubría la
espalda, los hombros y parte del pecho. Además, era una pieza
abierta por delante. Lo llevaban indistintamente el hombre y la a
N
mujer, pero así como el torso del hombre iba generalmente descu-
Lu: lw--d L.-U e-,1 l .Au--: aJe de la coqüestci eii a l gma~IS !LWde camisSii, O
n -
blusilla y saya, hace suponer que se cubría más que el hombre. =m
O
E Hay que pensar que la mayor o menor desnudez estaba en rela- E
2
ci6n con las estaciones del año. Ya se ha visto a través de las noti- =E
cias acerca del tamarco, con el pelo hacia dentro en invierno y hacia
fuera en la pieza uI-?e- -v-e -r-s-L-v:l" e-9', d- --- ;-L: ---- -- e que -;e ~ 1 ~~1 ~1 ~t i - 3
-
tia Ilám. VIII). -
0m
b) Confecckh y tinte del vestido.
Ya hemos hecho referencia a los materiales. Para Gran Canaria
nos hemos referido también a los tejidos de fibra vegetal. Interesa
puntualizar para esta Isla que se utilizaron también los vestidos
confeccionados con pieles. Esto es importante, pues las pieles co-rresponderjan
en aqueiia isla a residuos de ia iiamada cultura de
smtrato, mientras que los tejidos vegetales hay que adscribirlos
necesariamente a la última oleada cultural portadora de una eco-nomía
agrícola, constructora de casas y de túmulos y étnicamente
diferenciada. Pero no es nuestro propósito detenernos ahora en
este importante tema.
Sobre tejidos vegetales no se conoce referencia alguna ni se
dispone de ningún material adscrito a ninguna otra Isla del Ar-
526 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
ARMAS DE MADERA Y VESTIDO DEL ABORIGEN DE LAS ISLAS CANARIAS 29
chipiélago canario fuera de Gran Canaria. Ahora, con motivo de
las últimas excavaciones efectuadas en La Palma, hemos descu-bierto
un tipo de cerámica impresa en la cual pueden verse con
toda claridad la impronta de tejidos vegetales de distinta calidad
y de trama diversa, según se deduce de la impresión (lám. V, 2).
En esta misma Isla se trenzaba el pelo de cabra para confeccionar
cuerdas (lám. IX, 1).
Acerca de la confección de la indumentaria abundan las noti-cias.
Abreu Galindo habla de oficiales dedicados a la confección.
No disponemos de base para rebatir este argumento, aunque nos
parece un tanto desorbitado. Por la arqueología sabemos que en
cada cueva de habitación abundan los utensilios destinados al tra-tamiento
de las pieles, y en algunas cuevas sepulcrales, además de
los utensilios que formaban parte del ajuar funerario, aparecen
pieles y fragmentos de vestido. Estos Últimos hallazgos son los que
nos han ayudado a esclarecer muchos extremos confusos, sobre
todo en lo referente al adobado de las pieles, cosido y corte de las
mismas, tinte y ornamentación. Comenzaremos por los utensilios
empleados.
Punmes.-Confeccionados con huesos de la pata de la cabra.
Mango, la cara articular conservada sin retoque. Aguzados con
taTvovz~as.
Eqátu1a.-Obtenida de un hueso ancho, probablemente de la
pata del cerdo, escindido en sentido longitudinal. Extremo inferior,
romo y pulido; extremo superior, romo también y perforado en su
centro.
El punzón servía para perforar las pieles y la espátula para
hacer los dobladillos.
Tabm.-Lascas de obsidiana muy cortantes. Se cortaba con
ellas las pieles en Tenerife; en La Palma se empleaba el tafrigue,
y en Lanzarote y Fuerteventura, el tafiagae, conocidos como "cu-chillos
de piedra" (fig. 4).
Otros útiles de piedra, como las raederas, raspadores y puli-dores
de lava porosa se emplearían para suavizar las pieles y despo-jarlas
del pelo.
H.IZo.-Se obtenía de fibras tendinosas, y era tan fino, que To-
30 LUIS DIEGO CUSCOY
rriani lo compara con las cuerdas de laúd y Abreu Galindo con hilo
portugués. Hemos recogido muestras muy interesantes de este hilo,
y está hecho a base de dos cabos torcidos. (Dichas muestras pueden
verse en el Museo Arqueológico de T'enerife) (Iám. IX, 2 ) .
Fig. 4.-Espátula y punzón de hueso y "tabona" (lasca de obsidiana), utensilios
corrientes para el trabajo de las pieles.
Tend&.-Tiras más anchas, que se empleaban en las costurar:,
dobladíllos y empate de pieies gruesas Oám. Kj.
Correas.-Tiras semejantes a las de tendh, pero de cuero, de
2 a 3 mm. de ancho. Se empleaban en bs cosidos bastos o hilvanes
muy largos.
Cinturones y tiras 6% piel.-Los hay de muy distintos anchos.
Unos servian para sujetar ei tamarco ai cueiio, para anudar ei traje
femenino a los hombros o para ceñirlo a la cintura. Muchos, recién
descubiertos, conservan el nudo hecho. Entre estos últimos hay
528 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
ARMAS DE MADERA Y VESTIDO DEL ABORIGEN DE LAS ISLAS CANARIAS 31:
piezas reforzadas interiormente con cuero más grueso y recubierto
después con una fina gamuza, cosido todo a lo ancho con tira de
tendón (lám. IX, 3).
Cosid08.-Técnica : perforación por medio del punzón y pasado
del hilo a través de los agujeros. Puntos: en espiga, propios para
unir finas pieles sin dobladillo (fig. 5, núm. 1, y lám. XI, 2) ; en cor-dón,
para afirmar el doblez que se ha hecho en una piel muy del-gada
(fig. 5, núm. 3, y lárn. W, 1 y 4) ; en espiral, igual por el revés
que por el derecho, para &mar un grueso doblez de piel menos
fina que la anterior (fig. 5, núms. 1 y 5, y láms. XI, 3, y XII, 1). Los
puntos finos se realizan empleando hilo ; los menos ñnos y el afian-zado
de dobleces, con tendón grueso o finas correíllas (fig. 5, núm. 7).
Estas se emplean también para unir amplios lienzos de piel, lo
mismo si se destinan a vestido que si emplean para confeccionar
el sudario de la momia (lám. X).
Remiendos y xur&s.-Una cosa sorprende al estudiar la indu-mentaria
guanche de Tenerife, y es el extremado cuidado que po-nían
en no dejar orificio sin cerrar ni roto sin reparar. Los re-miendos
se practican cortando una pieza de piel ligeramente ma-yor
que el orificio y cosiéndola después con un punto fino ejecu-tado
con hilo de tendón. Hay en el Museo Arqueológico de Tenerife
una completa colección de remiendos, generalmente de figura oval.
Los desgarrones se recosian cuidadosamente, procurando que los
bordes quedaran firmemente unidos (Iám. XII, 2, 3 y 4).
Pinte.-Recco y otros hablan de que los trajes de fibra vegetal
y algunas partes del vestido, como las bandas ceñidas a la cabeza,
en la Gomera, estaban teñidas. Los colores que se citan son: aza-frán,
amarillo y encarnado. Los más recientes descubrimientos ar-queológicos
en Tenerife han aportado nuevas y precisas noticias
con relación al tinte. En la cueva sepulcral de Mouztañcc Rajada,
Las Cañadas del Teide (Tenerife), hemos descubierto trazos de piel,
cinturones y piezas ornamentales de lo mismo, teñidos de amarillo
claro, muy brillante, y rojo muy oscura, casi marrón. Al ser la-vadas
tiñen el agua intensamente. Como han sido numerosos los
fragmentos de piel tratados para investigar el tinte y el no haber
descubierto ningún otro color, podemos afirmar que los colores do-minantes
eran el amarillo y el marrón, más empleado éste que aqu61.
32 LUIS DIEGO CUSCOY
Fig. 5.-Representación gráfica del desarrollo de distintos puntos empleados en
el cosido de las pieles.
530 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
ARMAS DE MADERA 3 '.'P,STIDO DEL ABORIGEW DE DAS ISLAS CANARIAS 33
Ornamemta&n del vest2do.-Además del teñido de las pieles
para embellecerlas, se trazaban delicados temas incisos en toda su
superficie. En la cueva sepulcral de Hoya Bruma, La Guancha (Te-nerife),
se descubrieron fragmentos de piel cosidos con pmto de
espiga. Uno de los frai.gmentos presentaba aquella decoración des-arrollada
en trazos paralelos. Otro fragmento procede de la ya ci-tada
cueva de NQntwñrz Bajada. Presenta, bandas incisas combina-das
en sentido vertical y horizontal. Este fragmento conserva el
pelo del animal, lo que viene a confirmar el empleo de la piel junto
al cuerpo en invierno, con lo que la decoración incisa embellecerás
el vestido durante la época en que forzosamente había que mos-trarlo
por la cara interna. El efecto decorativo que siempre tiene
una piel con pelo se podía sustituir con dicha decoración cuando el
m-1- mmndoha r \ n r . l t r \ flórv, X7TTTl ya" yuo-u'., vbwrv \LCCIU. " -, .
Otro elemento que debemos tener en cuenta en la decoración:
se refiere a las aplicaciones sobre el vestido, cortadas en piezas
sueltas y despu6s fijadas por medio de ojales o puntos. Hallazgos
procedentes de las citadas cuevas y, sobre todo, de la Roque Blanco,
La &yj~a~-Qae.i lerze), r,cve:arl IGs trajes se Gecur&m ~ 6 1 ~
esas aplicaciones. Son unas curiosas piezas cortadas en ángulos
más o menos agudos y, a veces, con el vértice redondeado. Ha sido
descubierto el nUmero sdciente para no considerarlo como un he-cho
aislado. Estaban teñidas de amarillo y marrón (Iám. XIII).
Se sabía que las momias se cubráan con un sudario que las en-volvía
de la cabeza a los pies. Además de los cadáveres conservados
en los museos canarios, se cuenta con la Ultima prueba, procedente
del Bawmo Jck.pa, E1 Tablero penerife), convenientemente
instalada en el Museo Arqueológico de Tenerife. Se trata de una
momia cubierta íntegramente con el sudario. El sudario iba cosido
longitudindmente, siguiendo el eje del cuerpo.
Quedaba por saber si debajo del sudario el cuerpo estaba des-nudo
o, por el contrario, iba cubierto con la indumentaria habitual.
E1 cadáver hallado en el Barranco de Jagm y antes los entema-
34 LUIS DIEGO CUSCOY
mientos 'de que BZmm (ver VARIOS1,9 60) han demostrado que
los cadáveres eran convenientemente vestidos con su indumentaria
corriente antes de ser envueltos en el sudario. Por lo menos lle-vaban
dos piezas: una, indeterminada, en contacto con el cuerpo,
y otra encima, que muy bien podría tratarse del tamrco.
F1g. 6.-Plantilla de una guayca de una sola pieza (Tenerife).
Por otro lado, en la cueva sepulcral de Montaña Rajada, entre
otras piezas de piel, ya citadas, se descubrieron dos gzcqcas o po-lainas.
Una de ellas está confeccionada con una sola piel, doblada
por su mitad y con hilván largo en todo su borde (fig. 5, núm. 4, y
ñg. 61. La otra, peor conservada, se co* uiiiizando dos trozos de
piel, cosidos por ambos bordes (fig. 5, núm. 1, y lám. XIV) . Se trata,
indudablemente, de elementos vestimentarios con los que se amor-tajó
el cadáver.
532 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
ARMAS DE MADER-4 Y VESTIDO DEL ABORIGEN DE LAS ISLAS CkUARIAS 35
De todo lo que antecede es fácil deducir que la Isla de Tenerife
-acaso con la Gornera- viene a ser como un raro centro de con-servación
de formas culturales muy antiguas. Hasta el siglo xV
conserva intacto su patrimonio prehistórico, de clara raíz neolí-tica.
La cultura de sustrato viene a ser, pues, la más fiel expresi6n
de la que se ha venido llamando, acaso con exceso de generaliza-ción,
cultura gmche. Lo hemos visto en la parte que hemos dedi-cado
a armas, y lo acabamos de ver en lo referente al vestido. El
primer poblador de Canarias se cubrió con pieles, que adobó y orna-mentó
con más o menos gusto y artificio. Su condición de pueblo
pastoril queda así atestiguada. Tenerife conserva hasta el siglo m,
como se ha dicho, no sólo esas formas de vida, sino unos bien*
materiales que sirven para diseñar con firmeza su horizonte cul-tural.
Con las armas y el vestido queda mejor trazado el contorno,
ya que son elementos que, por los mismos materiales de que están
confeccionados, suelen lsucumbir a la acción del tiempo. Circuns-tancias
de clima y de situación de determinados yacimientos han
hecho el milagro de conservarnos hasta hoy piezas de tan raro como
alto valor.
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