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ALMOGAREN. 19. (96). Págs. 95 - 116. O CENTRO TEOLOGICO DE LAS PALMAS CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS(I' JOAQUlN GARCIAR OCA DR. EN TEOLOGIA, PROFESOR DE LA ESCUELA DE TRABAJO SOCIAL DE VALENCIA INTRODUCCION H e re cibido el encargo de mostrar las virtualidades que nuestra fe cristiana tiene hoy para construir un mundo solidario; intentaré hermanar la solidaridad y el cristianismo en el interior de nuestros conflictos y de las tur-bulencias de nuestro tiempo y, si es el caso, mostrar hasta qué punto la solida-ridad constituye la matriz de la convocatoria que Dios hace a nuestros días y cómo toda nuestra razón de ser está en promoverla y fomentarla. Intentaré ofrecer e indicar la guía de ruta para la navegación en estos tiempos. Yo veía ayer aquí en el puerto, unas velas y pensaba: mira cómo Canarias nos ofrece esa imagen simbólica del arte de la navegación. Por que no estaría mal, cuando hemos vivido tantas veces desde la psi-cología del camino propia de las mesetas; cuando están las metas y las rutas tan claras para llegar a ellas, aunque se oscurezcan, ...; no estaría mal pensar nuestro tiempo desde ese arte de la navegación, que consiste fundamental-mente en hacer que el viento pase entre las velas para así dominar el aire suel-to y sin rumbo que hay en el mar. (1) Ponencia presentada por el autor en la Asamblea Diocesana de Cáritas de Mayo de 1996. 96 CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS Quizás sea ese el talante que necesitamos: hemos de navegar en el inte-rior de una historia, en la que hay vientos sueltos por ahí, aires que tienen que ser pasados entre las velas, para poder llegar al puerto, poder llegar convirtien-do las amenazas en posibilidades y oportunidades. Eso es navegar: convertir lo que puede ser una amenaza, en una oportu-nidad, evitando así el naufragio, por que si algo nos es prohibido a los que estamos juramentados con la causa de Jesús es precisamente ese naufragio que proviene del decaimiento del ánimo, de las fuerzas, porque el desánimo es lo único que mata. Por eso el arte de navegar nos puede dar unas pautas para navegar en este tiempo, que, como cualquier otro, tiene turbulencias, que se convierten en auténticos zarpazos para los últimos, para los que están peor situados. No en valde, Pablo de Tarso entendió el evangelio como la energía de Dios para un pueblo en marcha en función de una Tierra sin males, energías que han sido confirmadas y acreditadas en la historia de Jesús de Nazaret y en la historia que El mismo ha producido a través de sus seguidores. El cristianismo es, en palabras del gran testigo y profeta del siglo XX Walter Benjamín, una chispa mesiánica que explosiona en contacto con la antihistoria y con la cruel humanidad; una chispa mesiánica que se activa en contraste y en contacto con los lugares de sombra eterna; y al explosionar se sustancian actualmente en cuatro esencias que con sus respectivos dispositi-vos, prácticas y escenarios profundizan radicalmente la solidaridad hoy. ¿Cuáles son las energías y los potenciales que explosionan cuando esa chispa mesiánica se encuentra con el reverso de la historia, con los pueblos crucificados, con los agujeros negros por donde sangra nuestra sociedad, con la cruel humanidad?: - la energía de la liberación, sostenida sobre un deseo y una promesa de una Tierra sin males que cristaliza en la solidaridad liberadora. Nuestra fe aporta a la construcción de la solidaridad un sustantivo: la solidaridad necesaria, creíble y acreditada en la historia de Jesús tiene el nombre de LIBERACIÓN. Si le falta esto la solidaridad cojea. - la energía de la misericordia, que sostenida sobre el deseo de frater-nidad cristaliza en una solidaridad compasiva; solidaridad de gentes compasivas que apuestan por el sentido compasivo de la vida. - la energía de la habilitación, que sostenida sobre el deseo de recono-cimiento cristaliza en una solidaridad rehabilitadora. JOAQUIN GARClA ROCA 97 - la energía de la mediación, que sostenida sobre el deseo de produ-cir los bienes comunitariamente, cristaliza en una solidaridad mediadora. Si entendemos por solidaridad un modo de ser y de comprendernos como seres humanos que consiste en ser los unos para los otros, vivir unos con otros, y hacer unos por otros, la aportación de esta chispa mesiánica y proféti-ca le aporta el impulso liberador y a la vez compasivo, rehabilitador y a la vez mediador con sus respectivas providencias, códigos simbólicos y estilos de vida que desvelan aspectos esenciales de la existencia cristiana. Veamos cada una de estas energías a qué convoca y qué provoca en la producción de la solidaridad para nuestro tiempo. 1. EL SENTIDO PROFETICO DE LA VIDA Entiendo que cada tiempo y cada momento está obligado a identificar, a señalar, cuál es la cuestión básica, la cuestión social por antonomasia. No cabe duda que el tiempo y la historia hacen que se trasladen las cuestiones sociales, que sufran como una metamorfosis y que cada generación tenga que vérselas con el problema mayor, no el único, ni siquiera el mas importante, sino, ese problema por donde sangramos y que, mientras no nos acerquemos y solucionemos esa herida, planea sobre todas las otras cuestiones. La cuestión social, el hecho de mayor calado que caracteriza la situa-ción actual de la humanidad, es doble: la situación mundial y la situación local. a) La situación mundial. En cuanto a la primera es ese dato que hay que dejarlo resonar conti-nuamente para que provoque en nosotros un cambio de residencia mental y es que, si en 1960 la relación entre pobres y ricos era de 1 a 30, ahora es de 1 a 60. Quiere decirse que ese abismo va agrandándose; con la fuerza gráfica de Eduardo Galeano: un estadounidense vale lo que 60 haitianos, nunca llega-remos a saber qué pasaría si un haitiano valiera lo que 60 estadounidenses. Cien multimillonarios disponen actualmente de la misma riqueza que mil qui-nientos millones de personas. Hablar en este contexto de hermanos y herma-nas, de hijos e hijas de Dios, suena a despropósito y chiste de mal gusto, ya que niega esencialmente el concepto y la realidad de la familia humana. Quiere decirse que el mayor problema en el mundo actuál sigue siendo la desi-gualdad y el antagonismo entre los opresores y los oprimidos, y no simplemente las diferencias étnicas, culturales ó ideológicas. 98 CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS La cuestión central ya no es, como querían los ilustrados, que la huma-nidad despierte del sueño dogmático, sino que despierte, como querían los profetas, del sueño de la cruel inhumanidad que causa muerte: muerte injusta, muerte prematura, que se despliega en muerte física, ya que hay gente que se muere por enfermedades que la medicina ya ha vencido. No hay motivos para morir hoy de cólera, del sarampión, de. .. Muerte cultural, ya que personas y pueblos son despreciados de una forma u otra sin que se les tome en cuenta. Muerte legal, ya que no se les reconocen los derechos humanos. b) La situación local. En el interior, por tanto, de un enorme quebranto, de una enorme rup-tura, hemos de hacer nuestro propio camino. Ese abismo de desigualdad, que debe estar siempre en el horizonte de nuestra navegación, se traduce aquí y en nuestro pueblo canario, en la transformación y en la metamorfosis de ese pro-blema: esa triple muerte se ha instalado en el corazón mismo de nuestra orga-nización social en forma de exclusión social; es la última forma de la desigual-dad. Por ello, nos tenemos que enfrentar a una organización social que no tiene un impulso de ir incluyendo a todos los ciudadanos; sino que tiene en su interior un germen que expulsa, que orilla a los márgenes a personas, grupos y pueblos. Lo que tiene de común el SUR y el NORTE hoy, es una constatación elemental: se habla de población sobrante para expresar esto que estamos sig-nificando; se sienten sobrantes los parados de larga duración, los jóvenes inca-paces de entrar en la organización que nos hemos construido, los que por edad, ya no saben donde asentarse, ni cual es su tarea, su función,. . . Por eso nos hemos de enfrentar a dos problemas: el abismo de la desi-gualdad y su traducción aquí y ahora, creando personas insignificantes, inexis-tentes,. . . Entonces la pregunta es: ¿qué podemos hacer, estando así las cosas? Debemos cambiar, incluso de residencia mental; tenemos que recrear, eso que llevamos en nuestra propia tradición, el sentido profético de la vida. Lo cual significa, inducir alternativas, procesos, incluso en el interior de ciertas oscuri-dades. 1. Inducir alternativas que reviertan la historia. Mientras la muerte esté instalada en el corazón mismo de la humani-dad, la actual organización social no será nunca nuestro hogar; mientras este abismo de desigualdad signifique muerte, no habrá solidaridad posible sin JOAQUIN GARClA ROCA 99 empeñarse en revertir la historia. Esto significa que no sólo hay que cambiar, mejorar y reformar, sino que además, como proponía Ignacio Ellacuria, hay que revertir, es decir, alterar radicalmente la historia, transformar incluso la residencia mental, operar un giro de 180 grados que nos permita pasar de una historia de inhumanidad a una historia de humanidad, desde las estructuras hasta las instrumentales. La realidad es tan apabullante que nos hemos visto obligados a inventar un término nuevo: la solidaridad, para distanciar así la simple ayuda del norte al sur o de la mera asistencia humanitaria entre los que tienen y los que no tie-nen, y de este modo significar una fuerza capaz de configurar un mundo en otro que se despliega como promoción y activación de alternativas en el inte-rior de la propia marcha, que enfatiza la acción transformadora en un horizon-te emancipador, que ejerce la conciencia crítica ante las distintas situaciones, que no se limita a actuar sobre los síntomas de los problemas sociales ni se sitúa en la epidermis de la necesidad sino que penetra en sus causas y en sus mecanismos. La primera cualidad de la mirada solidaria consiste en inducir posibilidades: la mirada o es creadora, y rehace la historia y activa oportunida-des, o no es solidaria. Por eso recuerdo a uno de los grandes teólogos de nuestro siglo, que descubrió esto dando clase, cuando decía que la realidad es también las posi-bilidades de la misma; las oportunidades que tiene la realidad forman parte también de la misma. Lo refiere D. Bonhhoeffer: estaba un maestro explican-do en clase; en un momento se dirige a uno de los niños y le dice: Pedro, jverdad que tu padre vuelve todos los días borracho a casa?, y el niño, sorprendido por la pregunta (que era mas que una pregunta, era una constatación de la realidad, una certeza de la realidad), le dice: No, no, mi padre no vuelve borracho a casa. El maestro, sorprendido le dice; Pero, jcómo lo niegas? Claro que vuelve borracho a casa. Y el niño se hizo fuerte y repetía. No, mi padre no vuelve borracho a casa. Y el teólogo se preguntaba: ¿quién tenía razón, el maestro o el niño? ¿El maestro que se situaba ante la realidad como si la realidad fuera una constatación simple de los hechos o el niño que era incapaz de separar su mirada y su deseo? Aquello de Machado: la realidad ya la tenemos, la reali-dad es la esperanza. La realidad no es que el padre vuelva borracho, sino el deseo de ese niño que necesita transformar la realidad, porque la posibilidad de que su padre no vuelva borracho a casa es parte también de su verdad. Por eso nuestro compromiso con la mirada liberadora empieza siendo esa cualidad que nos va a llevar también a combatir la realidad que vivimos ya que el pro-blema de los empobrecidos no está en los pobres sino en otra parte. 1 00 CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS Es falso ese ambiente y clima cultural que viene golpeando desde todos los sitios, creando ese distintivo, (lo mas perverso, a mi modo de ver, de la ide-ología neoliberal) cuando se dice de los empobrecidos que están allí donde quieren estar, que han llegado allí donde ellos han querido, que si están ahí es porque lo han decidido. No es verdad. El problema del empobrecido está tam-bién en otra parte. Como el problema de las periferias está también en el cen-tro, y el problema de las víctimas no está en ellos, sino en los victimarios, en los verdugos. No han caído del cielo. Por eso no basta con describir únicamente las pobrezas, aunque es absolutamente necesario y hacerlo seriamente con informes. El sentido profé-tico de la vida promueve también los cambios que requieren los peor situados para que esta sociedad nuestra deje de ser un club de la abundancia en un archi-piélago de miseria. Por ello, mientras los nortes del mundo necesiten de los isures como mercados de consumidores, la solidaridad solo será posible necesitándolos como parte sustantiva de la familia humana; de ahí, el compromiso necesario en la perpetuación de la vida. La cultura de la vida, a la que estamos siendo invitados continuamente por nuestro Papa Juan Pablo 11. Que la vida se perpetúe y que haya vida justa y digna para los empobre-cidos es el rostro actual de la utopía alcanzable, el horizonte de una vida soli-daria. Es a lo que apuntaba Mons. Romero en sus conocidas palabras en Puebla: Es preciso defender lo mínimo, la vida que es el máximo imperativo y don de Dios. Y defender la vida nos lleva a denunciar los ídolos que generan muer-te, ya que creer en Dios y no combatir simultánemente los ídolos es simple-mente imposible. Y ahí está la raíz última de la profecía y la necesidad de cul-tivar hoy un talante utópico('). ¿Cuáles son las experiencias más acreditadas, las que tenemos que empujar, que acariciar?: 1.- Las que se proponen reformar, recrear, nuestra residencia mental, acentuando todas las iniciativas de carácter educativo, cultural, Formar e Informar; hay que desplegar formación e información, hay que golpear las conciencias a base de poner sobre la mesa estas informaciones. Esto es lo que hace Cáritas, por que hay una cultura y una educación que no nos ha equipa-do para mirar la realidad, mirando al empobrecido como un hecho natural, como el resultado de la culpa y la equivocación. (2) J . SOBRINO: La teología y el principio liberación, en Revista latinoamericana de teología, 35 (1995) 131. JOAQUIN GARClA ROCA 101 Hemos de taladrar el muro de la impotencia y del ocultamiento del empobrecido; hemos de vencer esa cultura de la ceguera y del olvido e iniciar la revolución de la sensibilidad. Todos los esfuerzos que hagamos para que circule la formación y la información, para recrear la sensibilidad estarán a favor de este sentido profé-tico de la vida. 2.- Por ello, hemos de recuperar el valor de la Denuncia, de la mostra-ción de la mentira, del encubrimiento ideológico, perteneciendo a platafor-mas, comités de solidaridad, a esa presión social, ciudadana y política,.. . por-que no hacemos otra cosa que alimentar y crear la familia humana. 3.- Hemos de activar iniciativas a escala HUMANA, hemos de recu-perar el valor de la escala humana que encierra ya en sí misma, por pequeño que sea, el futuro humano deseado. Por eso, "sin pequeñas alternativas no hay grandes alternativas". Hay que estar inaugurando tiempos nuevos en la pequeñez de la acción, en lo reducido de lo nuevo, pero sabiendo que si eso se desarrolla, se despliega, es esa la tierra que deseamos para todos. 2. Inducir procesos que anuncien una Tierra sin males. Por eso es tan importante inducir procesos. Nuestra generación ha teni-do que aprender a veces incluso heroicamente, a tejer y destejer utopías. La historia de compromisos y de luchas nos ha regalado a todos una convicción importante, a saber: que los pobres del mundo no están en condiciones de ganar ninguna guerra, que los caminos de la transformación ya no pasan por la revolución sino por la radicalidad de los procesos, y esa es buena noticia para nuestro fin de siglo. Quien quiera comprender que lo concreto y lo discreto puede ser radi-cal, piense por un momento en la estrategia de las termita: nadie le dió importancia, pero fueron capaces de remover, de desarticular el edificio, ... acabaron con el edificio sin apenas ser notadas. En nuestras manos está solamente iniciar procesos que de manera secuencial produzcan vida para los empobrecidos. La solidaridad estima los cauces concretos y las aportaciones discretas. Frente a otras estrategias, la solidaridad vincula la protesta con la propuesta y de este modo utiliza los pro-pios materiales de una figura histórica determinada. La alternativa deseada . apuesta por una transformación secuencial de la realidad que de algún modo la hace ya presente en la realidad. No confía en cualquier novedad sino en aquella que por fuerza expansiva es portadora de la alternativa aquí y ahora(i). (3) J. GARCIA ROCA: Constnlaciones de los jóvenes. Cristianisme i iusticia. Barcelona 1994. CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS No sabemos de trotes. Los trotes en el mundo de los empobrecidos solo causan mas víctimas todavía. El sentido profético desde el empobrecido, con-siste precisamente en transformar con ellos y desde ellos y hacer presente entre ellos ese gran deseo, esa utopía. Hemos de descubrir el sentido profundo de los eslabones; sólo un tejido hecho de múltiples experiencias que golpean la muerte en distintos puntos puede traer futuro para los últimos. ¿Tú, dónde golpeas? ¿Dónde estás indu-ciendo una chispa?, jen la educación, en la sanidad, en lo asistencial, en lo local, en lo mundial,. . .? Hasta que no descubramos este enorme concierto de eslabones, no estamos en el camino adecuado. ¡De cuantas ansiedades nos hubiésemos libe-rado si esta idea del PROCESO, como secuencia, como eslabón, hubiera pre-sidido nuestro caminar! Aquí y ahora, ¿a qué nos invita esta idea del PROCESO? Nos invita a: - la creación de plataformas y de encuentros donde experimen-temos que los golpes son complementarios, que todos los actores son necesarios. ¡Qué buen regalo de fin de siglo, también, saber que en esta lucha tan desproporcionada, serán tan importantes los actores políticos, como los económicos, los actores culturales como los religiosos, ... todos están invitados a esta batalla, y si no, no hay suerte para ellos! ¿Quiénes estarán en condiciones de crear esas plataformas de encuentro? Ese tendrá que ser, créanme el PENTECOSTES DE LA CARIDAD, promotor de cercanía, encuentro,. . . nacido de aquella sugerencia de Jesús cuando decía: basta que echen demo-nios para que los consideren de la misma causa de ustedes.. . - establecer no sólo plataformas de encuentro con los cercanos, descubriendo la importancia de los organismos de coordinación, como los arciprestazgos,sino también establecer redes internacio-nales (como el centro Diocesano de Solidaridad con el Tercer Mundo), porque los procesos son mundiales se requieren amorti-guadores de la globalización económica, esa que está haciendo tantos estragos. ¿Qué termitas van a poder contraponer a esa globalización tan despiadada; cómo va a ser posible si no descu-brimos las redes que nos unen, que nos vinculan, que nos anexan unos a otros?, en una palabra, es la hora, anunciada desde las Cáritas, de desarrollar el ecumenismo social. JOAQUIN GARCIA ROCA 103 Cuando la centralidad la tiene la vida, esa centralidad desplaza las cues-tiones de protagonismos, de temores sobre la identidad propia, porque la identidad es que la vida viva,. . . esa centralidad es la que nos mueve a todos, es ella la que nos declara a todos instrumentos, y esa vida es otra manera de nombrar a Dios, es El quien nos está uniendo a todos y por eso necesitamos de grupos, que se acrediten como lugar de encuentro, de coordinación,de ecu-menismo social. Esta es buena hora para descubrir que frente a la maraña de la margi-nalidad, no podemos golpear en un solo sitio, porque nos ocurrirá lo de la tela de araña, que intentas quitar, romper un hilo y te quedas enganchado a ella. 1. Inducir abajarnientos renunciando incluso al propio derecho. ¿Cuál es la novedad de este momento? Que no basta inducir procesos, sino además hay que inducir la categoría cristológica DEL ABAJAMIENTO, DEL EMPOBRECIMIENTO; eso que oculta la izquierda más progresista, eso que no quiere decir nadie hoy, que se ha impuesto como tesis peligrosa: que las conquistas que el norte ha consegui-do, que el club de la abundancia ha ganado, son irreversibles; todos dicen: tenemos que ayudar, pero,. .. sin que se toquen nuestras ventajas; tenemos que abrirnos hacia los necesitados, ... pero sin renunciar ni un ápice a nuestro bie-nestar. Es que los que tienen que subir son ellos hasta donde nosotros estamos. Hay una sabiduría que nos viene de lo más profundo de nuestra fe: sólo se sube, si previamente se baja. Solo subimos por que previamente antes alguien se abajó. (Filipenses 2,5-11). Por eso, si de algo está necesitada hoy la solidaridad es de recrearse desde esta idea elemental; es imposible extender y generalizar el modo de vida de los países mas desarrollados. Mientras tanto la realidad proclama que los recursos son limitados, lo cual hace imposible extender y generalizar el modo de vida de los países más desarrollados al resto del planeta; la solidaridad ascendente ha chocado con el duro muro de la realidad: no es posible el crecimiento ilimitado en un mundo con límites físicos y consecuentemente en un mundo limitado, no hay recursos suficientes para que todo el planeta sea un privilegiado barrio Norte. Ante este hecho nuevo, la tradición cristiana no solo propone revertir la historia, sino que indica además que resulta esencial un elemento de abaja-miento de los unos a los otros(4). (4) J. SOBRINO: Solidaridad esperanza. Ante las víctimas de la pobreza injusta, en ECA. Estudios centroamericanos, 557 (1995) 20-207. CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS La solidaridad obliga a renunciar al disfrute de algunos derechos e incluso a ir en contra de nuestros intereses.Todas las propuestas de reformu-lar la solidaridad redistributiva chocan con la imposibilidad de generalizar el modo de vida y de desarrollo de las sociedaues ricas. En un momento en el que se abren todas las cajas de grillos de modo que los empresarios se preocupan de abaratar los despidos, las autonomías de recibir más competencias, los eclesiásticos de aumentar el porcentaje del IPC, resulta chocante identificar la liberación solidaria con el abajamiento (o ano-damiento en términos paulinos). La solidaridad exige hoy que los fuertes se abajen con los débiles en contra de sus propios intereses"). La solidaridad es una opción contra los pro-pios intereses@)E. sta solidaridad por reconocimiento consiste no en repartir entre los menos-iguales el excedente de los más-iguales (mecánica propia redistributiva del Estado de Bienestar), sino en organizar todo desde los dere-chos de los menos-iguales, es decir una solidaridad compasiva('). ¿Qué hacer?: Popularizar una cultura de la austeridad, vacía de lo superfluo y entusiasta de lo necesario. 4. Inducir la resistencia a pesar de la oscuridad. Nuestro compromiso con los empobrecidos se ha de producir sin saber cómo se va a realizar, ni cuándo podrá suceder, ni hacia dónde debe-mos ir hoy. La tragedia de la solidaridad consiste en que la invocamos cuan-do no tenemos soluciones(~S'.e trata de una situación similar a la que descri-bió Primo Levy al narrar las condiciones del terror en los campos de concentración. Aquel edificio de violencia y de amenaza se sustentaba sobre la ausencia de horizonte: rodeado por la muerte, el deportado no estaba en condiciones de valorar la magnitud de la aniquilación que se estaba llevando a cabo ante sus ojos.. . era entrar en un tren y no saber hacia donde iba, por-que ocultaban el nombre de las estaciones; llegabas de un sitio y no sabías donde habías llegado; te colocaban en un lugar y no sabías si al lado habría otro campo o no; te ponían a trabajar al lado de alguien que desaparecía al día siguiente y no sabías donde había ido ... por eso el horror principal era tener los ojos pegados al suelo por las vitales necesidades cotidianas de cada minuto. (5) P. GLOTZ: Manifiesto de la izquierda. Barcelona, pág. 21. (6) 1. ZUBERO: Nuevas condicionesparu la solidaridad. Desclée. Bilbao 1994, págs. 93-94. 7) M. REYES MATE: Mística y Polirica. Madrid, pág. 45. 8) Al parecer del gran analista social KLAUS OFFE, necesitamos hoy de tradiciones culturales que inviten a caminar sin imágenes. En un momento en el que han perdido densidad las representa-ciones del futuro, necesitamos tradiciones simbólicas que permitan resistir en la oscuridad de la marcha. JOAQUIN GARCIA ROCA 105 Cuando hoy hay muchos empeñados en robarle a la gente sencilla, al pueblo, su derecho a la utopía, al sueño, al proyecto de una sociedad justa e igualitaria, la tradición evangélica le devuelve al pueblo la facultad de soñar y de crear, pero esta vez contando con la oscuridad como algo normal. La expe-riencia religiosa es un sueño de expatriados, construido con los materiales del exilio cuya originalidad consiste en provocarles a soñar solidariamente. Créanme, esto lo digo como alguien que ha puesto su residencia en el cuarto mundo, en el corazón de muchos/as, con rupturas, quebrantos.. ., que para resistir en esos lugares hay que frecuentar los lugares oscuros del Evangelio: Belén y Nazaret, Getsemaní y Emaús. Sólo de este modo podre-mos visitar descalzos las vidas anónimas, hundidas, rotas,.. . y permanecer allí junto a ellas a pesar de la oscuridad. El Padre que tiene un Reino se esconde en el silencio, no puede poseer-se, nos descoloca por su Palabra y desplaza nuestras verdades absolutas y a corto plazo. Si a causa de la oscuridad, de la tardanza, o de la ambigüedad de los procesos históricos, perdemos el derecho a soñar, todo terminó. Pueden fallar las imágenes, pero nos queda la solidaridad; podemos malvivir en las cuevas del desencanto político, pero debemos mantener la solidaridad; nos puede fallar la esperanza misma, pero debemos permanecer en la solidaridad, pode-mos soportar la noche y el no-saber acerca del futuro, sin romperse en áreas de solidaridad. A veces no se ve más mirando de cara al sol, sino caminando también con la calima a cuestas, ya que nos permite ver lo que un sol intenso nos oculta. 11. EL SENTIDO COMPASIVO DE LA VIDA Vivimos hoy una situación original que nos ha llevado a todos a confiar en los medios jurídicos y políticos para construir la solidaridad. Esto es lo que se llama un proyecto de modernización de las políticas sociales. El proyecto de modernización consistió en construir la solidaridad social por la vía jurídica y por la vía política. Este proyecto tuvo un gran efecto positivo: desarrollar un sistema de protección que no depende de las circunstancias personales de cada uno, sino de un pacto social entre jóvenes y viejos, entre parados y trabajadores, entre enfermos y sanos que produce seguridad y reduce la incertidumbre ante los riesgos de la vida. La solidaridad institucional ha consistido en crear pactos sociales que nos hicieran socios unos de otros y éste ha sido el secreto de la construcción del Estado de Bienestar. 106 CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS Pero produce un efecto perverso serio: que desplaza la demanda hacia fuera, especialmente hacia las Administraciones. Nos hizo a todos socios, pero fragilizó nuestra condición de próximos. Fue capaz de producir algo muy importante como es la cohesión social y la integración social, lo cual es absolutamente respetable, pero está lejos de producir la solidaridad de rostro humano. Al desplazar los mecanismos de cohesión fuera de las relaciones personales y del tejido social inmediato, se debilita la solidaridad misma que siempre intenta atravesar la línea de flota-ción de lo visible, de los próximos y de lo vivencial. Es necesario desarrollar en este contexto el sentido compasivo de la vida, que se despliega en tres dispositivos: la proximidad, la disponibilidad para entrar en el mundo de los pobres y la amistad. 1. De socios a próximos. Anoche, sin ir mas lejos, cuando me dejaron los amigos para retirarme, se me acercó una persona, que decía ser un muchacho cubano: ¿me puede usted ayudar para comer un bocadillo? Yo le dije: mire usted, he salido con unos amigos y estoy absolutamente despojado, no llevo nada; pero podemos charlar, porque, con seguridad usted tiene muchas cosas que contar. Estuvimos charlando, charlando, desde la proximidad, desde la cercanía,. . . y cuando terminamos, al despedirse me dijo: ¡Qué bien que usted no llevara dinero, ningunos duros para darme, porque, a lo mejor, a lo mejor nos hubié-ramos quedado sin conversación! Ese es el paso del socio al próximo. Esa solidaridad cálida, que viene apelada, invocada desde todos esos rincones a los que queremos aproximar-nos; es esa solidaridad, que busca nexos vitales, vínculos existenciales,. . . que busca una reactualización del ejercicio de la ayuda y de la procura, es ese creer en los asombrosos poderes del abrazo humano (Eduardo Galeano), y por tanto, es esa invitación que se nos hace hoy para la creación de voluntaria-dos sociales, de redes de proximidad. Es ahí donde tenemos que acercarnos como quien se acerca a la zarza ardiente. 2. Entrar en la cruel inhumanidad. Porque hay que entrar en esos espacios de inhumanidad y despertar las fibras mas hondas de cada uno de nosotros; hay que dejarse afectar. Pero sólo se entra en ese mundo de los empobrecidos por la puerta de la amistad, de la empatía; es la comunicación, la proximidad ... es la relación cálida y afecti-va,. . . es lo que nuestra tradición llamó la fuerza y el principio de la MISERI-CORDIA. JOAQUIN GARCIA ROCA 107 No hay auténtica solidaridad con el pobre si no hay amistad con él. La experiencia cristiana ha formulado esto como el "principio misericordia". Los empobrecidos y los excluídos son "en primer lugar y ante todo" una forma de vivir y de morir. Antes de ser una clase social explotada, antes de ser una raza marginada, antes de ser una cultura discriminada, antes de ser un género no suficientemente apreciado ... ser pobre es una manera de ser humano. Los pobres tienen una manera de pasar el tiempo libre, de hacer amigos, de reir, de pensar, de hablar. Ser pobre es todo un mundo. La solidaridad es primaria-mente una invitación a entrar en ese mundo. ¿Qué significa entrar en el mundo de los pobres? Significa en primer lugar romper el anonimato. Los pobres tienen nom-bre, tienen historia, tienen vida Y al entrar en ese mundo, se observa que está habitado por personas. Hay que optar por los pobres pero también por María, por Juan, ... Sólo cuando el pobre o el excluido se destacan como personas, quedan dignificados para un proyecto transformador de su propia situación. 3. La amistad que libra del anonimato. El principio-misericordia significa romper el anonimato, poner rostro, poner nombre a las personas. Amar es siempre sacar a alguien del anonimato. El amor da identidad, da valor, hace que alguien se sienta persona. Todos los encuentros de Jesús de Nazaret con personas en dificultad empiezan cambiando las relaciones de dominio que se establecen en las rela-ciones personales. ¿Quién me ha tocado?, en el interior de una multitud, pre-gunta Jesús en el pasaje de hemorroisa. Quiere verle el rostro; saber su nom-bre; ya que si no le ve, no hay salvación posible. Sin servicios de proximidad no hay solidaridad posible: habrá otras cosas pero solidaridad no. Se necesitan servicios de proximidad, con escala humana. Cercano al herido, estar atentos a las significaciones personales de la existencia. La solidaridad descubre así el valor de la amistad y de la ternura, y de este modo acompaña a los enfermos terminales del SIDA, sin ningún reproche, sin ponerse por encima de ellos, sin inculparles de errores ni esgri-mirles equivocaciones. No siente ante el enfermo ni indignación, ni conmisera-ción, sino que se sitúan como quien vigila ante una zarza ardiente. La mirada compasiva al enfermo terminal de SIDA, es decirle que hay alguien capaz de acompañarle, a quien no le importa nada del pasado, ni le hace la pregunta de cómo ha llegado ahí. Simplemente, le acompaña, está con él y por él. Acompaña a los encarcelados y al hacerlo sabe que el delito no es una cualidad de la persona, sino un simple atributo de la acción; y por ello, ante el 108 CKECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS delincuente se experimenta al hermano ya que antes de ser delincuente, se es hermano. Abre sus puertas a los que viajan en palera hacia ninguna parte o mal-viven como inmigrantes en una tierra que ellos no sienten como propia. Quien está roto por el mar del estrecho, necesita primariamente que se le cure, quien está tendido en el borde del camino precisa de que alguien le sostenga; quien necesita esconderse para vivir sus últimos años de vida, pide que alguien le acompañe. Por la amistad se entra en el mundo de los pobres, y de este modo se adquiere el punto de vista adecuado. A los lugares de sombra eterna sólo se accede si se sabe mirar. Si Uds. escogen en la vida un determinado lugar, verán unas cosas; si escogen otro, verán otras: si se colocan frente a la puerta del Banco Mundial, verán muchas cosas interesantes pero quizás se les escape la densidad de la realidad. iDesde donde hay que mirar? Tendremos que mirar desde dentro de ese mundo, entrando con temor y temblor, con humil-dad y amistad, reconociendo que ese mundo de los empobrecidos está habita-do por personas, por potenciales, por creatividad, por ganas de salir y de soñar. Finalmente, el servicio del cristianismo a la construcción de la solidari-dad ha sido reconocerla como el nuevo lugar de lo sagrado, la nueva zarza ardiente de Dios en el mundo. 4. La experiencia de lo santo. La tradición profética y la chispa mesiánica descolocó el lugar donde se puede experimentar lo último o lo absoluto de la realidad, aquello que a la vez aterra y fascina. ¿Dónde está el lugar de lo santo en el mundo actual? Ese lugar aterrador y fascinante que se presenta como lo último e inmanipulable y a la vez encierra promesa de salvación es LA SOLIDARIDAD CON LOS ULTI-MOS Y EMPOBRECIDOS. En esa solidaridad con los empobrecidos hay interpelación y salvación. Si la modernidad nos hizo despertar del sueño dogmático, la chispa mesiánica nos ha devuelto la auténtica realidad de lo sagrado como último y radical. Al entrar en ese mundo de vida y de muerte se descubre que estaba ya habitado; que es allí donde acampa Dios, donde se le encuentra; como defensor del pobre. Por eso, la lucha por los empobrecidos, le devuelve el honor a Dios. Entonces se comprende incluso que hasta la misma esperanza se nos ha dado para los desesperanzados. Sólo es creíble aquella Iglesia, informada y configurada por el principio fundamental de la misericordia: escucha los cla-mores de un pueblo sufriente, reacciona ante ellos y rehace la misericordia de Dios con los demás. JOAQUIN C;ARCIA ROCA 109 Su esperanza es la de los pobres que no tienen esperanza, su praxis es en favor de los últimos, su tarea es erradicar el sufrimiento injusto y animar a las víctimas a liberarse de ellos. Su fe ante todo, será una fe en el Dios de las víctimas y sus prácticas serán un desvivir por ofrecer y transitar caminos efica-ces de justicia. Sólo esta Iglesia está imantada de gozo"), y hace que el hermano y la hermana puedan ser celebrados como don y la fragilidad personal pueda sos-tenerse. El Resucitado ha entrado hasta las entrañas más heridas de nuestro mundo y aunque la oscuridad parece seguir tan densa como antes, ahora está habitada por la claridad de la presencia de un Viviente. 111. SENTIDO HABILITADOR DE LA VIDA En la medida que la pobreza y la exclusión equivalen a insignificancia, no basta ni la solidaridad liberadora ni la compasiva, sino que debe activar el reconocimiento de los que no cuentan para la sociedad, ni con demasiada fre-cuencia, tampoco para las Iglesias cristianas. Están como en situación de flota-ción en la estructura social y pueblan sus intersticios sin encontrar un lugar. Una especie de inútiles en el mundo, que se sienten "sobrantes". Se sienten sobrantes, es decir, no reconocidos, los parados y los marginales, los salvado-reños y los de algunos barrios de esta ciudad. En la sala de espera de la huma-nidad, una generación de excluidos patalea y se agita con la esperanza de ser reconocidas en sus capacidades y en su dignidad. 1. El principio de implicación. Sólo hay solidaridad, en el interior de una sociedad activa: todo lo que se haga por los empobrecidos que conlleve pasividad, falta de implicación y ausencia de responsabilidad está endemoniado, porque en lugar de generar el crecimiento personal y la liberación colectiva les somete a la vejación de la ayuda. La compasión se contrabalancea con el reconocimiento. Se puede amar a una persona frágil e impedirle crecer, se puede acoger a un empobrecido y hacerlo como un capítulo de la dominación, del paternalismo o de la coloniza-ción; se puede ayudar a los pueblos del Sur, pero si se hace sin reciprocidad ocasiona graves sufrimientos. La insignificancia social, que sufren los empobrecidos solo se puede combatir con el principio-reconocimiento: Nada sin ellos, nada para ellos, todo con ellos. (9) J. GARCIA, ROCA: EL Dios de la fraternidad. Sal Terrae. Santander 1989. 110 CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS Si algo caracteriza hoy el reverso de la historia, es la presencia activa de los que la habitan. Los excluidos y empobrecidos siempre estuvieron ahí, pero hoy quieren ser sujetos de su propia historia, protagonistas de su propio desti-no. Ahí está la presencia cada vez mayor de los grupos étnicos, de grupos indí-genas, de las mujeres.. . Los que han estado ausentes de la historia comienzan a hacerse presentes a través de organizaciones. En esta hora las Cáritas, tenemos que hacernos presentes en ese deseo de levantar cabeza a través de la organiza-ción y del reconocimiento. Ese es el principio de inversión que supone que las personas empobrecidas, son consideradas válidas, con derecho a una nueva vida, unas nuevas relaciones, hacer camino juntos; no basta ya con la ayuda. 2. Principio de reconocimiento y cooperación. La solidaridad deseada y acreditada hoy es inseparable del sincero reconocimiento en las potencialidades de los empobrecidos; solo cuando deja-mos de verles como objeto de ayuda y comenzamos a entenderlos, conocerlos e interesarnos verdaderamente por ellos y por su mundo, empieza la solidari-dad ('O). Allí donde se abandona el talante prepotente del que sabe frente al que no sabe, del que tiene frente al que no tiene y adoptamos una nueva posición ya no vivimos pensando: Ellos tienen el problema, nosotros tenemos la solu-ción. Porque el reconocimiento se despliega en cooperación y subraya que solo se pueden resolver problemas mediante decisiones compartidas y accio-nes racionales, en el debate y en la discusión racional, partiendo de que son los empobrecidos quienes nos dicen: nosotros tenemos el problema, nosotros tenemos la solución. La solidaridad sería puramente autista, si no se apoyara en el reconoci-miento de sus capacidades. Cuando falla el reconocimiento en sus capacida-des, la solidaridad se convierte en un lugar de lisiados de espíritu; nada horro-riza tanto a los excluídos como habitar en un lugar que se desconfíe de ellos, y se les retire su propia posibilidad de participar. 3. El ejercicio de la reciprocidad. Si alguien se acerca a la real inhumanidad sin reconocimiento, acabará proyectando sobre ellos su voluntad de poder: serán sólo objeto de ayuda e incapaces de ayudarse a sí mismos. La solidaridad ha de aspirar, por el contra- (10) L. ROJAS MARCOS: La ciudad y sus desafíos. Héroes y víctimas. Espasa Calpe. Madrid 1992, pág. 195. JOAQUIN GARCIA ROCA 111 rio, a la reciprocidad que trastorna radicalmente la relación de dominio que a veces planea sobre el ejercicio de la ayuda. La solidaridad es siempre un camino de ida y de vuelta. Mientras no comprendamos lo que el Sur da al Norte no habrá solidaridad creíble ni via-ble. Mientras no entendamos que del Sur nos viene también nuestra propia dignidad, que de allí nos viene luz para que podamos sabernos en nuestra ver-dad, del mismo modo que el siervo sufriente iluminaba la realidad de quienes no volteaban la cabeza para no verlo. De allí nos viene una instancia moral para vivir con sentido. La dirección de la ayuda va en una única dirección, como si los empo-brecidos fueran sólo receptores de la ayuda o simples magnitudes negativas, es decir, como los que carecen; la ayuda que se les da envilece, tanto al que da como al que recibe, si es cierto que sólo se afirma la vida de la humani-dad como tal, cuando se afirma la vida de los pobres, cuando se parte de su reconocimiento como sujetos, como personas, como seres culturales y espiri-tuales ("1. La solidaridad en la órbita cristiana por el contrario es bidireccional, va tanto del que da a quien recibe, como del que recibe al que da. Si carece de una dirección, le falta el componente del reconocimiento. En todo acto ecle-sial hay una apertura a recibir de alguien que es de suyo, igualmente persona, hijo y hermano, que posee un mundo propio y no un simple carenciado, mar-ginado y oprimido; si es mero carenciado, su existencia consistirá en depender del donante. La iglesia entra como huésped en el mundo del otro, pidiendo permiso y si es recibido, participando, y sólo siendo recibido en él puede darse un ser-vicio dignificador para el que lo da y para el que lo recibe. En la dinámica del reconocimiento, Jesús no le impone a nadie su poder, no lo abruma con su ayuda, sino que le pregunta, ya que tiene que ser él mismo quien se cure a través de su propio deseo. Y con la pregunta ¿Qué quieres que haga contigo?, abre un espacio para que el mendigo tome una ini-ciativa y se afirme como persona, pronunciando su propia palabra. Podía haber supuesto lo que quería. ¡Qué puede querer un mendigo ciego sino ver! (Como tantos solidarios que saben mejor que el otro lo que necesita). En su lugar, por el contrario, no solo lo reconoce ... como sujeto de su acción, sino que le devuelve el propio éxito de su curación: "Tu fe te ha sal-vado" (Mc.10,52). De marginado insignificante y despreciado ha pasado a ser (11) CENTRO GUMILLA: Imaginario alternativo al imaginario vigente y al revolucionario, en Neoliberales y pobres, Santafé de Bogotá. 1993, pp. 304-305. 112 CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS discípulo, a tomar el lugar de Cristo en la historia, a confundir a quienes se ufanaban de su conocimiento: su andar histórico y el hacerse discípulos los van sacando del anonimato('2). IV. EL SENTIDO MEDIADOR DE LA VIDA Si la experiencia de todos ustedes, los que están a pié de obra en la lucha contra las pobrezas, dice algo hoy es que la lucha y la batalla entre los excluídos y la sociedad convencional es absolutamente desproporcionada, por una razón novedosa a este final de siglo: porque han quedado afectados los dinamismos vitales de la persona empobrecida, como la confianza, la identi-dad, la reciprocidad,. . . todos están bajo mínimos. Cuando acogemos a alguien que está en el paro, descubrimos a una per-sona rota, tan rota, que no tiene ya ni ganas de buscar, se encierra, se echa a la bebida, se pierde, ... Y uno se pregunta ¿qué significa esto? Que hay realidades tan opresoras, tan apabullantes que son capaces de destrozar los dinamismos vitales: es que ya ni puedo buscar, es que no tengo ya confianza en encontrar, es que creo que ya ni la puerta se me va abrir cuando vaya a llamar para bus-car trabajo. ¿Qué se necesita entonces? Se necesita esa figura del árbitro del boxeo que impide con su propio cuerpo que el boxeador que está maltrecho en el ring acabe destrozado. Se necesita ese mediador que se pone en medio para evitar a veces el trompazo, a veces el zarpazo, a veces las zancadillas, ... pero siempre, que su capital humano redunde en beneficio del excluido. 1. El ejercicio de la mediación. La solidaridad como mediación a favor de los que están peor situados se despliega en tres operaciones esenciales. Mediar significa permitir que entre energía en una situación que se supone inerte; mediar significa hacer el puente para que los dinamismos vitales se activen en las personas excluidas; ¿qué otra cosa hacen las comunidades que actúan en la marginación sino fomentar la confianza, la reciprocidad o la identidad en los sujetos frágiles? El ejercicio de la mediación significa igualmente echar un puente para permitir el tránsito y el acceso entre realidades distanciadas; de este modo en los márgenes nace una nueva realidad, en los barrancos que parecían llamados a convertirse en el espacio natural de la podredumbre emerge un sentido (12) G. GUTIERREZ: De marginado a discipulo, en Concilium 254 (1994) 706-708. JOAQUIN GARCIA ROCA 113 nuevo: los excluidos se asocian, los marginados levantan cabeza, los impoten-tes se auto-ayudan. Mediar significa por último ponerse en medio para hacer el puente a veces amortiguando el golpe, y otras veces posibilitando el salto, actuando como la red del circo: pasa desapercibida pero es el último secreto del salto del trapecista. 2. Fortalezas con puentes levadizos. Nadie ha expresado mejor que Albert Camus en su obra póstuma "El primer hombre", el carácter de aislamiento y de impotencia que encierra estar excluido o vivir en la pobreza. Albert Camus vuelve a Argelia a la bús-queda de su infancia, de la que nunca se había curado, a eSe secreto de luz, de cálida pobreza que lo había ayudado a vivir y a vencerlo todo y con este moti-vo hace tres pinceladas de lo que significa el mundo de los empobrecidos; según él mismo afirma el había crecido en una pobreza desnuda como la muerte. La primera pincelada presenta el mundo de los empobrecidos como una fortaleza sin puentes levadizos, un mundo que tiene rotos incluso los pun-tos de referencia, los anclajes en el espacio y en el tiempo: tiene pocos puntos de referencia en el espacio, puesto que rara vez dejan el lugar donde viven, y también menos puntos de referencia en el tiempo de una vida uniforme y gris. Tiene, claro está, la memoria del corazón que es la más segura, dicen, pero el corazón se gasta con la pena y el trabajo, olvida más rápido bajo el peso de la fatiga. En el interior de aquel barrio, como un cáncer aciago, exhibiendo sus ganglios de miseria y fealdad y con una familia en la que se hablaba poco, donde no se leía ni escribía, una madre desdichada y distraída. ¿Qué invocación nace desde el interior de la fortaleza sitiada? El prin-cipio liberación nos permitió mostrar las energías alternativas capaces de des-truir la muralla, pero resulta insuficiente si no se complementa con el princi-pio mediación. ¿Qué busca realmente Camus en el interior de aquel barrio aciago, que exhibía sus ganglios de miseria y fealdad? Desde su profunda experiencia humana, busca un mediador. En su memoria, sólo existe el Mediador, que él ve realizado en la figura del maestro, uno de esos seres que justifican el mundo, que ayudan a vivir con su sola presencia. Del maestro le vino a Camus el único gesto paternal, a la vez meditado y decisivo, que hubo en su vida de niño. Pues el señor Bernad, su maestro de la última clase de primaria, había puesto todo su peso de hom-bre, en un momento dado, para modificar el destino de ese niño que dependía 114 CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS de él, y en efecto, lo había modificado. Albert Camus salva su densa soledad y su desesperación sin límites a causa del maestro. Desde la experiencia de Camus, su maestro era el puente levadizo por donde podía transitar desde su pobreza. ¿Qué significa construir un puente levadizo en la fortaleza de la miseria? ¿Qué supone hacer de mediación? La escuela era rompedora de exclusiones porque confiaba en él. En la clase del señor Germain (aquí le da el verdadero nombre), sentía por prime-ra vez que existía y que era objeto de la más alta consideración: se los juzga-ba dignos de descubrir el mundo. Por esa razón la escuela no solo le ofrecía una evasión de la vida de familia, como sabemos bien los que vivimos en situaciones similares, sino que, en la clase del señor Bernad, por lo menos la escuela alimentaba en los alumnos un hambre más esencial todavía para el niño que para el hombre, que es el hombre a descubrir. En las otras clases les enseñaban sin duda muchas cosas, pero un poco como se ceba a un ganso; les presentaban un alimento ya preparado rogándole que tuvieran a bien tragarlo. Los dinamismos vitales, como la confianza, la identidad, la reciprocidad circula por las vías de lo cotidiano, de lo trivial, de la insignificancia. Contra la fragilidad de los dinamismos sólo son apropiados los recursos relacionales que anteponen la compañía a la organización, lo eventual a la normatividad, la interacción del cara a cara a la distancia. Los pobres tienen necesidad de gestos gratuitos. Más aún, el maestro no se dedicaba solamente a enseñar a los alumnos lo que le pagaban para que enseñara: los acogía con simplicidad en su vida personal, contándoles su infan-cia y la historia de otros niños que había conocido, les exponía sus propios puntos de vistas, no sus ideas. ¿Qué pasa?, que para sanar la confianza, la identidad, ... esa zona del alma que los empobrecidos la tienen bajo mínimos sólo se puede hacer con la lógica de la donación. La lógica del don debe ser reivindicada para sanar esa zona del alma que la marginación destruye y fragiliza: es la zona donde se celebran significa-ciones, se elaboran simbologías, se reciclan energías. 3. Mediación como coraje y riesgo. Por último, la mediación es un acto de coraje y de riesgo. Y finalmente, recuerda Camus el último acto de grandeza de su maestro, que había asumido sólo la responsabilidad de desarraigarlo para que pudiera hacer descubrimien-tos todavía más importantes. Recuerda aquel momento en el que le consigue JOAQUIN GARClA ROCA 115 una beca para seguir estudiando ya fuera del barrio y le despide diciéndole: "Ya no me necesitas -le decía- tendrás otros maestros más sabios. Pero ya sabes dónde estoy, ven a verme si precisas que te ayude". Y al despedirse, mirando a su maestro, que lo saludaba por última vez y que lo dejaba solo, en lugar de la alegría del éxito, una inmensa pena de niño le estremeció el cora-zón, como si supiera de antemano que con ese éxito acababa de ser arrancado del mundo inocente y cálido de los pobres, un mundo encerrado en sí mismo como una isla en la sociedad, pero en el que la miseria hace las veces de fami-lia y de solidaridad, para ser arrojado a un mundo desconocido que no era el suyo, donde no podía creer que los maestros fueran más sabios que aquel cuyo corazón lo sabía todo. Es aquí donde la solidaridad queda trascendida por la tradición de Jesús de Nazaret. Mantener la solidaridad no es cosa fácil: el viento de cada momento no lo facilita ni lo favorece la geopolítica actual; más bien tiene un alto costo, de lo cual dan testimonio tantas personas, grupos e instituciones hostigados, perseguidos, martirizadas.. . Vengo de un país que hoy mantiene la esperanza sobre la pasión de una sangre que no es baldía. 4. El gozo de la mediación. Pero también conoce el gozo y la alegría, cuando se cae un muro de separación, este mundo nuestro se hace más bello y más lindo para todos; Cada vez que un excluido se sienta en el banquete, amanece una alegría. Cada vez que un drogadicto vence su dependencia Cada vez que un parado se inserta en el mercado laboral. Esa alegría que permitía escribir desde los campos de concentra-ción: Espero que a pesar de las alarmas gocen de estos días prirna-verales de Pentecostés. (D. Bonhhoeffer) Gustavo Gutiérrez recordaba estos días una carta que un gran poeta peruano, exiliado en México por sus ideas sociales, escribía a su hermana pequeña en la que trataba de explicarle por qué le había causado tanto dolor a su madre. He tenido, María Teresa, que amar las rosas y las mareas de junio y, al mismo tiempo, la justicia; he tenido que amar lo bello y lo justo. 116 CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS Ojalá Uds. puedan luchar por la justicia y optar por los empobrecidos experimentando el gozo del Espíritu que es también consolador de los pobres. Joaquín García Roca
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Calificación | |
Colección | Revista Almogaren ISTIC |
Título y subtítulo | Creciendo en solidaridad con los empobrecidos |
Autoría principal | García Roca, José |
Entidad | Centro Teológico de Las Palmas |
Publicación fuente | Almogaren. Revista del Centro Teológico de Las Palmas |
Numeración | Número 19 |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Instituto Superior de Teología de las Islas Canaria |
Fecha | dic-96 |
Páginas | pp. 095-116 |
Materias | Religión ; Iglesia ; Pobreza |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 813861 Bytes |
Texto | ALMOGAREN. 19. (96). Págs. 95 - 116. O CENTRO TEOLOGICO DE LAS PALMAS CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS(I' JOAQUlN GARCIAR OCA DR. EN TEOLOGIA, PROFESOR DE LA ESCUELA DE TRABAJO SOCIAL DE VALENCIA INTRODUCCION H e re cibido el encargo de mostrar las virtualidades que nuestra fe cristiana tiene hoy para construir un mundo solidario; intentaré hermanar la solidaridad y el cristianismo en el interior de nuestros conflictos y de las tur-bulencias de nuestro tiempo y, si es el caso, mostrar hasta qué punto la solida-ridad constituye la matriz de la convocatoria que Dios hace a nuestros días y cómo toda nuestra razón de ser está en promoverla y fomentarla. Intentaré ofrecer e indicar la guía de ruta para la navegación en estos tiempos. Yo veía ayer aquí en el puerto, unas velas y pensaba: mira cómo Canarias nos ofrece esa imagen simbólica del arte de la navegación. Por que no estaría mal, cuando hemos vivido tantas veces desde la psi-cología del camino propia de las mesetas; cuando están las metas y las rutas tan claras para llegar a ellas, aunque se oscurezcan, ...; no estaría mal pensar nuestro tiempo desde ese arte de la navegación, que consiste fundamental-mente en hacer que el viento pase entre las velas para así dominar el aire suel-to y sin rumbo que hay en el mar. (1) Ponencia presentada por el autor en la Asamblea Diocesana de Cáritas de Mayo de 1996. 96 CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS Quizás sea ese el talante que necesitamos: hemos de navegar en el inte-rior de una historia, en la que hay vientos sueltos por ahí, aires que tienen que ser pasados entre las velas, para poder llegar al puerto, poder llegar convirtien-do las amenazas en posibilidades y oportunidades. Eso es navegar: convertir lo que puede ser una amenaza, en una oportu-nidad, evitando así el naufragio, por que si algo nos es prohibido a los que estamos juramentados con la causa de Jesús es precisamente ese naufragio que proviene del decaimiento del ánimo, de las fuerzas, porque el desánimo es lo único que mata. Por eso el arte de navegar nos puede dar unas pautas para navegar en este tiempo, que, como cualquier otro, tiene turbulencias, que se convierten en auténticos zarpazos para los últimos, para los que están peor situados. No en valde, Pablo de Tarso entendió el evangelio como la energía de Dios para un pueblo en marcha en función de una Tierra sin males, energías que han sido confirmadas y acreditadas en la historia de Jesús de Nazaret y en la historia que El mismo ha producido a través de sus seguidores. El cristianismo es, en palabras del gran testigo y profeta del siglo XX Walter Benjamín, una chispa mesiánica que explosiona en contacto con la antihistoria y con la cruel humanidad; una chispa mesiánica que se activa en contraste y en contacto con los lugares de sombra eterna; y al explosionar se sustancian actualmente en cuatro esencias que con sus respectivos dispositi-vos, prácticas y escenarios profundizan radicalmente la solidaridad hoy. ¿Cuáles son las energías y los potenciales que explosionan cuando esa chispa mesiánica se encuentra con el reverso de la historia, con los pueblos crucificados, con los agujeros negros por donde sangra nuestra sociedad, con la cruel humanidad?: - la energía de la liberación, sostenida sobre un deseo y una promesa de una Tierra sin males que cristaliza en la solidaridad liberadora. Nuestra fe aporta a la construcción de la solidaridad un sustantivo: la solidaridad necesaria, creíble y acreditada en la historia de Jesús tiene el nombre de LIBERACIÓN. Si le falta esto la solidaridad cojea. - la energía de la misericordia, que sostenida sobre el deseo de frater-nidad cristaliza en una solidaridad compasiva; solidaridad de gentes compasivas que apuestan por el sentido compasivo de la vida. - la energía de la habilitación, que sostenida sobre el deseo de recono-cimiento cristaliza en una solidaridad rehabilitadora. JOAQUIN GARClA ROCA 97 - la energía de la mediación, que sostenida sobre el deseo de produ-cir los bienes comunitariamente, cristaliza en una solidaridad mediadora. Si entendemos por solidaridad un modo de ser y de comprendernos como seres humanos que consiste en ser los unos para los otros, vivir unos con otros, y hacer unos por otros, la aportación de esta chispa mesiánica y proféti-ca le aporta el impulso liberador y a la vez compasivo, rehabilitador y a la vez mediador con sus respectivas providencias, códigos simbólicos y estilos de vida que desvelan aspectos esenciales de la existencia cristiana. Veamos cada una de estas energías a qué convoca y qué provoca en la producción de la solidaridad para nuestro tiempo. 1. EL SENTIDO PROFETICO DE LA VIDA Entiendo que cada tiempo y cada momento está obligado a identificar, a señalar, cuál es la cuestión básica, la cuestión social por antonomasia. No cabe duda que el tiempo y la historia hacen que se trasladen las cuestiones sociales, que sufran como una metamorfosis y que cada generación tenga que vérselas con el problema mayor, no el único, ni siquiera el mas importante, sino, ese problema por donde sangramos y que, mientras no nos acerquemos y solucionemos esa herida, planea sobre todas las otras cuestiones. La cuestión social, el hecho de mayor calado que caracteriza la situa-ción actual de la humanidad, es doble: la situación mundial y la situación local. a) La situación mundial. En cuanto a la primera es ese dato que hay que dejarlo resonar conti-nuamente para que provoque en nosotros un cambio de residencia mental y es que, si en 1960 la relación entre pobres y ricos era de 1 a 30, ahora es de 1 a 60. Quiere decirse que ese abismo va agrandándose; con la fuerza gráfica de Eduardo Galeano: un estadounidense vale lo que 60 haitianos, nunca llega-remos a saber qué pasaría si un haitiano valiera lo que 60 estadounidenses. Cien multimillonarios disponen actualmente de la misma riqueza que mil qui-nientos millones de personas. Hablar en este contexto de hermanos y herma-nas, de hijos e hijas de Dios, suena a despropósito y chiste de mal gusto, ya que niega esencialmente el concepto y la realidad de la familia humana. Quiere decirse que el mayor problema en el mundo actuál sigue siendo la desi-gualdad y el antagonismo entre los opresores y los oprimidos, y no simplemente las diferencias étnicas, culturales ó ideológicas. 98 CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS La cuestión central ya no es, como querían los ilustrados, que la huma-nidad despierte del sueño dogmático, sino que despierte, como querían los profetas, del sueño de la cruel inhumanidad que causa muerte: muerte injusta, muerte prematura, que se despliega en muerte física, ya que hay gente que se muere por enfermedades que la medicina ya ha vencido. No hay motivos para morir hoy de cólera, del sarampión, de. .. Muerte cultural, ya que personas y pueblos son despreciados de una forma u otra sin que se les tome en cuenta. Muerte legal, ya que no se les reconocen los derechos humanos. b) La situación local. En el interior, por tanto, de un enorme quebranto, de una enorme rup-tura, hemos de hacer nuestro propio camino. Ese abismo de desigualdad, que debe estar siempre en el horizonte de nuestra navegación, se traduce aquí y en nuestro pueblo canario, en la transformación y en la metamorfosis de ese pro-blema: esa triple muerte se ha instalado en el corazón mismo de nuestra orga-nización social en forma de exclusión social; es la última forma de la desigual-dad. Por ello, nos tenemos que enfrentar a una organización social que no tiene un impulso de ir incluyendo a todos los ciudadanos; sino que tiene en su interior un germen que expulsa, que orilla a los márgenes a personas, grupos y pueblos. Lo que tiene de común el SUR y el NORTE hoy, es una constatación elemental: se habla de población sobrante para expresar esto que estamos sig-nificando; se sienten sobrantes los parados de larga duración, los jóvenes inca-paces de entrar en la organización que nos hemos construido, los que por edad, ya no saben donde asentarse, ni cual es su tarea, su función,. . . Por eso nos hemos de enfrentar a dos problemas: el abismo de la desi-gualdad y su traducción aquí y ahora, creando personas insignificantes, inexis-tentes,. . . Entonces la pregunta es: ¿qué podemos hacer, estando así las cosas? Debemos cambiar, incluso de residencia mental; tenemos que recrear, eso que llevamos en nuestra propia tradición, el sentido profético de la vida. Lo cual significa, inducir alternativas, procesos, incluso en el interior de ciertas oscuri-dades. 1. Inducir alternativas que reviertan la historia. Mientras la muerte esté instalada en el corazón mismo de la humani-dad, la actual organización social no será nunca nuestro hogar; mientras este abismo de desigualdad signifique muerte, no habrá solidaridad posible sin JOAQUIN GARClA ROCA 99 empeñarse en revertir la historia. Esto significa que no sólo hay que cambiar, mejorar y reformar, sino que además, como proponía Ignacio Ellacuria, hay que revertir, es decir, alterar radicalmente la historia, transformar incluso la residencia mental, operar un giro de 180 grados que nos permita pasar de una historia de inhumanidad a una historia de humanidad, desde las estructuras hasta las instrumentales. La realidad es tan apabullante que nos hemos visto obligados a inventar un término nuevo: la solidaridad, para distanciar así la simple ayuda del norte al sur o de la mera asistencia humanitaria entre los que tienen y los que no tie-nen, y de este modo significar una fuerza capaz de configurar un mundo en otro que se despliega como promoción y activación de alternativas en el inte-rior de la propia marcha, que enfatiza la acción transformadora en un horizon-te emancipador, que ejerce la conciencia crítica ante las distintas situaciones, que no se limita a actuar sobre los síntomas de los problemas sociales ni se sitúa en la epidermis de la necesidad sino que penetra en sus causas y en sus mecanismos. La primera cualidad de la mirada solidaria consiste en inducir posibilidades: la mirada o es creadora, y rehace la historia y activa oportunida-des, o no es solidaria. Por eso recuerdo a uno de los grandes teólogos de nuestro siglo, que descubrió esto dando clase, cuando decía que la realidad es también las posi-bilidades de la misma; las oportunidades que tiene la realidad forman parte también de la misma. Lo refiere D. Bonhhoeffer: estaba un maestro explican-do en clase; en un momento se dirige a uno de los niños y le dice: Pedro, jverdad que tu padre vuelve todos los días borracho a casa?, y el niño, sorprendido por la pregunta (que era mas que una pregunta, era una constatación de la realidad, una certeza de la realidad), le dice: No, no, mi padre no vuelve borracho a casa. El maestro, sorprendido le dice; Pero, jcómo lo niegas? Claro que vuelve borracho a casa. Y el niño se hizo fuerte y repetía. No, mi padre no vuelve borracho a casa. Y el teólogo se preguntaba: ¿quién tenía razón, el maestro o el niño? ¿El maestro que se situaba ante la realidad como si la realidad fuera una constatación simple de los hechos o el niño que era incapaz de separar su mirada y su deseo? Aquello de Machado: la realidad ya la tenemos, la reali-dad es la esperanza. La realidad no es que el padre vuelva borracho, sino el deseo de ese niño que necesita transformar la realidad, porque la posibilidad de que su padre no vuelva borracho a casa es parte también de su verdad. Por eso nuestro compromiso con la mirada liberadora empieza siendo esa cualidad que nos va a llevar también a combatir la realidad que vivimos ya que el pro-blema de los empobrecidos no está en los pobres sino en otra parte. 1 00 CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS Es falso ese ambiente y clima cultural que viene golpeando desde todos los sitios, creando ese distintivo, (lo mas perverso, a mi modo de ver, de la ide-ología neoliberal) cuando se dice de los empobrecidos que están allí donde quieren estar, que han llegado allí donde ellos han querido, que si están ahí es porque lo han decidido. No es verdad. El problema del empobrecido está tam-bién en otra parte. Como el problema de las periferias está también en el cen-tro, y el problema de las víctimas no está en ellos, sino en los victimarios, en los verdugos. No han caído del cielo. Por eso no basta con describir únicamente las pobrezas, aunque es absolutamente necesario y hacerlo seriamente con informes. El sentido profé-tico de la vida promueve también los cambios que requieren los peor situados para que esta sociedad nuestra deje de ser un club de la abundancia en un archi-piélago de miseria. Por ello, mientras los nortes del mundo necesiten de los isures como mercados de consumidores, la solidaridad solo será posible necesitándolos como parte sustantiva de la familia humana; de ahí, el compromiso necesario en la perpetuación de la vida. La cultura de la vida, a la que estamos siendo invitados continuamente por nuestro Papa Juan Pablo 11. Que la vida se perpetúe y que haya vida justa y digna para los empobre-cidos es el rostro actual de la utopía alcanzable, el horizonte de una vida soli-daria. Es a lo que apuntaba Mons. Romero en sus conocidas palabras en Puebla: Es preciso defender lo mínimo, la vida que es el máximo imperativo y don de Dios. Y defender la vida nos lleva a denunciar los ídolos que generan muer-te, ya que creer en Dios y no combatir simultánemente los ídolos es simple-mente imposible. Y ahí está la raíz última de la profecía y la necesidad de cul-tivar hoy un talante utópico('). ¿Cuáles son las experiencias más acreditadas, las que tenemos que empujar, que acariciar?: 1.- Las que se proponen reformar, recrear, nuestra residencia mental, acentuando todas las iniciativas de carácter educativo, cultural, Formar e Informar; hay que desplegar formación e información, hay que golpear las conciencias a base de poner sobre la mesa estas informaciones. Esto es lo que hace Cáritas, por que hay una cultura y una educación que no nos ha equipa-do para mirar la realidad, mirando al empobrecido como un hecho natural, como el resultado de la culpa y la equivocación. (2) J . SOBRINO: La teología y el principio liberación, en Revista latinoamericana de teología, 35 (1995) 131. JOAQUIN GARClA ROCA 101 Hemos de taladrar el muro de la impotencia y del ocultamiento del empobrecido; hemos de vencer esa cultura de la ceguera y del olvido e iniciar la revolución de la sensibilidad. Todos los esfuerzos que hagamos para que circule la formación y la información, para recrear la sensibilidad estarán a favor de este sentido profé-tico de la vida. 2.- Por ello, hemos de recuperar el valor de la Denuncia, de la mostra-ción de la mentira, del encubrimiento ideológico, perteneciendo a platafor-mas, comités de solidaridad, a esa presión social, ciudadana y política,.. . por-que no hacemos otra cosa que alimentar y crear la familia humana. 3.- Hemos de activar iniciativas a escala HUMANA, hemos de recu-perar el valor de la escala humana que encierra ya en sí misma, por pequeño que sea, el futuro humano deseado. Por eso, "sin pequeñas alternativas no hay grandes alternativas". Hay que estar inaugurando tiempos nuevos en la pequeñez de la acción, en lo reducido de lo nuevo, pero sabiendo que si eso se desarrolla, se despliega, es esa la tierra que deseamos para todos. 2. Inducir procesos que anuncien una Tierra sin males. Por eso es tan importante inducir procesos. Nuestra generación ha teni-do que aprender a veces incluso heroicamente, a tejer y destejer utopías. La historia de compromisos y de luchas nos ha regalado a todos una convicción importante, a saber: que los pobres del mundo no están en condiciones de ganar ninguna guerra, que los caminos de la transformación ya no pasan por la revolución sino por la radicalidad de los procesos, y esa es buena noticia para nuestro fin de siglo. Quien quiera comprender que lo concreto y lo discreto puede ser radi-cal, piense por un momento en la estrategia de las termita: nadie le dió importancia, pero fueron capaces de remover, de desarticular el edificio, ... acabaron con el edificio sin apenas ser notadas. En nuestras manos está solamente iniciar procesos que de manera secuencial produzcan vida para los empobrecidos. La solidaridad estima los cauces concretos y las aportaciones discretas. Frente a otras estrategias, la solidaridad vincula la protesta con la propuesta y de este modo utiliza los pro-pios materiales de una figura histórica determinada. La alternativa deseada . apuesta por una transformación secuencial de la realidad que de algún modo la hace ya presente en la realidad. No confía en cualquier novedad sino en aquella que por fuerza expansiva es portadora de la alternativa aquí y ahora(i). (3) J. GARCIA ROCA: Constnlaciones de los jóvenes. Cristianisme i iusticia. Barcelona 1994. CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS No sabemos de trotes. Los trotes en el mundo de los empobrecidos solo causan mas víctimas todavía. El sentido profético desde el empobrecido, con-siste precisamente en transformar con ellos y desde ellos y hacer presente entre ellos ese gran deseo, esa utopía. Hemos de descubrir el sentido profundo de los eslabones; sólo un tejido hecho de múltiples experiencias que golpean la muerte en distintos puntos puede traer futuro para los últimos. ¿Tú, dónde golpeas? ¿Dónde estás indu-ciendo una chispa?, jen la educación, en la sanidad, en lo asistencial, en lo local, en lo mundial,. . .? Hasta que no descubramos este enorme concierto de eslabones, no estamos en el camino adecuado. ¡De cuantas ansiedades nos hubiésemos libe-rado si esta idea del PROCESO, como secuencia, como eslabón, hubiera pre-sidido nuestro caminar! Aquí y ahora, ¿a qué nos invita esta idea del PROCESO? Nos invita a: - la creación de plataformas y de encuentros donde experimen-temos que los golpes son complementarios, que todos los actores son necesarios. ¡Qué buen regalo de fin de siglo, también, saber que en esta lucha tan desproporcionada, serán tan importantes los actores políticos, como los económicos, los actores culturales como los religiosos, ... todos están invitados a esta batalla, y si no, no hay suerte para ellos! ¿Quiénes estarán en condiciones de crear esas plataformas de encuentro? Ese tendrá que ser, créanme el PENTECOSTES DE LA CARIDAD, promotor de cercanía, encuentro,. . . nacido de aquella sugerencia de Jesús cuando decía: basta que echen demo-nios para que los consideren de la misma causa de ustedes.. . - establecer no sólo plataformas de encuentro con los cercanos, descubriendo la importancia de los organismos de coordinación, como los arciprestazgos,sino también establecer redes internacio-nales (como el centro Diocesano de Solidaridad con el Tercer Mundo), porque los procesos son mundiales se requieren amorti-guadores de la globalización económica, esa que está haciendo tantos estragos. ¿Qué termitas van a poder contraponer a esa globalización tan despiadada; cómo va a ser posible si no descu-brimos las redes que nos unen, que nos vinculan, que nos anexan unos a otros?, en una palabra, es la hora, anunciada desde las Cáritas, de desarrollar el ecumenismo social. JOAQUIN GARCIA ROCA 103 Cuando la centralidad la tiene la vida, esa centralidad desplaza las cues-tiones de protagonismos, de temores sobre la identidad propia, porque la identidad es que la vida viva,. . . esa centralidad es la que nos mueve a todos, es ella la que nos declara a todos instrumentos, y esa vida es otra manera de nombrar a Dios, es El quien nos está uniendo a todos y por eso necesitamos de grupos, que se acrediten como lugar de encuentro, de coordinación,de ecu-menismo social. Esta es buena hora para descubrir que frente a la maraña de la margi-nalidad, no podemos golpear en un solo sitio, porque nos ocurrirá lo de la tela de araña, que intentas quitar, romper un hilo y te quedas enganchado a ella. 1. Inducir abajarnientos renunciando incluso al propio derecho. ¿Cuál es la novedad de este momento? Que no basta inducir procesos, sino además hay que inducir la categoría cristológica DEL ABAJAMIENTO, DEL EMPOBRECIMIENTO; eso que oculta la izquierda más progresista, eso que no quiere decir nadie hoy, que se ha impuesto como tesis peligrosa: que las conquistas que el norte ha consegui-do, que el club de la abundancia ha ganado, son irreversibles; todos dicen: tenemos que ayudar, pero,. .. sin que se toquen nuestras ventajas; tenemos que abrirnos hacia los necesitados, ... pero sin renunciar ni un ápice a nuestro bie-nestar. Es que los que tienen que subir son ellos hasta donde nosotros estamos. Hay una sabiduría que nos viene de lo más profundo de nuestra fe: sólo se sube, si previamente se baja. Solo subimos por que previamente antes alguien se abajó. (Filipenses 2,5-11). Por eso, si de algo está necesitada hoy la solidaridad es de recrearse desde esta idea elemental; es imposible extender y generalizar el modo de vida de los países mas desarrollados. Mientras tanto la realidad proclama que los recursos son limitados, lo cual hace imposible extender y generalizar el modo de vida de los países más desarrollados al resto del planeta; la solidaridad ascendente ha chocado con el duro muro de la realidad: no es posible el crecimiento ilimitado en un mundo con límites físicos y consecuentemente en un mundo limitado, no hay recursos suficientes para que todo el planeta sea un privilegiado barrio Norte. Ante este hecho nuevo, la tradición cristiana no solo propone revertir la historia, sino que indica además que resulta esencial un elemento de abaja-miento de los unos a los otros(4). (4) J. SOBRINO: Solidaridad esperanza. Ante las víctimas de la pobreza injusta, en ECA. Estudios centroamericanos, 557 (1995) 20-207. CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS La solidaridad obliga a renunciar al disfrute de algunos derechos e incluso a ir en contra de nuestros intereses.Todas las propuestas de reformu-lar la solidaridad redistributiva chocan con la imposibilidad de generalizar el modo de vida y de desarrollo de las sociedaues ricas. En un momento en el que se abren todas las cajas de grillos de modo que los empresarios se preocupan de abaratar los despidos, las autonomías de recibir más competencias, los eclesiásticos de aumentar el porcentaje del IPC, resulta chocante identificar la liberación solidaria con el abajamiento (o ano-damiento en términos paulinos). La solidaridad exige hoy que los fuertes se abajen con los débiles en contra de sus propios intereses"). La solidaridad es una opción contra los pro-pios intereses@)E. sta solidaridad por reconocimiento consiste no en repartir entre los menos-iguales el excedente de los más-iguales (mecánica propia redistributiva del Estado de Bienestar), sino en organizar todo desde los dere-chos de los menos-iguales, es decir una solidaridad compasiva('). ¿Qué hacer?: Popularizar una cultura de la austeridad, vacía de lo superfluo y entusiasta de lo necesario. 4. Inducir la resistencia a pesar de la oscuridad. Nuestro compromiso con los empobrecidos se ha de producir sin saber cómo se va a realizar, ni cuándo podrá suceder, ni hacia dónde debe-mos ir hoy. La tragedia de la solidaridad consiste en que la invocamos cuan-do no tenemos soluciones(~S'.e trata de una situación similar a la que descri-bió Primo Levy al narrar las condiciones del terror en los campos de concentración. Aquel edificio de violencia y de amenaza se sustentaba sobre la ausencia de horizonte: rodeado por la muerte, el deportado no estaba en condiciones de valorar la magnitud de la aniquilación que se estaba llevando a cabo ante sus ojos.. . era entrar en un tren y no saber hacia donde iba, por-que ocultaban el nombre de las estaciones; llegabas de un sitio y no sabías donde habías llegado; te colocaban en un lugar y no sabías si al lado habría otro campo o no; te ponían a trabajar al lado de alguien que desaparecía al día siguiente y no sabías donde había ido ... por eso el horror principal era tener los ojos pegados al suelo por las vitales necesidades cotidianas de cada minuto. (5) P. GLOTZ: Manifiesto de la izquierda. Barcelona, pág. 21. (6) 1. ZUBERO: Nuevas condicionesparu la solidaridad. Desclée. Bilbao 1994, págs. 93-94. 7) M. REYES MATE: Mística y Polirica. Madrid, pág. 45. 8) Al parecer del gran analista social KLAUS OFFE, necesitamos hoy de tradiciones culturales que inviten a caminar sin imágenes. En un momento en el que han perdido densidad las representa-ciones del futuro, necesitamos tradiciones simbólicas que permitan resistir en la oscuridad de la marcha. JOAQUIN GARCIA ROCA 105 Cuando hoy hay muchos empeñados en robarle a la gente sencilla, al pueblo, su derecho a la utopía, al sueño, al proyecto de una sociedad justa e igualitaria, la tradición evangélica le devuelve al pueblo la facultad de soñar y de crear, pero esta vez contando con la oscuridad como algo normal. La expe-riencia religiosa es un sueño de expatriados, construido con los materiales del exilio cuya originalidad consiste en provocarles a soñar solidariamente. Créanme, esto lo digo como alguien que ha puesto su residencia en el cuarto mundo, en el corazón de muchos/as, con rupturas, quebrantos.. ., que para resistir en esos lugares hay que frecuentar los lugares oscuros del Evangelio: Belén y Nazaret, Getsemaní y Emaús. Sólo de este modo podre-mos visitar descalzos las vidas anónimas, hundidas, rotas,.. . y permanecer allí junto a ellas a pesar de la oscuridad. El Padre que tiene un Reino se esconde en el silencio, no puede poseer-se, nos descoloca por su Palabra y desplaza nuestras verdades absolutas y a corto plazo. Si a causa de la oscuridad, de la tardanza, o de la ambigüedad de los procesos históricos, perdemos el derecho a soñar, todo terminó. Pueden fallar las imágenes, pero nos queda la solidaridad; podemos malvivir en las cuevas del desencanto político, pero debemos mantener la solidaridad; nos puede fallar la esperanza misma, pero debemos permanecer en la solidaridad, pode-mos soportar la noche y el no-saber acerca del futuro, sin romperse en áreas de solidaridad. A veces no se ve más mirando de cara al sol, sino caminando también con la calima a cuestas, ya que nos permite ver lo que un sol intenso nos oculta. 11. EL SENTIDO COMPASIVO DE LA VIDA Vivimos hoy una situación original que nos ha llevado a todos a confiar en los medios jurídicos y políticos para construir la solidaridad. Esto es lo que se llama un proyecto de modernización de las políticas sociales. El proyecto de modernización consistió en construir la solidaridad social por la vía jurídica y por la vía política. Este proyecto tuvo un gran efecto positivo: desarrollar un sistema de protección que no depende de las circunstancias personales de cada uno, sino de un pacto social entre jóvenes y viejos, entre parados y trabajadores, entre enfermos y sanos que produce seguridad y reduce la incertidumbre ante los riesgos de la vida. La solidaridad institucional ha consistido en crear pactos sociales que nos hicieran socios unos de otros y éste ha sido el secreto de la construcción del Estado de Bienestar. 106 CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS Pero produce un efecto perverso serio: que desplaza la demanda hacia fuera, especialmente hacia las Administraciones. Nos hizo a todos socios, pero fragilizó nuestra condición de próximos. Fue capaz de producir algo muy importante como es la cohesión social y la integración social, lo cual es absolutamente respetable, pero está lejos de producir la solidaridad de rostro humano. Al desplazar los mecanismos de cohesión fuera de las relaciones personales y del tejido social inmediato, se debilita la solidaridad misma que siempre intenta atravesar la línea de flota-ción de lo visible, de los próximos y de lo vivencial. Es necesario desarrollar en este contexto el sentido compasivo de la vida, que se despliega en tres dispositivos: la proximidad, la disponibilidad para entrar en el mundo de los pobres y la amistad. 1. De socios a próximos. Anoche, sin ir mas lejos, cuando me dejaron los amigos para retirarme, se me acercó una persona, que decía ser un muchacho cubano: ¿me puede usted ayudar para comer un bocadillo? Yo le dije: mire usted, he salido con unos amigos y estoy absolutamente despojado, no llevo nada; pero podemos charlar, porque, con seguridad usted tiene muchas cosas que contar. Estuvimos charlando, charlando, desde la proximidad, desde la cercanía,. . . y cuando terminamos, al despedirse me dijo: ¡Qué bien que usted no llevara dinero, ningunos duros para darme, porque, a lo mejor, a lo mejor nos hubié-ramos quedado sin conversación! Ese es el paso del socio al próximo. Esa solidaridad cálida, que viene apelada, invocada desde todos esos rincones a los que queremos aproximar-nos; es esa solidaridad, que busca nexos vitales, vínculos existenciales,. . . que busca una reactualización del ejercicio de la ayuda y de la procura, es ese creer en los asombrosos poderes del abrazo humano (Eduardo Galeano), y por tanto, es esa invitación que se nos hace hoy para la creación de voluntaria-dos sociales, de redes de proximidad. Es ahí donde tenemos que acercarnos como quien se acerca a la zarza ardiente. 2. Entrar en la cruel inhumanidad. Porque hay que entrar en esos espacios de inhumanidad y despertar las fibras mas hondas de cada uno de nosotros; hay que dejarse afectar. Pero sólo se entra en ese mundo de los empobrecidos por la puerta de la amistad, de la empatía; es la comunicación, la proximidad ... es la relación cálida y afecti-va,. . . es lo que nuestra tradición llamó la fuerza y el principio de la MISERI-CORDIA. JOAQUIN GARCIA ROCA 107 No hay auténtica solidaridad con el pobre si no hay amistad con él. La experiencia cristiana ha formulado esto como el "principio misericordia". Los empobrecidos y los excluídos son "en primer lugar y ante todo" una forma de vivir y de morir. Antes de ser una clase social explotada, antes de ser una raza marginada, antes de ser una cultura discriminada, antes de ser un género no suficientemente apreciado ... ser pobre es una manera de ser humano. Los pobres tienen una manera de pasar el tiempo libre, de hacer amigos, de reir, de pensar, de hablar. Ser pobre es todo un mundo. La solidaridad es primaria-mente una invitación a entrar en ese mundo. ¿Qué significa entrar en el mundo de los pobres? Significa en primer lugar romper el anonimato. Los pobres tienen nom-bre, tienen historia, tienen vida Y al entrar en ese mundo, se observa que está habitado por personas. Hay que optar por los pobres pero también por María, por Juan, ... Sólo cuando el pobre o el excluido se destacan como personas, quedan dignificados para un proyecto transformador de su propia situación. 3. La amistad que libra del anonimato. El principio-misericordia significa romper el anonimato, poner rostro, poner nombre a las personas. Amar es siempre sacar a alguien del anonimato. El amor da identidad, da valor, hace que alguien se sienta persona. Todos los encuentros de Jesús de Nazaret con personas en dificultad empiezan cambiando las relaciones de dominio que se establecen en las rela-ciones personales. ¿Quién me ha tocado?, en el interior de una multitud, pre-gunta Jesús en el pasaje de hemorroisa. Quiere verle el rostro; saber su nom-bre; ya que si no le ve, no hay salvación posible. Sin servicios de proximidad no hay solidaridad posible: habrá otras cosas pero solidaridad no. Se necesitan servicios de proximidad, con escala humana. Cercano al herido, estar atentos a las significaciones personales de la existencia. La solidaridad descubre así el valor de la amistad y de la ternura, y de este modo acompaña a los enfermos terminales del SIDA, sin ningún reproche, sin ponerse por encima de ellos, sin inculparles de errores ni esgri-mirles equivocaciones. No siente ante el enfermo ni indignación, ni conmisera-ción, sino que se sitúan como quien vigila ante una zarza ardiente. La mirada compasiva al enfermo terminal de SIDA, es decirle que hay alguien capaz de acompañarle, a quien no le importa nada del pasado, ni le hace la pregunta de cómo ha llegado ahí. Simplemente, le acompaña, está con él y por él. Acompaña a los encarcelados y al hacerlo sabe que el delito no es una cualidad de la persona, sino un simple atributo de la acción; y por ello, ante el 108 CKECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS delincuente se experimenta al hermano ya que antes de ser delincuente, se es hermano. Abre sus puertas a los que viajan en palera hacia ninguna parte o mal-viven como inmigrantes en una tierra que ellos no sienten como propia. Quien está roto por el mar del estrecho, necesita primariamente que se le cure, quien está tendido en el borde del camino precisa de que alguien le sostenga; quien necesita esconderse para vivir sus últimos años de vida, pide que alguien le acompañe. Por la amistad se entra en el mundo de los pobres, y de este modo se adquiere el punto de vista adecuado. A los lugares de sombra eterna sólo se accede si se sabe mirar. Si Uds. escogen en la vida un determinado lugar, verán unas cosas; si escogen otro, verán otras: si se colocan frente a la puerta del Banco Mundial, verán muchas cosas interesantes pero quizás se les escape la densidad de la realidad. iDesde donde hay que mirar? Tendremos que mirar desde dentro de ese mundo, entrando con temor y temblor, con humil-dad y amistad, reconociendo que ese mundo de los empobrecidos está habita-do por personas, por potenciales, por creatividad, por ganas de salir y de soñar. Finalmente, el servicio del cristianismo a la construcción de la solidari-dad ha sido reconocerla como el nuevo lugar de lo sagrado, la nueva zarza ardiente de Dios en el mundo. 4. La experiencia de lo santo. La tradición profética y la chispa mesiánica descolocó el lugar donde se puede experimentar lo último o lo absoluto de la realidad, aquello que a la vez aterra y fascina. ¿Dónde está el lugar de lo santo en el mundo actual? Ese lugar aterrador y fascinante que se presenta como lo último e inmanipulable y a la vez encierra promesa de salvación es LA SOLIDARIDAD CON LOS ULTI-MOS Y EMPOBRECIDOS. En esa solidaridad con los empobrecidos hay interpelación y salvación. Si la modernidad nos hizo despertar del sueño dogmático, la chispa mesiánica nos ha devuelto la auténtica realidad de lo sagrado como último y radical. Al entrar en ese mundo de vida y de muerte se descubre que estaba ya habitado; que es allí donde acampa Dios, donde se le encuentra; como defensor del pobre. Por eso, la lucha por los empobrecidos, le devuelve el honor a Dios. Entonces se comprende incluso que hasta la misma esperanza se nos ha dado para los desesperanzados. Sólo es creíble aquella Iglesia, informada y configurada por el principio fundamental de la misericordia: escucha los cla-mores de un pueblo sufriente, reacciona ante ellos y rehace la misericordia de Dios con los demás. JOAQUIN C;ARCIA ROCA 109 Su esperanza es la de los pobres que no tienen esperanza, su praxis es en favor de los últimos, su tarea es erradicar el sufrimiento injusto y animar a las víctimas a liberarse de ellos. Su fe ante todo, será una fe en el Dios de las víctimas y sus prácticas serán un desvivir por ofrecer y transitar caminos efica-ces de justicia. Sólo esta Iglesia está imantada de gozo"), y hace que el hermano y la hermana puedan ser celebrados como don y la fragilidad personal pueda sos-tenerse. El Resucitado ha entrado hasta las entrañas más heridas de nuestro mundo y aunque la oscuridad parece seguir tan densa como antes, ahora está habitada por la claridad de la presencia de un Viviente. 111. SENTIDO HABILITADOR DE LA VIDA En la medida que la pobreza y la exclusión equivalen a insignificancia, no basta ni la solidaridad liberadora ni la compasiva, sino que debe activar el reconocimiento de los que no cuentan para la sociedad, ni con demasiada fre-cuencia, tampoco para las Iglesias cristianas. Están como en situación de flota-ción en la estructura social y pueblan sus intersticios sin encontrar un lugar. Una especie de inútiles en el mundo, que se sienten "sobrantes". Se sienten sobrantes, es decir, no reconocidos, los parados y los marginales, los salvado-reños y los de algunos barrios de esta ciudad. En la sala de espera de la huma-nidad, una generación de excluidos patalea y se agita con la esperanza de ser reconocidas en sus capacidades y en su dignidad. 1. El principio de implicación. Sólo hay solidaridad, en el interior de una sociedad activa: todo lo que se haga por los empobrecidos que conlleve pasividad, falta de implicación y ausencia de responsabilidad está endemoniado, porque en lugar de generar el crecimiento personal y la liberación colectiva les somete a la vejación de la ayuda. La compasión se contrabalancea con el reconocimiento. Se puede amar a una persona frágil e impedirle crecer, se puede acoger a un empobrecido y hacerlo como un capítulo de la dominación, del paternalismo o de la coloniza-ción; se puede ayudar a los pueblos del Sur, pero si se hace sin reciprocidad ocasiona graves sufrimientos. La insignificancia social, que sufren los empobrecidos solo se puede combatir con el principio-reconocimiento: Nada sin ellos, nada para ellos, todo con ellos. (9) J. GARCIA, ROCA: EL Dios de la fraternidad. Sal Terrae. Santander 1989. 110 CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS Si algo caracteriza hoy el reverso de la historia, es la presencia activa de los que la habitan. Los excluidos y empobrecidos siempre estuvieron ahí, pero hoy quieren ser sujetos de su propia historia, protagonistas de su propio desti-no. Ahí está la presencia cada vez mayor de los grupos étnicos, de grupos indí-genas, de las mujeres.. . Los que han estado ausentes de la historia comienzan a hacerse presentes a través de organizaciones. En esta hora las Cáritas, tenemos que hacernos presentes en ese deseo de levantar cabeza a través de la organiza-ción y del reconocimiento. Ese es el principio de inversión que supone que las personas empobrecidas, son consideradas válidas, con derecho a una nueva vida, unas nuevas relaciones, hacer camino juntos; no basta ya con la ayuda. 2. Principio de reconocimiento y cooperación. La solidaridad deseada y acreditada hoy es inseparable del sincero reconocimiento en las potencialidades de los empobrecidos; solo cuando deja-mos de verles como objeto de ayuda y comenzamos a entenderlos, conocerlos e interesarnos verdaderamente por ellos y por su mundo, empieza la solidari-dad ('O). Allí donde se abandona el talante prepotente del que sabe frente al que no sabe, del que tiene frente al que no tiene y adoptamos una nueva posición ya no vivimos pensando: Ellos tienen el problema, nosotros tenemos la solu-ción. Porque el reconocimiento se despliega en cooperación y subraya que solo se pueden resolver problemas mediante decisiones compartidas y accio-nes racionales, en el debate y en la discusión racional, partiendo de que son los empobrecidos quienes nos dicen: nosotros tenemos el problema, nosotros tenemos la solución. La solidaridad sería puramente autista, si no se apoyara en el reconoci-miento de sus capacidades. Cuando falla el reconocimiento en sus capacida-des, la solidaridad se convierte en un lugar de lisiados de espíritu; nada horro-riza tanto a los excluídos como habitar en un lugar que se desconfíe de ellos, y se les retire su propia posibilidad de participar. 3. El ejercicio de la reciprocidad. Si alguien se acerca a la real inhumanidad sin reconocimiento, acabará proyectando sobre ellos su voluntad de poder: serán sólo objeto de ayuda e incapaces de ayudarse a sí mismos. La solidaridad ha de aspirar, por el contra- (10) L. ROJAS MARCOS: La ciudad y sus desafíos. Héroes y víctimas. Espasa Calpe. Madrid 1992, pág. 195. JOAQUIN GARCIA ROCA 111 rio, a la reciprocidad que trastorna radicalmente la relación de dominio que a veces planea sobre el ejercicio de la ayuda. La solidaridad es siempre un camino de ida y de vuelta. Mientras no comprendamos lo que el Sur da al Norte no habrá solidaridad creíble ni via-ble. Mientras no entendamos que del Sur nos viene también nuestra propia dignidad, que de allí nos viene luz para que podamos sabernos en nuestra ver-dad, del mismo modo que el siervo sufriente iluminaba la realidad de quienes no volteaban la cabeza para no verlo. De allí nos viene una instancia moral para vivir con sentido. La dirección de la ayuda va en una única dirección, como si los empo-brecidos fueran sólo receptores de la ayuda o simples magnitudes negativas, es decir, como los que carecen; la ayuda que se les da envilece, tanto al que da como al que recibe, si es cierto que sólo se afirma la vida de la humani-dad como tal, cuando se afirma la vida de los pobres, cuando se parte de su reconocimiento como sujetos, como personas, como seres culturales y espiri-tuales ("1. La solidaridad en la órbita cristiana por el contrario es bidireccional, va tanto del que da a quien recibe, como del que recibe al que da. Si carece de una dirección, le falta el componente del reconocimiento. En todo acto ecle-sial hay una apertura a recibir de alguien que es de suyo, igualmente persona, hijo y hermano, que posee un mundo propio y no un simple carenciado, mar-ginado y oprimido; si es mero carenciado, su existencia consistirá en depender del donante. La iglesia entra como huésped en el mundo del otro, pidiendo permiso y si es recibido, participando, y sólo siendo recibido en él puede darse un ser-vicio dignificador para el que lo da y para el que lo recibe. En la dinámica del reconocimiento, Jesús no le impone a nadie su poder, no lo abruma con su ayuda, sino que le pregunta, ya que tiene que ser él mismo quien se cure a través de su propio deseo. Y con la pregunta ¿Qué quieres que haga contigo?, abre un espacio para que el mendigo tome una ini-ciativa y se afirme como persona, pronunciando su propia palabra. Podía haber supuesto lo que quería. ¡Qué puede querer un mendigo ciego sino ver! (Como tantos solidarios que saben mejor que el otro lo que necesita). En su lugar, por el contrario, no solo lo reconoce ... como sujeto de su acción, sino que le devuelve el propio éxito de su curación: "Tu fe te ha sal-vado" (Mc.10,52). De marginado insignificante y despreciado ha pasado a ser (11) CENTRO GUMILLA: Imaginario alternativo al imaginario vigente y al revolucionario, en Neoliberales y pobres, Santafé de Bogotá. 1993, pp. 304-305. 112 CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS discípulo, a tomar el lugar de Cristo en la historia, a confundir a quienes se ufanaban de su conocimiento: su andar histórico y el hacerse discípulos los van sacando del anonimato('2). IV. EL SENTIDO MEDIADOR DE LA VIDA Si la experiencia de todos ustedes, los que están a pié de obra en la lucha contra las pobrezas, dice algo hoy es que la lucha y la batalla entre los excluídos y la sociedad convencional es absolutamente desproporcionada, por una razón novedosa a este final de siglo: porque han quedado afectados los dinamismos vitales de la persona empobrecida, como la confianza, la identi-dad, la reciprocidad,. . . todos están bajo mínimos. Cuando acogemos a alguien que está en el paro, descubrimos a una per-sona rota, tan rota, que no tiene ya ni ganas de buscar, se encierra, se echa a la bebida, se pierde, ... Y uno se pregunta ¿qué significa esto? Que hay realidades tan opresoras, tan apabullantes que son capaces de destrozar los dinamismos vitales: es que ya ni puedo buscar, es que no tengo ya confianza en encontrar, es que creo que ya ni la puerta se me va abrir cuando vaya a llamar para bus-car trabajo. ¿Qué se necesita entonces? Se necesita esa figura del árbitro del boxeo que impide con su propio cuerpo que el boxeador que está maltrecho en el ring acabe destrozado. Se necesita ese mediador que se pone en medio para evitar a veces el trompazo, a veces el zarpazo, a veces las zancadillas, ... pero siempre, que su capital humano redunde en beneficio del excluido. 1. El ejercicio de la mediación. La solidaridad como mediación a favor de los que están peor situados se despliega en tres operaciones esenciales. Mediar significa permitir que entre energía en una situación que se supone inerte; mediar significa hacer el puente para que los dinamismos vitales se activen en las personas excluidas; ¿qué otra cosa hacen las comunidades que actúan en la marginación sino fomentar la confianza, la reciprocidad o la identidad en los sujetos frágiles? El ejercicio de la mediación significa igualmente echar un puente para permitir el tránsito y el acceso entre realidades distanciadas; de este modo en los márgenes nace una nueva realidad, en los barrancos que parecían llamados a convertirse en el espacio natural de la podredumbre emerge un sentido (12) G. GUTIERREZ: De marginado a discipulo, en Concilium 254 (1994) 706-708. JOAQUIN GARCIA ROCA 113 nuevo: los excluidos se asocian, los marginados levantan cabeza, los impoten-tes se auto-ayudan. Mediar significa por último ponerse en medio para hacer el puente a veces amortiguando el golpe, y otras veces posibilitando el salto, actuando como la red del circo: pasa desapercibida pero es el último secreto del salto del trapecista. 2. Fortalezas con puentes levadizos. Nadie ha expresado mejor que Albert Camus en su obra póstuma "El primer hombre", el carácter de aislamiento y de impotencia que encierra estar excluido o vivir en la pobreza. Albert Camus vuelve a Argelia a la bús-queda de su infancia, de la que nunca se había curado, a eSe secreto de luz, de cálida pobreza que lo había ayudado a vivir y a vencerlo todo y con este moti-vo hace tres pinceladas de lo que significa el mundo de los empobrecidos; según él mismo afirma el había crecido en una pobreza desnuda como la muerte. La primera pincelada presenta el mundo de los empobrecidos como una fortaleza sin puentes levadizos, un mundo que tiene rotos incluso los pun-tos de referencia, los anclajes en el espacio y en el tiempo: tiene pocos puntos de referencia en el espacio, puesto que rara vez dejan el lugar donde viven, y también menos puntos de referencia en el tiempo de una vida uniforme y gris. Tiene, claro está, la memoria del corazón que es la más segura, dicen, pero el corazón se gasta con la pena y el trabajo, olvida más rápido bajo el peso de la fatiga. En el interior de aquel barrio, como un cáncer aciago, exhibiendo sus ganglios de miseria y fealdad y con una familia en la que se hablaba poco, donde no se leía ni escribía, una madre desdichada y distraída. ¿Qué invocación nace desde el interior de la fortaleza sitiada? El prin-cipio liberación nos permitió mostrar las energías alternativas capaces de des-truir la muralla, pero resulta insuficiente si no se complementa con el princi-pio mediación. ¿Qué busca realmente Camus en el interior de aquel barrio aciago, que exhibía sus ganglios de miseria y fealdad? Desde su profunda experiencia humana, busca un mediador. En su memoria, sólo existe el Mediador, que él ve realizado en la figura del maestro, uno de esos seres que justifican el mundo, que ayudan a vivir con su sola presencia. Del maestro le vino a Camus el único gesto paternal, a la vez meditado y decisivo, que hubo en su vida de niño. Pues el señor Bernad, su maestro de la última clase de primaria, había puesto todo su peso de hom-bre, en un momento dado, para modificar el destino de ese niño que dependía 114 CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS de él, y en efecto, lo había modificado. Albert Camus salva su densa soledad y su desesperación sin límites a causa del maestro. Desde la experiencia de Camus, su maestro era el puente levadizo por donde podía transitar desde su pobreza. ¿Qué significa construir un puente levadizo en la fortaleza de la miseria? ¿Qué supone hacer de mediación? La escuela era rompedora de exclusiones porque confiaba en él. En la clase del señor Germain (aquí le da el verdadero nombre), sentía por prime-ra vez que existía y que era objeto de la más alta consideración: se los juzga-ba dignos de descubrir el mundo. Por esa razón la escuela no solo le ofrecía una evasión de la vida de familia, como sabemos bien los que vivimos en situaciones similares, sino que, en la clase del señor Bernad, por lo menos la escuela alimentaba en los alumnos un hambre más esencial todavía para el niño que para el hombre, que es el hombre a descubrir. En las otras clases les enseñaban sin duda muchas cosas, pero un poco como se ceba a un ganso; les presentaban un alimento ya preparado rogándole que tuvieran a bien tragarlo. Los dinamismos vitales, como la confianza, la identidad, la reciprocidad circula por las vías de lo cotidiano, de lo trivial, de la insignificancia. Contra la fragilidad de los dinamismos sólo son apropiados los recursos relacionales que anteponen la compañía a la organización, lo eventual a la normatividad, la interacción del cara a cara a la distancia. Los pobres tienen necesidad de gestos gratuitos. Más aún, el maestro no se dedicaba solamente a enseñar a los alumnos lo que le pagaban para que enseñara: los acogía con simplicidad en su vida personal, contándoles su infan-cia y la historia de otros niños que había conocido, les exponía sus propios puntos de vistas, no sus ideas. ¿Qué pasa?, que para sanar la confianza, la identidad, ... esa zona del alma que los empobrecidos la tienen bajo mínimos sólo se puede hacer con la lógica de la donación. La lógica del don debe ser reivindicada para sanar esa zona del alma que la marginación destruye y fragiliza: es la zona donde se celebran significa-ciones, se elaboran simbologías, se reciclan energías. 3. Mediación como coraje y riesgo. Por último, la mediación es un acto de coraje y de riesgo. Y finalmente, recuerda Camus el último acto de grandeza de su maestro, que había asumido sólo la responsabilidad de desarraigarlo para que pudiera hacer descubrimien-tos todavía más importantes. Recuerda aquel momento en el que le consigue JOAQUIN GARClA ROCA 115 una beca para seguir estudiando ya fuera del barrio y le despide diciéndole: "Ya no me necesitas -le decía- tendrás otros maestros más sabios. Pero ya sabes dónde estoy, ven a verme si precisas que te ayude". Y al despedirse, mirando a su maestro, que lo saludaba por última vez y que lo dejaba solo, en lugar de la alegría del éxito, una inmensa pena de niño le estremeció el cora-zón, como si supiera de antemano que con ese éxito acababa de ser arrancado del mundo inocente y cálido de los pobres, un mundo encerrado en sí mismo como una isla en la sociedad, pero en el que la miseria hace las veces de fami-lia y de solidaridad, para ser arrojado a un mundo desconocido que no era el suyo, donde no podía creer que los maestros fueran más sabios que aquel cuyo corazón lo sabía todo. Es aquí donde la solidaridad queda trascendida por la tradición de Jesús de Nazaret. Mantener la solidaridad no es cosa fácil: el viento de cada momento no lo facilita ni lo favorece la geopolítica actual; más bien tiene un alto costo, de lo cual dan testimonio tantas personas, grupos e instituciones hostigados, perseguidos, martirizadas.. . Vengo de un país que hoy mantiene la esperanza sobre la pasión de una sangre que no es baldía. 4. El gozo de la mediación. Pero también conoce el gozo y la alegría, cuando se cae un muro de separación, este mundo nuestro se hace más bello y más lindo para todos; Cada vez que un excluido se sienta en el banquete, amanece una alegría. Cada vez que un drogadicto vence su dependencia Cada vez que un parado se inserta en el mercado laboral. Esa alegría que permitía escribir desde los campos de concentra-ción: Espero que a pesar de las alarmas gocen de estos días prirna-verales de Pentecostés. (D. Bonhhoeffer) Gustavo Gutiérrez recordaba estos días una carta que un gran poeta peruano, exiliado en México por sus ideas sociales, escribía a su hermana pequeña en la que trataba de explicarle por qué le había causado tanto dolor a su madre. He tenido, María Teresa, que amar las rosas y las mareas de junio y, al mismo tiempo, la justicia; he tenido que amar lo bello y lo justo. 116 CRECIENDO EN SOLIDARIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS Ojalá Uds. puedan luchar por la justicia y optar por los empobrecidos experimentando el gozo del Espíritu que es también consolador de los pobres. Joaquín García Roca |
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