Ensayo provisional sobre los sellos e inscripciones
canarios
(Apéndice III, de la edición de Toman!, por D. J. WSIfel)
(Conclusión)
Eü primero que halló tescripciones canarias y las did a coTioccr fué Karl von
Pritz (1). En la antigua cueva de las príncipes de Belmaco, en la Palma, halló
dqs piedras cubierta» de signos. No se trata de una "inscripción" •en sentido
estricto sino aólo de "petroglifos megalfticús", rtóipecto de lo que insistiremios
lluego. En 1870, el nombre de lugar Los Letreros, en la isla del Hierros llamó
la atencióm de D. Aquilino Padrón, de distinguida familia de la nU>9ma isla; des-pu^
de.laboriosas buscas descubrió sobre un bloque de basalto pendiente hacia
el mar,'verdaderos sijrnos de escritura. Els significativo qu^ este nombre de lugar,
Los LetrerM, aparece en lais islas varias v^ces y precisamente donde realmente
hay inscripciones; el pueblo, por tantíi, estaba familiarizado ciSn la presencia
de estos escritos; solamente lois eruditos nadia sabían de ellos. Todavía
D. Aquilino, en parte con ayuda de su hermano D. Gumersindo, halló otrais dos,
inscripciones mucho mayores, en el Barranco de Candía (1873-75) y» en el
Puerto de la paleta (1881) en la misma isla. Sus <Sopias fueron publicadas por
S. Berthelot y poi" Víctor Grau-Bassas. y Ma« (2). Chil y Naranjo estudió las
inscripciones del Barranco de Balos y en la Montaña Bermeja (S). Yo. sólo he
podido examinar las inscripciones del Barranco de los Letreros y las de Bcratai-ga
y de la Montaña Bermeja en Gran Canaria, y estas todavía superfícialntente
porque confiaba en Volver a las islas en otoño de 1^83- y poder reunir todas las
inscripciones en fotografías y calcos.
Hasta tanto que se pueda íealizar esta recopilación de todas las inacripcio- •
mes de manera irreprochaible y estudiar luego cuidadosamente el piaterial obtenido,
ino «e podrá decir nada definitivo sobre los letreros canarios, ni siquiera
sobre su difusión en las islas y los motivos d^ «u reíaíticióñ. Mi impresión, iJtor
ahora, es que ^ conjunto de ellas está situado en las costas y en los miiros dé
(1) "Reisebilder von den Kanarischen Inseln", Petermanns Mitteilungen,
1867. Bull. Societé geog, de Parísi 1875 y ia7«.
(2) El Museo Canario. IV, 295, 833, 370; V, 265, respectivaniei^.
(3) Estudios históricos... II, 282-296 y también 150-161.
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roca de los barrancos, cerca ya de su desembocadura en el ^mar. Incluso la ins-criipción
del 1-U'ga.r d* sacrificios de la Montaña Bermeja, en^Gran Canaria, está
bastante cerca del mar, y sólo Ja deil de Bentaiga está más lejana, aunque sólo
a liYias horas de camino. Así las estaciones estarían limitadas prin-cipalmente a
pequeños puertos adecuados al tamaño de laá naves del final del neolítico y
principios de la Edad dd Bronce, y a la 'boca de los río» donde se hacía atguai-da.
Cort^Uo se relaciona la idea de navegantes viUjeros que visitando las islas
aguaban y refrescaban en sus costas. Solamente las dos inacripciones en los
grandes santuarios de Gran Canaria se oponen a ello, pues se hallan en relación
deliberada con un conjunto usado perdurablemente en las isJás y su significación
guarda relación, sin duda, con los mismos lugares de sacrificios. Es'tq supuesto
es sólo provisional y acaso nuevos hallazgos lo alteren del todo. Apenad
ee ipuiede dudar, dada la reJación de" lo demás de la cultura, especialmente de
Gran Canaria, con las más antiguas culturas superiores mediterráneas, de que
en aligún tiempo el conocimiento y uso de la escritura era propio del país y de
sus habitantes,
Las inscripciones, por ahora todavía enterawientj aisladas, de Fuerteven-tura,
se Jiallan en relación con una magnífica conistrucoión ntegalítica, o mejor
"ciclópea", que recuerda mu'cho la¡s ooñstrucciorees subterráneas de Malta. Pero
antes de lanzarlos a datar las inseripciones canaria^ debemos investigar «u wa-
¿araleza y carácter. E3 primero que dio una Oípinión fundamentada fué el general
Faidherlbe (4), gran jiionero de las exploraciones culturales del Norte de
África. Según él se trata de iniscripcion«>s paleo-numídica» y lo que contenigan
que no eea tal procede de errores de los copistas ó' deterioros del tiemipo. Este
punto de vista es, en lo esencial, ¿1 del berberólogo francés" M^trcy (S), que declara
poder- leer las inscripciones; solamente que entre los signos aparecen otros
desconocidos. Como el valor fonét'<^ de los signos paleo-numídicos es, hasta _
cierto punto, seguro, por lo menos para Numidia'y en los dos primeros siglos
"de la colonización romana, no haiy dificultad para la "lectura" mientras no aparecen
"dignos desconocidos". Otra' cosa es la interpretación; hasta ahora, incluso
para la inscripción bilingrüe de Thugga, cuyo contenido conocemos, fólo se
consigue a medias, e igualmente las inscripciones Tifiíiagh del Sahara, se leen
muy escasamente. Si admitimos que el contenido lingüístico de las inscripciones
en iberéber, hallaremos pronto para este o aquel grupo de signos una palabra
/(decuada tomada de cualquier dialecto berberisco. Yo leo, por ejemplo,-"ha estado
aiquí" y otras frases seimejantes, pero puede ser todo un ipuro espejismo;
^una parte de las inacripciones canarias seguramente no será berberisco, del
mismo modo que una ibu«na parte de los restos lingüísticos de las Canarias no
son lbert>eriscos.. (Viáe apéndice 11.)
C»mo en el barranco, de Los Letreros, de Gran Canaria, hallé sólo signos
"paJeo-iiumídicos", creí firmemente que todas lae inscripciones eran precisamente
numfdicas, hasta que el estudio cuidadoso de todo el material que pude alcan-
(4) Bull. ^Societé geog. de París, 1876, 628 y sigs.
(5) ^pticia en Arambourg; Boule; Valois; Verneau; Arph. de l'lnst. de
Paléontologie humaine, M^ém. XIII, 236 y sigs.
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zar me probó lo contrario. Si es indudable que una buena parte de las inscripciones
son paleo-npmídicas, es también samuro que hay mucbas donde se mez-claíi,
en proporciones variables, signos paleo-nuiinídicos con signos dcsvonocidos, y
además existen inscripciones completas que iKida tienen que ver con el paleo-numídico.
Una parte de estas inscripcioives que on manera alguna son padeo-nu-mídicas,
son inconfundiblemente petroglif^;s mogalíticos. ((ue se bailan en cual^
quier parte del mundo a donde alcanza el iMegah'ticu. \U'VK M',]O. precisamente,
en las costas y en las orillas d* los grandes riosi, esto es, en áreas exclusivamente
niarítimas.
En mi concepto estos petroglifos son testimonios de un estadio previo de
la escritura. Nos ocupábamos antes de "escritos idiftmáticos", esto es, de signos
gráficos que nos dan un valor fonético y a tra\ és áe este una comunicación
lingüísticamente formada, i'ero ahtes de los escritos idioniátieos hubo "ideogramas";
éstos sólo dan representaciones y conceptos que el lector tuvo que interpretar
y que según las posibilidades de su respectivo idioma pudo reproducir en
numerosas frases diversas. Este e,stado previo de la escritura lleva a l:!s 'más
antiguos escritos idiomáticos que conocemas, todavía con ideogramas, progresivamente
más estables y daros, y cuya nota no idiomática ha constituido la mayor
dificultad para su desciframiento. Adieniás de los jietroglifos mogalíticovs
hay otros testimonios de las aintiguas escrituras ideográficas, de este estadio
previo de la escritura; así, verbi igracia, las antiguas representaciones del mundo
y del tiempo, que Friedrtch Rock (6) nos ha enseñado a interpretar con suficiente
seguridad, y toda la e.scritura iconográfica mexicana, que nunca superó
el estado de escritura ideográfica, aunque sus últimos desarrollos alcanzan ya
la escritura idiomática, como el final de la escritura ideográfica en los jerogH-ficos
egipcios y la escritura cuneiforme. Pero, además, en los límites de la difusión
dé las más antiguas culturas superiores se halla extendida entre los pueblos
llamados primitivos actuales -(que en realidad son «pueblos rezagados). Un
sistema de escritura ideográfica que casi coincide por completo en 4us signos
con los petroglifos megalíticos (7).
La otra parte df! las inscripciones "en modo alguno paleo-numídicas", se
presenta como íin sistema de escritura del todo independiente de Jos petroglifos
y de las in-scripciones paleo-numídicas, cuya afinidad y origen he intentado
establecer en trabajo de largos años. La versibilidad de los signos según la dirección
de la escritura y la completa libertad de esta dirección es común a este
género de escritura y al alfabeto paleo-numídico y a su derivado el tifina^b, pero
tamlbién, además, a ciertos géneros de escritura "paleo-cretense". Confío en
poder dar tambiérí, dentro de poco, pruelba detallada de (pie hay una gran cor
munidad de signos con esta escritura paleo-brotensc. Sin duda este género de
escritura canaria no e» en modo alguno una rama de la escritura cancilleresca
(6) "Der Palaezodiakus", Stuttgart, 1912. "Kalender, Stemglaube und
Weltbilder der Tolteker", Mitt. d. Anthropol. Ge?. Wicn 1,11, 1922.
(7) Esto es, las supervivencias culturales no sólo do una determinada época
primitiva, ®ino también de todas las culturas que en el transcurso de los
siglos estuvieron en contacto con ella. Mi definición ha sido 'hace pocd aprovet-
6hada, sin mencionarme, por cierto vienes.
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de las tabletas de tierra cocida de los ipalacios de Creta, aunque muchísimoSi signos,
incluso en cuanto a su enlace con signos auxiliares diacríticos, coinciden
del todo. Dados los actuales conocinvientos de las inscripciones canarias y de la
escritura cretense toda comparación debe quedar de momento ipendionte.
De todos modo», áf irnio que de todas las especies conocidas de escritura la
que muestra más próximo parentesco con este tipo de escritura canaria es la
cretense. Aun así no creo en una relación inmediata, por lo imenos de la Creta
del pleno Minoico, con las Islas Canarias.'Los paralelos culturales y la cerámica
nniestran la cultura marginal de las Islas Canarias en indudable relación con
el primitivo Mediterráneo, con el Egipto predinástico y protodinástico, la Creta
premiñóica y protoiminóica, pero con la cultuVa propiamente egipcia y con la del
pleno cretense nada tiene que ver.
En consecuencia tampoco la escritura pudo venir de Creta en tiempos mi-nóicos,
sino que este tipo totalmente nuevo de escritura canaria debe ser el de
2a "cultura occidental", aquella alta cultura hasta hoy desconocida que tuvo
una rama modesta en las Islas Canarias, que en sus efectos marginales se puede
reconocer por todas partes en África del Norte y Occidental, que constituyó
componente importante de la primitiva cultura de Egipto y de Creta y cuya
trabazón íntima con la antigua cultura europea occidental tiene que ser todavía
estudiada. La naturalez-a do esta primitiva cultura sólo lo conoceremos, empero,
por completo, cuando demos, no con una rama modesta, sino con uno d!e sJs
centros. Pero ya desde ahora esta cultura es una realidad, tal. como lo fué la
cultura cretense desde las excavaciones de Schiliemann y antes de las de Creta,
aunque de momento fué relacionadla con las otras antiguas culturas superiores,
ya conocidas, y no a su verdadero núcleo propio.
En las láminas adjuntas doy algunas muestras de inscripciones que debo a
mi amigo D. José García Ortega, Canónigo de la Catedral de Tenerife. La figura
1 muestra petroglifos megalíticos, algunos de los cuales han sido repasados
con (tiza. La fig. 2 es un (buen ejemplo del segundo género de escritura en orden
cronológiico. Como en el mismo tablero de roca hay varias escrituras colocadas
unas encima de otras, independientes entre si, fueron confundidos grupos
de síganos que no tienen conexión mutua por el repasado con tiaa. La inscripción
pirincipaJ está trazada en espiral y parece empezar • arriba en el centro, ir en
arco ibaoia abajo y enrollarse. A su derecha empieza ^e nuevo una espiral, va
íhacia abajo y luego máe a la dere'cha hacia arriba. Remito sólo a los signos
marcados con una flecha, en el centro arriba con vuelta hacia abajo izquierda,
que se repite a derecha del centro con giro hacia derecha y que, en relación con
signos auxiliares diacríticos, aparece al final del 29 arco, girando hacia la de-pecha
arriba. Lo mismo, sólo que en igual combinación con signos auxiliares, es
ya conocido en Creta.
La» figuras 8 y 4 son buenos ejemplos del tercer tipo de escritura, que lla^
mo de transiición porque representa indudablemente en su repertorio de signos
(8) _ Por «ugerencia mía una vienesa, Dt Amelia Prank, colecciona todo
el material de escrito» ideográficos de los pueblos rezagados, para intentar el
prortietedor ensayo de una interpretación de los petroglifos partiendo de las sdg-mficaciones
conocidas. ••
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un tránsito de la escritura occidental rica en signos, con^su sella cretense, a la
puramente alfabética del paleo-numídico.
Finalmente la fig. 5 nos muestra inscripciones que podrían considerarse coi-mo
auténticamente numídicas, si no estuviera todavía intercalado, a veces, un
"signo desconocido" de la escritura de transición. La inscripción marcada con
flecha dice eri «u línea derecha aquí ha estado (lercita con la a canaria como
exponente de la 39 «persona del singular, vid-e Apéndice II, múm. 161). El nombre
propio de la línea izquierda, naturalmente, no lo puedo leer.
Y ahora, para terminar, todavía una afirmación: en otra parte alguna del
mundo se ha hallado hasta ahora en un mismo paramento de roca un capítulo
tan completo de la historia de la escritura; desde los petroglifos megallticos,
escritura ideográfica, a una escritura idiomática primitiva, y de ésta, en entera
conexión por medio de una escritura de tránsito indudable, hasta una escritura
alfalbética ya conocida. Por tanto las inscripciones canarias no tienen en modo
alguno menor importancia para la historia de la escritura que las inscripciones
del Siniaí y los textos de Ras Sbamra. ¿No se hallará, por fin, la posibilidad de
reunir estos preciosos monumentos de un gran pasado curo-africano antes de
que hasta la última inscripción sea volada por los actuales canarios, como mu-ohais
lo han sido ya, para constniir carreteras para automóviles ?
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