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PRESENCIA DE UNA AUSENCIA. MÁS SOBRE GALDÓS
EN SU OBRA
PRESENCE OF AN ABSENCE. MORE ABOUT GALDÓS IN HIS WORK
Francisco Estévez
RESUMEN
Hay un aspecto poco visitado en la narrativa de Galdós del cual se puede inferir cierto conocimiento sobre el pensamiento literario del autor si observamos con detenimiento. Es notoria la identificación fragmentaria del escritor en personajes como Moreno Isla, Juanito Santa Cruz o Ido del Sagrario. Y, con probabilidad, mayor parecido guarda aún su persona en los años de juventud con el personaje de Miquis. Sin embargo, es la singular y lateral aparición que realiza D. Benito en algunas páginas de sus textos, convirtiendo su persona en un personaje más del nutrido universo ficcional, la que llama poderosamente la atención. Es cosa sabida la timidez exacerbada del autor y su connatural modestia. Muestras frecuentes de tal actitud y talante ante la vida hay en su biografía. Si conocemos la personalidad del escritor, de normal huidizo y bien celoso de su ajetrea-da intimidad, no debemos dejar estos detalles escondi-dos entre su abultada obra sin analizar.
PALABRAS CLAVE: escritura galdosiana, presencia autor.
ABSTRACT
There is a poorly analyzed aspect of Galdós' narrative from which we can deduce some knowledge about the literary thought of the author, if we observe it with attention. It's known that there is a fragmentary identi-fication of the author with characters like Moreno Isla, Juanito Santa Cruz or Ido del Sagrario. And probably his person in youth presented a great similarity with the character of Miquis. However, the singular and secondary appearance realised by D. Benito in some pages of his text —that turns him into another charac-ter of the fictional universe— is really interesting. His exacerbate shyness and his genuine modesty are well known, there are frequent demonstrations of this be-haviour in his biography. If we know the personality of the author, elusive and very jealous of his intimacy, we don't have to leave these hidden details, of his great work, without being analyzed.
KEYWORDS: Galdosian writing, presence author.
“Nada de ti sabemos, Galdós misterioso”.
Eugenio D’Ors
Toda literatura incluso la más cristalina y confesional presenta autores esquivos, cuya biografía, carácter y personalidad resultan difíciles de perfilar. En la punta de la memoria se agolpan varios nombres de célebres escritores entre los que pudiéramos destacar el caso radical del norteamericano Sallinger, quien, alejado de toda vida pública y enclaustrado en su granja, esperaba agazapado escope-ta en mano al intrépido reportero que para él siempre fue un intruso feroz de su intimidad. De Thomas Pynchon apenas conservamos algún retrato, incluso es célebre la anécdota del payaso que mandó a recoger el premio National Book Award. Sin embargo, hay otra ocultación menos radical, o, si quere-mos, más sutil como pudiera ser el refugio literario. Sea como fuere, en cierta manera siempre podre-mos inferir cierto conocimiento aun precario sobre el pensamiento literario del autor al observar con detenimiento estos fenómenos de visibilidad y ocultación tras de su obra por parte de los escritores.
El grancanario es lo que se decía en español de buena ley, ese que hoy cuesta tanto escuchar, una persona tornasolada, no por tener varias caras, pues fue siempre persona íntegra, de una pieza, sino por su natural ocultamiento.1 La dificultad biográfica es ya un tópico en los estudios del autor de Miseri-cordia. Por citar tan sólo algunos ejemplos: los asedios de Berkowitz, los libros de Sainz de Robles (Un autor en un libro. Galdós), el trabajo de Casalduero (Vida y obra de Galdós) aquellos de Carmen
Universidad Carlos III de Madrid. 92
Bravo-Villasante. Sin embargo, ni los trabajos de su coterráneo Alfonso Armas Ayala, ni la Vida de Galdós trazada por el diplomático Ortiz Armengol o la poco citada aunque muchos abrevan por fun-damental Pérez Galdós. Spanish Liberal Crusader (1843- 1920), de H. Chonon Berkowitz, han conse-guido tapar los huecos de una personalidad huidiza.2 Quizá no tanto por la escasez de información, sino por la necesidad de trazar una biografía desde dentro, desde el propio personaje a través del rasgo definitorio de su carácter, como pedía Shoemaker. Y quizá no estemos tan lejos de esa biografía hoy tan necesaria. Sobre la cuestión biográfica Gregorio Marañón, médico personal y amigo, podría haber despejado no pocas dudas por el grado de cercanía y amistad que compartió con el autor, en especial, en el último recodo de su vida, aunque ya desde infante visitaba la casa de los Galdós. Pero tan sólo nos dejó unos muy recatados apuntes en “Galdós íntimo”.3
A su alter ego Tito hará decir en Amadeo I que «trabajo sin descanso, repartiendo su voluntad entre las tareas de pluma y la conquista de mujeres, únicas empresas en que le favoreció la fortuna». Lo cual parece casar con ese tímido irredento y solterón del que se afirmaba «Le gustan las mujeres. Lo que nadie puede imaginarse, pero sobre todo se lo calla y de estas cosas, ni dios le saca una palabra».4 A resultas queda, don Benito es un novelista que lucha «a brazo partido para ocultar su propia biografía» como indicara su íntimo Clarín. El canario pondrá en ejercicio constante su secretismo connatural. Ya desde sus inicios, como recordará en sus Memorias: «Enjaretaba dramas y comedias con vertiginosa rapidez, y lo mismo lo hacía en verso que en prosa»,5 el personaje galdosiano que más se acerca al escritor en aquel periodo es Alejandro Miquis, autor de un dramón romántico que nunca logró ver representado. Claro que cuando escribió El doctor Centeno (l883), Galdós miraba ya con perspectiva irónica sus años juveniles en los que soñaba con llegar a ser un famoso autor dramático, por eso Shoemaker ve en aquel criatura «una delicada crítica censoria con la composición de un drama inspi-rado, entre otros, por el Ruy Blas de Víctor Hugo».6
Este resulta aspecto poco visitado en la narrativa de Galdós y del cual se puede inferir algún pes-punte de valor si observamos con detenimiento. De los tiempos juveniles en la tertulia El Ómnibus surge un alter ego crítico configurado simplemente en el primer pronombre personal Yo en Yo y mi criado Bartolo y la proyección del joven adolescente encuentra algún acomodo en aquel errante bachi-ller Sansón Carrasco. Más tarde, resultará notoria la identificación fragmentaria del escritor en perso-najes como Moreno Isla, Juanito Santa Cruz o Ido del Sagrario. Con probabilidad, mayor parecido guarda aún su persona en los años de juventud con el personaje de Miquis. Y parte indudable del vo-luble carácter juvenil o la imborrable huella de los primeros años matritenses del autor mama el perso-naje de Vicente Halconero. El afán lector y un desconvencimiento similar de la revolución del 68 y profunda tristeza nacional sentida profusamente hermana al personaje citado de España trágica con las aristas de la personalidad del propio escritor.7 El Pepe Rey de Doña Perfecta de algún modo es altavoz del desencuentro amoroso vivido años atrás por el escritor con su prima cubana Sisita, al igual que la firme señora es eco de la rigidez de la madre del autor. Evaristo Feijoo es en cierta manera un doble de Galdós, como ya advirtió el atento Montesinos, quien calificó al personaje como un desdo-blamiento profético de la vejez presentida vista a través del progresista desengañado.8 Y no pocas características del canario tienen encarnación en aquel periodista de vuelta de todas las idas como es Tito (amores, ceguera, periodismo). En cualquier caso, Galdós no se dejó ver claramente en sus nove-las, ni concreta ni específicamente, deseó habitar en un discreto segundo plano. Siendo así, resulta de gran interés saber cómo perfila su propia imagen Galdós en su creación. Por sintetizar, me centraré en la singular y lateral aparición que realiza D. Benito en alguna página postergada de sus textos, convir-tiendo su persona en un personaje más del nutrido universo ficcional que llama poderosamente la atención. Es cosa sabida la timidez exacerbada del autor y su connatural modestia. Muestras frecuentes de tal actitud y talante ante la vida hay en su biografía. Si conocemos la personalidad del escritor, de normal huidizo y bien celoso de su ajetreada intimidad, no debemos dejar este importante detalle es-condido entre su abultada obra sin analizar aunque el propio escritor considerase con rasgo de caballe-rosidad que todo lo relevante estaba en sus novelas y no en su vida. Es un pequeño detalle, casi insig-nificante, pero no. Ya que el símbolo, el detalle –como dicen los historiadores del arte– no es super-fluo, sino que es la intensificación de la forma. Por lo tanto, Galdós, entendía que el detalle no era una cosa añadida sino que era inherente a la propia forma, es decir, lo que le da fuerza a la propia forma. Y no como hoy entendemos la palabra decoración, incluso como un insulto; decoración es aquello que se puede eliminar y la obra quedaría igual. Como buen artista del siglo XIX, Galdós no lo entendía así. 93
La singular aparición que realiza D. Benito en algunos de sus textos, al convertir su persona en su propio personaje, reclama poderosa atención si conocemos la personalidad del autor. Muestras fre-cuentes de la actitud discreta y talante ante la vida hay en su biografía, pero quizá una de entre todas las resume sobremanera. Transcurre la escena en Santander donde don Benito solía aligerar el calor estival. El autor adquiría notoriedad de forma paulatina. Había publicado unas cuantas novelas que ya atrajeron la atención del público, y Pérez Galdós eran apellidos que sonaban. José Hurtado de Mendo-za, su sobrino, explica por qué se llama Don Benito a Galdós:9
El pobre tío Benito quiso aprender equitación y fuimos a un picadero. Estábamos varios alumnos y fuimos dando el nombre al profesor… D. Fulano de Tal y Cual… “Don José Hur-tado de Mendoza”, dije yo. Y cuando le llegó el turno a mi tío, dijo con el mayor aplomo: “Don Benito...”. Me eché a reír; reímos los dos; y cuando regresamos a casa le pregunté: “Por qué nos has dado tu apellido?...” “No me atreví —contesto—. Podían conocerme y no quise…” ¡Rasgo de modestia como otros muchos, de que siempre dio pruebas!... Desde en-tonces siempre le llamábamos así.
Por ello resulta importante un detalle escondido en una de entre las miles de páginas de los Episo-dios Nacionales, como atisbó con perspicacia Arencibia,10 sinteticemos la evolución del narrador en las novelas históricas propuesta en aquel estudio: Galdós parte de una implicación parcial en la histo-ria, no crea una ficción alejada de la realidad histórica.11 Al situarse frente a los hechos, no posee la sabiduría total del narrador omnisciente. El autor se inmiscuye en la vida de los personajes, comenta sus actos, pondera sus decisiones, interactúa con ellos, en definitiva, vive con ellos casi como un per-sonaje más. Esta posición inicial irá en aumento a medida que avancen los Episodios Nacionales, serie tras serie. Del narrador anónimo de España sin Rey y España Trágica pasa a un narrador protagonista, oculto tras los pliegues del personaje de Tito Liviano que describe y apostilla los hechos históricos,12 bajo la siguiente autorización y excusa:
El isleño me autorizó a contar la historia como testigo de ella, figurándome en algunos pasa-jes, no sólo como presenciador, sino como lo que en literatura llamamos héroe o protagonis-ta. A mi observación de que yo tendía por temperamento y volubilidad natural a la mudanza de opinión, y a variar mi carácter y estilo conforme a la ocasión y lugar en que la fatalidad le ponía, contestó que esto no le importaba, y que la variedad de mis posturas o disfraces daría más variedad a la obra.
La personalidad del autor, encubierta por la personalidad del personaje, tras el narrador, aparece en un complicado juego de muñecas rusas. Convienen ahora unas palabras sobre Proteo Liviano, más conocido como Tito. La onomástica nos lleva a comparar con el famoso historiador Tito Livio, de quien presenta gruesas diferencias. El personaje es un impetuoso periodista y faldero de mujeres. Re-sulta un aparatoso y raro donjuán, al que las mujeres conquistan. Las similitudes con el mismo Galdós no deben pasar desapercibidas. El autor canario comenzó sus ejercicios de estilo en el periodismo y conoció la miseria habitual del gacetillero bien escenificada en el desastrado Tito. Además, don Benito siempre se sintió prendado de mujeres, más que galán de las mismas. Tito aparece por vez primera en el tercer título de la serie final de los Episodios, el conocido Amadeo I (1910) y ya será protagonista de los pocos tomos restantes. Resulta curioso notar cómo el protagonista se presenta por su apodo y hasta cinco capítulos después no descubre su verdadero nombre cuando confiesa sentirse diferente de sí mismo, respecto al patronímico de su precedente latino. Todo ello predispone al lector a interpretarlo como asociación velada a Galdós.13 Sin embargo, acierta más de lo que apunta sin saberlo Juan Igna-cio Ferreras cuando afirmaba como en las novelas históricas cercanas al mundo del autor éste se en-cuentra inmerso en el mismo universo que novela o recrea, porque de alguna manera ha de aparecer él, el autor, en el mismo cuerpo de la novela.14 El protagonista de los últimos Episodios cuenta los hechos en primera persona. Como es habitual, Tito narra sus propias peripecias entremezcladas con el recorri-do de los hechos históricos. En resumen, el fiasco durante dos años del nombrado Rey Caballero. Pun-tualiza Tito que está contando esa historia a los treinta y siete años de ocurrida. Es decir, en 1910, fecha real de la escritura del Episodio Nacional que le ha dado vida.15 El dato no es baladí. La coinci-dencia temporal es un guiño cómplice al lector para que preste especial atención pues se acerca un 94
hecho extraordinario en la narración. El protagonista explica que toda la narración corresponde al en-cargo de ese amigo suyo guanche (…) que nació en una de las islas adyacentes (…) despuntaba por la literatura (…) lanzó más de unos [libros] de materia y finalidad patrióticas, contando guerras, distur-bios y casos públicos y particulares, que vienen a ser como toques o bosquejos fugaces de carácter nacional.16 El resto de datos aportados no dejan lugar a confusión alguna. El misterioso amigo canario será periodista y trabajará en El Debate junto a Tito, matábamos el tiempo y engañábamos las ilusio-nes haciendo periodismo, excelente aprendizaje para mayores empresas. A las claras queda, el deteni-do retrato es el del propio Galdós en humilde autorecompensa por su larga trayectoria literaria, aunque la modestia autorial lo esconda en unas líneas perdidas de una obra de senectud, casi al final de los Episodios, de las que solo dio cuenta la concienzuda mirada de la profesora Arencibia.
Este autorretrato, sin embargo, es fiel a la constante humildad y timidez de la que hizo gala Don Benito. Elige un personaje secundario que aparece solo mencionado y nunca en escena para encarnar su propia figura en el gran universo narrativo de sus novelas. Es cierto que un escritor está, de algún modo, siempre en sus obras. La vida de un escritor está en sus libros afirmó el canario sobre Charles Dickens. A modo de pequeño homenaje Galdós decide participar de algún modo de la maravilla del arte al ser inmortalizado por su propia pluma en este secreto pasaje. Además tiene pleno sentido artís-tico tal línea de creación, nuestro escritor jamás renuncia a multiplicar el significado de la obra. La historia narrada por Tito se centra en 1910, coincidente con la fecha real de la escritura del Episodio. Galdós era en la fecha el escritor decano del país y, de alguna manera, figura pública insoslayable para quien deseara narrar la historia nacional del momento. De tal modo, el canario refuerza esa plasmación de la realidad histórica al presentarse en su propia obra como autor, entre otras, de novelas históricas. Pero, además resulta pionero de un recurso propio del siglo XX. Y con todo ello, de forma contem-poránea, el relato antes de perder significación la gana. El largo narrar de Galdós iniciado a principios de los años 70 del siglo anterior hasta el segundo decenio del siglo XX pasa de lo general a lo particu-lar, de la sociedad al individuo, para llegar incluso hasta sí mismo con una rotunda reconstrucción del pasado desde un quebradizo presente:
él era guanche (…) que nació en una de las islas adyacentes, con tempranas aficiones a la li-teratura, con dilatadas estancias en varias casas de huéspedes madrileñas “entre el 66 y el 70” aunque residía allí mucho antes; con amplia producción novelística posterior, especial-mente “más de un libro de materia y finalidad patrióticas, contando guerras, disturbios y ca-sos públicos y particulares, que vienen a ser toques o bosquejos fugaces de carácter nacio-nal”.17
Hay otras páginas anteriores en fecha donde Galdós se presenta, embozado ahora en un misterioso personaje llamado Equis. Ocurre entre las novelas La incógnita y Realidad de 1889. Saber quién se oculta tras el nubloso personaje Equis es una de las incógnitas que hay que descifrar en estos textos de alta complejidad. La incógnita es una novela compuesta en exclusiva por cartas de un único narrador a un único destinatario. Realidad es una obra dialogada donde intervienen los personajes del anterior texto y los citados en aquellas cartas. Las dos obras suponen una novedad sustancial en la narrativa del Galdós que se acerca al fin de siglo. Senabre ha descifrado los enigmas mayores de estos dos textos a través de la imagen del arca donde Equis realiza su proceso creativo:18
El fenómeno que hoy admiras es tan natural como el más corriente que en la Naturaleza pue-des advertir uno y otro día. Cuando quiero obtener la verdad de un caso, cojo los datos apa-rentes y públicos, los escribo en varias hojas de papel, los meto en el arca de los ajos, y a los tres días, hora más, horas menos, ya está hecho.
Destaca de inmediato la insistencia y continuidad de las referencias culinarias observadas también en el famoso pasaje al final de Fortunata y Jacinta donde Segismundo y Ponce comentan las varias formas existentes de componer un relato: con selectas razones de una y otra parte, quedándose cada cual con sus ideas y su convicción, y resultando al fin que la fruta cruda bien madura es cosa muy buena, y que también lo son las compotas, si el repostero sabe lo que trae entre manos.19
Y para terminar de complicar y dar relieve a la novela, hay otro posible desdoble de Galdós, al me-nos de parte considerable de su personalidad, en su voluntad de ofrecer los múltiples puntos de vista 95
del quehacer literario, en el personaje de Manolo Infante, cuando este replica al misterioso correspon-sal Equis:
Pues me retracto, querido Equis; me trago todo lo escrito; y ahora, conociendo mejor cosas y personas, quiero quitarte de la cabeza esos juicios malévolos… Ya estoy oyéndote decir: “Este tonto se viene cada día con una cantinela distinta…, y lo peor es que pretende se le admitan todas estas ideas, variado fruto de su fecunda impresionabilidad. Reconozco señor maestro, que varío la tocata con demasiada frecuencia. Es que yo no me aferro a las opinio-nes ni tengo la estúpida vanidad de la consecuencia de juicio. Observo lealmente, rectifico cuando hay que rectificar, quito y pongo lo que me manda quitar y poner la realidad, descu-briéndose por grados, y persigo la verdad objetiva, sacrificándole la subjetiva, que suele ser un falso ídolo fabricado por nuestro pensamiento para adorarse en efigie.
Sin atisbo de duda resultan palabras que firmaría para sí mismo el propio D. Benito. La duplicidad de presencias había sido reconocida en otras líneas: Todos tenemos nuestros dos puntos, todos labra-mos nuestra esfera oculta se puede leer en Realidad. Sea como fuere y valga lo que valga, con todo, la escurridiza personalidad de Galdós llevó a D’Ors a reconocer que lo que sí hace es, si no escribir acer-ca de sí mismo, escribir las memorias de todo el pueblo español. Así fue, y de alguna manera, en esas memorias generales iban implícitas las suyas personales. Pero, además, dejó apuntados sus métodos, su voluntad, y en algunas páginas incluso un breve perfil de su imagen.
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NOTAS
1 Si seguimos a la RAE, Tornasolado, es decir, cambiante, reflejo o viso que hace la luz en algunas telas o en otras cosas muy tersas.
2 Así como solo por un error de percepción podríamos confundir Galdós con la sencillez por mucho que J. M. Guimerá titulara así a un artículo, por otra parte estimable, “Galdós o la sencillez”, El Museo Canario, 18, Las Palmas de Gran Canaria, 1946, pp. 1-17. Merece destacar el último trabajo de la malograda Paciencia Ontañón “Galdós en su obra. Relación autor-personaje”, Actas del noveno congreso internacional de estudios galdosia-nos, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, 2009.
3 La Lectura, XX, 1920, 5. 1º, p. 71. Como bien señaló Shoemaker en su interesante “¿Cómo era Galdós?”, Ana-les Galdosianos, VIII, 1973, pp. 5-17.
4 NAVARRO LEDESMA, F., Cartas sobre teatro (1893-1912) Benito Pérez Galdós José de Cubas. Edición de Carmen de Zulueta, Anales Galdosianos, Anejo, 1982, Madrid, Editorial Castalia, 1983, p. 11.
5 Memorias de un desmemoriado; Madrid, Aguilar, t. VI.
6 Estudios sobre Galdós; Madrid, Castalia, 1970, p. 52.
7 Véase Alfonso ARMAS AYALA, A., Galdós: lectura de una vida, Santa Cruz de Tenerife, Caja General de Ahorros de Canarias, 1989, pp. 172-173.
8 DASH, R. W., “El desdoblamiento de Galdós en Evaristo Feijoo y Don Lope”, Actas del tercer congreso inter-nacional de estudios Galdosianos II, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1989, pp. 49-55.
9 Citado en DENDLE, B. J., Galdós y La Esfera, Murcia, Universidad Secretariado de Publicaciones, 1990, p. 100.
10 HERNÁNDEZ, S., “La perspectiva angular”, Ars natura veritas: Galdós, creador crítico, Las Palmas, Centro Insular de Cultura, 1995, pp. 31-32. Las diversas citas no expresas corresponden a este artículo.
11 ESTÉVEZ, F., “Novelar la historia. Galdós entre lo general y lo particular”, Isidora, 21, 2013, pp. 105-116 y el primitivo precedente “Galdós y la ficción histórica”, Anthropos, en prensa.
12 Véase REGALADO GARCÍA, A., Benito Pérez Galdós y la Novela Histórica Española, Madrid, Ínsula, 1966 y TRONCOSO DURÁN, D., “La unidad de la Quinta Serie de los Episodios Nacionales”, Revista de Literatura, XLVIII, 95, 1986, pp. 51-74.
13 Pero además en las Memorias galdosianas el autor elude hablar del periodo amadeísta, pues admite ya haberse ocupado bien de todo ello. Pedro Ortiz-Armengol tiene a Tito por un “retrato irónico –a veces ante un espejo normal, a veces ante un espejo cóncavo del Galdós sarcástico y desolado que ve ya el mundo desde su creciente desamparo y oscuridad”, Vida de Galdós, Barcelona, Crítica, 12.
14 FERRERAS, J. I., Benito Pérez Galdós y la invención de la novela histórica nacional, Madrid, Endymion, 1998.
15 Léase el jugoso trabajo de ARENCIBIA, Y., “La perspectiva angular”, HERNÁNDEZ, S., Ars natura veritas: Galdós, creador crítico, Las Palmas, Centro Insular de Cultura, 1995, pp. 31-32.
16 Amadeo I, Edición crítica de Elena de Paz, Turín, Edizione dell’Orso, 2005, p. 61.
17 “La perspectiva angular”, art. cit., p. 32.
18 Prólogo a La incógnita; Realidad, Benito Pérez Galdós, edición de Yolanda Arencibia, Las Palmas de Gran Canaria, Ediciones del Cabildo de Gran Canaria, 2008.
19 Fortunata y Jacinta, p. 544.