EL CATOLICISMO SOCIAL EN CANARIAS DURANTE
LA II REPUBLICA: LAS PROPUESTAS
DE JOAQUIN ARTILES
MANUEL FERRER MUÑOZ
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
Entre septiembre de 1932 y noviembre de 1934 aparecieron en
El Defensor de Canarias dieciseis colaboraciones de Joaquín Artiles,
joven sacerdote dela diócesis y capellán del Císter en Teror,
donde se reponía de una enfermedad que había aconsejado ese cambio
de aires. Artiles, que ya empezaba a ser conocido y apreciado
por su amplia cultura y sus aficiones literarias, pretendía avivar el
sindicalismo de inspiración católica y dotarlo de un espíritu inequívocamente
reivindicativo. Esos artículos revestían un carácter eminentemente
pastoral: eran más bien exhortaciones morales, a
menudo puntos de vista personales, con escasas recomendaciones
prácticas. Tal vez la nota más incisiva fuera una aguda conciencia
crítica frente a las modestas realizaciones del obrerismo católico
español, que proyectaba una imagen lamentable, en absoluto atrayente
para los trabajadores: «solamente nos resignamos a aceptar
las mejoras que les ofrecen nuestros enemigos» 1•
Según apreciación de don Joaquín, era «inútil todo apostolado
religioso» si no se promovían organizaciones reivindicativas: «el
obrero (...) debe resistirse a ser un asistido»2.
A lo largo de su extensa comparecencia en la prensa, Artiles se
desenvuelve en un plano teórico, deliberadamente distante del acontecer
concreto. Sólo así se entiende que la aguda crisis social del
verano de 1934, de la que el conflicto provocado por los despidos en
la Compañía Metropolitana de Obras (la Coppa) representó la
expresión máxima, no inspirara una sola línea a don Joaquín: más
aún, después del 3 de julio de 1933 siguió un prolongado silencio
que sólo se interrumpió el 26 de noviembre de 1934. En esta fecha
aparecía el último trabajo de Artiles que, significativamente, se
publicó en la «Página Sindical» de El Defensor, un espacio cedido
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por la dirección del periódico a laAgremiación Profesional de Trabajadores,
constituida pocas semanas antes. La puesta en marcha
de un sindicato de inspiración cristiana, tenazmente perseguida por
don Joaquín desde hacía más de dos años pudo ser interpretada
como la ocasión propicia para retirarse de la escena pública, puesto
que aquellas aspiraciones de justicia social que le habían decidido a
lanzarse a la arena periodística parecían encontrar ya valedores
entre las mismas filas obreras.
Aunque los elementos programáticos contenidos en los escritos
de Artiles fueran escasos -conforme a su propósito de «entresacar
testimonios» en lugar de presentar elaboraciones propias-, concedía
particular atención al programa aprobado en el Congreso de Sindicatos
Católicos que se desarrolló en Madrid a fines de 1932. El 28
de diciembre expresaba su satisfacción por las conclusiones del
Congreso, entre las que destacaba las siguientes: 1) intervención del
obrero en la empresa y participación en los beneficios; 2) instauración
de un salario familiar mediante la creación de cajas de compensación,
y 3) la organización de cajas de subsidio para los
obreros en paro.
Propugnaba una revolución en el orden social, no «roja» sino
«blanca», es decir: «renovación, cambio de rumbo, rectificación,
corrección en la forma y en el fondo». La clave de esa transformación
radical residía en la revisión del concepto de propiedad: «en el
concepto cristiano de la propiedad los ricos no son más que mayordomos
de la gran familia humana, custodios y distribuidores de la
riqueza, inmediatos y primeros usufructuarios de la producción».
Por tanto, era admisible la propiedad privada, pero «reglamentada,
disciplinada, racionalizada, cristianizada»: porque «no hay términos
medios. O ios poderosos aceptan voluntariamente, con plena
resignación cristiana, la revolución social evangélica, o serán, no
muy tarde, víctimas forzosas de la revolución roja con· todas
sus consecuencias»3 •
Sobre este concepto de propiedad que, en buena parte, constituía
el nervio de las reflexiones de Artiles, vuelve a hacerse hincapié
en textos posteriores: el 23 de enero se enfatizaba el carácter social
de la propiedad, que representaba «el origen de todas las reivindicaciones
obreras»; el 7 de marzo, a propósito del concepto de propiedad
en Santo Tomás de Aquino, escribía que los bienes no pueden
ser considerados como exclusivamente propios, sino «como si fueran
comunes, de suerte que con toda facilidad los comunique a los
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necesitados»; y el 17 de junio del mismo año 1933 volvía a insistir
en la doctrina tomista acerca de la propiedad, limitada en su ejercicio
por las obligaciones que derivan de la justicia y la caridad. Por
eso, concluía don Joaquín, «Santo Tomás no está muy lejos de
Proudhon: 'La propieté éest le vol'».
En todos estos escritos de Artiles se aprecia una plena identificación
con las líneas de pensamiento social enunciadas por la remozada
Acción Católica y por El Debate que, bajo la dirección de
Angel Herrera y de sus sucesores, aspiraba a la articulación práctica
de los criterios católicos y a convertirse en el mentor de Acción
Popular, la formación política creada en abril de 1931 con el nombre
de Acción Nacional, que habría de servir de base para la posterior
fundación de la CEDA.
Las frecuentes referencias a AP se explican fácilmente: Artiles
propugnaba una apertura de los católicos al mundo del asociacionismo
obrero semejante a la que aquel partido protagonizaba en el
ámbito de la política: la integración de los creyentes en el marco
republicano era entendida como condición básica para que la lucha
pudiera trasladarse a «los verdaderos frentes de combate» y dejáse
de cifrarse en cuestiones aleatorias4 •
Aunque desde, principios de junio de 1932 venía funcionando
en Las Palmas unaAcción Popular de la Mujer, la finalidad de esta
asociación era exclusivamente religiosa y no tenía ninguna vinculación
orgánica con el partido político del mismo nombres. Por fin, a
mediados de febrero de 1933 aparecía en la prensa grancanaria la
noticia de la constitución de AP en Las Palmas que, según consta en
el Libro de Registro de Asociaciones del Gobierno Civil, se efectuó
el 46 de ener06 •A propósito de los orígenes de AP en Gran Canaria,
Millares Cantero ha destacado, por encima del influjo favorable proveniente
de instituciones eclesiásticas y de las minoritarias sociedades
gremiales católicas, el papel desempeñado por El Defensor?
Se explica así que en los meses siguientes proliferaran alusiones
a aquella agrupación política en los escritos de Artiles. El 16 de
marzo glosó extensamente el Congreso fundacional de CEDA: esa
reorganización de las derechas parecía preludiar su próxima reintegración
al programa social de la Iglesia. Así parecía deducirse de los
enunciados de la CEDA: distribución justa de la riqueza, salario
«justo, vital y familiar», participación del trabajador en los benefi-
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cios, co-dirección del trabajo en las empresas, fomento de la
pequeña propiedad8 •
La admiración por Herrera Oria inspiró dos artículos escritos
durante el verano de 1933. El primero, fechado el 7 de junio, pretendía
precisar los puntos de vista que presidían las campañas sociales
de El Defensor: un rechazo del liberalismo económico del siglo XIX,
al que se consideraba derivación del individualismo religioso de la
Reforma; entronque con la tradición católica, a través de las orientaciones
de Pío XI y de León XIII, y del impulso apostólico promovido
por la Acción Católica: «queremos seguir el gran movimiento
católico-social que prestigia en España Don Angel Herrera. Queremos
que nuestro diario encarne un programa social inspirado íntegramente
en el contenido social de Acción Católica»9.
En el segundo artículo encomiaba la labor de propaganda
cristiano-social desplegada por Herrera, tanto más audaz cuanto
mayor era la gravedad de la crisis económica: ciertamente, por
encima de esas dificultades, que favorecían la creciente agitación de
las masas obreras, estaba la exigencia de una distribución más justa
de la riqueza10 •
A las alturas de dicie.rrtbre de 1932 ya había advertido Artiles
la insatisfacción de extensos sectores obreros por las realizaciones
de la República en el terreno social. El desgaste originado por la
prolongada presencia socialista en el poder y la inutilidad de los
esfuerzos dirigidos a rebajar el índice de desempleo condujeron a un
desencanto de la masa trabajadora, que se manifestó en un apreciable
descenso de la afiliación a la Unión General de Trabajadores. El
enorme incremento experimentado en el conjunto nacional por esta
central sindical a lo largo de 1931 -de 225.000 afiliados con que
contaba en 1930 pasó a 958.176-, fue seguido de una contracción
en 1932, que hizo descender la afiliación a 800.000 cotizantesll
.
Artiles, conocedor de la crisis ugetista, pensó que era llegada la
hora de la reacción católica: «los obreros se van dando cuenta de
que no es necesario abandonar la Iglesia para exigir sus derechos
»12. La extensión de los movimientos obreros no ligados a la
UGT y las dificultades por que atravesaba el sindicato socialista
proporcionaban sobrados motivos de esperanza para los católicos:
«hay muchos obreros que no tienen filiación, en espera de que se
organicen nuestros sindicatos» 13 •
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Planteaba esto la revisión del carácter confesional de los sindicatos
de inspiración cristiana, objeto de discusión en el reciente
Congreso de Madrid: «al tratarse (...) de la conveniencia de sacrificar,
por el momento, el título de católicos a fin de conseguir ventajas
oficiales, todos, absolutamente todos los congresistas, acordaron
mantener la confesionalidadcomo medio más eficaz para aumentar
el número de afiliados» 14. Y, sin embargo, a pesar de las favorables
circunstancias del momento, no existía aún en Las Palmas ningún
sindicato católico. Más adelante nos ocuparemos del desarrollo del
asociacionismo obrero de inspiración cristiana en Gran Canaria y
podremos apreciar el influjo de los escritos de Artiles entre los promotores
de aquellas iniciativas apostólicas. Otra nota que llama la
atención -aflora con muchísima frecuencia en estos artículos- es
la preocupación por subrayar las concomitancias entre muchas aspiraciones
socialistas y cristianas: hasta el punto de afirmar que la
única diferencia entre los sindicatos promovidos por unos y otros
estribaba <<en los principios en que se inspiran,' en lo demás -con
un poco de comprensión por ambas-partes- estarán de acuerdo en
más de una ocasión y hasta podrán colaborar unidos» 15 • Por eso
-volvía a escribir don Joaquín al cabo de once días-, porque por
debajo de la periferia de odios latía un anhelo de justicia, bastaría
corregir las actitudes. Entonces, «en las banderas que dicen 'Marx'
podremos escribir 'Cristo'» 16.
No se ocultaba a Artiles la incompatibilidad entre socialismo y
catolicismo, puesta de manifiesto en fechas muy recientes por Pío
XI, que condenaba el concepto materialista de la sociedad propio de
aquella ideología. Pero también advertía que, con el tiempo, el
socialismo parecía haber ido abandonando algunos elementos de su
programa: exigencias como la supresión de la propiedad o la lucha
de clases aparecían formuladas de modo mucho más matizado. «En
resumen. Un Socialismo despojado del concepto materialista de la
vida, sin lucha de clases, sin guerra al dominio privado, no sólo no es
contrario al Cristianismo, sino que cabe dentro del Cristianismo
como en su propia casa» 17 •
Esos planteamientos, que parecían ignorar la realidad del panorama
sindical español, eran objeto de reformulación a los diez días.
En efecto, el 23 de febrero publicabaEl Defensor de Canarias otro
artículo de Artiles, titulado «¿Neutralidad?», en el que se calificaba
de mentirosa la supuesta neutralidad del socialismo español en
materias religiosas, que no era sino la máscara con la que se trataba
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de disimular su concepción materialista de la vida: el «Socialismo
oficial español» y el Catolicismo no eran, pues, compatibles. La más
contundente de las críticas de Artiles al movimiento socialista de
España se produciría en los últimos días de noviembre de 1934. Y,
sin embargo, aunque el intento revolucionario del mes anterior fuera
rechazado enérgicamente «como gesto marxista», el talante comprensivo
de don Joaquín, en plena coherencia con otras reflexiones
suyas anteriores -por ejemplo, EDC 12-XI-1932 y 23-XI-1932,
ya mencionados-, apreciaba que «por debajo de esa capa de odio y
de destrucción latía con fuerza un ansia insatisfecha de justicia» . La
explosión revolucionaria consagraba el fracaso de la política obrera
de los sucesivos Gobiernos republicanos, incapaces de mejorar las
condiciones de vida del proletariado. Parte importante de esa responsabilidad
recaía en los mismos socialistas, promotores de «una
nueva burguesía y un nuevo capitalismo: la oronda burguesía de
sus primates» 18 •
Después de haber referido las críticas, las propuestas y las aspiraciones
de don Joaquín Artiles, será oportuno que nos ocupemos de
las realizaciones del obrerismo católico en Gran Canaria y del
impulso que la revitalización de Acción Católica supuso para una
más decidida intervención de los católicos en el campo social.
Los primeros pasos del catolicismo social grancanario, estudiados
por Andrés-Gallego y José Miguel Barretol9 , fueron protagonizados
por laSociedad Católica de Obreros, constituida en marzo de
1873 e inspirada en el modelo de la que acababa de fundarse en
Alcoy. Andrés-Gallego ha destacado un interesante aspecto de la
entidad grancanaria: su reglamento estipulaba que tendrían la consideración
de socios honorarios los miembros de la Asociación de
Católicos. Esta asociación había nacido en Madrid en 1868 para
defender a la Iglesia mediante la acción política y representaba, por
tanto, un precedente de «la línea de actitudes que conformaría años
después la Acción Católica, pero también de la otra línea que intentaría
articular el Partido Católico y la Democracia Cristiana20 • Indudablemente
éste era también el contexto en el que se desenvolvían
muchas de las ideas expuestas por Artiles en los artículos que conforman
el núcleo de esta comunicación.
En 1880 fue elegido «Consiliario espiritual» de la sociedad el
canónigo don José Roca y Ponsa, prestigiosa figura de la intelectualidad
grancanaria del momento, que pronto se distinguiría por sus
polémicas en torno al catolicismo liberal. Aunque sus funciones en
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la asociación eran estrictamente religiosas, resulta indudable que su
presencia en aquel cargo dejó una huella inequívoca y contribuyó a
reforzar las exigencias institucionales en el orden religios021 •
Durante los últimos decenios del siglo XIX se difundieron en
Gran Canaria otras iniciativas apostólicas de carácter asistencial y
encaminadas a la promoción social: las Conferencias de San
Vicente de Paúl, que se introdujeron en 1861, durante el pontificado
de Lluch y Garriga; laAsociación Benéfica de Señoras, fundada en
Las Palmas en 1872 para la atención de niños abandonados; laPía
Unión de los Operarios Evangélicos, seminaristas «escogidos con
la misión de enseñar doctrina a los niños y niñas de Las Palmas»; la
Congregación de San Luis Gonzaga (1864), etc22 •
Los Circulos Obreros Católicos -tal fue la denominación que
adoptaría la Sociedad Católica de Las Palmas en torno a 1889experimentaron
un sensible auge gracias al empuje del obispo don
José Pozuelo y Herrero: en 1884 se promovieron los de Guía,
Agaete, Gáldar y Telde y, al año siguiente, los de Santa Brígida, San
Mateo y Teror23 •
Nada encontramos, en cambio, que permita suponer la continuidad
de aquel esfuerzo en las primeras décadas del siglo XX.
Desde luego, las actividades estrictamente sindicales brillan por su
ausencia: a pesar del extraordinario desarrollo de los Sindicatos
Agrk:olas católicos a partir de 1906, tres años después -cuando
conocían un florecimiento notable en muchas regiones de la
Península- seguía sin organizarse ninguno en Canarias24 •
Tampoco los Sindicatos libres, que se expandieron bajo diversas
modalidades desde 1912, consiguieron echar raíces en las islas.
La paralización de las obras sociales dirigidas por católicos que
caracterizó al período dictatorial25 no hizo sino enfriar aún más el
escaso ánimo de quienes podían haber gestado un obrerismo de esa
naturaleza, falto, quizá, de valedores entre las filas del clero secular
y regular.
Escasa fue también la movilización social-católica entre 1931 y
1936, e insignificante la repercusión en suelo canario de las Semanas
Sociales que se celebraron en Madrid y Zaragoza en 1933 y
1934 respectivamente, gracias al empeño de Angel Herrera Oria,
que recuperó así una tradición interrumpida en 191626 • Por
supuesto, el Circulo Católico prosiguió sus actividades en el campo
de los socorros mutuos y, en un plano muy secundario, en el ámbito
de la enseñanza; y el número de sus socios apenas experimentó
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variaciones -las altas y bajas anuales tienden a compensarse-:
265 afiliados en 1931, 266 en 1932, 268 en 1933, 263 en 1934,
262 en 193527 • Los inscritos en la escuela nocturna seguían constituyendo
una pequeña minoría en descenso durante los tres primeros
años de régimen republicano (los 44 alumnos de 1931 se redujeron a
29 a fines de 1933): a partir de entonces se inició una recuperación
que permitió llegar a 39 alumnos en 1935. Sin embargo, esas expectativas
se vieron interrumpidas por el comienzo de la Guerra
Civil28 •
La grave situación planteada en el sector agrícola por las bajas
de precios de plátanos y tomates hizo pensar en la conveniencia de
arbitrar medidas para una defensa más eficaz de los intereses de los
productores. En julio de 1934 se celebró una asamblea en Arucas
para discutir esta cuestión29
• Funcionaban ya en esa localidad una
sección local de la Federación Provincial Obrera y de Trabajadores
de la Tierra, y la Unión Agraria, cuya fundación en agosto de
1933 había sido calificada de operación «amarillista» auspiciada
por los mismos patronos que, a su vez, habían promovido su propia
asociación en abril de aquel añ030 . Entre las propuestas avanzadas
en la reunión de julio de 1934 hubo una que suscitó la inmediata
reacción de Avance: «allí se trató de la conveniencia de la sindicación
de todos los agricultores. Pero aún hay más: ¡en dicha asamblea
se aprobó la conclusión de que dicha sindicación fuera declarada
forzosa desde la 'Gaceta' de Madrid!»3l. No fue ajeno a esa iniciativa
Rafael Guerra del Río, que alentó esa recomendación, en la que
Avance creía descubrir una maniobra de la clase patronal, que conseguiría
deshacerse así del 30 al 40% de sus obreros32
•
El Sindicato Unión Agrícola de Las Palmas, constituido en
agosto de 1934, en realidad sólo acogía a propietarios, y perseguía
la «defensa de los intereses comunes a los productores en sus varias
modalidades». La presencia en su Junta Directiva de importantes
terratenientes -Felipe de la Nuez, Pedro Massieu...- confirma
aquel carácter exclusivamente patronal33 • Idénticos eran los planteamientos
del Sindicato Agrícola del Centro de Gran Canaria, que se
fundó dos meses después en San Mate034 .
LaAgremiación Profesional de Trabajadores empezó también
sus actividades en el segundo semestre de 1934. Sus comienzos
guardan relación con la crisis laboral planteada por los despidos de
la Coppa, que afectaron al personal ajeno a la plantilla, que había
sido contratado para reanudar las obras, interrumpidas por una sus-
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pensión gubernativa que pretendía garantizar la libertad de trabajo.
La enérgica postura adoptada por la Agremiación. movilizada en
defensa de los trabajadores perjudicados por el arbitraje del Gobernador
Civil interino -el Delegado de Hacienda, Pérez Cuevillas-,
que medió en el conflicto, provocó la irrupción de la policía en la
sede del sindicato: practicadas algunas detenciones, sus locales quedaron
clausurados.
Estas dificultades complicaron la vida de la naciente asociación
que, a las alturas de diciembre, se debatía en medio de muchas estrecheces35
• Deseosa de expansión, la Agremiación pidió al Círculo
Obrero Católico que le facilitara una relación con los nombres de
sus asociados: pero la solicitud no prosperó por la negativa de la
Junta Directiva del Círculo, fundada en que no podía proporcionarse
esa lista sin el consentimiento de los interesados36 •
Todavía en diciembre de 1934, AP quiso tal vez aprovechar la
forzada desmovilización de las centrales obreras de izquierdas, y
decidió impulsar la constitución de una bolsa de trabajo que aliviara
los daños experimentados por muchos de sus afiliados a consecuencia
del paro forzoso, muy extendido por toda la provincia. En la
bolsa se registraban los nombres de obreros y empleados, con objeto
de facilitar su contratación por quienes acudieran a las oficinas
del partid03?
Si el asociacionismo obrero progresaba con lentitud, no era éste
el caso de la Acción Católica, que fue adquiriendo una importancia
creciente. Ya en 1926, el Cardenal Primado, Enrique Reig y Casanova
-por encargo del mismo Papa-, había emprendido la reorganización
de sus estructuras38 • El Cardenal Segura, sucesor de Reig
en la sede de Toledo, asumió también el cargo de Director Pontificio
de la Acción Católica en España en febrero de 1928 y, desde esa
posición, orientó los trabajos de las Juntas Nacional, Centrales y
diocesanas, en momentos muy delicados de la vida política
española39 •
En noviembre de 1929 se desarrolló el 1 Congreso de Acción
Católica en España y, al cabo de un año, volvían a reunirse las Juntas
Centrales y diocesanas en la Primera Asamblea Nacional. Para
entonces, se hallaba todavía en ciernes la constitución de juntas
locales que hicieran presentes en el ámbito parroquial las directrices
emanadas desde instancias superiores40 •
El avance más importante en estas tareas organizativas se produjo
durante la conferencia que los metropolitanos españoles cele-
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braron en noviembre de 1931. Se fijaron entonces once bases, que
debían presidir la expansión de Acción Católica, y se confió a los
metropolitanos la coordinación de las actividades promovidas en
todas las diócesis españolas. Para agilizar la dirección de esos trabajos
se instituyó la figura de «Prelado Delegado»: el nombramiento
recayó en el obispo de Oviedo, don Juan Bautista Luis y Pérez, buen
conocedor del movimiento sindical cristiano, floreciente en su diócesis
merced a los trabajos del canónigo Maximiliano Arboleya41 . A
su muerte le sucedió el obispo de Tortosa, don Félix Bilbao y Ugarriza,
que se convirtió así en el segundo Consiliario General de la
Acción Católica Española. La presencia de Angel Herrera al frente
de la Junta Central de Acción Católica, desde principios de 193342,
dotó de mayor eficacia a la organización. Entró ésta en una fase de
máximo esplendor, que se consumaría a finales de año, pasadas ya
las elecciones legislativas de noviembre, que habían dado la victoria
a las organizaciones políticas de derechas que recogían en su programa
muchos de los principios enunciados por los dirigentes de
Acción Católica. Era natural el estupendo desarrollo que alcanzó
entonces esta organización jerárquica, «cuando ya había casi desaparecido
el peligro de que la Acción Católica fuese considerada
como un partido político antirrepublicano en manos de los obispOS
»43. lEn el mismo mes de noviembre confluían en Toledo representantes
de laJuventud Católica, una de las cuatro ramas en que se
dividía Acción Católica, para valorar los progresos alcanzados y
perfilar pautas para la futura expansión. Uno de los aspectos que la
asamblea consideró prioritarios fue la organización de los Circulos
de Estudios, al servicio de la formación y preparación apostólica de
los jóvenes afiliados44.
En Las lPalmas, el movimiento juvenil católico, cuyos primeros
pasos se remontaban a 1919, había experimentado una interrupción
completa de sus actividades, que sólo se reanudaron a partir de
1932: el 11 de marzo de este año se constituyó oficialmente la
Juventud Católica que, previamente, había obtenido la aprobación
de sus estatutos en el Gobierno Civil45 . El progresivo establecimiento
de Juventudes Católicas en las distintas parroquias hizo
posible la puesta en marcha, en 1935, de la Unión Diocesana de
Juventudes Católicas de la Provincia de Las Palmas 46.
También la Juventud Femenina de Acción Católica avanzaba
en sus tareas organizativas. En enero de 1935 se dotó de un estatuto
general y, en abril, designaba su Junta Diocesana. A fines de año se
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El catolicismo social en Canarias durante la JJ República:... 1021
había logrado el establecimiento de ramas de jóvenes de Acción
Católica en todas las parroquias de Las Palmas47 • Simultáneamente,
los Estudiantes Católicos -que a finales de noviembre de 1934
hubieron de cambiar de domicili048 - realizaban notables progresos
en la captación de nuevos afiliados y en la fundación de secciones
parroquiales. Por su parte, las Estudiantes Católicas de Las Palmas
lanzaban un manifiesto en febrero de 1935, por el que se animaba
a la creación en cada una de las islas de organizaciones fuertes
y bien articuladas49
•
Hombres y Mujeres Católicos tampoco se rezagaban: los primeros
elegían su Junta Diocesana en marzo de 1935 y, un mes después,
hacían lo mismo las Mujeresso . En febrero de 1936, elBoletin
Oficial Eclesiástico de la Diócesis de Canarias se hacía eco de los
éxitos cosechados por la rama de Hombres de Acción Católica, que
disponían de centros en todas las parroquias de la capital de la
provinciasl .
Por último, laAsociación Católica de Padres de Familia, a la
que se encomendaban la defensa de la instrucción religiosa y la
mutua ayuda en el cumplimiento de los deberes de los padres católicos,
promovió interesantes iniciativas: entre ellas, la invitación que
se cursó al P. Enrique Herrera, S.J. -propagandista de Acción
Católica, ex-consejero de Instrucción Pública y hermano del Presidente
de la Junta Central de Acción Católica- para que pronun-ciase
unas conferencias ante padres de familia obreross2 • Aunque a
principios de enero de 1934 El Tribuno comentara irónicamente
una convocatoria fallida de la Asociación -de donde concluía con
cierta ligereza y exceso de malicia el escaso entusiasmo de sus
afiliados-, la relidad debía de ser menos negativas3 .
Sin embargo, pese a las apariencias de frondosidad, la progresión
real de Acción Católica resultó indudablemente mucho menos
satisfactoria. Con excesiva frecuencia, las juntas parroquiales existían
sólo sobre el papel, la importancia de muchas de las organizaciones
locales era irrelevante, y su actividad, ficticia.
Por estas razones y por las mediocres perspectivas del obrerismo
católico en Gran Canaria, se comprende que las interesantes
consideraciones de don Joaquín Artiles desde las páginas de El
Defensor de Canarias, que a tantos encandilaron, no encontrarán
terreno abonado para su aplicación a la práctica sindical.
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NOTAS
Manuel Ferrer Muñoz
1. El Defensor de Canarias (en adelante, EDC) 12-XI-1932.
2. EDC l2-XI y 15-IX-1932.
3. EDC 9-1-1933.
4. Cfr. EDC 19-XlI-1932.
5. La carencia de lazos orgánicos no impidió que, en la práctica, funcionara en
estrecha conexión con las autoridades del partido. Se explica así la visita que en septiembre
de 1934 realizaron destacadas personalidades de AP -entre ellos, Cándido
Casanueva, vicepresidente de las Cortes, y Juan Fontán, presidente de AP en Las
Palmas- a la colonia de verano para jóvenes obreras, en Firgas, promovida porAP
de la Mujer (cfr. EDC 13-IX-1934).- La agrupación políticaAcción Femenina de
Acción Popular presentó sus estatutos ante el Gobernador Civil de Las Palmas el 6
de junio de 1935 (Archivo Histórico Provincial -en adelante, AHP-, Libro de
Registro de Asociaciones, Sección Gobierno Civil). Véase también COLONIAS
escolares organizadas por el consejo local de primera enseñanza de Las Palmas en
el verano del año 1932 (1933). Tip. Diario. Las Palmas.
6. Cfr. EDC 14-11-1933 y AHP, Libro de Registro...
7. Cfr. MILLARES CANTERO, A. (1982): La Segunda República y las
elecciones en la provincia de Las Palmas. Mancomunidad de Cabildos. Las Palmas,
pp. 36-37.
8. Cfr. EDC 16-I1I-1933.
9. EDC 7-VI-1933.
10. Cfr. EDC 3-VII-1933.
11. Cfr. ROSAL, A. del (1977): Historia de la UGTen España (1901-1939).
, Grijalbo. Vol. 11. Barcelona, apéndice 11, p. 919. Del Rosal dice haber calculado las
cifras de afiliación a partir de las cotizaciones liquidadas por la UGT a la Federación
Sindical Internacional. No son excesivas las diferencias entre estas cifra y las que se
contienen en el Anuan'o Estadistico de 1931: 277.011 en 1930, 958.451
en 1931. En cambio, los 800.000 cotizantes a que se refiere Del Rosal para 1932 son
sensiblemente menos que el 1.041.559 que el referido Anuario estimaba para junio
de ese año.
12. EDC 28-XII-1932.
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El catolicismo social en Canarias durante la JI República:... 1023
13. EDC 23-1-1933.
14. EDC 28-XII-1932.
15. EDC 12-XI-1932.
16. EDC 23-XI-1932.
17. EDC 13-11-1933.
18. EDC 26-XI-1934.
19. Cfr. ANDRES-GALLEGO, J. (1984): Pensamiento y acción social de la
Iglesia en España. Espasa-Calpe. Madrid, pp. 181-184, Y«Los comienzos del asociacionismo
obrero en Gran Canaria. 1871-1890», enAnuario de Estudios Atlánticos
XXVII (1981), pp. 261-307; Y BARRETO ROMANO, J.M., «Los orígenes del
catolicismo social en Gran Canaria (1860-1890)>>, en Diario de Las Palmas 8,15 Y
22-V-1989. Algunas referencias, más breves, en BRITO GONZALEZ, O. (1980):
Historia del Movimiento Obrero Canario. Editorial Popular. Madrid, pp. 5760.
20. ANDRES-GALLEGO, J., «Los comienzos», p. 278. Sobre las aportaciones
ideológicas de que se nutrió la Democracia Cristiana en España, que inspiraron
influyentes corrientes de opinión en el Partido Social Popular, primero, yen AP, después,
vid. ALZAGA VILLAAMIL, O. (1973):La primera democracia cristiana en
España. Arie!. Barcelona; TUSELL, J. (1974):Historia de la democracia cristiana
en España, Edicusa. Madrid; y ANDRÉS-GALLEGO, J. «Génesis de la Acción
Católica Española 1868-1926», enIus Canonicum 26 (julio-diciembre 1973), pp.
369-402.
21. Cfr. ANDRES-GALLEGO, J., «Los comienzos», pp. 288 y 295.
22. Cfr. BARRETO ROMANO, J.M., «Los orígenes».
23. Ibídem.
24. Cfr. ANDRES-GALLEGO, J.: Pensamiento, pp. 264 y 270.
25. Cfr. RAGUER I SUÑER, H., «La Iglesia española en la Segunda República
», enArbor CIX, 426-427 (junio-julio 1981), pp. 51-66; y, más concretamente,
. pp. 54-55.
26. Cfr. BENAVIDES, D. (1973): El fracaso social del catolicismo español.
Arboleya MartÚlez 1870-1951. Nova Terra. Barcelona,p. 479;BoletÚl Oficial Eclesiástico
de la Diócesis de Canarias (en adelante, BOEDC) 26-X-1933 y EDC
17-X-1934.
27. En cambio, si decayó notoriamente la presencia de socios honorarios: aunque
entre 1931 y 1932 se registró un pequeño incremento -de 78 a 82-, los años
posteriores acusaron una marcada tendencia a la baja: 73 en 1933,69 en 1934,52 en
1935 (Libro de Actas del Circulo Católico de Obreros -en lo sucesivo,
LACCO).
28. LACCO, 1 de enero de 1932, 1933, 1934, 1935, 1936 y 1937.
29. Las soluciones que entonces proponían los principales interesados
-particularmente el Sindicato Agrícola del Norte de Tenerife - para mitigar la crisis
en el mercado de plátanos eran: 1) sindicación de los agricultores, para integrar así un
frente de lucha más sólido; 2) eliminación de los arbitrios en territorio nacional para
el fruto canario, y 3) disminución de los fletes marítimos (cfr. RODRIGUEZ y
RODRIGUEZ DE ACUÑA, F. (1981): Formación de la economía canaria
(1800-1936). Biblioteca Financiera del Banco Occidenta!. Madrid, p. 34.
30. EstaAsociación Patronal Agrícola de Arucas, que sostenía difíciles relaciones
con los sectores obreros más radicalizados, fue víctima de un atentado -un
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intento de incendio, acerca de cuya autoría circularon versiones contrapuestas- en
agosto de 1933 (cfr. Hoy 22-VIII-1933, Diario de Las Palmas 23-VIII-1933,La
Voz Obrera 30-VIII y 9-IV-1933, y MILLARES CANTERO, A., La Segunda
República, p. 26). Otras manifestaciones del enrarecido ambiente laboral imperante
en el municipio aruqueño fueron la huelga de los trabajadores de las fincas de Massieu,
que exigían el despido de un boyero enfrentado con el Sindicato (cfr.La Voz
Obrera 2-IX-1933), y la larguíslma duración del conflicto planteado también en las
tierras de Massieu por el despido de unos jornaleos (cfr. Avance 21-XII-1933).
31. Avance 14-VII-1934.
32. El 21 de julio publicóEl Radical el siguiente telegrama enviado por Guerra
del Río: «Sindicación forzosa productores plátanos en mi opinión de antiguo arraigada
constituye instrumento indispensable defensa de nuestra fundamenteal producción
sobre todo en períodos difíciles como los actuales».
33. Cfr. EDC 27-VIII-1934.
34. Cfr. Diario de Las Palmas 15-XI-1934.
35. Cfr. EDC 1O-XII-1934.
36. LACCO 31-XII-1934.
37. Cfr. Diario de Las Palmas 1O-XII-1934.
38. Cfr. ANDRÉS-GALLEGO, J. «Génesis», pp. 401-402.
39. Cfr. BOEDC 16-IV-1928 y 27-V-1930.
40. Cfr. BOEDC 16-1-1930 y 30-XI-1930, y CRONICA del Primer Congreso
Nacional de Acción Católica en España celebrado en Madrid en los días 13, 14, 15,
16 Y 17 de noviembre de 1929 (1930). Imprenta Católica de El Siglo Futuro.
Madrid.
41. Cfr. ANDRES-GALLEGO, J., «Génesis», pp. 401-402; ARBELOA
MURU, V.M. (1986): «La Iglesia», en Historia general de España y América. La
Segunda República y la Guerra. Rialp. Vol. XVII. Madrid, pp. 175-205; y, en particular,
p. 193; BOEDC 30-VIII-1932, 31-V-1934, 24-VIII-1934 y mayo -junio de
1935, y EDC 24-IX-1934.
42. Cfr. BOEDC 30-I1I-1933.
43. ARBELOA MURU, V.M. «La Iglesia», p. 194.
44. Cfr. BOEDC 30-XI-1933.
45. AHP, Libro de Registro .
46. AHP, Libro de Registro ; cfr. BOEDC 31-VII-1934y 31-1-1935; EDC 9-
VIII-1934 y 1O-IX-1934.
47. Cfr. BOEDC 31-1-1935, 30-IV-1935 y 29-11-1936.
48. Cfr. EDC l-XII-1934.
49. Cfr. Diario de Las Palmas 18-11-1935.
50. Cfr. BOEDC 30-I1I y 30-IV-1935.
51. Cfr. BOEDC 29-11-1936.
52. Cfr. Diario de Las Palmas 4-XII y 27-XII-1934 y 3-1-1935.
53. Cfr. El Tribuno 12-1-1934.
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