Un período oscuro de la vida de Pedro de Vera
por HIPÓLITO SANCHO DE SOPRANIS
Grandes l a u n a s de la historia dk.' Pedro de Vera.—Pluralidad de
sujetos del mismo nombre todos perteroecientes a utia misma época,
ciudad y familia.—La alcaidía del castillo de Ttempul.—La juradería
de la collación de Saini Mateo.—El obscuro episodio del asesinato del
alcalde mayor xericienae Juan García dé Castro.—¿Intervino en él
ed conquistador de Grait Can^a?—Pedro de Vera alcaide de Cádiz
y sus entradas allende.
Que la hiisitania de Pediro die Veaia está llena d!e grandicS lagunas no es
oosia que extrañará a quiéraos ihiayain tenido que ocuparsa de rehacer ihi
biloigrafía de peamioas que vivieron em su misma época, aum del relieve dIe
Mosén Die^o die Vallera o el cairdeneil de S. Sixto Fr. Juaai de Tonquemadla,
pues militan laa mismas rozones en pro de la dificultad en todae loe casos;
pero lo quie ya inio ete' taln fácl e» que la aftise'naia die tioido género die fu«|a-toa,
a»í documembaáas oomo nairrati'vas, llegue al extremo cievtam«intae
desesiperaoiite de mieetno caso, pairtiouilarimenite «m lo que se refiere ai imo
corto periodo die la vidia died aloaáde de Jxmesia que va diesdé isu Inacimáem-to
havta que en ptena madlurez is* eracairga del goibdemo de aquella villa,,
en el que dará la m.eidilda de au emergía, de su leaütad ai rey y de sus exr
cepcionadies coindiiciones para ila ,gU£¡nna de banderías que destrozó la comarca.
Salvo aiíguai» memcióaní dte paaada—descentrada cronodógicamento
y con ribetes de inexactitudí—de oigiin historiador, nadla •se halla en loa
difusos tratadiatas y amalistas de Jerez, y la pluraiidiad die homómimois,
que no ha sádo fáciJ dáertá'nguir, extravía en má'a die urna ocasdóti al tratar
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ide lalbriirse piaso al iicarvéa áe la seáva vkigeuii die las aotaa capiituilares y
otros dooTiimieiiitos—por desg^acáa imiy parcos, y muy diezmados—que nos
restan deJ segundlo teircio á^ isógño XV en Jerez,, «u patria. AJSÍ, pues, "no
(ha sido lÁ abundante tó iescogida la mies C0¡edhada ÍÍM las investig'ado-
«lies, cuyo fnuto ofrecemos a tos leotores, que por su miema im;an«xidad y
fraigimtemtariisimo tenemos que organizaír en una serie de notas, que no estudio
orgánico y oompUeto, acerca de dnco puntos que ayudarán al futuro
iiiietoriadlor y son oomio piedlras miliariai» era uin desierto: a) Pluralidad
de Pedros de Viera sincrónioo» y medio de diistiniguirlos; b) Pedro de Vera
ailicaidle del castillo jer.e»aino de Temipul; c) Iníterveinciión' de Peldro de
Vera &a el cabildo xiericienise oomio jurado por la ooll'ación de San Mateo;
d) El epásodio del asesioato del alcalde mayor Juaní García da Caetro y
qué initeirvenciótti haya podido tener eni el trágico suceao al futuro oor.quis-taidor
die la Gran Oafliaráa, y e) La alcaidía de Pedro de Vera en Cádiz
con su intervención en la conquista de Gibraltar y sus expedicionte
lallende.
Si fuera pasible desarrollar loi asuntos conforme su interés e impor-tancáa
pareoem demandar, el presente trabajo haibría de aieanzar proporciones
méfl propias del libro que del estudio destinado 'a ver la luz en una
revista, pero como la falta, no sodamenta de documentaición fundam:intal
y directa, sino aum de eJa otra indirecta que permite trazar el culad.ro y
dlesiJaoar en él, obliga a d'ar ©scuetamente los escasos datos que se 'han
podido ir alumbrando no isin dificultades y <3on urna liantiltud abrumadora,
no3 hajbremos de liraitaír a idiar un poco eliaíborados los m'aiteriales, pues la
leotuTia de Mp piezas .cmcontrad'as es muy ingrata pana quien no s=:a in-
V*atigador de oficio; y reservaremos para una serie de apéndices la inscir-slión
íntegra de aquéllas, atemitos siiempre a salvarlas de una posiblsi dles-ía(
piarLcióin, dadoe los múltiples enemigo»—humedades, incendios, ir/sectos,
incoimprensiÓTi...—que aun is'n estos tiempos de inidudable elevación del
inávei «ultur'al de las masas tienen los fondos dte a.rcihivos, máxime cuando
éstos no están bajo la tutela del Estado. Se encontrará, quizá, que pasar
moa en laálenfcio algunos hecihos que una tradición, que es lo único que nos
iluetrab'a acerca die Pedro de Vera antes de su intervención en las bande-
TÍais oomarcades, ¡nos haibfa tranismitido; pero, sin .negar la posibilidad de
»u exieitemcia—frecueoitemente en eisias tradiciones y leyendas tan attiti-guaa
e iiniM.s.teintes l'ate ntn fondo de verdlad desfigurada—, preferimos no
utñizarla», pues qtuerrfamoa hacer una labor poeáitiva de iinvestigacióm.
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preparando materiailes para una biog^raffa fundaimanital, donde quizá tengan
9U luigar esos ecos del 'pasado y s? oonvientam €ta. precioeois recursos
que aclaren puntos dudosos o, colocados' en mi propio lugar, permitan
aproviechar su precioso contewido para nosotros aun hermético. Dado lo
fragmentario y disperso de la documentación utilizada, crcemoe muy pro-baibles
hajlazgoe afortuinados si se continúa la labor; A a ellos contribu-yein
estae páginas nos oonsidlerairemos compensados d'eJ esfuerzo que ham
exigido, y desde ahoPa rectifilcamo:.i los errores die int;.rpretaoióin cm que
podamos haber imcurridio. Traibajador modesto y leal, nurca aspiramos a
decir la Última palaJbra.
Ura de las primeras dificultades con que se tropieaa aü tratar de establecer
la cronología—pues en la caá totalid'ad de los casois no :e posible
pascar más allá de la localizaicitón temporal de los hechos que formarn la
trama de la vida de Pedro de Vera, en lo» años de la miiisma que estudiamos
en el preserte trabajo—e.i la pluralidad de individuo® del mismo nombre
con que ise tropieza al inveetiígar y que en un prilncipio origina dudas,
incertidum'bre.s y nwiy frecuentemerite errores iiada fácilos de corregir
por failta de elementoB de contratste da los miamos. Y se aumenta la
confusión y la dificultad de orientarse se duplica oon el hecho bastanibe
repetido de equivocar documento;: de carácter ofidal, títuüos y oficios que
han iSíTvido al calbo de tiempo para separar uras historias do otras, como
ocurre con los de alcaide, que aunque lo normail 09 sie aplique ail conquistador
de Oaxarias con alusiones a haiberlto sido dte Ximera, Cádiz y Arcos,
tal cual vez se •nomibr'a así a uin isu muy cercano pariemte, que Ho fué de la
villa marítima de Bstepora, y el de oomandadior, que TÍO correspondiendo
más que al segundo, profeso en Santiago, en <íierta ¡"niformación de ser-vidioa
del otro, ise le ha dado por quienes fuerow aun compañeros de aventuras.
De aquí la necesidad de establecer como preliminaír de nuestra labor
la eerií dIe los Pedros de Vera, dieudos, coetáneos y conterráneos que
aparecen en la documentación jerezatia de los dos últimos tercios del cuatrocientos
y apuntar aJ mismo tiempo los criterios diferencial ce. de más
fáicil aplicación para dfistiniguirloe. El caso .no es único en la histonia local,
pues algo análogo ocurre oon el iniieto del oorquiístador de Gran Oa-naiiia,
Alvar Núñez Cabeza de^ Vaca, confundido con un su homóinimo a
quie!n se encuentra repetidamente en a«ta® capitulares y otros documen-
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tos públicos de siu cáudad natal, a cuyo cabildo servía como mayordomo
«n 1561 (1).
El primero y más célebre de ios cuatro Pedros de Vera que enicointra»-
mioü en la hisitoria xarioieniae ded p;xíodo aludidlo es el comendador Pedro
de Verla, p©r»aníije de peso •exi la vida de la ciudíad, al<3aád2; de Estepona,
comemdadior de Santiago, aJbanderizado en Ja facción de los Pones y fuai-dlador
de la dapálla de los de su liinaje en la igleisiia comveinituiail del monaste-xio
de Saai Pnancisco el Real dé «u patria, donde, se mamdó sepultar en un
arca deoorada con sus armas. Hombre de carácter enérgico, cuando no violento,
los enlaces femeninos de su rama, tanto ascendente como descendente,
colocaron a ésta en «ituacáón imás ventajosa que a Jas que pr'oveiníain
del alcaide su pariente y le permitieron gozar deed'e su juventud de una
regidiuría penpetua—traoisformada dtispues en veinticuatría—, que le daba
amento eo el con»istordo jerezamo, lo que de hecho no consiguió ej co!n-qiíisbadlor
de C&nairíai» hasita muy a la madurez de su vida, a pesar de
cierta merced enriqueña de que hialbremos de ocuparnos a «u tiempo (2).
La relación familiar entre uno y otro Pedro de Vera la haice «er.sible el
siguiente árbol giemeaJógico, que en «u mayor parte hemos podido comprobar
como exacto, oon ayuda de documento;;! fe(haciieint£s:
I. Rodrigo de Vera, Caiballero dle la Banda,
con D9 Catalina Cororjel
II. García de Vera Iñigo de Vera
con DS Aldonza de Vargas con D* María de Ribera
III. D* María de Vera Ñuño de Vera
oon Diego González de Mendoza con D* Catalina de Zurita
IV. Pedro de Vera Mendoza Pedro de Vera
Gobernador de Gran Canaria Comendador de Saíntiago (3)
(1) Cfr. Documentos del archivo del Marqués de 'Ca»a Vargas Mar
chuca. Un documento intcrmantei para la biografía de» Pedro de Vera)^
pág. 26; Cádiz, 1943.
(2) Sobre Pedro de Vera el Bermejo, como sus contemiporáneos nombraron
al comendadoír, cfr., a failtia de um estudio que bien merece 'en la
galería de jerezanos destacados dé lo® últimos años de la reconquista, lo
que hubimos de decir sobre él ail estudiar en San Francisco el Real 'de
Jerez de la Frontera en ei siglo XV (Archivo Ibero-Americano, 1945, pár
ginas ' 3 3 - ^ de la tiznadla aparte) 8U capilla sepuicral, sita en aquel nno-naisrterio;
en la mota 27 se hace una indicación de fuentee qvíe puede ser
útiü, bien que casi todajs ellas documenibales e inéditas.
(3) Cfr. Alonso López de Haro: Árbol de los Veras. Linea III de
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Un critefio bastante seguiro para distinguir en lia documentación coeitá-nta
cuánidío ae trata del gobermadar y cTiándo del oomendadbr—título^, qu«
ofreoen el inoonveniiente ée ser relativaimante itardíos y el de enipkarse
alguna vez equivooadlamente., ooimio antee se indicó—es el de que mientras
el hijo 4e Kuño de Ver-a es regidor (y más tarde veiintiiouatro) desde aoiA
tes dé 1450. el hijo de D* María de Vera ¡no logró serlo hlasita que tras
no ipocaa discusionea su gran amigo el Marquési dte Cádiz consiguió se le
admitiera por el caibiñdo de Jerez en 30 de mayo de 1472. AiSÍ, pu.s, oomio
ea raro en esta época se dejen de usar los títulos de veinticuatro y jurado,
no ya en Ha documenitación oficial, siino en la puramante privada, ai en^
conitrar con aiguino de estos calificativos a un Pedro de Vera ae yigue la
exduüióin del aioaide de Jimenia, que eis objeto d2 inuestras investigacio-nea
(4).
Otro Pedro áe Vera, con el cual se tropieza 'bastante tn las actas de
cabildo xericdensiee a partir de 1464 y que firma muchos de los documeoi-tos
pacificadores diefl aigudo decenio 1467 a 77, en que lasi banderías entre
lais casas de Niebla y Marchéna ensaffiígrentaron tartas veces lau calles
de Jeírez, es uno a quien frecuentemente .se designa en IOÉI documentoe
can ailueión al .nombre de su padlre y que fué rocihido en ei cabildo de siu
patria como jurado en 14 de aeiptiemibre de 1464, miercedi a los buenos oficios
de D. Beltrán de lia Cueva, muy (interesado en favorecerle. Lo miimo
an el acta capitular en que consta lo dicho que en otras posteriores y en
diferentes documentoe coetáneos ae le llama Pedro de Vera, fijo de Rodrigo
de Vera, probablememte para distinguirlo de los homóinimos lainteriorBS
y de alguno más que tendremos ocaeión de mencionar (5). Homibre de influencia
y de carácter ino fáciil dte dominar, aus intervenciones capitulares
acusaln una ijyersoalidad bastíante recia, que le llevó a oficios conoejilee,
como él die alcaide mayor de la jueticia, que desempeñaba en 22 de fabrei-ro
de 1466, y Je merecía lia conisideracián de axiis ooonipañeros de consósto-los
Veras de, Xcrvz de la FronU'ra, ,pág. 54. Como se ve por el árbol, estos
dos Pedros le Vera, «i bien parientes', mo eran muy inmediatos.
(4) Aun cuando «ea adelantar rioticias que tendrán máis adecuado lugar
en otra pairte, diremos que ell gcibarnadlar Pedro dte Vera no fué redi-cibido
veinticuatro die Jerez,, a pesar de sus igrandles servicios, hasta el 30
•de mayo de 1472, según consta «n el libro caipituilar del referido año, folio,
20, habiendo hecho muy ipoco uso dte este ofidio.
(5) Cfr. soibre la concesión de Ja juHad)ería a este Ped^o die Vera, qu,e
lo fué por la ootllaci6n de San Diomíe, lia» actas cantenidas en el cuaderno
capitular d« 1464, <aJl»i(ldo die 14 de septiembre, al foJ^ 140 v.
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rio, según acredlita esto que se lee «n caibüdo celebrado en la fecha alnitjes
aludüda, que plaintea o, mejor didho, agrava el probiama de la ipluTaJidlaid
die Pedros de Vera, a no ser que ee trate—eomo lo oree(m>o£f—de un ermxr
del coipasta de lias actas: "el diidio Pedro da Vena jurado y allcalde mayor
dixo quel dicho Pedro de Vera (sic) su hermano le escriuieria que esta
cibdad por le faser merced' le escriuiese al señor conde de Feria telnie'n-
•dole en especial giraoiía y merced la honrra quel dioho Pedro de Vera ha
rregiui'do qiíe aey lo lleve adelante quel ide su parte asy lo pedyla que lo
mandasen dar..." (6).-La gracia fué concedida, y aunque la repetición del
nombre de Pedro parece oponerse a la hipAtesi» de tratarse de una confusión
del jjendoMata, seguimos ac^ptárdola, hasiba tanto que no se encuen-trien
pruebas positivas que la cotradigan. El oficio de jurado que eete Pedio
de Vera desempeñaba deside 1464 hace fácil su disrtinoióln del gobernador,
a partir del año mencionado; pero no ocurre lo propio con aquei-llos
que lo precedieron, como muy pronto tendremos ocasión de experi-mentairlo,
al estudiar el eangrienito episodio de las banderías jerezalnao
que fué el aiseainato de cierto magistrado de tiránico gobierno, en quiein
Jerez hizo juistícia a secas tomándosela por su miaño.
Otro Pedro de Vera que aparece ein algunos dooumentoe', bien que no
muy numerosos, y da la impresión de ser persona de merioa relieve social
que loa anteriores es un Pedro de Vera Banades, que algún historiador
del siglo pasado quiso ¡der.itificar y de heoho identificó con el conquista-,
doT de Gran Canaria. El personaje es real y tanto más fácil de distinguir
de los otros tree sus homónimos y(a conocidios, cuarto que aparece con dos
de ellos en algún documento y puede probarse la ausencia de Jerez del
tercero en aquel tiempo; pero como no sabemos si alguina vez aparece sin
el aditamento del Vanados—ya con b ya con v—; resulta difícil eeitiable-ccir
un criterio que de modo fácil, rápido y seguro .permita distimguirle de]
comerdjador, del alcaide y del jurado sus homónimos y faimiliares. Y a es»-
to Mitimo nos autorizan loa áubolee genealógicos que de los Vena de Jerez
formó Haro, em uno de los cuales se comsigna el maitrimonio de Alonso
de Vera, hijo de Ñuño dte Vera, quien casó con Catalina Bar.ades, de quien
huibo isuceaión que en distinguió en servicio de la corona, tanto en las expe-diicioneg
a África como en la guerra de Granada (7).
(6) Cfr. Cundervn cnpítvkir il • iáfí7, cab'ildo de la fecha citada en el
texto, fol. 45 V.
(7) Este Pedro de Vera Bianades, cuyo nomlbre aparece en las histo-
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El cniarbo Pedro de Vera ya puede «niponerse que es el que noí ocupa
y a quien la diocumentacidn ilamm a partir de 1460 "©1 alcaide", por ««erlo
suoesdvaaneinte de Cádiz, Jimena y Aireos, y desde su easpediciión a Ganaríais
"el giobernador", títailo que conserva aún en documentos emarjados
de la chancillería real mudioj años después de su retomo de kis Islas
Afortuna;dia®.
Trea eipisodio;; de la vida de Pediro de Vera que dejaron huella ea la
vida iinunicipail de su patria nois> van a permitir llenar aligo el largo p3-
ríodio que va d««de sus primeros años haislia el corregimiento alcaidía de
Cádiz, tras de cuyo oficio es posible estaMieceír con cierta preiciBián su cronología.
La alcaidía del casitillo de Tempul, una de las más principales^—
miejor «eiría decir la principal—de las fortalezas desperdigadiaa por el vasto
alfoz jerezano, su elieoción como jurado de la collación dte San Mateo y
»u intervenoión en aquel samigriento drama del asesinato del alcalde mayor
Juan d)e Castro, con toda su secuela de jniotines, resistencias y, al cabo,
emigración a la plaza fronteriza de Jimena. Todo,; tres airven para
conocer a fondo ciertos rasgos fundamentales de la fisonomía histórica
del futuro conquistador de Gran Canaria, y vamos a estudiarloe cronoló-gioamente,
situándolos al mismo tiempo, en cuanto posáble sea, en su propio
escenario.
La provisión áe la alcaidía del castillo de Tempul Cünatituía urna de las
regalías más estimadas diel concejo jereziano, agraciado con tal merced por
Fernando IV, cuyas liberalidades no biien aceptadas ,por los moradores de
la villa formada en tomo de la fortalEza hubieron de ser ratificad'as por
Alfonso XI en 20 dte febrero dte 1483 (8). Como todos los otros que pertenecían
al concejo, éste de la alcaidía de Tempul circulaba por las collacio-ri'Bs
del atialiisita jerezano Bartolomé Gutiérrez y del P. Rallón que van
extractando los cuadernos oapituliares y sería ocioso dar referencias de
ello, hay que relacionarlo con lo apuntado por Lópe'z d'e Haro en Árbol citado,
pág. 55. De una confusión ha debido .nacer el halber Iliamado Bsiiíai-dles
de segundo apellido aligún escritor posterior a los hechos ai conquisrta-dor
de la Gran Canaria.
(8) La documantació'ii acerca de la cesión del castillo de Tempul a
Jerez puede verse en lia Historia y anales de... Xerej dp la Frontera, díl
Bartolomé Gutiérrez, vol. II, año 1333, ipégs. 186 y 190. Como es frecuente
en este erudito cuanto desordenado escritor, hay que controlar su transcripción
de los textos que no peca de cuidada.
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mes en que la chidad eetaiba dividida y se proveía al comienzo del año en
aquiella persona a quien geg^ún los usos estalblecidio® le tocara, que préstate
di pleito ¡homenaje de estilo y eervía por ai o ,por teinientsi, que es lo
que oouffrió en el caso de Pedro de Vera que nos ocupa. Falitan (no ipdícoía
cuadernos de fedhos oorresipondiéntes al cuatrocientos, y solamente gracias
a una mención incidental de un caibiJdo ibastainte posterior y a otra
mención del hisitoriadior Rallón, que tuvo a la viista el texto original de Ja
historia de PV. Juan de Spínola,, que máe feliz que nosotros alcanzó mayor
copia de documentos medievales conservados en el larohivo xericien^
9e|, podemos eataibl^er no soilametnte el desempeño del ofiíoiio por Pedro
de Vera sino, también, la fecha iprobabJe del mismo y el nombre de isru
«ucesor.
OcuTirió que, con miotivo de la provisiión de oficios del año 1466, Pediro
Camadho presentó peticián en el cabildo de € de enero diel indicado año,
en la que pedía para laí la alcaidía del castillo de Tenípul y alegaba, entre
otras razones.: "qulel dicho su padre ovo ofiísyo de alguasiladlgo eeys mese*
e asy miaimo ouo desipues da su fin oficio de akaydia de fcemipul e juana
giutiierrez su madre que lo ovo en su nombre pedro de vera aleayde tm
yerno" (9). Como el apelativo áe alcaide en. la docun*eintaoión oficial y
particular de la época suele darse al conquistador de Camairias, tenemos
aquí que éste desempeñó, aunque con, el carácter de teniente y en nombre
de »u euegra—pues en el repartimiento de oficios tanto como a la
honra se miraba a los beneficios que en el Oírden económico reportaban—,
la 'aflcaidía del famoso castillo jerezano, hoy en ruilias. Y que no se trataba
de una alegaciótn sin fundamento lo conveiicen la comíprobación q|uie
trayendo a la «ala capitular los libros dte fechos del año en que la designación
se hizo el mismo consigna el acta que hicierotti los caballeros irte-gidores
(10).
El P. Rallón, que en «u hiatoria halbía ooneigmado escuetam:nte el hecho
en lai9 palabras siguientes que, por el desorden «on, que consigna las
notioiaia, iiudinaría a suponerlo realizado con jKJsterioridad a «u verdadera
data, nc»s da igualmente el ¡nombre del sucesor: "FU año pasado hiabSa
eido aicaidte de Tempiil Pedro de Vera; entregó la alcaidía en esite año o
(9) Cfr. Cabildo oit. en el texto, cuaderno capitular fól. 93.
(10) Cfr. Cabildo cit, loe. cit.
327
Aloniso Núñez de Villavioencio, que fué elegido para ella" (11). Esto, que
aparcice entre «uiceeos acontecidos en el año 1455, da pie piara suponer su-ced'idia
la elección de Juana Gutiérrez y por ella de »u yerno en el año
anterioír die 1454, a lo ouial paireen cupotoErse docuimentos iimporta'ntes de
carácter oficial;, qae tendremos que utiliaar un poco más adelante y d»
los cuales »e deduciría que efactivamente el futuro alcaide de Cádiz y de
Jimena mo tenía máa función pública en el 54 que el oficio die eacribania
pública que, segú'n fué uso en estoe añoa, había heredado de s.ii padre Die-gio
Gómez.
Sin emibargo, todas las diiscusione» se cortan aun {Vlaaiteando algún
nuevo problema, que no nos toca resolver por el momieinito, con el encuentro
del aiguiente miandtwniento capitular que se halla en las' actas del cabildo
die 30 de enero de 1455 y copiamos' íntegramente en lo que nos interesa
aquí: "El Ooncejo, corregidor, &, estando ayuintados en nuestro cabillo
llamados por noiestro portero ...... mandamoe a vos pedro de vera regidor
desta cibdad e alcaidte del castillo de tempul desta citodat que lucigo
visto este nueertro Tnandamiento dedes e entreguedee el didho castillo die
tempul lo alto e lo baxo del segund el pleito omenag'e que vos por ©1 fesdstes
a alfonso muñes die villavicenicio vesano desta oibdad a quien la tenemcia del
dioho castillo copo e.'»te año en que estamos por oficio en la collación de eant
saluador" ( l i a ) . Esto explicará la ausencia en la caei totalidad de los ca-bildoa
reuinddos, después de tomar posesión de la juradería de San Mateo,
de Pedro de Vera, y su constancia «n asistir paisada la época en que desempeñó
la peligrotsa y comprometida alcaidía.
Así, poes, «n eJ año 1454 pudo ser alcaide de Temipul Pedro de Vera. Y
.no 'se ha deslizado un error al redactarse el aiota oaipátular de 6 de «ner«
de 1466, cuando en ella ee ddoe taxativaniienit», traa de comsiiginaipse las razoi-nea
de Pedio (üasnaciho: "faíblado «obre esto fue dicho que se truxese el
a»yento del Jybpo del caWldto de mili e qiiatrocieaKfco» e ciíiquenta y quatsMo
oñoa e fue traydlo e enidl se fallo didhio aayento sobre el dicho castillo en
(11) Cfr. Fr. Esteban de Ralló-: Histnrii... dr... Xrrr-z íf- In Fron-trrn,
trat. XIIT. val. IH, pág. 219, Jerea, 1892. El docto y diligente Jerónimo
hp.bla un tanto confusamenite, auirque parece decir que la alcaidía die
Tempul había sido desempeñada por Pedro de Vera em el CUT»O de 1454. No
hemo8 podido colocar e^^ su época la magistratuTa de su sucesor Alfonso
Núñez de Villavicencio, que hubiera sido una solución indirecta, pero segura
del problema, por falta de documentos. '
(11 a) Cfr. Cabildo dt., fol. 13.
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[lia fecha ©n 'Manco] dyas de [iblaaioo] enero del dioho año e en [(bianoa]
• dia3 del dioho mes del dicho año e visto todavía ensyatio que sin embargo
de aquello deoiia auer el diicho ofíicio de al^gioasil porque la dicha su miadre
de tal no eopo ni fue dedlo saJbidora..." (12), redacción, cuyais omisiones en
materia de fedhas demucstrafli «e hiao un tanto de memaria y con ánimo
de conisiultar documenitos que luego no se vieran y que pudo muy hien in-cuirrirsie
en una equivocación de año—tal vez el cincuenta y trea—que haría
deeapareoer la contradicción entre el hecho cierto del desempeño de la
alcaidía de Tempul por el alcaide Vera y el aparente de que no lo era aü
comenzar el referido año 454, a:;gTÍn lo apuntaban varios documentos, tanto
capitulares como emanados de la oajnciillería real, que luego daremos a conocer
(13).
El oficio r.o solamente era honrado y áe proveciho—en aquella época la
aícasez de medios económicos y las dificultades de la vida hicieron muy positivos
a estos ilustres capitanes solaimeinte pi'ódigos ein el derramamiento
de sangre tanto propia como ajena—, eino además muy comprometido, .por
las entradas oontinuas de los moros serranoe, poco observantes de las tre-giíaia
capituladlas entre las coronas castellana y granadina y las dificultades
de aprovisáonajniemto, y su toma d« posesión se verificaiba con las
ealem.radadies de la época, previo el homenaje eni manos del represeintainte
del Concejo, igemenaimeinte ea l^l|ga^ público, como lias gradtas de la iglesia
del patrón de la ciudad San Dioníis, seguido de la toma corporal de poseeiión
de la fartaliez.a "lo alto e lo baxo de «l[il|a] oom la torre ^dieA- home^vjaige
y de la protesta de no entreigarlio aitno a la ciudad o al Rey o perisianas que
ellos mamdaren, y axjeptabain, en ca»o comtrario, "aquellas pemae en que
cafin los castilhnoia qoe queibrantan el plito omemage que fisieran", estampa
cuatrocentdista en que lia falta de docuimentos uos obliga a quedar en la
generalidad ma entrar en el eaiso concreto de nuestro personaje estudia-
(12) Cfr. Cuaderno capitularle 1466, fol. 93.
(13) Al hacera la catalogación de los fondos capitularos cuatrocen-tistae
diel archivo munieipal de Jerez, ya hace bastantes años, se han colocado
en una carpeta bajo la etiqueta 1452 varios cUadteimois que, como
puede verse leyendo las diaitas que enoaibezan los cabildos o «encillamenite
lae de algunos de los dócunnentois en ellas irnsertosi, correspooten al año
1454, de los cuales hemos de hacer uso en este mismo trabajo, por lo que
advertimos la equivocación, para evitar errores a quienes intereee consultarlos.
329
do (14). Magiietratura enninieniteimenite miliitar, a la que se agreg^iba otnaa
fuincionte de orden dvil, paies al alcaide cofrrespondía goibernar el poblado
entonces bastaaite mimeroso agrupado alrededor de la fortailieza, la alcaidía
de Tempul pudo ser una exeelenite escuela pa'ra quien, como Pedro de Vera
había de reg'ir miuohais e importamtes plazas.
Loa oficioa de jurado erají desde los ,primeToe tíejnpos. de la institución
defl carg'o of ioioo dte eleocito popular que ooinf eríaní a loa que los obtemíaín
la representación de siuis coparroquiíainos en el caihüdo, dueño en buena parte—^
hasta las intervencioaios de la corona más acentuadajs cada vez desde
loo ailibores dol cuatrocientas—de loo destinos de la poblaciójií. Más inmediatos
a lia masa que los trece (regidores, luego transformados ©n veinticuatros
y .al cabo fijados en familias que forman aína arietociracia emá-nentemcmte
militar, su influencia era muy grrande, y, confiadas a elloe ciertas
funcionéis delicadas, así en el orden castrense como en el económico—
la formación de padrones entre ellas—, aparecían oomo loe portavoces de
la parroquia y oomiQ los defensores inatos de la misma. Conseguían con sus
intervencionee bien la siuavización de una caloña, bien la diaminiución de un
tributo, bien la desaparición dé algún agravio inferido por oficiales reales
o del concejo...
Dos por parroqtda y, en ocasiones, uno más que los qus en realidad co-rrcispondíaini,
por haberse elegido t'n nombre de la iglesia privada de San
Ildefonso, fueron miuchas veces el escalafón, .por donde se suibió al regimiento,
y leyendo los libros de cabildos, no solamente del cuatrocientos sino
de siglos posteriores, encontraimos desempeñando las juraderías a per-
«onalidiadieB relevantes de la historia jerezana de tan alta extracción como
saneada flortuna. Por ello, 'no es de extrañar que al vacar una de las dos
jxiraderíaa de la rica collación de San Mateo—aparroquia del mercado en el
Jerez medieval—^la hayan eolioitado en la corte unos, previniendo la elección
popular, y otros, fuertes en ella, hayan defendido «u derecho hasta
verlo finatoneinte reconocido. El episodio ocurrió en 1454, al fallecer Payo
(14) Loe d«talll«3 que en «1 texto se idan e incluso las ipalabras máy-layadas
ae toman diel aota d^e ijyro«tesioinamiento de Antón Sánchez de Pa»-
trana, morabradio aloaidfe de Temipul en 1466, íeni 26 de enero dfe ducho año,
no olbstanite la preitensióen de Pedlro Oamacho, éíi ouñadk> del gobarnador
Pedro <Ie Vera.
830
Patino—antecesor de las famasoa aTcedianos gaddtanoe tan turbulentos co>-
mo de airada conducta—, y tm él se reveló Pedro de Vera como el carácter
férreo que ¡«ostendría, años andamdio, la íplaza de Jiimena, en fr&nte de todo
el ipoder de los gn^aindes andaluces, y llegaría a aaorifiloios mimíagma'bles,
ai no constaran feíhacieinteinente.
Dejaremois la paüabra a los libros de fechos, pues su Lmgrata proala no
deja die tener isabor y encanto. Dicen así, en el cabiM'o do 20 de septiembre
de 1454: "PedTo de Vera eiscriuanio x>uMico rrequirio aj diclho pisquisidor
[FWnamdo de Barrionuevo] que v€(a ©1 deneobo qual tycne al oficio de jura-deria
de isau maitJheo e lo reciuiese ail dicho oficio pues .siegiund el pre-lállexo
desta ciibdad e la eleocioni del feúcha en la dicha codlacion lo deuia
aver e sy lo fisiese haráia lo qute con derecho deuja»; faser e sy lo asy no
fisieise que protestalba e protesto de lo imoatrar e [se] querellar al rey nues>-
tro señor pana que isu aeñoria lo remediase" (15). Ped'ro de Vera no estaba
solo al presentar la fpetSción, pues de la respuesta del pesquisidor «e dcdiu-ce
que le acompañaban en «11 requerimiento otrog doe vetínios importantes
de aquella oollacidn: éí tico Juam Ximénez Camiaoho, cuyos apellidos indican
un probable pariente polMco del aspirante a jurlado, y Juan Rallón,
asoenwMieinlte dtel faimoeo jerócámo que Iniois diejaría la historia prolija y rica
en noticias de laiu patria y cuyas larmas uriidas a la« de los Suárez áe Toledo
figuran en una de las más bellas capillas mudejares del viejo San Mateo,
coinservadas en la espliendidísima fábrica inacabada del actual. En. cuanto
al tono vilbrlante y amenazador del requerimien.to es auténtico eco de otros
escritoa del aspirante.
El pesquisidor contestó muy a tono a eus requirentes, concedierdo que
temían razón en lo que pedíaln, por ser conforme a los privijegiios y UISBS
de la ciudad', pero como homlwe datito y como ovieado curial hacía notar:
"que a el era fecha relación como un hemnlano del dicho Pedro ide Veíra
que paso ettila corte del rey temya del ducho «eñor rey provileion del dicho
oficio", observtación que a un temperamftflto como el del preteiidiieTite hacía
poca mella y quie «(n efecto de imada sirvió, pueis en aquel mi«mo día
(15) Cfr. el texto en el cuaderno capitular del año 1454—equivocadamente
catalogado como de 1452—fol. 70. Loe Camacho te"íain su casa en
San Mateo, donde Pedro Camaoho el Rico levamtaría la magrífica capilla
de los Camacho Spínola de Villaviicenicio, como por sucesivos «"-laces se
hutoieron de llamar; los Veras eran de San Lucas «1 Real, donde temlaní el
patronato de la capilla dte eu nomibre y suntuoso entierro.
331
y con las siOÍl«m'nddadies acostumbradas posesionó Juan Román, escriibaino
del cabildo, previo el acostumbrado juramemto, ia eu colega Pedro de Vera,
en '©1 oficio de una de las juraderías de la collación deil Señor San Mateo
(16).
No ealbemoa hasta que punto «isitaiba blein informfado el pesquisidor Ba-rrionuevo
ni si Martín Gómez de Vera, que ee el hermaino del conquiista-dk>
r de Ganairia que oonocemos, tuviera reliaoione« en la corte y dtesempeu
naba la la sazón la aJcaidía del alcázaír xerüciense ipor ej conde de Arooe
D. Juan Ponce die León, téndTía la expeictativa «n la sucesión de Payo Patino
o su compañero; pero de lo que mo cabe duda es de que alguien también
ligado oom la panoquia xericietee de San Mateo, donde duewrie
el Bueño de Ja muerte en suntuosa capilla de blasonados arnanques en. sus
ojivas de entrada y arcaizante cerramíiento cupuliforme sobre trompas,
trabaja laotivamente en la corte, apoyadk) en sus poderosos deudos, para
desplazar al eJegido por la collación en propio provedho, oonsáiguiendo deJ
débil Bnirique IV qa», por real oéd^ula deiapachada en A.réviaio a 17 de dar
ciemibre áe 1464, le confiriese la juradería vacante en Sam Mateo por mueirte
de Payo Patino. Un pariente del favorecido, que .no era otro que Bstebain
de ViiUacreces, el que será célebre alcaide de GibraJtar después de serlo
de Jimena, Juan Ramos de Cuenca, lo pnesetotó ©n cabildo de 22 de enero
de 1455 y, no oibetante las protestias de Pedro de Vera, el jurado mo ya
«Qecito, sino en ejercádo desde casi un medio año, no isoJamente se dio po-
«esiión de lia juradería al aueenite ViiUacreicesi, sino que se hizo venir al
auiplantado, requiriénddle con el documiento regio, según ise lee eni caibdldo
da 21 de febrero del propio año, en que parecía dejaree oompletlamente liquidado
el seunto: "aquí veno pedno de vefla e respondió ala carta del rey
que le fue presentada poír juain mamo» en nombre de eetevan de villiacre-ces
en rason de la juraderia de la collación de san matheo e dixo que estalla
presto de la complir e en el oomplimi&nto auia por juilado déla dicha
ooUacion al dicho eateuan** (17). Bl pesquisidor Barrionuevo hubo seguramente
de felicitarse por sus reservas seis meses hacía, y Pedro de Vera
(16) Cfr. la referencia de la nota anterior.
(17) El título dj jurado de Esteíban de Villacrrces se presetitó «n ca-bildk)
de 22 de enero de 1455, cuaderno capitular, fol. 8, y en el mismo se
le dio posesión. La comunicacióin a Ped^o de Vera y la aceptación, de éste,
en él miemo cuaderno, al fol. 19 r. La protesta deil ejchonerado ila ipublh-caremos
en apéndüee, juntamente con la real cédula de reposición, que
completa ila diocumentación fundamontail del asunto.
332
retirarse amohinado, no ya sólo ante su fnaoaso, sino ante el aluvi6n de
consejos, de condolencias y de mofajs que »on de liígor en semejantes casos.
¿Pero era el solicitante, mejor dicho el jurado electo .por San Mateo,
el futuro regidor de Jerez y su alguacil mayor o, por el contrario, el fra-oasio
oorrespondió a aJigiino de sus homónimas y parientes ? i No se tratará
de aquel otro Pedro de Vera, jurado largos años, de quien acabamos
de hiablar emtre aquéllos? Hubimos de pensarlo aeá en el primier momento,
pero descartamois la hipótesis sin más que reoord'ar que el "Pedro de
Vera, fijo de Rodrigo de Vera", ni fué escribano pública, oficio que ee
heredaba y el conquiaitador hubo de su ¡padre Diego Gómez, mi entró en la
juriadería hasta el 14 de septiembre de 1464, merced a los buenos oficios
de D. Beiibrán de la Cuevia,, con lo que quedla deacartado; ocurre lo proipio
con el comendador, de años atrás regidor de Los trelce, y ooni el obscuro
cuarto homóttíLmo oeñaladio. Así, pues—^y effl modo die peaccfiomiar amte e(l
atro(pello lo revelaría, si la documentación no lo hiciera—, «1 jurado eleo-to
,por la collacióni de San Mateo y desplazado por una arbitrariedad dieü
íavor real e» bien nuestro héroe, que pronto va a despicarse de la humillación
sufrida y a exiperimentlar Jo que un poeta au contemporáneo, completando
un (pensamiento dantesco, había escoto:
Si en, mitad del dolor tener memoria
del pasado placer es gran tormento,
así también en el contenitamiento
acordarse del mal pasado es gloría.
Sin duda la guacia concedida a Eeteban de Villacreces no había cogido
del todo a ciegas a isu contrincante, ipuee en el miamo cabildo en que Juan
Ramos «olicitalba el obedecimieno del mandato regio, Ped*ro de Vera presentaba
un razonado bien que enérgico pedimento en que, m^nífesitando
los jpunitos vulmerablee del título die jurado expedido por la chianciUeríia
real así en su fondo como en las siolemnidades de isu desipadhoi, pedía «e le
admitiere la apelación para ante el Soberano y, entretanto, se suapendiese
el cumplimiento del título de Villacreces. No «e le oyó, y quizá se (peasa-ra
que habría de «KMnetens ante los hechos oonisuTOados, máxime deapués
de au aceptación de loe miíamos; pero no era el futuro alcaáde áe Jimleftia
hombre que tan fácilmente dejase 'atropellar su derecho y, aprovechando
BUS relaciones en la corte y el favor que le dispensaban cietrtoe grandor
333
a«ñor6a, en particular los allegadoe a la casa de Mardiena, 'a quienes re-preaentaba
en Jerez su propio hermano Martín Gómez de Verai, alcaide
del alcázar-por el conde de Arcos D. Juan Ponce de León, presentóse en
ella, y, iganáradose el favor real com aquiellia defensa d^el Bey que la leyenda
conserva, :sd no fué ej heclio anterior, estaba de regreso en Jerez e.l 3
de aibril del miOTno año 455, triunfante en toda l'a línea, toda vez que eiia
portador de una real cédula datada en Sevilla a 24 del anterior me® die
marzc^, en que se ordenaba reintegrarle en él oficio para el cuaJ había si'-
do elegido, y «e procuraJba hacer menos Sesadrada la situación de Esteban
de Villacreces, que había cometido la torpeza de confiar en la constancia
de ánimo de hombre fcán voltario como Enrique IV, y más con adversario
tan hábU y de tanta decisión como el que tenía. Hubo que obediecer la
nueva disposición regia, y mercedi a ella ge 'asentó con ostaJbilidad en eQ
ayuíntaimiento jerezano el que habría de eer más tarde su veinticuatro.
Así logró lo que iparece haber sido uno de sus ^ande® deseos, si bien que
las vicieitudeis de su azarosa existencia no le permitirán más que pasaír
rápidamente por el oficio. E3 escribano segundón comenzaba a mejorar
de suerte e iniciaír una brillante carrera, acaso la más brillante de entre
sus compañeros de consistorio (18).
Un drama eangriento proyecta una luz siniestra en la vida del alcaide
Pedro de Vera, y, de ser cierta «u intervención en él, sus detractore» tendrían
un buen pumto de apoyo para sua campañas. El horror que parece
haber inspirado a los contemporáneos el suceso, o acaso más la calidad d«
los que él intervinieron, con las consecuencias que produjo, hicieron que
sa tratera de borrar cuidadosaimente sus huellas, y los historiadores que
de él trataron y los que ahora queremos reconstituir los hechos tropezamos
icom dificultades infonmlativas que olbdiígaai a diejiar «In la olbsouridlad y
en la duda tanto las causas dtel crimen como la iparticipaciÓTi tenida en éí
por los varios que intervinieron en su comisión»
Gobernaba Jerez como oorregidior Tristán Daza y, siendo tan sólo hom-ibre
de espada y no de leyes, tenía por alcalde mayor a Juan García de
(18) La ReaJ Cédula de restltudón d} la juiradería de Sa" Mateo a
Pedro die Vera se halla inserta en el cuaderno capitular ijíericiense de 1455,
cabildo de 9 de abril, fol. 35. La insertarcmoe íntegra ei apíindioe, por no
seír corta.
334
Oaiatro, malquisto de las caballenoe y gente princLpaJí de la ciudad por
causas que itaxativaimeiiite ig-noiramos y que los cabHdos en que se trató
del suceso no especifican y se limitan a mencdonar en términos generales
los gravee delitos que había cometido en daño de la colectividad. Como no
fué la paciencia la virtud en que ináa fliorecieran los jierezanos del cuia-trodeoitoB,
un buen día, el 6 de marzo de 14B9, Gonzalo Pérez de Gallegos,
jumtamente con sius heiroanos Martín y Diego González y Pedro de Veira,
entrando en la i>ro<pia casa del al'cailde mayor, le diaron de poiñaliadas y,
dejándolo por muerto, se retiraron satisfechos de habensie tomado la jueti^
cia (por su mimo. Avisado el corregidor Daza vino al lugar del deilito, halló
vivo aunque muy mal herido a su segundo, hízole curar con todo esmero
y temiendo que dejarle en eu casa era invitar a loa inritados eaiemigoa do
Castro a que perfeccionasen su Obra atentando nuevamienite contra la vida
del alcalde mayor, trasladólo a su propia morada dondej, poniéndolo a sa-goiro
y bien vigilado, pronto comignzé a convalecer eil herido (19).
Jerez no acogió con el horror que hoy »2 hairí'a semejante atentado
contra la autoridad, ante» debían ser tales los exces^os oometido» por «1
alcalde Castro, que, reunido el cabildo casi en pleno—asistieron nueve regidores
y ocho jurados—, la determinación que tomaron fué requerir al
corregidor Daza a que nombrase un teniente para el ejercicio de su autoridad
y ise saliese de Jerez, pues con su proteoció-n lal herido poníase en
grave riesgo de que se le faltase al respeto debido y ise perdiera una fuerza
entonces sumaanenite neceeairia (20).
E51 texto dell requerimiento inoa ha sido conservado por Bartolomé Gutiérrez
y no peca de blando al hacer la narrativa de los hechos cpino caiu-sa
motiva de la pretensión capitular de que el corregidor se ausentase sin
dilación de Jerez: "bien sabedes como diz que por lo® merecimientos' d«Q
bachiller Juan Garda de Castro vuestro lugarteniente en esta ciudad y
por los grandes excesos y grandee delitos por leü cometidos mucha
gente de esta ciudad no pudiendo mas tolerar ni soportarlios movidos de
ello co- tra vuestro dictho alcalde imayor con mucbae cauaias legitima» que
diz que .teniani le acuchillaron y esta toda esta ciudad movida a hacer
(19) La histioria de estos sucesoe nos la ha consiervado el P. Rallan resumiendo
al P. Spí'nola, que alcanzó a ver cuadénnos capitulares que hoy
faltan. Cfr. Historia... de... Xerez, trat. XIII, cap. V-VIIi;, páig. ^38 y siguientes.
(20) Cfr. Rallón, op. rit., pág. 241.
335
otraa cosas..." (21) La sombra de FHiente Ovejuna se proyecta aquí y va
a aer eil pueibdio jerezano quién mató al mísero aflcalde, pero continúa el requerimiento
y, emcao-áaMioBe con el corregidor, prosigue el texto: "vo»
sodieale muy soapecihoso a esta ciudad y a los vecdno» y moradorea
de ella y ad aquí hiübieredee de uear dicho oficio de corregidor moverse ha
ella a grandes ruidos e escandíalos e bollicios en. manera que non podria-mo3
bien los remedáar e porque se remedie antes que mas daño haya
por ende pedimos y ixxiuerimas e [vos] afrontamos que luego sin dilación
ni tardanza cometades y encomendedes la jajeticia e correigimietiito e ej
alguaci'ladgo siegiun que lo tenedies a buenas personas sin sospecha
[e] voe vayades luego desta ciudad e fuera de «uis términos..." H requerimiento
se hizo dos días después de la agresiiAn al alcalde Castro, el S die
maírzo, y, comiírendiendo el corregidor J'a gravedad de d'a situación, optó
por dejar su oficio y emcaimiiióee a la corte, en tanto que Iñigo López y
el bachiller Galdames se encargaban, de la persona de Castro y hacían
pleito hoonenaje de defenderlo durante treinta día».
Jerez entretamito no se descuidaba y, para oontrapeisar las gestione»
del correigidor expulso, acordaba en 14 died mismo imes de. marzo enviar a
la corte, domdie oe hallaba efl regidor Pediro de Ver», al jurado Franciscov
deS md«mo apeíllido, su herm'ano, con una carta de creencia, para que ellos
informasen al Rey y a su Cüonsejo de la verdad de los» (heohoe; el mtfnarca
envió un pesquisidor que haciéndose cargo de la persona del alclalde mayor
lo trajera a la corte; no pudo ser obedecido por la excitación de los ánimos,
y puesto García de Castro en la cárcel ipúMica por mejor custokKa,
ya que «us carcéleroe, ."jueltos del pleito homenaje ipresitada, se desenitan-dían
de ella, el 6 de mayo, a lao dios de la madruigada, Gonzalo Pérez, dfl
Gallegos y sus amigo®, quelbr'ando el tejado de la cárcel, ge adueñaron de
ella, ataron los guairdae y, rompieindo la puerta del aposento del alcalde
mayor, oosáénronlo a puñaladas y arrojando su cabeza a la calle se fueron
a tomar seguro en el monasterio de SSan Franci&cco (21 bis). Los alcaldea
mayores quisdieron castigar el desafuero entrando en el monasterio por
tos refugiados; Wulbo neceíaidiad de asaltarlo y, fuerte® «m él aquéllos, al
cabo de varios días de inútiles esfuerzos concluyeron, por salirse, tenien-
(21) Bl texto del requerimiento «n Bartolomé Gutiérrez. Historia y
nales cit., vol. III, año 1459, pág. 31.
(21 bis) Cfr. Rallón, op. cit., cap. VII, pág. 251.
do que contenitairee loa aüoalctes con dar ou«iiita al Rey de todo lo pasado
y írecábir la visita del pesquisidor, ibaohiller Juan de Sepúlved'a, que, tiíaia
mudho ipeleaT, dio su senibencia, y el negwcio tenminó con ¡reitiíarse los principales
culpadioa a servir aH Rey eni la defensa de Jimena, cuyos privilegios
les ponían a cubieorto de loa rigKjrds de la jusiticda (22). Eü episodio es,
como se ve, tirágico y revelador del estado de loe «spíiátu» de aquelloa
diíais, bien que no le falten detalle» pintareBcos como el asalto al miona®-
terio convertido en reducto de los revoltoeos.
¿ Qué parte cupo en él añ conquistador de Oaniairias ? i Es acaso él 'a
quien correisponde el nombre que figura entre, losi agresores del aldaldie
Oaetro? Más de uno se habrá hecho esitas .pregunta»; veamos si es poed-ble
comtetarla®.
Motivos isentimentiales r.os llevaron a contestar negativamente a la
«eguinda, pensando que eJ Bermejo sox primo, hombre dniro y joisticieiro,
podipía haber sido el Pedro de Vera presente en. la Tiocihe del 6 de marzo,
y eJ alcaide de Arcos el ausente en la corte; pero la comisi6n a FVancisco
de Vena para que fuese a reunirse con su hermano obligó al punto a desechar
tal lauposicióni. pufes el juirado era hermano no del último, sino del
primero. DespuéB, reflexionand», nos ha parecido casi seguro lo contrario,
dado el temperaimento enérgico, arriesgado y en el fondo justiciero a
secas del gobernador, en cuya vida no es difícil encontrar actitudes análogas,
y, sin negar la posibilidad de que en el hecho intervinderan alguno
de loB otros dos Pedros de Vera antes indicados—ipersoruas todavía jóvenes
y de escaso relieve social^—', admitir, a reserva de una poco probable
rectificacióin, que sea nuestro Vera el consorte de los hermanos Gallegos
y éste uno de los episodios de su vida que le granjearon él mal concepto
de eanguinario y ciruel en que ise le tenía. El carácter de reacción desmedida
frente a una injuisticia, a un abuso y quizás a una provocación—se
sabe cuan insolentes suelen ser los oaracteres del tipo del alcalde Casitro—
qiue tienen todo estos soceswB y quiei t an bien se refleja en el requerimiento
del cabildo dte Jerez al corregidor Trietán Daza es tan propio de la
p«icologia del futuro proveedior mayor del ejército de Granada, que sin
considerarle—no hay base para ello—como el iprincipal ejecutor de lo que
en el fondo fué una vindicta popular, casi obliga a pensar apriiorística-
(22) Cifr. Rallón, op. cit., cap. VIII, páge. 256-58. El texto de la carta
real de comisión «m Gutiérrez, Historia cit., vol. III, pág. 33.
337
mente que entre los que máa enérgicamente iprotesutaran de Jos desafueros
del referido magistrado y más prestamente se ofrecieran a ponerles término
hubo de fiígurar axjuél. Y la iin.clujsióin de su nombre entre loe que atro-pellaron
la casia del aign:<eidido demuestra que la suposición no 'habría carecido
de base. En'cuaaito a la pairticipaicidn que haya tenido, da ignoramos,
(pues la dieeapai'ición de los autos del pesquisidor Sepúlveda, hasta el (punto
de que desconocemos el contenido de la sentencia dictada, el silencio
de libros capitulareis y otras fuentes coetáneas y la eatudiada eliminacióm
de todo aquello que por la calidad de las personas interesadas resultaría
molesto de exhumar nos impideni entrar en detalles, hasta el punto de
que ni aun siquiera podemos rastrear si el enérgico debelador de los cai-rjarios
rebeüdea de La Gomera figuraiba entre los caballeros jerezano® que
ee hicieron dueños de la cárcel y al día siíguLente tenían a raya a la justicia
desde su refugio d» San Fnancisoo el Real.
En cuanto a juetifrcar o acusar, se nos permitirá abstenernos—no en
vano tenemos isangre del personaje que estudiamos desde iiairgios años
hace—, pero ai no fuera lección demasiado peligrosa para propuesta in-
«istiríamos en las circunstancias que rodearon los hechos, en el ambiente
de la época y en todo ese complejo que, igracias al genio dramáitioo de Lope
a y su ssmxyv a las tradiciones patrias, podemos condensar en una sola
palabra preñada de rico ortnteniidio: Fuente Ovejulna. Solamente que en
este caso Fuente Ovejuna se llamaba Jerez de la Frontera y el silencio
popular no pudo ser tan completo como en efl dirama lopiata.