La imprenta de la Real Sociedad
Por Marcos MARTÍNEZ MARTÍNEZ
Nota de Redacción: Don Marcos Martínez, Bibliotecario en esta Universidad,
pronunció ante la Real Sociedad Económica de Amigos del Pais de Tenerife, el
27 de abril de 1960, una interesante conferencia con este titulo y tema. Ha tenido
la bondad de cedernos el original, cuyo texto publicamos, salvo los párrafos
introductorios y finales, puramente circunstanciales, que aqui resultarían desplazados.
Otros, antes que yo, se han ocupado en esta historia de la
imprenta de la Real Sociedad, aunque sólo fuera, en algunos casos,
de modo ocasional. Todos han procurado hacer historia, porque
en la historia se buscan siempre las enseñanzas.
Don Manuel de Ossuna y Van den Heede, destacado socio
de nuestra entidad, presidente del Ateneo de La Laj^unar pronunció
en este centro, el 4 de diciembre de 1913, una conferencia
titulada La cultura social en Canarias, impresa en el taller de
don Antonio José Benilez el año siguiente de 1914, que es un
compendio enjundioso de cuanto digno de ser mencionado, que
no es poco, encontró concerniente a las Islas Canarias en los campos
de las ciencias y de las artes. En la página 9 de su discurso,
cita a don José de Béthencourt y Castro, natural de La Orotava,
según Millares caballero calatraveño, como autor de un opúsculo
titulado La imprenta y facilidad de su establecimiento en Canarias,
escrito con toda probabilidad cuando por la Real Sociedad «e
56 [21
trataba de hacer aquella importación a través de don Ajfustín de
Béthencourt, que tanto hizo por la traída del material de imprimir.
Nada más especifica el Sr. de Ossuna, ni hemos logrado avistar el
opúsculo del Sr. de Béthencourt.
El ilustre profesor canario Dr. Millares Cario, nuestro admirado
amigo, autoridad indiscutible en el campo de la paleografía
e investigación históricas, abordó el tema de la tipografía canaria
—un poco de costado, naturalmente— en dos trabajos específicos:
en 1932, en su Bio-bibliografia de escritores naturales de las Islas
Canarias, pronto agotada por su corte magistral y en cuya reedición
se ocupa actualmente, y dos años más tarde (1934) en un
artículo que publicó en la revista <E1 Museo Canario», con el titulo
ambiguo de Los incunables canarios más antiguos. Y digo
ambiguo, porque en él, ciertamente, no puede hablarse de auténticos
tincunables». en el sentido bibliográfico admitido universal-mente
para este concepto, ni tampoco en la determinación «incunable*
cabe una clasificación de más o menos antiguo dentro de un
periodo tan preciso, tan corto.
Todos sabemos que el término incunable se aplica a los libros
salidos de la imprenta entre los años de 1462, en que se hizo la
primera obra en caracteres movibles, la famosa «Biblia» de Gu-tenberg,
y el de 1500, señalado hasta ahora como tope convencional
para la ubicación de esa «cuna» de los impresos.
Naturalmente que tampoco yo veo razón para que, por ejemplo,
no puedan considerarse como «incunables» aquellas obras
que, impresas por la misma imprenta, con los mismos tipos y por
el mismo impresor que venía haciéndolo antes de 1500, lleven la
fecha de 1504 o 1510. Pero esta consideración mía no entraña,
en modo alguno, que hayamos de conceptuar como «incunables»
las obras impresas nada menos que en pleno siglo XVIII, casi a
trescientos años de distancia de la primera obra tipográfica movible.
Según este último criterio, cualquier localidad, Taganana
pongo por caso, podría gloriarse, no ya en el presente, sino en el
futuro, de dar a la luz un buen «incunable», sólo porque cualquier
editora tuviese la ocurrencia o la necesidad de montar allí una de
esas ultramodernas máquinas que lanza los libros ya encuadernados
y dorados.
m 57
Claro que el profesor Millares se refiere a ilgo tan reg^ional
como es la «cuna» o nacimiento de la imprenta en nuestras islas,
sin que el enunciado ni el contenido de su articulo nos autoricen a
pensar en otras interpretaciones, como las que en algunas ocasiones
hemos oído exponer a personas de cierta cultura.
Después del Sr. Millares, el Sr. Pérez Vidal, profesor que fue
del Instituto de Segunda Enseñanza de Santa Cruz de La Palma,
trató también la cuestión de La Imprenta en Canarias en unos lúgubres
artículos que hablan de cementerios de libros en tonos que
suenan almarcha fúnebre de la obra impresa. Aparecieron esos
artículos en «Revista de Historia», de la Universidad, tomo VIH,
año 1942, págs. 137 a 143, y 237 a 243. Dieciocho años de distancia
solamente bastaron para que en España se operase un cambio
radical en la forma de conceptuar la misión de los archivos y de
las bibliotecas. Con toda seguridad que este ilustre profesor no
se expresará hoy ya en la misma forma.
También los destacados periodistas don Buenaventura Bonnet
y don Sebastián Padrón Acosta, desde las tribunas de «El Día»
(25 de mayo de 1947) y de «La Tarde» (16 de febrero de 1949),
respectivamente, se ocuparon de los orígenes del arte tipográfíco
en nuestra isla. Tanto uno como otro se refieren principalmente
al prototipógrafo Pedro José Pablo Díaz Romero, establecido en
Santa Cruz, calle del Sol, procedente de Sevilla. El Sr. Bonnet
reseña las cuatro primeras obras impresas por Díaz Romero, llamándolas
«incunables», como el maestro Millares. El Sr. Padrón
hace principal incapié en la biografía del tipógrafo, y asimismo
menciona cierta bibliografía de la historia de la imprenta, aludiendo
al opúsculo del Sr. de Béthencourt, que nosotros no hemos podido
consultar pero que ellos parecen conocer bien.
Otro conciudadano nuestro sintió asimismo la llamada del tema
y se lanzó a la benemérita tarea de «dar un primer paso —son
sus palabras— para una sistematización del caudal bibliográfico
insular». Este «primer paso» no podía aún ser una historia del
arte tipográfico en Canarias, por el desconocimiento en que nos
encontramos de una serie de datos sobre el conjunto de la producción
salida de los tórculos insulares. El Sr. Vizcaya Cárpenter,
en el trabajo a que aludimos —que publicó en el núm. 109-112 de
58 [4]
cRevista de Historia», de la Universidad, año 1955, págs. 113 a
145—, recog-e la identificación de las treinta y cinco primeras obras
salidas de la protoimprenta canaria, establecida en Santa Cruz de
Tenerife, y sis;uiendo las normas descriptivas adoptadas por el
Sr. Millares.
Recientemente don Pedro Tarquis publicó tres artículos en el
periódico santacrucero «La Tarde», en fechas 23 de febrero, 25
de febrero y 5 de marzo últimos, titulados Don Agustín Béthen-court.
La imprenta de la Económica de La Lagaña. Del primero
traza un bosquejo biográfico y de la se^funda ^& a conocer aquellos
orígenes a los que está ligado el Sr. de Béthencourt, esto es,
la traída de nuevo material. Por cierto que en los.mencionados
artículos se hace una bibliografía resumida de las obras publicadas
por la Imprenta Isleña relativas a la historia de Canarias.
Probablemente queden ignorados por mí algunos otros ensayos
históricos sobre la imprenta en Canarias, incluyendo en ellos
el aún inédito del Sr. Vizcaya Cárpenter, que mereció premio de
la Casa de Colón, de Las Palmas. Mi propósito, como dije al
principio, no es el de agotar el tema, qiie bien podría hacerse,
sino el de entreteneros un poco con estas curiosidades bibliográficas,
tan sabidas y tan olvidadas. Os ofrezco solamente el resultado
de unas elementales pesquisas, llevadas a cabo entre estas
cuatro paredes.
* « •
La Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife,
fundada en 1777 por acuerdo de proceres que entonces vivían
en La Laguna, pertenecientes, en su mayoría, al gremio de guerra,
entre los que se eligió la primera junta directiva, se integró, como
todos saben, por aquel señor, con mayúscula, que fue don Tomás
de Nava Grimón, V marqués de Villanueva del Prado, coronel del
regimiento de La Laguna, como director; don Fernando de la
Guerra y del Hoyo, marqués de la Villa de San Andrés, vizconde
del Buen Paso, también coronel, como censor; don Antonio José
Eduardo, sargento mayor del regimiento de La Laguna, como contador,
y don Antonio Estanislao Monteverde y Lugo, capitán del
regimiento de La Orotava, como tesorero.
[5] 59
La Real Sociedad) que en un principio estaba compuesta por
más de ochenta miembros, había incorporado a su programa «no
descuidar el importante oficio de la imprenta», tan necesario a
los fines educadores que tenía propuestos.
Ya a los cuatro años de estar funcionando la Real Sociedad,
en 1781, justamente a 10 de febrero, en la sesión que se celebraba,
«se ve una carta —así dice el acta correspondiente— del señor
don Antonio de los Santos en que se trata de establecer a expensas
de la Sociedad un impresor llamado Ángel Bazzanti, natural
de Liorna, que habiendo benido en una embarcación dinamarquesa
deseaba quedarse en esta Isla». Sólo esto, por si en actas posteriores
hubiese quedado olvidado, que no quedó, nos indica que
fue precisamente el Sr. de los Santos el más interesado en tal
establecimiento.
Este don Antonio Miguel de los Santos, natural de Santa Cruz
de La Palma, protomédico oficial de Tenerife, probablemente soltero,
con residencia en La Laguna, calle de la Carrera, tenia aficiones
y condiciones poéticas, y no jgustaba dejar inéditas sus
manifestaciones épicas y líricas.
A indicación del mismo señor se hicieron gestiones para adquirir
la imprenta o instrumentos de ella —acta del 17 de febrero
de 1781—, que quedaron por muerte del impresor que habfa estado
establecido en Santa Cruz, don José Pablo Díaz, y la Real
Sociedad aplicaba a tal objeto 100 pesos (unas 480 pesetas), de los
que había de proveerle el Ayuntamiento de La Laguna, por orden
de la Real Audiencia (y mucho ojo al dato). El mismo Sr. de los
Santos ofreció, para que s^ instalara la imprenta, «una sala baja de
la casa de su habitación», que era, como hemos dicho, en la calle
de la Carrera, suponemos que muy cerca de la plaza de la Concepción,
entonces llamada de la Pila Seca.
Llevaron "al Bazzanti a la imprenta de Juan Pablo y allí le sometieron
a pruebas que demostrasen su verdadera condición de impresor,
de las que salió airoso. El capitán del barco dinamarqués quería
llfevárselo a todo trance, él sabría por qué. Y el Sr. de los Santos
se empeñaba en retenerlo, también él sabría por qué. Lo cierto es
que, años más tarde, tanto Bazzanti como de los Santos dieron bastantes
quebraderos de cabeza a las sesudas testas de la Económica.
60 [61
En Junta de 10 de marzo siguiente, el Sr. de los Santos daba
cuenta a la Real Sociedad de haber comprado, por cuenta de ella,
ante notario, los sigfuientes efectos:
diecisiete tableros de letra;
una prensa de imprimir; '
ocho estampas de cobre;
una porción de dichos de plomo;
guarniciones;
cosa de tres quintales de letra;
dos prensas para cortar papel,* con sus ingfenios respectivos;
un tórculo para estampar;
una piedra de batir papel;
una piedra de moler colores;
y lo no menos importante: el recibo del importe de todo. Utensilios
que fueron traídos a La Laguna, a casa del Sr. de los Santos.
Muchas facilidades encontró Bazzanti y mal correspondió él
a las reiteradas muestras de confianza que se le dieron, especialmente
por parte del marqués de Villanueva del Prado, que le protegió
y otorgó crédito con que atender a sus necesidades, incluso
de su peculio particular. Las obligaciones de Bazzanti se redu-ctan,
al parecer, aparte de la residencia en La Laguna, a imprimir
las listas de los premios que anualmente otorgaba la Real
Sociedad y a entregar a la misma entidad un ejemplar de cada
impreso que hiciera. La Real Sociedad le pagana los suyos.
Treinta y cuatro años duró, hasta su muerte, el tira y afloja
entre el italiano y la Real Sociedad, al principio de cuya época se
adquirió el material de imprimir en cuyas gestiones intervino el
Sr. de Béthencourt. Los apuros económicos e informalidades de
Bazzanti por un lado y por otro las cicaterías de la Real Sociedad
limitaron el fruto que se esperaba de aquella imprenta.
El Sr. Jarquis, en los artículos que antes mencionamos, refiere
unos cuantos detalles respecto a las gestiones llevadas a cabo en
Madrid, por el año 1784, para adquirir tipos de imprenta en casa
* «Guillotina» que decimos hoy, porque fue por entonces cuando comenzó a
funcionar el artefacto de Mr. Guillotin, y no precisamente para cortar papel.
[7] 61
de don Joaquín Ibarra, con quien pondría en contacto a don Agustín
de Béthencourt, representante allá de la Real Sociedad, otro
de nuestros paisanos ilustres, don José de Viera y Clavijo, que
también entonces andaba por la Villa y Corte. Asimismo nos
cuenta el Sr. Tarquis los incidentes de las traída de las cajas desde
Madrid y Cádiz, y desde aquí, en el bergantín «Tritón», hasta Santa
Cruz; la rotura de una caja, la comisión de la Real Sociedad para
que se hicieran cargo de las cuatro cajas, etc.
La primera obra estampada por .este impresor, de que tenemos
noticia —gracias a Millares—, es la titulada: Idilio / que ti día
quatro de Noviembre / de 1781 / dixo en la Acta publica de la R.
Sociedad de Amigos / de Tenerife D. Antonio Miguel de los Santos /
con motivo de celebrar este Cuerpo Patriótico el Dia / del nombre
de N. Soberano / el Sr. D. Carlos 111/ que Dios ¡guarde. / En el qual
dia se distribuyeron los Premios ofrecidos / para cumplir su instituto
... ¡ En la Ciudad de la Laguna por Ángel Bazzanti Impresor.
Fue por febrero del 81 cuando Bazzanti arribó a Santa Cruz, pero
esta primera obra no debió quedar concluida hasta el año 1782,
como es lógico suponer de la gestión de su permanencia en la Isla
y de la adquisición de los utensilios de la imprenta santacrucera.
Turbios manejos debían conocerse de Bazzanti, ausente de
La Laguna, contra lo que estaba estipulado, y sustraedor de algunos
utensilio?, acuciado también por necesidades monetarias, cuando
durante el año 1783, iniciadas ya las gestiones en Madrid para
traer más material, no sólo no consiguió la Real Sociedad ver impresa
su lista de premios, sino que hubo de prevenirse contra una
posible enajenación del material por parte del que se nos presenta
como desaprensivo o descontento impresor. ¿Qué pretendía
éste? ¿Acaso sólo sacarle el máximo provecho a su profesión
artesana? No nos metemos en mayores interioridades. Sabemos,
eso si, que Bazzanti era «un hombre pobre, dado al vino», y que
ninguna de sus obras tiene sello artístico digno de nota. Por aquellas
fechas tampoco dio muestras de su actividad.
Sin embargo, no, faltaba material. El también médico-poeta
don Carlos Yánez de Barrios, natural de nuestra ciudad, compuso
un poema al Incendio de Santa Cruz del 28 de setiembre de 1784,
que no se publicó hasta diez años más tarde.
62 [8]
En 1785 sale de las prensas de nuestro hombre un Elogio I
que al Rey Nuestro Señor / D. Carlos III / dixo / en la Acta pública
celebrada por la Real Sociedad de / Amigos del País de Tenerife el
día 4 de noviembre de 17851 D. Antonio Miguel de los Santos,
socio de número . . . / Siendo Director el Excelentísimo Señor Marqués
de Branciforte . . . en el que de los Santos hace un ensayo
lírico esdrújulo a través de treinta y seis cuartetas dodecasílabas,
utilizando los nombres más o menos legfendarios de las Islas y
aprovechando la distribución de los premios anuales de la Real
Sociedad.
Hacia fines del ario (1785), a 2 de noviembre, comienza a estampar
el «Semanario Misceláneo Enciclopédico>, verdadero primer
periódico que se imprimió en la Isla, ya que el publicado por
Viera y Clavijo era solamente manuscrito. De este «Semanario»
aparecieron once números hasta 1787 —¡asi eran de largfas entonces
las semanasl—, y se^ún el historiador de los periódicos Sr.
Maffiote salieron del artilug^io de Bazzanti.
Tratada en juntas y acordada se hizo la impresión de una
obrita sobre el Cultivo / del I Colsat, de la que era autor el bolones
don Juan Pablo Fabri y que tradujo del italiano al castellano don
Joseph Domenichini, individuo de la célebre academia de los filarmónicos
de Bolonia. En el prólog;o, dedicado al Iltmo. Sr. don
Antonio de la Plaza, del Consejo de S. M., dignísimo Obispo de
Canarias, etc., etc., y ostentando el escudo episcopal, dice el traductor
de dónde sacó su versión. Consta la obra de una advertencia
al lector, cinco artículos y unas últimas noticias, en total
diez y nueve págfinas, en las que hace una puntual descripción de
la planta, comenzando por sus nombres científicos, su historia,
clases de semillas, modo de trasplantar, cosecha, extracción del
aceite de la semilla, ventajas de su cultivo y experiencias obtenidas
en Bolonia [B. U. Pap. Var. 29-11].
Del año 1786 tenemos un curioso expediente impreso en todas
sus partes por Bazzanti [B. U. Pap. Var. 92-Ix-XI] a expensas de
los particulares y compuesto por cinco oficio?, dos copias de actas
y tres instancias, en una de cuyas portadas se ostenta un gnn
escudo de La Lagfuna (castillo, arcáng:el sobre el Teide, y león
pasante coroaado), obra en su dibujo y grabado de Fr. Antonio
[9] 63
Bermejo. El entonces comandante general del Archipiélago, que
lo era desde dos años antes (1684) don Miguel de la Grúa, marqués
de Branciforte, había solicitado de S. M. el Rey don Carlos III,
hacia el mes de mayo, permiso para pasar temporalmente a la Corte,
bajo pretexto de resolver algunos problemas concernientes a
las Islas. Enterado el ayuntamiento de la capital —que lo era La
Laguna— de aquellas intenciones y sospechando acaso que aquella
ausencia se prolongase demasiado o fuera definitiva, eleva a
S. M. una instancia, de la cual noblemente dieron cuenta al interesado,
en la que, aludiendo a las veces en que anteriormente se
lamentó haber tenido jefes poco atentos al beneficio del pafs,
pide ahora que se deniegue el permiso que el actual jefe solicitaba.
Y en esta instancia vemos los méritos con que Branciforte se había
granjeado el afecto de los isleños, que, sin entrar en pormenores
biográficos, vamos a recoger someramente: mejoras en el muelle
portuario de Santa Cruz de Tenerife; fundación y construcción de
un hospital para niños, niñas, hombres y mujeres en el que, al par
de estar recogidos, aprendían las artes y los oficios útiles. Y también
se habla de la ida de Branciforte a Gran Canaria, con motivo
del establecimiento de una factoría ballenera, en cuyas faenas estuvo
presente con ánimo y esfuerzo denodados. Era, además de
aristócrata, todo un caballero, enérgico con los superiores y benévolo
con los humildes. Naturalmente, la pretensión de Branciforte
no prosperó; en la Isla le tenemos hasta 1790. Contentos los hacendados
de Gran Canaria, entre los que se encontraba en primer
término el conde de la Vega Grande, le ofrecen su concurso personal
y económico ilimitado e incondicional. En corteses frases
elude Branciforte aquella cooperación.
En este mismo año de 1786 es cuando se arma una tremolina
interior en la Real Sociedad que da por resultado la expulsión de
don Antonio Miguel de los Santos. A través de las actas se atisba
el carácter atrabiliario y caciquil de que estaba dotado. Eludía los
requerimientos que la Real Sociedad le hacía para que diese cuenta
de las gestiones que se le encomendaban, entre ellas la de la
imprenta. De tal modo, que hasta sospechamos fuese él mismo,
al socaire de la manera de ser de Bazzanti, quién estuvo a punto
de dar al traste con aquella magnifica empresa ele la imprenta.
64 [10]
Sin embargo al año siguiente sigue perteneciendo de los Santos
a la Económica.
Bazzanti no deja entonces de imprimir el pliego que se titula
Premios / que la. Real Sociedad / de Amigos del País desta Isla de
Tenerife ofrece en el / Año de 1786. Lleva el emblema de la Real
Sociedad, dibujado y grabado por Joaquín Baliester, y consta de
seis páginas en el ejemplar que se conserva en la Biblioteca Universitaria
[B. U. Pap, Var. 47].
Aparece en público el Discurso j político económico I para prO'
mover los alivios de estas Islas Canarias. / Dedicado a las / Reales
Sociedades / de Amigos del País de su Provincia. / Escrito, y dado
a la luz por D. Joseph Antonio Gómez, / Vecino de la villa de la
Orotava. / [dibujo] / Con licencia / en La Laguna por Miguel Ángel
Bazzanti, Impresor / de la Real Sociedad. Año de 1786. Consta
de treinta y cinco páginas, encabezadas con el mismo emblema de
la Real Sociedad. La dedicatoria está firmada por el autor en la
villa de La Orotava, a 24 de marzo. En la introducción dice de
sí mismo que fue diputado del común de la capital de Gran Canaria
en los años de 1771 y 1772, en los de 1784 y 1785 y traza el
plan del Discurso, que divide en cuatro proposiciones. La primera
trata «Sobre el recogimiento, destino y aplicación de los Farbulos
y jóvenes desamparados y mendigos». La segunda: «Manifiéstase
la necesidad y se exponen varios arbitrios para la creación de
Montes-Píos en los Pueblos>. La tercera: «Trátase de la estabilidad,
manejo y utilidad de los Montes-Píos». Y la cuarta proposición
discurre «Acerca del establecimiento y subsistencia de Escuelas
de primeras letras y enseñanza de Niños y Niñas». Y hay
al fin una lista de cuarenta y cinco suscriptores que, sin duda,
debieron contribuir a la impresión del folleto [B. U. Pap. Var. 52
(47/115)].
Si entro en todos estos detalles, lo hago no sólo porque el
contenido de las obras nos ilustra acerca de las inquietudes y afanes
de la época, sino también por lo que tiene de aleccionador
el espíritu de colaboración que entonces impregnaba a la Real
Sociedad.
¿Por qué no ha de ser interesante que sepan, los que no tuvieron
ocasión de aprenderlo, que también es de 1786 la erección
[11] 65
de un consulado en La Lag^una? Pues si, de ese año es la Real
Cédula que lo establece, Consulado Marítimo y Terrestre, comprensivo
de la ciudad de San Cristóbal de La Laguna de Tenerife,
de su Puerto y de las demás Islas Canarias. Interesaba mucho a
nuestra Isla, y por eso lo hace imprimir la Real Sociedad a su tipógrafo
Ángel Bazzanti, poniéndole el sello nacional grabado por
Fr. Antonio Bermejo.
Habían cuajado las deliberaciones internas de la Económica,
contenidas en sus actas, y fue un empujón el Discurso político económico
del diputado de La Orotava don José Antonio Gómez,
porque no más que al año siguiente de 1787 se imprimen las Constituciones
/formadas por la Real Sociedad/ de Amigos del País de
Tenerife, para el régimen,.y /gobierno de las Escuelas de Niños, y
niñas pobres, / que ha determinado establecer en esta Ciudad de / la
Laguna, y Plaza de Santa Cruz, por su Acuerdo de 27/ de enero
de 1787. El emblema de la Real Sociedad que exhibe es también
el de Ballester. Estas Constituciones, que constan de cinco titules,
tratan de las maestras, de los ejercicios de las educandas, de la
dirección y tratamiento de las educandas, de los socios curadores
de las escuelas y de la misma validación de los estatutos [B.U. Pap.
Var. 46 (47/109)].
Posteriormente sale a la luz el Vexamen /ala Real Sociedad/
de Amigos del País de Tenerife / y su defensa/ por el Dr. D. Miguel
de los Santos / que lo dixo en la Acta Pública del día 4 de No- /
viembre de 1787. Conmemorativo de la onomástica del Rey y en
la fiesta de la distribución de premios por la Real Sociedad, comienza
con una invocación a cada una de las musas y se mete el
autor suavemente y uno a uno con los componentes de la junta
directiva de aquel año; luego alude a los que una vez recibidos
los premios no vuelven a ocuparse de su artesanía [B. U.].
En 1788 imprime Bazzanti por lo menos otras dos obras líricas,
atribuidas por Millares —aunque él dice no haberlas visto— al
médico-poeta. Una, titulada Lyras con que la ciudad de La Laguna
explica su dolor por la ausencia de su obispo D. Antonio de la
Plaza, y la otra que es versión castellana de los himnos Pange lingua
y Sacris solemnis. Por cierto que de los Santos —a pesar de su
apellido— tampoco gozaba de confianza en la curia eclesiástica, al
RHC, 3
66 [12]
parecer por el «abuso y aplicación a cosas profanas que hacía de
las Sas;radas Escrituras».
En este año se imprime el Epigrama latino que el pueblo de
La Orotava dedicó al Iltmo. Sr. don Antonio de la Plaza por su
visita pastoral y predicación en el día 19 de octubre [B. U. Pap.
Var. 95/XV (48/156)].
Y se estampan las Canariensis / Seminarü Conciliaris / Theo-logicae
Theses. / Argumentis pro viribus adveniet D. Víctor Mon-juy,
Parissimae Concepiionis Seminarü Alamnus, ei open ferente
D. Joanne Navarro, Theolog. Dogm. Cathedrae Moderatore, die
31 Julii, AnnóDomini M.DCC.LXXXVIIII, una hoja y cinco pá-
Sfinas. Y las Theses de Re / Physica / quas elucidare offert / D. Tomas
Padilla et Villarasa / sub auspiciis ¡ D. Dominici Garda et
Abreu I Philosophiae Cathedrae Praeceptoris in Generali Aula /
Cllegii Seminarü Conciliaris Canariensis / Die 21 lullii Anni Domini
M.DCC.LXXXVHII [dibujo] / [filete] / Nacto Permissu: Lacu-nae
Nivariensis: apud Michaelem j Angelum Bazzanti, Regalis,Sb-cietatis
Typographum, 2 hojas más 12 pág^inas [B. U. Pap. Var. 48
(47/111)].
Estando ya de vuelta en La Laguna el ilustre procer que fue
coronel de milicias, promotor de la Universidad y cultivador aventajado
de las letras don Bartolomé Benítez de Pont^ y Lugo,
imprime Bazzanti de él, entre otras cosas, el Plan General y noticia
previa de las fiestas con que la ciudad de La Laguna va a
solemnizar la proclamación del Señor D. Carlos IV, efectuada,
como todos sabemos, el 17 de enero de 1789 [B. U. Pap. Var. 45
(47/108)]. Durarían las fiestas, entre profanas y religiosas, cinco
días, e intervendrían cuadros alegóricos y mitológicos, formados
por gente de la ciudad y por los componentes de las milicias.
Hay, asimismo, un soneto anónimo impreso, en el que la ciudad
de La Laguna manifiesta su agradecimiento al marqués de
Branciforte por su representación en la Corte a la proclamación
de aquel Soberano [B. U. Pap. Var. 95-VII]. Había estado el marqués
en Madrid y no se temía que abandonase, de momento, el
Archipiélago.
Elogios I al Xcelentisimo Señor / D. Miguel de / la Grúa ¡ Branciforte,
de los principes de / Carini, Marqués de Branciforte / efc.,
[13] 67
se imprimen entonces por la Real Socidad Económica [B. U.
Poes. Var. 1 (30/130)].
1790 es un año de auténtica actividad por parte del marrullero
Bazzanti, espíritu maquiavélico, como buen toscanés. A buen
seguro que la Real Sociedad, cuyo director era el marqués de
Branciforte, también comandante general de las Islas desde junio
de 1784, no dejaría de apretarle las clavijas. Tenemos los siguientes
impresos:
1° Oración fúnebre de Carlos III, dicha el 17 de marzo de
1789 en la Iglesia del Seminario de Las Palmas por el Arcediano
de Fuerteventura D. José de Viera y Clavija, que debió estar reposando
—la oración, se entiende— en los cajones de la imprenta.
En solas treinta y dos páginas hace Viera un biografía compendiada
de aquel constructivo monarca y de sus actividades con respecto
a Canarias [B. U. Serm. Var. X-4].
2° Sermón que predicó el canario P. agustino Fr. Antonio
Raymond con motivo de haber sido nombrado Secretario de Gracia
y Justicia D. Antonio Porlier, en el Ministerio de Floridablanca
[B. U.^Pap. Var. 68 (44/131)].
3° Oda en honor del Conde de Floridablanca, con motivo de
haber salido ileso del atentado del 17 de junio [18 dice la Historia],
/7or el mismo P. M. Fr. Antonio Raymond. Salió de las prensas
en noviembre del mismo aiio. Consta de siete páginas y no
fueron mucho los cuatro meses de demora para encender el aliento
poético del agustino.
4° De Re Physica / Theses experimentales, / quas defensarus
adderit / D. Joannes de León et Romero / ei auxiliante / D. D. Francisco
Martines de Fuentes / Physicae Disciplinae Moderadore / in
Seminario Consiliari Canariensi / die 2/Julii, anni Domini, 1790/
Vespere Horis Solitis. [dibujo] / Nactu Permissu: / [filete] / Lacunae
Nivariensis: apud Michaelem Angelum / Bazzanti, Regalis societa-tia
Typographum. Ocho páginas [B. U. Pap. Var. 52 (47/115)].
Vamos viendo como también utilizaban la imprenta de la Real Sociedad
los Seminarios de Nivaria y de Canaria.
5° Una genealogía de Jesucristo hecha por el clérigo del
Realejo Alto don Miguel José Yánez. Es una traducción de la
obra que hizo en portugués Antonio Pereira Figueride de la
68 [14]
traducción que éste compuso sobre el Nuevo Testamento, según
la Vulgata. En realidad, las siete páginas de que consta el folleto
no son otra cosa que lo que hoy llamamos propaganda editorial,
ya que en él se dice que la obra se «divide en seis tomos que se
imprimirán por subscripción; su importe cuatro pesos, que las personas
que gustaren subscribir enviarán con la brevedad posible a
mano del traductor o de quien señalare». ¿Publicóse al fin el total
de la obra? [B. U. Pap. Var. 51, XVIII].
Como no es cosa de seguir año por año una producción tipográfica
irregular y variada, y como, por otra parte, no es exhaustivo
nuestro intento de ahora, enumeraremos ya sólo alguna que
otra producción signifícativa de la trayectoria recorrida tanto por
la Real Sociedad como por el inquieto impresor.
Un Elogio / de Carlos IV en su onomástica, pronunciado por
Fr. Antonio Raymond, en el año 1793, fue impreso en 1794. Este
agustino canario fue un extraordinario erudito, políglota y predicador.
Viera y Clavijo dice de él que fue «un mui digno ornamento
de Canaria, su patria>. En las diez y ocho páginas y portada
de que consta este elogio, autor e impresor se esmeraron en
presentar lo mejor posible su contribución jubilar a la onomástica
del Rey [B. U. Pap. Var. 90-11].
De 1795 es la impresión de un canto en latín en honor de la
onomástica de don Antonio Tavira y Almazán, obispo de Canarias
y donante de libros a la Real Sociedad y a la Universidad. Lo hizo
don Bernardo Cólogan Fallón, natural del Puerto de la Cruz, y es
una poesía de más de doscientos versos [B. U. Pap. Var. 95-Vin].
Don Antonio Tavira fue nombrado obispo de Osma y con ese
motivo el oidor de Canarias don Francisco Gutiérrez Vigil le
dedicó un conjunto de veinte liras, y tampoco faltó una canción
anónima, de otras veintiún liras con el mismo motivo, que llevan
fecha de 3 de mayo. Ambas composiciones fueron impresas por
Ángel Bazzanti en el año 1796 [B. U. Pap. Var. 95, XVIII y XIX].
Otra vez en 1797 don Miguel de los Santos suelta su facundia
literaria en la Relación / en que describe / el vigoroso combate / honrosa
defensa y gloriosa Victoria / obtenida por las armas de Su Ma-gestad
Ca- / tholica en la Plaza de Santa Cruz de la / Isla de Tenerife
en lá mañana del I día 25 de julio de 1797,.. contra Nelson.
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Como curiosidad bibliográfica hemos de incluir en este momento
la impresión por Bazzanti de un soneto, que se atribuye al
Sr. Zuaznávar, fiscal de la Audiencia de Tenerife, que dice así:
El que a Neptuno el cetro arrebatando
Dar pretende la ley al mar furioso,
Con escuadras inmensas, orgulloso,
A Brest, Dunquerque y Cádiz bloqueando:
El que en el Cabo y en Ceilán triunfando
Fixa su pabellón victorioso,
Y corre las Antillas imperioso,
Islas a Holanda y al francés tomando:
De Cádiz a Canarias conducido
Con altas naves y escogida gente
Invade a Santa Cruz, bate aguerrido:
Bombea, tira, asalta y justamente
Por los canarios es roto y vencido.
Mandados por Gutiérrez el valiente.
Gesta gloriosa a la que no quisieron quedar ajenos los miembros
de la orden de predicadores del convento de Santa Cruz,
haciendo su portavoz al M. R. P. Fr. Domingo Hernández, quien
pronunció una oración sagrada, que fue también impresa por Bazzanti;
ni tampoco Viera y Clavijo, con su Oda a la victoria de los
tinerfeños, que consta de diez y nueve páginas.
Finalmente, tenemos un soneto del mismo Viera y Clavijo,
que titula La Isla de Tenerife a la Santa Iglesia de Canarias y
su Cabildo, que escribió con motivo de la muerte de don Diego
Nicolás Eduardo, obispo de aquella diócesis. También impreso
por Bazzanti.
Los días 19 y 20 de octubre de 1805 se prepara el gran combate
naval que había de librarse a unas cuatro leguas del cabo
Trafalgar entre la escuadra británica y las de Francia y España que
hubo de significar el hundimiento de nuestro poderío marítimo,
pero que fue ensalzado por la musa épica hispana, tan enamorada
de heroicidades baldías. No se sustrae a este embrujo uno de los
poetas representativos de entonces, don Manuel José Quintana
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quien compone una riestra de odas titulada precisamente Oda a
los marinos españoles en el combate del 21 de octubre de 1805, que
también fue impresa por Miguel Ángel Bazzanti, residiendo en lo
que se llamaba capital de la Isla de Tenerife.
Año de 1808. Miguel Ángel Bazzanti se titula Impresor de
la Junta Suprema de Canarias. Estampa un soneto anónimo dedicado
a ella [B. U. Pap. Var. 95-XX].
Aún en 1816 imprime el italo-canario —llevaba ya treinta y
seis años en la Isla— una Introducción a la Doctrina Cristiana, de
la que era autor don Alonso de Nava Grimón, VI Marqués de Vi-llanueva
del Prado, fundador del Jardín de Aclimatación de La
Orotava, y llamándose Sociedad Patriótica nuestra Real Sociedad.
Además de la actividad propiamente impresora de Bazzanti
hay que señalar que a sus enseñanzas se debió la difusión, ya que
no la introducción, de la imprenta en el Archipiélago. Un discípulo
suyo se estableció en Gran Canaria y otro continuó trabajando
en La Laguna, bajo los auspicios de la Universidad, que también
heredó, en gran parte, los útiles de imprimir.