EL CEMJV~JTERIO DE M1 TIERHA
Entre el verde sombrío de la ancha vega
que el sol desde la altura en fuego anega,
junto a Ia abrupta playa de negras TOCRS
que la espuma corona con blancas tocas,
sobre el cielo infinito como un misterio,
se destacan las tapias del cementerio.
Es el mío, es el nuestro, el de mi tierra,
el que mis pobres muertos guarda y encierra.
Allí de un hueco humilde, yo soy el dueño,
y allí dormiré un día mi eterno suefio.
Su imagen, en mi mente nunca despierta
el asco que provoca la carne muerta,
ni el pasar por sus muros medroso evito
como lugar marcado, triste o maldito.
Pienso en 61 con serena melancolía
como pienso en la cuna donde dormia;
como en algo de casa que allí me espera;
cual si mi propia casa su campo fuera
y para mi tan 9510, después de muerto,
florecieran sus rosas como en mi huerto,
y brillaran las hojas en la ancha vega
que el sol desde In altura en luz anega,
y rugieran las olas entre las rocas
que la espuma corona con blancas tocas
y el cielo descorriese su hondo misterio
a los dormidos hut%pedes del cementerio.
[Oh, campo santo!
iCampo donde se encierra
para mí tanto!
Pedacito de tierra que eres mi tierra.
Luxs MILLARES CUBAS
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