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1 1 I ESTUDIOS HISTÓRICOS. CLBL\TOLÓGII:OS y PATOLÓn(~OS DE LAS q I ISLAS CANARIAS, I ! I pon DI GREGORIO CHIL y NARANJO, Doctor en )ledicina y Cirujia de la faculta,l de París y Licenciallo de la ,le CriJiz: Indhti<lno de la Sociedad Ecolllimica de Amigos d(>1 País de la Ciudad tIe Las Palmas de Gran .. Canario; de la Protectora de los Animatcs~ y Plantas de Cüdiz: de la Comision de Geo.l.;runa comerdal. de hts Sociedades de Aclirnatacion, de la Gcognifica. de la ){eteoroJlígica, de 1a .Americana. de la Higiénica y de la AIltropolú~Üca. de PUl'is: Corrcgpontlivnte (le la SociedlHl Etnográfica de la misma Cintlad. de la Acatlemia t!{, Estanislao de ~ancy y de la Sociedad Xonl1j,uda de Geografia de l!nall; Individuo del Congreso dd Atlelantumiento de las Ciencias. ~lc Francia; ur! Ameri('ano, del Orientalistl) y del Antl'o}lolt)~ico de Europa: Yice-Presidente del Congreso eni\'ersal tIe Ciencias Antropol[,gica~. que se celt:Lr:, en Paris eu IR7~ y Presidente honorario 'le la Seccion del mbmo en el tIel Adelantamiento de las CiendllS. ('ele lJl'Udo en aquella Ciudad; olida \ ('ondeCOl'ílíto de la .\cademia de Frimc~a, ctc. ctc. PRIMERA PARTE. HISTORIA. Tü:\IO pnnIEIW. LAS PALMAS DE GHA~-CANAmA. Imp. dc LA ATLÁNTID.l, á carp'o dc Antonio Cabrera y Quintana. Calle de Sta. n,irbal'a, n. 19. • J t .~ Gaspary ~oig"~*~ditorcfl.-Calle del Ernest Lcl'Oux, Libraires-Editeurs, ¡ • MADRID. I PARís. PrmClpc, numcro 4. . 28, Rne Bonaparte. \ r _~_. ___ ~ ___ ~~~~ __ ~_i~~~~~ ______________ ~ ESTUDIOS HISTÓRICOS, CLIMATOLÓGICOS Y PATOLÓGICOS DELAS ISLAS CANARIAS. HISTORIA. ESTUDIOS HISTÓRICOS, CLIUATOLÓGICOS Y PATOLÓGICOS DB LAS ISLAS CANARIAS, POR D. GREGORIO CHIL Y :NARANJO, Doctor en Medicina 1 Clrnjía de la focnlto<I de Parí• y Licenciado de la de Ca1liz: lndh'idno de la Sociedad Ecorn\mica de Amigo• del P•Í• de la Cindad de Las Palmas de Gran-Canaria: dt la Prolectora de los Animales 1 Plan!&• de Cádir: de la Comision de Geografía comercial; de las Sociedades de Aclimatacion, de la Geográfica, de la Meteorol6gica y de la Americano, de Pario: Correspondiente de las Sociedadc• Antropol<ígico y Etnogránca de la njoma cindad, y de la Academia de Estanislao de l'iancy: lndividno del Congreao para el adelantamiento de las Ciencias, de Franela; dl'l Americano, del Orientalista y del Anlropol.igico, de Europa, etc., etc . .Autores antiguos y modernos me han enseñado lo que escribo; pero algunos con diferentes opiniones, y de ellat he tomado lo que má1 cierto me ha parecido. JUA!< NGÑRZ J•E LA P•ÑA. PRIMERA PARTE. HISTORIA. TOMO PRIMl<~RO. LAS P,\LUS DK GRAN-CANARIA. D. ISIDRO MIRANDA, IMPRESOR-EDITOR. Calle de S. Jn1to, n. 10. MADRID. 1 PARIS. Gaspar y Roig, Editorcs.-Callc del Erne~t Leroux, Libra'rcs-Editcurs, Príncipe, número 4. 28, Rue Bonaparte. t876. ... Es propiedad del autor. A MI RESPETABLE TIO Y PADRINO D. GREGORIO CHIL Y MORA LES, ANTIGUO RECTOR Y CATEDRÁTICO DE FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA DEL SEMINARIO CONCILIAR DE LA PURÍSIMA CoNCEPCION DE LA DIÓCESIS DE CANARIAS, CuRA-PKRROCO QUE FUÉ DE LA CIUDAD DE TELDE, CANÓNIGO DE LA SANTA IGLESIA CATEDRAL, EXAMINADOR SINODAL DEL ÜBISPADO, CORRESPONDIENTE DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA, ETC. ETC. En la ciudad de Telde, nuestro bello país, cuyo delicioso clima tiene pocos iguales, á medida que mi organismo se desarrollaba, desenvolvia V. mis facultades intelectuales, inculcándome el gusto por los Clásicos latinos y griegos, y con ejemplos vulgares, adaptados á mi inteligencia, llegó V. á familiarizarme con las doctrinas ele las Escuelas de Platon y Aristóteles. Cuando V. me daba aquellas lecciones, bajo los frondosos naranjos de nuestro jardin, siempre me citaba pasajes ele la Academia y del Liceo, ponderándome su influencia en el mundo. En los comentarios que me hacia, traduciendo al divino Homero y á Tácito, esos sublimes maestros de la historia y del lenguaje, como, aún recuerdo, asi los calificaba V., me fijé tanto, y tanto medité sobre ellos con la reflexion propia do mi edad, que desde entonces sentia ya un gusto especial por la historia, que si es á veces padron de ignominia para algunos, es para la posteridad el altar donde ha ardido constantemente el fuego sagrado del progreso de los siglos. Terminados mis estudios de Humanidades y de Filosofía en el Seminario, donde, conforme á los deseos de V., debia seguir la carrera del Sacerdocio, que circunstancias especia· les lo impidieron, fuí enviado á París á estudigr Medicina y Cirujía, regresando de allí á los nueve años. Lo que ha pasado en los diez y ocho que hace regresé de aquella ciudad, V. lo sabe tan bien como yo; pero en medio de mis disgustos y de mis forzosas soledades me dediqué á las Letras y á las Ciencias, hallando en ellas los encantos y satisfacciones que me hacian olvidar los pesares de la vida; y echando una ojeada á los inocentes tiempos de mi infancia, y á los felicísimos de mi juventud, durante mi residencia en París, volví á leer á Tácito, y su precioso libro fué el que me inspiró la idea ele escribir estas desaliñadas pájinas. No es una historia, ni una obra de Ciencias lo que ofrezco á V.: me avergonzaria de dar ese nombre á unos apuntes que, despojados de lo mucho inútil que contienen, podrán servir para que en su dia un genio levante el grandioso monumento que aun nos falta, La Historia general de las Islas Canarias y de las riquezas científicas que encierran. Tales como han salido de mi pobre cabeza y de mi todavía más pobre pluma, á V. pertenecen, pues que fué suya la primera chispa que encendió mi aficion por el estudio. Acéptelos V. y será esa una p:rueba más del cariño que siempre ha profesado V. á su sobrino y ahijado PREFACIO. Se ha dicho que la historia no puede escribirse sino en los pueblos libres, y que respecto de los hechos contempo· ráneos no debe llevarse á cabo este trabajo, por no ser fac· tible juzgar de los acontecimientos y de los hombres que han influido en ellos, con el recto criterio y sano juicio que corresponde, por hallarse aun palpitantes el rernerdo ó la presencia de los que han sido actores en la escena. No estoy del todo conforme con este modo de pensar. La historia tiene dos acepciones muy distintas, y segun que se tome cada una de ellas, asi debe entenderse su efecto. Si la historia es el progreso de la humanidad por los hechos que en ella influyeron y por los hombres que los llevaron á cabo, entonces me hallo c~o acuerdo con los que dicen que no puede escribirse sin0 en el seno de los pueblos libres; porque tendiendo el espíritu humano á la libertad; es decir, á la adquisicion de la mayor suma de derechos y deberes, de que es susceptible el ser pensador, dentro de las monarquias se ha11an coartados los primeros y los segundos en toda su extension; en tanto que en los pueblos libres se equilibran necesariamente, naciendo de ese equilibrio la verdadera li· bertad. Por lo que hace á que no es posible formar un juicio acertado de la historia contemporánea en razon á hallarse 11 PREFACIO. palpitantes los hechos y vivos los hombres que los produjeron, tampoco estoy acorde con esta opinion, en un sentido absoluto, porque ni debe juzgarse de los hechos por los hombres, ni de los hechos en si' mismos sin relacion á otros anteriores, de los que tal vez sean un efecto necesario. Es verdad que hay acontecimientos aislados, por decirlo , así, que son como causa de otros que la generacion p_resen- te no verá; y si bien la mision del historiador es relacionar los efectos con sus causas, no debe ni puede llegar su audacia hasta el extremo de juzgar como consecuencias las que son principios que tendrán su razon de ser en épocas venideras. En este último caso el papel del historiador se reducirá al de un mero cronologista; pero cronologista que ha de ser tan fiel y tan exacto en la narracion de los hechos, como que ellos han de servir de base á los que despues de él vengan á analizarlos con relacion á lo pasado, antes y despues, para deducir esos principios ele progreso ó ele retraso humanitarios que constituyen . la ciencia profunda de la filosofia de la historia, de la que tenemos notables ejemplos en la antigüedad entre los historiadores, filósofos, oradores y poetas griegos y romanos. Por lo general, los contemporáneos que tratan de analizar los acontecimientos aislada1nente ··inciden en un grave error, llevados por sus pasiones de hombres, tratando de juzgar de esos acontecimientos, no en sí, sino segun los sugetos que fueron causa de ellos, y ele aquí esa significacion y parcialidad respecto á las personas y á sus hechos, ponderándolos ó deprimiéndolos, ·segun que los sugetos que los produjeron son más ó ménos simpáticos al historiador. Agrégase á esto el espíritu de la pasion, hijo de las ideas y de las opiniones que cada cual profesa; todo lo que, exten• diendo sobre los hechos contemporáneos un velo que los oscurece, hace difícil su análisis para el porvenir y produ· ce la duda en el espíritu á pesar ele la celebridad de eruditos historiadores, respetables á las generaciones futuras. Asi es que por mi parte me abstendré en este punto de todo comentario que tienda á relacionar con el pasado PREFACIO. 111 sucesos aislados de nuestros días que tendrán como proble .. ma su solucion más ó ménos acertada en el porvenir: ni juzgaremos á los hombres por los actos que hayan llevado á efecto, ni á éstos por aquellos; pues muchas veces la historia nos ha demostrado que sugetos al parecer incapaces de acométer grandes empresas las han llevado á cabo con éxi- . to glorioso. Los hombres de nuestro siglo a~lolecen de la falta gravísima de juzgar de los individuos á primera vista, sin tomarse el trabajo de penetrar en su pensamiento ni en su corazon, y formulan, por lo general, un juicio casi siem· pre erróneo, cuyas consecuencias, áun cuando las toquen d,e cerca, se obstinan en negarlas, no más que por no apa, recer á los ojos de los aduladores, como hvmbres imprevi-sores y sin talento. . Elilustre Abate Mably, en su notable obra sobre el Modo de escribir la historia, nos dá una sabia regla (con referencia á su objeto) expresándose en los siguientes términos: «Yo ».desearía que la historia fuese la expresion del más profun• »do respeto á las costumbres: que me enseñase á desear el . »bien público, á amar la pátria, y que desenmascarase el »Vicio para que la virtud fuese honrada"; y como el bien ,público, la patria, la justicia y la virtud no son más que ~sa doctrina sublime que nos enseñan los acontecimientos. pa- . sados para arreglar nuestra conducta en lo porvenir, la his• · toria viene á convertirse en una escuela de filosofía que nos pone de manifiesto lo que ha sido la sociedad, para en la · série de esos acontecimientos repetidos enseñarnos lo que debemos hacer, á fin de no caer en los errores en que. inc4r· rieron nuestros antepasados. Nó: la Historia no es la re~a· , cion aislada de los hechos que han tenido lugar en el mun ... do; no es la cronología gloriosa de los asesinos, ele los incendiarios, de los tiranos: la verdadera historia no es la que nos trasmite los nombres ominosos de los que han sido azotes de la humanidad; porque tal vez pudiera suceder que halagados los malvados con la idea de perpetuar ~ps . nombres en las futuras generaciones, hiciesen lo que Eróstrato que, por adquirir celebridad, puso fuego al templo de TOMO r.-2. IV PHEFACIO. Diana en Éfeso) pudiendo decirse de éste como ele otros, lo que escribió nuestro poob D. l\fariano Homero: ¡Oh! nu1;n, nunca sea Que el nombre del malvado Otro malvado sobre el bronce lea. Otro ele los vicios capit.'.lles del historiador d0 todas las épocas) y espcciahnonlo cb los tiempos contempüráneos) es ser ó ex:ager;:i,clo p:1ncgirist;:i, ó satírico s;ingriento. Estos de· fectos) porque ambos lo son) traen consigo consecuencias tanto más fatales cuanto mayor os el mérito y fama litera·. ria del que se coloca en cualquier.:1 ele esos dos extremos. Con fundamento escribían los hermanos Fr. Rafael y Fr. Pe· dro Rodríguez Mohedano en su JI istoria literaria de España: «No es razon ni prudencia que b hermosara .ele la verdad se »presente siempre con timidez y enc'.)gimionto) y más cuan· »do los errores salen á cara descubierta y con audacia. No »pertenece á b vercbd sino á b falsedad buscar disfraces y »anclar con disimulo'· Cuando se interesa la cansa pública, :ose debe decir á toda cosia y con generosa libertad. No por »esto se ha de faltar al respeto y á la decencia pública, ni »confundir la libertad con el atrevimiento.» De aquí debo yo deducir, por una ilacion lógica y rigurosa, que tal vez no hay un- papel más difícil ele desempeñar con acierto que el de historiador verdadero é imparcial, ni que más necesite de un criterio recto y ajustado. Mirar los tiempos como e.n. sí fueron, los errores como hijos ele las costuinbres y de las preocupaciones, y no examinar con la crítica del siglo XIX hechos ele siglos muy atrasados y semi-bárbaros; elogiar lo bueno ele otras épocas, y mirar nuestros adelantos de hoy como la consecuencia necesaria del aprendizage hecho en las faltas do ayor) tal es la mision del historiador: lo <lemas no es serlo, ni tal nombre merece; como no merecería el ele filósofo, ni áun el ele ser racional y pensador, el que pretendiese quo el c11orpo del niño tenga la robustez y firmeza del jóYen, y su clébil entendimiento la fuerza i;eflexiva ele la edad madura. Por otra parte la crítica histórica os igual en todos los PREFACIO. tiempos y en todos los países: grandes ó pequeños los pueblos del mundo, desde los antiguos y extensos imperios de la _China y de la Persia, desde los Macedones, Griegos y Rqmanos, hasta los exíguos reinos de las Afortunadas, han tenido sus épocas ele infancia, Yiriliclad y decadencia, y á todos son aplicables fas mismas leyes históricas. Los C_anarios no podernos lisonjearnos ele lo que se con:gratula el etélebre historiador francés Mr. II. Martín: «La »Francia, dice este escritor, es el pafs del mundo más rico »en maforiales históricos." Es vercl::vl qne las Canarias no han ofrecido al mundo el esj_x~cü'tccllo ele esos acontecimientos que .han ensangrentado el suelo c'e la Francia y horrorizado. al mundo entero; pero en cambio podemos dar á esa Nacion, tan sublime en sus infcrtunios como grande en sus prospericlac'es, el ejemplo de pueblos que en el ejercicio ele las virtudes y con la paz ele que han gczaclo, han igualado, sino exccc)ido, á bs más felices épocas de los tiempos bíblicos: y si la bisioria, como dice el ya citado abate· Mably, es la ciencia que cn.scíia la virlvll, la de las Islas Canarias pudiera propone1·::;e com::> e~emplo digno ele ser estudiado. Por desgracia, la raita de conocimiento de la escritura entre los Canarios, la carencia ele geroglííicos y c~e las poéticas tradiciones populares, nos pr¡van de conocer la historia .de est9s p'.1oblos antes ele sn con'Itlisb; y su orígen y sus leyes y .su rcligion y sus costumbres han tcniclo que ser objeto de un estudio especial ele mnchoJ afíos para llegar p_or una sét:'ie de _conjeturas á adivinado todo, menos su historia, que ha permanecido y p2rmanecerá oculta siempre á los es(uerzos clol má::i cm·ios·J inw~s!igaclor. · . Atm sube á más nuestra desgracia en punto á esto, si tenemos en cuenia la falta ele espíritu ele cariostcbd histórica en. los primq'os conquistadores, paes habiéndose hecho l,a conquista ele las i::;las do Lanz::irole, Fuertcveetura, Gomera y Hierro en 1402 por el "\'orinando Jfcsir0 Jean de Bethencourt, ninguno c~e elles se halbba adcrnaclo de los con0Ci1nientos suficientes para lcgarncs una historia de VI PREFACIO. aquel tiempo. Bontier y Leverrier escribieron, es verdad, un relato de la expedicion; pero éste se redujo á describir la piratería de aquellos aventureros. Por último la Inquisicion, que llegó con su personal y' material á las islas de Gran-Canaria, Palma y Tenerife, conquistadas en tiempos de los Reyes Católicos, destruyó casi por completo, con los potentes medios de que disporiia, los pocos elementos que quedaban para escribir, aunque imperfectamente, la historia de las Islas y enlazarla en ló posible con la de los demas pueblos. · Los nacionales que entonces escribieron acerca de las Canarias, lo hicieron influidos por las más groseras preocu· pacl.ones, ó bajo la presion del miedo más vergonzoso, ó dominados por la situacion político-religiosa de cada reina· do. El hecho es que todos estos elementos, contrarios al es• píritu imparcial del historiador, han dado por resultado la. adulacion de unos, los errores de otros, el panegírico ó la· sátira; habiendo de fluctuar hoy, el que desee escribir la historia con la debida exactitud é imparcialidad, en un mar· de dudas é incertidumbres. Los extranjeros, á excepcion de un corto número como Humboldt, Sainte Claire Deville, Berthelot, D' A_vezac· y otros, merecen el triste nombre de romanceros, pues con llegar á un puerto, entrar en una fonda, preguntar á un criado, quien les contesta lo primero que le ocurre, y des- · pues tejer unas cuantas frases, ya se creen con los suficien-· tes conocimientos para llenar el papel de historiadores.· A vista de tantas y tales dificultades, tócame exponer mi línea de conducta al acometer una empresa de la rilagni· · tud de la presente. En los años que he consagrado á esta· obra, puedo decirlo con verdad, he leido cuanto se ha es· crito sobre las Canarias en todas las lenguas y en todos los tiempos, sin concretarme á la historia, sino que mis estudios se han extendido á todo lo que con ella tiene relacÍoh; libros, cuadernos, folletos, manuscritos, hojas, perdidas u.nas y olvidadas otras, todo lo he devorado, sin perdonar' trabajo ni economiz;:i.r gastos. Cubierto de noble' polvo he' PREFACIO. VII salido de los archivos y de las bibliotecas públicas y privadas, nacionales y e:x tranjeras, despues de haber consumido horas y horas en examinar é interpretar documentos que, destruidos por la polilla, parecían más bien sutiles encajes que hojas de papel. En este punto debo mucho á mis buenos amigos de Francia, entre ellos al sabio D' A vezac cuya muerte nunca sentirán bastante los amantes de las letras. No poco debo agradecer tambien á mis excelentes amigos de las Islas, que me han facilitado y puesto á mi disposicion verdaderos tesoros de antigüedad, tanto más preciosos euanto son más raros y desconocidos. Como nunca me he creído infalible ni mucho ménos; antes por el contrario en materia tan delicada he desconfiado de mis escasas fuerzas, he oído siempre el (lictámen de aquellas personas que, por su indisputable competencia, he juzgado que podían ilustrarme, sirviéndome de mucho sus consejos y observaciones, que han hecho más de una vez cambiar mis ideas acercándolas á la verdad. · Por lo que respecta á España, un amigo á quien debí muchas finezas, el Excmo. Sr. D . .Manuel Rivadeneira, célebre editor de los Clásicos Españoles, me facilitó importantes noticias referentes á las Canarias, cuando vino á esta is-· la á buscar alivio á sus dolencias en el templado clima de Las Palmas. ·Al comenzar á escribir estos Estudios históricos, auxiliado solo de lo que había leido en nuestras Islas·, com,.. prendí que mis trabajos no estaban concluidos, y por ello fué que me resolví á hacer mi primer viaje á Francia en 1864. Aun á mi vuelta no me conformé y emprendí otro en 1874, y el tercero en 1875. Con todo, no creo haber hecho lo necesario, á pesar de mis continuas investigaciones en. los archivos de Rouen y Dieppe, en N ormanclia, y de mis lar-.' gas conferencias é investigaciones con el sabio y distinguido Mr. Gabriel Gravier, á quien no poco debe Ja historia de las Islas. Mi trabajo no es completo, pero si algo vale lo que hoy ofrezco al público, puedo asegurar que he puesto cuantos· n:iedios me han podido sugerir Ja constancia y la aplicacion. VIII PREFACIO. A mi paso por Madrid, en el segundo viaje á Francia? se presentaron á auxiliarme todos mis amigos, ocupa~do el primer lugar el Ilmo. Sr. D. Fernando ele Leon y Castillo, que se hallaba desempeñando la Subsecretaría del Ministerio de Ultramar, quien, con la actividad y celo de que se halla dotado, me facilitaba cuanto le pedia, poniéndome en re· laciones con muchísimas personas, entre ellas con Bermejo, el autor de la Estafeta de Palacio, y otras más. Dos antiguos amigos, que traté con frecuencia cuando residí en aquella capital y que hoy son verdaderas notabilidades en las ciencias, los Doctores D. Pedro Vebsco y D. José Benavides, y el Académico D. Juan Eugenio Hartzenbusch, me abriah las puertas con el mejor deseo de procurarme todo lo que me fuese conveniente. En Valencia examiné los archivos; otro tanto hice en Marsella. Pasé luego á A viñon, la célebre ciudad de los Papas, deseando ver por mí mismo el punto ele donde salió la célebre procesion en que el Príncipe ele la Fortuna iba con cetro y corona real corno insignias ele la soberania de ·un país del que aun se tenian ideas muy oscuras. Me' dirigí luego al archivo y ví la nota que se escribió sobre áquel acontecimiento. En París, mis compañeros ele Universidad, algunos de los cuales ocupan hoy los más altos puestos en las ciencias, lo mismo que mis venerados maestros, todos sin clistincion, hacian lo posible por facilitarme cuanto podia desear. Por ello e~ que _en este lugar debo manifestar mi particular gralitucl á mis maestros los Doctores Broca y Verneuil, ambos. prüfesóres ele la Facultad ele Medicina ele Paris, especialmente al primero que, entregado al esl:uclio de la antropología, ha dilatado los ámbitos ele esta ciencia y con los tra-' bajos que prepara sobre las Canarias, me ha trazado en muchos puntos el camino que debo seguir on ciertos períodos de mis estudios. Otro amigo qüe no ceso de molestar continuamente, el Dr. eh Ciencias y Profesor del Liceo ele San Luis, D. Jerónimo Frontera, cuya amistad data desde que tenia yo diez PREFACIO. IX y siete años, ha contribuido de un modo poderoso á poner· me en contacto con aquellas personas que poclian ilustrarme; asi es que mis cartas geográficas, y sobre todo la climatológica, habrian adolecido de notables faltas sin su ilustrada cooperacion. En Normanclía, Mr. Gabriel Gravier, competente en todas las cuestiones referentes á las Canarias, á quien debo una fina amistad, me ha auxiliado mucho en el exámen de los originales, de donde se han tomado importantes noti· cias. Tal ha sido el manuscrito de los cronistas Bontier y Leverrier que posee la Condesa ele l\font-Ruffot, descendiente más directa de la familia de Bethencourt, cuya señora sabedora de que se hallaba en Nancy un hijo de las. Canarias, me invitó á pasar á su quinta ele Carqueleu (Se· ~a-inferior) donde me enseñó los vastos dominios de aquella opulenta familia normanda; refiriómc el modo como habian . desaparecido los miembros de ella, y otras muchas circunstancias que nunca son indiferentes al historiador; pero suponiéndome aficionado á papeles, al entrar en su sala, y mientras arreglaba su tocado, me recomendó exami- . nase aquel precioso manuscrito que mi particular amigo Mr. Gabriel Gravier ha publicado con interesantísimas notas. Despues de haber pasado un dia agradable en compañia de aquella señora, puso su carruaje á nuestra disposfcion el que nos condujo á la carretera de Rouen, á cuya rica é ilustrada ciudad llegamos satisfechos de nuestra expedicion y poseidos ele la más profunda gratitud hácia la simpática clscendiente de Juan de Bethencourt. Yo repetiré á este propósito lo que Mr. Gabriel Gravier dice en su notable obra «Le Canarieni,: «En la deliciosa llquinta de Carqueleu, entre la amable familia de que ha »bla Mr. D' Avezac, preciosa reliquia de gloria doméstica y »á la par de gloria nacional, se puso á nuestra disposicion ))este manuscrito. Nunca olvidaré b franca y generosa hos> pitalidad de la señora de Mont-Ruffet, la cortés y simpática »acogida que nos dispensaron sus sobrinas y sobrinos. Si ))las leyes de la Sociedad de la Historia de Normandia lo X PREFACIO. »hubieran permitido, habriamos considerado como un de »ber y un honor dedicar nuestro trabajo á los ilustres hués· »pedes la señora de Mont-Ruffet, los caballeros Mario y Pa· 1iblo de la Quesnerie, la señora Páula de la Quesnerie, la se· »ñorita Emelina de la Quesnel'ie (hoy la señora de Arons »sohn).» Si me fuera lícito, tambicn diré yo á mi vez, faltará un deber de gratitud contraido desde mi niñez, nadie éon mejor título que la señora condesa de Mont-Ruffet sería acreedora á que esta parte de mis Estudios le fuese dedica· da, porque ninguna antes que la ilustre descendiente de Juan de Bethencourt puede ostentar á ella mejores y· más sagrados títulos. Y á propósito, debo expresar á aquella señora mi agradecimiento por el honor que quiso dispensarme; pues al saber que iba á su deliciosa quinta, convidó á Mr. Passy, an· tiguo Ministro, Par de Francia y miembro del Instituto, célebre por sus trabajos científicos y literarios, para que nos· acompañase. Mi mala suerte no quiso que me fuese posible ir en el dia señalado á la quinta de Carqueleu, lo que me privó de conocerá aquel distinguido literato y célebre hom· bre de Estado . Ya antes, en el año d\:11874, habia yo recorrido la Nórmandia en busca de documentos; pero aquel viaje se con· virtió más bien en un paseo recreativo, aunque mi amigo Mr. Gravier me facilitó todos los medios de satisfacer mi sed insaciable de noticias históricas, dándome cartas para el Abate Cochet, tan célebre por sus profundas investiga· ciones galo-romanas, para el Abate Sauvage, tan versado en las expediciones Normandas, especialmente en las de los Diepeses, y para otros sugetos notables. Este noble sistema de conducta guarda singular 'cbn· traste con el ridículo proceder de los que no solo niegan los documentos importantes que poseen, sino que consideran hasta un delito el sacarlos á la luz del dia, cuando el verdadero crímen está en esa misma ocultacion, de que luego hacen alarde. La señora condesa de Mont-Ruffet es un ejemplo digno de ser imitado; pues poseyendo un verdade· PREFACIO. XI ro tesoro tiene la más completa satisfaccion y goza verdaderamente con demostrarlo á los curiosos, que, como yo, buscan esa clase de documentos. Y no se limitó á esto solo su generoso proceder, sino que me enseñó otras relaciones de acontecimientos posteriores de familia, que comentó con su acostumbrada gracia y distinguido talento. Despues de consultar en Francia á todos mis amigos, me he dirigido á las Corpor:;i,cione.::; científicas. En el Congre· so para el adelantamiento de las Ciencias en Francia, que se celebró en Lille en 1874, presenté una memoria sobre el Orígen de los primitivos Canarios, que dió motivo á una larga discusion. En el Congreso de los Americanos, que tuvo lugar en Nancy en 1875, traté de la Atlántida de Platon, y en el de N ántes me ocupé De la relig ion de los Canarios y de la piedra pulimentada; cuestiones todas de la mayor importancia, pues son como el punto do donde parte la historia de las Canarias. El resultado de mis trabajos ha siclo oir las ilustradas observaciones y las curiosas noticias de hombres tan célebres como Mr. C. Vogt y otros. Espero aun abusar de esas personas eminentes por las condiciones en que han nacido, y examinar sus trabajos para que me sirvan de guia. Tal es, entre otros, el estudio que piensa hacer sobre 103 Canarios primitivos el profe· sor Broca, de quien todos los hijoJ ele estas peñas debemos guardar un imperecedero recuerdo; pues con mis noticias é instrucciones se dedica actualmente á ilustrarme so-. bre este particular: sin su ayuda poco poclria hacer en los estudios antropológicos, en los que es una notabilidad europea y aun del mundo civilizado. Preciosos datos geológicos me ha facilitado Mr. Sainte Claire Deville, miembro del Instituto ele Francia, que hizo un viaje á Jas Canarias y que del modo más favorable me habló de nuestras islas. Pero todavia no estaba yo completamente satisfecho: sabia las investigaciones que habian hecho sobre esta region del Atlántico hombres sabios que tuvieron necesidad ele venirlas á estudiar, entre ellos el célebre geólogo Lyell; mi Tmro r.-3. XII PREFACIO. particular amigo el baron Dr. K. Von Fritsch, que ha hecho dos expediciones, en las cuales ha recorrido todo el archipiélago, y· publicado importantísimos trabajos y cartas sobre las Islas; el célebre naturalista Haequel, y otros muchos más; poro ¿se hallan ya resueltas las importantes cuestiones que ocurren sobre las Canarias? Por el contrario, se puede decir que casi todo está por hacer, á pesar de haberse dado á luz obras de gran importancia. Sin embargo, ¿dónde está la parte antropológica y pr0histórica de las Islas? Ninguno de estos puntos ha p:)(lido sor estudiado hasta el presente; porque si bien Mr. Paul Gaffarel, en su obra sobre las Relaciones de la América y del antiguo continmte, antes de Cristóbal Colon, y en particular Mr. Roisel en sus Estudios ante-históricos titulados Los Atlantes, han demostrado una extraordinaria cruclicion para probar que ele la Atlántida, cuyos restos sublimes son principalmente las Canarias, pasó la civilizacion con sus uso>, sus costumbres y su religio: 1 á los continentes de América, África y Europa, estos asertos no han siclo comprobados con ninguno ele e3os hechos que reclama la ciencia prehistórica. Llegado á Marsella, ele regreso á las Canarias, tomé un J ele los vapores ele la Costa ele África con el fin de ver si aun en esta parte del mundo podia obt:mer algunas noticias referentes á nuestro archipiélago. Y no quedaron de· fraudadas mis esperanzas; el Padre Castellano, sugeto que traté mucho en Gran-Canaria, y que residió primero en Mogador y despues en Mazagan, ha escrito una obra referente á la historia del África, en la que se encuentra un capítulo muy importante sobre Asaffí, tan relacionado con nuestra historia, que le supliqué n10 facilitase una copia de él, en lo que me complació. Ya se vé, pues, que por lo que á mí respecta, he hecho todo lo posible para que mi.3 Estudios lleven el sello de la veracidad y de la má:; escrupulosa investigacion, poniendo cuanto ha estado do mi parte por procurarme toda clase de documentos, impros03 ó manuscritos, referentes á las Islas. ¿Puedo decir, sin embargo, que tengo ya todos los mate- PREFACIO. XIII riales prontos? Desde luego debo asegurar que nó; pues, si bien mi biblioteca de Autores Canarios es rica de libros que tratan de las Islas, y acaso ele algunas obras poseo el único ejemplar, y soy dueño de un archivo de riqueza incalculable, aparte del tiempo nada despreciable que he ocupado ·en buscar cráneos, mómias, jarros, utensilios, en fin cuan· to dice relacion con los primitivos habitantes y que forman mi nrnrno de antigüedades canaria3; estoy lejos, muy lejos de creer que otros no podrán adelantar infinitamente más que yo. Si mis conocimientos son escasos, si mi talento no alcanza á la empresa que voy á acometer, mi vol untad es grande, y el trabajo ele estudiar nuestras Islas no me ha arredrado, sin escasear tiempo ni omitir gastos extriwrdinarios; pues el amor á la patria y á todo lo que ella contiene me ha hecho olvidar mis intereses y hasta parte de mi tranquilidad. Para estudiar, sin duela, la historia ele un país se ne· cesita mayor número de materiales; ele éstos sólo creo haberme procurado un:l parte, por lo que mis Estudios son una coleccion ele documentos, antes que una historia propiamente dicha: y si bien á ellos se puede aplicar todo lo que clecia Juvenal ele los histori:ldoros empalagosos, quiero pertenecer á esta clase, con tal que suministre los medios para que otros, con mejores condiLiones que las mias, puedan escribir la Historia ele las Canarias. Numerosos documentos se hallan ya en el texto, ya en el apéndice: les presento esas dos parte:;;: la primera para que los lectores juzguen por su criterio propio, pues siempre me ha parecido más digno del hombre que piense por sí mismo, antes que, sin exámen, sea esclavo del dictámen ajeno; y b segunda para que, considerando lo difícil que es poder conservar documentos antiguos, sea por el deterioro que los años han producido, sea porque se extravien, es preferible, más que lamentar su falta, verlos perpetuados por medio de la reproduccion impresa. Antes ele emprender mi publicacion he trat:ldo de pro- XIV PREFACIO. curarme todo lo que sea conducente para el mejor acierto, y dudando de mis escasas fuerzas, no he vacilado en aso· ciarme á todas aquellas personas que he considerado cono· cedoras de las Canarias, ele sus antigüedades y ele su his· toria; y de algunos ele mis amigos he abusado de tal modo que les he hecho perder durante muchos años de su sérias ocupaciones y tiempo, como ha acontecido con mi compa· ñero de juventud y de estudios el Dr. en Medicina y Cirujía D. Juan Padilla y Padilla, del que puedo decir que hace ocho años ha abandonado todas sus atenciones para entre· garse á revisar y compulsar mis apuntes. Otro tanto he hecho con mi amigo el Licenciado en JuriBprudencia D. Emiliano Martinez ele Escobar, cuya vasta erudicion he puesto á tributo para esta obra, y que, no obstante las im· portantes tareas ele su bufete, me ha dedicado parte de su tiempo para entregarse por completo al exámen de mis tra· bajos. Lo mismo practica algunas veces su hermano y mi amigo el Licenciado en Jurisprudencia D. Amaranto. Al aprecio con que todos me han distinguido puedo aplicar lo que decia Ciceron en el tratado de Amicitia: «Absentes »adsunt, egentes abundant, imbecilles valent, et, quod di· )) ffíciliús clictu est, mortui vivunt. » n Les suplico encarecidamente reciban el más atento y de· licado afecto de su verdadero amigo GREGORIO CHIL. (*) Aunque se ausenten están presentes, aunque sean pobres abundan en, ric¡nezas, aunque sean clesvaficlos tienen mucho poder, y lo que es mas, aun clespues ele muertos viven, INTRODUCCION. La historia en el sentido más lato es, segun muchos, Ja narracion de los hechos. Esto me lleva necesariamente á inquirir la causa primordial de ellos, admitiendo la idea de Herder, en su Filosofía de la historia ele la humanidad, cuando dice: a:N uestra filosofía de la historia de la raza hu » mana debe comenzar por el ciclo, si se quiere que en al· 11gun modo merezca este nombre.'' Los acontecimientos de cualquier clase que sean, se hallan tan estred1amente li· gados unos con otros; tan íntima relacion guardan entre sí, que en último término se enlazan con la creacion. Nada . es más sublime, como nada tampoco eleva más al hombre que el exámen del cielo, ele la superficie ele la tierra y sus capas más profundas. En todas partes hay que admirar, y áun en la microscópica gota ele agua se desarrolla y vive .. ·en la más sorprendente armonía un mundo entero perfec· tarpente organizado. Nada es indiferente: el acaso no existe: todo cumple un fin y llena una mision alta y digna: nada sobra, nada falta; cambios ele moléculas sobre ciertas bases; la muerte no deja vacío; no es más que la clcsaparicion ele unas formas que otras reemplazan para dejar más tarde su lugar á otras 2 INTRODUCCION. nuevas: la obra de la creacion es contínua, sin vacíos y sin interrupciones: la modificacion que sufre un cuerpo modi· fica tambien á los demas, y este enlace constituye la armo· nía que une al hombre con la tierra que habita y á ésta con los <lemas cuerpos que pueblan los espacios. Nada exis· te aislado: la historia del individuo, de la familia, del pueblo, de la provincia, de la nacion, de la masa, en fin, que forma la humanidad es la misma en el fondo con ligeras variaciones en los accidentes; pero estudiando sus leyes se nota que desde el hombre más rústico hasta el más civilizado, desde el pueblo más solitario hasta el más relacio· nado, se vé un enlace íntimo que constituye la gran cadena de la humanidad. La clesaparicion de muchas clases ele vegetales y animales, cuya existencia se nos revela en las capas de tierra que se encuentran á respetables profundidades, no es una interrupcion en lo creado; es que ni el vegetal, ni el animal, desenvueltos para vivir en cletermi· nadas condiciones, han podido subsistir en otras, y su orga· nizacion se ha ido modificando poco á poco, al pasar de un medio de existencia á otro distinto, al mismo tiempo que otros tambien han desaparecido del todo por haber ya cum· plido el período de su evolucion. Gracias al espíritu de libertad que lleva al hombre al exámen racional de las causas, hace algunos años que las ciencias han venido á revelarnos leyes sublimes que el fanatismo ignorante no babia permitido descubrir. Es.este un hecho doloroso para la humanidad, pero no menos cier· to; por eso cuanto más se ha emancipado el hombre de la esclavitud religiosa, más se ha ido acercando á Dios por el conocimiento de su obra. La excesiva libertad de exámen, dicen sin embargo los sectarios del oscurantismo, lleva á la locura, al delirio; pero esa tiranía repugnante do la ra· zon, conduce siempre al embrutecimiento y hasta á la ne· gacion del individuo, despojándose del c~erecho inalienable de pensar por sí mismo. No es solo el cristianismo el que, manejado comJ arma poderosa en tiempos de barbarie, ha intentado detener yl INTRODUCCION. 3 torrente civilizador (1). Nó; porque si á un Jordan Bruno se le condenaba á las llamas, si á un Galileo se le encer· raba en un calabozo, si á un Klepler se le perseguia, y tan· tos y tantos ingenios apagaban los fuegos de su talento, temerosos de la persecucion ó de la muerte, los Sacerdotes de Budda, los de Moisés, los de Confusio, los ministros del Paganismo, los Mahometanos y cuantos se han apoyado en una idea que han creido ó hecho creer sobrenatural, han apelado tambicn á los mism03 medios de fuerza para contener el poder ele los propagadores ele esas creencias, pre.scindiendo á fal punto de las leyes eternas de moralidad, del bien y del mal, que las han sacrificado á principios falsos y hasta desmoralizadores. Y no se diga que los que así piensan merezcan el nombre de ateos, con que se les quiere mancillar; nó, el ateo no cree; el historiador filósofo cree, y tanto, que sin esa creencia no podria enlazar la tierra con el cielo, al hombre con la divinidad. El historiador examina los hechos bajo el punto de vista verdadero, sin esfuerzos ni violencia, sin hacer intervenir la divinidad en acontecimientos comunes, ordinario: 3, hasta ridículos. Comencemos: Dos opiniones se presentan hoy al exami· nar el estado de la tierra; unos suponen que el centro se halla en fusion, y es la causa que dá orígen á los volcanes; y otros aseguran que ese mismo centro está ya consolidado y los volcanes no son otra cosa sino grandes reacciones químicas que producen esos efectos. Las Canarias resuel· ven esta cuestion, y yo me hallo iden.tificado con este úl- · ( 1) Sea un débil ejemplo de esta verdad lo que á mí mismo me aconteció siendo estudiante en el Seminario Conciliar de la Purísima Concepcion de Las Palmas, en IS·Hi, cuando en todas partes se aplicaba el vap9r como fuerza mot1·iz. Habia~c mandado que en el EstablccimientO' se,enscñasen ciertos rudimentos de mineralogía. El libro te texto era un cuadernito insignificante con una pequeña introduccion en la que se hacia una li~era reseña de la tierra fundada en el sistema de Laplace. El Rector del Establecimiento, que Jo era el Licenciado en Teología y Jurisprudencia, Canónigo i\Iag-istral de la Santa IgleRia Catedral, Gobernador del Obispado ele. etc. D. Pedro de la Fuente, al leer esa introduccion se alteró, y como Luen Licl'nciado-Teólogo, se tomó Ja licencia de arrancar aquellas hojas; pues las malas ideas de un Laplaee no podían tener cabida en un Instituto en que todavía se explicaba dogmáticamente la justicia de la Santa Inqnisicion. 4 INTRODUCCION. timo modo de pensar, pues á los hechos que presenta Mr. Car! Vogt, nada se puede objetar. Sábese que la tierra se halló en un estado de incandes· cencia, y que su calórico, segun el cálculo, llegó como á 195.000 grados de temperatura, inconcebible hoy. En esta temperatura, y aun más elevada en que estuvo, nuestro globo era un conjunto de flúidos reducidos al estado de gas ó de vapor. Sábese tambien que una sustancia en estado de gas ocupa un volúmen 1800 veces mayor que en estado sólido; por consiguiente la tierra debia representar una masa gaseosa mucho mayor que el sol, que es 1400 veces mayor que la tierra. Elevado nuestro globo á esa inmensa temperatura, debia brillar en los espacios de la misma manera que las estrellas fijas. Circulando esta masa alrededor del sol, segun las leyes de la gravitacion universal, está sometida, con todos los cuerpos, á sus leyes especiales, y en sus nueve movimientos (1) perdia parte de su calórico en (1) El célebre escritor Camilo Flammarion, en su notable obra titulada La atmósfera, describe así estos nueve movimientos de la tierra: ,As· >tro invisible, perdido entre los millares y millares de estrellas que granitan á todas las distancias imaginables por la extension profunda, la >tierra so vé arrastrada en el cielo por diversos movimientos, mucho más >numerosos y sing-ulares de lo que generalmente creemos. El más impor> tante decll os es el de traslacion, que acaba de ofrecerse á nuestras mi> radas, y en virtud del cual avanza en derredor del Sol á razon de G'111,000 >leguas diarias.-Otro movimiento, el de rotacion, la hace girar sobre sí >mismá, y balancearse en cierto modo en 2li horas; al examinar este se> gundo movimiento, se echa de ver inmediatamente que los distintos »puntos de la superficie terrrestre tienen una velocidad diferente, segun »la distancia á que se hallan de su eje de rotacion. En el ecuador, donde »la velocidad llega á su máximum, la superficie terrestre tiene que recorrer 110,000 leguas en 24 horas (el metro es la diez millonésima parte del cua> drante dcLmcridiano ó círculo máximo, y por consiguiente este será i-;ual >á 40,000 kilómetros), ó lo que es lo mismo 417 leguas por hora, ó casi 7 »por minuto. A la Íatitnd de París, donde el círculo es sensiblemente >menos grande, la velocidad ·es de 4 y media leguas por minuto. En Rey> kiavig,' una de las ciudades más apartadas de la re.~ion polar la veloci- 1dad solo es de 3 leguas, y por último en los polos casi nula.=Un tercer »movimiento, el que constituye la precesíon de los equinoccios, impri_me 1al eje terrestre una rotaci'on lenta, que no dura menos de 2!1,360 años, y »en virtücl de la cual todas las estrellas del -cielo cambian cada año de po »sicion aparente, para no volver al mismo punto hasta despues de este gran 1cido secular.= Un cunrto movimiento cambia lentamente de sitio el afe »lio, que describe la vuelta de la órbita en 21,000 años; de modo que en »este otro cielo las estaciones ocupan sucesivamente las unas el sitio de 1las otras.=Un quinto movimiento hace oscilará la tierra sobre el plano »de la órbita que describe en torno del Sol, y disminuye actualmente la >oblicuidad de la eclíptica para levantarla en el porvcnir.-Un sexto mo- INTRODUCCION. las regiones interplanetarias. Este enfriamiento paulatino, cuya duracion es imposible fijar, fué contrayendo 'el globo terrestre hasta llegar al estado líquido, y enton~~.s tomó la forma que actualmente tiene; es decir, la esfer~~dal. Además, á causa de sus movimientos y segun 'las ieyes de mecánica aplicada á estos cuerpos y á esos mo_v,imientos, se ensanchó en el ecuador y se aplanó en los polqs. Las experiencias hechas por Maupertuis y J;_,a Condami~~' el uno en las regiones polares y el otro en las_ ecuatoriale~ demostraroll aquellos dos fenómenos. ·, La masa gaseosa que formaba la tierra debia ser in;mensa y su atmósfera extraordinaria: las materias habi9'Jt. de ocupar los espacios alrededor del centro, segun su den~ sidad, y las capas más pesadas formar la más central. ~9,S metales menos fusibles hubieron de irse depositando P!'.~mero, despues las materias más fácilmente evaporable:S~ como los líquidos. Sin embargo, estos estados no se sμce;-1 dian sin alteraciones; originábanse grandes ternpesta<;les; habia violentas rupturas de esas capas, y colosales trastorn'c~s. »Vimiento, debido á la accion de la Luna, y llamado nutacion, hace des:'\ JCribir al polo del Ecuador sobre la esfera celeste una pequeña elipse en »18 años y dos tercios.=Un séptimo movimiento, causado por la atraccion' 1de los planetas, y principalmente por el mundo gigantesco de Júpiter _Y-' •por nuestro vecino Vénus, ocasiona perturbaciones, calculadas de ante- 1mano, en la línea descrita alrededor del Sol por nuestro planeta, aumen-: >tándola ó deprimiéndola, segun las variaciones de la distancia.=Un octa »VO movimiento hace girar al Sol á lo largo de una pequeña elipse, cuyo »foco está en el interior de la masa solar, obligando al sistema planetario. •entero á girar tambien en torno de eso centro comun de gravedad.=Por •Último, un noveno movimiento, más considerable y medido con menos·, »exactitud que los precedentes, por más que su existencia sea incontesta »ble, consiste en la traslacion de todo el siBtema planetario en pos del Sol, Já través de los cielos inconmensurables. El Sol no permanece inmóvil en; 1el espacio, sino que se mueve á lo largo ele una línea orbital gigantesca »que se encamina hoy hácia la constelacion de HérculeB. La velocidad' 1de este movimiento general se calcula en '175,000 leguas por dia. Las le..,; »yes del movimiento inducen á creer que el Sol gravita en torno de un »Centro desconocido para nosotros: ¡cuál deberá ser la extension de la cir-"· 1cunferencia ó de la elipse descrita por él, cuando la línea seguida hace , >un siglo se presenta todavía bajo la forma de una rectal Tal vez caiga el · 1Sol en línea recta en el infinito, arrastrando consigo todo su sistema de ¡ »cometas y ele planetas ... Poclria caer eternamente, sin llegar nunca al fon- » do del espacio, y sin que pudiéramos advertir siquiera tan fuerte caida, . 1como no fuese por el exámen minucioso de las perspectivas variables _ •que ofrece la posicion de las estrellas.» TOMO I.-4. 6 INTRODUCCION. agitaban entonces los distintos cuerpos de que la tierra se compone. Las horrorosas conmociones y las inmensas corrientes eléctricas producian tronadas exlraorclinarias haciendo en este estado imposible la vida. Sin dejar penetrar el menor rayo de luz solar trazaba nuestro globo su gran curva en medio del frio horrible que existe en Jos espacios interplanetarios. 8ucedíanse los flujos y reflujos provenientes de la atraccion lunar y planetaria, de Ja misma manera que vemos en nuestras graneles masas flúidas; pero poco á poco se fué so. lidificando, no sin que hubiera en ese período grandes ruptu. ras sujetas todavia á ondulaciones y trastornos. Prueba de ello son las irregularidades que se observan en Ja tierra, las gigantescas montañas, los profundos valles, las extensas cordilleras, las anchas llanuras: efectos harto visibles que han dejado en pós de sí esas grandes modificaciones que ha sufrido el globo. No obstante continuaba el enfria ... miento, y no siendo suficiente el calórico para mantener separadas las moléculas que constituian la gran masa de Jí .. quidos que rodeaban la tierra, se formaron las primeras gotas que cayeron en su superficie; pero al caer encontraron todavia una temperatura bastante elevada, por lo que i!lmediatamente se evaporaron. Entonces comenzó una nueva lucha: aquel vapor llevó á las altas regiones una porcion de calórico, que eÜminó de su seno en los espacios interplanetarios. Sabido es de todos que la evaporacion de cualquier líquido produce una enorme cantidad de flúido eléctrico: éste se desarrolló de un modo inconcebible en la atmósfera que rodeaba á la tierra, é inmensas lluvias ele agua. hirviendo, acompañadas de truenos extraordinarios, cayeron [;Obre nuestro globo: hubo una lucha terrible entre las par. tes flúidas, sólidas y por consolidar: los gases que se contenían bajo la ligera capa terrestre se dilataban por el calórico y 9casionaban nuevas fracturas: el fuego y el agua se dispu· · taban el predominio produciendo torrentes extraordinarios y sumergiendo continentes que se sepultaban con estrépitos espantosos. Tal era el estado de nuestro planeta que se- IXTHODUGGIOX. 7 guia, sin embargo, en su enfriamiento hasfa r1u3 continaando la solidificacion, las agu2s, que antes ocupaban casi toda la tierr;:i,, comenzaron, por la ley de la gr<:tvitacion, á lle· nar las partes más bajas, distinguiéndose así la época primitiva de nuestra madre comun, que debia producir el hombr·e-humanidad. Llegamos á otra época quo los geólogos denominan de transicion; y efectivamente en este período la temperatura era muy elevada para permitir b vida. Tinieblas, tempestades y fuego era cuanto había entonces; pero el enfriamiento seguía, la a1mósfcrn se despe~aba, la luz aparecia ya y en el agua fué el primer elemento donclo r:;e manifo~tó la vida: las plantas so presentaron clespues, siguiendo luego los animales, pero de una organizacion tan sencilla que sor· prende, pues no halJia rr:.ás que álgas, zoófüos, articulado8, crustáceos y moluscos. En esto pedoclo r:;iguo Biomp1·e adelante la obra ele la creacion: la tompJrabra del globo es más uniformo, una extraordinaria veg2tacion paelJla las par· tes sólidas, se ven árboles cuyo,; rarruíticos rep:'esc;ntante3 de hoy nos clan una idea do lo que entonces fueron: los helechos, por ejemplo, cp1e son unG, planb hcr~Jácca en nuestro estado actual, eran en aquellos tiempos más elevados que los pinos que pueblan los inmenso;, bo que-:;: lo::> licopódios, planta por lo comtm rastrera, en e~1a época eran áeiJoles ele 25 á 30 metros de albra: bs crip[úg:.i.nw,> v<l-;culm·c, BO clistinguian por su excelsitud. Los <11iimalcs tertcsLrcs no exis· tian aún; las aguas poseían vivientes en gran número: raros insectos alados circulaban en el aire, los colcópteroi, los ortópteros y los ncvrópteros; pGro solJre todo puede decirse que la tierra era del dominio del reino vegetal. lfa:,ta este período la superficie terráquea rcbhnclecich>,, prcscnbblt movimien· tos, ondubcione:,; y fracturas. IIáccso lugar olro período: la co,,[ra lcrrosfrc SQ onclurece, graneles reacciones químic::tB se efectúan, y de rqwnlo se presentan en su r:;uperficie inmensas quebraduras que dejan salir torrentes ele Javn, que se halbLa en dmllicion, entrando en el pcdodo IJ::unado 1 'e1 m ia na, En él t:C Yen m1cyos vegc- 8 INTRODUCCION. tales, modificándose los antiguos y habitando el globo animales de otro órden. Al terminar esta época la creacion animal se hallaba en la infancia: ningun mamí ·ero existía, ave nin.guna se había cobijado en los espesos bosques; los peces, los moluscos y los crustáceos andaban por el fondo de los mares, y sobre las capas sólidas se arrastraban algunos reptiles fangosos de pequeño cuerpo: la vegetacion se componía de plantas de un órden inferior, y hasta los climas eran desconocidos; el calórico propio de la tierra se mantenía en la misma temperatura, y de uno á otro polo presentaba todo .. ig1.rnl aspecto. ÉPOCA SECUNDARIA. Entramos en un período intere· .. san te. La tierra continúa su enfriamiento; los crustáceos pri· mitivos han desaparecido (trilobitas), varios moluscos y los peces placoídeos han concluido su existencia y se presentan las ammonitas. La vegetacion se ha modificado profunda· mente y los coníferos se desarrollan y toman cierta extension: varios animales terrestres no existen y la tortuga se ofrece por primera vez en los mares y en los rios. Los rep- . tiles saurios toman un gran desarrollo y aparecen nuevos animales de una constitucion especial. Pero de todos los períodos el más importante es el Jurá- .: sico. Gran número de animales pertenecientes á épocas ante- . riores no existen ya, y otros nuevos vienen á poblar la tier- . ra; lo mismo acontece con la vcgetacion. En este estado es cuando vemos las Ammonitas más notables, más variadas y de formas más elegantes, y los Belemnita.s. Los peces aumentan en sus especies, sobre todo los ganoideos. Los reptiles son numerosos, distinguiéndose entre ellos los Ichthyosauros, cuyos individuos no tenían meno:s ele diez ~ metros de largo, su ojo era mayor que la cabeza de un hombre y el aparato ocular de un prodigioso poder y de una perfeccion maravillosa; la boca era enorme, armada de 180 dientes, y estaban dotados do una voracidad extraordinaria. El Plesiosauro, animal raro con cabeza ele lagarto, .clientes de cocodrilo, cuello inmcnsci,mentc largo que so asemejaba al . INTRODUCCIO~. 9 cuerpo de una serpiente, con las costillas parecidas á las del camaleonJ un tronco y una cola; sus proporciones eran como las de un cuadrúpedo ordinario, y con aletas como las de una ballena, no teniendo su cuerpo menos de diez metros. Otro animal voraz, el Pteroclaclylus, especie de murcié'Iago, se encuentra tambien en esto período en que se ven repti· les monstruosos nadando en el centro del Océano, en medio de un número inmenso de A mmonitas, de las que algunas tenian más diámetro que la rueda de una carreta. Una vegetacion extraordinaria cubria la tierra; la tem· peratura era elevada y la atmósfera se hallaba cargada de humedad. Tortugas gigantescas y enormes cocodrilos se arrastraban por el suelo haciendo sonar su cuerpo acora· zado. Todavia no se veia ningun mamífero, ni ave alguna surcaba el aire. Llegamos al subperíodo Oolíthico inferior: el carácter culminante de él es la presencia de la clase de los mamífe· ros, pero de una organizacion particular: sus hijos no ve· nian al mundo vivos sino en un estado gelatiniforme que participaba del huevo y del foto. Esta masa membranosa la guardaba la madre en una especie do gran repliegue abdomi· nal para que allí continuase su desarrollo bajo la influencia del calor materno, y cuando llegaba á su estado de perfcccion lo rompia; por manera que era el lazo de union entre el reptil y el mamífero propiamente dicho: preséntanse nuevos seres, tanto terrestres como acuáticos y desaparecen otros. La flora es bastante rica: el famoso helecho ya no ofrece aquel gran tronco que comienza á disminuir, sucediendo otro tanto con los demas vegetales. En el período Oolíthico mecliano aparece el Ramphorynchus, nuevos peces, moluscos y zoófitos. En el Oolithico superior vienen los marsupiales y otros animales, entre ellos el Pcecilopleuron, armado de grandes uñas, de dientes cortantes y acerados, siendo el animal más terrible de aquel período por su voracidad, clcfoncliclo por una fuerte coraza, persigue á los animales de que se alimenta; su talla por término medio miele máR ele diez metros, y su cabe· 10 INTRODUCCIO~. za más de uno. La gran particularidad do eso período es la aparicion de la primera ave. Nos acercamos á una época en que tanto el reino vegetal como el animal principian á tomar caracteres más mar· cados, y este os el período Cretáceo. Los climas están de· terminados y se presentan nuevos vegetales, do los que hoy existen muchos. Los reptiles se mueven en la superficie do la tierra, guardando los do esta época una grande analogía con los que se ven en la actualidad. El desarrollo de aquellos reptiles era extraordinario: el lagarto (lacertu.~), que en el dia no pasa ele un metro, en el período cretáceo medía veinte: hoy es inofensivo, entonces era un animal voraz y destructor. El Mosasauro era tambien el terror de los mares: los pee-es se contaban en gran número y las aguas es· taban cuajadas ele pólipos, ele moluscos, de crustáceos. El período Cretáceo inferior, se distingue por la abundancia ele reptiles, graneles zancudas, nuevos moluscos en número extraordinario; el Hyleo.srmro ó lagarto ele los bosques, que tenia nada menos que ocho metros ele largo, llega á aumentar el catálogo de los habitantes de la tierra. Aparece el Megalosauro, otro lagarto ele patas cortas y cuya longitud es de quince metros, esencialmente carnívoro y que se ali· menta de tortugas y ele coeoclrilos, pues los poderosos dientes de que está armado desempeñan el oficio del cuchillo, del sable y de la sierra: el lguarwúon, lagarto que tiene diez y seis metros de largo, está provisto de los mismos aparatos destructoros, adema3 ele un eLrnrno sobre la na· riz, y se alimenta de vegetales. En el período Cretác-Jo su- · perior, nuevos seres ocupan la tierra y los mares; pero hasta esa época la superficie terrestre no tenia la forma actual. ÉPOCA TERCIARIA. En este período la escena del mundo vá á adquirir una nueva vida orgánica: so van á presentar á la observacion graneles m<:tmíforos. Si los crus:!áceos y los peces dominan en el roino animal en el período se::;undario, la tierra pertenece á los repiilcs en el terciario, y los mamíferos toman un aspecto imponente, síntomas precursores ele otros sei·cs más perfectos. rnTRODUCCIO~. 11 La atmósfera se despeja; preséntanse vegetales de un 6rden superior, animales ele órganos más delicados pueblan la tierra, y todo se prepara para un gran acontecimiento que debe tener efecto. En esta época hay tres períodos bien marcados, el Eoceno, el Mioceno y el Plioceno. En el primero la tierra adquiere más consistencia, los rios emprenden su curso por las partes. más profundas, el aire vá siendo más diáfano; aparecen nuevos vegetales en la superficie; muchos ele aquellos fueron contemporáneos de los que existen hoy; el pino, el pinsapo, el ciprés, la tuya, la encina, el nogal y otros más se mezclaban con palmas que han desaparecido. Los paquidermos, los roedores y los queirópteros se presentan; pero aun no existen el buey, el ciervo, el carnero, la cabra, el antílope, el caballo y otros más. Los individuos del género I'al&othérium magnum, de la talla de un gran caballo, pacen en manadas la yerba, así como el pequeño paleoterio, que se parece al tapir, y el anaploterio comun que tenia la talla de un asno. Como muchos de los carnívoros han desaparecido, los bosques se pueblan pronto ele otros seres; los mares tienen mamíferos (cetáceos): los géneros delfines, las ballenas y los cangrejos aparecen: las aves, entre ellas el gastormi8, mayor que un avestruz, 'Y otros más pueblan los aires. La organizacion sigue su obra y llegamos al período Mioceno. En éste los helechos disminuyen considerablemente de altura, y los coníferos se mantienen en el mismo estado: vense. numerosas palmas ele variadas clases, y aparecen otros animales que habitan los continentes. Los cuadrúmanos (mo· nos), los qucirópteros (murciélagos), el perro, los coatis que se encuentran actualmente en el Brasil, las ardillas, el mirlo, el cuervo, la cigüeña, las culebras, las ranas, pueblan el aire y la tierra. Los ríos y los mares se llenan ele nuevas clases de peces que aun subsisten. En este período se ofrecen los mayores mamíferos: el dinoterio, especie muy parecida al mastodonte y de dimensiones más grandes que el elefante, tenia una mole inmensa, era de costumbres pacíficas y herbívoro; el mastodonte, especie de elefante, del mismo 12 INTRODU CCION. volúmen, y otros animales, y sobre todo un ser inteligente que ha precedido al hombre y que debe considerársele como su precur3or ó antepasado, pues segun las investigaciones del Abate Bourgeois, en las capas del mioceno inferior de Thenay ha encontrado silex tallado intencionalmente. El tercer período en que hemos dividido la época terciaria, es el Plioceno. Los climas se designan, los vegetales desaparecen de unos puntos, como las palmas de Europa, en aquellos lugares que antes dominaban por completo; grandes dislocaciones sufre la tierra y se abren horribles volcanes. Los animales son notables y algunos han llegado hasta nuestra época, como el hipopótamo, el camello, el ca· ballo, el buey, el ciervo, etc. etc.: el águila, el buitre, el fo,isan, la gallina, el pato, etc. etc., se ofrecen sobre la superficie terrestre, y el antropoídeo se presenta coh caracteres humanos bien marcados. ÉPOCA CUATERNARIA. En ella impera ya el hombre: la atmósfera se despeja, la costra terrestre es más sólida, rei· na más tranquilidad, y, excepto los diluvios y el período glacial, todo sigue una marcha uniforme. Esta época se divide tambien en tres partes: 1.º los diluvios de Europa, 2." el pe· ríodo glacial, y 3.ª el hombre humanizado y el diluvio asiático. La creacion animal es la misma que vemos hoy, excepto algunos séres que han desaparecido, como el mammuth (elephas primigenius), especie de elefante que tenia cinco 'á seis metros de talla y del que hay un magnífico ejemplar en el museo de San Petersburgo: el rinoceronte (rhinoceros tichorhimus). Entre los carnívoros, el oso de las cavernas (ursus spalreus) que tendria una quinta parte mayor que el oso actual, el tigre gigantesco (felix spelcea), que tenia doble talla que nuestro tigre, reunía los caracteres del leon y del tigre, media una longitud de más de cuatro metros, y era más alto que los más grandes toros; la hiena pintada (hyaméi spelcea); el buey, mayor que los actuales (bospris· cus et primigenius); el ciervo de cuernos gigantescos (cer· vus megaceros) que tenían más de tres metros. Tales son; INTRODUCCIÚ~. 13 los grandes mamíferos que existieron entonces y que han desaparecido. Entre las aves tenemos el gigantesco dinórnice, cuya tibia mide tres piés de largo, y por sus huevos, mayores que los del avestruz, debe inferirse que tambien seria mucho más crecido; y el epiornis, que hasta hoy no se ha hallado en el estado fósil sino el huevo. Por manera que el mundo era entonces una inmensa pradera donde pastaban herbívoros de todas clases, algunos de talla enorme, carnívoros extraordinarios y aves análogas: en fin, la tierra se hallaba poblada de Ja más variada y rica vegetacion, de los animales mayores, de los más pacíficos, y de los más voraces. En tal estado se encontraba el globo, cuando de repente la tierra se eleva por la parte norte de Europa, las nieves se funden y las aguas en estrepitosos torrentes arrasan todo lo que encuentran delante, extendiendo sus desastres por los países que forman hoy la Suecia y Ja Noruega, la Rusia de Europa y el norte ele Alemania, cuyo aconteci· miento se conoce con el nombre de diluvio del norte de Europa. Al elevarse los Álpes tuvo lugar otro diluvio, pasando en esta region el mismo fenómeno: la Italia, la Francia y la Alemania se llenaron de cantos rodados que destruyeron cuanto se oponía á su curso. Pasada esta tempestad, sobrevino otra y ::;i aun no se puede averiguar la causa, el hecho es que hubo un período glacial, en que las partes septentrionales y centrales ele la Europa fueron invadidas por las nieves,)' aquellas regiones, antes llenas de vida, se convirtieron en una inmensa sabana. Los animales se refugiaron en las zonas ecuatoriales, sobreviviendo á esta catástrofe los que tenían mejores condiciones ele ser. En aquella época principian ya á modificarse los órganos de los animales superiores y á caracterizarse el ser humano, como Jo prueban los restos, tanto de los hombres como de los objetos de su industria, hallados en los terrenos de Moulin-Guignon, cerca de Abbeville, por l\fr. Boucher de Perthes, en el mes de Abril de 1863. En este mismo período se hallaban las aguas separadas ' TOMO r.-5. 14 INTRODUCCION. de las tierras; multitud de aves surcaban los aires; los animales corrian por las selvas y praderas; los climas estaban ya determinados; el mamífero simio se fué modificando hasta que, llegado cierto término, se desenvolvió por completo el hornbre, y por las propiedades ele su encéfalo; con el que tiene la facultad ele abstraer, superior á Ja ele los <lemas animales, es que, siendo débil, pero ele una organizacion i:naravillosa, ha podido por el atributo de su percepcion, cruzar los mares, forjar los metales, canalizar las aguas, aplicar el vapor al movimiento y dominar las tempestades; ha examinado la superficie de la tierra y estudiado los seres que la habitan, para sacar de ellos lo que ha creido conveniente á sus fines; ha investigado bajo que leyes se hallan constituidos y los efectos que esa constitucion ha producido; se ha internado en las profundidades del globo y ha analizado los cuerpos de que se compone, y por este exámen ha venido en conocimiento del orígen del planeta que habita: por sus inYestigaciones se ha elevado sobre su morada terrenal y ha comprendido que leyes rigen los cuerpos celestes: estudiando esos archivos, meditando en el gran libro de la creacion, es como ha podido remontarse hasta la causa suprema, única, universal. Sin embargo, era aun testigo de graneles perturbaciones en la tierra, viéndose pronto inundado por el gran diluvio asiático, y siendo espectador de otras no menos importantes alteraciones que han agitado el globo. Es increible el número de volúmenes que se han escrito y los ricos datos que se han presentado sobre esta importante materia; pero todavia son incompletos los estudios, tanto geológicos como paleontológicos que se han hecho, si bien tenemos ya las suficientes noticias para podRr razonar ace1·ca ele las graves cuestiones, objeto ele las elucubraciones ele los sabios. Sin embargo, vemos que Darwin ha abierto las puertas, y de dia en clia su modo ele pensar ad· quiere certidumbre, gracias á los numerosos investigadores que han salido y cuyas obras corren por el mundo científico. Entre los más notables encontramos á Haeckel, INTRO DUCCION. 15 cuya ciencia es tan vasta como severo su raciocinio, y su lógica inquebrantable, al seguir la marcha evolutiva de los cuerpos bajo el sistenrn genealógico, probando la unidad de la naturaleza orgánica é inorgánica, la identidad de los elementos fundamentales en la una y en la otra y conduciendo la doctrina genealógica al punto de vista de la concepcion de todo lo creado. Aunque he presentado los sores que más llaman la atencion en cada época, éstos no han venido espontáneamente. Desde el primer cuerpo orgánico que se ofrece, desde la mónera hasta el hombre, se nota una admirable correlacion, y en cada uno ele ellos una organizacion parti· cular en sus elementos esenciales; organizacion que se trasforma segun el modo de obrar de los agentes cósmicos; pero si bien cada uno sufre modificaciones, las sufren todos de igual modo: asi es que hemos visto poblar la tierra y desaparecer va.riadas especies de animales; pero este acontecimiento no ha tenido efecto sino despues de un período de tiempo que es absolutamente imposible determinar, si bien no hay duda que el hecho ha tenido efecto. :pe los datos que poseemos resulta con certidumbre la existencia del hombre dotado de sus caracteres humanos, y que en la época diluviana habitaba ya la Europa central y era contemporáneo de un gran número de mamíferos que han desaparecido. En ese período no tenia el ser humanizado nocion ni del fuego, ni de la manera ele preparar sus alimentos, viviendo de lo~ frutos, raices y carnes crudas; fué testigo ele grandes volcanes, pues se han encontrado sus restos en terrenos de esta.clase; habitó en cavernas, y sus primeros instrumentos fueron las piedras que hallaba, los huesos y las maderas. Ademas, era, segun se desprende, antropófago, ele vida nómada, y su vestido consistía en las piele8 ele los animales. Si se conoce hoy en parte la marcha de la humanidad en su infancia en Europa, no sucede lo mismo en Asia, ~frie~, A~ér~ca y Occeanía, sobre todo en Asia donde tantos vestigios existen de las obras del hombre. · 16 INTRODUCCION. Reuniéronse éstos en sociedad y formaron, desde los tiem· pos más remotos, pueblos que alcanzaron un alto grado de civilizacion, corno lo demuestran su literatura y sus graneles monumentos. Estas sociedades, despues de haber bri·. Hado, han desaparecido, y sucesivamente ha continuado el mismo órden ele cosas, naciendo, creciendo, decayendo y por último concluyendo pueblos para dejar su lugar á otros nuevos hasta nuestros días. Las obras sanscritas y zendas nos dan una idea de generaciones <lesconocidas. El hombre solo es perfectible por el ejercicio de su razon, instrumento sublime que le hace superior á los clemas anima· les y produce resultados conformes al estado de su constitucion orgánica. Descendiendo, sin embargo, de esas iCleas generales á las particulares que van á ocuparme, pregunto:-¿Córno se formaron, geológicamente hablando, las Islas Canarias? -¿cuál fué el orígen del pueblo que las habitó?-¿por qué série de acontecimientos ha pasado en su desenvolvimiento? Tales son las cuestiones que van á ser objeto de la narra· cion que desde luego me he propuesto. En ella emitiré opi· niones nuevas, que ignoro si serán las verdaderas ó las más acertadas; pero de todas suertes tendrán siempre un apoyo en el juicio de escritores competentes, cuya autori· dad no podrá ponerse en eluda. En todo caso habré prestado un pequeño servicio á las ciencias y á los que despues de mí vengan, dándoles un vasto campo para que en él discu· tan y se adhieran á ·aquello que juzguen más probable, ó que nuevos descubrimientos dén como cierto. No seré, con todo, un mero expositor, tarea propia de eruditos; diré lo que hay, lo que se ha dicho y escrito; y aunque con el te· mor natural de quien no es muy inteligente en la materia, daré mi humilde opinion, que estoy dispuesto á reformar en cualquier tiempo, siempre que tenga motivos suficientes para ello. Acaso sea esto lo que más me ha preocupado hace muchos años, despues de haber oído á los sabios en este asunto y meditado sus opiniones; despues de haber leido y pensado en ellas; y por lo mismo temo emitir un juioio INTRODUCCION. 17 que tal vez se halle en op0sicion con el de mis lectores. Áun cuando llegara el caso ele que mi parecer se conside· rara erróneo, á vista de pruebas y documentos irre raga· bles, reclamo, sin. embargo, el privilegio de la iniciativa y lamentaré, aunque me halle en el sepulcro, no haber existido para ser el primero en proclamar la nueva doctrina que sobre bases ciertas se asiente, y robustecerla con las nuevas é irrecusables pruebas que se encuentren. Ni pasion ni nada que diga parcialidad ha entrado, ni entrará nunca en mis Estudios; antes por el contrario, ele todo me he despojado, porque el único medio de llegar á Ja aclquisicion de la verdad, he creido siempre que es el buscarla con fé y abrazarla sin prevencion. La verdad que se encuentra sin buscarla y que se abraza sin discutirse es la eterna, la absoluta, Dios. (1) (t) En este lug-ar debo corregir un error de suma gravedad que se cometió en la página 4.ª de esta introduccion, expresando que el Sol era 1.400 veces mayor que la tierra, cuando su volúmen excede al de nuestro globo en 1.400.000 veces de.su tamaño.
Descripción del objeto
Calificación | |
Título y subtítulo | Estudios historicos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias |
Autor principal | Chil y Naranjo, Gregorio |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Isidro Miranda |
Fecha | 1876-1891 |
Páginas | 1898 p. : 3 v. |
Materias |
Patología Historia Medicina Antropología Canarias |
Enlaces relacionados | Blog Faro Digital: http://bibwp.ulpgc.es/faroblog/2014/09/09/estudios-historicos-climatologicos-y-patologicos-de-las-islas-canarias/ |
Formato Digital |
Descripción
Título y subtítulo | Preliminares |
Autor principal | Chil y Naranjo, Gregorio |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Isidro Miranda |
Fecha | 1876-1891 |
Páginas | 38 p. |
Materias |
Patología Historia Medicina Antropología Canarias |
Enlaces relacionados | Blog Faro Digital: http://bibwp.ulpgc.es/faroblog/2014/09/09/estudios-historicos-climatologicos-y-patologicos-de-las-islas-canarias/ |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 2151955 Bytes |
Notas | Tomo 1. Libro primero |
Texto |
1
1
I
ESTUDIOS
HISTÓRICOS. CLBL\TOLÓGII:OS y PATOLÓn(~OS
DE LAS q
I ISLAS CANARIAS,
I ! I
pon
DI GREGORIO CHIL y NARANJO,
Doctor en )ledicina y Cirujia de la faculta,l de París y Licenciallo de la ,le CriJiz:
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