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Número 74 I Lduía Cru/ úi luiárífg I Albril-Jumio de 1946
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
DE LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
REVISTA DE HISTORIA
Director: el Decino, DR. ELÍAS SERRA RÁFOLS
Tomo XII La Laguna de Tenerife (Iilai Oanarl&s) I Año XIX
La expedición canaria al Senegal en 1556
por ANTONIO RUMEU DE ARMAS
D. Juan López de Oefpeda es una de les más dieaibacadas figura» entre
los gxxbeim'aintes dé Oíais isAas Cainardas en el sigio XVI, y, sin embargo, su
aotu<ad<5in ha. iKusiado catsi desKupercibida haista ahora, pues aipenas si oono-cemois
«üigo más que siiis apelliidx» a través de las Ibirevíaünais referenciais
del cronista Juian Núñez die la Peña o dld thdatoriador I>. José die Viera y
davijo (1). No lObstante, su nombre está üigadio a epiísodio» tan gloriosos
paira la hiistoriía regional', y a hedhoa de igoSñeomo tan destacado» en la esfera
puramente administrativa, que bien merece su persona que le dedi-qu
«imio« un breve comefotario o semblanza lUográfioa, como prólogo a üa
expedición al Senogiaíl de 1556, con que remeta su actuadón gubernativa,
y que !hia die ser el objeto partioular de estaa líneas.
^ pirimer cargo que desempeñó D. Juan Lójpez de Cepeda en el archi-piéliago
fué él de teniente de igobemador de la isla de Gran Cainaria, en
1549, poíT nombnuniíento y desigmacián del prestigioBO gobetmador de esta
(1) JUAN NÚÑEZ DB LA PEÑA: Conquista y Antigüedades de Uu islas
de la Gran Canaria. Santa Cruz de Tenerife, 1847, pág'. ¿47.
JOSÉ DB VIERA Y GLAVIJO: Noticias de la historia general de las is-las
Canarias. EMición de Santa Cruz de Tenerife, 1858-1863. tomo III, página
124.
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Í0la D. Rodrigio Mamriqíne die Acuña. Con anterioridad a esia fedha riadia
salbemoa die ii& vidia die López die Cepedla, como ino sea el ponm>enor die que
eatodüó la cajrrera de leyes en 'la famosa, Universádad' salimantina, donde
gianó el título de liceanciadio; y, por lo que respecta a sai faimffia, su pa-oíba-ble
.poirentascio con la excelsa míistica Santa Teresa de Jesús.
Así, ,pues, esstaMeddo em el a«Mp4éilBgo en el lapso de tiempo que corre
entre los años 1549 y 1558, D. Juan López de Cepeda fué el cola;bora-dlor
más activo y vaMoeo dleí ümstre D. RodTiigo Manrique de Acuña en casi
todais auia emipresas ibéliwas y de gobierno, por lo que recibió conatamte-mente
de éste das pruefbas máe esbimaiblea die afeicto y oonsiideración.
De todos es oonoddio como las dk» dli0tinitas etaipas del g^oibiemo d^
D. Rodrigo Manrique d* Acuña en Gnam Canaria (1549-1552 y 1554-1556)
«e oaracterizaixxn por la redobílada acwión de loe navios de Francia, niies-tra
«eoulaír rival, que hicieron olbjeto de sus preferencias a las distintas
«siliaB d'eJ aichipiéilaigo canario, cuya posición eaitratégica en la ruta de Grui-nea
y de la» Indiías Oocádentales las convertía en ipumto dte aax>yo miuy a
pirofpótirto p«ra hacer agniada y proveerse de víveres, ¡bien isaqueaindio lais
vülais de la costa, asaltando los navios en, ruta, o forzamdo a comerdar a
lioB naturaües.
A D. Bodrtgo Mflinrique dte Acuña tocó hiaoer frente, recién llegado a
ilais Canaria», en compañía die <sa tendente López de Cepeda, a la última
gueirra del reánaido del Emperador, provocada por Enrique II de Framcia,
vadiéiiidoae de los más arteros procedlmienitos, cuando Oairlos V d^soansalba
de la cruenta l>uiclha isostenida con los protestantes de Alemania. Pasaba
entonces Framcda por un momento de franco resurgir dte su potencia na^
val, trajs la posltracióm de los últimos años del reinado de Francisco I; y,
»»í, no es de extrañar que las Canarias se viesen materialmente Ibloqiuea-da
« por lo» navios de guerra, o mercantes armados en corso, de nuestra
v«oina nación.
Para oonjuiraír este peligro D. Rodrigo Manrique dé Acuña ddó por pri-mom
vez pie de gueirra, orgianización, eficiencia y disciplina a las haisfaa
entonces ijKfiaoiplinadaa milicias cainariae; y en esta tarea fueron eois más
activos coAaiboradoirea D. Pedro Cerón y Ponce áe León, ipersonaje tan iliis-tre
como desconocido, y el tenáente de gobermadoír licemciado López dé Cepeda.
Más importante fué la actuación dé Cepedia al mando dé uno de loe
navios de la flota regional, on^aniaada x)0(r Manriqíue de Acuña en 1552
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para combatir a la piratería len ajguas canarias. Fué éste vmo d« loa episodios
más g'loriosos del siíglo XVI, conocido ihasta ahora de urna Tnanera
harto confiisa y equivocada, a través de las iplumas de nuestros cronistas.
Su de/ta exacta es la idel mes de abril de 1652, fecha en que hallándo-ae
una escuadira francesa entre las islais mayores del anchipiél&go, imipi-diiend'o
todo comercio interior y exterior, decidió D. RodtRigio Manrique die
Acuña presenitarile batalla, valiéndose de sma proipioe medios, y ewibre la
base de varios poderosos navios mercantes canarios, armados previamente
con tal fin.
EJn esta imiportantífláima batalla naval—sin que exageremos en él nom-ibre—
que ae dáó el 18 de aibril de 1652 soKnwWbió heródcaimente au igrenerail,
ed canario Jeráni'mo Baptiista Maynel', tomaTido entonces la diireoción dIe
la ñotilla Juan Lápez de Cepeda, que ihasta entonces había combatido aü
frente tan salo de xmos loe navios de la miisma.
Desde esta fedha Cepedé. fué el alimirante de la escuadira i«gionall,
manbenáda en pie «le igiuerra por él g'dbemador Manrique, como único mie-dfio
de garantizaír la navegacdó-n en las agniais del ardhipiélago, y la aegu-ridaid
en siaa m&s importantes jniertois. Lapes de Oepeda recorrió, sin tregua
nú demjainso, meaes y meses, lias ensenadas y caüetas d^ las islas, bals-tanldo
'la sola presencia de la ñotilla para limpiiair sus aguas de los ahora
aitemorizajdoe piratas. Uno de sus cruceros más señalados fué la persecución,
«n dSciembre de 1552, die un gruipo de ooraarios fugitivos franceses,
escalpados de las cárceles de Tenerife, donde se hallaban cautivos, tras «1
fracasado ataque del famoso Antoine Alfonse de Sainton^.
Su brillante actuación quiso recompensarla Manrique de Acuña proponiendo
al príncipe D. FeJiípe la dtesignadón del licencda<io Lóipez dIe Cepeda
para ell gobiemo de la isla áe Tenerife o su nombramiento pa^ra una de las
plazas de Juieoes áe aipeladón de la Real Audiencia.
Sin embargo, el ascenso dIe Cepeda tardó todavía algún tóempo en ipro-diicirse,
pues hasta que en 1S64 fué desigiiado por segunda vea D. Rodrigo
Manrique de Acuña ipara el gobierno de Oran Canaria, no recibió
el coxTQspomddente títido, ipara mandar en Tenerife y La Palma, el lioen»-
ciado Ló(pez de Cepeda. Bste cambio político, redamado fpor la oipinlón
unáindme del «irdhiipiélago, hecha efectiva en la Corte por los mensajesros
paiticuliaireB de las islas, se produjo como resultado de la desgiraciada cam-pafki
miliar de 155S, <te la que fué el más destacado suceso él desendban»
del famoso pirata Fran^ois Le derc. Pie de Palo, «n Stoita OPOIB de Im
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PaÜiiDia, tan temiibile y devasibador, que cauísó iindescTiiptiiiblie Lmipresián en todo
el aircihipiéla^o.
Este euoeso militar, imid'o a la coiiistante ^aimenaza de pii*'ata8 aisladois
qrue liostilizialban sin tregixa las costas y puertos, desemíbarcando a veces
para rolbaír y asolar la tierra, hizo ver a loa organistmois iTUsuüare®, tan po-dteroece
e influryentes en él siglo XVI, el fracaso de la actuación de las
palmeras autoridades, que lo eran ipor equellia fedha homibires de letras: ¡Los
licendadoe Serrano de Vigíl, Miranda y Arg:üeillo, y como natural reacción
pádíerom el reflevo colectivo.
Loa ojoe de todos se fijaron entonces en «1 bdzarro y enérgico isoldado
D. Rodrigo Manrique de Acuña; y la Corona, atendiendo a las demainda»
de ioa iaieñois, decidió niombrarlo Vieitador imiMtar de todo eJ airdMipiiéliago
y gobernador privativo de Gran Canaria por real cédula de 11 de enero
de 1554. Manrique de Acuña debió ipiropomer entonces para el igobiemo de
Tenerife y La Pailmia a su oolaboenador Cepeda, y de esta manera, obtenida
iia deságnación a su favor, lo vemos ,poisesdan'arse de au cargo len él. mes dé
mairzo de 1664.
La .gestóóln de López de Cepeda al frente dé estas dois iaias es digna
por todos conceptos de los mayores elogios. A él «e deibió la reorganización
y estruictuira definitiva de las müicias de Teoierife y La Palma, con arreglo
a ia planta dé las de Gran Canaria, y de acuerdo con las instrucciOTies
regias de que era portador el visitador Manrique de Acuña; él asumió,
con título de capitán general, él mando castrense de Tenerife; a él ee debió
la conatruodón de potentísimas fortificacdone®, como el castillo de Santa
Cruz (preoedénite inimediato del de San Oristóbal), el de Santa Catalina
en La Palma, etc.; él fué el encargado de iwoveer de víveres a la escuadra
eapañiola del invicto D. Alvaro de Bazán (cuando su digmorada visita
a Tenerife en 1556), con igeneral asombro de todos su® tripulantes'; y él
fué, par último, él organizador de una flota para operar contra los' moros
4e Berbería, aproveéhándose de la merced hedha por él Emperador, en
1526, de loa quinitoa dé la Corona para lois armadores que fuesem contra
toHsoB y moiroe (2).
Preciaamente «sta flotilla fué la que puiso en acción López de Cepeda
(2) Archivo de Simancas: Diversos de Castilla, log. 13-48. Carta de
Oepeda al Príncipe de 3 de abril de 1557. A partir de ahora señalaremoa
este archivo con las itniciailes: A. S.
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en 1565 ipiara la lexpodicddn por lais costas de África, después d>e haber ocurrido
los desagn^adables sucesos que pasamos a narrar.
Laa relaciomeis, piacífícas unjas veces y hostileis ota-as, entre Canarias y
Berbería de Poniente no se interrumpiej-on a todo lo largo del siglo XVI,
desitacanido con particularidad lais famosas cabalgadas, que hicieron abo-rreciiiMea
en el continente los nonubres de los Señores- de Puerteventura y
Lanzarote. Desde laa famasas entradas en África de Diego García de Herrera,
Señor de iaa Canarias, allá por los año® de 1476, pasando por las
expediciones de D. Pedro Fernández de Saavedra y suis pacientes, partidas
^ la disla de Fuerteventuira, y dando fin con las de D. Agiistín de ELerre-ra,
Marqués y Señor de Lanzarote (que llegó a llevar a cabo más de catoí-oe
entradla» en el vecino oonitiinenite), puiede decirse que no hubo año en el
siglo XVI en que los canarios no sembraisen d terror en los aduares moros
die Berbería, cautivando buen número de esclavo® para el cttltivo y repo-bla(
ii<in de las tierras. Con ello» conistáituyeron la base primoirdáal de la población
de aquellas islas, e ineenisiblemente iban a producir en ej futuro
graiviisiimioo peligiroe y lastimoisas consecuencias.
Próspero Casóla, en su Discurso de la fortificación de la isla de Puerteventura,
se lamentaba tardíamente en 1595 de tan cieiga podítioa, que
pairecienido que oontribuía a repoblar las islas orientales contribuía a su
verdiadiera despahl^ación, por el éxodo indnteiruimpddo de castellanos viejos,
oonquiístadioires y pictoladores, que huían de contaminairae diariamente con
la pobUación iberberisca (3); y lain reanonitamos a tan lejos bastaré recordar
la fuga deü nuxriisco l^onzairoteño Juan Feliiipe, en 1552, con toda sa fcir
mdüia y treinta aiUegadios más, para contprender el terrible peSdigro que
sembraban con aquella semilla encizañada los Saavedras y los Herreras
de Fueirtevenitura y Lanzairote (4). Los hechos vendrán, eoseguáda, a darnos
la razón de estais lamieratadomes.
(3) A. S.: Mar y Tierra, log. 448. Dicho discurso, que se ccnseriva
original en el archivo citado, ha sido dado a conocer con anterioridad por
la revista "El Museo Carnario", 58 (1882), págs. 338-342.
(4) Conocemos los nomibriea de los aoomipañantes de Juan Felipe, tales
como: Hernando Felipe, Benito de Hlerrera y Juan de Adiay (a qttienes
acompañaban mujeres, hijos y allegad-os).
La oauísa de todos ellos fué fallada por el Santo Oficdo el 6 de octubre
de 1568, y loe fugitivos fueron relajadlos en estatua en loa autos de fe de
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Sin emlbargo, iu> fueiron los cainarios orientales Hoa únicos en acuiddr ail
pailenqiue ^íricano, poies desde l<as demáia isilais, y aoui desde la ipenínsiüa,
«e onganiziaron en el siglo XV y XVI múlltiipiles exipediiioioines. PamosoiS' fueron
en/tonices los viajes del gobernador de Gran Oanairia Alonso Fajardo
•al territorio del Sus en 1483; la pacífica exipeddición del gObernadior de la
miama isla Lope Sándhez de Valenzuela en 1499; la emipresa de ocupación
llevada a cabo, ein aoompañainiento de éxito, por eii .primer Adelantado
D. Ajlonso Femámdiez de Lugo en 1501, cuimpliendo iiistrucciones particu-iairíainmais
de loa Reyes Católicos; y, en menor escala, las repetidas expediciones
del primer Adeflaratado, las de »u hijo D. Pedro Fernández áe Lugo
y ®u láeto D. Alonso Luis, la del conquistador Lope de Mesa, la dt^l
vailieroisio capitán iLuis de Adiay, la del vecino de La Orotava Pedro Hiei>-
nández de Alfaax) y las, hasta hoy deaconocidas, que patrocinaron Marcos
Verde die León y Melchor de Palenzuiela... (5|).
Desde las costas de la penínsmla solían, organizarse también alguna vez
que otra expediciones a Beaibería para cautivar esdavo®; y una de ellas
fué la de 155B, quie bajo el mando del capitán Francisco de Soldrzano se
hizo a la mar en el Puerto de Santa María, y había de provocar Indirec-tamenite
la interveaidón altruista de la flota canaria al año siguiente.
Los expedicionarios ee alejaron de lajs costas andaluzas con dirección
a Tenerife, donde se detuvieron por corto espacio de tiempo para avitua-lliarse
de víveres, jn-oveerse de buenos pilotos conocedores de Benbería, y
alistiaír aventureros. La flota andaliuza, cuya tripulación era casi en au ito-talidad
jerezama, zarpó de Santa Oruz en jumo de 1555 con dirección a Río
die Oro, y sá bien la travesía fué en extremo feliz, llegando los tres navios
de la flota, y la zaibra que leo daiba escolta, sin contratiempo ai continente,
'pronto fueron a caer en una celada tendida ¡por lo® moros. Cuando llevaban
los andalaioes nueve días ide navegación y halbiatn dejado atrás el
6 de noviemibre de 1569 y 12 de dicdiemibre de 1574, celebrados con extraordinaria
solemnidad en Láis Palmas de Giran Canaria.
Pasados veinte años de la escapatoria aligunos de los renegados expresaron
en 1572 sois deseos de retomar a las islas y al catolioisimo, si eran
tratados con ibenevolencia por el Santo Oficio; y ello dio lugar a la expedición
de «se año a Berbería, organizada por el inquisidor licenciado Pedro
Ortiz de Punes. (Archivo Histórico Nacional: Inquisición, leg. 1831.
Cuaderno de la visdta de 1573).
(5) ANTONIO RUMEU: Expediciones canarias al Occidente africano,
en la revista "África"; 29 (1944) 28.
A. S.: Mar y Tierra, leg. 62, doc. 80.
148
pramontorio de CalxvBliainco, se aceroaron confiados a Angla de Santa
Ana (una de las baihíaja d«l gran Ibanco de Arguiin), dondte deseMbaroaroon
para hacer suis presas. Apenas habían cautivado a alguno» indígenas,
cuando caiye«>n sobre ellos los naturales como verdadera tpamba, laioháin-dose
por amibas pautes con aingulaír denuedo hasta dejar ed caffnpo ouibier-to
de cadáveres. Ningún español pudo escapar a la ¡refriega, pues el que
no fué muerto o herido cayó prisionero, con péirdida total de los navios y
su caaigamiento.
Las noticias del desastre «e fueron recdlbiendo en Canarias tardíamente
por íboca de pesoadares portugueses; y ya el 19 de septiembre de 1555 se
laimentaiba D. Rodrigo Manrique de Acuña a la Princesa D5 Juaoa, en una
de «ua cartas, de la catástrofe, asegurando que otra segunda expeddcidn
que para este año preparaban en Langarote y Puerteventura halbía quedado
al instaaiite suspendida, y que no había otra manera de acabar con aque^
lias anárquicas empresas que faicultar a los gobernadores para con au licencia
autoriBar o dtenegar didias expediciones (6).
Así las cosas, i>ensó el (gobernador de Tenerife y La Palma D. Juan López
de Cepeda dar ocuipación a los navios de la flota canaria—restos seguramente
de lia brillante campaña de 1552—en tan humanitaria empresa,
con éí objeto de, ihiaciendo una poderosa y eficaz entrada en Berbería, ga-ramtiaarise
número de prisioneros suficientes para rescatar a los cristianos
cautivos.
Con tai fin se prepararon urgentemente dos navios fondeados desde
hacía tiempo en Santa Cruz de Tenerife; y dando Cepeda el mando de la
flotilla (en uso de sus atribuciones de "capitán general por Sus Majeata-dles")
(7) al canario Blas Lorenzo, con patente de capitán (8), pudio verlos
zarpar de dicho puerto el 19 de diciembre de 1555. Iba como capitán
de la segunda emlbaroación el' también canario Hiermando de Párraga, y
formaba entre los tripulantes Diego Pérez Lorenzo, más adelante alcalde
de Santa Cruz y guarda mayor de su artillería.
(6) A. S.: Mar y Tierra, leg. 59. En otra carta de la misma fecha
se quejalba Manrique de que los Inquisidores se entrometiesen en dar licencias
para pasar a Berbería, pues con ello anulaban todas las medidlas
de seguridad que él pretendía establecer.
(7) Así se titula D. Juan LApez de Cepeda en el título que expidió a
favor de Lorenzo (A. S.: Mar y Tierra, leg. 62).
(8) El título está expedido, en San Oristóbal de Tenerife él 15 de octubre
de 1S55. Ibid.
144
Los imvios canaariois coistoairoin áa Ma hacia el Sur, suíriendo la. acción
4e luo fuente vienix) icontrario que les obiiigó a i>enetrar en el puerta de
Laa Gailietais, no sin aintes tener que coüiiibatir con una nao francesa que
por allí merodeaba. Ti'aJbadia la acción, canaries y franceses se estuvieron
cañoneando por esipacio de dos horais, hasta que s<e,p<airáindosie unos y otroS',
por mutuo acuerdo, cada cual isiiguió isu camino isin aipuntarse la victoria.
Sin embargo, la fíiotilla insular no suirió daño algun'O lio núsiniiO en los
navios que en los hombres que formaiban en su tripulación.
Kuanbo sureste los navios fueron avanzando por el Atlántico con dirección
a liío de Oro, a cuyas costas' arribaron desipués de cinco días de
navegación. Allí tropezaron con un navio portugués saiqueado por los fran-oeaes,
a cuya tripulación ayudaroai abasteciéndola de pan, vino y aceite
pana que pudiesen alcanzar la isia de la Madera. Siguderon, entoncesi, oon-tomeando
el litorail africano hasta más allá de la altura de Cabo Blanco,
a cuya extremidad llegaron ouati'o días más tarde.
El primer puerto donde echaran anclas fué en Angla de Santa María,
lugar situado en el trozo de costa comprendúdo entre Cabo Blanco y el islote
de Arguin, q-uázá identificabie con la aotuaJ bahía de Lebrel o I4e-vrier
(9). Una vez allí trataron de informarse del primciipail objeto de eu
viaje, ,para lo cual desembarcaron, ten arriesgada empresa, siete u ocho canarios
oooi Blas Lorenzo a la oaibeza, recorriendo y espiando los alrededores,
ain obtener "lengua" ni la menor información visual. Mais lo que no
consiguieran los canarios en tieiira ilo obtuvieron horas después en el mar.
Una ibarca de pescadorea portuigueses les informó de hallairse a dos leguas
de distancia una pequeña embarcación mora dispuesta a zarpar ipara la torre
de Argiuin, y, no perdiendo un segundo, la fiotilla die Blas Lorenzo recomió
el pequeño trayecto—cinco leguas—que la separaba del punto señalado,
presentándiose allí par sorpresa.
Este mo era otro que el puerto de Angla de Santa Ana (10), situado a
(9) Angla es una voz anticuada española sinónima de cabo o punta
de tierra montuosa que penetra en el mar. Es voz distinta de la portu^e-aa
Angra más bien sinónima de "ensenada".
La identificación de Angla de Santa María oon Angra de Cintra, por
ejemplo, en Río de Oro, es imposible, ya que se encontraba más al Sur de
Cabo Blanco y all Norte de la bahía de A r ^ i n.
(10) Angla de Santa Ana deibe identificarse con eJ actual oalbo de Santa
Ajnia, al Note de la isla de Arguin.
146
corta distancia de la famosa torre .poritu'gTOesa de Angxiin (11). Era jefe o
reyezuelo de aquellas tierras un moiro poderosisiimo llamado Duma, cuyo do-
¡minio aseguraban sus "8.000 moros alárabes y otros muchos (nenegues (12),
y cuya alianza isolicitaban los portugueses de la torre de Angnin, como
único medio de cubrirse las espaldas contra todo riesgo. Tan rico como
poderoso, el jeque Ehima veía repJetarse sus bolsas con el monopolio de
la pesca, pues ninigún marinero portugués podía m.aniobirar en sus agxias
sin pagarle "dos cruzados" (13) por cada emlbarcaci6n. Precisamente a tal
tarea ise disponían en un carabelón portuigués vendido por el alcaide de Ar-guin
Manuel Riibeiro SJI moiro notable Zam/ba, cuando comparecieron los
oanarios oon «Uis dos navios, en medio de la mayor sorpresa de los berbe-riisoos
(14).
En dicho carabelón propiedad de Zajttba, y pilotado por un habilísimo
marino de nombre Alí, se hallaban comiiaionados por Duma ipoira el cobro
del impuesto sua dos hermanos los moros Méate y Groras, formandlo
en la trápiulación, entre otros destacados personajes, dos de los hijos del
propio jeque.
La sorpresa de los moros no les impidió prepararse ,para la defeiisa;
así es que la flotilla canaria tuvo que rodear al carabelón y "rendirlo por
la fuerza de las axmías". En el asalto cayeron cautivos de los canarios
unos doce moros, sim poder impedir que en el fragor de la pelea otros nueve
de ellos—entre los que se contaban los hijos de Duma—ae edhasen al
mar y ganasen a madio un navio portuigués de Yiana, que se hallaba emda-dio
en la rada.
Fueron vanas cuámtas inisinuadones de devolución hicieran los cana-rios
a los liiisitaraos acerca del móvfl humanitario que les guiaba, exponién-
(11) Estos territorioa fueron deacaxbiertos en 1443 por el navegante
portugalés Ñuño Tristán. Dos años más taiilde los lusitamiaB tomaban posesión
del territorio, construyendio un i>equieño fuerte en él isflote de AP-guin.
(12) Dedaración del moro Goras—4iermaino de Duma—prestada en
Sfenta Cruz de La Pailma (A. iS.: Mar y Tierra, leg. 62).
Llamábanse en el siglo XVI alarves y azenegues a los moros de la tribu
de los s^hachas, que haibátaban las tierras de África, situadlas más
allá del Atlas.
(IS) Todos estos datos, anteriores y iposteriores, obran en la voluminosa
Información llevada a cabo .sobre el particular en Santa Cruz de La
Palma el 2 de marzo de 1556 (A. S.: Mar y Tierra, leg. 62).
(14) Ihid. Dedaración del moro Alí.
146
dolea que adío cautivaban para liberar prdsicmeros cristianos; pue» las por-tuguieses,
fieles a eu oomveniencia y alianza, se neigaron en rotundo a devolverlas,
dando par últümio asilo en su buque a un compatriota suyo cautivo
en el caraibelón (berberiisico, y qule ¡pudo buiüar la vigiilamcia de las españoles,
mientras aseguraíban a las moros, lanzándose al mar. Los canarios
indignados por el proceder de los portugueses decidieron combatir ton
ellos, y durante largo rato ®e cañonearon mutuamente arabas embarca-dones.
Visto lo lestéril de esta actitud, y lo camprometido de un ataque a
fondo que podía producfir bajas sensibles en las tripulaciones, Blas Lorenzo
deddlió proseguiT sai oamiino, escogiendo como conductor de la expedición
al piüioto AJÍ, para lo cual traspasó al carabelón cincuenta de isois
hombres, con oibjeto de que lo tripulasen. Las canarias se muestran uná-nimeía
en alalbaír las oooditíiones de esite piloto, pues se aisambraron de la
seguridad con que penetraiba, costeando, entre islotes y Ibajíoe, con una
aeitenidadl y pericia que probaban su larga y bien igajnadia experiencia (15).
Bajo la dÍTiección de Alí la flota, albora oompueista por tres navios, fué
oaateando África haista arribar al "llamado río de San Juan" (16). Allí
mandó ihaoer alito Lorenzo con objeto de hiaoer una entrada en el initerdor;
deaerabaroó para ello una pequeña columna y asaltando un aduar llamado
Azeydíoa ¡pudo cautivar a siete moros isiin obtener noticia de los orAs-tianios
prisdoneros.
Ordenó entonces el capitán Blas Lorenzo proseguir la niavegadón. La
nota reoorrió, en esta segunda etapa, cincuenta leguas hacia eJ Sur, basta
llegar a un puerto llamado Tentarte (17), donde lo» navios edharon ancuas.
Aproveohánda&e de la oscuridad de la noche lo» camarios desembarcaran
isigilosamente em tierra bajo la experta direocióm de Lorenzo, pene-tirando
hiacia el initerior doaide asaltaron otro aduar moro. Los berberiscos
ee d<efeindiieran con valentía, atravesando Lorenzo con su espada a uno de
ellos, miewbraa los canairios oauítivaibam otros odho mocas, auinque con heri-
(15) En la declaración de Blas Lorenzo éste se admira del conocimiento
que tenía de la costa Alí, pues advirtiéndole del peligro de lenoa-
Uar el imoro le garantizaba las profundidades y sacando él la sonda pudo
oamprobar distintáis veces isu exactitud. (A. S. Ibid.)
(16) Probablemente la bafliía de San Juan actual, en el ¡gran banco
de Aaiguán.
(17) De ddentifioacáón iimposiible, como otros varios nombres geogré-fiooa
citadlos en la imformacióm.
147
dos ipor amibas .partea en la refriíígia. Entonces desde los navios se iniciaron
lais neg^ociaoiones pora el rescate, lográndose localizar cuatro de los
aiupervivientes, que estaban en un poblado llamado Fregian, ©n poder de un
oajriitán moro de nomlbre Vimajryarg'a (18).
Así, pues, en este vasto territorio de los "moros neaziques" (19) per-mianeoieron
los navios por espacio de veinticinco días, hasta que diesipués
de laiboriosas gestianes pudieron ser rescatados los cuatro superviviente*,
que se llamaiban Marcos de Ráiberoli, Mateo de Miranda y Luás de Lanza-rote,
todos tres canarios, y un cuarto, jerezano, de notmbre desconocddo.
Mienitraa «se llevaba a oaibo el canje ae presentó en el puerto de Tentarte
im navio francés artillado al mando de Jean Bocquet, piloto francés na-turaü
de Normandía, en ruta íhajcia las costas de Guiimea, y trajbándose cámbate
entre españoles y franceses los ibuques se cañonearon por espacio
ininterrumpido de dos días, ¡hasta que Bocquet decidió reemjprendier su camino.
En didha pelea perdieron los canarios el carabelón moro, abandonado
a isu suerte, entre aquellos bajíos, y tuvieron algunos ¡heridos, aiun-que
nilngrún muerto.
Los navios de la flotilla insular que se habían separado de su punto
de andaje en aquellos dos días de continuo combate liegresaron, entonces,
al .puerto de Tentarte -para reembarcar a los emisarios que estaban dando
fin a la neigociación de rescate. Por ellos se supo que quedaban, en distintos
parajes, once saiperviArientes de la expedición jerezana; y Blas Lorenzo,
en ouimpUimiento de su misión, decidió proseguir costeando.
En Pregan habían sido aviesamente informados los expedicionarios
de que existía otro aduar más al aur (20), y los navios volvieron a enfilíir
sus proas en esa dirección recorráendo diferentes ensenadas ibajo el experto
pilotaje del moro Alí; en una de ellais descendieron los españoles,
iograndio oautivar a otros siete moros que pasaron a engrosar el número
de .prisioneros.
Proaiíguiendo ®u navegacióin la flotilla alcanzó el río Cenega (Senegal),
punto extremo meridional de la expedición; y cuando los carnarios desembarcaron
uma pequeña oolmmma de cincuienta y ocho Ihomibres, con su co-rresipondáente
bandera, internándose canco leguas en busca del "pacífico"
(18) Declaración dtí cautivo Marcos Ribero!.
(19) Declaración de Diego Pérez Locnenzo.
(20) Declaración de Baltasar Mateos, mari.nero.
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adiiar necomendlaido eia Preg'aní, lea cortó eli piaso un grupo de 150 negros,
que arañadas con "azagayas y adangas [hechas] de orejas de elefante) (21)
lea envistió furioaamente. La pelea fué dura y terrible logrando loa
españolea dar muerte al capitán de los negro's en la ,primera refriega, así
como a cuiatro o cinco más, replegándose iseguidamente hacda la costa ante
aquella enormie isuperioridad nonmérdoa y la valentía con que luch'aban loe
indígenas. De los oanariois resultaron heridos aliguiuos.
Ai anochecer ios expedicioniairiois lograron aloanzaa* la costa; pero la
mar era tan g^íuesa y agitada que apenas veinte de los soldados pudieron
emlbarcar, máeiitras los demás pasaban la noche, con Lorenzo al frente, ate-laorizaiáoB
y vigilantes en espera de cualquier sorpresa.
Con las primeras lucea del aiiba se reanudó el embarque luchando loe
tripulantea de las dos barcas con la tempestad para cumplir su cometido.
Doce soldadioa más pudieron iser trasladados, hasta que anegándose las
liantíhas de aigua, en medio de furiosas olas, y compaireciendo Jos negros,
agazapados tras de iloa médanos de arena, Blas Lorenzjo y los restantea
expedioionarioa se lanzaron al mar gamaindo a nado las embarcacionies (22).
De esta manera asaz aventurera y novelesca dio fim el episodio que
pudo Ser trágico del río Cenega. Puestos entonces al habla Blas Lorenzo
y Hernando de Párraga determinaron dirigirse de nuevo hacia el norte,
con propósito de retornar a Azeydáca a finalizar el rescate de los cristia^
nos. Para ello reoomendó Blas Lorenzo a su subordinado la necesidad de
mantenear el contacto de los navíoa a toda costa, pues habiendo perdido él
las lanchas de desemlbarco, «e haülaba atado de pies y manos para poder
rescatar. Dvorante ouiatro días consiecutivos las dos embarcaciones navegaron
sin contratiempo, aunque mostrándose Párraga obstinado eai i?egre-aax
Bí eirdhipdiéliago, mientras su compañero Lorenzo ae mantenía firme en
dair cama a «u misión rescatando los once cristianos restamites que supieron
en Fregan que sobrevivían. Sin embargo, al cuarto día una vioQentíai-ma
tempestad los separó, y fueron inútiles cuántos intentos hizo Lorenzo
por encontrar a lau desaparecido compañero (23).
Viéndose éste falto de toda posibilidad de desembarco tuvo que resig-
(21) Declaración de Blas Lorenzo.
(22) Dedaracionies de Lorenzo y Baltasar Mateos. Consta por ambas
declaracionies la valentía y ferocidad de los negros; ,pues todos los moros
cautivos aseguraron unánimes que 1.000 de ellos no podían con 40 negros.
(23) DedLairadóin de Blas Lorenzo.
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niarse a emipireinder el viaje dte retomo. Se hallaban, todavía a m&s de 150
leguas del archipiélago y la embarcadón de Blas Lorenzo fué desandando
el trayecto xecorridlo en dineoolón a iais Oamariaa. I>eciisdón más que lameni-talble
.porque la tripulación pudo apreciar cómo por una o do« vece» se
hacía seña a la emlbanoacáón diesde tierra con ánimo de rescate.
El navio de Lorenzo un poco desviad'o de su ruta fué a dlar en una die
las isilais más occidentailea del archipiélagio, la de La Paibna, en cuyo .puiep-to
capital, Santa Oruz, hizo isu enitradw a fimeis de febrero de 1556. ¿Qu4
hahüa sidb mientras tanto de Heimianido de Párraga? La volluin>dno9a infor-madén,
pw la que hemos conocadlo todos eato® datos, calla em absoluto «u
uHterior fin. El 2 die marzo, fecha en que se expidió orden de arresto co(n-tra
Párraga ipor el gobernador Cepedia, ignorábase en albsoluito BQ «rril» a
oaaSquier puerto canario, aunque se le suponía con el ánimo inclinado a
desertar en la primera ocasión. La docuimentación poeterdor no resoelvA
tampoco la diuda de isi dlesapareció víctima de los furores del mar o si pudo
retomar a eaus lairea, sano y salvo die tantos pdliígros, a dar cuenta de «u
oondiaoba (24).
Hecha infonmadón pública en Santa Ouz de La Paüma el 2 de mano
de 1B56 dedararon en la mdisma tripulantes y moros cautivos (25), y con c3
testimomáo de las diligencias la enivió iLópez d« Cepeda a la corte paira
que la Princesa gobemadiora y el Consejo de guerra conodesen el resultado
die la empresa y dispusiese de los moros cauítivaidos.
Poco diespués, en «u carta de 14 de albrfl de 1556 al secretario Frands-co
Ledesma, el giobemador Cepeda insistía en «is mismos pumitas de vista
Hamonidlo la atendón al secretario aoibre el asondbro que había produd-
(24) El 14 de abril de 1556—UTY mes largo después del retomo de Lorenzo—
todavía no había hedho su aiparidón Hernando de Párraga. Así
oonsta de una carta de Ceipeda al Secretario Ledesma de dicha fecha.
(A. iS.: Mar y Tierra, leg. 62).
(25) En didia información celebrada en presenda del gobernador Juan
López de C€!pedia, por ante el escribano Juan de Vallejo. dedararon di capitán
Blas Lorenzo, Diego Pérez Lorenzo, Baltasar Mateas (marinero),
Hernán Luis (marinero), Juan Simón (marinero), Juan González (marinero).
Marcos de Biberol (cautivo) y los moros Goras, Zamba, AH y
Biayri.
be 1» declaración de este último pairece deducirse que el capitán Blas
Lorenzo había estado cautivo en Beirberia, lo aue exnliwiría el interés die
Cepeda por encargarle dd mando de la expedidón. (A. iS.: Mar y Tierra,
l«g. «2).
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éo a todos la experiemcia náutica d*! maro Alí (26), lo que ile hacía pre-suanir
xin imnediabo peligro para las islas de no tratarse de un caso singular,
cosa ipoco probable. Parece como ai Cepeda vaticinase en esta carta las
inva»ioin«8 berberiscas de años venidero», que si jio en el sur africano tenían
ya en el Borte un gran foco: Salé, desde donde las naves piráticas
se albiúríam en abanico para caer sobre las costeis canarias.
La Princesa gobernadora resolvió por do-s reales cédulas expedidas el
19 die jimio de 1556 ordenar la venta de los moros cautivos para sufragar
los gastos de la expedición; prohibir todo trato o posible resicate de los
miismois en atenoión a sus conocimientos'; obsequiar al Secretario Ledlesma
con 'los "quintos" de la Corona en diciha venta; y por últiano (accediendo
a lias deonandias de D. Rodrigo Manrique de Acuña) ordenar y regular eil
tráfico y "ewbradlas" en Benbería. A partir de aquella fecha los navios
peninsiulares sólo podían dirigirse a las costas occidentales african'as "con
liicemcia expresa del Bey", y loa navios insulares con la autoraaaciÓTi de los
golberoadores, quienes debían velar particularmenite porque las expedioio-nes
fuesen "biem armadas y con capitames prácticos y experimientados" (27).
Do esta manera concluyó la expedioión canaria a Berbería y al Sene-gal
de 1656, qxie es sin duda uno de los episodios más curiosos de su historia
en la décimo sexta centuria; y vierdadero broche con el que cáerra
su gobdemo uno die los más preclaros representatites del poder central,
D. Juan López de Cepeda, cuya acertada gestión en todos los órdenes me-rooe
el que la exaltemos del olvido general en que ha estado sumida hasta
ahora.
* *,*
D. Juan Lóipez de Cepeda permaneció todavía en Tenerife hasta dos
años después de la expedición reseñada. En 1555 había vuelto a insiatir
D. Rodriígo Manrique de Acuña en proponeiile para una de las plaaa« dle
Joiecies de apelación de la Real Audiencia; mas' no obtuvo aceptación su
dtemanda (28). Dn cambio en loa primeros meses de 1557 corrieron por la
isla insistentes rumores de un próximo ascenso y traslado.
El Cabildo de Tenerife acordó «ntonces en la sesión de 19 de febrero
eolioitaír la prorrog'ación de Cepeda en el mando, teniendo en cuenta que
él había oido él alma de las reformas militares y el imiciador de las nue-
(26) A. iS.: Mar y Tierra, leg. 62.
(27) A. 8.: Registro del Consejo. Libro 21. Año 1556.
(28) A. iS.: Mar y Tierra, leg. 59, doc. 45.
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vas fortifdcaciones, qtne deberían ser oonioluídas Iba jo su exi>erta direcciAiv.
EÜ mensajero de la iala de Tenerife Juan Bautista de Argiiijo quedó emi-cargado
de hacer efectivo en la Corte el ruego de su Concejo y Reigi^
miento (29).
No obstante a mediados de 1558 se produjo el sensible relevo. Por real
ordlen expedida en Valladodid el 19 de mayo de 1558 Cepeda fué deságiuudo
para pasar desde Tenerife a la isla de Santo Domingo, oon la eapeciál oo-raisión
d« incoar él correspondiente juicio de residencia a Alonso Maldo-nado,
Regente de la Real Audiencia, y presidirla como oidor Decano durante
eil tiempo de la misma (30).
López de Cepeda erabaircó para América en junio de 1558, siendo relevado
en el gobierno de Tenerife y La Palma por el capitán Hernando de
de OañÍBaaies (31). En el Nuevo MuTido le eaperaban. nuevosi cargos y
homares, pues «ería con el tiempo oidor de la Audiencia de Samta Fe, al^
oalde del crimen de la de Lima, y presidente de las de Panamá, Tierra Fiír-me
y Charcas (32). De este último cargo ise posesionó en 1588, por fuerza
ya en ediad avanzada de su vida; y a partir de esta feriha su figura «e ea-fuma
sdn dejar más rastros en la bistoria... (33).
(29) Ardiivo del Ayuntamiento de La I^aguna: Libros de Acuerdos
diel antiguo CaibiMo. Sesión del día indicado.
(80) ViKRA Y CLAVIJO, oftm citada, tomo IH, pág. 124.
(31) NúÑEZ DE LA PEÑA, obra citada, pág. 347. Durante su goibiemo
Cepeda hizo los isiiguientes nomibramientos: en abril de 1564 nomlbró por su
teniente (al ausentarse en viaje a La Palma) al licenciado Lorenzo Yañez
Barrero; en enero de 1555 nombró alcalde mayor al licenciado MeJchoír
Mandila de Lugo; en el mes de octubre de 1555 desiignó para eJ mismo
oargw a Francisco de Azebes, a quien ratificó en enero de 1557; y en noviembre
de 1557 nombró por su teniente al licenciado Bairtoloimé de Foni-seca.
(i82) JUAN DE ¡CASTELLANOS : Discurso del capitán Francisco Draque.
Edición dte A. Gonaález Palemoia. Instituto de Valencia de D. Juan. Madrid
1921, pág. 355, apéndice XL
(33) Juan López de Cepeda había casado en La Laguna con D* Isabel
de Rivera y Lugo, hija natural del tercer adelantada» de Canarias
D. Alonso Luis Fernández de Lugo.
Sin embargo, su descendencia volvería a enlazar con la familia de loes
Adelantados ipor la línea legítima, pues «u única ¡hija D* Ana d* Cepeda
y Rivera casó en Lima con D. Diego Vázquez de Arce y Lugo (hijo de
D« Jacoba die Cabrera y Lugo, nieto de D* Luisa de Lugo y Maissieres, y
biznieto del primer adelantado D. Alonso Fernández de Lugo).
Por último, una nieta de López de Cepeda, D* Luisa de Arce, volvió a
las Canarias en compañía de isu esposo D. Lud® Femándiez ¡de Oóndoba,
iseñor de la villa del Carpió, caballero de la Orden de Santiago y capitán
ffenieral d« las islas Canaria» (1638-1643).