DOMINGO FERNÁNDEZ CUBAS (1833-1906):
UN CANARIO ARRAIGADO EN CUBA.
(AVANCE DE INVESTIGACI~N)
Una de las consecuencias históricas del intenso flujo migratorio
canario-americano es la presencia de un significativo conjunto de in-telectuales,
que desarrollaron su vida profesional en uno o ambos
lados del Atlántico y, desde las más diversas ramas del saber, contri-buyeron
tanto a la inicial formación, como a la posterior consolidación
de una conciencia de identidad común, que en diversas ocasiones
multiplicó el estrecho y aún pertinente concepto de patria, limitado
hasta el presente por fronteras naturales y artificiales.
Los que hemos tenido la oportunidad de incursionar en el estudio
de las migraciones canario-americanas conocemos cada vez con ma-yor
precisión el indudable peso que ha tenido Cuba como espacio
receptor de la rica diáspora hiptainsular en nuestro continente. Este
hecho nos ha permitido valorar diversas aristas y alcances de un com-plejo
problema histórico-cultural; desde el monto demográfico global
y por etapas, así como las variadas formas y modos de asentamientos
y retornos; hasta estudios particulares de algunas personalidades rele-vantes
'.
En este contexto, me propogo dar continuidad a una importante
línea de investigación iniciada y ya desarrollada por otros investiga-dores
en España y América, acerca del trascendental papel desempe-ñado
por diversas figuras de origen canario en Cuba l .
Una de ellas, parcialmente considerada por diversas fuentes en esta
historia común, es la del doctor Domingo Fernández Cubas, quien ade-más
de ejemplificar la dignidad del magisterio universitario habanero
de la pasada centuria, representa al mismo tiempo un vivo símbolo
350 Jesús Guanche Pérez
de la preservación de los intereses de la inmigración canaria en nues-tra
Isla.
En el presente trabajo sólo pretendo realizar una primera aproxi-mación
biográfica a la activa participación de este médico, maestro y
periodista en el ambiente espacio-temporal de la capital cubana y para
ello me propongo los objetivos siguientes:
1. analizar la significación histórica de Domingo Fernández Cu-bas
como parte de los aportes socioculturales de la intec-tualidad
canaria en Cuba;
2. dar a conocer algunas facetas de su vida profesional aún no
estudiadas, a partir de sus vínculos con instituciones científi-cas
cubanas; y
3. valorar las diversas relaciones con su lugar de origen, no obs-tante
su pleno arraigo en la Isla.
DE LA GOMERA A LA HABANA
Con solo veintiún años de edad el joven Domingo Fernández Cu-bas
emigra a Cuba, motivado con muchos de sus contemporáneos por
las posibilidades de continuar estudios y de trabajar en esta otra gran
isla, que desde emtonces ya formaba parte de esa mezcla de mito y
realidad forjados por los constantes trasvases humanos de ida y vuelta.
Domingo había nacido en San Sebastián de La Gomera el 3 de
agosto de 1833; era el quinto hijo de Antonio Fernández Hurtado
de Mendoza y de María del Carmen Cubas Salazar, una rica y cono-cida
familia local 3.
En 1844 ingresa en el Instituto de Segunda Enseñanza de San
Cristóbal de La Laguna, en Tenerife, donde culmina sus estudios de
Bachiller en Filosofía.
Tras su llegada a La Habana en 1854 y con el apoyo de su cote-rráneo
el doctor Domingo León Mora (1807-1881), quien era en-tonces
Catedrático de Literarura de ia üniversiciaci de La ~ a b a n a ,
matrícula en la Facultad de Medicina y cirugía de la propia insti-tución.
Debido a los exitosos resultados de sus estudios, el 7 de diciem-bre
de 1858 alcanza mediante oposición la plaza de Director Anató-mico
de la Universidad de La Habana, aún sin concluir la carrera; ya
que no es hasta 1863 cuando obtiene la Licenciatura en medicina y
Cirugía.
Domingo Fernández Cubas (1833-1906): un canario arraigado en Cuba 35 1
En ese tiempo también dirige el Hospital de San Juan de Dios
algunos años antes de ser demolido 4.
Sus primeros pasos como profesional los emprende en el poblado
de Güira de Melena, también fundado por familias canarias desde
1779, actual cabecera municipal al sur de la provincia La Habana. La
destacada labor que realiza durante el período 1863-1867 le permite
formar parte, en este último año, como Vocal de la Junta de Caridad
con motivo de la epidemia de cólera morbo que azota a la ciudad de
La Habana. Por los importantes servicios médicos prestados en la
campaña contra la enfermedad se hace acreedor en 1870 de la Real
Cruz de Beneficencia.
Por esos años labora como Vocal de la Junta de Instrucción Pú-blica
de La Habana y es electo socio de número de la Sociedad Eco-nómica
de Amigos del País.
En el ámbito universitario se desempeña como director Facultati-vo
de la Casa de Salud «Integridad Nacional», Director del Hospital
General de San Felipe y Santiago en La Habana Médico del Depó-sito
de Emancipados durante los últimos estertores del sistema escla-vista
y Director de la Casa de Salud «Garcini».
Los anteriores méritos profesionales y la experiencia acumulada
en esta humanitaria labor son tomados en consideración por las auto-ridades
universitarias y el 10 de octubre de 1871 es nombrado Cate-drático
Supernumerario para la asignatura de Ejercicios de Disección
y Osteología. De manera que su estreno como profesor universitario
casi le coincide con uno de los momentos más amargos de su vida.
EL DRAMÁTICO NOVIEMBRE DE 1871
La valiente actitud de Fernández Cubas ha sido conocida por su
relación opuesta a una de las páginas más bochornosas del colonia-lismo
español en Cuba: el asesinato político de ocho estudiantes de
medicina y e! enc~ce!amiento de otros treinta y cinco condiscipios
el 27 de noviembre de 1871.
Sin embargo, diversos textos de Historia de Cuba, aunque inclu-yen
el hecho histórico 6, pasan por alto el papel desempeñado por
Fernández Cubas durante la etapa inicial de los acontecimientos como
uno de sus principales defensores; mientras que otros ni siquiera ha-cen
d e r e n c i u 7 a !e qlue cer? e! t ie~.peh u devenidv rimhn!~d e ,Y,a--
triotismo para el estudiantado universitario cubano de nuestros días.
Posteriormente, su nombre ha sido incluido entre las figuras de las
352 Jesús Guanclte Pérez
ciencias médicas que tuvieron participación en las gestas eman-cipadoras
del pueblo cubano '.
En este sentido, debemos recapitular brevemente sobre la impor-tancia
del hecho histórico con el objetivo de valorar con certeza la
participación de este médico canario en los sucesos.
El jueves 23 de noviembre de 1871 un grupo de estudiantes de
medicina del primer curso concurría por la tarde a la clase de Anato-mía
que debía impartir en el anfiteatro anatómico de San Dionisio,
adjunto al entonces Cementerio General de Espada, el profesor -tam-bién
canario- Pablo Valencia García 9. Al transitar por el solar yer-mo
que se encontraba al fondo de la plaza de toros, en plan de juego,
los muchachos se tiraron unas piedras entre sí cuando en ese momen-to
pasaba el capellán del cementerio, presbítero Mariano Rodríguez
Armenteros, quien los amonestó duramente; pero también fueron vis-tos
por el celador.
Ai iiegar ai anfiteatro anatómico vieron que ei profesor no se en-contraba
en clase, pues estaba realizando un examen en el local de la
Universidad lo. Como debían esperar una hora antes de la próxima
clase de Disección que debía impartir precisamente el entonces Li-cenciado
Fernández Cubas, algunos ' l se pusieron a jugar en la pla-zoleta
situada frente a la entrada del cementerio con el carro destinado
a transportar los cadáveres a la sala de disección; mientras que el más
joven de ellos l 2 arrancó una flor del jardín que se hallaba frente a
las oficinas de la pequeña recrópolis.
De estos hechos -aparentemente sin importancia-, que el cela-dor
Vicente Coba dio a conocer a la policía, se derivó la terrible acu-sación
de que los jóvenes estudiantes habían rayado nada menos que
el cristal de la tumba de Gonzalo Castañón (1834-1870) 13.
El hecho provocó la presencia el día 25 del Gobernador Político
Dionisio López Robert a un grupo del Cuerpo de Voluntarios con el
objetivo de capturar y reprimir a los «culpables».
El capellán del cementerio, que no se prestó a seguir el juego
acusatorio, fue inmediatamente destituido de su cargo y el profesor
Fernández Cubas quien, por conocer bien a sus discípulos, declaró
«que los estudiantes eran inocentes del cargo de profanación que se
les imputaba» 14, fue detenido. Las palabras defensivas de Fernández
Cubas debieron contener la suficiente energía como para transgredir
las intenciones del conocido político gaditano e ir a parar a la cárcel
iunto a sus alumnos.
Al mismo tiempo, otro profesor, el doctor Juan Manuel Sánchez
Bustamante logró -tras una enconada discusión- que sus alumnos
Domingo Fernández Cubas (1833-1906): un canario arraigado en Cuba 353
del segundo curso de medicina fueran puestos en libertad y como años
más tarde señaló un testigo: «Gracias a su noble y levantada actitud
puede afirmarse que el segundo curso se salvó de la matanza del 27
de noviembre» IS.
Sin embargo, la endeblez de carácter del referido doctor Valencia
García, ausente de los acontecimientos, propició tras su declaración
de que «sabía estaba allí el culpable», que fuera detenido casi todo
el primer curso de medicina 16. Rápidamente se iniciaron los interro-gatorio~
y el juicio, pero la violenta inconformidad de los Volunta-rios
por el fallo de un primer Consejo de Guerra que no dictó sen-tencias
de muerte a partir de la digna defensa del capitán español
Federico Capdevila y Miñano (1845-18989), provocó la realización de
un segundo Consejo, contra toda norma jurídica, escogido principal-mente
entre oficiales del Cuerpo de Voluntarios y sin abogado defen-
A R C H I V O G E N E R A L M I L I T A R
i.-
'> -, , 4
Número 1 TELEGRAMA POSTAL
I Segovia. 20 de D ~ c ~ e m h r e de 199 3
l El CORONEL JEFE
D. JESUS CUANCHE PEREZ
C E N T RO D E INVESTICACION Y DESARROLLO U E L A M USICA CUB ANA
(CIDMUC)
CaZZe G nQ 506/27 y 23 . Ve
La Habana 10400, CUBA
Consecuente a Su s o l i c i t u d de fecha 20-11-93. Zq
manifiesto que ezaminada La documentación que se custodU
en e s t e Archivo, en e l Ezpediente Personal de DOW W I N W
FERNANDEZ CUBAS, no consta Acta alguna de declaración
Se hace constar que no aparecen antecedentes de ZI
Cauea instruida contvn Los estudiantes DON ALFONSl
ALVAREZ DE LA CAMPA y otros por haber profanado e ,
sepu Zcro de WN GONZALO
A'
sor. De los cuarenta
j: cizco dümnos,
ocho fueron conde-nados
a la pena de
muerte por fusila-miento
", once a seis
años de prisión,
veinte a cuatro años,
cuatro a seis meses
y sólo dos fueron
absueltos ".
En este sentido,
uno de los condena-dos
a seis años, el
joven Fermín Valdés
Domínguez (1 852-
1910), quien dedicó
una buena parte de
su vida a indagar y
demostrar la inocen-cia
de sus condiscí-pulos,
rememora con
afecto la presencia
del doctor Fernández
Cubas entre los dete-nidos:
«Antes de
volver, entre gritos y
354 Jesús Guanche Pérez
amenazas, a la jaula, pudimos estrechar la mano de nuestro Catedrá-tico
de disección, doctor Domingo Fernández Cubas. Muy distinta fue
su conducta de la del doctor Valencia, nuestro Catedrático de Anato-mía.
Él no acusó como éste; él estaba allí, en la cárcel, detenido por-que
nos defendía, porque conocía nuestra inocencia, y así lo hizo
constar en su declaración. Sobre sus hombros estuvo siempre honra-da
la toga del maestro» 1 9 . Seguidamente enfatiza: «No me apena re-cordar
a aquel viejo maestro, erguido y sereno, paseándose con los
brazos atrás por el partio de la cárcel, y respondiendo con frase enér-gica
y violenta, a los insultantes apóstrofes de nuestros apasionados
acusadores ávidos de sangre y muerte.
Y cuando volvía al salón del Consejo el militar que lo presidía,
después de ofrecer a los Voluntarios la última cabeza -con el rostro
demudado por la pena; encorvado el cuerpo por el peso de la infa-mia,
y sin fuerzas apenas para andar-, el doctor Cubas le dijo:
-Ya están contentos. Son ocho ios Eusiiacios, y será ererna ia
vergüenza para mi España» 20.
La España de Fernández Cubas era también la España de Federico
Capdevila y la del grancanario Murphy (1838-1914), quien protes-tó
públicamente en la céntrica Acera del Louvre por el masivo asesi-nato
2'.
En su denodado esfuerzo por dignificar las figuras justas que par-ticiparon
en estos acontecimientos, nuevamente Fermín Valdés Domín-guez
vuelve a referirse a su maestro: <<Por defender a sus hijos
-como él nos llamaba como el mejor de los padres- perdió el doc-tor
Lucas la influencia política que hacía de él un hombre esti-madísimo
y un médico con clientela importante entre la banca y el
comercio rico español. Todo lo perdió por su civismo. Y a su
vejez, cuando de Cuba libre debía esperar consuelos y amor, un de-creto
injusto le quitó su cátedra y lo puso a la puerta de nuestra Es-cuela
de Medicina, que era su templo, en donde debía caer, al fin de
su vida, entre los brazos de sus compañeros, de sus discípulos, de sus
hijos» 22.
Una evaluación posterior de los hechos, en el contexto general de
la historia de la Universidad de La Habana durante la etapa colonial,
señala con acierto: «El totalmente injustificado y canallesco asesina-to
de los ocho jóvenes estudiantes inocentes parece haber dejado a la
restante comunidad universitaria casi totalmente paralizada respecto a
alzarse en defensa de ellos. Los acontecimientos se desarrollaron con
tanta rapidez que a los cuatro días del supuesto crimen y a los dos
del arresto de los "culpables", éstos habían sido fusilados. Los estu-
Domingo Fernández Cubas (1833-1906): un canario arraigado en Cuba 355
diantes en general parecen haberse asustado demasiado para intentar
algún tipo de protesta, y las autoridades y el profesorado universita-rio
se desentendieron intencionadamente del suceso. Sólo uno de los
profesores de Medicina, Domingo Fernández Cubas, habló inmedia-tamente
a favor de sus estudiantes y fue a parar a la cárcel» 23.
La participación de Fernández Cubas en los acontecimientos del
27 de noviembre de 1871 no sólo marcará el resto de su vida, sino
diversas actividades y recordaciones tras su propio fallecimiento.
En sus breves notas biográficas el doctor Enrique B. Barnet con-sidera
que «fue, en aquellos momentos de terror, de angustia y de
sangre [cuando] la figura gigantesca del doctor Cubas se levantó a in-conmensurable
altura. Otros profesores, cuyos nombres viven maldi-tos
en la historia, se hicieron cómplices de la infamia acusadora: el
doctor Cubas levantó su voz en defensa de los discípulos proclaman-do
su inocencia. Fue preso también por aquel sublime acto de herois-mo.
Con aquel arranque honrado, justo y enérgico quedó escrito su
nombre para la inmortalidad. Si Capdevila fue el eco de la concienca
de la España honrada, Cubas fue la voz de protesta de la Universi-dad
consternada. La palabra de ellos dos la recogieron en lo más hon-do
del pecho las madres cubanas aterrorizadas. Para ambos está
!ciuntad= ya e: e! c=ruzSE de! i)Ueh!e e! pedestal esperl
estatua» 24.
Sin embargo, la posterior actividad profesional y pedagógica de
Fernández Cubas rebasa ampliamente los acontecimientos de 187 1.
LA HUELLA UNIVERSITARIA
A pesar del primer golpe recibido por la injusticia cometida con-tra
sus alumnos, el profesor Fernández Cubas continúa en las aulas
universitarias en la noble formación de jóvenes médicos.
El 8 de marzo de 1873 es nombrado Catedrático de Patología
Médica y tres años después obtiene el grado de doctor en Medicina y
Cirugía. En esta ocasión es apadrinado por el doctor Fernando Gonzá-lez
del Valle, quien luego fuera durante varios años Rector de la Uni-versidad
de La Habana.
La continuidad de su labor docente y su amplia capacidad de tra-bajo
le posibilitan simultanear diversas funciones en el más antiguo
centro de enseñanza superior de Cuba. El 1 de mayo de 1878 es nom-brado
también Catedrático de Clínica Médica por la licencia concedi-da
al doctor Gallardo y el 22 de julio del propio año es nombrado
356 Jesús Guanche Pérez
Catedrático de Patología General. De este modo va perfilando
su especialidad hacia la patología en sus diversas ramas de especiali-zación.
El 10 de febrero de 1880 asume la asignatura de Patología Médi-ca,
sin remuneración, por la licencia concedida al doctor Giralt. Es
precisamente al mes siguiente cuando conoce a su colega canario de
paso por la capital, el doctor Miguel B. Espinosa, quien en sus Re-cuerdos
de un viaje a Cuba lo califica de «distinguido médico isleño
que reside hace años en La Habana» 25.
Más adelante Espinosa resalta sus encuentros con distinguidos
médicos canarios asentados en la ciudad. «Dediqué otro día -escri-be
en 1880-, acompañado del doctor Cubas, a visitar la Escuela de
Medicina y sus clínicas, en donde tuve el gusto de conocer al doctor
Valencia, médico también canario, natural de Tenerife, de bastante
ilustración, y profesor, como Cubas, de la Facultad de Medicina de
la Habana. El Hospital clínico es bastante espacioso: sus salas se ha-llan
bien ventiladas, aunque no me satisfizo completamente el piso de
casi todas ellas, compuesto de menudo encallausado, material que, si
bien tiene la ventaja de ser poco poroso y por lo tanto más refracta-rio
a la infección miasmática, presenta el inconveniente de no poder
ser fácilmente aljofifado, conservando, a pesar del mayor esmero, res-tos
de las deyecciones, derramadas, y cierto grado de humedad no
conveniente en esta clase de establecimientos.
De la Escuela de Medicina pasamos al Hospital militar, donde
debía tener lugar aquel día una conferencia sobre fiebre amarilla. Allí
tuve oportunidad de saludar, después de diecisiete años de separación,
al afortunado compañero y comprofesor don Rafael Fleitas y Lemus,
compañero, que, habiendo ingresado desde sus salidas de las aulas en
el Cuerpo de Sanidad del Ejército, ha hecho una carrera brillante sien-do
hoy médico mayor del referido Hospital. Conocí también aquel día,
con motivo de la antedicha reunión, al doctor Gordillo, natural de Gran
Canaria, reputado médico que con Cubas, Valencia, Fleitas y Torres
Mates, iodos hijos de esa provincia, forman, sin coniar a otros que
no conozco, un núcleo isleño de inteligencia y de fortuna que hace
honor en la ciudad de La Habana a las islas afortunadas» 26.
El 7 de diciembre de ese año se le concede en propiedad a Fernán-dez
Cubas la Cátedra de patología General con su clínica, junto con
la de Anatomía e Histología Patológicas. Por este motivo elabora e
imparte ei programa de Patoiogia Generai, que es aprobado desde el
curso 1880- 188 1. Conjuntamente también desempeña por corto tiem-po
la Cátedra de Terapéutica.
Domingo Fernández Cubas (1833-1906): un canario arraigado en Cuba 357
En 1882 labora como Miembro del Tribunal de Oposiciones a la
Cátedra de Clínica Médica de la propia Universidad de La Habana, y
el 10 de diciembre de 1884 se le otorga la categoría de ascenso en la
Cátedra de Anatomía e Histología Patológicas; a la vez que trabaja
como Inspector del Hospital de San Lázaro 27.
Más tarde es nombrado Miembro del IX Congreso Médico In-ternacional
de Washington, que se efectúa en septiembre de 1887.
A su regreso, permanece en diversas actividades docentes hasta el
cese de la dominación colonial española. Junto con los cursos de
patología se desempeña como Presidente del Jurado de Exámenes
para Cirujanos Dentistas; Vocal del Tribunal de Oposiciones a la
Cátedra de Higiene Pública y Privada; Vocal del Tribunal de Oposi-ciones
a la plaza de segundo médico de la Casa de Beneficencia de
la ciudad de La Habana; Vocal del Tribunal de Oposiciones para
médico de la Casa de Socorros del Séptimo Distrito de la ciudad de
La Habana; Vocal del Tribunal de Oposiciones a la Cátedra de Ana-tomía
Comparada de la Facultad de Ciencias (Sección de Ciencias
Naturales); y Vocal de la Junta Provincial de Beneficencia de La
Habana.
Sin embargo, la reforma universitaria conocida como Plan Varo-na
lo despoja de su cátedra de Patología General. En este sentido, uno
de sus contemporáneos relata: «Quedó así desposeído de la toga del
maestro, que había llevado con decoro y prestigio durante más de
cuarenta años. Así se le arrancaba de cuajo su familia de discípulos,
tan dulcemente amada por él, que constituye cuatro generaciones de
médicos cubanos, y se le condenaba al tormento de las privaciones,
de la tristeza y de la ingratitud»
Durante la primera intervención del gobierno norteamericano
(1898-1902) se le asigna una pensión de mil docientos pesos anuales
como reconocimiento a sus méritos y servicios universitarios; pero con
el advenimiento de la República Neocolonial el 20 de mayo de 1902
se despoja de la pensión que le había otorgado un gobierno extranje-ro.
De ese modo la recién estrenada «República» tiró por la borda
varias décadas de ininterrumpida labor docente y dio un golpe mortal
al casi septuagenario maestro. Colegas, amigos y familiares hicieron
apelaciones al Poder Ejecutivo, al Senado y a la Cámara de Repre-sentantes,
pero todo fue en vano.
No obstante el desgarramiento personal, el 27 de noviembre de
!9G2 uún asiste j ~ n t nrn n e! rlncter Fermin vi!dés Dnmingiiez i !a
solemne conmemoración por otro aniversario del fusilamiento de los
ocho estudiantes de medicina: sus estudiantes.
358 Jesús Guanche Pérez
Cuando el 3 de marzo de 1872 se reúne el primer grupo gestor
de lo que sería la primera Asociación Canaria de Beneficencia y Pro-tección
Agrícola de La Habana, dedicada a proteger a los inmigrantes
canarios en Cuba de las ominosas condiciones de trabajo, Domingo
Fernández Cubas forma parte de esta membresía. Al quedar consti-tuida
la primera Junta Directiva de la Asociación es uno de los elec-tos
como conciliario y tiene una destacada participación en las dife-rentes
actividades que se realizan.
En abril de 1878 pasa a formar parte de la nueva Junta Directiva
de la Asociación junto con Miguel Gordillo, Pedro Martell y Colombo,
y Fernando Falangón. Al propio tiempo es nombrado miembro de la
Comisión encargada de realizar las modificaciones pertinentes al an-terior
Keglamento aprobado en 1872.
Las modificaciones aprobadas en 1878 se proponen:
1. Socorrer a los asociados que por cualquier motivo estén im-pedidos
detrabajar;
2. Proteger a todo inmigrante natural de Canarias, sea cual fuere
su procedencia, que quiera destinarse a la agricultura; y
3. Intervenir directamente, cuando el inmigrante lo solicite, en
los asuntos que le conciernen 29.
Como miembro de la Junta Directiva y luego Presidente de la
Asociación tuvo que luchar muy duro para socorrer a los inmigrantes
canarios que llegaban a Cuba sin vínculos familiares previos y a los
diversos contingentes de varios cientos de personas jóvenes para pro-porcionarles
alimentación y alojamiento antes de ser ubicados en áreas
agrícolas. Al mismo tiempo, con el objetivo de propiciar el retorno
de los que trataban de liberarse de las ominosas contratas estableci-das
por el Círculo de Hacendados de La Habana o las de Ibáñez-
Duggi, promovieron suscripciones para el pago de pasajes entre los
propios asociados.
En 1882 labora como redactor del períódico El Correo de Cana-rias
30 que se publica en La Habana, pero como en las principales
bibliotecas que atesoran las publicaciones periódicas del siglo pasa-do
31 ésta no se encuentra, aún no ha sido posible realizar una eva-luación
de su labor como periodista.
Tras ejercer durante varios años como Presidente de la Asociación,
en las elecciones de 1890 se crea una nueva directiva y el doctor
Domingo Fernández Cubas (1833-1906): un canario arraigado en Cuba 359
Fernández Cubas es sustituido por el también Catedrático de la Uni-versidad
de La Habana. doctor Tiburcio Castañeda 32; y al año siguien-te
es también electo Presidente Honorario, junto con José A. Pérez
Galván y Antonio Serpa.
Ante la continuidad de la delicada situación con el maltrato dado
a los inmigrantes canarios por varias instituciones comerciales de la
Isla, la Asociación acuerda: primero, enviar al Gobierno General un
informe acerca del estado actual de los inmigrantes, para lo que la
Junta Directiva nombra una Comisión compuesta por el Presidente, el
doctor Fernández Cubas y el Lic. Fernando Falangón; segundo, que
se promoviese el aumento de los fondos de la Asociación para aten-der
y socorrer «a los canarios que necesitaran la protección de sus
paisanos»; y tercero, que con ese fin se convoque a una Junta Gene-ral
de Socios «en el término más breve posible, sin necesidad de es-perar
a los diez días de anticipo» 33 estipulado por los Estatutos.
Todo indica que los esfuerzos fueron efectivos, ya que ese mis-mo
año se anuncia una nueva reforma de la Asociación Canaria me-diante
la cual se garantizaba: «Auxilio a los canarios y a sus hijos
verdaderamente necesitados, y protección a los canarios que quieran
dedicarre a !a .gricc!t~rg, prepercinnár,dn!rs !os rr.edios de estable-cerse
en la Isla precisamente como propietarios del terreno que culti-ven
o con esperanzas próximas de serlo» 34.
De múltiples maneras Fernández Cubas contribuyó a la defensa de
la inmigración canaria en Cuba, no obstante su pleno arraigo al con-texto
sociocultural habanero y fue uno de los gestores del Centro
Canario de La Habana en 1906.
V~NCULOS CON INSTITUCIONES CIENTÍFICAS DE CUBA
Como médico, Fernández Cubas mantiene una estrecha relación
con destacadas instituciones científicas en la Isla, cuya vida interna y
publicaciones periódicas sirven de termómetro para conocer el desa-rrollo
alcanzado por un amplio espectro de disciplinas.
Al mismo tiempo, continúa el ejercicio de su cátedra en el más
antiguo centro de enseñanza superior de Cuba.
Debido al mayoritario peso que tienen las ciencias médicas en el
seno de esta institución, fundada en 1863 por un grupo de destacados
360 Jesús Guanche Pérez
científicos cubanos, el doctor Fernández Cubas encuentra un espacio
natural para compartir sus labores profesionales junto con los más
prestigiosos colegas de entonces.
En la Sesión Pública Ordinaria efectuada el 8 de febrero de 1834
se da a conocer su nombramiento como socio de número, hecho efec-tivo
desde el 14 de diciembre de 1873, para la Sección de Medicina
y Cirugía de la Real Academia 75. En ese momento -como hemos
podido apreciar- ya ejercía como Catedrático de Patología Médica
de la propia Universidad. Sin embargo, durante esos años son mayo-res
los problemas que se presentan en el seno de la Asociación Ca-naria
de Beneficencia y Protección Agrícola de La Habana y a ella
dedica sus principales energías. ,,
Posteriormente reingresa en la institución como socio numerario D
el 22 de octubre de 1889 para cubrir la vacante por el fallecimiento E
de! dnctnr Migue! Franca. En esa npnrtiinidad presenta su disciirsn de o
-
ingreso sobre el tema Influencia de los nuevos métodos de observa- =m
O
ción en el progreso de la Patología 36. En este trabajo evalúa «la E
E
revolución producida en Patología por los nuevos métodos de in- 2
E
vestigación~ a partir del papel desempeñado por los laboratorios =
de experimentación. Para ello señala la significación de los más re- =
cicntes Uescübiimientos cieíitificos eíi ese campo c m e! ubjetiuo de -- 0 determinar «la génesis y metamorfosis de los microbios, sus con- m
E
diciones biológicas y [...] su reproducción artificial*; así como las di- o
versas formas de transmisión a las personas.
En este sentido, como profesor de esta especialidad, Fernández n
E Cubas se mantiene al tanto de los más novedosos aportes científicos -
a
realizados en Francia, Alemania e Inglaterra, conoce la más reciente
nl
bibliografía especializada de su época y sigue de cerca los ingentes n
0
trabajos que en Cuba llevan a cabo el doctor Carlos J. Finlay (1833-
1915) y otros contra la fiebre amarilla o vómito negro, cuyos resulta- 3
O
dos tendrían un alcance mundial.
La contestación a su discurso corre a cargo del doctor Gabriel
Casuso Roque (1851-1923), prestigioso médico y cirujano cubano,
quien no obstante defender el papel de la actividad clínica como im-portante
componente de la medicina, reconoce a Fernández Cubas «por
su bien meditado trabajo y [ve] con placer que el hallarse en la ter-cera
época de la vida no es óbice para que acepte los principios de
la escuela moderna, que se asientan sobre bases más sólidas que la
antigua» 37.
En la sesión pública del 26 de octubre de 1890 presenta un Infor-me
médico legal sobre la causa de la muerte del moreno C.A. 38, a
Domingo Fernández Cubas (1833-1906): un canario arraigado en Cuba 361
solicitud del Juez de Primera Instancia del Distrito Sur de la provin-cia
de Matanzas, que tras su discusión es aprobada por el plenario.
En la sesión ordinaria del 23 de abril de 1893 presenta otro In-forme
médico legal en causa por muerte de doña C.V. 39 [Camila
Valdés], y tras señalar la deficiente documentación pericia1 que le es
remitida, analiza el caso hasta arribar a un conjunto de conclusiones,
que la institución remite a la Audiencia de lo Criminal de la provincia
de Santa Clara. También participa, como parte de la Comisión de
Medicina Legal, en la discusión de la causa contra un cirujano dentista
presentada por el doctor Benasach el 18 de julio del propio año, jun-to
con los doctores Valdés, Núñez, Montané, Casuso y La Guardia 40.
Como miembro de la Comisión de Higiene Pública participa en
la discusión y aprobación del informe médico presentado por el doc-tor
La Guardia s.o br.e el Envenenamiento de la leche. Durante el de- " " -v.+--.- ,....o,+, ..-- ,,tn.. R i r n n t o - á o-nrnn var6 C! L l ~ L ~EI~I ~~UL" ~ LV e! dVLLVIvlI VIILUIIL ULLILU de q ü e
en las ciudades cultas [...] el tránsito de las vacas por las calles ya
no tenía lugar, pues dicha costumbre había sido sustituida por vaque-rías
y establecimientos ad hoc, de conformidad con las lógicas exi-gencias
de la higiene moderna» 4' y señala la conveniencia de esas
vaquerías que ha podido observar en sus últimos viajes a Norte-aménca;
ya que «con ia ieche ha sucedido io que con ia venia de fru-tas
y viandas, las cuales antes se llevaban sobre todo en caballos y
hoy se expenden en establecimientos especiales» 42.
Recordemos en este sentido que aún en la primera mitad del si-glo
xrx era usual el deambular de lecheros con un grupo de vacas por
las calles habaneras, tal como lo describen el novelista cubano Cirilo
Villaverde (1 8 12- 1894) o la viajera norteamericana Louisa Mathilde
Woodruff (1833-1909) 4'.
Durante el bienio académico 1893- 18% ya Fernández Cubas for-ma
parte de tres comisiones de trabajo; las de Patología Médica,
Anatomía Patológica e Higiene Pública, Medicina Legal y Policía 44.
En la sesión solemne del 19 de mayo de 1895 presenta dos infor-mes
médico-legales a solicitud de la fiscalía de Marina de Manzanillo
y por disposición del Comandante de Marina de La Habana, sobre la
causa del fallecimiento de don José Martínez Lema, ocurrido cerca
de esa ciudad abordo de un vapor costero 45.
Tras ser despojado de su cátedra universitaria aún asiste a las se-siones
de la Academia en los primeros años del siglo xx hasta que el
peso de la edad se lo impide. En este sentido, uno de sus contempo-ráneos
relata: «La extensa clientela, a medida que avanzaba él en años
y que crecían sus necesidades con las de su amantísima familia, fue
362 Jesús Guanche Pérez
poco a poco disminuyendo hasta llegar a serle totalmente improduc-tiva
en los últimos años de su vida. Pero aún le tenía reservado el
infortunio un golpe más rudo, el que conmovió profundamente aquel
organismo de acero y aquel espíritu gigante, y que produjo en su áni-mo
tal decaimiento que podría decirse que desde entonces venía
viviendo muerto. Tornado en melancólico y opaco, porfiaba por ha-cerse
una soledad en medio del mundo, de sus ruidos y de sus
quimeras, a causa del vejamen inesperado que vino a amargarle los
últimos años de su existencia. Andaba entre nosotros como un cadá-ver
animado, rígido, impasible, perdida su jovialidad habitual, triste,
taciturno, sin proferir una queja ni un lamento, sentándose en el si-llón
de académico con la cabeza inclinada sobre el pecho y tomando
m - repentinamente, de súbito, la palabra en alguna discusión, como si obe- E deciera a un impulso mecánico. Llevaba reconcentrado todo su pesar. O
Algunas veces, ya muy raras, iluminaba su semblante, como un re- ---
iámpago en ia noche sin luz, la claridad de una sonrisa. Aquel hom- m
O
E bre, formado para el buen humor y la alegría, habíase vuelto agrio y E
huraño. A tal estado le condujo [...] el despojo de su cátedra de Pa- 2
E
tología General, en virtud de la reforma de la enseñanza universitaria =
conocida por el plan Varona 46.
LA SOCIEDADA NTROPOL~GDICE A
Generada por una parte de la
E
LA ISLA DE CUBA O
membresía de la Real Academia de
Ciencias ~ é d i c a s ,~ í ~ i c ya sN aturales de La Habana, a raíz de su
fundación el 26 de julio de 1877, también conocemos la temprana
presencia de Fernández Cubas entre sus fundadores.
Esta asociación contribuye durante más de una década a propiciar
un ambiente de investigaciones y discusiones acerca de los problemas
antropológicos de actualidad que se daban a conocer en Europa y
Norteamérica, junto con los resultados particulares de diversos temas
concernientes a Cuba4'. Desde la propia sesión inaugural su primer
Presidente, el destacado naturalista y profesor Felipe Poey Aloy (1799-
1891), enfatizaba: «Sea cubana nuestra Antropología, antes que gene-ral,
así prestaremos a la marcha progresiva de la ciencia servicios
efectivos y duraderos» 48.
Fernández Cubas se vincula así con lo más relevante de la intelec-tualidad
científica cubana, entre los que se destacan sus colegas Luis
Montané y Dardé, y Arístides Mestre (1865-1952), el jurista y polí-grafo
Antonio Bachiller y Morales (1812-1889), el filósofo y peda-
Domingo Fernández Cubas (1833-1906): un canario arraigado en Cuba 363
gogo Enrique José Varona (1849-1933) y su querido exalumno y sin-cero
admirador Fermín Valdés Domínguez.
Su nombre figura entre los primeros miembros propuestos y ad-mitidos
como socio de número 49 de la Sociedad. En mayo del siguien-te
año lo encontramos en la Sesión Pública Ordinaria efectuada en el
Salón de Actos de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y
Naturales de La Habana, donde se da a conocer oficialmente la inau-guración
de la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba, la aproba-ción
de su reglamento y la selección de la Comisión Central para la
Exposición Universal de París en relación con «la presentación de
colecciones relativas a las ciencias antropológicas y etnográficam jO,
como parte del Programa formado por la Sociedad Antropológica Es-pañola.
En esta ocasión el doctor Juan Santos Fernández (1847-1922) pre-sentx
fin enrqrn n,n?rnpnlógicn sobre !as qfi?rrnpda&s de 10s ojo7 en
las diversas razas que habitan la Isla de Cuba, a partir de una mues-tra
de 3.827 enfermos, entre blancos (82,lO %), negros (11,81 %),
asiáticos (1,35 %) y mestizos (4,73). Este y otros trabajos relaciona-dos
con las ciencias médicas despiertan el interés de Fernández Cu-bas
no sólo como profesor, sino como médico en ejercicio, ya que
asiste tüiito ü 12 !ectüra come ci 18s posteiic;ies discüsiones.
Conjuntamente, fue miembro fundador de la Sociedad de Estudios
Clínicos, creada el 11 de octubre de 1879 bajo la presidencia del doc-tor
Gallardo y a partir de 1889 también es miembro de la Sociedad
Odontolófica de La Habana, fundada el 21 de marzo de 1879.
De modo que también se destaca por una permanente participa-ción
en las principales asociaciones científicas del contexto habanero.
La muerte del doctor Domingo Fernández Cubas, el 11 de junio
de 1906, consternó a muchas personas allegadas a su vida y obra5'.
Uno de los primeros en conocer la noticia fue Fermín Valdés Domín-guez,
quien inmediatamente escribió: «En el blanco monumento que
la piedad del pueblo cubano levantó -durante la dominación espa-ñola-
en el Cementerio de Colón, a la memoria de los mártires del
71; en ese altar erigido a la Justicia -que fue y será para la Historia
la protesta más elocuente y noble- allí, al lado de Capdevila, entre
los hermanos nuestros que al ser sepultados por sus verdugos, entra-ron
-coronadas de luz sus fuentes- en el templo de la gloria; allí
364 Jesús Guanche Pérez
reposarán también
las cenizas del doc-tor
Cubas, y, entre
sus discípulos, entre
sus hijos mártires,
las cubrirá orgullosa
la bandera de la pa-tria
cubana: -de su
segunda patria- a
la que tanto amó y a
la que, generoso y
bueno, nunca hizo
responsable del des-dén
criminal y ruín
de algunos de sus
hijos» ji.
Para ello se dio
a la tarea de gestio-nar
con los familia-res
el traslado de los
restos al monumento
en vísperas de la
conmemoración del
37 aniversario del
fusilamiento de los
estudiantes en 1908.
En esa ocasión re-cuerda:
«Quise ver
el estado en que se
encontraba su cadáver y el 25 de noviembre se abrió la bóveda en
donde había sido depositado. El cadáver estaba momificado y no po-día
extraerse del sarcófago en donde estaba. Decidido a dejarlo para
siempre en el monumento, busqué al artista e hice en él un hueco
capaz para el sarcófago y el 26, por la noche, dejé en la tumba de
mis hermanos, al lado de los de Capdevila, las del noble y digno
doctor Cubas» 53.
Durante el acto público una parte del discurso del entonces Vice-presidente
de la República, Alfredo Zayas Alfonso (1861-1934), es-tuvo
dedicado a resaltar el papel desempeñado por Fernández Cubas
en los acontecimientos del 27 de noviembre de 1871.
Sin embargo, con el decursar del tiempo su nombre fue apagado
Domingo Fernández Cubas (1833-1906): un canario arraigado en Cuba 365
y omitido de muchos actos oficiales y en reiteradas ocasiones los ca-narios
residentes en Cuba hicieron esfuerzos por enaltecer su figura.
El 12 de abril de 1918 Luis Felipe Gómez Wangüemert (1862-
1942) envía una carta al nuevo Presidente del Centro Canario de La
Habana, Domingo de León González, donde le solicita adquirir un
retrato de Domingo Fernández Cubas, como ya se había hecho con el
de la madre de José Martí.
Esta propuesta estaba encaminada a «realizar una galería de re-tratos
de isleños y oriundos ilustres de ambos lados del Océano y de
todos los tiempos» 54.
Con motivo del noventa y un aniversario de su natalicio, el 3 de
agosto de 1924, una comisión del Partido Nacionalista Canario, el
director y redactores de la revista El Guanche convocan a rendirle
tributo de recordación. En esa oportunidad se proponen invitar: «A
los isleños viejos, que fueron sus admiradores y amigos [...]; a la ju-ventud
canaria [...l. Y también a la juventud cubana, que poco o nada
saben del anciano de patillas blancas y el corazón más blanco aún» ".
Al mismo tiempo, con esa pluma cortante que los caracterizó se-ñalan
con abierto reproche: «¿por qué no recordárselo al Rector y al
Claustro Universitario, sobre todo a la Facultad de Medicina, ya que
se les olvidó en la sesión solemne celebrada en el Aula Magna, con
asistencia de los eminentes galenos extranjeros concurrentes al Con-greso
Médico y se ha omitido su nombre en la conmemoración anual
de la horrible tragedia de La Punta?»; para luego enfatizar como un
remache candente que no ha perdido vigencia: «Mucho le debemos
los canarios al doctor Fernández Cubas, alma de todos los movimien-tos
enaltecedores de nuestra Colonia, constante defensor de los atro-pellos
y guía principal de la Asociación Canaria de Beneficencia y
Protección Agrícola desde su fundación en marzo de 1872; muchísi-mo
le debemos y muy poco le hemos pagado. Mucho le debe Cuba
al Catedrático de Obstetricia. Y, sin embargo, ninguna calle lleva su
preclaro nombre y su busto, sencillo, modesto, no se alza en una ave-nida,
ni en un p r q u ~ >56>.
En el propio número de la revista reiteran más adelante la Invita-ción
«a cuantos saben de las virtudes ciudadanas del doctor Domingo
Fernández Cubas y de su noble actuación de isleño y de cubano E...],
a las colectividades cubanas y canarias que se consideren con la obli-gación
moral de participar en este sencillo tributo, la asistencia de una
ccmisión de su sen~)n57 .
En esa oportunidad también participa en el acto una comisión del
Centro Canario de La Habana, que contribuyó a concebir y fundar 58.
366 Jesús Guanche Pérez
Posteriormente, en varias ocasiones la filosa pluma de Luis Feli-pe
Gómez Wangüemert recuerda con gran admiración y respeto la obra
de Fernández Cubas 59.
En 1968, con motivo de la conmemoración del centenario de la
Guerra de los Diez años (1868-1878) el Consejo Científico del Mi-nisterio
de Salud Pública da a conocer un amplio índice de médicos,
dentistas, farmacéuticos y estudiantes 60, que se vincularon con la con-tienda
e incluyen al doctor Domingo Fernández Cubas como elemen-tal
reconocimiento a su digna postura en los acontecimientos de 187 1.
Al cumplirse el centenario del fusilamiento de los estudiantes de
medicina en 1971 es publicada la referida monografía del doctor Luis
Felipe Le Roy y Gálvez, quien nuevamente rememora todo el esfuer-zo
realizado por Fermín Valdés Domínguez, no sólo para demostrar
la inocencia de sus condiscípulos, sino también la honradez y valen-tía
de su maestro.
El estudio monográfico de la vida y la obra de Domingo Fernández
Cubas constituye un nuevo reto para las investigaciones histórico-cul-turales
canario-americanas sobre la significación particular de deter-minadas
figuras que, sin perder los contactos con su lugar de origen,
dejaron una semilla del otro lado del Atlántico cuyos frutos trascien-den
hasta nuestros días.
Domingo Fernández Cubas (1833-1906): un canario arraigado en Cuba 367
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Domingo Fernández Cubas (1833-1906): un canario arraigado en Cuba 369
1. En este último caso vale resaltar el Diccionario Biográfico Canario-America-no
de David W. Fernández (Santa Cruz de Tenerife, 1989) y la monografía en dos
volúmenes Wangüemert y Cuba del doctor Manuel de Paz Sánchez, Santa Cruz de
Tenerife, 1991 (t. 1) y 1992 (t. 11).
2. Recientemente, con el apoyo de la Casa de Colón en Las Palmas de Gran
Canaria, pude concluir junto con la Lic. Gertrudis Campos Mitjans otra monografía
sobre la etapa del pintor canario Valentín sanz Carta. Véase Valentín Sanz Carta en
Cuba: un itinerario vital.
3. Véase una parte importante del árbol genealógico de esta familia en: D í ~ z
PADILLAG,l oria: «La Gomera y Cuba en la segunda mitad del s. xix a partir de las
cartas de los emigrantes», en Memorias del VI Coloquio de Historia Canario-Ameri-cana
(1984), Primera Parte, t. 1, Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas, 1987,
pp. 239-240.
4. Constituye el primero de los hospitales construidos en Cuba y fue instalado
en una pequeña parcela de terreno que existía en la esquina sureste de las calles Obispo
y Mercaderes, frente al también demolido Convento de Santo Domingo. Véase
WEISS, J., op. cit., p. 139.
5. Este viejo hospital edificado a mediados del siglo XVI se mantuvo administra-do
por la congregación de los Juaninos hasta 1797 en que suprimida la orden se nom-bra
un idminirtrador civil. En 1879, ron la presencia de otros hospitales más moder-nos
y mejor equipados, fue demolido y en la manzana que ocupaba se creó una pla-zuela
o parque conocido primero por el mismo nombre y posteriormente por el de
Cervantes, debido a la estatua erigida al insigne castellano. Véase WEISSJ, ., op. cit.,
t. 1, pp. 139-141.
6. Véanse entre otros por orden cronológico: P ~ R ECZA BRERAJo,s é M.: «Fusila-miento
de los estudiantes. Fracaso y relevo de Valmasedan, en Historia de la nación
cubana, t. V, La Habana, 1952, pp. 139-152; [Colectivo de autores]: «El fusilamien-to
de 10s estudiantes de medicina*, en Historia de Cuba, t. 1, La Habana, 1966, pp.
197-198; [IBARRAJo, rge]: «El asesinato de los estudiantes de medicina*, en Historia
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370 Jesús Guanche Pérez
asesinato de los estudiantes de medicina», en Historia de Cuba, 1492-1898, La Ha-bana,
1975, pp. 444-445.
7. Véase PINO-SANTOOSs, car: Historia de Cuba. Aspectosfundamentales, 2.a edi-ción,
La Habana, 1964.
8. Véase CÉSARR ODR~GUEEZxp, ósito: ~FernándezC ubas, Domingo*, en índice
de médicos, dentistas, farmacéuticos y estudiantes en la Guerra de los Diez Años, la
Habana, 1968, pp. 223-224.
9. Natural de Santa Cruz de Tenerife.
10. Sito en la calle O'Reilly esquina a San Ignacio; es decir, a más de media
hora de camino.
1 l . Angel laborde, Anacleto Bermúdez, José de Marcos Medina y Juan Pascua1
Rodríguez, cuatro, de los posteriormente fusilados.
12. Alonso Alvarez de la Campa, también fusilado.
13. Este periodista asturiano y propietario-director del diario integrista La Voz
de Cuba había sido muerto a tiros en Cayo Hueso por un patriota cubano. Ese hecho
fue ampliamente utilizado por la propaganda política para actividades antisureac-cionales
y manejado abiertamente por el Cuerpo de Voluntarios.
14. La investigación más exhaustiva sobre este hecho es la realizada por el doc-tor
LE ROY Y GÁLVEZL, uis Feiipe: A clen años dei 71. Ei fusiiamlento de los estu-diantes,
la Habana, 1971, p. 112.
15. Se trata del testimonio del doctor FRANCISCPOL Á, Eduardo, Ibídem, p. 117.
16. Estuvieron exentos sólo tres alumnos que no habían venido a clase y un sa-nitario
militar español que asistía como oyente.
17. Junto con los cinco anteriormente referidos los otros tres fueron escogidos
al azar mediante sorteo; les correspondió a Eladio González y Toledo, Carlos de la
Torre y Madrigal; y el otro de ellos, Carlos Verdugo y Martínez, se encontraba el
día de los hechos con sus padres en Matanzas.
18. En 1892 todavía se encontraban en la Capitanía General de La Habana los
papeles de la causa contra los estudiantes de medicina, según había constancia en el
Archivo Nacional de Cuba. En 1898 tras la retirada del Gobierno Español de Cuba
son trasladados a la Península Ibérica múltiples documentos de los años 1868-1883,
junto con numerosos legajos sustraídos del Archivo General. En 1970 el doctor Luis
Felipe le Roy y Gálvez hizo gestiones infructuosas para localizar el documento en el
Archivo General Militar de Segovia y nuevamente en 1993 volví a insistir con el ob-jetivo
de conocer la declaración de Fernández Cubas, pero sin éxito. Véase el Docu-mento
n." 1 .
19. VALDÉSD OM~NGUEFZer,m ín: El 27 de noviembre de 1871. 6." edición, La
Habana, 1909, pp. 41-42.
20. Ibídem, pp. 260-261.
2 1 . Véase EST~VANMEZU RPHYN, icolás: «Capítulo XXXIVn, en Fragmentos de
mis memorias, 2." edición, Madrid, 1903, pp. 355-364.
22. VALDÉSD OM~NGUFEeZrm, ín, op. cit., p. 261.
23. SIMPSONRe, nate: La educación superior en Cuba bajo el colonialismo espa-
201, La Habana, 1984, pp. 244-245.
24. BARNETE, nrique B., op. cit., p. 141.
25. Véase HERNANDEGZA RCIAJ,u lio [comp]: Dos diarios de viaje del siglo XIX
(Canarias-Cuba), Santa Cruz de Tenerife, 1986, p. 56.
26. Ibídem, p. 59.
27. Las condiciones de higiene de los enfermos eran muy deficientes, ya que este
pequeño hospital desde su construcción en 1681 había sufrido múltiples vicisitudes
Domingo Fernández Cubas (1833-1906): un canario arraigado en Cuba 371
para su terminación y funcionamiento. Véase WEISS, Joaquín E.: «El hospital de San
Lázaron, en La arquitectura colonial cubana, t. 11, La Habana, 1979, pp. 93-95.
28. BARNETE, nrique B.: «Elogio del Dr. Domingo Fernández Cubas», en Ana-les
de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La habana, t. XLIV,
La Habana, junio de 1907, p. 139.
29. Véase HERNÁNDEGZA RCIAJ,U LIOL: a emigración de las islas Canarias en
el siglo XIX, Las Palmas, 1981, p. 466.
30. Véase DIAZP ADILLAG, loria, op. cit., p. 235.
31. Me refiero a la Biblioteca Nacional José Martí y a la del Instituto de Litera-tura
y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba (antigua Biblioteca de la So-ciedad
Económica de Amigos del País).
32. Véase Revista de Las Canarias, año 1, n." 7, La Habana, 19 de noviembre
de 1890, p. 3.
33. PÉREZC AR R I ~JoNs,é A,: «La inmigración en general, VI», en Revista de las
Canarias, año 1, n.O 19, La Habana, 19 de marzo de 1891, pp. 2-3.
34. «Nueva reforma de la Asociación Canaria)), en Revista de Las Canarias,
año 1, n." 22, La Habana, 19 de abril de 1891, p. 2.
35. Véase Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Natura-les
de La íiclbüiiu, i. X, La Habaiia, abiii de 1074, pp. 379-380.
36. Publicado en los Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas
y Naturales de La Habana, t. XXVI, La Habana, 1889, pp. 466-474.
37. «Contestación al discurso del doctor D. F. Cubas», en op. cit., p. 479.
38. Véase op. cit., t. XXX, La Habana, 1893.
39. Véase op. cit., t. XXXI, La Habana, 1894.
40. Véase Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Natura-les
de La Habana, t. XXX, La Habana, 1893, p. 15.
41. Véase Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Natura-les
de La Habana, t. XXX, La Habana, 1893, p. 331.
42. Ibídem, p. 331.
43. Véase GUANCHPEÉ REZ,J esús: «La imagen diversa del canario en Cuba a
través de los grabados del siglo XIX»e,n ZX Coloquio de Historia Canario-America-na,
t. 11, las Palmas, 1993.
44. Véase Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Natura-les
de La Habana, t. XXX, La Habana, 1893, pp. 103-105.
45. Véase op. cit., t. XXXII, La Habana, 1895.
46. BARNETE, nrique B., op. cit., pp. 138-139.
47. Véase GUANCHJEe,s ús: «Antecedentes: La Sociedad Antropológica de la Isla
de Cuba (1877-1891)», en Procesos ernoculturales de Cuba, La Habana, 1983,
pp. 454-456.
48. Véase RIVERODE LA CALLEM, anuel: «Prólogo», en Actas. Sociedad Antropo-lógica
de la Isla de Cuba, La habana, 1966, p. IX.
49. Véase Acta n." 4, 4 de septiembre de 1877, folio 16, op. cit., p. 18.
50. Op. cit., p. 31.
51. Según consta en el acta de defunción (Documento n." 2), falleció a los se-tenta
y dos años víctima de la arterioesclerosis.
52. VALDÉSD OM~NGUFEeZrm, ín, op. cit., p. 260.
53. Ibídem, p. 261.
54. PAZ, ivíanuei de: Tangüemeri y Cutü, i. 11, p. 40.
55. «El doctor Fernández Cubas», en rev. El Guanche, año 1, n." 10, La Haba-na,
30 de julio de 1924, p. 8.
372 Jesús Guanche Pérez
56. Ibídem, p. 8.
57. Ibídem, p. 9.
58. Véase «En la tumba del doctor Cubas», en rev. El Guanche, año 1, n." 11,
La Habana, 15 de agosto de 1924, p. 7.
59. Véanse «El día de duelo de la Asociación Canaria de La Habana. Honrando
la memoria del doctor Fernández Cubas», en Tierra Canaria, La Habana, julio de
1930, pp. 14- 15 y 17; «El 60 Aniversario», en El Tiempo, 4 de abril de 1933. [PAZ,
Manuel de, op. cit., t. 1, pp. 23 y 971.
60. Véase RODR~CUEEXZP ~SITCOé,s ar, op. cit., pp. 223-224.