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BALANCE BIBLIOGRÁFICO DE LA ÚLTIMA DÉCADA
BIBLIOGRAPHIC BALANCE OF THE LAST DECADE
Enrique J. Miralles García
RESUMEN
La exposición presenta un balance de la reciente bi-bliografía comprendida entre los años 2000 a 2009 en torno a la literatura española del siglo XIX. Se desglosa en cuatro apartados: Fuentes de información, Estudios sobre los escritores (a excepción de Galdós), Líneas de investigación y Bibliografía interdisciplinar.
PALABRAS CLAVE: Bibliografía, siglo XIX, literatura, estudios, investigación.
ABSTRACT
The exposition presents an overview of recent xixth century Spanish literature bibliography between the years 2000-2009. It is divided into four sections: Sour-ces of Information, Studies on the writers (except for Galdós), Research lines and Interdisciplinary biblio-graphy.
KEYWORDS: bibliography, xixth century, literatura, estudies, research.
Mi cometido en este seminario se limita a sustanciar la bibliografía de la literatura del siglo XIX que figura en mi web www.bibliotecamiralles.org, ahora disponible en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, donde doy una relación de los estudios impresos y digitalizados entre los años 2000 y 2009. Quienquiera que la consulte puede comprobar por el elevado número de entradas el vivo interés que el siglo despierta entre la comunidad de hispanistas. De una plétora de nombres y títulos seleccionaré algunos de los más representativos, sin ánimo de desmerecer a cuantos, por imposibilidad material, quedan sin citar.
FUENTES DE INFORMACIÓN
A grandes rasgos el balance que cabe presentar ante el total de publicaciones es que la bibliografía de la pasada década resulta muy consistente en calidad y cantidad, ampliando cauces conocidos, pero a la vez innovando otros en un recorrido verdaderamente inagotable. A igual ritmo siguen acrecentándo-se las fuentes de información, tanto las que suministran los medios impresos como los virtuales de internet. En mi caso, me han prestado un servicio inestimable, por un lado, portales de la red tales como Dialnet, la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, la Biblioteca del Hispanismo, la Collection «Les travaux du CREC en ligne» de la Universidad de París III, Entre Siglos, Parnaseo, el Proyecto Ensayo Hispánico…, junto a las bases de datos de la Biblioteca Nacional, de las comunidades autó-nomas, las universitarias en la red de REBIUN y los curricula de una serie de hispanistas; por otro, el de la vía impresa, el aparato bibliográfico de la Nueva Revista de Filología Hispánica, las reseñas de libros en revistas especializadas, como la Revista de Literatura, más los Panoramas críticos de L. Romero y E. Rubio en torno el Romanticismo y el Realismo, respectivamente, estados de la cuestión, diccionarios bio-bibliográficos como el dirigido por F. Baasner y F. Acero sobre los críticos literarios en la España del siglo XIX, o el de E. Miralles sobre los autores bilingües de las letras regionales, catá-logos de escritores locales y guías bibliográficas sobre géneros, tal el teatro romántico, confeccionada por González Subías, o el de la segunda mitad de siglo por Romera Castillo. Otro caladero fecundo son los índices de las publicaciones periódicas; así, el de Los Lunes de “El Imparcial" (1874-1933), elaborado por C. Alonso, el catálogo de las Publicaciones periódicas del siglo XIX, por C. Dorado, o la Galería de escritoras isabelinas. (La prensa periódica entre 1833 y 1895), por Sánchez Llama, por aportar algunos ejemplos.
Los congresos celebrados en este tiempo conforman un apreciable escaparate de las tendencias in-vestigadoras. Entre los diversos encuentros nacionales e internacionales cabe mencionar los dedicados
Universidad de Barcelona. 603
a Galdós (2001, 2005 y 2009), organizados por Yolanda Arencibia en Las Palmas de Gran Canaria; y a Pardo Bazán (2004, 2005, 2006, 2007) en La Coruña, por González Herrán, C. Patiño y E. Penas; los de la Sociedad de Literatura del siglo XIX (2002, 2005, 2008) en Barcelona; los del Instituto Cántabro de Estudios e Investigaciones Literarias del siglo XIX (2010, 2012) en Santander, promovidos por Ra-quel Gutiérrez y Borja Rodríguez; los del Grupo de Estudios de la Universidad de Cádiz; y fuera de nuestras fronteras, los del Centro Internacional de Estudios sobre Romanticismo Hispánico «Ermanno Caldera» (2002, 2006, 2009), y el organizado por D. Thion, en la Universidad de Pau (2011).
Completa el repertorio documental una ingente cantidad de artículos aparecidos en homenajes, volúmenes colectivos y, sobre todo, en revistas impresas y electrónicas, bien sean de carácter humanístico, bien histórico, y las estrictamente literarias, tanto de ámbito general, como las restringi-das al siglo XIX, entre las que se cuentan Anales Galdosianos, Boletín de la Biblioteca Menéndez Pe-layo, Isidora, La Tribuna, Siglo diecinueve, Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, o El Gnomo.
ESCRITORES
La bibliografía que acopia la web acoge a unos 700 escritores. Aquí sólo me ceñiré a los que acu-mulan un mayor número de registros, destacando entre todos ellos Galdós, Pardo Bazán y Clarín. Del primero se ocupa en este seminario el profesor Germán Gullón, de manera que mi apretado balance dará comienzo por los dos siguientes. El caso de doña Emilia es notable, por cuanto en los últimos años ha crecido la cifra de estudios que abordan su vida y obra, gracias, sobre todo, al impulso que le vienen dando prestigiosos especialistas de las universidades gallegas. De entrada, contamos con sen-das bibliografías muy completas de Scari y Rodríguez Nogales (2001), y de C. Patiño (2004), así co-mo de una edición de sus Obras completas en 12 vols. por la Biblioteca Castro bajo la dirección de D. Villanueva y González Herrán, a la que se suman otras sueltas de su narrativa y otros géneros. Es dig-na de notar dentro de este corpus la novedad de artículos, cuentos y parte de su epistolario (ver D. Thion, Actas, 2005) hasta ahora inéditos. Una escritora tan prolífica y de tanto atractivo para los inves-tigadores ha motivado una serie de simposios desde 2004 a cargo de un equipo dirigido por González Herrán, C. Patiño y E. Penas, así como de una prestigiosa revista, La Tribuna, de volúmenes colecti-vos, números monográficos en publicaciones periódicas y diversas tesis doctorales.
El autor de La Regenta goza ya del reconocimiento literario que se merece, avalado por distingui-dos especialistas como Botrel, Lissorgues, A. Vilanova y Martínez Cachero, entre otros, que han en-grandecido su figura. La conmemoración del centenario de la muerte de Clarín ha enriquecido todavía más la bibliografía que ya acumulaba con la edición de sus Obras completas, en 12 vols., por Edicio-nes Nobel, a la que se añade la dirigida por Sanz Villanueva para la Fundación Castro en 6 vols., o la de sus Cuentos completos por C. Richmond. Contamos asimismo con una inmejorable biografía suya de reciente aparición, elaborada por Lissorgues, y en lo que se refiere a aspectos sueltos del conjunto de sus escritos, la relación alcanza a 600 trabajos, entre monografías y artículos varios. No obstante, pasado el fervor del centenario, se ha desacelerado el intenso ritmo de publicaciones, que confiemos no tarde en remontar.
Más distanciado se encuentra un grupo de escritores de renombre en nuestras letras, aunque aquí sólo podré ajustarme a algunos de ellos al hilo de una ordenación cronológica. Disponen de una edi-ción de sus Obras completas Blanco White, Larra, Espronceda y Bécquer; sin embargo, hay pocas calas biográficas sobre los más representativos del romanticismo, salvo las de Blanco White y Hart-zenbusch, a cargo de Ríos Santos y J. Fradejas, respectivamente. Incluso los bicentenarios de Larra y Espronceda han pasado bastante desapercibidos para lo que les correspondería. Quiere esto decir que la literatura de los dos primeros tercios de siglo posee todavía un amplio margen por explorar entre unos asedios que acusan además cierta irregularidad. Por ejemplo, sobre el duque de Rivas menudean los trabajos sobre Don Álvaro, pero pocos son los que atienden al resto de su producción teatral, al tiempo que escasea el interés por sus romances históricos. Va ganando, por el contrario, en interés la obra de Bretón de los Herreros, que ha dado lugar a dos Jornadas y varios artículos, donde se repasan sus ideas teatrales (P. Miret), su labor como traductor y la revalorización de unas cuantas piezas origi-nales suyas. En lo que concierne a Fernán Caballero, el estilo y la estructura de su obra son objeto de una monografía de R. Montes, en tanto que los cuentos folclóricos centran el interés de M. Fernández Poza y M. Amores; como es sabido, los textos de doña Cecilia presentan dificultades ecdóticas de todo orden, imposibles por el momento de resolver a causa de los impedimentos que ponen sus herederos 604
en el acceso a los originales. Sobre Mesonero Romanos la proporción de monografías es superior a la de los artículos, conducentes a centrarse en las estampas costumbristas madrileñas y a su condición de periodista. En cuanto al repertorio de trabajos sobre Hartzenbusch apenas se contemplan sus narracio-nes cortas, su poesía y su labor crítica en revistas y diarios. Las investigaciones sobre Espronceda ron-dan en gran medida sobre su lírica y su romanticismo, en tanto que se descuidan otras vertientes suyas. No así con Gómez de Avellaneda, de quien interesan por igual medida todos los géneros que cultivó, desde la autobiografía al teatro, pasando por la lírica y la narrativa, contemplados por lo general desde el flanco de su feminismo. Por lo que se refiere a Zorrilla existe una Obra varia en la Biblioteca Vir-tual Miguel de Cervantes, al cuidado de García Castañeda, pero falta por reunir la obra completa suya; siguen perpetuándose los análisis sobre Don Juan Tenorio, en comparación con otras piezas dramáti-cas, lo mismo que son reducidos los estudios sobre sus leyendas, su lírica y su correspondencia. Por último, y para rematar este breve listado, no olvidemos a Bécquer, cuya lírica sigue captando más in-terés que las leyendas o su labor periodística, con la particularidad, sin embargo, de someter el arte del poeta a enfoques novedosos.
Por lo que corresponde a los escritores pertenecientes al realismo y sus derivados, la bibliografía ofrece un balance más positivo. Sobresalen, como hemos dicho, Galdós, P. Bazán y Clarín. En cuanto a los demás integrantes de la literatura del último tercio de siglo, cabría destacar, siguiendo un orden cronológico a los siguientes: Alarcón, quien cuenta con una edición de su narrativa y poesías a cargo de C. Clavería y J. García López en la Biblioteca Castro, y con una serie de monografías sobre el con-junto de sus escritos, entre otras las de Lara Ramos e I. Javier López, junto a estudios menores de carácter puntual. Lo más notable en el acceso a Valera es la edición de su riquísimo Epistolario de ocho volúmenes en la editorial Castalia, por un equipo coordinado por L. Romero, trabajo ingente al que se suma el de su Correspondencia diplomática, dada a luz por A. Navarro. El autor de Pepita Jiménez goza además de una edición de sus Obras Completas, preparada por M. Almela para la Bi-blioteca Castro. El centenario de su muerte ha dado lugar asimismo a un monográfico en Cuadernos Hispanoamericanos (2005) y a un volumen colectivo editado por Criado Costa y Cruz Casado, aunque no se requieren conmemoraciones para que se le siga prestando atención a su novelística, perfil inte-lectual y vital, además de su actividad periodística. Por lo que corresponde a Pereda, hemos de agrade-cer la publicación de sus Obras Completas en 11 volúmenes, dirigida por dos ilustres especialistas suyos, A. H. Clarke y González Herrán y sobre las que se sustentan los estudios colectivos más recien-tes, patrocinados por instituciones cántabras y por revistas, como el Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo y Siglo diecinueve, firmados por un elenco de especialistas, como García Castañeda, B. Mada-riaga o Raquel Gutiérrez, entre otros de prestigio. Palacio Valdés, que se encontraba hasta hace poco relegado a la condición de novelista menor, ha venido remontando en el escalafón literario merced al impulso del centro de interpretación que lleva su nombre, dirigido por el mejor conocedor de su obra, F. Trinidad, así como a la celebración de tres congresos, obras colectivas y artículos varios, a la edi-ción de obras prologadas y a una puesta bibliográfica al día por J. L. Campal.
Dentro ya de las postrimerías del siglo, tenemos a Blasco Ibáñez, que cuenta con una bibliografía de lo publicado entre 1975 y 2002 hecha por Ch. L. Anderson y P. C. Smith, dos congresos interna-cionales celebrados en Roma y en Valencia, y una edición selecta de su novelística en la Biblioteca Castro por A. Baquero, aparte de las varias de sus obras sueltas. Quedan, no obstante, por espigar al-gunas facetas en la biografía de este autor. La obra de Ganivet también se ha visto favorecida con edi-ciones de García Lara y R. de la Fuente, lo mismo que su epistolario, a cargo del primero; fuera de los correspondientes estudios sueltos, cuenta con dos congresos internacionales, uno monográfico sobre las Cartas finlandesas y otro general, organizado por la Universidad de Granada. La figura de Rafael Altamira está cobrando una mayor dimensión, entre otras razones por el cincuentenario de su muerte, que ha dado lugar a exposiciones biográficas y documentales en Madrid y en Oviedo, a unas jornadas conmemorativas en San Vicente del Raspeig y a dos encuentros organizados por la Universidad de Alicante (2002, 2011). Los estudios reivindican su perfil intelectual, pero también creador de una na-rrativa breve. La labor cultural, social y literaria de Concepción Arenal cobra asimismo mayor interés, como lo demuestra una selección de sus artículos por M.ª J. Lacalzada y la relevancia que se le presta en la literatura de género. No puedo dejar de citar tampoco a Unamuno con su obra más temprana, que sigue rescatándose, junto a un epistolario inédito, sacados a la luz en los Cuadernos de la Cátedra Miguel de Unamuno, aparte de los números monográficos que le consagran otras revistas, congresos y jornadas en Salamanca y París, además de los capítulos que le reservan diversas monografías. 605
No quiero rematar esta lista de autores sin traer a colación otros nombres más periféricos, pero que asumen gran relieve bibliográfico por causas distintas a su labor creadora. Sobresale en este elenco Menéndez Pelayo, objeto de un veterano y prestigioso Boletín y de una Real Sociedad en la capital cántabra, impulsora de actas y volúmenes colectivos, donde se abordan las contribuciones del polígra-fo a la narrativa de su siglo. Las Academias de la Historia y Ciencias Morales le han rendido, a su vez, un cumplido homenaje en su 150 aniversario. Desempeñan también protagonismo figuras prominentes de la cultura y de la vida política por su obra ensayística, reflejo de un ideario. Durante la etapa del romanticismo la más notoria es Donoso Cortés, cuyos discursos gozan de ediciones y su pensamiento de estudios como los de Díez Álvarez o G. Larios. Para el resto del siglo cabría mencionar a Cánovas del Castillo, del que se han publicado las Obras completas, los Discursos parlamentarios y sus Ensa-yos. Castelar es, por su parte, objeto de un congreso celebrado en Petrer (1999) y de cuatro Seminarios organizados por la Universidad de Cádiz (2001-2004). Asimismo, Giner de los Ríos, sobre el que dis-ponemos unas Obras selectas en edición de I. Pérez-Villanueva, y de dos fuentes valiosas de informa-ción sobre su legado cultural: la web www.fundacionginer.org/documenta.htm y el Boletín de la Insti-tución Libre de Enseñanza; igualmente Joaquín Costa, con los Anales de su Fundación. En ambos casos, se sobreañaden a su repertorio bibliográfico todo un conjunto de estudios, entre los que sobresa-len, por lo que respecta al fundador de la ILE, sendas obras colectivas bajo la dirección de Vázquez-Romero y Álvarez Lázaro, junto a los que atañen a su correspondencia con Pardo Bazán (J. L. Varela, E. Penas), Clarín (J. Rubio y A. Deaño) y los krausistas alemanes (E. M. Ureña y Vázquez-Romero). En cuanto a Costa, señalar las contribuciones de su más notable especialista, Fernández Clemente.
Los escritores bilingües suman otro grupo fronterizo por ser partícipes a la vez de dos corpus litera-rios, donde, por lo general, prevalece uno sobre otro, según la lengua más utilizada en sus creaciones, fenómeno contaminado además de intereses políticos desde las perspectivas culturales de hoy en día, inclinadas a ejercer discriminaciones extraliterarias a menudo injustificables. A título de ejemplo, me ceñiré sólo al ámbito gallego, en donde gozan de especial relevancia Rosalía de Castro y Curros Enrí-quez. Ambos han recibido el premio institucional desde las instancias nacionalistas al editarse su obra total y parcialmente. En el caso de la admirable poetisa, fuente primordial de información es la Revista de Estudios Rosalianos, complementada por un número significativo de tesis doctorales, obras colecti-vas y numerosos artículos, en los que se airean aspectos de su lírica y de su narrativa, su feminismo, galleguismo y modernidad. En cuanto a Curros Enríquez, su relevancia reside en el congreso celebra-do en Celanova (2001), bajo la dirección de Alonso Montero y otros, en un volumen colectivo coordi-nado por L. Martínez Risco y en un buen lote de artículos.
LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN
Partiendo de la base de que el soporte bibliográfico básico se fundamenta en los escritores, convie-ne recurrir a la vez a otras vías de acceso para un adecuado conocimiento del panorama literario deci-monónico. En este apartado me limitaré a algunas de las líneas dominantes de las recientes investiga-ciones:
1) La teoría, preceptiva y canon literario ha constituido el tema sobre el que ha girado el II Colo-quio de SLES y otras concurrencias colectivas, como la de Retóricas y Poéticas españolas (siglos XVI-XIX), coordinada por I. Paraíso, y Teoría del canon y Literatura española por J. M. Pozuelo y R. M. Aradra. A estas muestras se añaden las tesis doctorales de M. Agudo, F. Coca y F. González Alcázar, junto a las monografías de I. Gunia sobre El cambio de los conceptos en la formación del campo lite-rario español del siglo XVIII y principios del XIX; y de I. Morales sobre La novela como género, además de una serie de artículos, entre los que se contemplan las teorías literarias de Unamuno, Pedro Estala o Graciliano Afonso.
2) Si nos circunscribimos a los géneros, el de la narrativa da lugar a estudios de conjunto, como los de F. Caudet y T. Dorca, o específicos, como las monografías de Alonso Seoane sobre la narrativa de principios de siglo; Giménez Caro, sobre la de mediados de siglo; L. Garosi y G. Gullón, sobre la de fin de siglo; M. J. Bello sobre las escritoras de la Restauración; o bien centrándose en temas como el del matrimonio (Espino-Bravo, C. Naupert), el celibato y sacerdocio (P. Bly), pedagogía y educación (F. Ezpeleta), o la novela lupanaria (Pura Fernández). C. Ramos y M. T. Zubiaurre realizan, por su parte, incursiones sobre el espacio y R. Rodríguez Marín sobre cuestiones lingüísticas. Por lo que con-606
cierne a la narrativa breve, contamos con varias antologías que asedian un tema o bien acotan un per-íodo, una web (GICES XIX), encaminada a hacer un registro completo de los cuentos en la prensa del XIX, más estudios básicos sobre su historia (Borja Rodríguez) o sobre sus cultivadores, así los consa-grados a Pardo Bazán, en uno de los simposios sobre doña Emilia.
El teatro suscita parecido interés, no sólo como expresión literaria, sino cultural y sociológica. Theatralia ha continuado con dos congresos más en lo que va de siglo (2000, 2002); sendos números de ADE teatro (2008, 2009) atienden al panorama teatral durante la guerra de la independencia y a las artes escénicas del romanticismo, mientras que Foro Hispánico (2001) destina un monográfico al tea-tro breve y Signa a «estados de la cuestión» sobre compañías profesionales (2003) y la vigencia del teatro áureo (2006). Disponemos a su vez de catálogos y diccionarios sobre autoras (L. García Loren-zo, ed.), directoras (J. A. Hormigón, ed.), historia (J. Huerta, ed.), estudios (González Subías, M. A. Rees), obras entre 1849 y 1881 (Martínez Olmo), además de repertorios de carteleras regionales, el Género chico y Escenarios. Son asimismo destacables diversas tesis doctorales, monografías con gran acopio de datos, como las de A. M. Freire y Romero Peña para el período de la guerra de la indepen-dencia, o las de E. Caldera o M. S. Catalán sobre la plenitud del romanticismo, al igual que sobre el actor (González Subías) y la crítica dramática durante el primer tercio de siglo (M. J. Rodríguez).
Menos alcance en cuanto a sus dimensiones, que no en cuanto a su valor, reúnen los estudios sobre la lírica. El abanico es amplio, desde cánones y teorías poéticas, hasta valoraciones de la obra de de-terminados escritores, tanto de renombre en el género, como de algunos reconocidos en distintas face-tas, pasando por corpus textuales extraídos de diarios y revistas, influjos extranjeros, subgéneros (can-cioneros, romanceros, cantares) o motivos (religiosos, políticos, sentimentales). En el terreno de la edición predominan las antologías, circunscritas a denominadores también muy varios: del panorama del siglo a las minervas locales, de acontecimientos históricos a la cultura científica, de la poesía fe-menina a la de una escritura sin distinción de sexo. El material bibliográfico es, en suma, muy hete-rogéneo y de difícil trazo, resistente a una globalización.
La difícil comercialización con que tropiezan la preceptiva y el canon literario provoca una notable escasez de ediciones de autores del XIX interesados en este género. Las principales novedades corres-ponden a los escritos de Pedro Estala (M. E. Arenas); de González Serrano en torno a la literatura de comienzos del siglo XX (J. L. García Martín); de Pardo Bazán en el ABC entre 1918 y 1921 (M. Sote-lo); o a la recuperación del libro de A. Savine Naturalismo en España (Gutiérrez Díaz-Bernardo). Por el contrario, abundan los estudios que abordan la recepción literaria en la crítica de contemporáneos a través de la prensa o bien por otros medios. Imprescindible para este aparato bibliográfico es el dic-cionario ya mencionado de Doscientos críticos literarios en la España del siglo XIX, al que hay que añadir más de un centenar y medio de artículos y monografías que pormenorizan sobre algunas voces sueltas (Musso Valiente, M. Pelayo, J. Yxart, Miquel i Badia, Manuel de la Revilla, Gómez Carrillo, Luis Alfonso, etc.); documentación en torno a éxitos y fracasos teatrales, acogida de algunos escritores en la prensa extranjera y a la inversa, polémicas, la doble vertiente del creador y crítico (Larra, Clarín, P. Bazán, etc.), consagraciones, simpatías y antipatías, cervantismo y otros clásicos, horizontes, cam-bios generacionales…
La correspondencia de los escritores abre otra vía de investigación por cuanto contribuye a sus bio-grafías y proceso de creación. A la Correspondencia de Valera, ya citada, hay que añadir la que man-tuvo Altamira con Amunátegui Solar (M. A. Ayala); la de Giner de los Ríos con los krausistas alema-nes (E. M. Ureña y Vázquez-Romero), más toda una serie de cartas inéditas dirigidas y/o recibidas por Zorrilla, Murguía, Clarín, Pardo Bazán, J. Costa, Pereda o Unamuno, entre otros, sacadas a la luz en diversos estudios, incluida una reedición de los Epistolarios de amor de Gómez de Avellaneda (A. Roselló).
BIBLIOGRAFÍA INTERDISCIPLINAR
A caballo entre las modalidades estrictamente literarias y las de disciplinas afines tenemos las au-tobiografías, memorias y diarios. Los estudios de F. Durán López, Ricardo Fernández y A. Caballé, por ejemplo, se adentran en un campo cultivado por Blanco White, Alcalá Galiano, Mesonero Roma-nos, Gómez de Avellaneda, J. Nombela y otros, sobre el que queda aún mucho camino por recorrer. Los diarios nos ofrecen testimonios de una aventura personal, pero a la vez colectiva, tales como los 607
de quienes participaron o fueron espectadores en la guerra de la independencia, las carlistas o la de África. La crónica periodística de Alarcón, por ejemplo, sobre esta última, sigue reeditándose; más desconocida es la documentación memorialística centrada en los otros conflictos, a salvo de lo que aporta J. de Haro y algún que otro artículo. Caso aparte es el Diario de Musso Valiente, al margen de las contiendas bélicas, que está suscitando gran interés.
La bibliografía sobre la prensa en general del siglo XIX y, en especial, de la labor en ella de los es-critores, no para de aumentar, habida cuenta de su inagotable riqueza. Ediciones facsímiles, crónicas, transcripciones, estudios introductorios, índices y catálogos, antologías, actas de congresos y un sinfín de artículos recalan en el amplio espacio del medio de comunicación. De una parte, contamos con reproducciones facsímiles como las de El Europeo, El Catón Compostelano, El Instructor y Recreo de las Damas, El Zurriago, La Joven Galicia, La Patria Gallega; o de carácter selectivo, como las Crónicas de Cortes del Semanario Patriótico y la Antología de la publicística en el Reino de Murcia durante la Guerra de la Independencia; de otra, con una plétora de estudios, sean colectivos o sueltos. Entre los primeros, los tres tomos en torno a la prensa de Cádiz en el tiempo de las Cortes (1810-1814), publicados por el Grupo de Estudios del Siglo XVIII; actas de congresos, como el de la Casa Velázquez sobre las élites y la prensa (2001) en su relación con la literatura española (Málaga, 2002; La Coruña, 2006; Cádiz, 2006; Lugo, 2008; Jerez de la Frontera, 2009), con la francesa (Lérida, 2004), o bajo un enunciado muy general por el grupo francés PILAR (2004). A catálogos al uso hay que añadir uno nuevo en 4 volúmenes, bajo la dirección de C. Dorado; más diversos locales, regiona-les, temáticos, e índices, así el ya citado de Los Lunes de El Imparcial (Cecilio Alonso), monografías y una relación casi interminable de artículos sobre las ilustraciones, anuncios, prensa del exilio, biograf-ías de escritores, etc.
Menos densa, pero con igual relieve en este terreno interdisciplinar es la que se anuda a la historia política. Baste el referente de los Episodios Nacionales de Galdós. Las colaboraciones en el estudio colectivo coordinado por Álvarez Barrientos Se hicieron literatos para ser políticos enuncian líneas interesantes de investigación. Acontecimientos como la guerra de la independencia, la represión fer-nandina, los pronunciamientos militares durante el período isabelino, el sexenio revolucionario o los movimientos obreros de finales de siglo, nutren, por su parte, una literatura comprometida a la que asedian numerosos trabajos, principalmente de historiadores. Otras claves diversificadoras son, por mencionar algunas, el exilio, objeto del X Congreso del Centro Internacional Estudios sobre Romanti-cismo Hispánico y de sendas monografías de J.- R. Aymes y M. P. Asensio; los discursos parlamenta-rios, tratados en los Seminarios Emilio Castelar de Cádiz; las canciones patrióticas, como las editadas por la Societat Bibliogràfica Valenciana en 2004; las militancias e idearios de los escritores; los pan-fletos revolucionarios sobre la guerra de la independencia (ver López-Vidrero) y los lanzados por los liberales; la sátira, género, por ejemplo, preferido por Modesto Lafuente (Fuertes-Arboix), las edicio-nes libertarias y cuanto se relaciona con la literatura anarquista de final de siglo (L. Litvak); el teatro político o los poemas épicos, la censura, mitos y martirologios…
Otro capítulo es el de la literatura de viajes, que cuenta con el excelente catálogo de García-Romeral, Diccionario de viajeros españoles: desde la Edad Media a 1970, y es objeto de tesis docto-rales, como la de Roussel-Zuazu; congresos, como los de la Caminería hispánica, y trabajos colecti-vos, entre otros, los editados por J. M. Córdoba, J. Peñate, F. Carmona, F. Lafarga, L. Romero y G. Champeau, donde tienen cabida lo mismo la imagen de nuestro país y sus rincones ofrecida por los visitantes extranjeros, que la de los españoles dentro y fuera de nuestras fronteras. La actualidad de este tema favorece la publicación de los relatos decimonónicos, los de Alarcón, Altamira, Ali-Bey, Cortada, P. Bazán, Salas y Quiroga, al margen del de los escritores extranjeros; antologías, como la de Aymerich; repertorios, como el de Jos Martín sobre los exploradores, junto a monografías y artículos sobre rutas literarias, reales y de ficción, costumbrismo y pintoresquismo, estampas locales, peregrina-ciones y aventuras, bajo modalidades epistolares, diarísticas y biográficas. El abanico de aproximacio-nes críticas, como se ve, se ensancha considerablemente.
No quisiera poner fin a este sucinto panorama bibliográfico sin traer a colación, aunque sea breve-mente, otras dos secciones más, las traducciones y la cultura del libro. La primera mantiene fuertes lazos con la literatura comparada dentro del ámbito de la filología, por lo que ya engrosa un corpus muy fortalecido. Basta con acudir a los diccionarios e historias de la traducción (F. Lafarga y L. Pege-naute, Ruiz Casanova), monografías (Martí-López, E. Pajares), un material complementado con otros estudios con vistas al eco de otras literaturas, para valorar la trascendencia de esta especialidad. Auto-608
res tales como Balzac, W. Scott, W. Irving, V. Hugo, Manzoni, E. de Amicis, Maupassant, los clásicos latinos y griegos, y así hasta una lista interminable, receptores o emanadores de influencias, a la par de cuantos los dieron a conocer con sus traducciones (Graciliano Afonso, J. A. Conde, Florentino Sanz, el abate Marchena, Gerardo de la Puente, Bretón de los Herreros, Teodoro Llorente, Pascual de Gayan-gos, etc.), componen un rico mosaico donde queda reflejado un flujo cultural más allá de nuestras fronteras.
En cuanto a lo que podríamos denominar «cultura del libro», la historia de la edición y lectura en España constituye el tema de dos obras colectivas fundamentales, una a cargo de J.-F. Botrel (2003), la otra, de J. A. Martínez (2001). Otros trabajos en común, así en las actas de un congreso organizado por el grupo PILAR, abordan cuestiones más concretas, al igual que las monografías de E. Conde acerca de La policía del libro; J. Martínez Martín, sobre La profesionalidad del escritor; y de varios autores sobre el valor educativo de La Editorial Calleja. Los artículos sueltos indagan sobre los gustos del público hacia la narrativa a través de los anuncios de dos diarios (Alonso Seoane), sobre bibliotecas particulares y populares, librerías, el mercado de la prensa (J.-F. Botrel), almanaques y calendarios, editores y tipógrafos, colecciones como la de Cabrerizo (Espinós), cuanto atañe a una sociología de la lectura en los medios rurales, el proletariado o los círculos femeninos, y sobre la política bibliotecaria de los gobiernos. Los resultados adquieren una trascendencia histórica, pero ya no serían comparables a los del día de hoy, dada la aparición de las nuevas tecnologías que dejarán una huella diferente en el proceso de la lectura, en la misma naturaleza de la obra literaria e incluso afectarán a la metodología e instrumentos de investigación.
No acaba aquí la mirada a un contexto literario en el que ocupan también su propio espacio artes como la música, la pintura o el cine, especialidades científicas como la medicina o la psicología, pero bastará ya con lo expuesto para poder hacernos una somera idea y mínima valoración del transcurso de las investigaciones a lo largo de la primera década del presente siglo.