Li tarde tenía una madurez triste, descositla.
~[ircíhnrllot: sin ver.
‘femíamos morir dentro de poco; unos por completo,
otros en cse jirón del alma que se lleva siempre la mucrtc
cu:ir~do p3s:1 por nuestro 1:1do.
Delante y alrededor de nosotros se alzaba una scnsa-ción
de frío quieto, pes:ldo; de miedo que nos ar;3fialx3 el
:ilmn, incit5ndonos a mirar h:tria ;dras... y correr local-mente,
huir hacia donde fuera !’ como fuera. ‘fodo ocurría
en segundos. Estkbw~~os inmersos en 11nil sensacidn extraña.
L)elantc: teníamos nnn sen%citin de miedo y no de paisaje.
13s 6rdenes corrían como lagartos, de bock en boc;i,
sinuosas, rApidas.
-Hay que llegar lo antes posible :i la vngunda...
-Hay que ;~provcd~ar cl relevo...
-Si cae alguno herido, dejulo: ya lo cogerrín los ca-millcros.
Nutstr:l escuxdtx estaba formada por HI Gallego, Alar-cos,
Albizu, Pablo y Juan el tdistddo. El cabo era una
mezcla de mando y sentimentlllistno; le gustaban los tiln-gas
de Carlos G;rrdel y h;icerle Ia pelota al oficial. fIlbizu
había sentenciado que estas cwnclicioncs le prcparab:~n
perfccwmente parn ser cl mcís perfecto c:ibrcín.
TTng hombres que son nsi: mIs claros por sus manías
que por sus p;ilabras, Y rn;is allí, en :Iquell:t npret:3dn uni-formidnd
que siempre da la triste resonancia de los hue-cos,
donde broran ine‘;perada, fqlzmenre, las cosas de In
tierra, de la carne, de la cabezrt, del ;ilm:2.
-I,isros...
-AtenciM., ,
--Cuidado...
El nerviosismo crecía en todos, era algo inrnOvi1 que
110s tení:\ quietos por fuerri pero que SC. hinchaba por den-
tro, hncìéntlonos decir palabras absurdas, reir estúpida-mente
y decir pnlhxs cortadas, cosas raras; l~~~inmos,
nsi: pxìdos.
P6ah:r el aire, pweciil arena 0 grasa que nos cnvol-riera
en una phya viscosa, en la que moverse era dificil
y necesario 111 3 vez. So se p0~11.áh acer una fotografía
de c.;to, pero el que ha p:~sndo por cllo no lo olvida nunca.
Ejtiíb~~lllOS inmersos en una tr;tgêdia que pretendíamos
alejar con mir:l:ln dura, con silencio y luego con ruido y
gritos, pero ;hx-;ì est$xm~os cn esos silencios largos, en
que 110s gustnriíi atxfiar fiernmente In tierra, como si pu-diéramos
hundirnos en elln. Guiar nuestra pensamicn-los
íl desti-uii- lo que í~nxíb~in1us, 3. así inbtalblxlrrlus, erl Iit
cara, lejana y dulce, de la rnuchcl~t que mhs nos gustn-bn,
Ia voz y los coloretes de Ia última prostituta con quien
estuvimos. E5tbhnlO~ cn csos instnntcs en que tememos
que 110s dcstruy;m, y nos vcngdhnos echando estiércol
sobre los otrOS. Por eso tlccia que no hbia fntografins
de ccimo ~~-:unos entonces: ta1 vez, cuc:wnc11:\s, r;tt:\s,
1TlosC;Is tlc Clo:lCas.
-Yn s:tbcis, rbpidos cn todo -volví3 n decir cl cabo.
-IA qllc! l1:1rv f:1lt,? <‘. , es qne estn sc pong:1 yn en
marclin de una vez- tc espetó Albim.
L:t t:trtle Ilegti 3 su silencio mi& hondo, metiendo to-do.
5 los ruidos en su hoyo cada vez mas grande, mientras
10s co!orcs dejnbnn de serlo y se borraban como en las
pizarriìs viejas de los colegios.
Y llegó la orden:
-La cscuadrn que corcc las al:~mbrndas.
Y silItamos, snlinios ;1gacMndonos, queriendonos per-dcr
cn lo invisible... pero sonwon los punteos de las balns
y entonces gritamos y corrimos locamente y buscamos
hopos o algo donde csconrler In c¿tbezn, mientras un ruido
ikifcrnnl nos ccrc;lh. Uno se levantó y quedó como un
csp;wtnp3jaros entre los ;hmbres y hs púas y oí la voz
de Albizu que, entre insultos, exclamó:
-iQue una mnclre para uno pnrn esto!
h nuestro airedcdor todo crecía en ruido, parecía como
si la tierra y la vich fueran unn pelota redonda, inmensa...
y to:los la pinchxn por todas lxtrtes, salvajemente.
Y así me llcg3 un silencio total, inesperado.
II
%;lr:lgoz;l fue, en lu guerra, algo especial. Pnrccia la
cziudad m:lS granclc ClCl 11lulIilu; Ililbía de todo. Hospi tn1cs
y prostíbulos; prwoF y un río grande y ancha. Ninos que
iban al colegio, niiías jugando. .Si, jugando, saltando,
riendo...
f\lbizu aprovechó un viaje para venir a verme al hos-pital
y llegaba, como buen vasco, contento de rezarle a la
Vi t-gen.
-i_Cómo andan los demrís? -comenc& a decirle.
-Unos con permiso, otros a Il&, desperdigxlos.. . so-mos
tan especiales que sólo nos unimos para destruir...
iTe fijns que Ktcil es unir los hombres para la muerte y
qué d’ifícil lo es para la vida...?
--CV cl r:~ho? -le prcgunt6..
-Se portó bien. Lo ascentler~n; cortó alambres como
un demonio, luego te recogió a ti y supo situarnos bien
en una valuada. . . donde, por cierto, había un fimbw
ya con 13 piel tersa, í3 punto de romperse, recostado y
con unos... ipUfiS!... Las compailías siguieron avanzando; a
ti, por.fin, te cogieron unos camilleros y todos pensaron
que de Csta ibas al otro barrio... Llegti Ia orden de quc-darnos
en unas posiciones y luego relevo, permiso y ijuer-gas
que te Juego! Yo estuve todo un día borracho de anís.
El estómago se &e quedó de tanta dulzura hecho una
pasa,
Luego quedó caIIndo. Pas6 algún tiempo. Yo no le pre-gunté.
Quería Saber qué nomi,res ibamos :t darle a ese si-lencio
que siempre Ilegn despues de las primeras palabras.
Por fin dijo:
-Sí, Alarcos p l’ablo.
Y volvimos a estar callados. U íìsi le hable de mis
días en cl hospital.
-ATlur:tle rrluriri uilu e11 la snla clc al Indo. Fue a 121s
dos y media, justamente.
Me mir6 sorprendido y Ic aclarC:
-Aquí en los hospitales todo se oye; SC sienten los
pasos lejanos, las respiraciones a,gitadas, alg:ún SolIozo y
también la muerte cuando llega. Es algo especial, estAs
toda la noche desvelado y sientes el tictac del reloj, si
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alguien se queja tambien sabes con que intervalos lo esta
haciendo... e incluso si empeora y que ritmo tiene este...
1’ cuando alguien muere se siente que iì ese silencio se
i~íiidc un frío que lo cubre todo... Es como si en vez de
pal:~br:~s o imfigcnes te entrara, por el oído hasta el fondo
del alma, un frío distinto al frío de las manos 0 de In
ciu-;t... Sientes, cuando alguien se muere, que se acerca una
mezcla de frio y silencio cubriéndolo todo poco a poco,
1len:indote los oídos de nada... Yo lo sentí venir J- crecer,
más r mtis, y empecé :1 contar interiormente como cuando
nifius h:tbl:m~os en voz alta para ocultar nuestro miedo y
en esto dio Iii media en el reloj, y al mismo tiempo sentí
que ya no tenía sentido seguir contrtncio... MiS tarde,
c~~anclo la hermana vino con el café, le dije todo lo que
i~;~bí;t sentido y ella se asombr6 cuando indiqué el momento
C’XÍ~IO, y me aconst‘jo que ìurmierí~, que no pensnra en
tonterías... pero ella pensaba como yo, sentía como yo.
\’ Ic espresC mi filosofía, el saber que, al morir,
io importante es p;~de~er poco e irse 10 mki tnrtle, yn que
no tiene gracia sufrir y sufrir para nada.
-<Pero no tienes fe? -me preguntó.
Si , pwo hnstn nhora no ha venido ningún telegrnmn
del otro barrio --dije cortando ir6nicamente la conversacidn.
-Pero de todas maneras -insisti&- el saber adonde
x~:lrnos; el canocer lo que ser8 de nosotros cunndo mo-rimos...
- $osotros, los de una guerra civil...? jiI1 limbo! ;O es
que crees qne non van R Ilev;lr it los arcos triunfales,
que siempre van a durar los desfiles hermosos donde
las mujeres nos besan y todo se resuelve en un porvenir
óptimo, kil... iCa! La vida sigue. ;O es que tú vas a creer
como los moros que vas iil cielo de los héroes? ¿Es que
has visto algún cuadro del cielo con soldados llenos de
piojos y los calzoncillos rotos de porquería y miedo?
-<Pero el deber, el valor, la Patria...?
(Tú has visto alguna vez un embargo? <No te han
echado a la calle, a la intemperie y al hambre por falta de
d~ner-o? Entonces es cuando hallas la respuesta a esas pa-labras
sonoras. Dejate de boberías y abre bien los ojos,
y vcr;is que todo el que habla así, tiene mucha plata, mu-chn
tierra... y casi nunca da golpe.
X0 quiso dejarme seguir hablando y me dijo:
-,\Iuchacho, no hables asi... Ten cuidado... si te oyen.
Desde Iucgo lo que dices es triste y \‘erd;tdero..., pero sin
ideales no se puede vivir.
Yo fui cruel, estaba tan ;~m;~rg;;clo que quise no dejar-le
ninguna rendija y le espeté:
-- i:ll contrario . ..! Stjlo los que no tienen ideales son
los que viven bien, nl menos se sitúan en retaguardia sin
pasar fríos, sin tena- siempre una bal:ì csper;indolcs y,
para que te convenzas, vete H los paseos 0 a los cines...
-Alir:\, yii es tarde... me voy, me tengo que ir, ma-ñnnn
\7)lverCt a verte, que descanses.
J7 volvi a estar solo, mordiendo tantas palabras, tantas
(*oSas, tantos porqu&. Cada pnlabra la ;lpret;tb;~ hasta su
tiltima definición, incluso la decía largamente, silaba :t si-laba,
letrn n Ictrit cierno si así la entcndiern rncjor... y cntom
ces cra peor, se me v;ic*iab;l, se me yuetl;~b~a en niida, ni
en sonido; todo sc volvia sonidos y luces estrnfias, irreales
4’ me fui sintiendo corno en un Iiig:w fuera del mundo,
mlis all;í, donde lo mejor era el Sosiego, todo diluyéndose
en paz y entonces vi y oí...
Et-3 :rlgo sin fornx. I’nsi me dec+:
(t;Vienes 0 te quedas? No valc la pena seguir... Bs
sencillo, te quitas las vendas, y abres las carnes cosidas...
1;1 mlindo estcí equivocado, loco... todo es mentira, des-truccibn
Es una tortura grande y continua va-10 todo, sa-ber
que todo va aI barro, que es fango... Anda, ven...»
Yo est;tb:ì pasivo, terriblemente cansado, cxsi impo-tente
cle renccioníir... y entonces lIeg6 un ruido ululnnte
y voces que decinn:
- ila aviación, ít 10s refugios!
y me nrriistre por pasillos y SRI:iS, y sentia IOS dispa-roS
y mnldcci:ì a todos, y seguí avanzando, ngarrlindome
;i la vid:1 tal vez por temor, por costumbre quizis, y vol-vió
un silencio tota!, inesperado y cni feliz en Cl porque
no er;ì cl silencio gr;ìnde, con frío, que IleIlii de nada los
oidos, los ojos, Ias manos...
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