La campafla arqueológica de 1943
en Oran Canaria
POR ELlAB BERRA BAF0L8
No nos cansaremos de insistir, al ocuparnoa de tema» de arqueología aiborí-gen
de e«ta« ielas, en la necesidad de tratar la de cada una de ella» como cosa
independiente y de abstenerM cuidadosaniente d« generalimr a la» oitra» las
observaciones y resultados obtenidos en una determinada isla. El^ta marcada indi
viduaiddcwl de las culturas indígenas, debida a causia» maiI conocida» de que
ahora <prescindimo<9, «e imamifiesta de múltiples maneras; una de éstas es lá
aibandancia « ¡importancia relativas de los r«>«»tois materiales. Así es notorio que
la flirqueoloigia tiene un campo más vasto y variado de estudio en Gran Canaria
que en cualquier otra de las i»la« y de entre éstas eli contraste «a, «ino «3
maiyor, de los m&s acusados, si comparamos con Tenerife. Fe de ello la daban
desde haice muchos años las colecciones incomiparables de El Museo Oanatrio,
donde se habían ido acumulando variadas .sericis de objetos mAvilés de la industria
aborigen de aiquella isla, desde los rudimentarios tejidos a la cerámica
pintada, y desde los útiles esperíailes de piedra a las famosas pintaderas.
Pero la arqueología como ciencia que trata de estudiair la vida íntegra de
las sociedades ipaiwwlas a través de su» restos materiales, no debe confundirse
con el coleccionismo o la anticuaría, y no puede conformarse con situar en alineadas
vitrinas series de objetos desplazados del medio y circunstancias en que
fueran usados, en que vivieron. Y a la verdad hay que confesar que, ipor deB^
gracia, nada más que esto se había intentado en Canaria», hasta fecha bien
reciente. Nadie, entre los pocos que ipor esta» cosa!» «e interesaron, se ocupó de
determinaT y precisar las circunstanciáis y disposiciones de los hallas&gos casuales
o Intencionados y menos de fijarlas cuidadosamente en planos y alzadios,
en dibujos o fotografía*. El má>s preparado de los estudiosos del pasado aborf-gen,
el Dr. Vemeau, el excelente antropólogo, fué un pésimo arqueólogo, a
quien «61o interesaba coleccionar objetos, especialmente cráneos indiígena«, y
que raramente nos dice nada de aquellas circunstancias de hallasgo y cniamdo
más lo hfloe confuMimente en medio de una literatura polémica muy siglo XIX.
Los «atores locales ccnvo Grau Bassas, Jtian Bethencourt, Ramón Castañeyra,
AqaQino Padirón, para citar nomAires de diferentes islas, con inferior prepam-dón
y medios, consiguen a menudo dtoimo» datos mAs precisos e interesamtes
sobre hallazigoB o exploraciones en que intervinieron que lo» ofrecidos en los
trabajos de aquel aabdo. Puede decirse con todo que hasta hace apenas diec afíot
no se había daido un paso para hacer una verdadera arqueología canaria; ello
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era más llamativo y lamentable donde, conio en Gran Canaria, esta tenia oin
verdadero aldoiente de curiosidad inmediata. Por esto nos sorprendió a^ada-blemente
un modesto trabajo aparecido en la revista "El Museo Canario", en
1935, firmado por los señores J. del Río Ayala y A. Doreste García, en el cual,
apropósito de unas exploraciones más bien de limitada importancia realizadas
en el valle de Aigaete, se ihacía de «Ha» un estudio rigurosamente científico y
se preseintaiban con el indiapensfaible material igráfico (1). Al fin teníamo» en
Canarias personas capaces de saiber lo que era aTqueoltiígia y de Uevar a cabo
traibajos sistemáticos y, además;, publicarlos. Había motivos de felicitarse y de
a^g^lrar ipara el futuro interesantes resultados cuando ocasiones más favorables
se piisiesen al alcance de dichos estudiosos.
Y, en efecto, la ocasión no tardó en presentarse según supimo» mucho después.
Allá por 1&86, o antes, ftieron descubiertos los exxtraorddnarios enterramientos
tumulares del Agujero y la Guancha, junto a Gáldar, y creo que los
miismos autores del breve tnabajo aludido fueron los que pudieron recoger todavía
noticia» fidedignas del primero, destruido enseguida, y excaivaTon y estudiaron
el segundo, el Tnás imiportante. Por desigracia las circunstancias que sobrevinieron
y otras posteriores han impedido conmpletar esta exploración con
la indispensable publicación científica, isin la cual aquella kbor puede darse por
estéril (2).
Aun es dudoso que estas meritoria» actividades respondiesen a un plan de
comjtmto llevad» * cabo sucesivamente. Después, la ongatiización dada por el
Nuevo Estado a las actividades científicas en toda España ha encomendado esta
misión a las Comisaríais Provi'nciales de Excavaciones Arqueológicas, en dependencia
de 1« Comisaria General de la» misma»; y, en Gran Canaria, recayó
el cargo en la ipcpsona de nuestro amig» D. Sebastián Jiménez Sánchei, que
une a un gran entusiasmo dotes de constamcia, actividad y trabajo insustituibles;
los resultados no se han hecho esperar. I^a exploración arqueológica de la
i«la se ha llevado a cabo sistemáticamente y la« excavaciones «e han sucedido
sin esperar los casuales hallaeigos, ni tampoco descuidar estosu T/a, labor idel
Sr. Jiménez, lo sabemos, ha «ido diversamente ajprodada, especialmente se le
ha reprodhado por aligum» vmat preocupación excesiva por la reconstrucción o
corwervación de restos de fábrica aborígenes que la pala ha hecho emerger de
la tierra en estado que difícilmente permitía un examen suficiente para tal fin.
Es dtffcn pronunciarse en general en semejantes cuestión, cuya apreciación diferirá
en cada caso; pero «d la excavación fué escrupulosa y suficientemente
(1) J. del Río Ayala y A. Doreste García: Contribución al estudio de la
arqueología prehistórica canaria. Dos exploraciones en ri Valle de Atráete. "El
Museo (Sinario", núm. 6, mayo-agosto 19S5, pág». 83-49, con un mapa y cinco
figuras.
(2) Un dibujo a perspectiva del túmulo de la Guancha fué publicado en
una Guía pintoresca de Gran Canaria (sin fecha, hacia 19S6), sin otro dato alguno.
D. Sebastián Jiménez Sánchez reprodujo este dibujo y un plano del túmulo
del Agujero, acompañándolos con aligunas noticias interesantes de su ha-iiazigo
y excavación, en su trabajo "EmbalsMnamientoe y enterramientoe de los
"canarios" y "guanches", publicado en esta Revista en 1941. Pero esto no puede
llamarse todavía una publicación.
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acompañada de fotoay apunte» del estado de los restos al salir a luz, que es lo
que interesa aJ arqueólogo, cualquier solucidn iposterior e» inocua y puede «er
útil desde twi ipumto de vieta de curiosidad cultural y turística no despreciable.
Lo que en todo caao .podemos afinnar, es que las campañas aty]'ueol6gioas del
Sr. Jiménez SáncJhez no tienen precedentes en la historia local de estos esibudios
y que un mundo nuevo de conocimientos 'ha venido a añadirse a lo poco qU'S
'saibfanras de la vida y funeraria aborígenes de Canaria.
De parte de esos trabajas tienen nues^tro» lectores breves noticias, ya ipor
trabajos del proipio Comisario (8), ya por notas informativas (4). Aquí trataremos
de dar de ellos una noticia sumaria a baise de la« informaciones de prensa
de Gran Canaria y de otros datos particulaTes; en espera de conocer la 'Memoria
oficial sobre taües traibajos y las publicaciones siartemé.tica'S que esta vez
creemos no faltarán y que ¡han de ser la mejor garantía de conservación de los
resultados científicos alcanzados.
La exploración y excavación se ha extendido de un lado a nownerosos restos
de habitaciones y aiun poblados enteros canarios (este nombre es el cfíie
ipopularmente se da en la isla a los aborlprenes, según confiesa el Sr. Jimé-J
T!«z (5) que ipor otro lado se resiste a abandonar resueltamente el de guanches,
desplazado a Gran Canaria por los eruditos del siglo pasado); y por otro lado
a vastos conjuntos de sepulturas de diversos tipos hasta ahora mal conocido».
En efecto, estas excavadonese han pusto en claro la diversidad de formas
i^epulcrales aborígenes, que, faltos siempre de cronología, hemos de suponer
usadas hasta la conquista. De siiempre sie nos hablaba de las momias ndrladae
y depositadas en cuevas, de donde algunas pasaron a colecciones y museos y
otras infinita» fueron destruidas. Las cuevas deil Barranco de Guayadeque son
el tipo clásico de «Has. También era conocido, desde Vemeau, el pequeño túmulo
de escarias lávicas dispuesto sobre él mismo malpaís volcánico, como sepultura
individual; ya el dibujo dado por dicho antropólogo señalaba la forma escalonada,
con su torrecilla o cono truncado central. Lueigo lo« extraordinarios
hallaagos de la Guancha y el Agujero dieron desarrollos insoapedhados de este
tipo aiplicados a sepulturas colectiva* y monumentales. Pero la« excaivacioneg
última* del Sr. Jiménez Sánchez al damos a conocer numerosísimos ejemplares
de cada forma y en luigares distant-es unos de otros en la isla, permiten al
fin una dosificación que ya parece completa. Aparte de las cuevas funerarias,
tenemos la« simples cÍ8ta« o caja« de lajas como alguna de Moigánt, los Casero-rfes
(Aldea de San Nicolás), Gambuesillas (Id.) y Lomillo de los Burro* (Id),
aquí una caja especialmente bien tallada y cubierta. Al mismo grupo pueden
referirse los "enterramientos sencillos construido* por «impleg piedras alineadas
formando círculo, cuadrados o rectángulos" vistos en el Barranco de Arguine-ffufn.
(8) Trabajo cit. y "Cueva» y taigoror de la Montaña de Cuatro Puertas",
Rerieta de Hktmia. VIII, 1942, .pá«. 80.
(4) RerisU de Historia, IX, 1948, p¿gs. 83, 183, 184, ante 326 y 366.
(6) "Faianjre", diario de Las Pailmas, 26 septiembre 1943: "Plan nacional
de excavaciones airqueolóigicas en Gran Canaria".
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Otro ^upo distinto lo constituyen las tumbas de torreón piramidal o tronco-
cárneo, de las que nuestros lectores pueden formar idea por las fotografías
de la necrópolis de Arteara puWicadas en esta? pág^inas (6). Además de áata,
más o menos conocida de tiempo, hoy nos señala el excavador otras análogas
en el Barranco de MogÁn, c«?n sepulturas unas vece» ovales otra» rectangulares
en 8U planta exterior; en el de Arguineguín, donde alcanzan UTia altura de 1'30
m«tros; y en el de Agaete, aquí en número que excede de 300. Se trata siempre,
al parecer, de sepulturas unipersonales. Pequeños túmulos de escorias menciona
taanbién en el Barranco de Silva (Telde).
En fin, quedan las sepulturas colectiivas que ya no son los dos ejem.plares
inusi'tadoia de Gáldar, sino que aparecen en todas parte» si bien en ning^in caso
hasrta ahora en forma tan completa como el de la Guanclia. Aquí mismo afloran
los cimi«ntos de varias otras sepulturas múltiples: cinco en Moigán, tres en los
Caserones de la Aldea, varios en el Barranco de Arguineguin, con su disposición
escalonada. Tipo mixto de éste y el anterior se pueden considerar las dos
sepulturas colectivas d«l Barranco de Agaete, cerradas por muros de traiado
elíptico que contienen los torreones sepulcrales propiamente didhos, que aun
arruinadoa aücanzan ailturas entre 1'20 y 0'60 metros.
Una sepultura por ahora excepcional es la hallada en Mogán, cuya foto^
grafía reproducimos; se trata de un túmulo encerrado dentro de una ,pequ^a
muralla circular que a «su vez aparece limitada por un gran anillo de gruesas
piedras. "Eísta tumlbaHOsario con cista pétrea de 1'% metros de largo está tapada
por dos grandes tablas de tea con una ranura en el centro (mejor agujero
en cada una, con piedras especiales para taparlos) ¡para entrar la mano y permitir
levantarla, y varios lajones alangado». En uno de los costados de la fosa
y en la iparte superior, está una gruesa viga de tea que sostiene las taipas de
la sepultura. Dentro de la fosa se recogieron 14 esqueletos humanos... Sobre
la tapa de madera... fué hallado un esqueleto humano." Esta extraña disposición
no parece asemejarse « nada de lo hasta hoy conocido en la isla.
Por lo que hace a habitaciones, no son menos importantes los resultados
de los traibajos del Sr. Jiménez. Citadas de antes o no. ha estudiado numerosas
cuevas-viviendas (entre ellas la de nombre tan sugestivo, en Tazartico, cueva
de laa Tibisenas). Si algunas veces, como las que imenciona del Barranco de Ar-guineguín,
san «imples «ulapones completados con muros rudimentarios, las
más son cuevas artificiales o ampliadas, que afectan la forma típica de recinto
rectangular con alcobas laterales. E^to da una planta aproximadamente cruciforme
que es preci^antente la usual del interior de las nuimerosísinM» casas
aiborlgenes, mks o menos ciclópeas, estudiadas por toda la isla. En efecto, estas
carne, .por fuera ovales, por dentro cruciformeai, en algún ca»o con' restos del
envi^fsdo de .madera, de las que ya hace años la propia Contisctiría desbrozó muchas
en Gál<iar, cerca de los famosos túmulos, aparecen ahora en otro» muchos
puntos, má« o menos arruinadas. En los Caserones, de la Aldeai, constituyan
también, como en Gáldar, verdadero poblado con calles; en otra» partes se ha-
(6) Jiménez Sánchez: "La necrópolis de Arteara", Revista de Historia,
VIII, 1942, pé^s. 144 y «i^^ientes y lámina adjunta.
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Han también: la Puntilla (Mogán), el Clavo (Gáldar), la Caletilla, las Gamlme-sillaa
(La Aldea), Montaña del Corral Canario (Tocodomán), Pinitos Neigros,
Lamo Gallón (Arguineguín), etc. De este último lugar se meincionam tanubién
casillas circulares por dentro y por fuera, peno evidentemente la disiposicidn cruciforme
resultante de las dos alcobas laterales debió ser la típica de la casa canaria
ideal. Desigraciadiaimente, por ahora los halla/ygos no permiten aventurar
algo Jíobre la forma de aprovechar esta disposición.
Loa objetos hallados en toda» estas excavaciones, salvo la figura esquemática
que reprodujimos en nuestro número anterior (frente pág. 325) son, al parecer,
de tipos conocidos. Su importancia estribará, no en giu valor aislado, sino
en su relación eon el lugar oonocido de procedenci.-\, del que carecían la mayoría
de las "ipiezas de museo" hasta hoy coleccionadas. Se trata de cerámica,
utensilios Uticos y óseos y basta restos de soldarlos de junco de una tumiba de
torreón del Barranco de Agaete. Las demás sepulturas, al parecer, carecen siempre
de ajuatr funerario, si no son algunas de Gáldar, de las que se menciona cerámica
(como ya se halló, tan notaible, en el gran túmulo de la Guancha).
En fin, sólo una puiblicación sietemática con todo el material gráfico necesario
permitirá valorar plenamente esta afortunada camipaña arqueolópca, publicación
en la que, creemos, debe huirse por «hora de comparaciones prematuras
con la prehistoria europea y africana y atenerse simplemente a los hechos.
En todo caso no mezclar una cosa con la otra. Pero desde ahora D. Sebastián
Jiménez Sánchez, realizador de tanta labor, merece por sn entuadaamo, constancia
y acierto la fel¡<átación cordial de los que por el pasado de Canarias nos
interesamos. !