EL SANTO OFICIO DE CANARIAS OBSERVATORIO
DE LA POLÍTICA AFRICANA:
EL CASO DE LAS GUERRAS CIVILES MARROQUÍES
(1603 - 1610)
BARTOLOMÉ BENNASSAR
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
Con motivo de su excelente ponencia en anterior coloquio, el de
1982, el historiador canario Luis Alberto ANAYA consiguió
reconstruir fragmentos importantes de las vidas de cautivos y renegados
canarios en las ciudades de Norte África, sean Marrakech
(Marruecos), Salé, Fez, Argel y otras, aprovechando los testimonios
de los renegados de vuelta y de los cautivos rescatados. Luis
Alberto logró así recoger 470 nombres de cautivos del archipiélago
de los cuales 234 renegaron. Pero, como es lógico, dado el mismo
título del artículo: Repercusiones del corso berberisco en Canarias
durante el siglo XVII. Cautivos y renegados canarios, Luis Alberto
se interesó especialmente por el personal de las Islas, aunque haya
proporcionado informaciones muy interesantes sobre los barcos, las
tripulaciones, los arraeces de Salé, etc... Nosotros, nos proponemos
hoy un objetivo diferente: nos vamos a interesar más bien por lo que
ocurría en Norte Africa, especialmente en Marruecos. No olvidemos
que el tribunal del Santo Oficio de Las Palmas, como cualquier
otro tribunal, pero más que otros por su situación estratégica (situación
que tenían también los de Mallorca, Cerdeña, Sicilia y Cartagena
de Indias), actuaba como un instrumento estatal. Al fin y al
cabo no era más que la proyección local de un Consejo de Estado y
entre otras misiones le cupo procurar informaciones políticas, económicas,
militares a la monarquía.
Luis Alberto, en efecto, apuntó que los confesantes, así Juan
Rodelgas en 1622 o Pedro de la Cruz en 1625, daban con mucha
precisión la composición de las tripulaciones de barcos corsarios de
Salé cuyos arraeces eran renegados: el morisco AH Guardian, el flamenco
Jan Jansz, alias Morato Arraez, y Calafate Arraez. Podemos
comprobar que los arraeces trataban de constituir su tripulación con
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una mayoría de turcos o moras o moriscos expulsados de España,
por considerarlos gente segura, y sólo una minoría de renegados y
cautivos cristianos con fin de evitar rebeldías, lo que no resultaba
suficiente, así como lo demuestra la relación de Pedro de la Cruz de
la rebeldía contra Ali Guardian. Los inquisidores también piden
relaciones de las empresas de corso a las cuales participaron los
renegados. Ya lo hacían en el siglo XVI: por ejemplo es muy detallada
la relación del castellano de Dueñas, Miguel Camero, en
1587; después del reniego este hombre, que casó con una mora
Argel y que un año después salió en corso hacia las costas de Italia:
en Córcega tomaron a 50 cristianos; luego, se fueron a la isla de
Elba y a la costa toscana en Orbetello y Porto Ercole donde tomaron
dos naves venecianas que llevaron a Bizerta. Una segunda
empresa tuvo por meta el cabo Sao Vicente donde sucesivamente se
apoderaron de una carabela, más una barca de pescadores, cautivando
así a quince hombres que fueron echados todos al remo con el
consiguiente grillo y por fin a Lanzarote donde huyó.
Más interesantes aún para los inquisidores eran los informes
que los cautivos o renegados podían procurar a propósito de las fuerzas
del enemigo. Así, Juan Pérez, vecino de la isla de La Palma, que
fue cautivo siete ú ocho años en Berbería, pudo avisar a los regidores
de Cádiz que se preparaba una empresa de corso con diez a doce
galeras y declaró después en Las Palmas que Morato Arraez tenía
en Salé dos galeras nuevas y dos aún no acabadas que no estarían
listas para salir al mar este año (1587) pero añade que Morato posee
en Argel 50 galeras, lo que parece exagerado. También es interesante
lo que dice Juan Pérez según lo cual el Gran Turco estaba
enojado con Morato por haber venido éste a Lanzarote sin su licencia.
Así, en 1587, parece que el Turco conservaba pretensiones
sobre Marruecos.
Pero hoy queremos fiamos en los primeros años del siglo XVIII.
A nosotros nos llamó la atención un hecho relevante: en el plazo de
diez años (1603-1612) observamos que muchos renegados españoles
y portugueses, entre ellos unos que habían alcanzado puestos
muy elevados en la jerarquía marroquí, vuelven voluntariamente a
tierras de Cristiandad. Muchos se presentaron delante del tribunal
de Sevilla, diez y nueve de una vez en 1606, después de robar un
bergantín que les permitió cruzar el estrecho y llegar a Cádiz y
veinte y cinco en 1612, también juntos. Se trataba de treinta españoles,
quatro portugueses, quatro franceses, tres italianos, un flamenco
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y dos cuya nacionalidad queda incierta. Por mala suerte (para los
historiadores) los inquisidores de Sevilla manifestaron poca curiosidad
y así nos escapan informaciones interesantes. Al revés, el tribunal
de Canarias actuó de otro modo en el proceso de cinco
renegados (erches) y nos permite entender los motivos de estas vueltas
masivas a la Cristiandad en estos años. Evidentemente, los renegados
dicen todos (y no solamente estos cinco) que volvieron para
salvar su ánima, para «vivir y morir en cristianos», puesto que era
imposible ganarse el paraíso en la maldita secta de Mahoma. Yo no
soy más escéptico que el promedio de los historiadores y hubiera
creído que era cuestión de arrepentimiento, de nostalgia de la fe del
bautismo, de la fe de los padres, si se tratara de algunos individuos.
Pero tantos y varios de ellos viviendo en Marruecos desde 25 o más
de 30 años y con tan buena posición social ricos, poderosos, honrados,
privados de los reyes marroquíes, con mujeres e hijos Así me
surgió la sospecha. Y gracias a la curiosidad de los inquisidores
canarios de 1610, al buen sentido de sus preguntas, el problema está
resuelto. Basta para eso leer con cuidado e interpretar el preciso
documento que aparece en el Archivo Nacional de Madrid, Sección
Inquisición, Legajo 1.821, expediente 15. Llamado «Reducción de
cinco erches renegados de Berbería y sus confesiones», este documento
tiene exactamente 150 folios.
Antes del mismo tribunal de Las Palmas, el gobernador de la
isla de Lanzarote donde abordaron los cinco erches entendió la
importancia política del asunto. En el folio 9 encontramos una carta
suya dirigida al santo Oficio en que escribe: «traen todos a mi parecer
muy grande arrepentimiento de sus culpas y grande ansia de
pasar de aquí a España a dar a su Majestad ciertos havisos de
importancia para poder tomar con facilidad las entradas y puertos de
Berbería». Todos, es decir los cinco renegados de que vamos hablar
más adelante. Pero ya vemos como, después de la consabida alusión
a sus culpas y a su arrepentimiento el gobernador pone el dedo en las
informaciones militares que llevan los cinco erches. y, antes de
transferirlos como era su deber al tribunal inquisitorial, les hace una
pregunta de sumo intetes para el: a todos les pregunta si, en la costa
de Berbería hay alguna señal de formarse una armada para venir
sobre las islas y con mucho contentamiento recoge de todos la
misma información que expresa en su carta: «no hay galera ninguna
en toda la costa de Berberia ni nao de alto bordo en que anden moros
sino solo tres fregatillas las dos en Larache y la una en Tetuán y que
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10 Bart%mé Bennassar
no salen de los puertos ni ay genero ni muestra de guerra salvo la
que los reyes moros tienen entre si que es mucha. Primera mención
de un hecho esencial: las guerras de sucesión entre los hijos de
Almanzor.
Pues bien. Pero: ¿de qué se trata?
A mediados del mes de marzo de 1610 han tomado tierra en el
puerto de Rubrión, en Lanzarote, «cinco hombres moros» que
decían eran cristianos bautizados y querían volver a su fe. Traían
con ellos a cinco esclavos negros. Habían llegado a bordo de una
carabela montada por una tripulación de piratas ingleses y venían
del puerto de Santa Cruz (es decir Agadir) donde los cinco renegados
habían pedido a los ingleses de llevarlos a tierra de cristianos,
ofreciendo de pagarles bien. Leyendo el documento descubrimos
que entre los cinco hombres hay cuatro portugueses y un morisco
español. Tres de estos portugueses: Gaspar Ramos, de Extremoz,
47 años; Sebastián Páez da Vega, de Lisboa, 47 años; Simón Mendes,
de Silves en el Algarve, casi 65 años, habían sido tomados en la
batalla de Alcazarquivir donde se perdió el rey Don Sebastián, es
decir 32 años antes. El cuarto, Luis Barreto, de Santarem, de 39
años de edad, había sido cogido en Tánger 23 años antes; y por fin,
el morisco, Luis Pérez, era un viejo de 80 años, cautivado en la
barra de Sanlúcar ocho años y medio antes y que, por tales motivos,
no ofrece tanto interés como los demás. Según ya dijimos salta la
pregunta: ¿porque vuelven de Marruecos estos hombres después de
tantos años? Aún más cuando el documento, en su principio, adelanta
que eran gente importante, escribe (fol. 7): «Saltaron en
Rubrión puerto de esta isla quatro alcaides y uno alférez del rey de
Sus... habían vivido en la ley de Mahoma habiéndose casado alla
entre los cuales viene un gran privado del rey, caballerizo mayor
suyo y visorey del reino de Sus, pesona muy estimada y muy rica...»
De hecho, este último, Sebastián Páez da Vega llevaba consigo una
patente y varios poderes en blanco con firmas para nombrar alcaides,
capitanes, y dar oficios a quien le pareciese en el reino de Sus,
«y salio de la ciudad de Fez para el dicho efecto a primero de septiembre
de seiscientos y nueve». Entonces, que les pasó a esta gente
para dejarlo todo y volverse a tierra cristiana?
Procedimiento como 10 exigían el derecho y la lógica el tribunal
de Las Palmas quiso primero averiguar la importancia de los hom-
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bres que se presentaban así por su propia voluntad en tierra espa':ñola.
No encontró dificutlad en hallar (buen fichero tenía el tribunal)
a cinco testigos, cuatro mujeres y un clérigo, los tres de la ciudad de
Teguise en Lanzarote y los dos de Santa María de Betancur en la
isla de Fuerteventura, que habían vivido mucho tiempo cautivos en
Fez y que, forzosamente, habían de conocer a estos hombres si eran
tan famosos. Así, las dos primeras, María Alonso y su sobrina Luisa
del Cabo, fueron cautivadas en la entrada en Lanzarote del año de
1586 y vivieron 23 años en Fez, de suerte que habían vuelto menos
de un año antes. Y de hecho, conocían perfectamente a los cinco
erches, especialmente al más ilustre. Sebastián Páez da Vega que
habían tratado varías veces en la aduana de los mercaderes cristianos,
puesto que Luisa del Cabo había casado en Fez con el mercader
portugués encargado de la aduana y de los negocios de rescate
de los cristianos, Leonel de Quadros. Así que no cabía duda acerca
de la personalidad de los cinco erches y de los cargos que desempeñaron
en Marruecos, confirmados por los testigos.
Parece que Simón Mendes, el más viejo, tardó mucho en renegar
e intentó varias veces escapar, aunque surgen algunas contradicciones
en sus declaraciones. Pero, después de hacerse moro, con la
protección de un renegado portugués, Almanzor Gutiérrez, llegó a
cargos importantes: teniente de la guardia del príncipe Muley Xeque
(El Mamun), luego participó a la empresa de conquista del Tuat y
del Tuguriri (el Gurara) con 5.000 camellos y caballos de carga y
3.000 caballos de batalla. De vuelta a Marruecos (Marrakech) fue
guardia mayor de los muleyes, es decir de la familia real. También
tuvo el cargo de unos quince jarifes rebeldes, que vigilaba en una fortaleza
con cien soldados «erches y andaluces». Después de la
muerte de Almanzor (Muley Amet en el documento) pasó al servicio
de El Mamun y luego de Abd Allah su hijo.
Luis Barreto, que estudió algún tiempo en Salamanca (y por
eso Almanzor le llamaba con ironía «el monje»), estuvo uno de los
cuatro criados encargados del servicio doméstico del rey, de su mesa
y de su vestir; también le cupo el cuidado del batallón de 200 jóvenes
renegados, criados del rey, que vivían juntos. Según dijo intentó
huir y fue encarcelado durante tres años. Más tarde, bajo el mando
de Abd Allah, Barreto recibió el cargo de las huertas reales de la
ciudad de Marruecos y luego fue alcaide de la pólvora, escopetaría y
municiones, cargo de mucha responsabilidad en esta época de guerras
civiles. Alto cargo pero frágil por los cambios incesantes que
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producían en Marruecos las victorias y derrotas sucesivas de los
pretendientes a la soberanía.
Gaspar Ramos empezó por cuidar a los hijos de un alcaide de
Almanzor y, más tarde, estuvo con Muley Zidane en Mequinés
hasta la" muerte de Almanzor. Zidane hizo de Ramos su sargento
mayor con autoridad sobre 1.500 hombres pero, en las guerras civiles,
Ramos dejó a Zidane y pasó al servicio de Muley Xeque y, después,
de su hijo Abd Allah: ejemplo de los continuos vaivenes de los
renegados de un campo a otro, con evidentes riesgos.
Por fin, Sebastián Páez da Vega fue el que, sin duda, consiguió
los cargos de más prestigio: sucesivamente recibió el oficio de caballerizo
mayor, alcaide de la soldadesca, cobrador de las rentas reales,
pagador del ejército, y manejo cuantías de dinero impresionantes,
Páez da Vega quedó algo discreto en sus declaraciones,
por lo menos al principio, pero las mujeres canarias que le conocieron
en Fez dicen: «Es muy poco lo que ellos cuentan y dizen del
señorío y mando que tenían en Berberia y particularmente el capitán
(Páez da Vega)porque era allá Segundo rey». Y más tarde, en su
confesión, Sebastián admitió que vivía permanentemente con el rey
y que había acumulado grandes riquezas: palacios, casas, jardines,
esclavos (las testigas hablan de cincuenta esclavos, quizá con exageración),
diez y siete caballos ricamente adornados, sedas, brocados,
piedras preciosas y... ochenta y siete mujeres esclavas con algunas
de las cuales comunicaba como amigas. De hecho, las testigas
sabían que tenía a varias concubinas, aunque sus testimonios hayan
sido favorables a Sebastián Páez. Los cuatro hombres admitieron
que se habían casado una o más veces a usanza de moros con mujeres
moras o, más frecuentemente, hijas de renegados y todos tuvieron
a hijos cuyos algunos estaban con vida al tiempo de su
evasión.
Pues bien. Estos quatro hombres y el morisco, cuya fe cristiana
está referenciada por todos (y paradójicamente fue el único que no
renegó) se reunieron para cumplir con una misión que cuentan de
forma casi igual como si hubieran preparado un discurso de antemano
y lo hubieran aprenc' en todos sus detalles para hablar
delante de los jueces de una sola voz. ¿Qué dicen?
Cuentan un episodio de las guerras civiles en que tuvieron protagonismo.
En la contienda que afrenta a uno de los hijos de Almanzor,
Muley Zidane, y uno de los nietos del gran rey, Abd Allah, hijo
de El Mamun y sobrino de Ziú,me, este último se había apoderado
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de la ciudad de Marruecos mientras Abd Allah quedaba el dueño de
Fez. En el sur se alzó un morabito (un santo de su ley según la
expresión de los erches, que entró en conflicto con Zidane y envió
un correo a Abd Allah y su tío Bufarés, en Fez, declarándose su
vasallo y pidiendo qu~ se le mandase una persona de confianza a
tomar posesión del Sus en nombre de Abd Allah y apoyarle en su
lucha contra Zidane. Entonces el rey de Fez llamó a Sebastián Páez
da Vega, le nombró virrey del Sus y le dio como treinta cartas de
poder, estos mismos documentos que Páez da Vega llevó a Canarias,
y le dejó libre de escoger a sus compañeros que fueron estos
mismos hombres que acabamos de identificar. Sebastián añade que
aceptó para tener más facilidades de volverse a tierra de cristianos y
por eso eligió a los demás, sabiendo que estaban con el mismo
deseo. Es posible, ya veremos porqué. De todos modos, Páez da
Vega y sus compañeros fueron hasta el Sus con sus criados y hombres
de escolta, embarcaron en Larache en un barco francés que, en
el plazo de siete días, los llevó al puerto del Sus. Pero ya llegados
supieron que había muerto el morabito Brahen que había llamado a
Abd Allah y en su lugar estaba un primo suyo. Buazon (?) que había
tomado el poder y no tenía ganas de compartirlo con cualquiera.
Recibió con cortesía y regalos a Páez da Vega y a sus hombres pero
«dilató por entonces el cumplimiento de lo que su primo habia prometido
y asi los entretuvo como cinco meses...». Es decir, con otras
palabras, que Buazon no cedió el poder a Páez da Vega y éste no
pudo usar los poderes que traía consigo. No le quedó más que pedir
licencia a Buazon para volverse a Fez y éste, satisfecho, se la dió.
La pequeña trupa se fue hasta Santa Cruz (Agadir), allí se concertó
con los ingleses, creyendo los moros del grupo que salían para Fez y
así llegarían a Lanzarote donde se presentaron al gobernador de
la isla.
¿Cómo se explica este cambio rotundo de programa? Las preguntas
de los inquisidores y las contestaciones de los cinco erches
después de la muerte de Almanzor, opusieron a sus hijos y nietos con
gran lujo de detalles los episodios de las guerras de sucesión que,
después de la muerte de almanzor, opusieron a sus hijos y nietos con
un sinfín de batallas sangrientas, matanzas, traiciones, etc. Hoy,
conocemos la crónica de estas guerras pero en 1610 la situación
quedaba muy confusa para los que estaban fuera y resultaba importantísimo
para España saber lo que pasaba en un reino que, en los
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tiempos aún tan recientes de Almanzor, había alcanzado tanto prestigio,
riqueza y potencia.
Almanzor había dejado a tres hijos: Muley Xeque (El Mamun),
Muley Zidane y Abu-Farés. El heredero elegido y proclamado por
Almanzor era Muley Xeque pero éste, poco antes de la muerte del
gran rey, se había alzado contra su padre y había sido encarcelado
en Mequines, lo que alteraba el panorama. Hasta tal punto que después
de la muerte de Almanzor los juristas y notables marroquíes
reunidos en Fez eligieron a Zidane, quizá el más capacitado de los
hijos de Almanzor. Pero la gente de Marruecos (Marrakech) no
quiso aceptar esta elección y nombró a su gobernador, Abu-Fares,
hermano de Zidane. Abu-Fares para aumentar sus posibilidades
cometió el error de devolver la libertad a El Mamun y este último,
inmediatamente, se la jugó por su cuenta de modo que la lucha se
desarrolló entre los tres hijos, uno de ellos aliándose contra el tercero.
Anarquía y confusión totales, aún aumentadas por el papel
creciente del hijo de El Mamun, Abd Allah.
Ahora bien. Los ejércitos marroquíes eran hechos en buena
parte de renegados de todas procedencias: españoles y portugueses
en mayoría pero también italianos, franceses, ingleses, turcos otomanes,
etc. que iban donde más ganancias esperaban, cambiando de
campo con facilidad. Los renegados tenían más fuerza en Fez, constituyendo
una camarilla alrededor de El Mamun y luego de su hijo
Abd Allah. Estos dos príncipes no se conformaban con las reglas de
la religión musulamana y cometían todas clases de desmanes: orgías
con bebidas a base de alcohol, hazañas sodomíticas puesto que El
Mamun amparaba a toda una cuadrilla de bardajes, violación del
ayuno del Ramadán, violación de las mujeres de Almanzor por su
nieto Abd Allah. ESéandalizaban a los buenos musulmanes. Y
siendo los más destacados de sus colaboradores renegados cuya fe
resultaba sospechosa la reacción religiosa, diríamos de tipo <<integrista
», que tuvo su origen en el sur, inspirada por morabitos con
aires de dühad, cobró cierto color nacional, hostil a los renegados.
Desde luego, no es sorpresa que Buazon no haya querido deshacerse
de su poder a favor de Sebastián Páez da Vega, hombre mandado
por Abd Allah y quien, a pesar de sus 32 años de Marruecos quedaba
un extranjero, un portugués. Es muy probable que Sebastián y
sus compañeros hayan observado el recelo de sus huéspedes. Pero
hay más. Páez da Vega había sido el privado de Almanzor y luego
de su hijo El Mamun. Este último, a principios de 1609, vencido por
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Zidane, se había embarcado en Larache para España con la intención
de pedir ayuda a Felipe n. Tal comportamiento olía a traición y
ponía en peligro a los partidarios de Muley Xeque El Mamun. La
misión confiada a Páez da Vega en el Sus podía también interpretarse
como una maniobra de Abd Allah para alejarle del centro del
poder a favor de otros. El mismo Abd Allah era un personaje inquietante
que no dudo, en agosto de 1609, en ahogar a su tío Abu-Fares
que había luchado a su lado. Siendo la misión de Páez da Vega en el
Sus, al fin y al cabo un fracaso, que les podía complicar la vida, éste
y sus compañeros habían decidido huir, so color de conversión, para
pasar pronto a España, quizá ganarse un puesto en la Corte a cambio
de las informaciones que llevaban de Marruecos sobre el estado
el ejército marroquí, su armamento, los navíos, las rivalidades entre
facciones y jefes, el tesoro, las complicaciones eventuales, las personalidades
de Zidane y Abd Allah, etc. Es significativo que estos
hombres hayan conseguido muy en breve, después de la reconciliación,
absueltos ad cautelam, un salvoconducto para Madrid. También
son elocuentes las preguntas que les hicieron los inquisidores,
relativas a la situación política y militar.
A todos les pidieron, según la costumbre, el discurso de su vida
y les dejaron hablar larga y detenidamente, sin interrumpirles: en la
confesión de Sebastián Páez da Vega que cabe once largas páginas
la relación de las guerras civiles marroquíes se extiende en ocho
mientras que las contestaciones a propósito de las ceremonias de
moro que hizo Sebastián y su conocimiento de la doctrina cristiana
se reducen a una sola página. La relación de Simón Mendes también
era muy detallada en cuanto a las guerras civiles, así como la de
Luis Barreto. Excepcionalmente breve fue la de Gaspar Ramos.
Ademas, las preguntas complementarias de los inquisidores tuvieron
un marcado sabor político y militar. ¿Cuáles fueron estas preguntas?
Las siguientes:
- Lo que este confesante a entendido y sabido cerca de lo que
el dicho Muley Xeque a tratado y trata de entregar Al Arache al rey
nuestro señor. Don Felipe de Austria.
- Lo que ha entendido este confesante de los moriscos que
han pasado de España a Berbería.
Las dos preguntas tenían extraordinaria actualidad. En este
momento, marzo de 1610, la cesión de Larache había sido exigida
por los españoles como precio de su ayuda y prometida por el El
Mamun pero unos hombres que habían sido sus privados y alcáides
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podían conocer mejor sus intenciones verdaderas. El interesante
apuntar que Simón Mendes hizo constar que Muley Xeque era un
personaje inconstante, incierto, y que, en 10 de Larache, podía engañar
al rey de España. El mismo Mendes señaló que El Mamun tenía
mucha amistad con el duque de Toscana y hubiera preferido refugiarse
en Toscana que en España. Por su parte, Sebastián Páez da
Vega declaró que la cesión de Larache hubiera sido muy fácil
cuando El Mamun era rey de Fez pero que ahora la cosa resultaba
más dudosa y dependía de la batalla entre Zidane y Abd Allah cuyo
resultado Sebastián aún no podía conocer. Si vencía Zidane
sería muy difícil puesto que Zidane representaba la corriente
Zidane sería muy difícil puesto que Zidane representaba la corriente
más nacional y musulmana ortodoxa (no 10 dice así Páez pero se
deduce de sus dichos). Mientras que sí ganara Abd Allah sería más
fácil. El juicio de Sebastián Páez da Vega era exacto puesto que, a
pesar de la presencia de El Mamun en Larache, la plaza pudo entregarse
a los Españoles sólo después de un duro enfrentamiento en
diciembre de 1610, y esto a pesar de los éxitos de Abd Allah que
confinaban provisionalmente a Zidane en el sur.
Es curioso que la segunda pregunta la hicieron sólo a Sebastián
como si hubieran entendido que era el hombre de más relieve y con
más conocimientos. El portugués insistió en el gran número de
moriscos que habían llegado a Marruecos y la importancia estratégica
del acontecimiento, dado que sabían hacer escopetas y pólvora
y construir fustas. Sebastián Páez da Vega, sin saberlo aún, ponía el
dedo en uno de los elementos esenciales del creciente poder de los
corsarios de Salé.
Así, en este proceso, a 10 largo de los 150 folios, es evidente la
supremacía de las informaciones de índole política y militar sobre
las cuestiones religiosas. Es cierto que la coyuntura de 1610 no era
cualquiera coyuntura: era un momento clave de la evolución de las
relaciones entre España y el mundo musulman, especialmente el
Magrheb. Pero es también cierto que en esta coyuntura el tribunal
de Canarias desempeño a fondo su papel de observatorio de
Norte África.
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