RECLAMANDO LA CIUDADANÍA, IMPONIENDO
EL IMPERIO: LA MISIÓN AMBIGUA DE LOS
VOLUNTARIOS NEGROS DEL NOVENO REGIMIENTO
DE INFANTERÍA ESTADOUNIDENSE EN SAN LUIS,
SANTIAGO DE CUBA, 1898-1899
REBECCA J. SCOTT
(Universidad de Michigan)
Empiezo esta historia en un mundo de la caña que no es el cubano, sino
el de Luisiana, específicamente en el pueblo de Donaldsonville, a la orilla
del río Misisipí. Termino la historia en el pueblo, también azucarero, de
San Luis, a 30 kilómetros de Santiago de Cuba^ Trataré de explicar cómo
un regimiento de soldados negros de Luisiana llegó a instalarse en San
Luis en setiembre de 1898, y de anaUzar algunos elementos de su estancia
en este lugar. Espero poder demostrar que, durante la época de la intervención,
la cuestión de la ciudadanía fue fundamental no sólo para los cubanos
que buscaban soberanía y respeto en su propio país, sino también,
irónicamente, para los soldados negros estadounidenses que participaban
en la ocupación. Dos campañas en pro de recursos, respeto y responsabilidad
se solapaban en San Luis en 1898-99. Pero como suele suceder en este
mundo, no lograban integrarse y reforzarse. Había muertos innecesarios
por los dos lados, y la historia terminó más bien trágicamente.
Pero demos primero marcha atrás, a la época de la emancipación de los
esclavos en Luisiana. En el año 1862, llegan las tropas del Ejército Federal
al estado de Luisiana, suben el río Misisipí, y empieza rápidamente la
desintegración de la institución de la esclavitud bajo las presiones de la
guerra y la ocupación. En este mismo año, nace en la región azucarera del
condado de Ascensión, en el pueblo de Donaldsonville, un tal Pierre Car-mouche.
No sabemos si sus padres eran esclavos o libres, o tal vez su madre
esclava y su padre libre. Pero llega al mundo en el momento en que
todo cambia, y por algunos años muchas cosas parecen posibles para un joven
«de color» en Luisiana. La historia de la vida de Pierre Carmouche refleja
este período de la Reconstrucción, con sus aperturas y sus peligros.
' Agradezco a Alejandro de la Fuente, Femando Martínez Heredia, María de los Ángeles
Merino, Esther Pérez, Larry Powell, Mitch Yockelson, y Michael Zeuske sus sugerencias
y su ayuda en este proyecto de investigación.
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Carmouche tenía cinco años en el momento de la conquista, en 1867, del
derecho al voto para los hombres negros en los estados del sur, y habrá hecho
sus estudios primarios en los primeros momentos en que existieron escuelas
para niños negros en Luisiana. Tenía quince años cuando, en 1877,
las tropas federales más o menos cesaron su ocupación de los estados del
sur, y dejaron en manos locales la tarea de mantener los derechos ciudadanos
conquistados^.
A la edad de catorce años, Carmouche se había formado como barbero,
y luego aprendió también a ser herrero. Talentoso y ambicioso, vio su posibilidad
de participación en la vida pública de su estado restringirse a partir
de 1877. Desde esta fecha, el gobierno del estado de Luisiana, ahora en
manos de elementos conservadores del partido Demócrata, negó a los
hombres negros el servicio en la milicia estatal. Con el auge de la ideología
y la práctica de la supremacía blanca, el ejercicio del derecho al voto,
aunque todavía permitido bajo la ley, también se hizo más y más difícil. No
obstante, los hombres negros seguían votando, y aún en 1895 constituían
casi la mitad de los electores del estado^.
Las aspiraciones del período de la Reconstrucción quedaron vivas, y
Carmouche tuvo un protagonismo en la vida del pueblo de Donaldsonville
y sus alrededores, donde muchos hombres seguían trabajando en la caña.
Se dice que Carmouche era patriótico, y también «muy exigente en todo lo
que era cuestión de raza». Parece que, en las décadas de 1880 y 1890, seguía
con atención la situación en Cuba. Me pregunto si no tuvo algún contacto
indirecto con Antonio Maceo durante las estancias de Maceo en
Nueva Orleans en 1884-1885, aunque fuera sólo a través de los periódicos.
Un colega, años después, rememoró que la ambición máxima de Carmouche
era «el éxito de Maceo en Cuba»'*.
En los años 1896-98, Carmouche habrá sufrido muchas decepciones.
Murió Maceo en Cuba; y en Luisiana las fuerzas más agresivas a favor de
^ William Henry Costón, The Spanish-American War Volunteer. (Segunda edición,
Camp Meade, Middletown, Pa.: Publicado por el autor, 1899; reimpresión Freeport, New
York: Books for Librarles Press, 1971), p. 218.
3 Había, en 1897, 130.344 hombres negros inscritos en las listas electorales, y 164.088
hombres blancos. Ver OfficialJoumal ofthe Proceedings ofthe Constitutional Convention
ofthe State ofLouisiana Held in New Orleans, Tuesday. February 8, 1898 (New Orleans:
H. J. Hearsey, 1898), tabla frente a la página 42.
'' Para los viajes de Maceo a Luisiana, ver José Antonio Escalona Delfmo, «Antonio
Maceo Grajales. Cronología (1878-1886)», en Colectivo de autores. Visión múltiple de Antonio
Maceo (Santiago: Editorial Oriente, 1998). Sobre Carmouche, ver Costón, Spanish-
American War Volunteer, pp. 133-4, 218.
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la supremacía blanca estaban organizando un gran golpe anti-democrático
que retiraría el derecho al voto de los hombres negros. El 8 de febrero de
1898, se inauguró en Nueva Orleans una convención constituyente cuyo
objectivo era redactar una nueva constitución estatal para excluir la casi totalidad
de los electores negros. Ya por estatutos se había limitado el sufragio,
y en el condado de Ascención de los 2.621 electores negros que había
en 1896, sólo pudieron inscribirse, en enero de 1898, unos 281. La nueva
constitución terminaría con la mayoría de estos también, los 200 que no
sabían escribir^.
La única vía poKtica que quedó abierta para los activistas negros fue
tratar de fortalecer su posición como ciudadanos de la nación -es decir, tratar
de activar a través de la conciencia nacional las garantías supuestamente
encamadas en la Enmienda Quince de la constitución federal, para
impedir que se socavara su posición como ciudadanos y electores del estado
de Luisiana. Pero esto iba a ser sumamente difícil, porque por la constitución
federal los requisitos para ser elector se definían siempre a nivel
del estado, y el gobierno federal sólo prohibió limitaciones explícitas de
raza- las implícitas o disfrazadas eran otra cosa.
Este era el panorama poco optimista cuando, el 15 de febrero del
mismo año, el Maine vuela en el puerto de La Habana. Fierre Carmouche,
el herrero negro de Donaldsonville, no tarda en ver las implicaciones posibles
de una guerra todavía no declarada. Redacta una carta al Ministro de
Guerra de los Estados Unidos el día 26, ofreciendo sus servicios y los de
250 hombres negros del condado de Ascención para servir a su país, dentro
o fuera, como soldados^. La iniciativa local de Carmouche es uno de los
elementos de una larga campaña nacional a favor del alistamiento de voluntarios
negros como soldados y como oficiales.
La prensa afro-americana inicialmente se mostró bastante dividida
sobre la cuestión de la guerra. Por un lado, la falta de interés del Presidente
MacKinley en el problema de los linchamientos en el sur de los
Estados Unidos hizo que sus declaraciones sobre abusos españoles en
Cuba sonasen algo oportunistas. Pero al mismo tiempo, la causa de
Cuba estaba fuertemente asociada entre muchos activistas negros con la
causa de Antonio Maceo, quien era muy admirado, y una guerra les
ofrecía la posibilidad de mostrar patriotismo, valentía y capacidad de li-
^ Ver Official Journal ofthe Proceedings ofthe Constitutional Convention ofthe State
ofLouisiana Held in New Orleans, Tuesday, February 8, 1898 (New Orleans: H. J. Hear-sey,
1898).
* Costón, The Spanish-American War Volunteer, pp. 133-4, 218.
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derazgo^. A medida que la guerra se acercaba, la prensa afro-americana
se inclinó hacia un apoyo al presidente, y vio el patriotismo como otra
arma para defender los derechos ciudadanos de los hombres negros norteamericanos
e, indirectamente, de los cubanos también^. O así se suponía.
En el caso de Luisiana, la negociación entre el gobierno federal y el gobierno
estatal sobre esta cuestión del reclutamiento fue sumamente delicada,
porque el gobernador Murphy Foster, demócrata muy preocupado
por el mantenimiento de la supremacía blanca, no quería tener hombres negros
armados en su estado, y se negó a incorporar voluntarios negros a través
de la milicia estatal. Pero el Congreso federal, bajo presión para reclu-tar
más hombres y más rápido, introdujo el concepto de reclutamiento
directo y federal de soldados «inmunes» -hombres que habían vivido en
los estados del Golfo de Méjico y que eran, supuestamente, inmunes a la
fiebre amarilla-. Los hombres negros de Luisiana se incorporarían como
voluntarios federales, nunca bajo el mando del gobernador. Pero el gobierno
federal consintió en que, siguiendo los conceptos de la supremacía
blanca, versión Luisiana, se nombrara un capitán blanco para cada compañía
de soldados negros'.
En julio de 1898, los amigos, colegas, y entusiastas reclutados por
Pierre Carmouche se juntaron en el pueblo de Donaldsonville, y pasaron
río abajo a Nueva Orleans para incorporarse como la Compañía letra L
del Noveno Regimiento de Infantería Voluntaria, al lado de otras once
compañías, compuestas en su gran mayoría por obreros y artesanos de
Nueva Orleans, con un núcleo de médicos y profesionales negros de la
ciudad. Pero estos organizadores, como Carmouche, no podían ser elegidos
como capitanes de compañía, como era usual en las compañías de voluntarios.
Por el reglamento que se había negociado, sólo podían aspirar
a ser primer o segundo teniente. Una vez llegados a Nueva Orleans, encontrarían
a los que iban a tomar el mando. En el caso de la compañía letra
L, Percival Willis Coleman, un hombre blanco, asumió el rango de ca-
^ Ver George P. Marks, III, ed., The Black Press Views American Imperialism (1898-
1900) (New York: Amo Press, 1971), particularmente pp. 201-07; y Willard B. Gatewood,
Jr., Black Americans and the White Man's Barden, 1898-1903 (Urbana: University of Illinois
Press, 1975).
* Ver Marks, The Black Press. El periódico The Washington Bee es uno de los más interesantes,
y tiene un enfoque especial en la Luisiana.
' Se puede seguir el debate en Willard B. Gatewood, Jr., Black Americans and the
White Man's Burden, 1898-1903 (Urbana: University of Illinois Press, 1975), y en las páginas
del New Orleans Picayune.
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pitan'". Desde el principio, entonces, estas compañías contenían una contradicción:
los hombres que tenían el mayor interés en su disciplina y
éxito, es decir, los activistas negros que habían hecho el trabajo de reclutamiento,
tenían que subordinarse a hombres blancos, generalmente sin
sus principios, sin conocimiento de los soldados, y con un fuerte deseo de
exigir la deferencia no sólo militar, sino también racial.
El Noveno Regimiento acampó en Nueva Orleans, esperando sus órdenes
para salir para Cuba. Hombres negros, en uniforme y con rifles, eran
un desafío ambulante a los conceptos de la supremacía blanca, y sobre todo
a los hábitos de mando de los policías locales. Los resultados llegaron rápido.
A mediados de agosto, un policía mató a un miembro del regimiento,
dentro de la ciudad. El soldado raso negro Thomas Bazile, cocinero, se enfureció,
y dijo a sus compañeros que era injusto -que si la víctima hubiera
sido blanca, se hubiera traído al asesino al campamento. Instigó a sus colegas
a tomar sus rifles y a buscar al culpable. Pero el segundo teniente le
dijo que se callara, y los demás soldados no siguieron el llamado de venganza,
o de auto-defensa colectiva e inmediata". Se evitó un motín, pero
al mismo tiempo se incrementó el rencor de estos hombres negros, quienes
habían visto tantos abusos por la policía en sus barrios y pueblos.
La misma semana, llegó la noticia del armisticio en Cuba. De repente,
el Noveno Regimiento no tenía una guerra en que luchar. Recibieron órdenes
de proceder a Santiago, y de allí al campamento de San Juan, donde el
hospital militar estaba lleno de hombres con fiebre. Llegaron a la ciudad
de Santiago donde ya se oían quejas sobre el comportamiento de los soldados
americanos en las semanas anteriores. Ni el periódico Santiago Times,
editado por norteamericanos más bien racistas, ni El Cubano Libre,
editado por separatistas cubanos, se iban a mostrar particularmente hospitalarios
con estos hombres negros de Luisiana y Tejas que desembarcaron
a mediados de agosto'^.
A finales del mes, era evidente que el concepto de inmunes era una ilusión,
y casi todo el regimiento estaba con fiebre. Pero se recuperaron, y el
19 de setiembre tomaron el tren para San Luis, en el valle central, donde
se suponía que habría menos problemas de salud. San Luis tenía en sus alrededores
no sólo dos plantaciones azucareras, sino también la casa de la
'" Ver muster-in y muster-out rolls, Company L, 9* Regiment of U.S. Volunteers, War
with Spain, RG 94, USNA, Washington, DC.
" Ver el consejo de guerra de Thomas Bazile, núm. 9317, Records of the Judge-Advócate
General, RG 153, USNA, Washington, DC.
'2 Ver el Santiago Times y El Cubano Libre para el verano de 1898.
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familia de Antonio Maceo. Un grapo de oficiales negros de los regimientos
de Illinois y Kansas acampados en el mismo lugar se dirigió a la casa
de la familia Maceo para saludar respetuosamente a dos hermanas de Antonio
Maceo que estaban allí, viviendo como podían, ganándose la vida lavando
la ropa de las tropas americanas. El capellán Costón, único capitán
negro en el Noveno Regimiento, quedó impresionado por los sacrificios de
la familia Maceo, y por la hospitalidad de la gente de San Luis y La Maya.
Un soldado de Kansas escribió que «la gente nos trata lo mejor que pueden,
y hacen todo para hacerse amigos nuestros». Otro soldado negro escribió
a su familia, impresionado por la composición de la población en
San Luis, y trató de entenderla en los términos raciales que conocía
-«Aunque esa gente no habla inglés, estoy seguro de que son negros»^^.
Pero la solidaridad en teoría era una cosa, y la solidaridad en la práctica,
a través de las barreras de idioma, era otra. Un soldado escribió que
los soldados salían del barracón, se iban al pequeño río para lavarse, y
luego se dirigían a las casas de los cubanos. «Tú te sientas cercano a la
puerta, y la familia te rodea, y ya. Tú no entiendes lo que ellos dicen, ni
ellos lo que tú dices»'"*.
Y había problemas. Los soldados estaban acampados en el centro del
pueblo, y parece que algunos vecinos se quejaban de su presencia. Más
grave aún, su misión no era clara, y había muy poco que hacer. Igualmente
grave, había dos destilerías de ron muy cerca, y vendedores ambulantes cubanos
dispuestos a hacer el negocio necesario para abastecer a los soldados
negros -y a los oficiales blancos. No era fácil mantener la disciplina
cuando no había ni una tarea militar evidente.
Hubo una serie de pequeños incidentes, que se pueden rastrear en la
documentación de los consejos de guerra: insultos, pequeños hurtos entre
soldados, faltas de disciplina. Pero el 14 de noviembre de 1898, hubo un
enfrentamiento grave fuera del campamento. El capellán lo llamó una «dificultad
» en un «restaurant». Los documentos internos de una de las compañías
del regimiento lo llama simplemente «el motín en el ingenio
Norma». La prensa conservadora de habla inglesa, tanto en Santiago como
en Nueva Orleans, se apresuró a llamarlo un asesinato cometido por soldados
negros -precisamente lo que ellos habían previsto, según su convicción
de que era un error aceptar soldados voluntarios negros. El capellán
del regimiento insistió en que sus hombres eran inocentes, y la prensa afroamericana
se preguntaba por qué cada abuso cometido por un soldado ne-
' ' Ver Gatewood, Smoked Yankees, pp. 193-4.
'" Ibíd., pp. 203-5.
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gro era considerado como evidencia de incapacidad de la raza, y cada
abuso cometido por un soldado blanco era considerado como un asunto de
indisciplina individual. La discusión inmediatamente se transformó en una
lucha entre dos posiciones políticas, que no aclaraba mucho el aconteci-miento'^.
Lo que sabemos es más o menos lo siguiente: Rafael Ferrer, teniente
de la recién creada Guardia Rural, un español veterano del Ejército Libertador,
tiró sobre un soldado negro, Willie Clark, quien murió. Una versión
es que Ferrer, un ex-mambí transformado en policía, lo mató sin provocación.
Otra versión es que Ferrer trató de tomar preso a Clark por algún delito
(se hablaba en la prensa del robo de un cerdo, pero no hay referencia
a un cerdo en los documentos originales), Clark se enfureció, asaltó a Ferrer,
quien tiró en defensa propia. Unas horas después, un grupo de «personas
enfurecidas y desconocidas», según el capellán, o soldados en busca
de venganza, según otros, volvieron al lugar. En el tiroteo que resultó, murió
Ferrer, otro miembro de la Guardia Rural, y por lo menos dos civiles
cubanos -entre ellos, según Wood, el dueño de la plantación (o de la
tienda), y su hijo. Quedaron heridos varios soldados americanos y un bebé
que estaba en el lugar en el momento del tiroteo. Según la versión de Emilio
Bacardí, los muertos eran dos guardias más y dos «campesinos». Hubo
indignación en la ciudad de Santiago, y Wood mandó que el regimiento se
desplazara a algunas millas del pueblo de San Luis. El Coronel Crane también
tomó medidas destinadas a reducir el problema de la bebida, prohibiendo
la entrada de vendedores y la salida de soldados. Por lo menos dos
soldados fueron confinados en la cárcel en Santiago'^.
A estas alturas, no es fácil construir una versión coherente del acontecimiento.
Sabemos algo sobre los participantes: el comandante español de
la Guardia Rural, teniente Rafael Ferrer, tenía fama de ser prepotente, y algunos
vecinos cubanos se habían quejado de sus abusos hacia los trabajadores
cubanos". Al mismo tiempo, dentro del campamento del Noveno
Regimiento norteamericano había problemas graves de disciplina -empezando
por los capitanes blancos impuestos por el compromiso con los conservadores
en Luisiana. El día después del tiroteo, uno de los capitanes
" Ver ibíd.; Costón, Spanish-American War Volunteer; Washington Bee.
'* Ver las fuentes citadas arriba; Emilio Bacardí y Moreau, Crónicas de Santiago de
Cuba (Santiago de Cuba: Tipografía Arroyo Hermano, 1924), tomo 10; y Regimental Let-ters
Sent and Endorsements, 9* U.S. Volunteer Infantry, RG 94, AGO, USNA.
" Ver Enrique Badell y Loperena al General Wood, 25 de noviembre de 1898, Exp. 32,
Leg. 875, GP, AHPSdeC, Santiago.
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blancos, el capitán Dayton de la Compañía D, aparece en el listado del día
como «in confinement» -preso. El primer teniente negro de la compañía,
un médico de Nueva Orleans de nombre Sterling Price Brown, asumió el
mando en este momento tenso, y hubo consejos de guerra sumarios para
algunos miembros de la compañía. Según se puede inferir de la documentación,
desde el día del «motín» hasta el final del mes, el teniente Brown
-un hombre aparentemente muy respetado- estuvo al mando de esta compañía,
mientras el capitán Dayton se daba a la bebida. A fines de noviembre,
el alto mando emitió una orden sobre este Dayton, que dice textualmente:
... se ordena que Ud. saque de la tienda del Capitán Dayton todas las armas de
fuego y toda la bebida intoxicante que Ud. encuentre, y que ponga un hombre de
confianza de guardia, con instrucciones de no entregar al Capitán Dayton ningún
arma ni licor intoxicante, y de no dejar entrar ningún civil salvo en presencia de
Ud., y de informarme de cualquier esfuerzo del Capitán Dayton de salir de su
tienda, salvo para ir al baño. Ud leerá estas instrucciones al Capitán Dayton tan
pronto que las pueda entender.
El 30 de noviembre, Dayton estaba dado de baja, ejerciendo el privilegio
que tenían los oficiales de renunciar voluntariamente del ejército. No
se formó consejo de guerra alguno'^.
¿Y los «soldados negros» acusados del homicidio? Sabemos varias cosas,
ninguna de ellas concluyente. Es muy posible que la confrontación entre
el teniente Ferrer y los soldados norteamericanos fuera, para estos, un
eco de la que hubiera tenido lugar en Nueva Orleans si un policía blanco
se hubiera presentado y dado una orden a un soldado federal negro con armas
-la situación que provocó el incidente en New Orleans que tanto enfureció
al soldado Bazile. Es decir, un policía blanco se dirige a un hombre
negro recién vestido con el uniforme federal- y hay un conflicto
inmediato sobre respeto y autoridad.
Pero esto es altamente especulativo. No podemos todavía reconstruir
en detalle los acontecimientos del 14 de noviembre, y aprovechar su posible
valor como microhistoria -tarea que espero poder completar durante
el próximo año. Pero tal vez podamos de todos modos apuntar algunos
de los fenómenos de la ocupación militar de Cuba por los Estados
Unidos que estos eventos iluminan. Propongo tres temas abiertos para la
reflexión:
'* Ver los libros diarios del regimiento y los Regimental Letters Sent and Endorse-ments,
9th U.S. Volunteer Infantry, RG 94, USNA.
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1. Para los voluntarios negros de Luisiana, la lucha por el respeto era
un elemento fundamental de su alistamiento, y entró inmediatamente en
contradicción con la imposición de capitanes blancos en cada compañía. El
primer teniente Sterling Price Brown, por ejemplo, un médico respetado,
tenía que aguantar a este capitán Dayton, y la humillación de ser mandado
por un borracho. Fierre Carmouche estaba bajo las órdenes del capitán Co-leman,
quien provocó él mismo un incidente en una bodega en el campamento,
al insultar y atropellar a un soldado negro del Regimiento de Kan-sas
quien, según Coleman, hablaba demasiado fuerte en presencia de él,
oficial y hombre blanco de Luisiana. La estructura de estas compañías era
sumamente mala para el buen funcionamiento y para la disciplina, porque
no respondía a las verdaderas capacidades y la dinámica interna del grupo.
2. Para algunos de los soldados rasos, esta búsqueda de respeto se expresó
como una necesidad de autodefensa y de defensa del grupo. El cocinero
Bazile había sido más bien irresponsable cuando exhortó a sus colegas
en New Orleans, en agosto, a ir a la ciudad para buscar al policía que
había matado a su colega. Lo dijo el teniente, entrevistado en el consejo de
guerra subsecuente: hubiera sido suicida. Tal vez lo más triste del incidente
en San Luis fue que las condiciones de ser una fuerza de ocupación permitió
a soldados como Bazile imaginar que la venganza inmediata era no
solamente necesaria para su honor, sino también posible. Las experiencias
abusivas dentro de Luisiana habían enseñado la cautela y el rencor. El llevar
el uniforme norteamericano en Cuba permitió imaginar que se podía
enfrentar al teniente Rafael Ferrer sin que fuera una misión suicida. La
muerte de Willie Clark, al final, probó lo contrario. Y la muerte de los civiles
cubanos mostró el doble costo de este tipo de acción.
3. En el teatro de raza y nacionalidad, los roles no estaban muy claramente
divididos en San Luis. Por lo menos uno de los «cubanos» era más
bien español y miembro de la Guardia Rural, nombrado por el general
Wood y resentido por algunos cubanos. Los «americanos» eran negros,
con una historia más bien solidaria con Antonio Maceo y la lucha cubana.
Y la población del pueblo y los mambises de la región (dirigidos por el
general Agustín Cebreco) casi no aparecen en las múltiples versiones del
incidente, aparte de la muerte triste de los civiles que cayeron en el último
tiroteo.
4. Si volvemos al tema inicial de ciudadanía, vemos que el panorama
es deprimente. Mientras los tenientes Carmouche y Brown y los demás soldados
negros estaban sirviendo a su patria como podían en el ejército, el
estado de Luisiana completaba la negación del derecho al voto. Al volver
a Luisiana, iban a descubrir que el electorado negro había sido destrozado.
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Para los habitantes de San Luis, el panorama también era triste, con sus derechos
ciudadanos postergados por la ocupación. Sabemos que doce años
más tarde estallaría precisamente en San Luis y sus alrededores un gran entusiasmo
por Evaristo Estenoz cuando vino en campaña, en 1910. Y, luego,
enfrentamientos infinitamente más costosos, entre cubanos, en mayo y junio
de 1912.
Esta, finalmente, es la tragedia de San Luis. Por ambos lados, personas
separadas por una generación o menos, del fin de la esclavitud, aspiraban
a ser ciudadanos de su nación. Encontraban algunas puertas abiertas, muchas
puertas cerradas, y muchos hombres prepotentes listos a faltarles el
respeto. Armados e indignados, respondieron en defensa de su honor. Pero
el resultado era crear más muertos sin acercarse a la ciudadanía, que quedó
bajo el control de otras manos.
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