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' FRANZ VON LOEHER LOS GERMANOS ISLAS . CANARIAS . V L. O h e .,,',:.:.... C1AL -' lA olU J) ElnlAH IlO HI<; ~ ll<; Df NA. EIlITUf{ "; l, 11e ¡¡ f'lo 1;. ( · lll~ g'inf, lI. ti LOS GERM ANOS EN LAS ISLAS CANARIAS. LOS GERMANOS EN LAS ISLAS CANARIAS POR FRANZ VON LOEHER MADRID IMPRENTA CENTRAL Á CARGO DE V. SAIZ Calle de la Colegiata. 6 LOS GERMANOS EN LAS ISLAS CANARIAS. 1. Los que visitan por primera vez las islas Cana¡' ias se convencen al poco tiempo de , que aquella poblacion se compone de dos razas disLintas, por mas que todos sus habitantes hablen una misma lengua. Los de raza pura española r. esiden, por lo general, en las poblaciones de impOl'Lancia yen las grandes haciendas. 1a gente campesina y la que forma la clase ínfima del pueblo tienen otra fisonomia, otra conformacion física y hasta costumbres y maneras diferentes de los oriundos de raza españJla. MI'. Bel'Lhelot, auto¡' de una extensa obra sobre el archipiélago callario, en el que residió por espacio de diez años, llegó á familiarizarse de tal modo con aquellas fisonomías, que pudo reconocerlas más tarde entre los infiniLos pueblos que emigran á diversos puntos'de América. El observador aleman, que desde la costa de Tenerife penetra en el interior del país y en las aldeas, encuentra allí rostros sajones Lan puros como 6 pudiera hallarlos, en las frondosas colinas de Westralia, y su vista despierta en él un sentimiento de afinidad igual al que producen en todo corazon germano los Borgoñones hablando frances, los Pensilvanos hablando inglés, y los Zipsers en Hungrla hablando la lengua magiar. Esta poblacion especial de las Canal'ias procede de los pl'imitivos pobladores de aquellas islas. Cuando, en elsiglo XV, fl'anceses, españoles yportugueses bordeaban sus aguas con intencion de apoderarse de las Islas Afort'lfuadas, como de la joya más pTeciosa del Océano Atlánlico, hallábanse habitadas POI' una raza numerosa de color CI31' O y pelo rubio, que se llamaba Wandscke? ¿ , que así debe escribirse el nombre que los españoles pronuncian Guaneiú, convirtiendo la Walemana en Gu y la dse/ ¿ en ch. Era este pueblo fuerte y valel'oso, ágil como ninguno, de hermosa y robusta complexion, lleno de inteligencia y de vida, siendo la rectitud y la lealtad como ingénitas en ¡ él. Habla en su manera de ser algo de noble y de distinguido, de tal suerte, que los varones normandos y los españoles y españolas que habrían repugnado enlazarse con moros Ó con árabes, no tenían reparo en · contraer matrimonio con hombres y mujeres Guanches. De estos · enlaces con españoles y otros europeos que pasaban á las islas resultó la poblacion rural, en la que se conser · val'on las cualidades de generosidad y franqueza " 7 del Guanche, y que más tarde se t¡' asmitieron á los que procedian de la raza primitiva, nacida ( le sangre andaluza, suavizándose as!. ventajosamente la aspereza de carácter que era propia de esta última. Dos cualidades fueron fatales para los antiguos Canarios. Eran aquellas gentes la fl'anqueza y la bondad misma, y engañados cien veces, volvían otras tantas á confiar en los que habían abusado de su buena fe. El otro defecto consistía en la resistencia interior que oponían áconcertarse y obral' de acuel' do para hacer la guerra bajo tm plan y- un jefe comunes. Esta obstinacion era invencible, as!. en la raza como en el individuo. Resistieron, sin embargo, con sus 8encillas armas, numerosos ataques, pOI' espacio de un sigio,. triunfando el valor natural y la astucia, de las vent3j3s que los llov3ban sus enemigos, en caballer!. a, en cañones y en la táctica propia de las fuel'zas disciplinadas. En la mitad del siglo XIV, despues de haber re-chazado victoriosamente los at[¡ CIUeS parcialos de los europeos, desembal'caron en las islas de Lanzarote y Fuel'teventura 1.400 españoles y franceses, los cuales, despues de una lucha sangl'ienta, consIguieron someterlas, juntam5llte con la isla del Hierro, pero sólo podían - mantenerse en ellas despobl3ndo sistemáticamente hasta las últimas 31deas. En los cinco años siguiente. s no se atreviCl'on á pensar siquiera en apoder: ll'se de las tres islas principa- 8 les del archipiélago, en donde residía la mayol' fuel' · za de la poblacion, dispuesta siempre á ¡' echazar cualquiera invasion. Por fin, la isla de la Gomera, que como una roca compacta se levanta al lado de Tenerife, de la que apénas dista dos horas, cayó en poder de los españoles. En vano emplean estos úl-. timos durante uno y otro año la astucia y el rigor para sujct~¡' las dcmas islas, y todavía ménes que los españoles, consiguen alcanzarlo los portugueses. De 1470 á 148;~ arde la guerra en la Gran Canaria, hasta que despues de una l'esistencia hcróica queda vencido el pueblo. Tomadas Las Palmas en 1491, ¡' euniéronse las fuerzas esparcidas por las islas, y se ' dispuso el ataque contra la de T~ nerife, verificándose el desembarco en Abril de 149S. Sin embargo, nada pudo doblega¡' la resistencia de sus bravos de- . fensores, y desespel'ados al fin los españoles, abandonan de nuevo la isla; pero vienen en su auxilio el hambre y la peste, consecuencias fatales de las privaciones sufridas y de los esfuerzos sob¡' ehumanos realizados por los naturales en defensa de su terri · tOI'jO; y en Setiembre de 1496 se someten los úILi · mos príncipes independientes que quedaban en el . archipiélago Canario'!' En el principio, en su curso, en su terminacion y hasta en los incidentes se asemeja mucho esta conquista contra los Guanches, á las guerras de Sajonia en tiempo de Carlo- Magno. Habla quedado ¡' educida 9 la lucha á una sola Isla, y áun allí tenían que habérselas los españoles únicamente con la parte del pueblo que habitaba en las cercanías. Cuando avanzaba el invasor, solía levantarse algun caudillo afamado cuyos vehementes discursos y cuya actividad conseguían reunil' gruesas partidas que batían en diferentes puntos á los conquistadores, los cua · les, una vez calmado el levantamiento del pueblo, volvían á salir de sus fortificaciones en la costa y se vengaban cruelmente. Estalló por fin la desunion y el espil'Hu de indisciplina entre los Guanches, y ce · diendo la mayor parte á las seductoras promesas de los españoles, que ofrecían considerarlos entera · mente iguales en condicion y en derechos, y sólo como súbditos de un soberano comun, á vencedores y vencidos, concertar- on arreglos con los jefes m'ás ambiciosos y enlaces con las bijas del país, de cuya hermosura y afabilidad de cáractel' estaban prendados los europeos. La falta de lealtad en el cumplimiento de lo convenido provocó, en algun caso, insurrecciones parciales por parte de las personas de importancia, pero fueron sofocadas muy pl'onto. Vencidos t1efinitivamente los Guanches en todas las Islas, y precisamente por sus mismos compatriotas, puesto que algunos jefes y tribus aisladas ha. cían causa comun con el invasor extranjero y áun le re · querlan pal'a que los salvase de la ruina general y utilizase, á fin de decidir la contienda, su lealtad, 10 su fuerza y el conocimiento que tenían del país que ponían á su servicio. Nada habla que esperar; todo estaba perdido, y los más prudentes huyeron á montañas inaccesibles ó á bosques impenetrables en donde llevaban la vida del proscrito hasta que, hostigados y perseguidos como fieras, perecieron por las armas, por la miseria ó pOl' el hambre, lJ. ¿ Pero de dónde vino este gallardo y valel'OSO pueblo á las Islas Canarias? ¿ De qué razas y de qué tierras procedían? Esta cueslion es un enigma hist6rico al que se ha intentado dar soluciones divel'sas. Quién ha hablado de Iperos de los tiempos fabulosos; quién del heróieo Quinto Sertorio, que con 60 compañeros escogidos fué el primero que pisó aquel suelo; quién de Númidas abandonados en la mar pOI' los Romanos despues de haberles cortado la lengua. Como era de esperar, los primeros Religiosos que llegaron á las Islas cI'eyeron ver e- n aquellos indígenas los descendientes de las diez tribus de Israel, miéntras otros pensaban que procedían de los fugitivos habitantes de Canaan que_ fueron expulsados de la Tierra de promision por- los Judíos, suponiendo otros q'le el'an Fenicios ó Gálatas del Asia Menol'. Enfl'ente de tan diversas opiniones se hizo lugar la idea de que, estando las Islas ' 1.2 tan próximas á Berbería, debieron ser pobladas por tribus berbe, iscas, y de este parece¡' participó tambien Espinosa, que fué el primero entre los Canarios que escl'ibió acerca de las costumbres y del establecimiento de los Guanches, Su digno sucesor en esta historia, Abrcu y Galindo, atribuía á los Canarios una procedencia árabe, mientl'as que ViCl'a, el investigador más infatigable y erudito en esta matcria, asegur'l solemnemente que: Los antiguos Canarios, pueblo primitivo, de costumbres sencillas, cQmo los ké7' oes '!/ patriarcas, descienden del pueblo de los Atlantides, ' Y que estos eran una colonia de los Egipcios, de los descendientes de Neptuno, Champollion y su escuela declararon tambien, como cosa fueya de duda, que los Guanches eran Egipcios, El célebre Humboldt decía burlándose á este PI'opósito: « Los sabios, que ven Egipcios en donde quiera que hay momias, geroglíficos y piJ'ámides, son tal vez de parece¡' que la raza de Tifon y los Guanclies están ligados entre sí por medio de los Berberiscos, que son Atlantides legítimos á los que pertenecen los Tibbos y los Tuareks del desierto; pero basta observar que semejante teoría no está apoyada por la menor analogía entJ'e la lengua bcrberisca y el Kopto, que con razon se consideró como uno' de los restos del antiguo Egipto. » E. Í escocés Glas, que fué el primero que se ocupó en examinar el idioma de los Guanches, declara que 13 estos hablaban peruano en Tenerife y b~ rberisco en las otras islas; y el erudito aleman Vale!' habla encontrado ya _ que en la lengua guanche existla semejanza con los dialectos de los Huron- es, Peruanos y negros lIlandingas. El gran geógrafo Ritter considera berberiscos á los Guanches, y el cónsul frances Berthelot, que es entre los modernos el que más ha- escrito sobre las Islas Canarias y sus pobladores, demuestra despues de largas explicaciones que en aquellas islas había existido indudablemente como lengua indígena el berberisco, y especialmente el dialecto Sailla"'. Desde entónces, y tal vez pOI' haber sido RiLLel' el que atribuyó á los Guanches semejantll orígen, ha pasado esta opinion á . ser la de todas las obras de Geogl'afia y de Etnología contempol'áneas; y hoy nada parece más natul'al que suponer que las Canarias han tenido los mismos pobladores que el continente inmediato. - NosOtl'OS, sin embargo, no podemos participar de esta creencia, y cuanto más examinamos la historia y las vicisitudes de ese pueblo singular y lo que hemos llegado á conocer de sus condiciones domésticas, religiosas y civiles, . t: mto más nos confil'mamos en el convencimiento de que ha existido una relacioo ínti1l! a entre los Guanches y los Germanos. Pero ¿ cómo lleg3l'on estos últimos á las Islas Canarias? ¿ Naufragaría tal vez en aquellas costas al- 1.4 guna expedicion de aventureros? Pero siendo asl, ¿ cómo es que no construyeron embarcaciones nuevas ó no diel'on nunca noticia de su suerte á su pals natal? Pudiera pensal'se tambien que hubiesen ido allí algunos Vándalos desde Afl'ica, ó algunos Visigodos desde España, y ciertamente que no hay bajo el punto de vista de la Geogl'al'fa razones que se opongan á esta conjetura. Los Visigodos tenían el camino abiel'to, pues se concibe fácilmente que parte de ellos, una vez apoderados los Al'abes de España, saliesen á la mar en busca de una nueva tierra en donde establecerse. Los Visigodos eran además gente marinera y tuyiero'~ una escuadra que habla dado harto que hacel; á los Arabes; pero seguramente que en su fuga no hicieron l'umbo al Oeste en direccion de un vasto mal' inexplorado, pOI'que alli debia encontral'se ese Mar de las Tinieblas., el cual, segun la conocida descripcion de Séneca, tenía principio en donde cesaba ! a naturaleza terrestre, extendiéndose á lo léjos, como un pantano contenido y sombl'io, cubierto de perpétuas nubes, al través de las cuales apénas penetraban en quebrados rayos el resplandor del sol ó la luz de las estrellas. Los navegantes preferirían seguír al abrigo de la costa de Africa, cuya parte más al Norle era, sin duda, conocida de los Visigodos, y con vientos algurr tanlo propicios podían en una semana, ó acaso en ménos tiempo, bajal' hasta des- 1.5 cubrir las Canarias. Pero la costa por la parte del continente no es del todo seductora, pues áun con mar tranquilo son allí terl'ibles las rompientes, yen tal alternativa, las Islas Canarias, que están resguardadas de las olas del Océano, debían. parecerles á los fugitivos el refugio apetecido. Mayores dificultades habrían tenido los Vándalos. Cuando esta tl'ibu germana desembarcó en el estrecho de Gibraltar y atravesó el Norte de Africa hasta establecer en Cartago el punto céntrico de su imperio, les era perfectamente conocido el NOl'oeste de Africa, que en gran P! lrte sometiel'on á su poder. Una vez vencidos por Belisario, huyeron los Vándalos á las montañas, y como hallasen tan inhospitalarias las alturas del Atlas, se vinieron por un lado entre las montañas y el mal:, y por el Otl'O entl'e la cadena del Atlas y el desierto. La montaña se eleva de 7.000 á 9.000 piés sobre un terreno excesivamente accidentado; siguen la direccion SUI' hasta el cabo G~ r y desde all! descienden hácia el cabo Mur, enfrente del cual se encuentran las Canarias. ~ ero los Vándalos habían sostenido largas y rud~ s contiendas contl'a lo~ Berberiscos, y ya puede suponerse que estos últimos, gente poco sufrida de suyo, perseguil'ian sin tl'egua á los vencidos expulsándolos incesantemente del territorio, y cuando los dejaban por algun tiempo tranquilos, el avance de los impetuosos Arabes, que ponía en movimiento 16 todo el Noroeste de Africa, hacía sumamente penosa su permanencia. Encamináronse entórices al Sur del Atlas; pero la elevacion y asper~ za de aquellas montañas les impidieron subir y establecerse en su cumbre, y como en las faldas de la misma hay por todas partes terrenos cultivables en que poder vivir, dit'igiéronse á la parte del Sur y llegaron á las inmediaciones del rio Draa, cuyo valle conduce directamente frente de las Islas. Ya aquí, el desierto les cerraba el camino hácia el Mediodía; pero si eran a" rrojados á la falda Norte de las montañas, la cad~ na dl: 11 Atlas los conducía á lo largo del mar hasta donde podían encontrar, sin di. ficultad, tierras de cultivo, Ó pOl' lo ménos grandes praderas para pastos, que llegaban á los mismos campos que hacen frente á Canarias, en donde se extiende ante la vista como un mal'. inmensul'able y desconsolador de arenas y de rocas del desierto, desde el cual volvían los exploradores que mandaban delante, diciendo que no había que pensar en continuar más allá. Desde allí, precisamente los que se alejaban un poco de la costa, podían ver brillar, cuando el ' Cielo estaba despejado, el pico ele Tenerife cubierto de nieve y descollando como un gigante sobre la superficie del mar. Bien fuesen obligados por la necesidad, ó bien impulsados por ese espíritu irresistible ele aventuras que dominaba á aquella gente vagabunda, pusiéronse al punto á construir barcas 17 en que pasar al Otl'O lado, para lo cual no les faltaba madera en los alrededores, y aguardando viento favorable, no . era dificil realizar la travesía. La distancia no es más que de diez y ocho horas, y los pesca:: lores del puertecillo de Tuneje, en Fuerte- . ventura, tienen un cantar que dice: De Tuineje á Berbei'ía Se va y se viene en un dia. Geográficamente hablando, es indudable que existe la posIbilidad de una expedicion de Germanos desde Cal'tago Ó desde alguno de los puertos de España á las Islas Canarias; pero ¿ hicieron efectivamente los Germanos esa expedicion? La historia guarda profundo silencio acerca do este punto; as! que debemos acudir á otras fuentes en busca de las pruebas. ' 2 r IlI. • Ped¡' o de ~ l: edina, navegante y erudito espaiiol del siglo XVI, refiere que encontl'ó en una edicion de Ptolomeo, dedicada al Papa Urbano, una indicadon de la Isla Antilia con la nota siguiente: « Esta isla Antilia fué descubiarta por los Portugueses, pero cuando se la busca no se da con ella ( 1). Encontráronse allí gentes que hablablan en lengua española y que debieron refugiarse en la isla en tiempos del I'C~ D. Rodrigo, que rué el último que reinó en España en la época de los Godos, huyendo probablemente de los que anteriormente habían invadido la Península. Hay allí un arzobispo con otros seis obispos, y cadn uno tiene su ciudnd pl'opia, por lo que la han llamado algunos lsla de las Siete Ciudades. El pueblo vive muy cristianamente, y disfmta en abundancia de todos lo frutos de la tiena." Mas como el ( 1) Refiérese á la Isla misteriosa de San Borondon (, San Brandon. . ' 20 papa Urbano VI ( pues no puede rererirse á otro) murió en 1389, parece' que ya anteriormente debió habel'se hecho mencion de la Isla de las Siete Ciudades, si bien es posible tambien que esta indicacion se anotase más tarde en ese ejemplar de Ptolomeo, pues segun la inscripcion que existe en el ~ IapamUlldi Oe Nurembcrg, de l\ lartin Behaim, « la ' sla Atilin, ll¡, mada de las Siete Ciudades, en el año 734, despues de conquistada España por los infieles, rué lloblada por el arzobispo de Porto, otros seis obispos, y v3rios cl'istianos de ambos sexos que' llegaron'embarcados'húyendo de España, llevando co'nsigo sus ajuares'y ganados,,, En efecto, y. a en el año de 1424, figura Antilia en 13. carta geográfica más antigl, la. que se conoce, y se halla en la Bibliotec:;! militar de Weimar, En las cartas posteriol'es desaparece la Isla, como entre el vapor y' la niebla unas veces al Norte, otl'as al Oeste, Conlábase, sin embargo, como caga positiva, que los sIete Pl'elados, al tamal' tierra, quem: l. ron los bajeles y aparejos para no regresar nunca, y que los habitantes de las Islas, habiendo llegado allí un barco portugués cargado de gente fJxpulsada de Portugal en tiempo del infante D, Enrique, se ' apoderaron de ella, conduciéndola á la iglesia" á fin de cercioral'se . de quc eran buenos católicos. Pero conio de estas siete ciudades Cristianas no vuelve á hacel'se mencian en .. ninguna parte, resulta que de la Isla. legendaria de 21 Antilia, sólo queda el hecho de que en la Península pirenáica existe la antigua tradicion de que los Visigodos huyeron guiados pOI' sus obispos, embarcimdose y refugiandose en una tierra lejana. Con alguna más claridad se deja entrevel', en medio de lo nebuloso de ' los tiempos de la tradicion, la hipótesis de una expedicion de Vándalos. Desde luego salta á la vista que es imposible que todo el pueblo vándalo fuese expulsado de África, pues se hubiel'an acumulado espontáneamente en la costa, y allí habría sido necesario tener dispueslos innumerables barcos para recoger aquella gran masa de gentes, la que no podía ménos de ser considerable, porque cuando los Vándalos fuel'on á África, se calculaba el número de sus combatientes en 80.000, ~' en su pel'manencia, que duró cerca de cien años, necesariamente hubo de aumentarse. Procopio, que no hace ascender ~ l número de, Vándalos y Alanos á BU llegada á. más de 50.000 hombres, añade: " Con el tiempo aumentá¡' onse de un modo extraordinario, parte entre' ellos mismos, parte porque se les agl'egaron Otl'OS pueblos.)) Los Vándalos habitaban en Africa un país fértil que les pl'oporcionaba todo en abundancia, de suerte que no se veían precisados á luchal' contra el hambre y la miseria; pero sin em- . bargo, su estancia no puede ' considerarse como un establecimiento definitivo y formal. Su dominacion se extendla á una gran parte ~ el Noroeste, dirigién- 22 clase tan pronto á un punto como á otro, segun les placía máf? Ó ménos la estancía en él. . Ahora bien, ¿ de dónde habría podido sacar Belisario gente suficiente para atravesar toda aquella parte de Africa, dominarla y dejarla limpia de Vándalos? No se concibe, por lo tanto, que el caudillo bizantino, ni los moros indígenas pudieran del'rotados tan completamente que se hubieran visto . obligados á abandonar el país y emigl'ar en absoluto, sin dejal' á ninguno de sus individuos. Con esta opinjon coincide un dato histórico importante. Ha llegado hasta nosotl'OS una Cosmografía que se dió á luz' cien años despues de la caida del lmperio de los Vándalos, en cuya época debía habel' ya alguna noticia acel'ca del fin que tuviera aquella' célebre raza, que POI' tanto tiempo había llenado de tel'l'Or el mundo civilizado, El autol' de esta Cosmografía, de cuyo nombre y personalidad nada sabemos, pero qUIil se le conoce por el Geógl'aro de Rávena, dice entl'e otras COi, laS: « Enfrente de la l\ laurilania Tingitana, á orillas del Gran lIlar, se encuentra la lIlauritania Gaditana, que en lengua berbel'isca llaman Ab?' ida; ll y añade: " in qua gaditana patda gens Vandalorum á Belisario devicta in Africam fugit et nunquam compan, it.. Esta tierra gaditana inmediata al estl'echo debe sel' • la Septemgaditana, » Indudablemente en la l'iIauritania Gaditana se com- 23 . prende aquí el territorio que está al Sur y algo al Oeste del Estrechp de Gibraltar, y que se extiende á lo largo del Atlántico. En esta parte de Marruecos fué en donde los restos del pueblo vándalo se ' lieja¡' on ver por última vez, penetrando despues, en su fuga, en el interio¡' de Africa, sin que jamás se haya vuelto á oiL' hablar de eHos. A esta declaracion tan terminante de un geógl'afo que se ha fIjado particularmente 9n el punto de residencia de los' pueblos, ¿ puede contestarse con las noticias que nos proporcionan los historiadores? Desgraciadamente sobre la caida del Imperio de los Vándalos sólo tene( Ilos dos escritores á quienes referirnos, si bh~ n son testigos oculares. El uno, sin embargo,. es un cronista de escasa competllncia, Victor, obispo de Tenno, quien, como todos los de su época, sólo daban importancia á las luchas y disidencias. religiosas, citando ' someramente todo lo demas. En cuanto al segundo historiador, el cortesa~ o Procopio, interesábale más descl'ibir hl) chos novelescos, y en especial cuadros terroríficos, que seguir las peregrinaciones de un pueblo caido y dispuesto á desaparecer. Pel'o ni el uno ni el otro dicen nada que altere en lo más mínimo la relacion del anónimo de Rávena, ántes bien, algo pudie¡' a • leerse entre renglones que vendría á confirmarla. - Cuenta el obispo cómo fueron disminuyendo- los Hunos, cómo maltrató el rey Genserico al pueblo, 24 católico, y cuán sangtientamente abusó Gelimer de los príncipes y de la nobleza de los Vándálos; pero ¡' especto á la caida del Imperio de estos se limita á decir que Belisal'Ío persiguió y del'rotó á Gelimer, conduciéndole juntamente con sus tesoros á Constantinopla. No dice Pl'ocopio en ninguna parte que todo el · pueblo vándalo y alano desapa¡' eciese ó fuese arrojado de Africa. Conforme á su relato, el ' rey de los Vándalos Gelimer, despues de un · san · griento y desgraciado encuentro en la frontera de Numidia contra Belisal'io, fué de nuevo atacado por éste, viéndose obligados los Vándalos á emprende¡' precipitadamente la fuga. De Afl'ica, sin embargo, no fueron expulsados con Gelimer más que aquellos que con, él cayel'on prisioneros ó cogidos en el asilo de las iglesias, ó tal vez en el mismo campo de b. atalla. Nada hay, pues, ni en la naturaleza de las cosas ni en los datos históricos, que esté en contradiccion con las noticias del anónimo de Rávena. Las fuerzas ue los Vándalos vencidas por Belisario buscaron un refugio en : lIlarruecos, asegurando algunos que los. fugitivos indicaron aqucllas cercanías como punto de reunion, despues de la derrota. En un pasaje de la apología del emperador l\ layorano, escrita por el obispo Sidonio Apolina¡' io, vemos que el rey ván. dalo Genserico dominó tambien á los Autocolos que habitaban la Mauritania Tingitana, es decir, rtla¡' rue- 20 coso O. tros datos hall:;. mos en Procopio, segun los cuales esa montaña Auretz hácia donde había huido Gelimer se encuentra á trece dias de marcha de Cartago, hácia el Oeste, y sus alrededOl'es en la misma direccion pertenecJan á los l\ Ioros que habían despojado · de ella á los Vándalos. Todavía más arriba de esta montaña vivian otros pueblos moros de que era jefe Orthaías. « A este hombre, dice Procopio, le he oido yo contar que más al'L'iba del país en que él dominaba, no vivía nadie, ex. tendiéndose hasta muy léjos terrenos completamente desiertos, al otro lado de los cuales habitaban gentes que no tenfan la piel oscura como los lIfol'? s, sino muy blanca y el cabello rubio. » IV, Tales son las últimas noticias que nos p1' OpOrC10nan los historiadores acerca de los Vándalos, y con ellas eleja ele apa¡' ece¡' este pueblo en el terreno ele la historia; faltan compietamente datos ulteriores acerca del lugar de su residoncia, y sólo existen hechos aislados que an'ojan alguna luz, si bien hJUY . ténue, sobl'e las pereg¡' inaciones de esta misteriosa ¡' aza. El moro Alhassan, llamado Lean Africano, en la Uescripcion de AfL'ica que escl'Íbió en el primer tercio del siglo XVI, dice de los Godos de Cartago: « A la caida del Impel'io, todos los Romanos que pudieron sel' habidos en Arríca fueron cxpulsados por los Godos, y cuando más tarde conquistaron los' Mahometanos á Trípoli en Berbería y á Capis, los habitantes de estas dos ciudades mal'charon á Cartago, adonde se habían tambien retirado los Romanos y 28 Godos más importantes, que osaban ¡' esistir á Jos sectarios de Mahoma; pero, despues de varios descalabI'os, retiráronse los Romanos á Bona y los Godos abandonaron á Cartago, que fué entregada al saqueo de los Mahometanos, quedando por mucho tiempo despoblada. » ~ lás adelante refiere Leon Afl'icano, á sU: manera, la conocida historia del Conde D. Julian, cuyas noticias relativas á los años de 67~ y 711 dice él mismo haberlas tomado de historiadOI'es árabes. Pero cualesquiel'a que sean los erró- • res en que incurre al dar cuenta de este particular, despréndese de la narraCion que, lo mismo en las cercanías de Cartago ( Tánger) que en las inq¡ ediaciones de Septa ( Ceuta), si bien Belisario se apresuró á mandar guarniciones suficientes para ambas ciudaaes, habían quedado Gel'manos en buen número, que permanecieron allí hast:,¡ la llegada de los Árabes', Tambien se sabe que el país' de Ceuta y de Tanger estuvo en poder de los Reyes Visigodos; pero los escI'itores coetáneos no hablan, sin embargo, en aquella época, sino mucho más tarde, y esto de una manera dudosa, de la conquista de las dos c! udades, Es pO$ ible que quedasen viviendo allí algunos Vándalos, que se sometel'ían, pOI' último, á la autoridad de los reyes procedentes de la ¡' aza goda. Es tambien muy notable lo que nos dice un ilustrado viajer. o moderno, Gerardo Rohlfs, que ha re- 29 corrido el Imperio marroquí con una. minuciosidad extraol'dinaria. « Al Sur de Ceuta, dice, en el país de EI- Gharbie, entre Ain Filfil y Hessan, como á una corta jornada al Oeste de este último punto, se hallan tumbas germánicas. Hay aquí, prosigue, un sinnúmero de • pequeños sepulcros circulares que seguramente han sido levantados POI' la mano del hombre, y que p~ esentan el mismo aspecto que los antiquísimos que se ven en los bosques de Lunemburgo. Estas tumbas, que existen desde hace siglos, no es probable que hayan sido construidas en tan crecido número pOI' un pueblo errante, sino más bien por una raza que ha habitado largo espacio de tiempo' estas cercanías. » El mismo viajero aleman, dirigiéndose al Sur de Mogadol' y visitando aquellos pueblos y aldeas mi · · serables, encuentra en las costumbres, en la manera de vivÍl', én la distl'iblicion d. e las casas y hasta en los utensilios más indispensables, vestigios elocuentes de una civilizacion relativa, comparada con la de los habitantes del Norte del ALias y del interior del Imperio de Marruecos propiamente dicho, la cual revela la existencia de una raza que ha debido habitar aquellos parajes en época remota y durante un espacio de tiempo más ó ménos largo, Pe¡' o ocurre desde luégo pregunta¡': ¿ á qué Ilueblo deben atribuirse estas huellas de cultura? 30 No hay para qué hablar de Arabes ni de Berberiscos, que nunca construyeron fortificaciones ni pueblos, y que pOI' el contrario siempre fueron refractarios á la vida doméstica. En Alemania y en la Europa romana se encuentran de cuando. en cuando algunas aldeas p¡\ l'ecidas á las que describe · M¡'. Rholfs. Alos Españoles, Portugueses, Italianos ó Franceses no podemos referirnos, pues habitaban un territm'io que distaba más de do. sjornadas y que formaba un pequeño reino; y si los Romanos hubie¡' an poseido uno . semejante en , uf, jca, se tendría alguna noticia de ello en Emopa. Así, pues, debemos • creer que esta tierra poblada pertenecía á un pueblo germano, el cual desde la Edad lIledia pasó á la costa del Atlántico, ya por mar, ya por tíen'a, esta. bleciéndose alli en donde crecían fl'ondosos bosques de argan. Sin duda no poella ser un pueblo poderoso el que á tal punto limitaba su residencia, y por io mismo hay motivos para suponer que fuesen restos de Vándalos ó de Visigodos que habían ¡' oto todo génm'o de vinculas con sus primitivas razas afines, y que más tarde pasarían á establecerse desde allí alas Islas Canarias que se hal1an enfl: ente. El padre franciscano Abreu Galindo, que ya en 1632 comenzó á ocupal'se en el orígen y antigüedad de los Guanches, refiere fo siguiente: « Entl'e los Ji-, bros que posee la lliblioteca de la catedral de Santa Ana, de Canarias, existía uno tan malLl'atado, que 31 le faltaban hojas al prinClplO y al fin. Trataba de los Romanos, y contaba que si~ ndo África provincia d~ pendiente de Roma, sucedió que los Moros que la poblaban hubie¡' on de sublevarse, dando muerte al p¡' esidente y á los g~ bernadores de la misma, por lo que resolvió el Senado imponel' 1es un castigo ejemplar; . Y á este propósito mandó un numeroso ejército que ocupase la provincia y la redujese á la obediencia. Los jefes de la rebelion fueron ejecutados, y. condenados los demas, juntamente con sus mujeres é hijos, á que, despues de cortar- o les la lengua, se les pusiese en un barco con un poco de trigo y algunas reses y fuesen conducidos ' á las islas ~ anarias, Esta relacion que se. encon-traba en un antiguo mañuscl'ito en la primera mi-o tad del siglo XVII en Canarias, mereceda poco crédito si el inglés Tomás Nicols, que, á los principios del XVI vivió ~ iete años en aquellas islas y escribió una histol'ia de aquel Archipiélago, no hubiese ~' a declarado por entónces « que los mejol'es datos que había podido adquirit' acerca de la procedencia de aquellos naturales, eran que fueron desterrados de África, expulsados por los Romanos, que les habían cOI'tado la lengua en castigo de haber vilipendiado á sus Dioses. » De esta tradicion confusa resultan cuatro puntos históricos: Primero, que los antecesores de los Guanches habitaron la l\ lauritania romana, así como 32 la costa afl'icana del ~ Iediterl'áneo. Segundo, qué despojal'on á los Romanos ( y pOI' Romanos se entendía tambien en el siglo XVI á los Bizantinos) de l~ dominacion del país. Tercel'o, ' que fuúon al fin sojuzgados y expulsados. Cuarto, que la exasperacion de los Romanos tuvo por causa especial los ultrajes que se inferían á su religion. Esto último trae desde luego á la memol'ia el odio que existía entre los Al'rianas, como lo eran los Vándalos, y los Católicos. la presuncion ' de que aquel pueblo hubiera vivido ya en una civilizacion relativa en las islas, por más que se encontrase en un completo olvido y en la mayor decadencia, se l'evela tambien en la tl'Íste relacian que los ancianos de Canal'ias hicieron á los conquistadores españoles: « Nuestl'os antepasados nos ban dicho que Dios nos ba puesto en estas islas y nos ha abandonado; pel'o de Oriente vendrá la luz que nos iluminará.)), Notables son los restos y los recuerdos de costumbres cl'istianas y prácticas religiosas que se han conservado entre los Guanches, y de ellos nos habremos de ocupar más adelante. . Las primeras noticias acerca de los Guanches las enconLl'umos en la primera mitad del' siglo XU. Abu- Abdallah-" t. Iohamed- el- Hammudita, más comunmente llamado Ben- Edrisio, concluyó en 11M en la corte de Roger de Sic, ilia su célebre obra de gao- 33 grafía, y en ella dice: « De Lisboa partieron los » ' aventureros, cuya expedicion tenia por objeto ver » 10 que encerraba el Océano y cuáles eran sus l1mj · » tes. Ocho hombres emparentados entl'e sí, babien) ldo fabl'jcado un navío mercaJ'! te Yproveidole de » aguada y comestibles pal'a algunos meses, empren » dieron su viaje, luego que Jos vientos de Levante , » comenzaron á soplar, y al cabo de once días de ) lnayegacion con tiempo próspero, corrieron hasta ) lun mar cuyas aguas estaban como espesas y ex » balaban no sé qué olor desagl'adable. En él sólo se ) lVisluml) raban, á beneficio de la luz del dia, que pa » recla muy quebl'ada, algunas rocas. Espantados, » además de esto, con, un sacudimiento repcntino » de la nave. mudaron de- rumbo y navegaron doce ) ldias al SUl', hasta'descubrir una isla llena de ca) llJras que en ¡ jurnel'osas manadas vagaban sin pas)) tOI' ni person~ alguna que las custodiasc. Al des-; )) embarcal' en la isla encontl'al'on una hermosa )) fuente de agua viva que corría á la sombl'a de una » higuera silvestre; y habiendo cogido algunas ca » bras, ha\ lal'on sus carnes tan amargas, que nQ> ) lsiendo posible comerlas, sólo se aprevecharon de)) las pieles.)) « Despues de haberse vuelto á embarcar y nave) lgado otros doco dias, siempre al Sur, divisaron á » corta distancia otra isla, que parecía cultivada y » adornada de habiLaciones; costeáronJa, y qu~ rien- \ 3 i'" H ), do seguir su viaje á fin de hacer nuevos descubri" mientas, se- vieron repentinamente rodeados de » barcas, y hechos p¡' isione¡' os, fuel'on conducidos » con su navío á un puebl? situado en la costa del ) l1nar, á donde acudieron unos hombres rojos, de » pelo largo, de elevad~ estatura y ligeramente veslltidos, Las mujeres eran de extremada hermosura. » Tuvíél'Onlos ¡' eclusos tres días dentro de una casa, » Y al cuarto vino á ellos un isleño, que despues. de » algunos cumplimientos les preguntó en lengua " arábiga cuál era su condicion, de qué país venían )' y qué buscaban, Luego que le refi¡' ieron sus aven » tUl'as, les declaró que ' él era el intérprete del Rey. " Al día siguiente fueron pl'esentaclos á este Monar" ca, quien haciéndoles las mismas preguntas satis" racieron con las mismas respuestas; esto es, que ), eran unos aventureros, que hablan éOl'l'ído por el » mar con el designio de descubri¡' toclo lo notable " y maravilloso que hubiese en él hasta encontrarle » término, .. " Cuando el Rey oyó deci¡' esto á los. Moros, se " echó á [' eit' y dijo al intérp¡' ete: Reflé' 1' eles á estos " ea; t?' any'e?' os cómo mi pad?' e dió ó?' de? t para, que al » gunos vasallos suyos saliese?! al mar, quienes na » ) vega?' on una L~~ na enter'a, hasta que, jaltánáoles la " luz del dia, conocieron que la emp?' esa era inútil. " Entre tanto, el Rey mandó á su intérprete que » obsequiase á aquella gente en su nombr. e y les ad- 30 " virliese confiasen en su generosidad. Poco des · " pues fueron restituidos á su prision, donde perma" neciel'on hasta tanto que, levantándose viento del " Oesle, los embarca¡' on en una barca con los ojos " vendados, y despues de tl'es días de navegacion ), llegaron al continente, ' en cuy · as playas los desem" bal'caron abandonándolos con las manos ligadas á " la espalda. En esta situacion espel'al'on la luz de 1 " dia sufriendo en lodo este tiempo las mayores mo" Iestias, pues las ligaduras, 0pl'imiéndoles doloro" samente, les impedían todo movimiento. Por úlli" mo, percibiendo á lo léjos el rumOl' de voces » humanas, clamaron todos pidiendo socorro. Acel' " cál'onse algunas personas, que viéndolos en tan » misel'able fortuna les ~ regunta¡' on la causa y de » qué país venían, á lo que respondieron que ellos no " podían decit' más sino que había dos meses que » viajaban. Eran Berberiscos,. y habiéndoles pre" guntado uno de ellos: ¿ Sabeis la distancia que os " separa de vuestra lierl'ra? Ycomo le respondieron » que no, replicóles diciendo: " Pues sabed que del . " punto en que os hallais ahol'a y vllest~ o país hay .,. una distancia de dos meses de camino." Enlónces » el jefe de los aventureros prorumpi6 en esla ex. » clamacion: va asan, como quien dice: ¡ Ah! / cltán), lo ' 4et1l0S lJadecidol Y desde ent6nces se llamó » aquel pueelo Asali, el cual es una l'uda en la costa ,) occidental de Afl'iea. » 36 Esta singularlsima expedicion debió verificarse ántes del año de 1147, pues en dicho año fueron expulsados los 1I10[' OS de Lisboa. Se ha puesto en duda la exactitud de esto relato, y M. Peschel cree « que se necesita muy buena voluntad para consideral' tales datos como testimonio de una exploracion del Al'chipiélago Atlántico.)) ¿ Pero de dónde adquirió Edl'isio esas nOticias? Indudablemente él las dió acogida en su obl'a, no como un hombre crédulo que s~ presta ligeramente á trascribir una relacion más ó ménos curiosa sin examinada ántes y esclarecel' sus pOl'menores. Nosotl'oS debemos apl'eciarla en sí misr, na y no por el prisma con que probablemente miraba Edrisiolas cosas en aquellos tiempos. Yla verdad es que la rel~ cion en sí no tiene el sello de una invencion pUl'amente poética, pues hasta sus menores detalles revelan lil mayor ingenuidad. Si se echa una mirada sobre el mapa y se tiene pl'~ sente la inseguridad de la navegaeíon en aquella época, se explica la expedieion satisfactoriamente. En once días navegan los aventureros con vientos de Levante hasta las Azol'es; alli encuentran una mal' gL'uesa y de mal olor, probablemente por llevar despojos de alguna erupcion volcánica Ó grandes masas de algas marinas. Viran de'bordo y navégan todavia durante doce dias al Sur hasta llegar á la isla de la Madera, que por entónces estaba en efecto despoblada, y bailan en ella 37 lo único que verdaderamente no confil'man los navegantes que la visitaron con postet'ioridad, una multitud de cabras, cuya came desagradable al pa · ladal' podl'ia explicarse por alimentarse de yerbas amargas, pues esto mismo acontece en las Islas Canarias. Todavían andan otros doce dias hasta que llegan á Lanzarote ó á Fuerteventura, desde donde podían muy bien los que conocían el país conducirlos en ménos de tres á Asan en tierra firme. Pero lo principal es, que quanto refiocen los aventureros árabes acet'ca de l: l. s Islas Canarias, de la estatura, dol colol', del pelo y de la piel de sus habitantes, así como de sus casas y del tl'ato benévolo que les dispensal'on, poniéndolos pOl' último en las inmediaciones de una ciudad en donde se encontl'aron á la mañana siguiente, todo ello coincide @ xactamente oon las conjeturas postel'iores. Por más de 200 años vuelven á quedal' los habitantes de lqs Canaria. s como cubiertos por las nieblas del Océano, Al pI'incipio del siglo XIV parece resultal' de una noticia de Petrarca qne fueron visitadas aquellas islas por los Genoveses, yen un diario de Boccacio que se consel'va en la Biblioteca 1\ Ia · gliabechi de Florencia se encuentra una carta de comercio de un negociante florentino, el cual anl! noía que un barco genovés, despues de haber recorrido todas las islas, traía á Europa los primel'os cua. tl'O individuos de l'aza canaría con largos cabellosru- 38 bios. Desde entónces sucediéronse con fl'ecuencia las visitas al archipiélago, bien por las necesidades del comercio, bien para proporcionarse esclavos, hasta que con el año 1402 comienza propiamente la conquista. Las investigaciones tanto históricas como geogl'áficas practicadas hasta ahora, han demostrado la posibilidad de que los GermaflOs hayan ido á las islas Canarias, si bien no puede t. enerse una evidencia completa hasta despues de habel' presentado una serie de hechos que no dejen lugar á ninguna otra conclusion. Pero dada la falta de datos históricos, estas pruebas sólo es posible encontrarlas compal'ando las que tenemos de los Vándalos y Godos pOI' un lado ( ambos pueblos eran de una misma raza), con lo que sabemos, por otro, de los Guanches; y si de esta comparacion resultase una elal'a é indudable semejanza, ó siquiera parecido, entre los dos pueblos, debel'á considerarse como reali: tada la demostracion. Pal'a ello debemos elevarnos desde lo más enmero y débil que hay en la existencia de un pueblo, hasta lo más sólido y permanente. Lo que primeramente sufre modificaciones y cambios es la manera de vivir, porque el alimento habitual, el vestido, la habitacion, las ocupaciones diarias y lo que á estos fines sirve de materia y de instl'umento, depende necesari¡¡ mente del clIma del nuevo pals y de la naturaleza y productos de su suelo. En :: 19' esta parte, el pueblo que ha precedido al conquistador ó al nuevo colono es el maestro. Unicamente suelen consel'varse ciertos gustos y aficiones na- , cionales, como, por ejemplo, algunos manjares ravo¡' itas ó algo en la disposicio~ interior de las casas. Lo Riás delicado, así como lo más fugaz en · la manera de ser de los pueblos, es su lengua. La necesidad de comunicarse mútuamente hace desde luego indispensahle l · a adopcion y el recíproco cambio de lenguaje. Qué idioma sea al fin el dominante Ó cuál sea el grado de rusion ó de reconstruccion que haya de vel'ificarse, depende de la cultura, del número y de la superioridad del uno y de la debili; · dad ó de la rudeza . del Otl'O. , Por qué razon, si no, hablan danés los Norüegos, y los Islandeses, que de ellos proceden, hablan el nOl'uego antigno? ¿ POI' qué conservan los Turcos y los lIfagyares su lengua más tiempo que los Fineses, que están ligados con ellos y que viv~ n espal'cidos pOl' el imperio ruso? Más que el idioma y pOl' más tiempo, se conservan en un pueblo que se establece en tierl'a ext¡' aña las costumbres, ':[ so! Jre todo los hábitos domésticos y la nocion de lo que es justo y decoroso, así como sobreviven por largo espacio á su decadencia y á su disolucion la idea y la percepcion religiosa en medio de los preceptos y de la forma de la nueva creencia. Acontece esto especialmente en aquellas comarcas que viven más apartadas del trato y co- 40 mercio general, en las cuales es lo comun qu~ la fe en los antiguos dioses se revele por fin en las supersticiones que suelen conservar. l<: l carácter nacional se presenta tambien como una fuerza que difícilmente retl'ocede, y que, por el contl'ario, pro · cUl'a conSeI'V~ I'Se en medio de las altel'aciones más profundas. La mezcla con los Arabes en el Sllr de Italia y en el Sud- Oeste de España; la que tuvo lugar en el Sur de Ft'ancia con los CeHas y con los Germanos en el NOl'te; la vel'iflcada en Silesia y en o[ I'os tet't'itorjos de Alemania con los Eslavos, se Jeja siempre conocel' en el carácter del pueblo. POI' más quc no sea muy lisonjero pal'a la humanidad, es lo cierto, sin embargo, que la manera de vivÍt', las costumbl'es, la rcligion y el cal'ácter de un pueblo es mucho m~ nos permanente que su organizacion física, sobl'e todo la cOl'pulencia, la esLl'UctUl'a de los huesos, la fOl'ma dél cl'áneo y la expl'esion de la fisonomía. v. Antes de seguir adelante, nos consideramos en el debe!' de dedica!' aquí algunas palabl'asen defensa de los Vándalos, que tan deplOllable rl3putacion han adquirido en la historia. Debemos sentar desde luégo qua esté pueblo de origen germánico, y que en sus agresivas y violentas correrlas se apoderó de todo el Noroe~ te de Afdca, siendo por espacio de treinta años el terl'or de Roma y de Bisancio, no se llamó nunca Vándalo, sino Wandilo, y así lo nom. bran sus contemporáneos. La nueva denominacion ha sido inventada, y no cuenta · más de dos siglos de antigi.!. edad; pel'O de todos modos, al nombre de Vándalo se le ha asignado una de las reputaciones históricas más degradantes, que se ha hecho proverbial, y de la que no podrá desprenderse fácilmente, y, sin embargo, la animosidad que excita todo lo quo 11a dado en llamal'se Vandalismo es 42 todavía más reciente que la alteracion introducida en el nomb¡' e de aquel pueblo. En los siglos anteriores no se hablaba jamás de vandalismo, ni la historia cita una sola vez e, sta palabra. ¿ Qué hizo, en resumidas cuentas, el gran Genserico? Nada que no hubieran hecho ántes los Griegos éon frecuencia en las costas que visitaban, y que no hicie!' an constantemente los Romanos en lodos los países que recol'rieron, y lo mismo que ha quedado como costumbre hacer hasta nuestl'OS días. Genserico vivía sobre el país, y de él sacaba los recursos para la guerra, y alguna cosa más. Pero de ese espíritu de destl'uccion' que se atribuía á sus gentes, de aquella saña de que se les suponía animados contra las obras de arte, las pinturas, las estatuas y los edificios, no ' se encuentra la más mínima prueba en los anales de la historia. Procopio refiel'e que « Gensel'ico hizo embarcar gran cantidad de Ol'O, plata y otros objetos de la propiedad de los Empel'adores, sin apoderarse de los que eran de cobl'e 6 de otra cualquiera materia. Saqueó , tambien el templo de Júpitel' Capitalino, é hizo derl'ibar la mitad del techo, que el'a de bronce muy fino, profusamente dorado, y que desprendía una brillantez deslumbradora. Cuéntase que de los barcos de Gensel'ico sólo se perdió el que conducla las estatuas, y que con los demas enlt'aron los Vándalos en el puerto ' de Cartago. J> Estos ~ on los úni- 43 cos pasajes á que podenJOs atenernos, y de ellos claramente se deduce que los Vándalos, despues de vaga¡' en el mayor sosiego durante quince días por la ciudad de Roma en busca principalmcnte de bronces, sólo se apoderaron dé lo que era propiedad de íos Emperadores. Tácito y Plinio contal'on ya á los Vándalos ent¡' e los pueblos más antiguos de los Germanos, y de ellos dice Procopio: " Son muchos los pueblos godos. Los más considerables y célebres son los Godos, Vandilos, Visigodos y Gépides. Distinguense entre si por sus nombl'es, pero no se diferencian en nada, pues todos son blancos, de cabeilo rubio, de eleyada estatura y. bue~ pal'eCel" y tienen unás mismas leyes y pl'ofesan la misma religion, el arrianismo; poseen un idioma propio llamado lengua goda, y me parece que fueron primitivamente un solo pueblo, y que más larde se di fe¡' en · cial'on por los nombres de sus jefes y caudillos, » Los Vándalos perlenecen á la raza goda, una de las más nobles, inteligentes y heróicas entl'e los pueblos alemanes y qúe más se señala en la historia por sus favórables disposiciones hácia el Cristianismo y hácia la civilizacion, al mismo tiempo que por su am. or á la gloria y á la posesion de vastos territorios. Con Impetu irl'esistible avanzaron como conquistadoi'es, se diseminaron sobre numel'Osas comarcas, y ca · yendo de repente en una especie de afeminacion, no 44 pudieron consm'var mucho tiempo sus extensas con- . quistas. Entre todos los Godos eran los Vándalos los que más se distinguían por la dulzura de carácter. Procopio, que permaneció algunos años entre ellos, no cesa de elogiar la dulce condicion de sus muj el'es, así como sus dotes fisic as; son, dice, de una belleza tal, como no la hab fa visto ningun hombre. De todos los pueblos cor. ocidos, prosigue el mismo autor, el Vándalo es el más inclinado á la molicie, así como el Mol'o es el más aguerrido. Los primeros, desde que ' se apoderal'On de la Libia, pasaban todo el dia en el baño y en. la mesa, que cubrían opipal'amentc de los manjares más delicados y costosos, y con todo lo que la tierl'a y el mal' podía proporcionades. La maYal' parte de ellos usaban adamas de ' 01' 0 y se vestían con tl'ajes de seda, y pasaban el tiempo en el teatro Yenlas cm'l'eras dé caballos Yen otros espectáculos, pero muy especialmente en la caza de fieras. Tenían bailarinas, actores Ycuan Las distracciones considera el hombre como un placer. lIluchos habitaban en magníficos jardines, en donde había fuentes abundantes Y árboles fl'ondosos, y se entregaban Si! l fl'eno á la sensualidad y al deleite. No es, pOl' consiguiente, marávilla que este pueblo sucumbiese vel'gonzosamente ante la inteligencia y la táctica militar de Relisarío. 41> Las fuentes de donue sacamos nuestras noticias' sobre los Guanches no dejan de sel' abundantes, y áun cuando no son siempre tan completas como seria de dese- ª l', tienen, sinemb31' go, la circunstan · cia de que, fuera de algunas cosas puramente :: Iecesoria~, concuerdan perfectamente entre sI. Ademús de la relacion do Ben · Edrisio en el siglo XII, tenemos otra más completa de viajes mar. jtimos de la mitad del XIV. Sigue ellibl'o de los dos Capellanes de Betancourt, en que descl'iben la conquista de la parte oriental de las islas. Comienzan en principios del siglo XV, y unos 50 años más tarde dan cuenta de viajes postedores sobre las islas restantes. Las notiCIas que los conquistadores'españoles enviaron á su país las l! tilizaron los escritores de la Península, en particular Bernaldez y Azara. Al terminar el siglo XVI, apareció un libl'o del P. Fray Alonso de Espinosa, religioso dominico, sobre - la historia de lln célebre lugar adonde acudían innumerables peregrinos, y que al mismo tiempo conLenla muchas noticias sobre . la organizacion de los Guanches. Estas antigüedades excilal'on pOI' ent6noes gl'ande intm'es, y los poetas Viana y Bal'tolomé Cairasco de Figueroa las trataron en elegantes versos, en que celebraban el pOI'venir de sus amadas islas, amenizando el asunto con referencias á · la lengua Guanehe. Miéntras todas' las obl'as ci · tadas se h, an dado ú la estampa, la obra' principal, 46 la del franciscano Fray luan Abreu de Galindo per- . manece todavía manuscrita, y hasta el año 70 del 5iglo pas¡ ldo no dió una t¡' aduccion de ella en inglés el escocés Jorge C, las. Despue¡; del P, Abreu siguió una serie de Cl'onistas Canarios y de anticuarios, cuyos trabajos, inéditos los llnos é impre' sos otros, existen en las bibliotecas de" España, De los manuscritos puede sacarse mucho todavía que confirme y complete los datos que poseemos relativamente á los Guanches, La serie de historiadol'es de las islas quedó cerrada un s¡" glo há por el canónigo D. José Viera y Clavija con su obra en cuat¡'? volúmenes, titutada Cosas memo?' ables de la Historia general de las Islas Canarias. Este distinguido escrito¡' aprovechó tambien muchas noticias manuscritas, y los pasajes de su lib¡' o en que esto sucede merecen considel'acion especial. Por lo demas, por muy bello que sea su estilo y muy loable su m'dor palriótico, acontécele lo que á todos los que han escl'ito sobre las antiguas Canarias. Este pueblo era en tiempos anteriores un curiosísimo enigma acerca del cual se formaba cada uno SLl opinion pal, ticular; de suerte que al escl'ibir sobre este asunto lo haclan dominados de antemano por cierLas preocupaciones especiales. Teníanlo~ los unos por Americanos salvajes;. creíanlos otros Patriarcas y Pastores, ó una especie de Bel'beriscos ennoblecidos; y con arreglo á estas ideas preconcebidas 47 se daba el colorido conveniente al estilo y se amoldaban á él las expresiones que tomaban de la lengua Guanche. . Esto mismo se nota todavla . claramente en escritores modernos, como el f[' ances Bel' · thelot y los alemanes Minutoli y Volle. El P. Abreu y Galindo és una excepciono Fuera de las noticias de los primeros navegantes y las de los eclesiásticos f!' anceses Fl'ay Ped!' o Bontier y Juan Le Verrier, es el religioso franciscano, que vivió en la Isla de la Palma, la fuente más abun · dante, y más · pura para las antigüedades del pueblo Guanche. Su estilo es llano, reposado, revelando siempl'e sinceridad y agudeza de ingenio al mismo tjempo. En cuesLiones hisL6¡' icas era Abreu un espÍl'¡ tu p!' áctico, y debemos reconoée!' en él, como en otros histol'indores españoles, una sólida y va[' jada crudicion, y en Lada su ol) 1' a se echa de ver la circunspeccion con que examina, compara y juzga, ántes de · resolver con su clarlsimo discernimiento. Además de los libros y mannscl'ilos que estudiaba cuidadosamente, daba mucha importancia á la palabl'a de los anciallos y á los cantos po- . pulares de los Guanches. A los primeros los in ter[' ogaba yoía con aLencion lo que conservaban en la mem0ria respecto á la hisLoria, á la vida y á los actos de sus antepasados. ¿ No eran esLos excelentes t~ stimonios? Recol'demos que Jo más iotel'e. sante de la conquista de las Islas se vel'ificó :}\ .- 48 principio del siglo de la Reforma; vivía, pues, la jl1~ vcntud que por entónces resistió á los españoles hasta mediados del siglo y áun algun tiempo más. tarde, pues en la pura y suave atmósfera de aquel país se vive muchos años. Naturalmente instruían á sus hijos y nieLas en las costumbres, en las. ideas y en las instituciones de su pueblo, y á estos hijos y á estos nietos era á los que interrogaba el P. Abret¡. en el primel' tercio del siguiente siglo. Tampoco puede ponerse en duda que estas mismas gentes pudieran haber tomado parte en las fiestas populares y en las luchas é intervenido de algun mod0 en la práctica del antiguo derecho y en los · tribunales de justicia. Habían adoptado ya la Religion cristiana, las costumbres y algunas leyes de España; por lo demas, nunca se trató de que hubie- · l'an de renunciar á otl'OS hábitos é instituciones na · cionales, l\ Iuchas de estas fueron desapareciendo. por el inilujo de las ideas cristianas, de la civiliza · cion yde la dominacion española, pero por lo ménos quedaba vivo todavía el recue¡' do de la antigua pa- · tria. Las poblaciones rurales de Tenerife, la Gomera, la Palma y Canaria con · servan aún en el traje,.• en la manera de vivir, en sus supersticiones y en la educacion de la infancia muchas reminiscencias de sus predecesores. Ab¡' eu y Galiudo únicamente contradice á los testigos oculares en aquellos detalles en que evidentemente cometen error, y en- 49 todo lo demas da á sus noticias la conveniente explanacion y claridad, y esto limitándose siempre á lo necesario y guardando silencio en aquello de que no tiene conocimiento bastante. Le ha sido Jl'! uy útil la riqueza de cantos populares que todavia conservaban los Guancb: es, pues advirtió muy pronto el núcleo histórico que contentan;, así que no pocas de sus más bellas y más interesantes relaciones, no son otra cosa sino repl'oducciones de antiguos cantos y leyendas populares. Sabido es que 10s Germanos no habitaban CIudades ni poblaciones, ni gustaban de casas contiguas las unas á las otras, sino que las construíar. diseminadas y aisladas cerca de un manantial, de un campo ó de un bosque que ~ es agradaba. ~ o formaban ca- , Hes con las casas, y cada cual cercaba la suya, ya fuese pOI' temor á los incendios ó porque no entendiesen mejOl' la construccion., No empleaban jamás sillal'es ni ladl'iHo; todos sus matel'iales eran informes, sin apariencia ni vista. Algunas partes de los edificios las enlucian con tina clase de tierra tan blóiiIante, que parecia pintura. Ahora bien; el que hubiese desembarcado en el siglo XV en una de las islas Canarias, hubiel'a visto esos pueblos tales como los descl'ib' 3 Tácito. Cuando en 1341 el rey de Portugal destinó dos buques al descubl'imiento y conquista de las islas Canarias, vió en la segunda de ellas ( prohablemenle 4 .. ¡¡ o en la de FuerteventUl'a) multitud de casitas, higue- . ras, palmeras y otros árboles, legumbres y hortalizas, por. lo que, dice la ¡' elacion, saltal'on veinte hO, mbres armados en un bote, y bajando á tierra tl'ataron de ver quién ocupaba las casas. Allí encontraron como unos treinta hombres que estaban desnudos, y al ver gente armada se asustal'on, huyendo precipitadamente. Penetrando los Portugueses en los patios de las casas, vieron que estaban éstas levantadas sobre cuatro piedras angulares con curiosos adornos y armado el techo con vigas de un grueso exti'aordinarLO, y hallando cerradas las puertas comenzaron á golpearlas con piedras, á fin de de1' l'lbal'las y visitar el interior, 10 cual visto pOl' los fu~ ilivos, montaron en cólera, dando gl'¡ tos desaforados; pero violentadas, por último, las puertas, entral'on en las habitaciones, en donde solo encontl'aron higos secos de excelente calidad, guardados en cestos hechos de palma, trigo de mejor clase que el) taliano, de grano más grueso y más blanco, asl como cebada y otras semillas, de las cuales, al parecel" se alimentaban. Las casas eran igualmente muy hermosas, y los techos formados de magnificas' • vi'gas, las paredei¡ interiores muy blancas y como si estuvieran enlucidas con yeso. Trescientos años más ta¡' de, y conforme á los recuerdos de los ancianos del pals, describe el padl'e A- breu y Galindo las casas de los Guanches de la M siguiente manera: " Los naturales de la isla del Hierro vivían en casas espaciosas de forma circuhlr, y en cuyos muros de piedra no entraba para nada el mortero. La entrada de las casas era estrecha, y en el interior colocaban gruesos . maderos ó puntale3 apoyados en la pared, de ' manera que un extremo descansaba en la parte superío¡' de esta y el otro en el suelo. En la Gran Canaria las casas eran tambien de pie~ ra, sin mezcla de argamasa, y tan bien construidas, que ofreclan una vista sumamente agradable. En el techo ponían fuertes maderos unidos los uhos á los ot¡' OS y cubiel'tos de tierra; las paredés de estas casas eran poco elevadas, y el piso eslaba más bajo que el dintel de la puerta, con 10 que conseguían tener mayor abrigo en el invierno. Hace algunos a. ños se encontraban toli1avia en la isla grandes casas de Guanches, en las que la pal'te de cal' pinterIa era ' de sólida madera de laurel; el hoga¡' se hallaba colocado cerca de la puerta de entrada, y los muros interiores de piedra eran lisos, pel'o tan gruesos, que podian hacerse dentro de ellos huecos que servían para dormitorios. Delante de la casa solía haber un gran poyo 6 banco de piedra en semicírculo con el correspondiente respaldo. Toda esta disposicion recuerda involunta¡' iamente las casas de labol' de la Baja Sajonia, con sus pa¡' edes bajas brillantemente enlucidas y sus vigas labradas en el techo. !> 2 Los más pobres habitaban en, pequeñas chozas de, madera y piedra, cubiertas con paja, ramas de árboles y tierra. En la isla del Hierro solían vivir en algunas de las casas gl'andes, de forma circular, hasta veinte familias reunidas. Las grutas ó cuevas eran muy particularmente apreciadas, como todavia sucede, por la gente pobre para establecerse en ellas, y las tenían cerea de las playas en invierno, como más abl'igadas, y en las montañas durante el verano, para respiral' aire más fresco. Estas espaciosas y ventiladas grutas que se encue'nti'an todavía en algunos sitios, las más de las ve? es, cuando lo permitía la calidad del terreno, las dividian con cierto arte en difel'entes departamentos, y colocaban á lo largo de las paredes bancos de piedra. Los príncipes vaL'Íaban el sitio de su ' residencia, segun el cambio de estaciones, ve¡' ificándolo con regularidad y con gl'andes ceremonias y aparato oficia!. Al fijarnos con alguna detencion en el exámen de la manera de vivil' y en los usos domésticos de estos isleños, pudiera preguntarse qué género de ¡ nteres tienen á nuestros ojos semejantes detalles. Dámosles importancia, porque si efectivamente los GuandJes son de ol'igen germánico, sus costumbres y su manera de viviL' nos ofl'ecen restos de aquella procedencia, que se han conservado más inalterables del 0tro lado del AtlántICO que debajo de los 53 cristales de un museo arqueológico. Los Guanches vivían en las Canarias apartados del resto del mun- do, y ni las costumbl'es de pueblos extl'anjeros, ni otra civilizacion más adelantada pudo llegar hasta , ellos y regenerarlos; ántes por el contrario, la obstinacion con que se apegaban los Germanos á sus - antiguas tradiciones, no podía por ménos de hac~ r , que los Guanches conservaran sus primitivas costumbres, sus instituciones y sus hábitos. Si echamos una mirada de curiosidad sobre sus ' habitaciones, encontraremos en ellas tabiques armados con caña, paredes de piedra al't[ sticamente pintadas, alfombras dc piel, cestos y esteras gracio- samente tejidos con hojas de palmera y con toda clase de plantas tex~ iles. Colgados de los muros instrumentos de pesca hechos de huesos y espinas, l1ermosas redes y cuerdas delgadas y fuertes fabricadas con tripas y tendones de animales y pescados; piezas de ropa para vestir y sacos de cuero. En los ¡' incones veíanse lanzas y azad:;¡ s hechas con cuer- nos de cabra muy sólidos, hachas de piedra y diversos útiles para construccion y para las labores del ,. campo y de las huertas. Alo largo de las paredes tenían taburetes de made¡' a ó asientos de piedra pulimentada, que cubrían con pieles. Sobre el hogar - veíanse jarr0s y vasijas de barro, y en ninguna casa - faltaba un molino de mano, que consistla en dos - piedras sobrepuestas, y que, girando la una sobre" la 54 otra, trituraban el grano colocado en medio de ellas. . Co¡ no cuchillos, servíanse <; le útiles cortantes hechos de piedra, oe cOJ; lchas y áun <; le la lava de las i& las, la cual, por medio de un mal'tillo hábilmente manejado, se rompe en hojas muy delgadas y cortantes. En los cuartos, para dormir, extendlan pOI' el suelo gran cantidad de yerba seca y de paja, y formab~ n la Cama con pieles cosidas unas á. otras y curiosam~ nte adobadas, con pe1. o ó sin él, pero de manera que quedaban sumamente suaves. Esta habilidad en el arte de curtir las pieles venía muy á propósito para los vestidos de que haclan uso: En cuanto á la manel'a de vestiI', el principal artículo que usaban eran las pieles; sobre todo la de eabra, que curtían de una manera especial, dando los tintes de diferentes colores y cosiéndolas primorosamente. Cada l~ la usaba una fOl'ma particular en el tl'aje; pero en casi todas, y aparte de la fol" ma, consislia éste. en las siguientes piezas. Los individuos de uno y otro sexo lI¡; lVaban un jubon ajustado sin mangas, que les llegaba hasta los muslos;. encima de él llevaban los hombres la capa y las mujeres una especie de saco hasta los piés. El jubon 6 corpiño de éstas las llegaba al cuello y por debajo de las rodillas; lJeyábanle muy ceñido, pero los brazos y la garganta quedaban descubiel'ws. El'an estos jubones de pieles, y en verano de un tejido de hojas de palma ó de hilo. Así como las mujel'es 55 el'an muy recatadas y honestas en el vestir, los hombres eran muy descuidados. Estos conocían tambien las mangas y los calzones, que usaban muy cortos con una especie de polainas, pero conservaban siempre desnudas las rodillas. En lugar de zapatos llevaban generalmente sandalias de piel de cabra ó de cerdo, muy fuerte, que los hombres empleaban conservando el pelo por dentl'o. La prenda más importante del truje era la capa, que llamaban tamarco, y sin la cual nadie salia de su casa; servía como tl'aje de ceremonia y para abl~ go, y se adornaba con franjas de colores, con 11guras y guarniciones' de difeL'entes pieles. Los más pobres las hacían ele piel de oveja, conservando la lana, y segun hacía ní'ás'ó: rri'énos Irjo llevaban ésta por la parte interior ó por de fuera cuando hacía calor. El capuchon, guapil, unido á la, capa y parecido al que llevan los capuchinos, se usaba en algunas Islas, y en otras cubl'lanse la cabeza los hombres con un sombrero de' cuero 6 de paja, algunos admirablemente adornados á guisa de yelmos y con plumas, y á veces dispuestos, los que el'an de piel, de manera que quedab!! n colgando sobre cada Ql'eja una barba de cabra, la cual pasaban POI' debajo de la cara para abrigarse. - Tanto los hombres como las mujeres llevaban el cabello lal'go y sin recoger. En Fuenteventura y en Lanzarote se tl'enzaban la barba y el cabello; en la Isla del Hierro las mujeres. 1> 6 se adornaban la cabeza con flores, que allí crecen por todas partes, y gustaban tambien de otros adornos de lazos de colores brillantes y de otros toca · dos de diversas clases; usaban pulseras y collares de conchas ó de piedl'ecillas encamadas graciosamente engarzadas. Los hombres sé pinlaban en los brazos todo género de figuras y señales. La cria de ganados, el cuHivo del campo y la pesca, eslas tres industrias primitivas, proporcionaban al Guanche los medios necesal'ios para su subsistencia. Al tiempo de la conquista no se encontraron en ninguna de las Islas ni vacas, ni caballos, ni otro animal de carga; pero en cambio pululaban los más hermosos halos de cabl'as, de ovejas y de cerdos, que constltuian la principal riqueza de cada familia, y parece que los pastos eran por todas pal' · tes libres y no se I'epartían individualmente. Cada familia, sin embargo, tenía un pequeño espacio de terl'eno para jardin y campo, en que cultivaban gl'anos, especialmente cebada, guisantes, habas y otras legumbreS". En Tenerife, en la Asamblea del p~ eblo, se repartía á cada cual la lierra que necesitaba. Los llOmbres se dedicaban á cuidar del ganado, y las mujeres á ordeñar las vacas y las ovejas y á pI'epara!" la · manteca y el queso, de cuyos articulos se hacia gean consumo y eran, al decÍr de los EUl'Opeos, excelentes, sobre todo el último. Las labol'es de la tierra correspondían á los val'ones, y como nCl tenian · 57 arados, haclan uso de unos garfios para remover y ahondar la tierra. El principal fruto el'a la cebada, aunque tambien se daba el trigo, los guisantes y las habas. Generalmente trabajaban juntos muchos hombl'es, y reservaban á las mujeres las labores más fáciles, com? sembl'ar, ¡' ecogel' la espiga, apalear el gl'ano y limpiarlo. Las islas Canarias, y en especial las. que están más próximas á Afl'ica, suelen padecel' con frecuencia largas sequlas en que se agosta hasta la última yerba. y hasta la última hoja de los árboles. Para impedit' que en esas épocas le faltase al. campo y á los prados la humedad necesaria, y que el hombre y los ganados se vieran privados de los recul'SOS más indispensables para la vida, consti'uy, eron los Guanches grandes cisternas, a_ bl'iel'on pozos muy profundos y establecieron una repal'ticion de aguas prudentemente reglamentada. En la recoleccion del fruto de. los árboles como higos, dátiles; piñones y otros, asl como en la pesca, se ocupaban hombres, mujeres y niños. A la úlCima se dedicaban por lo regular los más pobl'es, pal'a lo . que vivían de conUnuo con sus familias en la costa, que es abundanLlsima en pescados de difel'entes especies, Además de la pesca con anzuelo y caña, tenlan otras dos m: mel'as de pescar. Durante la noche hal'poneaban los pescados de gl'an tamaño, nadando al efecto los hombres y llevando en una mano un 1) 8 bacbon encendido y en la otra el barpon, becho de huesos muy agudos ó de piedra, que arrojaban sobre el pez cuando aLl'aido por el resplandor de la luz llegaba á conven; ente distancia. Toda la noche la pasaban metidos en el mar nadando, y cuando por el día se presentaba en la costa una mancha de peces más pequeños, jóvenes y viejos se arrojaban al al? ua, y cercándola la empujaban con golpes y grande gritería háeia la orilla, en donde echaban las redes y realizaban una pesca abunclante. Para repartirla, sentábanse todos en un COl'ro y á cada uno se le adjudicaba su parte, y si había entre los asistentes ~ lguna - mujer embarazada, se la daban dos partes. El principal alimento de aquellas gentes consisUa en carne de oveja y de cabra y en cosas de leche. La carne de cerdo se usaba tambien en abundancia en algunas de las islas. Apreciaban mucho la carne ahumada, de suerte que en la época de la matanza de reses, colgaban tantas piezas en las chimeneas que- era insoportable el 9101' dentro de las casas. En lugar de pan con que comer el pescado, las legumbres y áun las rl'utas, usaban pl'efel'entemente del Gofio, que áun hoy dia es el pl'incipal alimento de la clase pobre, y que en el interior no suele faltar áun en la mes~ de la gente acomodada. Consiste en una especie de tOI'ta hecha con harina ligeramente amasada, y que se prepara en el molino de mano. Los 59 GlIanches lo tomaban seco ó con leche ó manteca, y á veces con una clase de miel que pl'eparaban muy bien extrayéndola del jugo de la palmera. Los pobres que no podian propol'cionarse hadna, haelan, y áun hacen hoy, el Gofio con ralces de ciel'tas plantas. Como bebida usaban únicamente el agua, y creían que no debía beberse dUl~ ante la comida, sino media hora despues, para que no hiciese daño, y es notable que esta misma creencia existe todavía entre los aldeanos de la Baja Sajonia. En ninguna parte se hace mencion de la fabricacion de cerveza, á pesal' de que la cosecha más importante en las islas era la de la cetada. Sabían, sin embargo, los Guanches preparal' el vino de palma, y usaban el vinagl'e, y los habitantes de la isla del Hiel'ro tonlan el secl'eto para · fa~ ricar cierta bebida espirituosa con cerezas silvestl'es. No les era desconocido el hierl'o, como lo comprueba el nombre de Isla ! lel Hierro. Llamábanle Esero, y como p1' eguntasen los españoles qué significaba esa · palabra, conLesLábanles los Isleños que era una materia fuerte y dura, y mostrándoles un pedazo, convinieron en que aquello era Esero, de la palabra goda Eisar?!, y cuando hubieron aprendido el castellano, Lraduclan el nombre de l~ Is~ a llamándola del Hierro, que los españole~ escribían Fierro. PI'obablemente hubo de llamarles la atencion á los Germanos las muesLras de mineral ferru- 60 ginoso que se encontraba por todas partes, coligiendo de aquí que el hierro debía hallarse en abundancia, por lo que dieron á aquella Isla el nombre que ha conservado hasta ahora. Tambien á las excavaciones de Caldera en la Palma, en donde se presenta igualmente mineral de hierro, llamaban . ssero. Cuando llegaron alli los primeros barcos de Europa, estaban los Guanches ansiosos de tener , hierro, y se daban buena traza para trabajarle en la bigórnía. FaHándole~ tan importante elemento para la industl'ia, tenía esta que ser forzosamente reducida y sencilla. Los instrumentos con que removían la tierra ántes de sembral'la, consistlan en cuernos de cabl'a muy - fuertes y en pedernales aguzados _ unidos á ástiles de madera. La piedra, y en especial el pedernal hendido y pulimentado, les proporcionaba armas y útiles cortantes. Las agujas, los anzuelos- y otros pequeños objetos para el trabajo, los hacían de espinas y de huesos. Cada familia preparaba lo que necesitaba para su alimentaclon, su vestido y sus enBel'es. En esta pal'te eran muy activas las mujeres. Aellas las corl'espondla molel' la harina, cosel', condimentar los alimentos, hacel' el pan y salar las carnes, así como confeccionar el ques~ y la manteca. Esta última la hacian de la manera siguiente: poníase la leche en grandes odres que suspendían de una de las vigas ó traviesas del techo, por medio de- una cuerda que empujaban al- 6i ternativamente dos mujeres colocadas una de cada lado del odre, y como á unos diez pasos enfrente de la. otra, hasta que con este movimiento quedaba hecha la manteca. Este pi'imiLivo método subsiste todavía en las Islas. Las mujeres y las hijas de nuestros antepasados, decían los ancianos de Canaria: s, tenían á gala ser. primorosas en hilal' y hace!' encajes á la perfeccion, coser y confeccionar trajes de hilo y de lana; lo mismo sucedía entre los Guanches. Aun cuando las agujas y punzones de que se servían eran de espinas y huesos, cosían tan · delicada y elegantemente con tales avios, que á los españoles y franceses les causaba no poca admiracion el verlo. Hacían el hilo con los tendones de" animales que degollaban, y se comprende la habilidad . que se necesitaba para dividirlos en hebras sumamente delgadas, pero que habían de tener la suficiente !' esistencia. No hay noticia de que usasen la rueca, ni el telar, que tan importante papel hacen en el ajuar de casa de los antiguos alemanes. Tal vez no había en las Islas ni lino, ni cáñamo silvestre. Los Guanches hacían con " la lana de las ovejas y el pelo de las cabras tejidos é hilos, sólo que esta i~ dustria no estaba todavia en mucho uso entre los antiguos Germanos. No . existlan, pues, más que dos materias para vestirse: las pieles y los tejidos de paja. Se encuentran en las Canarias porcion de finas y sólida" S plantas fibrosas 62 que, como la palma, se prestan á ser fácilmente trabajadas, y de estas plantas textiles hacían las mujeres Guanches los más delicados y artísticos tejidos, que aplicaban para el ' adorno y el vestido, y que tomaban sin dificultad el tinte ( de que. gustaban mucho). Tambien brillaban los colores rojo, azul, verde y amarillo en los vestidos de piel, además de gl'aciosas y val'iadas franjas, pinturas y bordados. Aparte de las industrias domésticas, existían otras particulares ejercidas por determinadas personas. especialmente la de carnicero, pues consideraban indecoroso degollar las reses. Tambien en donde' era costumbre embalsamar los cadáveres se dejaba esta operacion á gentes que hacían de ello un oficio. El comercio de la pesca ocupaba más 6 ménos bra · · zas. La industria más estimada era la de los curtidores de pieles, que preparaban" las más suaves pllr'a' la c~ ma y para vestir, y la de los carpinteros qli'e' entendían en la constl'Uccion y adorno de las casas. VI. La union Intima entre los miembros de la familia era el resultado del matrimonio y del amor á la vida doméstica. Todos los que estaban ligados por un parentesco cualquiera, se consideraban una sola familia, y la injuria hecha á uno de sus individuos la estimaban como ofensa inferida á todos los demas. La muerte dada á uno de ellos era una desgracia y un daño causados al I'esto de la ramiha. Cuantos tuvieron que vel' con los Guanches nos los han descl'ito como gente jovial, sociable, hospitalaria y de nobles sentimIentos, y tanto los Españoles como los Franceses se haclan lenguas de su buen . COl'azon y. carácter, pero observaban, sin embargo, que en medio de la fortaleza de cuerpo y de ánimo que les era propia, habla en su naturaleza algo de delicado y débil, que con facilidad los hacia caer en la desanimacion y en la melancolia. Tambien llamó la atencion de los Remanos la sensibilidad exquisita 64 de los Guanches, así como la viveza y expresion de . sus fisonomías, el brillo de sus ~ jos y las lágrimas con que manifestaban sus penas. Los capellanes de Betencourt, Bontier y Leverrier, los llamal'on « Bárbaros dotados de una nobleza natural y de virtudes sencillas,,, cualidades que se han recono/ lido despues en todos sus actos. Entl'e otras, distinguíales la franqueza y el amor á la verdad. La doblez nunca tenía lugar en el corazan de aquellas gentes; y como dice el P. Abreu, (< la mentira era entre elJos el mayor de los Cl: ímenes, así como la falta de lealtad á la palabra empeñada.)) A su vez la sinceridad de corazon les hacía confiar tambien en- los demas, y con frecuencia fueron fácilmente engañados. Antes de dar lugar á que pudiera ponerse en duda la rectitud de sus intenciones, preferían renunciar á las ventajas que momentáneamente habían obtenido sobre sus enemigos. Los españoles tuvieron ocasion de experimentarlo con pr, ovecho propio en el siguiente caso: En 1466, habiendo recibido Diego de Herrera el refuerzo de 800 Portugueses al mando de Diego de Silva, determinó emprender tina nueva invasion en la gran Canaria y ejecutal' un desembarco por el puel' · to de Gando. Ambos jefes marchal'on unidos hasta Aguimei á la cabeza de 500 hombres formados en columnas, pero atacados de impl'oviso pOI' un grueso de isleños, tuvo Herllel'a que emplear todo su va- 65 101'. " Y haciendo una pronta retirada, con bastantes pérdidas, apartarse sobre cierta altura en que tenía la espalda guardada por el mal'. La disciplina europea pudo contral'estar el número superior de los isleños " Y rechazar vigorosamente todos los ataques enque se empeñaron varias vedes. Diego de Herrera con00i6, sin embal'go, que los Canarios aprendían el arte de la guerra á costa suya, y que cada invasion era una nueva leccion que se les daba, á más de que los despojos que reéogían les suministraban espadas y rodelas, que unidas á los dardos, tabonas y otras armas arrojadizas del país, contl'ibuían á hacerlos formidables. Pero creyendo que en aquella ocasion quizá habrían desamparado parte de la isla . por acudil' á la defensa de los Estados de Telde, pensó no seria dificil sorprenderlos por Gáldar, ó á lo ménos, que haciendo por aquel paraje una diversion, se dividirlan sus fuerzas. Para esta empresa salió una noche Diego de Silva con lI'es carabelas, acompañado de Juan Mayor y Guillen Castellanos ( dos oficiales de experiencia que poselan la lengua Canaria), y 200 hombres, que deblan ejecutar un desembarco pOI' la costa Septentr ional con todo el silencio posible. Dos días despues, al rayar la aurora. ya habian salido estas tropas á tierra por el puert() de Aguma'stel, junto á los Bañadores de G. áldar, sin' ser sentidas de los isleños; pero habiendo marchadoincautamente por una montaña muy áspera cubierta. l) 66 { le árboles y de zarzas, tuvieron tiempo los Galdar- . reses de vislumbl'a¡' las embal'caciones y de ¡' econocer á los enemigos, TenesQ1' 3emidán,. acaudillando prontamente seiscientos de sus mejores vasallos, temiend0 que retrocediesen y se retirasen á sus bajeles, tuvo por mejor apostar un cuerpo de isleños en la altura y bajar con otro á cortarles la retirada, poniendo fuego al bosque por la parte del mar, que : l¡' dió sin dilacion. Silva no tuvo al fin otro recurso que cl de ganar un puerto que estaba cercado de una mmalla redonda y casi de dos tapias de alto, en donde se 3Cogió con su gente y se defendió valerosamente dos diasj pero como creciese á cada momento el número de los enemigos yse les hiciese intolerable el hamb¡' e y la sed, se hubieran l'endido á disc¡' ecion, á no hal) erse manifestado sob¡' e ellos la Providencia de una mane¡' a ext¡' aordinaria, Considerando Silva que no podl'ian ni él ni los suyos evital' la mUtll'te Ó la esclavitud, tomó el partido de enviar los dos oficiales intérpl'etes al Guanarteme para proponerle algunas capitulaciones tolel'ablesj pero estaban los Canarios t: m insolentes, que á no haberlos contenido su Principe, hubieran despedazado á los mensajeros. Se pretende que una Princesa de la familia Real, sobrina del pl'incipe Tenesor Semidán, que habla estado prisionera en Lanzarote, re" conoció á los dos oficiales Juan ~ fayol' y Guillen 61 Castellanos, á quienes había visto muchas veces durante su cautividad, y compadecida se interesó por ellos. Como quiera que fuese, todos los historiadores convienen en que, habiéndose acercado el Guanarteme al atrincheramiento, y pidiéndole Silva permiso de evacuar libremente el p'aís con sus soldados, le dijo aquel Príncipe lo siguiente: « Europeo. " ya ves que tú y los tuyos habeis venido voluntaria » mente á aprisionaras en esa cerca, que es un l¡ igUl' '" de malhechores. Ninguno de vosotros podrá evitar » el castigo de su temeridad, Me teneis muy sentido, " y sin embargo quisiera perdonaros, á pesar de esta " multitud que me pide la venganza de vuestro arro" jo. Si fueseis Canarios, haría confianza de vosotros "' jos propondría una estl'atag'ema para salvaros del » peligro. Yo os aconsejaría que me ' echaseis ahora , " mano, me aseguraseis y áun fingieseis que estabais " resueitos á quitarme la vida en , caso de que mis )) vasallos no os dejen l'etírar.> l Cuando el valeroso Silva oyó de la boca de un bárbaro victorioso y ofendido semejante propuesta, ' se le arrasaron de lágrimas los ojos; se echó á sus piés, y besándole muchas veces las manos, le juró por su honor ' 1 por todas las cosas más santas que no recelase hacer lo que decía. El Guanarteme con · descendió en aquolla agradable violencia; pero cuando los Canarios obsel'varon una accion tan increible como osada, prorumpiendo en gritos y horrendas 68 voces que hacían retumbar el contorno, se abalanzaron muchas veces á dar un asalLo general á la pared y oscurecieron el aire de lanzas, piedras y garrotes. En esta confusion se dejó ver el Guanarteme, y mandándoles que 1': e serenasen, les advirt~ ó que la intencion de los Cristianos no habia. sido ofenderle, pues estaban prontos á restituirle su libertad, en caso que les permitiesen retirarse á su tierra; mas observando que todavía no calmaba el . tumulto, continuó 9iciéndoles con voz firme que « el .. temerario que se desmandase y arrojase alguna piedra ó dardo, perdería la vida.)) Al oir esta resolucion, se sosegó POl' momentos el bullicio, y dió ór- . . den el Guanarteme · para que los Europeos saliesen · del atrincheramiento y que los Canarios los tratasen como amigos. El mismo los fué conduciendo al pueblo de Gáldar, les dió de comer dos dias y les regaló con reses, frutas y gofio. Hay en el término de Gáldar una cuesta larga ": i muy pendiente que se llama de Silva, por el motivo que vamos á referir. Cuando los Cristianos á quienes acompañaba en. Sil marcha el G1tana1 · teme con un considerable trozo de Canarios, quisieron acm'cal'se al mar para embarcarse y empezaban á desfilal' pOI' aquel áspero camino, les ocurrió el recelo de que. los Isleños acaso los habían conducido á aquel paraje con traicion para precipitarlos impunemente. El mismo Silva no pudo ocultar al Guanarteme su temor; pero 69 sonriélldose T~ nesor Semidán al verle con el color demudado y burlándose de su inj uato recelo, le presentó su brazo para que bajase apoyado en él, accion que imitaron sus vasallos con los demas Españoles y Portugueses. Por este y otros hechos semejantes mereció TenesDr Semidán el eplLeto de Guanarteme el Bueno. Era natural que en aquellas Islas lozanas y fiori. das, en medio de un suavisimo clima y de una naturaleza tan bella como exuberante, se desal'l'ollasen tambien los nobles y generosos sentimientos que caracterizan al pueblo aleman, y parece, sin embargo, extraño que la rudeza y la virilidad, il1natas en, la raza germana, no sufriesen modificacion, ántes bien se consel'varan inalLerables entre aquellas gentes, cuando es sabido que, por lo general, sue- , len ser los habitantes de las Islas bondadosos y dulces de carácter y que rara vez se encuentra, en ellos esa elltel'eza y ose amor irreflexivo á la independencia y al honol', que Meen despreciar el peligro y hasta la misma muerte. Pero justamente estas cualidades, de tal modo estaban desarrolladas en los Guanches, que Ilegal'on á infundir un silencioso terror en el ánimo de los soldados españoles. Año tras año, lucharon los bizarros Canarios contra los . conquistadores extranjeros, sin que pudiera abatir la desgracia aquellos corazones de hierro, y únicamente cuando despues de esfuerzos sobrehumanos, 70 despues que veían sus tierras devastadas, robados. sus ganados, yermos sus campos, diezmados sus guerreros pOl' la peste y por las enfermedades, privados de toda clase de recursos, entónces se entregaban al vencedór, y áun así, no faltaban algunos que preferían arl'astrar una VIda miserable en medio de montañas inaccesibles y desiertas. De este amor á la independencia y de este espíritu guerrero participaba el pueblo todo. Las mujeres ahogaban con sus propias manos á sus hijos y los ancianos á sus nietos, pal'a que no cayesen en poder del enemigo y fuesen reducidos á la esclavitud. Tampoco vacilaban en tamal' las resolutiones. más violentas en circunstancias aflictivas ó de peligro. Prolongándose en cierta ocasiOli el hambre en fa Gran Canal'ia, dispusieron que se diese muerte á todas las hembras solteras, exceptuando sólo de esta medida á las primogénitas de cada matrimonio. . Pero era ya tarde. El bambre babia durado mucbo tiempo y pl: oducido la peste, que arrebató más de la tercera parte de la poblacion. Esta virilidad del pueblo veíase mezclada á veces , con cierta inconstancia y cierta inconsecuencia, así como con una especie . de Íl'resolucion para contrarestar los sentimientos violentos. Su bondad natural degeneraba á menudo en debilidad de carácte¡ · ; cuando se excitaba en ellos el amor propio, eran capaces de cometer las mayores locuras, Com(} 71 prueba, nos contentaremos con citar dos ejemplos. En los horrores consiguientes á la guerl'a contra los conquistadores no desmayó jamás el temple de alma y el valor de los Isleños; y habiendo hecho 80 prisioneros á los EUl'opeos, siéndoles muy difícil custodiarlos y todavía: más el sustentarlos, por ser gr- ande la escasez en el país, resolvió la Asamblea que cada cual se hiciese cargo. de conducir UD prisionero á un punto designado, en donde babía de dárseles muerte.. Esta determinacion era contraria á las costumbres seguidas hasta entónces, pues siempre habían sido tratados los prisioneros de una manera benévola. Conducidos los Españoles al sitio convenido y aherrojados allí, fueron colocados al pié de una columna, alrededor · · dila cual comenzaron á amontonar - grandes haces ~ e leña y otras materias combustibles. Pero al ir á p'óner fuego á aquella hoguera aparecióse una mujer · corriendo, y que con desafOl'adas voces ¡ es gritaba: {(¡ Deteneos, no encendais, no encendais esa hoguera!! » Era la directora de una comunidad de doncellas 6 especie de vestales, que estaban muy considerada · s entre el pueblo, y llamaban Ha1" i- mag~ ¿ adas; y dirigiéndose á su hijo, individuo de la clase noble, que habia llevado como los demas un prisionero" dljole que Dios la mandaba allí para ordenarle que se abstuviese de tomar pal'ta en la muerte de los extranjeros, pues de otro modo caerfan sobre él 72 terribles desgl'acias; con lo que al punto puso el jóven en libel'tad al prisionero, no tardando en imitar su ejemplo todos los que habían visto y . oido aquella . escena. Al dejarlos libres, sólo les recomendaron los Guanches que no olvidasen en lo sucesivo la humanidad y benevolencia con que se les había tratado durante su prision; y procedían, sin embar.~ o, de esta manera, á pesar de que no ignoraban , que aquellos 80 extranjeros volverían á atacarlos .( ln breve, y que vendían á los prisioneros como esclavos cuando no podian canjearlos por los suyos que calan en podel' de los Isleños. Guaneben y Caltafa eran dos afamados luchadores, y habiéndose desafiado en una. gran. fiesta populal', pusiéronse á luchar el uno con el otro. Largo tiempo había durado el combate sin que ninguno hubiera conseguido la victoria, por lo que se les separó á fin de que tomaran aliento algunos instantes. Al comenzar de nuevo la lucha, conoció Guaneben que no se hallaba en estado de salil' victorioso del segundo encuentro, miéntras que su adversario no esLaba todavía cansado. Dirigiéndose enlónces á - CaiLafa, díjole en alta voz: - ¿ Eres hombre capaz de hacel'lo que yo haga? - Sí, le contestó su contrarío. Yencaminándose Cuaneben al pico de úna roca, se arrojó desde ella á un profundo precipicio. Cai · tara no vaciló un momento, y siguiendo el camino 13 de su rival, se lanzó inmediaLamente de la misma altura. !' fo eran tan sólo el noble continente, la gallar< lía, el arrojo y el valol' perseverante de los Guan<: hes los que causaban la admiracion de los Españoles; éralo todavía más lo claro de su inteligencia. Despues de los primeros encuentros con el enemigo, comprendieron al punto lo que debían hacer, variaron la manera de batirse, y dividiéndose en distintos grupos, atacaron simultáneamente al adversario, escogiendo siempre, como posiciones para librar el combate, aquellos sitios en que las quebradas rocas y otros accidentes del terreno inutilizaban la táctica de los invasores " Y hacían ménos ofensiva la caballería. Tan pronto como experimentaron la superioridad de las armas europeas, dirigieron sus esfuerzos á adquirirlas, y cuando hubie¡' on reunido cierto número en su poder, aprendieron á manejarlas, admirablemente, perfeccionando además las que habían usado hasta entónc~ s, y acomodándolas á las necesidades del momento. Tambien adoptaron el uso de la rodela, el de las flechas y el aryo que les eran desconocidos; así que Bethancourt, al regresar á Fuerteventul'a de Sl: l viaje á España, le causó no pequeña sorpresa encontrar á los Guanches equipados con aquellas armas, en cuyo manejo adquirieron tal destreza y seguridad, que los jefes europeos tuvieron que pedir artillería á España. 74 No era ménos notable la disposicion y gusto que tenían para la música y para las demas artes. Las tumbas que levantaban sobre los sepulcros de sus héroes eran de bello aspecto, y los vasos de arcilla que dentl'o de' los últimos se han hallado son. de formas y adornos muy agradables á la vista. Este buen gusto se revelaba muy especialmente en la combinacion de matices para sus trajes y en la laborartística de las maderas con qne formaban el techo de las hab: taciones. En una p. alabra, todas las noticias acerca de los Guanches coinciden en reconocel'los como pueblo dotad de inteligencia é ingenio en alto grado. Para proQar la agudeza de los · Canarios, citaremos un ejemplo: Cuando Bethancourt y sus compañeros desembarcaron por primera vez en Lanzarote, mostróseles el príncipe Guadarfia, señor de aquella isla, en extremo benévolo y confiado. Permitió desde luégo á los extranjeros que se establecieran allí como aliados, y áun que constl'uyeran una fortaleza; pero · muy pronto conocieron los Guanches cuán peligrosos eran los nuevos huéspedes á quienes acababan de dar albergue, pues se entregaban á todo género de excesos, robándoles alevosamente el ganado~ los víveros, las mujeres y hasta los niños, miéntras · vivian entre ellos mismos en perpétuo motin é indisciplina. Habiendo partido Bethancourt para España en busca de auxilios, dejando encargado del 75 mando á su colega el frances Gadifer de la Salle, dieron los Guanches en asesinar á los Europeos que podían habel' á las manos. Gadifel' se encontraba en l: J. mayor tribulacion, cuando llegó á él un individuo de sangre real llamado Acl ¿ e, el cual había comprendido que sólo una coalicion cqn los demas Estados podía salvar al país, rechazando á los invasores; pero que el Rey, cuya debilidad de carácter les habla tl'Uido á tan desesperada situacion, no apelaría jamás al empleo de la fuerza, ( mico medio eficaz de conseguirlo. Resuelto á derribar al Rey y á apoderarse del trono para caer despues sobre los aborrecidos extranjeros, comenzó pOl' negociar durantG algun tiempo con Gadifer, y tal maña supo dal'se con sus artificios, que logró inspirade la más completa confianza. Despües de una cortisima ausencia, le mandó á un sobrino suyo, avisándole que miénlras reinase Guadarfia no cesaL'ían las hostilidades por par, te de los isleños, y que tElnla dispuesto apoderarse de él y enll'egarle en sus manos. El mensajero, cumplida su mision, permaneció con fos Franceses para no excitar sospechas y enterarse bajo mano de cuanto pudiera convenirle, . miéntras que Ache pI'epal'aba secretamente una insur, l'eccion. Alos pocos dias anunció éste á Gadifer que debiendo trasladarse el Rey en su compañía, y escoltado sólo por M de los suyos, á la residencia de Acatij, ' podía hacerle allí prisionero. Gadifer se puso inme- 76 diatamente en marcha, y habiendo andado toda la · noche, llegó en momento oportuno, y cercando el. palacio en donde se alojaba el Rey, penetró violentamente en él despues de una lucha sangrienta. POI' intercesion de Ache, no fué maltratado ninguno de los vencidos; pero Guadarfia y uno de sus favoritos llamado Alby fueron conducidos á la fortaleza de los Franceses y cargados de cadenas. Pasado poco tiempo, presentóse Ache, y al vede el cautivo ' monarca: le miró un buen rato en silencio, y con ademan de profundo despreeio exclamó al fin: ¡ Fore troncquevél ~ stas palabras se citan como un fragmento de la lengua Gllanchinesa, y quieren decir tanto' como ¡ Ah! ¡ malvado traidor¡ Y por cierto, añadiremos de paso, que basta separar las sílabas; segun llegan al oido, para que resulte algo parecido · á estas palabras Foretron ! let ' lVe! ls, que se asemejan bastante á las alemanas Verraeter geht meg. Ache celebró un convenio con Gadifer, en virtud · del cual este debla prestarle todo su apoyo para proclamarlo Príncipe, á condicion, sin embargo, de que había de recibÍ!' el t) autismo juntamente con . todo su pueblo, con lo que Ache se revistió al punto el traje y las insignias reales y convocó á todos sus guerreros. Pe¡' o sucedió muy pl~ onto, que ha. biéndose pres(, lntado un destacamento de ' Franceses . en busca de víveres, unióse á ellos Aclle, seguido de un grupo de su gente y fué acompañ, ándolos 77 buen trecho, al parecer en ademan amistoso, más habiendo concebido algunas sospechas acerca de sus intenciones los Franceses, vinieron, por úlLimo, á las manos. Guadarfia entre tanto logr6 salir de su prision, y aunque cargado todavía de cadenas, se le unieron los suyos consigu. iendo apoderarse del rebelde Ache, que fué lapidado como tl'aidor y reducido á cenizas su cadáver. Es necesario conceder que ningun entendimiento vulgar es capaz de concebir un pl'oyecto como el de · Ache, y llevarlo tan felizmente á cabo, al ménos durante tanto tiempo. Como en la mayor parte de otros pueblos más culLos, existía tambien entre los Guanches el deseo de evitar la destl'uccion completa de los cadáveres de sus pal'ientes y ' deudos, lo que procul'aban conseguil' especialmente colocándolos de modo que no estuvieran' en inmediato contacto con la tierra. A los más pobl'es se les ponla. sobre una piel, sobre una tabla 6. sobre una capa de piedra menuda. ¿ Sentiría tal vez este pueblo algun secreto tel'rOl' por aquella sentencia Homo, terra es el in ter,' am re · ' Verteris? Tenlan los Guanches cementarios públicos y buscaban para establecerlos sitios tranquilos y soIital'ios spbl'e elevadas montañas 6 á orillas del mar, en donde ni la construccion de casas ni el tráfico ordinario de la poblacion viniera á turbar el solemne reposo de la muerte. Pl'ererían sobl'e 78 todo la vasta extension de tierra que llaman Mal país, por estar formado de ál'idos pedregales, restos de erupciones volcánicas, y en el que se prepal' 6 convenientemente un grande espa. cio de tel' reno para sepultl: ll' 3S. El fondo ó suelo de estas . se empedraba con toda · solidez y se depositaban sobre él unas cajas ó armarios hechm; de piedra ó de madera, que contenfan el cadáver, de suerte que este último quedaba aislado POl' , todas partes del contacto con la tierra. Encima colocaban una losa que ? ervía , de cubierta á la sepultura, y sobre ella amonto~ aban gran cantiflad de pedruscos hasta formal' una pirámide ó promontorio más ó ménos elevado.' Para enterramiento de las personas principales , abrfan una fosa de seis ú ocho piés de profundidad, cuyas paredes revestían con losas de piedra ó con tablones, que sobresalían de la superficie y que cubrfan con sólida sillería, dándola una figura oval. El esmero empleado en la obra, su elevacion y tamaño indicaban la posicion social que en vida habia disfrutado el finado. En el cnten'amiento yacían los cuerpos con la cabeza mirando hácia el Norte, vestidos'y envueltos en pieles; los ricos con una cade · na al euello hecha ele piedrecitas pulimentadas de color rojo, y los pobres cubiertos con sus tarfl,' a?' cos Ó capas. Aliado de cada uno se le ponía su lanza, su cayado ó su hacha de piedra, y algunas vasijas de barro con miel y leche. 79 Desde el pritlcipio se encontral'on en las islas Canal'ias, en las innumerables gl'Utas de las montañas, bóvedas concluidas y preparadas ya para recibir los cadáveres, y en todas era notable la seque< Iad de la atmósfera que en ellas había y su buena disposicion para el objeto á que estaban destinadas. En Tenerife, especialmente, úa general la costumbre de depositar á los muertos en cavel'nas sepulcrales, colocándolos vestidos sobre una especie de tal'imas hechas de cierta madera incorruptible, . ó apoyándolos verticalmente en las pal'edes. A las mujeres las cl'uzaban las manos sobre el pecho, y á los hombres les ponían los bl'azos extendidos sobre ambos muslos. Para la cavernas elegían sitios casi inaccesibles y cenaban la entl'ada con ti~ rl'a y piedra, de modo que solo unas pocas personas podían dar con ellas, siendo pal'a la generalidad un secreto ellugal' que ocupaban. En la Gran Canaria, Tenedre, La Palma y el Hierro, y sin duda en las tl'es Islas reslantes, se preparab! l el cadáver ántes de dal'le se'puUura, ya se le hubiera de depositar en una rosa; ya ' 6n una caverna sepulcl'al. Sel'ía curioso averiguar si en Alemania acostumbl'aban á hacel' lo mismo los Germanos. Por lo demas, es cosa fuera de duda que la cremacion de los cadável'es, de que habla Tácito, no fué nunca costumbl'e general. Cuánta era la importancia que daban los Guanches á la preparacion del cadável', ántes de darle 80 tierra, lo demuestra el que había famili~ s exclusivame~ te dedicadas á esa operacion, y segun era el sexo del finado, así se encargaban del mismo hombres 6 mujeres. Verdad es que el oficio se consideraba como infame y no les era permitido á los que lo ejercían tocar ni acercarse á nadie. Solla colocarse el cadáver sobre una mesa ancha de piedra, en la que se le extralan las entrañas por . { uno de los costados. Lavábanle des~ ues dos veces al dia con agua fresca y sal todas las partes más endebles del cuerpo, como las orejas, narices, dedos, pulsos, Ingles, etc., y luégo le ungian todo con una confeccion de manteca de cabras, yerbas aromáticas, corcho de pino, resina de tea, polvos de brezo, de piedra pomez y otros absorbentes y secantes, dejándole despues expuesto á los rayos del sol. Esta operacion se hacia en el espacio de quince dias, en cuyo tiempo los parientes del muerto celebl'aban sus exequias con una gl'an pompa y . grandes llantos: y cuando el cadáver estaba ya enjuto y ligero como un carton, le amortajában y envolvlan en pieles de ovejas y de . cabl'as, curtidas ó crudas, y con alguna marca para distinguirle de los demas. " VII. Los ancianos de' Canal'ias manifestaban un verdadero sentimiento de postracion y de tristeza cuando decían á los Españoles: « Nuestl'os antepasados nos han dicho: Dios nos Ita puesto en estas 1slas y nos Ita abandonado en ellas. » Hasta qué punto pat'ecian abandonados 10- demuestl'a el estado de sus ideas religiosas. No hay ejemplo en la historia ' de que un pueblo una vez convel'tido al C¡' istjanismo haya retrocedido más tarde al culto pagano. Los Guanches, ' sin embargo, n'os afee ~ en ese ejemplo, dado que' fuesen descendientes ' de los antiguos Vándalos. Tal vez hayan concu1' l'ido dos causas á producir este fenómeno. El Cristianismo y cierto grado de cjvilizacioil existían ~ n Afeica entee los Vándalos, pero sólo en las gl'andes poblaciones, miéntl'as que en los campos, entre los aldeanos y en las clases ( nfimas del pueblo, si bien se · introdujo el culto re- 6 82 ligioso externo, la conviccion cl'istiana y el sentimiento intimo de esta religion no habia penetrado' enteramente. En los QOO años próximamente en que vivieron apartados de todo centro de civilizacion, la doctl'ina y los auxilios de la Iglesia debie¡' on necesariamente ir desapareciendo á sus ojos; y es pl'Obable que á los que fueron expulsados del reino de los Vándalos, ' Sólo los acompañasen alguno que otro sacerdote, pero ningun prelado, siendo de advertir que precisamente á los principales y á los más ilustrados del pueblo fué á los que expulsaron Belisario y los que le sucedieron en el mando. La falta de preh\ dos apostólicos hacia imposible la 01' denacion de sacerdotes, y una vez muertos los últimos ministros del culto, ¿ quién había de predicar y enseñar la religion cristiana á aquellos pueblos? Si estas conjeturas son exactas ( y no caben otras en el caso presente), debió de formarse una nueva especie de religion, volviendo el paganismo germánico á pesar de una manera sorda y sombria ~ obre el ánimo de aquellas gentes, bOl'J'ando poco á poco los últimos vestigios de la nacion evangélica. Las idea;¡ fundamentales en que coinciden las dos creencias se ' generalizaron entl'e las masas, y en cuanto á las demas se conservó una mezcla confusa de restos y recuerdos de ambas. La idea de la Redencion, de los Sacramentos, de la l\ 1isa, habia desaparecido totalmente. Al penetrar de nuevo el eristia- 83 nismo en las Islas, sus natUl'ales no manifestal'on ninguna opo~ icion, ántes, por el contral'io, aceptaron de buen grado las ideas y los usos de la nueva reJigion, llevándose á cabo la conversion con la' mayor facilidad, y como si los converSos al abrazar la doctl'ina de] Evangelio renovasen un antiguo conocimiento. Sólo de los h3bitantes de . Fue¡' teventu¡, a. refieren los capellanes Bontier y. Leverrier, que persistían en su antigua idolatrla; pero esto sucedió únicamente en los pl'imeros años de la conquista. La base de la idea religiosa entre los Guanches el'a la existencia de un Dios Creador y Conservador del Universo, Padre de todos, que. vive en las alturas, en la inmensa y majestuosa bóveda celeste hecha á imágen suya. Entre- los nombres que daban á Dios, encontramos los de lrma, Man é Idal, que . suelen entral' tambien en la composicion de nombres de personas; yen la isla de Lanzal'ote, al pié de una montafia que llaman Torns, se enseña un sepulcl'o gigantesco, en el cual dicen eslá enterrado Manan ( Man). Por lo demas, no se encuentra en ninguna de las Islas Canarias nada que revele haber existido en ellas el politeismo, y si de la más pequeña de todas, la del Híerl'o, se refiere que las mujeres hablan dado culto á una divinidad de S! 1' sexo que llamaban M01' ayoa Ó Moneyoa, tal vez era esto un vago 84 I recuerdo de la madre de Cristo; cosa singular, y que debe sorprendernos tanto como la veneracion y el entusiasmo con que los Gnanches de Galdar acogieron á la imágen de la Virgen Santlsima que , las olas del mar condujeron hasLa la costa. . EI p¡' incipio del !\ lal fi. gura en la teología. cristiana de una manera más importante que en la de los antiguos Germanos~ Tambien los Guanches creian en un Espíritu maligno que residía, segun ellos, en la cúspidú del Pico de Tenel'ife, y todavía en el úl · timo siglo sl'l precipitaban desde aquella immensa altura del volúan y en medio de grandes terremotos, tinieblas y relámpagos, torrentes devastadores de fuego y lava, y el que subi3ra, alli por primera vez y contemplase la boca de aquel abismo encendido, desde, cuyo fondo se elevaban columnas de vapO!' azufrado, convendl'ia deSde luego con los isleilos en ¡' econocer como residencia misteriosa del genio maléfico la cima del volcan. Es notable tambien que creyesen en la aparicion frecuente del diablo, bajo la forma de un perl'o rabioso, creencia que recuerda el fantasma del Og1' O que tanto temian los Germanos. En cuanto á lugares destinados al culto religioso, los había de dos clases: pequeñas capillas, ó sitios des. cubicl'tos que se distinguían por algun objeto elevado que se colocaba en el centro, bien fuera un árbol cOl'pulento óuna ¡' oca aislada, bien una peque- 85 ña torre de piedra construida arlístícamente. En Fuertevcntura había algunos templos de forma circular cercados con un doble muro. En la Gl'an Canaria estaban colocados en lo alto de las rocas; pero tambien aquí tenía cada pol) lacion su lugm' destinatIo para- Ias grandes reunione~ religiosas, el cnal tenia como distintivo un gran peñasco. En la Palma la mayor P? rte de los cantones ó distritos levantaban en tares sitios altas pirámides fabricadas con piedl'a menuda y suelta. En la Isla del Hierl'O, servían para el objeto dos peñascos, y el pueblo creía, á lo ménos así lo decían los Españoles, que el Dios de la localidad tomaba asiento en el pico de'la peña, miénlras sus adoradores se congregaban alrededor de esta. Cuentan que los habitan Les de Lanzarote, para implorar á la Divinidad; subían á lo más alto de la montaña, y desde alli elevaban las manos aloJielo. Las empinadas rocas ó las pirámides hechas de piedras que i! ldicaban los lugare's sagl'ados, lleva · ban el nombre del Dios y pOI' ellos juraban, sin que jamás aconteciera que faltasen á esta clase de juramento. En ninguna de las islas conocieron las imágenes, y lo que se rellere de dos pueblos en donde habían Sido halladas algunas de ellas, es poco digno de crédito, tanto por el origen del dato, como pOI' el completo silencio que acerca del suceso guardan los escl'iLores mejo~ entel'ados. Parece más bien que estos lugares religiosos fuesen como un rosto 86 de los recuerdos del cristianismo; pOI' lo demas, la idea religiosa volvió á prevalecer tal como la describía Tácito en las siguientes palabl'as: « No encerrar á los Dioses dentro de las paredes del templo, ni representarlos bajo fOl'mas . humanas por no considel'arlo propio de la grandeza divina. » Consagraban los bosques y las selvas, y daban el nombre de Dioses á aquellos sél'es misteriosos que eran los únicos que tenían en veneracion. VlII. Pocas son las noticias que tenemos acerca de las personas que ejerc{ an el sacerdocio y de las atribuciones inherentes á tan importante cargo. Se sabe, sin embargo, que entre los Guanches, el padre era el sacerdote dentro de su pI'opía familia, mas para los actos púhli- cos religiosos ¡' elacionados con el pueblo en general habia en Canarias, y sin duda alguna en las demas islas, un alto funcionario de tantlsima importancia, que se consideraba al igual de los Príncipes, lJamádo el Faycan, el cual reclbla el juramento, presidía los' juicios y los espectáculos públicos, tenía jurisdiccion voluntaria y contenciosa en todos · los asuntos, y era, por úllimo, el que dirigía y ordenaba el servicio religioso en las grandes solemnidades. As!, pues, la idea del sacerdocio, tal como se concibe en la Iglesia cl'istiana, no existía entl'e los ántiguos Canados, y pOI' lo mismo,. es más digno de notarse que aparezca 88 en una institucion de otra clase. Había en Canarias diferentes casas en donde vivían en comunidad jóvenes sacerdotisas, y estos establecimientos se conside¡' aban tan dignos de velJeracion, que gozábandel derecho de asilo, y los criminales que lograban refugiarse en uno de ellos, se libraban de la aecion de los tribunales. Las jóvenes vestían, como las sacerdotisas de los Germanos, largas túnicas blancas, y disf¡' utaban de altísimo respeto por pal'te del pueblo, que las ofrecía voluntarias ofrenclas. Sus funciones estahan reducidas á llevar en las procesiones públicas los vasos sagrados, á celebrar el sacrificio. y á ofrecer diariamente en el templo la leche que suministraban las cabras que se custodiaban con estc objeto en determinados puntos. Las sacerdotisas permanecían soltel'as ' miéntl'as vivían en el establecimiento, y sólo la directül'a podía ser viuda. Educábanse tambíen en esta especie' de'claustros las hijas de los nobles, pero debían vol¡ ver al seno de' sus familias cumplida la'edad de veinte años si quedan casarse. Un escritor describe uno · de estos establecimientos Situado en el barl'anca de Vale¡' on, y dice: « La entrada es un grande aL'CO, al que sigue un largo salan, y á uno y Obl'O lado se ven en perfecta simetl'la ciertas celdillas ó aposentos colocados unos sobre otros,' cada cual con su ventana al barranco. Están en la misma entrada dos torreones, á los cuales se sube por den- " 89 tro." Otra de las funciones que estaban á cal'go de las jóvenes sacerdotisas era la de rOCIar con agua á. los recien nacidos, inmediatamente que eran dados á luz; acto religioso que probablemente irla acompañado de ceremonias especiales, y que, segun refiel'e un historiador conocido, pl'oducla cierta afinidad espiritual, pues la Sacerdotisa ó Hariraagada que habia administrado esta especie dc bautismo á un niño, no podla en ningun caso contrae!' matrimonio con el padre de este, áun cuando hubiera salido del claustro. Es posible que semejante costumbre fuese otra tradicion del bautismo cristiano, asl como la vida intelectual de aquellas doncellas seria un recuerdo de las monjas y diaconisas. Estas últimas cxisLlan en. número considerable en los primeros siglos de la Iglesia, especialmente en la Iglesia africana; eran solLeras ó viudas, y tenlan el encargo de asistir al bautismo de las mujeres, insLl'uit'las pal'Licularmente y prepararlas para abrazar el cristianismo, visiLar á ! os enfermos, álos pl'esos y á los aOigidos, y bacer guardar la d'ebida compostUl'a dentro y delante de la iglesia á los concurrentes de su sexo. Es probable que al establecimiento y duracion de estas órdenes religiosas de mujeres, contribuyesen de consuno las costumbres gel'manas y cristianils, pues los Germanos tenlan la creencia de que en el Doble COl'azon de la mujel' se albergaba un sen ti- 90 miento de pureza y santidad agradable á la Divinidad, por lo que les parecía á propósito pal'a el ejer- . cicio del sacerdocio. Los GU3, nches llamaban á estas · sacerdotisas por antonomasia las Vírgenes, magadas, ó, como hari quiel'e decir muchedumbl'e ó pueblo, y estas jóvenes sallan del círClllo de sus familias y pertenecían al pueblo, se las llamaba tambien harimagadas, como si dijéramos corporacion ó cuerpo de doncellas, voz compuesta, muy semejante á la del antiguo aleman herilmecht, que significa ejército de soldados. IX. Las primel'as noticias de Edrisio están de acuerdo con las de los demas aventuret'OS árabes que dicen haber encontraelo en las costas ele aquellas apartadas islas « hombres de . elevada estatura, de color rosado y trigueño, con pelo liso, y mujeres de extl'aordinaria belleza. » En todas las relaciones posteriores se dice asimismo que eran los Guanches una raza hermosa, de esbelta talla y de mediana corpulencia, dotada de gran fuerza muscular y de una I1sonomía franca y simpática. En las momias que se descubl'en cada dia es notable la sólida constitucion del cuerpo, yen l. IIuchas de ellas se ve aún el colol' rubio y hasta rojo del cabello. Los cuatro primeros habitantes de Canarias que vinieron á Europa en el año de 1341 llevaban el pelo tan largo que les llegaba á la cintura, y su color dorado cOl'respondla con el azul más ó ménos claro de los ojos; pero, no obstante, se encontraban tambien en 92 todas las islas individuos de pelo y de ojos negros, si bien no era muy comun. La barba era fuerte y poblada, y. el pelo ni crespo ni lacio; el color de su piel sonrosado y blanco, y en 21gunos más moreno.. como sucede de ordinario en la Europa central; y prueba de que el color OSCUl'O era cosa extraot' dinaria, es que á un príncipe de la isla de la. Palma se le dió el sobrenombre de Azuquake el Alore'llo. La expresion del semblante, llena de atraccion, reflejaba vivamente y con rapidez todos los sentimientos interiores, y esto debía ser tanto más chocante para los Españoles, cuanto que en sus propias fisonomías, como en las de los Arabes, hay un ligero rastl'o de la rigidez y de la tristeza que los otros pueblos llevan impreso en las suyas de una manel'a ménos perceptible. La delicadeza y la animacian de las facciones contribuía no poco, segun parece, á los atractivos de las hij as del país, en cuya descripcion se recordará que decia Procopio que las Vándalas e~ an más bellas que ningunas otras mujeres del mundo: . La conformacjon de la cabeza, el largo del brazo y de la pierna y todo el armazon de las momias que se sacan de los enterramientos de Tencl'ife recuerdan la confol'macion del cuerpo de los Germanos. « l\ lirad ¡¡ hí á ' nuestros compatriotas de Turingia, » decía un personaje de este último país á las personas que le acompañaban á visita¡' las mo- 93 mias de los Guanches en el ~ Juseo de Lisboa. El cráneo de éstos, sobre : todo, se ha sometido á un exámen minucioso, y de éll'esulta que la pal'te su~ periol' es semicil'cular, la ft'ente elevada y ancha, no inclinada · hácia atrás, sino más bien saliente, los maxilares moderadamente pronunciados, los dientes pel'pendiculal'es, y la mandíbula inferior bien conformada. El ángulo agudo que forma la nariz con la frente resulta tambien muy pronunciado. Si se comparan los cráneos de los Gual). ches · con el de los Bel'be¡' iscos ó el de los Arabes, resultan los primeros, en su maYal' parta supel'iol'es, más perfecta y más considerablemente desenvueltos que los otl'Oll, en especial más sob¡' esaliente el ángulo mencionado entre la nariz y la f¡' ente. Tambien es notable el mayor espacio del hueco del c¡' áneo. Las medidas de Wetckel' colocan el cráneo de los Guanches á la par del de los Borgoñones y Lituanios, é inmediatos á los Suecos y Holandeses: En las tablas de Bamard Davis se eqUiparan los Guanches eon los Anglo- Sajones, y despues de éstos con los' Suecos é Islandeses. Entre los cráneos de los Gnanches no puede desconocerse que existe una diferencia, que creemos ha sido Be¡' thelot el primero en notar. Los ménos tienen la parte superior más convexa Yménos pronunciado el ángulo de la nariz, Yen el mayal' númel'O este ángulo es más agudo, la frente más an- 94 cha y más fuerte, de manera que la cal'a se aproxima más al cuadrado, y áun hoy dia sucede que no es raro encontrar Canarios cuyas cabezas y rostros pl'esentan las formas características, bien de los pueblos de la Baja- Sajonia, bien de Jos Berberiscos. Sabido es que con frecuencia los rasgos fisonómi- . cos de los antepasados, despues de algunas generaciones, suelen reproducirse en algun individuo de la familia. Ambos fenómenos encuentran explicacion muy fácil, admitiendo que en las islas Canarias se - ha verificado una mezcla entre Berberiscos y Germanos. Los Guanches vivlan en la época de la Conquista repartidos en pequeños territol" ios ó distritos, cada uno de los cuales tenía su Rey cantonal hereditario y su Dieta. Sólo de la pequeña isla de Hierro se dice - que tuvo otras veces un príncipe único, que disfrutaba de gran venel'acion. La de Gomera, por el contrario, aunque más pequeña, volvió á dividirse despues de la muerte del rey AmalgUiche en cuatro Estados, y en la Parma se encontraban nada y ménos que doce pues á la muerte de Gumidafe y de Antidamaná, que hablan sometido toda la isla, habiéndosela vuelto á dividir entl'e sus dos nietos, se dispuso que cada uno delegase seis nobles para el gobierno superior del pals. Tenerife estuvo tambien reducida á un solo Estado bajo Tinerfe el Grande; pero ú su muerte reparti~ ronse la isla sus 95 nueve hijos, conservando cada uno su parte, aunque quedando como feudatarios del hermano que era mayor en edad y en poderío; sólo que tl) niendo el Gran Tínerfe, además de los nueve hijos leglti- . mos, otro llamado A'Dakuko, habido en una cQncu- .. t. bina, pareció injusto que éste quedase sin participacion en la herencia, así que obtuvo un pequeño señorío; pero no se le dió el nombre de Menecy, es decir, Príncipe, como á los otros, sino el de Achíme1zcey, Ó hijo ele Príncipe. Estos pequeños Estados se encontl'aban casi siempre en desavenencia y guerra, siendo el motivo constante la cuestion de límites en los terrenos de pastos, pues cada distrito ó canton velaBa celosamente sobre sus fl'onteras. En Lanzarote y en Fuerteventura fueron tan prudentes, que dividieron la isla pOI' medio de una muralla que iba de una costa á la otra. Esta muralla existía aún despues que la lengua de los Guanches habia desapal'ecido, pel'o no consigui? impedir que ambos reinos luchasen rudamente llentro de sus respectivas islas. Además, fuera de las cuestiones de limites, la ociosidad, la codicia y la rapacidad de los magnates eran causa de que las hostilidades se renovasen cada dia, dado que era siempre fácil encontl'ar un pl'etexto. Tan pronto era una cuestion de herencia, tan pronto el robo de ganados, y en ocasiones, una ofensa verdadera ó supuesta. Indudablemente, desde la época 96 de los reyezuelos de distrito se han conservado hasta hoy en Canarias gl'andes odi? s y rivalidades de todo género entre las Islas, y en cada una de. ellas entre sus diferentes distritos, y es de carácter tan especial · este sentimiento de avel'sion, que s610 puede atribuirse su origen á causas meramente históricas, En un pueblo tan acostumbrado á la guerra, el manejo de las armas era cos. a. natural; las armas constituían una distincion y un adorno entl'e los hombres libres, y ninguno solía salir sin llevar algun al'ma, ó por lo ménos un bastan de gl'uesa empuñadul'a. Ordinariamente usaban la pica 6 la lanza larga, hecha de excelente made\' a muy cUl'ada que se enconLl'aba en los bosques. de las islas, de ocho ,6 diez piés de lal'go, y cuya punta endul'ecían al fuego 6 la formaban con un cuerno aguzado, y de las cuales he visLo yo Lodavia muchas en manos de los labriegos en el campo. En la guerl'a, sin embar · · go, era el arma pl'incipal la lanza cOl'ta, . de unas • tres varas de largo; y las hábía de diversas clases, más cortas y más lal'gas, con la punta en forma de arpon, ó simplemenLe lisa; algunas tenían en la empuñadUl'a dos nudos á la distancia conveniente pal'U colocar entre ellos la mano y asegul'arla mejor. Usábanlas como arrojadizas 6 como punzantes, pero con tanta destreza, que jamás erraban el objeto que se proponían, Esta era aquella sangl'ienta y vence · 97 dora Framea de que nos habla Tácito. Otra de las armas era el hacha de piedra, especie de maza con un agudo corte de pedernal, que con un cuchillo de la misma piedl'a completaba el arm;¡ mento del hombre de guerra. Los Guanches poseían todavla otra arma terrible, que era la piedr:\ aL'rojada con sólo la mano ó con la honda. Un pal' de piedras hacían mil añicos la rodela de un soldado, y eran tan certeros en el tit'o, que partían las ramas más elevadas de un árbol, arrojando con sus fucI'zas gigantescas las piedras á una distancia increible. Como aL'mas defensivas, valianse de la misma lanza, con la cual paraban ó desviaban el golpe de tajo ó de punta, ó se servfan del brazo izquierdo, que pr~ 8entaban envuelto en la capa. Cuando los Guanches entraron en guerra ó en trato con los El1l'opeos, nada apreciaban tanto como . el hien'o, que aprendieron inmediatamente á trabajar con toda pel'feceion; tambien arrebataron á los Españoles muchas armas eUl'opeas en el campo de batalla, y éstas, natmalmente, tenlanlas en muy alta estima, y de las que hacían un llSO conveniente. Con . increible habilidad cambiaron el antiguo aL'mamento, modificándolo conforme al de los con. quistadol'es, especialmente los arcos y las Gechas pat'a mejor resistir las fum'zas enemigas. Comprendieron al mismo tiempo la ventaja del eS0udo, y los hicieron de la corteza de dl'ago, que era sumamente á propó- 7 98 sito para esto, y lo que es más sorprendente, se encontró á un Príncipe que llevaba en su escullo, como. empresa, cuai'teles pintados de encal'nado y blanco. Conocían las fortificaciones y trincheras, y éstas eran t~ n escarpadas y estaban const. l'uidas con tanta maña y solidez, que era muy difícil el tomarlas. Por las ruinas de estas obeas d~ foetificacion como por los fragmentos de la muralla que dividía ' la isla de . Fuerteventura, ha podido admil'arse la destreza con que stlbían los Guanches emplear grandes mateeiales en la constl'Uccion de sus obras. Comenzaban el ataque lanzando piedras cOn la mano y con" las hondas. Cruzaban el aiee los dardos y las Oechas, hasta que en medio de una enorme gritería venían todos á las ruanOR. Cada cual hacía frente á un enemigo, y aunque esta lucha individual . era sangrienta, tan pronto como el adversario caia, por estar herido ó por entregarse prisionero, se consideraba indecoroso inferirles ninguD daño, y áun cuando fuesen extranjel'os se les trataba bien, se les curaban las heridas y se cuidaba de e1l0G hasta que se hacía un canje. Aretaguardia de la línea de combate se colocaban las mujel'es, las cuales llevaban víveres á los combatientes, sacaban á los heridos del campo de batalla y daban sepultura á los muertos. Nadie las defendía, porque nadie las . estorbaba en su piadosa ocupacion, pue~ las muje · res y los hijos del enemigo estaban, como tambien 99 , los edificios destinados al culto de la divinidad, bajo , la salvaguardia de esta noble costumbre, Deshonorado habría quedado para siempre aquel que hubiel'e osado poner la mano sobre mujeres ó hiños, p sobre ancianos inermes. ¿ Quién no recuerda, á propósito de esto, el pasaje en que Tácito hablando de las batallas de los Germa'nos, dice: « En las imñediaciones están las prendas del muor; por allí se oyen los lamentos de las mujeres; más allá los gemidos . de los niños; estos son para cada uno los testIgos más santos, las panegiristas más grandes de sus hechos. Alas madres, á las esposas las llevan sus heridos, y estas no temen cont: l1' sus heridas y apli, cal' sobre ellas sus labios cariñosos. » No hay, sin embargo, vestigios de privilegios concretos. La Administl~ acion pública, así como' el Poder judicial, estaban concentl'ados en la Dieta, - esto es, en la Asamblea de los hombres libres y de sus delegados, aunque tambien tomaban asiento en ella los nobles al lado del Príncipe; cuando este fallaba á su deber, se constituían en sus a~ llsadores y jueces ante el pueblo. Antes Je que un jóven tuviese asiento y voto en la Asamblea debía hacerse homlJl'e, como si dijéramos, armarse caballero, y en la Gran Canaria hacíase esto con grandes ceremonias de la manera siguiente: Cuando un jóveu se consideraba con la robustez necesaria para líeval' armas y desempeñar 100 el servicio militar, dejábase crecer el pelo hasta los hombros ':{ se pl'esentaba al Faycan, á quien cor-, respondía formar el proce, so como gran juez, y disponer las ceremonias religiosas como gran sacel' · dote. Aeste " e decía: Soy hijo de Fulano y deseo que se me haga hombl'e de armas; el Faycan pasaba á la residencia del solicitante y convocaba á los nobles y hombres libres que tenían allí su domicilio, les presentaba el jóven ':{ les daba cuenta de su pretension, diciéndoles despues: « A vosotros, lodos los que me escuchais, os conjuro que me. digais la , verdad en nombre de Dios, y denuncieis si habeis visto á este qué está en vuestra presencia, hijo de Fulano, entrar en algun corral y ordeñar y degollar por su propia man
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Título y subtítulo | Los germanos en las Islas Canarias |
Autor principal | Loeher, Franz von |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Madrid |
Editorial | Imprenta Central á cargo de Victor Saiz |
Fecha | 1900? |
Páginas | 149 p. |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 8909770 Bytes |
Texto | ' FRANZ VON LOEHER LOS GERMANOS ISLAS . CANARIAS . V L. O h e .,,',:.:.... C1AL -' lA olU J) ElnlAH IlO HI<; ~ ll<; Df NA. EIlITUf{ "; l, 11e ¡¡ f'lo 1;. ( · lll~ g'inf, lI. ti LOS GERM ANOS EN LAS ISLAS CANARIAS. LOS GERMANOS EN LAS ISLAS CANARIAS POR FRANZ VON LOEHER MADRID IMPRENTA CENTRAL Á CARGO DE V. SAIZ Calle de la Colegiata. 6 LOS GERMANOS EN LAS ISLAS CANARIAS. 1. Los que visitan por primera vez las islas Cana¡' ias se convencen al poco tiempo de , que aquella poblacion se compone de dos razas disLintas, por mas que todos sus habitantes hablen una misma lengua. Los de raza pura española r. esiden, por lo general, en las poblaciones de impOl'Lancia yen las grandes haciendas. 1a gente campesina y la que forma la clase ínfima del pueblo tienen otra fisonomia, otra conformacion física y hasta costumbres y maneras diferentes de los oriundos de raza españJla. MI'. Bel'Lhelot, auto¡' de una extensa obra sobre el archipiélago callario, en el que residió por espacio de diez años, llegó á familiarizarse de tal modo con aquellas fisonomías, que pudo reconocerlas más tarde entre los infiniLos pueblos que emigran á diversos puntos'de América. El observador aleman, que desde la costa de Tenerife penetra en el interior del país y en las aldeas, encuentra allí rostros sajones Lan puros como 6 pudiera hallarlos, en las frondosas colinas de Westralia, y su vista despierta en él un sentimiento de afinidad igual al que producen en todo corazon germano los Borgoñones hablando frances, los Pensilvanos hablando inglés, y los Zipsers en Hungrla hablando la lengua magiar. Esta poblacion especial de las Canal'ias procede de los pl'imitivos pobladores de aquellas islas. Cuando, en elsiglo XV, fl'anceses, españoles yportugueses bordeaban sus aguas con intencion de apoderarse de las Islas Afort'lfuadas, como de la joya más pTeciosa del Océano Atlánlico, hallábanse habitadas POI' una raza numerosa de color CI31' O y pelo rubio, que se llamaba Wandscke? ¿ , que así debe escribirse el nombre que los españoles pronuncian Guaneiú, convirtiendo la Walemana en Gu y la dse/ ¿ en ch. Era este pueblo fuerte y valel'oso, ágil como ninguno, de hermosa y robusta complexion, lleno de inteligencia y de vida, siendo la rectitud y la lealtad como ingénitas en ¡ él. Habla en su manera de ser algo de noble y de distinguido, de tal suerte, que los varones normandos y los españoles y españolas que habrían repugnado enlazarse con moros Ó con árabes, no tenían reparo en · contraer matrimonio con hombres y mujeres Guanches. De estos · enlaces con españoles y otros europeos que pasaban á las islas resultó la poblacion rural, en la que se conser · val'on las cualidades de generosidad y franqueza " 7 del Guanche, y que más tarde se t¡' asmitieron á los que procedian de la raza primitiva, nacida ( le sangre andaluza, suavizándose as!. ventajosamente la aspereza de carácter que era propia de esta última. Dos cualidades fueron fatales para los antiguos Canarios. Eran aquellas gentes la fl'anqueza y la bondad misma, y engañados cien veces, volvían otras tantas á confiar en los que habían abusado de su buena fe. El otro defecto consistía en la resistencia interior que oponían áconcertarse y obral' de acuel' do para hacer la guerra bajo tm plan y- un jefe comunes. Esta obstinacion era invencible, as!. en la raza como en el individuo. Resistieron, sin embargo, con sus 8encillas armas, numerosos ataques, pOI' espacio de un sigio,. triunfando el valor natural y la astucia, de las vent3j3s que los llov3ban sus enemigos, en caballer!. a, en cañones y en la táctica propia de las fuel'zas disciplinadas. En la mitad del siglo XIV, despues de haber re-chazado victoriosamente los at[¡ CIUeS parcialos de los europeos, desembal'caron en las islas de Lanzarote y Fuel'teventura 1.400 españoles y franceses, los cuales, despues de una lucha sangl'ienta, consIguieron someterlas, juntam5llte con la isla del Hierro, pero sólo podían - mantenerse en ellas despobl3ndo sistemáticamente hasta las últimas 31deas. En los cinco años siguiente. s no se atreviCl'on á pensar siquiera en apoder: ll'se de las tres islas principa- 8 les del archipiélago, en donde residía la mayol' fuel' · za de la poblacion, dispuesta siempre á ¡' echazar cualquiera invasion. Por fin, la isla de la Gomera, que como una roca compacta se levanta al lado de Tenerife, de la que apénas dista dos horas, cayó en poder de los españoles. En vano emplean estos úl-. timos durante uno y otro año la astucia y el rigor para sujct~¡' las dcmas islas, y todavía ménes que los españoles, consiguen alcanzarlo los portugueses. De 1470 á 148;~ arde la guerra en la Gran Canaria, hasta que despues de una l'esistencia hcróica queda vencido el pueblo. Tomadas Las Palmas en 1491, ¡' euniéronse las fuerzas esparcidas por las islas, y se ' dispuso el ataque contra la de T~ nerife, verificándose el desembarco en Abril de 149S. Sin embargo, nada pudo doblega¡' la resistencia de sus bravos de- . fensores, y desespel'ados al fin los españoles, abandonan de nuevo la isla; pero vienen en su auxilio el hambre y la peste, consecuencias fatales de las privaciones sufridas y de los esfuerzos sob¡' ehumanos realizados por los naturales en defensa de su terri · tOI'jO; y en Setiembre de 1496 se someten los úILi · mos príncipes independientes que quedaban en el . archipiélago Canario'!' En el principio, en su curso, en su terminacion y hasta en los incidentes se asemeja mucho esta conquista contra los Guanches, á las guerras de Sajonia en tiempo de Carlo- Magno. Habla quedado ¡' educida 9 la lucha á una sola Isla, y áun allí tenían que habérselas los españoles únicamente con la parte del pueblo que habitaba en las cercanías. Cuando avanzaba el invasor, solía levantarse algun caudillo afamado cuyos vehementes discursos y cuya actividad conseguían reunil' gruesas partidas que batían en diferentes puntos á los conquistadores, los cua · les, una vez calmado el levantamiento del pueblo, volvían á salir de sus fortificaciones en la costa y se vengaban cruelmente. Estalló por fin la desunion y el espil'Hu de indisciplina entre los Guanches, y ce · diendo la mayor parte á las seductoras promesas de los españoles, que ofrecían considerarlos entera · mente iguales en condicion y en derechos, y sólo como súbditos de un soberano comun, á vencedores y vencidos, concertar- on arreglos con los jefes m'ás ambiciosos y enlaces con las bijas del país, de cuya hermosura y afabilidad de cáractel' estaban prendados los europeos. La falta de lealtad en el cumplimiento de lo convenido provocó, en algun caso, insurrecciones parciales por parte de las personas de importancia, pero fueron sofocadas muy pl'onto. Vencidos t1efinitivamente los Guanches en todas las Islas, y precisamente por sus mismos compatriotas, puesto que algunos jefes y tribus aisladas ha. cían causa comun con el invasor extranjero y áun le re · querlan pal'a que los salvase de la ruina general y utilizase, á fin de decidir la contienda, su lealtad, 10 su fuerza y el conocimiento que tenían del país que ponían á su servicio. Nada habla que esperar; todo estaba perdido, y los más prudentes huyeron á montañas inaccesibles ó á bosques impenetrables en donde llevaban la vida del proscrito hasta que, hostigados y perseguidos como fieras, perecieron por las armas, por la miseria ó pOl' el hambre, lJ. ¿ Pero de dónde vino este gallardo y valel'OSO pueblo á las Islas Canarias? ¿ De qué razas y de qué tierras procedían? Esta cueslion es un enigma hist6rico al que se ha intentado dar soluciones divel'sas. Quién ha hablado de Iperos de los tiempos fabulosos; quién del heróieo Quinto Sertorio, que con 60 compañeros escogidos fué el primero que pisó aquel suelo; quién de Númidas abandonados en la mar pOI' los Romanos despues de haberles cortado la lengua. Como era de esperar, los primeros Religiosos que llegaron á las Islas cI'eyeron ver e- n aquellos indígenas los descendientes de las diez tribus de Israel, miéntras otros pensaban que procedían de los fugitivos habitantes de Canaan que_ fueron expulsados de la Tierra de promision por- los Judíos, suponiendo otros q'le el'an Fenicios ó Gálatas del Asia Menol'. Enfl'ente de tan diversas opiniones se hizo lugar la idea de que, estando las Islas ' 1.2 tan próximas á Berbería, debieron ser pobladas por tribus berbe, iscas, y de este parece¡' participó tambien Espinosa, que fué el primero entre los Canarios que escl'ibió acerca de las costumbres y del establecimiento de los Guanches, Su digno sucesor en esta historia, Abrcu y Galindo, atribuía á los Canarios una procedencia árabe, mientl'as que ViCl'a, el investigador más infatigable y erudito en esta matcria, asegur'l solemnemente que: Los antiguos Canarios, pueblo primitivo, de costumbres sencillas, cQmo los ké7' oes '!/ patriarcas, descienden del pueblo de los Atlantides, ' Y que estos eran una colonia de los Egipcios, de los descendientes de Neptuno, Champollion y su escuela declararon tambien, como cosa fueya de duda, que los Guanches eran Egipcios, El célebre Humboldt decía burlándose á este PI'opósito: « Los sabios, que ven Egipcios en donde quiera que hay momias, geroglíficos y piJ'ámides, son tal vez de parece¡' que la raza de Tifon y los Guanclies están ligados entre sí por medio de los Berberiscos, que son Atlantides legítimos á los que pertenecen los Tibbos y los Tuareks del desierto; pero basta observar que semejante teoría no está apoyada por la menor analogía entJ'e la lengua bcrberisca y el Kopto, que con razon se consideró como uno' de los restos del antiguo Egipto. » E. Í escocés Glas, que fué el primero que se ocupó en examinar el idioma de los Guanches, declara que 13 estos hablaban peruano en Tenerife y b~ rberisco en las otras islas; y el erudito aleman Vale!' habla encontrado ya _ que en la lengua guanche existla semejanza con los dialectos de los Huron- es, Peruanos y negros lIlandingas. El gran geógrafo Ritter considera berberiscos á los Guanches, y el cónsul frances Berthelot, que es entre los modernos el que más ha- escrito sobre las Islas Canarias y sus pobladores, demuestra despues de largas explicaciones que en aquellas islas había existido indudablemente como lengua indígena el berberisco, y especialmente el dialecto Sailla"'. Desde entónces, y tal vez pOI' haber sido RiLLel' el que atribuyó á los Guanches semejantll orígen, ha pasado esta opinion á . ser la de todas las obras de Geogl'afia y de Etnología contempol'áneas; y hoy nada parece más natul'al que suponer que las Canarias han tenido los mismos pobladores que el continente inmediato. - NosOtl'OS, sin embargo, no podemos participar de esta creencia, y cuanto más examinamos la historia y las vicisitudes de ese pueblo singular y lo que hemos llegado á conocer de sus condiciones domésticas, religiosas y civiles, . t: mto más nos confil'mamos en el convencimiento de que ha existido una relacioo ínti1l! a entre los Guanches y los Germanos. Pero ¿ cómo lleg3l'on estos últimos á las Islas Canarias? ¿ Naufragaría tal vez en aquellas costas al- 1.4 guna expedicion de aventureros? Pero siendo asl, ¿ cómo es que no construyeron embarcaciones nuevas ó no diel'on nunca noticia de su suerte á su pals natal? Pudiera pensal'se tambien que hubiesen ido allí algunos Vándalos desde Afl'ica, ó algunos Visigodos desde España, y ciertamente que no hay bajo el punto de vista de la Geogl'al'fa razones que se opongan á esta conjetura. Los Visigodos tenían el camino abiel'to, pues se concibe fácilmente que parte de ellos, una vez apoderados los Al'abes de España, saliesen á la mar en busca de una nueva tierra en donde establecerse. Los Visigodos eran además gente marinera y tuyiero'~ una escuadra que habla dado harto que hacel; á los Arabes; pero seguramente que en su fuga no hicieron l'umbo al Oeste en direccion de un vasto mal' inexplorado, pOI'que alli debia encontral'se ese Mar de las Tinieblas., el cual, segun la conocida descripcion de Séneca, tenía principio en donde cesaba ! a naturaleza terrestre, extendiéndose á lo léjos, como un pantano contenido y sombl'io, cubierto de perpétuas nubes, al través de las cuales apénas penetraban en quebrados rayos el resplandor del sol ó la luz de las estrellas. Los navegantes preferirían seguír al abrigo de la costa de Africa, cuya parte más al Norle era, sin duda, conocida de los Visigodos, y con vientos algurr tanlo propicios podían en una semana, ó acaso en ménos tiempo, bajal' hasta des- 1.5 cubrir las Canarias. Pero la costa por la parte del continente no es del todo seductora, pues áun con mar tranquilo son allí terl'ibles las rompientes, yen tal alternativa, las Islas Canarias, que están resguardadas de las olas del Océano, debían. parecerles á los fugitivos el refugio apetecido. Mayores dificultades habrían tenido los Vándalos. Cuando esta tl'ibu germana desembarcó en el estrecho de Gibraltar y atravesó el Norte de Africa hasta establecer en Cartago el punto céntrico de su imperio, les era perfectamente conocido el NOl'oeste de Africa, que en gran P! lrte sometiel'on á su poder. Una vez vencidos por Belisario, huyeron los Vándalos á las montañas, y como hallasen tan inhospitalarias las alturas del Atlas, se vinieron por un lado entre las montañas y el mal:, y por el Otl'O entl'e la cadena del Atlas y el desierto. La montaña se eleva de 7.000 á 9.000 piés sobre un terreno excesivamente accidentado; siguen la direccion SUI' hasta el cabo G~ r y desde all! descienden hácia el cabo Mur, enfrente del cual se encuentran las Canarias. ~ ero los Vándalos habían sostenido largas y rud~ s contiendas contl'a lo~ Berberiscos, y ya puede suponerse que estos últimos, gente poco sufrida de suyo, perseguil'ian sin tl'egua á los vencidos expulsándolos incesantemente del territorio, y cuando los dejaban por algun tiempo tranquilos, el avance de los impetuosos Arabes, que ponía en movimiento 16 todo el Noroeste de Africa, hacía sumamente penosa su permanencia. Encamináronse entórices al Sur del Atlas; pero la elevacion y asper~ za de aquellas montañas les impidieron subir y establecerse en su cumbre, y como en las faldas de la misma hay por todas partes terrenos cultivables en que poder vivir, dit'igiéronse á la parte del Sur y llegaron á las inmediaciones del rio Draa, cuyo valle conduce directamente frente de las Islas. Ya aquí, el desierto les cerraba el camino hácia el Mediodía; pero si eran a" rrojados á la falda Norte de las montañas, la cad~ na dl: 11 Atlas los conducía á lo largo del mar hasta donde podían encontrar, sin di. ficultad, tierras de cultivo, Ó pOl' lo ménos grandes praderas para pastos, que llegaban á los mismos campos que hacen frente á Canarias, en donde se extiende ante la vista como un mal'. inmensul'able y desconsolador de arenas y de rocas del desierto, desde el cual volvían los exploradores que mandaban delante, diciendo que no había que pensar en continuar más allá. Desde allí, precisamente los que se alejaban un poco de la costa, podían ver brillar, cuando el ' Cielo estaba despejado, el pico ele Tenerife cubierto de nieve y descollando como un gigante sobre la superficie del mar. Bien fuesen obligados por la necesidad, ó bien impulsados por ese espíritu irresistible ele aventuras que dominaba á aquella gente vagabunda, pusiéronse al punto á construir barcas 17 en que pasar al Otl'O lado, para lo cual no les faltaba madera en los alrededores, y aguardando viento favorable, no . era dificil realizar la travesía. La distancia no es más que de diez y ocho horas, y los pesca:: lores del puertecillo de Tuneje, en Fuerte- . ventura, tienen un cantar que dice: De Tuineje á Berbei'ía Se va y se viene en un dia. Geográficamente hablando, es indudable que existe la posIbilidad de una expedicion de Germanos desde Cal'tago Ó desde alguno de los puertos de España á las Islas Canarias; pero ¿ hicieron efectivamente los Germanos esa expedicion? La historia guarda profundo silencio acerca do este punto; as! que debemos acudir á otras fuentes en busca de las pruebas. ' 2 r IlI. • Ped¡' o de ~ l: edina, navegante y erudito espaiiol del siglo XVI, refiere que encontl'ó en una edicion de Ptolomeo, dedicada al Papa Urbano, una indicadon de la Isla Antilia con la nota siguiente: « Esta isla Antilia fué descubiarta por los Portugueses, pero cuando se la busca no se da con ella ( 1). Encontráronse allí gentes que hablablan en lengua española y que debieron refugiarse en la isla en tiempos del I'C~ D. Rodrigo, que rué el último que reinó en España en la época de los Godos, huyendo probablemente de los que anteriormente habían invadido la Península. Hay allí un arzobispo con otros seis obispos, y cadn uno tiene su ciudnd pl'opia, por lo que la han llamado algunos lsla de las Siete Ciudades. El pueblo vive muy cristianamente, y disfmta en abundancia de todos lo frutos de la tiena." Mas como el ( 1) Refiérese á la Isla misteriosa de San Borondon (, San Brandon. . ' 20 papa Urbano VI ( pues no puede rererirse á otro) murió en 1389, parece' que ya anteriormente debió habel'se hecho mencion de la Isla de las Siete Ciudades, si bien es posible tambien que esta indicacion se anotase más tarde en ese ejemplar de Ptolomeo, pues segun la inscripcion que existe en el ~ IapamUlldi Oe Nurembcrg, de l\ lartin Behaim, « la ' sla Atilin, ll¡, mada de las Siete Ciudades, en el año 734, despues de conquistada España por los infieles, rué lloblada por el arzobispo de Porto, otros seis obispos, y v3rios cl'istianos de ambos sexos que' llegaron'embarcados'húyendo de España, llevando co'nsigo sus ajuares'y ganados,,, En efecto, y. a en el año de 1424, figura Antilia en 13. carta geográfica más antigl, la. que se conoce, y se halla en la Bibliotec:;! militar de Weimar, En las cartas posteriol'es desaparece la Isla, como entre el vapor y' la niebla unas veces al Norte, otl'as al Oeste, Conlábase, sin embargo, como caga positiva, que los sIete Pl'elados, al tamal' tierra, quem: l. ron los bajeles y aparejos para no regresar nunca, y que los habitantes de las Islas, habiendo llegado allí un barco portugués cargado de gente fJxpulsada de Portugal en tiempo del infante D, Enrique, se ' apoderaron de ella, conduciéndola á la iglesia" á fin de cercioral'se . de quc eran buenos católicos. Pero conio de estas siete ciudades Cristianas no vuelve á hacel'se mencian en .. ninguna parte, resulta que de la Isla. legendaria de 21 Antilia, sólo queda el hecho de que en la Península pirenáica existe la antigua tradicion de que los Visigodos huyeron guiados pOI' sus obispos, embarcimdose y refugiandose en una tierra lejana. Con alguna más claridad se deja entrevel', en medio de lo nebuloso de ' los tiempos de la tradicion, la hipótesis de una expedicion de Vándalos. Desde luego salta á la vista que es imposible que todo el pueblo vándalo fuese expulsado de África, pues se hubiel'an acumulado espontáneamente en la costa, y allí habría sido necesario tener dispueslos innumerables barcos para recoger aquella gran masa de gentes, la que no podía ménos de ser considerable, porque cuando los Vándalos fuel'on á África, se calculaba el número de sus combatientes en 80.000, ~' en su pel'manencia, que duró cerca de cien años, necesariamente hubo de aumentarse. Procopio, que no hace ascender ~ l número de, Vándalos y Alanos á BU llegada á. más de 50.000 hombres, añade: " Con el tiempo aumentá¡' onse de un modo extraordinario, parte entre' ellos mismos, parte porque se les agl'egaron Otl'OS pueblos.)) Los Vándalos habitaban en Africa un país fértil que les pl'oporcionaba todo en abundancia, de suerte que no se veían precisados á luchal' contra el hambre y la miseria; pero sin em- . bargo, su estancia no puede ' considerarse como un establecimiento definitivo y formal. Su dominacion se extendla á una gran parte ~ el Noroeste, dirigién- 22 clase tan pronto á un punto como á otro, segun les placía máf? Ó ménos la estancía en él. . Ahora bien, ¿ de dónde habría podido sacar Belisario gente suficiente para atravesar toda aquella parte de Africa, dominarla y dejarla limpia de Vándalos? No se concibe, por lo tanto, que el caudillo bizantino, ni los moros indígenas pudieran del'rotados tan completamente que se hubieran visto . obligados á abandonar el país y emigl'ar en absoluto, sin dejal' á ninguno de sus individuos. Con esta opinjon coincide un dato histórico importante. Ha llegado hasta nosotl'OS una Cosmografía que se dió á luz' cien años despues de la caida del lmperio de los Vándalos, en cuya época debía habel' ya alguna noticia acel'ca del fin que tuviera aquella' célebre raza, que POI' tanto tiempo había llenado de tel'l'Or el mundo civilizado, El autol' de esta Cosmografía, de cuyo nombre y personalidad nada sabemos, pero qUIil se le conoce por el Geógl'aro de Rávena, dice entl'e otras COi, laS: « Enfrente de la l\ laurilania Tingitana, á orillas del Gran lIlar, se encuentra la lIlauritania Gaditana, que en lengua berbel'isca llaman Ab?' ida; ll y añade: " in qua gaditana patda gens Vandalorum á Belisario devicta in Africam fugit et nunquam compan, it.. Esta tierra gaditana inmediata al estl'echo debe sel' • la Septemgaditana, » Indudablemente en la l'iIauritania Gaditana se com- 23 . prende aquí el territorio que está al Sur y algo al Oeste del Estrechp de Gibraltar, y que se extiende á lo largo del Atlántico. En esta parte de Marruecos fué en donde los restos del pueblo vándalo se ' lieja¡' on ver por última vez, penetrando despues, en su fuga, en el interio¡' de Africa, sin que jamás se haya vuelto á oiL' hablar de eHos. A esta declaracion tan terminante de un geógl'afo que se ha fIjado particularmente 9n el punto de residencia de los' pueblos, ¿ puede contestarse con las noticias que nos proporcionan los historiadores? Desgraciadamente sobre la caida del Imperio de los Vándalos sólo tene( Ilos dos escritores á quienes referirnos, si bh~ n son testigos oculares. El uno, sin embargo,. es un cronista de escasa competllncia, Victor, obispo de Tenno, quien, como todos los de su época, sólo daban importancia á las luchas y disidencias. religiosas, citando ' someramente todo lo demas. En cuanto al segundo historiador, el cortesa~ o Procopio, interesábale más descl'ibir hl) chos novelescos, y en especial cuadros terroríficos, que seguir las peregrinaciones de un pueblo caido y dispuesto á desaparecer. Pel'o ni el uno ni el otro dicen nada que altere en lo más mínimo la relacion del anónimo de Rávena, ántes bien, algo pudie¡' a • leerse entre renglones que vendría á confirmarla. - Cuenta el obispo cómo fueron disminuyendo- los Hunos, cómo maltrató el rey Genserico al pueblo, 24 católico, y cuán sangtientamente abusó Gelimer de los príncipes y de la nobleza de los Vándálos; pero ¡' especto á la caida del Imperio de estos se limita á decir que Belisal'Ío persiguió y del'rotó á Gelimer, conduciéndole juntamente con sus tesoros á Constantinopla. No dice Pl'ocopio en ninguna parte que todo el · pueblo vándalo y alano desapa¡' eciese ó fuese arrojado de Africa. Conforme á su relato, el ' rey de los Vándalos Gelimer, despues de un · san · griento y desgraciado encuentro en la frontera de Numidia contra Belisal'io, fué de nuevo atacado por éste, viéndose obligados los Vándalos á emprende¡' precipitadamente la fuga. De Afl'ica, sin embargo, no fueron expulsados con Gelimer más que aquellos que con, él cayel'on prisioneros ó cogidos en el asilo de las iglesias, ó tal vez en el mismo campo de b. atalla. Nada hay, pues, ni en la naturaleza de las cosas ni en los datos históricos, que esté en contradiccion con las noticias del anónimo de Rávena. Las fuerzas ue los Vándalos vencidas por Belisario buscaron un refugio en : lIlarruecos, asegurando algunos que los. fugitivos indicaron aqucllas cercanías como punto de reunion, despues de la derrota. En un pasaje de la apología del emperador l\ layorano, escrita por el obispo Sidonio Apolina¡' io, vemos que el rey ván. dalo Genserico dominó tambien á los Autocolos que habitaban la Mauritania Tingitana, es decir, rtla¡' rue- 20 coso O. tros datos hall:;. mos en Procopio, segun los cuales esa montaña Auretz hácia donde había huido Gelimer se encuentra á trece dias de marcha de Cartago, hácia el Oeste, y sus alrededOl'es en la misma direccion pertenecJan á los l\ Ioros que habían despojado · de ella á los Vándalos. Todavía más arriba de esta montaña vivian otros pueblos moros de que era jefe Orthaías. « A este hombre, dice Procopio, le he oido yo contar que más al'L'iba del país en que él dominaba, no vivía nadie, ex. tendiéndose hasta muy léjos terrenos completamente desiertos, al otro lado de los cuales habitaban gentes que no tenfan la piel oscura como los lIfol'? s, sino muy blanca y el cabello rubio. » IV, Tales son las últimas noticias que nos p1' OpOrC10nan los historiadores acerca de los Vándalos, y con ellas eleja ele apa¡' ece¡' este pueblo en el terreno ele la historia; faltan compietamente datos ulteriores acerca del lugar de su residoncia, y sólo existen hechos aislados que an'ojan alguna luz, si bien hJUY . ténue, sobl'e las pereg¡' inaciones de esta misteriosa ¡' aza. El moro Alhassan, llamado Lean Africano, en la Uescripcion de AfL'ica que escl'Íbió en el primer tercio del siglo XVI, dice de los Godos de Cartago: « A la caida del Impel'io, todos los Romanos que pudieron sel' habidos en Arríca fueron cxpulsados por los Godos, y cuando más tarde conquistaron los' Mahometanos á Trípoli en Berbería y á Capis, los habitantes de estas dos ciudades mal'charon á Cartago, adonde se habían tambien retirado los Romanos y 28 Godos más importantes, que osaban ¡' esistir á Jos sectarios de Mahoma; pero, despues de varios descalabI'os, retiráronse los Romanos á Bona y los Godos abandonaron á Cartago, que fué entregada al saqueo de los Mahometanos, quedando por mucho tiempo despoblada. » ~ lás adelante refiere Leon Afl'icano, á sU: manera, la conocida historia del Conde D. Julian, cuyas noticias relativas á los años de 67~ y 711 dice él mismo haberlas tomado de historiadOI'es árabes. Pero cualesquiel'a que sean los erró- • res en que incurre al dar cuenta de este particular, despréndese de la narraCion que, lo mismo en las cercanías de Cartago ( Tánger) que en las inq¡ ediaciones de Septa ( Ceuta), si bien Belisario se apresuró á mandar guarniciones suficientes para ambas ciudaaes, habían quedado Gel'manos en buen número, que permanecieron allí hast:,¡ la llegada de los Árabes', Tambien se sabe que el país' de Ceuta y de Tanger estuvo en poder de los Reyes Visigodos; pero los escI'itores coetáneos no hablan, sin embargo, en aquella época, sino mucho más tarde, y esto de una manera dudosa, de la conquista de las dos c! udades, Es pO$ ible que quedasen viviendo allí algunos Vándalos, que se sometel'ían, pOI' último, á la autoridad de los reyes procedentes de la ¡' aza goda. Es tambien muy notable lo que nos dice un ilustrado viajer. o moderno, Gerardo Rohlfs, que ha re- 29 corrido el Imperio marroquí con una. minuciosidad extraol'dinaria. « Al Sur de Ceuta, dice, en el país de EI- Gharbie, entre Ain Filfil y Hessan, como á una corta jornada al Oeste de este último punto, se hallan tumbas germánicas. Hay aquí, prosigue, un sinnúmero de • pequeños sepulcros circulares que seguramente han sido levantados POI' la mano del hombre, y que p~ esentan el mismo aspecto que los antiquísimos que se ven en los bosques de Lunemburgo. Estas tumbas, que existen desde hace siglos, no es probable que hayan sido construidas en tan crecido número pOI' un pueblo errante, sino más bien por una raza que ha habitado largo espacio de tiempo' estas cercanías. » El mismo viajero aleman, dirigiéndose al Sur de Mogadol' y visitando aquellos pueblos y aldeas mi · · serables, encuentra en las costumbres, en la manera de vivÍl', én la distl'iblicion d. e las casas y hasta en los utensilios más indispensables, vestigios elocuentes de una civilizacion relativa, comparada con la de los habitantes del Norte del ALias y del interior del Imperio de Marruecos propiamente dicho, la cual revela la existencia de una raza que ha debido habitar aquellos parajes en época remota y durante un espacio de tiempo más ó ménos largo, Pe¡' o ocurre desde luégo pregunta¡': ¿ á qué Ilueblo deben atribuirse estas huellas de cultura? 30 No hay para qué hablar de Arabes ni de Berberiscos, que nunca construyeron fortificaciones ni pueblos, y que pOI' el contrario siempre fueron refractarios á la vida doméstica. En Alemania y en la Europa romana se encuentran de cuando. en cuando algunas aldeas p¡\ l'ecidas á las que describe · M¡'. Rholfs. Alos Españoles, Portugueses, Italianos ó Franceses no podemos referirnos, pues habitaban un territm'io que distaba más de do. sjornadas y que formaba un pequeño reino; y si los Romanos hubie¡' an poseido uno . semejante en , uf, jca, se tendría alguna noticia de ello en Emopa. Así, pues, debemos • creer que esta tierra poblada pertenecía á un pueblo germano, el cual desde la Edad lIledia pasó á la costa del Atlántico, ya por mar, ya por tíen'a, esta. bleciéndose alli en donde crecían fl'ondosos bosques de argan. Sin duda no poella ser un pueblo poderoso el que á tal punto limitaba su residencia, y por io mismo hay motivos para suponer que fuesen restos de Vándalos ó de Visigodos que habían ¡' oto todo génm'o de vinculas con sus primitivas razas afines, y que más tarde pasarían á establecerse desde allí alas Islas Canarias que se hal1an enfl: ente. El padre franciscano Abreu Galindo, que ya en 1632 comenzó á ocupal'se en el orígen y antigüedad de los Guanches, refiere fo siguiente: « Entl'e los Ji-, bros que posee la lliblioteca de la catedral de Santa Ana, de Canarias, existía uno tan malLl'atado, que 31 le faltaban hojas al prinClplO y al fin. Trataba de los Romanos, y contaba que si~ ndo África provincia d~ pendiente de Roma, sucedió que los Moros que la poblaban hubie¡' on de sublevarse, dando muerte al p¡' esidente y á los g~ bernadores de la misma, por lo que resolvió el Senado imponel' 1es un castigo ejemplar; . Y á este propósito mandó un numeroso ejército que ocupase la provincia y la redujese á la obediencia. Los jefes de la rebelion fueron ejecutados, y. condenados los demas, juntamente con sus mujeres é hijos, á que, despues de cortar- o les la lengua, se les pusiese en un barco con un poco de trigo y algunas reses y fuesen conducidos ' á las islas ~ anarias, Esta relacion que se. encon-traba en un antiguo mañuscl'ito en la primera mi-o tad del siglo XVII en Canarias, mereceda poco crédito si el inglés Tomás Nicols, que, á los principios del XVI vivió ~ iete años en aquellas islas y escribió una histol'ia de aquel Archipiélago, no hubiese ~' a declarado por entónces « que los mejol'es datos que había podido adquirit' acerca de la procedencia de aquellos naturales, eran que fueron desterrados de África, expulsados por los Romanos, que les habían cOI'tado la lengua en castigo de haber vilipendiado á sus Dioses. » De esta tradicion confusa resultan cuatro puntos históricos: Primero, que los antecesores de los Guanches habitaron la l\ lauritania romana, así como 32 la costa afl'icana del ~ Iediterl'áneo. Segundo, qué despojal'on á los Romanos ( y pOI' Romanos se entendía tambien en el siglo XVI á los Bizantinos) de l~ dominacion del país. Tercel'o, ' que fuúon al fin sojuzgados y expulsados. Cuarto, que la exasperacion de los Romanos tuvo por causa especial los ultrajes que se inferían á su religion. Esto último trae desde luego á la memol'ia el odio que existía entre los Al'rianas, como lo eran los Vándalos, y los Católicos. la presuncion ' de que aquel pueblo hubiera vivido ya en una civilizacion relativa en las islas, por más que se encontrase en un completo olvido y en la mayor decadencia, se l'evela tambien en la tl'Íste relacian que los ancianos de Canal'ias hicieron á los conquistadores españoles: « Nuestl'os antepasados nos ban dicho que Dios nos ba puesto en estas islas y nos ha abandonado; pel'o de Oriente vendrá la luz que nos iluminará.)), Notables son los restos y los recuerdos de costumbres cl'istianas y prácticas religiosas que se han conservado entre los Guanches, y de ellos nos habremos de ocupar más adelante. . Las primeras noticias acerca de los Guanches las enconLl'umos en la primera mitad del' siglo XU. Abu- Abdallah-" t. Iohamed- el- Hammudita, más comunmente llamado Ben- Edrisio, concluyó en 11M en la corte de Roger de Sic, ilia su célebre obra de gao- 33 grafía, y en ella dice: « De Lisboa partieron los » ' aventureros, cuya expedicion tenia por objeto ver » 10 que encerraba el Océano y cuáles eran sus l1mj · » tes. Ocho hombres emparentados entl'e sí, babien) ldo fabl'jcado un navío mercaJ'! te Yproveidole de » aguada y comestibles pal'a algunos meses, empren » dieron su viaje, luego que Jos vientos de Levante , » comenzaron á soplar, y al cabo de once días de ) lnayegacion con tiempo próspero, corrieron hasta ) lun mar cuyas aguas estaban como espesas y ex » balaban no sé qué olor desagl'adable. En él sólo se ) lVisluml) raban, á beneficio de la luz del dia, que pa » recla muy quebl'ada, algunas rocas. Espantados, » además de esto, con, un sacudimiento repcntino » de la nave. mudaron de- rumbo y navegaron doce ) ldias al SUl', hasta'descubrir una isla llena de ca) llJras que en ¡ jurnel'osas manadas vagaban sin pas)) tOI' ni person~ alguna que las custodiasc. Al des-; )) embarcal' en la isla encontl'al'on una hermosa )) fuente de agua viva que corría á la sombl'a de una » higuera silvestre; y habiendo cogido algunas ca » bras, ha\ lal'on sus carnes tan amargas, que nQ> ) lsiendo posible comerlas, sólo se aprevecharon de)) las pieles.)) « Despues de haberse vuelto á embarcar y nave) lgado otros doco dias, siempre al Sur, divisaron á » corta distancia otra isla, que parecía cultivada y » adornada de habiLaciones; costeáronJa, y qu~ rien- \ 3 i'" H ), do seguir su viaje á fin de hacer nuevos descubri" mientas, se- vieron repentinamente rodeados de » barcas, y hechos p¡' isione¡' os, fuel'on conducidos » con su navío á un puebl? situado en la costa del ) l1nar, á donde acudieron unos hombres rojos, de » pelo largo, de elevad~ estatura y ligeramente veslltidos, Las mujeres eran de extremada hermosura. » Tuvíél'Onlos ¡' eclusos tres días dentro de una casa, » Y al cuarto vino á ellos un isleño, que despues. de » algunos cumplimientos les preguntó en lengua " arábiga cuál era su condicion, de qué país venían )' y qué buscaban, Luego que le refi¡' ieron sus aven » tUl'as, les declaró que ' él era el intérprete del Rey. " Al día siguiente fueron pl'esentaclos á este Monar" ca, quien haciéndoles las mismas preguntas satis" racieron con las mismas respuestas; esto es, que ), eran unos aventureros, que hablan éOl'l'ído por el » mar con el designio de descubri¡' toclo lo notable " y maravilloso que hubiese en él hasta encontrarle » término, .. " Cuando el Rey oyó deci¡' esto á los. Moros, se " echó á [' eit' y dijo al intérp¡' ete: Reflé' 1' eles á estos " ea; t?' any'e?' os cómo mi pad?' e dió ó?' de? t para, que al » gunos vasallos suyos saliese?! al mar, quienes na » ) vega?' on una L~~ na enter'a, hasta que, jaltánáoles la " luz del dia, conocieron que la emp?' esa era inútil. " Entre tanto, el Rey mandó á su intérprete que » obsequiase á aquella gente en su nombr. e y les ad- 30 " virliese confiasen en su generosidad. Poco des · " pues fueron restituidos á su prision, donde perma" neciel'on hasta tanto que, levantándose viento del " Oesle, los embarca¡' on en una barca con los ojos " vendados, y despues de tl'es días de navegacion ), llegaron al continente, ' en cuy · as playas los desem" bal'caron abandonándolos con las manos ligadas á " la espalda. En esta situacion espel'al'on la luz de 1 " dia sufriendo en lodo este tiempo las mayores mo" Iestias, pues las ligaduras, 0pl'imiéndoles doloro" samente, les impedían todo movimiento. Por úlli" mo, percibiendo á lo léjos el rumOl' de voces » humanas, clamaron todos pidiendo socorro. Acel' " cál'onse algunas personas, que viéndolos en tan » misel'able fortuna les ~ regunta¡' on la causa y de » qué país venían, á lo que respondieron que ellos no " podían decit' más sino que había dos meses que » viajaban. Eran Berberiscos,. y habiéndoles pre" guntado uno de ellos: ¿ Sabeis la distancia que os " separa de vuestra lierl'ra? Ycomo le respondieron » que no, replicóles diciendo: " Pues sabed que del . " punto en que os hallais ahol'a y vllest~ o país hay .,. una distancia de dos meses de camino." Enlónces » el jefe de los aventureros prorumpi6 en esla ex. » clamacion: va asan, como quien dice: ¡ Ah! / cltán), lo ' 4et1l0S lJadecidol Y desde ent6nces se llamó » aquel pueelo Asali, el cual es una l'uda en la costa ,) occidental de Afl'iea. » 36 Esta singularlsima expedicion debió verificarse ántes del año de 1147, pues en dicho año fueron expulsados los 1I10[' OS de Lisboa. Se ha puesto en duda la exactitud de esto relato, y M. Peschel cree « que se necesita muy buena voluntad para consideral' tales datos como testimonio de una exploracion del Al'chipiélago Atlántico.)) ¿ Pero de dónde adquirió Edl'isio esas nOticias? Indudablemente él las dió acogida en su obl'a, no como un hombre crédulo que s~ presta ligeramente á trascribir una relacion más ó ménos curiosa sin examinada ántes y esclarecel' sus pOl'menores. Nosotl'oS debemos apl'eciarla en sí misr, na y no por el prisma con que probablemente miraba Edrisiolas cosas en aquellos tiempos. Yla verdad es que la rel~ cion en sí no tiene el sello de una invencion pUl'amente poética, pues hasta sus menores detalles revelan lil mayor ingenuidad. Si se echa una mirada sobre el mapa y se tiene pl'~ sente la inseguridad de la navegaeíon en aquella época, se explica la expedieion satisfactoriamente. En once días navegan los aventureros con vientos de Levante hasta las Azol'es; alli encuentran una mal' gL'uesa y de mal olor, probablemente por llevar despojos de alguna erupcion volcánica Ó grandes masas de algas marinas. Viran de'bordo y navégan todavia durante doce dias al Sur hasta llegar á la isla de la Madera, que por entónces estaba en efecto despoblada, y bailan en ella 37 lo único que verdaderamente no confil'man los navegantes que la visitaron con postet'ioridad, una multitud de cabras, cuya came desagradable al pa · ladal' podl'ia explicarse por alimentarse de yerbas amargas, pues esto mismo acontece en las Islas Canarias. Todavían andan otros doce dias hasta que llegan á Lanzarote ó á Fuerteventura, desde donde podían muy bien los que conocían el país conducirlos en ménos de tres á Asan en tierra firme. Pero lo principal es, que quanto refiocen los aventureros árabes acet'ca de l: l. s Islas Canarias, de la estatura, dol colol', del pelo y de la piel de sus habitantes, así como de sus casas y del tl'ato benévolo que les dispensal'on, poniéndolos pOl' último en las inmediaciones de una ciudad en donde se encontl'aron á la mañana siguiente, todo ello coincide @ xactamente oon las conjeturas postel'iores. Por más de 200 años vuelven á quedal' los habitantes de lqs Canaria. s como cubiertos por las nieblas del Océano, Al pI'incipio del siglo XIV parece resultal' de una noticia de Petrarca qne fueron visitadas aquellas islas por los Genoveses, yen un diario de Boccacio que se consel'va en la Biblioteca 1\ Ia · gliabechi de Florencia se encuentra una carta de comercio de un negociante florentino, el cual anl! noía que un barco genovés, despues de haber recorrido todas las islas, traía á Europa los primel'os cua. tl'O individuos de l'aza canaría con largos cabellosru- 38 bios. Desde entónces sucediéronse con fl'ecuencia las visitas al archipiélago, bien por las necesidades del comercio, bien para proporcionarse esclavos, hasta que con el año 1402 comienza propiamente la conquista. Las investigaciones tanto históricas como geogl'áficas practicadas hasta ahora, han demostrado la posibilidad de que los GermaflOs hayan ido á las islas Canarias, si bien no puede t. enerse una evidencia completa hasta despues de habel' presentado una serie de hechos que no dejen lugar á ninguna otra conclusion. Pero dada la falta de datos históricos, estas pruebas sólo es posible encontrarlas compal'ando las que tenemos de los Vándalos y Godos pOI' un lado ( ambos pueblos eran de una misma raza), con lo que sabemos, por otro, de los Guanches; y si de esta comparacion resultase una elal'a é indudable semejanza, ó siquiera parecido, entre los dos pueblos, debel'á considerarse como reali: tada la demostracion. Pal'a ello debemos elevarnos desde lo más enmero y débil que hay en la existencia de un pueblo, hasta lo más sólido y permanente. Lo que primeramente sufre modificaciones y cambios es la manera de vivir, porque el alimento habitual, el vestido, la habitacion, las ocupaciones diarias y lo que á estos fines sirve de materia y de instl'umento, depende necesari¡¡ mente del clIma del nuevo pals y de la naturaleza y productos de su suelo. En :: 19' esta parte, el pueblo que ha precedido al conquistador ó al nuevo colono es el maestro. Unicamente suelen consel'varse ciertos gustos y aficiones na- , cionales, como, por ejemplo, algunos manjares ravo¡' itas ó algo en la disposicio~ interior de las casas. Lo Riás delicado, así como lo más fugaz en · la manera de ser de los pueblos, es su lengua. La necesidad de comunicarse mútuamente hace desde luego indispensahle l · a adopcion y el recíproco cambio de lenguaje. Qué idioma sea al fin el dominante Ó cuál sea el grado de rusion ó de reconstruccion que haya de vel'ificarse, depende de la cultura, del número y de la superioridad del uno y de la debili; · dad ó de la rudeza . del Otl'O. , Por qué razon, si no, hablan danés los Norüegos, y los Islandeses, que de ellos proceden, hablan el nOl'uego antigno? ¿ POI' qué conservan los Turcos y los lIfagyares su lengua más tiempo que los Fineses, que están ligados con ellos y que viv~ n espal'cidos pOl' el imperio ruso? Más que el idioma y pOl' más tiempo, se conservan en un pueblo que se establece en tierl'a ext¡' aña las costumbres, ':[ so! Jre todo los hábitos domésticos y la nocion de lo que es justo y decoroso, así como sobreviven por largo espacio á su decadencia y á su disolucion la idea y la percepcion religiosa en medio de los preceptos y de la forma de la nueva creencia. Acontece esto especialmente en aquellas comarcas que viven más apartadas del trato y co- 40 mercio general, en las cuales es lo comun qu~ la fe en los antiguos dioses se revele por fin en las supersticiones que suelen conservar. l<: l carácter nacional se presenta tambien como una fuerza que difícilmente retl'ocede, y que, por el contl'ario, pro · cUl'a conSeI'V~ I'Se en medio de las altel'aciones más profundas. La mezcla con los Arabes en el Sllr de Italia y en el Sud- Oeste de España; la que tuvo lugar en el Sur de Ft'ancia con los CeHas y con los Germanos en el NOl'te; la vel'iflcada en Silesia y en o[ I'os tet't'itorjos de Alemania con los Eslavos, se Jeja siempre conocel' en el carácter del pueblo. POI' más quc no sea muy lisonjero pal'a la humanidad, es lo cierto, sin embargo, que la manera de vivÍt', las costumbl'es, la rcligion y el cal'ácter de un pueblo es mucho m~ nos permanente que su organizacion física, sobl'e todo la cOl'pulencia, la esLl'UctUl'a de los huesos, la fOl'ma dél cl'áneo y la expl'esion de la fisonomía. v. Antes de seguir adelante, nos consideramos en el debe!' de dedica!' aquí algunas palabl'asen defensa de los Vándalos, que tan deplOllable rl3putacion han adquirido en la historia. Debemos sentar desde luégo qua esté pueblo de origen germánico, y que en sus agresivas y violentas correrlas se apoderó de todo el Noroe~ te de Afdca, siendo por espacio de treinta años el terl'or de Roma y de Bisancio, no se llamó nunca Vándalo, sino Wandilo, y así lo nom. bran sus contemporáneos. La nueva denominacion ha sido inventada, y no cuenta · más de dos siglos de antigi.!. edad; pel'O de todos modos, al nombre de Vándalo se le ha asignado una de las reputaciones históricas más degradantes, que se ha hecho proverbial, y de la que no podrá desprenderse fácilmente, y, sin embargo, la animosidad que excita todo lo quo 11a dado en llamal'se Vandalismo es 42 todavía más reciente que la alteracion introducida en el nomb¡' e de aquel pueblo. En los siglos anteriores no se hablaba jamás de vandalismo, ni la historia cita una sola vez e, sta palabra. ¿ Qué hizo, en resumidas cuentas, el gran Genserico? Nada que no hubieran hecho ántes los Griegos éon frecuencia en las costas que visitaban, y que no hicie!' an constantemente los Romanos en lodos los países que recol'rieron, y lo mismo que ha quedado como costumbre hacer hasta nuestl'OS días. Genserico vivía sobre el país, y de él sacaba los recursos para la guerra, y alguna cosa más. Pero de ese espíritu de destl'uccion' que se atribuía á sus gentes, de aquella saña de que se les suponía animados contra las obras de arte, las pinturas, las estatuas y los edificios, no ' se encuentra la más mínima prueba en los anales de la historia. Procopio refiel'e que « Gensel'ico hizo embarcar gran cantidad de Ol'O, plata y otros objetos de la propiedad de los Empel'adores, sin apoderarse de los que eran de cobl'e 6 de otra cualquiera materia. Saqueó , tambien el templo de Júpitel' Capitalino, é hizo derl'ibar la mitad del techo, que el'a de bronce muy fino, profusamente dorado, y que desprendía una brillantez deslumbradora. Cuéntase que de los barcos de Gensel'ico sólo se perdió el que conducla las estatuas, y que con los demas enlt'aron los Vándalos en el puerto ' de Cartago. J> Estos ~ on los úni- 43 cos pasajes á que podenJOs atenernos, y de ellos claramente se deduce que los Vándalos, despues de vaga¡' en el mayor sosiego durante quince días por la ciudad de Roma en busca principalmcnte de bronces, sólo se apoderaron dé lo que era propiedad de íos Emperadores. Tácito y Plinio contal'on ya á los Vándalos ent¡' e los pueblos más antiguos de los Germanos, y de ellos dice Procopio: " Son muchos los pueblos godos. Los más considerables y célebres son los Godos, Vandilos, Visigodos y Gépides. Distinguense entre si por sus nombl'es, pero no se diferencian en nada, pues todos son blancos, de cabeilo rubio, de eleyada estatura y. bue~ pal'eCel" y tienen unás mismas leyes y pl'ofesan la misma religion, el arrianismo; poseen un idioma propio llamado lengua goda, y me parece que fueron primitivamente un solo pueblo, y que más larde se di fe¡' en · cial'on por los nombres de sus jefes y caudillos, » Los Vándalos perlenecen á la raza goda, una de las más nobles, inteligentes y heróicas entl'e los pueblos alemanes y qúe más se señala en la historia por sus favórables disposiciones hácia el Cristianismo y hácia la civilizacion, al mismo tiempo que por su am. or á la gloria y á la posesion de vastos territorios. Con Impetu irl'esistible avanzaron como conquistadoi'es, se diseminaron sobre numel'Osas comarcas, y ca · yendo de repente en una especie de afeminacion, no 44 pudieron consm'var mucho tiempo sus extensas con- . quistas. Entre todos los Godos eran los Vándalos los que más se distinguían por la dulzura de carácter. Procopio, que permaneció algunos años entre ellos, no cesa de elogiar la dulce condicion de sus muj el'es, así como sus dotes fisic as; son, dice, de una belleza tal, como no la hab fa visto ningun hombre. De todos los pueblos cor. ocidos, prosigue el mismo autor, el Vándalo es el más inclinado á la molicie, así como el Mol'o es el más aguerrido. Los primeros, desde que ' se apoderal'On de la Libia, pasaban todo el dia en el baño y en. la mesa, que cubrían opipal'amentc de los manjares más delicados y costosos, y con todo lo que la tierl'a y el mal' podía proporcionades. La maYal' parte de ellos usaban adamas de ' 01' 0 y se vestían con tl'ajes de seda, y pasaban el tiempo en el teatro Yenlas cm'l'eras dé caballos Yen otros espectáculos, pero muy especialmente en la caza de fieras. Tenían bailarinas, actores Ycuan Las distracciones considera el hombre como un placer. lIluchos habitaban en magníficos jardines, en donde había fuentes abundantes Y árboles fl'ondosos, y se entregaban Si! l fl'eno á la sensualidad y al deleite. No es, pOl' consiguiente, marávilla que este pueblo sucumbiese vel'gonzosamente ante la inteligencia y la táctica militar de Relisarío. 41> Las fuentes de donue sacamos nuestras noticias' sobre los Guanches no dejan de sel' abundantes, y áun cuando no son siempre tan completas como seria de dese- ª l', tienen, sinemb31' go, la circunstan · cia de que, fuera de algunas cosas puramente :: Iecesoria~, concuerdan perfectamente entre sI. Ademús de la relacion do Ben · Edrisio en el siglo XII, tenemos otra más completa de viajes mar. jtimos de la mitad del XIV. Sigue ellibl'o de los dos Capellanes de Betancourt, en que descl'iben la conquista de la parte oriental de las islas. Comienzan en principios del siglo XV, y unos 50 años más tarde dan cuenta de viajes postedores sobre las islas restantes. Las notiCIas que los conquistadores'españoles enviaron á su país las l! tilizaron los escritores de la Península, en particular Bernaldez y Azara. Al terminar el siglo XVI, apareció un libl'o del P. Fray Alonso de Espinosa, religioso dominico, sobre - la historia de lln célebre lugar adonde acudían innumerables peregrinos, y que al mismo tiempo conLenla muchas noticias sobre . la organizacion de los Guanches. Estas antigüedades excilal'on pOI' ent6noes gl'ande intm'es, y los poetas Viana y Bal'tolomé Cairasco de Figueroa las trataron en elegantes versos, en que celebraban el pOI'venir de sus amadas islas, amenizando el asunto con referencias á · la lengua Guanehe. Miéntras todas' las obl'as ci · tadas se h, an dado ú la estampa, la obra' principal, 46 la del franciscano Fray luan Abreu de Galindo per- . manece todavía manuscrita, y hasta el año 70 del 5iglo pas¡ ldo no dió una t¡' aduccion de ella en inglés el escocés Jorge C, las. Despue¡; del P, Abreu siguió una serie de Cl'onistas Canarios y de anticuarios, cuyos trabajos, inéditos los llnos é impre' sos otros, existen en las bibliotecas de" España, De los manuscritos puede sacarse mucho todavía que confirme y complete los datos que poseemos relativamente á los Guanches, La serie de historiadol'es de las islas quedó cerrada un s¡" glo há por el canónigo D. José Viera y Clavija con su obra en cuat¡'? volúmenes, titutada Cosas memo?' ables de la Historia general de las Islas Canarias. Este distinguido escrito¡' aprovechó tambien muchas noticias manuscritas, y los pasajes de su lib¡' o en que esto sucede merecen considel'acion especial. Por lo demas, por muy bello que sea su estilo y muy loable su m'dor palriótico, acontécele lo que á todos los que han escl'ito sobre las antiguas Canarias. Este pueblo era en tiempos anteriores un curiosísimo enigma acerca del cual se formaba cada uno SLl opinion pal, ticular; de suerte que al escl'ibir sobre este asunto lo haclan dominados de antemano por cierLas preocupaciones especiales. Teníanlo~ los unos por Americanos salvajes;. creíanlos otros Patriarcas y Pastores, ó una especie de Bel'beriscos ennoblecidos; y con arreglo á estas ideas preconcebidas 47 se daba el colorido conveniente al estilo y se amoldaban á él las expresiones que tomaban de la lengua Guanche. . Esto mismo se nota todavla . claramente en escritores modernos, como el f[' ances Bel' · thelot y los alemanes Minutoli y Volle. El P. Abreu y Galindo és una excepciono Fuera de las noticias de los primeros navegantes y las de los eclesiásticos f!' anceses Fl'ay Ped!' o Bontier y Juan Le Verrier, es el religioso franciscano, que vivió en la Isla de la Palma, la fuente más abun · dante, y más · pura para las antigüedades del pueblo Guanche. Su estilo es llano, reposado, revelando siempl'e sinceridad y agudeza de ingenio al mismo tjempo. En cuesLiones hisL6¡' icas era Abreu un espÍl'¡ tu p!' áctico, y debemos reconoée!' en él, como en otros histol'indores españoles, una sólida y va[' jada crudicion, y en Lada su ol) 1' a se echa de ver la circunspeccion con que examina, compara y juzga, ántes de · resolver con su clarlsimo discernimiento. Además de los libros y mannscl'ilos que estudiaba cuidadosamente, daba mucha importancia á la palabl'a de los anciallos y á los cantos po- . pulares de los Guanches. A los primeros los in ter[' ogaba yoía con aLencion lo que conservaban en la mem0ria respecto á la hisLoria, á la vida y á los actos de sus antepasados. ¿ No eran esLos excelentes t~ stimonios? Recol'demos que Jo más iotel'e. sante de la conquista de las Islas se vel'ificó :}\ .- 48 principio del siglo de la Reforma; vivía, pues, la jl1~ vcntud que por entónces resistió á los españoles hasta mediados del siglo y áun algun tiempo más. tarde, pues en la pura y suave atmósfera de aquel país se vive muchos años. Naturalmente instruían á sus hijos y nieLas en las costumbres, en las. ideas y en las instituciones de su pueblo, y á estos hijos y á estos nietos era á los que interrogaba el P. Abret¡. en el primel' tercio del siguiente siglo. Tampoco puede ponerse en duda que estas mismas gentes pudieran haber tomado parte en las fiestas populares y en las luchas é intervenido de algun mod0 en la práctica del antiguo derecho y en los · tribunales de justicia. Habían adoptado ya la Religion cristiana, las costumbres y algunas leyes de España; por lo demas, nunca se trató de que hubie- · l'an de renunciar á otl'OS hábitos é instituciones na · cionales, l\ Iuchas de estas fueron desapareciendo. por el inilujo de las ideas cristianas, de la civiliza · cion yde la dominacion española, pero por lo ménos quedaba vivo todavía el recue¡' do de la antigua pa- · tria. Las poblaciones rurales de Tenerife, la Gomera, la Palma y Canaria con · servan aún en el traje,.• en la manera de vivir, en sus supersticiones y en la educacion de la infancia muchas reminiscencias de sus predecesores. Ab¡' eu y Galiudo únicamente contradice á los testigos oculares en aquellos detalles en que evidentemente cometen error, y en- 49 todo lo demas da á sus noticias la conveniente explanacion y claridad, y esto limitándose siempre á lo necesario y guardando silencio en aquello de que no tiene conocimiento bastante. Le ha sido Jl'! uy útil la riqueza de cantos populares que todavia conservaban los Guancb: es, pues advirtió muy pronto el núcleo histórico que contentan;, así que no pocas de sus más bellas y más interesantes relaciones, no son otra cosa sino repl'oducciones de antiguos cantos y leyendas populares. Sabido es que 10s Germanos no habitaban CIudades ni poblaciones, ni gustaban de casas contiguas las unas á las otras, sino que las construíar. diseminadas y aisladas cerca de un manantial, de un campo ó de un bosque que ~ es agradaba. ~ o formaban ca- , Hes con las casas, y cada cual cercaba la suya, ya fuese pOI' temor á los incendios ó porque no entendiesen mejOl' la construccion., No empleaban jamás sillal'es ni ladl'iHo; todos sus matel'iales eran informes, sin apariencia ni vista. Algunas partes de los edificios las enlucian con tina clase de tierra tan blóiiIante, que parecia pintura. Ahora bien; el que hubiese desembarcado en el siglo XV en una de las islas Canarias, hubiel'a visto esos pueblos tales como los descl'ib' 3 Tácito. Cuando en 1341 el rey de Portugal destinó dos buques al descubl'imiento y conquista de las islas Canarias, vió en la segunda de ellas ( prohablemenle 4 .. ¡¡ o en la de FuerteventUl'a) multitud de casitas, higue- . ras, palmeras y otros árboles, legumbres y hortalizas, por. lo que, dice la ¡' elacion, saltal'on veinte hO, mbres armados en un bote, y bajando á tierra tl'ataron de ver quién ocupaba las casas. Allí encontraron como unos treinta hombres que estaban desnudos, y al ver gente armada se asustal'on, huyendo precipitadamente. Penetrando los Portugueses en los patios de las casas, vieron que estaban éstas levantadas sobre cuatro piedras angulares con curiosos adornos y armado el techo con vigas de un grueso exti'aordinarLO, y hallando cerradas las puertas comenzaron á golpearlas con piedras, á fin de de1' l'lbal'las y visitar el interior, 10 cual visto pOl' los fu~ ilivos, montaron en cólera, dando gl'¡ tos desaforados; pero violentadas, por último, las puertas, entral'on en las habitaciones, en donde solo encontl'aron higos secos de excelente calidad, guardados en cestos hechos de palma, trigo de mejor clase que el) taliano, de grano más grueso y más blanco, asl como cebada y otras semillas, de las cuales, al parecel" se alimentaban. Las casas eran igualmente muy hermosas, y los techos formados de magnificas' • vi'gas, las paredei¡ interiores muy blancas y como si estuvieran enlucidas con yeso. Trescientos años más ta¡' de, y conforme á los recuerdos de los ancianos del pals, describe el padl'e A- breu y Galindo las casas de los Guanches de la M siguiente manera: " Los naturales de la isla del Hierro vivían en casas espaciosas de forma circuhlr, y en cuyos muros de piedra no entraba para nada el mortero. La entrada de las casas era estrecha, y en el interior colocaban gruesos . maderos ó puntale3 apoyados en la pared, de ' manera que un extremo descansaba en la parte superío¡' de esta y el otro en el suelo. En la Gran Canaria las casas eran tambien de pie~ ra, sin mezcla de argamasa, y tan bien construidas, que ofreclan una vista sumamente agradable. En el techo ponían fuertes maderos unidos los uhos á los ot¡' OS y cubiel'tos de tierra; las paredés de estas casas eran poco elevadas, y el piso eslaba más bajo que el dintel de la puerta, con 10 que conseguían tener mayor abrigo en el invierno. Hace algunos a. ños se encontraban toli1avia en la isla grandes casas de Guanches, en las que la pal'te de cal' pinterIa era ' de sólida madera de laurel; el hoga¡' se hallaba colocado cerca de la puerta de entrada, y los muros interiores de piedra eran lisos, pel'o tan gruesos, que podian hacerse dentro de ellos huecos que servían para dormitorios. Delante de la casa solía haber un gran poyo 6 banco de piedra en semicírculo con el correspondiente respaldo. Toda esta disposicion recuerda involunta¡' iamente las casas de labol' de la Baja Sajonia, con sus pa¡' edes bajas brillantemente enlucidas y sus vigas labradas en el techo. !> 2 Los más pobres habitaban en, pequeñas chozas de, madera y piedra, cubiertas con paja, ramas de árboles y tierra. En la isla del Hierro solían vivir en algunas de las casas gl'andes, de forma circular, hasta veinte familias reunidas. Las grutas ó cuevas eran muy particularmente apreciadas, como todavia sucede, por la gente pobre para establecerse en ellas, y las tenían cerea de las playas en invierno, como más abl'igadas, y en las montañas durante el verano, para respiral' aire más fresco. Estas espaciosas y ventiladas grutas que se encue'nti'an todavía en algunos sitios, las más de las ve? es, cuando lo permitía la calidad del terreno, las dividian con cierto arte en difel'entes departamentos, y colocaban á lo largo de las paredes bancos de piedra. Los príncipes vaL'Íaban el sitio de su ' residencia, segun el cambio de estaciones, ve¡' ificándolo con regularidad y con gl'andes ceremonias y aparato oficia!. Al fijarnos con alguna detencion en el exámen de la manera de vivil' y en los usos domésticos de estos isleños, pudiera preguntarse qué género de ¡ nteres tienen á nuestros ojos semejantes detalles. Dámosles importancia, porque si efectivamente los GuandJes son de ol'igen germánico, sus costumbres y su manera de viviL' nos ofl'ecen restos de aquella procedencia, que se han conservado más inalterables del 0tro lado del AtlántICO que debajo de los 53 cristales de un museo arqueológico. Los Guanches vivían en las Canarias apartados del resto del mun- do, y ni las costumbl'es de pueblos extl'anjeros, ni otra civilizacion más adelantada pudo llegar hasta , ellos y regenerarlos; ántes por el contrario, la obstinacion con que se apegaban los Germanos á sus - antiguas tradiciones, no podía por ménos de hac~ r , que los Guanches conservaran sus primitivas costumbres, sus instituciones y sus hábitos. Si echamos una mirada de curiosidad sobre sus ' habitaciones, encontraremos en ellas tabiques armados con caña, paredes de piedra al't[ sticamente pintadas, alfombras dc piel, cestos y esteras gracio- samente tejidos con hojas de palmera y con toda clase de plantas tex~ iles. Colgados de los muros instrumentos de pesca hechos de huesos y espinas, l1ermosas redes y cuerdas delgadas y fuertes fabricadas con tripas y tendones de animales y pescados; piezas de ropa para vestir y sacos de cuero. En los ¡' incones veíanse lanzas y azad:;¡ s hechas con cuer- nos de cabra muy sólidos, hachas de piedra y diversos útiles para construccion y para las labores del ,. campo y de las huertas. Alo largo de las paredes tenían taburetes de made¡' a ó asientos de piedra pulimentada, que cubrían con pieles. Sobre el hogar - veíanse jarr0s y vasijas de barro, y en ninguna casa - faltaba un molino de mano, que consistla en dos - piedras sobrepuestas, y que, girando la una sobre" la 54 otra, trituraban el grano colocado en medio de ellas. . Co¡ no cuchillos, servíanse <; le útiles cortantes hechos de piedra, oe cOJ; lchas y áun <; le la lava de las i& las, la cual, por medio de un mal'tillo hábilmente manejado, se rompe en hojas muy delgadas y cortantes. En los cuartos, para dormir, extendlan pOI' el suelo gran cantidad de yerba seca y de paja, y formab~ n la Cama con pieles cosidas unas á. otras y curiosam~ nte adobadas, con pe1. o ó sin él, pero de manera que quedaban sumamente suaves. Esta habilidad en el arte de curtir las pieles venía muy á propósito para los vestidos de que haclan uso: En cuanto á la manel'a de vestiI', el principal artículo que usaban eran las pieles; sobre todo la de eabra, que curtían de una manera especial, dando los tintes de diferentes colores y cosiéndolas primorosamente. Cada l~ la usaba una fOl'ma particular en el tl'aje; pero en casi todas, y aparte de la fol" ma, consislia éste. en las siguientes piezas. Los individuos de uno y otro sexo lI¡; lVaban un jubon ajustado sin mangas, que les llegaba hasta los muslos;. encima de él llevaban los hombres la capa y las mujeres una especie de saco hasta los piés. El jubon 6 corpiño de éstas las llegaba al cuello y por debajo de las rodillas; lJeyábanle muy ceñido, pero los brazos y la garganta quedaban descubiel'ws. El'an estos jubones de pieles, y en verano de un tejido de hojas de palma ó de hilo. Así como las mujel'es 55 el'an muy recatadas y honestas en el vestir, los hombres eran muy descuidados. Estos conocían tambien las mangas y los calzones, que usaban muy cortos con una especie de polainas, pero conservaban siempre desnudas las rodillas. En lugar de zapatos llevaban generalmente sandalias de piel de cabra ó de cerdo, muy fuerte, que los hombres empleaban conservando el pelo por dentl'o. La prenda más importante del truje era la capa, que llamaban tamarco, y sin la cual nadie salia de su casa; servía como tl'aje de ceremonia y para abl~ go, y se adornaba con franjas de colores, con 11guras y guarniciones' de difeL'entes pieles. Los más pobres las hacían ele piel de oveja, conservando la lana, y segun hacía ní'ás'ó: rri'énos Irjo llevaban ésta por la parte interior ó por de fuera cuando hacía calor. El capuchon, guapil, unido á la, capa y parecido al que llevan los capuchinos, se usaba en algunas Islas, y en otras cubl'lanse la cabeza los hombres con un sombrero de' cuero 6 de paja, algunos admirablemente adornados á guisa de yelmos y con plumas, y á veces dispuestos, los que el'an de piel, de manera que quedab!! n colgando sobre cada Ql'eja una barba de cabra, la cual pasaban POI' debajo de la cara para abrigarse. - Tanto los hombres como las mujeres llevaban el cabello lal'go y sin recoger. En Fuenteventura y en Lanzarote se tl'enzaban la barba y el cabello; en la Isla del Hierro las mujeres. 1> 6 se adornaban la cabeza con flores, que allí crecen por todas partes, y gustaban tambien de otros adornos de lazos de colores brillantes y de otros toca · dos de diversas clases; usaban pulseras y collares de conchas ó de piedl'ecillas encamadas graciosamente engarzadas. Los hombres sé pinlaban en los brazos todo género de figuras y señales. La cria de ganados, el cuHivo del campo y la pesca, eslas tres industrias primitivas, proporcionaban al Guanche los medios necesal'ios para su subsistencia. Al tiempo de la conquista no se encontraron en ninguna de las Islas ni vacas, ni caballos, ni otro animal de carga; pero en cambio pululaban los más hermosos halos de cabl'as, de ovejas y de cerdos, que constltuian la principal riqueza de cada familia, y parece que los pastos eran por todas pal' · tes libres y no se I'epartían individualmente. Cada familia, sin embargo, tenía un pequeño espacio de terl'eno para jardin y campo, en que cultivaban gl'anos, especialmente cebada, guisantes, habas y otras legumbreS". En Tenerife, en la Asamblea del p~ eblo, se repartía á cada cual la lierra que necesitaba. Los llOmbres se dedicaban á cuidar del ganado, y las mujeres á ordeñar las vacas y las ovejas y á pI'epara!" la · manteca y el queso, de cuyos articulos se hacia gean consumo y eran, al decÍr de los EUl'Opeos, excelentes, sobre todo el último. Las labol'es de la tierra correspondían á los val'ones, y como nCl tenian · 57 arados, haclan uso de unos garfios para remover y ahondar la tierra. El principal fruto el'a la cebada, aunque tambien se daba el trigo, los guisantes y las habas. Generalmente trabajaban juntos muchos hombl'es, y reservaban á las mujeres las labores más fáciles, com? sembl'ar, ¡' ecogel' la espiga, apalear el gl'ano y limpiarlo. Las islas Canarias, y en especial las. que están más próximas á Afl'ica, suelen padecel' con frecuencia largas sequlas en que se agosta hasta la última yerba. y hasta la última hoja de los árboles. Para impedit' que en esas épocas le faltase al. campo y á los prados la humedad necesaria, y que el hombre y los ganados se vieran privados de los recul'SOS más indispensables para la vida, consti'uy, eron los Guanches grandes cisternas, a_ bl'iel'on pozos muy profundos y establecieron una repal'ticion de aguas prudentemente reglamentada. En la recoleccion del fruto de. los árboles como higos, dátiles; piñones y otros, asl como en la pesca, se ocupaban hombres, mujeres y niños. A la úlCima se dedicaban por lo regular los más pobl'es, pal'a lo . que vivían de conUnuo con sus familias en la costa, que es abundanLlsima en pescados de difel'entes especies, Además de la pesca con anzuelo y caña, tenlan otras dos m: mel'as de pescar. Durante la noche hal'poneaban los pescados de gl'an tamaño, nadando al efecto los hombres y llevando en una mano un 1) 8 bacbon encendido y en la otra el barpon, becho de huesos muy agudos ó de piedra, que arrojaban sobre el pez cuando aLl'aido por el resplandor de la luz llegaba á conven; ente distancia. Toda la noche la pasaban metidos en el mar nadando, y cuando por el día se presentaba en la costa una mancha de peces más pequeños, jóvenes y viejos se arrojaban al al? ua, y cercándola la empujaban con golpes y grande gritería háeia la orilla, en donde echaban las redes y realizaban una pesca abunclante. Para repartirla, sentábanse todos en un COl'ro y á cada uno se le adjudicaba su parte, y si había entre los asistentes ~ lguna - mujer embarazada, se la daban dos partes. El principal alimento de aquellas gentes consisUa en carne de oveja y de cabra y en cosas de leche. La carne de cerdo se usaba tambien en abundancia en algunas de las islas. Apreciaban mucho la carne ahumada, de suerte que en la época de la matanza de reses, colgaban tantas piezas en las chimeneas que- era insoportable el 9101' dentro de las casas. En lugar de pan con que comer el pescado, las legumbres y áun las rl'utas, usaban pl'efel'entemente del Gofio, que áun hoy dia es el pl'incipal alimento de la clase pobre, y que en el interior no suele faltar áun en la mes~ de la gente acomodada. Consiste en una especie de tOI'ta hecha con harina ligeramente amasada, y que se prepara en el molino de mano. Los 59 GlIanches lo tomaban seco ó con leche ó manteca, y á veces con una clase de miel que pl'eparaban muy bien extrayéndola del jugo de la palmera. Los pobres que no podian propol'cionarse hadna, haelan, y áun hacen hoy, el Gofio con ralces de ciel'tas plantas. Como bebida usaban únicamente el agua, y creían que no debía beberse dUl~ ante la comida, sino media hora despues, para que no hiciese daño, y es notable que esta misma creencia existe todavía entre los aldeanos de la Baja Sajonia. En ninguna parte se hace mencion de la fabricacion de cerveza, á pesal' de que la cosecha más importante en las islas era la de la cetada. Sabían, sin embargo, los Guanches preparal' el vino de palma, y usaban el vinagl'e, y los habitantes de la isla del Hiel'ro tonlan el secl'eto para · fa~ ricar cierta bebida espirituosa con cerezas silvestl'es. No les era desconocido el hierl'o, como lo comprueba el nombre de Isla ! lel Hierro. Llamábanle Esero, y como p1' eguntasen los españoles qué significaba esa · palabra, conLesLábanles los Isleños que era una materia fuerte y dura, y mostrándoles un pedazo, convinieron en que aquello era Esero, de la palabra goda Eisar?!, y cuando hubieron aprendido el castellano, Lraduclan el nombre de l~ Is~ a llamándola del Hierro, que los españole~ escribían Fierro. PI'obablemente hubo de llamarles la atencion á los Germanos las muesLras de mineral ferru- 60 ginoso que se encontraba por todas partes, coligiendo de aquí que el hierro debía hallarse en abundancia, por lo que dieron á aquella Isla el nombre que ha conservado hasta ahora. Tambien á las excavaciones de Caldera en la Palma, en donde se presenta igualmente mineral de hierro, llamaban . ssero. Cuando llegaron alli los primeros barcos de Europa, estaban los Guanches ansiosos de tener , hierro, y se daban buena traza para trabajarle en la bigórnía. FaHándole~ tan importante elemento para la industl'ia, tenía esta que ser forzosamente reducida y sencilla. Los instrumentos con que removían la tierra ántes de sembral'la, consistlan en cuernos de cabl'a muy - fuertes y en pedernales aguzados _ unidos á ástiles de madera. La piedra, y en especial el pedernal hendido y pulimentado, les proporcionaba armas y útiles cortantes. Las agujas, los anzuelos- y otros pequeños objetos para el trabajo, los hacían de espinas y de huesos. Cada familia preparaba lo que necesitaba para su alimentaclon, su vestido y sus enBel'es. En esta pal'te eran muy activas las mujeres. Aellas las corl'espondla molel' la harina, cosel', condimentar los alimentos, hacel' el pan y salar las carnes, así como confeccionar el ques~ y la manteca. Esta última la hacian de la manera siguiente: poníase la leche en grandes odres que suspendían de una de las vigas ó traviesas del techo, por medio de- una cuerda que empujaban al- 6i ternativamente dos mujeres colocadas una de cada lado del odre, y como á unos diez pasos enfrente de la. otra, hasta que con este movimiento quedaba hecha la manteca. Este pi'imiLivo método subsiste todavía en las Islas. Las mujeres y las hijas de nuestros antepasados, decían los ancianos de Canaria: s, tenían á gala ser. primorosas en hilal' y hace!' encajes á la perfeccion, coser y confeccionar trajes de hilo y de lana; lo mismo sucedía entre los Guanches. Aun cuando las agujas y punzones de que se servían eran de espinas y huesos, cosían tan · delicada y elegantemente con tales avios, que á los españoles y franceses les causaba no poca admiracion el verlo. Hacían el hilo con los tendones de" animales que degollaban, y se comprende la habilidad . que se necesitaba para dividirlos en hebras sumamente delgadas, pero que habían de tener la suficiente !' esistencia. No hay noticia de que usasen la rueca, ni el telar, que tan importante papel hacen en el ajuar de casa de los antiguos alemanes. Tal vez no había en las Islas ni lino, ni cáñamo silvestre. Los Guanches hacían con " la lana de las ovejas y el pelo de las cabras tejidos é hilos, sólo que esta i~ dustria no estaba todavia en mucho uso entre los antiguos Germanos. No . existlan, pues, más que dos materias para vestirse: las pieles y los tejidos de paja. Se encuentran en las Canarias porcion de finas y sólida" S plantas fibrosas 62 que, como la palma, se prestan á ser fácilmente trabajadas, y de estas plantas textiles hacían las mujeres Guanches los más delicados y artísticos tejidos, que aplicaban para el ' adorno y el vestido, y que tomaban sin dificultad el tinte ( de que. gustaban mucho). Tambien brillaban los colores rojo, azul, verde y amarillo en los vestidos de piel, además de gl'aciosas y val'iadas franjas, pinturas y bordados. Aparte de las industrias domésticas, existían otras particulares ejercidas por determinadas personas. especialmente la de carnicero, pues consideraban indecoroso degollar las reses. Tambien en donde' era costumbre embalsamar los cadáveres se dejaba esta operacion á gentes que hacían de ello un oficio. El comercio de la pesca ocupaba más 6 ménos bra · · zas. La industria más estimada era la de los curtidores de pieles, que preparaban" las más suaves pllr'a' la c~ ma y para vestir, y la de los carpinteros qli'e' entendían en la constl'Uccion y adorno de las casas. VI. La union Intima entre los miembros de la familia era el resultado del matrimonio y del amor á la vida doméstica. Todos los que estaban ligados por un parentesco cualquiera, se consideraban una sola familia, y la injuria hecha á uno de sus individuos la estimaban como ofensa inferida á todos los demas. La muerte dada á uno de ellos era una desgracia y un daño causados al I'esto de la ramiha. Cuantos tuvieron que vel' con los Guanches nos los han descl'ito como gente jovial, sociable, hospitalaria y de nobles sentimIentos, y tanto los Españoles como los Franceses se haclan lenguas de su buen . COl'azon y. carácter, pero observaban, sin embargo, que en medio de la fortaleza de cuerpo y de ánimo que les era propia, habla en su naturaleza algo de delicado y débil, que con facilidad los hacia caer en la desanimacion y en la melancolia. Tambien llamó la atencion de los Remanos la sensibilidad exquisita 64 de los Guanches, así como la viveza y expresion de . sus fisonomías, el brillo de sus ~ jos y las lágrimas con que manifestaban sus penas. Los capellanes de Betencourt, Bontier y Leverrier, los llamal'on « Bárbaros dotados de una nobleza natural y de virtudes sencillas,,, cualidades que se han recono/ lido despues en todos sus actos. Entl'e otras, distinguíales la franqueza y el amor á la verdad. La doblez nunca tenía lugar en el corazan de aquellas gentes; y como dice el P. Abreu, (< la mentira era entre elJos el mayor de los Cl: ímenes, así como la falta de lealtad á la palabra empeñada.)) A su vez la sinceridad de corazon les hacía confiar tambien en- los demas, y con frecuencia fueron fácilmente engañados. Antes de dar lugar á que pudiera ponerse en duda la rectitud de sus intenciones, preferían renunciar á las ventajas que momentáneamente habían obtenido sobre sus enemigos. Los españoles tuvieron ocasion de experimentarlo con pr, ovecho propio en el siguiente caso: En 1466, habiendo recibido Diego de Herrera el refuerzo de 800 Portugueses al mando de Diego de Silva, determinó emprender tina nueva invasion en la gran Canaria y ejecutal' un desembarco por el puel' · to de Gando. Ambos jefes marchal'on unidos hasta Aguimei á la cabeza de 500 hombres formados en columnas, pero atacados de impl'oviso pOI' un grueso de isleños, tuvo Herllel'a que emplear todo su va- 65 101'. " Y haciendo una pronta retirada, con bastantes pérdidas, apartarse sobre cierta altura en que tenía la espalda guardada por el mal'. La disciplina europea pudo contral'estar el número superior de los isleños " Y rechazar vigorosamente todos los ataques enque se empeñaron varias vedes. Diego de Herrera con00i6, sin embal'go, que los Canarios aprendían el arte de la guerra á costa suya, y que cada invasion era una nueva leccion que se les daba, á más de que los despojos que reéogían les suministraban espadas y rodelas, que unidas á los dardos, tabonas y otras armas arrojadizas del país, contl'ibuían á hacerlos formidables. Pero creyendo que en aquella ocasion quizá habrían desamparado parte de la isla . por acudil' á la defensa de los Estados de Telde, pensó no seria dificil sorprenderlos por Gáldar, ó á lo ménos, que haciendo por aquel paraje una diversion, se dividirlan sus fuerzas. Para esta empresa salió una noche Diego de Silva con lI'es carabelas, acompañado de Juan Mayor y Guillen Castellanos ( dos oficiales de experiencia que poselan la lengua Canaria), y 200 hombres, que deblan ejecutar un desembarco pOI' la costa Septentr ional con todo el silencio posible. Dos días despues, al rayar la aurora. ya habian salido estas tropas á tierra por el puert() de Aguma'stel, junto á los Bañadores de G. áldar, sin' ser sentidas de los isleños; pero habiendo marchadoincautamente por una montaña muy áspera cubierta. l) 66 { le árboles y de zarzas, tuvieron tiempo los Galdar- . reses de vislumbl'a¡' las embal'caciones y de ¡' econocer á los enemigos, TenesQ1' 3emidán,. acaudillando prontamente seiscientos de sus mejores vasallos, temiend0 que retrocediesen y se retirasen á sus bajeles, tuvo por mejor apostar un cuerpo de isleños en la altura y bajar con otro á cortarles la retirada, poniendo fuego al bosque por la parte del mar, que : l¡' dió sin dilacion. Silva no tuvo al fin otro recurso que cl de ganar un puerto que estaba cercado de una mmalla redonda y casi de dos tapias de alto, en donde se 3Cogió con su gente y se defendió valerosamente dos diasj pero como creciese á cada momento el número de los enemigos yse les hiciese intolerable el hamb¡' e y la sed, se hubieran l'endido á disc¡' ecion, á no hal) erse manifestado sob¡' e ellos la Providencia de una mane¡' a ext¡' aordinaria, Considerando Silva que no podl'ian ni él ni los suyos evital' la mUtll'te Ó la esclavitud, tomó el partido de enviar los dos oficiales intérpl'etes al Guanarteme para proponerle algunas capitulaciones tolel'ablesj pero estaban los Canarios t: m insolentes, que á no haberlos contenido su Principe, hubieran despedazado á los mensajeros. Se pretende que una Princesa de la familia Real, sobrina del pl'incipe Tenesor Semidán, que habla estado prisionera en Lanzarote, re" conoció á los dos oficiales Juan ~ fayol' y Guillen 61 Castellanos, á quienes había visto muchas veces durante su cautividad, y compadecida se interesó por ellos. Como quiera que fuese, todos los historiadores convienen en que, habiéndose acercado el Guanarteme al atrincheramiento, y pidiéndole Silva permiso de evacuar libremente el p'aís con sus soldados, le dijo aquel Príncipe lo siguiente: « Europeo. " ya ves que tú y los tuyos habeis venido voluntaria » mente á aprisionaras en esa cerca, que es un l¡ igUl' '" de malhechores. Ninguno de vosotros podrá evitar » el castigo de su temeridad, Me teneis muy sentido, " y sin embargo quisiera perdonaros, á pesar de esta " multitud que me pide la venganza de vuestro arro" jo. Si fueseis Canarios, haría confianza de vosotros "' jos propondría una estl'atag'ema para salvaros del » peligro. Yo os aconsejaría que me ' echaseis ahora , " mano, me aseguraseis y áun fingieseis que estabais " resueitos á quitarme la vida en , caso de que mis )) vasallos no os dejen l'etírar.> l Cuando el valeroso Silva oyó de la boca de un bárbaro victorioso y ofendido semejante propuesta, ' se le arrasaron de lágrimas los ojos; se echó á sus piés, y besándole muchas veces las manos, le juró por su honor ' 1 por todas las cosas más santas que no recelase hacer lo que decía. El Guanarteme con · descendió en aquolla agradable violencia; pero cuando los Canarios obsel'varon una accion tan increible como osada, prorumpiendo en gritos y horrendas 68 voces que hacían retumbar el contorno, se abalanzaron muchas veces á dar un asalLo general á la pared y oscurecieron el aire de lanzas, piedras y garrotes. En esta confusion se dejó ver el Guanarteme, y mandándoles que 1': e serenasen, les advirt~ ó que la intencion de los Cristianos no habia. sido ofenderle, pues estaban prontos á restituirle su libertad, en caso que les permitiesen retirarse á su tierra; mas observando que todavía no calmaba el . tumulto, continuó 9iciéndoles con voz firme que « el .. temerario que se desmandase y arrojase alguna piedra ó dardo, perdería la vida.)) Al oir esta resolucion, se sosegó POl' momentos el bullicio, y dió ór- . . den el Guanarteme · para que los Europeos saliesen · del atrincheramiento y que los Canarios los tratasen como amigos. El mismo los fué conduciendo al pueblo de Gáldar, les dió de comer dos dias y les regaló con reses, frutas y gofio. Hay en el término de Gáldar una cuesta larga ": i muy pendiente que se llama de Silva, por el motivo que vamos á referir. Cuando los Cristianos á quienes acompañaba en. Sil marcha el G1tana1 · teme con un considerable trozo de Canarios, quisieron acm'cal'se al mar para embarcarse y empezaban á desfilal' pOI' aquel áspero camino, les ocurrió el recelo de que. los Isleños acaso los habían conducido á aquel paraje con traicion para precipitarlos impunemente. El mismo Silva no pudo ocultar al Guanarteme su temor; pero 69 sonriélldose T~ nesor Semidán al verle con el color demudado y burlándose de su inj uato recelo, le presentó su brazo para que bajase apoyado en él, accion que imitaron sus vasallos con los demas Españoles y Portugueses. Por este y otros hechos semejantes mereció TenesDr Semidán el eplLeto de Guanarteme el Bueno. Era natural que en aquellas Islas lozanas y fiori. das, en medio de un suavisimo clima y de una naturaleza tan bella como exuberante, se desal'l'ollasen tambien los nobles y generosos sentimientos que caracterizan al pueblo aleman, y parece, sin embargo, extraño que la rudeza y la virilidad, il1natas en, la raza germana, no sufriesen modificacion, ántes bien se consel'varan inalLerables entre aquellas gentes, cuando es sabido que, por lo general, sue- , len ser los habitantes de las Islas bondadosos y dulces de carácter y que rara vez se encuentra, en ellos esa elltel'eza y ose amor irreflexivo á la independencia y al honol', que Meen despreciar el peligro y hasta la misma muerte. Pero justamente estas cualidades, de tal modo estaban desarrolladas en los Guanches, que Ilegal'on á infundir un silencioso terror en el ánimo de los soldados españoles. Año tras año, lucharon los bizarros Canarios contra los . conquistadores extranjeros, sin que pudiera abatir la desgracia aquellos corazones de hierro, y únicamente cuando despues de esfuerzos sobrehumanos, 70 despues que veían sus tierras devastadas, robados. sus ganados, yermos sus campos, diezmados sus guerreros pOl' la peste y por las enfermedades, privados de toda clase de recursos, entónces se entregaban al vencedór, y áun así, no faltaban algunos que preferían arl'astrar una VIda miserable en medio de montañas inaccesibles y desiertas. De este amor á la independencia y de este espíritu guerrero participaba el pueblo todo. Las mujeres ahogaban con sus propias manos á sus hijos y los ancianos á sus nietos, pal'a que no cayesen en poder del enemigo y fuesen reducidos á la esclavitud. Tampoco vacilaban en tamal' las resolutiones. más violentas en circunstancias aflictivas ó de peligro. Prolongándose en cierta ocasiOli el hambre en fa Gran Canal'ia, dispusieron que se diese muerte á todas las hembras solteras, exceptuando sólo de esta medida á las primogénitas de cada matrimonio. . Pero era ya tarde. El bambre babia durado mucbo tiempo y pl: oducido la peste, que arrebató más de la tercera parte de la poblacion. Esta virilidad del pueblo veíase mezclada á veces , con cierta inconstancia y cierta inconsecuencia, así como con una especie . de Íl'resolucion para contrarestar los sentimientos violentos. Su bondad natural degeneraba á menudo en debilidad de carácte¡ · ; cuando se excitaba en ellos el amor propio, eran capaces de cometer las mayores locuras, Com(} 71 prueba, nos contentaremos con citar dos ejemplos. En los horrores consiguientes á la guerl'a contra los conquistadores no desmayó jamás el temple de alma y el valor de los Isleños; y habiendo hecho 80 prisioneros á los EUl'opeos, siéndoles muy difícil custodiarlos y todavía: más el sustentarlos, por ser gr- ande la escasez en el país, resolvió la Asamblea que cada cual se hiciese cargo. de conducir UD prisionero á un punto designado, en donde babía de dárseles muerte.. Esta determinacion era contraria á las costumbres seguidas hasta entónces, pues siempre habían sido tratados los prisioneros de una manera benévola. Conducidos los Españoles al sitio convenido y aherrojados allí, fueron colocados al pié de una columna, alrededor · · dila cual comenzaron á amontonar - grandes haces ~ e leña y otras materias combustibles. Pero al ir á p'óner fuego á aquella hoguera aparecióse una mujer · corriendo, y que con desafOl'adas voces ¡ es gritaba: {(¡ Deteneos, no encendais, no encendais esa hoguera!! » Era la directora de una comunidad de doncellas 6 especie de vestales, que estaban muy considerada · s entre el pueblo, y llamaban Ha1" i- mag~ ¿ adas; y dirigiéndose á su hijo, individuo de la clase noble, que habia llevado como los demas un prisionero" dljole que Dios la mandaba allí para ordenarle que se abstuviese de tomar pal'ta en la muerte de los extranjeros, pues de otro modo caerfan sobre él 72 terribles desgl'acias; con lo que al punto puso el jóven en libel'tad al prisionero, no tardando en imitar su ejemplo todos los que habían visto y . oido aquella . escena. Al dejarlos libres, sólo les recomendaron los Guanches que no olvidasen en lo sucesivo la humanidad y benevolencia con que se les había tratado durante su prision; y procedían, sin embar.~ o, de esta manera, á pesar de que no ignoraban , que aquellos 80 extranjeros volverían á atacarlos .( ln breve, y que vendían á los prisioneros como esclavos cuando no podian canjearlos por los suyos que calan en podel' de los Isleños. Guaneben y Caltafa eran dos afamados luchadores, y habiéndose desafiado en una. gran. fiesta populal', pusiéronse á luchar el uno con el otro. Largo tiempo había durado el combate sin que ninguno hubiera conseguido la victoria, por lo que se les separó á fin de que tomaran aliento algunos instantes. Al comenzar de nuevo la lucha, conoció Guaneben que no se hallaba en estado de salil' victorioso del segundo encuentro, miéntras que su adversario no esLaba todavía cansado. Dirigiéndose enlónces á - CaiLafa, díjole en alta voz: - ¿ Eres hombre capaz de hacel'lo que yo haga? - Sí, le contestó su contrarío. Yencaminándose Cuaneben al pico de úna roca, se arrojó desde ella á un profundo precipicio. Cai · tara no vaciló un momento, y siguiendo el camino 13 de su rival, se lanzó inmediaLamente de la misma altura. !' fo eran tan sólo el noble continente, la gallar< lía, el arrojo y el valol' perseverante de los Guan<: hes los que causaban la admiracion de los Españoles; éralo todavía más lo claro de su inteligencia. Despues de los primeros encuentros con el enemigo, comprendieron al punto lo que debían hacer, variaron la manera de batirse, y dividiéndose en distintos grupos, atacaron simultáneamente al adversario, escogiendo siempre, como posiciones para librar el combate, aquellos sitios en que las quebradas rocas y otros accidentes del terreno inutilizaban la táctica de los invasores " Y hacían ménos ofensiva la caballería. Tan pronto como experimentaron la superioridad de las armas europeas, dirigieron sus esfuerzos á adquirirlas, y cuando hubie¡' on reunido cierto número en su poder, aprendieron á manejarlas, admirablemente, perfeccionando además las que habían usado hasta entónc~ s, y acomodándolas á las necesidades del momento. Tambien adoptaron el uso de la rodela, el de las flechas y el aryo que les eran desconocidos; así que Bethancourt, al regresar á Fuerteventul'a de Sl: l viaje á España, le causó no pequeña sorpresa encontrar á los Guanches equipados con aquellas armas, en cuyo manejo adquirieron tal destreza y seguridad, que los jefes europeos tuvieron que pedir artillería á España. 74 No era ménos notable la disposicion y gusto que tenían para la música y para las demas artes. Las tumbas que levantaban sobre los sepulcros de sus héroes eran de bello aspecto, y los vasos de arcilla que dentl'o de' los últimos se han hallado son. de formas y adornos muy agradables á la vista. Este buen gusto se revelaba muy especialmente en la combinacion de matices para sus trajes y en la laborartística de las maderas con qne formaban el techo de las hab: taciones. En una p. alabra, todas las noticias acerca de los Guanches coinciden en reconocel'los como pueblo dotad de inteligencia é ingenio en alto grado. Para proQar la agudeza de los · Canarios, citaremos un ejemplo: Cuando Bethancourt y sus compañeros desembarcaron por primera vez en Lanzarote, mostróseles el príncipe Guadarfia, señor de aquella isla, en extremo benévolo y confiado. Permitió desde luégo á los extranjeros que se establecieran allí como aliados, y áun que constl'uyeran una fortaleza; pero · muy pronto conocieron los Guanches cuán peligrosos eran los nuevos huéspedes á quienes acababan de dar albergue, pues se entregaban á todo género de excesos, robándoles alevosamente el ganado~ los víveros, las mujeres y hasta los niños, miéntras · vivian entre ellos mismos en perpétuo motin é indisciplina. Habiendo partido Bethancourt para España en busca de auxilios, dejando encargado del 75 mando á su colega el frances Gadifer de la Salle, dieron los Guanches en asesinar á los Europeos que podían habel' á las manos. Gadifel' se encontraba en l: J. mayor tribulacion, cuando llegó á él un individuo de sangre real llamado Acl ¿ e, el cual había comprendido que sólo una coalicion cqn los demas Estados podía salvar al país, rechazando á los invasores; pero que el Rey, cuya debilidad de carácter les habla tl'Uido á tan desesperada situacion, no apelaría jamás al empleo de la fuerza, ( mico medio eficaz de conseguirlo. Resuelto á derribar al Rey y á apoderarse del trono para caer despues sobre los aborrecidos extranjeros, comenzó pOl' negociar durantG algun tiempo con Gadifer, y tal maña supo dal'se con sus artificios, que logró inspirade la más completa confianza. Despües de una cortisima ausencia, le mandó á un sobrino suyo, avisándole que miénlras reinase Guadarfia no cesaL'ían las hostilidades por par, te de los isleños, y que tElnla dispuesto apoderarse de él y enll'egarle en sus manos. El mensajero, cumplida su mision, permaneció con fos Franceses para no excitar sospechas y enterarse bajo mano de cuanto pudiera convenirle, . miéntras que Ache pI'epal'aba secretamente una insur, l'eccion. Alos pocos dias anunció éste á Gadifer que debiendo trasladarse el Rey en su compañía, y escoltado sólo por M de los suyos, á la residencia de Acatij, ' podía hacerle allí prisionero. Gadifer se puso inme- 76 diatamente en marcha, y habiendo andado toda la · noche, llegó en momento oportuno, y cercando el. palacio en donde se alojaba el Rey, penetró violentamente en él despues de una lucha sangrienta. POI' intercesion de Ache, no fué maltratado ninguno de los vencidos; pero Guadarfia y uno de sus favoritos llamado Alby fueron conducidos á la fortaleza de los Franceses y cargados de cadenas. Pasado poco tiempo, presentóse Ache, y al vede el cautivo ' monarca: le miró un buen rato en silencio, y con ademan de profundo despreeio exclamó al fin: ¡ Fore troncquevél ~ stas palabras se citan como un fragmento de la lengua Gllanchinesa, y quieren decir tanto' como ¡ Ah! ¡ malvado traidor¡ Y por cierto, añadiremos de paso, que basta separar las sílabas; segun llegan al oido, para que resulte algo parecido · á estas palabras Foretron ! let ' lVe! ls, que se asemejan bastante á las alemanas Verraeter geht meg. Ache celebró un convenio con Gadifer, en virtud · del cual este debla prestarle todo su apoyo para proclamarlo Príncipe, á condicion, sin embargo, de que había de recibÍ!' el t) autismo juntamente con . todo su pueblo, con lo que Ache se revistió al punto el traje y las insignias reales y convocó á todos sus guerreros. Pe¡' o sucedió muy pl~ onto, que ha. biéndose pres(, lntado un destacamento de ' Franceses . en busca de víveres, unióse á ellos Aclle, seguido de un grupo de su gente y fué acompañ, ándolos 77 buen trecho, al parecer en ademan amistoso, más habiendo concebido algunas sospechas acerca de sus intenciones los Franceses, vinieron, por úlLimo, á las manos. Guadarfia entre tanto logr6 salir de su prision, y aunque cargado todavía de cadenas, se le unieron los suyos consigu. iendo apoderarse del rebelde Ache, que fué lapidado como tl'aidor y reducido á cenizas su cadáver. Es necesario conceder que ningun entendimiento vulgar es capaz de concebir un pl'oyecto como el de · Ache, y llevarlo tan felizmente á cabo, al ménos durante tanto tiempo. Como en la mayor parte de otros pueblos más culLos, existía tambien entre los Guanches el deseo de evitar la destl'uccion completa de los cadáveres de sus pal'ientes y ' deudos, lo que procul'aban conseguil' especialmente colocándolos de modo que no estuvieran' en inmediato contacto con la tierra. A los más pobl'es se les ponla. sobre una piel, sobre una tabla 6. sobre una capa de piedra menuda. ¿ Sentiría tal vez este pueblo algun secreto tel'rOl' por aquella sentencia Homo, terra es el in ter,' am re · ' Verteris? Tenlan los Guanches cementarios públicos y buscaban para establecerlos sitios tranquilos y soIital'ios spbl'e elevadas montañas 6 á orillas del mar, en donde ni la construccion de casas ni el tráfico ordinario de la poblacion viniera á turbar el solemne reposo de la muerte. Pl'ererían sobl'e 78 todo la vasta extension de tierra que llaman Mal país, por estar formado de ál'idos pedregales, restos de erupciones volcánicas, y en el que se prepal' 6 convenientemente un grande espa. cio de tel' reno para sepultl: ll' 3S. El fondo ó suelo de estas . se empedraba con toda · solidez y se depositaban sobre él unas cajas ó armarios hechm; de piedra ó de madera, que contenfan el cadáver, de suerte que este último quedaba aislado POl' , todas partes del contacto con la tierra. Encima colocaban una losa que ? ervía , de cubierta á la sepultura, y sobre ella amonto~ aban gran cantiflad de pedruscos hasta formal' una pirámide ó promontorio más ó ménos elevado.' Para enterramiento de las personas principales , abrfan una fosa de seis ú ocho piés de profundidad, cuyas paredes revestían con losas de piedra ó con tablones, que sobresalían de la superficie y que cubrfan con sólida sillería, dándola una figura oval. El esmero empleado en la obra, su elevacion y tamaño indicaban la posicion social que en vida habia disfrutado el finado. En el cnten'amiento yacían los cuerpos con la cabeza mirando hácia el Norte, vestidos'y envueltos en pieles; los ricos con una cade · na al euello hecha ele piedrecitas pulimentadas de color rojo, y los pobres cubiertos con sus tarfl,' a?' cos Ó capas. Aliado de cada uno se le ponía su lanza, su cayado ó su hacha de piedra, y algunas vasijas de barro con miel y leche. 79 Desde el pritlcipio se encontral'on en las islas Canal'ias, en las innumerables gl'Utas de las montañas, bóvedas concluidas y preparadas ya para recibir los cadáveres, y en todas era notable la seque< Iad de la atmósfera que en ellas había y su buena disposicion para el objeto á que estaban destinadas. En Tenerife, especialmente, úa general la costumbre de depositar á los muertos en cavel'nas sepulcrales, colocándolos vestidos sobre una especie de tal'imas hechas de cierta madera incorruptible, . ó apoyándolos verticalmente en las pal'edes. A las mujeres las cl'uzaban las manos sobre el pecho, y á los hombres les ponían los bl'azos extendidos sobre ambos muslos. Para la cavernas elegían sitios casi inaccesibles y cenaban la entl'ada con ti~ rl'a y piedra, de modo que solo unas pocas personas podían dar con ellas, siendo pal'a la generalidad un secreto ellugal' que ocupaban. En la Gran Canaria, Tenedre, La Palma y el Hierro, y sin duda en las tl'es Islas reslantes, se preparab! l el cadáver ántes de dal'le se'puUura, ya se le hubiera de depositar en una rosa; ya ' 6n una caverna sepulcl'al. Sel'ía curioso averiguar si en Alemania acostumbl'aban á hacel' lo mismo los Germanos. Por lo demas, es cosa fuera de duda que la cremacion de los cadável'es, de que habla Tácito, no fué nunca costumbl'e general. Cuánta era la importancia que daban los Guanches á la preparacion del cadável', ántes de darle 80 tierra, lo demuestra el que había famili~ s exclusivame~ te dedicadas á esa operacion, y segun era el sexo del finado, así se encargaban del mismo hombres 6 mujeres. Verdad es que el oficio se consideraba como infame y no les era permitido á los que lo ejercían tocar ni acercarse á nadie. Solla colocarse el cadáver sobre una mesa ancha de piedra, en la que se le extralan las entrañas por . { uno de los costados. Lavábanle des~ ues dos veces al dia con agua fresca y sal todas las partes más endebles del cuerpo, como las orejas, narices, dedos, pulsos, Ingles, etc., y luégo le ungian todo con una confeccion de manteca de cabras, yerbas aromáticas, corcho de pino, resina de tea, polvos de brezo, de piedra pomez y otros absorbentes y secantes, dejándole despues expuesto á los rayos del sol. Esta operacion se hacia en el espacio de quince dias, en cuyo tiempo los parientes del muerto celebl'aban sus exequias con una gl'an pompa y . grandes llantos: y cuando el cadáver estaba ya enjuto y ligero como un carton, le amortajában y envolvlan en pieles de ovejas y de . cabl'as, curtidas ó crudas, y con alguna marca para distinguirle de los demas. " VII. Los ancianos de' Canal'ias manifestaban un verdadero sentimiento de postracion y de tristeza cuando decían á los Españoles: « Nuestl'os antepasados nos han dicho: Dios nos Ita puesto en estas 1slas y nos Ita abandonado en ellas. » Hasta qué punto pat'ecian abandonados 10- demuestl'a el estado de sus ideas religiosas. No hay ejemplo en la historia ' de que un pueblo una vez convel'tido al C¡' istjanismo haya retrocedido más tarde al culto pagano. Los Guanches, ' sin embargo, n'os afee ~ en ese ejemplo, dado que' fuesen descendientes ' de los antiguos Vándalos. Tal vez hayan concu1' l'ido dos causas á producir este fenómeno. El Cristianismo y cierto grado de cjvilizacioil existían ~ n Afeica entee los Vándalos, pero sólo en las gl'andes poblaciones, miéntl'as que en los campos, entre los aldeanos y en las clases ( nfimas del pueblo, si bien se · introdujo el culto re- 6 82 ligioso externo, la conviccion cl'istiana y el sentimiento intimo de esta religion no habia penetrado' enteramente. En los QOO años próximamente en que vivieron apartados de todo centro de civilizacion, la doctl'ina y los auxilios de la Iglesia debie¡' on necesariamente ir desapareciendo á sus ojos; y es pl'Obable que á los que fueron expulsados del reino de los Vándalos, ' Sólo los acompañasen alguno que otro sacerdote, pero ningun prelado, siendo de advertir que precisamente á los principales y á los más ilustrados del pueblo fué á los que expulsaron Belisario y los que le sucedieron en el mando. La falta de preh\ dos apostólicos hacia imposible la 01' denacion de sacerdotes, y una vez muertos los últimos ministros del culto, ¿ quién había de predicar y enseñar la religion cristiana á aquellos pueblos? Si estas conjeturas son exactas ( y no caben otras en el caso presente), debió de formarse una nueva especie de religion, volviendo el paganismo germánico á pesar de una manera sorda y sombria ~ obre el ánimo de aquellas gentes, bOl'J'ando poco á poco los últimos vestigios de la nacion evangélica. Las idea;¡ fundamentales en que coinciden las dos creencias se ' generalizaron entl'e las masas, y en cuanto á las demas se conservó una mezcla confusa de restos y recuerdos de ambas. La idea de la Redencion, de los Sacramentos, de la l\ 1isa, habia desaparecido totalmente. Al penetrar de nuevo el eristia- 83 nismo en las Islas, sus natUl'ales no manifestal'on ninguna opo~ icion, ántes, por el contral'io, aceptaron de buen grado las ideas y los usos de la nueva reJigion, llevándose á cabo la conversion con la' mayor facilidad, y como si los converSos al abrazar la doctl'ina de] Evangelio renovasen un antiguo conocimiento. Sólo de los h3bitantes de . Fue¡' teventu¡, a. refieren los capellanes Bontier y. Leverrier, que persistían en su antigua idolatrla; pero esto sucedió únicamente en los pl'imeros años de la conquista. La base de la idea religiosa entre los Guanches el'a la existencia de un Dios Creador y Conservador del Universo, Padre de todos, que. vive en las alturas, en la inmensa y majestuosa bóveda celeste hecha á imágen suya. Entre- los nombres que daban á Dios, encontramos los de lrma, Man é Idal, que . suelen entral' tambien en la composicion de nombres de personas; yen la isla de Lanzal'ote, al pié de una montafia que llaman Torns, se enseña un sepulcl'o gigantesco, en el cual dicen eslá enterrado Manan ( Man). Por lo demas, no se encuentra en ninguna de las Islas Canarias nada que revele haber existido en ellas el politeismo, y si de la más pequeña de todas, la del Híerl'o, se refiere que las mujeres hablan dado culto á una divinidad de S! 1' sexo que llamaban M01' ayoa Ó Moneyoa, tal vez era esto un vago 84 I recuerdo de la madre de Cristo; cosa singular, y que debe sorprendernos tanto como la veneracion y el entusiasmo con que los Gnanches de Galdar acogieron á la imágen de la Virgen Santlsima que , las olas del mar condujeron hasLa la costa. . EI p¡' incipio del !\ lal fi. gura en la teología. cristiana de una manera más importante que en la de los antiguos Germanos~ Tambien los Guanches creian en un Espíritu maligno que residía, segun ellos, en la cúspidú del Pico de Tenel'ife, y todavía en el úl · timo siglo sl'l precipitaban desde aquella immensa altura del volúan y en medio de grandes terremotos, tinieblas y relámpagos, torrentes devastadores de fuego y lava, y el que subi3ra, alli por primera vez y contemplase la boca de aquel abismo encendido, desde, cuyo fondo se elevaban columnas de vapO!' azufrado, convendl'ia deSde luego con los isleilos en ¡' econocer como residencia misteriosa del genio maléfico la cima del volcan. Es notable tambien que creyesen en la aparicion frecuente del diablo, bajo la forma de un perl'o rabioso, creencia que recuerda el fantasma del Og1' O que tanto temian los Germanos. En cuanto á lugares destinados al culto religioso, los había de dos clases: pequeñas capillas, ó sitios des. cubicl'tos que se distinguían por algun objeto elevado que se colocaba en el centro, bien fuera un árbol cOl'pulento óuna ¡' oca aislada, bien una peque- 85 ña torre de piedra construida arlístícamente. En Fuertevcntura había algunos templos de forma circular cercados con un doble muro. En la Gl'an Canaria estaban colocados en lo alto de las rocas; pero tambien aquí tenía cada pol) lacion su lugm' destinatIo para- Ias grandes reunione~ religiosas, el cnal tenia como distintivo un gran peñasco. En la Palma la mayor P? rte de los cantones ó distritos levantaban en tares sitios altas pirámides fabricadas con piedl'a menuda y suelta. En la Isla del Hierl'O, servían para el objeto dos peñascos, y el pueblo creía, á lo ménos así lo decían los Españoles, que el Dios de la localidad tomaba asiento en el pico de'la peña, miénlras sus adoradores se congregaban alrededor de esta. Cuentan que los habitan Les de Lanzarote, para implorar á la Divinidad; subían á lo más alto de la montaña, y desde alli elevaban las manos aloJielo. Las empinadas rocas ó las pirámides hechas de piedras que i! ldicaban los lugare's sagl'ados, lleva · ban el nombre del Dios y pOI' ellos juraban, sin que jamás aconteciera que faltasen á esta clase de juramento. En ninguna de las islas conocieron las imágenes, y lo que se rellere de dos pueblos en donde habían Sido halladas algunas de ellas, es poco digno de crédito, tanto por el origen del dato, como pOI' el completo silencio que acerca del suceso guardan los escl'iLores mejo~ entel'ados. Parece más bien que estos lugares religiosos fuesen como un rosto 86 de los recuerdos del cristianismo; pOI' lo demas, la idea religiosa volvió á prevalecer tal como la describía Tácito en las siguientes palabl'as: « No encerrar á los Dioses dentro de las paredes del templo, ni representarlos bajo fOl'mas . humanas por no considel'arlo propio de la grandeza divina. » Consagraban los bosques y las selvas, y daban el nombre de Dioses á aquellos sél'es misteriosos que eran los únicos que tenían en veneracion. VlII. Pocas son las noticias que tenemos acerca de las personas que ejerc{ an el sacerdocio y de las atribuciones inherentes á tan importante cargo. Se sabe, sin embargo, que entre los Guanches, el padre era el sacerdote dentro de su pI'opía familia, mas para los actos púhli- cos religiosos ¡' elacionados con el pueblo en general habia en Canarias, y sin duda alguna en las demas islas, un alto funcionario de tantlsima importancia, que se consideraba al igual de los Príncipes, lJamádo el Faycan, el cual reclbla el juramento, presidía los' juicios y los espectáculos públicos, tenía jurisdiccion voluntaria y contenciosa en todos · los asuntos, y era, por úllimo, el que dirigía y ordenaba el servicio religioso en las grandes solemnidades. As!, pues, la idea del sacerdocio, tal como se concibe en la Iglesia cl'istiana, no existía entl'e los ántiguos Canados, y pOI' lo mismo,. es más digno de notarse que aparezca 88 en una institucion de otra clase. Había en Canarias diferentes casas en donde vivían en comunidad jóvenes sacerdotisas, y estos establecimientos se conside¡' aban tan dignos de velJeracion, que gozábandel derecho de asilo, y los criminales que lograban refugiarse en uno de ellos, se libraban de la aecion de los tribunales. Las jóvenes vestían, como las sacerdotisas de los Germanos, largas túnicas blancas, y disf¡' utaban de altísimo respeto por pal'te del pueblo, que las ofrecía voluntarias ofrenclas. Sus funciones estahan reducidas á llevar en las procesiones públicas los vasos sagrados, á celebrar el sacrificio. y á ofrecer diariamente en el templo la leche que suministraban las cabras que se custodiaban con estc objeto en determinados puntos. Las sacerdotisas permanecían soltel'as ' miéntl'as vivían en el establecimiento, y sólo la directül'a podía ser viuda. Educábanse tambíen en esta especie' de'claustros las hijas de los nobles, pero debían vol¡ ver al seno de' sus familias cumplida la'edad de veinte años si quedan casarse. Un escritor describe uno · de estos establecimientos Situado en el barl'anca de Vale¡' on, y dice: « La entrada es un grande aL'CO, al que sigue un largo salan, y á uno y Obl'O lado se ven en perfecta simetl'la ciertas celdillas ó aposentos colocados unos sobre otros,' cada cual con su ventana al barranco. Están en la misma entrada dos torreones, á los cuales se sube por den- " 89 tro." Otra de las funciones que estaban á cal'go de las jóvenes sacerdotisas era la de rOCIar con agua á. los recien nacidos, inmediatamente que eran dados á luz; acto religioso que probablemente irla acompañado de ceremonias especiales, y que, segun refiel'e un historiador conocido, pl'oducla cierta afinidad espiritual, pues la Sacerdotisa ó Hariraagada que habia administrado esta especie dc bautismo á un niño, no podla en ningun caso contrae!' matrimonio con el padre de este, áun cuando hubiera salido del claustro. Es posible que semejante costumbre fuese otra tradicion del bautismo cristiano, asl como la vida intelectual de aquellas doncellas seria un recuerdo de las monjas y diaconisas. Estas últimas cxisLlan en. número considerable en los primeros siglos de la Iglesia, especialmente en la Iglesia africana; eran solLeras ó viudas, y tenlan el encargo de asistir al bautismo de las mujeres, insLl'uit'las pal'Licularmente y prepararlas para abrazar el cristianismo, visiLar á ! os enfermos, álos pl'esos y á los aOigidos, y bacer guardar la d'ebida compostUl'a dentro y delante de la iglesia á los concurrentes de su sexo. Es probable que al establecimiento y duracion de estas órdenes religiosas de mujeres, contribuyesen de consuno las costumbres gel'manas y cristianils, pues los Germanos tenlan la creencia de que en el Doble COl'azon de la mujel' se albergaba un sen ti- 90 miento de pureza y santidad agradable á la Divinidad, por lo que les parecía á propósito pal'a el ejer- . cicio del sacerdocio. Los GU3, nches llamaban á estas · sacerdotisas por antonomasia las Vírgenes, magadas, ó, como hari quiel'e decir muchedumbl'e ó pueblo, y estas jóvenes sallan del círClllo de sus familias y pertenecían al pueblo, se las llamaba tambien harimagadas, como si dijéramos corporacion ó cuerpo de doncellas, voz compuesta, muy semejante á la del antiguo aleman herilmecht, que significa ejército de soldados. IX. Las primel'as noticias de Edrisio están de acuerdo con las de los demas aventuret'OS árabes que dicen haber encontraelo en las costas ele aquellas apartadas islas « hombres de . elevada estatura, de color rosado y trigueño, con pelo liso, y mujeres de extl'aordinaria belleza. » En todas las relaciones posteriores se dice asimismo que eran los Guanches una raza hermosa, de esbelta talla y de mediana corpulencia, dotada de gran fuerza muscular y de una I1sonomía franca y simpática. En las momias que se descubl'en cada dia es notable la sólida constitucion del cuerpo, yen l. IIuchas de ellas se ve aún el colol' rubio y hasta rojo del cabello. Los cuatro primeros habitantes de Canarias que vinieron á Europa en el año de 1341 llevaban el pelo tan largo que les llegaba á la cintura, y su color dorado cOl'respondla con el azul más ó ménos claro de los ojos; pero, no obstante, se encontraban tambien en 92 todas las islas individuos de pelo y de ojos negros, si bien no era muy comun. La barba era fuerte y poblada, y. el pelo ni crespo ni lacio; el color de su piel sonrosado y blanco, y en 21gunos más moreno.. como sucede de ordinario en la Europa central; y prueba de que el color OSCUl'O era cosa extraot' dinaria, es que á un príncipe de la isla de la. Palma se le dió el sobrenombre de Azuquake el Alore'llo. La expresion del semblante, llena de atraccion, reflejaba vivamente y con rapidez todos los sentimientos interiores, y esto debía ser tanto más chocante para los Españoles, cuanto que en sus propias fisonomías, como en las de los Arabes, hay un ligero rastl'o de la rigidez y de la tristeza que los otros pueblos llevan impreso en las suyas de una manel'a ménos perceptible. La delicadeza y la animacian de las facciones contribuía no poco, segun parece, á los atractivos de las hij as del país, en cuya descripcion se recordará que decia Procopio que las Vándalas e~ an más bellas que ningunas otras mujeres del mundo: . La conformacjon de la cabeza, el largo del brazo y de la pierna y todo el armazon de las momias que se sacan de los enterramientos de Tencl'ife recuerdan la confol'macion del cuerpo de los Germanos. « l\ lirad ¡¡ hí á ' nuestros compatriotas de Turingia, » decía un personaje de este último país á las personas que le acompañaban á visita¡' las mo- 93 mias de los Guanches en el ~ Juseo de Lisboa. El cráneo de éstos, sobre : todo, se ha sometido á un exámen minucioso, y de éll'esulta que la pal'te su~ periol' es semicil'cular, la ft'ente elevada y ancha, no inclinada · hácia atrás, sino más bien saliente, los maxilares moderadamente pronunciados, los dientes pel'pendiculal'es, y la mandíbula inferior bien conformada. El ángulo agudo que forma la nariz con la frente resulta tambien muy pronunciado. Si se comparan los cráneos de los Gual). ches · con el de los Bel'be¡' iscos ó el de los Arabes, resultan los primeros, en su maYal' parta supel'iol'es, más perfecta y más considerablemente desenvueltos que los otl'Oll, en especial más sob¡' esaliente el ángulo mencionado entre la nariz y la f¡' ente. Tambien es notable el mayor espacio del hueco del c¡' áneo. Las medidas de Wetckel' colocan el cráneo de los Guanches á la par del de los Borgoñones y Lituanios, é inmediatos á los Suecos y Holandeses: En las tablas de Bamard Davis se eqUiparan los Guanches eon los Anglo- Sajones, y despues de éstos con los' Suecos é Islandeses. Entre los cráneos de los Gnanches no puede desconocerse que existe una diferencia, que creemos ha sido Be¡' thelot el primero en notar. Los ménos tienen la parte superior más convexa Yménos pronunciado el ángulo de la nariz, Yen el mayal' númel'O este ángulo es más agudo, la frente más an- 94 cha y más fuerte, de manera que la cal'a se aproxima más al cuadrado, y áun hoy dia sucede que no es raro encontrar Canarios cuyas cabezas y rostros pl'esentan las formas características, bien de los pueblos de la Baja- Sajonia, bien de Jos Berberiscos. Sabido es que con frecuencia los rasgos fisonómi- . cos de los antepasados, despues de algunas generaciones, suelen reproducirse en algun individuo de la familia. Ambos fenómenos encuentran explicacion muy fácil, admitiendo que en las islas Canarias se - ha verificado una mezcla entre Berberiscos y Germanos. Los Guanches vivlan en la época de la Conquista repartidos en pequeños territol" ios ó distritos, cada uno de los cuales tenía su Rey cantonal hereditario y su Dieta. Sólo de la pequeña isla de Hierro se dice - que tuvo otras veces un príncipe único, que disfrutaba de gran venel'acion. La de Gomera, por el contrario, aunque más pequeña, volvió á dividirse despues de la muerte del rey AmalgUiche en cuatro Estados, y en la Parma se encontraban nada y ménos que doce pues á la muerte de Gumidafe y de Antidamaná, que hablan sometido toda la isla, habiéndosela vuelto á dividir entl'e sus dos nietos, se dispuso que cada uno delegase seis nobles para el gobierno superior del pals. Tenerife estuvo tambien reducida á un solo Estado bajo Tinerfe el Grande; pero ú su muerte reparti~ ronse la isla sus 95 nueve hijos, conservando cada uno su parte, aunque quedando como feudatarios del hermano que era mayor en edad y en poderío; sólo que tl) niendo el Gran Tínerfe, además de los nueve hijos leglti- . mos, otro llamado A'Dakuko, habido en una cQncu- .. t. bina, pareció injusto que éste quedase sin participacion en la herencia, así que obtuvo un pequeño señorío; pero no se le dió el nombre de Menecy, es decir, Príncipe, como á los otros, sino el de Achíme1zcey, Ó hijo ele Príncipe. Estos pequeños Estados se encontl'aban casi siempre en desavenencia y guerra, siendo el motivo constante la cuestion de límites en los terrenos de pastos, pues cada distrito ó canton velaBa celosamente sobre sus fl'onteras. En Lanzarote y en Fuerteventura fueron tan prudentes, que dividieron la isla pOI' medio de una muralla que iba de una costa á la otra. Esta muralla existía aún despues que la lengua de los Guanches habia desapal'ecido, pel'o no consigui? impedir que ambos reinos luchasen rudamente llentro de sus respectivas islas. Además, fuera de las cuestiones de limites, la ociosidad, la codicia y la rapacidad de los magnates eran causa de que las hostilidades se renovasen cada dia, dado que era siempre fácil encontl'ar un pl'etexto. Tan pronto era una cuestion de herencia, tan pronto el robo de ganados, y en ocasiones, una ofensa verdadera ó supuesta. Indudablemente, desde la época 96 de los reyezuelos de distrito se han conservado hasta hoy en Canarias gl'andes odi? s y rivalidades de todo género entre las Islas, y en cada una de. ellas entre sus diferentes distritos, y es de carácter tan especial · este sentimiento de avel'sion, que s610 puede atribuirse su origen á causas meramente históricas, En un pueblo tan acostumbrado á la guerra, el manejo de las armas era cos. a. natural; las armas constituían una distincion y un adorno entl'e los hombres libres, y ninguno solía salir sin llevar algun al'ma, ó por lo ménos un bastan de gl'uesa empuñadul'a. Ordinariamente usaban la pica 6 la lanza larga, hecha de excelente made\' a muy cUl'ada que se enconLl'aba en los bosques. de las islas, de ocho ,6 diez piés de lal'go, y cuya punta endul'ecían al fuego 6 la formaban con un cuerno aguzado, y de las cuales he visLo yo Lodavia muchas en manos de los labriegos en el campo. En la guerl'a, sin embar · · go, era el arma pl'incipal la lanza cOl'ta, . de unas • tres varas de largo; y las hábía de diversas clases, más cortas y más lal'gas, con la punta en forma de arpon, ó simplemenLe lisa; algunas tenían en la empuñadUl'a dos nudos á la distancia conveniente pal'U colocar entre ellos la mano y asegul'arla mejor. Usábanlas como arrojadizas 6 como punzantes, pero con tanta destreza, que jamás erraban el objeto que se proponían, Esta era aquella sangl'ienta y vence · 97 dora Framea de que nos habla Tácito. Otra de las armas era el hacha de piedra, especie de maza con un agudo corte de pedernal, que con un cuchillo de la misma piedl'a completaba el arm;¡ mento del hombre de guerra. Los Guanches poseían todavla otra arma terrible, que era la piedr:\ aL'rojada con sólo la mano ó con la honda. Un pal' de piedras hacían mil añicos la rodela de un soldado, y eran tan certeros en el tit'o, que partían las ramas más elevadas de un árbol, arrojando con sus fucI'zas gigantescas las piedras á una distancia increible. Como aL'mas defensivas, valianse de la misma lanza, con la cual paraban ó desviaban el golpe de tajo ó de punta, ó se servfan del brazo izquierdo, que pr~ 8entaban envuelto en la capa. Cuando los Guanches entraron en guerra ó en trato con los El1l'opeos, nada apreciaban tanto como . el hien'o, que aprendieron inmediatamente á trabajar con toda pel'feceion; tambien arrebataron á los Españoles muchas armas eUl'opeas en el campo de batalla, y éstas, natmalmente, tenlanlas en muy alta estima, y de las que hacían un llSO conveniente. Con . increible habilidad cambiaron el antiguo aL'mamento, modificándolo conforme al de los con. quistadol'es, especialmente los arcos y las Gechas pat'a mejor resistir las fum'zas enemigas. Comprendieron al mismo tiempo la ventaja del eS0udo, y los hicieron de la corteza de dl'ago, que era sumamente á propó- 7 98 sito para esto, y lo que es más sorprendente, se encontró á un Príncipe que llevaba en su escullo, como. empresa, cuai'teles pintados de encal'nado y blanco. Conocían las fortificaciones y trincheras, y éstas eran t~ n escarpadas y estaban const. l'uidas con tanta maña y solidez, que era muy difícil el tomarlas. Por las ruinas de estas obeas d~ foetificacion como por los fragmentos de la muralla que dividía ' la isla de . Fuerteventura, ha podido admil'arse la destreza con que stlbían los Guanches emplear grandes mateeiales en la constl'Uccion de sus obras. Comenzaban el ataque lanzando piedras cOn la mano y con" las hondas. Cruzaban el aiee los dardos y las Oechas, hasta que en medio de una enorme gritería venían todos á las ruanOR. Cada cual hacía frente á un enemigo, y aunque esta lucha individual . era sangrienta, tan pronto como el adversario caia, por estar herido ó por entregarse prisionero, se consideraba indecoroso inferirles ninguD daño, y áun cuando fuesen extranjel'os se les trataba bien, se les curaban las heridas y se cuidaba de e1l0G hasta que se hacía un canje. Aretaguardia de la línea de combate se colocaban las mujel'es, las cuales llevaban víveres á los combatientes, sacaban á los heridos del campo de batalla y daban sepultura á los muertos. Nadie las defendía, porque nadie las . estorbaba en su piadosa ocupacion, pue~ las muje · res y los hijos del enemigo estaban, como tambien 99 , los edificios destinados al culto de la divinidad, bajo , la salvaguardia de esta noble costumbre, Deshonorado habría quedado para siempre aquel que hubiel'e osado poner la mano sobre mujeres ó hiños, p sobre ancianos inermes. ¿ Quién no recuerda, á propósito de esto, el pasaje en que Tácito hablando de las batallas de los Germa'nos, dice: « En las imñediaciones están las prendas del muor; por allí se oyen los lamentos de las mujeres; más allá los gemidos . de los niños; estos son para cada uno los testIgos más santos, las panegiristas más grandes de sus hechos. Alas madres, á las esposas las llevan sus heridos, y estas no temen cont: l1' sus heridas y apli, cal' sobre ellas sus labios cariñosos. » No hay, sin embargo, vestigios de privilegios concretos. La Administl~ acion pública, así como' el Poder judicial, estaban concentl'ados en la Dieta, - esto es, en la Asamblea de los hombres libres y de sus delegados, aunque tambien tomaban asiento en ella los nobles al lado del Príncipe; cuando este fallaba á su deber, se constituían en sus a~ llsadores y jueces ante el pueblo. Antes Je que un jóven tuviese asiento y voto en la Asamblea debía hacerse homlJl'e, como si dijéramos, armarse caballero, y en la Gran Canaria hacíase esto con grandes ceremonias de la manera siguiente: Cuando un jóveu se consideraba con la robustez necesaria para líeval' armas y desempeñar 100 el servicio militar, dejábase crecer el pelo hasta los hombros ':{ se pl'esentaba al Faycan, á quien cor-, respondía formar el proce, so como gran juez, y disponer las ceremonias religiosas como gran sacel' · dote. Aeste " e decía: Soy hijo de Fulano y deseo que se me haga hombl'e de armas; el Faycan pasaba á la residencia del solicitante y convocaba á los nobles y hombres libres que tenían allí su domicilio, les presentaba el jóven ':{ les daba cuenta de su pretension, diciéndoles despues: « A vosotros, lodos los que me escuchais, os conjuro que me. digais la , verdad en nombre de Dios, y denuncieis si habeis visto á este qué está en vuestra presencia, hijo de Fulano, entrar en algun corral y ordeñar y degollar por su propia man |
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