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GEOGRAFÍA LA FORMACIÓN SOCIAL DE CANARIAS ALEJANDRO GONZÁLEZ MORALES INTRODUCCIÓN. Pretendemos en este trabajo evidenciar lo confusa y parcial que las interpretaciones de la sociedad canaria y más concretamente de la sociedad rural, pues el sector secundario y el servicio no alcanzan una gran importancia hasta la década de los años sesenta. Por otro lado intentaremos poner de manifiesto la necesidad de abordar dicha cuestión en un análisis global, ya que al compartimentar la realidad, nos desprendemos al mismo tiempo de todas las posibles interacciones que pueden haber. En efecto, los análisis parciales obedecen fundamentalmente a la primacía de determinados criterios metodológicos e ideológicos en el momento de abordar el tema. En algunos casos han primado aspectos eminentemente descriptivos, sobrevalorando los condicionantes topográficos y climáticos que presentan las islas. Sin embargo hemos de convenir que dado el actual estado de la tecnología en particular y de las fuerzas productivas en general en nuestra región los factores y elementos ecológico-ambientales sólo juegan un papel de condicionante —y por cierto no el más importante— nunca determinante. Otros, por el contrario, han optado por criterios cuantitativos y económicos, descuidando al mismo tiempo cualquier tipo de connotación social. Estos análisis no necesariamente tienen que sucederse en el tiempo sino que incluso algunos de ellos son coetáneos. En contraposición nosotros planteamos una diferente taxonomía fruto de la crítica de los anteriores razonamientos por una lado, y de la propia experiencia por otro. Pretendemos aproximamos al estudio de nuestra realidad social con cirterios rigurosamente epistemológicos, para ello hemos creído necesario ayudamos tanto de la conceptualización como de la metodología marxista. En otras palabras abordaremos la Formación Social de 245 Canarias desde la articulación de los distintos modos de producción que se están concatenando en nuestra región. Pensamos igualmente que no es nuestro cometido ni tenemos interés alguno en dar soluciones. Lo que haremos, porque al propio desenlace del trabajo a ello nos obligamos es dar una serie de recomendaciones para corregir los «errores» estructurales que nuestra sociedad padece. 1. CRÍTICA A LAS TEORÍAS INTERPRETATIVAS DE LA REALIDAD CANARIA. Son numerosos los autores que han propuesto teorías explicativas de nuestra sociedad. De todas ellas destacan por su volumen las que hacen referencia a la sociedad rural, por lo que nos vamos a detener de manera especial en ellas. Entre otras razones cabe apuntar la ya mencionada anteriormente que hasta medidados de nuestra centuria aproximadamente el pilar básico de nuestra economía lo constituye la agricultura y en menor medida el comercio. A partir de los años sesenta el panorama cambia sustancialmente por el «boom» turístico y la hipertrofia del sector terciario originado por el intenso proceso urbanístico de la ciudad de Las Palmas y de Sta. Cruz de Tenerife y sus respectivas zonas metropolitanas. Tras la conquista de Canarias, la agricultura de exportación se erige en el auténtico baluarte de nuestra economía. Esta agricultura ha sido en exceso asimilada a los productos de exportación, como si en Canarias no hubieran más cultivos que los de mercado exterior. Ello precisamente creemos que condujo a determinados historiadores a explicar nuestra realidad en función de «ciclos productivos»', aún cuando ya entonces nuestra agricultura era más compleja, pues directamente relacionada con la de exportación y con un impacto espacial mayor si cabe existía la propia de auto-subsistencia y abastecimiento del mercado interior, incluso ésta última no se restringe a las zonas de medianías y cumbres como se ha afirmado en alguna ocasión, sino que incluso de igual forma se combina con la propia de exportación, pongamos por caso la viña y el millo. El ciclo se componía, según dichos autores de tres fases: la implantación o génesis del mismo, un período de crecimiento (auge) tanto en superficie como producción y la posterior etapa de decadencia generalmente debida a la competencia de otra área geográfica, lo que irreme- 1. MORALES PADRÓN, Feo.: El comercio Canario-Americano (siglos XVI-XVII-XVIII). Sevilla 1955. 425 págs. 246 diablemente llevaba aparejado su sustitución por otro^ y los consiguientes trastornos sociales derivados de tal situación (hambre, emigración, etc.). Por todo ello hemos de convenir que esta visión de la agricultura en función de los ciclos productivos peca excesivamente de simplista, y carece de razones convincentes para mantenerse aún vigente en la actualidad. Otra interpretación que marca un hito importante en nuestra escasa historiografía social y más concretamente rural es la aportada en la década de los sesenta por J. A. Sans Prat^ basada su vez en la clasificación que estableció C. Bublot previamente para el mediodía italiano. Establece dicho autor una taxonomía concretada en cuatro diferentes tipos de agricultura: a) Agricultura de autoconsumo, caracterizada por los cultivos de cereales, leguminosas, millo y papas de autoabastecimiento fundamentalmente, aunque pueden incluirse pequeñas cantidades de hortalizas (zanahorias, judías, col, calabazas, etc..) generalmente sostienen un pequeño rebaño de cabras y algún cerdo, se ubica preferentemente en las zonas de medianías y cumbres y se corresponde con la clasificación de Bublot en la agricultura de subsistencia. b) Agricultura de abastecimiento del mecado interior, dedicada igualmente al cultivo de cerales y leguminosas, hortalizas al aire libre, frutales de hueso y pepita, agrios, almendros, viña, producción de forrajes y a la explotación de ganado vacuno, caprino, lanar, aviar y porcino. Se localiza preferentemente en el mismo espacio que la anterior, es decir, «cumbres» y «medianías». c) La agricultura de exportación, a su vez dividida en dos tipos, una tradicional que la conformarían plátanos, tomates y papas para la 2. MORALES LEZCANO, Víctor: Síntesis de la Historia Económica de Canarias. Enciclopedia Canaria. Aula de Cultura de Tenerife. Sta. Cruz de Tenerife. 1966. 48 págs. Estos «ciclos» económicos que se suceden en el tiempo según Víctor Morales se establecen de la siguiente forma: 1) Etapa prehispánica (s. XV). 2) Etapa azucarera (s. XVI). 3) Etapa vinícola (s. XVII). 4) Etapa barrilla y cochinilla (s. XVIII). 5) Interregno depresivo (s. XVIII). 6) Etapa Liberal (plátano y tomate), (s. XIX). 7) Puertos Francos (1852). 3. SANS PRAT, J. A.: La crisis de la Agricultura en Canarias. Edit. Plan Cultural de Las Palmas. 1977. 247 exportación y que se localiza en la costa, aunque también la podemos encontrar en zonas de medianía, sobre todo por lo que a las papas respecta y que en la taxonomía de Bublot constituye una agricultura eminentemente comercial; y la innovadora de exportación que acoge a los pepinos, pimientos, berenjenas y otras hortalizas bajo invernaderos, así como también a las plantas ornamentales y los frutales alternativos (Kiwi, mandarinas, aguacates, papayas, etc.). Se localizan igualmente en la zona de costa y en menor medida en las medianías (los frutales principalmente), dentro de la clasificación de Bublot se correspondría con la agricultura industrial. Esta tipología de Sans que hizo auténtico furor a mediados de los años setenta presenta una serie de inconvenientes. A nuestro entender, no existen una agricultura de autoconsumo y otra de abastecimiento del mercado interior diferentes, sino que ambas conforman una única agricultura de subsistencia familiar caracterizada por el predominio en las mismas de formas de explotación auténticamente precapitalistas. El producto no llega a convertirse en auténtica mercanía, ya que en su mayoría es consumido en la propia explotación, hay escasez de maquinaria o total ausencia de ésta, no existen tampoco trabajadores asalariados, sólo trabaja el campesino y su familia como complemento, ello ocurre así por no disponer de capital suficiente tanto técnico como variable. En este mismo sentido es igualmente criticable la aplicación del término tradicional a una de las agriculturas de exportación, sobre todo en lo referente al plátano y al tomate, pues no se puede incluir, a nuestro juicio, en un sólo tipo las diversas explotaciones de dicho cultivo, ya que existen algunas con muy baja composición orgánica de capital de pequeños y medianos agricultores que están rozando la marginalidad, frente a otras que engloban una gran cantidad de capital y que han sido objeto de mejoras técnicas sustanciales, tales como: riego localizado (preferentemente goteo), utilización de semillas híbridas de mayor productividad y resistencia a las plagas, sistemas mejorados en los semilleros (como el sistema del enanismo en casetones de turba). Es decir que el diferente grado de desarrollo de las fuerzas productivas y de capital entre unas y otras imposibilitan clasificarlas en un mismo compartimento. Precisamente las explotaciones de plátano más avanzadas son equiparables en productividad y rendimientos a la propia agricultura innovadora de exportación. Pues como señala A. Maclas: «los autores que sostienen el carácter tradicional de una determinada agricultura, insisten sobre su baja productividad media del trabajo, bajo nivel de capitalización y, en consecuencia tecnológico; en definitiva, se trata de un enfoque desde la óptica de la rentabilidad ecoñmica 248 de las explotaciones agrarias, pero sin cuestionarse el problema institucional y socioeconómico de la propiedad de la tierra»". Otro grupo de autores han optado por un planteamiento distinto contraponiendo la agricultura «moderna» a otra «atrasada» en un mismo espacio y en principio sin evidentes relaciones como ya indicara W. A. Lewis^ En este sentido, se dice que la agricultura de medianías y cumbre es decir, la propia de la autosubsistencia y abastecimiento del mercado interior se encuentra sumida en una grave crisis que ha propiciado consecuentemente el abandono de las explotaciones y unos fuertes trasvases poblacionales hacia otras actividades económicas o en el mejor de los casos hacia la agricultura «moderna» ubicada en las costas. Pero esta manifiesta y en principio preclara dualidad de nuestra realidad económica no resiste una crítica mínimamente severa, ya que las articulaciones entre ambas agriculturas son muy evidente y además sobradamente puestas de relieve en otros trabajos ^ con lo cual manifestamos que esta pretendida dicotomía es más aparente que real. Con todo, al dualismo, se le pueden hacer numerosas críticas, pero quizás la principal la constituye la tajante escisión existente entre ambos sectores sin reconocer ningún tipo de concatenación. Según R. Bar-tra: «(...) esta situación de acumulación primitiva permanentemente sólo es un sistema dual aparente. En realidad se trata de una sola estructura, cuyas partes constituyentes no se explican más que en el conjunto. Sus partes constituyentes —el sector capitalista y el no capitalista— constituyen dos modos de producción que juntos conforman una sola formación socioeconómica subcapitalista»''. En efecto, la presencia de relaciones sociales de producción preca-pitalista, impiden en su articulación con las capitalistas que estas se desarrollen plenamente dando lugar a una nueva y por tanto tercera forma de producción a caballo entre ambas, es la denominada subcapita-lista, y que constituye un auténtico modo de transición pero al mismo tiempo diferenciado como para romper con esa vertebración dicotómi-ca de la formación social donde se localiza. Esta superación del dualismo, entendemos que no es fortuita, sino 4. MAGIAS HERNÁNDEZ, Antonio: «El papel histórico de la agricultura de «subsistencia » en Canarias». Canarias ame el Cambio. Edit. A. Romero. Sta. Cruz de Tenerife. 19n pág. 101-112. 5. MARTÍN RUfZ, J. F. y DÍAZ RODRÍGUEZ, M. C: «La articulación de los modos de producción en la Agricultura Canaria». Anuario del Dplo. de Geografía. Universidad de La Laguna. La Laguna 1981. págs. 138-153. 6 BARTRA, Roger: Estructuras Agrarias y Clases Sociales en Méjico. Colección E.R.A. Méjico 1974. pág. 24. 249 que está relacionada con la profunda reflexión que se está llevando en el área tercermundista, y más concretamente sobre las estructuras internas de esas formaciones sociales subdesarrolladas. Ello pone de relieve la evidente heterogeneidad estructural que caracteriza a las formaciones sociales capitalistas en estos espacios «periféricos» como acertadamente expone Emilio Pérez Touriño: «(...) los polos de la sociedad dual, son necesariamente no simples sectores, sino que se trata de conjuntos estructurales y coherentes de relaciones sociales, económicamente institucionales, etc.. son pues sistemas económicos o secciones de una comunidad »^. Nosotros por el contrario preferimos emplear el término de «forma o modo de producción» que tiene unas acepciones y connotaciones bien distintas de «sistema» o «sección». Sin embargo, si estamos de acuerdo con el mencionado autor en que una formación social en absoluto constituye un todo parigual u homogéneo, sino existe distintas formas de producción, eso sí, una de ellas dominante, y por esta razón establece unas relaciones de dominación y explotación —mediante la articulación— sobre los restantes. Insistimos nuevamente, el que estos «polos» de la sociedad se definan «moderno» o capitalistas unos y «atrasados» o precapitalista el otro, ocurre por irrumpir en la escena económica de estos espacios el modo de producción capitalista que evidentemente en su dominio margina a los anteriores o preexixtentes. Quizás, con todo, lo más significativo de estas teorías dualistas es el considerar a cada una de las formas de producción como realidades autónomas, lo cual volvemos a ratificar es absolutamente falso. Al «sector atrasado» se identifica con una agricultura propia del autoabastecimiento familiar y de un mercado muy restringido de carácter local cuando hay excedentes, desconexa del resto del sistema, manteniendo una carácter marginal frente al «sector desarrollado», cuando en realidad, este último se vale del primero para obtener mano de obra barata y despreocuparse de la propia subsistencia y reproducción del campesino, obteniendo de esta manera una alta tasa de ganancias y beneficios. El dualismo no queda constreñido a aspectos puramente económicos, sino como señala el propio Emilio Pérez, otros autores encuentran razones y fundamentos de carácter racial, e incluso algunos valoran sus condicionantes sociales^. En el primer caso se encuentran Boeke y Fur- 7. PÉREZ TOURIÑO, Emilio: Agricultura y Capitalismo. Análisis de la pequeña producción campesina. Serie Estudios. Ministerio de Agricultura. Madrid. 1983. 8. Ibidem pág. 244. 250 nivall, precisamente para este último: los elementos de la sociedad plural son conceptualizados, en términos de descomposición racial como «secciones de comunidad» u «órdenes sociales» que cumplen diferentes funciones económicas pero incomunicados entre sí. Sin embargo, para Boeke se enraiza con su visión de los polos en términos de sistemas sociales, cuya caracterización —argumenta acertadamente el propio Pérez Touriño— toma de Sombart, cada uno de ellos dominando y estructurando una parte de la sociedad, entendida ésta como una yuxtaposición de pautas, valores, instituciones, racionalidades económicas, etc.. En ningún caso, y por lo mantenido hasta el momento podemos estar de acuerdo con dichos autores, entre otras razones porque cada «sectoD> no domina un determinado espacio y es la yuxtaposición de factores la que les da unidad, sino precisamente porque uno de ellos —si hablamos de «sectores» que nosotros preferimos hacerlo de formas de producción que no es exactamente lo mismo— es dominante y determina a los restantes sus fórmulas de funcionamiento en todo lo que constituye la Formación Social. Por tanto, no se puede hablar de yuxtaposición sino de articulación, pues obedecen a una misma realidad y no a varias. Por otro lado creemos que más que una definición estática de la realidad socioeconómica en compartimentos estancos, deben adoptarse explicaciones dinámicas interrelaciones que evolucionan evidentemente con el devenir histórico. En definitiva al dualismo se le puede criticar severamente, habiendo para ello sobrados elementos de juicio, concretándolos en una serie de puntos podemos decir que los «polos» o «sectores» que estos autores consideran realidades antagónicas e irreconciliables, son en realidad producto de un único proceso histórico. Por otro lado, las tesis dualistas distorsionan y simplifican las relaciones múltiples y estrechas que se desarrollan en las Formaciones Sociales. Igualmente los análisis marxistas más recientes revelan la invalidez de caracterizar a determinadas economías de «cerradas» o «naturales», cuando el proceso de colonización y la expansión mundial del capitalismo han vinculado a tales economías a la de mercado que ya prácticamente no existen tales economías cerradas, pues hasta los propios cultivadores de rozas de la selva amazónica o centroafricana ofrecen productos a las multinacionales que controlan las plantaciones. En consecuencia, el que exista desarrollo desigual no implica en absoluto que las formas de producción bajo una determinada Formación Social sean ajenas o independientes. Por todo ello disentimos de J. A. Sans cuando afirma que: «(...) la dinámica de las relaciones socioeconómicas entre las clases existentes 251 en el ámbito de estudio no ha favorecido la formación de un sólido grupo de explotaciones intermedias tipo «family farm», tan extendido en la mayoría de los países industrializados del mundo occidental. Se podría suponer, por el contrario, la presencia de un proceso dicotómico que ha llevado a una clara creciente diferenciación entre empresas capitalistas que se afirman y explotaciones campesinas en vías de creciente margi-nación »'. En realidad estas explotaciones intermedias a las que alude el mencionado autor las encontramos en la agricultura canaria bajo las formas de producción subcapitalistas, sobre las cuales insistiremos más adelante. Aunque adelantamos que en ningún caso podemos simplificar la realidad socioeconómica canaria a dos sectores contrapuestos como sostiene el susodicho autor: «por finalidad de análisis hemos agrupado los cuatro tipos de agricultura en dos: «agricultura de exportación» y «resto de la agricultura» no creyendo erróneo dicho proceder dada la condición dualista que ostenta el agro insular'". En conclusión su propuesta nos parece inaceptable no sólo por concebir nuestra realidad socioeconómica como un modelo dual, sino además por englobar a todo lo que no es agricultura de exportación en un sólo compartimento a modo de «cajón de sastre». Otra clasificación explicativa del agro canario se fundamenta en la utilización de criterios geográfico-climáticos dividiéndolo en zonas de «medianías», «costas» y «cumbres»". Ahora bien este criterio es sólo aplicable, y con matizaciones a las islas de Gran Canaria, Tenerife y La Palma, pero en ningún caso sus conclusiones son extrapolables al resto de las islas. Por otro lado, es una clasificación empírico-descriptiva, aunque hay trabajos que ha superado esta fase incidiendo en un análisis socieconómico combinando junto al criterio climático-altitudinal, la superficie de las explotaciones, el líquido imponible y los ingresos netos, lo que permite una taxonomía más rigurosa de las mismas, pero siempre para los espacios anteriormente señalados, esta tesis es defendida por Antonio Alvarez Alonso para la comarca del Valle de la Orota-va (La Orotava, Los Realejos y Puerto de la Cruz)'^ 9. SANS PRAT, J. A.: Op. cit. pág. 260. 10. Ibidem. 11. Terminología utilizada para las islas centrales, donde las «costas» abarcan hasta los 400 mts. aproximadamente, las «medianías» hasta 800-1.000 mts., y las «cumbres» las que superan estas cotas. 12. ALVAREZ ALONSO, Antonio: Agricultura y turismo en el Valle de La Orotava: un modelo de articulación. Tesis Doctoral. Inédita. Universidad de La Laguna. 1982. 926 págs. mecanografiadas. 252 Constituye sin duda alguna un gran acierto por parte de su autor, el compaginar múltiples variables para estructurar la propiedad de la tierra en particular y las estructuras agrarias en general, pues únicamente, con la utilización de la dimensión superficial, para establecer la «gran», «media» y «pequeña» propiedad pecaría de un análisis parcial, máxime en Canarias donde incluso una explotación de plataneras de 4 Has. de primera calidad puede considerarse gran propiedad'^ En resumen —hoy más que nunca— no sólo se han de tener en cuenta diversos parámetros para la clasificación de las explotaciones, sino que incluso es necesario establecer cada vez más concomitancias con la actividad industrial, por lo que ha supuesto en las islas la penetración profunda del Modo de producción capitalista en los últimos años. Igualmente es necesario clasificar la coherencia interna que los distintos sectores agrícolas mantienen profundizando en la complementa-riedad que los mismos presentan entre sí, e incluso, la que mantienen con otras actividades económicas que no ayudarían sobremanera a explicar fenómenos tan complejos como la agricultura a tiempo parcial, motivada, entre otras razones, por la expulsión de mano de obra tras la introducción de la maquinaria en el campo previo desarrollo del sistema de producción capitalista: «(...) el desarrollo desigual expulsa de la agricultura a una gran cantidad de gente, y forma una masa de desempleados y semiempleados. De hecho, una buena parte de la población campesina permanece ligada a la tierra (pero en condiciones de miseria)... La situación de la masa de subocupados, desempleados y pauperi-zados de las zonas rurales no se encuentra «al margen» de la estructura socioeconómica, y debe ser explicada en términos de clase social»'''. En efecto toda aquella masa de población que no permanece fijada a la tierra y que han optado por complementar su actividad agrí'cola con alguna otra, constituyendo ésta última en la mayoría de las ocasiones la actividad principal de ser analizada. En tal sentido conviene aclarar que esta expulsiones de campesinos del campo, no sólo se explican en fifnción de existencia de excedentes en el mismo, sino también por la demanda de fuerza de trabajo surgida de las actividades industriales y los servicios. Por último, decir que, nosotros hemos optado por un proceso explicativo que está en función de la articulación de los distintos modos de producción que se están concatenando en la Formación Social Canaria. 13. Ibidem. 14. BARTRA, Roger: Op. cit. 253 Esta interrelación entre modo de pequeña producción mercantil, subcapitalista y capitalista, no siempre es asimilable a la clasificación «pequeña», «mediana» y «gran» explotación. En este sentido hay que entender —a nuestro juicio— las palabras de Kautsky: «{..) la pequeña explotación va desapareciendo, entonces la grande da cada vez ingresos menores y empieza también a retroceder'^ E incluso, sostiene como causa principal la falta de brazos. En cualquier caso —en ello estamos de acuerdo con el mencionado autor— si la pequeña explotación sobrevive, no es porque sea competitiva con respecto a la gran explotación, sino porque es en realidad complementaria de ésta última, ya que, de esta manera dispone de su fuerza de trabajo, así como también de algunos de sus excedentes, funciones que le reserva el modo de producción dominante, el capitalista. Sin embargo disentimos con él cuando vaticina que con el desarrollo del capitalismo las pequeñas explotaciones y con ellas las formas de producción precapitalistas desaparecerían, siendo su vacío ocupado por las grandes explotaciones capitalistas. En realidad dicha forma de absorción por el M.P.C. no ha llegado a producirse, al menos de una manera generalizada, existiendo otras fórmulas que han permitido su supervivencia, tales como: a) la superioridad técnica de las grandes explotaciones es en absoluto tan elevada como Kautsky llegó a preconizar; b) por otro lado el crecimiento de la composición orgánica de capital es más lento que en la industria, lo que motiva que el capital variable en ellas sea muy importante, lo cual les permite a las pequeñas explotaciones ofrecer cierto margen de competitividad a costa de la au-toexplotación. Por tanto las pequeñas explotaciones al buscar sólo una remuneración a su trabajo y no estar planteando términos de rentabilidad capitalista han podido mantenerse. Conviene recordar, asimismo, que los criterios que seguimos para distinguir una explotación capitalista de otra que no lo es, no se debe exclusivamente a la presencia de asalariados o no, o a la propia extensión de las explotaciones, sino también al objetivo y naturaleza del proceso productivo, por lo que una pequeña explotación también puede ser capitalista una mediana y pequeña propiedad como bien señala Marx: «(...) el campesino independiente o el artesano está dividido en dos personas. Como propietario de los medios de producción es un capitalista; como trabajador es su propio asalariado. Como capitalista se paga a sí mismo un salario y obtiene un beneficio de su capital; es decir, se explota a sí mismo, como asalariado, y se paga a sí mismo, con la 15. KAUTSKY, K. et al: La cuestión agraria. Edit. Ruedo Ibérico. Paris. 1970. 254 plusvalía, el tributo que el trabajo debe al capital. ...los medios de producción se convierten en capital solamente en cuanto se han separado del trabajador y confrontan a éste como un poder independiente. Pero en el caso que estudiamos el trabajador —es el poseedor— el propietario de sus medios de producción. No son, por tanto, capital, como tampoco él en relación a ellos es un asalariado. Sin embargo son considerados como capital, y él se divide en dos, de modo que él como capitalista, se emplea a sí mismo como asalariado»'*. Según V. L. Lenin el desarrollo del capitalismo traería aparejada la descomposición del campesinado en la agricultura, es decir, el desarrollo de las fuerzas productivas se debía producir una progresiva regresión en las explotaciones, menos capitalizadas que él identificaba con las pequeñas explotaciones, en realidad, en parte ha ocurrido así, con la salvedad de que no todas las pequeñas explotaciones son precapitalistas'^. A este carácter transitorio de la pequeña explotación se le opone la permanencia de fórmulas precapitalistas bajo el Modo de producción capitalista, como intentaremos demostrar en nuestra clasificación sobre el agro canario, basado en el análisis de los modos de producción que conforman nuestra Formación Social. Aunque Marx no expresa de forma explícita lo que se entiende por Modo de Producción. Sin embargo, si está implícitamente definido en el capital y constituye como señala Pirre Vilar el concepto nuclear del materialismo histórico'*, o como señala Althousser: «el concepto central, el todo coherente, el objeto teórico de Marx, es el Modo de Producción como estructura determinada y determinante»". Entendemos éste, como una combinación específica de fuerzas productivas y de relaciones de producción, en donde la idea de combinación específica encierra dos referencias sumamente importantes. De una parte que tales estructuras nunca han existido separadamente, y por lo tanto lo esencial es su articulación, de otro lado la noción de compatibilidad o coherencia entre ambas, que conlleva a la posibilidad de contradicción y cambio por la alteración de tal compatibilización o coherencia^". De la articulación deducimos dos ideas principales por una lado la 16. MARX, Karl: Teoría del sobrevalor. Vol. I. Edit. L y W. London 1969. pág. 407-409. 17. ETXEZARRETA, Mirien.: La evolución del campesinado. La agrícultura en el desarrollo capitalista. Serie Estudio. Ministerio de Agricultura. Madrid 1979. pág. 127. 18. VILAR, Fierre: Historia Marxista, historia en construcción. Edit. Anagrama Barcelona. 1974. 19. ALTHOUSER, L.: Para leer el Capital. (Traducción de Marta Harnecker). Edit. Siglo XXI. Méjico 1969. 20. PÉREZ TOURIÑO, E.: Op. cit. pág. 150. 255 existencia de un proceso de lucha de clases entre aquéllas que sustentan las distintas formas de producción, originándose una serie de enfrenta-mientos y alianzas según los casos. Por otro lado, es la propia coexistencia de los distintos modos de producción dominados, en la medida en que la reproducción de las relaciones de explotación que los define es consustancial a la expansión capitalista. Este proceso de articulación terminará toda vez que el Modo de Producción Capitalista consiga desarticular completamente al resto de las formas de producción, cosa que por otro lado, no ha ocurrido hasta el presente. 2. Los MODOS DE PRODUCCIÓN DE NUESTRA FORMACIÓN SOCIAL. Partimos de la hipótesis de que el Modo de Producción Capitalista es dominante en la Formación Social Canaria y establece con las restantes formas de producción (subcapitalistas y de pequeña producción mercantil) una evidente articulación, reservándoles a cada uno de ellos unas funciones muy concretas. 2.1 .MODO DE PEQUEÑA PRODUCCIÓN MERCANTIL. Las explotaciones englobadas bajo dicha forma de producción se caracterizan por el uso casi exclusivo de la fuerza de trabajo familiar no asalariada. Los campesinos consumen una buena parte de su producción comercializando el excedente o sobrante en el mercado interior. En esta economía mercantil simple la ganacia y el capital variable forman una misma cosa^', constituyendo la ganacia —en palabras del propio R. Bartra— un salario autoatribuido. Por otro lado, la economía mercantil simple no contribuye en modo alguno a la fijación de los precios de los productos, que son determinados por el mercado capitalista. Esta agricultura, en la actualidad, sufre un proceso de descampesina-ción (éxodo rural) y de descomposición (agricultura a tiempo parcial). En cualquier caso ello está de acorde con los intereses capitalistas que se benefician de esta creciente proletarización de la fuerza de trabajo, pues de esta manera controlan mejor su reproducción y consumo. Pues, es sabido que el campesinado que vive bajo esta forma de pequeña producción mercantil, tiende a reducir sus compras y suplantarlas por unos altos niveles de autoconsumo, generalmente los productos consumidos 21. BARTRA, Roger: Op. cit. pág. 74. 256 por la propia familia exceden del 50% del total producido, por lo que bajo una óptica de rentabilidad capitalista pierden dinero y se ven en la obligación de buscar trabajo en otra actividad que frecuentemente se convierte en la principal, mientras las funciones agrarias quedan relegadas a un segundo plano (agricultura a tiempo parcial o sistema obrero-campesino). Estas pérdidas monetarias a las que anteriormente hemos aludido generan un círculo vicioso de endeudamiento del campesinado, lo cual lleva aparejado que este sea en numerosas ocasiones víctima de préstamos usureros. De tal manera, la actividad agrícola de los campesinos pauperiza-dos y semiproletarizados que aparentemente constituye una forma de adquirir alimentos a bajo precio, en realidad, si tomamos en cuenta el trabajo invertido en dichos alimentos resultan más caros que en el mercado, pero ya hemos dicho que éste no valoriza su trabajo y el de su familia. Por otro lado, al ejercer generalmente su actividad principal fuera del sector agrario no constituyen agricultores —en el sentido estricto del término—, conformando realmente un amplio ejército de subem-pleados que han de procurarse su propia subsistencia. En el estrato inferior de dichos campesinos R. Bartra distingue dos tipos diferentes: a) El semiproletariado rural constituido por individuos que se sostienen fundamentalmente de su trabajo como jornaleros u obreros, pero mantienen el trabajo en su parcela como una actividad complementaria. b) El campesinado pauperizado que constituyen aquellos que no se han proletarizado en el proceso de descomposición del campesinado y que viven fundamentalmente de las actividades «terciarias» (pequeños comercios, servicios, etc.). La agricultura para ellos sigue siendo una actividad secundaria ^^. Es sintomático, igualmente, en estas pequeñas explotaciones preca-pitalistas la tendencia a poseer la propiedad de la tierra, ya que como anteriormente dijimos ello les asegura el abastecimiento de alimentos, permitiendo un creciente aumento de la propiedad directa, aunque, obviamente, ésta también ha crecido por hacerse cargo de sus explotaciones grandes empresarios capitalistas. 22. Ibidem. pág. 89. 257 La entrada en «crisis» de esta agricultura de subsistencia y abastecimiento del mercado interior se da cuando se producen intensos trasvases de población hacia esas zonas económicamente mejor remuneradas, ello provoca una caída de la producción. Y, al mismo tiempo por la falta de mano de obra, un aumento de los salarios en el campo. Aunque en realidad, en las pequeñas explotaciones precapitalistas el campesino se preocupa fundamentalmente de su subsistencia y la de su familia, y con el escaso excedente que comercializa lo que realmente pretende es retribuir de alguna manera su fuerza de trabajo, sin preocuparse de renta o tasa de ganancia. El capital empleado en dichas explotaciones es práqticamente nulo, tanto técnico, pues el propio campesino se fabrica sus útiles de labranza, como al variable, pues tampoco cuenta con fuerza de trabajo asalariada. Ello en cierta medida les «inmuniza» frente a las crisis cíclicas capitalistas, aunque ello tenga que conseguirlo en detrimento de su nula rentabilidad económica por encontrarse precisamente fuera de los círculos mercantiles. Con todo parece que la pequeña producción mercantil no desaparecerá con la generalización de las formas de producción capitalistas, sino que por el contrario se reafirmará, ya que dicha «absorción» por el M.P.C. se hará a través de la reproducción de las explotaciones del Modo de pequeña producción mercantil en buena medida, como de hecho está ocurriendo ya donde existe una política clara por parte del Estado para proteger la agricultura familiar. En síntesis, el Modo de pequeña producción mercantil se define a partir de una serie de parámetros tales como: la escasa dimensión de las explotaciones, y los escasos ingresos netos que producen. Esto ocurre por igual tanto en las explotaciones familiares cuyos productos se destinan a la subsistencia como a las llevadas en regímenes de tenencia indirectos (medianería y aparcería). Los cultivos se comercializan en un mercado de ámbito local cuando existen excedentes, estando en su mayoría destinados al autoabaste-cimiento familiar, de ahí que la gama sea muy variada y englobe: cereales (trigo y cebada), leguminosas (judías, lentejas y garbanzos, etc.), papas, hortalizas (col, zanahorias, cebollas, ajos, etc..) e incluso algo de alfalfa y maíz forrajero para los animales. En realidad dicha agricultura constituye un auténtico policultivo, preferentemente de secano. La fuerza de trabajo es enteramente familiar, estando altamente desarrollada la agricultura a tiempo parcial, por lo que en realidad muchas de estas explotaciones encubren un evidente subempleo. La mayoría de las veces la actividad principal reside fuera del propio sector agrario (construcción, turismo y servicios). 258 Estas pequeñas explotaciones generalmente cuentan con un reducido rebaño de cabras, o un hato de ovejas^^ e incluso con algunas aves y cerdos; la producción láctea de los primeros se destina a cubrir las necesidades familiares, pero sobre todo a la elaboración de queso artesa-nal, permitiéndole un pequeño ingreso complementario a la familia que suaviza en buena parte el estrangulamiento económico a que están sometidas. Las inversiones en capital constante son las destinadas a la instalación de algún tipo de riego localizado (aspersión) para una pequeña huerta de hortalizas y alfalfa o millo forrajero. En todas ellas el capital variable y el beneficio se identifican constituyendo en realidad una sola cosa. En lo concerniente al régimen de tenencia de la tierra y a las relaciones sociales y de producción hay que manifestar que predomina de forma abrumadora la propiedad directa, manteniéndose unas relaciones eminentemente precapitalistas. La pervivencia de estas formas de producción se explica fundamentalmente por las funciones que le reserva el Modo de producción dominante (capitalista), ya que les guarda el papel de reproducción de la fuerza de trabajo del sistema, asimismo puede pagar inferiores salarios por la compra de fuerza de trabajo, justificándose en este sentido las palabras de Marx cuando manifiesta que dichos campesinos constituyen en realidad un «ejército de reserva de mano de obra del capital». No creemos, en absoluto, que se trate por el contrario de una resistencia de estas unidades de explotación campesinas a ser «absorvidas» por las formas de producción capitalistas, tal como señalan algunos autores^", ya que es evidente que el M.P.C. al dominar y determinar las relaciones de producción, dicta las leyes de funcionamiento del sistema, y por tanto de la pequeña producción mercantil que forma parte de él. 2.2. MODO DE PRODUCCIÓN CAPITALISTA. La existencia del capitalismo en la agricultura es puesta de relieve por la presencia de una serie de factores que la distinguen del resto de los Modos de producción y le proporcionan coherencia interna. Estos son, la presencia de asalariados, para ello es necesario que la mano de 23. Información obtenida a través de la encuesta de campo. 24. Los más destacados teóricos que mantienen dicha postura son Servolin, Meillas-soux y Chayanov. 259 obra sea libre y venda su fuerza de trabajo en el mercado, siendo así adquirida por un empresario capitalista que no sólo la utilizará para producir mercancías, sino también para obtener de ella un plustrabajo, que al ser apoderado por el propio capitalista constituye para éste último una ganancia extraordinaria. Asimismo, encontramos que la mercantilización de la economía alcanza cotas muy superiores a la de otros modos, ello en absoluto significa que en las formas de producción precapitalistas y subcapitalistas no exista comercialización de productos, sino que ésta es bastante más restringida. También contribuye a la formación del capitalismo la intensa mecanización e industrialización de las actividades agrarias. En efecto, es sintomático de este Modo de producción, tanto el aumento de capital técnico como circulante, que en definitiva van a producir una elevación considerable de la composición orgánica de capital en las explotaciones. R. Bartra ha establecido una tautología donde quedan recogidas las características del sistema capitalista desarrollado^'. En primer lugar, para dicho autor «la ganancia creada procede de la explotación de los trabajadores asalariados... en efecto, las altas tasas de ganancia se logran aumentando las cuotas de explotación de los jornaleros, es decir, la rentabilidad de las empresas agrarias tiene por base una superexplotación del trabajo asalariado». Efectivamente, la tasa de plusvalía apropiada por el propietario constituye un gran revulsivo en el momento de la inversión. Por otro lado, las empresas capitalistas en la agricultura tienen una composición orgánica del capital más elevada que en el sector capitalista, pero sin embargo a medida que ésta aumenta disminuye la tasa de ganancia, por el consabido mecanismo de los rendimientos decrecientes, y porque con el aumento de la maquinaria en la explotación se prescinde de mano de obra y por tanto la tasa de explotación es menor, al disminuir la plusvalía absoluta. Sin embargo, el beneficio sigue siendo importante, porque al aumentar la inversión obtenemos mayor cantidad de plusvalía relativa, y ocurre al mismo tiempo, una sensible mejora de la tasa de explotación. Las altas cuotas de ganancia, fruto de la superexplotación, adoptan la forma de superganancia. Por otro lado, los capitalistas que obtienen bajas tasas de ganancia comparadas con la tasa media superan su inefi-ciencia apropiándose de la renta de la tierra. De esta manera, con relati- 25. BARTRA, Roger: Op. cit. pág. 67. 260 va frecuencia las altas ganancias y la superexplotación de la mano de obra esconden una ineficiencia que logra cubrirse por medio de la renta de la tierra y por medio del monopolio de la misma^^. Esta renta se obtiene de la diferencia que se establece entre el valor de producción y el precio de producción, dando como resultado un plus-beneficio. En efecto, según Marx, si existe alguna rama de la producción en la que por alguna razón las mercancias se intercambia a valores y los precios de producción en las mismas fuesen inferiores a los valores producidos, tendríamos la posibilidad estructural de un exceso de valor sobre el precio —cosa que por otro lado es más frecuente en las explotaciones precapitalistas que en las capitalistas, por la inferior composición orgánica de capital de éstas— lo que determina el origen de la rentabilidad absoluta. En definitiva, ésta viene a constituir un excedente que cualquier empresario obtendría una vez retribuido el capital constante, capital variable y la tasa promedio de beneficio (siendo esta última la relación existente entre la plusvalía generada y el capital total invertido). En otro orden de cosas, es la división social del trabajo la que permite al afianzamiento de las explotaciones capitalistas de trabajadores especializados que ya presentan mayores rasgos de obrero industrial que de campesino e igualmente al no dirigirse su producción hacia el abastecimiento de los productores, sino convertirse en mercancías, las relaciones con el mercado son más evidentes, precisamente las leyes de mercado son las que rigen hoy en buena medida la especialización y tipos de cultivos de las susodichas explotaciones, aunque conviene recordar llegados a este punto, que tales leyes de mercado no sólo funcionan para las explotaciones netamente capitalistas, sino que igualmente lo hacen para aquéllas que aún no siéndolo estrictamente, por la evidente relación que guardan con las primeras les afecta igualmente, en tal sentido podemos encontrar incluso pequeñas explotaciones que adquieren maquinaria agrícola, en este último caso no sólo pueden ser explicadas en función del mercado sino por la acuciante escasez de mano de obra que padece el campo tras el fuerte éxodo rural, motivado en buena parte por la propia conversión capitalista de numerosas explotaciones, y por la elevación de los salarios que propició precisamente estos intensos trasvases de mano de obra. Todo ello nos conduce irremediablemente a entender que la capacidad de financiación del sector agrario ha ido aumentando en los últimos años tanto para el conjunto del Estado como en particular para Canarias. 26. Ibidem. 261 Son varias las causas que han contribuido a crear un marco favorable como generador de recursos financieros: a) En primer lugar, cabe mencionar el importante papel de las grandes explotaciones que trabajan con obreros asalariados. b) En segundo lugar, hay que considerar el grado de comercialización de que es objeto la producción agraria^'. La primera causa ha permitido la acumulación al obtener importantes tasas de beneficio, no sólo por el aumento de la productividad, sino también por el incremento paralelo de la plusvalía con la explotación de la fuerza de trabajo. El grado de comercialización que es muy intenso en este tipo de explotaciones, posibilita igualmente en el caso canario hacerse con unas cantidades importantes de divisas al ser distribuidos dichos productos preferentemente en el exterior, y en cantidades nada desdeñables. Este proceso de creciente capitalización y captación de recursos financieros en el campo no sólo afecta a las propias explotaciones capitalistas sino incluso a las que no lo son, y ello lo hace desde una doble vertiente: forzando a las pequeñas explotaciones a capitalizarse cada vez más si quieren ser competitivas de cara al mercado, y en segundo lugar, y directamente relacionado con lo anterior, contribuyendo a la cada vez mayor descomposición del campesinado y por tanto a su creciente proletarización. Todo ello ocurre evidentemente de esta manera, por la superioridad técnica que presenta la gran explotación frente a las pequeñas, por la menor pérdida de superficie cultivable, por la economía de hombres en términos relativos, la posibilidad de cambiar empleos de éstos por máquinas, la mejor división técnica del trabajo, la superioridad comercial, y la facilidad para procurarse dinero de los organismos de crédito. Este conjunto de factores como acertadamente indica Kautsky le permite al M.P.C.: «crear las precondiciones de la gran explotación cooperativa, no sólo porque con ella aparece una clase de trabajadores sin propiedad privada de los medios de producción, un proceso social, y provoca y agudiza las contradicciones de clase entre capitalistas y asalariados que incitan a estos a reemplazar la propiedad capitalista de los medios de producción por la propiedad social de los mismos^^ O bien como señala M. Guntelman: «aún en los casos en que no se crean nuevas propiedades privadas y se adoptan formas supuestamente socialistas 27. LEAL, LEGUINA, NAREDO y TARRAFETA: La agricultura en el desarrollo capitalista español (1940-1970). Edit. Siglo XXL Madrid. 1980. 28. KAUTSKY, K.: Op. cit. pág. 118. 262 de producción —por ejemplo cooperativas— el carácter capitalista del Modo de producción se mantiene intacto, pues el proceso de acumulación de estas cooperativas se realiza dentro de los marcos de los mecanismos del mercado y de la economía capitalista donde el papel motor corresponde a la ganancia»-^'. Ello aún adquiere mayor importancia si cabe en el caso canario, donde las cooperativas existentes no son en absoluto de producción sino de comercialización de los productos, y están dominadas absolutamente por las leyes del mercado capitalista, funcionando más que como cooperativas como auténticas sociedades anónimas. Otras formas de obtener excedente y ganancias por el Modo de producción capitalista es la utilización de tierras bajo fórmulas contractuales indirectas (aparcería y medianería). Estas en el sector privado capitalistas constituyen un auténtico mecanismo de transferencia de valor de un sector a otro, pues una parte del producto que pertenece al propietario le corresponde en virtud de su derecho de propiedad sobre la tierra, lo cual nos viene a poner de manifiesto, que el reparto no es proporcional al trabajo directo de cada uno, ya que una parte de la fuerza de trabajo del aparcero pasa al propietario de la tierra, que obtiene de esta manera una ganancia sin dar nada a cambio. En otras palabras se ha producido un auténtico «intercambio desigual». Por tanto, hemos de convenir, que en absoluto el desarrollo del capitalismo en la agricultura depende únicamente de la forma de propiedad y posesión de la tierra, sino que éste se desarrolla creando el mismo las formas que mejor se adaptan a cada momento histórico, por ello su estrategia de implantación espacial es multivalorada y heterogénea. A pesar de ser dominante en la actual estructura de la economía mundial y en la Formación Social Española y Canaria, no constituye el Modo de producción capitalista la única forma de producción en nuestra sociedad. Conjuntamente con él subsisten vestigios de formas de producción precapitalistas que han sido asimiladas y dominadas por el capital, y gérmenes de nuevos métodos de producción que permanecen latentes debido a la escasa agudización del sistema capitalista. Por tanto el Modo de producción capitalista ha sufrido una serie de «frenos» en su desarrollo integral, tales como: la política laboral, la abundancia de mano de obra que impide a su vez la mecanización, e incluso la política de precios protegidos frena la capitalización del sector. En efecto, mientras los salarios fueron relativamente bajos debido a 29. GUNTELMAN, Michel: Capitalismo y Reforma Agraria en Méjico. Colee. E.R.A. Méjico 1975. 263 la gran oferta de fuerza de trabajo, el agricultor propietario o arrendatario no sentía la necesidad de mejorar sus técnicas de cultivo, ya que la ganancia se conseguía fundamentalmente a partir de la explotación de la mano de obra destinándose ésta en su mayoría a la compra de tierras, a la obtención de la propiedad de la explotación, o hacia otros sectores productivos para realizar transferencias de valores mediante la utilización de intermediarios comerciales y por medio del «intercambio desigual », motivado por la distinta productividad entre la agricultura y el resto de los sectores productivos^". A partir de la década de los sesenta es cuando se produce un cambio profundo en la superestructura jurídico-política que permitirá una extroversión del sistema económico y la definitiva penetración del M.P.C. en la Formación Social Española en general, y en la Canaria en particular. Esta liberalización es fruto del aumento de la competitividad exterior y —a pesar del fuerte papel protector que ejerce el Estado en la estabilización monetaria (Plan Ullastres, 1959)— de la presión social ejercida por los convenios colectivos^'. La consecuencia inmediata de ello es la acentuación del éxodo rural. En efecto, la acumulación previa de capital-dinero en los años cuarenta- cincuenta permite en la década posterior iniciar una cierta mecanización del campo, lo cual va a provocar unos excedentes poblaciona-les en el agro que optan por la emigración, conformando de esta manera unas nuevas relaciones sociales y de producción en el campo que se traducen en la aceptación de un nuevo modelo productivo que estará mediatizado por la internacionalización del capital, dando lugar al capital monopolista de Estado, y auspiciando al mismo tiempo la fuerte crisis que padece la agricultura de abastecimiento del mercado interior. Estos trasvases poblacionales del sector agrario hacia el industrial y sobre todo los servicios, producen el consabido proceso de desagrariza-dor- terciarizador de nuestra sociedad en los años sesenta. Cuando estos cambios de profesión, no van acompañados de similares trasvases en las residencias, dan lugar al inicio de un proceso de agricultura a tiempo parcial, que se explica fundamentalmente por la necesidad que tienen los obreros y/o agricultores de emplear el tiempo de trabajo libre en procurarse parte de la subsistencia, ello por supuesto no es novedoso —aunque si se intensifica en esta época—, pues en las sociedades pre- 30. CARBALLO, Roberto: Agricultura y Capitalismo en España. Edit. La Torre. Madrid 1977. pág. 48. 31. CARBALLO, Roberto: Op. cit. pág. 60. 264 capitalistas, los agricultores dedicaban una buena parte de su esfuerzo a producir la mayoría de sus útiles de trabajo y los objetos de consumo corriente ^^. Esto indudablemente constituye una nueva estrategia de explotación del sistema capitalista, pues «la gran explotación capitalista se beneficia de los bajos salarios que pagan a dichos trabajadores asalariados que tienen asegurada una parte de sus medios de subsistencia a través de sus pequeñas explotaciones»". En efecto, ello le permite al capitalista ahorrarse una gran cantidad de capital-dinero en favorecer la reproducción del sistema a través de la propia reproducción de la fuerza de trabajo, captada a través de las pequeñas explotaciones. Este éxodo rural, se da de forma más intensa en las pequeñas explotaciones precapitalistas (crisis de la agricultura de subsistencia y abastecimiento del mercado interior), lo cual va a permitir un aumento considerable de la mano de obra asalariada en otros sectores (construcción y servicios fundamentalmente). El proletariado así se desarrolla desde la agricultura, pero no necesariamente en la agricultura, como señala Lisouskij: «(...) enorme y determinante (es) el papel del Estado en el campo de las relaciones entre la agricultura y la industria, tendiendo a asegurar en la medida de lo posible un desarrollo proporcional de todos los sectores de la economía, el Estado sostiene artificialmente al sector agrario que es tradicionalmente el más débil» ^''. Según Kautsky, este proletariado industrial proveniente del sector agrícola se caracteriza por una serie de factores: a) Su importante papel en el proceso de producción moderno, en la medida en que sobre él reposa el M.P.C. b) Su carencia de medios de producción, es decir, no es definido por su pobreza y bajos ingresos, sino por su posición en la esfera de producción. c) Por el empleo de medios de producción sociales, la creciente socialización del proceso de trabajo en el que están inmersos. d) Su carácter de fuerza de trabajo «libre» no ligada por ningún tipo de lazo extraeconómico con el empresario capitalista. 32. NAREDO, J. M.: La evolución de la Agricultura en España. Edit. LAIA. Barcelona 1971. pág. 90. 33. Ibidem. pág. 94. 34. LISOUSKIJ. Citado por Etxezarreta, M.: Op. cit. pág. 38. 265 El M.P.C. en la agricultura canaria se define por una serie de parámetros expresados en una original tipología por María del Carmen Díaz Rodríguez y Juan Feo. Martín Ruíz^l La producción está destinada enteramente a la exportación. La superficie es variable, ya que este no constituye un indicador fiable, sino se tienen en cuenta otra serie de variables tales como la base imponible, tipo de cultivo, productividad de las explotaciones, etc.. En cualquier caso, es muy difícil encontrar explotaciones capitalistas cuya superficie sea inferior a una hectárea. El régimen de tenencia dominante, es la propiedad directa. La fiaerza de trabajo es esencialmente asalariada y su dedicación plena, aunque hay excepciones de trabajadores a un tiempo parcial que completan esta actividad con cualquier otra, preferentemente fuera del sector agrario. Dentro del propio M.P.C. encontramos, asimismo, relaciones de producción que algunos autores —a nuestro entender de forma precipitada— han denominado feudales, cuando en realidad son reminiscencias precapitalistas que han sido absorbidas por el capital. En este sentido se explica el mantenimiento de la medianería en Fuerteventura o el contrato a la parte (aparcería) en Gran Canaria con respecto al cultivo del tomate, ya que en estas formas contractuales del empresario capitalista obtiene del medianero y/o aparcero un plustrabajo nada desdeñable. Las explotaciones capitalistas se caracterizan igualmente por su alta composición orgánica del capital, siendo muy considerable el capital técnico (riego localizado, maquinaria, etc.). Estas empresas disponen por regla general de sofisticados medios de producción, alta tecnología y personal cualificado, lo cual nos permite afirmar que el desarrollo de las fuerzas productivas es muy importante. Asimismo es grande el gasto de capital circulante, principalmente el agua, nematicidas y fertilizantes. 2.3. EL MODO DE PRODUCCIÓN SUBCAPITALISTA. El reconocimiento de esta tercer forma de producción nos permite romper con esa tradicional visión dual que se tiene de la realidad canaria, donde se contraponen dos «sectores independientes» (moderno-atrasado) sin ningún tipo de relación. Sin embargo esta independencia es más aparente que real, pues la pretendida dicotomía queda desfasada al reconocer las articulaciones 35. MARTÍN RUfZ, J. F. y DÍAZ RODRÍGUEZ, M. C: Op. cit. pág. 138-153. 266 existentes entre las distintas formas de producción. Precisamente el M.P. Subcapitalista constituye una forma de producción a caballo entre el modo de pequeña producción mercantil y el propio capitalista que matiza y completa al mismo tiempo una explicación de nuestra formación social desde una óptica global. Los regímenes de tenencia de la tierra dominante son la medianería y aparcería y, por supuesto, la propiedad directa. Bajo dicha forma de producción se cultivan exactamente los mismos productos «tradicionales » de exportación (plátanos, tomates y papas) pero con una composición orgánica del capital sensiblemente inferior al M.P.C. Se consume en sus explotaciones igualmente importantes cantidades de capital fijo y circulante, por ejemplo, en Fuerteventura y para el primero de los casos son muy importantes las inversiones de riego localizado (por goteo) y el arenado de la tierra para el cultivo del tomate. En cuanto al capital circulante son los fertilizantes los que generalmente suponen un mayor desembolso, ya que el agua es un factor que va unido a la propiedad de la tierra, aunque hay que reconocer que esta es muy escasa y de mala calidad, suponiendo un handicap para el desarrollo del cultivo, y siendo incluso necesario en algunas explotaciones desalinizar las mismas por el proceso de osmosis inversa. El trabajo a tiempo parcial apenas tiene incidencia, siendo en contrapartida la dedicación plena la más abundante. Al medianero/aparcero se le permite cultivar en los márgenes de las parcelas algunos productos de huerta (calabazas, calabacines, coles, ajos, pimientos, etc.), constituyendo esto una práctica propia del Modo de pequeña producción mercantil y que ha sido absorbida por las formas de producción subcapitalista. La productividad es inferior a la de las explotaciones capitalistas no sólo por ocupar espacios marginales, sino también por el inferior consumo de insumos en el proceso productivo. Esta se comercializa por firmas privadas, aunque en los últimos años se ha impuesto de forma contundente el cooperativismo comercial que no de producción. En definitiva, se puede mantener que la Formación Social de Canarias se halla articulada por tres formas de producción, siendo la capitalista dominante y determinante. Sin embargo no es la que cuenta con el mayor impacto espacial, pues se reduce fundamentalmente a determinadas zonas de costas y algunos espacios residuales de las «medianías ». Cada una de estas formas de producción se caracterizan por unas peculiares relaciones sociales y de producción que se articulan para configurar la actual Formación Social de Canarias. 267 3. CONCLUSIONES. Son numerosas las interpretaciones que sobre el agro canario se han vertido, cada una de ellas abordan la cuestión desde una particular ideología, lo que ha propiciado que en absoluto sean complementarias, sino diametralmente opuestas. Algunas han incidido en aspectos principalmente geográfícos-descriptivos, las cuales han derivado en afirmaciones deterministas donde los factores ecológicos-ambientales juegan el papel principal. Otro conjunto de teorías reflejan aspectos economicistas básicamente, despreocupándose de otras variables y parámetros que influyen igualmente, tales como las sociales, culturales, ideológicas e históricas. De todas ellas la primera formulada en el tiempo consistió en estructurar el sector agrario canario como una sucesión de monocultivos, cada uno de los cuales queda dividido en tres etapas: génesis, madurez y decadencia, donde es sustituido por otro (caña de azúcar, vino, cochinilla, barrilla y tomate-plátano). Este enfoque peca de parcial, pues únicamente considera aquel cultivo o cultivos que eran objeto de exportación, ignorando —de forma consciente o no— el resto de la agricultura de abastecimiento del mercado interior y de los propios del autoconsumo campesino, siendo incluso el impacto espacial de ésta mayor que la de salida exterior. En los años sesenta alcanzan una gran importancia los planteamientos dualistas, que posteriormente son revisados y completados, constituyendo sin duda alguna el más significativo el propuesto por el profesor Eugenio Burriel señalando dos «sectores antagónicos» (rico-pobre) que se concretan en la agricultura de regadío y secano. Estos autores que defienden dicha dicotomía, simplifican una realidad bastante más compleja, constriñéndola a los susodichos sectores. A nuestro entender la realidad de la agricultura canaria no responde en absoluto a esa interpretación dicotómica. En la década siguiente (años setenta), J. A. Sans presenta una nueva tesis, basada en una tipología establecida para el mediodía italiano por C. Bublot, donde entiende que el agro canario es más complejo, estableciendo la siguiente tautología. a) Agricultura de autoconsumo dedicada a la subsistencia del campesino y ubicada preferentemente en las zonas de medianías y de cumbres. b) Agricultura de abastecimiento del mercado interior con igual zona de localización y similares cultivos. c) Agricultura de exportación subdividida en dos tipos: 268 1) Tradicional, donde los cultivos fundamentales son las papas de exportación y sobre todo el tomate y el plátano. 2) Innovadora, es una agricultura ya industrial, bajo invernadero, riego por sistemas localizados (aspersión y goteo), dedicada a hortalizas (pimiento, pepino, berenjena, etc..) y frutales alternativos al plátano, ubicándose en la costa y algo menos en las medianías (agrios, melocotón, etc.). Esta tesis presenta una serie de inconvenientes a nuestro juicio. En primer lugar que dicha tipología se basa de forma exclusiva en la comercialización de los productos obviando otros parámetros de igual o mayor importancia. Por otro lado creemos que la agricultura de auto-subsistencia y abastecimiento del mercado interior constituyen una misma, lo único que cuando existe un escaso excedente se comercializa en un mercado de ámbito local o comarcal a lo sumo. Por último que la denominación de agricultura tradicional de exportación no es muy afortunada, toda vez que los cultivos que ella engloba pertenecen a modos de producción diferentes, pues es exactamente lo mismo una finca de plátanos a 400 mts. de altitud con escaso consumo de insumos y tecnología como ocurre en La Gomera por ejemplo, que otra de similar extensión, pero bajo formas de producción netamente capitalista (Sur de Tenerife). Por tanto es preferible establecer dicha tipología no en función de la comercialización de los productos como J. A. Sans, sino por la forma de producir (Modos de producción). Otro criterio empleado para definir el agro canario son los factores geográfico-climático. En este sentido el trabajo más reciente es la tesis del profesor Antonio Alvarez Alonso, pero dicho planteamiento presenta el inconveniente de que sólo es aplicable a Tenerife y Gran Canaria y en menor medida a La Palma, es decir a las islas «centrales» y montañosas, mientras que se muestra completamente inoperativo para las «periféricas». Dicho autor diferencia una serie de zonas altimétricas que se corresponden con diversas formas de producción y de cultivos: costa (hasta 400 mts.), medianías (400 a 800 mts.) y cumbres (por encima de 800 mts.). Nosotros hemos adoptado la clasificación empleada por Juan Feo. Martín Ruíz y María del Carmen Díaz Rodríguez, básicamente seguimos su planteamiento aunque matizando algunas cuestiones para las islas periféricas, donde adquieren un gran auge las fórmulas intermedias subcapitalistas con algunas reminiscencias precapitalistas, pero que sin duda alguna han sido absorbidas por la primera forma de producción. Entre otras cabe destacar la importancia que mantienen las formas contractuales (medianería) frente a la propiedad directa, a pesar de que esta 269 última es igualmente dominante. Por otro lado la composición orgánica de capital en las islas mal llamadas «menores» es inferior, por una menor penetración del M.P.C. En definitiva, ello se explica porque el Estado burgués facilita el proceso de desarrollo y concentración capitalista en aquellos lugares donde puede obtener unas tasas de ganancia superiores, pero hace al mismo tiempo concesiones a las clases precapitalistas para mantener un equilibrio entre las contradicciones del sistema. Ello lo consigue fundamentalmente integrando al campesino en estructuras políticas y sindicales manejadas orgánica e ideológicamente por el propio sistema capitalista, y cuyas reivindicaciones son exclusivamente de carácter económico, pero en ningún momento se ha planteado un cambio social e ideológico profundo, en otras palabras, una verdadera Reforma Agraria. Hemos de reconocer que es altamente difícil realizar una sustancial mejora en el sistema de Estructuras Agrarias, bajo un régimen capitalista, donde lo que se persigue no es una elevación del nivel de vida del conjunto de las clases sociales, sino la optimización del beneficio. Es por ello que muchas de las medidas tendentes a solventar los problemas del agro, se han mostrado inoperantes, precisamente por no atacar el problema de fondo, sino intentar paliar la situación con auténticas medidas conyunturales pero que en absoluto suponen una transformación de las estructuras. Evidentemente una auténtica Reforma Agraria sería aquella que afecte a las relaciones de dominio, pero ello supondría la pérdida del poder de la actual clase dirigente, jugándose en ello su propia existencia. De ahí que cuando se realizan reformas agrarias parciales terminan realmente favoreciendo a la gran propiedad y más concretamente a la clase que la ostenta. En tal sentido conviene distinguir pues, entre Reforma Agraria técnica, donde únicamente se cambia la forma de producir, y la Reforma Agraria-Técnico-Social, donde no sólo cambian aspectos materiales de la producción sino igualmente afecta a las estructuras de la propiedad y a las relaciones entre los campesinos. 270
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Calificación | |
Título y subtítulo | La formación social de Canarias |
Autor principal | González Morales, Alejandro |
Publicación fuente | Tebeto : anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura (Islas Canarias) |
Numeración | Número 01 |
Sección | Geografía |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Fuerteventura |
Editorial | Cabildo Insular de Fuerteventura |
Fecha | 1988 |
Páginas | p. 245-270 |
Materias | Historia social ; Población ; Canarias |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 1217575 Bytes |
Texto | GEOGRAFÍA LA FORMACIÓN SOCIAL DE CANARIAS ALEJANDRO GONZÁLEZ MORALES INTRODUCCIÓN. Pretendemos en este trabajo evidenciar lo confusa y parcial que las interpretaciones de la sociedad canaria y más concretamente de la sociedad rural, pues el sector secundario y el servicio no alcanzan una gran importancia hasta la década de los años sesenta. Por otro lado intentaremos poner de manifiesto la necesidad de abordar dicha cuestión en un análisis global, ya que al compartimentar la realidad, nos desprendemos al mismo tiempo de todas las posibles interacciones que pueden haber. En efecto, los análisis parciales obedecen fundamentalmente a la primacía de determinados criterios metodológicos e ideológicos en el momento de abordar el tema. En algunos casos han primado aspectos eminentemente descriptivos, sobrevalorando los condicionantes topográficos y climáticos que presentan las islas. Sin embargo hemos de convenir que dado el actual estado de la tecnología en particular y de las fuerzas productivas en general en nuestra región los factores y elementos ecológico-ambientales sólo juegan un papel de condicionante —y por cierto no el más importante— nunca determinante. Otros, por el contrario, han optado por criterios cuantitativos y económicos, descuidando al mismo tiempo cualquier tipo de connotación social. Estos análisis no necesariamente tienen que sucederse en el tiempo sino que incluso algunos de ellos son coetáneos. En contraposición nosotros planteamos una diferente taxonomía fruto de la crítica de los anteriores razonamientos por una lado, y de la propia experiencia por otro. Pretendemos aproximamos al estudio de nuestra realidad social con cirterios rigurosamente epistemológicos, para ello hemos creído necesario ayudamos tanto de la conceptualización como de la metodología marxista. En otras palabras abordaremos la Formación Social de 245 Canarias desde la articulación de los distintos modos de producción que se están concatenando en nuestra región. Pensamos igualmente que no es nuestro cometido ni tenemos interés alguno en dar soluciones. Lo que haremos, porque al propio desenlace del trabajo a ello nos obligamos es dar una serie de recomendaciones para corregir los «errores» estructurales que nuestra sociedad padece. 1. CRÍTICA A LAS TEORÍAS INTERPRETATIVAS DE LA REALIDAD CANARIA. Son numerosos los autores que han propuesto teorías explicativas de nuestra sociedad. De todas ellas destacan por su volumen las que hacen referencia a la sociedad rural, por lo que nos vamos a detener de manera especial en ellas. Entre otras razones cabe apuntar la ya mencionada anteriormente que hasta medidados de nuestra centuria aproximadamente el pilar básico de nuestra economía lo constituye la agricultura y en menor medida el comercio. A partir de los años sesenta el panorama cambia sustancialmente por el «boom» turístico y la hipertrofia del sector terciario originado por el intenso proceso urbanístico de la ciudad de Las Palmas y de Sta. Cruz de Tenerife y sus respectivas zonas metropolitanas. Tras la conquista de Canarias, la agricultura de exportación se erige en el auténtico baluarte de nuestra economía. Esta agricultura ha sido en exceso asimilada a los productos de exportación, como si en Canarias no hubieran más cultivos que los de mercado exterior. Ello precisamente creemos que condujo a determinados historiadores a explicar nuestra realidad en función de «ciclos productivos»', aún cuando ya entonces nuestra agricultura era más compleja, pues directamente relacionada con la de exportación y con un impacto espacial mayor si cabe existía la propia de auto-subsistencia y abastecimiento del mercado interior, incluso ésta última no se restringe a las zonas de medianías y cumbres como se ha afirmado en alguna ocasión, sino que incluso de igual forma se combina con la propia de exportación, pongamos por caso la viña y el millo. El ciclo se componía, según dichos autores de tres fases: la implantación o génesis del mismo, un período de crecimiento (auge) tanto en superficie como producción y la posterior etapa de decadencia generalmente debida a la competencia de otra área geográfica, lo que irreme- 1. MORALES PADRÓN, Feo.: El comercio Canario-Americano (siglos XVI-XVII-XVIII). Sevilla 1955. 425 págs. 246 diablemente llevaba aparejado su sustitución por otro^ y los consiguientes trastornos sociales derivados de tal situación (hambre, emigración, etc.). Por todo ello hemos de convenir que esta visión de la agricultura en función de los ciclos productivos peca excesivamente de simplista, y carece de razones convincentes para mantenerse aún vigente en la actualidad. Otra interpretación que marca un hito importante en nuestra escasa historiografía social y más concretamente rural es la aportada en la década de los sesenta por J. A. Sans Prat^ basada su vez en la clasificación que estableció C. Bublot previamente para el mediodía italiano. Establece dicho autor una taxonomía concretada en cuatro diferentes tipos de agricultura: a) Agricultura de autoconsumo, caracterizada por los cultivos de cereales, leguminosas, millo y papas de autoabastecimiento fundamentalmente, aunque pueden incluirse pequeñas cantidades de hortalizas (zanahorias, judías, col, calabazas, etc..) generalmente sostienen un pequeño rebaño de cabras y algún cerdo, se ubica preferentemente en las zonas de medianías y cumbres y se corresponde con la clasificación de Bublot en la agricultura de subsistencia. b) Agricultura de abastecimiento del mecado interior, dedicada igualmente al cultivo de cerales y leguminosas, hortalizas al aire libre, frutales de hueso y pepita, agrios, almendros, viña, producción de forrajes y a la explotación de ganado vacuno, caprino, lanar, aviar y porcino. Se localiza preferentemente en el mismo espacio que la anterior, es decir, «cumbres» y «medianías». c) La agricultura de exportación, a su vez dividida en dos tipos, una tradicional que la conformarían plátanos, tomates y papas para la 2. MORALES LEZCANO, Víctor: Síntesis de la Historia Económica de Canarias. Enciclopedia Canaria. Aula de Cultura de Tenerife. Sta. Cruz de Tenerife. 1966. 48 págs. Estos «ciclos» económicos que se suceden en el tiempo según Víctor Morales se establecen de la siguiente forma: 1) Etapa prehispánica (s. XV). 2) Etapa azucarera (s. XVI). 3) Etapa vinícola (s. XVII). 4) Etapa barrilla y cochinilla (s. XVIII). 5) Interregno depresivo (s. XVIII). 6) Etapa Liberal (plátano y tomate), (s. XIX). 7) Puertos Francos (1852). 3. SANS PRAT, J. A.: La crisis de la Agricultura en Canarias. Edit. Plan Cultural de Las Palmas. 1977. 247 exportación y que se localiza en la costa, aunque también la podemos encontrar en zonas de medianía, sobre todo por lo que a las papas respecta y que en la taxonomía de Bublot constituye una agricultura eminentemente comercial; y la innovadora de exportación que acoge a los pepinos, pimientos, berenjenas y otras hortalizas bajo invernaderos, así como también a las plantas ornamentales y los frutales alternativos (Kiwi, mandarinas, aguacates, papayas, etc.). Se localizan igualmente en la zona de costa y en menor medida en las medianías (los frutales principalmente), dentro de la clasificación de Bublot se correspondría con la agricultura industrial. Esta tipología de Sans que hizo auténtico furor a mediados de los años setenta presenta una serie de inconvenientes. A nuestro entender, no existen una agricultura de autoconsumo y otra de abastecimiento del mercado interior diferentes, sino que ambas conforman una única agricultura de subsistencia familiar caracterizada por el predominio en las mismas de formas de explotación auténticamente precapitalistas. El producto no llega a convertirse en auténtica mercanía, ya que en su mayoría es consumido en la propia explotación, hay escasez de maquinaria o total ausencia de ésta, no existen tampoco trabajadores asalariados, sólo trabaja el campesino y su familia como complemento, ello ocurre así por no disponer de capital suficiente tanto técnico como variable. En este mismo sentido es igualmente criticable la aplicación del término tradicional a una de las agriculturas de exportación, sobre todo en lo referente al plátano y al tomate, pues no se puede incluir, a nuestro juicio, en un sólo tipo las diversas explotaciones de dicho cultivo, ya que existen algunas con muy baja composición orgánica de capital de pequeños y medianos agricultores que están rozando la marginalidad, frente a otras que engloban una gran cantidad de capital y que han sido objeto de mejoras técnicas sustanciales, tales como: riego localizado (preferentemente goteo), utilización de semillas híbridas de mayor productividad y resistencia a las plagas, sistemas mejorados en los semilleros (como el sistema del enanismo en casetones de turba). Es decir que el diferente grado de desarrollo de las fuerzas productivas y de capital entre unas y otras imposibilitan clasificarlas en un mismo compartimento. Precisamente las explotaciones de plátano más avanzadas son equiparables en productividad y rendimientos a la propia agricultura innovadora de exportación. Pues como señala A. Maclas: «los autores que sostienen el carácter tradicional de una determinada agricultura, insisten sobre su baja productividad media del trabajo, bajo nivel de capitalización y, en consecuencia tecnológico; en definitiva, se trata de un enfoque desde la óptica de la rentabilidad ecoñmica 248 de las explotaciones agrarias, pero sin cuestionarse el problema institucional y socioeconómico de la propiedad de la tierra»". Otro grupo de autores han optado por un planteamiento distinto contraponiendo la agricultura «moderna» a otra «atrasada» en un mismo espacio y en principio sin evidentes relaciones como ya indicara W. A. Lewis^ En este sentido, se dice que la agricultura de medianías y cumbre es decir, la propia de la autosubsistencia y abastecimiento del mercado interior se encuentra sumida en una grave crisis que ha propiciado consecuentemente el abandono de las explotaciones y unos fuertes trasvases poblacionales hacia otras actividades económicas o en el mejor de los casos hacia la agricultura «moderna» ubicada en las costas. Pero esta manifiesta y en principio preclara dualidad de nuestra realidad económica no resiste una crítica mínimamente severa, ya que las articulaciones entre ambas agriculturas son muy evidente y además sobradamente puestas de relieve en otros trabajos ^ con lo cual manifestamos que esta pretendida dicotomía es más aparente que real. Con todo, al dualismo, se le pueden hacer numerosas críticas, pero quizás la principal la constituye la tajante escisión existente entre ambos sectores sin reconocer ningún tipo de concatenación. Según R. Bar-tra: «(...) esta situación de acumulación primitiva permanentemente sólo es un sistema dual aparente. En realidad se trata de una sola estructura, cuyas partes constituyentes no se explican más que en el conjunto. Sus partes constituyentes —el sector capitalista y el no capitalista— constituyen dos modos de producción que juntos conforman una sola formación socioeconómica subcapitalista»''. En efecto, la presencia de relaciones sociales de producción preca-pitalista, impiden en su articulación con las capitalistas que estas se desarrollen plenamente dando lugar a una nueva y por tanto tercera forma de producción a caballo entre ambas, es la denominada subcapita-lista, y que constituye un auténtico modo de transición pero al mismo tiempo diferenciado como para romper con esa vertebración dicotómi-ca de la formación social donde se localiza. Esta superación del dualismo, entendemos que no es fortuita, sino 4. MAGIAS HERNÁNDEZ, Antonio: «El papel histórico de la agricultura de «subsistencia » en Canarias». Canarias ame el Cambio. Edit. A. Romero. Sta. Cruz de Tenerife. 19n pág. 101-112. 5. MARTÍN RUfZ, J. F. y DÍAZ RODRÍGUEZ, M. C: «La articulación de los modos de producción en la Agricultura Canaria». Anuario del Dplo. de Geografía. Universidad de La Laguna. La Laguna 1981. págs. 138-153. 6 BARTRA, Roger: Estructuras Agrarias y Clases Sociales en Méjico. Colección E.R.A. Méjico 1974. pág. 24. 249 que está relacionada con la profunda reflexión que se está llevando en el área tercermundista, y más concretamente sobre las estructuras internas de esas formaciones sociales subdesarrolladas. Ello pone de relieve la evidente heterogeneidad estructural que caracteriza a las formaciones sociales capitalistas en estos espacios «periféricos» como acertadamente expone Emilio Pérez Touriño: «(...) los polos de la sociedad dual, son necesariamente no simples sectores, sino que se trata de conjuntos estructurales y coherentes de relaciones sociales, económicamente institucionales, etc.. son pues sistemas económicos o secciones de una comunidad »^. Nosotros por el contrario preferimos emplear el término de «forma o modo de producción» que tiene unas acepciones y connotaciones bien distintas de «sistema» o «sección». Sin embargo, si estamos de acuerdo con el mencionado autor en que una formación social en absoluto constituye un todo parigual u homogéneo, sino existe distintas formas de producción, eso sí, una de ellas dominante, y por esta razón establece unas relaciones de dominación y explotación —mediante la articulación— sobre los restantes. Insistimos nuevamente, el que estos «polos» de la sociedad se definan «moderno» o capitalistas unos y «atrasados» o precapitalista el otro, ocurre por irrumpir en la escena económica de estos espacios el modo de producción capitalista que evidentemente en su dominio margina a los anteriores o preexixtentes. Quizás, con todo, lo más significativo de estas teorías dualistas es el considerar a cada una de las formas de producción como realidades autónomas, lo cual volvemos a ratificar es absolutamente falso. Al «sector atrasado» se identifica con una agricultura propia del autoabastecimiento familiar y de un mercado muy restringido de carácter local cuando hay excedentes, desconexa del resto del sistema, manteniendo una carácter marginal frente al «sector desarrollado», cuando en realidad, este último se vale del primero para obtener mano de obra barata y despreocuparse de la propia subsistencia y reproducción del campesino, obteniendo de esta manera una alta tasa de ganancias y beneficios. El dualismo no queda constreñido a aspectos puramente económicos, sino como señala el propio Emilio Pérez, otros autores encuentran razones y fundamentos de carácter racial, e incluso algunos valoran sus condicionantes sociales^. En el primer caso se encuentran Boeke y Fur- 7. PÉREZ TOURIÑO, Emilio: Agricultura y Capitalismo. Análisis de la pequeña producción campesina. Serie Estudios. Ministerio de Agricultura. Madrid. 1983. 8. Ibidem pág. 244. 250 nivall, precisamente para este último: los elementos de la sociedad plural son conceptualizados, en términos de descomposición racial como «secciones de comunidad» u «órdenes sociales» que cumplen diferentes funciones económicas pero incomunicados entre sí. Sin embargo, para Boeke se enraiza con su visión de los polos en términos de sistemas sociales, cuya caracterización —argumenta acertadamente el propio Pérez Touriño— toma de Sombart, cada uno de ellos dominando y estructurando una parte de la sociedad, entendida ésta como una yuxtaposición de pautas, valores, instituciones, racionalidades económicas, etc.. En ningún caso, y por lo mantenido hasta el momento podemos estar de acuerdo con dichos autores, entre otras razones porque cada «sectoD> no domina un determinado espacio y es la yuxtaposición de factores la que les da unidad, sino precisamente porque uno de ellos —si hablamos de «sectores» que nosotros preferimos hacerlo de formas de producción que no es exactamente lo mismo— es dominante y determina a los restantes sus fórmulas de funcionamiento en todo lo que constituye la Formación Social. Por tanto, no se puede hablar de yuxtaposición sino de articulación, pues obedecen a una misma realidad y no a varias. Por otro lado creemos que más que una definición estática de la realidad socioeconómica en compartimentos estancos, deben adoptarse explicaciones dinámicas interrelaciones que evolucionan evidentemente con el devenir histórico. En definitiva al dualismo se le puede criticar severamente, habiendo para ello sobrados elementos de juicio, concretándolos en una serie de puntos podemos decir que los «polos» o «sectores» que estos autores consideran realidades antagónicas e irreconciliables, son en realidad producto de un único proceso histórico. Por otro lado, las tesis dualistas distorsionan y simplifican las relaciones múltiples y estrechas que se desarrollan en las Formaciones Sociales. Igualmente los análisis marxistas más recientes revelan la invalidez de caracterizar a determinadas economías de «cerradas» o «naturales», cuando el proceso de colonización y la expansión mundial del capitalismo han vinculado a tales economías a la de mercado que ya prácticamente no existen tales economías cerradas, pues hasta los propios cultivadores de rozas de la selva amazónica o centroafricana ofrecen productos a las multinacionales que controlan las plantaciones. En consecuencia, el que exista desarrollo desigual no implica en absoluto que las formas de producción bajo una determinada Formación Social sean ajenas o independientes. Por todo ello disentimos de J. A. Sans cuando afirma que: «(...) la dinámica de las relaciones socioeconómicas entre las clases existentes 251 en el ámbito de estudio no ha favorecido la formación de un sólido grupo de explotaciones intermedias tipo «family farm», tan extendido en la mayoría de los países industrializados del mundo occidental. Se podría suponer, por el contrario, la presencia de un proceso dicotómico que ha llevado a una clara creciente diferenciación entre empresas capitalistas que se afirman y explotaciones campesinas en vías de creciente margi-nación »'. En realidad estas explotaciones intermedias a las que alude el mencionado autor las encontramos en la agricultura canaria bajo las formas de producción subcapitalistas, sobre las cuales insistiremos más adelante. Aunque adelantamos que en ningún caso podemos simplificar la realidad socioeconómica canaria a dos sectores contrapuestos como sostiene el susodicho autor: «por finalidad de análisis hemos agrupado los cuatro tipos de agricultura en dos: «agricultura de exportación» y «resto de la agricultura» no creyendo erróneo dicho proceder dada la condición dualista que ostenta el agro insular'". En conclusión su propuesta nos parece inaceptable no sólo por concebir nuestra realidad socioeconómica como un modelo dual, sino además por englobar a todo lo que no es agricultura de exportación en un sólo compartimento a modo de «cajón de sastre». Otra clasificación explicativa del agro canario se fundamenta en la utilización de criterios geográfico-climáticos dividiéndolo en zonas de «medianías», «costas» y «cumbres»". Ahora bien este criterio es sólo aplicable, y con matizaciones a las islas de Gran Canaria, Tenerife y La Palma, pero en ningún caso sus conclusiones son extrapolables al resto de las islas. Por otro lado, es una clasificación empírico-descriptiva, aunque hay trabajos que ha superado esta fase incidiendo en un análisis socieconómico combinando junto al criterio climático-altitudinal, la superficie de las explotaciones, el líquido imponible y los ingresos netos, lo que permite una taxonomía más rigurosa de las mismas, pero siempre para los espacios anteriormente señalados, esta tesis es defendida por Antonio Alvarez Alonso para la comarca del Valle de la Orota-va (La Orotava, Los Realejos y Puerto de la Cruz)'^ 9. SANS PRAT, J. A.: Op. cit. pág. 260. 10. Ibidem. 11. Terminología utilizada para las islas centrales, donde las «costas» abarcan hasta los 400 mts. aproximadamente, las «medianías» hasta 800-1.000 mts., y las «cumbres» las que superan estas cotas. 12. ALVAREZ ALONSO, Antonio: Agricultura y turismo en el Valle de La Orotava: un modelo de articulación. Tesis Doctoral. Inédita. Universidad de La Laguna. 1982. 926 págs. mecanografiadas. 252 Constituye sin duda alguna un gran acierto por parte de su autor, el compaginar múltiples variables para estructurar la propiedad de la tierra en particular y las estructuras agrarias en general, pues únicamente, con la utilización de la dimensión superficial, para establecer la «gran», «media» y «pequeña» propiedad pecaría de un análisis parcial, máxime en Canarias donde incluso una explotación de plataneras de 4 Has. de primera calidad puede considerarse gran propiedad'^ En resumen —hoy más que nunca— no sólo se han de tener en cuenta diversos parámetros para la clasificación de las explotaciones, sino que incluso es necesario establecer cada vez más concomitancias con la actividad industrial, por lo que ha supuesto en las islas la penetración profunda del Modo de producción capitalista en los últimos años. Igualmente es necesario clasificar la coherencia interna que los distintos sectores agrícolas mantienen profundizando en la complementa-riedad que los mismos presentan entre sí, e incluso, la que mantienen con otras actividades económicas que no ayudarían sobremanera a explicar fenómenos tan complejos como la agricultura a tiempo parcial, motivada, entre otras razones, por la expulsión de mano de obra tras la introducción de la maquinaria en el campo previo desarrollo del sistema de producción capitalista: «(...) el desarrollo desigual expulsa de la agricultura a una gran cantidad de gente, y forma una masa de desempleados y semiempleados. De hecho, una buena parte de la población campesina permanece ligada a la tierra (pero en condiciones de miseria)... La situación de la masa de subocupados, desempleados y pauperi-zados de las zonas rurales no se encuentra «al margen» de la estructura socioeconómica, y debe ser explicada en términos de clase social»'''. En efecto toda aquella masa de población que no permanece fijada a la tierra y que han optado por complementar su actividad agrí'cola con alguna otra, constituyendo ésta última en la mayoría de las ocasiones la actividad principal de ser analizada. En tal sentido conviene aclarar que esta expulsiones de campesinos del campo, no sólo se explican en fifnción de existencia de excedentes en el mismo, sino también por la demanda de fuerza de trabajo surgida de las actividades industriales y los servicios. Por último, decir que, nosotros hemos optado por un proceso explicativo que está en función de la articulación de los distintos modos de producción que se están concatenando en la Formación Social Canaria. 13. Ibidem. 14. BARTRA, Roger: Op. cit. 253 Esta interrelación entre modo de pequeña producción mercantil, subcapitalista y capitalista, no siempre es asimilable a la clasificación «pequeña», «mediana» y «gran» explotación. En este sentido hay que entender —a nuestro juicio— las palabras de Kautsky: «{..) la pequeña explotación va desapareciendo, entonces la grande da cada vez ingresos menores y empieza también a retroceder'^ E incluso, sostiene como causa principal la falta de brazos. En cualquier caso —en ello estamos de acuerdo con el mencionado autor— si la pequeña explotación sobrevive, no es porque sea competitiva con respecto a la gran explotación, sino porque es en realidad complementaria de ésta última, ya que, de esta manera dispone de su fuerza de trabajo, así como también de algunos de sus excedentes, funciones que le reserva el modo de producción dominante, el capitalista. Sin embargo disentimos con él cuando vaticina que con el desarrollo del capitalismo las pequeñas explotaciones y con ellas las formas de producción precapitalistas desaparecerían, siendo su vacío ocupado por las grandes explotaciones capitalistas. En realidad dicha forma de absorción por el M.P.C. no ha llegado a producirse, al menos de una manera generalizada, existiendo otras fórmulas que han permitido su supervivencia, tales como: a) la superioridad técnica de las grandes explotaciones es en absoluto tan elevada como Kautsky llegó a preconizar; b) por otro lado el crecimiento de la composición orgánica de capital es más lento que en la industria, lo que motiva que el capital variable en ellas sea muy importante, lo cual les permite a las pequeñas explotaciones ofrecer cierto margen de competitividad a costa de la au-toexplotación. Por tanto las pequeñas explotaciones al buscar sólo una remuneración a su trabajo y no estar planteando términos de rentabilidad capitalista han podido mantenerse. Conviene recordar, asimismo, que los criterios que seguimos para distinguir una explotación capitalista de otra que no lo es, no se debe exclusivamente a la presencia de asalariados o no, o a la propia extensión de las explotaciones, sino también al objetivo y naturaleza del proceso productivo, por lo que una pequeña explotación también puede ser capitalista una mediana y pequeña propiedad como bien señala Marx: «(...) el campesino independiente o el artesano está dividido en dos personas. Como propietario de los medios de producción es un capitalista; como trabajador es su propio asalariado. Como capitalista se paga a sí mismo un salario y obtiene un beneficio de su capital; es decir, se explota a sí mismo, como asalariado, y se paga a sí mismo, con la 15. KAUTSKY, K. et al: La cuestión agraria. Edit. Ruedo Ibérico. Paris. 1970. 254 plusvalía, el tributo que el trabajo debe al capital. ...los medios de producción se convierten en capital solamente en cuanto se han separado del trabajador y confrontan a éste como un poder independiente. Pero en el caso que estudiamos el trabajador —es el poseedor— el propietario de sus medios de producción. No son, por tanto, capital, como tampoco él en relación a ellos es un asalariado. Sin embargo son considerados como capital, y él se divide en dos, de modo que él como capitalista, se emplea a sí mismo como asalariado»'*. Según V. L. Lenin el desarrollo del capitalismo traería aparejada la descomposición del campesinado en la agricultura, es decir, el desarrollo de las fuerzas productivas se debía producir una progresiva regresión en las explotaciones, menos capitalizadas que él identificaba con las pequeñas explotaciones, en realidad, en parte ha ocurrido así, con la salvedad de que no todas las pequeñas explotaciones son precapitalistas'^. A este carácter transitorio de la pequeña explotación se le opone la permanencia de fórmulas precapitalistas bajo el Modo de producción capitalista, como intentaremos demostrar en nuestra clasificación sobre el agro canario, basado en el análisis de los modos de producción que conforman nuestra Formación Social. Aunque Marx no expresa de forma explícita lo que se entiende por Modo de Producción. Sin embargo, si está implícitamente definido en el capital y constituye como señala Pirre Vilar el concepto nuclear del materialismo histórico'*, o como señala Althousser: «el concepto central, el todo coherente, el objeto teórico de Marx, es el Modo de Producción como estructura determinada y determinante»". Entendemos éste, como una combinación específica de fuerzas productivas y de relaciones de producción, en donde la idea de combinación específica encierra dos referencias sumamente importantes. De una parte que tales estructuras nunca han existido separadamente, y por lo tanto lo esencial es su articulación, de otro lado la noción de compatibilidad o coherencia entre ambas, que conlleva a la posibilidad de contradicción y cambio por la alteración de tal compatibilización o coherencia^". De la articulación deducimos dos ideas principales por una lado la 16. MARX, Karl: Teoría del sobrevalor. Vol. I. Edit. L y W. London 1969. pág. 407-409. 17. ETXEZARRETA, Mirien.: La evolución del campesinado. La agrícultura en el desarrollo capitalista. Serie Estudio. Ministerio de Agricultura. Madrid 1979. pág. 127. 18. VILAR, Fierre: Historia Marxista, historia en construcción. Edit. Anagrama Barcelona. 1974. 19. ALTHOUSER, L.: Para leer el Capital. (Traducción de Marta Harnecker). Edit. Siglo XXI. Méjico 1969. 20. PÉREZ TOURIÑO, E.: Op. cit. pág. 150. 255 existencia de un proceso de lucha de clases entre aquéllas que sustentan las distintas formas de producción, originándose una serie de enfrenta-mientos y alianzas según los casos. Por otro lado, es la propia coexistencia de los distintos modos de producción dominados, en la medida en que la reproducción de las relaciones de explotación que los define es consustancial a la expansión capitalista. Este proceso de articulación terminará toda vez que el Modo de Producción Capitalista consiga desarticular completamente al resto de las formas de producción, cosa que por otro lado, no ha ocurrido hasta el presente. 2. Los MODOS DE PRODUCCIÓN DE NUESTRA FORMACIÓN SOCIAL. Partimos de la hipótesis de que el Modo de Producción Capitalista es dominante en la Formación Social Canaria y establece con las restantes formas de producción (subcapitalistas y de pequeña producción mercantil) una evidente articulación, reservándoles a cada uno de ellos unas funciones muy concretas. 2.1 .MODO DE PEQUEÑA PRODUCCIÓN MERCANTIL. Las explotaciones englobadas bajo dicha forma de producción se caracterizan por el uso casi exclusivo de la fuerza de trabajo familiar no asalariada. Los campesinos consumen una buena parte de su producción comercializando el excedente o sobrante en el mercado interior. En esta economía mercantil simple la ganacia y el capital variable forman una misma cosa^', constituyendo la ganacia —en palabras del propio R. Bartra— un salario autoatribuido. Por otro lado, la economía mercantil simple no contribuye en modo alguno a la fijación de los precios de los productos, que son determinados por el mercado capitalista. Esta agricultura, en la actualidad, sufre un proceso de descampesina-ción (éxodo rural) y de descomposición (agricultura a tiempo parcial). En cualquier caso ello está de acorde con los intereses capitalistas que se benefician de esta creciente proletarización de la fuerza de trabajo, pues de esta manera controlan mejor su reproducción y consumo. Pues, es sabido que el campesinado que vive bajo esta forma de pequeña producción mercantil, tiende a reducir sus compras y suplantarlas por unos altos niveles de autoconsumo, generalmente los productos consumidos 21. BARTRA, Roger: Op. cit. pág. 74. 256 por la propia familia exceden del 50% del total producido, por lo que bajo una óptica de rentabilidad capitalista pierden dinero y se ven en la obligación de buscar trabajo en otra actividad que frecuentemente se convierte en la principal, mientras las funciones agrarias quedan relegadas a un segundo plano (agricultura a tiempo parcial o sistema obrero-campesino). Estas pérdidas monetarias a las que anteriormente hemos aludido generan un círculo vicioso de endeudamiento del campesinado, lo cual lleva aparejado que este sea en numerosas ocasiones víctima de préstamos usureros. De tal manera, la actividad agrícola de los campesinos pauperiza-dos y semiproletarizados que aparentemente constituye una forma de adquirir alimentos a bajo precio, en realidad, si tomamos en cuenta el trabajo invertido en dichos alimentos resultan más caros que en el mercado, pero ya hemos dicho que éste no valoriza su trabajo y el de su familia. Por otro lado, al ejercer generalmente su actividad principal fuera del sector agrario no constituyen agricultores —en el sentido estricto del término—, conformando realmente un amplio ejército de subem-pleados que han de procurarse su propia subsistencia. En el estrato inferior de dichos campesinos R. Bartra distingue dos tipos diferentes: a) El semiproletariado rural constituido por individuos que se sostienen fundamentalmente de su trabajo como jornaleros u obreros, pero mantienen el trabajo en su parcela como una actividad complementaria. b) El campesinado pauperizado que constituyen aquellos que no se han proletarizado en el proceso de descomposición del campesinado y que viven fundamentalmente de las actividades «terciarias» (pequeños comercios, servicios, etc.). La agricultura para ellos sigue siendo una actividad secundaria ^^. Es sintomático, igualmente, en estas pequeñas explotaciones preca-pitalistas la tendencia a poseer la propiedad de la tierra, ya que como anteriormente dijimos ello les asegura el abastecimiento de alimentos, permitiendo un creciente aumento de la propiedad directa, aunque, obviamente, ésta también ha crecido por hacerse cargo de sus explotaciones grandes empresarios capitalistas. 22. Ibidem. pág. 89. 257 La entrada en «crisis» de esta agricultura de subsistencia y abastecimiento del mercado interior se da cuando se producen intensos trasvases de población hacia esas zonas económicamente mejor remuneradas, ello provoca una caída de la producción. Y, al mismo tiempo por la falta de mano de obra, un aumento de los salarios en el campo. Aunque en realidad, en las pequeñas explotaciones precapitalistas el campesino se preocupa fundamentalmente de su subsistencia y la de su familia, y con el escaso excedente que comercializa lo que realmente pretende es retribuir de alguna manera su fuerza de trabajo, sin preocuparse de renta o tasa de ganancia. El capital empleado en dichas explotaciones es práqticamente nulo, tanto técnico, pues el propio campesino se fabrica sus útiles de labranza, como al variable, pues tampoco cuenta con fuerza de trabajo asalariada. Ello en cierta medida les «inmuniza» frente a las crisis cíclicas capitalistas, aunque ello tenga que conseguirlo en detrimento de su nula rentabilidad económica por encontrarse precisamente fuera de los círculos mercantiles. Con todo parece que la pequeña producción mercantil no desaparecerá con la generalización de las formas de producción capitalistas, sino que por el contrario se reafirmará, ya que dicha «absorción» por el M.P.C. se hará a través de la reproducción de las explotaciones del Modo de pequeña producción mercantil en buena medida, como de hecho está ocurriendo ya donde existe una política clara por parte del Estado para proteger la agricultura familiar. En síntesis, el Modo de pequeña producción mercantil se define a partir de una serie de parámetros tales como: la escasa dimensión de las explotaciones, y los escasos ingresos netos que producen. Esto ocurre por igual tanto en las explotaciones familiares cuyos productos se destinan a la subsistencia como a las llevadas en regímenes de tenencia indirectos (medianería y aparcería). Los cultivos se comercializan en un mercado de ámbito local cuando existen excedentes, estando en su mayoría destinados al autoabaste-cimiento familiar, de ahí que la gama sea muy variada y englobe: cereales (trigo y cebada), leguminosas (judías, lentejas y garbanzos, etc.), papas, hortalizas (col, zanahorias, cebollas, ajos, etc..) e incluso algo de alfalfa y maíz forrajero para los animales. En realidad dicha agricultura constituye un auténtico policultivo, preferentemente de secano. La fuerza de trabajo es enteramente familiar, estando altamente desarrollada la agricultura a tiempo parcial, por lo que en realidad muchas de estas explotaciones encubren un evidente subempleo. La mayoría de las veces la actividad principal reside fuera del propio sector agrario (construcción, turismo y servicios). 258 Estas pequeñas explotaciones generalmente cuentan con un reducido rebaño de cabras, o un hato de ovejas^^ e incluso con algunas aves y cerdos; la producción láctea de los primeros se destina a cubrir las necesidades familiares, pero sobre todo a la elaboración de queso artesa-nal, permitiéndole un pequeño ingreso complementario a la familia que suaviza en buena parte el estrangulamiento económico a que están sometidas. Las inversiones en capital constante son las destinadas a la instalación de algún tipo de riego localizado (aspersión) para una pequeña huerta de hortalizas y alfalfa o millo forrajero. En todas ellas el capital variable y el beneficio se identifican constituyendo en realidad una sola cosa. En lo concerniente al régimen de tenencia de la tierra y a las relaciones sociales y de producción hay que manifestar que predomina de forma abrumadora la propiedad directa, manteniéndose unas relaciones eminentemente precapitalistas. La pervivencia de estas formas de producción se explica fundamentalmente por las funciones que le reserva el Modo de producción dominante (capitalista), ya que les guarda el papel de reproducción de la fuerza de trabajo del sistema, asimismo puede pagar inferiores salarios por la compra de fuerza de trabajo, justificándose en este sentido las palabras de Marx cuando manifiesta que dichos campesinos constituyen en realidad un «ejército de reserva de mano de obra del capital». No creemos, en absoluto, que se trate por el contrario de una resistencia de estas unidades de explotación campesinas a ser «absorvidas» por las formas de producción capitalistas, tal como señalan algunos autores^", ya que es evidente que el M.P.C. al dominar y determinar las relaciones de producción, dicta las leyes de funcionamiento del sistema, y por tanto de la pequeña producción mercantil que forma parte de él. 2.2. MODO DE PRODUCCIÓN CAPITALISTA. La existencia del capitalismo en la agricultura es puesta de relieve por la presencia de una serie de factores que la distinguen del resto de los Modos de producción y le proporcionan coherencia interna. Estos son, la presencia de asalariados, para ello es necesario que la mano de 23. Información obtenida a través de la encuesta de campo. 24. Los más destacados teóricos que mantienen dicha postura son Servolin, Meillas-soux y Chayanov. 259 obra sea libre y venda su fuerza de trabajo en el mercado, siendo así adquirida por un empresario capitalista que no sólo la utilizará para producir mercancías, sino también para obtener de ella un plustrabajo, que al ser apoderado por el propio capitalista constituye para éste último una ganancia extraordinaria. Asimismo, encontramos que la mercantilización de la economía alcanza cotas muy superiores a la de otros modos, ello en absoluto significa que en las formas de producción precapitalistas y subcapitalistas no exista comercialización de productos, sino que ésta es bastante más restringida. También contribuye a la formación del capitalismo la intensa mecanización e industrialización de las actividades agrarias. En efecto, es sintomático de este Modo de producción, tanto el aumento de capital técnico como circulante, que en definitiva van a producir una elevación considerable de la composición orgánica de capital en las explotaciones. R. Bartra ha establecido una tautología donde quedan recogidas las características del sistema capitalista desarrollado^'. En primer lugar, para dicho autor «la ganancia creada procede de la explotación de los trabajadores asalariados... en efecto, las altas tasas de ganancia se logran aumentando las cuotas de explotación de los jornaleros, es decir, la rentabilidad de las empresas agrarias tiene por base una superexplotación del trabajo asalariado». Efectivamente, la tasa de plusvalía apropiada por el propietario constituye un gran revulsivo en el momento de la inversión. Por otro lado, las empresas capitalistas en la agricultura tienen una composición orgánica del capital más elevada que en el sector capitalista, pero sin embargo a medida que ésta aumenta disminuye la tasa de ganancia, por el consabido mecanismo de los rendimientos decrecientes, y porque con el aumento de la maquinaria en la explotación se prescinde de mano de obra y por tanto la tasa de explotación es menor, al disminuir la plusvalía absoluta. Sin embargo, el beneficio sigue siendo importante, porque al aumentar la inversión obtenemos mayor cantidad de plusvalía relativa, y ocurre al mismo tiempo, una sensible mejora de la tasa de explotación. Las altas cuotas de ganancia, fruto de la superexplotación, adoptan la forma de superganancia. Por otro lado, los capitalistas que obtienen bajas tasas de ganancia comparadas con la tasa media superan su inefi-ciencia apropiándose de la renta de la tierra. De esta manera, con relati- 25. BARTRA, Roger: Op. cit. pág. 67. 260 va frecuencia las altas ganancias y la superexplotación de la mano de obra esconden una ineficiencia que logra cubrirse por medio de la renta de la tierra y por medio del monopolio de la misma^^. Esta renta se obtiene de la diferencia que se establece entre el valor de producción y el precio de producción, dando como resultado un plus-beneficio. En efecto, según Marx, si existe alguna rama de la producción en la que por alguna razón las mercancias se intercambia a valores y los precios de producción en las mismas fuesen inferiores a los valores producidos, tendríamos la posibilidad estructural de un exceso de valor sobre el precio —cosa que por otro lado es más frecuente en las explotaciones precapitalistas que en las capitalistas, por la inferior composición orgánica de capital de éstas— lo que determina el origen de la rentabilidad absoluta. En definitiva, ésta viene a constituir un excedente que cualquier empresario obtendría una vez retribuido el capital constante, capital variable y la tasa promedio de beneficio (siendo esta última la relación existente entre la plusvalía generada y el capital total invertido). En otro orden de cosas, es la división social del trabajo la que permite al afianzamiento de las explotaciones capitalistas de trabajadores especializados que ya presentan mayores rasgos de obrero industrial que de campesino e igualmente al no dirigirse su producción hacia el abastecimiento de los productores, sino convertirse en mercancías, las relaciones con el mercado son más evidentes, precisamente las leyes de mercado son las que rigen hoy en buena medida la especialización y tipos de cultivos de las susodichas explotaciones, aunque conviene recordar llegados a este punto, que tales leyes de mercado no sólo funcionan para las explotaciones netamente capitalistas, sino que igualmente lo hacen para aquéllas que aún no siéndolo estrictamente, por la evidente relación que guardan con las primeras les afecta igualmente, en tal sentido podemos encontrar incluso pequeñas explotaciones que adquieren maquinaria agrícola, en este último caso no sólo pueden ser explicadas en función del mercado sino por la acuciante escasez de mano de obra que padece el campo tras el fuerte éxodo rural, motivado en buena parte por la propia conversión capitalista de numerosas explotaciones, y por la elevación de los salarios que propició precisamente estos intensos trasvases de mano de obra. Todo ello nos conduce irremediablemente a entender que la capacidad de financiación del sector agrario ha ido aumentando en los últimos años tanto para el conjunto del Estado como en particular para Canarias. 26. Ibidem. 261 Son varias las causas que han contribuido a crear un marco favorable como generador de recursos financieros: a) En primer lugar, cabe mencionar el importante papel de las grandes explotaciones que trabajan con obreros asalariados. b) En segundo lugar, hay que considerar el grado de comercialización de que es objeto la producción agraria^'. La primera causa ha permitido la acumulación al obtener importantes tasas de beneficio, no sólo por el aumento de la productividad, sino también por el incremento paralelo de la plusvalía con la explotación de la fuerza de trabajo. El grado de comercialización que es muy intenso en este tipo de explotaciones, posibilita igualmente en el caso canario hacerse con unas cantidades importantes de divisas al ser distribuidos dichos productos preferentemente en el exterior, y en cantidades nada desdeñables. Este proceso de creciente capitalización y captación de recursos financieros en el campo no sólo afecta a las propias explotaciones capitalistas sino incluso a las que no lo son, y ello lo hace desde una doble vertiente: forzando a las pequeñas explotaciones a capitalizarse cada vez más si quieren ser competitivas de cara al mercado, y en segundo lugar, y directamente relacionado con lo anterior, contribuyendo a la cada vez mayor descomposición del campesinado y por tanto a su creciente proletarización. Todo ello ocurre evidentemente de esta manera, por la superioridad técnica que presenta la gran explotación frente a las pequeñas, por la menor pérdida de superficie cultivable, por la economía de hombres en términos relativos, la posibilidad de cambiar empleos de éstos por máquinas, la mejor división técnica del trabajo, la superioridad comercial, y la facilidad para procurarse dinero de los organismos de crédito. Este conjunto de factores como acertadamente indica Kautsky le permite al M.P.C.: «crear las precondiciones de la gran explotación cooperativa, no sólo porque con ella aparece una clase de trabajadores sin propiedad privada de los medios de producción, un proceso social, y provoca y agudiza las contradicciones de clase entre capitalistas y asalariados que incitan a estos a reemplazar la propiedad capitalista de los medios de producción por la propiedad social de los mismos^^ O bien como señala M. Guntelman: «aún en los casos en que no se crean nuevas propiedades privadas y se adoptan formas supuestamente socialistas 27. LEAL, LEGUINA, NAREDO y TARRAFETA: La agricultura en el desarrollo capitalista español (1940-1970). Edit. Siglo XXL Madrid. 1980. 28. KAUTSKY, K.: Op. cit. pág. 118. 262 de producción —por ejemplo cooperativas— el carácter capitalista del Modo de producción se mantiene intacto, pues el proceso de acumulación de estas cooperativas se realiza dentro de los marcos de los mecanismos del mercado y de la economía capitalista donde el papel motor corresponde a la ganancia»-^'. Ello aún adquiere mayor importancia si cabe en el caso canario, donde las cooperativas existentes no son en absoluto de producción sino de comercialización de los productos, y están dominadas absolutamente por las leyes del mercado capitalista, funcionando más que como cooperativas como auténticas sociedades anónimas. Otras formas de obtener excedente y ganancias por el Modo de producción capitalista es la utilización de tierras bajo fórmulas contractuales indirectas (aparcería y medianería). Estas en el sector privado capitalistas constituyen un auténtico mecanismo de transferencia de valor de un sector a otro, pues una parte del producto que pertenece al propietario le corresponde en virtud de su derecho de propiedad sobre la tierra, lo cual nos viene a poner de manifiesto, que el reparto no es proporcional al trabajo directo de cada uno, ya que una parte de la fuerza de trabajo del aparcero pasa al propietario de la tierra, que obtiene de esta manera una ganancia sin dar nada a cambio. En otras palabras se ha producido un auténtico «intercambio desigual». Por tanto, hemos de convenir, que en absoluto el desarrollo del capitalismo en la agricultura depende únicamente de la forma de propiedad y posesión de la tierra, sino que éste se desarrolla creando el mismo las formas que mejor se adaptan a cada momento histórico, por ello su estrategia de implantación espacial es multivalorada y heterogénea. A pesar de ser dominante en la actual estructura de la economía mundial y en la Formación Social Española y Canaria, no constituye el Modo de producción capitalista la única forma de producción en nuestra sociedad. Conjuntamente con él subsisten vestigios de formas de producción precapitalistas que han sido asimiladas y dominadas por el capital, y gérmenes de nuevos métodos de producción que permanecen latentes debido a la escasa agudización del sistema capitalista. Por tanto el Modo de producción capitalista ha sufrido una serie de «frenos» en su desarrollo integral, tales como: la política laboral, la abundancia de mano de obra que impide a su vez la mecanización, e incluso la política de precios protegidos frena la capitalización del sector. En efecto, mientras los salarios fueron relativamente bajos debido a 29. GUNTELMAN, Michel: Capitalismo y Reforma Agraria en Méjico. Colee. E.R.A. Méjico 1975. 263 la gran oferta de fuerza de trabajo, el agricultor propietario o arrendatario no sentía la necesidad de mejorar sus técnicas de cultivo, ya que la ganancia se conseguía fundamentalmente a partir de la explotación de la mano de obra destinándose ésta en su mayoría a la compra de tierras, a la obtención de la propiedad de la explotación, o hacia otros sectores productivos para realizar transferencias de valores mediante la utilización de intermediarios comerciales y por medio del «intercambio desigual », motivado por la distinta productividad entre la agricultura y el resto de los sectores productivos^". A partir de la década de los sesenta es cuando se produce un cambio profundo en la superestructura jurídico-política que permitirá una extroversión del sistema económico y la definitiva penetración del M.P.C. en la Formación Social Española en general, y en la Canaria en particular. Esta liberalización es fruto del aumento de la competitividad exterior y —a pesar del fuerte papel protector que ejerce el Estado en la estabilización monetaria (Plan Ullastres, 1959)— de la presión social ejercida por los convenios colectivos^'. La consecuencia inmediata de ello es la acentuación del éxodo rural. En efecto, la acumulación previa de capital-dinero en los años cuarenta- cincuenta permite en la década posterior iniciar una cierta mecanización del campo, lo cual va a provocar unos excedentes poblaciona-les en el agro que optan por la emigración, conformando de esta manera unas nuevas relaciones sociales y de producción en el campo que se traducen en la aceptación de un nuevo modelo productivo que estará mediatizado por la internacionalización del capital, dando lugar al capital monopolista de Estado, y auspiciando al mismo tiempo la fuerte crisis que padece la agricultura de abastecimiento del mercado interior. Estos trasvases poblacionales del sector agrario hacia el industrial y sobre todo los servicios, producen el consabido proceso de desagrariza-dor- terciarizador de nuestra sociedad en los años sesenta. Cuando estos cambios de profesión, no van acompañados de similares trasvases en las residencias, dan lugar al inicio de un proceso de agricultura a tiempo parcial, que se explica fundamentalmente por la necesidad que tienen los obreros y/o agricultores de emplear el tiempo de trabajo libre en procurarse parte de la subsistencia, ello por supuesto no es novedoso —aunque si se intensifica en esta época—, pues en las sociedades pre- 30. CARBALLO, Roberto: Agricultura y Capitalismo en España. Edit. La Torre. Madrid 1977. pág. 48. 31. CARBALLO, Roberto: Op. cit. pág. 60. 264 capitalistas, los agricultores dedicaban una buena parte de su esfuerzo a producir la mayoría de sus útiles de trabajo y los objetos de consumo corriente ^^. Esto indudablemente constituye una nueva estrategia de explotación del sistema capitalista, pues «la gran explotación capitalista se beneficia de los bajos salarios que pagan a dichos trabajadores asalariados que tienen asegurada una parte de sus medios de subsistencia a través de sus pequeñas explotaciones»". En efecto, ello le permite al capitalista ahorrarse una gran cantidad de capital-dinero en favorecer la reproducción del sistema a través de la propia reproducción de la fuerza de trabajo, captada a través de las pequeñas explotaciones. Este éxodo rural, se da de forma más intensa en las pequeñas explotaciones precapitalistas (crisis de la agricultura de subsistencia y abastecimiento del mercado interior), lo cual va a permitir un aumento considerable de la mano de obra asalariada en otros sectores (construcción y servicios fundamentalmente). El proletariado así se desarrolla desde la agricultura, pero no necesariamente en la agricultura, como señala Lisouskij: «(...) enorme y determinante (es) el papel del Estado en el campo de las relaciones entre la agricultura y la industria, tendiendo a asegurar en la medida de lo posible un desarrollo proporcional de todos los sectores de la economía, el Estado sostiene artificialmente al sector agrario que es tradicionalmente el más débil» ^''. Según Kautsky, este proletariado industrial proveniente del sector agrícola se caracteriza por una serie de factores: a) Su importante papel en el proceso de producción moderno, en la medida en que sobre él reposa el M.P.C. b) Su carencia de medios de producción, es decir, no es definido por su pobreza y bajos ingresos, sino por su posición en la esfera de producción. c) Por el empleo de medios de producción sociales, la creciente socialización del proceso de trabajo en el que están inmersos. d) Su carácter de fuerza de trabajo «libre» no ligada por ningún tipo de lazo extraeconómico con el empresario capitalista. 32. NAREDO, J. M.: La evolución de la Agricultura en España. Edit. LAIA. Barcelona 1971. pág. 90. 33. Ibidem. pág. 94. 34. LISOUSKIJ. Citado por Etxezarreta, M.: Op. cit. pág. 38. 265 El M.P.C. en la agricultura canaria se define por una serie de parámetros expresados en una original tipología por María del Carmen Díaz Rodríguez y Juan Feo. Martín Ruíz^l La producción está destinada enteramente a la exportación. La superficie es variable, ya que este no constituye un indicador fiable, sino se tienen en cuenta otra serie de variables tales como la base imponible, tipo de cultivo, productividad de las explotaciones, etc.. En cualquier caso, es muy difícil encontrar explotaciones capitalistas cuya superficie sea inferior a una hectárea. El régimen de tenencia dominante, es la propiedad directa. La fiaerza de trabajo es esencialmente asalariada y su dedicación plena, aunque hay excepciones de trabajadores a un tiempo parcial que completan esta actividad con cualquier otra, preferentemente fuera del sector agrario. Dentro del propio M.P.C. encontramos, asimismo, relaciones de producción que algunos autores —a nuestro entender de forma precipitada— han denominado feudales, cuando en realidad son reminiscencias precapitalistas que han sido absorbidas por el capital. En este sentido se explica el mantenimiento de la medianería en Fuerteventura o el contrato a la parte (aparcería) en Gran Canaria con respecto al cultivo del tomate, ya que en estas formas contractuales del empresario capitalista obtiene del medianero y/o aparcero un plustrabajo nada desdeñable. Las explotaciones capitalistas se caracterizan igualmente por su alta composición orgánica del capital, siendo muy considerable el capital técnico (riego localizado, maquinaria, etc.). Estas empresas disponen por regla general de sofisticados medios de producción, alta tecnología y personal cualificado, lo cual nos permite afirmar que el desarrollo de las fuerzas productivas es muy importante. Asimismo es grande el gasto de capital circulante, principalmente el agua, nematicidas y fertilizantes. 2.3. EL MODO DE PRODUCCIÓN SUBCAPITALISTA. El reconocimiento de esta tercer forma de producción nos permite romper con esa tradicional visión dual que se tiene de la realidad canaria, donde se contraponen dos «sectores independientes» (moderno-atrasado) sin ningún tipo de relación. Sin embargo esta independencia es más aparente que real, pues la pretendida dicotomía queda desfasada al reconocer las articulaciones 35. MARTÍN RUfZ, J. F. y DÍAZ RODRÍGUEZ, M. C: Op. cit. pág. 138-153. 266 existentes entre las distintas formas de producción. Precisamente el M.P. Subcapitalista constituye una forma de producción a caballo entre el modo de pequeña producción mercantil y el propio capitalista que matiza y completa al mismo tiempo una explicación de nuestra formación social desde una óptica global. Los regímenes de tenencia de la tierra dominante son la medianería y aparcería y, por supuesto, la propiedad directa. Bajo dicha forma de producción se cultivan exactamente los mismos productos «tradicionales » de exportación (plátanos, tomates y papas) pero con una composición orgánica del capital sensiblemente inferior al M.P.C. Se consume en sus explotaciones igualmente importantes cantidades de capital fijo y circulante, por ejemplo, en Fuerteventura y para el primero de los casos son muy importantes las inversiones de riego localizado (por goteo) y el arenado de la tierra para el cultivo del tomate. En cuanto al capital circulante son los fertilizantes los que generalmente suponen un mayor desembolso, ya que el agua es un factor que va unido a la propiedad de la tierra, aunque hay que reconocer que esta es muy escasa y de mala calidad, suponiendo un handicap para el desarrollo del cultivo, y siendo incluso necesario en algunas explotaciones desalinizar las mismas por el proceso de osmosis inversa. El trabajo a tiempo parcial apenas tiene incidencia, siendo en contrapartida la dedicación plena la más abundante. Al medianero/aparcero se le permite cultivar en los márgenes de las parcelas algunos productos de huerta (calabazas, calabacines, coles, ajos, pimientos, etc.), constituyendo esto una práctica propia del Modo de pequeña producción mercantil y que ha sido absorbida por las formas de producción subcapitalista. La productividad es inferior a la de las explotaciones capitalistas no sólo por ocupar espacios marginales, sino también por el inferior consumo de insumos en el proceso productivo. Esta se comercializa por firmas privadas, aunque en los últimos años se ha impuesto de forma contundente el cooperativismo comercial que no de producción. En definitiva, se puede mantener que la Formación Social de Canarias se halla articulada por tres formas de producción, siendo la capitalista dominante y determinante. Sin embargo no es la que cuenta con el mayor impacto espacial, pues se reduce fundamentalmente a determinadas zonas de costas y algunos espacios residuales de las «medianías ». Cada una de estas formas de producción se caracterizan por unas peculiares relaciones sociales y de producción que se articulan para configurar la actual Formación Social de Canarias. 267 3. CONCLUSIONES. Son numerosas las interpretaciones que sobre el agro canario se han vertido, cada una de ellas abordan la cuestión desde una particular ideología, lo que ha propiciado que en absoluto sean complementarias, sino diametralmente opuestas. Algunas han incidido en aspectos principalmente geográfícos-descriptivos, las cuales han derivado en afirmaciones deterministas donde los factores ecológicos-ambientales juegan el papel principal. Otro conjunto de teorías reflejan aspectos economicistas básicamente, despreocupándose de otras variables y parámetros que influyen igualmente, tales como las sociales, culturales, ideológicas e históricas. De todas ellas la primera formulada en el tiempo consistió en estructurar el sector agrario canario como una sucesión de monocultivos, cada uno de los cuales queda dividido en tres etapas: génesis, madurez y decadencia, donde es sustituido por otro (caña de azúcar, vino, cochinilla, barrilla y tomate-plátano). Este enfoque peca de parcial, pues únicamente considera aquel cultivo o cultivos que eran objeto de exportación, ignorando —de forma consciente o no— el resto de la agricultura de abastecimiento del mercado interior y de los propios del autoconsumo campesino, siendo incluso el impacto espacial de ésta mayor que la de salida exterior. En los años sesenta alcanzan una gran importancia los planteamientos dualistas, que posteriormente son revisados y completados, constituyendo sin duda alguna el más significativo el propuesto por el profesor Eugenio Burriel señalando dos «sectores antagónicos» (rico-pobre) que se concretan en la agricultura de regadío y secano. Estos autores que defienden dicha dicotomía, simplifican una realidad bastante más compleja, constriñéndola a los susodichos sectores. A nuestro entender la realidad de la agricultura canaria no responde en absoluto a esa interpretación dicotómica. En la década siguiente (años setenta), J. A. Sans presenta una nueva tesis, basada en una tipología establecida para el mediodía italiano por C. Bublot, donde entiende que el agro canario es más complejo, estableciendo la siguiente tautología. a) Agricultura de autoconsumo dedicada a la subsistencia del campesino y ubicada preferentemente en las zonas de medianías y de cumbres. b) Agricultura de abastecimiento del mercado interior con igual zona de localización y similares cultivos. c) Agricultura de exportación subdividida en dos tipos: 268 1) Tradicional, donde los cultivos fundamentales son las papas de exportación y sobre todo el tomate y el plátano. 2) Innovadora, es una agricultura ya industrial, bajo invernadero, riego por sistemas localizados (aspersión y goteo), dedicada a hortalizas (pimiento, pepino, berenjena, etc..) y frutales alternativos al plátano, ubicándose en la costa y algo menos en las medianías (agrios, melocotón, etc.). Esta tesis presenta una serie de inconvenientes a nuestro juicio. En primer lugar que dicha tipología se basa de forma exclusiva en la comercialización de los productos obviando otros parámetros de igual o mayor importancia. Por otro lado creemos que la agricultura de auto-subsistencia y abastecimiento del mercado interior constituyen una misma, lo único que cuando existe un escaso excedente se comercializa en un mercado de ámbito local o comarcal a lo sumo. Por último que la denominación de agricultura tradicional de exportación no es muy afortunada, toda vez que los cultivos que ella engloba pertenecen a modos de producción diferentes, pues es exactamente lo mismo una finca de plátanos a 400 mts. de altitud con escaso consumo de insumos y tecnología como ocurre en La Gomera por ejemplo, que otra de similar extensión, pero bajo formas de producción netamente capitalista (Sur de Tenerife). Por tanto es preferible establecer dicha tipología no en función de la comercialización de los productos como J. A. Sans, sino por la forma de producir (Modos de producción). Otro criterio empleado para definir el agro canario son los factores geográfico-climático. En este sentido el trabajo más reciente es la tesis del profesor Antonio Alvarez Alonso, pero dicho planteamiento presenta el inconveniente de que sólo es aplicable a Tenerife y Gran Canaria y en menor medida a La Palma, es decir a las islas «centrales» y montañosas, mientras que se muestra completamente inoperativo para las «periféricas». Dicho autor diferencia una serie de zonas altimétricas que se corresponden con diversas formas de producción y de cultivos: costa (hasta 400 mts.), medianías (400 a 800 mts.) y cumbres (por encima de 800 mts.). Nosotros hemos adoptado la clasificación empleada por Juan Feo. Martín Ruíz y María del Carmen Díaz Rodríguez, básicamente seguimos su planteamiento aunque matizando algunas cuestiones para las islas periféricas, donde adquieren un gran auge las fórmulas intermedias subcapitalistas con algunas reminiscencias precapitalistas, pero que sin duda alguna han sido absorbidas por la primera forma de producción. Entre otras cabe destacar la importancia que mantienen las formas contractuales (medianería) frente a la propiedad directa, a pesar de que esta 269 última es igualmente dominante. Por otro lado la composición orgánica de capital en las islas mal llamadas «menores» es inferior, por una menor penetración del M.P.C. En definitiva, ello se explica porque el Estado burgués facilita el proceso de desarrollo y concentración capitalista en aquellos lugares donde puede obtener unas tasas de ganancia superiores, pero hace al mismo tiempo concesiones a las clases precapitalistas para mantener un equilibrio entre las contradicciones del sistema. Ello lo consigue fundamentalmente integrando al campesino en estructuras políticas y sindicales manejadas orgánica e ideológicamente por el propio sistema capitalista, y cuyas reivindicaciones son exclusivamente de carácter económico, pero en ningún momento se ha planteado un cambio social e ideológico profundo, en otras palabras, una verdadera Reforma Agraria. Hemos de reconocer que es altamente difícil realizar una sustancial mejora en el sistema de Estructuras Agrarias, bajo un régimen capitalista, donde lo que se persigue no es una elevación del nivel de vida del conjunto de las clases sociales, sino la optimización del beneficio. Es por ello que muchas de las medidas tendentes a solventar los problemas del agro, se han mostrado inoperantes, precisamente por no atacar el problema de fondo, sino intentar paliar la situación con auténticas medidas conyunturales pero que en absoluto suponen una transformación de las estructuras. Evidentemente una auténtica Reforma Agraria sería aquella que afecte a las relaciones de dominio, pero ello supondría la pérdida del poder de la actual clase dirigente, jugándose en ello su propia existencia. De ahí que cuando se realizan reformas agrarias parciales terminan realmente favoreciendo a la gran propiedad y más concretamente a la clase que la ostenta. En tal sentido conviene distinguir pues, entre Reforma Agraria técnica, donde únicamente se cambia la forma de producir, y la Reforma Agraria-Técnico-Social, donde no sólo cambian aspectos materiales de la producción sino igualmente afecta a las estructuras de la propiedad y a las relaciones entre los campesinos. 270 |
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