La Rosa del Taro: miscelánea majorera |
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Pedro Cullen del Castillo LA ROSA DEL TARO MISGELANEA MAJORERA ALGUNOS ROMANCES, COMPOSICIONES VARIAS Y LEYENDAS DE FUERTEVENTURA LAS PALMAS DE GRAN CANARIA Esta edición ha sido hecha gracias al patrocinio de los antiguos alumnos del Colegio Viera y Clavija de Las Palmas. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 PEDRO CULLEN DEL CASTILLO LA ROSA DEL TARO MISCELANEA MAJORERA ( Algunos Romances, composiciones varias y Leyendas de Fuerteventura) LAS PALMAS DE GRAN CANARIA 1984 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 Depósito Legal: SE- 125- 1985 I.S.B.N. 84-398-3413-6 Imprime: Artes Gráficas Salesianas, S. A. Polígono Calonge. Parcela 10, Nave 7. Sevilla, 1985 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 Para Fuerteventura, la isla de mis mayores, por la que tanta devoción sentimos yo y mis familiares. A todos los que han hecho posible este trabajo, proporcionándome romances o composiciones poéticas, mi más expresivo agradecimiento. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 INDICE © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 Perfil de un profesor . .. l. A:LGUNOS ROMANCES PREAMBULO ..... . l. ¿Será verdad, mujer mía ... ? ... .. . ... ... .. .. . . ... .. . .... . . 2. A la una nací yo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . .. . . . . . . . . .. 3. Ayer me fui a pasear .. . .. ........... . . .. . ...... .. .. .. .. .. . . 4. Quince años yo tenía ....... .............. .. . ... ..... . .. . .. . 5. Oración a San Bartolomé .... .... . .. .... .. . ......... ... .. . 6. Romance de la Virgen y el ciego .. ....... .. . .. ... . ........ . 7. Omnipotente Jesús ...... .. . ......... .. .. ........ ... .. .. .... . 8. María va para el Calvario .... .. ..... . ...... .......... ... . . 9. En la calle Siete Iglesias ......... . .. .. . ... .. ...... .... ..... . 10. Romance de doña Josefa Ramírez y don Pedro de Ve-nezuela ................................... . .......... .... . 11. Romance de don Jacinto del Castillo y doña Leonor de la Rosa ...... ...... ........ ....... ... ...... .. .. .... . 12. Romance de Santa Teresa y Manuel Contreras . . . . .. 13. Romance del «Espertador» del alma o precipicio .. .... .. . 14. Romance de don Fernando ....... .. ... . .. 15. Rosaura, la del guante .. . . . . . . . .. . .. . . . . .. . 16. Doña Francisca, la cautiva . .. . . . . .. . . . . .. 17. La renegada de Valladolid ... ... ........ . 18. La peregrina doctora, doña Inés . . . .. . 19. Romance de la niña perdida .. .. .......... . 20. ¡Qué linda mañana .. . ! .... .. .... .... . ... .. . 21. Romance de don Pedro Acedo y doña Isabel ... 22. Relación y mística de la pasión y muerte ... 23. Romance de Blanca Flor y Filomena . . . . . . . .. 24. Duelo entre amigos .. . .. . . .. . . . .. . . .. 25. Los mártires del amor . . . . . . . . . .. . .. . . .. 26. La infanticida ... . . . . .. .. . . . . . .. ... . .. 27. Santo Domingo Bendito ... . ........ .. . 28. Cuando miro pa el convento . . . . . . . .. 29. El viejo avariento . . . . .. . . . . . . . .. 30. ¿Dónde vas, Alfonso XII?... ... . .. 5- 8 9, 11- 14 15 16 17 18 19 20 21- 22 23 24 25- 31 33- 40 41- 48 49- 50 51- 54 55- 61 62- 68 69- 70 71- 78 79- 83 84- 85 86- 87 88- 89 90- 91 92 93- 95 96- 97 98- 99 100-101 102-103 104-105 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 31. Romances-canciones cantadas por las nmas del Puer-to de Cabra ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 106-107 32. Historia verídica de Carlomagno y los doce pares de Francia... ... ... ... ... . .. ... ... .. . ... ... .. . . . . .. . . . . . .. 108-135 33. Pérdida del «Guadarrama» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136-138 II. COMPOSICIONES POETICAS VARIAS ... ... ... ... ... ... ... ... ... 139 PREAMBULO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141-143 l. Canciones anónimas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 2. Poemas religiosos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 3. Otras tres composiciones religiosas . . . . .. .. . . . . . .. 4. Otras c9mposiciones varias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 5. Poesías satíricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 6. Plegaria lírica a fray Andrés . . . . . . . . . . .. 7. Coplas de la Batalla de Tamasite . . . . .. 8. Auto de Navidad . . . . . . . . . . . . .. . . .. ..... . 9. Versos en el establo del Niño Jesús .. . 10. Auto de Navidad . . . . . . . . . . . . . . . . .. 11. Historia de una camella ... .. . ........ . 12. Coplas del Marqués de la Cadena . . . . .. 13. Coplas de la Virgen de la Peña ... III. LAS LEYENDAS .. . PREAMBULO .. . l. Aparición de la imagen de Nuestra Señora de la Peña .............................. .. ........ .... . II. Cuando San Diego amarró al diablo . . . . . . . . . . .. III. La casa alta de Tindaya . . . . . . . .. IV. La luz de Mafasca ..... . V. El ataúd varado .............. . VI. Tesoro en El Cigarrón . . . . . . . .. VII. Tesoro en un lugar del valle ... VIII. Tesoro en la Fuente de Hijar .. . IX. El diablo se aparece en forma de perro ... X. Tesoro de ,la iglesia de Betancuria . . . . . . . . . . .. XI. Otro depósito de dinero en Betancuria . . . . . . . .. XII. Supuesto tesoro en las canteras . . . . . . . . . . . . . .. . .. IV. POESIAS DE PEDRO CULLEN . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . .. Tríptico majorero: . . . . ..... l. El campesino . . . . . . . . . . . . . .. II. El paisaje . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. III. Ambiente pereza . . . . . . . . . . . . . .. 145-147 148-150 151-153 154 155-158 159 160 161-164 165 166-167 168-170 171-174 175-183 185 187-188 189-190 191-192 193-194 195-196 197-198 199-200 201-202 203-204 205-206 207-208 209-210 211-212 213 215 217 218 219 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 Perfil de un Profesor © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 El título del libro era, es, «Historia de la Literatura Española»; el autor, Jaime Fietzmaurice-Kelly. Estaba editado en 1926. Fietzmaurice había sido profesor de la Universidad de Liverpool y tenía muchos, títulos, muchos títulos que adornaban su nombre. Era individuo de la Academia Británica, corresponsal de las Academias de la Española, la de Historia. Y también de la de Buenas Letras de Barcelona y de la Academia das Sciencias de Lisboa. El libro asustaba al joven estudiante, pero el profesor se lo había recomendado. Su profesor de literatura. El bachilleresco muchacho había querido tener por primera vez en sus manos una historia de la literatura española distinta a los otros libros de texto. Y entonces, en aquellos años, la más innovadora de todas las historias de literatura española, la de Angel Valbuena, era inencontrable. Valbuena era un profesor castigado, un olvidado oficial. De Valbuena se sabía que había escrito una breve historia de la literatura canaria, mejor dicho de la poesía canaria. De Valbuena se sabía que había sido profesor en la Universidad de La Laguna. Y que había sido amigo de un antiguo profesor de Instituto que se llamó Agustín Espinosa. Pero su libro de texto, su Historia, solamente de una manera muy subrepticia se podía consultar en la biblioteca del Museo Canario. Por eso, el profesor de literatura, su profesor de literatura, le había recomendado la «Historia de la Literatura Española» de Fietzmaurice-Kelly. Y por eso, el joven estudiante la había pedido a su amigo el librero; a su amigo el librero que se llamaba don Alfonso y que regentaba una mezcla de venta de discos, de libros prohibidos y de papelería menuda en la calle de Triana. Y don Alfonso (aquel don Alfonso de pelo negro y engomado, de untuosas manos, de sonrisa fácil), aquel don Alfonso consiguió traer no se sabe por qué caminos el voluminoso, el plúmbeo libro de la «Historia de la Literatura Española». 5 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 El libro fue subrayado, comentado, por el profesor de literatura. Aún hoy, en el índice general, están subrayados los autores que el profesor de literatura exigía dentro de sus clases. Allí están el Mio Cid, Alfonso X, Juan de Mena, Jorge Manrique, Garcilaso, Cetina, Castillejo, Fray Luis de León, Ercilla; y Cervantes, y Lope, y Calderón. Eran los autores que el profesor de literatura explicaba con más detenimiento, con más atención. La lectura del libro resultaba farragosa. Aunque excelente hispanista, según supo después el joven alumno, su libro había sido escrito primeramente en inglés, luego en francés y, por último, había sido traducido al español. El libro era una nueva modalidad de historia literaria, aunque inspirada todavía en las estructuras del viejo centón de don Angel G. Palencia. Aquella Biblia de almanaque que sirvió de libro de texto a tantos alumnos universitarios españoles. El profesor de literatura, aquel profesor de literatura alto, con voz grave, con sonrisa medida, con ademnnes de gran caballero, con un aire entre solemne y festivo, explicaba su clase cada día con un tono, con un calor y una vehemencia nada naturales. Por eso, el alumno, por' eso los alumnos encerrados en aquella pequeña clase, escuchaban con gran atención al profesor. Por eso, los cuchicheos cesaban, los chicoleas apenas se oían y hasta los más despistados parecían ensimismarse al escuchar los versos de Garcilaso, los de Góngora o los de Quevedo. No era, según cuenta Manuel Azaña, «el aula hostil, ni la luz cenizosa de noviembre» la que daba en los párpados de los alumnos. No era <da voz insegura, tan pronto ronquilla y velada como chillona y metálica, entre gallos y rociada de saliva, con el tropel de palabras que le salían de la boca »; no era esa la voz del profesor de literatura. Era una voz sonora, cadenciosa, matizada, dominando muy bien los registros, enfatizando muy bien los textos leídos; dramatizando en ocasiones la estrofa o el párrafo; dominando en todo momento la palabra exacta, el juicio acertado. Este era el profesor de literatura. Que no era, y sigo recordando a Manuel Azaña, «el padre Blanco », el sabelotodo padre Blanco del colegio de El Escorial. El colegio no era de frailes. El colegio no tenía olor a sacristía. El colegio tenía un aire limpio, claro, sereno. Era un aire que no venía de la Sierra del Guadarrama, sino que se refrescaba con el aura marina tan vecina, tan próxima. Y, sobre todo, que ensanchaba los pulmones con la atmósfera de tolerancia, de condescendencia, combinadas con el rigor y la severidad, en pocas ocasiones manifestada. Era la severa voz del Director cuando, en la Direc- 6 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 ción, a puerta abierta, amonestaba, chillaba, advertía y, en alguna ocasión, amenazaba con la expulsión, si la falta resultaba demasiado grave. Pero antes de Director, profesor de literatura: en el aula, aula recoleta y pequeña; en donde la palabra grave, la palabra resonadora del profesor, seguía desgranando los textos de la historia de la literatura española. En aquellos años, más dramáticos que fáciles, el colegio tenía un signo liberal y abierto. En el colegio coincidían los hijos de la clase social más distinguida y los económicamente más débiles. Sin distinción, sin matices de uniformes, con una igualdad democrática que por primera vez aquel alumno había empezado a conocer; y que sus compañeros, ya más veteranos, tenían costumbre de vivirla cada día de clase. Allí, en el pupitre del salón, esperando la llamada de cada profesor, el estudiante, el todavía asustadizo estudiante, releía o repasaba sus libros de texto, copiaba apuntes, o bisbiseaba con el compañero de pupitre, mientras la sombra fugiminosa de don Antonio Francés monologaba no se sabe qué palabras misteriosas desde la altura del estrado; o mientras la luz, tamizada y azul, se filtraba por una de aquellas ventanas cuadranguladas, blano.uecinas y entreabiertas. El profesor de literatura, además, era hombre de papeles antiguos, era archivero, sabía leer letra antigua, refería de vez en cuando anécdotas o historias relacionadas con las islas, dictaba conferencias, a las que asistían algunos de sus alumnos. Y alentaba a los que más tarde iban a ser poetas, ensayistas. A los que más tarde iban a tener un nombre, un nombre propio dentro de la literatura contemporánea. El profesor de literatura sabía tomar el pulso a cada alumno. Sabía despertar su curiosidad o sabía reprender las vanidades y el anecdotario más sutil. Por eso, hoy, con la fragancia del vaso azoriniano, mirándonos en el espejo hondo, plomizo, en el espejo azulado del tiempo, vuelven las imágenes y las sombras. Vuelven fantasmas perdidos, la voz del profesor de literatura, las páginas del libro de la historia, las anécdotas de clase y hasta el abrir y el cerrar del pupitre, cada vez que inalterablemente el inspector Antonio Francés llamaba al alumno. Cada sonido, cada palabra, como el limpio vaso de cristal, tienen una luminosidad distinta. Por eso, el magisterio de aquel profesor de literatura sigue estando vigente. Porque sus palabras son las mismas, porque su devoción y su entrega -¡ cuánta entrega, cuánta devoción, cuánto 7 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 sacrificio!-, porque su entrega y su devoción, repito, nos ha servido a muchos, nos ha guiado a muchos. Ha sido modelo para muchos. Y haber sido modelo es tener módulo de maestro: ese módulo que es tan difícil de alcanzar y al que tantos hemos aspirado. Por eso, hoy, el magisterio, la voz, el talante y la presencia física de don Pedro Cullen del Castillo, éste que hoy homenajeamos, sigue estando muy cerca y muy dentro de nosotros. Porque en el corazón, en el corazón de todos, sigue oyéndose aquella palabra viva del profesor de literatura del Colegio Viera y Clavijo, escondido en un rincón del viejo barrio de Vegueta. ALFONSO ARMAS AYALA 8 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 I Algunos Romances © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 PREAMBULO Desde la época, ya tan lejana, de mi juventud y como consecuencia de las largas temporadas pasadas en la finca « La Rosa del Taro», en Fuerteventura, fui poderosamente atraído por las faenas agrícolas y por la paz virgiliana que allí se respiraba. Las estaciones se sucedían y, en los años de prosperidad, cada una de ellas tenía especial encanto. Y aprendí entonces lo que significaba la roturación del campo, la siembra y plantación de los cereales y legumbres en los barbechos y las «gavias», desde la amplitud de las «cadenas», allá en lo alto de las montañas, hasta las feraces planicies, enriquecidas por el limo que arrastraban las lluvias. Aprecié la alta significación de la utilización de los caños y bebidas de aquella tan singular agricultura majorera, y llegué a pensar con el tiempo qué circunstancia fue determinante de la implantación en Fuerteventura -y también en Lanzarote- de un sistema que remeda las periódicas inundaciones del Nilo, con la fecundidad consiguiente de la campiña egipcia (Egipto es «un presente del Nilo», decía Herodoto, o, «sucesivamente, un campo de polvo, un lago de agua dulce y un jardín de flores», como proclamaba el historiador árabe Amrú). Porque la «gavia», es eso, una imitación artificial y mezquina de lo que sucede naturalmente en Egipto: se hace con yuntas y tablones -hoy con tractores- una superficie más o menos extensa totalmente horizontal; se le rodea con unos «testes» o trastones de cerca de un metro de alto y se le deja una entrada con sus correspondientes tornas para que por allí penetre el agua conducida por los caños, que sangran los barrancos en las épocas de lluvias. Aprendí también a conocer el característico verdor de las mieses y leguminosas, a punto de florecer; la recogida de las sementeras y el encanto de las trillas en las numerosas y extensas eras que existían en la hacienda. Pero, quizá, lo que más llamara mi atención y me seducía era la faena de las «arrancadas», palabra que sustituía a la siega, porque en Fuerteventura no se efectúa la reco- 11 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 lección de los cereales como en el resto de España, sino que se «arranca» el trigo o la cebada, dada la parquedad de las parvas y la necesidad de su total aprovechamiento. En Fuerteventura se «arranca», es decir, se procede a la durísima tarea de tirar, uno por uno, de los tallos. La faena es muy pintoresca: se coloca en el lugar de las sementeras elegido previamente la cuadrilla de peones de ambos sexos, capitaneados por el que, con toda justeza, se puede decir que llevaba la voz cantante; pues, para animar la ingrata labor, éste recitaba, con sonsonete especial, un largo romance, o más bien, largos romances, según la duración de la tarea; y la cuadrilla, sin descansar en su labor y en los momentos de pausa del recitador, entonaba un estribillo, que se repetía monótonamente en los diferentes períodos del romance. Recuerdo que por entonces adquirió fama grande en estos menesteres, un labrador llamado Diego Calero, de feliz inventiva y magnífica memor ia; y recuerdo también haberlo oído cantar un largo romance en el que se contaban las peripecias de un tal Fernando Gutiérrez, que había comprado una camella vieja 1. Y después de él iniciar el canto con el pie del romance, «Ay, qué Fernando Gutiérrez compró una camella vieja», continuaba desgranando los diferentes episodios que provocó la posesión de tal camella y sus diversas aventuras; y la cuadrilla, al modo del coro de la tragedia griega, recitaba con una entonación un tanto cansina el estribillo citado. Esta· faena, desarrollada en tal forma, es la equivalente a la que · en Tenerife; por ejemplo, se realizaba en la época de la siega; pero es curioso comprobar cómo en las islas había, por lo menos, dos denominaciones; y a lo que en las occidentales se llamaba res ponderes 2, que yo sepa , en la de Fuerteventura, y seguramente también en Lanzarote, se designaba como pie del romance. La impresión que tal espectáculo me produjo en aquella temprana época de mi existencia fue muy profunda, y recordé en lo sucesivo con mucha frecuencia a Diego Calero y los peones 3 que integraban su cuadrilla. Pasaron los años y yo me encontré absorbido por los laboriosos estudios realizados para cursar mis carreras. Sin embargo, terminadas éstas, volvió a martillear en mi memoria el recuerdo de aquellos tiempos pasados, y me hice el firme propósito de recoger y publicar algún día los romances de Fuerteven-l. Una impresión del tema de aquel romance, la podemos tener leyendo el que figura con el número 27 de la presente colección . 2. El infatigable erudito Pérez Vida! , nos ha dejado una teoría de los responderes de La Palma en su obra «Poesía Tradicional Canaria», edición del Cabildo Insular de Gran Canaria, 1967, páginas 11 y siguientes. 3. Con frecuencia, en Fuerteventura, estos trabajadores pertenecían a «peonadas». integradas por voluntarios que realizaban las faenas sin ningún estipendio. 12 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 tura; pero, los avatares de la vida impusieron su imperio y los años pasaron sin realizar tal propósito, hasta que, por 1969, en adelante, y aprovechando las vacaciones que pasaba en la isla majorera, comencé la labor un tanto penosa de recopilación. Me puse en contacto con Fernando Calero, hijo de aquel famoso Diego, ya fallecido, y con otros numerosos campesinos de distintos lugares, y así pude reunir, unas veces por escrito y otras de viva voz, con el propósito de darlos a la estampa, los romances que a continuación se insertan. Pero la pobreza de los resultados obtenidos, no tanto por la cantidad, sino por la calidad, me desanimó por completo. No encontré en todas mis investigaciones un sólo romance histórico de los tradicionales del romancero español 4. Y eso me causó profunda extrañeza al par que desengaño, porque en Fuerteventura, por su misma pobreza y falta de evolución de las costumbres, se mantienen estáticos aquellos primeros establecimientos de conquistadores procedentes de diferentes regiones peninsulares, y era lógico que perpetuaran sus costumbres ancestrales como perpetuaron su señorío e hidalguía. Por otra parte, en las islas canarias y especialmente en Fuerteventura se refugiaron muchos judíos españoles y portugueses, que aquí, entre nosotros, pasaron desapercibidos como tales y escaparon a las persecuciones de entonces; ¿ cómo es que sus descendientes, equivalentes a los sefarditas, no conservaron la tradición romancesca como lo han hecho los judíos españoles de Marruecos, Salónica, Rumanía o Constantinopla? Quizá la explicación es que tales familias judías -que llegaron a tener hasta sus sinagogas- de Fuerteventura, perdieron su condición de comunidad hebraica y, convertidos al cristianismo, se fundieron con el resto de la población, sin dejarnos otros recuerdos de su anterior 4. No figura ninguno de los que aparecen en la «Antología de Poetas Líricos Españoles•, edición del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, tomos VIII al X de la obra de Menéndez Pelayo. Tampoco en Ramón Menéndez Pida!, «Estudios sobre el Romancero», Espasa-Calpe, 1973. O en 1as del mismo autor «Poesía Juglaresca y J uglares•, Colección Austral, núm. 300 Y «Flor Nueva de Romances Viejos•, Colección Austral, núm. 100; pero, en cambio, en su otra obra «Los Romances de América y otros estudios•, Colección Austral, núm. 55, recoge algunos iguales o semejantes a los insertos más adelante, como, por ejemplo, entre los encontrados en América, tenemos «Blanca Flor y Filomena» (pág. 2); «La Virgen, el Niño y el ciego• (página 30) y «La Aparición» (pág. 40); y, entre los que forman parte del romancero judeo-español, hallamos a los romances de «Don Pedro Acedo» (págs. 127 y 176) hallado en Tánger; «La Infanticida » (pág. 160), encontrado también en Tánger, Salónica y Oriente. Por lo demás, tampoco he encontrado correspondencia en las obras de Antoni~ G. Solalinde (•Cien romances escogidos», Colección Austral, núm. 154). Dámaso Alonso («Cancionero Y Romancero español», Biblioteca Clásica Salvat) y Manuel Alvar («Romancero Tradicional y pervivencia•, Editorial Planeta. Barcelona, 1970). Pero, en cambio, algo se puede encontrar en Paul Bénichou («Romancero judeo-español de Marruecos», Editorial Castalia. Madrid, 1970); «Blancaflor y FHomena• y referencia a «Don Pedro Acedo», al que alude considerándolo como artificioso y vulgar. 13 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 condición que la persistencia hasta los tiempos actuales de algún que otro apellido. Decía anteriormente que la mezquindad de mis hallazgos había provocado en mí gran pesimismo. Como se comprobará, abundan entre los coleccionados los romances de ciego popularizados y los de pliego de cordel; hay también otros populares, creados hasta la época más reciente por los habitantes de la isla, que, en eso sí, continuaron la tradición peninsular. Pero figuran apenas unos pocos de cierta importancia y que coinciden con los hallados en Marruecos por Menéndez Pidal o Paul Bénichou, entre otros investigadores; y todo esto me produjo el desánimo fácil de comprender. Mas, he podido comprobar que de todas las islas restantes del Archipiélago se han recogido abundantes muestras y publicado su romancero. La labor celosa de inteligentes investigadores, estimulados por el ejemplo y las instancias de don Ramón Menéndez Pidal, dio magníficos frutos, especialmente en La Palma, Tenerife, Gran Canaria y Lanzarote, y creo mi deber aludir a Pérez Vidal, Sebastián Sosa Barroso, Manuel Lorenzo Pereira o Lilia Pérez González, Victoria Izquierdo, María Jesús López de Vergara, Mercedes Morales y Luis Diego Cuzcoy, entre otros muchos, con la extraordinaria labor de recopilación, estudio y divulgación de Diego Catalán, en su obra «La Flor de la Marañuela», tan consultada por mí; y, sobre todo, mi deseo de contribuir al conocimiento de este aspecto de la vida cultural de Fuerteventura, la isla de mis amores, me han decidido a romper el mutismo que me había impuesto. Aparte de que el «Tiempo apremia y las ansias crecen». Soy plenamente consciente de la mediocridad de mi esfuerzo, del que sólo me cabe el mérito de mi audaz intento. Si alguien, con mejor fortuna que yo, completara en adelante este trabajo, estimulado por él, me daré por satisfecho y plenamente compensado. 14 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 1 ¿SERA VERDAD, MUJER MIA ... ? (a o) -¿ Será verdad, mujer mía, este sueño que he soñado? -Verdad es, marido mío. .. Por aquí pasó gritando; los gritos que por tí daba al cielo iban clamando. Con una mano me visto, con otra ensillo el caballo; pongo los pies en el estribo y por la calle voy volando. Cuando yo llego a la horca, ya mi tío está ahorcado; los pies le beso a mi tío, la mano no la he alcanzado. Del palacio a la colina quince mil hombres he matado y al rey le corté una oreja, por no ir desconsolado . .. Don Francisco Navarro Artiles, profesor del Instituto San Diego de Alcalá de Puerto del Rosario, mi buen amigo y compañero, tuvo la generosa amabilidad de poner a mi disposición los nueve primeros romances que figuran en esta colección. Ya al principio de esta obra expreso mi gratitud a todos mis colaboradores, pero ahora lo hago de manera _especial a este culto informante, tan vinculado a Fuerteventura. Como es justo y normal, hay que consignar que a él fueron comunicados de la siguiente forma: 1, 2, 3, 4 y 9, por un alumno suyo de Corralejo; los restantes, por Dominga Carreño Chocho, de Villaverde (La Oliva). De ninguno de ellos se halla correspondencia en «La Flor de la Marañuela » 1 y, si acaso, por la temática del número 7 se podía evocar «La Laguna Muerta» de Antonio Machado. l. DIEGO CATALÁN, «La Flor de la Marañuela», La Laguna de Tenerife, 1969. ,1.5 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 2 A LA UNA NACI YO (a o) A la una nací yo; a las dos me bautizaron; a las tres supe de amores; a las cuatro me casaron; a las cinco tuve un niño; a las seis lo bautizaron; a las siete se me murió; a las ocho lo enterraron; a las nueve subió al Cielo; a las diez lo coronaron; y entre las once y las doce los angelitos cantaron. 16 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 3 ROMANCE (a) Ayer tarde fui a pasear con las niñas de Medina, y, allá a medio camino, se nos perdió la más linda; el padre la anda buscando para abajo y para arriba, y la vino a encontrar en una zarza metida con un niño de quince años diciéndole: ¡Vida mía! «Si no te casas conmigo yo te he de quitar la vida: mira aquellas casas blancas donde mi padre vivía, donde pesaba el oro todas las horas del día ... » 17 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 4 ROMANCE Quince años yo tenía cuando a mí Carlos me habló; yo le dije que era niña para consentir amor. El me dijo que esperaba un poco de tiempo más, hasta que le diera un sí, aunque no fuera verdad. Yo, como niña ignorante, pronto le dije que sí; a mi madre, en un suspiro, pronto la vi morir. «-No muera, madre, no muera, .. . que eso es incierto de casarme con Carlos ... Carlos no logra su intento». «-Carlos, tú tienes la culpa de la muerte de mi madre; ahora me quedo solita hasta que el mundo se acabe». «-Ven conmigo, jovencita; vamos conmigo hasta Francia, que si te quedas solita, pronto conmigo te casas». «-¿ Cómo quieres que vaya pa esas tierras extranjeras que allí no conozco a nadie y allí me muero de pena?». «¿Cómo quieres que te haga una escritura en papel si la vida es una rueda y me puedes aborrecer?». «-Yo no te aborrezco, no, por otro que valga más. ¡ Dame un beso, jovencita, con tus labios de coral. .. !». 18 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 5 ORACION A SAN BARTOLOME (o-é o) San Bartolomé se levantó, sus pies y manos lavó, su bordón lo cogió y al camino caminó. -¿Dónde vas Bartolomé?, -Señora, en busca de vos. -Vuélvete, Bartolomé a tu casa y tu mesón: donde tú fueras nombrado no caerá piedra ni rayo, ni muere mujer de parto, ni criatura de espanto. Quien esta oración dijere todos los viernes del año sacará un alma de pena y la suya de pecado. Quien la sabe y no la dice; quien la oye y no aprende: ¡Deja estar el día del Juicio lo que acontece y pierde ... ! ¡Con la vara de la justicia se le da pa que se acuerde .. . ! 19 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 6 ROMANCE DE LA VIRGEN Y EL CIEGO (é) La Virgen va caminando con Jesús para Belén, y allá enmedio del camino, se encontró con un vergel de rosas y clavellinas y de manzanas de oler. «-Por Dios te pido hortelano, y al cieguecito que no ve, (sic) que me des una manzana para este niño oler». «-Entre usted, señora, y coja la más que le parezca bien». La Virgen entró su brazo y en un ramo sacó tres: una le presentó a su hijo, otra le dio a San José, y otra le quedó en la mano, para la Virgen oler. «¡Oh, dichosa tal manzana! ¡Oh, dichosa tal mujer! ¡ A los ciegos da su vista! ¡ Y a los tullidos, su pie!». 20 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 7 OMNIPOTENTE JESUS. .. (é o) Omnipotente Jesús que, desde tu nacimiento te ocupas en beneficio de los vivientes del suelo; con tu divina asistencia en breve cláusula quiero explicar al auditorio el más extraño suceso. En la ciudad de ( ... ) en un pueblo muy pequeño que lo llaman Benicarló sucedió para escarmiento. El día dos de enero del año que va corriendo vivía Pedro Gutiérrez con bienes que le dio el Cielo, gozando de su riqueza con paz tranquila y sosiego, sin afán de · codicia ni desvelos de avariento; y, mirándose ya viejo, quiso apartarse del mundo · y entregarse todo al cielo, y, llamando cariñoso a los hijos, ya mancebos, que teriía, les habló · con amoroso consejo, y les dijo de esta suerte: «Mirad, hijos, que ya es tiempo como, muy crecido en mí, débil y flaco me he puesto; ya véis cómo me hallo de mis hombros a su peso resistencia por instantes, arruinando este cimiento; y, así como crecidos, os doy mi consentimiento, y, aptos para tomar estado, como anciano vos aconsejo, como padre vos lo mando. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ejecutad, hijos, presto. Y así, sin perder un punto, de vuestra sangre respeto (sic). Con sumo gusto, los hijos, a su padre respondieron: -Admitida la propuesta». Y así los dos dispusieron dentro de muy breves días tomar estado contentos. Casáronse, y a su padre cuatro meses mantuvieron y a fieras tiranías. su padre que aleves fueron (sic). Les repugnaba sufrirlo y sentían el alimento; les cansaba su vista y les era ya molesto. Y un día, pues, los hijos, en una viña se vieron: 21 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 como la soledad es de maldades aliento, a murmurar empezaron de su pobre padre viejo. Uno decía que ya le era enfadoso su aspecto; el otro que le cansaba el verlo tan sin provecho. Y acordaron una mañana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. habiéndose convenido hicieron los dos concierto de quitar -me ahoga la pena- la vida a su padre mesmo. Sacándolo una mañana al mismo campo, fingiendo que quería divertirlo . . . . . . . . . . . . . .. y atarlo a lo más espeso (sic) a un árbol a donde muera de hambre y fieras deshecho. Y sin temer a justicia de Dios, ambos lo hicieron. Viendo el padre la dureza dijo: «¿Qué he hecho yo para dejarme de esta suerte? Si lo hacéis porque avarientos darme de comer os duele, pediré una limosna buscando así mi alimento». Pero ellos, a todo esto se reían y se mofaban. Y vueltos en rigor los ruegos pedía al Cielo justicia contra hijos tan protervos. Volviendo el uno la cara dijo al otro: « ¡Qué sangrientos tiene el padre los ojos, que parece un oso fiero ... ! » «¡Oso -replicó el padrete vuelva el cielo al momento!» Oyó Dios su maldición y al instante -¡qué portento! mudaba su forma en oso horrible, espantoso y fiero; se revolcaba en la tierra y a los árboles mordiendo; volvióse a aquel triste hermano y con osada fiereza lo hizo átomos tan pequeños que en breve rato fue polvo y cenizas para el viento. Miró a su padre cual .lobo que embiste hambriento al cordero. Vibrando en rayos los ojos fue también a deshacerlo; pero el anciano afligido, empezó a pedir remedio al glorioso San Antonio, a quien con devoto celo había toda su vida pedido que en el postrero lance le diera socorro y los Santos Sacramentos. No le desamparó el santo porque se le quitó luego de la vista aquel mal hijo. Por la acción del viento los puso enmedio de la plaza (sic) de la ciudad; del puesto donde había estado atado, ... .... .. . .. .... .. .. . en el monte refiriendo lo lastimoso del caso. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Muchas personas salieron al monte a desengañarse, donde aquel mal hijo vieron, que, corriendo por las selvas, a aquel león sangriento (sic.) Ea, mortales, ya véis el castigo que da el Cielo a quien pierde la obediencia a su padre, y el respeto, no puede acabar en bien el hijo falso y protervo. 22 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 8 MARIA VA PARA EL CALVARIO... (é a) María va para el calvario con tanto dolor y pena, cambiando su manto azul por uno negro de seda. Como la Virgen no habla y se encontró en tierra ajena, un hijo que ella tenía, más blanco que una azucena, se lo están crucificando en una cruz de madera: por un lado, la mortaja; por otro, las escaleras, Quien esta oración dijera los viernes de la Cuaresma subirá mi Hijo al Cielo como la primer estrella. 23 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 9 ROMANCE (a-i-o) En la calle Siete Iglesias ha muerto una jovencita, hija de don Juan Jiménez que la llaman Agustinita. «-¡ Papá, que me estoy muriendo! ¡ Papá, que me voy a morir! ¡ Mande a buscar a mi novio que me quiero despedir!» «-Prefiero verte muerta, que no verlo en mi puerta ... » ¡ Vaya un padre más tirano, vaya una familia mala, que antes de morir su hija le están haciendo la caja ... ! Julio, que iba entrando; Agustinita, que salía; y toda la gente llorando a darle la despedida ... Julio, que iba delante; los hermanos al costado; y el padre, por más tirano, iba encendiendo un cigarro ... 24 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 10 ROMANCE DE DOÑA JOSEFA RAMIREZ Y DON PEDRO DE VENEZUELA (é-a) (La vengadora que se hace bandolera) PRIMERA P ARTE A la que es madre del Verbo María y señora nuestra le pido humilde postrado me de gracia con que pueda referir a mi auditorio la más infausta tragedia y el infortunado caso que sucedió a una doncella. Présteme atención os ruego: En la ciudad de Valencia, nació de muy nobles padres la moza doña Josefa, con nobles procedimientos crió esta casta Minerva y apenas cumplió esta niña dieciocho ele primaveras muchos galanes . la rondan sus celosías y puertas y entre tantos pretendientes la adoraba muy de veras un principal caballero don Pedro de Venezuela. Este le escribió un billete con muy rendidas ofertas, le dio parte de su amor; la dama como discreta con otro le corresponde a su pretensión atenta diciendo: sefior, don Pedro, yo estimo vuestra fineza y veo señor difícil de que mis padres consientan que yo con usted me case, mas esta noche en la reja de mi jardín os aguardo al fin de las diez y media. Con esto cerró el billete y a un paje con diligencia lo manda que se lo lleve a don Pedro con presteza. Se lo entrega a don Pedro en propia mano y lo besa, rompió la nema y leyó lo que expresado queda, deseando que la noche, tendiese el manto de estrellas. Llegó la citada hora pronto se encontró en la reja 25 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 hizo una seña y salió aquella diosa Minerva aquella estrella de Venus tan bizarra como atenta; se saludaron corteses y hablaron con deferencias dándose pruebas de amor; y con estas inclemencias dos malvados le acometen a don Pedro con presteza; dos estocadas le dieron por las espaldas tan recias que las heridas crudeles hasta el pecho le penetran y como un león herido sacó su espada y con ella a los dos les acometió, pero poco le aprovecha. Ellos se escapan huyendo y el triste joven dio en tierra diciendo: difunto soy, perdone mi amada prenda; y a esta voz que oyó la dama cayó mortecina en tierra; después al volver en sí decía de esta manera; ¿ qué es esto que me sucede, cielos qué desgracia es esta. ¡ oh que ha de ser de mí triste!, ¡ Qué fortuna tan adversa! y de allí se arretiró jurando por las estrellas: Ya no tendré yo sosiego hasta que de cierto sepa quienes son los alevosos, que con grandes inclemencias, a don Pedro dieron muerte toda en lágrimas deshecha. Se partió para su casa como una leona fiera; se despoja de sus ropas, tomando charpa y rodela, un rico coleto de ante, calzón de la misma tela, zapatos a lo moruno y ricas medias de seda, una charpa y dos pistolas también su espada y rodela y un trabuco pendiente que a su cintura lo lleva, y se partió a un contador y sacó de una gaveta hasta trescientos doblones y se ausentó de Valencia. Entre unos montes se oculta y de noche daba vueltas, diba a una casa de juegos donde todo se conversa jugando toda una noche y otros señores con ella, sin saber con quien hablaban del caso le dieron cuenta, diciendo que don Leonardo y don Gaspar de Contreras salieron con gran sigilo de la ciudad de Valencia; doña Josefa responde: ¿por qué cosa les molesta a esos nobles caballeros para salir de su tierra? quizás irán a algún pleito de alguna de sus haciendas, que el que tiene mayorazgo nunca le faltan quimeras. No es mal pleito el que le sigue, ellos dieron por respuesta, si son los que dieron muerte a don Pedro de Venezuela; disimulando su enojo, contestó con gran cautela: eso no se puede hablar si saber que cierto sea. Sabrá que es mucha verdad lo que digo, si no fuera ellos mismos lo dijeron que fueron pa Cartagena y satisfecha del caso se quedó doña Josefa. 26 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 Salió del juego diciendo: ¡Buena suerte ha estado esta! Mis penas tendrán alivio y si me vale la idea y se montó en su caballo y así viro puso rienda y a Cartagena marchó con muy pronta diligencia. Llegó una tarde feliz al fin de las doce y media en un mesón se desmonta y le dice a la mesonera que le cuide del caballo, que pronto daba la vuelta. Sin desarmarse se fue a la plaza, por sin encuentra algunos de sus paisanos que tanto verlos desea. No los pudo descubrir y al mesón se dio la vuelta, y le dice a la patrona que apreviniese la cena y que le hiciese la cama en una sala que tenga la ventana pa la calle sin dar a entender su idea. Apenas anocheció pronto se encontró en la reja; por la ventana, escuchando cuando en la calle conversan. Oyó decir a dos hombres aquestas palabras mesmas: para mañana a la noche tenemos función muy buena, casa don Juan de Mansilla porque en esa casa se hospedan dos famosos caballeros, naturales de Valencia, que ellos quieren obsequiarle mas no quieren que se sepa que allá se han tenido un lance contra de un hombre de prendas, y al oir estas razones, contestó doña Josefa: calla hombre, no prosigas, cállate imprudente lengua, que no sabes quien te escucha porque si bien lo supieras no dieras cuenta a tu amigo ¡Oh cuánto más te valiera, cuantas veces el callar que aquel que no habla no yerra!, y satisfecha del caso se quedó doña Josefa. Y apenas aclaró el día hizo vivas diligencias por ver si los descubría y en la plaza los encuentra. ¿Me conocéis, caballeros?, sabrán soy doña Josefa, aquella a quien agraviasteis en la ciudad de Valencia. Vengo a tomar la demanda de don Pedro de Venezuela que habiendo muerto mi amante poco importa el que yo muera; y sacaron las espadas y la batalla encomienza; de la primera estocada le alcanzó doña Josefa al valentón don Leonardo una estocada tan recia que lo pasó por el pecho y dio con su cuerpo en tierra. Ha visto ya don Gaspar, cerró contra de Josefa; muy poco le aprovechó porque ella con gran presteza le ha tirado una estocada que a los dos difuntos deja. Se alborotó la ciudad y acudieron con presteza al señor Gobernador para llevársela presa: mas ella con arrogancia le dijo: sepa excelencia 27 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 que mi espada a nadie teme aunque un ejército venga y esto dijo chocando, a unos tumba y a otros deja. Tres alguaciles mató al medio de esta refriega se le ha quebrado la espada, echó mano con presteza a un trabuco que llevaba y a barrer la calle empieza, donde llegó a refugiarse dentro de la misma iglesia y del seráfico Francisco a donde a curarla queda dos balazos que llevaba y mal herida una pierna. Buena ya de sus achaques pidió a los padres licencia para salir del convento y mandó que le trajieran el caballo que tenía en un mesón de allí cerca. Fue un donado y se lo trajo y agradeció la fineza. Sin ser de naide sentida se salió de Cartagena y ahora Pedro de Puente acá en esta plana primavera y en la otra segunda parte se dará noticia entera a donde vino a parar la moza doña Josefa. Pie del romance: SEGUNDA PARTE Por una matita muero, chiquitita de romero. Ya dije cómo salió · amparada del silencio doña Josefa Ramírez, llena de mil pensamientos de Cataluña una tarde al encuentro le salieron; le salen siete bandidos los reconoció al momento, del caballo desmonta desta manera diciendo: apartarse del camino, pronto quitarse de enmedio o les quitaré la vida al que fuese desatento, esto dijo y disparó con tan bellísimo acierto el trabuco que llevaba de un tiro los tres primeros que los garró perfilados, y los otros que esto vieron se pusieron en campaña, mas la dama con su esfuerzo sin punto de cobardía se hizo fuerte contra dellos. De los siete mató cinco, los otros dos van huyendo ya con heridas de muerte y no les valió con eso, porque arrogante los sigue y de merced le pidieron que les otorgase la vida y metió la mano en su pecho y dijo pa estar segura quitar estorbos de enmedio y jaló por una pistola y a los dos los dejó muertos; y se montó en su caballo como quien nada había hecho. 28 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 De allí se fue a Barcelona en donde supo de cierto que ya la andaban buscando sus padres con gran anhelo, y al instante determina vender el caballo luego y embarcarse para Roma sin reparar en los riesgos que puedan sobrevenirle, lo que alante lo veremos. Se embarcó al fin en las ondas del mar salado soberbio y fue su suerte tan mala que a los dos días se vieron de corsarios argelinos infelices prisioneros. La desembarcan en tierra y a pregones la vendieron. Compra a doña Josefa en un moderado precio, un renegado muy rico hombre de mucho respeto. Por sus buenas consonancias era atendido en el pueblo. Preguntóle a su cautivo por su nombre y al momento le dice Pedro me llamo, señora al servicio vuestro. ¿ Y en qué oficio te ocupas? El oficio que yo tengo es señor maestro de armas, un buen oficio, por cierto. Me ejercitaba el quitármelo y en darte otro prefiero. ¿Tú no sabes escribir? -Algo entiendo también de eso. No con toda perfección porque usado no lo tengo. Viendo su disposición le entregó todo el manejo de su casa y al instante mandó su amo a dos negros que tenía que enseñar a la misma lengua de ellos y lo pusieron por obra y aprendieron en breve tiempo tan buena cuenta le daba a su amo y tan contento que no tenía que no sabe que hacer con su escudero; pero a este tiempo una mora mujer de su amo mesmo a don Pedro regalaba ansina algunos cortejos y un día que salió su amo a cazar con unos monteros lo llamó y le dijo a solas cristiano yo por tí muero, yo no duermo ni descanso, en mí no cabe sosiego, me has robado el corazón, yo me abraso en vivo incendio y si merezco la dicha de que tú apruebes mi afecto te prometo que serás dichoso acá en este pueblo. Por no querer descubirse, D. Pedro con argumentos: Mira que soy vuestro esclavo y que si no tengo yerro esta merced que me haces mi amo con ser tan bueno y como de mí se fía hacerle ofensa no quiero; así, señora, dejadme y no toques más en eso. Viendo la mora el desaire que le hace su escudero, juró por el gran Mahoma que ha de vengar su desprecio, y cuando vino su esposo le salió al recibimiento aquella falsa enemiga le echó los brazos al cuello, y con un llanto fingido decía: Poned remedio 29 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 en vuestra casa, señor porque el mayordomo vuestro quiso atrevido ofenderme, indignado y deshonesto, a mi aposento se arroja, trajo consigo este acero, un puñal con que amenaza queriendo lograr su intento, y yo como una leona me levanté de mi lecho, se lo quité de las manos, el cual, vedlo, aquí lo tengo, y al oir estas razones muy enojado y soberbio, ha mandado el renegado a que priendan a don Pedro en una oscura mazmorra y que lo carguen de hierros, y que no le dieran agua tampoco mantenimiento para que allí se muriese, pagando su atrevimiento, y un moro piadoso había, compadecido de verlo, que al descuido de su amo le llevaba el alimento, que entre los infieles hay también buenos sentimientos, y al cabo de quince días fue por ver si se había muerto. Visitole el renegado y viendo vivo a don Pedro, tomó un cordel en las manos para azotarlo soberbio, que al tiempo de descargarle le dijo: señor teneos; advertid que es falso todo por lo que estoy padeciendo; yo soy mujer, no soy hombre y para pruebas de esto, un pecho le manifiesta y dijo: basta con esto. De la prisión la sacó aquesta suerte diciendo: dígame, cristiana amiga, por mis protetas te ruego que me rebeles la causa de armar mi esposa este enredo, contra tí trazado, entonces le contó todo el suceso. Juró por el gran Mahoma y la fe del fiel profeso que ha de ejecutar en ella el castigo más acerbo que hayan visto los nacidos para que sirva de ejemplo. Llenó una tina de aceite y ansí, cuando estaba hirviendo mandó a traer a la mora y que se lo echen por el cuerpo, donde falleció la mora pagando su atrevimiento, y al cabo de quince días con felices pensamientos, ha llamado el renegado a aquel hermoso portento: Ya sabe doña Josefa, la voluntad que yo tengo, pretendo de ir a Roma y hacer de mis culpas suelvo. Tu te pasarás a España que ya prevenido tengo tres mil doblones, los cuales entre los dos partiremos. Mira que te vas mañana y hoy se halla en este pueblo un tratante mercader a quien pagado le tengo el viaje y con él te vas, segura de todo riesgo. Mandó ajuntar a sus ropas y joyas de mucho precio, que tenía todo junto lo cerró en un archa luego, acuntinaron sus viajes y a Alicante se vieron 30 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 a que lo absorviera el Papa mas la dama que bosquejo la dejamos hasta aquí con ánimo muy resuelto En Alicante compró un caballo que a su viento lo imitaba en su carrera con lo veloz y ligero. Llegó a Valencia y en ella entró con mucho secreto y preguntó por sus padres y supo que estaban buenos y una noche determina, disfrazada ir a verlos. y al toque de la oración fue a su casa con deseo; llegó a la puerta y tocó y salió a abrirle el buen viejo. Entonces le preguntó destocándose el sombrero: ¿ Vive aquí señor don Juan de Ramírez Marmolejo? Si señor, le contestó y al instante pasó a verlo, y sentándose a su lado le dice: Sepa, por cierto, que vuestra hija, señor, hoy se halla en este pueblo. Tres años y medio ha estado metida en un cautiverio, no sirviendo como esclava porque era absoluto dueña de la casa de su amo, pero al cabo de este tiempo, le han dado su libertad y cantidad de dinero. Don Juan, que atento escuchaba las palabras del mancebo al oir se enternecía y lloraba sin consuelo: ¡Hay, hija de mis entrañas, si hoy permitiesen los cielos que yo te viera en mi casa fueran en vano mis desvelos, cesaría mi tristeza, mis congojas fueran menos. Por otro lado la madre hacía sus sentimientos; del asiento se levanta y se arrodilla en el suelo. Dijo: cese vuestro llanto que a vuestra hija estáis viendo; y ahora, padre, señor, perdone mi grave yerro; yo lo que pretiendo ahora es verme en un monasterio, de religiosa francisca, donde viva dando ejemplo. Aprended mozas, doncellas y miren los largos riesgos, lo que le pasó a esta dama por defender a su dueño. Poseo dos versiones de este romance y he preferido la que dejo transcrita, porque la otra estaba incompleta. Me la proporcionó Eulalio Marrero Avila, en Tuineje, el 27 de julio de 1970. ·y sirve como buen ejemplo para darnos cuenta de los errores, principalmente de dicción, que cometen los recitadores de memoria, aunque ésta sea tan extraordinaria como la del informante. Por lo mismo, he respetado fielmente la ortografía y las palabras de] lenguaje, con expresiones típicas del pueblo. Según Diego Catalán, es uno de los denominados romances de ciego o populares. (Véase «La Flor de la Marañuela», tomo 1, pág. 37, nota 108) . .31 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 11 ROMANCE DE D. JACINTO DEL CASTILLO Y DOÑA LEONOR DE LA ROSA (i-o) Pie del romance: Tiene la cruz del martirio los chapiteles de vidrio. PRIMERA PARTE Sagrada Virgen María antorcha del cielo Empíreo, dame tu divina gracia, que de veras te la pido, para que el crimen se acierte del caso más peregrino. Sucedió en la gran Coruña, el mejor puerto lucido que tiene el mar en su imagen de mil alabanzas digno. En esta ilustre ciudad nació de padres altivos doña Leonor de la Rosa, a quien el cielo propicio la dotó en hermosura para encanto de Cupido. Fue tan extrema belleza que pasó a ser un prodigio, que no hubo hombre que al verla no se quedara rendido, y al cuidado de sus padres, con el recato debido se crió, y apenas tuvo los quince de abril cumplidos de amor disparó una flecha, quedando herida del tiro, que la mujer que es hermosa trae el presagio consigo, pues basta llamarse Rosa, que pocas rosas se han visto, que no mueran deshojadas en mitad del precipicio. La causa fue un caballero, don Jacinto del Castillo, , galán discreto y bizarro, valiente como atendido; este dio en galantearla con fiestas y regocijos, la dama le corresponde con amorosos cariños, que enamorada y rendida estaba de don Jacinto, y con palabras de esposa, a su amante tan fino descansa uno con otro, repitiendo mil cariños. 33 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 Dejamos en este estado a Leonor y a don Jacinto, gozando de los coloquios que el amor trae consigo, y pasemos a dar cuenta del caso de don Francisco, que era el padre de la dama y tenía otro designio: era darla a un caballero que era muy rico y amigo, don Fernando de Contreras, que enamorado y rendido del hechizo de Leonor, determinóse y le dijo: -Señor don Francisco, yo como hombre solicito de alcanzar favores vuestros si los merezco, que altivo, es la bellísima mano de Leonor, que tanto estimo, con el renombre de esposa, me concedáis cual os pido, y don Francisco, que estaba, deseando aquello mismo, al momento se la ofrece, prometiéndole de fijo con ella dos mil ducados, arcas de oro muy fino, quedándose don Fernando contento y agradecido. Alegres se despidieron, con que gusto don Francisco se partió para su casa dándole cuenta y aviso a su mujer y a su hija, muy alegremente dijo: -No sabes tú, Leonor, hija del corazón mío, como te tengo casada, que será tu gusto y mío, con don Fernando Contreras, hombre rico y bien nacido, es noble afable y discreto, como tú, Leonor lo has visto. Sólo tu respuesta aguardo para dársela al provinciano, y Leonor como tenía la potencia y sus sentidos, corazón y vida y alma en su amante don Jacinto, fue a responder y no pudo, que la fuerza de un delirio la traspasó en un desmayo, envuelta de paroxismo; aquí el coral de sus labios en nieve se ha convertido, y apenas volvió en su acuerdo, Leonor a su padre ha visto, y vuelve segunda vez a tratar de lo que ha dicho: acaba, Leonor, acaba, responde a lo que te digo, porque don Fernando está idolatrando tu hechizo, es rico y muy poderoso, como ya te he referido, te hará dueño de su hacienda, tendrás descanso y alivo, esto ha de ser por la fuerza si no quieres por cariño, y remitiéndose en llantos, hechos sus ojos dos ríos, balbuceando palabras, resueltamente le dijo: -Padre, señor, don Fernando nunca fue del gusto mío, ¿qué importa que sea noble?, ¿qué explica que sea rico?; si jamás ha conseguido sus conceptos con los míos. Que don Fernando sea noble, yo también soy, padre mío, que él sea dueño de su hacienda, yo soy la que me cautivo, la que por fuerza se casa con interés de los ricos 34 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 no es mujer sino una esclava que se vende en el guarismo de la viciosa codicia y esto, señor, es muy fijo, y en cuanto tomar estado de querer darme marido no ha de ser al gusto vuestro, que ha de ser al mío, y pues en fuerzas declare, como, padre, es mi designio, yo tengo puesto mi afecto, el corazón y sentido, por mandato de mi amor en Jacinto del Castillo, con el tengo esposo a gusto, pues que en el alma lo estimo. Viéndola el padre resuelta, soberbio, ensoberbecido, asióla por los cabellos, que son hebras de oro fino, la arrastró dándole golpes, en su cuarto la ha metido con un puñal en la mano, en viva rabia encendido, amenazándola a muerte, diciendo: «haz lo que te digo, o la vida rendirás al filo de este cuchillo. Viendo Leonor que en sus pechos morada de don Jacinto, y que en fuerzas peligrase de un semejante conflicto, con un cauteloso engaño, dijo: «Padre, señor mío, ya me resuelvo a que sea don Fernando esposo mío». Con esto el padre la abraza, contento y agradecido, dejándola, cuando al cabo de cuatro días o cinco escribió doña Leonor una carta a don Jacinto, diciendo lo que le pasa, que la sacara al provincia, y no fue tal su secreto, que la cogió don Francisco, vuelve otra vez indignado y a doña Leonor le ha dicho: -Mira, infame, este papel, que escribes a don Jacinto. La encerró y dispusieron que con Fernando al provincio, el vicario la casase por evitar un peligro, porque andando el dinero todo se encuentra vencido. Quisiera escribir aquí las lágrimas y suspiros, los sollozos y lamentos, los pesares y los gritos que la triste dama hacía. Muy bien lo dicen ellos mismos, sin disimular sus penas, no les fuera tan precisos inventara de dolor en volver al basilisco, cual víbora, cual serpiente que con sus venenos mismos, antes ponen su venganza, destruyendo a su enemigo. Tuvo lugar y escribió otra carta a don Jacinto, diciendo: esposo y señor dueño de mi alma, querido, hoy mi padre, por la fuerza, con alto dolor lo digo, con qué pena lo refiero y con qué llanto lo escribo, hoy me han casado, ¡ay de mí! hoy te pido dueño mío, a causa de esta gran pena, lágrimas de hilo en hilo, de mis ojos se desprenden, remediarlo no he podido, yo casada sin mi gusto, reviento sólo en decirlo, 35 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 yo verme con otro dueño, en brazos de mi enemigo, huyamos de lo que es causa tus disgustos y los míos, y nos iremos los dos a otro reino distinto, nos casaremos después, que tengo ya prevenidos muchos doblones y joyas muchas sortijas y anillos, esto, señor te encarezco, no hagas falta a lo que digo. Llegó la noche y con ella a la puerta don Jacinto, bien prevenido de armas y la criada, al provincio lo ha tomado de la mano y en su cuarto lo ha metido, sin que nadie reparara y allí se quedó escondido. Toda aquella tarde estuvo el padre con el padrino, trazando para la noche mil fiestas y regocijos. Llegó al fin la media noche, se terminó el regocijo y todos los convidados a su casa se habían ido. Entró Leonor en su cuarto y en él halló a don Jacinto, allí trataron y como han de lograr su designio. Entró después don Fernando, despojándose el vestido, pensando hallarse en los brazos de Leonor, que tanto quiso, se halló en brazos de la muerte porque salió don Jacinto y con recias puñaladas le abrió a su alma dos postigos; revolcándose en su sangre, se quedó el cadáver frío; se salieron a la calle y se montaron muy listos en un ligero caballo que tenían prevenido. Al estruendo y alboroto pronto la justicia vino solicitando prenderlos, y don Jacinto atrevido, con dos fuertes trabucazos derribó a cuatro ministros, con que franqueó la calle, y poniéndose en camino dejan de correr y vuelan, huyendo del peligro, y en la otra segunda parte, según consta por escrito, se dirá el fin que tuvieron doña Leonor y don Jacinto. SEGUNDA PARTE Y a dije en la primera parte cómo van por el camino don Jacinto con Leonor, van ambos de amor rendidos, y apenas aclaró el día, dando luz a los nacidos, del camino se apartaron, y entre unos ásperos riscos de una frondosa montaña se quedaron escondidos. Pide Leonor de mercedes le conceda a don Jacinto, le guarde su castidad hasta que el cielo divino le eche su bendición; esto, señor, suplico, que ella no quería ver no galán sino marido, 36 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 y como hombre discreto lo concedió don Jacinto, que los generosos pechos saben vencer a sí mismos. Llegó la noche y con ella se pusieron en camino, llegaron hasta Bayona, un puerto de mar muy rico, al tiempo que un mercader salía con navío a la ciudad de Venecia, con que gusto don Jacinto en viaje se embarcaron con contento y regocijo, se elevaron a la vela, surcando el mar cristalino; pero ha traído la desgracia: dos navíos argelinos los cercan por todas partes, aprisionan al navío, y después de aprisionado, entre cadenas y grillos, dieron al Argel con ellos, y a pregón fueron vendidos. A Jacinto y a Leonor los compró un moro muy rico, el cual los presentó a Isaías por la estimación que hizo, que es del rey de Argel hermana, hermosa como el sol mismo, la cual contenta y alegre recibió a los dos cautivos, estimó mucho el presente, y así que la turca ha visto la belleza de Leonor, lo discreta, con el brío, la hizo su dama de estrado, y viendo de don Jacinto lo galán y lo bizarro, lo discreto y entendido, lo hizo su mayordomo, también justamente hizo de que la arábiga lengua le enseñaran al provincio. Tan buena cuenta le daba cuidados y ejecutivo, que Isaías se abrasaba en amores del cautivo. Se quejaba una mañana a sus solas don Jacinto. · pensando nadie le oía, y aquestas palabras dijo: -Sagrada Virgen María, Madre del Verbo divino, ten de mí misericordia, así tu santo servicio lluevan sobre mí trabajos y los más fuertes martirios que ha inventado la herejía, pues lo tengo merecido. Isaías, que escuchaba, los lamentos de Jacinto, entró con semblante alegre, diciendo: «Cristiano mío, ¿qué tienes, que así te quejas? lloroso y enternecido», con humildad le responde: -Estoy pensando en el libro de mis trágicos sucesos, y pensándolos me aflijo. ¿Serás casado en tu tierra? Nunca, señora lo he sido. -¿Tendrás amores en España? -Es verdad que los he tenido, pero ahora no los tengo, porque los conceptos míos están todos en Argel, y este es el dolor que gimo. Isaías avergonzada, le dice: mira, cautivo, si tu olvidas a tu ley y sigues la ley que sigo de mi profeta Mahoma, tú te casarás conmigo, gozarás muchas riquezas, esto te está bien, Jacinto. 37 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 El cual respondió muy triste, lanzando nuevos suspiros: ¿ Córno quieres que yo olvide a un Dios de gracias infinito, a un Dios que por su bondad, hizo con su amor divino redimirme con su sangre por librarme del abismo? ¿ Cómo puedo ser ingrato a quien tanto bien me hizo? ¡Deja, cristiano, tu ley y sigue la ley que sigo!, que aquel que sigue a Mahoma goza bienes infinitos; si no lo quieres hacer, tendrás el mayor castigo que se haya visto en Argel; la vergüenza que reprimo con la vida pagarás, y contestó don Jacinto: -Cien mil vidas que tuviera las rindiera al sacrificio, la ley de Dios resplandezca, que Mahoma es un maldito; síguela, que irá tu alma a los profundos abismos. Isaías, indignada, se echó afuera, dando gritos. -¡Oh de mis criados, hola! ¡Oh de mis guardias y ministros! venid y prended al instante a este cristiano atrevido, que quiso soberbio o loco violentar el honor mío, tome mi hermano venganza de este cristiano atrevido, que no es razón que se quede esta maldad sin castigo. A las voces acudieron y prendieron a Jacinto sin admitirle más pruebas que lo que la turca dijo. Lo sentencian a quemar por blasfemo, por lascivo. Dejemos en la prisión entre cadenas y grillos, a don Jacinto y pasemos a la dama que preciso, porque en aquel mismo tiempo estaba el moro, encendido en amores con Leonor, y que estaba tan perdido, trazando por mil maneras de rendirla a su apetito, persuadirla muchas veces mostrándose amante fino; pero la discreta dama nunca -dió a su amor oido. Un día la agarró sola, que la desgracia lo quiso, y la encerró en un retrete, estas palabras le dijo: -«Hermosísima Leonor, rémora de mis sentidos, ¿así desprecias a un rey, señor de tal poderío? Por vida, a tu Dios reniegas, que haciendo lo que te digo, tendrás reino y vasallos, joyas, diamantes, zafiros, pues siendo tu amante un rey todos están a tu servicio; y pues te tengo un paraje, que por imposible miro de mí te puedas librar, haz de hacer el gusto mío; esto ha de ser por la fuerza, si no quieres por cariño; la cual respondió muy triste, lanzando un nuevo suspiro: «Eso es cansarse en vano, y lo tengo al desvalido el pedirme que reniegue del Señor que en el cielo hizo; y en ~uanto querer lograrme, esto, señor, bien lo afirmo, 38 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 que ha de ser muy imposible el alcanzarlo conmigo; confieso que eres mi rey, y como rey, señor mío, la vida podrás quitarme, pero no el honor, que estimo. Viendo el moro de Leonor la dureza con lo esquivo, se fue a ella a sujetarla, y ella viendo su peligro, le sacó al rey de la cinta el alfanje damasquino, prosigue el moro en su intento, y ella resuelta le dijo: -Así defiendo mi honor, aún de los reyes lascivos, y con un fiero revés, le dejó un brazo en un hilo. Viéndola el moro resuelta y viéndose mal herido, empezó a llamar a voces a su guardia, y luego vino a esta homicida cristiana prenderla, soldados míos, y haced que rinda la vida entre crudeles martirios, porque su intento es matarme con el mismo alfanje mío, como en las manos lo tiene la comprueba del delito. Ven al rey que está mortal y con su sangre teñido, la prendieron y la llevaron a donde está don Jacinto. Cuando se vieron los dos, ambos lloran de hilo en hilo. Jacinto así a Leonor y Leonor así a Jacinto, diciendo: Esposo del alma ya se cumplió el gusto mío, ya estoy condenada a muerte, pues voy a morir contigo; y fue por guardar mi honor del rey que lograrme quiso, y porque no renegué de la ley de Jesucristo. Esta es la postrera vez que hemos de hablar, dueño mío, ya no nos veremos más, que nos aparta el suplicio y la muerte nos aparta, nuestra suerte lo ha querido, no nos veremos casados, y llorando se han pedido uno al otro perdón, y se perdonaron fijos; se abrazaron tiernamente, y se dicen enternecidos: Ten ánimo, esposa mía, ten tú valor, dueño mío, que para Dios todo es nada, ya nuestro intento es cumplido, sirva este abrazo de yugo, los suspiros de padrinos, sea nuestro amor las amarras, nuestra firmeza el anillo, el tálamo nuestras penas, la bendición los martirios, nuestra congoja las manos, las lágrimas los testigos, pues con martirio se pagan yerros que hemos cometido. Y a la siguiente mañana los infernales ministros encima de un carromato venían apercibidos con dos palos hechos aspas y luego los homicidas a Leonor la desnudaron, deshonestos y atrevidos, hasta que en carnes la dejan enseñándola al gentío, con estenazas ardiendo, los infernales ministros de sus delicadas carnes le van sacando pellizcos. 39 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 Decía la triste dama, con dolor tan excesivo: ¡ay! sea por la pasión que padeció Jesucristo, alzó los ojos al cielo y dijo: ¡Dios, Señor mío, inmenso rey de la Gloria, este afrentoso martirio, esta vida, estos tormentos, hoy le ofrezco en sacrificio en recompensa, Señor, de mis culpas y delitos, y a vuestras manos, Señor, nuestras almas le rendimos. Del mismo modo llevaban por delante a don Jacinto: llegó todo ensangrentado, y luego los homicidas los juntan por las espaldas tan fuertemente ceñidos y crueles lo arrojaron; y entreambos arrepentidos, y entre las llamas decían: «Inmenso Dios infinito, a vuestras manos, Señor, nuestras almas le rendimos». Y de esta suerte acabaron los dos amantes tan finos. Sirva de ejemplo a los padres que violentan a sus hijos para que tomen estado por un interés movidos. 40 Comunicado igualmente por Eulalio Marrero Avila, en Tuineje, el día 20 de agosto de 1970. Lo he escrito tal como lo oí, respetando los posibles errores, conforme es mi norma. Es otro romance de ciego popularizado en Fuerteventura. No he hallado equivalente en las colecciones consultadas. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 12 ROMANCE DE SANTA TERESA Y MANUEL CONTRERAS (é a) Pie del romance: Vuela, palomita vuela, que el falcón viene y te lleva. PRIMERA PARTE En las ásperas montañas de agua de Lupe, que vuelan por el mundo sus noticias, cuyas intrincadas esperas quiere competir el cielo sus marañadas madejas. En este bosque desierto, entre los robles y breñas, un pastor que ya dejaba en sus prados las ovejas, e iba cuidosamente a una aldea de allí cerca y para llegar más pronto iba por cruzadas sendas, cuando ya excusadamente le aturde y le amedrienta un objeto que con ayes daba de algún presagio seña. quedóse el pastor confuso y llegándose más cerca vio una hermosísima dama, que dudaba su belleza bien si era Palas en el monte o bien la diosa Minerva. Era un extremo tan linda que hasta el mismo cielo ostenta un sol para adorno suyo acompañado de estrellas. Ella con sus dos mejillas dos soles consigo lleva, luce la luna en su frente, su cabeza una madeja de oro, que a muchos hombres pudo servir de cadena. y a orillas de sí tenía una charpa de escopeta y un hombre muerto en sus brazos, cuyas heridas observa. por la púrpura que vierte mancha las flores y yerbas: estaba la triste dama en sollozos muy deshecha, con lastimosos gemidos, amorosa se lamenta, mirando el yerto consorte y dice con dulces quejas: 41 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 «Noble dueño de mi vida, querida y amada prenda, tú que has muerto por mis culpas es razón de que yo muera; ya se acabaron mis gustos que aquí mi desdicha empieza, ya llegó el fin de mis glorias y mis congojas se aumentan, murieron mis esperanzas y renace mi tristeza, ¿ dónde hallaré yo consuelo a tanto tropel de penas? Sólo morir es remedio. A ver animales fieras, sirva mi cuerpo de pasto a vuestra visión hambrienta, divida mi cuerpo en trozos. ¡ Oh, muerte ! , ¿ cómo no llegas? que a la que menos te teme la maltratas con tu ausencia. Tierra, ¿ cómo no te abres? que allá en su entraña desea, quiere verte sumergida quien tanto morir desea». Estas palabras decía, y dice con dulces quejas: «Pues veo en tí, amado dueño la luz de mis ojos muerta miro y el sol eclipsado que de su rostro se auyenta; veo quebrantado el espejo donde me miraba atenta; veo el clavel deshojado, del que yo guardaba tierna, del descanso entre mis brazos hoy los tuyos manifiestan ser sólo un funesto o otro donde la muerte se opera». Estas palabras decía y entre sus brazos lo aprieta, sobre del frío cadáver allí quedó traspuesta. Llegó a este tiempo un pastor diciendo: «Señora, ¡ea! vuelve en tí, mira y repara que soy un hombre de ideas, compasivo a tu desdicha, que aquí a socorrerte llega ». Viendo que no le responde, la tomó con ligereza en sus brazos y a un· convento de monjes que está allí cerca la llevó cuando al prelado con requisito la entrega, y los padres religiosos con muchísima presteza le dan remedio y amparo y a muy poco diligencia. · Volvió en sí la hermosa dama entre suspiros y vueltas. Todos, a un tiempo le piden que de la forma que pueda les cuente su amarga historia, que ya desean saberla. Lanzando un nuevo suspiro, les contestó muy discreta: «No puedo negarme, padre, siendo injusta la nobleza, a referir mis sucesos, si acaso el dolor me deja ». En la noble Salamanca, esa es mi patria y mi tierra, nací de muy nobles padres, mi nombre propio es Teresa, que apenas cumplí tres lustros aquí mi desdicha empieza. Murió mi padre y mi madre, Dios en el cielo los tenga, bajo el poder de un hermano quedé, y al instante atenta era entrarme a religiosa y yo fui de esto contenta, pero a este tiempo, ¡ay de mí! un caballero que apenas galán discreto y bizarro, que es don Manuel de Contreras, 42 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 a mí hermano agradecido, atento a tanta fineza, lo llevó a mi casa, cuando y al entrar por ella apenas él miróme y yo miréle, de amor disparó una flecha, quedando los dos a un tiempo heridos de tal manera, él cautivo, yo cautiva, él resuelto y yo resuelta, él cautivo y yo cautiva, él preso y yo prisionera. Creció nuestro amor de suerte que su ardor pasó a violencia, pues reconoció mi hermano de nuestro amor la terneza, quitó a don Manuel la entrada y a mí enojado me encierra. Valíme de una criada, la cual una noche ordena darle entrada a don Manuel y a mi mismo cuarto entra en ocasión que a mi hermano el recelo no le deja sosegar, se levantó y a mirar la casa empieza y no fue tal su secreto porque al abrir una puerta lo s·entimos y al momento don Manuel con ligereza quiso ausentarse, mas fue pública su diligencia, porque al salir a la calle, la desgracia que lo ordena se disparó una pistola, pregón fue de mi flaqueza. Creció en mi hermano la furia, reconociendo su afrenta, que lo que fue sospechoso sacó en claro la obediencia; de los cabellos me arrastra, llevándolo su soberbia, y a la mañana siguiente trató mi hermano, que apenas de llevarme, que pesar a un convento, ¡que tristeza! Violentada, ¡que tormentos! para quien el alma deja del cautiverio amoroso, pero como amor no ceja con papeles correspondo, que nunca falta a Teresa y acá en esta ocasión, hallándome yo resuelta, ordenamos que una noche, por la estampía de una puerta del convento me sacara; y logrando verme fuera, don Manuel, que apercibido de muchas armas, me espera y un caballo, que a su viento lo imitaba en su carrera; en el anca me sentó y a Córdoba, la opulenta, caminábamos, a donde tenía su parentela, y al instante de llegar, a su obispo darle cuenta para luego desposarnos; pero nuestra suerte adversa no quiso darnos lograr una pretensión tan buena; y en este sitio llegamos en el rigor de la ciencia, nos apeamos, y yo, cansada de las molestias del camino, me quedé vencida en sueño, y apenas se suspenden mis sentidos, pues me han traído con vehemencia entre angustias un sueño tan pesado, de manera que a mi amante daban muerte traidores con inclemencia; quiero dar voces, no puedo; quiero acudir, no me dejan, acá este infame letargo entre congojas, y apenas 43 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 el corazón a pedazos quería salirme fuera del pecho y de la garganta desnuda, que no me deja los conductos de la voz se me salían afuera. Cansada de batallar, ya el fatal sueño me deja. Desperté toda turbada, y luego que fui despierta, buscaba a un lado y a otro el imán de mi potencia; mas viendo que no lo hallo, me quedó el alma suspensa, el corazón traspasado, la sangre helada en las venas. Oí decir, ¡ay de mí! : Muerto soy sin resistencia a vuestras traidoras manos, ¡Adiós, amada Teresa, que ya de mi triste vida llegó la hora postrera! Acudí desesperada, llegué más que viva muerta, lo hallé envuelto entre su sangre, manchando la tosca arena, y yo al ver tanta desgracia, le dije con grande pena: «Quién fuera ingrato homicida, que con tirana inclemencia te ha puesto de acá esta suerte, hoy mi desdicha es esta». Al sueño tú te venciste, y yo a esta fuente risueña vine por una poca de agua, y estando sentado en ella, divertido en sus raudales, me acometen con violencia de heridas me han llenado y ya por muerto me dejan. Tú del rigor te libraste, pues no hicieron diligencia de buscarte, que una voz que oyen a huir los empeña, pues ya me falta el aliento porque la muerte me espera, no siento mi muerte, no, sólo siento que te quedas acá en esta soledad, acosada de las fieras, y si yo merezco verme en la divina presencia de Dios, rogaré por tí, que por su santa clemencia te saque de esta prisión y del todo libre seas. Te pido que me perdones, porque perdonada seas, ya que no puedo ampararte, sólo Dios te favorezca . Con esto expiró en mis brazos, y yo quedé con la pena, entregada a un gran dolor, que mi desdicha me muestra. Lo demás este pastor, podrá decir lo que queda; sólo pido se me den permiso, que en una cueva y un tosco sayo vestida, me entre a hacer penitencia para pasar de mi vida lo restante que me queda. Se lo otorgaron e hizo las cristianas diligencias de en una lóbrega gruta todo al sentimiento hecha, donde se entró santamente y en la virtud fue perfecta. Por el difunto enviaron en que con solemnes exequias sepultura le previene y aquí el humilde poeta ofrece segunda parte porque el auditorio sepa a donde vino a parar Santa Teresa en la cueva. 44 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 Pie del romance: SEGUNDA PARTE Al pie de la Cruz de Guía reza el rosario María. Ya dije en la primera parte cómo se quedó metida Santa Teresa en la cueva del mismo Dios asistida, despojada de sus galas, de un tosco sayal vestida, ya del mundo arrebatada, no quiso más compañía que un libro y una corona de muy agudas espinas, un divino crucifijo, calavera y desciplinas, siempre estaba en oración, ayunaba cada día, y a la hora de comer salía al campo y pacía como bruto irracional las yerbas que en él había, sin compostura el cabello, que de cuidarlo se olvida, los ojos ya consumidos de llorar, y las mejillas, con los remanientes de ella hecha escalera tenía, el rostro descolorido, las espaldas muy heridas, y de estar arrodillada, llagadas ambas rodillas; ya del mundo no se acuerda, ni de sus vanas delicias, que sus pensamientos todos solamente en Dios tenía, tanta era su penitencia, tanto en la virtud camina que una Catalina Roma jamás puede competida; la egipciaca Magdalena, que cuanto en la Iglesia admira, cuya vida y penitencia están en voces escritas; ya Teresa en el dolor y con su llanto imita. Aquí el astuto demonio, -lo que la infernal envidiatrabaja por derribarla de acá, de esta injusta vida y con diabólicas trazas para mejor perseguirla, tomó traje y semejanza -lo que es la infernal envidiade don Manuel de Contreras, que ya está entre las cenizas, aquel galán que Teresa idolatraba algún día y al fin el dragón horrible para la cueva camina, llevando en su seguimiento sus secuaces, que le asisten; llegó a la cueva, en efecto, en donde Teresa habita, llamándola por su nombre, dice estas palabras mismas: «Oh, desgraciada Teresa, cuya grande es tu desdicha al infragar en miserias en lo mejor de tu vida; espejo de las virtudes que una con otra se miran, tan ajadas y tan deshechas cuando tú tan abatida y yo de mí, desgraciado, siempre adquiriendo noticias por saber donde tu estás hasta que la suerte mía 45 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 quiso traerme a la vista de mi prenda más querida que mora en mi corazón y el alma se me vencía que como el sol de tu rostro es la luz que me ilumina, no hallarla fuera mi muerte, que hallándola tengo vida, vuelvo a buscarte, tan fino, aún más que el primer día». -¿ Quién eres tú, que así hablas, le respondió Teresa, luego tú, según te explicas, me tratas sin conocerme? -«Pues ¿qué no me conocías? Yo soy don Manuel, mi bien, quien por tí tanto suspira, quien blasonando de amante, busca una j aya perdida y con la gloria de hallarla me prometo mil albricias» -«No es posible que seas quien dices, y lo aseguro yo misma, cuando él en mis brazos tuvo las últimas agonías, en mis brazos expiró por su desdicha y la mía, mira si asegurar puedo en lo que mi fe acredita.» «Engañada estás, Teresa, qué, aunque sin hablar me vías, no fue muerte, que fue desmayo por la sangre que vertía para que mejor te conste aquí las señales mira de las heridas que tengo curadas, sanas y fijas». «¿Cómo tan presto sanastes? Bien la verdad se averigua. Un pastor, que compasivo alcanzó, buscando iba unas ovejas, y hallóme sin hablar como veía me tomó y llevó a un lugar que estaba de allí a dos millas. Volví en mí muy bien curado, me veí en muy pocos días; fui a mi patria y veí a mi padre de todo le dí noticia y mis padres cuidadosos, con la casa prevenida como a su dueño te espera, también toda su familia; aquí traigo muchas galas, las que quisieres aplicas». «¡ Ay, don Manuel!, que ya es tarde». «Cuál es la causa me digas». «El voto de castidad que a Dios hice con fe viva y ya el cumplirlo me fuerza la consecuencia es precisa». Respondió el demonio entonces: «Escucha, Teresa mía, ¿no te diste voluntaria palabra y mano tú misma de casamiento en verdad, luego si tú con la mía uniste tu voluntad y sin que lo contradigas hay nulidad en el voto que una mujer por sí misma sin licencia de su esposo tal caso no determina. Tú por muerto me tuviste, pero teniendo yo vida, queda el voto irregular, bien la experiencia lo estima. Eso es cosa temeraria, que primero es cosa fija los divinos ser humanos dicen las leyes antiguas. El primero, este precepto y así a cumplirlo me obliga la palabra que de tí y esa me santifica en faltar las bendiciones 46 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 y en todo lo que se cifra las leyes del matrimonio y por esta causa misma tengo ya hecho el dictamen de pasar aquí mi vida. Sólo por servir a Dios, Teresa, y a tus delicias a Dios sirves y a Dios agrada la mujer que es comedida y a su marido le asiste en su maridable vida, si conmigo no te vienes, será tu alma perdida. Mira que injurias al cielo, que hasta el mismo Dios irritas, a los ángeles y santos». -« ¡Ay de mí!, ya don Manuel me confieso convencida, vuelve después, que yo quiero estar un rato recogida». Con esto se entró en la cueva. Llorando a lágrima viva, y tomando un crucifijo, incándose de rodillas y con afectos de alma, estas palabras decía: «A vos, Celestial Pastor, vuelve esta oveja perdida, buscando vuestro rebaño, pues sois autor de la vida, amorosísimo padre, esta pecadora hija a vuestra clemencia apela, pues en tantas infinitas, Señor, ten misericordia y ampara esta desvalida; pequé, Señor, contra vos, ciega, torpe inadvertida, la sangre que por mí fue, en vuestra pasión vertida vuelve, Señor a la vaina la espada de tu justicia y halle sólo vuestro amparo, consuelo a tantas fatigas; dame tu luz porque acierte y no camine perdida». En esta oración estaba, cuando vio de que venía hacia ella un caballero que color blanco vestía y un aspecto muy afable, diciendo con melodía: «No tengas temor, Teresa, que yo soy el alma misma de don Manuel, que por fin, goza la Gloria de dicha. Dios oyó tu petición y asimismo Dios me envía para que te desengañe de este que te perseguía en mis trajes, es el demonio, que con infernal envidia quiere llevarte consigo a su caverna, asimisma. Vete al convento y en él haz las diligencias dignas de cristiana, y luego al punto a tu cueva te arretiras. Defiéndete de los lobos, de esas manadas inicuas y con esto queda, en paz. Dios te guarde y Dios te asista». Apenas se apartó el alma de este mundo a la otra vida, el demonio, que está hecho un centinela de vista, vuelve por segunda vez, diciendo: «Teresa mía, este es el mismo demonio, que con maña ejecutivá en su soberbia, en tinieblas, quiere verte sumergida y ser mi espíritu, finge, de que el mismo Dios le envía». Y le respondió Teresa: «Luego tú, según te explicas, 47 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 dices no eres el demonio pues híncate de rodillas y pide misericordia a este Señor que nos mira». Dice el demonio, bramando: «Eso no me lo permitas, de que yo vasalle y rinda, no lo he hecho ningún día». «Pues vete, infernal dragón, a las brasas prevenidas, que por tu soberbia tienes en el infierno adquirida». Desapareció el demonio, bramando como una hidra, dejando todo el desierto estremecido en su ira. Quedó Teresa en asombro de lo que le sucedía y armada de su valor para el convento camina. Confesó generalmente y a su cueva se arretira. Diez días no se pasaron cuando van a requerirla cuatro o cinco religiosos y la hallaron de rodillas difunta y todo aquel sitio en fragancias trascendía. Sepultura le previenen con la decencia debida. Y ahora el autor sumiso es razón que a todos pida perdón de sus muchas faltas que en estos romances cifra. 48 Comunicado de viva voz por Eulalio Marrero Avila, en Tuineje, el día 26 de agosto de 1970. A pesar de ser consciente de errores en diversos aspectos, lo he transcrito tal como me lo dictó, por creerlo así justo. Es seguramente, como tantos otros, un romance de ciego popularizado en Fuerteventura y transmitido por tradición oral. No me he encontrado nada semejante en las colecciones consultadas. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 13 ROMANCE DEL «ESPERTADOR» DEL ALMA O PRECIPICIO (o) Pie del romance: No me llames que no vengo, porque si voy me detengo. En las camas de la culpa están pecados durmiendo ; despierta ya, por tu vida, no duermas en tal mal sueño; considera que esa cama es la cama del infierno y que en ella están labradas las prisiones de tus yerros. Repara que el ser esclavo es penoso cautiverio, y si puedes estar libre, ¿por qué quieres estar preso? No hay cosa más parecida a la muerte que es el sueño, porque aquel que está dormido puede decir que está muerto, y tú duermes en la culpa, ¡Falta de conocimiento! Y si no crees la muerte, mira que ha de ser cierto: más vale saber que haber; y desdecís el proverbio: «Si no procuras salvarte, bien te puedes llamar necio». Procura tu salvación ahora y en todos los tiempos; cualquiera que te conozca, dirá que fuiste discreto; mira que te mira Dios; te llama a voces, diciendo: «Despierta, no duermas más; mira que se pasa el tiempo; después del tiempo pasado, te digo, como maestro, que tarde y nunca se cobran, que van las bolas corriendo». El tiempo es como los bienes, que uno tiene mucho bueno y otro apenas alcanza para el humano sustento; porque en esta triste vida, cada cual tiene su tiempo, y el tiempo que ahora corres es tuyo, y no es el menos; no digas, según caminas ya tropezando y cayendo, que te ha faltado la vista y que te has quedado ciego. Abre, pecador, los ojos; corrige tus desaciertos 49 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 y camina con sentido; mira que hay mucho tropiezo; las carnes te piden gusto y el demonio en todo tiempo te tienta para que caigas en lascivo pensamiento; mira que ese enemigo te procura con desvelos un precipicio a tu alma para llevarla al infierno. Para que mejor despiertes, considera los tormentos de los que se han condenado; siempre están padeciendo, porque nunca ven a Dios, ¡qué más crecido tormento! ¡qué tormento más cruel que manda Dios! Así mesmo aquella horrorosa frase; ella, en el día postrero, le dirá: «Volved más dentro, para siempre a los infiernos, en compañía del diablo, que jamás tiene sosiego». Levántate, más no duermas, si tiene entendimiento, que no has de ganar durmiendo lo que pudieras despierto; mira bien cuanto trabajo y fatiga padecieron aquellos, que por salvarse con paciencia lo sufrieron. Mira a Pablo degollado y puesto en la Cruz a Pedro, mira a San Juan sin cabeza, mira el dolor tan acerbo que pasó Bartolomé despojado del pellejo, y, por último, te digo que te mires a tí mesmo, que si a tí mismo te miras, tendrás gran conocimiento, y si llegas a mirarte, debes de mirar primero lo mucho que a Dios le debes, que tanto estás ofendiendo, al paso que tú le ofendes, está tus culpas sufriendo; mira que al primer pecado que cometes, hay derecho ·de ejecutar el castigo y arrojarte a los infiernos, y si con esta advertencia, no te despiertas bien presto dí que por tu desdicha tienes muy pesado el sueño. Levántate, más no duermas, si tienes entendimiento, que no has de ganar durmiendo lo que pudieras despierto. 50 Fue entregado en copia manuscrita por Eulalio Marrero Avila, en Tuineje, Fuerteventura, el 26 de agosto de 1970. En realidad, el título que lleva el manuscrito es el de «Espectador del Alma», pero se comprueba por el texto que es manifiesto error. Diego Catalán, en «La Flor de la Marañuela», tomo II, pág. 249, inserta otro muy semejante, recogido en La Palma y enviado a Menéndez Pidal por don José Miguel Sotomayor Sotomayor. Lo incluye en el grupo que él denomina «Romances de Pliego de Cordel» cantados en Canarias. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 14 ROMANCE DE DON FERNANDO (a y varias) PRIMERA PARTE Noble y discreto auditorio, suplico no me haga falta, que contar voy una historia que ha sucedido en España, sin fábula ni mentira, de un hombre, que su desgracia, tuvo sólo por ser hijo de un padre de prendas bajas. Córdoba, ciudad famosa fue desde joven la patria, dióle Dios entendimiento y tanto que en él se hallaban prendas de naturaleza, sin quitarle a nadie nada ni ponerle, que estos dones los dá Dios con mano franca a quienes su voluntad, que es infinita su gracia. Nadie se admire ni espante de que los troncos y ramas que tiene un árbol inútil den un fruto de importancia, como lo fue el referido aunque del borrón o mancha de los padres participan los hijos sin tener causa. No obstante doraba el fruto lo que el tronco desdoraba, y con gran sagacidad, reconociendo su falta que es parte de discreción conocerse en sí la tacha, y no hay más ejecutoria que obrar bien, y aquesto basta. Apenas llegó a tener edad de ceñir la espada, viéndose tan infelice de no poder empuñarla y que de él no se hace caso, no ignorante de la causa tuvo un día con su padre unas sentidas palabras, donde en público le dijo; que de su afrenta era causa. Se querelló con su padre y se ausentó de su casa. Embarcóse para Indias, donde su suerte lo llama: llegó a la ciudad de Lima, y al cabo de una semana vió una noche que unos hombres a un mercader lo robaban; chocó con ellos briosos, y a palos y cuchilladas hizo que desamparasen la calle, la hacienda y casa. 51 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 Al ruido, los vecinos y el mercader despertaban. Agradecido de ver esta fineza tan alta, con empeño le suplica ofreciéndole su casa, su amistad, porque desea en algo recompensarle. Despidióse por ser tarde, y a otro día de mañana le fué a ver, dándole cuenta como solo se encontraba sin arrimo en la ciudad, forastero en tierra extraña. Entonces el mercader le hizo dueño de su casa, y visto su proceder con más cariño le trata. Pared por medio vivía un don Francisco de Salas, caballero noble y rico del orden de Calatrava, el cual tenía una hija de todos muy envidiada, y enamorada del mozo le ha dado su mano franca, que ha de casarse con él aunque pese a quien pesara, siendo el mercader testigo de todo cuanto pasaba. Prosiguieron sus amores con sus papeles y cartas, y el amor no dio lugar que mucho tiempo pasara: entrada le dio una noche dentro su cuarto la dama; súpolo el padre y, prudente fue donde la hija estaba; duda lo mismo que ve, y antes de hablarles palabra, consideró como cuerdo el deshonor de su casa, y reportándose ha dicho: ¡Que hayan visto tal infamia mis ojos y esto consienta a pesar de ello mi fama! ¿ Cómo tanto atrevimiento? ¡En las principales casas se usa esta villanía! El mancebo se levanta y arrodillado le dice: -El firme amor es la causa de estos mis atrevimientos; mira, señor, y repara que en lo hecho no hay remedio; este sagrado me valga, si no tu eres el cuchillo, yo la carne delicada, corta, señor, a tu gusto, tu rigor sobre mí caiga. Al ruido, la señora, los criados y criadas acuden, y el caballero mandó que se retiraran, y al mancebo y a la niña enciérralos en dos salas, con cargo de juramento que si a su sangre no iguala, no descansa hasta matarlos antes de que lo afrentaran. Pasó sin dormir la noche y luego por la mañana fue a casa del mercader; por el mozo preguntaba, brujuleando pesquizas como quien no sabe nada, y el mercader que no es lerdo le ha dicho aquestas palabras: -Señor don Jacinto, el mozo se ha ido sin quitarle a nadie nada, es tan bueno como el rey. Es un primo hermano mío, que ha venido de España, y es noble que aquí le tengo su ejecutoria guardada; y no porque es deudo mío, 52 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 que si usted experimentara, viera en él prendas de garbo y de un hombre de confianza. No tiene más que un defecto, que es ser pobre y es la falta más común que hay en el mundo, pues hacemos de ella gala; pero en cuanto a lo demás nadie puede hablar palabra. El caballero responde: -Si esto que usted me declara es verdad, quiero contarle como amigo lo que pasa: A deshora de la noche lo encontré junto a mi hija y esto es una acción villana no sé lo que entre los dos sobre este misterio pasa. Reportáronme los cielos, volví el acero a la vaina, pensando que con matarlos el daño no remediaba: que él no pasaría la verja si ella no le diera entrada. Supuesto que su fortuna lo quiso así, y la desgracia de mi hija ha sido aquesta con él intento casarla; ya que no hay otro remedio, contra mi gusto se haga. El mercader le responde: -Señor don Francisco, basta, mucho merece la niña, él no desmerece en nada; obre usted como quien es, véase la sangre hidalga. Dispusieronse las bodas, y el tiempo todo lo acaba, que es como dice el refrán: Bondades señales tapan: Le dió ochenta mil ducados, vivían con grande gusto, agradeciendo las altas finezas del mercader como su amigo del alma. Ya dos años de casado, estando un día en la plaza como un · príncipe vestido, de esta suerte un mozo le habla: -Fernando, ¿Qué dicha es esta que por tu persona pasa? Me alegro mucho de verte tan portado en tierra extraña. Don Fernando le responde: -No se lo que usted me habla; usted me tiene por otro, · y es muy cierto que se engaña. -No me engaño, le responde, ni niegues que en España he conocido a tu padre y a la madre allá en mi patria, y conozco a tu persona, Fernando, en vano te extrañas. Y don Fernando le dice: -Que me conoces comprendo, y si el secreto me guardas, yo soy, pero esta fortuna Dios me la tuvo guardada. Y supuesto que eres pobre, yo te daré, si me tapas, con que puedas adquirir caudal, si tu te das traza, y estaré siempre obligado; vente conmigo a mi casa. Le regocijó y le dio cien pesos en oro y plata; fuese el mozuelo y gastólos en cosas desordenadas; volvió a pedir otro día con imperio y amenazas doscientos pesos de pronto, y que si no se los daba, a su suegro le diría lo que del caso ignoraba, Don Fernando, que escuchaba, metió la mano a su espada para darle la respuesta; más él huyendo se escapa. 53 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 Fue el caballero y le cuenta esta afrentosa desgracia del empleo de su hija, como estaba desposada con el hijo del verdugo de Córdoba, la nombrada. Esto que oyó el caballero, como toro herido brama, escupiendo basilicos quiso a la hija matarla, y jura que si a él le coge ha de hacerle mil tajadas. Receloso de lo dicho, Don Fernando se ocultaba; el caballero le busca, y viendo qe no lo hallan, prendieron al mercader y la hacienda le embargaban. Don Fernando con secreto, mandó a su esposa una carta, dándola a entender por ella que quiere partir a España y desatar tantas dudas como se le acumulaban. Y una noche, en secreto, por una ventana baja, le dio su esposa la mano, dinero, joyas y alhajas. Y él, con encarecimiento, a su esposa le rogaba que se entrase en un convento, y que el secreto le encarga que confiaba en Jesús volver con bien a su casa. Pasóse él a Vera-Cruz y para España se embarca; y en otra segunda parte se dirá lo que aquí falta. SEGUNDA PARTE Supuesto noble auditorio que dije en la primera plana que eh ésta concluiría lo que en la otra faltaba, atención pido, señores, que ya voy a declararla: Llegó con felicidad desde Vera-Cruz a España, el famoso don Fernando, con joyas y ricas galas; saltó a tierra, y luego, al punto, a Madrid la vuelta daba, entre sí considerando su fortuna y su desgracia. Pensativo, triste y solo días y noches pasaba, como ausente de su esposa, que era lo que más amaba; a su fortuna se queja por ver que le fue contraria; de Dios implora el auxilio, pidiendo que le amparara. Así mismo se pregunta, cual juez de propia causa: -¡Qué desdicha: fue la mía! 54 Comunicado por Juan Betancort García, en Tuineje, Fuerteventura, el 9 de agosto de 1969. Le falta la conclusión, pero aún así lo inserto. Es uno de los romances de ciego más popularizados. En las colecciones consultadas no se ha encontrado ningún semejante. Obedece en general las reglas. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 15 ROSAURA, LA DEL GUANTE (o) A olvidar tristes memorias y a divertir pensamientos salí, pues, una mañana cuando abril de flores lleno circunda con sus fragancias los valles, montes y cerros. Alegre yo caminaba de un bosque por el sendero, cuando me senté cansado a orillas de un arroyuelo, que con sus puros cristales al monte sirve de espejo; bien pronto ya reposado íbame cogiendo el sueño, cuando mi atención llamó un raro y extraño objeto, que arrastrado por el agua desllzábase ligero. Era un guante, que cogí y sacudí para verlo, encontrándole, ¡Oh asombro! todo de bordados lleno, con hilo de plata y oro, y en un escudo un letrero, que con letras de oro decía: «Soy la hija de Venus». Confuso quedé al mirarlo, y discurriendo que el dueño más arriba quedaría y que aquel pulido objeto era prenda de mujer y de mujer de provecho, seguí la fresca corriente en su busca con esmero, cuando ví a muy pocos pasos y a orillas del arroyuelo una dama que por bella más que mujer era cielo. Confuso quedé al mirar un tan divino portento, su rico traje de seda, su manto de terciopelo, su sombrerito de raso y la gracia de su cuerpo. Mi curiosidad y asombro aumentaba por momentos, cuando observé que la dama, el guante echando de menos, se levantó caminando a orillas del arroyuelo, hasta que llegó a mi lado, y quitándome el sombrero, el guante le presenté con palabras de respeto; la dama en vez de admirarle miró a su espalda con miedo, y con acento confuso y trémulo y macilento, 55 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 cayó a mis pies de rodillas, exclamando: -Caballero, si puede haber quien me ampare, hágalo usted por el cielo. Yo la dije: -Hermosa dama poco valgo y poco puedo, pero mande usted, que al punto la obedeceré. ¿ Qué riesgo la amenaza aquí? ¿Qué teme? ¿Por qué se halla, según veo sola en este bosque? ¿Quién pudo, señora mía, ofenderos? Y la dama suspirando fijó en mí sus ojos bellos, y díjome apresurada y con ademán inquieto: -Nací en Córdoba, señor, y es mi padre un caballero noble, rico, pues posee la encomienda de Carrero y tiene una hermosa quinta cuatro leguas, más o menos, de Córdoba en estos montes, y viniendo de paseo yo sola, hace tres días, con una criada, el Averno dispuso que en este monte, casi de repente viésemos acercarse hacia nosotros a un animal corpulento. Era un oso que rugía de satisfacción al vernos, porque su terrible hambre saciar esperaba presto. Yo dí un grito y vine a dar desmayada en el terreno, mientras la criada huía del oso feroz corriendo; pero ¡Ay de mí! cuando Dios me fue el sentido volviendo, vi junto a mí los despojos mortales de mi doméstica y al oso que me miraba feroz, con ojos sangrientos. Creí morir, y mi alma encomendé al Dios del cielo, cuando, ¡Oh milagro divino! cógeme el oso y ligero huye conmigo a este bosque. Y dejándome en el suelo, me presenta cariñoso y manso como un cordero, panales de miel y cera, blancos, virginales, tersos. Desde entonces, cuidadoso, él provée mi alimento, y solamente se enfada cuando escaparme pretendo, enseñándome los dientes y amenazándome fiero. Esto es lo que me sucede y ahora, por Dios, le ruego que se aparte del peligro, porque si el oso sangriento ve a usted junto a mí, es seguro que nos mata, caballero. Tranquilizaos, señora, la contesté: Yo no debo dejar a tan bella dama abandonada. Yo tengo buena escopeta, y mi brazo no temblará en este riesgo; puede, pues, sosegarse y acompañarme, que presto el monte habremos dejado y a Córdoba llegaremos. Y al decir estas palabras, echamos a andar ligeros, cuando de pronto en el bosque oyóse un rugido fiero y el oso salió cual rayo que cruza el cárdeno cielo. Yo me estremecí, y la dama tembló, pues el oso viendo que huía su prisionera, corrió hacia nosotros fiero, 56 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 dando rugidos de muerte, las mandíbulas batiendo. Yo conocí que llegado era el momento supremo, y cogiendo la escopeta, poniendo en Dios el deseo, dando un tirón al gatillo el plomo salió siniestro y su ronquido ocultóse en el encrespado pecho del oso, que vio dos fuentes de sangre teñir el suelo y dio dos pasos, y al fin cae en tierra sin aliento. Entonces la hermosa dama me echó los brazos al cuello. Y agradecida a mi arrojo me dijo con tierno acento: -Si usted es libre y no tiene a quien amar, yo le ofrezco mi mano y mi corazón de este gran servicio en premio. Yo agobiado de dicha caí a sus plantas contento, y estrechando sus dos manos acepté su ofrecimiento. Entonces, dióme una cita, diciéndome al mismo tiempo: -Tome usted en mi memoria esta cinta que conservo para el que fuese mi esposo, y si no quiere creerlo, ella dirá la verdad y quedará satisfecho. Guarde usted también el guante que encontró en el arroyuelo, pues es posible que un día pueda usted valerse de ello; si es usted, cual me figuro, un cumplido caballero, de esta aventura sabrá guardar profundo secreto. Y mañana allá en mi quinta, esperaré a usted si puedo, en una reja que tiene el escudo de mis deudos. Yo volví a jurarle amor y a ofrecerle mis respetos, cuando vimos acercarse al monte unos caballeros, que eran, según me indicó, su padre, hermanos y deudos, que atribulados corrían buscándola -por el cerro. Separéme a sus instancias, y la vi marchar bien presto al lado de su familia que lloraban de contentos, mientras confuso en el bosque me quedé mirando al cielo, como si en él ver pudiese la dulce faz de mi dueño. Al cabo de media hora, llegué a Córdoba contento, y la cinta examinando, vi que tenía un letrero, que decía en letras de oro: «El que de esta fuese dueño, también será de Rosaura esposo, si quiere el cielo». Quedé alegre con la cinta, y una tarde, cuando Febo en la vecina montaña ocultábase ligero, monté en mi potro brioso y marché donde mi anhelo vivía, llegando en breve dándome alas el deseo. A un árbol até el caballo, y con prudencia y secreto recorrí toda la quinta hasta que ya quiso el cielo mostrarme el balcón do estaba de mi amor el dulce dueño. Al verla me estremecí pero Rosaura llorando de alegría y de contento, me dijo entre sus lamentos: 57 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 -Si quiere usted ser mi esposo y que me bendiga el cielo, sáqueme usted de mi casa, porque sé, ¡Hados adversos! que ha prometido mi padre mi mano a un caballero. Sombrío y triste escuché tal noticia, y ya colérico, iba a escalar el balcón para salvar a mi dueño, cuando la ingrata fortuna su rostro me volvió negro. Y un criado de Rosaura al verme, fuese corriendo a dar la noticia al amo, y al punto se previnieron los que estaban en la quinta con palos y armas de fuego, saliendo para matarme como un ladrón, cual un perro. Entonces me eché a la cara mi escopeta, e hice fuego hiriendo a los dos hermanos de Rosaura; y conociendo que era ya casi imposible el salir con el empeño de libertar a mi amante me escapé de todos ellos. Fui donde estaba el caballo, monté en él y como el viento camino tomé de Córdoba llegando cansado y muerto de pena, triste, agobiado y el corazón de amor lleno. Quise volver a buscar a Rosaura, pero el cielo no quiso darme el placer de ver su rostro tan bello, pues supe que enfurecido su padre con el suceso ya dicho, en oscura noche la sacó con gran misterio de la quinta, y nadie supo por dónde ni a dónde fueron. Del modo que yo quedé considérelo el discreto y en otra segunda parte dará fin este suceso. SEGUNDA PARTE Ya dije en la primera parte cuanto sufrió mi amor propio al saber de mi Rosaura aquel viaje misterioso. Triste y cabisbajo estaba, sin comprender de qué modo adquiriría noticias, cuando ideé cauteloso comprar de un criado suyo el secreto a precio de oro. Y supe por este medio, (según me lo dijo el mozo), que a Madrid se la llevaron, pues a su padre avaricioso, proyectaba de casarla con un caballero mozo, que era muy rico, y estaba de ella enamorado, loco. Al saber tales noticias, prevéngome bolsillo de oro, y en la fortuna fiado, listo en camino me pongo, y de Córdoba saliendo llegué a Madrid presuroso. Entré en la corte una tarde quedándome triste, absorto al ver por sus anchas calles tanta gente y alborozo, porque buscar a Rosaura en sitio tan populoso 58 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 era lo mismo que hallar del Océano en el fondo una aguja o una concha en su cetro cavernoso. En fin, haciendo el deseo de mi esperanza un meteoro para alumbrar con sus rayos mis esfuerzos amorosos, hospedéme en una fonda en la que dormí en reposo despertando al día siguiente lleno de alegría y gozo. Salí a la calle, corriendo, examinándolo todo; los balcones de un palacio registré muy cuidadoso, pues como Rosaura era encanto tan prodigioso, me pareció que en palacio depositarla era poco. Mi mala fortuna quiso que no viera a quien adoro por calles ni por paseos, por edificios famosos ni en las casas donde pude introducirme con modos. Tres meses así pasaron, ¡meses de amargura y odio! y ya iba a dejar la corte, de amor y de pena loco, cuando pasé a despedirme del lucero prodigioso de Atocha, sagrada Reina Madre de Dios, Trino y solo. Una tarde entré en su templo a rezar por la que adoro y suplicar a la Virgen que si de Rosaura esposo para mi bien, Dios quería que fuese, viera mi gozo cumplido, dándome medios de encontrarla presuroso. Esta petición la hice, y Dios que escuchó mis votos como oye los que le ruegan con anhelo fervoroso, hizo un milagro, sin duda pues un milagro fue sólo. Dos coches por el paseo trotaban a paso corto, y mi mirada dirijo de uno de los dos al fondo, y sueños creí que eran lo que allí vieron mis ojos; ¡Rosaura iba allí!. :. El alma estremeciose de gózo, y dando gracias al cielo seguí el coche presuroso, · hasta llegar a un palacio, de arquitectura un tesoro, y en su puerta del carruaje bajó Rosaura con todos. Aturdido de alegría, me acerqué a un portero ansioso, y preguntándole afable, si aquella dama de rostro bellísimo era de Córdoba, díjome: -Señor, ha poco que de Córdoba ha venido esa joven, aunque ignoro su nombre, pero es sobrina de mi amo el marqués de Soto, y aquí ha venido a casarse con un banquero famoso. La noticia del portero pagué con moneda de oro, y triste al saber tal nueva volví a mi cuarto lloroso. Discurriendo el mejor medio para hablarla, ideé de pronto una intriguilla que amor me aconsejó ingenioso. Compré en una joyería cuatro cintillos de oro muy ricos y un cofrecillo de plata y nácar todo. 59 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 Metí dentro los cintillos y el guante que en arroyo perdió Rosaura, y la cinta que en premio dio de mi arrojo, cuando la libré en el monte de ser víctima del oso. Hecho así y resolviéndome como buen amante a todo, en el nombre de su padre la escribí con sobre propio: «Hija Rosaura, te envío cuatro cintillos de oro, y la cinta que me diste y el guante que en el arroyo perdiste hace tres meses, y en esa cajita todo te lo envío con su llave que te entregará ese mozo». No puse más y con esto cerré la carta y ansioso llegué a casa de Rosaura y abrióme un paje donoso a quien dije: -Amigo mío, de parte de don Antonio de Carrero, que reside en Córdoba, traigo un poco de recado a una señora, y allá me dijeron como residía en esta casa. -Caballero, dijo el mozo, no es posible en este instante la hija de don Antonio pueda uste ver. -Por ahora, le dije, deseo sólo que le déis esta cajita, y que mañana a las ocho, si algo desea decirme para el señor don Antonio volveré, porque yo marcho a Córdoba lo más pronto. Cogió el portero la caja, y yo me volví gozoso a la fonda, presintiendo ser feliz de allí a muy poco. Al otro día, apenas la aurora tiñó de rojo el cielo, fuime a la casa del dueño que tanto adoro, y poco después la joven · apareció ante mis ojos. Pasmada quedó al mirarme, salióle el color al rostro, y me dijo: -Caballero, doy a usted gracias por todo, y a mi padre puede darle mis recuerdos afectuosos, y dígale que ejecute todo cuanto aquí dispongo lo antes posible, pues quiero verme a su lado muy pronto; y al mismo tiempo con risa que mi alma llenó de gozo, dióme una carta cerrada dejándome mudo, absorto: fuime de allí; en la calle, apenas me encontré solo, leí la dichosa carta, que decía de este modo: «Aunque en nombre de mi padre me escribe usted sin reboso, el guante y la cinta dicen que es usted mi dulce esposo. Ya que por medio tan sutil ha conseguido, y no poco, verme y hablarme, no ignore el peligro que está pronto. Mañana ha de celebrarse, sepa usted mi matrimonio con el hombre que no amo, que es de mi tío el apoyo; pero ya que en el arroyo juré no admitir esposu más que a usted, y mi ternura a usted pertenece sólo: espero a usted esta noche a las doce, cauteloso, 60 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017 en una reja que tiene dos palmas, espero pronta, pues esa reja que digo es de mi retiro propio. De tres varas una cuerda traerá usted, pues es forzoso que baje desde el balcón, y aunque el riesgo bien conozco, prefiero morir en él a ser víctima del oro y esposa ser del banquero, a quien aborrezco y odio». Al leer esta misiva creíme ya volver loco, y obedeciéndola, ciego, sus instrucciones en todo compré la cuerda y después, de amor palpitando y gozo, cuando ya la media noche daban los relojes todos, fuime casa de mi bella y la señal, y a poco salió al balcón mi Rosaura, pidiéndome el envoltorio de la cuerda, y la arrojé, la sujetó bien y pronto; y con valor admirable y con denuedo animoso, por ella bajó atrevida, y en mis brazos ya gozoso la recibí delirante, marchándonos de allí pronto. Al otro día salimos para Córdoba briosos y un mes después el Obispo, como padre cariñoso, enterado en sus detalles de nuestro amor tan heroico, mandó que nos deposaran, lo que fue hecho bien pronto, aceptándome por hijo poco después don Antonio, con lo que felices hoy vivimos reunidos todos. Romance suministrado por Juan Betancort García, el 7 de agosto de 1969. Es un romance popular bien conocido, hasta el punto de que Me· néndez Pidal incluye «el romance vulgar de Rosaura la del Guante, que se recita por las aldeas» («Los Romances de América ... », pág. 73). No lo he encontrado en colecciones canarias. 61 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
Descripción del objeto
Calificación | |
Título y subtítulo | La Rosa del Taro: miscelánea majorera |
Autor principal | Cullen del Castillo, Pedro |
Tipo de documento |
Libro |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Artes gráficas salesianas |
Fecha | 1984 |
Páginas | 219 p. |
Materias |
Poesía Romance Leyendas Canarias Narrativa Oral Fuerteventura Literatura |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 62 MB |
Notas | En cubierta: Algunos romances, composiciones varias y leyendas de Fuerteventura |
Descripción
Título y subtítulo | La Rosa del Taro: miscelánea majorera |
Autor principal | Cullen del Castillo, Pedro |
Tipo de documento |
Libro |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Artes gráficas salesianas |
Fecha | 1984 |
Páginas | 64 p. |
Materias |
Poesía Romance Leyendas Canarias Narrativa Oral Fuerteventura Literatura |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 19761954 Bytes |
Notas | En cubierta: Algunos romances, composiciones varias y leyendas de Fuerteventura |
Texto |
Pedro Cullen del Castillo
LA ROSA DEL TARO
MISGELANEA MAJORERA
ALGUNOS ROMANCES, COMPOSICIONES VARIAS Y LEYENDAS DE FUERTEVENTURA
LAS PALMAS DE GRAN CANARIA
Esta edición ha sido hecha gracias al
patrocinio de los antiguos alumnos del
Colegio Viera y Clavija de Las Palmas.
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
PEDRO CULLEN DEL CASTILLO
LA ROSA DEL TARO
MISCELANEA MAJORERA
( Algunos Romances, composiciones varias y Leyendas
de Fuerteventura)
LAS PALMAS DE GRAN CANARIA
1984
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
Depósito Legal: SE- 125- 1985
I.S.B.N. 84-398-3413-6
Imprime: Artes Gráficas Salesianas, S. A.
Polígono Calonge. Parcela 10, Nave 7. Sevilla, 1985
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
Para Fuerteventura, la isla de mis
mayores, por la que tanta devoción
sentimos yo y mis familiares.
A todos los que han hecho posible
este trabajo, proporcionándome
romances o composiciones poéticas,
mi más expresivo agradecimiento.
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
INDICE
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
Perfil de un profesor . ..
l. A:LGUNOS ROMANCES
PREAMBULO ..... .
l. ¿Será verdad, mujer mía ... ? ... .. . ... ... .. .. . . ... .. . .... . .
2. A la una nací yo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . .. . . . . . . . . ..
3. Ayer me fui a pasear .. . .. ........... . . .. . ...... .. .. .. .. .. . .
4. Quince años yo tenía ....... .............. .. . ... ..... . .. . .. .
5. Oración a San Bartolomé .... .... . .. .... .. . ......... ... .. .
6. Romance de la Virgen y el ciego .. ....... .. . .. ... . ........ .
7. Omnipotente Jesús ...... .. . ......... .. .. ........ ... .. .. .... .
8. María va para el Calvario .... .. ..... . ...... .......... ... . .
9. En la calle Siete Iglesias ......... . .. .. . ... .. ...... .... ..... .
10. Romance de doña Josefa Ramírez y don Pedro de Ve-nezuela
................................... . .......... .... .
11. Romance de don Jacinto del Castillo y doña Leonor
de la Rosa ...... ...... ........ ....... ... ...... .. .. .... .
12. Romance de Santa Teresa y Manuel Contreras . . . . ..
13. Romance del «Espertador» del alma o precipicio .. .... .. .
14. Romance de don Fernando ....... .. ... . ..
15. Rosaura, la del guante .. . . . . . . . .. . .. . . . . .. .
16. Doña Francisca, la cautiva . .. . . . . .. . . . . ..
17. La renegada de Valladolid ... ... ........ .
18. La peregrina doctora, doña Inés . . . .. .
19. Romance de la niña perdida .. .. .......... .
20. ¡Qué linda mañana .. . ! .... .. .... .... . ... .. .
21. Romance de don Pedro Acedo y doña Isabel ...
22. Relación y mística de la pasión y muerte ...
23. Romance de Blanca Flor y Filomena . . . . . . . ..
24. Duelo entre amigos .. . .. . . .. . . . .. . . ..
25. Los mártires del amor . . . . . . . . . .. . .. . . ..
26. La infanticida ... . . . . .. .. . . . . . .. ... . ..
27. Santo Domingo Bendito ... . ........ .. .
28. Cuando miro pa el convento . . . . . . . ..
29. El viejo avariento . . . . .. . . . . . . . ..
30. ¿Dónde vas, Alfonso XII?... ... . ..
5- 8
9,
11- 14
15
16
17
18
19
20
21- 22
23
24
25- 31
33- 40
41- 48
49- 50
51- 54
55- 61
62- 68
69- 70
71- 78
79- 83
84- 85
86- 87
88- 89
90- 91
92
93- 95
96- 97
98- 99
100-101
102-103
104-105
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
31. Romances-canciones cantadas por las nmas del Puer-to
de Cabra ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 106-107
32. Historia verídica de Carlomagno y los doce pares de
Francia... ... ... ... ... . .. ... ... .. . ... ... .. . . . . .. . . . . . .. 108-135
33. Pérdida del «Guadarrama» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136-138
II. COMPOSICIONES POETICAS VARIAS ... ... ... ... ... ... ... ... ... 139
PREAMBULO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141-143
l. Canciones anónimas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..
2. Poemas religiosos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..
3. Otras tres composiciones religiosas . . . . .. .. . . . . . ..
4. Otras c9mposiciones varias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..
5. Poesías satíricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..
6. Plegaria lírica a fray Andrés . . . . . . . . . . ..
7. Coplas de la Batalla de Tamasite . . . . ..
8. Auto de Navidad . . . . . . . . . . . . .. . . .. ..... .
9. Versos en el establo del Niño Jesús .. .
10. Auto de Navidad . . . . . . . . . . . . . . . . ..
11. Historia de una camella ... .. . ........ .
12. Coplas del Marqués de la Cadena . . . . ..
13. Coplas de la Virgen de la Peña ...
III. LAS LEYENDAS .. .
PREAMBULO .. .
l. Aparición de la imagen de Nuestra Señora de la
Peña .............................. .. ........ .... .
II. Cuando San Diego amarró al diablo . . . . . . . . . . ..
III. La casa alta de Tindaya . . . . . . . ..
IV. La luz de Mafasca ..... .
V. El ataúd varado .............. .
VI. Tesoro en El Cigarrón . . . . . . . ..
VII. Tesoro en un lugar del valle ...
VIII. Tesoro en la Fuente de Hijar .. .
IX. El diablo se aparece en forma de perro ...
X. Tesoro de ,la iglesia de Betancuria . . . . . . . . . . ..
XI. Otro depósito de dinero en Betancuria . . . . . . . ..
XII. Supuesto tesoro en las canteras . . . . . . . . . . . . . .. . ..
IV. POESIAS DE PEDRO CULLEN . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . ..
Tríptico majorero: . . . . .....
l. El campesino . . . . . . . . . . . . . ..
II. El paisaje . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..
III. Ambiente pereza . . . . . . . . . . . . . ..
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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
Perfil de un Profesor
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El título del libro era, es, «Historia de la Literatura Española»;
el autor, Jaime Fietzmaurice-Kelly. Estaba editado en 1926. Fietzmaurice
había sido profesor de la Universidad de Liverpool y tenía
muchos, títulos, muchos títulos que adornaban su nombre. Era
individuo de la Academia Británica, corresponsal de las Academias
de la Española, la de Historia. Y también de la de Buenas Letras
de Barcelona y de la Academia das Sciencias de Lisboa. El libro
asustaba al joven estudiante, pero el profesor se lo había recomendado.
Su profesor de literatura.
El bachilleresco muchacho había querido tener por primera
vez en sus manos una historia de la literatura española distinta a
los otros libros de texto. Y entonces, en aquellos años, la más innovadora
de todas las historias de literatura española, la de Angel
Valbuena, era inencontrable. Valbuena era un profesor castigado,
un olvidado oficial. De Valbuena se sabía que había escrito una
breve historia de la literatura canaria, mejor dicho de la poesía
canaria. De Valbuena se sabía que había sido profesor en la Universidad
de La Laguna. Y que había sido amigo de un antiguo
profesor de Instituto que se llamó Agustín Espinosa. Pero su libro
de texto, su Historia, solamente de una manera muy subrepticia
se podía consultar en la biblioteca del Museo Canario.
Por eso, el profesor de literatura, su profesor de literatura, le
había recomendado la «Historia de la Literatura Española» de
Fietzmaurice-Kelly. Y por eso, el joven estudiante la había pedido
a su amigo el librero; a su amigo el librero que se llamaba don
Alfonso y que regentaba una mezcla de venta de discos, de libros
prohibidos y de papelería menuda en la calle de Triana. Y don
Alfonso (aquel don Alfonso de pelo negro y engomado, de untuosas
manos, de sonrisa fácil), aquel don Alfonso consiguió traer no
se sabe por qué caminos el voluminoso, el plúmbeo libro de la
«Historia de la Literatura Española».
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El libro fue subrayado, comentado, por el profesor de literatura.
Aún hoy, en el índice general, están subrayados los autores
que el profesor de literatura exigía dentro de sus clases. Allí están
el Mio Cid, Alfonso X, Juan de Mena, Jorge Manrique, Garcilaso,
Cetina, Castillejo, Fray Luis de León, Ercilla; y Cervantes, y Lope,
y Calderón. Eran los autores que el profesor de literatura explicaba
con más detenimiento, con más atención. La lectura del libro resultaba
farragosa. Aunque excelente hispanista, según supo después
el joven alumno, su libro había sido escrito primeramente en
inglés, luego en francés y, por último, había sido traducido al español.
El libro era una nueva modalidad de historia literaria, aunque
inspirada todavía en las estructuras del viejo centón de don
Angel G. Palencia. Aquella Biblia de almanaque que sirvió de libro
de texto a tantos alumnos universitarios españoles.
El profesor de literatura, aquel profesor de literatura alto, con
voz grave, con sonrisa medida, con ademnnes de gran caballero,
con un aire entre solemne y festivo, explicaba su clase cada día
con un tono, con un calor y una vehemencia nada naturales. Por
eso, el alumno, por' eso los alumnos encerrados en aquella pequeña
clase, escuchaban con gran atención al profesor. Por eso, los cuchicheos
cesaban, los chicoleas apenas se oían y hasta los más
despistados parecían ensimismarse al escuchar los versos de Garcilaso,
los de Góngora o los de Quevedo.
No era, según cuenta Manuel Azaña, «el aula hostil, ni la luz
cenizosa de noviembre» la que daba en los párpados de los alumnos.
No era |
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