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Pedro García Cabrera OBRAS COMPLETAS VOLUMEN 1 CONSEJERÍA DE CULTURA Y DEPORTES GOBIERNO AUTÓNOMO DE CANARIAS 1987 OBRAS COMPLETAS PEDRO GARCÍA CAB RERA Preparada bajo la dirección de SEBASTIAN DE LA NUEZ’ con la colabOración de RAFAEL FERNANDEZ Y NILO PALENZUELA © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 1Q3.28 PEDRO GARCÍA CABRERA OB RAS COMPLETAS VOLUMEN 1 (Poesía: 1928-1946) Edición e introducción de NILO PALENZUELA LAS PALMAS DEL. CANARIA NY CONSEJERÍA DE CULTURA Y DEPORTES DEL GOBIERNO AUTÓNOMO DE CANARIAS 1987 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Dibujo de cubierta: El poeta visto por S. del Pilar (Reproducido de Gaceta de Arte, n.° 13, V-1933) 1987. Es propiedad de Matilde Torres Marchal Vda. de Pedro García Cabrera Depósito Legal: M. 28.657-1987 I.S.B.N.: 84-505-6287-2 (Obras completas) - 84-505-6288-O (Volumen 1) Impresión: Mae, S. L. Hnos. Granda, 30 - 28022 Madrid Printed in Spain © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 OBRAS COMPLETAS PEDRO GARCÍA CAB RERA Preparada bajo la dirección de SEBASTIAN DE LA NUEZ con la colabóración de RAFAEL FERNANDEZ Y NILO PALENZUELA © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Pedro García Cabrera (hacia 1940). © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 47 De izquierda a derecha: P. García Cabrera, Pérez Minik, Agustín Espinosa, Jacqueline Bretón y Benjamin Péret, 1935. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 NOTA DE LOS EDITORES Desaparecido Pedro García Cabrera en 1981, se imponía como una necesidad intelectual y cultural para Canarias la edición de su Obra, cosa que se sabía ya tarea difícil, debido a lo ingente de su volumen y a lo dispersa que se encontraba en la prensa, las revistas y los inanuscri tos del poeta. El mismo, cuando le fue propuesta la publicación de una Antología de toda su obra por la Editorial Edirca de Las Palmas, que saldría bajo el título de A la mar fui por naranjas, en 1980, tuvo que hacer una revisión de los, manuscritos que constituían sus obras inédi tas, y éstas fueron publicadas sólo en parte, como se explica en el pró logo del primer volumen de esta edición. Tras varios intentos, doña Matilde Torres Marchal, la viuda del poeta, encomendó a Sebastián de la Nuez, catedrático de Literatura de la Universidad de La Laguna, la preparación y edición de las obras de su marido, y que le solicitaban de muchos lugares de España y de América, dándole facilidades al citado profesor para que consultara las carpetas donde el poeta había guardado sus borradores, sus manuscri tos originales, sus copias a máquina realizadas por el propio escritor, las colecciones de artículos publicados o no; es decir, todo un abun dante material que representaba una labor de cerca de sesenta años. Partiendo de la clasificación de la obra que había realizado el escritor y crítico Rafael Fernández, era necesario revisarla para establecer los tex tos y sus variantes, establecer el orden cronológico y seleccionar los libros y proyectos, tratando de adivinar la voluntad del jiota. Nilo Palenzuela, que había dedicado su memoria de licenciatura y su tesis doctoral a la poesía de García Cabrera, se encargó de preparar la edición de las obras escritas entre 1928 y 1946, ez parte editadas y en parte inéditas, lo que forma el primer tomo de estas Obras Completas. Sebastián de la Nuez, aparte de asumir la dirección de la edición, se 7 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 encargó de preparar el volumen correspondiente a las obras publicadas con posterioridad a aquellas fechas, es decir, las comprendidas entre los años de la posguerra hasta poco antes de su muerte, publicaciones que sólo comienzan en 1951, dadas las especiales circunstancias bio gráfi cas, que había llevado a su autor al destierro y a su encarcelamien to, y terminan en 1979, comprendiendo la antología ya citada, todo lo cual constituye el segundo volumen de esta edición. También se encar gó dicho investigador de recopilar, seleccionar y preparar la edición de las obras inéditas, o publicadas en parte, comprendidas entre los años 1947’ y 1980, y aunque compuestas mientras salían a la luz las ya indi cadas, se ha preferido no seguir el orden cronológico, sino formar un volumen aparte —el tomo tercero de esta edición— con estas últimas, ya que se trata de obras que el propio autor no dio por definitivamente acabadas, pues algunas se reducen a pequeñas plaquettes o proyectos que comprenden unos pocos poemas, pero que no se han rechazado, dada la importancia que pueden tener para el conocimiento de la trayectoria de la obra poética de su autor. Rafael Fernández se encargó de reunir, en el cuarto y último volumen de esta obra, la producción, inédita y publicada, en prosa, de García de Cabrera, que se divide en dos períodos: uno que abarca desde 1922, en que escribe sus primeros ensayos, hasta el año 1936, en que estalla la guerra civil, que tanto iba a alterar la vida del poeta, y otro período final que comprende desde la posguerra (1944) hasta fechas muy cercanas a su muerte (1980). Los cuatro volúmenes de estas obras completas han sido supervisados por Andrés Sánchez Robayna. Señalemos, finalmente, que cada uno de estos volúmenes van pro logados por los mismos preparadores y compiladores de estas Obras Completas, que constituyen verdaderos estudios y que abarcan, por pri mera vez, la trayectoria de la obra en prosa y en verso de Pedro García Cabrera, uno de los grándes poetas y ensayistas de nuestra literatura de categoría y proyección universales. Recordemos que el Gobierno Autó nomo de Canarias, en la figura de su presidente don Jerónimo Saave dra, y a través de la Consejería de Cultura y Deportes, haciéndose cargo de la importancia que tenía esta publicación, la puso bajo su patrocinio, en colaboración con el Ilmo. Cabildo Insular de Tenerife, bajo la presidencia de don José Segura Claveil, y la Universidad de La Laguna, a través de su Junta de Gobierno dirigida por el rector don Juan Alberto Arias. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 PRÓLOGO La trayectoria poética de Pedro García Cabrera (1905-1981) apare ce en la lengua castellana con aquel perfil preciso que los vanguardistas canarios ofrecían en los años 2Oy 30: la visión de un arte transgeográfi co, universal, descubierto desde la perspectiva específica de la región atlántica. García Cabrera es, sin embargo, quien ha desarrollado una obra más amplia entre los miembros de su generación, hecho que ade más, le ha permitido su vinculación a las inquietudes de la poesía espa-ñola de postguerra. Su contacto con varias promociones literarias le han erigido con frecuencia como orientador de los poetas más jóvenes. Con todo, no es un poeta conocido; algunas de las obras aquí recogidas han permanecido inéditas hasta ahora, otras han sido parcialmente publicadas . Las consideraciones críticas sobre su obra no han corrido mejor suerte; así, una plaquette como Transparencias fugadas es toma da durante años como un texto surrealista, cuando sus motivos esencia les poco tienen que ver con los presupuestos del grupo parisino. En las últimas décadas de su vida, la personalidad de García Cabrera se ve reconocida de manera progresiva. La frontalidad con que se ha opues to al régimen franquista y su fidelidad a la creación poética, lejos de cualquier claudicación, son datos que afirman este reconocimiento. Pe ro, como en la obra del catalán Salvador Espriu 2, merece la pena obliterar una lectura ideologizante, tan propia de las últimas décadas, para emprender de nuevo la lectura de Pedro García Cabrera. Aquí, sin embargo, nos contentaremos con señalar algunos de los rasgos es pecíficos de su lenguaje, de su compleja visión poética, junto a aquellos 1 Entre la guerra y tú, La arena y la intimidad y Hombros de amencia se publican parcialmente en la antología A la mar fui por naranjas, Edirca, Las Palmas, 1980. 2 La significación adquirida por la resistencia cultural a la dictadura franquista ha permitido a José Carlos Mainer relacionar ambos poetas en «Presentación» en Pedro García Cabrera, Home naje de la Universidad de La Laguna, Santa Cruz de Tenerife, 1981. 9 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 datos biográficos de mayor interés hasta 1946, fecha con la que con cluye una etapa de su trayectoria vital —alcanza la libertad provisional después de haber estado en prisión durante algunos años— y también los textos incluidos en este volumen. Pedro García Cabrera nace en Vallehermoso, isla de La Gomera, el 19 de agosto de 1905. Hasta los siete años permanece en su pueblo natal, trasladándose posteriormente a Sevilla, donde su padre va desti nado como maestro. Más tarde regresará a Santa Cruz de Tenerife, isla en la que permanece la mayor parte de su vida. Los primeros textos publicados por Pedro García Cabrera aparecen en 1922, pero es sólo a partir de 1925 cuando sus entregas poéticas o sus artículos son más frecuentes en diarios o revistas locales. Son éstos los años iniciales de su formación. En el diario católico Gaceta de Tenerife publica los primeros poemas; influencias de Campoamor, de Bécquer, Espronceda, un importante tono religioso, no exento de tópi cos, son algunas de sus características. En 1926 se funda Hespérides. Esta revista reúne en sus páginas a escritores epígonos del modernismo y a poetas inmersos aún en el regionalismo de fin de siglo; junto a ellos un grupo de jóvenes: Emeterio Gutiérrez Albelo, Domingo Pérez Minik, Eduardo Westerdahl, Domingo López Torres y también Pedro García Cabrera. Los poemas de éste reciben entonces la influencia del modernismo y ya en los años de 1927 y 1928 se opera, junto a sus compañeros generacionales, el encuentro con la vanguardia. Temas fu turistas, metáforas e imágenes creacionistas, junto a un creciente interés por el paisaje son ahora los rasgos distintivos. En 1927 surge La Rosa de los Vientos y con esta revista el primer esfuerzo colectivo por iniciar una escritura radical desde las islas en el seno de las vanguardias históricas. La atención prestada al paisaje ca nario y la lectura de una tradición piética insular influyen en García Cabrera. Pero, como sus compañeros de Hespérides, se encuentra aún lejos del riguroso proyecto universalista de la revista de Juan Manuel Trujillo y Agustín Espinosa, hecho del que puede dar cuenta el enfren tamiento de Eduardo Westerdahl con Juan Manuel Trujillo o la misma presencia de Pedro García Cabrera en aquella revista, Horizontes, que engrosaban algunos de los poetas de la promoción anterior . En 1928 se publica Líquenes en las ediciones paralelas de la revista Hespérides. En este extenso poemario se manifiestan ya características esenciales de su trayectoria. No es difícil advertir el neopopularismo, tan usual en aquellos años, y que será, en esa suerte de isomorfismo formal y rítmico en que se sitúa su poesía, uno de sus cauces expresi vos (recuérdese Día de alondras). No se hurta tampoco la influencia Véase M. Pérez Corrales, «Cuaderno de bitácora de la vanguardia insular<, en Jornada Litera ria (diario Jornada, Santa Cruz de Tenerife), números 31, 34, 36, 38. 44, 46, días 4 y 25 de julio, 8 y 22 de agosto, 3 y 17 de octubre de 1981. Los versículos, endecasílabos y versos de arte menor son los cauces por los que cristaliza la lo © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 lorquiana o aquella vertiente marina o imaginística de Rafael Alberti en su libro de 1925. Los poemas se desarrollan en su mayor parte alejados del sujeto, expresándose a través de aquella «pura voz anónima» con que Ortega y Gasset descubriera a los poetas modernos. En esta actitud antirromántica, la aparición de extranjerismos o palabras incorporadas de las ciencias naturales resultan reveladoras. Con Líquenes se inicia además una poética de la imagen y la metáfora vanguardistas. También un espacio temático: la realidad geográfica insular. Es visible ahora la cercanía de García Cabrera a la poesía creacionista de Vicente Huido bro y Pierre Reverdy, pese a que aún persistan, resabios modernistas. De esta manera, si el poeta chileno nos habla de crear un poema como la naturaleza crea un árbol o el poeta francés de convertir lo exterior en interior, el autor de Líquenes acoge el paisaje para interpretarlo, esto es, para convertirse en un demiurgo que se aleja de la representación e imprime el signo de un lenguaje peculiar. Este poemario se presenta como un diario de impresiones cuidadosamente anotadas a cada suge rencia del paisaje. Las metáforas y las imágenes se construyen, a pesar del relampagueante destello analógico, desde aquella perspectiva inte lectual que tanto defendieran los ensayos o la misma poesía de Vicente Huidobro. En su alejamiento de la realidad adquieren proporciones cósmicas. A esta inquietud inaugural de su poesía concurre una tradi ción que tiene en el paisaje un motivo de identidad. No puede olvidarse el conocimiento qúe en estos momentos García Cabrera posee de poe tas como Tomás Morales, de Alonso Quesada o de los mismos poetas románticos . En estos años amplía la entrega de sus textos a El Progreso, Las Noticias, La Tarde, La Prensa; intenta la publicación de la revista Car tones, de la que da noticia La Gaceta Literaria en 1928 y que sólo saldrá dos años más tarde; surge también la preocupación política, un hecho decisivo para su visión poética y que le lleva a la militancia en el partido socialista. En 1930 inicia la redacción de La aurora sumergida, un libro que sólo logra esbozar y que exhibe algunos motivos temáticos desarrollados en poemas posteriores. Dirige en este mismo año el se manario Altavoz, en el que también colaboran López Torres y María Rosa Alonso y que tiene como objetivo la denuncia del ámbito caciquil de la isla de La Gomera. 1930 es, sin embargo, trascendental por el comienzo de la actividad ensayística desde un ángulo poético y teórico. Recordemos dos artículos esenciales. obra de Pedro García Cabrera en una Suerte de alternancia constante. Véase A. Sánchez Robayna, «Significación de Pedro García Cabrera en el ya citado homenaje de la Universidad de La Laguna, citado en nota 2. Poetas como Ignacio Negrín o Plácido Sansón, junto a otros autores del siglo XIX los lee cuando es estudiante de bachillerato en la biblioteca municipal de Santa Cruz de Tenerife. Véase la entrevista incluida en Pedro García Cabrera: El hombre en función del paisaje, Colécción LC, N. Palenzuela Editor, Santa Cruz de Tenerife, 1981. 11 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 En «La ordenación de lo abstracto» 6 plantea la actividad artística inmersa en la abstracción. Las influencias del pensamiento de Oswald Spengler, Worringer u Ortega y Gasset se combinan en García Cabrera con los ejemplos literarios de Manual de espumas, de Gerardo Diego, Perfil del aire, de Luis Cernuda, Seguro azar, de Pedro Salinas, o los textos de Guillaume Apollinaire. Nos interesa subrayar aquí varios as pectos: la: idea del lenguaje poético como expresión de un estado evolu tivo del arte en Occidente, la palabra situada «en los límites del pensa miento» con sus conceptos «cargados de terror cósmico primitivo» y la visión del lenguaje como fundación, esto es, inmerso en la espiral as cendente que llega a nosotros desde la poesía romántica. Así, cuando García Cabrera se refiere a la poesía de Luis Cernuda, escribe: «Perfi lar el aire, fisonomizarlo, distinguirlo, nombrarlo es una manera de ordenar», una concepción paralela a la que esbozara, por ejemplo, Fernando Pessoa en la voz de su heterónimo Alberto Caeiro y que nues tro poeta desarrolla en torno al paisaje a lo largo de su trayectoria poética . De vital importancia resulta su ensayo «El hombre en función del paisaje» 8 Este texto señala las directrices poéticas seguidas por el gru po de la revista Cartones y se publica con motivo del encuentro genera cional que supuso la exposición de los jóvenes pintores de la escuela Luján Pérez de Gran Canaria en la isla de Tenerife. El enfrentamiento a las promociones poéticas anteriores, el desprecio de la literatura deci monónica, el conocimiento de la tradición insular, desde Cairasco de Figueroa y Viéra y Clavijo a los modernistas, le permiten proponer ahora una lectura del paisaje alejada de la historia y sus compromisos. Como Agustín Espinosa en Lancelot, 28°-7°, nos habla de una mirada integral para la geografía de las islas, una mirada que se quiere mitolo gía conductora. En esta elección poética cabe mencionar un hecho his tórico de gran importancia. En 1927 se produjo a través de un real decreto la división provincial de las Islas Canarias tras un largo pleito interinsular . García Cabrera, como los jóvenes escritores del grupo de Cartones, nada quiere saber de las posiciones históricas anteriores. Esto lo evidencia al contestar al ataque del poeta y político Gil Roldán tras su conferencia «El hombre en función del paisaje»: «al siglo XIX tinerfeño le ha faltado la mirada integral para nuestro paisaje [...] Nuestro arte hay que elevarlo sobre paisaje de mar y montañas. Monta- 6 Véase La Tarde, Santa Cruz de Tenerife, 8 de febrero de 1930. Para hablar de la naturaleza, escribe el heterónimo pessoano Alberto Caeiro, «preciso usar da linguagem dos homens / Que dá personalidade Ss coisas, / E impóe forne Ss coisas,<. Véase Poe mas, Ediçdes Atica. Lisboa, 1984. Por su lado, Pedro García Cabrera decía en la entrevista citada (flota 5): «El hombre se adueña de él (el paisaje) cuando le pone el sello del lenguaje y le da un nombre. Cuando nosotros nombramos una cosa nos apoderamos de ella». 8 Véase La Tarde, Santa Cruz de Tenerife, días 16, 17, 19 y 21 de mayo de 1930. Véase Marcos Guimerá Peraza, El pleito insular, Editorial Confederación Española de Cajas de Ahorro, Santa Cruz de Tenerife, 1976. 12 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 ñas con barrancos, con piteras, con euforbias, con dragos... Lo gene ral a todas las islas o casi todas. Nada de Teide, Caldera, Nublo, Ro que Cano, Montañas del Fuego... Eso está bien para una guía turística. Eso será fomentar rivalidades y predominio de unas islas con otras». La militancia política en el PSOE lo lleva en abril de 1931 a acudir a las elecciones municipales en la coalición republicano-socialista que da al traste con la monarquía borbónica. Su actividad en los años repu blicanos es constante, siendo uno de los portavoces del partido socialis ta en el ayuntamiento de Santa Cruz y en el Cabildo insular, dirigiendo la publicación El Socialista. Esta actividad política e ideológica perfila las preocupaciones poéticas de Pedro García Cabrera desde una pecu liar perspectiva. Cuando aparece Gaceta de Arte, de la que es funda dor con Eduardo Westerdahl y otros escritores insulares, los artículos publicados en esta revista no sólo delatan la continuidad de aquel idea rio poético anterior, sino que también muestran un nuevo signo. Así, cuando se celebra el congreso internacional de escritores proletarios en Moscú en 1934, la concepción del arte se inserta en la perspectiva mar xista aunque posea tantas reservas en relación al realismo socialista como poseyera en estas mismas fechas el pensamiento de André Bre ton. Pedro García Cabrera defiende, empero, el arte abstracto que «ex presa mejor que ningún otro prisma de nuestro tiempo la tragedia del hombre contemporáneo, porque la remonta a un escenario cósmico». Suposición ideológica es inconfundible ctando declara con cierto resabio orteguiano que «esta deshumanización del arte actual, en sus forjas más abstractas, tiene una clara filiación revolucionaria, porque ella nos entrega el instrumento formal que posibilita récoger en su día conteni dos sociales, a los que hoy sólo cabe presentirlos por hallarse fuera de nuestra realidad presente» lO Nuestro poeta advierte también el giro de la poesía republicana hacia una rehumanización tal y como se muestra en el artículo que dedicara a La voz a ti debida de Pedro Salinas, ejemplo de esta nueva actitud frente al compromiso social y político alentado por la poesía de Rafael Alberti En 1933 las páginas de Gaceta de Arte anuncian la publicación de Transparencias fugadas en las ediciones paralelas de la misma revista. Esta plaquette aparece en 1934 y nos revela desde los «entronques» líricos e intelectuales que la encabezan la voluntad constructiva del au tor. Elige un precedente lfrico en su misma poesía: poema 7 de Líque nes. Las anotaciones realizadas en el apartado intelectual desvelan ade más la naturaleza de esta obra inmersa en aquella visión unitaria de Paul Valéry. según la cual el poeta está llamado, al igual que los músi - 10 Véase «La concéntrica de un estilo en los últimos congresos», Gaceta de Arte, Santa Cruz de Tenerife, núm. 31, noviembre de 1934. Véase «Pasión y muerte de lo abstracto en La voz a ti debida», Gaceta de Arte, Santa Cruz de Tenerife, núm. 26, mayo de 1934. 13 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 cos, a producir una diversidad de soluciones del mismo tema. Cierta mente, el itinerario simbólico desarrollado por García Cabrera da uni dad a Transparencias fugadas y responde a una dialéctica que se funda en una contradicción inicial: el poeta y el aire. Las distintas secciones de este poema amplían esta condición inaugural. El tema elegido responde a aquella inquietud expresada en «La or denación de lo abstracto»; también, a la vocación ética y moral que inquieta su poesía. La diafanidad, la transparencia, la libertad, la uni versalidad... son destellos simbólicos del motivo «aire-viento». En una de las críticas iniciales que recibe el libro, Gutiérrez Albelo señala el carácter romántico de esta elección 12 En verdad, y a pesar de su raíz intelectualista, no podemos menos que situar Transparencias fugadas en esta tradición que se dibuja desde Percy Bysshe Shelley a Saint-John Perse. Como en el autor de Oda al viento del oeste o de Vents, el tema adquiere proporciones cósmicas y preludia a través de su simbolismo la concepción arquetípica de una futura primavera 13 La integración en el ámbito del viento resulta así un laberinto simbólico: trasminar la propia individualidad para participar de la otredad de aquel «sueño de espacio entero» al que se refiere el poeta. La rodilla en el agua es el poemario dedicado a la isla como reco noce el autor en el prólogo. Publicado en 1981, su redacción inicial se sitúa en 1934 y 1935, aunque es posible que fuera objeto de alguna modificación posterior. En 1934, Pedro García Cabrera es obligado por una decisión judicial a retirarse de Santa Cruz de Tenerife 14, El• lugar elegido es Tafira, en la isla de Gran Canaria. Aquí comienza la redacción de este libro titulado inicialmente Isla. El manuscrito existen te muestra cómo buena parte de los poemas se incorporan a la versión posterior. La situación vivida por el poeta, junto a los avatares de la poesía republicana —recuérdese Cruz y Raya o la revista Octubre— son datos suficientes para observar la rehumanización de su lenguaje, una actitud vista, sin embargo, según aquella perspectiva que apreciaba en el ejemplo de La voz a ti debida. La isla se descubre ahora como una arquitectura a la que no faltan atribuciones de orden ético y moral (sencillez, humildad, seguridad, fidelidad, etc.) El signo de la arqui tectura tiene para nuestro poeta un sentido preciso si pensamos por ejemplo en el significado del racionalismo para la revista Gaceta de 12 Véase ‘<Sobre Transparencias fugadas de Pedro García Cabrera><, La Tarde, Santa Cruz de Tenerife, 27 de diciembre de 1934. 13 La relación de Saint-John Perse y García Cabrera fue anotada por Danielle Sotto en El orbe poético de Pedro García Cabrera, Aula de Cultura de Tenerife, 1980, p. 57. - 14 Matilde Torres Marchal, viuda de García Cabrera, nos ha informado sobre el motivo: un joven que realiza el servicio militar publica un artículo contra Gil Roldán. García Cabrera, direc tor de la publicación —es posible que fuera El Socialista—, se hace responsable del artículo. Sobre él se determina la acción judicial emprendida por el republicano, también poeta, Gil Roldán. Esteban Amado ha tratado este tema en Pedro García Cabrera: en torno a una existencia poética, Aula de Cultura de Tenerife. 1985. 14 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Arte 15 En «Casas para obreros», advierte en la arquitectura raciona lista la posibilidad de una situación nueva para el hombre y para las clases más oprimidas 16 Mucho más tarde, en 1950, cuando García Cabrera intenta renovar el espfritu vanguardista de Gaceta de Arte junto a Eduardo Westerdahl o Domingo Pérez Minik, escribe un en sayo en el que descubre la arquitectura lingüística de Jorge Guillén, tras sugerir algunos aspectos de la poesía de T. S. Eliot o del pensa miento de Le Corbusier, proclamando la «eterna virginidad del mundo» 17• Esta actitud se hace visible en su misma poesía, aunque de una manera diferente. El arquetipo del paraíso es un motivo de esta construcción verbal que tiene ahora en el tema del amor uno de sus acentos más singulares. El signo insular pertenece aquí a un orden metafísico, a una cons truccióñ espiritual. Se aleja definitivamente de la representación. La isla aparece así, según la mirada dorsiana a la que alude el autor, en medio de las formas que pesan y en cuya simbología descubrimos el sentido de aquella hora republicana. El aislamiento o la soledad lejos están del significado de la palabra de Alonso Quesada. Invocan aquí el rumor de un estado ancestral y mítico del universo. La palabra de García Cabrera muestra, como dijera Lezama Lima, un paisaje co menzante. La rodilla en el agua ofrece además un sentido nuevo a sus obras anteriores. Temas como el mar o el aire, movimientos «musica les» que circundan al motivo temático, han estado presentes en sus me ditaciones poéticas o en Líquenes y Transparencias fugadas y son aho ra elementos dialécticos de una obra en crecimiento, consciente de la ordenación fundacional de su lenguaje. Esta sucesión creadora queda aquí suspendida durante algún tiem po. La vinculación de Pedro García Cabrera a los presupuestos surrea listas decide una nueva ruta de su lenguaje. El origen de esta actitud debemos buscarla en un conjunto de acontecimientos del mundo insu lar y en su propio pensamiento poético. Desde el comienzo de los años 30 algunos vanguardistas insula res se integran a la escritura radical del surrealismo. Piénsese por ejem pio en Oda a María Ana, primer premio de axilas sin depilar de 1930, o en los ensayos teóricos de Domingo López Torres sobre la aureola y el estigma del surrealismo. Emeterio Gutiérrez A/belo publica en 1933 Romanticismo y cuenta nueva y sobre este mismo libro versa un artí culo de García Cabrera En este mismo año se celebra además una 15 Véase el estudio de José Carlos Mainer sobre Gaceta de Arte incluido en su libro Literatura y pequeña burguesía en España, Cuadernos para el Diálogo, Madrid, 1972. 16 Véase Gaceta de Arte, Santa Cruz de Tenerife, núm. 4, 1 de mayo de 1932. 17 Véase «Arquitectura ypoesía», De Arte, Ediciones Nuestro Tiempo, Santa Cruz de Tenerife, 1950. Véase «Romanticismo y cuenta nueva», La Tarde, Santa Cruz de Tenerife, 9 de julio de 1934. 15 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 exposición de Óscar Domínguez en el Círculo de Bellas Artes 19, Estos hechos influyen, de manera decisiva en nuestro poeta. En Transparen cias fttgadas y La rodilla en el agua se hacen visibles imágenes y inetá foras surrealistas, aunque de una manera aislada. La decisión de incor porarse a esta situación insular se produce en 1934,’ y no puede resultar más que sorprendente que sea en Tafira, isla de Gran Canaria, en una significativa coincidencia de lugar y tiempo con La rodilla en el agua, cuando García Cabrera escribe el relato surrealista Los senos de tinta. Este texto, que llega hasta nosotros incompleto (le falta el primer folio y se interrumpe en la página dieciocho), se hace portador de algunos de los rasgos esenciales del surrealismo y revela además la manera de entender el movimiento parisino. El subconsciente es visto, en buena ortodoxia freudiana y surrealista, como zona en la que desaparecen los límites de tiempo y espacio. Las imágenes oníricas se mezclan y con funden por momentos en medio del erotismo y las mutilaciones, de las que no faltan visiones de espantajos y gusanos nauseabundos que dela tañ la actitud expresionista del surrealismoinsular. En ocasiones evo camos tras ese ella al que alude con frecuencia el ideal de absoluto y belleza convulsiva que André Breton descubriera en Nadja. No faltan en este relato, sin embargo, fragmentos en los que la analogía se aleja del procedimiento fortuito e irracional para participar del dominio del intelecto. No en vano García Cabrera procede del arco poético influen ciado por el creacionismo 2O Tras este intento de vincularse al surrealismo, se producen en 1935 algunos acontecimientos muy conocidos. Se celebra, organizada por los miembros de Gaceta de Arte, una exposición internacional del su rrealismo en Santa Cruz de Tenerife. Con ésta, llegan a las islas André Breton y Benjamin Péret. Se publica el segundo número del Boletín Internacional del Surrealismo en cuya elaboración participa Pedro García Cabrera; y se firma una Déclaration que expresa la «alianza» del grupo de Gaceta de Arte con el movimiento surrealista 21, Nuestro poeta, que hasta ahora ha visto esta vanguardia como una «escuela» más en el concierto artístico del siglo XX, sale en su defensa en la polémica suscitada con la Gaceta de Tenerife —la revista en la que 19 Véase Fernando Castro, Oscar Domínguez y el surrealismo, Ediciones Cátedra, Madrid, 1978, p. 44. Sobre el desarrollo del surrealismo en Canarias véase Miguel Pérez Corrales, «Histo ria documental del surrealismo en Canarias (1930-1936)», en Homenaje a Alfonso Trujillo, Aula de Cultura de Tenerife, 1982, PP. 667 y ss. ° Es conocida la crítica al automatismo surrealista que desarrolla Vicente Huidobro en «Mani fiesto de manifiestos» (Obras Completas, T. 1, Ed. Andrés Bello, Chile, 1976, pp. 722 y ss.) Para el poeta chileno es fundamental la «consciencia poética». Algunos de sus libros de 1918 muestran cómo realidades distintas se acercan analógicamente desde una perspectiva en que «la consciencia entra inmediatamente en juego». Las visiones vertidas sobre la geografía en este relato del poeta insular están construidas bajo este ángulo del intelecto. Véase C. 8. Morris, El manifiesto surrealista escrito en Tenerife, Universidad de La Laguna / Instituto de Estudios Canarios, 1983. 16 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 publicara sus primeros poemas— en torno a la proyección de L’ge d’or 22 Estos «acontecimientos» empujan hacia una nueva orientación de su poesía. A partir de aquí hace suyo el proyecto filosófico y poéti co del surrealismo. Si pensamos en su actitud política o en sus concep ciones filosóficas, advertimos suficientes(vínculos con el ideario de An dré Breton, desde sus posiciones críticas en torno al realismo socialista a la fidelidad al materialismo dialéctico, desde el deseo de unificación de contrarios a la videncia de una futura edad de oro que sólo es entre vista a través de la provocación verbal o, como dijera Louis Aragon, por el libre albedrío de una palabra que invita a revisar el mundo. A la luz de la evolución de su pensamiento y de las inquietudes de su poesía entendemos que García Cabrera se acerca también al surrealismo, no sólo por las circunstancias insulares, sino, digámoslo con Walter Benjamin, por el concepto radical de libertad que éste encarna. Los poemas surreálistas aparecen en junio de 1936 en Gaceta de Arte en su número 38. «La cita abierta», «Con la mano en la sangre» y «El reloj de mi cuerpo» son poemas en los que nuestro poeta está ya inmerso en el surrealismo 23 y en los que se manifiesta portador de un lirismo peculiar. García Cabrera cuenta siempre con un tú amoroso 24; también los símbolos esbozados como palomas, pájaros, golondrinas, caracoles o rosales pertenecen a ese universo lírico que conforman sus «bosques de ternura». Este aspecto lírico se encuentra lejos de la vio lencia con que se expresan sus compañeros insulares, y cuya influencia se dejaba sentir en su «narración surrealista». Estos tres poemas publicados en Gaceta de Arte son premonitorios del enfrentamiento bélico que se producirá en España poco después de su publicación y que García Cabrera vislumbra tras hacer un viaje a Madrid como compromisario socialista para la elección presidencial de Manuel Azaña 25 Por estar escritos en los prolegómenos de la guerra civil española, forman parte de Entre la guerra y tú, un libro de in quietudes y escritura similares que continúa escribiendo durante la con tienda hasta 1939 y en el que se aprecia un mayor sentido trágico. Como Lo imprevisto, y aunque esté lejos de la «exploración del ho rror» de aquel libro .escrito por Domingo López Torres en la prisión de Fyffes, no se manifiesta como un alegato maniqueo contra la guerra o la prisión. El ritmo de su escritura, a pesar de que por su lirismo amo roso se le pueda relacionar con Paul Eluard, se encuentra más cercano 22 Véase «<El pleito surrealista. La moral del tanto por ciento», La Tarde, Santa Cruz de Teneri fe, 17 de junio de 1935. -‘ Estos poemas han sido tratados por C. B. Morris en Surrealism and Spain, Cambridge aL the University Press, 1972. 24 Véase M. Pérez Corrales, «Entre la guerra)’ tú. Sueño y amor, mitras y galones», en Avisos de Cultura (de Diario de Avisos, Santa Cruz de Tenerife), 6 de junio de 1981. El relato de este viaje lo cuenta Juan Rodríguez Doreste en «<La amistad y Pedro García Cabrera», en Avisos de Cultura (de Diario de Avisos. Santa Cruz de Tenerife). días 17 y 24 de marzo de 1984. 17 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 a las construcciones sintácticas de Benjamin Péret, al que le une ade más su anticlericalismo 26 Dársena con despertadores, escrito en julio durante los días previos a su detención por la guardia civil, es el texto en el que se da una mayor ausencia de aquella «consciencia poética» que tanto abomina ban los escritores surrealistas 27. recuérdese, por ejemplo, la negación de Philippe Soupault a corregir los textos escritos con André Breton. El procedimiento empleado, dos listas de palabras puestas en presencia de manera fortuita, evoca ciertamente algunos de los juegos surrealis tas, sean el cadáver exquisito o lo uno en lo otro. El azar objetivo, alejado de toda preocupación artística, se manifiesta en una textura verbal equivalente al resultado de la escritura automática. Es visible, además, aquella voluntad expresada por André Breton en L’amour fou de unir «no importa qué sustantivo a no importa qué otro para que un mundo de representaciones nuevas surja inmediatamente» . Si estamos en estos años ante la poesía más radical de García Ca brera, debemos añadir que es a partir de 1936 cuando escribe también su libro más testimonial: Romancero cautivo. Como tantos otros líderes políticos republicanos, nuestro poeta es detenidoel 18 de julio de 1936 e internado en una prisión flotante. El 19 de agosto es deportado junto a treinta y siete compañeros en el co rreíllo «Viera y Clavijo» al campo de prisioneros de Villa Cisneros en el Sahara. En el mes de marzo del año siguiente logran huir hacia Dakar. Desde aquí marcha a Marsella y se traslada a España en ferro carril. Su impresión es enorme: «pasar en unas horas de un territorio que está en paz a otro en guerra fue terrible; habíamos dejado atrás un país apacible, y ahora nos encontrábamos con las huellas de la guerra: estaciones bombardeadas, pueblos destruidos, gente con cara de ham bre y rabia... Aquello era la noche, la desolación, el caos» 29 Se inte gra entonces en el ejército republicano, en el frente de Andalucía. Allí actúa en los servicios de inteligencia militar. Una noche, al regreso de una misión desde Andújar a Jaén, sufre un accidente en un paso a nivel: el jeep en el que viaja es arrollado por un tren cargado de heri dos. Cuatro de sus compañeros pierden la vida; pero él, con graves quemaduras en las piernas, ingresa en el hospital civil de Jaén 30 Más tarde será trasladado a Baza ante el inminente avance nacionalista, in gresando con posterioridad en la cárcel. 26 Durante la guerra civil nuestro poeta mantiene, además, contacto epistolar con Benjamín Péret. Véase la entrevista citada en la nota 5. 27 Véase M. Pérez Corrales. «Las dos semanas de García Cabrera. Dársena con despertadores», El Día, Santa Cruz de Tenerife, 7 de junio de 1980. Véase la traducción El amor loco, Joaquín Mortiz, México, 1972, p. 81. 29 Véase la entrevista realzada por Lázaro Santana «Con Pedro García Cabrera: Un poeta para el hombre y la esperanza». Aguayro, núm. 89, julio de 1977. 30 Se encuentra en este hospital Matilde Torres Marchal, con quien se casará en 1948. 18 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Romancero cautivo está escrito en Villa Cisneros, en Dakar y en Granada y describe el itinerario humano que vive el poeta durante los años 1936-1 940. Escrito en romances, no puede menos que evocar for malmente a Líquenes, pero también, ahora con mucha más intensidad, a Romancero gitano. Este libro narra una experiencia trágica que exce de los propios límites existenciales para mostrar una tragedia superior: la vivida por la España republicana. En el mismo lugar de Granada escribe La arena y la intimidad. El texto está escrito sobre las vivencias acumuladas durante los meses que estuvo en el campo de concentración de Villa Cisneros. No se produce aquí, sin embargo, el testimonio dramático de Romancero cautivo. Por el contrario, retoma aquella concepción «suspendida» de su obra, implícita en Transparencias fugadas y La rodilla en el agua, para con tinuar la visión cósmica, metafísica y fundacional de aquellos poema rios. La arena y la intimidad está concebida como parte de una trilogía y así lo revela en la página-portada de su texto mecanografiado y en el mismo prólogo: «su sentido dialéctico se enlaza a la concepción lírica de dos libros anteriores. Participa del espíritu que informa a Transpa rencias fugadas, el poema del aire en movimiento, y del eterno estar de La rodilla en el agua, el poema de la isla, como una campana sumergi da en los rumorosos cobaltos del mar. El desierto, en el tránsito de la piedra al vuelo, realiza la síntesis de estos dos mundos inconciliables». Como en buena parte de aquellos libros está construido en endecasíla bos, un verso que es uno de los módulos expresivos de su universo lírico y de la peculiar mirada que vierte sobre el mundo: las metáforas, las imágenes y los símbolos se desenvuelven en la sucesión polirrítmica de un endecasílabo peculiar. Se produce, además, un itinerario siinbó lico hacia la integración del poeta en el ámbito mismo que funda su palabra, ahora bajo el signo impetuoso de la historia. Apreciamos aquí, sin embargo, la concepción de Jean Lechner sobre los poetas republicanos que sufren prisión, cuyo lenguaje se expresa con menor crudeza de lo que lo hiciera, por ejemplo, Gabriel Celaya 31 La arena y la intimidad muestra el exilio interior en el que habita y, participando de una visión constructiva de su obra, incorpora el motivo temático del desierto a la dialéctica cósmica y esencial de su poética. Cuahdo nos habla de «la encrucijada de tres mundos» o de «síntesis de contrarios» —no se hurta la huella de su incursión surrealista—, descubrimos la contingencia establecida con el universo etéreo, telúrico y marino, ele mentos que adquieren el sentido de una nueva imagen de la historia. En el desierto, en el exilio de la historia anterior, el motivo temático, oleaje de arenas y viento, se torna visible. He aquí uno de sus sentidos. 31 Sobre este tema véase Paul lije, Literatura y exilio interior, Espiral/Fundamentos, Madrid, 1981, p. 244. 19 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Podemos afirmar con Gaston Bachelard que, cuando el aire se torna visible, «se convierte en una triste miseria» 32 En los años sucesivos Pedro García Cabrera continúa escribiendo en la misma línea de indagación lírica. Hombros de ausencia, escrito en Granada durante los años 1942-1944, se relaciona simbólicamente con Transparencias fugadas, si bien aquella inquietud de abstracción se produce aquí desde las vivencias concretas que pulsan su existencia. Las variaciones sobre el tema de la ausencia, una ausencia de orden metaftsico, pero también de marcado signo inmediato —piénsese en el sentido de la libertad—, tienen «su arran que», escribe en el mismo pró logo de 1946, «en la fuerza humana del sentimiento». Ascienden de «lo concreto a lo abstracto» para contener el desequilibrio que produce aquella potencia avasalladora. No es difícil advertir en este cuaderno la nostalgia y el recuerdo del universo que precedió a la guerra civil espa ñola. Recupera así la misión iluminadora de la palabra en la cercanía del mito o, utilizando su expresión, la videncia de una aurora sumergi da. Desde este ángulo, escribe: De ahí me llega toda esta palabra, aún en boreales inocencias y sin abrir los ojos todavía. Palabras que me dejan al oído un delgado rumor de caracola. La ausencia o los «chorros de distancia del recuerdo» poseen la fun ción atributiva del propio universo. La ruta simbólica que diseña el poeta muestra una vertiente que no sólo proclama la transformación de lo uno en lo otro, como vislumbrase Novalis para el proyecto ascensio nal de la imaginación moderna, sino el exacto requerimiento rimbau diano del «Yo es otro». Esta actitud lo conduce a la anulación de una identidad «cautiva» por aquel espacio de la imaginación que su poesía proclama: Y en la última gruta de mí mismo, alguien que me conoce gota a gota, amigo predilecto de mi sangre, por altos logaritmos de ternura y en sólidos baluartes pensativos, me vive este momento en otra parte. En 1944 inicia Viaje al interior de tu voz. Este libro está compues to por ocho poemas distribuidos en cuatro jornadas, tres sueños y una apoteosis, y muestra un itinerario amoroso del que no se hurta, como en La rodilla en el agua, la cercanía al autor de La voz a ti debida. Es posible que la esperanza de ser puesto en libertad le llevara a iniciar este libro pues rehúsa ya a la posibilidad de mirar al pasado, tal y como afirma: 32 Véase El aire y los sueños, Fondo de Cultura Económica, México. 1980, p. 279. Véase la entrevista realizada por Esteban Amado, «Pedro García Cabrera. El poeta y su 20 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 No detendré mi paso en las veredas que vienen de mi ayer. Traen las huellas de los viejos prejuicios incrustados en un campo a traviesa de ilusiones. Persiste, además, en la visión mítica que conjura su palabra. Las «imá genes poliédricas», una suerte de enumeración caótica de la que nos ha hablado Leo Spitzer, se deslizan en la cercanía simbólica de la nada como en una intemperie de alusiones. Las metáforas, las imágenes y los símbolos forman parte de una «vigilia en marcha» que proclamna la naturaleza hímnica del poema y de su objeto: una perenne alabanza del mundo que no se encamina hacia la historia sino a la utopía de un origen proyectado hacia el futuro. Esta reconstrucción elíptica del origen —sea por medio del paisaje insular, cósmico o metafísico— adopta lo que podríamos llamar una poética de la corporalidad. En verdad, a través de sienes y venas, de hombros y párpados, dedos y ojos, rodillas y costados, Pedro García Cabrera edifica el espacio poé tico desde sus primeros libros Con Viaje al interior de tu voz, libro concluido en 1946, se cierra este primer volumen de las Obras .Completas de Pedro García Cabre ra; también, una etapa de su vida. El signo de su poesía, hasta ahora inmersa en peculiares itinerarios simbólicos, en ascensos o en caídas de imágenes aéreas 36 o en el tejido utópico de la virginidad del mundo, encarna una orientación hacia el porvenir. Es éste el «vector de vuelo» que. continúa ejerciendo Pedro García Cabrera ya en libertad. NILO PALENZUELA palabra» (El Día, Santa Cruz de Tenerife, 26 de abril de 1979), donde el poeta nos dice: «Volví [a la cárcel] en el 39 y tuve que permanecer en la prisión de Granada desde el 29 de abril de ese año hasta diciembre del 44, en que me pusieron en libertad [...]. Al quedar en libertad me traslado a Madrid, donde me vuelven a detener, enviándome a Tenerife para ser juzgado por un consejo de guerra, bajo la acusación de evasión de Río de Oro (Villa Cisneros); es decir, me acusaban de aquella responsabilidad que tenía mayor sanción penal —en mi caso, la evasión del campo de concentración—, dejando a un lado las responsabilidades militares. «En Tenerife, el fiscal me pidió treinta años, con los que me tuve que conformar para eludir el consejo de guerra y, con ello, la posibilidad de que me condenaran a muerte, que era la siguiente pena a aplicar. Por otra parte, yo, en Granada, había trabajado en las oficinas del economato encargado del suministro y de la alimentación de la prisión; cada día de trabajo me valía por tres de condena. Con esta “redención por el trabajo” —así la llamaban entonces— y con la aplicación de los indultos, a los pocos días de estar en Fyffes, me pusieron en libertad vigilada, sin poder salir de mi casa de Tacoronte, donde entonces vivía». Este es el sentido de la palabra de Tomás Morales o de Saint-John Perse. Véase el «Prólogo» de A. Sánchez Robayna a Las Rosas de Hércules. Interinsular Canaria, Santa Cruz de Tenrife., 1984. » Friedrich Bollnow en Hombre y espacio (Editorial Labor, Barcelona, 1969, p. 254) escribe: «El cuerpo es ante todo el instrumento mediante el que —o mediante cuyos órganos de los sentidos y capacidad de movimiento— nos está dado el espacio». 36 Gaston Bachelard ha escrito en la obra citada (nota 32): «Esencialmente toda imagen aérea tiene un porvenir, un vector de vuelo«. 21 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 NOTA Los libros inéditos que incluye la presente edición proceden de aquellas versiones que Pedro García Cabrera dejó mecanografiadas y corregidas antes de su muerte en marzo de 1981. En La arena y la intimidad y Hombros de ausencia reproducimos los poemas manuscritos que no fueron mecanografiados por el autor. Respetamos asimis mo las variantes con las que algunos de los poemas de estos libros aparecieron en la antología poética A la mar fui por naranjas, editada en vida del autor. Para los libros ya publicados acudimos a las primeras ediciones, adoptando sólo algunas variantes allí donde los textos originales indican la presencia de claras erratas. En Transparencias fugadas hemos suprimido, sin embargo, el criterio tipográfico de la revista Gaceta de Arte de ofrecer los poemas, artículos, etc., sin mayúsculas. La inclusión de Los senos de tinta —en prosa— se debe al criterio de reunir en un mismo volumen las obras relacionadas con el surrealismo. En este movimiento, de profunda influencia posterior, se inserta una precisa etapa de su trayectoria. A continuación incluimos aquellos datos imprescindibles sobre los títulos presentes en esta edición. Líquenes, Ed. Hespérides, Santa Cruz de Tenerife, 1928. Transparencias fugadas, Ed. Gaceta de Arte, Santa Cruz de Tenerife, 1934. Reeditada por Inventarios Provisionales, Las Palmas de Gran Canaria, 1970. La rodilla en el agua. Ed. Benchomo, Santa Cruz de Tenerife, 1981. Redactada en los años 1934-1935. Los senos de tinta. Texto en prosa redactado en Tafira, isla de Gran Canaria, y fechado en mayo de 1934. El original mecanografiado carece del primer folio y se interrum pe en la página dieciocho. Dársena con despertadores, en Papeles Invertidos, Santa Cruz de Tenerife, núms. 4 y 5, 1980. Redactado en julio de 1936. Entre la guerra y tú, obra redactada entre los años 1936-1939. Parcialmente publicada en la antología A la mar fui por naranjas, Edirca, Las Palmas de Gran Canaria, 1980. Sobre los poemas que le faltan véase la nota preliminar del autor. Romancero cautivo, libro inédito compuesto por tres partes, «Con el alma en un hilo», «En el puño del recuerdo» y «Agenda del prisionero», escrito en Villa Cisneros, Dakar y Granada, durante los años 1936-1940. La arena y la intimidad, obra inédita a excepción de su última parte que apareció en la antología A la mar fui por naranjas. Escrita en Baza (Granada). La fecha de conclu sión se encuentra al final del manuscrito: 14 de febrero de 1940. Hombros de ausencia, obra parcialmente publicada en la citada antología A la mar fui por naranjas. Redactada en Granada entre los años 1942-1944. Transcribimos las fechas de redacción de los poemas, presentes en los manuscritos. El título inicial de este libro es Circuito de ausencia. Viaje al interior de tu voz, libro inédito comenzado en la prisión de Baza en 1944 y concluido en 1946 en Tenerife, ya en libertad vigilada. N. P. 22 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 LÍQUENES [19281 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 1 Almar, en la lejanía lo ha vacunado una vela. —Sigan subiendo clavijas que está baja la marea y se están viendo los cuescos verde jade de las piedras. Sigan subiendo clavij as para que la vela crezca. Con ella estoy esperando un cargamento de estrellas. 2 Cuando empezó la montaña su comunión amarilla, cuatro puñales de lona aupados en las quillas, asesinaban la tarde que sobre el mar se mecía. Olas con lomo de carnes, azuzadas por la brisa, ladraban espumas blancas por toda la azul mejilla. Por el paladar celeste calvas violetas subían. Mañana seguirán rumbo las cuñas de cartulina. Y esta noche, en los costados, el mar les hará cosquillas. 25 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 3 Por el redondel de rutas garbanzos de fragua ardiendo. Por el veril azulado mariscos de ventisquero. Y el alba —pregón del día— los recogerá en su cesto. 4 Acueducto verde: media risotada pintando la calle, media carcajada tirándose al mar. Siempre hangar de pájaros; nunca el poio dulce: engodo de fucus para los veloces torpedos del mar Las hojas (el viento es bañero) flirtean a muerte. con los calofríos azules del mar. Y los troncos retuercen un sueño verde: ser carne de mástil para navegar. 5 Iba vistiendo una órbita y se ha caído en el mar. ¡ Cómo envidiarán las olas su blanca elasticidad! —Timonel, pulsa tu barca, pon la vela a patinar, y tírale una manita. ¡Que no vaya a naufragar! .6 ¿Al norte? Vamos al norte. ¿Al sur? Pues vamos al sur. Como sea sobre el agua yo voy donde vayas tú. 26 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 7 Esta racha de viento que a mí llega, acaso fuera silbo en las gráciles jarcias de una nave. O sonrisas plegándose en el ojo acuoso y abierto de un estanque. O corcel embridado de una nube. O carne melodiosa de un oboe. O ¡quién sabe! Quién sabe y fue un suspiro, que ha crecido, rodando por el aire. 8 En el ataúd del aire el silencio azul es yerto. Aunque son negras las horas tienen el cutis de plata. La luna mueve en las olas un río de tinta blanca. Y el alma es una niña que rompe a gritar: El nevado Camino de Santiago se ha caído en el mar. 9 Con un compás de arco-iris trazaron el horizonte. Centro es la isla: alga estrangulada por el grillete azul que le cortó los pies a los caminos. Los compactos telones tienen la espalda vuelta a los barquitos que escarban azules y rayan vidrieras. El carcelero de infinitas llaves los encerró en los sótanos del cielo. Y ni en la carretela de la brisa hay a la huida un hueco. 27 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 lo Corbeta, amiga corbeta, que vas para niña blanca, del lapicero de un mástil amárrame la mirada, que me devuelve la duna donde las naves se agachan, y trábala de una roca que trisque espumas lejanas. Corbetilla, corbetilla, que eres ya una nena blanca, no me la dejes en tierra, embárcame la mirada. Si no cabe en las bodegas que se acurruque en las jarcias o en la sonrisa más fea que hayan dejado dos tablas. Corbetita, corbetita, —punto que casi no es nada— no me la dejes en tierra, embárcame la mirada. Y si acaso rompe un traje el cruzar de una borrasca, úsala para coser las velas desarrapadas. 11 ¿Adónde irán las montañas gibosas, barcas varadas al revés con sus angarillas de mar, llenas de cartabones en pie? Ellas se tragaron la estrella de los 32 vientos. Y sólo caminan en las pupilas rodadas de los skis de los barcos cosmopolitas. Hace tiempo anclaron, deportadas en este mar las siete algas —súbditas rebeldes del corazón de un continente. Alguien oyó el color del ruido de sus cadenas cuando se arriaron para atracarse al malecón del mar. 28 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 12 Por la calzada celeste el luis de oro del sol comienza rubio a sonar. Ahora le toca al cielo ser banquero de la mar. 13 Qué solita está la mar. Hasta también se ha marchado la cuerda del horizonte para jugar con las trombas en otro estadio, al diábolo. Y las montañas fruncidas cabalgadas por las nubes su vivac gris levantaron. Qué solita está la mar. No la apuñala ni un barco. 14 En el tapete del mar el cielo con sus estrellas está jugando a los dados. Y el faro sigue en sus trece guiñando el ojo a los barcos. 15 Lo menos me tiene el mar un cuatrillón de miradas... Lo menos veinte mil olas le tengo al mar en el alma. 16 Ya que la brisa blanca torea velas, levantemos casitas sobre la arena., Y verás con que gracia, 29 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 no hay otra igual, el mar tiende y destiende su delantal. 17 En las cunas de las olas el mar arrulla las casas somnolientas de la rúa. Cobrizas, tiran sus almas por el balcón, que abren ríos pavimentados de escamas. Hay columnas y serpientes anillándose a las barcas. El mar sigue prometiendo para dormir a las casas, terrones de sal de espuma y ramilletes de algas. Se ahogaron las serpientes... Y el mar, que no sabe nada, sigue prometiendo azúcar de sal y ramos de algas, para que no griten luces en el hoyo de las aguas. 18 Quiso doblar sus paños carbón el alba y descubrió en sus pliegues seis velas blancas. Seis velas blancas que doblaron la esquina de la mañana. Mar adelante vienen jugando a guirgo y descosiendo espumas de nuevo ritmo. Llegan de lejos para escupir sus anclas dentro del puerto. Sobre la mar risueña vienen confiadas, mas de pronto las quillas se sobresaltan: 30 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 dejando la emboscada del malecón las sorprendió un lanzado remolcador. Cui. . . iii... ji.. z. ir (dando en el blanco) go, corta la montaña desde un barranco. Y luego el uso airoso de perfil negro, un racimo de velas tranca en el puerto. 19 A la máñana, los globos reventados de las nubes le escondieron la luz y el horizonte. Tan sola la dejaron que está llorando cristales deslustrados. En vano el arco-iris le cuenta su historieta de colores, y el viento desenrolla serpentinas. Pero el sol es monóculo en el anuncio del brillol. Y el horizonte se ciñó a la isla para hacerla bailar como un trompo. Una copita rubia —wisky, cognac, cerveza— para la niña sola. Pero es en vano, que todo el sol lo exportamos en cajas al Ecuador. 20 Detrás del gran pellizco que el malecón algo degenerado le tiró al mar, todos los meridianos de mar y tierra abuchean la noche que está en verbena. De mares extranjeros vinieron olas que arrastran sus canciones sobre la arena. Del Polo encristalado, que vio encenderse los géiseres azules de las ballenas. Del Ecuador caliente que sacó el positivo de las palmeras. 31 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 De los mares tranquilos en donde el viento la superficie limpia calafatea. De los fondos marinos donde las algas crecieron junto al seno de las sirenas. De las grutas más hondas y retorcidas donde los calamares se hacen cosquillas. Las olas navegantes de todos los mares celebran su verbena cosmopolita. 21 Y por la tarde, las torres, las chimeneas, las casas, van de paseo, en sus sombras, para bañarse en la playa, y columpiarse en las olas y aprender nuevas sonatas. Y después, de mañanita, y como siempre: descalzas, se estiran por el paisaje, se suben a las montañas, para contarle las cosas que aprendieron en las aguas. 22 Tortuga regañada, siempre hidrófoba, ulcerando los cerros acuáticos con tus mordidas blancas. Estableciste un puesto de mariscos en tu medio milígramo de continente para todo el que pasa: la estrella desprendida, los ladrones del mar, el pez hambriento, las lunas largas, los líquenes, las algas. Cuando desciende el mar casi hasta la cintura te bajas el escote de las aguas. Y cuando el mar se aúpa, tu cuerpo es una boya en la sístole de las aguas. 32 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Escollo, escollo, tortuga regañada, eres el coco de las barcas. 23 Allí están recordando con su quiero no quiero las barcas. Las barcas que tienen un mismo tocado en el puerto y uno distinto para cada borrasca. Allí están indecisas con su quiero no quiero las barcas. Las barcas atadas por las narices de las anclas. Con su quiero no quiero se están sacudiendo olitas las barcas. Olitas traviesas que quieren subirse a las jarcias y dar en el aire vueltas de campana. No quiero, no quiero, no quiero, —afirman las barcas— podéis destrozaros la sal y la espuma del alma. 24 Una giri del norte —mástil de pinsapo lleno de banderas— arribó a la roja gota de lujuria, isla en el mar blanco de un ojo negrero. Y el Polo tan rubio se tiznó en la llama del Trópico negro. 33 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 25 Anda que te anda, llegó el paquebote cargado de niebla. Corta que te corta, ha venido el barco repleto de sol. El aire del puerto pregona un sabor• de palmeras con gorros de niebla, de pinsapos tocados de sol. Sólo cuatro yardas separan la popa que vino del Polo de la proa del rojo Ecuador. 26 Inés Pastor, la que perdió los ojos dentro del corazón de unas montañas. Trepanando tus conchas saltaron sonrisas de algas, un cerebro de sal —ecuadoriana— y el herido codaste de una lancha. Buzos espirituales, ya surgió una sirena en escafandra: Inés Pastor, la que enterró sus ojos dentro del corazón de unas montañas. 27 ¡Papá, papá, que el barquito se me lo llevó la playa! Dame tu bastón, papá, para castigar el agua. 28 Cuando despeñó el crepúsculo siete naranjas moradas cada farola fue un largo plongeón sobre las aguas. La espuma, dale que dale, sigue lavando la playa. Y el viento trae a la noche sobre la mar, en volandas. 34 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 29 Por un sendero salado, camina que te camina, en un caballo de mar, amazona una sardina. En el puñal de su vientre, un peto de plata viva. Y en las aletas, las riendas de una seda submarina. Por un sendero salado, camina que te camina, hacia el reino de las algas, amazona una sardina. 30 Qué linda manzana verde desmenuzada en el agua. El faro, dentro del puerto, quema todas sus bengalas. (Pasó un barco. Y otro barco. Estrellas de trenza larga. El viento arrugando sedas con sus finas manos blancas). Ya la manzanita verde va rodando por el agua. Ni hacia el norte ni hacia el sur, rumbo hacia la madrugada. Y el faro taladra mares corriendo tras la manzana. 31 Hoy ha venido el barquito. Hasta las bordas, el mar. Todos los marineritos en un pantano de sal. 35 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Tenían tatuajes lindos en las muñecas morenas: áncoras, peces, barquitos hechos con granos de arena. Hoy ha venido el barquito casi enterrado en el mar. Todos los marineritos hablaban de usted a la sal. 32 Tírame la ola, tírarne la sal, tírame tus labios que son de coral. Tírame en la arena, tírame en el mar, tírame en tus labios que son de coral. 33 Estrellas muertas de risa en la glándula del puerto. Calamares bajo el ala de todos los barcos cluecos. Olas empujando muelles lleno el lomo de luceros. El viento haciendo cabriolas en un bosque de trapecios. Y una luna degollada de cerradura en el puerto. 34 Todas las olas del mar con luna están prescintadas. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 En terciopelos pasmados bombones de risa blanca. ¿Cómo no vienen los peces a morder esta carnada? 35 Qué bien que te baila el viento remojadito de sal. Las rodillas en el agua, el vientre fino en las velas y el alma en la inmensidad. 36 Sobre la arenita fina, qué preciosa catedral. (Bautismo de las algas, los líquenes y el coral). Sus torres de viento ágil, y sus campanas de espuma, y sus badajos de sal. Sobre la arenita fresca, qué preciosa catedral. 37 Dentro la gavetilla de tu mesa hay un mar. Tü mar, Juan Ismael. Un mar salpreso en láminas de sal que ladra en la azotea y sale por las puertas de tu casa. Un mar que por las noches duerme en tu misma cama. Juan Ismael, si pregonas el mar que hay en tu casa, espero ver barquitos hablándole de amor en tu ventana. 37 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 38 Qué linda manía la del niño loco: coger pescaditos y clavarle una vela en el dorso. 39 Cómo se engaña la gente y cómo me río yo cuando dicen que las conchas tienen del mar el rumor. No es el rumor de la mar, es el rumor de los dos, de cuando fuimos mariscos en sólo un caparazón. 40 Por el bolsillo azul del horizonte asoma una torre negra. Su pie —cilindro— en la boca —estribo— de la chimenea. Y su esbeltitud en la tarde que naufragando en colores abanica las palmeras. Amazona de la brisa, una nube hecha de un tajo de ojeras hacia la torre, en deseo de amante joven a marinero que llega. Hay un palanquín redondo y hay unas cortinas negras. 41 ¿Qué hará el niño con las tijeras del papelito? 38 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 ¿Una goleta? ¿Un pajarito? Sí, un pajarito. ¡Ay, ola amarga, el niño rubio no es un marino! 42 Sin la esquina redonda del codaste ni el abanico marcador de rumbos, con soltura de un alga desprendida, su perforar de vientres entreteje las nieves del cordel de las distancias. Espuela para ijares sumergidos retorciendo sus puntos cardinales en la conciencia húmeda del agua. Escolta de la estrella giratoria, una banda de pájaros de sal quiere construir nidos en el voltijear de las enaguas. La estrella de los dedos retorcidos es la sonrisa del muñón del agua. 43 La tarde le puso al mar una camisa de fuerza hecha con aire dormido y aplicacionus violeta. Tres ventanos triangulares vestidos de luna nueva ponen tres acentos finos sin el amor de las letras, en la página miope que alfombra la tarde hueca. Hay unos cambios de luces. Y cuando crecen las velas el día, sin saber cómo, se estranguló en una ojera. 39 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 44 Nube viajera, ¿tú quieres que compremos un escollo estableciendo un bazar para vender a los peces? Tres algas, un par de ojeras. Seis lapas, unos pendientes. Dos líquenes, unas branquias. Por un puñad& de sal una colección de dientes. Y mantones del ocaso por escamitas de arenques. Nube viajera, ¿tú quieres a tres algas las ojeras y a seis lapas los pendientes? 45 Un ojal blanco aprisiona la cinturita del mar. ¿Es un barquito que viene o es un barquito que va? 46 Me hice unas castañuelas con dos lapas de la mar. Cuando suben las mareas se ponen a repicar. 47 Con su mailiot de colores la tarde en el mar nadaba. Se construyó una sonrisa con el remo de su barca. 40 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 En la garganta de un pez, coloradita en las branquias, la llevan para venderla en el reino de las algas. 48 Ladeado de cintura su pulmón hinchó el balandro. La brisa ya está cansada y sin poder alcanzarlo. La copa de sal de espuma, ¿de la brisa o del balandro? El banderín de la meta tiene el puñal enrollado. 49 Çon una guitarra fina de sal, encordada de horizontes y clavijero de estrellas, nos iremos a la playa —novia morena del mar—. Tú con tu guitarra fina y yo con mis castañuélas de dos conchas de la mar. Tú cantarás a Rosina y yo le diré piropos a las olitas del mar. - 50 Ampollas de seis colores pautan el riñón del puerto. Y una naranja de menta le brinda a un rojo lejano su seno de carne verde. 41 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 51 El gallo rubio —arponero de las ballenas del alba— en los cerros salados estrenó nuevas gualdrapas. (En su casa de cartón la sirena está desnuda). De tanto corre que corre, el viento ha perdido una babucha de azul dorado. (En su casa de cartón la sirena está vestida). 52 El gallo rubio media rapsodia de lumbre tocó en su redondo piano. Sobre un escollo, insinuándose de amores, dos cangrejos colorados. La brisa duenne la siesta en la hamaca de un balandro. Sobre el escollo, ausencia de lunares colorados. 53 Alguien gritó a la barqii1la: —Te vas a quemar las alas! (El gallo rojo kikirikis de colores colgó por todo el ocaso). —Te vas a quemar las alas!! (Y con su espuela escarlata le dio una embestida al día rematándolo en el agua). —jLas alas, salva las alas!!! 42 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 54 La sirena del barco holandés desinfló el caracol de una escalera. Babel de vientos marinos, su tuerca: nadir en el agua y zenit en la luna nueva. Cuando el ojo del aire herido se ennegrezca, vendrán por el pasamano a bañarse las estrellas. 55 Postigos de vidrio blanco parchean la tarde tensa. La corneta por el aire y por el agua la vela. Y si alguien me preguntara de los dos ¿con cuál te quedas? Yo siempre respondería: Que se borre la corneta. 56 Uno tras otro, saltaron cinco puentes aplaudiendo. Cinco pescaditos rubios. Cinco arco-iris pequeños. Uno tras otro, saltaron vestidos de torpederos. 57 Sobre el archivo de azules van dos fragatas uncidas. Atrás, el viento, sembrando a voleo las sonrisas. Van arando todo el mar. 43 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Confites de sal marina cuajarán almendros blancos y gaviotas descendidas. Desangrarán todo el mar. Y con tanta lona fina vestirán todas las barcas sin velas, de las orillas. 58 —Por mí... —Por mí... —Por mí... gritaron todos los caminos del mar. (Los remos zanquilargos aventaban lunas caídas y meridianos de colores). —Por mí. —Por mí. —Por mí... volvieron a gritar. (El silenció floreció en un pairo de remos). Las voces se pusieron a escuchar. —Por mí! La luna era todo el mar. 59 Cuatro arbolitos de humo en el hachazo del cielo llenan de hojarasca gris la carne veloz del viento. Las olas calzan vestidos de azul ronco de bombero y atropellándose van a bordadas mar adentro. 44 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Las espumas, en la orilla, están repicando a fuego. Y en el pubis de la arena todos los barcos en seco. 60 Ola morena, duna salada, ¿qué sol de amanecer cortó tu amarra? La quilla de una barca. Cerro moreno, grupa salada, ¿de qué seno copiaste tu curva alabeadá? Del seno de una barca. Cumbre morena, carne salada, ¿quién fue tu profesora para borrar distancias? La vela de una barca. Carne morena, cadera guapa, tú que tanto corres ¿qué te falta? El beso de una playa. 61 Brisa anegada de colores que descarrilas vagones de sal y suenas caracolas en la melena azul. Deja las solapas de arena y entra en la concha blanca. Y jugaremos a los novios, niña salada de cabellos frescos. 45 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 62 Encías achampanadas sorbiendo tónicos de oro y litorales pastando. Semen de sístole y diástole arrullador de la cuna delgada del aire blanco. Blancas encías del mar lavando playas morenas, o almidonando los tórax de los cantiles anclados. Finos volantes del mar bajo los soles amargos. 63 Bombonera del mar: papel de elegancia con crema de orquesta en el centro. Las gimnastas bielas en su chismorreo rápido de acero. La batuta inmóvil de las palanquetas. Las fornicaciones ágiles del émbolo. Y la estrella loca ventilando mares con sus cuatro dedos. Políglota jazz-band repicando a turismo en la cinta de un nervio. Bombonera del mar en el estuche azul del püerto. 64 La raqueta de una vela blocó el balón de la brisa. Un trozo se cayó al mar y se partió en mil sonrisas. 46 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 —Vira prontito en redondo, patrón de velas latinas, que yo pagaré en ginebra cada sarta de sonrisas. 65 A Félix Poggio y Lorenzo El marinero tenía lleno de salitre el pecho. Por eso como ninguno tanto corría el velero. Una novia en Buenos Aires después tuvo el marinero. Por eso tanto corría hacia América el velero. El marinerito tuvo una novia en cada puerto. Por eso tanto las calmas caían sobre el velero. 66 A José Antonio Rojas, Carpintero de playas volantes. Un áncora de sal en el correcto smoking de tu playa, gardenia de tres puntas para recepciones de marino en casa. En los travesaños de tus dedos salta un mar de caracolas nacientes y naranjas de vidrio derribadas de soles infantiles. La yema de tu voz, en el ovario de una ola, fué un brote iluminado que apadrinó un delfín. Un brote que a la sombra de una gardenia sorbe la naranja del sol. Dale una estrella de prisa por espada y una coraza de viento en sazón. Y todos los mapas tendrán un meridiano universal. 47 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 67 La tarde estaba sentada con su sombrilla de seda en la arena de la playa. El sol le hablaba de amores. La tarde no contestaba. • Una barquilla le dijo: —Contigo, ¡ qué dulce el agua! Y todo el mar fue de azúcar. 68 El mar sería más mío si lo tuviera más lejos. Odres que cierran nostalgias son pañuelitos al viento. 69 Con cuatro paquebotes ingleses, tres barcos alemanes, dos suecos y una bric-barca americana se ha desayunado el puerto. El aire tiene mutismos influenciados por extranjeros. Van explorando los rompeolas los grober-trotter de los cangrejos. Hay olas ¡adíes. Olas dames. Olas frauen. Negros que al sonreír sale la luna. El muelle, con su pose de tiros largos. Hombres sabor canela, con nidos de ponientes y albas cuadradas. Y el mar, a tono, charlestones y más charlestones bien ceñido a las curvas de las barcas. 48 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 70 Navegar. Navegar. Navegar. Enhebrar en los ojos todos los horizontes de la mar. Navegar. Navegar. Tener un muestrario de todas las olas del mar. Navegar. Ser, liquen hinchado de mar en el mar. Navegar. Navegar. Navegar. 49 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 TRANSPARENCIAS FUGADAS [1934] © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 ENTRONQUE LÍRICO .DE TRANSPARENCIAS FUGADAS Poema núm. 7 * Esta racha de viento que a mí llega acaso fuera silbo en las gráciles jarcias de una nave. O sonrisa plegándose en el ojo acuoso y abierto de un estanque. O corcel embridado de una nube. O carne melodiosa de un oboe. O quién sabe, quién sabe y fue un suspiro, que ha venido rodando por el aire. ENTRONQUE INTELECTUAL DE TRANSPARENCIAS FUGADAS Estas «transparencias fugadas» son los poemas del aire en movi miento. Variaciones sobre un motivo temático, agradable a lo concre to y a lo abstracto, motivo temático que presta unidad a este cuader nillo poético, y que vuelve la espalda, por tanto, al sistema mosaísta de los libros abigarrados. Independientemente de su caudal lírico, estos poemas fueron con cebidos en una isla que nada tiene de geográfica —influida por el retorno de la abstracción—, de aquí el elegir el tema del aire, situado en el equilibrio exacto de dos zonas en flujo y reflujo permanente. Por otra parte, el aire tiene en estos poemas un carácter fáustico, insaciable de distancias hondas, ajeno a la definición del viento. Algún poema se remata buscando fuera del sí mismo del aire un efecto lírico. Resulta ello así por no ser los planos, de época y de tiempo, en que se limitan estos versos, de inquietudes idénticas, y hubiera sido una insinceridad pretender estatificar lo que biológica y esencialmente es dinámico. * De Líquenes, Santa Cruz de Tenerife, 1928. 53 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 1 El aire entraba en mí sin encontrarme. En el globo cautivo de mi pecho me contaba las islas invernadas, las agudas piteras, los barrancos, los desmandados mares sin adioses. Y persiguió los pozos de las venas, las galerías de los instintos, las puertas de las cámaras vitales. Y se marchó de mí sin encontrarme. Yo me hallaba tan hondo y tan espejo que era invisible al aire. 2 Fugado de algún témpano de hielo desniveló silencios y lejanías de aguas. Avalancha sin meta, todo el ámbito es cuerpo —cuerpo tuyo—, sin recordar talón de frío y hielo. Soltándote y queriéndote asirte, violas trenes y velas. Y te trasmites, sin destino, ignorándote, telegrama demente, saltando a piola cordilleras vivas, hasta caer —rendidos los tendones— en el parado techo de los mares. 3 ¿Por qué cristales fríos miró el viento aquel sueño? Estaban cerradas las vidrieras, el tic tac del reloj, los góticos cardones ylas sin pesadillas islas de sal. Era imposible el enhebrar un soplo para un blanco espionaje. Y sin embargo —oh viento informe ayer— ordenas tus espejos transeúntes en el curvo recuerdo —cultura ya naciente en los aviones— de unos robados senos entrevistos. 54 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 4 Rompió la noche el freno y se salió del mundo. Sólo, el aire a los labios: colectivo desdén de lo selecto. Las montañas se alejan —adiós, adiós— por simas de vacíos. Los silencios se asoman —duérmanse ya, chiquitos— a ventanas sin fondo ni paisajes. Fuga la piedra su cordial fijeza. Ceden las olas, los valles, los minutos. Lo ausente es más ausente que a mis ojos los ojos. Yo estoy dentro de nadie. 5 Viaja el viento sin equipaje y sin carnet de identidad. Sólo un pijama de cristal. Y sin recuerdo, 4e cuando fue sirena de navío, bocina de automóvil o suspiro. Blanca mudez total. Kodac ciego. Contraseña del frío. Por la hondura del agua huye su entierro. 6 Movió la estrella su testuz. Duro cristal en marcha nutrió la lejanía. Aluvión invisible —sueño de espacio entero—. Y anduvo —envidia de caballos de caña—, coronel desbocado. Mas no se supo su sinfín preciso. De no se sabe dónde, retorna, lebrel envejecido. Se aprieta a mi balcón y se lamina su senectud de joven marinero. 55 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Se arquea, salta, aúlla, desvelado. Y le apago la luz para que duerma. 7 Espuela de la prisa, se olvidó de los puntos cardinales. Siempre, timón de altura, almirante de siglos y de nubes. Y has de morir con los patines puestos sin más testigos que tus propios brazos. 8 No quiso el viento apadrinar su invierno. Aire y frío era el orbe: plástica imagen de la nieve. Y fué sembrando voces a su paso. Sin la nieve ni el frío. Sólo y consigo, con sí mismo, el viento. Y hubo un rapto de sienes, de globos y de jarcias. Desnudas quedamos las cosas. Y ya somos reductos transparentes. 9 Ni llegas. Ni te vas. Ni estás preente. Por dentro de ti mismo organizas tus fugas, tus pájaros, - tus juegos de ajedrez con las arenas. Y siempre de pie sobre tus hombros, asomado al alféizar de tu cuerpo, • recorriendo tus músculos, tus bielas, sin irte, sin llegar, sin detenerte. Y sin saber que todos los espejos han preparado un lecho a tu fatiga. lo Por hallar el perfil de su absoluto fué deshojando de su flor cerrada los blancos albornoces, la amistad de la lluvia, sus gemidos. 56 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Y podó más aún. Podó su historia, sus nervios y sus costas, los rumores, su voluntad redonda y los paseos. Y tan en vilo libertó sus ansias que su desnuda sombra ya podría vivir entre dos olas sin mojarse. 11 Llamaba por sus sienes, y sus sienes, heridas por campanas y cuchillos, buscaron un islote a su destierro. Las últimas guaridas de los bosques, los lentos corredores, los basaltos, nadie le dio la huella de un latido. Sólo después de barajar sus sedas oyó como unas sienes murmuraban en la concha de nácar de su frente. Y era tan sólo el eco de su ausencia. 12 Ni las geometrías estiradas. Ni los parques que llueven sus niveles junto a la voluntad de las escarchas. Ni las calles sinnúmero ni nombres. Nada es en ti perenne: sólo un juego. de abecedarios de mortales saltos con tus arquitecturas oscilantes. Y al entrar por los ojos de los puentes, truecas tus fugitivas construcciones en un agravio de cristales rotos. 13 Poco a poco me iba suprimiendo el calor de las manós. Y las venas, en un lleno de mármoles y agujas, ‘apagaron los dulces ademanes. Sólo un resto salvado del naufragio: dos guijarros de luna que alargaron mis brazos hasta el suelo sollozando mudeces, y en espera de las hurtadas savias que hagan mías estas manos que ahora desconozco. 57 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 14 No lo saben tus selvas de trapecios. Ni tus juegos de fuerzas que transportan un sistema arterial de radiogramas. Ni tus nortes, tus sures, tus oestes. Pero la mar y yo bien lo sabemos. Eras —sí que lo eras— con los mandos a la deriva, un salmar fundido que matabas de celos las gaviotas encabritando ráfagas vivientes. 15 Y sin decir adiós. Sin que las hojas que a tus sólidos vidrios se ofrecían lograran distraerte en el empeño de remover distancias. Indiferente a todo, proseguías, calzado con tus botas de cien leguas, repasando tus grutas, tus vilanos, tus libres soledades verticales, sordo a tus pasos, ciego a tu deseo, como si recordaras de una cita y hubieses olvidado sitio y hora. 16 Único y sin fronteras. Compacto eséalador de diáfanas planicies que comienzan en ti y en ti terminan sin que comiencen ni terminen nunca. Aduanero de paz que ruborizas la feria de colores de los mapas y l’alta diplomacia de los soles. Tan solidario siempre. Y tan igual en tu imperio de alados celuloides, sin problemas raciales que dividan tu universal desvelo de ser uno frente a los continentes disgregados. Ahora sí que puedes encontrarme en los primeros planos de tu insomnio. 58 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 17 Sí. Este ir y venir, sincronizado al tiempo y al espacio. Esta conducta de tornillo sin fin. Este trasiego de ti por ti y por todos los cuadrantes. Este mudar sin término ni espera —aquí no poso, más allá no descanso— teoriza el impulso permanente de disolver el nudo de amatistas que llevan en sus dedos los obispos. 18 Creyéndote perdido, te buscabas. Inestables patrullas de huracanes registraban los llantos de los niños, los sótanos del agua y de la noche, entre gritos de faros y sextantes. Y corrían contigo y tú con ellos. Y se iban sin irse. Y sus retornos çiavaban en tus lúcidas solapas la risa circular de los molinos. Y tú, fuera de ti, sin conocerte, a cuesta con tus vahos de diamante por tus pendientes de montaña rusa. 19 Rompiendo los cristales de mis ojos entraste al asalto en mis ausencias. Caracol de suspiros y de alas, me fuiste caminando gota a gota los delgados senderos interiores. ¡ Qué anegado desorden! ¡ Cuántas puertas abren a tu evasión mis laberintos! Y tú rodando siempre a contratiempo, sin oírme, de espaldas a las horas, ceñido a mis castillos en el aire. Y así estoy, en el atrio de mi cuerpo, velando tus vigilias espectrales, de pie en un mundo de palabras huecas, más tuyo ya que el rostro de una fuente. 59 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 20 Siempre te sobras a tu sed. Si llegas a tus finales cercos de rompientes, de tu abombado pecho se desdoblan manantiales que corren con tu imagen. Y nunca te limitas ni te bastas. 21 Un delirio de órbitas y fusas te amotina el huir de los cabellos. Te alborota los labios desangrados. Te descuelga los hombros. Te deshace los yesos de los huesos. Te deslinda los cuencos de las manos. Te violenta tus anchas teorías de columpios, como si por tus pliegues transitase un alud boreal de porcelana. 22 Ni a la voz de la sombra del recuerdo. Ni frente a las piteras ni a las islas. Ni sobre los tirantes ventisqueros se detendrá un instante la mirada que te humedece todos los rincones. Un destino veloz signa tu frente. Y has de seguir así. Tus bisturíes afilarán las torres y las cumbres, •las aguas de la mar y las esquinas. Y se hincarán tan hondo en tus espejos que han de sangrarte nieve los costados. 60 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 LA RODILLA EN EL AGUA [1934-1935 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 PRÓLOGO La isla —esa porción de tierra rodeada de agua por todas partes— ha sido definida en función del mar. El mar, que ciñe a la isla de cintura abajo solamente. Pero ¿quién ha visto su mitad sumergida? Los declives inmersos abren al mito las puertas de las posibilidades poéticas. Y así, la isla puede tener bajo las aguas una larga cola de sirena. O puede ser el seno de una deidad marina. O la campana que doblará un día por todos los ahogados. Sin embargo, todas estas defi niciones no son ciertamente la isla, en su concreto estar, sino unas imágenes quese salen de ella, apoyándose en la parte sumergida que el agua vela misteriosa. Es su emergente roca solitaria lo que la isla afir ma con su aislamiento, con su quietud, con su redondeada firmeza, frente a todos los movimientos circundantes. Se mueve el agua, el aire, el fuego, la luz, las nubes. Todo menos la isla, sola e inmóvil, llena de su destino, cerrada bajo las llaves de su propia seguridad. La isla es lo arquitectónico en medio de lo musical. Esta definición es la que nutre este poema. Poema de la piedra sedentaria, concebida en su presente puro, en su clásica lección de exactitudes. Por eso esta ínsula no tiene historia. Es, esencialmente, geografía. A esta concepción geométrica habría que corresponder un alma elemental, despojada de lo pintores co, del color, del hombre mismo, en fusionada unidad con la masa rocosa, Pero solamente con su porción emergida, pues la isla no tiene sino la rodilla en el agua. Este poema, aunque escrito en Tenerife en una época de mi vida (1934-35) enamorada de la geografia y de las formas que pesan, con viene a todas las islas habidas y por haber. Liberta de sus coordenadas de longitud y latitud, se queda más sola, más suya, más desnuda, para hablar a todas las demás islas del mar sin que la equivoquen nombres, fechas ni sucesos, quedándose solamente con su quietud frente al movi miento, que es la esencia y presencia de todas sus hermanas insulares. P.G.C. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 ORÍGENES Un circuito de bocas hizo brotar la chispa en el aire moreno. Oh, qué beso incendiado! Frenéticas, las llamas, de pie sobre sí mismas, ascendían al rostro de la altura. Despavoridos cielos huían con sus lágrimas a cuestas y huracanes de días y de noches extraviaron sus arpas. Tú nada sabes, isla, casco de ángel caído, en rebelión ayer, hoy confinado monólogo de roca en este vivir nuevo de mar, y cielo, y soledad despierta. ¡CUIDADO! No, al cielo, no; mira a los mares. Ni a los mares tampoco, no, tampoco. Lastra tus piedras hondo; Que no puedan intuir la emergencia de los vuelos, de subir y bajar. Que nunca aprendan a conjugar los verbos trashumantes. Apagado el otoño y sus señales, —ya dura almendra, ya callada nieve— el pico bajo el ala de tus rocas, sé más pesada aún que tu destino. 65 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 DESCONFÍA TAMBIÉN Y antes de abrir los ojos a los mares repasa tus rincones: que se basten. Diamante toda o jugarán contigo desde fuera de ti tus negaciones. Todo es un colibrí de frenesíes. Te niega el aire, el mar, la roca misma que se abre el barranco de las venas. Te niegas tú si mueves las palancas del corazón del río, si te abrigas con un vuelo de pájaros, si tratas de levantar las puntas de tus dedos. El límite es tu amor, tu pensamiento. Amor y pensamiento: lo preciso para que tu desierto esté habitado. TU MÁXIMA AMENAZA Sí, el viento es tu enemigo. ¡Cómo no lo conoces! En sus manos —rumor de luna, de silencio y agua— trae otros rumbos que hurtarán el tuyo. Si acaso lo• presientes en sus rizos refuerza con tus bíceps ls entradas de las ocultas sienes del olvido, y pon de santo y seña en tus laderas la aleonada idea de ese «nunca» de que estás hecha tú: tu yo indomable, hecho de un duro corazón sin llanto, venas de lava y pies de desafío. CONÓCETE A TI MISMA Tú no tienes historia ni desvelos. Nada, nada anterior a ti. Ni el fuego. Ni el lamer de los mares. Ni tu ‘origen de beso ardiendo y piedra derretida. Nada, nada anterior. Ningún recuerdo. Por sobre de la rosa de las aguas tú eres geografía solamente. TU REBELDÍA Todo gira alrededor de tus hombros. Todo se eleva en zarabanda viva, 66 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 en vilo, en vuelo, en ascensión, en muerte. Y tú, firme en la estrella de tu centro. Sin ansias. Por ser todas tus ansias la total rigidez que te define. ASÍ TE VEN Llegó la luz clavando sus puñales al rojo vivo sobre el mar. Los viste. Comenzaron a verte. En la mañana tus barrancos te fueron revelados. Ni una mano siquiera se levantó más alta que tu cuerpo. A ras de tierra y lava, sin salirte de ti, sin desprenderte ni entrar en los objetos circundantes, mirabas impasible la hemorragia del mar por sus arterias de corales. Pasaron otras islas, otros sueños, los desiertos con alas, los estíos, sonriendo a tu frente pensativa. Y todos te aprendieron en tu gesto de mirar sobre el hombro las distancias desde una virgen soledad de cumbres. QUIEN NO ERES TÚ Vuelta la espalda al diálogo, sin puertas ni troneras, celosa contra todos, a tus propios basaltos abrazada. Y el mar a las rodillas. Reconoces que tú no eres ya él por la sustancia dinámica que lleva entre sus olas. No por sus aguas ni su azul vestido. No por su sed de sal y de alga viva. Sólo porque se mueve eternamente puliendo el caracol de tu dureza. RAZÓN DE HUMILDAD Tan sólo tú eres clara en lo que quieres. Tu color es el único que sabes. Y hay para ti un idioma: el de la piedra. Fuera de ti lo desconoces todo. Te basta solamente lo que tienes. ¡Qué sencillez de mundo a la medida, 67 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 sin que la ausencia te desdoble y huya con la mitad de ti por esos mares! Todo, todo gravita tan pegado a tu propio existir, que identificas a tu presencia el universo entero, isla de ayer, de hoy y de mañana, razón de piedra en el amor anclada. VARADA EN TU VENTURA ¡Qué dulce intimidad es esa tuya de sentirte total y estar contigo! Y nadie como tú. Los astros mismos huyeron hacia el cielo su eminencia por temor al naufragio. El pez de plata —y tú nunca sabrás que el pez existe— no es feliz en su azul y sueña en vidrios. Todo es aspiración, ímpetu y flecha, alma de pluma y éxodo de arena. Pero la piedra es piedra solamente, dueña de sí, segura en la firmeza de ser y estar en su ordenado sitio. ETERNIDAD DESNUDA Despejada la incógnita del tiempo, porvenir para ti no tiene nombre. Siendo tú, eres lo exacto. Y andas, lenta; pero sin horas, sin minutos que midan tu casco silencioso, tu enquistado cariño sin meses ni estaciones. Ni sombra tienes que te rapte el cuerpo. Entregada a su masa permanente, la roca goza un paraíso eterno. DISCIPLINADO EMPEÑO DE TI MISMA La ley es para ti el acantilado. El cálculo, la norma, el precipicio, tu única armonía. Tu amor, amor de ángulo y compás. Más allá de tu suerte no es la isla. Ni un ventanal abierto. Con tus libros al día. Sin un anti. En tu geometría no hay dialéctica. Sólo una arteria, una compacta masa. Un principio, un axioma sin variantes. Sólo tienes un nombre y una pauta. 68 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 HIJA DE TU EXISTIR Mirando siempre adentro, imantada hacia el poio de ti misma, resuelta a ser razón indiscutible, voz auroral y corazón de acero. Y así nada te falta ni te sobra. Tus galerías dan el mismo signo: un nido de horizontes donde duerme en despoblada soledad tu mole. Tú misma, mar. Domada por el freno de la roca, estrella y teoría. Tan serena que serás una y siempre en tu infinito vivir de siglos de tu actual figura. ARQUITECTURA DE TU PENSAR Tu lenguaje es de tactos. Tu equilibrio, el beso frío que se dan los bloques de tu sopor tras la compacta frente. Ver para ti es tentarte en tu resumen. Te hablas solamente si te tocas. Pulir tus cantos, ensamblando aristas, es tu pensar. Y así son tus palabras labradas piedras cuyas sienes duermen de las tres dimensiones en la cuna. UN POCO HUMANIZADA De tu raíz de anquilosado sueño trepa la enredadera de tus cantiles mozos. Se asoman en el agua y en el aire, de pie en sí mismos, emergiendo duros, como mineros recostados en las anchas caderas de un siniestro. Sin respirar recogen sus antenas sensibles, sus trabajados músculos caídos en los lutos verticales de sus pupilas ciegas, escuchando el silencio que la sombra prende con alfileres a sus rostros. Y son de tan vitales tan humanos que la roca parece va a romperse en grietas de sollozos y palabras. 69 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 TU SECRETO A VOCES Pero tú no te sales del reducto de tu círculo grave. El mar te lanza sus auroras de conchas. Te flamea sus encajes de tierna sal. Te incita con vidrios animados. Su elocuencia con ademanes de agua se modula definiendo las olas más exactas. En vano que te tienten sus sirenas. Todo inútil. La fuerza del mutismo de tu puño apretado no se abre con las llaves delirantes de quien no sabe de geometría. PERO... Ningún «ábrete sésamo» descalzará los pies de tus enigmas. Un llanto de ganzúas y sopletes corre por tus mejillas su derrota sin hallar en tu gesto congelado calor de bienvenida. Esfinge de cartón, voz apagada al temblor de las lágrimas ajenas: la oscura vena de tus sienes guarda un silencio de caja de caudales. BIOGRAFÍA MÚLTIPLE Tú misma un día escribirás tu historia. Islas que tienen de coral el beso y las raíces, pirámides de sombra y nidos de volcanes, te dibujan —gemelas de tus altos miradores— en cartas ausentadas de tus ojos, que pulsan el insomnio de las velas. Son imágenes tuyas, anagramas de soledad de boca sin amante, maduras de esperar, madres de mitos con ángeles tatuados y tambores, fieles viñetas de tu biografía. AISLOTAMIENTO Piedra tiranizada en el intento de esbozo de campana, en cuyos bordes -7n © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 se cogen tus caderas de la mano, jugando al corro tus crispados pliegues sobre las catedrales sumergidas. La cámara del aire transparenta el nudismo integral de tus veriles, de tu trompo al revés, que desordena los torsos de las olas en quejumbres. Sin alas no hay rumor ni vibraciones, y por ti no palpita ni una vena, oh corazón varado en las orillas de la luna de’ mármol del silencio. SEGURIDAD DE TI Todo está en ti al alcance de tu sueño. Al sur de tus umbrales, un desierto de ímpetus: las mil norias que en los hombros del aire giran sus ebrios gestos y evadidas alas. Y tú, único oasis, cangilón minera! parapetado en un alba de fuerzas y vigores, dueño de ti, seguro de saberte baluarte, cima, caracol y faro de tus compactas olas detenidas allí donde te palpas todo el pecho. DE CÓMO ESTÁS EN MÍ, Te me vas escapando poco a poco de mi cielo, isla. Más isla y sola al tic tac con que ahora te desnudo. Hasta yo mismo que jugué contigo a ser explorador por las dos niñas de mis ojos, aprendiendo vertientes donde se me caían las miradas, me voy tornando como tú, una isla, que hiela sus nostalgias con delfines y derrumba los valles del latido, emigrando de mí para encontrarme en la desnuda soledad que pueblas. ESPEJO DE TI MISMA Donde quiera que fijes tu semblante tropiezas con ti misma, con los muros 71 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 que te recuerdan el estrecho lazo que te rodea, con el insobornable desvelo de tus proas y tus vértices, con la luna de miel de tu silencio frente a las tentaciones de la huida. Y en un amor de inercias y de pairos elevas de tu tienda de campaña el cono estéril donde supo un día abrirse las arterias el olvido. SIN NOSTALGIA NI AYER Tú no tienes infancia. La mirada hacia las cumbres rotas del pasado regresa actual a ti, firme en tu ahora, intacta de los sietes que sollozan las púas del zarzal de la nostalgia. Ni caballos de caña ni muñecas. Ni nebulosas ni árboles frutales. Tú siempre estás en ti, en tu presente de infinitivo puro, sin la ojera de la noche anterior, sin la mejilla donde amanece el beso desbordado. Sola, ahí, en tu equilibrio, marginada de las inmigraciones espectrales. Aliento tuyo, de ti hasta ti, en punta, sin dimensión, sin rosa de los vientos, atravesadá en medio de tu vida. INIMITABLE CONCHA DE TI MISMA No. Ni el agua ni el aire. Ni tampoco en el eco, la sombra ni el suspiro. En nada que no seas tú, tú misma en carne de tu piedra, en tus tejidos de basalto y lava, puedes vivir sin dejar de ser tú, sin anularte. Todas las invenciones pasajeras del agua que te piensa en sus reflejos, del aire que se ahueca a tus modales, son falsos nombres tuyos, represalias, láminas que no caben en tu libro. Tú sólo puedes ser la misma que eres: turgente seno, caracol en contra de todas las planicies que se ausentan. 72 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 TU LOZANÍA Como ellos, tus átomos. Se quieren en tu peso, en tu volumen. Aman por toneladas verdaderas. Y nunca se enajenan sus aristas ni tiemblan sus soportes sumergidos ni se abren los capullos de sus vértices. Dentro de ti, primor y suficiencia. Detenida en un alto de ternura se fragua tu cariño. Y es tan lento que dejarás de amar cuando se rompa ese reloj parado que te llena las descansadas celdas de tu masa. EN TU ALEGRÍA ESTÁS En mitad de la frente de los días tu gran pedrada, isla, destroza porcelanas y cristales, permaneciendo en ti, recién clavada flecha de sinrazón sobre los mares. Y así hiendes los siglos en sus cráneos de pajaritas de papel y sellas con tu fotografía los espejos que se sueñan tenerte ya raptada. Pero esa no eres tú, la imaginaria San Borondón. Eres la que se aprieta con todos los caminos la cintura. La que nunca se sale de sí misma aun siendo altivo barandal de mares. La que todo lo eleva a plenitudes en olvido de espumas y luceros. Esa que se soporta sin angustia en mitad de la frente de los días. FIDELIDAD DE ROCA Y por ser tuya no serás de nadie. Tú misma, elogio vuelto a ti. Tú misma, abrazo que se halló fosilizado de la acción de abrazar en el recinto. Contrapolo del río, de los radios del aire trasvasado por la fuga del errante destierro de sus nácares. Y gozarte hasta allí donde te sientes, únicamente tú, tu cero exacto, 73 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 sin la porosa filtración ajena. Comenzando tu atmósfera en el tajo que te remite al centro de ti misma. TODO LO TUYO ES ORDEN Nada es en ti lejano. Tus recuerdos no sobrepasan nunca las fronteras y son vasallos fieles que se funden al modo de dormir de tus colinas. No se apartan de ti. Son como aludes, derramados por todo tu albedrío, que aprietan más el nudo que en tu vida te hiciste con montañas sin amores. Y como tus recuerdos, tu ternura, ese tu acento de paloma o ángel, tu instinto de atalaya, tus deseos de estar realizada en tus declives, tu voluntad de ser tu propia presa, de encerrarte contigo en tu regazo y de que las distancias te adivinen ángel espectador de alas plegadas en la orilla final del movimiento. TÚ YA VIENES DE VUELTA En tus lindes quedaron los rumores de viento y mar. Almena sin respuesta a los rizos de sedas transeúntes, al vivir musical de las sonrisas, sólo entiendes de idiomas a pie firme. Y tú les marcas el final de sus mundos. Su imposible de más allá. Y ordenas un misterio donde chocan los ríos en desorden de su raudo caudal de frenesíes. Sólo presienten donde empiezas tú, su cautiverio y tu jardín cerrado, impenetrable al humo y la quimera. Tan sólo tú te sabes, te proclamas ante tu propio peso y tu volumen. Y te vas a ti misma, tuya y cierta, reposando a lo largo de tus sienes. 74 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 PARAÍSO DE AZAR Te sirves a ti misma de almohada, de lecho, de sepulcro, de guarida, de mano yerta cuyo frío hiela los duros labios que el besar ignoran. Sin cuerda, la caricia y los desdenes. Tus auroras, sin pulso. Posada en tu tamaño tu presencia, en oración tus últimas esquinas y en éxtasis tu tiempo lapidado. Y hasta el azar sostienes en tus dientes como una arista más, como una presa que se llama a sí misma con tu nombre. MATERNAL EN TU QUIETUD Estando junto a ti todo se olvida, amada de verdad, consoladora del ansia y de la espina. De la espina del ansia que desclavas con mirarnos. Y nos haces a ti, nos dejas sitio para pensarte un poco como eres, zumos de tu limón, nimbos, cadenas, espejos que no sienten un paisaje de luz, de aire, que a su vez no sea luz de ti misma y aire de tu luz. Luz en el aire, pero seca, dura, destilada de todo movimiento, que nos apaga, que nos deja, fijos, al margen de la orilla del deseo, salvados ya del resonar de sangre que corre por el labio y por la frente del pájaro y del pez que hay en nosotros. SERENA ES COMO ERES Sí, tú eres la palabra de ti misma que a cuestas con tus frías soledades te dormiste de pie sobre la forma de un pregón vertical de surtidores. Esa palabra de cemento y hierro, pero de piedra, pero ensimismada, que, ya en ti sumergida, se levanta con los ojos cerrados de una ola que se repliega, musical, el fruto. Y estás ahí con tu presencia viva, 75 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 viva por tan presente y por tan sola, viva de estar’ viviendo tu reposo, tu difícil vivir inimitable. Si el pájaro te envidia, se destruye la cuchilla del ala y se diseca. Y árbol y leño son la misma cosa, como nube, verano, sombra o niño: distancia la más corta entre lo yerto y el temblor que se afirma en el latido. Y así te estás oyendo en tu tamaño, cautiva, sin huirte a tu destino, con el sueño enyesado de una estatua al borde de un decir de golondrina. EL CAMINO HACIA TI Que no te busquen en la hoja verde ni en el grito de barro de los hombres ni en el sueño de una gota de sangre ni en el más leve, altísimo aleteo de los bucles del aire desbordado. Completa pesa ya tu pesadumbre, sola en tu ser, sustancia de tu sorbo de piedra, y que se abraza a ti debajo de la frente de ese invierno que heló las garras de sus propios lobos. COMO ES TU GOZO Los verbos desconocen ese tiempo que es anterior y posterior a todo. Tiempo en que tú naciste sin nacer, cuando el agua y el cielo de tan cerca tenían en proyecto el horizonte. Cuando el silencio va a romper en grito sin dejar de ser grito y ser silencio. Y el ala es ala ya y aún no vuela. Y el mar, siendo ya mar, no ha comenzado a mover el diafragma de los aires. En ese instante de equilibrio puro, tú, isla, soledad, pájaro mío. TU VANIDAD NO EXISTE Como no ruedas, como ya estás hecha, y al decir «tú» ya tienes la defensa 76 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 • de ese «tú» que te abarca los extremos, tú, isla, no pregonas la secreta tendencia a lo redondo de las piedras ni ese mentido afán de los cristales a ordenarse en sistemas superiores, contra los acericos de la lluvia ni los picos del sol, que abren los poros donde baraja el viento los sonidos. Como no ruedas, como ya estás hecha, y cuerpo y alma son aquí la roca, y la roca es sumisa a su volumen, con tu perfecta sencillez te bastas. NUDO DE PERFECCIÓN Ser igual en la vida y en la muerte, en la mudez de un guante abandonado y en el decir de una pupila abierta, en el beso volado de una nube y en la conciencia de cristal de un río. Ser siempre para ti la misma cosa el mar dentro la jaula de unos dedos, que el dedo del destino entre dos libros,, que el coser y el cantar, que la tenaza que siente el pez cuando le enfría el aire. Todo está ya en tu gesto cotidiano, en el nidal del nido de tu nudo. Y quien toque tu piel toca al instante la mudez, el decir, la jaula, el río, todo tu yo, tu todo, la certeza de tu difícil sueño lapidado. VIDA INTERIOR TAN SÓLO También la estrella es una isla viva que desborda en el aire delantales de luz y de suspiros transparentes. Pero se mueve el cuerpo y las espinas, espinas como lanzas, como flechas, las venas libres de una sal que vibra más allá de la cúpula del cielo. Tiene un alma que vuela, que ilumina su propia intimidad desintegrada. Tú, no; tú ves llover desprendimientos, caer de arpas, sollozar cristales, géiseres invertidos descendiendo, sin que un guiño de vida sobresalte 77 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 tu inalterable corazón que siente dentro de sí la soledad gritando con el brazo del mar a la cintura. EN TU SAPIENCIA ÍNTIMA DESCANSAS Tallada ya, tallada eternamente en el beso del borde, en las orillas que aplastan hacia dentro tu sordera, el único sentido, tu anestesia de cuello mudo, del callar sabiendo que la geografía es el secreto que buscan las hormigas bajo tierra y las alas del viento por los nidos y los peces del día entre las olas. Tallada ya con el secreto a cuestas, secreto de la piedra hipnotizada• por sí misma, con menos pensamientos que una estrella de mar, en el olvido de todo amor de mitos y delfines, ciega de todo y de evidencia llena, como un proverbio que labró su concha allí donde la roca está en su casa. ISLA Y MUJER Hacia arriba tus días trepadores, tus prisas cenitales, tus montañas escaladoras de águilas y nubes. Hacia arriba tus cerros, con sus verdes esquelas, sus morenos ijares, sueltas en el viento rubio las bridas trinadoras de los pájaros. Hacia arriba tus valles atrevidos como si una gran mano los llevase desde la azul rodilla de las aguas hasta los altos muslos de tus nieves. Romería de piedra enamorada desde el mar a la cumbre. Esa es la isla, que recoge la falda de la espuma para ganar los áticos que vieron brotar del pecho virgen de la roca el silbo ardiente de un pezón de humo. Desde entonces tu sombra da la vuelta alrededor de cráteres lunares. Pero ahora que nos hemos encontrado, isla, madre, mujer, volcán, destino, ven a dormir tu soledad de siempre —oh amada de la noche y la distancia— en el tibio silencio de mis brazos. 78 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 LOS SENOS DE TINTA [1934] © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 plano inferior *, aislados entre sí como dos melodías gemelas, cons telados de burbujas de plata. Más abajo, el tronco, con los cinco círculos pulidos y mates, donde estuvieron los senos, los mus los y la cabeza. Al mismo nivel, más allá, las piernas depiladas, sin poros, formando aspas, en un intento de subir hasta el tron co decapitado, pegándose a él, en un deseo de ser molino de ha rinas de nácares y vidrios. Y así flotaba, sin llegar a la super ficie, siempre entre dos aguas. El mismo se sentía ascender el cuerpo, que desechando tendidas verticales, se concentraba en for mas redondas, cristalizándose en una esferoidal postura que cegara los cabos de sus extremidades a las cuchillas del frío, ahuyentándolas, para que no se atrincherasen en sus miembros sus acericos de alfile res, hostiles al goce que se iniciaba entre los pliegues de hiperestesia, frente a las orillas de sus ojos cerrados. Sirviéndole el recuerdo de ella de foco mágico, ordenaba su des cansada anatomía como una esfera armilar de intrincados zodiacos de lunares y vértebras, de desviados trópicos de músculos, de órbitas venosas ramificadas, equidistantes del centro invadido por su imagen, viva y silenciosa, como si quisiera proyectarse simultáneamente en cada célula el espectáculo jubiloso del cual era a la vez espectador, circo y multitud. Este ovillamiento de sus huesos y tejidos le trajo al ojal de la conciencia su obsesión por las formas redondas. La línea recta, lo mismo puesta en pie, que reclinada, que en desmayo absoluto, des prendía una sobria elegancia, un correcto empaque de alta escuela mundana. La curva era más plebeya. Pero también más acogedora y cordial, más dada a la amistad. Acaso las esferas rayaran en los lími tes de la obesidad por ser todas vientre, todas pecho abombado. Tal vez diesen la impresión de bolas de grasa. Pero no daban los desplan tes de los objetos encorsetados por líneas rectas, siempre de perfil, que no miraban nunca de frente, y que si miraban lo hacían a la manera de las rendijas, todas ojos, para hurtar el filamento de su corporeidad tras una larga sonrisa impecable. Cuando en sus paseos de islote solitario por la ciudad y por el * El original de Los senos de tinta se inicia aquí. Falta la primera hoja del texto mecanografiado. [N. del E.] 81 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 campo iban surgiendo las ambulantes perspectivas, las descomponía como si fuese en prisma en sus elementos integrales, recogiendo en sus ojos únicamente aquellos que pudieran identificarse con curvilí neas superficies y redondos volúmenes. Deambular por las calles era penoso. Su espíritu se angustiaba de los rieles amaestrados, de las aceras tan modosas, de las esquinas cortantes. Sólo algún chaflán cur vo, alguna cúpula remontada, le soslayaban íñtimas complacencias. En cambio, el campo, con sus paisajes abiertos, condecorados de mo linetas en sus combas planicies, en sus macizas colinas, le contagiaba de ondulaciones flexibles a cada paso. El aire mismo era alabeado, y al cruzar en su infinito trasiego de cristales, le llenaba las sienes de agua fría y la concha de sus oídos de modulaciones. Todo lo demás, lo conformado de duras aristas, se disolvía en una licuación unánime. Y así los paisajes .no se desangraban por las teorías de las puntas ergui das, conservándose siempre nuevos, anegados en sus propias savias. Las palabras mismas le producían el mismo efecto. Unas le daban dulzuras, le hacían fluir interiormente manantiales airosos, poniéndo le las islas, los cielos y los mares encajados dentro de sí en vibraciones acariciadoras. Otras palabras le secaban las fuentes vitales, le acarto naban sus movibles arenas. «Teoría» le movilizaba las capas del espí ritu, avanzando en gratas resonancias. «Serie» le llenaba de rigideces, le petrificaba sus pendulares movilidades psíquicas. Por esto su cuerpo, siguiendo aquella conducta que venía de zonas profundas de su ser, adoptaba en el lecho formas redondas, como para que no se escapasen sus pensamientos, llegando así a una sobre-saturación que le anillaba de finas laxitudes. Para que, también, no entrase ninguna hostigación del exterior que le escindiese la unidad tibia de aquel recuerdo de ella, injertándole figuraciones extrañas. Sumergido en aquel baño de maría que su sensibilidad segregaba en la habitación, pensó un momento en las conexiones psicológicas que ligan ese trasmundo vago e indeciso de la subconciencia con los detalles individuales de gustos, inclinaciones y repulsiones. Encontra ba razones lógicas entre sus tics, razones de orden primitivo, que los engarzaban míticamente en grupos afines, que arrastraban unos de otrós, comunicándoles un sellópersonal, unparentesco plástico, musi cal o impresionista. Le surgían de pronto recuerdos infantiles, trozos deformados de realidad, pedazos de sueños difusos, de los que no tenía conocimiento; pero que se hacían suyos al aflorar al campo vi sual de su conciencia, reconociéndolos a veces y otras intuyéndolos como pertenecientes a momentos anteriores. Una ráfaga silenciosa volvió aquella página, retornando a ella. En quistado en sí mismo en aquella celda de sí donde la guardaba, fuera del tiempo, situada en un espacio neutro, cortados todos los cables —al fin— que le insuflasen otro goce que el de ella, como si la noche enguatada quisiera aislarle del plañir de las tinieblas vivas, cometía el asesinato de desgajarle los hoyos del rostro, las conchas de las rodillas y las cápsulas de los senos. En estos tres vértices palpitaba toda ella. Sobre este trípode se alzaba su cariño. Estos datos bastaban para ha 82 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 cena existir. Mejor aún, eran los únicos, los suficientes, los exactos. En posesi5n ya de la presa, permanecía enervado, más muelle que un suspiro, en un sopor que le suspendía la corriente de las venas, le paralizaba el latir de las sienes, le apagaba el ritmo de su fisiología. Y con las venas prosternadas y las sienes orantes, oía su plástica desnu dez, concentrado, cortada la respiración, detenido el vuelo sobre una sima de sombra y silencio, inmóvil. Sus miembros estaban vacíos, in grávidos, en aquella postura grata a las recordaciones. Pero tenía la seguridad de que si en aquel instante hubiera querido colocarse de otra manera, todo su cuerpo crujiría, quebradizo, rompiéndose. Volvió una nueva experiencia anterior a encadenarse a esta sensación. Y se sustanció con los brotes de los helechos que tantas veces le distrajeron sus horas en el campo. Sus verdes embrionarios, hendidos por cir cunvoluciones, jugosas y blandas, como gusanos peludos, aparentaban docilidad a la distensión de fuerzas extrañas. Péro no era así. Sino un nudo de resistencias que se descoyuntaba al forzar sus apretados pal pos encogidos. Y ya dentro de sí, embarcado en ausencias, contemplando mar y cielo de recuerdos, comenzó a rodar por su pantalla imaginativa el marco de aquel día lleno de la nostalgia sensual de ella. Este día que ahora reproducía era más estilizado que el otro real, retocado como una fotografía a la que le hubieran corregido las luces violentas, los rui dos imprevistos, las voces interruptoras. Las blancas sábanas del lecho proyectaban, también, en aquella hora, no su cuerpo, sino una ima gen redonda de él, despojada de los sobresaltos e inquietudes que tenían las noches laborables, mal vestidas de sueño espeso, que le anegaban los laberintos interiores por donde ella pudiera venir a bus carlo, incitándole a recomponer arquitecturas vividas allá, en la otra isla, redonda también, donde se conocieron. ¿No influiría la geografía, aquel paisaje primario en esta su actual manera de ser? De las islas que formaban el archipiélago nativo, una tenía la for ma de un corazón, otra de un fémur, otra de una tortuga con la cabe za alargada. Sólo la suya era un círculo, una peonza sobre la flor viva del mar. Aquel día escribía el elogio de sus senos —ya había hecho el de sus rodillas y hoyuelos del rostro—. Senos melodiosos, en la escuela contigua, despoblada de chicos, frente a los bancos desiertos y las paredes enventanadas de mapas de colores como una cuadrada pompa de jabón amplificada. Sobre las cuartillas se iban enfilando las pala bras. Palabras en relieve, que se alzaban en la blanca llanura cons truyendo poco a poco dos colinas perladas en un valle de mármol. A veces, ellas, las palabras, no salían espontáneas. Se trababan en ocul tos zarzales de tormento, perdían trazos de sí mismas, o llegaban con desgarrones por donde escapaban sus turgencias, quedando sólo unas ringleras de odres vacíos, fláccidos, sobre el papel. Alzaba los ojos, paseándolos aquí y allá, clavándolos en el triedro de paredes y techos, en los bancos expectantes, en los mapas sin man 83 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 neros. Y mientras aguardaba palabras consistentes, abultadas, que ir amontonando en aquellas exquisitas edificaciones lejanas, la atención se le entrometía por intrincadas grietas, extrayendo ideas y represen taciones de fisonomías arbitrarias, que se le aferraban a la garganta, balbuceándolas para evitar la asfixia. Entonces, al oírse su voz, retor naba de aquellas fugas por cielos de peligro y túneles sin señales, y se intimidaba pensando si de aquel banco donde se sentaba —donde saltaba— aquel chico detonante apodado «Fosforito», surgiera su perso nilla nerviosa, agitada por eléctricos sobresaltos, y le asestase aquella su flecha pícara y burlona, que disparaba, simultánea, los resortes de su rostro. Pensó que esta respuesta del banco a su mirada le era hostil. Que los objetos le irradiaban representaciones enemigas a su deseo. Las persianas le miraban con los ceños de sus travesaños, hoscamente. Volvió la cabeza. Un mapamundi abrió sus dos círculos verdosos en un lago azul. Sí, aquellas formas redondas le acordaron su angustia. Aquéllas no le combatían como los bancos, como las persianas. Le tiraban besos volados con sus manos y labios de colores. Y el mapa mundi le extrajo de su pozo sin orientación otros días que la distan cia empequeñecían, anegados de luces infantiles, en que viajaban sus ojos y, enjaulados en ellos, sus ríos de sal, sus caballos de caña, sus trajes marineros, por aquel otro mapamundi de sus horas de - clase, cuando tenía por novias buenas sus libros de memoria. Italia era en tonces una pierna en actitud de chutar con la isla de Sicilia a la remo ta portería del estrecho de Gibraltar. La península escandinava unas fauces abiertas, amenazando engullirse el percebe de Dinamarca, so bre la crestería rocosa de Alemania. Africa, un tosco pistolón primiti vo. América del Norte, un tórax de hombros hombrunos y tamba leantes, ceñido por la cintura de avispa de la América Central, a las caderas con polizón de la del sur, que se afilaba hacia la Patagonia como un trompo que quisiera bailar en la blanca tarima de los hielos polares. El golfo de Méjico —regazo de América— un semillero de islas. En una de ellas, la que tenía la forma de una caracola rota, de un pabellón auditivo, que auscultase no sólo el corazón del mar, sino también el reflejo que los astros precipitan en sus caídas, nació ella, la disociada en senos, rodillas y hoyuelos. Así partía el continente feme nino de su cuerpo en islas apasionadas. ¿No era también el mapamun di, con sus dos cicatrices circulares, la huella de dos senos cercenados por un cuchillo de luna, a ras de un pecho de marinas esmeraldas momificadas? Confortado por aquella charla cordial con el mapamundi, volvió. nuevamente a pensar en ella. Pero la pluma, aquel tintero cuadrado, negros graznidos de un cuerpo de improperios, seguían mortificándo le. Y sus manos blancas, ejemplos de perfección, se mancharon de tinta en el costado de una yema, junto al cerco de la uña. Igual que si se hubiera sentido herido, agredido, alzó la ballesta de su brazo un alud de ira, descargándolo sobre la mesa, donde quedó clavado el cortapluma con una vibración de ala presa. El escribía entonces: «Cómo recuerdo tus senos adorables! Son dos hemisferios de un 84 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 mapamundi en relieve, que ocultan ríos de leche y sangre, que callan fuentes de besos en sus laderas, que esconden ciudades de táctiles sorpresas en sus colinas». ¡Una mancha de tinta! Por un instante relampagueó un temblor en sus manos recordadas. Y se apretó más a sí, se redondeó más, acurru cándose fuertemente. Sin embargo, el débil desnivel de abrigos dio paso a las agujetas del frío en las espaldas. Simultáneamente surgió aquella representación de sus manos hundidas en el agua helada del atardecer para borrar con su esponja transparente la mancha de tinta de su dedo. Todas estas recordaciones, al corporeizarlas, las desveía difusas, en un escenario sin fondo, bambalinas ni candilejás, a la in temperie casi, dentro de una bola de aire enrarecido, espesándose haçia la periferia. Y los objetos y su figura cobraban un sentido an tiespacial, ni grande ni pequeño, adivinándolas, e intuyendo sus equivalentes plásticos en una astralidad esmerilada. Siempre le ocu rría lo mismo. Cuanto más se esforzaba en plastificar los detalles con tenidos en sus horas vencidas, más se esfumaban en aquella vaga pe numbra aposentada en su conciencia. Aquel recuerdo del agua fría, al pasar ahora por sus sienes calien tes, le contagiaba de una deliciosa frescura que le hacía comprender el goce que han de experimentar los motores de explosión al circular por su red de arterias cristalinas refrigeraciones. Aquella mancha negra se resistía a dejarse vencer por el agua. En ese sistema de surcos insignificantes que son las puntas de los dedos, se hacía fuerte, penetrándolos con insistencia. Aquella mancha se hi zo piel, carne nueva, formando parte de su nieve orgánica, afirmando por contraste su albura y negándola con su negrez. ¡Sus manos man chadas! Accidente trivial, pero lleno de sentido. ¡Las manos! ¡Cuántas veces le asaltó la obsesión de que su vivir se transformaría en otro distinto de faltarle las manos! El mundo de la mecánica, lleno de fuerzas fatales, mugía sus articulaciones aceitosas, las rosas de aire de los volantes, las murmuraciones de sus aceros,sólo con que una mano estableciese un circuito, moviese una rueda o apretase un botón. Eran las caracolas del devenir en cuyas conchas vigilaban sus ángeles custo dios. Y aquella gota negra, gangrenosa, le agujereaba la carne. Sintió una repulsión instintiva casi cósmica, contra aquel bautismo de presa gios que se acumulaba en los ojos, cegándolos. Que se le derramaba en sus interiores departamentos, nube de tormenta con vientre de lluvia. Salió a la noche que llamaba a los cristales del balcón, alejando perfiles y fisonomías, picada de eléctricas luciérnagas. Y las tinieblas secaron su zozobra, quedándose —no supo qué tiempo— fuera de sí, como vasija al frío bajo las granulaciones de un cielo sin luna. Aque lla noche se soñó un’ pulpó en los fondos abisales del océano, en vuelto en la espesa borra que, como una nube, derramaba en sú de fensa. Y siguió recordándola. La oleada de miembros seccionados termi nó por desvanecerse, viéndola ahora como en otra noche, en la venta 85 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 na del jardín, después del baile de la tarde en el hotel veraniego, Arrinconados tras las luces tibias que caían sobre la última mesa llena de discos de gramola, los hoyuelos del rostro acuñaban su gracia al sonreírle. Y otra vez se ensambló esta tarde con otra, como obede ciendo a una involuntaria llamada de telegrafía sin hilos. Le llegó el parecer de que en lo subconciente no existe sucesión de días ni no ches. Ni tiempo ni espacio. Impresiones sólo, que se encadenan y se hacinan formando vivencias, que frotan sus superficies, madurándose, y saltan sobre sus resortes cuando los sentidos dejan filtrar hasta ellas espejismos reales o pensados, por los que se desmandan hacia nues tros ventanales despiertos. Los discos, llenos de surcos en espiral, sensibles a las agujas indomables, hacían oír sus secretos, ricos en tactos sonoros. ¿Qué canciones, qué melodías habrían de saltar de sus dedos, si un diafragma anduviese y desanduviese las rayas de sus ye mas? ¿Qué ruidos de sangre, qué voces de nervios suspirantes, qué mo dulaciones de contactos múltiples exhalarían todos los objetos por él tocados en los infinitos vuelos de sus ademanes náufragos, bajo la pre sión de un estilete? Unicamente presentía que un concierto de blancas concordias habría de escaparse de sus dedos, sin convertirse en can tinela de exactos trazos musicales. No un mecanismo: un organismo dotado de autodeterminaciones. Compadecía aquellas columnas de discos que en el potro del tormento del plato giratorio insistían,como condenados a muerte por un delito inexistente, en repetir sus moti vos, gritando la inocencia de sus ritmos, al sentir en sus pechos la punta de un puñal de un verdugo de acero, empeñado en arrancarles una confesión de culpabilidad. Tal vez por esto no quiso bailar. En el piso del salón los mosaicos blancos y negros alternaban como en un tablero de ajedrez. Las parejas, al danzar, expresaban movi mientos desiguales, acordados a las diversas fichas del juego. Ella sonreía cuando apresaba un rasgo en los bailarines que servía para identificarlos con alguna pieza. La rubia de los cock-tails complejos y el joven del pelo ensortijado bailaban dando saltos y en zig-zags, como caballos qúe amenazasen con sus jaques de empujones al ejército de bailarines. El del bigote a lo Menjou y la chica cascabelera, con frases de cotorra amaestrada, se movían despacito, de medio lado, a contra punto, como peones. La chata de los ojos cuajados y el de la corbata verde, parcos en vueltas y en filigranas, marchando con pesadez de apisonadoras por las orillas de la pista, sugerían las torres. El alto y - bizco y la morena de cejas oblicuas eran los alfiles que, lanceros y esbeltos, cruzaban entre los demás en quebrados virajes y diagonales deslizamientos. Rio ella aquel partido que jugaban a ciegas la gramola y la tarde con las parejas de bailarines a cada tirón musical. Y la risa, enroje ciendo la sala, saltó de pareja en pareja, hurtando vaivenes y caden cias de tango, vivaqueó en el resplandor de las luces indirectas y, acosada por el bordoneo de las conversaciones, atravesando los crista les, volcóen el campo su cesta de amapolas. Con el día nuevo, el alba se encontraría entre la tela verde de sus faldas un derrame de apasio 86 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 nados carmesíes. Aquella flor la asociaba siempre con su risa. Allí donde encontraba sus colores encendidos, surgía su carcajada envuel ta en una cápsula de aterciopeladas sedas, como una guirnalda de brasas ígneas. Volvió a la noche del jardín, caída en los parterres, colgada de los clavos estrellados. Una noche estremecida de ena
Descripción del objeto
Calificación | |
Título y subtítulo | Obras completas |
Autor principal | García Cabrera, Pedro |
Autores secundarios | Palenzuela, Nilo ; Nuez Caballero, Sebastián de la ; Fernández, Rafael |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Santa Cruz de Tenerife |
Editorial | Consejeria de cultura y deportes |
Fecha | 1987 |
Páginas | 4 v. |
Materias |
Literatura Canarias |
Formato Digital | |
Notas | Contiene: Vol. I. Poesía: 1928-1946 ; Vol. II. Obras publicadas (1951-1978) ; Vol. III. Poemas inéditos (1947-1980) ; Vol. IV. Narrativa, Teatro, Ensayo |
Descripción
Título y subtítulo | Obras completas 1 |
Autor principal | García Cabrera, Pedro |
Autores secundarios | Palenzuela, Nilo ; Nuez Caballero, Sebastián de la ; Fernández, Rafael |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Santa Cruz de Tenerife |
Editorial | Consejeria de cultura y deportes |
Fecha | 1987 |
Páginas | 273 p. |
Materias | Literatura canaria |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 13008648 Bytes |
Notas | Contiene: Vol. I. Poesía: 1928-1946 ; Vol. II. Obras publicadas (1951-1978) ; Vol. III. Poemas inéditos (1947-1980) ; Vol. IV. Narrativa, Teatro, Ensayo |
Texto |
Pedro García Cabrera
OBRAS COMPLETAS
VOLUMEN 1
CONSEJERÍA DE CULTURA Y DEPORTES
GOBIERNO AUTÓNOMO DE CANARIAS
1987
OBRAS COMPLETAS
PEDRO GARCÍA
CAB RERA
Preparada bajo la dirección de
SEBASTIAN DE LA NUEZ’
con la colabOración
de
RAFAEL FERNANDEZ Y NILO PALENZUELA
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
1Q3.28
PEDRO GARCÍA CABRERA
OB RAS COMPLETAS
VOLUMEN 1
(Poesía: 1928-1946)
Edición
e introducción de
NILO PALENZUELA
LAS PALMAS DEL. CANARIA
NY
CONSEJERÍA DE CULTURA Y DEPORTES
DEL
GOBIERNO AUTÓNOMO DE CANARIAS
1987
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
Dibujo de cubierta: El poeta visto por S. del Pilar
(Reproducido de Gaceta de Arte, n.° 13, V-1933)
1987. Es propiedad de Matilde Torres Marchal
Vda. de Pedro García Cabrera
Depósito Legal: M. 28.657-1987
I.S.B.N.: 84-505-6287-2 (Obras completas) - 84-505-6288-O (Volumen 1)
Impresión: Mae, S. L. Hnos. Granda, 30 - 28022 Madrid
Printed in Spain
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
OBRAS COMPLETAS
PEDRO GARCÍA
CAB RERA
Preparada bajo la dirección de
SEBASTIAN DE LA NUEZ
con la colabóración
de
RAFAEL FERNANDEZ Y NILO PALENZUELA © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
Pedro García Cabrera
(hacia 1940).
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
47
De izquierda a derecha: P. García Cabrera, Pérez Minik, Agustín Espinosa, Jacqueline
Bretón y Benjamin Péret, 1935.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
NOTA DE LOS EDITORES
Desaparecido Pedro García Cabrera en 1981, se imponía como una
necesidad intelectual y cultural para Canarias la edición de su Obra,
cosa que se sabía ya tarea difícil, debido a lo ingente de su volumen y a
lo dispersa que se encontraba en la prensa, las revistas y los inanuscri
tos del poeta. El mismo, cuando le fue propuesta la publicación de una
Antología de toda su obra por la Editorial Edirca de Las Palmas, que
saldría bajo el título de A la mar fui por naranjas, en 1980, tuvo que
hacer una revisión de los, manuscritos que constituían sus obras inédi
tas, y éstas fueron publicadas sólo en parte, como se explica en el pró
logo del primer volumen de esta edición.
Tras varios intentos, doña Matilde Torres Marchal, la viuda del
poeta, encomendó a Sebastián de la Nuez, catedrático de Literatura de
la Universidad de La Laguna, la preparación y edición de las obras de
su marido, y que le solicitaban de muchos lugares de España y de
América, dándole facilidades al citado profesor para que consultara las
carpetas donde el poeta había guardado sus borradores, sus manuscri
tos originales, sus copias a máquina realizadas por el propio escritor,
las colecciones de artículos publicados o no; es decir, todo un abun
dante material que representaba una labor de cerca de sesenta años.
Partiendo de la clasificación de la obra que había realizado el escritor y
crítico Rafael Fernández, era necesario revisarla para establecer los tex
tos y sus variantes, establecer el orden cronológico y seleccionar los
libros y proyectos, tratando de adivinar la voluntad del jiota. Nilo
Palenzuela, que había dedicado su memoria de licenciatura y su tesis
doctoral a la poesía de García Cabrera, se encargó de preparar la
edición de las obras escritas entre 1928 y 1946, ez parte editadas y en
parte inéditas, lo que forma el primer tomo de estas Obras Completas.
Sebastián de la Nuez, aparte de asumir la dirección de la edición, se
7
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
encargó de preparar el volumen correspondiente a las obras publicadas
con posterioridad a aquellas fechas, es decir, las comprendidas entre
los años de la posguerra hasta poco antes de su muerte, publicaciones
que sólo comienzan en 1951, dadas las especiales circunstancias bio
gráfi cas, que había llevado a su autor al destierro y a su encarcelamien
to, y terminan en 1979, comprendiendo la antología ya citada, todo lo
cual constituye el segundo volumen de esta edición. También se encar
gó dicho investigador de recopilar, seleccionar y preparar la edición de
las obras inéditas, o publicadas en parte, comprendidas entre los años
1947’ y 1980, y aunque compuestas mientras salían a la luz las ya indi
cadas, se ha preferido no seguir el orden cronológico, sino formar un
volumen aparte —el tomo tercero de esta edición— con estas últimas,
ya que se trata de obras que el propio autor no dio por definitivamente
acabadas, pues algunas se reducen a pequeñas plaquettes o proyectos
que comprenden unos pocos poemas, pero que no se han rechazado,
dada la importancia que pueden tener para el conocimiento de la
trayectoria de la obra poética de su autor. Rafael Fernández se encargó
de reunir, en el cuarto y último volumen de esta obra, la producción,
inédita y publicada, en prosa, de García de Cabrera, que se divide en
dos períodos: uno que abarca desde 1922, en que escribe sus primeros
ensayos, hasta el año 1936, en que estalla la guerra civil, que tanto iba
a alterar la vida del poeta, y otro período final que comprende desde la
posguerra (1944) hasta fechas muy cercanas a su muerte (1980). Los
cuatro volúmenes de estas obras completas han sido supervisados por
Andrés Sánchez Robayna.
Señalemos, finalmente, que cada uno de estos volúmenes van pro
logados por los mismos preparadores y compiladores de estas Obras
Completas, que constituyen verdaderos estudios y que abarcan, por pri
mera vez, la trayectoria de la obra en prosa y en verso de Pedro García
Cabrera, uno de los grándes poetas y ensayistas de nuestra literatura de
categoría y proyección universales. Recordemos que el Gobierno Autó
nomo de Canarias, en la figura de su presidente don Jerónimo Saave
dra, y a través de la Consejería de Cultura y Deportes, haciéndose
cargo de la importancia que tenía esta publicación, la puso bajo su
patrocinio, en colaboración con el Ilmo. Cabildo Insular de Tenerife,
bajo la presidencia de don José Segura Claveil, y la Universidad de La
Laguna, a través de su Junta de Gobierno dirigida por el rector don
Juan Alberto Arias.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
PRÓLOGO
La trayectoria poética de Pedro García Cabrera (1905-1981) apare
ce en la lengua castellana con aquel perfil preciso que los vanguardistas
canarios ofrecían en los años 2Oy 30: la visión de un arte transgeográfi
co, universal, descubierto desde la perspectiva específica de la región
atlántica. García Cabrera es, sin embargo, quien ha desarrollado una
obra más amplia entre los miembros de su generación, hecho que ade
más, le ha permitido su vinculación a las inquietudes de la poesía espa-ñola
de postguerra. Su contacto con varias promociones literarias le han
erigido con frecuencia como orientador de los poetas más jóvenes. Con
todo, no es un poeta conocido; algunas de las obras aquí recogidas han
permanecido inéditas hasta ahora, otras han sido parcialmente
publicadas . Las consideraciones críticas sobre su obra no han corrido
mejor suerte; así, una plaquette como Transparencias fugadas es toma
da durante años como un texto surrealista, cuando sus motivos esencia
les poco tienen que ver con los presupuestos del grupo parisino. En las
últimas décadas de su vida, la personalidad de García Cabrera se ve
reconocida de manera progresiva. La frontalidad con que se ha opues
to al régimen franquista y su fidelidad a la creación poética, lejos de
cualquier claudicación, son datos que afirman este reconocimiento. Pe
ro, como en la obra del catalán Salvador Espriu 2, merece la pena
obliterar una lectura ideologizante, tan propia de las últimas décadas,
para emprender de nuevo la lectura de Pedro García Cabrera. Aquí,
sin embargo, nos contentaremos con señalar algunos de los rasgos es
pecíficos de su lenguaje, de su compleja visión poética, junto a aquellos
1 Entre la guerra y tú, La arena y la intimidad y Hombros de amencia se publican parcialmente
en la antología A la mar fui por naranjas, Edirca, Las Palmas, 1980.
2 La significación adquirida por la resistencia cultural a la dictadura franquista ha permitido a
José Carlos Mainer relacionar ambos poetas en «Presentación» en Pedro García Cabrera, Home
naje de la Universidad de La Laguna, Santa Cruz de Tenerife, 1981.
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© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
datos biográficos de mayor interés hasta 1946, fecha con la que con
cluye una etapa de su trayectoria vital —alcanza la libertad provisional
después de haber estado en prisión durante algunos años— y también
los textos incluidos en este volumen.
Pedro García Cabrera nace en Vallehermoso, isla de La Gomera,
el 19 de agosto de 1905. Hasta los siete años permanece en su pueblo
natal, trasladándose posteriormente a Sevilla, donde su padre va desti
nado como maestro. Más tarde regresará a Santa Cruz de Tenerife, isla
en la que permanece la mayor parte de su vida.
Los primeros textos publicados por Pedro García Cabrera aparecen
en 1922, pero es sólo a partir de 1925 cuando sus entregas poéticas o
sus artículos son más frecuentes en diarios o revistas locales. Son éstos
los años iniciales de su formación. En el diario católico Gaceta de
Tenerife publica los primeros poemas; influencias de Campoamor, de
Bécquer, Espronceda, un importante tono religioso, no exento de tópi
cos, son algunas de sus características. En 1926 se funda Hespérides.
Esta revista reúne en sus páginas a escritores epígonos del modernismo
y a poetas inmersos aún en el regionalismo de fin de siglo; junto a
ellos un grupo de jóvenes: Emeterio Gutiérrez Albelo, Domingo Pérez
Minik, Eduardo Westerdahl, Domingo López Torres y también Pedro
García Cabrera. Los poemas de éste reciben entonces la influencia del
modernismo y ya en los años de 1927 y 1928 se opera, junto a sus
compañeros generacionales, el encuentro con la vanguardia. Temas fu
turistas, metáforas e imágenes creacionistas, junto a un creciente interés
por el paisaje son ahora los rasgos distintivos.
En 1927 surge La Rosa de los Vientos y con esta revista el primer
esfuerzo colectivo por iniciar una escritura radical desde las islas en el
seno de las vanguardias históricas. La atención prestada al paisaje ca
nario y la lectura de una tradición piética insular influyen en García
Cabrera. Pero, como sus compañeros de Hespérides, se encuentra aún
lejos del riguroso proyecto universalista de la revista de Juan Manuel
Trujillo y Agustín Espinosa, hecho del que puede dar cuenta el enfren
tamiento de Eduardo Westerdahl con Juan Manuel Trujillo o la misma
presencia de Pedro García Cabrera en aquella revista, Horizontes, que
engrosaban algunos de los poetas de la promoción anterior .
En 1928 se publica Líquenes en las ediciones paralelas de la revista
Hespérides. En este extenso poemario se manifiestan ya características
esenciales de su trayectoria. No es difícil advertir el neopopularismo,
tan usual en aquellos años, y que será, en esa suerte de isomorfismo
formal y rítmico en que se sitúa su poesía, uno de sus cauces expresi
vos (recuérdese Día de alondras). No se hurta tampoco la influencia
Véase M. Pérez Corrales, «Cuaderno de bitácora de la vanguardia insular<, en Jornada Litera
ria (diario Jornada, Santa Cruz de Tenerife), números 31, 34, 36, 38. 44, 46, días 4 y 25 de julio, 8 y
22 de agosto, 3 y 17 de octubre de 1981.
Los versículos, endecasílabos y versos de arte menor son los cauces por los que cristaliza la
lo
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
lorquiana o aquella vertiente marina o imaginística de Rafael Alberti en
su libro de 1925. Los poemas se desarrollan en su mayor parte alejados
del sujeto, expresándose a través de aquella «pura voz anónima» con
que Ortega y Gasset descubriera a los poetas modernos. En esta actitud
antirromántica, la aparición de extranjerismos o palabras incorporadas
de las ciencias naturales resultan reveladoras. Con Líquenes se inicia
además una poética de la imagen y la metáfora vanguardistas. También
un espacio temático: la realidad geográfica insular. Es visible ahora la
cercanía de García Cabrera a la poesía creacionista de Vicente Huido
bro y Pierre Reverdy, pese a que aún persistan, resabios modernistas.
De esta manera, si el poeta chileno nos habla de crear un poema como
la naturaleza crea un árbol o el poeta francés de convertir lo exterior en
interior, el autor de Líquenes acoge el paisaje para interpretarlo, esto
es, para convertirse en un demiurgo que se aleja de la representación e
imprime el signo de un lenguaje peculiar. Este poemario se presenta
como un diario de impresiones cuidadosamente anotadas a cada suge
rencia del paisaje. Las metáforas y las imágenes se construyen, a pesar
del relampagueante destello analógico, desde aquella perspectiva inte
lectual que tanto defendieran los ensayos o la misma poesía de Vicente
Huidobro. En su alejamiento de la realidad adquieren proporciones
cósmicas. A esta inquietud inaugural de su poesía concurre una tradi
ción que tiene en el paisaje un motivo de identidad. No puede olvidarse
el conocimiento qúe en estos momentos García Cabrera posee de poe
tas como Tomás Morales, de Alonso Quesada o de los mismos poetas
románticos .
En estos años amplía la entrega de sus textos a El Progreso, Las
Noticias, La Tarde, La Prensa; intenta la publicación de la revista Car
tones, de la que da noticia La Gaceta Literaria en 1928 y que sólo
saldrá dos años más tarde; surge también la preocupación política, un
hecho decisivo para su visión poética y que le lleva a la militancia en el
partido socialista. En 1930 inicia la redacción de La aurora sumergida,
un libro que sólo logra esbozar y que exhibe algunos motivos temáticos
desarrollados en poemas posteriores. Dirige en este mismo año el se
manario Altavoz, en el que también colaboran López Torres y María
Rosa Alonso y que tiene como objetivo la denuncia del ámbito caciquil
de la isla de La Gomera. 1930 es, sin embargo, trascendental por
el comienzo de la actividad ensayística desde un ángulo poético y
teórico. Recordemos dos artículos esenciales.
obra de Pedro García Cabrera en una Suerte de alternancia constante. Véase A. Sánchez Robayna,
«Significación de Pedro García Cabrera en el ya citado homenaje de la Universidad de La Laguna,
citado en nota 2.
Poetas como Ignacio Negrín o Plácido Sansón, junto a otros autores del siglo XIX los lee
cuando es estudiante de bachillerato en la biblioteca municipal de Santa Cruz de Tenerife. Véase la
entrevista incluida en Pedro García Cabrera: El hombre en función del paisaje, Colécción LC, N.
Palenzuela Editor, Santa Cruz de Tenerife, 1981.
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© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
En «La ordenación de lo abstracto» 6 plantea la actividad artística
inmersa en la abstracción. Las influencias del pensamiento de Oswald
Spengler, Worringer u Ortega y Gasset se combinan en García Cabrera
con los ejemplos literarios de Manual de espumas, de Gerardo Diego,
Perfil del aire, de Luis Cernuda, Seguro azar, de Pedro Salinas, o los
textos de Guillaume Apollinaire. Nos interesa subrayar aquí varios as
pectos: la: idea del lenguaje poético como expresión de un estado evolu
tivo del arte en Occidente, la palabra situada «en los límites del pensa
miento» con sus conceptos «cargados de terror cósmico primitivo» y la
visión del lenguaje como fundación, esto es, inmerso en la espiral as
cendente que llega a nosotros desde la poesía romántica. Así, cuando
García Cabrera se refiere a la poesía de Luis Cernuda, escribe: «Perfi
lar el aire, fisonomizarlo, distinguirlo, nombrarlo es una manera de
ordenar», una concepción paralela a la que esbozara, por ejemplo,
Fernando Pessoa en la voz de su heterónimo Alberto Caeiro y que nues
tro poeta desarrolla en torno al paisaje a lo largo de su trayectoria
poética .
De vital importancia resulta su ensayo «El hombre en función del
paisaje» 8 Este texto señala las directrices poéticas seguidas por el gru
po de la revista Cartones y se publica con motivo del encuentro genera
cional que supuso la exposición de los jóvenes pintores de la escuela
Luján Pérez de Gran Canaria en la isla de Tenerife. El enfrentamiento
a las promociones poéticas anteriores, el desprecio de la literatura deci
monónica, el conocimiento de la tradición insular, desde Cairasco de
Figueroa y Viéra y Clavijo a los modernistas, le permiten proponer
ahora una lectura del paisaje alejada de la historia y sus compromisos.
Como Agustín Espinosa en Lancelot, 28°-7°, nos habla de una mirada
integral para la geografía de las islas, una mirada que se quiere mitolo
gía conductora. En esta elección poética cabe mencionar un hecho his
tórico de gran importancia. En 1927 se produjo a través de un real
decreto la división provincial de las Islas Canarias tras un largo pleito
interinsular . García Cabrera, como los jóvenes escritores del grupo
de Cartones, nada quiere saber de las posiciones históricas anteriores.
Esto lo evidencia al contestar al ataque del poeta y político Gil Roldán
tras su conferencia «El hombre en función del paisaje»: «al siglo XIX
tinerfeño le ha faltado la mirada integral para nuestro paisaje [...]
Nuestro arte hay que elevarlo sobre paisaje de mar y montañas. Monta-
6 Véase La Tarde, Santa Cruz de Tenerife, 8 de febrero de 1930.
Para hablar de la naturaleza, escribe el heterónimo pessoano Alberto Caeiro, «preciso usar da
linguagem dos homens / Que dá personalidade Ss coisas, / E impóe forne Ss coisas,<. Véase Poe
mas, Ediçdes Atica. Lisboa, 1984. Por su lado, Pedro García Cabrera decía en la entrevista citada
(flota 5): «El hombre se adueña de él (el paisaje) cuando le pone el sello del lenguaje y le da un
nombre. Cuando nosotros nombramos una cosa nos apoderamos de ella».
8 Véase La Tarde, Santa Cruz de Tenerife, días 16, 17, 19 y 21 de mayo de 1930.
Véase Marcos Guimerá Peraza, El pleito insular, Editorial Confederación Española de Cajas
de Ahorro, Santa Cruz de Tenerife, 1976.
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© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
ñas con barrancos, con piteras, con euforbias, con dragos... Lo gene
ral a todas las islas o casi todas. Nada de Teide, Caldera, Nublo, Ro
que Cano, Montañas del Fuego... Eso está bien para una guía turística.
Eso será fomentar rivalidades y predominio de unas islas con otras».
La militancia política en el PSOE lo lleva en abril de 1931 a acudir
a las elecciones municipales en la coalición republicano-socialista que
da al traste con la monarquía borbónica. Su actividad en los años repu
blicanos es constante, siendo uno de los portavoces del partido socialis
ta en el ayuntamiento de Santa Cruz y en el Cabildo insular, dirigiendo
la publicación El Socialista. Esta actividad política e ideológica perfila
las preocupaciones poéticas de Pedro García Cabrera desde una pecu
liar perspectiva. Cuando aparece Gaceta de Arte, de la que es funda
dor con Eduardo Westerdahl y otros escritores insulares, los artículos
publicados en esta revista no sólo delatan la continuidad de aquel idea
rio poético anterior, sino que también muestran un nuevo signo. Así,
cuando se celebra el congreso internacional de escritores proletarios en
Moscú en 1934, la concepción del arte se inserta en la perspectiva mar
xista aunque posea tantas reservas en relación al realismo socialista
como poseyera en estas mismas fechas el pensamiento de André Bre
ton. Pedro García Cabrera defiende, empero, el arte abstracto que «ex
presa mejor que ningún otro prisma de nuestro tiempo la tragedia del
hombre contemporáneo, porque la remonta a un escenario cósmico».
Suposición ideológica es inconfundible ctando declara con cierto resabio
orteguiano que «esta deshumanización del arte actual, en sus forjas
más abstractas, tiene una clara filiación revolucionaria, porque ella nos
entrega el instrumento formal que posibilita récoger en su día conteni
dos sociales, a los que hoy sólo cabe presentirlos por hallarse fuera de
nuestra realidad presente» lO Nuestro poeta advierte también el giro de
la poesía republicana hacia una rehumanización tal y como se muestra
en el artículo que dedicara a La voz a ti debida de Pedro Salinas,
ejemplo de esta nueva actitud frente al compromiso social y político
alentado por la poesía de Rafael Alberti
En 1933 las páginas de Gaceta de Arte anuncian la publicación de
Transparencias fugadas en las ediciones paralelas de la misma revista.
Esta plaquette aparece en 1934 y nos revela desde los «entronques»
líricos e intelectuales que la encabezan la voluntad constructiva del au
tor. Elige un precedente lfrico en su misma poesía: poema 7 de Líque
nes. Las anotaciones realizadas en el apartado intelectual desvelan ade
más la naturaleza de esta obra inmersa en aquella visión unitaria de
Paul Valéry. según la cual el poeta está llamado, al igual que los músi
- 10 Véase «La concéntrica de un estilo en los últimos congresos», Gaceta de Arte, Santa Cruz de
Tenerife, núm. 31, noviembre de 1934.
Véase «Pasión y muerte de lo abstracto en La voz a ti debida», Gaceta de Arte, Santa Cruz de
Tenerife, núm. 26, mayo de 1934.
13
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
cos, a producir una diversidad de soluciones del mismo tema. Cierta
mente, el itinerario simbólico desarrollado por García Cabrera da uni
dad a Transparencias fugadas y responde a una dialéctica que se funda
en una contradicción inicial: el poeta y el aire. Las distintas secciones
de este poema amplían esta condición inaugural.
El tema elegido responde a aquella inquietud expresada en «La or
denación de lo abstracto»; también, a la vocación ética y moral que
inquieta su poesía. La diafanidad, la transparencia, la libertad, la uni
versalidad... son destellos simbólicos del motivo «aire-viento». En una
de las críticas iniciales que recibe el libro, Gutiérrez Albelo señala el
carácter romántico de esta elección 12 En verdad, y a pesar de su raíz
intelectualista, no podemos menos que situar Transparencias fugadas
en esta tradición que se dibuja desde Percy Bysshe Shelley a Saint-John
Perse. Como en el autor de Oda al viento del oeste o de Vents, el tema
adquiere proporciones cósmicas y preludia a través de su simbolismo la
concepción arquetípica de una futura primavera 13 La integración en
el ámbito del viento resulta así un laberinto simbólico: trasminar la
propia individualidad para participar de la otredad de aquel «sueño de
espacio entero» al que se refiere el poeta.
La rodilla en el agua es el poemario dedicado a la isla como reco
noce el autor en el prólogo. Publicado en 1981, su redacción inicial se
sitúa en 1934 y 1935, aunque es posible que fuera objeto de alguna
modificación posterior. En 1934, Pedro García Cabrera es obligado
por una decisión judicial a retirarse de Santa Cruz de Tenerife 14, El•
lugar elegido es Tafira, en la isla de Gran Canaria. Aquí comienza la
redacción de este libro titulado inicialmente Isla. El manuscrito existen
te muestra cómo buena parte de los poemas se incorporan a la versión
posterior. La situación vivida por el poeta, junto a los avatares de la
poesía republicana —recuérdese Cruz y Raya o la revista Octubre—
son datos suficientes para observar la rehumanización de su lenguaje,
una actitud vista, sin embargo, según aquella perspectiva que apreciaba
en el ejemplo de La voz a ti debida. La isla se descubre ahora como
una arquitectura a la que no faltan atribuciones de orden ético y moral
(sencillez, humildad, seguridad, fidelidad, etc.) El signo de la arqui
tectura tiene para nuestro poeta un sentido preciso si pensamos por
ejemplo en el significado del racionalismo para la revista Gaceta de
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