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Númeroa í7?A'¿^'^''^l^t]!!!!!!^^ Julio-Diciembre de 1959
UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
REVISTA
DE
HISTORIA CANARIA
Dlr*cton Dr. Elias Sanra lUkf oU, Catadr&tleo ám Historia
Tomo XXV La Lajfuna do Tenerife (UUs Canaria») Año XXXII
La conquista de Tenerife
Un reajuste de datos hasta 14%
Por J. ÁLVAREZ DELGADO
ADVERTENCIA
Necesitamos comprobar ciertos detalles geográficos e
históricos de las valoraciones propuestas a nombres y frases
de una gramática guanche en redacción. Obligados a buscar
en nuestra historia insular la verdad de ciertas interpretaciones,
nuestros cronistas a veces contradecían los documentos
y los hallazgos lingüisticos; y el acopio de datot y
pruebas nos llevó mucho tiempo.
Una vez hecho el trabajo, pareció convendría a los lectores
de esta Revista hallarlos ordenados sistemática y cronológicamente,
como base de futuros estudios de plumas
más especializadas.
170 [2]
Nuestras interpretaciones, no seguidas por otros historiadores,
tai vez no sean admitidas siempre; pero junto a
los datos documentales e históricos acopiados hallarán los
lectores curiosos datos de una documentación lingüística
más copiosa, que las apoyan.^
* La bibliografía que segfuimos en este estudio está fundamentalmente integrada
(aparte obras que individualmente señalaremos) por las obras de conjunto
sijraicntes:
VtXRA Y CLAVIJO: Noticias de la Historia General de las Islas Canarias, ed.
Madrid, 1772-1793, y otras posteriores.
CHIL Y NARANJO: Estudios Históricos, Climatológicos g Patológicos de las Islas
Canarias, tomos I, H y III, Las Palmas, 1876-1891.
Fr. ALONSO DE ESPINOSA: Historia de N" S" de Candelaria, edic. de Ciorines-cu,
Santa Cruz de Tenerife, 1952.
Fr. JUAN DK ABRÉU GALINDO: Historia de la conquista de las Siete Islas de Canaria,
ed. Cioránescu, Santa Cruz de Tenerife, 1955.
ANTONIO DE VIANA: Antigüedades de ¡as Mas Afortunadas de la Gran Canaria,
Conquista de Tenerife y aparición de la Santa Imagen de Candelaria (Poema)>
ed. Moure,' La Laguna, 1905.
ToRRIANí: ed. Wolfel, Leipzig, Koehler, 1940.
ANTONIO RUMEU DE ARMAS: i4/onso de Lugo en la Corte de los Reges Católicos,
Madrid, s. a. [1951-1952] (Monografía muy importante sobre la conquista de
Tenerife).
Las dos revistas especializadas en la Historia de Canarias:
«El Museo Canario» (Las Palmas) y «Revista de Historia» (La Laguna).
Como aportaciones documentales son del mayor interés los VI volúmenes hasta
ahora publicados de «Fontes Rerum Canariarum» por el Instituto de Estudios Canario*
de La Laguna, que citaremos con la sola palabra Fontes, el tomo y la página.
Entre las crónicas de Gran Canaria citamos con mucha frecuencia las de Sedeño
y Escudero, editadas por Darias Padrón (Gáldar, El Norte, 1936); la Matritense,
editada por Millares en «El Museo Canario», núm. 5, 1935; y la Topografía
de la Isla de Gran Canaria del P. JosÉ DE SOSA, que citamos por la ed. de Santa
Cruz de Tenerife, 1943.
Para el problema de Los Portugueses en Canarias, citanws el hermoso estudio
de este título de SERRA RAroi.s, y para la historia de Pedro de Vera es muy
notable el estudiA del DR. WOLFSL: Donjuán de Frías, «El Museo Canario», Las
Palmas. 1953.
13] 171
Primera etapat Tenerife laabordada
(Haata 1444)
Desde la época de Juba/ que dio a, la isla de Tenerife el nombre
de Nivaria, hasta el año 1424 no hay noticias de que expedición
o conquistador aljfuno pusiera pie en ella. £1 relato de la expedición
de 1341 dice expresamente que Nicolosso da Recco y sus
marinos no desembarcaron en esta isla; menos pudieron hacerlo
los Vivaldi y Lanzarotto Maloxelo, y ninguna concreta noticia tenemos
de llegada a Tenerife de las otras expediciones a Canarias
del siglo XIV.»
Ni siquiera las razzias de esclavos, asaltos, correrías y conatos
de posesión de las islas Canarias entre 1402 y 1425 por parte de
Maciot de Béthencourt, Guillen de las Casas y dé los portugueses,*
ni las predicaciones de los franciscanos de Fuerteventura han dejado
referencia, aun mínima, de posesión, entrada o conversiones
en Tenerife hasta el año 1424.
En esta fecha efectivamente tenemos información clara de la
cristiandad en cinco islas de este archipiélago: además de Lanza-rote
con su vieja diócesis de Rubicón,^ se crea la efímera diócesis
de Fuerteventura, y hay cristianos y capillas también en Gomera,
Hierro y Canaria. Pero de Tenerife y La Palma,' aunque son tam-
* J. ÁLVAREZ: Las hlaa Afortunadas en Plinio, apud «Revista de Historia»,
núm. 69, 1945, pp. 26-61, csp. p. 40.
* B. BONNET: Las expediciones a las Canarias en el siglo XIV, icp. de <Revit-ta
de Indias», 1944-Í945, Madrid. 1946, p. 33.
> Para este oscuro periodo, ver SiRRA RXFOLS: LOS Portugueses en Canarias,
La Laguna, 1941; tema sobre el que volvemos en un estudio sobre La Gomera, en
preparación.
* J. ÁLVAREZ: El <rRabicón dé Lanxarote», apud «Anuario de Estudios Atlánticos
», 1945, pp. 495-561. Para la diócesis de Fuerteventura: WOLFIL: El efímero
obispado de Fuerteventura, apud «Investigación y Proceso», 1934, pp. 84-89.
' En nuestro citado estudio sobre La Gomera estudiamos largamente eiAe
particular. Es inexacto que la bula de 20 de noviembre de 1424 diga que en La
Palma hay una iglesia. Las allí señaladas son fres: la de San Marcial en Lancaro-te,
la de Santa Maria de Betaneuria en Fuerteventura, y la de Santa María d«
Palma (o Lolma) en La Gomera.
172 [41
bien del señorío de Las Casas, sólo dicen los documentos eclesiásticos
que «podrá con ayuda dé Dios conseguirse la conversión de
sus indís;enas y provecho de las almas» (Chil, Estudios, II, p. 422).
Por tanto, Tenerife hasta 1424 es res nuHius en el orden
religioso cristiano y en el orden político de la dominación efectiva,
aparte el derecho regio y pontificio del señorío, concedido a Guillen
de las Casas, y de ios conatos de los franciscanos, posibles
pero no asegurados, de penetración.
El periodo de 1424 a 1444, con el efectivo abandono de Guillen
y la relativa tranquilidad de Maciot y los portugueses en este
sector, tampoco nos suministra noticias de ocupación, dominación
o presas en Tenerife, si bien es probable que más de una vez
fuera campo de presas o asaltos para captura de esclavos por parte
de Maciot, los gobernadores de Guillen y los portugueses en continuo
tráfico por estas aguas. Pero extraña que no haya noticia
ninguna de esclavos de Tenerife, mientras de La Palma tenemos
informes más o menos claros, y también una referencia concreta.
En su declaración en la Información de Cabitos (Torres Campos,
p. 128) Antón Fernández Guerra dice se cautivaron 75 esclavos
en La Palma por Maciot y un «obispo de Canaria», que sospechamos
sea Fray Francisco (1436-1441), sucesor del obispo Calvetos,
pues fue destituido y relevado del cargo por bula del papa Eugenio
IV (en 21 de junio de 1441) por «cometer enormidades ajenas
al oficio episcopal» (Viera, Noticias, XI c. 16).
Segnnda etapai Deade 144S a 147C
Aarom d« p«iietr«cl¿ni La Candelaria y los Perasa-Herrera
Aparte los conatos de los portugueses con su arriendo de
Lanzarote (Serra, Portugueses, p. 18-40), en este periodo está el
dominio de las .Islas en manos de Hernán Peraza el Viejo, que
llega a ellas en 1445 y muere en 1452; le sucede su hija Inés Pe-raza
de las Casas, cuyo marido Diego García de Herrera arriba
a las Islas en 1454, y aunque muere en 1485, desde el año 1477
[5] 173
los Reyes Católicos reservan para sí la conquista de las tres islas
mayores: Canaria, Palma y Tenerife.
Además de erigir el castillo de San Sebastián de La Gomera
(14S0), después de un infructuoso ataque a la isla de La Palma,
ocasión de la muerte de su hijo Guillen (1446-1447), y ocasión de
las conocidas endechas contemporáneas de la erupción de Tacan-de,^
nuestros historiadores atribuyen a Hernán Peraza el Viejo
una vigorosa actuación de conquista en todas las Islas. Para la de
Tenerife en particular, sólo tenemos segura una declaración en la
Información de Cabitos (Torres Campos, p. 125), de Juan Rodríguez
de Gozón, afirmativa de «quel dicho Ferrand Peraza conquistaba
a las islas de la Gran Canaria e de las Palmas e Tenerife,
que son hoy día de infieles, e levaba e levó los quintos e otros
derechos de ellas». No precisa esas «conquistas» en Tenerife,
pero los «quintos» sabemos se refieren a presas de esclavos o
ganados.
Al gobierpo de Diego García de Herrera corresponde un
hecho importante: su toma de posesión de la Isla ante el escribano
Párraga en el año 1464, y la posterior erección del castillo de
Añazo por su hijo Sancho de Herrera. Pero a caballo sobre esta
etapa que estudiamos, aunque diversamente fijada cronológicamente,
conocemos otro suceso importante de penetración y conquista;
la aparición de la Imagen de Candelaria correspondiente a
su etapa de gobierno.
A ellos vamos a dedicar párrafos independientes.
' Lai endecha* citadaí por Abréu Galindo (I, 22, p. 108) han lido objeto de
numerosos estudios. Lo mismo ocurre con la erupción correspondiente, sobre la
que por ahora nos limitaremos a afirmar que hubo dos erupciones que suelen confundirse:
la de Tacando en 1446 y la de Tajuya en 1585. Es erróneo llamar «erupción
de Tacande» a la de 1585, cuyo nombre se impuso cuando aún se hablaba la
lenfua indiffena: tacarui* B «tierra quemada» (Abréu, III, 2, p. 265). La erupción
de 1585 (Espinosa, I, 3, p. 30) debe llamarse «erupción de Tajuy»), pues como dice
Tenriani (ed. WSIfel, p. 202) entonces surgió la montaña de este nombre (dada eon
variantes T»uguia, T»gu$eo, etc.).
174 [6]
Actuación de Diego García de Herrera
Aunque doña Inés Peraza hereda el dominio de las Islas a la
muerte de su padre Hernán Peraza (1452), su esposo Diego de
Herrera no ejerce el dominio efectivo de Tenerife hasta después
de su llegada a las Islas en 1455 (¿1456?), después de la transacción
ofícial definitiva del pleito sobre Canarias en 1454 (Serra, Portugueses,
p. 38).
Desde esa fecha hasta 1477 (Información sobre el derecho de
los Herrera) es diversa pero cierta y comprobada la acción de
Diego de Herrera en Tenerife, hasta que los Reyes Católicos toman
para sí el dcírecho de conquista de las tres islas mayores:
Tenerife, Canaria y Palma.
Una primera etapa (1455 a 1459) corresponde a esas vacilantes
e imprecisas operaciones, que Abréu (I, 24, p. 115) llama
«muchas entradas [que] hizo Diego de Herrera en Berbería, Tenerife
y Canaria».
El segundo periodo (1460 a 1470) nos ofrece una política ya
ordenada y de sorprendente paralelismo sobre las dos islas de
Tenerife y Canaria, guiada por idéntico propósito y planes fijos
de dominación. En este largo decenio, la penetración pacífica y
de conversión al cristianismo de los guanches está dirigida por el
obispo Illescas. Con acuerdos y apoyos mutuos, y en ocasiones
con discrepancias, al parecer, entre el señorío civil y el obispo,
se emparejan una serie de hechos bien comprobados. Así, el acta
de posesión de Gran Canaria en las Isletas ante el escribano Pá-rraga
(12 de agosto de 1461) corresponde a la toma de posesión
de Tenerife en el Bufadero ante el mismo escribano (21 de junio
de 1464). Y las operaciones en el castillo de Gando, hasta en su
forma y pactos de erección de la torre y motivo de sublevación de
los indígenas, cautiverio de mujeres^ y robo de ganado, corres-
I Aií lo dice Abréu Galindo (I, 27, p. 129): «habian tomado y escondido ciertas
canarias nobles»; y sobre los cenobios de doncellas nobles (II, 3, pp. 155-156).
Quila fueron tomadas al cenobio de Montaña Bermeja, junto a la de Cuatro
Puertas, muy cercano a Gando y desde aquí visible.
[7] 175
ponden a las operaciones en la torre de Añazo por conflicto en
las presas de ganado.
Un tercer periodo (1471-1476) se caracteriza por el silencio y
confusiones de datos de los texos, y corresponde a posibles asaltos
de Diego de Herrera, entorpecido por sus fracasos en Gran Canaria,
y una relación permanente y silenciosa con el bando de Güíiaar
de que se hace eco Fray Hernando de Talavera en su informe.
El acta de Párraga en 1464: sus datos.
En 21 junio 1464 extiende el escribano público de Fuerte-ventura
Fernando de Párraga una conocida acta,^ por la que Diego
de Herrera formalizó toma de posesión como señor dé la isla de
Tenerife tras un desembarco en el puerto llamado del Bufadero, a
presencia de los nueve reyes de la Isla.
No es posible considerarla una falsificación; aunque ya consignó
Viera (VI, 14) que ningún valor tenía para los nativos, ni
efectiva consecuencia para la real dominación de Tenerife.
Mas esta acta tiene una finalidad política clara: servir de documento
probatorio contra los pretendidos derechos de tos portugueses
y prueba de su penetración como señor en las islas mayores
todavía insumisas. Porque Diego de Herrera había tropezado con
dificultades para lograr el reconocimiento jurídico de su dominio,
sobre Lanzarote durante el secuestro de Atabe por el arriendo de
Maciot al Infante, y sobre La Gomera por las entradas en aquella
isla de los portugueses (Serra, Portugueses, p. 30-38). Por lo que
esas famosas «certificaciones en pergamino» sobre Canaria y Tenerife
tenían para él un gran valor jurídico que harán cuatro años
después a Enrique IV anular su merced de conquista a los condes
portugueses.
> La publicó primero NÚREZ DS LA PINA: Conquitia y antigüedadti de Uu í$la$
d* la Gran Canaria, Sant» Cruc de Tenerife, Biblioteca Uleoa, 1847, pp. 67-70.
La trae tambiin Chjl, II, pp. 481-484.
176 [8]
Puede uno preg^untarse por qué Diego de Herrera no hizo esta
posesión de Tenerife, cuando tuvo luj^ar la de Cararia en las Isletas
en 1461; y creemos que sí lo intentó entonces también, como parece
probable, no pudo realizarlo por la oposición o ataques de los
indlgfenas.* Porque Tenerife en 1461 no debía estar penetrada por
•as barcos y por los misioneros, como lo estaba ya Gran Canaria.
Pero hay una notable coincidencia entre ambas actas. El
obispo Illescas había cristianizado y hecho ij^lesia en Telde, como
señalamos en el estudio propio; pero Die^o de Herrera hace la
toma de posesión en las Isletas, y planta el castillo en Gando. Lo
mismo en Tenerife, el P. Macedo debía haber predicado xy tenía
la ermita en Candelaria; mas Diego de Herrera se posesiona en el
Bufadero y levanta el castillo en Añazo, también en otro cantón.
La razón debe buscarse en la oposición de Illescas a ligar su misión
cristianizadora y conversión de infieles a la dominación política
de quienes habitualmente se dedicaban a la piratería de esclavos y
ganado, en que hace tanto hincapié la bula de Pió II en 1462, solicitada
por Illescas y el franciscano Bolaños.
Ya decimos en otro lugar que Illescas y sus sacerdotes no intervienen
en las actas de posesión de Párraga, ni son exactas ¡deas
vulgares a este propósito, pues siguiendo palabras de Núñez de la
Peña y Viera entre otros, Moure (o. c. p. 33) estima que «aquella
ficticia sujeción a Diego de Herrera por parte de los menceyes de
Tenerife sea obra de la persuación de Antón Güimarés», quien
«concurriría al acto como intérprete de las gentes de su país». El
acta nombra a los trujimanes Mateos Afonso y Juan Negrín, traídos
por Herrera, y si la edad de Antón (unos 20 años según Viaoa)
no le permitía ser testigo, tampoco factor de la penetración, aunque
sí auxiliar de ella, pero extraña que si era obra del mencey
Acaymo y su subdito Antón, Herrera haga la posesión en otro
* Por la misma razón no debió hacerlo en La Palma, isla muy eicaldada por
lai preíai de Maeiot, el herreño Jacomar, Guillen Perata y loi portugueiM, y d«
la que no hay datoi de cristianización por Illescas, ni dominio por Herrera.
El mismo Abriii {pkg, 116) dice que después del acta, Diego de Herrera no
pudo desembarcar coa osito en Gando, lo que hace retrasar la erección del castillo
hasta 1463. Tras esta operación comenzarían los contactos con Teaerífe.
[9] 177
cantón distinto, como Anaga. Debió pues haber un pacto más gé-neral,
con ocasión o muy inmediato a la erección del castillo en
Añazo.
No pone el acta nombre ninguno de .los reyes de Tenerife/
sino los cantones en que gobiernan; como en el acta de posesión
de las Isletas, desconocida hoy, Abréu sólo recogió (1,24, p. 115)
la intervención de los guanartemes de Teldc y Gáldar, sin nombres
propios. Pues aunque sijfuiendo a Núñez de la Peña, se venia
admitiendo que Imobach era el nombre del mencey de Taoro
(Anfropónimos, p. 368), y supusimos que «Las Lanzadas» traducía
el nombre de Acaimo, mencey de Güimar (Antropónimos, p. 402),
un examen crítico de la frase «el gran rey de Imobach de Taoro.
El Rey de las Lanzadas que se llama Rey de Güimar», permite
ver dos topónimos: Imobach o Imobad (que tal vez signifique
«valle» o «cuevas»), y Lanzadas, posible traducción del priniitivo
Igoymad = Güimar.
Otro dato importante nos suministra el acta. Razonablemente
se creyó siempre que el citado «puerto del Bufadero» es la desembocadura
y barranco de este nombre en la bahía de Santa Cruz
de Tenerife; aunque siendo «bufadero» un frecuente y típico accidente
de nuestras costas, podría ser otro. Pero ello indica que los
lanzaroteños, marinos y soldados de Diego de Herrera, arribaban
con frecuencia por esta costa de Anaga, en la ruta natural de Lan-zarote
a Gomera, donde habían impuesto ya varios topónimos
usuales castellanos.'
Castillo de Añazo: año 1465-1466.
Después del acta del Bufadero, Diego de Herrera pactó con
el mencey de Anaga la erección de una torre o castillo en Añazo,
' Se pens¿, por los mayores detalles de sus cantones y comienzo del acta con
los menceyes de Taoro y Güimar, hallar la justificaci¿n de la actuación de Antón.
Sólo hay mayor conocimiento o informes en los «lenguas» informantes, pero no
nombres propios. Y el acta se ñrma en Anaga, con orden cantonal por edad.
' Un problema similar de toponimia hispánica anterior a la conquista hemos
estudiado en Episodio (/« Avendaño, La Laguna, 19S7, p. 67.
RHC, 12
178 [10]
hoy Santa Cruz de Tenerife, bajo unas supuestas condiciones (Viera,
VI, 16) muy parecidas a las que ponen para la torre de Gando.
El episodio de los soldados españoles, infractores de las paces,
perdonados por el mencey, y de los guanches por igual motivo
bárbaramente ahorcados por Herrera, son de absoluta veracidad,
no sólo por el unánime testimonio de los cronistas españoles, sino
también 'porque estamos habituados a hechos similares en varios
relatos de otras islas. Y el subsiguiente ataque y asalto de la torre
de Añazo por los guanches de Anaga d o al traste con la ocupación
de Herrera; y si no arrasaron la torre, como dicen nuestros historiadores
(Espinosa, III, p. 88; Viana, II v. 279 sgs.. pp. 48-50; Viera,
VI, 16; Abréu, 111, 17, p. 314), al menos la inutilizó parcialmente
y quedó inservible hasta su posterior reconstrucción por Alonso
de Lugo.' I
Tanto Espinosa como Viana dicen que por este fracaso Diego
de Herrera dio de mano entonces a las operaciones de conquista
de Tenerife, dedicándose a la de Gran Canaria (Viana, p. 51)*
Pero veremos que continúan sus contactos con el cantón de Güí-mar,
y debe ser posterior a esta fecha el hurto y traslado de la
Imagen de Candelaria a Lanzarote' por su hijo Sancho de Herrera.
Dos particulares sin embargo quedan oscuros en nuestro's
textos, que omiten el año preciso de erección del castillo de
Herrera en Añazo y de su destrucción por los guanches; y no
señalan el capitán encargado de su gobierno.
Pues dice Espinosa que fue después de 1464 «algunos años>,
y Viana simplemente «después»; pero Núñez de la Peña y Viera
quieren que sea el mismo año o el siguiente, mientra Chil (II, 490)
lo coloca después del matrimonio (1469) de Diego de Silva con
' Lo mismo decían de latorre de Gando las crónicas de Gran Canaria (Abréu,
I, 27) p. 130: «quemaron toda la madera que tenía y a la torre arrasaron por el
suelo»); mas Atabe (Bonnet: Silva, p. 14) la vio en pie, aunque averiada, en 1476.
' Viera (VI, 5) ya indica que fue Lanzarote, y no Fuerteveutura, adonde llevó
la lmag:en, como dice también Abréu (III, 15, p. 306) y Espinosa (II, 11, p. 70), si
bien el error comúa de decir Fuertevcntura arranca de una errata de Espinosa en
el título del cap. 12, libro II, p. 72, que hay que corregrir por el texto del mismo
capitulo.
[11] 179
ia hija de Herrera. Todo el episodio del castillo de Añazo podemos
fijarlo, gracias a la cronología del obispo Illescas, entre
1464 y 1467.
En cuanto al encargado de la erección del torreón de Añazo
y de su gobierno frente a los guanches, Espinosa, Viana y Viera
(loe. cit.) nombran a Sancho de Herrera el Viejo, tercer hijo de Diego
de Herrera e Inés Peraza, que en el año del acta del Bufadero
tendría de diez a dieciséis años.^ Por esta razón seguramente Chil
(loe. cit.) señala a Hernán Peraza, su segundo hijo y futuro señor
de La Gomera, un par de años más viejo que su hermano menor
Sancho. Creemos que la ulterior intervención de Sancho de Herrera
en el robo de la Imagen de Candelaria hizo a nuestros cronistas
fundir en su persona la del capitán o alcaide de la torre de
Añazo, que bien pudo ser un soldado de Herrera, pues éste, según
Sedeño y Abréu (p. 129), no dejó en Gando a un hijo suyo, sino a
Francisco Mayorga y Pedro Chimida.^
El informe a la Reina Católica de Fray Hernando de Talavera.
Quien lee atentamente a nuestros cronistas Abréu y Espinosa
saca en consecuencia que si Diego de Herrera tenía ocupada alguna
parte de las tres islas mayores, Tenerife, Canaria y Palma, había
de ser la de Gran Canaria, pues en La Palma no aparece dato
* Doña Inés Peraza casó después de junio de 1445, pues firma entonces en
Sevilla (Chil, II, p. 574) que era de 14 a 15 años y estaba bajo la tutela de su padre;
y debía de estar casada antes de 1448 o en este año. Su primer hijo, Pedro,
no pudo nacer antes de 1446, lo más tarde en 1452.
No ofrece dificultad la corta edad de estos hijos para intervención bélica, pero
sí para encarg'arles esa misión de alcaidía, pues su hermana menor, María de Ayala,
casó ya en 1469 con Diego de Silva, y veinte años antes su tío Guillen, de pocos
años más que ellos, muere en La Palma combatiendo.
' Lá contradicción entre los tratadistas (Abréu, I, 27, p. 127 y sgs. y notas del
editor) respecto de Mayorga y Chimida obedece a que el alcaide Mayorga utilixó
•1 indígena lanzaroteño Chimida como lengua, por ser indígena «conocido y bien
quisto» de ellos (p. 129). La más afamada actuación de Pedro Chimida hizo a los
cronistas atribuirle la alcaidía.
180 [12]
alguno de ocupación, y en Tenerife había perdido el castillo de
Añazo; mientras en Canaria, según, el secuestrario Atabe y otros
testigos de la Pesquisa (Bonnet: Silva, pp. 11-12) poseía hasta 1477
la torre de Gando, y según Abréu (I, 29 p. 135) había pactado con
una embajada indígena, que le concedió la orchilla de la Isla.
A pesar de ello, Fray Hernando de Talavera afirma que es
Tenerife la isla parcialmente ocupada por Herrera; y nos extraña
que nuestros historiadores no hayan destacado tal información, a
propósito de la trasferencia del derecho de conquista, formulada
en informe de varios ministros del Consejo Real encabezado por
aquel ilustre prior del monasterio Jerónimo de Prado.
Lo copia integramente Viera y Clavijo (VI, 16) y su texto reconoce
a Diego de Herrera y Doña Inés Peraza el derecho de
señorío de las cuatro islas conquistadas (Lanzarote, Fuerteventura,
Gomera y Hierro); y si por justas y razonables causas toman los
Reyes el derecho a conquistar las tres islas mayores (Gran Canaria,
Tanerife y Palma), deben pagar la equivalencia a los Herrera-
Peraza, que expresamente consignan correspóndeles «por el derecho
que a la dicha conquista tienen y por los muchos trabajos y
pérdidas que han recibido y costas que han hecho en la prosecu-de
ella, y especialmente ganándose la dicha Isla de Tenerife, en la
cual han tenido y tienen ahora adquirida alguna parte*.
Este efectivo dominio de Herrera en Tenerife, ignorado de
nuestros textos, no puede ser otro que la penetración pacífica del
cantón de Güímar, único donde llegaban libremente y con frecuencia
sus naos, por la ayuda de Antón Güimarés, y que los informadores
o declarantes ante el Real Consejo hicieron valer como
ocupación y real dominio. Es posible que la liberación por Juan
Bocanegra del misionero Macedo, citada por Viera, fuera uno de
tantos viajes de los lanzaroteños a Tenerife entre 1466, asalto de
la torre de Añazo, y 1477, Pesquisa de Cabitos. Y esta consentida
entrada pacífica se consideró ocupación parcial.
Este detalle, único pero interesante, que conocemos de la tercera
etapa de acción herreriana sobre Tenerife, nos explica la especial
posición del menceyato de Güímar entre los bandos de paces
del gobernador de la conquista Alonso de Lugo.
[13] 181
La Vlriren de Caadelariai ras problemas históricos
La primitiva Imagen de Nuestra Señora de Candelaria/ perdida
en el temporal de 8 de noviembre de 1826, estaba en Tenerife
antes de comenzar Alonso de Lugo la conquista de esta isla;
en nuestra opinión, desde 1462. Mas para nadie es un secreto lo
confuso, insostenible y falseado del reajuste en nuestros historiadores
de la cronolog^ía y sucesos anteriores a la conquista con la
aparición de la bendita Imagen entre los guanches.
No coinciden siquiera los datos de Espinosa (II, 2 p. 51;
7 p. 61), Viana (VI, v. 365 sgs. pp. 168-180) y Abréu Galindo (III,
14 p. 302 sgs.), casi contemporáneos y entibe sí discordes en detalles;
ni es extraño que el autor de la inscripción parietal del antiguo
santuario de Candelaria (reproducida por Moure, op, cit., p. 228
nota), hubiera alterado esos datos. Pero hay un fondo bien asegurado,
incluso documentalmente, de la tradición vigorosamente
recogida por Espinosa.
• Y vamos a estudiar someramente cuatro puntos fundamentales:
la realidad de la Imagen y presencia entre los indígenas antes de
la conquista, junto a la persona de Antón Güimarés y el contorno
geográfico con los hechos iniciales de la penetración herreriana.
Presencia de la Imagen antes de Lugo.
Además del concorde relato de los historiadores .sobre este
hecho, tenemos pruebas documentales importantes. Las actas del
Cabildo hablaú desde muy temprana época (1499) del «camino para
nuestra Señora de Candelaria> (Fontes, IV, p. 24) probativo de la
prioridad del santuario o cueva de la Virgen; y el acta famosa sobre
la cera aparecida (Espinosa, II, 10 p. 67) del notario Fernando Ál-varez
da indiscutible garantía a este hecho. Porque en ella decia-
' Además de la citada historia del P. Espinosa, poseemos una hermosa obra
de conjunto debida al venerable beneficiado lagunero don José Rodriniez Moure:
Historia de la devoción del Pueblo Canario a N" S" de Candelaria Patrono del
Archipiélago, La Laguna, Imp. Curbelo, 1911.
182 [14]
ran los majoreros Pedro y Diego Fernández y Alonso Sánchez de
Morales y el gomero Ibone de Armas, entre otros, asegurando que
en los «últimos cuatro años» ellos mismos vieron y recogieron la
cera, empleada para la festividad de la Purificación en Candelaria,
y en «los veinte años anteriores» la vieron llevar por los que,
«siendo la isla de infieles», venían de las otras islas a saltear y
tomar cautivos guanches.
Esas cifras indicadas por los testigos del acta (fecha, 25 VI
1497) nos llevan de un lado a época anterior al comienzo de la
conquista por Alonso de Lugo, y de otro a los años del gobierno
y penetración por Diego de Herrera en esta isla de Tenerife. Y
subrayamos que los citados declarantes de Fuerteventura y Gomera
eran ya en 1477 subditos de García de Herrera, y debieron participar
muchas veces en los viajes de sus navios a las distintas islas
en sus razzias y operaciones militares de ocupación y de conquista.
La * cueva de San Blas* y Antón Güimarés.
La tradición relativa a Antón Güimarés lo pinta como un joven
despierto (de diez años dice Viana), cautivado en una presa de
esclavos por las costas de Güímar y cristianizado luego en Lanza-rote,
durante siete años, al decir de Viana. Retornó a la Isla ya
liberto, en nuestra opinión por intervención del obispo Illescas
(atención a este propósito consignado en la bula de Pío II, Chil
II, p. 473, «procuren los habitantes de las islas manumitir y dar
libertad y redimir a los vendidos conversos de ellas»). Porque
consigna el P. Espinosa (II, 7 p. 61) que «aprovecnó mucho en la fe
y ganó la voluntad de su amo, para que dándole libertad le dejase
volver á su tierra para convertir a sus parientes*, propósito claro
que apunta al obispo Illescas y sus designios recogidos en la citada
bula. Esta explicación es mucho mejor que,la que a continuación,
como hipótesis también conocida en su época, consigna Espinosa
y otros: «o como algunos dicen, lo traían para adalid y ... se quedó
en ella escondido y alzado», interpretación opuesta a su actuación
ulterior en favor de Herrera.
[15] 183
Este cautiverio y retorno de Antón Güimarés, con propósitos
anál«gos a otros de las distintas islas/ y su actuación cerca de
los guanches del menceyato de Gütmar, lograrán para Diego de
Herrrera primero la amistad y contactos pacíficos mantenidos por
este cantón, y luego para Alonso de Lugo la amistad, paces y ayu*
das en la conquista.
Estos últimos datos bien conocidos nos garantizan que hubo
alguien mediador en este proceso, aunque no pudiéramos
señalar su nombre; pero la tradición y el P. Espinosa cuidaron de
conservarnos tan precisa información y características de Antón
Güimarés.
Él fue el informador ante los guanches paganos de su cantón
del sentido cristiano de la Imagen, y de la conveniencia de colocarla
en un lugar de culto apropiado, logrando del mencey su traslado
a la cueva de Achibinicó, luego de San Blas, en la misma orilla
del mar, lejos del taro o vigía del auchón del mencey de Güímar
en Chinguaro, y que podrá ser en los años siguientes el punto de
recalada o surgidero de las naves de Diego de Herrera y de su hijo
Sancho, y medio de su pacífica penetración. Esta racional hipótesis
ya la confirma Viana (VI, v. 689-700 p. 178), y la prueba el
hecho del robo de la Santa Imagen y su traslado a Lanzarote (Espinosa,
II, 11, pp. 70-75) y posterior devolución por Sancho de
Herrera, que «al seguro de esta paz venía».
-La «Cueva de San Blas», parroquia desde 1544 (Moure, op.
cit., p. 123) debe su moderno nombre a la fiesta del día siguiente
(3 de febrero) a la Purificación o fiesta religiosa de la Candelaria;
y nada tiene de extraño en la espeleología de Tenerife, ni en su
uso pastoril según la tradición: logar de esquilmo, ordeño y sesteo
del ganado en el periodo invernal, al que debió quizás su
nombre indígena,
' Pensamos en Francisca Gazmira la Palmesa, la canaria María Tazirgn, los
gomeros Piste y Bruco y Chimboyo, y otras referencias menos seguras como Pedro
el Canario o Tiferán; y prescindiendo de los trujimanes de otras islas, como Chi-roida,
Negrín, etc.
184 [16]
Fecha de traída de la Imagen.
I
Las informaciones apuntadas, sobre todo las documentales, nos
permiten remontar la llegada a Tenerife de la Imagen primitiva de
Candelaria ai tercer cuarto del siglo XV; careciendo de referencias
seguras anteriores, fuera de aquella «fama confusa» que decia Abréu
Galindo (III, 13, p. 332), según la cual los cronistas anticiparon su
aparición a un siglo antes de la conquista de Lugo.
Pero ellos mismos vacilan en 90 años (Torriani, p. 160), cien
(Abréu, loe. cit.), o ciento cinco años (Espinosa, p. 51; Viana,
p. 16S) antes de este hecho; cometiendo errores y contradicciones
al relacionar con Diego de Herrera, con Hernán Peraza o con la
¿poca bctancuriana los distintos momentos. Las antiguas referencias
recogidas de una u otra forma sólo hablaban de que la Imagen
estuvo en poder de los inBeles «de treinta a cuarenta años> (Espinosa,
II, 7, p. 60), dato aplicado luego a la permanencia en Chin-
Sfuaro, en nuestra opinión muy corta.
Todo parece indicar que la bendita Imagen de Nuestra Señora
de Candelaria entró en Tenerife después de 1450, pero bastantes
•tíos antes de 1475, lo que en nuestra decidida opinión debe situarse
hacia el año 1462, enviada por la voluntad apostólica del
obispo López de Illescas y del misionero de Tenerife P. Mácedo.
La aparición y los milagros.
Pues no es necesario suponer milagrosa la hechura, ni angélica
la traída de la Imagen de la Virgen (problema que ya se planteó
Viera y Clavijo, III, 26 y 27), y recogió en graciosos versos
Cairasco de Figueroa, hablando de las hipótesis admitidas en su
época:
Ora del alto cielo descendiese,
o ya el poder de Dios la fabricase,
ora de alguna nao que se perdiese
y en esta parte el viento y mar la echase,
ora de algún lugar sagrado fuese,
[17] 185
que por milagro allí se trasportase,
en fin de cualquier modo que haya sido
fue portento de Dios por tal tenido.
Entre esas cuatro hipótesis, ya discutidas por los canónigos
Cairasco y Viera, por los beneficiados de La Laguna Nüñez de la
Peña y Rodríguez Moure, y por los frailes Espinosa y Abréu Galin-do
(Moure, op. cit., p. 69 sgs.), parece la más razonable considerar
con* ellos que fue traída a la Isla por cristianos, que encomendaron
a la Virgen la difícil conversión de estos infieles.
En efecto, la antigua Imagen de Candelaria, tanto por las
palomas que en sus manilas portaba el niño Jesús^ y la colocación
de éste en el brazo derecho de la Virgen, con la vela en su mano
izquierda, así como por el policromado de su talla e inscripciones
en los bordes del vestido en capitales romanas (sin sentido asegurado),
y hasta por esas estrellas que esmaltaban su manto y por sus
largos cabellos, parece bien caracterizada como obra de la imaginería
andaluza religiosa del siglo XV.'
En cuanto a los milagros consiguientes a la «aparición> de la
Imagen a los indígenas, asi como los relativos a la estancia en Lan-larote
tras su robo por Herrera (Espinosa, II, 2, p. 52; II, 11-12,
p. 71), aunque la Iglesia no ha dictaminado sobre ellos, aparecen
como veraces y hasta providencialmente justificados al contacto de
la Imagen con los infieles, por haber en ella confiado los misioneros
que a la Isla la enviaron.
Y personalmente hemos atribuido tal misión al obispo don
Diego López de Ulescas y al apóstol franciscano por él enviado
> Detalle por sí tuficiente para probar en el escultor el propósito de representar
la Purificación de la Virgen o Candelaria, rechazando la vieja hipótesis de
procedencia pacana, totalmente absurda. Tal detalle tiene también (Wolfel: To-rriani,
p. 160, nota) la Virgen de Einsiedeln, más antigua y cuyo parecido con la
nuestra no vemos, a pesar del testimonio del Dr. Leopold Schmidt, citado por
Wolfel.
• Nos parece exagerado y sin base monumental querer remontarla al siglo XIII
o XIV, aunque no conocemos una imagen sevillana que sirviera de modelo completo,
ésa es la impresión de conjunto de muchas imágenes andaluzas, que puede
ver el lector en José Hornándei Díaz, Catálogo monumental...
186 [18]
lutgo, el P. Macedo citado por Viera, presumiendo que la bendita
Imagen estaba ya entre ios indígenas por el año 1462, antes del
acta del Bufadero, que presupone el conocimiento por Herrera de
que la isla de Tenerife parcialmente estaba penetrada por el cristianismo
y facilitada su'pacifica dominación.^
El contorno geográfico: Chimisay, Chinguaro y Candelaria
Apoyados en un relato del P. Juan González de Mendoza y
otros, sobre la Virgen de Candelaria (ed. Espinosa, intr. de Ciorá-nescu,
p. XV y sgs.), algunos investigadores modernos, como nuestro
colega y amigo Serra Ráfols, niegan la aparición de la Imagen
de Candelaria en Chimisay (Güímar), antes del traslado a la cueva
de San Blas precedente a la conquista, y luego al santuario primitivo
en 1526, por afirmar el P. Mendoza que había aparecido en la
misma «cueva» de San Blas, que en su tiempo era parroquia.
No es exacto decir (aunque la versión del P. Mendoza se
editara en 1585 y la del P. Espinasa en 1594), que aquélla es la
«tradición primitiva» y anterior; porque la del P. Espinosa fue por
éste recogida al llegar a Tenerife en 1567, o a más tardar en 1579
(citada Introducción a Espinosa, p. xix), mientras el P. González
de Mendoza coloca su versión entre las adiciones de última hora
a su libro sobre China y como apéndice de novedades en la ruta
del descubrimiento americano. El P. Mendoza debió tomar su'
versión no a un texto escrito, sino muy probablemente a relatos
orales, quizá no bien comprendidos, de dominicos procedentes de
Canarias; pues el P. Espinosa (p. 16) dice que «oyó contar prodigiosas
cosas (de esta santa Imagen)... no hallando cosa alguna
escrita que le satisficiese».
Es notoria la mayor antigüedad de la tradición de Espinosa,
garantizada por la erección de la «Ermita del Socorro» en el lugar
> Una fecha parecida propuso Wolfel en la nota antes citada, atribuyendo la
Imagren a una misión de 1443-1445 (demasiada temprana a nuestro parecer) o a una
«alrededor de 1460».
[19] 187
inmediato a la playa de Chimisay, donde el mencey Acaymo solicitó
auxilio para trasportar la Imagen, milagrosamente en exceso
pesada, ermita ya antigua cuando la visitó Espinosa (II, 2, p. 51: «un
poco adelante fundaron una pequeña hermita que llamaron del
Socorro»), y de la que hay noticias como lugar de culto desde
antes de 1550.^
La versión del P. González de Mendoza es puramente una
«traducción forastera» de la auténtica «tradición» de Espinosa,
pues los extraños al medio geográfico del santuario sólo sabían de
la «Cueva de San Blas* y de la aparición de la Imagen de Candelaria,
y sin el contraste de informaciones de detalle y geográficas,
sin querer la alteraban.^ Asi señalan sólo la fiesta del 2 de febrero,
dia de la Candelaria, mientras la fiesta más popular fue siempre la
de agosto; o ponen un pastor en vez de dos, cifra inadmisible para
los milagros del puño y la cortada; o hacen muerto al pastor, suprimiendo
el milagro de la curación y del subsiguiente socorro al
mencey. i . tr
Nuestra explicación forastera de la versión mendozíana confírmase
hoy mismo con centenares de visitantes de Candelaria, extrañados
al oir predicar en la misa de la fiesta que la Virgen no
apareció allí sino en Chimisay.
Por último, se comprende claramente que si el P. Espinos* y
los dominicos residentes en Candelaria en 1580. ya antiguas tus
« Personalmente creemos que esta ermita del Socorro es de la misma época
de la de la Magdalena (en Candelaria, luego convertida en iglesia de Santa Ana),
edificada por el Adelantado (Espinosa. 111. p. 135) y cedid^ a los dominico, de
Candelaria en 1534 con la iglesia del Rosario, en «1 <;»mino de La Laguna al santuario,
citado por las actas antes de 1500 (Foníes, IV, p. 35) En el terpiino ac-t
«al de Güimar ya entonces debía de haber la de San Juan, la del Socorro y I. de
Dolores (por cerca de la actual iglesia parroquial), ademas del Humilladero del
Calvario, junto al camino real del Adelantado, en los hoy llamados Majuelos.
» Un dato llamativo (Espinosa, p. xvi) del relato del P. Gonzáleido MendoM
sobre que los «moradores de las dichas islas» (i ?) llamaban a esta imagen «Madre
del Sol», nos parece una cavilación etimológica de segunda mano sobre Achmayex,
«madre»'en guanche. según Espinosa, con precisa referencia a la explicación de
Antón Güimarés (Espinosa, p. 62); y el nombre Magec, «sol» documentado en
Viana (I, v. 580, p. 30), al que dice adoraban los indígenas.
188 [20]
luchas con los clérigos seculares y la parroquia de Güímar,^ hubieran
conocido una versión de la aparición de la Imagen anterior e
ignorante de su hallazgo en Chimisay y su traslado a Chinguaro,
no hubieran permitido que surgiera, ni se extendiera, ni se publicara
una tradición nueva (en la hipótesis) que llevara la aparición
a Güímar, sacándola de su primer santuario cristiano de San Blas,
único conocido desde la conquista de Lugo.
Este asentimiento de los nativos viejos residentes en el sector,
de los dominicos de Candelaria esos años, del clero contemporáneo
y de los obispos de Canarias Diego de Muros, Cabeza de Vaca
y don Bartolomé de Torres, conocedores de la tradición Espino-siana,
es garantía de su autenticidad, además de ser la única versión
conocida en las Islas. Contribuyen a ello los caracteres toponímicos
(Chimisay, guanchismo auténtico, no está citado antes de Espinosa),
y etnográficos (actuación de los pastores y trato con la
«Extranjera»), como la actitud del mencey Acaymo y hasta la embajada
y entrevista con Benchomo, que confirman la autenticidad
innegable del más veraz de nuestros historiadores, que en este
caso además se apoyó en informaciones testificales (Espinosa, p.
17), al decirnos «de una cosa certifico al lector, que lo que aquí
escribo asi del origen de esta imagen [tal es &I título del libro en
que estudia este problema], como de los milagros, principal intento
de esta historia, lo he comprobado y averiguado jurídicamente con
muchos testigos contestes ante escribano ...»; y añade a continuación
que pudo haber descuidos suyos en el cómputo de los años,
como ya señalamos, por haberse tomado tan tarde las averiguaciones.
El obispo Illescas
Es bien conocido desde la época de Viera y Clavijo (XVI, 19
y 20) y los Estudios de Chil (II, pp. 467-489); mas conviene precisar
ciertas circunstancias que interesan a nuestro particular problema.
< Ya deide 1539 luchaba contra los dominicos de Candelaria el Ldo. Gozón,
beneficiado de Güímar (Moure, p. 122), que \opti la ceiióu de San Blas para el
servicio parroquial a su cargo.
[21] 189
El papa Pío II (19 de agosto de 1458 a 14 de agosto de 1464)
en el segundo año de su pontificado —agosto de 1460—* nombró
obispo de Rubicón a don Diego López de Illescas, hermano del
consejero de los Reyes Católicos, con ocasión del cese de su predecesor
Roberto, electo y no posesionado.'
A fines de ese mismo año 1450 ya interviene el obispo Illescas
en el cisma vicarial de los franciscanos de Canarias, con ocasión de
la protestada elección de Fray Diego de Utrera (Viera, XVIII, 3),
logrando del papa ordene al vicario general Fray Alonso de Solanos
una nueva elección canónica.
Ese mismo franciscano Bolaños es nombrado por el pontífice
el año 1462 vicario de Guinea con iguales privilegios que los de
Canarias, en breve de Pío II que nombra al obispo Illescas. Y
creemos que este viaje a Roma del franciscano Bolaños, hecho
seguramente a instancias y por deseo expreso del obispo Illescas,
es aprovechado por éste para impetrar del pontifice la solución a
los varios problemas planteados a su reciente diócesis, que Pió II
recoge en su importante bula de 7 de octubre de 1402,* de que
hablamos luego.
El papa no dice que el obispo está presente en Roma ni que
le haya dirigido escrito alguno; pero dirige la bula personalmente
<al obispo Rubicense Diego», y en varios pasajes habla de los
informes que se le han suministrado {sicut accepimus). Además
el obispo Illescas debía ir en visita ad limina en los próximos diez
1 No hemos visto la bula citada por Viera y Chil ni sabemos su fecha exacta,
no anterir a 11 de ajrosto de 1460, en que «Roberto electo de Rubicón», nombrado
el 7 de noviembre de 1459, abona sus derechos por medio del racionero de Sevilla;
ni después del 19 del mismo mes en que comienza el año féretro del pontificado
de Pió U.
' No posesionado y ausente de la diócesis, el citado racionero debió de ser el
^estoi' del cambio. Posiblemente había ido a Mantua a una misión más ^neral,
aprovechando para esto el viaje, pues el papa estaba allí recibiendo embajadas de
todo el mundo para la convocatoria del conj^reso contra los turcos (PASTOR, Hit'
torta de los Papa», 3, p. 118).
> Insirtala Chil (loe. cit) en texto latino y versión española; extráctala Viera;
y llamamos la atención sobre la fecha, dada a veces 9 de octubre, cuando al testo
dice claramente noni» Octobri[buJa anno quinto = 7 de octubre de 1462.
190 [22]
meses, para cumplir el juramento de visita trienal, de que lo dispensa
el papa, ampliándola para el futuro a un decenio, sin decir
que había hecho la primera. Pero es claro que hubo súplica en
tal sentido, como en exigir la residencia a los clérigos^ beneficiados
de Rubicón, y en la autorización para dar i o s cargos parroquiales
a religiosos por falta de clero secular. Esta misma opinión
parece compartir Ludovico Pastor {Historia de los Papas, ed. Barcelona,
1910, III, p. 270), al incluir entre los favores de Pío II a los
franciscanos, por sus misiones entre infieles, sus operaciones en
Guinea y en Canarias, «donde había falta de clérigos seculares».
La bula consigna que estos privilegios al obispo obedecen
al conocimiento de que personalmante (Chil, II, p. 478) trabajaba
en la conversión de los infieles de Canarias, misión apostólica
personal de Illescas también reconocida por las sinodales. Y confírmala
Martín de Torre, declarando que «vido en Telde al Obispo
de Canaria don Diego López e que estuvo ende con él dentro en
Telde e que oyó ende Missa».^ Y si esto hizo en Gran Canaria
inconquistada y antes de 1466, hemos de suponer que lo mismo
ocurrió en Tenerife, y a él atribuimos la traída de la Imagen de
Candelaria, la cristianización y libertad de Antón Güimarés y la
misión del P. Macedo, esta última ya señalada como obra suya
por Viera.
Veremos la poca verdad que encierran otras actuaciones civiles
y militares de Herrera, que atribuye al obispo Abréu Galindo;
pero es innegable que movió sus relaciones con el arzobispo de
Sevilla Fonseca y su categoría episcopal sobre el territorio para
empujar a la corte de Castilla a revocar en 6 'de abril de 1468
(Serra, Portugueses, p. 40 y nota 57) la cesión de las islas mayores
hecha en 1455 a los condes portugueses de Atuguia y Villa Real,
y ayudó a Diego de Herrera, incluso avalando con su firma los
documentos acreditativos de sus parciales derechos, esgrimidos en
tal ocasión, como admiten Chil (II, p. 487) y Bonnet (Silva, p. 8).
' Asi está en Torres Campos, p. 20().—Sobre todo este problema del castillo
e iglesia de Telde, y los datos relativos al portujfués Diego de Silva, cf. BONNET:
Diego de Silva en Gran Canaria (1466-1470) apud «El Masco Canario», núm. 20
(1946), pp. 1-26; y núma.-23-24 (1947), pp. 67-112, que citamos Silva y la página.
[23] 191
Creemos seguro que don Diego López de Illescas salió de
Canarias poco después del ataque (1466) de las armas portuguesas
al mando de Silva a las islas de Lanzarote, Fuerteventura y Canaria;
a las dos primeras como acción de castigo (quizá represalia
por presa de navios portugueses por Diego de Herrera) y para
evitar que éste pudiera combatirlo en su ulterior ocupación de las
islas concedidas a los señores portugueses. Si en Lanzarote atacó
Silva a los soldados de Herrera «como si fueran moros», lo mismo
haría en Telde y Gando (Serra, Portugeses, nota 67; Bonnet, Silva,
p. 5), pues en efecto los documentos que Diego de Herrera
presenta a la Corté en alegación de sus derechos llevan la firma
del obispo Illescas, a más tardar en 1467, como demostrativa de su
conformidad a las gestiones del señorío.
A comienzos del año 1468 ha cesado Illescas como obispo de
Rubicón, pues el 17 de marzo, admitida su renuncia a la mitra,
por bula del papa Paulo II (1464-1471), se le reserva una pensión
del cuarto de las rentas de Rubicón, dándose orden de ejecución
a los metropolitanos de Toledo y Sevilla (Viera, XVI, 20).
Los móviles de esta renuncia de Illescas quedan un tanto
oscuros, pues el cansancio y la vejez, apuntados por Viera, se
compadecen mal con sus actividades y celo de años anteriores, en
esta diócesis llamada por sus informes pobre en la bula de Pío II
de 1462. Si al cesar Illescas (práctica usual en obispos renunciantes)
entró en un convento de franciscanos, se explica que la orden
gestionare esa reserva de pensión sobre la mitra, y además se
aclararía la contradicción entre nuestros escritores, que dicen era
deán de Rubicón al hacérsele obispo, y el P. Wadingo, para quien
fue franciscano (Chil, II, p. 468).
No podemos atribuir la renuncia a disgustos con Diego de
Herrera, aunque los hubiera tenido por los esclavos o por su descalabro
en la torre de Añazo, por esa fecha destruida y sublevados
los guanches y cautivo el P. Macedo, o por la orchilla de Gran
Canaria, derecho que expresamente se reserva Herrera en claro
designio personal en el acta de 1476 (Abréu I, 29, p. 135), pues
entonces, tras el ataque de Silva, está Herrera empobrecido, derrotado
y sin barcos ni recursos, que mendiga en la corte y a
quien desea ayudar el obispo Illescas.
192 [24]
Más bien pensaríamos en que al llegfar a la Península para
esas gestiones se enteran ambos de la cesión real a los condes
portugueses y de la súplica del rey de Portugal al papa para que
confirmara la cesión, como había hecho Pío II (Serra, Portugueses,
p. 54, nota 58), porque la corte en 1468 se preocupa de que los
embajadores castellanos impidan tal confirmación, cosa que a la
larga mutilaría la diócesis de Rubicón.
A esto se añadiría que la sublevación en Tenerife contra Herrera
por la torre de Añazo, y la destrucción por Diego de Silva
de lá iglesia de Telde en Canaria, donde hace un castillo, desalojando
a los lanzaroteños, anulaban por completo las ilusiones de
Illescas y sus trabajos de tantos años para engrandecer su misión
en las islas todavía no conquistadas.
Esta depresión moral y disgustos lo indujeron sin duda a
apartarse de la diócesi».
Pero lo dicho nos hace establecer para los sucesos de Gran
Canaria la siguiente cronología: 1° fundación de la iglesia de Telde
por Illescas, 2° castillo de Gando por Herrera, 3° asalto de Silva,
4° convenio de Herrera y Silva, matrimonio de éste y operaciones
conjuntas, 5° caída del castillo de Telde en manos de los canarios.
La marcha de Illescas es anterior a la caída del castillo de
Teldej pero el episodio de Silva y sy liberación por el guanarte-me,
que aunque adornado, legendario y falseado en muchos aspectos,
como ha probado Bonnet, debe encerrar una operación militar
a las órdenes de Herrera, base de la leyenda creada a su calor,
puede ser muy anterior o casi simultáneo a la quema de las casas
y de hombres que citan los textos.
La bula de Pió II (7-X-1462) y la cristianización de Tenerife.
Dice en la citada bula (Chil, II, p. 477) el papa Pío II al obispo
Illescas: «Como hemos sabido, tú eres muy afecto con toda tu
mente a esta festividad^ y te propones trasladarte a una isla (ali'
> L* fiesta de la Asunción de la VirjfeD, para cuyos días (14 y 15 de agosto
-Fiesta de Candelaria en Tenerife— el papa concede a lUeacat especial indul-
[25] 193
quam insulam dice el original latino) de dichos infieles, acompañado
de relisfiosos y otras personas devotas aptas para la conversión
de los mismos, para convertirlos más fácilmente, y ... antes de llegfar
a ella (también en singular en latín antequam ad illam accedas)
ajustar con los mismos infieles tratados de alianza, paz y seguridad,
a fin de que tu entrada en la isla y tu permanencia con ellos y la
de todos los que te acompañan tenga más seguro éxito; y temes que
después de tu seguro y regreso, los piratas, ladrones, u otros invasores
y perversos cristianos, pretendan producir algún daño;..»
A continuación pronuncia el pontífice contra los tales piratas, etc.,
sentencia de excomunión expresamente reservada al pontífice.
En otro lugar de la bula (Chil, 11, p. 473), se ordena también
la libertad de los indígenas convertidos que estén en servidumbre,
bajo excomunión mayor.
Hemos corregido algo la versión de Chil Naranjo, quien, como
Viera (XVI, 20), habla, en plural de «islas», cuando el texto latino,
como dejamos advertido, se refiere sólo a una; asi como de hechos
que van a ocurrir y rto pasados, diciendo expresamente te transfe-rre...
et pactum inire proponis «pretendes trasladarte ...y formalizar
un pacto»; no «te trasladas» y «procuras ajustar», como consigna
Chil. Y no és posible aceptar tales cambios o errores de
interpretación tratándose del latinista que es Pío 11, antes Eneas
Silvio Plccolomini.
Es de todo punto evidente que la bula de Pío II no puede
referirse al pacto de Herrera en las Isletas (12 VIII1461), realizado
catorce meses antes de la bula, pues lUescas no puede pensar
en pactos con los indígenas grancanarios al margen del «cuerdo
de Herrera, o contra él; ni esta entrada de Herrera y la construcción
de la Torre de Gando pueden ser anteriores a la llegada de
Illescas a Telde y erección de su iglesia^ y de sus misiones en Canaria.
Más bien hemos de sospechar lo contrario: primero llegaron
jencia en la catedral de Rabicán y en una ijletia que aeñalari el obispa en cada
una de la« islas.
> Única entonces en Gran Canaria, pues no creemos en la construcción de
capilla en Gando, confusión probable de los cronistas con la de Telde, como en
todo el asunto de este último. BONNBT: Siha, pp. 7-10.
RHC, 13
194 [26]
los misioneros de Illescas a Telde, luego detrás marchó Herrera a
consolidar su dominio, como ocurrirá en Tenerife.
La bula por consig'uiente recoge los propósitos de Illescas
respecto a la isla de Tenerife, para salvaguardar esta misión de
alborotos, como los que señala Abréu ese año en Gran Canaria
(I, 24, p. 116).
Es difícil sustraerse a esa enorme coincidencia de los hechos
con las frases transcritas, sobre la fiesta de la Asunción de Agosto,
los religiosos que lo ayudarán y las personas (indígenas) «oportunas
» para la más fácil conversión de los infieles, que tienen eco
patente en la fiesta de Candelaria de Agosto tan extraña, el nombre
del P. Macedo, misionero franciscano traído a Tenerife por
Illescas, según Viera (XVi, 19), cautivo de los guanches^ quizá en
la rebelión que dio al traste con el castillo de Añazo, y el indígena
Antón Güimarés, factor principal de la conversión, pacificación y
pacto con el cantón de Güimar, citado por la tradición de Candelaria
(Espinosa, II, 7, p. 61 ss., cómo Viana y Abréu).
Cuatro notas de Abréu sobre Illescas.
Tres noticias fechadas de Abréu Galindo (I, 24, pp. 115-116)
referentes a Illescas parecen falsas.
Dice la última que el «año 1464 vino el obispo don Diego de
Illescas y Diego de Herrera a Canaria»; pero, hallando la tierra
alzada en armas, decidieron seguir a Tenerife, tomando posesión
de esta isla. Abréu, que no leyó el acta de Párraga, ignora que el
obispo Illescas no. interviene en la posesión de Tenerife, pues la
firma que trae el documento al fin y junto a la del escribano (Chil,
n, p.'484) y sin registrar el acta su presencia, cosa que de estar el
obispo no hubiese omitido Párraga, indica que la copia conocida
es de los documentos enviados al rey de Castilla, «autorizados y
legalizados» al decir de Chil (II, p. 487) por el obispo don Diego
López de Illescas.
> Viera también (VIII, 8) dice que el sevillano Juan de Bocanegra lo fac¿
despuéf del cautiverio.
[27] 195
Este documento, garantía de que Illescas no estuvo en ia posesión
de Tenerife en el Bufadero, nos pone en gfuardia sobre el
otro dato: posesión de Canaria en las Isletas el 12 de ajfosto de
1461, donde también asegura Abréu la intervención del obispo
-Illescas y de su provisor con «los dos guanartemes de Telde y
Gáldar» junto a los testigos en otro acto ocurrido cuatro días más
más tarde (16 VIII 1461). Pues si Abréu, como también Núñez de
la Peña y Viera (VI, 14), lectores del acta del Bufadero, consignan
que vino a Tenerife el obispo Illescas, mientras nada habían dicho
de esta presencia Espinosa (III, 1, p. 88) ni Viana (II, v. 262, p. 48),
que no vieron el documento, porque dan la falsa fecha J2 de julio
en vez de veintiuno de junio, hemos de suponer la presencia del
obispo una interpolación. Aunque naturalmente el obispo Illescas
tuviera noticia inmediata de que Herrera hizo tales «certifcaciones
en pergamino», al decir de Viera.
Así parece también inexacto que el año 1462, como apunta
Abréu (p. 116), fuera a Gando con el gobernador Cabrera Solier el
obispo Illescas y hallando a los indígenas sublevados tratara de
convencerlos, para que les permitieran asentarse allí, sin resultado.
Pero si la noticia del viaje de Cabrera Solier es exacta, como
parece, indica claramente que el castillo de Gando no estaba levantado
aún en 1462, pues la fecha de su erección en 1461, dada
por Torriani (p. 132), parece ficticia, o al menos no asegurada,
mientras el viaje de Cabrera debía llevar esa finalidad.
La intervención del obispo en Canaria estos años, en su iglesia
de Telde y con sus predicaciones y atracción de indígenas, parece
indudable. Mas la fiereza^con que Silva atacó a los herrerianos
explica cumplidamente que después de la captura de Gando no
permitiera que clérigos y soldados o subditos de Diego de Herrera
permanecieran en Telde'en pacto con los indígenas, siendo un
puesto más importante y mejor situado para la penetración, en la
Isla que la torre de Gando (Bonnet: Silva, p. 9).
Un cuarto error tiene Abréu Galindo al colocar su cap. 27
(Ii p. 127), que trata de la erección y toma del castillo de Gando,
después de los dos anteriores (I, 25, p. 118 y I, 26, p. 123), que
refieren la venida del lusitano Diego de Silva, su matrimonio con la
hija de Diego de Herrera (cedida por su padre a cambio del
196 [28]
castillo: Bonnet, Silva, p. 45, nota) y el cerco y liberación de Silva
por el guanarteme y su marcha a Portugal: hechos que van del
año 1466 a 1474.^
La torre de Gando es evidentemente anterior a la llegada de
Silva, que de ella se apodera; pero la destrucción de la otra torre
de Telde,'construida por Diego de Silva, debió de ocurrir en 1473,
según se desprende de datos seguros aportados por Bonnet {Silva,
p. 12, testimonio de Atabe, y p. 24 cautiverio de Mayorga y Chi-mida
en tal ocasión), antes del pacto con los indigenas por éstos
logrado el 11 de enero de 1476 (Abréu, I, 29, p. 135). Si el cautiverio
y liberación de Silva fue poco anterior a estos últimos sucesos,
habría que situar su marcha a Portugal en 1473 o en 1474,
•ates de declararse la nueva guerra entre ambas Coronas por la
sucesión «te la Reina Católica. Si es anterior a estos últimos sucesos,
pudo marchar a Portugal desde 1470.
Como en 1470-1474 ya no era obispo de Rubicón don Diego
de Illescas, tampoco «sintió mucho como pretende Abréu (I, 27,
p. 130) la presa por los canarios del castillo de Telde ni de Gando,
que aún estaban en poder de Silva desde antes de él marcharse de
Canarias.
(Continuará)
' SIRRIA, Portugaetet, p. 42, confirma que pudo marchar entra 1470, tiempo
fuficieate para au matrimonio y operaciones, tras el convenio de Castilla y Portugal
(abril de 1468); y antes de que se iniciara en Castilla la guerra (o quizá por
este motivo) contra Portugal, dándose bandos para apresar los portugueses que
hubiera en Canarias.
Evidentemente aunque llegaran los bandos, Diego de Herrera no los cumpliría
contra su yerno y soldados.