LAS VISITAS DE INSPECCIÓN A LA INQUISICIÓN DE
CANARIAS. SIGLO XVI
LUIS ALBERTO ANAYA HERNÁNDEZ
FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
En la actuación del Santo Oficio, y en los documentos de sus
archivos, nos encontramos con dos clases de visitas: las de inspección
a los tribunales territoriales de la Inquisición, decididas y organizadas
por su Consejo supremo, y las que los inquisidores de cada
tribunal realizaban a los pueblos de su distrito. Unas y otras resultaban
de gran utilidad para asegurar tanto la información y el control
sobre la maquinaria misma del Santo Oficio, en el primer caso,
como, a través de los tribunales provinciales, sobre las poblaciones
visitadas, y distinta por tanto la documentación que en ellas se generaba.
Cualitativamente distintos son hoy esos papeles como fuente
histórica, aunque los de ambos tipos tengan enorme interés.
Los libros de visitas constituyen una fuente de valor inestimable
para el conocimiento de la Inquisición por dentro -o por
detrás-; así como para el estudio de su inserción en el contexto
social en que se desenvolvía. Sabemos por ellas quiénes eran los
funcionarios, cuál su salario, su curriculum y su comportamiento;
qué relaciones personales mantenían entre ellos y con otros, sus
negocios, sus choques con otras autoridades y su moralidad; cómo
eran las casas, archivo y cárceles, qué presos había en ellas y qué
trato se les daba; cuál era el estado de la hacienda del tribunal. Nos
proporcionan incluso, como veremos, datos y noticias de diversa
índole sobre la zona visitada. Lea, Bennassár, Contreras y algún
otro han señalado su importancia o utilizado sus informaciones!.
Pero la explotación de estos fondos está en gran parte por
hacer.
Nuestra ponencia se ha basado en el estudio de los libros de
visitas que contienen las realizadas a Canarias en el siglo XVI, voluminosos
legajos pertenecientes en su día al archivo del Consejo de la
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Inquisición que pueden consultarse hoy en el Archivo Histórico
Nacional, en Madrid. Tres fueron esas visitas: la del Dr. don Hernán
Bravo de Zayas entre 1574 y 1575, la de D. Luis Gortá<;ar en
1582-1583 y la del Dr. don Claudio de la Cueva entre 1592 y
15972• Estas son las fechas de las visitas de inspección como tales,
hasta su conclusión, pues la estancia de los visitadores se prolongó,
actuando como inquisidores como los demás, a veces durante años3 •
De las tres visitas que tratamos, las de Bravo de Zayas y de la
Cueva eran conocidas y su documentación había sido utilizada, aunque
no hubieran sido estudiadas a fondo. Lea consultó estos papeles,
que entonces se encontraban en Simancas4
• Rumeu de Armas
explotó la última de ellas, en su magna obraPiraterías... 5. Sólo la de
Gortá<;ar, breve pero interesante, ha pasado desapercibida. Millares
Torres desconoce su existencia, con él los historiadores que le han
seguido. Sólo Lea dice que hubo una visita en 1582, aunque no
escribe nada acerca de ella, ni siquiera el nombre del visitador<>. Y es
precisamente la visita de Gortá<;ar la única de la que sabemos expresamente
la causa que la motiva, pues en ella misma se nos declara
más de una vez: el enfrentamiento, que se había hecho de dominio
público, entre los dos inquisidores que había entonces en Canarias7•
Las visitas de inspección no se hacían, como es sabido, con una
periodicidad determinada, ni respondiendo a norma alguna, sino que
el Consejo las ordenaba después de haber recibido denuncias o quejas
sobre abusos o irregularidades en el funcionamiento de un tribunal.
Entonces enviaba a un inquisidor visitador acompañado de un
secretario de la visita, procedentes ambos de otros tribunales8 • Por
qué se hacen tres vísitas a Canarias en menos de veinte años no lo
sabemos con toda precisión, pero sin duda obedece a la necesidad de
reorganizar un tribunal pobremente asentado en el Archipiélago, en
unos momentos en que las comunicaciones oceánicas y las relaciones
internacionales daban a nuestras islas un enorme valor estratégico,
al tiempo que quedaban convertidas quizás más que nunca en
zona avanzada y vulnerable del imperio hispánico. Sobre las razones
de la visita de De la Cueva formularemos más adelante
alguna hipótesis.
Las tres visitas. Dinámica y procedimientos
Más que un re!ato en orden cronológico, haremos en nuestra
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Las visitas de inspección a la Inquisición de Canarias, siglo XVI 779
exposición un análisis de los más importantes capítulos de que las
visitas constan, aunque distinguiremos a su vez la actuación y los
juicios de cada uno de los visitadores.
El Dr. Bravo de Zayas llegó a Las Palmas, como hemos dicho,
a principios de 1574. Se alojó primero en el convento de Santo
Domingo, y luego pasó a las casas del Capitán General, D. Pedro
Cerón. Inmediatamente comenzó la visita, que, como en ella se
indica, era la primera que se hacía a la Inquisición de Canarias. Procedió
con el orden que las instrucciones prescribían: examinó la
cámara del secreto y su archivo, interrogó al inquisidor Fúnez y a
los demás funcionarios sobre pormenores de la práctica que en el
Santo Oficio se seguía; bajó a las cárceles secr~tas, las recorrió y
escuchó, uno por uno, a todo~ los presos; publicó los edictos contra
los que habían hecho falsas informaciones de limpieza y, más tarde,
el edicto general de fe: y recibió hasta 114 testimonios de otras tantas
personas, empezando por el inquisidor y funcionarios, siguiendo
por los presos y terminando en autoridades y vecinos que declararon
espontáneamente o porque fueron llamados.
Aplicaba el Interrogatorio de 49 preguntas establecido para
tales inspecciones, del que hay un ejemplar entre los papeles de la
visita. No nos extenderemos demasiado en exponer su contenido,
pero sí lo necesario para dar idea del mismo a los lectores de este
trabajo. Aparte de algunas cuestiones generales, como si los inquisidores
y oficiales realizaban bien sus cometidos y seguían las instrucciones,
casi todas son muy precisas: si cumplían su horario de
trabajo, de tres horas por la mañana y tres por la tarde; si guardaban
buenas relaciones entre ellos, trataban bien a sus subordinados y
obedecían a sus superiores; si habían cometido cohecho o aceptado
dinero por algunas causas, para no procesar, para no confiscar bienes,
para dar certificados de limpieza, etc.; si tenían mancebas
públicas, o acceso camal con las presas, sus hijas o parientes; si trataban
con moriscos, confesos u otras personas sospechosas; si
tenían negocios deshonestos; si cumplían las instrucciones en el
modo de interrogar a los testigos, de ratificar, de investigar la limpieza
de sangre, de registrar los embargos, de hacer a los reos la
publicación de los testigos de cargo, de dar el tormento, etc.; si se
guardaba el secreto de las actuaciones del Santo Oficio y la incomunicación
de los presos; si éstos eran bien tratados, alimentados y, en
su caso, curados. La casuística se hace más minuciosa en los asuntos
de hacienda, en los capítulos que tocan al receptor; secuestros,
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subasta de bienes, deudas, etc. Bennassar escribía que un análisis de
este Interrogatorio permitiría concebir al inquisidor «ideab>9. Permite
también representarse cómo serían la organización y funcionamiento
modélicos; y seguramente suponer cuáles las infracciones
más frecuentes.
Respondían al interrogatorio, preceptivamente, desde el inquisidor
hasta el último de los oficiales de la Inquisición, y además los
presos que hubiera en las cárceles secretas. Y luego, llamados o no,
un conjunto de personas entre las que destacan las «fuerzas vivas»
de las Islas, especialmente de la ciudad de Las Palmas. Entre los
testigos de la visita de Zayas, por ejemplo, aparte de 7 funcionarios
u oficiales del Santo Oficio y 15 presos, hay 18 religiosos, 20 individuos
pertenecientes a los medios político-administrativos de la ciudad,
y el resto, menos de la mitad del total, gentes de diversos
ambientes sociales y laborales, en su gran mayoría hombres. De los
241 testigos que hubo en la visita del Dr. de la Cueva, la más larga y
voluminosa -más de 1.100 folios-, 19 son ministros del S.O., y 21
más familiares o criados; 13 presos; 25 religiosos, 17 de los cuales
canónigos u otras prebendas o cargos catedralicios; 41 más entre
gobernadores, regidores, oidores, abogados, escribanos, etc. Figuras
conocidas , como el marqués de Lanzarote, el señor de Fuerteventura
D. Gonzalo de Saavedra, Argote de Molina, Bartolomé Cairasco
de Figueroa y sus hermanos, el gobernador Alvarado, el
teniente de gobernador Pamochamoso y muchos otros. Los renombrados
y hasta míticos personajes de la defensa de Las Palmas contra
Drake y "'an der Does desfilan todos por estas páginas. Es decir,
que los testigos son en su mayoría gentes pertenecientes a las diversas
esferas de poder, con mayores conocimientos en los asuntos económicos,
políticos, administrativos, judiciales o religiosos que se investigaban;
con mayor conocimiento del propio Santo Oficio;
probablemente con parcialidad y protagonismo en alguno de los
hechos; y seguramente con mayor disposición que otros para acusar
y testificar.
La organización y medios del Tribunal de Las Palmas
La impresión que causó a Bravo de Zayas la situación del tribunal
canario fue penosa, escribiendo así al Consejo en su primer
informe:
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Las visitas de inspección a la Inquisición de Canarias, siglo XVI 781
«...esta Inquisición por la falta de casa, officiales y rentas
tiene solamente el nombre y está tan rendida y con poca
fuerza...»10
que -seguía diciendo- las demás autoridades e instituciones de la
isla no la respetaban. Empezando por las propias casas del Santo
Oficio, Zayas juzga que
«en ninguna manera se pueden administrar los negocios en
la forma que agora está, con el secreto y discreción que se
requiere, porque ni tiene audiencia, ni cámara de secreto ni de
tormento ni cosa decente, ni presso que no se hable y vea con
los demás y si diere bozes con los de la calle»lI.
La Inquisición estaba ya entonces en una casa que daba a la calle
que más tarde se llamaría de la Inquisición, del Colegio y hoy Doctor
Chil. No pertenecía al Santo Oficio, sino que había sido dejada
en testamento por el fiscal D. Juan Cervantes como obra pía, para
con su renta casar huérfanas, y la Inquisición la tenía alquilada por
60 doblas al año. Cervantes había sido enviado en 1571 a México,
para fundar allí el Tribunal12.
Desconocemos la ubicación del primer Tribunal establecido
por López Tribaldos en 1505, pero es posible que estuviera en el
palacio episcopal, donde lo encontraremos en 1524, cuando llega a
Las Palmas el segundo inquisidor, Martín Ximénez13 . La casa de
Cervantes sería comprada por la Inquisición en 1652, y, junto con
otras viviendas vecinas también adquiridas, constituyó el conjunto
de dependencias del Tribunal hasta su extinción. Creemos que su
situación era la de la esquina de las actuales calles Dr. Chil y Dr.
Vernau, porque en el plano y descripciones que se hicieron en 1652
se sitúan ahí las «que fueron cárceles antiguas, donde están las necesarias
de los presos»14. Bravo de Zayas aconsejaba ya comprar la
casa del antiguo fiscal, donde el Tribunal estaba, o tomarla a censo,
de modo que «como en propia casa se pudiera labrar lo que a menester
el Officio» (...), «que en esta tierra conviene que aya Inquisición
muy formada». Zayas insiste en cómo las otras instituciones de
poder tienen sus buenos edificios y la Inquisición no, y que esto,
sumado a la falta de rentas, de funcionarios y preeminencias, disminuye
la autoridad del Tribunal.
La cámara del secreto -según la describe- era una habitación
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pequeña, cuadrada, con una ventana a la calle y separada por «un
ataxo de tablas» de otra pieza en la que había «mucha quantidad de
libros y horas prohibidas»15 • Esa mampara o tabique de madera
debió desaparecer, pues Gorta<;ar escribe que la cámara del secreto
es una sala que tiene dos ventanas bajas a la calle. Precisamente
ordenó este inquisidor que se las hiciese unas rejas, que no tenían,
porque peligraban los documentos; aunque al margen se anotaba
que «no avía dineros para ello» 16 •
La sala del Tribunal, vista por Gorta<;ar, tenía un pobre
mobiliario:
«un guadama<;i biejo colgado por dosel y una mesa con su
cubierta de un guadama<;í biejo y quatro sillas y un escaño y un
escabel para los reos y una silleta para el notario, en todo lo
qual paresció al dho. señor bisitador tener el dho. tribunal poco
homato y decencia para semejante lugar y ayer ne<;esidad de
que en ellos hubiese reformación para la authoridad que combenía
al dho. Officio»17 •
La penuria de instalaciones y de medios del Tribunal del Santo
Oficio a la llegada de Bravo de Zayas se muestra en otros muchos
detalles: el visitador manda hacer un arca de tres llaves, que no
había pese a estar así ordenado porque -se explica- «los dineros
que este Officio alcan<;a son tan pocos que casi no era menester
arca»; y que se encarguen dos bancos y una mesa para el secreto,
pues la que hay es pequeña y no hay banco donde sentarse
para escribirl9 • .
Recorrieron los tres visitadores las cárceles, que en el momento
de examinarlas Zayas eran siete y guardaban 15 presos, 14 hombres
y una mujer. Dos de las cárceles estaban bajo la sala del secreto y
una bajo de la audiencia, de tal modo que se oía lo que arriba se
decía, si se hablaba alto. Del mismo modo que era posible a los presos
comunicarse de cárcel a cárcel a través de las paredes. Otras celdas
estaban en torno a dos patios o corrales, uno de ellos el de las
necesarias, adonde los presos iban a vaciar el servicio. La disposición
de las cárceles hacía que desde ellas se viera a los presos llamados
a la audiencia o que iban al servicio, o bien a través de las tablas
de la puerta, poco juntas, o porque el alcaide, por orden del inquisidor,
abría la puerta y dejaba sólo cerrada la reja, porque eran húmedas
y los presos enfermaban. Incluso a través de una celda pasaba
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un caño abierto por donde corría el agua cuando llovía. Los presos
se quejaban, en efecto, de la humedad, y esa queja la encontraremos
repetida muchos decenios más tarde, en boca de los presos o del
médico del Tribunal. Se quejaban también de hambre, que algunos
sólo comían una vez al día y al parecer sobre todo pan.
Aunque todos los presos dijeron que los trataban bien, de sus
declaraciones se deduce que el alcaide les disminuía su ración de alimentos,
restando de ella lo correspondiente al agua, jabón y aceite
que les suministraba; situación que cesó en cuanto llegó a Las Palmas
el visitador. El inquisidor, según ellos, los visitaba cada dos
meses, aunque estaba establecido que lo hiciera cada quince días.
Dormían sobre «una tabla al~ada del suelo un poco y sobre ella una
estera», excepto un francés que tenía «un colchón y alguna ropa».
Desnudos, «comidos de piojos)), los presos pedían, desesperados,
que les «despachasen su negociO)), «aunque sea -decía uno- para
ahorcarle)). Alguno de ellos estaba desde hacía más de dos años
pendiente del fallo de su causa19 •
Cámara de tormento no había en 1574, ni instrumentos para
ello. En los seis años que llevaba Fúnez como inquisidor, sólo se
había aplicado el tormento una vez, y para ello se usó una pieza que
había en «la huerta que tiene la dicha casa de la cual se sirve el dho.
señor inquisidof)). Se había echado fuera a todos los criados y se
había dado el tormento en una escalera con unos cordeles. No
sabían cómo ni dónde se daba el tormento en tiempos pasados.
Tampoco había cepo ni grillos de ningún tipo, de modo que
tenían que comprarlos cuando se enviaba algún preso a Sevilla.
Las prisiones están en el mismo estado cuando Gorta~ar las
visitó, y para él «no tiene combeniente remedio si no es reedificando
y tra~ando las dhas, cárceles de nuevo)). Y explicaba que, si no
había habido en sus visitas cargos de cárceles, había sido
porque
«como el fisco no ha tenido posibilidad para poder alimentar
a los presos pobres, apenas heran metidos en las cárceles
quando eran sueltos dellas en fiadQ))2o.
No había entonces nadie en la prisión, lo que el visitador justificaba
al Consejo explicando que las islas tenían poca población,
unos 10.000 vecinos como máximo, y que, por tanto, surgían pocos
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784 Luis Alberto Anaya Hernández y Francisco Fajardo Spinola
procesos de fe. Las visitas son -lo hemos dicho- fuente para el
conocimiento no solo de la propia Inquisición, sino que nos aportan
datos y noticias sobre temas de la más diversa naturaleza, en este
caso de tipo demográfico y social. Los informes de Bravo de Zayas
también se refieren a la población -daba la cifra de 1.000 vecinos
para Las Palmas-, a las contribuciones que pagaban sus habitantes,
a los componentes de la Audiencia, etc.
Volviendo a la visita de Gorta'1ar, la inexistencia de reos presos
se debía también a la poca importancia de los casos denunciados:
«y así de ordinario los más negocios son blasphemias
hereticales dichas con henojo, o palabras malsonantes más con
inadvertencia que con ánimo de apartarse de la fee ni delinquir
contra ella, que paresce en los tales negocios es mucha parte de
castigo azerles pasar la mar con tanto peligro de sus
personas y corsarios»21.
El Archipiélago pasaba, además, por un mal momento:
«Las dos Hislas de Lan'1arote y Fuerteventura que no tienen
de vecindad entre ambas ochocientos vecinos los más
dellos están acogidos a esta ysla y a las demás con sus ganados
por aver faltado en ellas los froctos asta la agua para
beber».
He aquí uno de los periódicos éxodos de la población de las dos
islas más orientales, huyendo del hambre y de la sed. Roberto Roldán
los había registrado para Fuerteventura en los siglos XVII y
XVIII, a partir de las actas de las reuniones del Cabildo; recogía las
noticias que quedaban del hambre de 1593, y suponía que en fechas
anteriores había ocurrido otro tant022 . La noticia de la sequía de
1582-1583 nos da una muestra de lo correcto de esa situación.
La escasez de causas y aún de denuncias -diez en todo un
año- obedecía también a la epidemia de peste que desde hacía año
y medio padecía Tenerife, «que sólo ella tiene más gente que todas
las otras seys»23. Esta epidemia sí era conocida por la historiografía
canaria, y es cosa sabida la incomunicación que provocaban24.
Los alcaides de las cárceles secretas y los proveedores de presos
debían tener facilidad para beneficiarse de sus cargos, pues es
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Las visitas de inspección a la Inquisición de Canarias, siglo XVI 785
frecuente la denuncia de sus corruptelas. Pedro Hemández Bargueño,
primero de los alcaides, que había venido con Fúnez en 1568,
recibió muchas acusaciones de haberse quedado con dinero de los
presos y robarles en la comida. Bravo de Zayas opinaba, en la conclusión
de su visita, que debería ser privado perpétuamente de tener
empleo alguno en el Santo Oficio, obligado a devolver el dinero
tomado, condenado a una multa y que sólo por ser presbítero se le
dejara sin mayor castigo.
El oficio de alcaide, según Gorta9ar, era poco apetecido, «por
el poco salario y sin comodidad de casa». Quizá por el poco sueldo
sobrevenía la tentación de la sisa en las raciones de los presos, delito
no exclusivo de la Inquisición canaria25 •
Después de Pedro Hemández entró como alcaide, en 1575,
Alonso Martínez, mercader vecino de Canaria, quien en 1583 fue
encarcelado por orden del Consejo, por un asunto que no era de fe
desconocido de los inquisidores canarios26 • Alguacil alguacilado,
sufrió en prisión sus incomodidades. Se quejaba de la humedad, y
enfermó. Consiguió una celda más sana (<<laposentillos ladrillado
que sale de la sala hacia la huerta» ) y paseaba por el patio, con protestas
del fiscal. En 1585 le dieron licencia para salir al patio de 11 a
2, para espulgarse. No había entonces otros presos en la cárcel.
Enfermo de sífilis y casi ciego, en marzo de 1586 lo hallamos muy
grave, pidiendo le dejen encendida una vela de cera, para morir con
luz. En seguida se le permitió cumplir la prisión en su casa2?
La visita del Dr. de la Cueva y los cargos acumulados contra el
entonces alcaide, Alonso Redond028 , vuelven a abrimos las puertas
de las cárceles secretas, ofreciendo nuevos datos sobre su estado y
sobre su funcionamiento. Seguía siendo en principio las mismas,
pero a partir de 1592, en que aumentó el número de presos, se
ampliaron, como tenemos ya dicho. No bastaron, pese a ello, para
dar cabida al gran número de reclusos, sobre todo extranjeros, encerrados
por el visitador; por lo que fue necesario que a muchos se les
diera la ciudad por cárcel, e inevitable que algunos de ellos
huyeran29 •
La incomunicación que el sistema procesal del Santo Oficio
requería continuaba sin lograrse. Precisamente varios de los cargos
que se formularon contra Alonso Redondo se referían a que dejaba
abiertas las puertas de las cárceles, de modo que los presos salían
de noche de sus celdas y se reunían para cenar, que se hablaban de
una celda a otra y veían a quienes eran llamados a la audiencia. El
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786 Luis Alberto Anaya Hemández y Francisco Fajardo Spinola
acusado se defendía con un alegato que daba razón a sus acusadores,
arguyendo que las cárceles no tenían llaves cuando él entró
como alcaide, que los presos desquiciaban las puertas o les arrancaban
las tablas; y que horadaban las paredes, que eran de piedra y
barro o sólo de adobe. Añadía que eran
«gente indómita...(que)...se amoriagaban y emborrachaban
y se descalabraban unos a otros y ansí borrachos dan bo<;es
y gritos que se matan y con los dientes se despedazan
unos a otroS».
Curiosa declaración que lo inculpaba a él mismo, por ser quien
debía llevar el control del vino que les proporcionaba.
Lo interesante, tanto de las acusaciones como de la defensa, es
la información que nos dan. Antes de la llegada de D. Claudio de la
Cueva, el alcaide y proveedor traían la comida de los presos preparada,
y la repartían. Pero este visitador ordenó que hubiese braseros,
carbón y ollas para cada cárcel, que se les entregaba por las mañanas
y luego retiraba, de modo que los presos cocinaban en sus celdas
los alimentos. Estos les eran distribuidos tres días a la semana, los
lunes, jueves y sábados, y ellos debían administrarlos. Como es
sabido, había presos que tenían dinero confiscado y a costa de él
comían, mientras les durase. Su ración alimenticia era mayor que la
de los presos pobres, alimentados a expensas del fisco. Para estos
últimos, el visitador ordenaba en 1595 la entrega de «libra y media
de pan cada día, y dos quartos en dinero o en lo que ellos lo
quisieren»3o.
La carne se pesaba con unas pesas que había en un cuarto que
llamaban «carnicería». El carnicero de la ciudad traía la carne «en
quartos y en reses» y la cortaba según las libras que el alcaide señalaba
para cada celda, y de ella pesaba y cortaba los reales o cuartos
que a cada preso correspondían. Libro de entrada de presos en la
cárcel se llevaba desde la venida de Fúnez, no antes. Bravo de
Zayas, al examinar el archivo del secreto, reorganizó estos libros y
ordenó que se hiciera uno en que el despensero asentase las raciones
que se mandaba dar a cada preso y el dinero que se le entregaba para
alimentos. Parece que la justificación de los gastos siguió sin hacerse
de manera adecuada, porque de la Cueva dispondrá lo mismo
en 159231 •
Se consume pescado fresco cuando hay y «lo piden», y si no
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Las visitas de inspección a la Inquisición de Canarias. siglo' XVI 787
salado, que se guardaba en una pequeña dependencia junto con verduras
ypatatas (sic), alimentos al parecer habituales. Se llevaba en
canastas al aposento del alcaide y allí se distribuía32 • Los sábados, a
veces, asaduras y cabezas. Aceite, miel, leche y vino los traían ya
medidos de tiendas o tabernas. Precisamente a Alonso Redondo se
le hizo cargo de no tener medidas para esos líquidos y de que las
pesas que usaba no estaban ajustadas, según comprobó el fiel de las
pesas y pesos de la ciudad; con lo que defraudaba a los presos en sus
raciones. Cargos que, junto con otros, le valieron ser suspendido de
su empleo durante dos años.
El Dr. de la Cueva había dispuesto que, en lugar de comprar
pan por menudo, se comprase el trigo de todo el año y se diese a
panaderas conocidas para que hicieran el pan al Santo Oficio,
correspondiendo dos panecillos de media libra cada uno por
preso y día.
Aunque no podemos determinar qué distancia había entre lo
expuesto por el alcaide y lo dispuesto por el inquisidor, de una parte,
y la realidad de los hechos, de otra, parece que la dieta de los presos
había mejorado respecto a la época de la primera visita, del mismo
modo que habían mejorado los recursos de la Inquisición
canaria.
Piratería, invasiones y secuestros de navíos
El último cuarto del siglo, período en que se realizan las tres
visitas, será una etapa penosa para las islas desde el punto de vista
militar. La piratería menuda francesa e inglesa castigará nuestros
mares, capturando numerosos navíos y haciendo incursiones en los
lugares menos protegidos. Baste citar, entre innumerables ejemplos
posibles, que de abril ajumo de 1591, meses antes de la llegada de
De la Cueva, los ingleses capturaron ocho barcos que desde la
Península venían a Canarias33 •
A estos frecuentes ataques habría que sumar los intentos de
invasión. Así, en febrero de 1583, una flota franco-lusitana atacó,
infructuosamente, La Gomera; en julio de 1585 Drake probó a
desembarcar en La Palma y en aquella isla, también sin fortuna; en
julio del año siguiente, el argelino Morato Arraez saqueó Lanzarote,
llevándose numerosos cautivos; en agosto de 1593 fue Xab-in
Arraez el que asoló Fuerteventura y, tras derrotar a los soldados del
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presidio enviados desde Las Palmas, retornó a Berbería con sesenta
majoreros presos. En octubre de 1595, Drake intentó de nuevo el
ataque a Las Palmas; en octubre de 1598 es Clifford el que toma
Teguise; y un año más tarde Van der Does ocupa e incendia Las
Palmas. En dieciseis años se producen, por tanto, siete invasiones e
innumerables ataques menores; a lo que habría que sumar las frecuentes
alarmas, que aunque fueran infundadas provocaban considerables
gastos y no pocos sobresaltos.
Toda esa situación va a tener su reflejo en las visitas, ya sea a
través de las declaraciones de los testigos, ya en los informes que se
remiten a Madrid. Más arriba dijimos que el inquisidor Gorta9ar
consideraba un riesgo excesivo para la mayor parte de los procesados
cruzar la mar para ir a Gran Canaria; y cómo su secretario Ortiz
de Larrea cayó en manos de franceses. Juan Martínez de la Vega,
notario de la siguiente visita, sufriría una experiencia similar:
enviado a Lanzarote para cobrar el remate de los bienes de un
morisco huído cuando la invasión del Turquillo, fue apresado por los
argelinos de Morato Arraez34 • Y el mismo Martínez, en carta escrita
a la Suprema en 1602, informaba de que un proceso que había
enviado no llegaría, por haber sido robado el naví035 •
En la visita de D. Claudio de la Cueva, uno de los cargos que se
hacen contra el fiscal, Joseph de Armas, es el de haber mantenido
amistad con un inglés, Juan Gache, al que posteriormente estafó. Se
presentaba una información que el citado extranjero había realizado
ante el gobernador y justicia de El Hierro, Antón de Espinosa, para
acreditar una serie de servicios que había prestado a las islas36 • La
mayoría de los méritos expuestos son de carácter militar, como
haber entrenado a las milicias herreñas, o haber salvado al alcalde
de Santa Cruz de Tenerife de manos de unos piratas franceses, a los
que capturó. El dato que más interés ofrece es el de la estancia de
Drake en El Hierro, tras su fallido ataque a La Palma y La Gomera,
en 1585. Según su versión, el almirante inglés desistió de atacar Valverde
gracias a que su hermano, Felipe Gache, lo convenció de que
la mayoría del ,ganado y de los habitantes habían muerto. Sabemos,
por Rumeu, que es cierto que en esa fecha Drake desembarcó 3.000
hombres en la isla y los estuvo entrenando durante unos días, según
informó un comerciante inglés que, sin duda, era Felipe Gache. En
lo que difieren las dos versiones es en lo que respecta a las causas
que motivaron la retirada de los ingleses, que Rumeu achaca a lo
empinado de la subida a Valverde y a una repentina borrasca que los
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Las visitas de inspección a la Inquisición de Canarias, siglo XVI 789
obligó a reembarcar37 • Y, aunque es obvio que el testimonio de Juan
Gache es menos fiable, no es de descartar su veracidad, pues de
hecho no se contradice con la otra explicación.
En la misma visita, los cargos contra el alcaide Alonso
Redondo vuelven a hablarnos de Francis Drake. Aquél alegará,
como méritos en su defensa, las penalidades que paso cuando hubo
de trasladar a los Arbejales y El Palmar a los presos extranjeros,
con ocasión de la alarma que se produjo en las islas ante las noticias
de que el inglés, que había atacado Cádiz, venía hacia Canarias. De
hecho, aunque no llegaron a producirse incidentes de importancia,
. cuatro navíos de esa flota surgieron en El Hierro, como Rumeu
refiere38 . Los presos de la Inquisición no fueron trasladados, en cambio,
cuando en 1595 se produjo en verdad el ataque de Drake, pues
la sorpresa lo impidió. Y tampoco'cuando el holandés Van der Does
ocupó la ciudad, liberando entonces a 36 reclusos de las cárceles del
Santo Oficio, en su mayotia compatriotas suyos39.
El aspecto más conflictivo de la estancia de De la Cueva en las
islas es la polémica que planteará el apresamiento de varios navíos,
sobre todo holandeses, con sus tripulaciones. A pesar del estado de
guerra de iure odefacto existente entre la Monarquía de Felipe 11 e
Inglaterra y Holanda, las necesidades mutuas motivaron la existencia
de relaciones comerciales a caballo entre la tolerancia y la represión,
lo que constituyó una de las paradojas de estos conflictos.
Prueba de esto es el decretado embargo, en 1585, de los navíos protestantes
surtos en puertos españoles, y la subsiguiente anulación de
esa medida. O bien el tratado Alba-Cobhan negociado en 1575, que
establecía ciertas garantías para los ingleses protestantes que viniesen
por razón del comercio, y que aunque estuvo poco tiempo en
vigor fue un antecedente del de 1604, al calor del cual y de los que lo
continuaron pudieron comerciantes ingleses mantenerse en los
dominios españoles incluso en época de guerra entre los dos
países40 •
Las mayores relaciones económicas de ese tipo se mantuvieron
con Holanda, no sólo porque las provincias rebeldes limitaban con
las leales, sino porque su control del Báltico las convertía en intermediarios
de sus productos. Los holandeses proporcionarán géneros
propios como arenques, sardinas o tejidos; o bien trigo, mástiles,
velas y alquitrán de la zona antes citada. A cambio se llevaban
vinos, frutos secos, sal y, sobre todo, plata americana. A Canarias
traían los productos arriba citados y cargaban vino y seguramente
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
790 Luis Alberto 1naya Hernández y Francisco Fajardo Spinola
productos americanos, especialmente la plata. En definitiva, como
explica Felipe Ruiz Martín en el prólogo al libro de Parker El ejército
de Flandes... , los rivales se vieron obligados a realizar intercambios
para satisfacer necesidades insoslayables propias, que les hubiera
sido imposible cubrir de otra manera41 • A pesar de esto, quizá por
esto, hubo críticas en ambas partes a esta situación, tachando esos
contactos de traición y llegando a implantarse prohibiciones y bloqueos,
aunque nunca, como hemos visto, de forma duradera.
Esas relaciones contradictorias tendrían su expresión en Canarias
de manera tal vez más fuerte que en otras partes, debido a que
su estructura económica las obligaba a un sistema de estrechos
intercambios comerciales con el exterior, particularmente con Inglaterra
y Flandes. Ténganse presentes las importantes colonias de
mercaderes de estos países instalados en ellas42 •
Los primeros apresamientos de navíos enemigos los hizo el
capitán general D. Luis de la Cueva con dos barcos ingleses que
arribaron en 1591 a Santa Cruz de Tenerife usando documentación
escocesa. Uno de ellos, el Sto Thomas, pese a ser inglés su piloto
pudo demostrar que su armador era de Escocia, y quedó libre; pero
del Sto James se probó su naturaleza inglesa, fue confiscado, junto
con su carga, por la justicia real, y su tripulación procesada como
hereje por el Santo Oficio. El mercader del mismo, el interesante
personaje Bartolomé Coelho, testificaría ante la Inquisición que el
trato con la Península y con las islas, directa o indirectamente, era
cosa habitual43 • Declaración que resultaría confirmada por los
hechos posteriores, que muestran una operación de altos vuelos con
importantes complicidades en el Archipiélago, que no sólo abarcaba
a los extranjeros destinatarios de la mercancías sino incluso a
las autoridades.
A esta primera aprehensión por obra de la justicia real seguirán
otras muchas debidas a nuestro visitador, que va a provocar una
polémica que trascenderá incluso a Flandes. En febrero de 1593
seta apresado el navío La Rosa en La Palma; poco después el San
Pedro, de 75 toneladas y 14 tripulantes, elLeón Colorado, con 21
personas, y el San Lorenzo, con 12, todos ellos en el puerto de Las
Palmas. En enero del año siguiente le tocará aEI pájaro que sube,
cuyo maestre, Jacob Marsen, había logrado huir anteriormente del
puerto de Garachico, donde sería definitivamente prendido. Mejor
suerte correrían La Posta y La Margarita, que consiguieron escapar
después de ser detenidos sus maestres. Es decir, que en poco
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
Las visitas de inspección a la Inquisición de Canarias, siglo XVI 791
menos de un año fueron capturados cinco barcos con sus tripulaciones,
más los maestres de otros dos. Prueba de lo asiduo de estos contactos
es que el mismo D. Claudio escribe al Consejo que de las
declaraciones de los marinos resultaba que en los cinco meses anteriores
habían llegado a nuestros puertos otros seis buques holandeses,
consignados todos ellos a comerciantes flamencos44
•
El sistema consistía en que los navíos que partían de los puertos
de Middleburg y Flushing tomaban nombres y pabellones de Hamburgo
y otros lugares no hostiles, y, provistos de pasaportes falsos
escritos en latín y flamenco por personas dedicadas a estas tareas,
arribaban a los puertos españoles.
Tal cantidad de apresamientos produjo en poco tiempo un elevado
numero de detenidos, que, unidos a marinos y piratas ingleses
capturados en esos años, ascendían, según el visitador, a 110 personas.
A pesar de esto, nuestro personaje seguía impertubable su
labor, y así escribe a Madrid que, de haber podido aprehender a los
dos barcos que consiguieron huir, habría detenido a otros 75. Además,
en febrero de 1593 preguntaba si podría procesar a los mercaderes
a los que venía consignada la mercancía, puesto que era
evidente que sabían la procedendia real de la misma; justificando su
postura con los argumentos de que los marinos extranjeros, aparte
de herejes, eran enemigos que se llevaban a sus países datos de interés
militar; y que los mercaderes flamencos representaban una
potencial quinta columna45 • Las consecuencias económicas que para
el Archipiélago tuvieron las incautaciones y la interrupción de este
tráfico fueron catastróficas, a tenor del número de barcos que hemos
visto que participaban en él. Resultaban perjudicados no sólo los
receptores flamencos y sus empleados, sino los comerciantes isleños
que compraban estas mercancías, los almojarifes y las mismas autoridades,
que además de perder su frecuente participación en los
beneficios tenían que hacer frente a las protestas de los afectados. El
profesor Rumeu señala con acierto que los apresamientos serían
pronto frenados por Madrid, y reproduce una carta en ese sentido de
la Suprema, que después comentaremos46 • Aunque es obvio que
estas llamadas a la prudencia, hechas sin duda a instancias de la
Corona, se debían a los daños que en el terreno económico provocaba
la persecución del comercio, las razones no se declaran en las
advertencias del Consejo. Donde sí se muestran es en la correspondencia
del visitador con la Suprema. En carta de 6 de abril de 1593,
después de presentar un panorama desolador para la Inquisición,
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
792 Luis Alberto Anaya Hernández y Francisco Fajardo Spinola
pretendidamente dominada y mediatizada por las autoridades civi- ,
les, D. Claudio de la Cueva escribe:
«se nos ofrece una novedad de las que en estas ynquietas
yslas son muy hordinarias por el poco temor y respeto que muy
de atras estan acostumbrados a tener con la Ynquisicion y
su ministerio».
Para seguir exponiendo que «un Argote de Molina bien conocido
en esa corte», junto con regidores que hacían de almojarifes y
otras personas que, como el mismo Argote, participaban en aquel
tráfico, redactaron y enviaron una carta al rey protestando de las prisiones
y embargos del Santo Oficio, «como si fuera cosa de
poca importancia»47.
En noviembre de 1593 vuelve a escribir para quejarse de que
Pedro Yánez, alcalde de Garachico, y algunos regidores «y gente
onrada», le han enviado una carta en favor del maestre de Elpájaro
que sube, Jacob Marsen. Y se explaya a continuación explicando
que así son las cosas «en estas partes cortas», donde se favorece a
los extranjeros «y son sus defensores públicos y secretos»; pidiendo
a la Suprema que remedie la situación. Pocos días más tarde refiere
de nuevo que es el capitán general, como regente de la Audiencia,
quien «avia salido a pla9a como los demás», pidiéndole por escrito
que aclarara bajo qué jurisdicción estaban los detenidos, y que despachara
sus causas con brevedad. Y concluye criticando esa actitud,
lamentándose: que si hasta los jueces seglares se entrometen en la
esfera del Tribunal, «será puerta por donde los enemigos se entrarán
a rendir esta fortale9a»48. El mismo día remite otra carta para
denunciar que esta vez los ataques vienen de Amberes, de donde su
justicia le había enviado una certificación de que las mercancías de
El león colorado, cuyo maestre era el detenido Hans Hansen, eran
propiedad de los vecinos Pedro Riemer y Juan y Enrique Roxins.
Según el documento, las mercancías procedían de Amberes, y, una
vez pagados los derechos de la Corona española, habían sido llevadas
a Middleburg, donde, siempre por cuenta de los tres citados
comerciantes, fueron cargadas para Canarias. Y que el vino y el azúcar
que en un viaje anterior había cargado en las Islas este navío,
aunque descargados en Middleburg, fueron transportados en barcazas
a Amberes. La certificación venía acompañada de una carta del
obispo de esta última ciudad, en la que afirmaba que los comercian-
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
Las visitas de inspección a la Inquisición de Canarias. siglo XVI 793
tes mencionados eran católicos. El Dr. de la Cueva rechazó estas
defensas, alegando que los pasaportes eran falsos, y que por las
declaraciones de Hansen se sabía que Enrique Roxins era vecino de
Middleburg, «tierra de herejes».
Lo que queda claro a través de esta documentación es, como
hemos señalado, que las necesidades ecomómicas, y la perspectiva
de buenos negocios,forzaban a proseguir el tráfico mercantil a pesar
de la guerra, y no sólo en los ámbitos canario o peninsular, sino
incluso en los mismos Países Bajos. Así se desprende de la correspondencia
de Amberes, que vendría a reconocer la existencia de
fuertes lazos mercantiles entre esta ciudad y Middleburg, que desde
1574 había dejado de pertenecer al imperio hispánico.
Las protestas contra el Santo Oficio tuvieron efecto en la Corte,
que debió indicar a la Suprema la necesidad de llamar al orden a
nuestro visitador. Pues la autorización que por carta de 16 de septiembre
se le había dado, para que pudiera proceder contra los ingleses
y holandeses que vinieran con pasaportes falsos, le fue retirada
el 26 de enero siguiente, ordenándosele que actuara únicamente
cuando se cometiera en las islas delito contra la fe, y que dejara en
manos del gobernador la averiguación sobre el origen de los navíos.
Además se le recriminaba haber realizado los secuestros sin haber
consultado previamente a la Suprema49 •
Don Claudio de la Cueva acató, como no podía ser de otro
modo, las órdenes de Madrid, y aguantó el varapalo; pero no sin
insistir en que seguían llegando navíos holandeses, lo que él, por las
instrucciones recibidas, no podía impedir. En el futuro, sus esfuerzos
irán encaminados a intentar que los bienes confiscados queden
en manos del Santo Oficio. Por eso escribe al Consejo, en agosto de
1594, señalando que los problemas financieros del Tribunal quedarían
resueltos si, acogiéndose a la carta de 16 de septiembre anterior,
se consideraban correctas las confiscaciones, por ser bienes de
herejes. En caso de que eso no pudiera ser así, solicitaba que el Consejo
consiguiera que la Corona hiciera donación de ellos a la Inquisición
canaria, con el argumento de que, al ser propiedad de súbditos
rebeldes, cualquier tribunal secular los habría confiscad050 •
En contra de sus pretensiones estarán las reclamaciones de
varios de los consignatarios flamencos, que pedirán ante el Tribunal
el desembargo y entrega de los bienes aprehendidos. Uno de ellos,
Pascual Leardin, llegará incluso a ir a Madrid para solicitar la devolución
de sus mercancías confiscadas en El pájaro que sube. En su
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
794 Luis Alberto Anaya Hernández y Francisco Fajardo Spínola
caso al menos, la reclamación tuvo éxito, pues en abril de 1594
comunicaba De la Cueva a la Suprema que, en cumplimiento de sus
órdenes, había procedido a la entrega de las pertenencias de Leardin.
Ignoramos si otras peticiones fueron atendidas, pero, aunque así
fuera, nuestro visitador se salió en gran parte con la suya, pues entre
1590 y 1597 el Tribunal ingresó, por la venta de los navíos y mercancías
no reclamadas, o reclamadas sin éxito, 423.137 reales. Y
esta importante suma serviría, una vez pagadas las deudas, para
invertir en censos y tributos que dieron a la Inquisición canaria, en el
futuró, unos ingresos fijos tales que desahogaron su situación
fmanciera5l •
La Hacienda y los funcionarios del Tribunal
La economía del Tribunal canario, tal como señala Martínez
Millán, se caracterizará por un continuo déficit desde su fundación
hasta principios del siglo XVII, en que se rehace su hacienda; y ya
luego, hasta su extinción en el siglo XIX, mantendrá un permanente
superávit, lo que lo diferenciará de los tribunales peninsulares52 •
La etapa en que transcurren las visitas está a caballo entre esas
dos situaciones, y la documentación que manejamos nos proporciona
una información preciosa para corroborar tal evolución.
Recordemos cómo el primer visitador, Bravo de Zayas, exponía la
situación de penuria de la Inquisición canaria. Don Luis Gorta4Yar,
en 1583, escribía que los únicos ingresos procedían de la canonjía
que cobraba el Tribunal y del alquiler de una casa, que rentaba seis
doblas. Las canonjías inquisitoriales fueron, como se sabe, uno de
los medios que buscó la Corona para dotar a los tribunales de unos
ingresos fijos. Concedidas por Paulo IV por bula de 1559, se disponía
que las catedrales cediesen al Santo Oficio la primera vacante
que hubiera, lo que chocó con la oposición en las catedrales de
patronato regio, como la de Canarias, porque sus cabildos entendían
que la bula no les afectaba. Así, aunque la Inquisición canaria dispuso
desde 1560 de una canonjía, la polémica sobre su licitud llegaría
hasta 1619, año en que Felipe III ordenó su concesión definitiva.
Devengaba unos beneficios anuales durante el siglo XVI de 7.000 a
10.000 reales, según Martínez Millán53 , aunque Zayas daba la cantidad
de 130.000 maravedíes54 , y Gorta4Yar la cifra, más aproximada,
de 350 ducados55 •
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
Las visitas de inspección a la Inquisición de Canarias, siglo XVI 795
El importe de la canonjía permitía pagar mal que bien el sueldo
de un inquisidor, pero el del otro, cuando lo había, así como los del
resto de los funcionarios, e incluso el del propio visitador, no podían
ser satisfechos. Así, Bravo de Zayas señalaba que Ortiz de Fúnez
cobraba su sueldo gracias a aquel ingreso, pero que él no había
cobrado nada desde su salida de Jaén. Y Gorta9ar indicaba que se
debían 3.000 ducados, que vendría a ser el importe de los salarios de
dos años, pues el valor global de todos los sueldos era de unos 1.300
ducados anuales. Para afrontar esa situación, Bravo de Zayas proponía
a la Suprema que se pidiera a la Corona licencias para exportar
a Indias 300 esclavos, que se podrían vender a 20 ducados cada
una. Gorta9ar explicaba, por su parte, que las posibilidades de conseguir
dinero a través de multas y penas eran casi nulas, pues, además
de ser pobres los reos, estaban recién visitadas La Gomera, El
Hierro y La Palma; Lanzarote y Fuerteventura sin dinero, por la
sequía; y Tenerife, la más rica, azotada por la peste; circunstancias
estas últimas que ya habíamos mencionado. Y esta panorámica que
presenta el segundo visitador viene a mostrar que las visitas al distrito
servirían no sólo como procedimiento de vigilancia del territorio,
sino además como medio de allegar ingresos.
Para cubrir el déficit, que evaluaba en 1.000 ducados anuales,
Gorta9ar proponía que a cada inquisidor se le asignase una canonjía,
y otra, o al menos media prebenda, para el fiscal. El mal funcionamiento
del Tribunal canario se debía, en su opinión, a la difícil
situación económica y a los bajos e inciertos salarios, lo que hacía
que no hubiera candidatos para los puestos vacantes, o no hubiera los
más apropiados; que los funcionarios y oficiales tuvieran que
ganarse la vida con otras actividades ajenas al Santo Oficio e incluso
reprochables; y que los inquisidores no pudieran exigir a sus ministros
trabajar lo debido.
Las propuestas de ambos visitadores no fueron atendidas por la
Suprema, y será el tercer inspector, D. Claudio de la Cueva, el que,
como ya hemos visto, proporcione los medios para el saneamiento
de la hacienda. En efecto, siguiendo la práctica fmanciera de los tribunales,
que desde la segunda mitad del XVI tendían a dotarse de
ingresos fijos, se emplearán los cuantiosos beneficios de las confiscaciones
a los holandeses en liquidar deudas y en invertir en censos
y tributos. Aunque estas operaciones ya no conciernen a De la
Cueva, que en 1.600 abandonó las Islas, su secretario Juan Martínez
de la Vega, que siguió aquí como notario de. secuestros, infor-
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
796 Luis Alberto Anaya Hemández y Francisco Fajardo Spínola
maba a Madrid, en 1602, de esos y otros extremos56 • Era un buen
momento par invertir porque, aparte del dinero procedente de los
embargos, desde hacía cuatro años habían ido quedando vacantes,
por muerte de sus titulares, los cargos de fiscal, nuncio, médico, portero
y contador sin que fueran sustituídos, con el consiguiente ahorro
de sueldos57 • Seguía la carta intentando desacreditar al inquisidor,
D. Pedro Camino, y a otros funcionarios, acusándolos de obstaculizar
las inversiones y sugiriendo que preferían tener el dinero a mano.
Llegaba incluso a escribir que había amenazado al inquisidor y al
receptor con que, si no invertían, la Suprema les cobraria las cantidades
correspondientes a los intereses que se hubieran podido generar.
Como cantidades a emplear menciona 40.000 reales en 1601 y
4.000 doblas al año siguiente, aunque el total de las inversiones que
reseña asciende a 1.300 ducados. De los cuales 1.000 se invierten
en la compra de un tributo sobre los bienes de Domingo Pérez de
Soto, vecino de Icod, 200 en otro sobre las tierras yaguas del vecino
de Guía Juan Baptista Amoreto, y 100 más sobre los bienes de
Alonso Valerón, vecino de Telde. En su critica al inquisidor, 10
culpa de haber obstaculizado la adquisición de un tributo valorado
en 1.300 doblas sobre el dozavo de la renta de las islas de Lanzarote
y Fuerteventura, y otro de 6.000 ducados sobre diversos bienes de
la princesa de Asculi. Por otra parte, en carta a la Suprema informaba
el inquisidor Camino, al año siguiente, de que ya eran 9.500
ducados impuestos a cens058 •
Muy distinto era -como hemos visto- el estado de la
hacienda de la Inquisición canaria al principio y al final del período
estudiado. Y esto se refleja en el número de funcionarios y oficiales
del Tribu~al, que fue siempre reducido hasta que, con la mejoría
fmanciera de la época de De la Cueva, se incrementó. En 1574, al
llegar Bravo de Zayas, había un inquisidor, Un fiscal, un secretario,
un alcaide y un nuncio, que hacía también de portero, con sueldo; y,
además, un alguacil y un receptor que no cobraban salario. En
1582, con Gorta<;ar, aparte de los anteriores había un segundo
inquisidor y otro secretario, un contador y los cargos de portero y
nuncio por separado. Pero es con el Dr. de la Cueva cuando -como
se muestra en el cuadro adjunto- se completa la plantilla, que permanecerá
prácticamente invariable hasta la extinción del Tribunal.
Los salarios, que también aparecen indicados, son inferiores, con la
excepción del de los inquisidores, a los de los tribunales peninsulares,
aunque Martínez Millán, en su documentada obraLa Hacienda
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
Las visitas de inspección a la Inquisición de Canarias, siglo XVI 797
de la Inquisición ... , los suponga iguales59 • El inquisidor Gorta~ar se
hacía eco de esta situación al escribir en 1583 a la Suprema que era
necesario elevar los sueldos del fiscal hacia abajo, para dejarlos
«como en las demás Ynquisiciones». Según su informe, el fiscal
ganaba 40.000 mrs. y los notarios del secreto 15.000; mientras que
en los tribunales peninsulares, sin ayuda de costa, ascendían a
80.000 y 50.00Q6°. A esta causa atribuyen los visitadores las escasas
apetencias que suscitaban los puestos del Tribunal, así como el
poco entusiasmo de los oficiales por su labor.
Otros capítulos hay en estas visitas, que hemos estudiado, pero
que los límites puestos a esta ponencia nos impiden desarrollar aquí.
Quedan sin tratar, de momento, el tema de los cargos contra los
miembros del Santo Oficio, su corrupción y abuso de poder; los conflictos
de la Inquisición con otras autoridades, la oposición a su
actuación y, en relación con esto, el papel de los conversos en la
sociedad canaria. Todas estas cuestiones serán objeto de un próximo
trabajo.
Los funcionarios de la Inquisición de Canarias en 1596
Cargo
Inquisidor
Fiscal
Notario del secreto
Ayudante del secreto
Abogado del fisco
Abogado de presos
Receptor
Contador
Médico
Alcaide
Nuncio
Portero
Alguacil
Barbero y cirujano
Proveedor de presos
Nombre
Pedro Camino
Joseph de Armas
Francisco Ibáñez
Alonso de San Juan
Francisco de Alfaro
Juan de San Juan
Toscano
Lorenzo de Zorita
Pedro de Salvago
Alonso Fiesco
Alonso Redondo
Joseph Díaz
Juan Rico
Diego Sarmiento
Hierónimo Pérez
Gaspar Martín
Salario
140.000 maravedís
60.000 maravedís
50.000 maravedís
30.000 maravedís
10 doblas=
104 reales=
3.536 mrs.
20.000 mrs.
20 ducados=
8.600 mrs.
5.000 mrs.
22.000 mrs.
20.000 mrs.
20.000 mrs.
Sin salario
10 doblas=
104 reales=
3.536 mrs.
Sin salario
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798 Luis Alberto Anaya Hernández y Francisco Fajardo Spinola
NOTAS
l. H. Ch. Lea las menciona y describe, como procedimiento de vigilancia por
parte de la Suprema, y cita varias de ellas: vid. Historia de la Inquisición española,
Madrid, Fundación Universitaria Española, 1983, vol. 1, p. 592, Y11, pp. 86 Yss.
Jaime Contreras destacó su importancia y las estudió en su libro El Santo Oficio de
la Inquisición en Galicia. 1560-1700, Akal Editor, Madrid, 1982, pp. 303 Y ss. B.
Bennassar ya había escrito antes acerca de sus posibilidades como fuente histórica,
llamando a su utilización: «Le controle de la hierarchie: les inspections des envoyés
de la Supreme aupres des Tribunaux provinciaux», en La Inquisición española.
Nueva visión. Nuevos horizontes, Madrid, Siglo XXI, 1980, pp. 887-891. Una respuesta
a ese llamamiento es el artículo de Isabel Blanco Cambronero titulado «Enredos
y fraudes en la Inquisición sevillana. La visita del inquisidor Fernando Martínez
para investigar al inquisidor Alava, Historia 16, núm. 142, febo 1988, pp. 3546.
2. Archivo Histórico Nacional (A.H.N.), legajos 1.831-1 la de Bravo de
Zayas, 1.832-2 la de GortáCfar, 1.831-4 y 1.832-4, 5, 6, 7 y 8 la de D.
Claudio de la Cueva.
3. El Dr. Bravo de Zayas llegó a LasPalmas el 27 de enero de 1574, aunque a
efectos de su salario fue nombrado el 27-X-1573. Cerró y fechó el informe de su
visita el 7 de marzo de 1574 (A.H.N., 1.831-1). Millares escribe que estuvo en Canarias
en 1570y 1571, y que recorrió las islas. Lea da esto por bueno(The Inquisition
in the Spanish Dependencies, New York, 1908, p. 148). Y lo mismo Andrés Acosta:
«La Inquisición en Canarias durante el siglo XVI. Una aproximación estadística», en
Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 32, 1986, pp. 147 Y 151. Viera y Clavijo dice
que Zayas vino con Fúnez a fundar la Inquisición: Noticias de Historia General de
las Islas Canarias, Ed. Goya, S.C. de Tenerife, 1971, Tm 11, p. 604. Todos ellos
caen en un error. Millares sostenía que Zayas había retomado a la Península junto
con el inquisidor de Canarias Ortiz de Fúnez, una vez terminada la visita: Historia de
la Inquisición en las Islas Canarias. Las Palmas, 1874, Tm. 11, p. 65. Pero en los
libros de cartas al Consejo consta que murió en Las Palmas, el 23 de junio de 1576, y
que Fúnez fue albacea de su testamento: Archivo del Museo Canario (A.M.C.),
CXXI-30, rol. 152 v.). El Dr. de la Cueva llegó el 28 de febrero de 1592, el mismo
día en que moría el único inquisidor que había entonces, el licenciado D. Francisco
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Las visitas de inspección a la Inquisición de Canarias, siglo XVI 799
Madaleno. La visita la concluyó en 1597, aunque continuó en Canarias como inquisidor
hasta junio de 1600 (A.H.N., 1.832-4).
4. The Inquisition in the Spanish..., p. 150 Y ss.
5. A. Rumeu de Armas: Piraterías y ataques navales contra las Islas Cana-rias,
Instituto Jerónimo Zurita, Madrid, 1948, Tm. lI,passim.
6. The Inquisition in the Spanish... , p. 150.
7. A.H.N., 1.832-2, fol. 552.
8. Los secretarios de las tres visitas fueron, por este orden, Bartolomé Martínez,
procedente del Tribunal de Llerena; Ochoa Ortiz de Larrea y D. Juan Martínez
de la Vega.
9. Op. cit., p. 891.
10. A.H.N., 1.831-1, carta de 18 de febrero de 1574.
11. Ibídem.
12. Viera y Clavijo,op. cit., Tm. 11, p. 605, n. 2. Millares Torres: Historia de la
InquisicJein ...• Tm. 11, p. 11. Richard E. Greenlea:La Inquisición en Nueva España.
Siglo XVI. F.C.E., México, 1981, p. 169.
13. Véanse Anaya Hemández, L. A.: «La oposición conversa a la instalacion
de la Inquisición en las Islas Canarias», I Congreso luso-brasileño sobre la Inquisición,
Lisboa, 1987, en prensa; y Fajardo Spínola, F.: «Las Palmas en 1524. Hechicería
y sexualidad», en A.EA., núm. 31, 1985.
14. Véase Alemán Hemández, Rosario, y Anaya Hemández, Luis A.: «Las
casas de la Inquisición de Las Palmas y algunas características del Tribunal canario
», IV Coloquio de Historia Canario-Americana (1980), Las Palmas, 1982, pp.
487-512.
15. A.H.N., 1.831-1.
16. A.H.N., 1.832-2.
17. Ibídem.
18. A.H.N., 1.831-1.
19. A.H.N., 1.831-1, para todas estas frases entrecomilladas.
20. A.H.N., 1.832-2.
21. El propio secretario del visitador, Ochoa Ortíz de Larrea, fue apresado y
«robado de franceses y la visita hechada en la mar», cuando se dirigía a la Península,
en 1583, a entregar su informe. A.H.N., 1.832-2, fol. 552.
22. Roberto Roldán:El hambre en Fuerteventura. 1600-1800. Aula de Cultura
de Tenerife, 1968, Cfr. p. 7 Ypassim.
23. Esto y lo anteriormente escrito sobre Lanzarote y Fuerteventura, en 1.8322,
fol. 545 v.
24. Viera y Clavijo:Noticias de la Historia General.... Tm. 11, p. 140. Sobre las
epidemias en Canarias en el siglo XVI y principios del siguiente, sus efectos y el modo
de combatirlas, véase Anaya Hemández, L. A., YArroyo Doreste, Aurora: «La peste
de 1601-1606 en las islas Canarias»,Revista de Historia de Canarias. Tm. XXXVIII,
vol. 1, La Laguna, 1984-86, p. 175.
25. Véase el mencionado artículo de Blanco Cambronera sobre una visita al Tribunal
de Sevilla, citado en la nota n.O 1.
26. A.M.C., vol. V, segunda serie, Libro de Cárceles, 1574-1624. El 4-I1I1575
entró a servir el oficio de alcaide Alonso Martínez, por enfermedad de Gaspar
Martín, sastre, que lo había sido y que lo volvería a ser, después de la prisión
del primero.
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800 Luis Alberto Anaya Hernández y Francisco Fajardo Spínola
27. A.M.C. Vol., 2." serie, fo 202-214.
28. Alonso Redondo fue alcaide desde marzo de 1592, en que sucedió a Joseph
Diaz, hasta el final de la visita de D. Claudio pues llevaba a su servicio nada menos
que 26 años, desempeñando los puestos de nuncio, portero, notario del secreto,
receptor y hasta fiscal, por vacante de sus titulares. Sus hijos Alonso y Joseph eran
sus ayudantes.
29. Por ejemplo, ocho marinos ingleses, que fueron capturados en Lanzarote,
sólo iban a la cárcel de noche, a dormir, hasta que un día de enero de 1595 robaron un
barco e intentaron escapar (A.M.C., vol. X, 2." serie, fo 23).
30. A.M.C., vol. X, 2." serie, fo 23.
31. A.M.C., vol. X, 2." serie, fo 23.
32. A.H.N., 1.831-4, fo 831.
33. Rumeu de Armas: PiraterÚls...• Tm. 11, 2." parte, p. 619.
34. Piraterías.... Tm. 11, 1." parte, p. 86. Juan Martínez de la Vega había sido
con anterioridad secretario del Tribunal de Canarias.
35. A.H.N., 1.832-4.
36. Antón de Espinosa era hijo del anterior gobernador de esta isla, Alonso de
Espinosa, quien testificó también en esta información. Ver Darias Padrón, Dacio:
Noticias generales históricas sobre la isla de El Hierro. Goya Ediciones, S.C. de
Tenerife, 1980, p. 180.
37. Rumeu de Armas, op. cit., Tm. 11, 1." parte, p. 27.
38. Op. cit.• Tm. 11, 1." parte, p. 40.
39. Idem. Tm. 1, 2." parte, pp. 849-854.
40. Ver Fajardo Spínola, F.: Reducciones de protestantes al catolicismo en
Canarias durante el siglo XVIII, Las Palmas, 1977, YExtranjeros ante la Inquisición
de Canarias en el siglo XVIII. Las Palmas, 1983. Domínguez Ortlz, A.: «La
armada de Inglaterra en la política de Felipe 11», en Historia 16. n.O 148, Madrid,
1988, p. 31.
41. Parker, G.:EI ejército de Flandes y el camino español. 1567-1659, Revista
de Occidente, Madrid, 1972, p. 28.
42. Anaya Hernández, L. A.: «Las minorias en la historia de Canarias», VII
Coloquio de Historia Canario-Americana, Las Palmas, 1986 (en prensa).
43. Rumeu de Armas, op. cit., Tm. 11, 2." parte, p. 626.
44. A.M.C., CXXI-30, fo 212 vO.
45. Idem, fol. 213.
46. Rumeu de Armas, op. cit., Tm. 11, 2." parte, p. 631.
47. A.M.C., CXXI-30, fa 222 vO.
48. Ibídem, fo 238.
49. Rumeu de Armas, op. cit., Tm. 11, 2." parte, p. 635.
50. A.M.C., CXXI-30, fo 252.
51. Martínez Millán, J.: «La Hacienda del Tribunal de la Inquisición de Canarias.
1550-1808», V Coloquio de Historia Canario-Americana, Tm. 11, p. 562, Las
Palmas, 1985.
52. Martínez Millán, op. cit., p. 582.
53. Op. cit., p. 567.
54. A.H.N., 1.831-1. Esa es -dice- la media de los años 1571, 1572 Y
1573.
55. A.H.N., 1.832-2, fo 545 vo.
56. A.H.N., 1.832-4. Carta de 15 de marzo de 1602.
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Las visitas de inspección a la Inquisición de Canan'as, siglo XVI 801
57. D. Joseph de Armas, fiscal, murió en agosto de 1589; Joseph Díaz, nuncio,
en marzo del año siguiente; el Dr. D. Alonso Fiesco, enjulio de 1600; Juan Rico,
portero, en enero de 1601; Yen marzo de ese mismo año D. Pedro Salvago, contador.
A.H.N., Ibídem.
58. A.M.e., eXXI-30, fo 303.
59. Op. cit., p. 578.
60. Martínez Millán, J.: La Hacienda de la Inquisición. 1478-1500, e.S.Le.,
Madrid, 1984, pp. 277-278.
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