Notas bibliográficas
Dr. Juan BOSCH MILLARES.—"Anales de la
Olinica Médica del Hospital de San Martín". Tomo
1. Las Palmas, 1945, 208 págs., 8S.
Este li'bro representa eí primer reaultado de una obra hace ímuahos años
enuprendiidla y que constituye un 'honor para el Dr. Boach y sus calalbora^
dones. Ooimio nos cuenta en el prólogo, después >de resu.mir ta Mistorda diel
Hospital de Sam Martín en La® Paílmaisi por él mismo escrita en liibro aparte
hace año®, desde que se hdao cargo del Servicio de Mediioina general de
didho hoapital, oomen'zó una laibor estadística y de riegistno de Mstorias clí-niioas
que es la toasie de la serie de estudios ireunidios 6n 'este vcduimien. "Yo
—^ha dicho Mairañdn—desconfío de los médico» que no sienten la necesddad
de dejar consignadlo, para enseñanza de los otros, la míwaivilla viva que es,
para todo profesiiomiaü, 5a observación de latis enfermos"; y esite será el mejor
elogio qoie podWaimos haicer de la iniciativa del Dir. Bosch Millares.
Todavía tendremos que elogiar el acieato con que, ail estudiar cada tipo
die enfermedadies, el auitor haice resaltar las iparticuliaridadieis con que en su
dlifuiaión o en su dlesairrollo se presentan en Canarias. E5sito nos demuestra
bien, como sospechábamos, que ios estudios imá» universales presentan
siamipire <una faceta locali impuesita por el imedio y en la caiaü a menudo reside
su máximo interés, frente a las pretensiones ooamopolitas die los que
a pretexto de remontarse a io puramente !h^^manlO oJVid'an que el hombre
alhsltiraicto no existe.
Acaba el libro un último estudio titulado "Enfermedades y terapéutica
de los aibarígeaiiea" que debería ser éí más interesarnte para nosotros. En él
se encierran nuevias redacciones de tnalbajos ya puiMicadios y comentados
aquí: La sífilis en los guanches y Armas y fracturas de cráneo en tos
guanches. Peiro todos esos trabajos etnológicos del Dr. Bosch exigen una
dtelioada depuración y estudio previo de las fuentes históricas en que se
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basan que no debe ni ponedie eaperairise de un üuisbre facultativo enaimioirado
anibe todto de su iprofesáón. Lo vaiioaio en tales trabajos es ainte todo Ja aportación
técnica, pero no está a te máiamia altuTa la crítica histórica y textual.
Inserta también uin resumen de la clasificación anbrioi>oilóig:icia de Verncaiu,
que casi todos lo(s eapecdalistaB admiten, pero no moderniza su nomenclatura
(ase tipo "semita" «is unía invasión de la lingüística fuera de ®u oaim-po,
sólo discuiLpaiMe en tiempo de Verneau).
Me ha interesado de iniodo particular la breve página dedicada al inquietante
tema de la modorra, enfermedad a la que los antiguos croniístas
atribuyen ia final derrota y capitulación de los giianiohes. Por mi iparte había
Heladio a «osipecihar que esa modorra era un inivención literaria para
expliicar un hecho que no necesiflia otra juistificaicióm que l'a superioridad
militar y cailturail die los españoiies. Sin duda por mi inoomipetencia en cuestiones
sanitariais me resíJte ininteiigiiible la tesis del Dr. Bosch. i Puede todavía
hablarise seriamente de miasmas producidas por los cadáveres? ¿Qué
aignifioa la conoI'U'sión de loe Drs. Renaud y Jorge francés y iportugués res-pectivamenite,
que identifican la mod'orra con la encefalitis iletárgica? ¿No
se nos ha asegurado que esta enfermedad del África ecuatorial está estrechamente
ligada a la zona del habitat de la famosa mosca tsé-tsé ? i Hemos
disfrutado esita mosca en Canariía»? También «lude el autor con dteisospe-rante
neutralidad ai "tabardillo" o fiebre tifoidea y esto sí que parece más
comprensible. Aunque tal vez todo esto no ofrezca misterio para el biólogo,
yo hulbiese deseado que se hiciese también inteliígible al sám.pü'e lector y precisamente
el Dr. Bosah, ouaindo quiore, es maestro en el arte de poner al
alcance de los no inioiadoa los temas técnicas más' aibstru'sos. Confío en que
alguna vez lo hará en lo tocante a la modorra de loa guanches.
E. SERRA
A. BRAGHINE.—"El enigma de la Atlántida".
Buenos Aires, Edit. Losada, 1944, 352 págs., 89.
En el tomo IX, pág. 254 de esta Revista, haciendo la sáWedadi de que
consideranMa los estudias referentes a Continentes Atlánticos como ajenois
ai centro de interés canario, dimos cuenta de un labro excepcional sobre di-dho
tema: el de los eruditos argenitinoo Imníbelloni y Vivante, Libro d." las
Atlántidas. Ea un libro excepcionaJ, porque es obra rigurosojmente científica,
tan bien documeaitada en física del globo, coimo en eiítudttos dásdoo®,
cosas todas ellas rarísümas entre lois aficionados al tema atlántico. Repetímos
hoy la excepción que hicimos entonce®, pero en sentido diametralmen!-
te oipuesito. La clbra del coronel norteamericano A. Dragihin«, ahora tradiu-cida
aJ easteUlano en Buenos Aires, puede ponerse como auma y compendiio
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de todo® los errores, lo® dislates y pseudocienciía que ihan prolliiferado co-piosamenite
en tomo del mito platóraco. ResuUta ya chocanite que en «1 pre-fajcio
dedique el ooromel toda una página pajra justifitiarse ante sus lectores
por no haber utilizado la teosafía ni Las ciencias ocultas como fuente de información
isoibre la Atlán'tidíi'. Pero por »i aJ contrario esto pudiera, predis-ponemioe
a su favor, a lo largo diel texte tiene amplio espacio pan:ia convencernos
de que no ha desperdiciado página para amontona¡r en oonfuiso
desorden las más inverosímiles majaderías con la más intempesitiva intoxicación
de (lecturas científicas sin digerir. En resumen,, éste libro óeibe considerarse
como el ^polo opu€'^i^o de la interesante obra a que antes nos ire-feriimoe,
y a «ste solo título lo traemos aquí.
E. SERRA
Ventura DORESTE.—"Dido y Eneas". Colección
para 30 bibliófüots, editada por J. M. Truji-
Uo. Núm. 19, Las Palmas, 1945.
Eli propio autor, Ventura Doreste, lo ha ^señalado en el importante trabajo
que «obre El periódico más antiguo de Canarias iha ^publicado en ell
núm. 14 de "El Museo Canario". Las palabras de Doireate son ésta®: "Siempre
ha producidlo Canarias dos tipos de escritores: los que se refieren constantemente
a los .suceso'j irvsulares, así generaíes coano menudos, escrito-rea
que flibundan; y escritores de tendencia uraversailiata, cuyo número es
escaso y ipara quienes lais iiSlas son una parte cualquiera desde donde se
puede lotear, con admirable curiosidad' intelectual, todo «d vasto oiibe del
esipíritu".
No es éste el lugar dte hacer urna larga cita de ios canarioa de una lu otra
categoría; autores de tendencia universalista ha haibido vairios entre nosotros
y, como es natural, más numerosos en épocas de tendencia univer-saliata;
tal al siglo XVIII, el movimiento de fin de «iiglo o ei aurreañismio.
Loa puntos que ven desde el "Correo de Canarias" a "<Jaoeta de Arte" están
en el mismo meridiano.
"Ventura Doreste está bajo el isigno poético deil último momento español
nada entroncado con loa movianáentos regionales, mejor dicho, "ragio-nalLstas"
powjue tan regional es ser "iiiniverisail" como "regionalijsta", toda
vez -que esas dos oonstamtes literarias ise aiprecian en todo movimiento
de esta índole. Una vez el poete quiere aer ciudadano español o del muin-do
y otra vez quiere iseAo áe isu.'pueblo o iprovincia natales.
Doreste, que es en cierta modo un poco aoitodidaicto, lleva sus últimas
preferencias ipor los temas cl&sioos. Ha habido tembién en las Islas un
interesante movimiento de ¡humanistas que arranca d«i XVII y tiene una
destacada reipresentacióin entre el XVIII y lel XIX en la figura de Graci-
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liano Afomsto. A partir de la segunda mitad del pasado sig'lo él hiunanis-mo
decae—como en toda España—^aunque algiin rezaigado surja ailguna
que otra vez para reaparecer como un ejemplo de cuilta voluntariedad en
ailiguTiiOs de lois poetáis actuialeis.
De autores tan suigevítivos coimo Virgilio han dado todos los siglos au
interpretación. Nos dio Fray Luis la isuya en el XVI y nos lian diado loe
poetas Vivanco y Rosalies una nueva veriaión del siglo XX, pasando por la
de Odhoa en el XIX, para no citaríais todais y evitar la olbfláigad'a refereiip
cia a D. Marcelino; ahora Ventura Doreste insiste una vez más en un tema
que parece inagatable, em el que beben todta» las igeneraciones que en-ouenitran
en efl prodigrioeo Virgilio un hontanar die eternidad: lia medida
de dásioo que 'posee y por lo que justamente es clásico.
Se detiene Doreste en el celeibrado canto IV de la Eneida y en el dira-mátioo
traince del amor apenas contenido de la hermosa Dido; del rendimiento
y ipartidia del héroe Eneas, episodios que Doreste resuelve en 18
octavas reales, muy correctas, metro típico desde los italianos para la
expresión épica.
Pero aunque efl intento del joven poeta canario es un laudable esfuerzo,
la verdad es que tan alto y peligroso tema ofrece unas dificultades que
sólo pueden resolverse satiefactoriamente envolviendo lo narrativo con el
viento dramático que aquella "enferma de amor" inyecta en su hondo
problema sientimental. Empresa de vuelos remotos y en la que las gene-racionies
tienen aJgo que decir siempre; nada extraño tieinie, pues, que sea
muy esforzada y dificultosa para Josi nuevos pasos juiveniles del poeta,
que nos parece ha etíhado sobre sus hombrosi una carga todavía posada y
dura para ellos.
M. R. A.
Pedro LEZCANO "Poesía". Colección para 30
bibliófilos, editada por J. M. Trujillo. Núm. 10,
I>?.s Palmas, 1945.
De nuevo nos ofrece Pedro Lezcano otro cuadernito poético que tra»
ahora mejores y mayores alientos que sus Ciru-o poemas anteriores- y de
los que dimos cuenta a los lectores. Tres sonetos, dos elegías y uina composición,
acaiso taanbión una elegía, integran la última edicióni áe P^ediro
liézoatno. Los «onetos tienen el pulcro aire de la igarcilasiana moda al uso.
A veces nos hemos pregruntado si cua-ndo se estudie este último movimient-to
poético del siglo XX en torno a la siginificación de Carcilaso, alguien
no nos hablará de que la igieneración garcilasista es al poeta toledano lo
que un Fray Diieigo González en el XVIII es a Fray Luisi de León en el XVI.
CJlaro que íbay aqui, como en ©1 XVIII, un lenguaje poético generacional
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diistinto: la sangre, la carne, el tacto, las referencias sensoriales, la voz...
Un detenido recuento del léxico de los "garcilasiistas" daría una alta condensación
en dioode tales voces sumarían un rnar de coraileis.
El soneto de 15 verso® lleva el "made in" de la escuela desde el co-mienao
al fin:
Todo recuerdo de mi sangre ausente
y todo tacto de mi piel...
Ante el milaigro de tu voz, la mía
ha olvidiado la noirma del soneto.
Alg'una vez la Ihuella remota del ejemplo clásico asoma, como en este
verso del soneto Tus labios: "ese lugar en fruto que convida", trasunto
del "la dulce boca que a gustar oonvida" gongorino. En general,
esos "escalar la cintura de tu rama" y el "fuste sin corazón" de los sonetos
segundo y tercero tienen un corte muy de soneto clásico.
Lo mejor de la Elegía a mi perro y a mí es, sin duda, los dos úiltiimos
versos:
Yo era aipemas el sueño de jni iperro,
perro ain aimo ya. Y amo de nada.
De emotivo sabor neorromántico, dentro de los cánones, formales ei
uso, es «1 poema Para mi madre, donde la 'honda virilidad tierna del poeta
emerge en unos elegantes alejaindrdnos prestiígiados con valor de personal
ibiografía íntima. Junto al conceptista, "isombra asomlhrada de au sombra",
va el lamento elegiaco do^nde la garcilasiana y escultórica yedira co-bra
ahora valor de ahogado epitafio:
¡Oh madre de anchas faldas de rumor ignorado!
Nací a tus treinta años como una yedra insana...
De menor acierto es la Eleigfa final para Antonio González, miuerto
en 1944. El teroeto penúltimo desarrolla bien poco airosamente el prodigioso
poema de Salinas: "¡Qué paaeo de noche / con tu ausencia a má lado!"
de La voz a ti debida, pero todo ello no es óbice ,para que en Pediro
Lezcano apunte un futuro buen ipoeta, siempre que la diosa Inspiración o
el "demonio" poético sople isu (predestinado instinto.
Sin que sepamos bien por qué razón, este cuaderno de Pedro Lezcano
lleva número 10 de la Colección de Bibliófilos, siendo así que este número
corresponde a Un cartujo de aula Dei, de Jiménez Hernán, ya reseñado
en estaia péginias.
M. R. A,
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P. Juan GONZÁLEZ DE MENDOZA.—"Historia
de las cosas más notables, ritos y costumbres
del gran Reino de la China". Edicián, prólogo
y notas por el P. Félix García, O. S. A.
(Vol. II de "España Misionera"). M. Agruilar,
editor. Madrid, s. a., pero noviembre de 1944.
El 'Consejo Superior de Miadones, acitivo, eficiente y, a pesar de su corta
vida, ya lleno de méritos, ha reimpreso en su colección die "España Misionera"
la Historia de iíis rosas nías notables, ritos ij costumbres ffc/,
grran Refino de la China, del P. Juan González de Mendoza, O. S. A., con
un vaüioiso ipróloigo y imuilititud de nata» del ilustre P. Félix García, gloria
auténtica de los actuales agUiStlnos esfpañole'S y orgiJllo de la cátedra sagrada
contemiporánea de nuestra Patria.
Por el título con que ahora se da nuevamente a la estam,pa, difícillm,en-te
ae podría sospechar que en «us entrañas se esoomdicsieni noticias sobre
nuesrtras Isdas; pero, en sai edición príncipe (Roma, 1585), después del largo
título y dediioatoria, se indica que la obra concluye Con vn Itinerario
del nueuo Mundo, y eistas palabras nos explican por qué nuestro Arohipié-liago
tiene su luigar «eñalado en la abra del P. González de Mendoza.
En realidad, el Itinerario del nueuo Mundo no es un aipéndice postizo
que se añadió a una obra principal. Forma cuerpo con ella y ocupa el
cuairto de su extensión total como libro tercero, y último, de los tres que
componen la isiegunda p'arbe de la olbra.
El P. Juan González de Mendoza, futuro Obisipo de Lípari, en Sicilia,
y, lueigo, de Ohiapa y Poipayán, en las Indias, iseñala las fuentes de co-nocimiento
de que «e valió en esta ¡parte de su oibra y dice fundar sus asetp-tos
tanto en "lo que él ha visto como ipor relación verdaderísima que tuvo
de Religiosos Descalzos de la Orden de San Francisco, que lo anduvieron
todo el año de 1584".
Ea precisamente en el caipítulo I del libro tercero de la segunda parte
"De la causa que hubo para que a estos Religiosos mandara Su Majestad
ir al Redno de la China, y de au embarcación y llegada a las Islas Canaria
»", que ocupa las páginas 299 a 303, ambas inclusive, de la edición que
comento, donde se haiWa de nuestra tierra.
Comienza el P. González de Mendosa señalando que de Sanlúoar y de
Cádiz es "de donde de ordinario salen las flotas y naos para ir a la? Indias
Occidentales" y que éstas, caminando "siempre al Sudeste" (nótese
la errata por Sudoeste), se topan al caho de "ocho o diez días" de "mar
muy 'brava" y "olas muy igrandes" con las siete Islas que "llaman el día
de hoy nuestros españoles las Canarias" y que "los antiguo® llamaron
Afortunadas".
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Sigue con la descripción de la Isla de Tenerife y especifica que "al Poniente
de ella, y al cabo está una sierra llamada por nombre el Pico Idie
Pereyra". {Terreym y Tcrcyrn escribió Bergeron por Tcidr, achaca-ndo
la apelación a los españoiles; el l't'rt'yrn de esta edición de la Historia
del P. Mendoaz no puede seír sino otra errata). Trata seguidamente de las
dificultades para subir ai Pico y, con este motivo, emplea una imagen muy
nataible por lo verdadera: "En la oumibre (del Teide) hace una como plaza
muy llana y donde, ipuestos algunos, cuando la mar está soa«gada y en
caJ'ma, ven todas las siete islas referidas, y parece cada una de ellas um
barrio (peqoíeño, con estas algumas de ellais distantes más de cincuenta leguas
y tener otras tantas de circunito". Transmite aquí el P. González de
Mendoza un dato interesante, a saber: "que es esta sierra del Duque de
Maqoíeda, por (particular merced de Su Majestad", lo que valdría oin duda
buenois ducados de renta porque "se coge en la cumbre de este cerro toda
la pi«dtpa azufre que de aquella Isila viene a España, que es en mucha cani-tidad".
Se refiere desipués a la milagrosa imagen de la Candelaria y a sai aipa-rioión
a dos "guanohas", que así llama a los guanches.
Bl Dr. Serra me llama la atención sobre este pasaje del P. González
de Mendoza que sería la primera versión impiresa que, hasta ahora, se
conoce del tinerfeño prodigio mariano. En efecte, el clásico y generalmente
admitido relato de Fray Alonso de Espinosa es de unos años posterior
(1594), además de diferenciarse del de Mendoza en circunstancias acci-dientale
».
En cambio, el de Frei Joáo dos Santos^—que puede verse en ei niúm, 65
de Revista de Historia (CJomundcación de Luis Diego Cusooy)—es una
verdadera tradiuccióii al portugués de los párrafos del P. González de Mendoza.
Es curioso señalar que Frei Joáo dos Santos, siendo dominico, no se
inspira en Pray Alonso de Espinosa, que también lo era; mientras que toma
ipor modelo al P. González de Mendoza, que profesaba en la Orden
aiguistiniana; ipero si pensamos en lo rápidamente que desapairecieron de
la circulación los ejemplares de la obra del P. Espinosa, no nos' extrañará
que siguiera al P. Mendoza, de cuya Historia de la China ®e halifaní ,pu-
Wicado desde 1585 hasta 1606, en que sale a ^a lúa primera la Etiopia
Ori.(mtat, de Frei Joáo dos Samitos, cuarenta ediciones Danto oastellanas como
latina», italianas, francesas, alemanas, inglesas y holandesa®.
Pero es que tamibién Frei Jofto dos Santos pudo, quizá, encontrar la
relación del P. González de Mendoza en el Itinerario del franciscano Martin
Ignacio.
Eli P. González de Mendoza nos dice que para esta última parte de BU
Historia de la China utilizó la relación que el P., Martín Ignacio ¡había
hedho de la vuelta al mundo dada por él y otros seis religioaos franciscanos.
Precisamente el P. Martín Ignacio rinde viaje en Lisboa pocos meses
antea de que Frei Joáo dos Santos profesara en la Ord'em dominicaina.
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¿iSe isirvi'ó el dominico portugués del Ilinf^ario del franciscano o (de
la Histni-ia del agiustino?
Para tratar de decidir la cuestión se necesitaba &1 texto del P. Martín
Igniacio y rotgué a imi muy erudito amiíjfo D. Miguel Santiago me (hioiiera
una capia deJ manuscrito del llinprario que existe en lá Real Academia
de la iHlisitoria de Madrid.
Bste manuscrito tiene la s.Lgnatura A. 70.—Cnincrión Muñoz.—Jornada
al Dorado... T. 43.—Núm. 3, fola. 83 y siguientes. No es, por desgracia,
un autógrafo de Fray Martín Ignacio, sino una coipia del siglo XVIII
colacionada y cotejada por D. Juan Bautista Muñoz.
Declara el propio Muñoz que: "Bl ímamiiscrito de que se 'ha tomiadlo
esta copia lo posee en Sevilla el iConde del Águila, en un tomo ein 4-,
perg. letra como de principio del sigüo pasado [es decir, del s. XVII]".
"No tiene título, sino el siguiente en el idorso: Uincrario del I'. Fray
Martín Ignacio; el qual en la obra es llamado Custodio de la Orden de líos
Franciacanos Descailzos, de qoiienes salieron de Sevilla siete, bajo la obediencia
de Fr. Martín, al parecer con designio de ir a plantar eJ Evangelio
en la China, ilo qual hicieron con manifiesto peligro de su vida, saliendo
de Cavite en Junio de 1582".
"Válese tamibién de noticias de otros particulares, i de libros impresos".
"No hallo nombrado el autor, que acaso es alguno de los compañeros
del Custodio. Escrivía en tiempos de Felipe 25, .poco después de 1583, año
en que Fr. Martín, restituido a España, intenta juntar cooperarios para
boilber a «u iprimer propósiito, según aquí se refiere como de tiempo presente".
"Se catej<5".
"liaiboa, 1 de Junio de 1785".
"Muñoz". (Firma autógrafa).
Como se ve, Muñoz no saibe quién es el autor del Itinrrnrio el día lü
de junio de 1785; ipero, pasado poco más de UTI mes, vuelve a hacer una
anotación:
"Después he visito este Itiwrnrio al fin de la. Histnrin... <1c lo. China,
del maestro Fr. Juan González de Mendoza, Aguisitino (que es también
quien escribió el Itinerario), impresa en Anvers, 1596, 8^. Si bien hai al-igrunas
variedades entre iimpresa i Mis., las quales van anotadas en este
traslado, compulsado por mi en Lisiboa, 6 Julio, 1785".
"Muiñoz". (Firma autóigrafa).
y, en efecto, la copia de Muñoz es casi idéntica a la parte correspondiente
de la Historia de González de Mendoza.
El mamuaorito de la Academia de la Historia, pues, no nos ha sacado
de dudas y Freí Joto dos Santos tanto ipudo tra.diucir a González de Mendoza
como a Martín Ignacio. Por otra parte, no hay que olvidar que el
P. Juan González de Mendoza dedara que cfl Itinerario de su Historia
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contiene muchas, cosas "didhas, escripias i referidas del mismo Padire que
Isua vio todas, llamado Fr. Mairtín Igmacio, etc." (1).
De todas formas—^y ya sea debido a FVay Martín Lj^nacio o a Fray
Juan González de Mendoza^—el texto referente a la a(pairici6n de Nuestra
Señora de Candelaria en Tenerife es de un interés excepcional y me ha
parecido que loa estudiosos aigradecerían conocer in extenso el trecho correspondiente.
He (preferido reproducirlo del Tnanuiscrito de la Academia de la Historia,
'más difícil de consultar que el impreso, aunque «•eñalo cuidadosamente
todas lias variantes contenidas en eí último, que Uamai^ F. G.:
"En esta dicha Isla de Tenerife hai una Imagien de Nuestra Señora,
que ha hecho i haze mucho® milanos, i se llama ella i la Iglesia a [falta
esta "a" en F. G.] donde está, Nuestra Señora de la Candelaria; i es Monasterio
de Reliiíg'iosos de St5 Domingo. Está como cinco leguas de la Ciudad
de San Crisitólbal [de La Laguna, en Tenerife]. Estba santísima Imagen
apareció en aquella Isla en tiempos [F. G. "en tdemipo"] que era de Gentiles,
i mucho antes que los Cristianos fuesen a ella; cuya invención [F. G.
"intención", seguramente por errata de imprenta] i aparecimiento fué de
la maniera siguiente:
"Kn una cueva, que el día de hoi es Parroquia, donde acositumbravan
los ipastores .guarecerse de las aguas i otras inclemenicias del cielo, i meter
.sus cabras (que era el ganado que en aquel tiem.po havía en aquellas
(fol. 87ír, alim 84r) Islas, de lo quail hasta el día de hoi ha quadado mu-dha
abundancia), yendo un día un pastor deillas a meterlas en la dicha
cuerva, las cabras se esipanitaron de una gran claridad que vieron en lo in>-
terior della, i bolvieron coni igran furia a isalirse a lo raso i olaro, con' tam-to
temor que no pararon en muí gram distancia. Pues como el ipastor, viendo
esta noved'ad, 'entrase en la cueva para entender quién 'la 'havía causado,
i, desipués de vasta la claridad i bulto [F. G. "y el bulto"], tomase una
piedra i acometiese [F. G. "acometióse"] a tirarla acia ella [F. G. "hacia
allá"], qued'óse el brazo muerto i la piedra en el puño del: que todo lo que
éwró la vida estuvo cerrado, en testimonio del mdlaigro.
"Sabido ésto por 'los moradores de las dichas Lslaes, la comenzaron a
tener en grandísima [F. G. "en muy grandísima"] veneración, llamándola
"Madre del Sol". La qual devoción ha quedado i está viva el día de hoá en
todios los Naturales, a quien los Españoles llaman "Guauchas", i la adoran
rbanito como al mesmo Dios, haciéndole cada año, el día de la Candelaria,
igran fiesta, en la qual cantan i vallan i hacen otras muchas cosas
de muí gran regocijo i fiesta".
(1) Fol. 163v, olim 160v, del manuscrito de la Academia de la Historia.
En la edición de la Historia de la China que comentamos (1944) sólo
dice: "...dicha®, en sustancia y relación, del mismo Padre que las vio todas,
llamado Fray Martín Ignacio, etc."
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Para terminar con este episodio de nuestra Patrona, quizá no sea inútil
recordaír otro texto sobre el miamo tema de principios del isiig'lo XVII,
debido a la ipluma de Cayrasoo Fig:ueroa, uno de los poetas canarios más
famosos 4el siíglo de oro, si por todos eloffiado, por oaai nadie Peído. Bl
"'divino" Cayrasoo sigoie la versión de Fray Martín Ignario, del P. González
de Mendoza y de Frei Joáo dos Santos.
Haiblando de la isla de Tenerife, Oayrasco dice:
Al tiemipo que los Baribaros Gentiles,
Que en esta tierra Guanches se Uamauan,
Sus causas criminales y ciudües,
Según SOI anitiígnia ley detenmiiniapan:
En exercidos motbles, o seruiles
Con g'ran tranquilidad se susitentauan,
A la orilla del mar en una cueua
Aconteció una cosa estraña y nueua.
Y fue, que auiendo un Giuancihe apacentado
Vn relbaño de cabras qoie tenia,
En la obscura esipelunca, sai g^anado
Pretendió reooiger como aoilia;
El qual entrando dentro aJiborotado
Sin poderle tener fíuera boluia,
Desto enojado el Bárbaro atreuido
Arrebata vn ignijarro empedernido.
Y viendo dentro de la cueua un bulto.
Sacando Ihazia altras el pie derecho,
Al^a el tgallardo ibra^o, y con tumulto
Quiso tirar, del tiro aatisfeclho;
Pero si huuirera vm año, que sepulto
Aquel forado estoiiuiera, tan contrecho,
Y de virtud tan falto no quedara
Antes que la cruel piedra soltara.
La fuerga de los neruios ®e I*, encoge,
Y la carne en vn punito 'se le seca.
La sangre fría al cuerpo se recoge,
Y el fuerte ibrio en igran pauor se trueca:
Lleno de esipanto el misero se acoge,
Sospedhando que paga por do ipecca
Saliéronle otros imudioa al encuentro.
Que lleuandolos «1, entraron dentro.
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Do vieron de madera bien tallada
La ima^n ée la Reyna esclarecida,
Que fue luiego de todoe venerada,
Puesto que de ninigiunio conocida;
De oro y azul la ropa era laibrada,
Y de Góticas letras guarnecida.
Hermosa, honesta, ígraue, y muy contenta
Como quien tal Señora representa.
I
Ora del alto cielo decendiesse,
O allí el poder de Dios la falbricasse,
Ora de aligiuna nao que se perdiesse,
Y en esta parte el vienito, y mar la eclhasse;
Ora de aJigun lugar sagrrado fuesse,
Que por milagro allí se transportasse.
En fin de qualquier modo que aya sido.
Fue portento de Dios, por tal tenido.
Vn Bárbaro de aquellos, con denuedo,
Por esperimentar si viua estaua,
Con pedernal le fue a cortar vn dedo,
Y pensando el gentil que le cortaua,
Cortos'ele a s.i propio, y tan gran miedo
Pesto el pueblo Gentilioo tomaua,
Que nadie se atreuio de alli adelante,
Ni aun a tocar la ropa (rozagante.
tte aquella gente Barlbara y antigua
Con igran vene.racion fue respetada,
Y aunque al primero paredo estantigua.
De todos fue después reuei<encd(MÍia:
Porque de gente en gente «e averigua
Que junto al mar con lumlbres fue (hallada
Do andar la Imagen, y la» lunnibre® vieron
Y cantares AngeJdoos oyeron (2).
(2) Templo Militante / Píos Sanctorvm, / y trivmpihos de svs / virtudes.
/ Dirigido a la M. C. del / Rey Don Phelippe N. S. Tercero / des-te
non¿>re. / (Escudo real de Eapaña) y a sus costados: Año 1616. / Por
Don Bartolomé / Cayrasco de Figueroa, Prior, y Canónigo de / la Iglesia
Catedral de Canaria. / Primera y Se^vunda Parte. / Con las licencias
necessarias, y PriuUegdos Reales de / Gastilla, Portugal, y Aragón.
/ — / Em Lisboa, por Ped(PO Crasbecck. / (El título encerrado dentro
ét una orla con escenas religiosa»). Pág. 133, 2* col. y 134, 1* col.
98
Otra de las "cosas muy particulares" que encierran Ja» Islas es la
"continua maravilla que, a mi juicio, os de las mayores dd munido", producida
,por la constante destilaciórij de "una agua muy cQara y sutilíaima"
que Ikva a calbo "un árbol grande y no conocidio ni viato jamás' en otra
.parte del mundio, cuyas hojas son angostas y largas y están perpetuamente
verdes como una hiedra, sctbre el cual éAol se ve una nube pequeña
y que jamás ise aumenta ni disminuye" que existía, ai tiempo del
P. González de Mendoza, en la isla del IHIierro, "que es de la® mayores o
la mayor de Jas siete" islas, «egún dice, con evidente error, el curioso misionero.
No podría haiblar de nuestra tierra el P. González de Mendoza «in mencionar
lia Lala de San Boroindón, la isila que "han ido infinitas veces nuestros
esipañoles de intento a buscar y nunca jamás la íhan hallaido"; peno
que ai tantas veces ha sido vista desde Canarias, ha exitido impedimento
ipara encontrarla, por la violencia de las corrientes, por la pequenez de
la isla o por estar cubierta de grandes nieblas. Estas causas' harían impasible,
a los que hábitaJban fuera de ella, el lograr abordarla; pero no podría
ser inconveniente "para lois de la misma isla, que alguna vez hubiera
alguno salido por algún suceso a las circunvecinas y hubiera sido visto
y declarado el misterio; de donde colijo que esta isla es imaginaria o encantada".
Termina el capítulo oita-ndo a Gran Canaria "en la cual ihay Obispo
e Iglesia Oatedral, y Consejo ide Inquisición, y Audiencia Real, de donde
depende el gobiemio de tedas las otras seis", no sin que antes dijera "que
el temple y cielo de todas ellas es extremado y que son muy aJbundantes
de todos los mantenimientos necesarios para la vida humana, y se coge en
ellas mucho trigo y vino y otras legumlbros, y se ihace mucího azúcar y se
crían asimismo muchos ganados y muy ibuenos, y en especial camellos,
que los hay en aibundancia. Valen todos los mantenimientos de muy buenos
precios y menores que en España. Todas estas siete islas están pobladas
de españoles, que viven regaladamente, entre lo cuales hay el día de
hoy algunos naturales de los guanchas ya dichos, que están muy españolados".
En cuanto a las notas, el P. Félix García ha tenido, en este capítulo,
varia fortuna. Es cierto que señala las deficiencias geográficas del texto
del P. Mendoza, que identifica el sedicento "Pico de Pereyra" con el "gigantesco
y solitario pico del Teide", que apostilla la denominaición de Islas
Afortunadas con atinadas consideradonies soibre la razón por la cual
se llamaron también'"Purrpurinas o PuTipurarips" y que subraya modos,
hoy en desuso, emipileados por su ilustre compañero en Orden, como ipor
ejeniplo "tomase una ipdedira y acometióse a tirarla hacia allá", o cuando
señala la belleza del vocablo "esipañolados" ipero, en cambio, es difícil sos-
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tener que "fué una flota tripulada por vizcaínos lovs que en 1393 penetraron
los primeros en aquellas Islas"; asimismo, la denominación de "g:nan-chaa"
para designar a los naturales de Canarias durante los siiíglos XV y
XVI es exeopeional, diciéndose normalmente "iguanohes", "guanchos" o
"guancbez" y entonces—icomo albora se vuelve a hacer—se reservaba este
nomibre para los naturales de Tenerife, sin generalizar la apelación, como
se hizo albusivamente en el siglo XIX, [para todos los primitivos babitan-tea
del Archipiélago.
Tampoco ise puede identificar con eJ drago el Arfjol Santo del Hiieiro
(el conocidísimo "Garo^", el discutido ánbol cuya existencia fué puesta
en tela de juicio y hasta negada, entre otros, por el eminente crítico be-nediotiino
P. Feijóo), aunque, oamo conocen los lectores de Revista de Historia,
no es isMo el P. Félix García quien ba cometido esta inadvertencia,
pues, no baoe muchos años, cayó también en ella el erudito italiano Gamillo
ManfroTO.
lEíl libro, por otra parte, va enriquecido con preciosai» ilustraciones y
el facsímil de ila pontada de la edición oriíginal de la obra.
Hemos de agradecer tanto al CJonsejo Superior de Misiones como al
P. F'éHx García—que ha cuidado con esmero la impresióin de la obra, valorándola,
como he dicho, oon un excelente prólogo y profusión de notas
d* igpan erudición y exquisita «ensiibilidaid artística e idiomática—^por
haiber puesto al alcance de los amantes de lo canario un texto dei siglo
XVI, escasamente conocido por injustamente olvidado, que de modo tan
directo nos interesa.
Emilio HARDISSON
Madrid-Oporto, 1945-46.
Tomás AlíROYO CARDOSO ("El mago del
Pinar").—"Esbozos de mi paleta". Las Palmas
de Gran Canaria, 1945.
Tampoco es joven el poeta Arroyo Cardoso, aunque sí novel, toda vez
que este cuaderno es isu iprimera publicación ¡poética, a imenos que sepamos.
Nacido en Las Palmas, D. Tomás Arroyo no e» un isaíbjetivista como
el ipoeita Cabrera Melián; su tono es narrativo, paisajístico. Los odho sonetos
d« Esbozos de\ mi paleta son, efectivamente, cuadros de género, de
un paisaje de invierno campesino al amor de la lumibre, junto al perro.
Otras veces es una descripción pictórica de la tarde con sus nubes rojais o
plomizas. Diioses antiguos: Oeiris, Diana, Helios o Apolo xponen el punto y
coma a «sta «enoilla po«sía bucólica.
M. R. A.
100
Matías GONZÁLEZ GARCÍA.—"La esperanza
que presiento". Colección para 30 bibliófilos, editada
por J. M. Trujillo. Núm. 4, Las Palmas, 1944.
Veinte años tdene aiin el mozo y nos ha brindiado en siu cuaderno cinco
sonetos, uma coniiposición y rnáis una elegía en verso blanco. Por dificiil-tadeis
eddtorialles sale este número 4 de los "ibiibldófilos" mucho diesipués que
otro».
Los isonetos (au'nqiue con alig'ún imal sonante endlecaeílalbo como en el
III: "levanta, el sol nace, ya amanece") bien correctos y, en el fondo, la
a'gonia de ia isla de Fuerteventura que ajprieta en el eterno y umamunes'-
00 panoirama:
¡Qué iix>led'ad tan desilusionada!
¡Qué anihdar y soñar inútilimiente,
al ver pasar, tan silenciosameíite,
nuibes y luna «obre el mar, Qa nada!
FHierteventuT» es "blanda ipiodra de cal", "potro de tormento", "pan
amargo sin isal ni leAradura", "tierra desoladia", "ipairaíiso de arcángeles
demleaiitiee"...
En esta tierra el poeta canta—¡a los veinte años!—un hondo drama
personal pero mn la desgarrada voz del romántico, sino con la melancolía
elegainte del espíritu mesurado y hondo:
Muda y cansada llega la amargura
—'muerto ruimor del mar sin Tnovimiento—;
el «ol arde en él cielo; es .4 momento
de enterrar para siempre lia aventura.
Alguna vez, tras el ilusionado paréntesis del "imaginado amor", cree-nías
oír el eco de la voz die "A]oin,so Quesadtp":
í Por qué soñé, Dios mío, otro caandno,
obra luz, otro puerto, otro borizonte?
El desengaño, «ilenciosaimcnte,
me va royendo poco a poco el alma.
Las rosas negras del fracaso brotan
en mi deamarntelado y triste huerto.
De igran delicadeza es la elegía fimal a una ipalonm. Desde la fina elegía
de Oatulo, pasando iwr los .poemas de Francisco de la Torre, los poetas
101
han cultivado la emotiva anécdota die cantar dieterminados animales. To-diaa
las escuelas poéticas han trazado esta esipecie de "bodeg<Sn literario"
comforme a su® ipointoa de vista. Eista miuerta paloma que lloran las hermanáis
deJ novel poeta yace, fría, "con las aJae caídas en ©1 barro".
¿Acaso Dios -no tiene
un cielo para ti, dulce paloma^
Tan delicado animal, de alta simibología en el cristianismo, hace pen-saT
al ipoeta:
i Es posible q«e mueras,
sin esiperanza de una vida nueva?
El ,poeta no increpa a las "malae tenebrae" dd, pájaro de Catulo, aquel
que imaircha "por el camino 'tenebroso, par domde aseglaran que nadie vuelve";
más fortunosa esta feliz paloma no tendirá un doliente coro de amor-c¡
llo>3, sino de amantes ángeles:
Tú tamibién tendrás gloria
de ángeles 'Ooílomb6filio.s imgraves.
Tu puesto está seiguro
gcvbre él homibro de Dios, padre de Todo.
M. R. A.
F. M. D.—"La Universidad de Canarias".—.
"Cisneros", núm. 11, págs. 41-46; Madrid. 1946.
Bs tan desusado que los problemas canarios se susciten fuera de nuest
ra reigión, que siempre es de agradecer que alguien se acuerde de nosotros.
Así, gratamente .sorprendido®, hemos leído un artículo con el título y en la
revista qxie encabezan e.sta nota.
El para nosotras anónimo autor F. M. D. ha hecho un artículo en extremo
aigradaible, en cuanto a la forma, y de honrado y laudaible contenido. No
parece que F. M. sea canario, ni que haya visitado nuestras Islas. Con un
conocimiento tópico y literario del Ardiipiélago, enhebrado en la galanura
de un estilo desenfadado, noa halWa de Unamuno y de San Borondón, del
contenido general de la Universidad española y del problema concreto de la
Universidad canaria.
Nosotros no compartimos plenamente el enfoque del proiblema universitario
de Oanaria» tal como nos lo presenta F. M. D. Pero es la primera
102
vez qiie una revista universdtaria de Madrid se ooupa con amiplitud de nuestra
Universidad. Sea ello como fuere, esta actitud es muy de agradecer, y,
ainoeramente, la aigradecemos.
La Universidad de La Laguna tiene una historia y un, ipasado que in-cueationaiblemente
gravitan sobre el presente. Cierto. Pero el presente de
esta Universidad, ipor encima del problema de decoro que su instalación
material demanda, ea el prohlemia—aquí más agudo aoasio—de cualquier
Universidad provinciana esrpañola.
La Universádad, en nuestro concepto, es una institución que lleva en sí
el primciipio de su existencia y acción y que tiende por 'SÍ misma a su fin
propio. Y no hay plena^mente Universidad por el hedho de que se llame así
a un isucedáneo que no llene adecuadamente estas funciones.
J. R. P.
Kicardo LEZCANO.—"Tierra anticipada". Colección
para 30 bibliófilos, editada por J. M. Tru-jillo.
Núm. 9, Las Palmas, 1945.
Cinco sonetos, un poema en serventeisios asonaintados y una elegía en
metro parecido comiponen esta Tierra anticipada, de Rioairdo Lezcan».
Un fondo de común unidad une todas las comiposiciones: la preocupación
por lia imuerte en esta quevedesca hora del centenario en la que Riicardo
Lezcano ha puesto la grave nota melancólica, tan típica de la igeneración
del autor de Los Sueños, cuando tumbaban ya las sombras y caisi no ha/bía
ya "sol en las 'bardas". Imágenes algunas triviales de la poesía se remozan
con gran elegamda en el endecasílabo de Lezcano:
Cómo me cercas, muerte, tenazimente.
Te me acercas con pie de mariposa,
aultando desde el cardo de una fosa
al borde encanecido de mi frente.
Me deshojas la vida, lentamente,
como a una vaga e ilimitada rosa...
Ailguna vez el vocablo da su chirrido en el carril del cuarteto, tal la
palabra "pactos" y "pauta" dos veces usada en el soneto V. Otra vez |€(8
el 'endieoaisílaibo forzíado: "caeré sobre tus dos míanos abiertas", de la oom-iposición
VI, que glosa otra de aquel gran movió de la muerte que fué
"Alonso Quesada".
Muy hermo«a y bien resueil.ta la última comiposición con imágenes del
cuño actual, d* ese cuño del participio pasivo: "ocaso anticipado", "vuelo
103
d€iaplomado", del aidrvePbio en "mente", ipuesto tan en moda desde el lejano
Abril de Roaales y con los vocaWos qoie no pueden faltar: "tacto",
"voz", "latido", etc.
Y no queremos formular un estudio eistilísrbico de la escuela, buen tema
para la tesis de un futuro doctor, sino insinuar oon levedad la fonma expresiva
de la imisima. Ricardo Lezcano en esta promoción resuelve con' gran
aire sostenido su mensaje poético. El ainñgo muerto sumido (panteísticamente
en el paisaje es isientido así:
Creerte un brote más en esita tierra
que pare manantialies y corollas,
lli.mar ©sita tu ausencia que me aterra
con el ritmo suave de las alas.
Sentirte circular bajo mis pies
por las hondais arterias de los mares.
Ver tu mano en el logro de Üa imies
y tu responso en alas de cantareis.
Tampoco saibemos por qué este cuaderno lleva el número 9 de la colección
qiuie ya corres,poindió al cuaderno del pro^pio aoitor, El árbol plantado,
y del que asimiamo nos loeuipamos ya. La coleccióni así pierde valor bi-
Miagráfioo. Aviso a los fanáticos del "coleocionismo" que hay dos números
9 y dos números 10 en tai ipu'lcra y hermosa oibra como esta "Colección
para 30 bibliófilos", empañada con tan notoria falta como la que apuntamos.
M. R. A.
José CABRERA MELIAN.—"Lo ideal en lo
real". Colección para 30 bibliófilos, editada por
J. M. Trujillo. Núm. 18, Las Palmas, 1945.
José Cabrera Melián es un veterano poeta de Las Palmas que en 1929
publicó en Madrid su libro de versos Crepúsculos. Aquel lilbro llevaba poesías
fechadas en 1912 y ipodía encuadrarse al autor entre lo® epígonos diel
ipostromaniticiamo. La iprimiera parte era una gilosa de la poesía ibeoquie-riana,
demasdado directa alguna vez y, en general, asumto, metros, léxico—
en el que no fai.tal>an la "tristura" ni "el batido"—eran de cuño máis
que ramámtico, sentiimenta], de un fácil lirismo erótico en el que la amada,
deseada una» veces y poseída otras, ocupaba el centro de casi todas
las oomiposidones, si exceptuamos unas cuantas del Intermedio festivo,
de (pooo acierto; pero tanto el libro (primero ("amanecer") cuanto el se,-
gundo ("tairidiecer", aic.) pertenecen a un poeta de otro tiemipo y amlbienite.
El poema úmico que compone este cuaderno 18 de los biibliófiJos, esitá
104
directamente entroncado con dos del liibro Crepúsculos y titulados Vigilia
y Reminiscncia. Idéntico matiivo isepulcraü del ser femenino que »e
presenta al ¡poeta y muy del goiisto del imundo romántico que nos hace ipen-sar
en "la pobre Elvira" esproncediana, trasmutada aquí en un ente sim-b61ioo.
Con mayor seguridad «xjxresiva el auitor—mes narrativo ahora—noe
hace presenciar el espeotáculo de animar unos huesos y ai culbrir la figura
de un ideal femenino increpa al poeta por au olvido, dejándolo en un mar
de (preguntas y dudas ante un misterio que puede ser un mensaje o uma
fantasía.
Al turista ingenuo le suele sorprender que en la gran población, junto
a la moderna calle de edificios con ascensor exiísta el viejo cudhitril alumbrado
con gais. Tiene su encanto de siuipervivdemibe el cuchitril y (hasta Jos
artistas de lo "típico" le encajan su ¡poema o isu acuarela o su prosa "cos-tumlbrista".
Que en nuestra época enoontremoa todavía poesía como esta
que aludimos, tiene también su tipismo provincial.
M. B. A.
"Gran Canaria. Guía pintoresca". Edición de
la Junta Provincial de Turismo de Las Palmas;
impreso por Gráficas Yiladot, Barcelona, s. a.
[1945]; 28 págs. de texto y huecograbados Offset,
un mapa plegado y cubiertas a todo color.
Con un atento saludo del Excmo. Sr. Gobernador Civil d« la Provincia
de Las Palmas, Presidente de isu Junta de Turismo, recibimos un ejomplar
de la Teimipresión, aj)enas alterada, de la tan acertada Gula pintoresca
de la vecina Isla, pulblicada ya hace algrunos años. Todo lo más bello o más
impresionante de los jmisajes y rincones de Ganiaria aparece ante los ojos
del lector hábEmente destacado y comentado con sobriedad, pues esita
Guía es, como dieben ser las destinadas a un fin de propaganda, un bonito
álbum fotográfico antea que una densa acumulación de datos más o menos
útiles. Pero también el ibreve texto colabora al oibjeto ibuscado: una
introducción prelhistórica despierta la curiosidad sobre la vida de los abo-rígene
»—a los que la Guía llama "guanches"—^y luego un recorrid» geográfico
y pintoresco ayuda e interpretar las fotografía». Una alegre cubierta
sirve de sugestiva presentación del cuaderno, un acierto indiscutible
de la activa Junta Provincial de Turismo de la vecina Isla, i No convendría
aquí renovar y actualizar aquella Guía die Tenerife que publicó
nuestro Cabildo en 1927? Representó un considerable esfuerzo y tampoco
le negaremos aciertos (aquel repertorio bibliográfico que contiene es un
verdadero trabajo erudito) pero probablemente excedió sus particular©*
fines y esto en cuanto a propaganda es un defecto.
105
Cristóbal RAMOS RUIZ.—"Cachimba". Poe-fu'as.
Las Palmas de Gran Canaria, 1945.
Nuestro deseo es regiíaltraír todo eil movimiento poético de las isla®, tenga
el valor que tenga. El aiutor de Cachimba (noníbre del perro que merodea
ipor los aJirediedores del Sanatorio de Las Palimas) ha escrito esitae
casas—en total, 18 cowiiposiciones—por mero pasiatiemiiK) en unas horas,
por iU) visto, de angustia y mala salud. Y como la iinitencióBi del autor es
buena, regiistremoe su cuaderno poético entre la respetalble cantidad que
la vecina isla redonda nos iha diaparado este año. Deisipués de todo, 15 o 20
•soebaa en una población de 150 mil haibitaaytes—^poco más o menos^—no es
tampoco mucho.
M. R. A.
Luis GARCÍA DE VEGUETA.—"Las nubes y
el tiempo". Elegía serena. Barodona. Edición, para
amigos. 26 págs. en 4^. Talleree de A. López.
1945.
Una honda desigracia familiar produce en axis entrañaibies oomipoiienitee
profundo y a g ^ o sentiimiento. iE3n las sociedajdesi primitivas la expresión
del dolor es un rito y UTia ceremonia más; las plañideras^ oficiales lloraban
tes virtudes del miulerto; sus vestiduras rasgalban las mujeres y todavía
en nuestros campos ihay que tÍTarse al isoielo y mesarse los cabellos cuani-do
el ser querido navega ya en el misterio. Pero el alma del horrtbre no es
siempre la miamia y también tiene su (historia; del rito primátivo al callado
y isereno dolor del alma que pderde al ser que mucho ha amado, va. uh
enorme ciólo espiritual y de cultura.
i Es lícdito y Síinoero que el doiorido contenido de conciencia que nos
produce la muerte de un ser se tpasimube en un producto liiterario ? En uno®
.seres sí y en otros no. El alma de Jorge Manrique—hijo y plañidera—estuvo
ipotenciada para transformar su hiumano dolor en ipdeza literaria
"Allí perdí a mi esii>osa, a quien adoraba", dice nada más Antonio Machado
de Soria. Aparte leves insinuaciones, la alusdóin directa ,poética es casi
muda en la lira de Antonio. ¿ Más hondo su dolor que el dé Jorge ? ÍNo.
Almaa diistimtas.
García de Vegueta, mási que una serena eleigía en prosa a la muerlíe
de SU' pad^re, iha recreadlo con primoroso estilo y aire azoninianos el tema
ritornelo «infónioo de las nubes. I/as maravillosas nubes de CastilUn
los días de su niñez en el nostálgico barrio de Viegueto., del que en lina
106
ocasión dije que ee halbía parado allí el tiempo. Con priimoroso puintilliiS'-
mo de oraciones yuxtapuesta—¡ay Azorín!—y personales y poéticas metáforas:
"los álamos—verde y plata—cara y cpuz^—lanzan al aire alegre-menlte
las imomiedas de aus hojas" o el "rojo asterisco de la ©streJla de
mar abire una pausa de silencio entre ola y ola", conjpone ed autor um bello
poema en el que alternan los evocadores recuerdos de la infancia cotí
las notas dle paisaje, aJigruna vez u.n ipaiisaje de fauna marina tomado del
gran ipoema pictórico de Néstor, como puede verse en la pág. 22 en donde
gueldes de odlor cinaibrio, fulas violetas y rescacios encarnados pespuntan
la transiparencda de les aguas.
La desoonsodada pregunta sin resipuesta: "¿Por qué, Señor, ha riiuer-to?,
es el hondo Icit-moiiv que a manera de rezo se intercala e(n ¡estos
hondos recuerdos de ¡lejanos días: la bcodad natural del padre que alternaba
Tina isabidiuría legnafleya de Alcuibiilla con esa otra inefaible, maravillosa
de distinigiuir el canto del capirote del canto del pájaro pinto... Un padre
aisí mereció ha)ber sidio marino rey de una diiminuita isla que nunca se
oomipró; la isulbida a la torre del reloj de la catedral, la misa tempranera
en San Agustín, la visita al campo, la casona de la abuela materna^—"un
verdadero (palacio"—; la juventud diel ipadre y la evocadora estampa romántica
del noviazigo con la imadre o la vuelta del tío marino a quien hicieron
funerales al aaiberse el naufragio...
Todo esto primiorasamente descrito y hondamente sentido. Bl dolor y
el recuerdo ¡se ha trasonutado en broche poético. Después, el rápido crecimiento
del autobiógrafo—esta "Elegía" es más bien una autobiografía—;
el Instituto, la primera novia, la guerra, los viajes... Y las aaorindanas nubes
y «1 asoriniano tiempo y el todo sie acalba menos Dios.
La edición, precioaa. Hermoso papiel hilo, finísimas y evocadoras viñetas;
inadvertidas erratas. Dadivosos dones con que García de Veguieta,
uno de nuestros naás finios y cuidados eacritores, de acento literario sólo
entre nosotros comparaJble a la cuidada y fina pluma de Andrés de Lorenzo
Cáceres, ha embellecido tan exquisita obra de fondo y forma.
María Rosa ALONSO.
Manuel CASTAÑEDA GONZÁLEZ.—"Sombra
sin forma". [Versos], Isla de Tenerife, 1946. 28
págs, en 82. Imprenta de Curbelo, La Laguna.
Con verdadero gusto escribimos que el joven poeta Castañeda avanza
seguro y más firme por los difíciles caminos de la poesía. Castañeda abandona
aqudlos resabios que advertíamos al anotar en estas mismas páginas
la salida de su pirim:er libro Poemas di'l amor y del recuerdo. Adsori-
[HEMEROTECA P. MUNICIPAL]
£ Santa Cruz de Tenería |
107
ibieiwk) (SU estilística a la d«l moderno cuño de poesía, Manuel Castañeda
es un ipoeta joven de nuestro tiempo, (puesbo ya en la razón .poética actual
y can quien se puede dialogar, a pesar de que no recite bien «us procpios
versos.
Nueve comiposiciones integran este breve cuadernito Sombra sin forma:
cinco sonetos, urn romanoe, una comiposición de endecasflabos asonan^
tados que por el tono lírico no nos atrevemos a llama-r romance hierdico,
otra en décimas y, la finiail, «n alejandrinos sueltos.
Tan imipecabile de vintuosisimo técnico es este, delantal poético que Cas^
tañed'a nos brinda, que incluao puede llevarle a la facilidad >peliigToaa de ilia
retóriioa. El soneto I, por no citarlas todos, es ejemplo de este feliz mala-barismo
formal en que el prodigio del epíteto, del genitivo de caJidad o
áé\ (hipérbaton solbrenadan el concepto en este mensaje de tema becqueria-no
pero que Oaatañeda recrea:
i Qué voz o qué rumor, qué dullce y breve
rumor a mi presencia ise iha llegado?
¿ Qué sonoro batir ha deapertado
de miis sueños niis alais ya de nieve ?
¿ Es viento de noataligias qmen se atreve ?
¡ Qué psnuimbra en mi cuarto iluiminado!
¿Qué corazón sin rumibo se ha posado
en mi alero de mirtos, mientras llueve?
Sentí 'blandais mis gélida» orillas
y una sombra sin forma, de puntillas,
vislumbré entre la nache, que temblaiba.
¡CiiántaB estrellas tuvo mi aposento!
Sentí unos golpes y míe dije: ¿el viemto?
Y era tu voz sin noMbre quien llamaba.
A tan irreprochables sonetos aigue el romance Tríptico de amor, de
típica filiación juanromoniana pero con acento propio. Las tres décimas de
Navidad de (gran delicad(eza y dominio formal y en eJ poema final. En el
alba, la retórica qiue de suyo imipirimie la grandilocuencda del alejandrino
a toda oomposición oobra aquí <an eincendldio sabor de campanudo venda-bal.
Pero el temiperamenito apasionado y ipoétioo que él autor posee salva
los peligros y nos redime de mucho verso conc€(ptista y fofo que con rigidez
desflecada e insípida pulula por tanta páigina conibamipoiráinea. Una
saludalbla virilidad, un temperamento y no escasa pericia técnica son las
buenas armas que Oa^atañeda e®grimie. Un pulcro práloigo del Sr. Padrón
Aicostta y un soneto de Álvarez Cruz van delante de tan estimalble florilegio
poético, cuidadosamente i'mpreso en los Talleres Curbelo de esta ciudad.
M. R. A.
108
Agustín MILLARES SALL.—"La samgre que
me hierve". Cuadernos de poesía y crítica, 1.
1946, 16 págs. en 8^. Tip. Alzóla. Las Palmas de
Gran Canaria.
El talento y gusto tipográfico de Juan Manuel Trujillo creó oon susí,
al ¡parecer, extintaa ediciones de lbilbíli<5tfülos una suente de cuadernillos poéticos
de contenido breve y dedicada ipresei»taci6n que ha sido un éxito editorial
creador, adiemás die fuTidar una «scuela tipográfica. Este cuaderno
de Millares, el de Castañeda aquí en Tenerife y el de Rodríguez, de las Ediciones
Mensaje son deírivaciones diel acdento de Trujillo. Caibe pensar sd es
la prisa de los autores en damos su obra o la caa^estía de una, inupreBióm
valuiminosa lo que contesta a uma pregunta que casi ©n secreto nos hie^
mos íheciho: ¿ No isería mejor reunir todo esto, hacer un grueso ramillete
y (puiblicar un libro de mucihas páginas?
Agustín Millares Saill nos ofrece ahora nueve sonetos en este cuaderno.
No ipiense nadie por el títuilo que está frente a un poeta imieridional
de lai casta de hombre del sur quie defiende—como Victoria Ocampo—lia
supremacía del alma y de la sangre,. Ni que la vibrante e hirvieoite poesía
de la gran escuela de La» Palmas Itiene en Millares Salí un eipígono.
Nada de eso. Millares encauza, ordena y dirige su sangre bajo un oontnol
riguroso y armónico. Alguna vez tan encauzada va s\i sangre que parece
enfriar, recolecta, en desflecados endecasflabos.
Pero se trata de una voluntaria ipoétií^a contenida, aunque en el soneto
VT—de los más logrados—la satn^e hierve de verdad:
Si ihas podido escudhar isin sublevarte,
es que cierras al mund'o toda puerta
para en tu propio hielo soterrante.
Si en tuis venas la sangre no despierta,
no tendrá la ilusión nad'a que darte
cuando la nieve en fuego se convierta.
Millares es un poeta de intimidad; pero no de "interiores". Millaires
resuelve técmcamenite su draima poético subjetivo con una decantada estilística
actual, desnuda de retórica. La dignidad del soneto V donde trata
el tema de la pena, la del VII—un Ihermoso y desnudo .soneto—y la del
IX y último, de honda ascendencia reflexiva y mística, nos compensa con
creces de la peor fortuna de los otros. El cojo endecasílabo primero del
segundo cuarteto del soneto VIII: "Diría que son sobrenaturales", esos
ouatro tremendos gerundios de los dos últimos tercetos del primer soneto
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y que no iporq^ue los usara Garcilaso resultan menos tremendo®, y esos
"vuelve", "disoielve", "resuelve", "devuelve" del mismo soneto, de nuevo
usados en el III: "devuelve", "resuelve", "disuelve" y "envuelve" restam
frescura a Jas ccwniposiciones y fuerza.n demasiado el consonante. Descuidos
así ha de evitarlos tan fino y honrado ,poeta como Millares que "estraperlea"
con muy pocas cosas. No creo que estos lunares adveirtidos (tachen
mi nota de exigente. Amigo Millares: tiene usted suerte conimiígo;
si es Anged Joihan le cuenta a usted los acentos. Yo soy más modesta: me
conformo con que los endecasílabos tengan once sílabas.
M. R, A.
Luis ALVARES ORUZ.—"Rincón de provincia".
Versos. Tenerife, enero de 1946. Prólogo de
Rafael Liinez Alcalá, catedrático de Historia del
Arte de la Universidad de La Lag^una, y un soneto
de Manuel Verdugo. Talleres Romero. Viñeta
de Davó. 16 págs. a n. en 42 mayor.
L/uia Alvarez Cruz, que ya no es un ipoeta novel, ha ,piulMicado s.u quinta
edición de versos. En ipleno "cilima" de vanguardia tuvo Ja. valentía de
hacer su iprimera salida, como discípulo de Manuel Verduigo, con. él libro
Senderos, en 1927. Historiado tengo ya este movimiento en mi inédito
Historia d^ la Poesía en Canarias; movimiienito que tuivo sus naturales y
gracioisais imcidencias en el modesito paisaje iliterario de aqtiel tiemfpo. Alvarez
Cruz era entonce» un joven de lecturas y gustos atrasados. En 1980
apareció sru segundo Jibro, Mi vaso peqtieño, con un prólogo de Zamacais.
De ese año es un folleto titulado Crisálidas, eon una presenitación de "Ni-jota".
Y de 1932 su libro A lámares.
A este libro mi juventud petulante le dedicó un comentario en aquella
época en que yo era un poco ujia em,paohosa "niña prodigio" que escribía
hasta en los periódicos de Madrid—i oh ipa'smo de (precocidad!—; señalé entonces
que el poeita, bien que tímidamente, se adistc.ribfa algo al "tempct"
lorquiano en unos años en que la musa de Federico nos' amenazó con llegar
a las zonas xrapulosas y municipales de Gustavo Adolfo; época en ia
que pudo verse con pavor cómo las mecanógrafas del siglo, que eram las
"modistillas" del ochocientos o las "griaetae" del París de la Francia, sustituían
Antoñito el Camborio por aquellas inolvidaibles y patéticas golondrinas
que tuvieron hajsta su miúsiica.
Entonces, en 1932, escribí este párrafo que, como mío, no entrecomillo
pero subrayo:
Que tenga el poeta la sinceridad sufiriente para sostener—y co*i
l io
dignidad—una poesía subjetiva qun no es acaso de nuestro tiempo
(suponiendo que nv/'stro ti^'mpo tenga su poesía ahora), que no es d('
masas, ni objetiva; que mira hacia adentro, entintada de honda melancolía
y escepticismo, no es una cualidad ni un defecto. Es sencilla^
mente una posición.
Ahora, en 1946, casi volvería a decir lo mismo.
Y es que la poesía de Alvarez Cruz, como la de Verdugo, de quien es
el mejor discípuío, es una poesía apenas narrativa, apenas colorista, ipero
al ipaeo qoie el mundo poético de Verdugo tiene su oaisis para la ,poe8Ía de
circunstanoiais, para el motivo épico de Canardaa o para el muTido escultórico
,parnasiaTiio—al que el maestro está en gran parte adscrito—^Alva-rez
Cruz, en un doble rincón de provincia—el geográfico y el de su propia
alimia—^sóJo ha sensibilizado su interior ipara esa faceta de la poesía
del maiegtro en que la melancolía, con aires de igran señora "¡decadente"
de "avant la guenre"—el Verdugo de monóculo y cuello a¡lto parisino de
princiipiois de siglo—deshojaba, desplicente y "en el «ecreto" las rosas
aimarülas del otoño.
Mas, lio que ha sido en Verdugo aire de tiempo esitétioo y renuncia die
horas cosmopolitas, cobra un aire personal y propio en Alvarez Cruz. La
melancolía soten-ada que se advierte en el maestro, que vivió tantas horas
europeas luminosas, idas ya con las nubes de antaño de Franjáis Vi-
Uon, es consnistancial meJancolía inserta en el alma triste, taciturna y altiva
de Luis Alvarez Cruz. En vano está que nos advierta una vez coi^-
diaJ que en sus labios florecen loa "rosales rojos de la sonrisa" o que ahora,
en Don Juan sentimental, asegure: "Yo nunca me detengo en la añoranza"...
No es verdad; el espíritu de Alvarez Cruz es un cronómetro de la
melancolía y la nostalgia. El tono sentencioso, consejero, de oraciones
exlbortativas de /muchos de sus sonetos. No tiembles, Pon frente a la vida.
No recoja,'! la rienda, etc., y itoda la temática sentimientál de Rincón dA
provincia es un 'hondo mensaje a la tristeza y al ensueño. Un alnia sensibilizada
así tiene que representar el espíritu de una ciudad como La Laguna,
quintaesencia—para aligunos, agónica—del esipíritu provinciano.
Esta ciudad en verano, en los días dorados de su -mejor otoño septen-brino
en fiestas puede ser una menuda y clásica ciudad, concepto que ratifica
su geométrico unbanisimo racionalista y colonial; es en los días en
que da el sol, espléndido, en el Palacio de Nava, según tengo escrito desde
hace tiemipo. La ciudad "posa" entonces para una luminosa acuarela dte
D. FVamcisco Bonmin. Pero La Laiguna que más iimpresiona al catador de
ensueños es esa ciudad gris y de llovizna que ya satórizó graoiosiaimente
Viera en ligeras seguidillas y que con su clima húmedo y sus ráfagas de
ventolera ha ido potenciando una Laguna estética de la que diversas generaciones
literarias y artísticas han dado su visión. La Laguna ha sido en
especial tema concreto para esos poetas que llamo yo de "inteiriore*" y
que se dan en España desde comienzos de isiglo con un sabor local eapel-
111
cialWmo. Elsta Laguna, mojada y gris es la de laa hermosas acuarelas de
González Suérez y la de los sonetas die Aílvarez Cruz.
Este ipoeta íntimo y isuibjietivo trasmuta el mundo circundante y lo traduce
en personal sentrmiiento y sentenciosa oonisideración individual. Si alguna
vez el Viejo parque simbóiiro, el Palio del Instituto o tíü llmpli-llo,
estaimpais del «ativo folklore, son la llamada externa de lo regional,
tales estampas coloristas que un poeta narrativo o del reaJismo vería objetivamente,
Alvarez Oruz las capta como simple palanca o pretexto qule
mueve el íntimo surtidor de sus meJancoílías.
Cuarenta y nueve sonetos (sonetillois algunos, o sea die arte menor)
integran este devocionario íntimo de Alvarez Cruz con la feliz denominación,
paladinameinte sentida, de Hincón (If provinria. No faltan en 61 las
evocaciones sentiimentales de D. Juan, el simibólico e inefable aire del piano,
las alusiones a la flor del cardo, tan del gusto de las estéticas románticas
pero resaiedto en nuestro poeta de una manera personal y positiva;
la pincelada "dieciochesca" que a través de Verduigo hereda el poeta de
Buibén, la evocación d)el Invierno y tantas más que complietan este flori-ilegio
provincianiQ de sonetois líricos. Alguna vez el oído del autor se distrajo
y, o midió mal el verso o la cesura afea el ritmo poético, tai ocurre
en los sonetos titulados El molino de las horas, verso 11; Patio del Ins-titiíto,
versw 11; Del amor en fuga, verso 10, y Esencia de amor, verso 4.
Para Alvairez Cruz no hay más poesía que la que la ciudad, ei lejano
maestro o algún poeta hisipanoamericano y, sobre todo, el hontanar de su
alimia le ¡brinda. Él nada sabe :ni quiere siaiber de todo eso que ha ocurrido
desde Juan Ramón a nuestros actuales día.s: el mundo poético de Allberti,
Lorca, Adriano del VaJle, Basterra, Salinas, Guillen, Dámaso Alonso, Miguel
Hernández, Aleixaindre, etc, voluntariamente omitido, inabordado
por el poeta lagunero. No aludamos a las últimas tendencias "creadoras"
de las actuales escuelas poéticas que han advenido tras la madurez de un
Rosales, un Vivanco o un Ridiruejo...
Vuelvo a repetir: es una iposdción. Pero como sn ella no falta la honradez
personal del hombre que sólo ©s caipaz de cribar poéticamente lo
que ha sentido, el lector tiene que catarlo tal y como presenta su mensa^
je poético de vivo y hondo valor humano. SHis antenas son a veces tan sensibles
que la visión un tanto noventadochesca de las tierras oscuras suscá-ita
en el poeta el recuerdo de esas almas "sin amor, sálenciosas / que marchan
por la vida y cuyas puras rosas / florecen en sangrientos capullos
otoñales". Este isoneto, Flores tardías, representa un ejemplo hermoso del
gran fondo humano y aensilbile de la poesía del autor.
Un isoneto del maestro Verdugo y un dielicado próloigo de Rafael Lái-nea
Alcalá integran el bello cuaderno que la Litografía Romero ha impreso
con pulcritud a ese hondo y melancólioo poeta de "interiores" que es
nuestro Alvarez Cruz,
María Rosa ALONSO
112
José Julio RODRÍGUEZ "Canciomes en viaje".
Ediciones de la revista "Mensaje". Tenerife, 1946.
Retrato por Juan Ismael. 20 págs. s. n. en 8?.
Lit. Romero, Santa Cruz de Tenerife.
Guando uno es tan poquita cosa que Ini Tía ©sitado jamás en Madrid oi
le 'han palblkado aJlí un libro ni aun traibajo aliguno en revistas o en periódicos
y, por añadidiura, no tiene allá amiiabades o conocimiento con gentes
d« vaJía, uno no es más que una dieseoinocádia escritora provinidalna. Si
aid<emiás se aprovedha uno de oualquieir. anécdota baladí para presumir die
nombre y lograr así aparecer en los "papeles", ¿quién .puede dudar de que
uno isdlo busca una esfímera popularidad a costa de una ilustre persoina
que, en cambio, íes conocida por varios libros puiblicadosi en Madirid y una
extenisa obra periodística que le ha diado justo renomlbre en toda to Nación?
! ''I i '• I
Tal eis de esperar en esta pobrecita g«nte de provimcia que poco sabe.
Nada tiene, pues, de extraño que yo conozca escasa obra del poeta y pintor
D. Jasé Julio Rodríguez. Aparte de una modia docena de airtícuilos en
eil diario "La Tarde"—no los he contado—«61o he leído dos trabajos suyos
en Jos números 25 y 30 de "La Esifcafeta Literaria", de Madrid, y un sio-nebo
en el número 15 de la misma revista. No he viíato aligún trabajo suyo
en "Solidaridad Nacional", de BaroeJona, donde me informan que ha escrito.
Desipués, airosa colaboración poética he leído del joven autor en la
mmoa bien alabada revista "Mensaje". Ésta •es toda mi deficiente infor-maición.
Libros no conozco del Sr. Rodríguez más que este grato cuaderno que
"Mensaje" ha teñidlo el buen igusto técnico de editar. Los poemas que figu-ram
en eÜ! bello cuademiiito ison doce y el más extenso tiene once viersoa.
Los versos son, en generají, de arte menor ajunque hay álguinos endeoasf-lalbos.
Todos formaTi estrofa irreguJar. Se trata, ipor tanto, de poesía breve.
Cuando hace unos veinte y tantos años Rafael Alberti escribió su en-camtador
libro inidal, Marinero nn tierra, una poeisía memud^a, serpenteante,
de tonos de un fino popularismo que habría que entroTicar en el
maimnitial fresco de líos cancioneros del sigilo XV, surgió en toimo a Ja
sialida de Alberti. En Tenerife tuvo esta poesía mari-na y salada—con toda
Ja «emántica del adjetivo—su feliz representante en eJ poeta Pedro Gair-cía
Cabrera ^ e por 1928 ipublicó su libro de versos. Liqúenes, comió
cointiribuición marina—por isleño—y albertiana—por joven de su hora—al
moimento poético de entonces.
Bajo un sigiio análogo, majrino y un tanto allbertiano—«in que se pueda
hsMar, ni mudho menos, de influencias "directas"—escribe José Julio
Rod'ríguez sus breves y graciosois poemitas mairinos, diotadtoe a la sombra
113
poética de tin. viaje a la muy por mi amada isla de Gran CJanama, La paloma
en el mástil, la culbieirta del barco, ei íhorizonite, ila visión del Teide, die
lia Isleta, San Telmo, el aimigo en Tamaraceite—poético o real, da lo mismo—,
el famoso puente del 'Guinignada, el balcón de la casa u hotel y 'la
calle mayor de Triana brindan al autor sus aendllas estampas que si bien
carecen de altas oalidades poéticas y de novedad, no dejan ipor ello de re-
9uitair amable!? y graciosas y de una fácil ipoesía popular y llana que en-tendieremios
aquí, en provincias, haata las imujeres.
María Rosa ALONSO
José PÉREZ VIDAL.—"Contribución al estudio
de la medicina popular canaria". "Tagoro", 1, 1944,
págs. 29-88, 1 lámina.
Durante muoho tiemipo los materiales folklóricos fueron sólo buscados
y usados con fines literarios, como temas o detalles a propósito para inspirar
Jas producciones de los escritores costumbristas y también de los pintores
y músicos del mismo grupo "regionalista". Cuando la ciencia ha querido
apoderarse del folklore esto ha sido censurado, sin razón a mi modo
de ver, pues de lo que se trata no es de quitar estas aplicaciones del saber
popular, sino de consagrarle además trabajos de método científico. En esta
tendencia ise !ha llegado basta considerar que una redacción simiplemenite
Ilegible era anticientífica y que el ideal es reducir los nuevos estudios a ta-blaa
en estilo matemático o telegráfico. Creo que se exagera; y, al parecer,
si juagásemos por este trabajo únicamente, Pérez Vidal ha caídio en esta
exageración. En efecto, tras unas ipáginas de ameno y sugestivo prelimiinar,
exipone los materiales que son objeto de estudio en forma tan escueta, tan
siin comentario proipio que se redaicen a papeletas, a lo más anotadas a pie
de página. Sin duda esto facilitará algo la consulta de un dato concreto sin
neceaidaid de acudir a índices (coano es costumbre españoia), pero, en cambio,
no contribuirá a la difusión de estos tema» entre lo® simples lectores
aficionados. Y precisamente los estudios folklóricos necesitan de esta atención
púlblica, para acopiar y contrastar sus materiailes.
De todos modos lo didho se refiere simplemente a método de ex,poeición.
Y además Pérez Vidal iha mostrado .repetidamente que .puede usar otros y
aquí mismo la introducción aludida es pruelba de ello. Se refiere el autor en
ella al fondo oonvún universal que >s€ encuentra en las prácticas curanderiles
y aún, remontándose algo más, al carácter mágico de la medicina primitiva.
No deja esto de ser curioso, pues no puede postularse lo mismo de todas
las técnicas primitivas y la medicina debería ser una técnica o arte más;
ni en lo« imá» rudimentarios cultivos, ni en las industrias popullares más
primitivas se nota este ipredominio de la magia, de lo sobreaiatural que ago-
114
bia la medicina de los pueblas naturales y la popular de los cultos en buena
.parte; y a ello puede atribuirse acaio el progreso extraordinariamente
lento del arte médioo en general.
No deibe extrañar pues al autor ni a los lectores la escaisa confianza que
di pueblo demostraba en los ainitigoios f»culta)tivos y la facilidad con que se
pasaba de ellos cuando venían a faltar del todo. Por lo común las prácticas
del saludador eran mudho menos peligrosas sd no más eficaces que las del
titulado y este estadio de cosas no se ha alterado hasta que la imedicina
científica ¡ha entrado en nuesitra® Universiidades y de ahí en las consultas:
todo cosía de nuestros días y aun sólo parcialmente. Yo he sádo todavía curado
con sanguijuelas y inirgaiites... ¡y atm no son viejo!
Alude también el autor al intento de trabajo® folklóriicos iniciado hace
años por el Instituto de Estudios Canarios y de los cuales se recoge preci-aaimente
una muestra en ese mismo tomo de "Tagoro". Algo se ha prose-guiido
luego, pero en realidad ae esipera que alguna de las personas que han
demostrado vocación y preparación para estos trabajos los oriente debidamente,
pues en realidad lo hecho en 1935 fué apenas un ensayo. Por cierto
que el autor parece interpretar el deseo expresadlo entonces de determinar
los rasigos característicos de la personailidad canaria, como un supuesto de
que esos rasgos han de ser netamente originales y sin trabazón con los de
otros grupos humanos. No se quiso insinuar tal cosa; nihil .siib solé nn-vum,
dijo el sabio, pero una ipersonalidad colectiva la forma una cieriba
mezcla de dementos procedentes de varios orígenes. Lo que ¡hay que saber
es cuáles y cuántos ,son éstos.
E31 acopio que nos da aquí Pérez Vidal es una contribución más a este
íin.
E. SEIRRA
Julio MARTÍNEZ SANTA-OLALLA "El afri-canísmo
en la Universidad y el Seminario de Historia
Primitiva del Hombre", "África", números
46-47, 1945, y tirada a parte.
Ksta bella revista ilustrada de estudio y propaganda d>e lo africano entre
los españoles se ha ocupado en diiversiaig ocasiones de asuntas iintere-santes
.para Canarias. Hoy nos referimos a un importante artículo que tiene
por objeto exponer la vasta laibor de investig'ación que realiza el Seminario
de pirehistoria dte la Universidad de Madrid, que con el nombre arriba
señalado dirije y anima el profesor Martínez Santa-Olalla. Dentro de esta®
investigaciones ocupan el lugar más destacado las atañentes al África y
ya sólo por esto nos serían particularmente interesantes, pues las Islas Canarias
por su situación geográfica no pueden negar su condición africana
115
y sus relaciones con el vecino contánente son indudaibles en todo tiqmpo.
Pero ademi&s el Seminario de Madrid estudia directamente nuestros problemas
dte arqueología prehiapánica contando con el copioso materia] comipa-rajtivo
de que diapone y así los resultados a que llegue en tailes estudios
han de sernos de igran interés.
Una de sus activiidades africahas fué la concurrencia como Etelegado de
España del Dr. Santa-Olalla a la reunión de C. I. A. O. (Congreao Internacional
de Africanistas Occidentale?) tenida en Dakar en 1945, a la que hemos
aludido ya otras veces. Precisamente vse ha constituido recientemente
la Sección Oamaria de diidha Delegación, de cuya organigación y propósitos
informaremos próximamente a los lectores de esta Revista.
E. S.
Frédéric FALKENBURGBR.—"Ensayo de una
nueva clarificación craneológica de los antiguos
habitantes de Canarias". "Actas y memoriaít de la
Sociedad Española de Antropología, Etnografía
y Prehistoria", XVII, 1942 [1945], págs. 5-52.
Hlans RITTBR.—"Rango* cromañones en huesos
largos de guanches". ídem ídem, pág^s. 186-188.
Después de un prolongado intervalo de silencio hemos visto con júibilo
la reaparición de la prestigiosa revista científica de la que extraemaa el
trabajo que vamos a comentar y que bajo la dirección del profesor Dr. Martínez
Santa-Olalla 'se publica en Madrid. Los últimos volúmenes aj>arecido®,
hace ya tiempo, venían con el sobretítulo de "Atlantiis'' y la mención de ser
ónganio del Instituto Bernardino de Sahagijn del Consejo Superior de Investigaciones
Oientífioa». El tomo que ahora se nos ofrece, pulcramente editado
y con profusión de láminas, es eJ correspondiente a 1942 y prescinde
de aquellos afíadidiois superfloiois, pues el Boletín—advierten los editores'—
no cuenta con otros medios ni representación que los de la veterana entidad
que lo ipuiblica.
'Contiene un interesante sumiario, si bien ha tenido que prescindir de
la sección bibliográfica a cauísa del igran retraso de fedhae. El trabajo cuyo
título encabeza estas líneas es de importancia especial para nosotros.
Su aiutor (al parecer francés, a pesar de su apellido alemén) debe ser uin
antrofpólogo ibien ipi-eporado a juzgar por Ja prudencia con que extrae con-
Olusiones después de minuciosos cálculos y de controlar su trabajo con el
de otros investigadores, cuando ello le es daible. En cambio au fuerte no es
la filología y deibemos diapensarile ciertos laimentaHes dislate® con que
introduce extemporáneamente su tema: "gnianche procede de la .palabra
camaria guanairteme, jefe de tribu. Pero muy pronto perdió este selntddo
116
para designar a todos los antigTios haibitanites de Canarias", nos diic© lel
autor, sin pestañear. Y a continuación rechaza indig-nado eil atinado criterio
de Von Behr que reserva el nomibre de .guancíheis a los aíborígenes de
Tenerife.
Dejemos, pues, de lado estos resbalones del autor cuando piísa terreno
ajeno y volviendo a su ©s-tudio digamos que e'l material de que (se ha valido
lo constituyen los cráneos (sólo estos) conservados en las ooleccianes
de París (Verneau y Broca) y los ipublioados con medidas completas por
algunos autores (Hooton y Von Behr), pues los restantes que/han trabajado
«n la anitropología de nueatroe aiborígenes en lugar de publicar eil
material se han limitado a damos «uis ooncluisiones o a lo más las medidas
medias por ellos obtenidas, inservibles para (posteriores trabajos con
otro método; y de otro lado, lo mismo hace ahora nuestro autor Falken-burger
que considera poco útil para determinar los grupos raciales de
nuestros aborígenes el índice cefálico, pues los cráneos estudiados arrojan
un (predominio enorme de dolicocéfalos y no es posible corntentarse con
este solo dato. Su método consiste en el examien simultáneo de tres indi-oes
faciales, que ofrecen, esto sí, francas divengencias y con cuya combinación
puede formar hasta 27 grupos. Pero ello reduce todavía isu material,
pues no puede a,provechar los cráneos que han perdido sus huesos faciales.
Ein conjunto el estudio se basa en 744 cráneos, material no escaso si bien
repartido muy desigualmente entre las isilas: 401 de Tenerife, 176 de Canaria,
91 del Hierro, 60 de La Gomera y de La Palma y P\ierteventura sólo
8 de cada una.
Pero el autor, después de distribuir en un cuadro las 27 combinaciones
de índices faciales posibles, observa que a muchas de ellas ooTTesponden
poquísimos ejenuplares y otras son muy vecinas y las reúne, con lo quia
constituye tres grandes gruifpos: A, cráneos de faz y órbitas bajas con, nariz
fina; B, cara y órbitas también bajas, pero con nariz ancha; y C, cara
y órbitas altas con nariz fina. Con las series inasimilaMes forma un grupo
heterogéneo D, del que hay que prescindir. Aparte de estos grupo®, toldos
dalicocéfalos, reúne en otro E, los cráneos braquicéfalos que ya Sengi
consideró específicos y no comlbinables con los demás. Por ello tiene cuatro
gurupas claJTOs más un residuo, en la proporción siguiente (conjunto de todas
las isla»): A, 35%; B, 11%; C, 30%; braquicéfalos E, 11%; diversos,
13%. Esto es, un tercio del total para cada uno de ios grutpos A y C y efl
otro tercio para los demás juntos.
Estudia después detalladamente los índices de cada griuipo, camino don-die
no 'le seguiriemos. Nos interesa, en cambio, la distribución por islas (las
cuatro de donde procede suficiente material) ipero antes indicaremos ©1
nomibre que al fin da el autor a cada grupo. Al primero. A, llama "tiipd
guanohe", siguiendo a Verneau, aunqxie rechazando ese nombre debería
llamarse "cromagnoide", pues es el ti<po que ofrece analogías con el tan famoso
del (paleoilítico europeo. El B, es el de caracteresi negroides ya seña-
117
lado por extras autores. El gru,po C, es el "mediterráneo", el llamiaido aemi-ta
por Verneaiu. El E, señalado tamibién por muchos antropólogos, es un
grupo que, siempre en pequeño porcentaje, Iva sido identificado igualmente
en Egipto y en Cartaigo antiguos y q\ie unios ihan llamado "alpino", otros
"apmenoide", otros "imogol". Hemos indioado las respectivas proporciones
en oonju'nto; pero .pasando a cada isJa, mientras se (presentan en proporciones
axnálogas en Tenerife y Gran Ganaria (isalvo una proporcidn exi-giUa,
de 4% de eatos braquicéfalos en esta última isla). El Hlierro da un
porcentaje mayor, 18%, de negroides a expensas de los mediterráneo®, y
La Gomera todavía muestra mayor rareza de estos (salo 12%); pero sustituidos,
¡no por negroides, sino por cromagnoides (46%) y por los bna-quicéfaJos
(30%). En cambio faltan en absoluto en esta isla de La Gomera
loa tipos varios inclasificaibles que daiban respetables porcentajes de 10 a
16% en las otras isilas. Con ello desimienbe el autor el supuesto predominio
de los cromagnoides en Tenerife y acaba de arruiniar el absurdo nombre de
tipo guanehe que 61 mismo les da, desconociendo el significado de está
paJ'abra. Antes habría que llamarle tiipo gomero.
Como puede verse, salvo en estas diferencias de iporcentaje, estos resultados
coinciden esencialmente y por métodos nuevos, y al parecer más
exactos, con los establecidas por Verneau hace más de medio siglo. Parece,
pues, que pisamos terreno firme en esta materia y que la futura labor
debería ser la de completar y perfilar estos resulitados adquiridos. A ello
podría contribuir notablemente la Arqueología proporcionando a los am-tropóilogos
material máa completo y de procedencia más exacta que hasta
abora. Etesgraciadamente todavía los cazadores de cráneos son el tipo habitual
de nuestras "antrcKpólagos" locales.
Esté metódico estudio todavía ae completa con gráficos y una copiosa
bibliografía de 85 títulos, que incluye todos los especiales de antropología
canaria y miO es lo menos valioso del trabajo.
La breve mota de Ritter, en la que no se indican los materiales de que
se ha servido para su comparación de huesos largos guanches con los dte
"raza falisca" (cistas de Altendorf, He.«sse) y los de Cro-Maignon, viene a
corroborar, valiéndose de otro material óseo, la identificación de Falken-burger
de uno de los tipos canarios con estas razas paleolítica y neolítica,
respectivamente; y su diferenciación de la raza nórdica, no explicable por
siimples cirouTUstanciais del imedio.
E. SERRA
118
Juan ALVAREZ DELGADO.—"Teide. Ensayo
de filología tmcirfeña".—La Laguna, Instituto de
Estudios Canarios (Madrid, Aguilar), 1945. 4*.
86 páginas, tres láminas.
M estudio de la aoiciedad indígena de fes Islas es tema que despierta
sumo interés, nio sólo entre el púiblico culto insular aino también fuera de]
ánmbito local. Casi diríamos que aisí ha sido desde la conquista misma, pues
ya nuesitros primeros croniisitag consideirain iudiapensaible imoluir en sus relaciones
históricas un capítulo sobre "la orden con que vivían". Pero ha
tardado mucho en enfocarse el ajsunxo desde un ángulo propiamente científico.
Después de un período meramiente descriptivo, en el. que principa'l-mente
se deseaiba contar cosa» vcrdadeiramente extraordinarias o maravillosa
», viene otro rom.áintico o imejor idílico len él que sis trata de adornar
p, aquellos indígenas de la inocencia y ventura de haibitantesi del Paraíso.
Pero hasta tiempos recientes, en el siglo pasado, no se piensa que hay
que reunir previamenite los máis datos auténticos posible para sacar vm
conooimiienito que se acerque algo a la verdad. El o(ptimism.o de los primeros
científicos, deade luego extranjero®, quie se acercaron «¡ nosotros, les
llevó a rápidas «Inteais que oairecían de base sólida. Luego, viene el momento
de los especialistas, de los acopladores de maiteirialea; au laibor está
muy lejos de poder darse por terminada. En el momento actual, si la antropología
y el acopio y crítica de textos ibistóricos parece que, desgracia^
damente, no puede ofrecemos ya grandes novedades, es lo cierto que la
lingüística, la arqueología y la etnología comipairada, sobre todo esta última,
apenas han estaiblecido conclusioneis genieralmente aceptadas. Pero entre
tanto los estudiiosos y el público culto se impacientan; sie cansan de
tanta hieurístdoa, de tanto acopio de medios y desean llegar pronto a atis-bar
lo que con ellos se puede hacer.
Alvarez Delgado, el máis resuelto de nuestros investigadores, se decide,
al fin, en el libro qué comentamoa, a lanaarse por esibe camino. Teniendo
en cuenta todos los marteriales ddi£<poini)bl'es trata de reconstruir siquiera
una parte del rompecaibezas. Una labor de este tipo hace mucihos años que
nos la tenía prometida Wolfel y ella era la que le trajo precisamente a
nuestro campo. Pero ense>gu.ida comipnenddó que sin resolver los proibíemos
previos de acopio y iseleoción nada podía hacerse seriamente; y los años
han pasado y «u ingente labor no ha salido, qtie sepamos, de esta etaipa
primera. Verdad es que gracia» a tal labor y a la de otros el avance realizado
en veinte años ha «ido considerable y que hoy, por lo menos, sabemos
ya a qué se reducen las fuentes de conocimiento con que podemos
cantar.
La contrilbución de Alvarez Delgado se haibía desarrollado hasta aho-
119
ra iprinioLpalmente ©n el terreno lingüístico. Ocasiones hemoe tenido ya
d* comentarla. El actual ensayo, tras un título sinubólico, Teide (que ade-máa
facilita las citas), dice ser no de Mn^ística sino de "fiWogfía tiner-feña".
Aunque por desgracia estas voces aom usadas a veces como sdnóná-mas,
sin entrar en una exacta definición diferencial, en la que proibable-miente
fallaría, me fcastará precisar que lingüíistica e& un concepto más
restringido, ©1 estudio conuparado de las ¡lenguas, mientras que en la filología
este estudio no es más que un material entre otros para el conocimiento
completo de la cultura. En este sentido es en el que Álvarez nos
habla de Filología tinerfeña, verdadero neoJogi.smo, inventado para darnos
a entender que se propone recanstruir aspectos parciales (en la in-trod'ucción
inos advierte enseguida que no se trata de ninguna síntesi®)
de la cultura indígieiia de Tenerife, para lo cual pondrá a contribución la
lingüística, sí, pero lamtbién la arqueología y la historia, esto es, las des-orípaiones
de loa cronistas.
Digamas desde ahora que el ensayo, por su limitacidn a temas determinados
y por el cuidado con que se han seleccionado los materiales, es
afortunado. Acaso ipor abarcar terreno menos extraño para mí, me da. una
ívatiisfacción que no podía eentir ante otros trabajos del autor. Aquellas
temas se han concentrado en doa: a) los dioses: la religión y hieranin»ia
timerfeña; b) los homíbres: la sociedad y la antraponimia tinerfeña. Elixa-minemoa
particularmente cada uno de ellos.
De lo ddctho por el cronista Azurara y del nomibre divino Acoran deduce
que los guanches adoraiban una divinidad impersonal. Pero también admite
que divinizaban a loa astros, singuilarmente al Sol. No sé hasta qué
punto son compatilbles amibas concepciones. En apoyo de la «egTinda ipo-demos
traer un dato más: en la nanraci-ón de la mila^oea apardcdón de
Oandelawa, que en este mismo miúmiero dis Revista de Historia se transcribe
(recensión de Historia fdel reino de la China, de González de Mendoza,
por E. Hardisson) se dice que los guanches llamaron £. la venerada
imag'en "Madre del Sd". Ésta será una retraducción de la expresión popular
oristiuna Maidre de Dios, donde Sol = Dios. Y en «fecto, Alvaarez interpreta,
con acierto a mi parecer, las complicadas denominaciones de
Dios y de la Virgen trasmitidas por Espinosa y otros, como traducciones
forzadas que loo guanches daban de frases cristianas, incluso desiglosadas
defl Pater noster, que trataban de explicarles los réügioBos. Por mi parte
hallo dificultad en el doble Acorac y Magfc, que en el supuesto tendrían
que «er aproximadamente «inóndmos.
Intereaante y bien fundado lo referente a ritos religiosos, o mejor a su
ausencia, pues no jjareoe casuaR el silencio de las fuentes, que nos dan en
camlbio noticias concaretas para las otras isflas a que se refieren. Eis m&s,
dudo mucho que se pueda dair fe al supuesto 'bautismo de Esipinoaa y Aibreu.
Me parece una confusión, intencionial o no, nnéJoga a la de las híeroni-mia8,
pues estos autores, ipor lo común tan dignos de crédito, lo soai pre-
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ei'Samente menos en lo tocante a la vida espirituail, por el apaeianaido interés
que «n ella ponen, que les nu'bla su proípia informacdón.
En la breve noticia que dedica el autor a los ritos funerarios giiandies
me parece que, despdsitado por las contradictorias referemciais de los escritores,
ha olvidado diemasdado la arqueología, a la que prometió aten-dier.
Ni las momias ad'asiadas ni enterramientoa bajo túmulo han aido vie-tos
en Tenerife. Por mi parte dudo de que por lo común se pasase del simple
mirlado. Y en cuanto al trato con lois eapírdtuis olvidó el autor un in^
tenesanite pasaje de Diogo Gomes (ed. Bonnet, Revista de Historia, VII,
1940, pág. 99), más objetivo que aquellos religiosos.
Tamibién alude Alvarez a la luclia oanarda y a su posiMe identidad con
prácticas atüéticas egipcias. El tema se preista a más desarrollo. Sospecho
que un tipo de ilu-oha parecido delbía aer corriente en España y acaso fuera,
del que sólo han quedado restos esporádicos; pero en e! sigüo XV nuestra
lucha no chocaba como cosa original.
La isegunda parte idel liibro trata de la onganización siocial. Sienta «il
principio de la orgHinización patriarcal de los iguandhes frente a femóme-
Dos imatriaroales en las islas orientales. Deside luego hay que reconocer que
para eista isla es dudoso que haya indicio positivo de esfte últtiímo tipo de
organización. Pero no debemos disimular que las noticia® que nos dian loe
cronistas no sólo son incomipletais sino a menudo contradiictorias. Espinosa
fija con precisión el sistema sucesorio, que no es precisamente por línea
agnada, mientras Oa-da-Mosto nos cuenta que "ohi piu potte e signo«".
Se nos dice que hay tres clases sociales y luego aparecen iwios sigones o
caudillos y unos sahnñak o siervos que no entran clairamente en ninguna
de ellas. Deagraciadamente lo que ocurre es que nadie llegó a compriendier
bien la organización indígena y por tanto nadie la describió con ,precisdón.
Alvarez consiigiue resultados muy interesantes aprovechiando esos cabos
sueltoa y eu único pecado está en soslayar esas dificultades en lug'ar de reconocerlas
explícitamente. Mencionemos algunos de su» destacados aciertos:
la interpretación de achirüxana, trasquilados, comió isentido literal del
siupuesto "villanos"; su prudente agnosticiíamo ante los "escuderos"; la explanación
de tarute, "mensajero"; la interpretación de ntuchas palabras de
las fraises de Viana, aunque eil sentido de conjunto no satisfaga a veces
plenamente. Reparo pondremos, en cambio, en la traiShumamcia anuail de
costa a cumbre, que si es segura <paira el Sur me parece dudosa (para él
Norte.
Saliendo del tema de la vida ®ocial se ocupa al final ée ia vivi'3»ia en
Tenerife. Si bien me parecen acertadas sus considerecáones soíbre tagoros
y auchones, creo problemática todavía la existencia de viviendas oons>truí-das
en esta isla. Hasta hoy no ha hablado la airqueología; ni siquiera co-nooemoa
cuevas, no artificiales, sino simiplemente mejoradas. Esto no va
con los teseques, d^e loa que sí creo haiber visito indicios; pero la casa pajiza,
llámese o no masiega, voz que se me antoja española, creo es una im-
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portación de 'loe coiiquistaidiopes, que de ella» hioieroni La Laguna, y cogitó
inaudiitois «sfuerzos al Cabildo desterrarlaa para "ennoiblecmiiento" de la
oiudiajd. Y en cuanto a la agrupación d« la población, hace ^poco, al ¡hacer
uin isuniiardo de la labor de la Comiisiaría de Excavaciones Arqueológicas en
el antepasado año (Revista de IHistoria, XI, 1945, pág. 270) deducía coni-alualones
diametralmente cvpuestas a las de Alvarez; a 3o que ahora añadiré
que no creo que íiea debida a la naturaleza del terreno la gran diferencia
que en cuanto a la vivienda aboirigiem se nota entre esta isla y Gínain
Canaria, 'Simo a diferentes premisas cultuirales.
Para terminar Alvarez repite su explanación del nombre guan/^hes, a
la cual creo no puede oponcírse objeción fundada, igual que a su sinónimo
bincheni. Todavía podW añadir en ajpoyo de ello que la alternancia «on
o final, guarichas, no es rara, lo misimo que la forma Teida es comsta'nite
en lais Datas.
En fin, creo ique AJivarez ba realizado un gran esfuerzo y con resnüta-do
», en ooaijuinto, tan firmes y ampildos como son hoy posibles en lais zoneis
que ise ha señalado en esta monografía. Sin duda hay una limátación: no
ha contado—•ninguno de noeotros ,puede contar—con el auxilio de amplios
conooimdentois de etnografía comparada que acaso nos ayudarían mudho
a despejar estas densais nieblas en que nos movemos. Éate es sin duda efl
aapecto mee diébdl de esas reconstrucciones de la vida de nuestros aiborí-gienes:
nos falta un erudito que, conociendo tan bien como Mvarez lo nuestro,
esté habituado ail ambiente de los pueblos de organización rudimentaria
en sus infinita» variedades, pama encajar aquellos datos sueltos en el
cuadro que les correríponda y conjeturar con fundamento los' raagoís esen-oiflJea
perdidos. Pero si esto no es ahora posáiHe, poner a punto nuestros
materiales es una labor previa que hará acaso que lo sea un día para
otro».
E. SERRA RAFOLS
Diego ÁNGULO ÍÑIGUEZ y Einrique MARCO
DORTA.—"Historia del ^Arte hiapanoameríca-no,
I".—Barcelona-Buenos Aires, 1945, 49.
La bibliografía artística eapafiola se acendra de verdaxteroa valores und-versales
con la apairicíAn de este intereaaintísimo primer tomo de Historia
del Arte hispanoamericano. Bien vale lia oportunidad de reoog«r en esta
Revisita los egregios nombres de sus autores, vinculados con orgullo a las
pródiígraa tierras de Andiallucía y Canarias. Amplio y ddfíciñ el tema, han
sabido vencerlo com abundancia de eatudSo, de talento y de laborioaidiad.
Olhra de primera mano, oaisi toda, y erizada de múltiipiles difioultadea, ha-
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Uia de la auténtica univensaliidad áel eapíritu hiúapánico mticiho mejor que
todos iloa dúscuiaoe.
En la Universidad de Sevilla primero y aihona también en la de Madrid,
los dos inisigTiies catedráticos D. Ddetgio Ángulo y D. Enrique M'airco iproai-gruen
uma liaiboo- recaitada y firme que Iha de comstituii' en su dia eíl va&a
sálidio numumenio a la gramdeza misionera de 'Esipsím.. Paxa ello no haoi
reig<ateado esfuerzo nkiguno, tras mudbos años de constante laiborar en lea
más difícües condiciones. La preparacdón de este primer .tomo ha oibligar-do
a los autores a un esfuerzo superior al corriente. Bueana parte de «us
capítulos son verdaderos tralbajos de investigación y no de simpJe resumen.
El lilbro pondrá aü aücajnce del gran púUico todo un arte que sódo ee
conocido de reducádo número de personas en ios paíse» que le dieron vida
y fuera de elloa es casi ignorado, incluso .por los que se dedican ai esltu-dio
de la IIi«toria del Arte, se nos dice en eJ prólogo. "Mucho» tratadiata»
europeo», añade, casi no se (han dado cuenta todavía de que desde mediados
del siglo XVI, el arte español ha producido frutos de primer Orden ai
otro lado del Aiflánitico".
No nos e» posible reseñar detenidamente él lujoso voiumen editado
en cuarto mayor por la casa Salvat con abundancia de planos y foto^rw^-
fíaa. Baste decir que «isite tomo siólo abarca la ihistoria deO arte comei^poiir
ddiente al desarrollo de la arquitectura em el jxrimer «iglo de la coionias»-
oión, a cuyo florecimiento se le dedican 17 nutrido» oaipítuios. El capítulo
preliminar trata del arte prehispánico, y loa subsiguientes!, hasta el décimo
inoluiaive, debidos a la® sabias tareas de D. Diego An^^o, nos dan a
conocer la awjuiteotura en la isla de Santo Domingo, en Méjico y en Cuba,
tanto la religiosa como la civil, además de lais fortificaciones del Mar Caribe.
Los siete caipítulos resitantes es deben al catedrático de 1» Utaiveil-gidad
de Sevilla D. Enrique Marco Dorta, esdarecirio y laborioso hijo de
Santa Cruz de Tenerife; trátase «n ellos de la 'arquitectiira en Panamá,
Colombia, Venezuela, Ecuador Perú y Balivia en su triple aspecto reSi-gioso,
civil y militar durante el mencionado siglo XVL
Si la honda devoción que por Jas enseñanzas de tan ilustres profeso^
res sentimos la dejáramos oorier en estas rpáginas, pudiera pensarae en
las exageraciones del comipañerimo m&a apasionado. Pero si meditamoB
en la niov«dad del tema, en la dificuiltad de las investigaciones, en lo® pe-noaos
viajes ipeaidzadtos ipaara conocer personalmente los monumentos dee^
orito», y i«oonocemos la grandeza es,piritua)l que supone semejante obra,
haibremoa de aceptar que otra vez, en esto» tiempos difíciles, Andalxicía y
Camairias, por el esfuerzo de ihijos tan laiboriosos como el «evillatio D. Diego
Ángulo y «1 tinerfeño D. Enrique Marco, levantan ysav. España monu-meOtos
die imiperecedera eapirítuallidHd.
R. L. A.
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Pablo ARTILES.—"Espidas". Ensayos sobre
motives de Gran Canaria. Prólogo de Joaquín de
Kntrambasaguas. Las Palmas de Gran Canaria,
1946, 142 págs. en 4S. Escuela Tipográfica Sale-siana.
El ipreabftero D. PaWo Artilles, profesor deJ Instituto de Einiseñanza
Media de Las Palimas, canario que profesa entrañable amor a «u redonda
isla, ha ipuiblicado isu tercer libro, Espigas. Los que han precedido a éste
fueron De Gran Canaria a Roma, una réIacá<5Ti de un viaje o romería a la
Ciudad Eterna, «ditada €n 1935 y Estampat, de los pueblos de Gran Canaria.
Isla Azul, pulblicado en 1937.
En verdad, Espigas ea una coontinuacióni de Isla Azul, Aquí como ailí
y aJhora como antea son los pueiblos de Gran Canaria con su paiisaje variado
y "antolágico", según decía Dionisio Ruidirejo, sus tradiciones y romerías
los que inispiran al autor los dos últimoe iiibros.
Capítulos dedicados a Ijas Palmas, entre ellos un sentido Beso a la
bandera, comienzan estas Espigas del; Sr. ArtUes. ViisioTies del amanecer,
cJ ipaisaje Obligado del roque Nublo, famoiso monolito que es intei^pretado
agudamente por el autor OCCTM) un pino petrificado, es decir, falsa botánica
¡geologizada, siguen Juego. Inserta después un animado cuadro de
Cena en un ventorrillo, de amable color folklóirico y gracia láTi^ística
dia/lectal; paisajea de Moya y Juncadilla, con Ha emocionada cita al viejo
"maestro Artiles", el noble abuelo que por fin de siglo enseñó letras a todo
el iluigar y otros aniímadoe capítuilois de aencállo vaüor regianal y costumbrista
integran el amable libro del escritor canario. Buen conocedor
de los poetas regionales: Cairaisco, Viana, Morales, "Quesada", Fernando
González, Tabares BanÜett, etc... y die autores españoles como Cervantes,
loa imísitioco y otros, D. PaJblo Artiles nos imiuestra ser honáure de buenas
lecturas y atinadas citas. Entre ilos amantes de sa ífcierra y loe canarios
todos el ameno libro que reseñamos' será lun grato itinerario eepiri-tuall
que ayudará a conocer Ja ihieranosa tierra de la Gran' Canaria.
Un atiiiado prólogo del 9r. Btiitrambasaiguas, en el que se destacan con
precisión los capítulos ¡más rdevantea de la obra y gratas iltistraciones y
¡portada de los dibujantes Víctor Rodríguiez, José Padróii Noble y Antonio
Dominsfuez contribuyen a realaar el estimable mérito de Espigas.
M. R. A.