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ESTUDIOS ETNOGRÁFICOS
LOS PRIMITIS HABITANTES DE CANARIAS
' CÍ>^£VCJ efc ¿V'-^iT
Resumen etnográfico
¡AS l'A ahora hemos pretendido demostrar, y a nuestro juicio nos
parece liaberlo conseguido, que una raza doiicocéfala, de alta
estatura y muy vigorosa, pobló estas islas y muy singularmente
Tenerife.
Esta raza tenia de 170 a 2'00 metros, existiendo entre los
dos sexos una diferencia de 20 centímetros, el cráneo de esos hombres era
alargado y dolicocéfalo, la frente ancha, las órbitas rectangulares, prolongadas
en el sentido horizontal y coronadas de fuertes arcadas superciliares, la cara
muy ancha en la parte superior, la nariz recta y corta, pero no aplastada, el
maxilar superior se proyectaba hacia adelante y era muy fuerte el inferior.
Los dientes, en general, estaban gastados en sentido oblicuo, la barbilla
era saliente, ancha y triangular. Sobre el tercio posterior de los parietales y
la parte superior de la escama occipital, tenía el cráneo un notable aplanamiento,
que ocasionaba un gran saliente del occipucio, el cual se proyectaba
mucho hacia atrás. Kl fémur de esa raza ha sido el más grueso que ha medido
Broca, tiene una curvatura de concavidad posterior, y la linea áspera del
mismo hueso, de una anchura y un espesor excepcionales, forma una especie
de columna o de contrafuerte de salida; las canaladuras de la extremidad inferior
del radio y las del peroné son profundas; la tibia es plalicnémica o en
forma de hoja de sable, aunque tal característica no es tan importante.
La fuerza extraordinaria de esta raza y el vigor de su organismo se revela
140 REVISTA DE HISTORIA
en todo el esqueleto por el espesor de sus huesos y la solidez de las impresiones
musculares, confirmándolo asi los capellanes Boutier y Leverrier cuando
dicen que los habitantes de Tenerife son los más osados de cuantos pueblos
habitan las islas; y hasta ahora ninguno de ellos ha sido preso y llevado cautivo
como los de las otras islas.»
Ahora bien: ¿De dónde vino raza tan notable? Es innej^able que grupos
de pelasgos o pelestas invadieron el Delta egipcio en tres ocasiones, según ya
hemos dicho. Eran oriundos del Norte y llegaban desde el Asia Menor; tenían
los ojos azules y los cabellos rubios, y aún cuando fueron derrotados por los
Faraones, no sólo ocuparon los territorios situados al occidente del Delta sino
que también a los vencidos se les dieron tierras en el mismo Egipto, y a otros
se les empleó en la orilla izquierda del Nilo, «en los oficios que se enlazan
con el culto de los muertos y con las manipulaciones del embalsamamiento»,
según las inscripciones de la época. (G. Masperó, cap. IV, pág. 310).
Pero él imperio egipcio moria en pleno triunfo; todos aquéllos extranjeros
bastardeaban la raza; los salarios eran pocos, al menos los de los simples obreros,
y lo mejor de la paga consistía en cereales o en panes que se distribuían
el día primero de mes y debían durar hasta el primero del mes siguiente;
comían abundantemente y sin ahorrar, y a la mitad del mes les faltaba la comida
y empezaban a quejarse.
Se suspendía el trabajo, los hambrientos abandonaban el taller, e iban a
reunirse a una plaza pública; ios capataces los perheguian, los comisarios de
la policía del distrito, los guardias Mazaiú, los esctibas de la vecindad acudían
y parlamentaban con ellos; muchas veces se les convencía, nuichas otras se
rebelaban: «Tenemos hambre, y aun faltan dieciocho días para ol mes próximo
» «Volved y os juramos solemnemente que nosotros mismos os llevaremos
al punto en que se coloca Faraón, cuando viene a inspeccionar los trabajos
del templo». Dos días después, Faraón llegó en efecto, y el escriba Pentoirit
fué a él con el oficial de policía; el príncipe, después de haberles oído, se
dignó delegar a uno de los escribas de su séquito y a algunos sacerdotes del
templo para ponerse al habla con los obreros.
Estos presentaron su alegato en términos excelentes. «Venimos acosados
por el hambre, perseguidos por la sed, no teniendo ya vestidos, no teniendo
aceite, ni pescado, ni legumbres. Decídselo a Faraón, nuestro dueño, decídselo
a Faraón, nuestro soberano, para que se nosdé con que vivir.» —Lieblein-
Chabas.—Deux Papyrus hiératiques, pág. 38. Y esto repetido durante varios
anos, hacía que el malestar del pueblo aumentara, se relajara el orden social,
que surgieran turbulencias, y que se hiciera imposible la vida del trabajador.
E L É X O DO
Llegó un momento que gran parte de la población paicsta abandonó el
Egipto por no poder sufrir tal estado de cosas, encaminándose hacia el Occidente
buscando tierras en donde establecerse con entera libertad. Tal acontecimiento
ocurrió bajo el imperio de los Ramesidas (1288-1110) en que se hizo
patente la debilidad de los Faraones,
Los PRIMITIVOS HASITANTES t)R CAMABIAH 141
De igual modo fueron abrumados los hebreos en Egipto, aún cuando la
causa fuera en su origen distinta: «Y mandó Faraón aquel mismo dia a los
cuadrilleros del pueblo (escribas) que le tenian a su cargo, y a sus gobernadores,
diciendo: De aqui adelante no daréis paja al pueblo para hacer
ladrillo, como ayer y antes de ayer; vayan ellos y recojan por si mismos la
paja: Y habéis de ponerle ^p tarea del ladrillo que hacian antes, y no les disminuiréis
nada: porque están ociosos, y por eso levantan la voz diciendo:
Vamos y sacrificaremos a nuestro Dios. Agrávese la servidumbre sobre ellos,
para que no se ocupen en ella, y no atiendan a palabras de mentira. Y saliendo
los cuadrilleros del pueblo y sus gobernadores, hablaron al pueblo
diciendo: Asi ha dicho Faraón: Yo no os doy paja.»
En tiempo de Psamethik hubo otra deserción. Cometió este Faraón la
imprudencia de dar la preferencia a las tropas jonias y carias, formando con
ellas su guardia real y confiándoles el puesto de honor en el ala derecha del
ejército. Esta preferencia ofendió profundamente a las tropas indígenas, y
cuando éstas vieron que las guarniciones de Dafne, Marea e isla de Abou no
se relevaron en tres años, tanta desconfianza las decidió a emigrar. En núm«-
ro de 240.000 se pusieron, pues, en martiía con armas y bagajes hacia la
Etiopía. El rey de Napata las recibió con los brazos abiertos y les dejó establecerse
en la confluencia del Bahr-e!-Azrek y el líahr-el-Abyad, donde formaron
un pueblo considerable. En recuerdo del insulto recibido, se pusieron
el nombre de <Asmakh», «las gentes de la izquierda del rey».
Henos señalado las dos anteriores emigraciones para confirmar la de los
pelestas. Efectivamente, de un modo lento, pero progresivo, esas tribus
fueron corriéndose por el Norte de África, deteniéndose algunas veces en las
partes más fértiles de la Libia para luego seguir su marcha. De la Cirenaica
a la Zcugitana, de ésta a la Argelia, y de allí a la Mauritania (1110), hasta la
región del Atlas, rechazando a su paso a los negros, y dominando a los pro-tosemitas.
Descendieron por los valles del Sus y del Dráa hasta las orillas
del Atlántico continuando su avance por la costa africana hasta e! cabo Juby
actual, punto quizá, el más meridional de sus exploraciones.
Desde las cosías occidentales del África se lanzaron al mar obedeciendo a
su fuerza expansiva, en busca de aventuras o empujados por las guerras
intestinas sostenidas por la posesión de los ricos valles de la Mauritania.
Comprueba lo expuesto, el hecho de que cuando los fenicios abordaron
por primera vez a las costas de África del Norte, éstas estaban ya pobladas.
El .África, como los otros continentes, habia ya recorrido una parte de su
ciclo evolutivo, aunque de distinta manera. Sabemos que en el momento en
que Carthago fué fundada, toda una civilización, que empezó como en Europa,
por el paleolítico, se habia desarrollado sobre el suelo del África mediterránea.
Y, en las costas de Túnez, las gentes de Tiro, encontraron en particular, las
poblaciones que edificaron los monumentos megaliticos, cuyo descubrimiento
intrigó tanto, hace una o dos generaciones, a los primeros investigadores
europeos (Pittard). Hemos de hacer constar que esas poblaciones constructoras
de los monumentos megaliticos eran de alta estatura y dolicocéfalos.
Aventuramos la muy probable afirmación de que el tipo pelasgo-ario que
emigró al África unido a elementos puros de la prehistórica raza de Cro-Mag-non
fueron los primeros habitantes de Canarias, y este ha sido el objeto de
nuestros anteriores artículos.
142 REVISTA DE HISTORIA
Asi pues, el orden de llegada a las Canarias de los ramales de poblaciones
ya estudiadas, fué el siguiente:
Orupo« de tribus
C/5
<
<
U
O
u
o
Q
H A R Í A S
G U A N C H E S
o
Ouan-seít
(En egipcio, "hombres
de la tierra del
lago", cerca de Co-codrilópolis)
MAHU-HARIAS
CHAUN-HARIAS
BIN-TCHENI
BIN-BAN-TCHENI
HAUAR-YTHES
CUCÉFALAS ^EÍ^'TAS
BRAQUICÉ FALOS ÜOMERYTHES
De la voz egipcia Taniahu o
T'mahu, que significa "gentes
del Norte".
Del egipcio KA que significa
lo inferior, "gentes del Sur".
Hijos de TCHENERFE,
TCHENIRFE, CHINERFE o
CHENERFE, nombre de la
isla de Tenerife, y con anterioridad
de un patriarca o
jefe.
Hijos de los hijos de Tenerife.
Deriv.tción del anterior,
según la ctiniologia ya estudiada.
Los oriundos de HAUARA,
población fundada por Ame-nemhait
3." y poblada por
pelasgos en t i e m p o de
Ramsés III.
En el estado actual de los
estudios no es posible precisar
las tribus o ramales
que de esta raza hayan emigrado
a las Canarias, aunque
su presencia es indudable.
Raza que pobló principalmente
la Go4Ticra. Von Lus-chan
y Mcyer lo identifican
con el tipo armenoide.
Los Mahu-harias, o actuales Majoreros, poblaron las islas de Lanzarotc y
de Fuerteventura; los Chaun-harias o Canarios, ocuparon princi|)almente la
isla de Oran-Canaria a la que le dieron nombre.
Los Guan-sait o Guan-seit, Guanches, poblaron IHS islas de Tenerife,
Palma y el Hierro, tomanúo denominación particular en cada una de esas
islas, a saber: Bin-tcheni, en la de Tenerife; Bin Ban-Tcheni, (Bimbachos) en
la del Hierro; Hauarytes o Hauar-ythes, en la Palma. De ahi Beny'Haurha o
Ben-hoave, nombre dado a la isla.
Los semitas se asentaron principalmente en las islas de Gran-Canaria,
l.oí, PRIMITIVO» HABITANTES DE CANARIAP 143
Palma y Hierro, y en menor proporción en Lanzarote, Fuerteventura y Tenerife,
donde poca influencia ejercieron, y nada en la Gomera
Sus caracteres distintivos eran: estatura media, 1*65 a 1*67 m., cráneo sub-dolicocéfalo,
menos alargado que el de los guanches y perfectamente ovalado,
cara alta y estrecha, ojos altos, redondeados, muy abiertos, con arcadas
superciliares poco salientes, nariz larga y estrecha, con escasa depresión en la
raiz, pómulos deprimidos, maxilares estrechos, dentadura perfecta y barbilla
un poco puntiaguda y saliente.
La finura de la cabeza y de todo t-l esqueleto es la nota saliente de esas
poblaciones, según Verneau.
Puede admitirse que llegarían a estas islas en oleadas sucesivas con las
expediciones organizadas por los fenicios, y después por los cartagineses; su
origen semita, probado por los antropólogos les señala un parentesco cana-neo,
edomita, etc., pero es muy difícil señalar la fecha exacta de su arribo.
Lo que no admite duda es su grado de cultura, superior a la de los habitantes
que encontraron en estas isLs, y asi vemos que donde predominaron
(Gran Canaria, Palma y Hierro), impusieron su religión y sus leyes sociales y
políticas.
La llegada de los semitas, y el tipo braquicéfalo descrito por Verneau
junto con las tribus que ya residían en el archipiélago de tipo dolicocéfalo,
estabilizó las emigraciones, constituyéndose en definitiva el sistema religioso,
civil y político que encontraron los conquistadores.
Antes de terminar esta cuestión hemos de hacer presente que el elemento
púnico, que seria el que trajo a estas islas los semitas, estaba muy alterado
en sus caracteres por las mezclas, era recognoscible a lo más en la tercera
parte de la población cartaginesa en el siglo IV. Estos libiofenicios estaban
perdidos en medio de una masa que comprendía elementos no fenic'os en la
proporción del 66 por lUO. Estos elementos no fenicios se componían:
1." De un tipo dolicocéfalo leptorrino de norma ovoide con la nariz
frecuentemente siguiendo la línea de la frente, con órbitas circulares, cara
larga (tipo moderno tunecino-argelino dolicocéfalo leptorrino). »
2." De un tipo muy dolicocéfalo de "norma verticalis" pentagonal, con
índice nasal tendiendo a la mcsorrínia (tipo dolicocéfalo de pequeña talla).
Los representantes de estos dos grupos constituían, al decir de Bertholon
y Chantre, el fondo principal de los esqueletos enterrados en las sepulturas
megaliticas del África septentrional, aunque predominando los primeros.
Un tercer elemento humano vivía al lado de los otros en una proporción
igual a estas. Está caracterizado por un cráneo mesocéfalo y por una nariz
fuertemente mesorrina. Esta población ocupa hoy día las regiones menos
accesibles de la Berbería y los oasis.
Lo expuesto, confirma nuestros estudios en su parte principal.
EL MATRIMONIO
En el análisis que puede hacerse de las primeras fuentes históricas referentes
a Canarias, aparece el vinculo matrimonial aunque no en, su forma
perfecta.
Hablando del matrimonio en la isla de Lanzarote, dicen los capellanes
Boutier y Leverrier: "La mayor parte de las mujeres tienen tres maridos, que
144 REVISTA t)E HIStORIÁ
alternan por meses en sus funciones conyugales, y el que sale de turno sirve
de criado a la mujer durante el mes siguiente".
En Oran-Canaria, afirma Pedro Luxan en sus «Diálogos matrimoniales»,
que "una Canaria tenia o casaba con cinco maridos".
En Tenerife, dice Fray Alonso de Espinosa, "en agradando al varón alguna
mujer, fuese doncella, viuda o repudiada de otro, pedíala a sus padres (si
los tenia), y si ellos consentían, sin otra ceremonia ni concierto, quedaban
casados con el consentimiento de ambos. / tenían las mujeres que querían y
podían sustentar''.
El repudio estaba en práctica, añadiendo el autor citado que aquel se realizaba
sin que procediese causa alguna para ello, bastando únicamente que
cualquiera de los esposos no quisiese continuar viviendo con el otro. La
mujer repudiada podía volver a casarse, y casi siempre se casaba otra vez,
pero los hijos habidos en el matrimonio anterior quedaban ilegítimos, teniendo
un nombre especial para designarlos: al varón se le llamaba Achieuca y la
hembra Cucaha.
En el Hierro, "Casaban con la mujer que querían sin tener respeto a parentesco,
excepto a las madres o hermanos, y daban al padre o madre de la
moza cierta cantidad de ganado, por que le diese su hija". Abreu Galindo.
De las demás islas no existen datos concretos, pero de los dados a conocer
se deduce, a pesar de las opiniones en contrarío de escritores muy posteriores
a la conquista, que en las Canarias existían dos clases o formas transitorias
de matrimonio: La Poliandria en Lanzarote y (iran-Canaria, y la poligamia
en Tenerife y quizá en el Hierro.
Analicemos esta cuestión.
Bachofen, M'Lennan y Morgan convienen en que la condición primitiva
del hombre, desde el punto de vista social, fué un estado en que no existía
el matrimonio, o como podemos decir para llamarlo de alguna manera, un
estado de matrimonio comunal, en que todos, hombres y mujeres de una asociación
reducida, se consideraban como igualmente casados unos con otros.
El primer autor citado piensa que, después de algún tiempo, las mujeres
ofendidas y escandalizadas con tal estado de cosas, se sublevaron contra él,
y establecieron un sistema de matrimonio, que aseguraba la supremacía de su
sexo; de modo que el marido quedaba sujeto a la mujer, la propiedad y el
linaje se propagaban en línea femenina, y las mujeres disfrutaban la parte
principal del poder político (matriarcado). Llama al primer periodo de hetai-rismo;
al segundo de mutterrecltt o derecho materno.
En la tercera etapa, la influencia espiritual del padre prevaleció sobre la
idea más material de la maternidad. Los hombres reclamaron la preeminencia;
la propiedad y la filiación siguieron la línea masculina; el culto del Sol
suplantó al de la luna, y se verificaron otros muchos cambios en la organización
social, principalmente porque se llegó a reconocer que el influjo procreador
del padre era más importante que el vínculo material de la maternidad. El
padre, en efecto, era el autor de la vida; la madre una simple nodriza.— Bachofen,
Das Mutterrecht.
Lubbock, ampliando esta cuestión estima que el matrimonio comunal fué
sustituido gradualmente por el matrimonio individual, fundado en el rapto, y
que éste condujo primero a la exogamia (casamiento fuera de la tribu a que
pertenecía el individuo) y de aquí al infanticidio femenino. (Loe. cit. pág. 97.)
Esa sustitución gradual de! matrimonio comunal por el individual dio
I,os l'KiMirivos HAIUTANIKS PF, r\NM;iAs 1 lo
origen a formas transitoiiat. (poliandria, poligamia, endogamia) que como
tales, no entran en el proceso normal del desarrollo estudiado. Ya las hemos
visto establecidas las dos primeras en estas islas.
La poliandria, practicada en Lanzarote y (Iran-Canaria, y no sabemos si en
alguna otra isla más, podemos considerarla con Morgan y M'Lennan como
una fase necesaria del progreso humano. Si la definimos, no obstante, como
el régimen en que una mujer se casa con varios hombres, pero con ellos
exclusivamente, (como parece deducirse de los historiadores de estas islas), a
diferencia del matrimonio en común, entonces nos inclinamos a mirarla niá.'^
bien como un fenómeno excepcional, hijo de la escasez de mujeres.
En cuanto a la poligamia establecida en la isla de Tenerife de un modo
tan primitivo y tan libre, no debe sorprendernos si recordamos la Índole de
las relaciones entre marido y mujer en los pueblos primitivos. Hay otras
causas no menos poderosas, aunque quizás menos salientes, a las cuales debe
atribuirse un gran influjo. En todas las regiones tropicales las muchachas son
casaderas muy jóvenes, adquieren temprano su belleza, y se ajan pronto,
mientras que los hombres conservan la plenitud de su virilidad mucho más
tiempo.
Ahora bien: cuando el amor dependo, no de la semejanza de gustos, aspiraciones
o simpatías, sino sólo de los atractivos exteriores, no hay que asombrarse
de que todo varón que pueda hacerlo, se procure cierto número de
favoritas, aunque la primera mujer siga figurando nominalmente al frente déla
casa, y sea en realidad la confidente y consejera del marido. (Lubbock).
Hay además, otra causa que sin duda ha ejercido gran influencia Mucho
tiempo después de ser destetados los niños, la leche sigue siendo una parte
importante y necesaria de su alimentación. Nosotros proveemos a esta necesidad
con la leche de vacas o de cabras; pero gentes que no tienen animales
domésticos o son escasos, no pueden hacer lo propio, y por lo tanto, no destetan
sus hijos hasta los tres o cuatro años de edad, durante cuyo periodo
marido y mujer permanecen generalmente separados. (Lubbock).
Abreu üalindo, en las negaciones que formula en el libro 2" cap. 3.",
pág. 32, confirma lo expuesto por el eminente sociólogo ya citado. Dice asi:
"Ni tampoco es cierto que a las mujeres preñadas metian en los templos, ni
que después de paridas estuviesen apartadas de sus maridos, y que tuviesen
(aquellos) facultad de comprar esclavas para satisfacer y apaciguar el apetito
de la carne..."
El matrimonio en la isla del Hierro tal como lo describen los historiadores,
señala un progreso hacia la unión individual, y a la vez un reconocimiento de
los derechos paternales, de suerte que los padres pueden vender y venden a
sus hijas en matrimonio. El precio de la mujer se determina, naturalmente,
según las circunstancias de la tribu, y todos, o casi todos los jóvenes laboriosos,
pueden comprarse una Pero mientras estuvo en vigor.la comunidad de
mujeres, eso hubiese sido imposible casi. Un matrimonio particular era una
infracción de los derechos comunes, que exigía compensaciones; y he aquí en
mi sentir, la verdadera explicación del sacrificio que generalmente estaban
obligadas a hacer las doncellas antes de que se les permitiese casarse. (San
Agustín Civit. Deí. VL 9 citado por Lubbock).
146 REVISTA T)V. HISTORIA
EN IKFANTtGIOIO FEMENINO
Confirma el estado primitivo de la sociedad, canaria y su proceso evolutivo,
la muerte que se daba a las hembras, hecho hoy explicable según los
estudios de Lubbock, que señala el proceso seguido por la humanidad desde
el matrimonio comunal al individual y sus diversas transiciones.
Veamos los autores que traian de esa cuestión respecto a este archipiélago:
Gómez Escudero escribe que los canarios "tenian ley de matar todas las
niñas que tuviesen, como no fuese primera en el primer parto, por haber venido
a número de catorce mil familias y ser años estériles, mucho antes de la
conquista".
"Habia en esta isla muchos hombres, y muchas más mujeres, que se dice
juntarse catorce mil hombres, y viendo como iban en crecimiento y que los
mantenimientos les faltaban, y no se cogían frutos que bastasen a su sustento,
por no vivir en estrechura, entrando en consulta y congregación a que llamaban
Sabor, acordaron e hicieron un estatuto para que se matase todas las
hembras que de allí adelante naciessn, con que no fuese los primeros partos
que las mujeres hacían, porque a los tales vientres reservaban para su conservación,
y supliesen los frutos que la tierra produjese, y no les faltasen como
había sido los años atrás. Este estatuto y ordenanza duró pocos años..." Ab.
Oalindo, libro 2°, cap. VI, pág. 107.
"Había más mujeres que hombres, hubo número de diez por uno; tenían
ley establecida de matar todas las hijas que naciesen, como no fuese la primogénita,
porque habiendo en la isla catorce mil familias y hubiese año estériles,
morían demasiadamente unos por otros". Marín y Cubas, mss.
"Este conflicto (el de la falta de mantenimientos y desmedido número de
ciudadados), dice Viera y Clavijo, era en el fondo una verdadera felicidad,
pero f' Sabor, o primer Consejo del Estado, queriendo aplicar el remedio ¿qué
hizo? Tomó casi el mismo expediente de Faraón, acordando que se diese
muerte a todos cuantos niños naciesen, y se reservasen solamente los primogénitos
de las casas". Viera se equivoca al incluir los niños en tal sacrificio,
pues no fueron sino las niñas como muy pronto demostraremos, aparte la afirmación
terminante de los autores ya citados.
El doctor Chil insiste en "poner en duda un hecho que desdice altamente
de la moralidad de aquellos isleños, del acendrado amor que tenían a sus
• hijos y de la consideración con que trataron hasta a sus mismos enemigos e
invasores".
Sin embargo, el hecho es muy cierto. El infanticidio fué muy común entre
las sociedades primitivas y hoy día entre las tribus salvajes. He aquí la
explicación que nos da Kubbock: "Mientras los hombres eran poco numerosos,
los enemigos eran raros, y la caza vivía confiada. En tales circunstancias,
nada tentaba ai infanticidio femenino. Hablan ciertas cosas que las
mujeres hacían mejor que los hombres, algunas ocupaciones que éstos les
dejaban por orgullo, por pereza o por las dos cosas. Pero luego que en un
país se hizo algo más densa la población, llegaron a ser un estorbo los vecinos.
Invadían ios sitios de caza y hostigaban a esta última. Por tal razón,
aunque no hubiese mediado otra, se habrían provocado guerras; y una vez
empezadas, se reproducirían coatúiuamente, bajo distintos pretextos.
Una tribu débil, que podía dar hombres para esclavos, mujeres para espo-
Los PRIMITIVOR BAbltÁÜTtiB && CAKiftlAS leí
M'iim Lpjii .11 I I . - - ,.ii».iir r-r-sas,
y ocasiones para satisfacer la sed de gloria, brindaba con mil incentivos a
una tribu fuerte. En semejantes ocasiones, las niñas se convertían en fuente
de debilidad de varios modos: comían, y no cazaban; debilitaban a sus madres
durante la infancia, y, ya mayores, eran una tentación para las tribus vecinas.
Con esto se comprende fácilmente el infanticidio femenino". J. Lubbock.—
Los orígenes de la civilización, pág. 120.
M'Lennan, saca la consecuencia de que la práctica del infanticidio femenino,
haciendo escasear las mujeres, condujo de una vez a la poliandria dentro
de ¡a tribu, y al rapto de mujeres fuera. Primitive Mariage, pág. 138.
Sea así o como estima Lubbock, lo evidente e innegable es el hecho de la
muerte de las niñas que con tanto empeño se ha querido poner en duda.
En artículos siguientes continuaremt s estudiando, las irwtituciones políticas
sociales y religiosas de la primitiva sociedad canaria, en relación con las
razas que las poblaron.
B. BONNET.