LA ARQUITECTURA EN LA COYUNTURA DE LA RIVALIDAD
POLITICA: EL CASO DE ICOD Y GARACHICO
En las obras de los historiadores canarios, así como en los nume-rosos
libros de viajes dejados por los visitantes ocasionales de las Islas
(sobre todo, ingleses y franceses en el pasado siglo), la arquitectura es
una referencia obligada para mostrar la mayor o menor importancia
de un lugar. Este recurrido argumento hace mención, casi exclusiva-mente,
de los edificios oficiales y religiosos más sefíeros, omitiéndose
en la mayoría de los casos, salvo honrosas excepciones (bá~icamente,
los textos de extranjeros), la más personal y definitoria arquitectura pri-vada.
Igualmente se ignoran, por lo general, otras artes, siendo poco
numerosas las alusiones a obras de pintura o escultura. Cuando se ha
intentado encumbrar una ciudad o isla por encima de otras, los valores
arquitectónicos han estado presentes en la exposición de las tesis como
argumento de peso, junto con otros aspectos diversos (sociopolíticos,
económicos, geográficos, culturales...), acusándose con mayor énfasis
en los momentos de mayor intensidad de las rivalidades por la obtención
de privilegios políticos.
El fenómeno de la rivalidad política adquiere su mayor auge en el
siglo X I X . Las i~l a so ciudades, para difundir sus reivindicaciones y pro-curarse
la obtención de determinada preeminencia, acuden a la publi-cación
de folletos, que se constituyen en órgano básico de exposiciOn
y polémica. El caso más evidente es la. continua pugna decimonónica en-tre
ias islas cie Gran Canaria y Tenerife para alcanzar la capitalidad de
la provincia. Así, entre otros folletos, resultan significativos la repre-sentación
hecha por Jocé hlurphy al Congreso Nacional en 1821 ', en
la que destaca la «hermosura y comodidad* de los edificios de Santa
1 . Represc:ztación que don José Murphy, prnrrrrndou ciwdicn de regrr~dn *.,o!" de!
Ayuntamiento Constrtucional de Santa Cruz de Tenerife en Canartas, hace al Congreso
Naczonal, Madrid. 1821.
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Cruz de Tenerife, y el escrito coincidente del tarrbién tinerfeño Fran-cisco
María de León, de 1835 '. La actividad ejercida por los políticos
grancanarios no es menor en este sentido, casi siempre saliendo al paso
de las afirmaciones tinerfeñas. Destacamos el folleto del activo Anto-nio
López Botas y Juan Evangelita Doreste, coztra otro de Julián Feo
de Montesdeoca, defensor de Santa Cruz, en el que critican la existen-cia
de «edificios creados con belleza y gusto» en la capital tinerfeña, y
alaban las construcciones de Las Palmas 3. Semejante panegírico tam-poco
está ausente en el no menos apasionado ercrito de Sebastián Díaz,
asimismo grancanario 4 .
La utilización de la arquitectura como argumento político se paten-tiza
aún de manera más clara en Gran Canaria, durante la primera di-visión
provincial (1852-1854). En este momento, se enardecen 10s «sen-timientos
patrios*, practicándose una actividad constructiva de obrds
oficiales y públicas muy notable. Anulada la división, los de Las Pal-mas
insisten en las ventajas arquitectónicas realizadas, en ejecución o
proyectadas, que propició aquel bienio (establecimientos de beneficen-cia,
el proyecto de una cárcel pública, la conclusión de las Casas Con-sistoriales,
la plaza de mercado, el muelle. diversas carreteras) ', como
una justificación, junto a otros razonamientos, de la conveniencia que
suponía la existencia de dos provincias.
En otras ocasiones, las rivalidades han tenido carácter urbano, pro-liferando
especialmente a principios del XIX, con las pretensiones de
varias poblaciones a ser cabeza de los partidos judiciales: La Lagunal
Santa Cruz de Tenerife, Icod/Garzchico, Granadilla,NiIaflor, Gáldar!
Guía, Arrecife/Teguise, La Oliva,Betancuria, o Puerto de la Cruz!La
Orotava 6. El caso que vamos a tratar ahora se centra en la isla de Te-nerife
y responde a este último tipo de enfrentamiento entre dos urbes:
la lucha de Icod y Garachico en el primer cuarto del siglo por el título
de cabeza del partido de Daute. Aunque funciona como síntoma de uim
situación general, los sugestivos argumentos expuestos por los ardoros.x
2. MARCOS GUIMERA PERAZA: <<Don Francisco María de León (1799-1871). Su tiempo.
Sus obras^, Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 9, 1963, pp. 165-233.
3. Mea BOTAS Y DORESTE: ¿a ciudad de ¿as Faimas de Gran Cüriirriü ~ ~ i i í e i i ü i i d ~
a varios impresos publicados en la villa de Santa Cruz de Tenerife, demuestra srr s r p -
rioridad respecto de esta Última, Las Palmas, 1842.
4. SEBASTIAND fAZ: Un ciudadano en defensa de los intereses de la ciudad de Las Pal-mas
de Gran Canaria su patria contra las pretensiones injustas del ptievto de Santa
Cruz sobre la capitalidad desta provincia, Las Palmas. 1842. Para todo lo referente a
la división es imprescindible MARCOS GUIXERA: El pleito insular (1808-1936), Santa Cruz
de Tenerife, 1976. También el estudio inédito de CHIL Y NARASJO: Estudios Históricos,
iMs. 9, 11-A-5, Archivo del Museo Canario.
5. informe presentado por Crisió~ai dri Casíiiio. Bai~iüiüiiiC Günzdkz y Antoak Lbpez
Botas. en sesión del Ayuntamiento de Las Palmas de 30 de marzo de 1834. Archivo del
Ayuntamiento de Las Palmas, Actas, 1854, s/f.
representantes de ambos lugares, sobre todo en el campo urbanístico
y arquitectónico, bien merecen este estudio.
1.1. Los hechos
Daute, situado al NO de la isla, era uno de los tres partidos exis-tentes
en Tenerife (los otros eran La Laguna y La Orotava) hasta prin-cipios
del siglo XIX, y se dividía en dos distritos: Icod y Garachico.
En 1806, ambas poblaciones, muy cercanas entre sí, pretenden ser sede
del nuevo juez de Letras, probando su particular derecho a la capita-lidad
del partido 7. En diciembre de 1812, Icod es nombrada cabeza
de partido, debido a su mayor vecindario ', hasta que un decreto de 21
de marzo de 1821 la traslada temporalmente a Garachico. Por fin, ia
capitalidad de Icod fue aprobada definitivamente en sesión de las Cor-tes
del 18 de mayo de 1822, gracias a la intervención parlamentaria
del diputado tinerfeño José Murphy 9. Un liberal como el cronista Fran-cisco
María de León no tiene reparos en afirmar que se trasladó «just~-
mente al floreciente pueblo de Icod desde su decadente rival Gara-chico
» 'O.
1.2. Los folletos de Delgado Cáce~esy Lugo y Molina
Entre 1806, inicio de la rivalidad entre ambos lugares, y 1822,
fecha oficial del término de la pugna por la capitalidad, Icod y Gara-chico
son un hervidero de intrigas y gestiones. Para apoyar sus obje-tivos,
se publican diversos folletos (generalmente en Madrid, por evi-dentes
razones de efectividad), en los que fe advierte una doble facet~.
virulentos ataques a su respectivo rival en diversos terrenos y exposi-ción
de sus reivindicaciones a través de los subjetivizados valores que
presenta cada población. De los cinco folletos que conocemos sobre
este asunto, tres son favorables a Icod y el resto a Garachico. El pri-mero
del que tenemos noticia fue redactado por el erudito icodense
Fray Andrés Lleigado Sáceres (ei principai iuchador, junto con el primer
6. FRANCISCMO AR~DAE MN:A puntes para la historia de las Islas Canarias, 1776-1868,
Santa Cruz de Tenerife, 1966, p. 136.
7. E. GUTIÉRREZ MPEZ: «El partido de Icodn, Revista de Htstoria, núm. 23, La La-guna,
julio-septiembre, 1929, pp. 221-223. También sobre la división del partido, MARCOS
GUIMERA: José Murphy, Santa Cruz de Tenerife, 1974, pp. 56, 57, 75.
8. C.VT~&P.Z EPZ:ir le=, xh. 24, xkt-re-Uicieí~ibre, 1929, p. 2%.
9. GUIMERA: José Murphy, p. 104.
10. FRANCISCOM .* DE LE~N:o p . cit., p. 170.
marqués de Santa Lucía, Francisco de León Huerta, por la hegemoní'~
de Icod), siguiendo una decisión del famoso «Concejo abierto* de 11
de abril de 1814 ". Contiene la historia e importancia de su población,
para sustentar con ba:e sus derechos y aspiraciones, elevándose, junto
con instancias y demás documentación, a las autoridades peninsulares.
Por el contrario, en ese mismo año se publica en Madrid otro fo-lleto
del diputado José Lugo y Molina, en el que reivindica para Gara-chico
el título de capital del partido de Daute 'L. Para ello se apova
en las razones coincidentes de la Audiencia de Canarias y el propio
Ayuntamiento de Garachico, que van desde la legitimación de su po-blación
como sede de1 partido dezde la conquista de la isla, su situa-ción
costera y su posición más céntrica, a ser residencia de cinco títu-los
de Castilla y de las casas más hacendadas y ricas de la zona, y a la
existencia en el lugar de diversos cargos administrativos (de Aduana,
Tabaco y Correos), así como un vicario eclesiástico, la plana mayor dd
regimiento de Daute y un alcalde mayor.
2.1. Los folletos de León Hzsertca y el anónimo de Garachico
Pero los escritos más importantes, y también más apropiados e in-teresantes
para este trabajo, son consecuencia del circunstancial tras-lado
de la capitalidad a Garachico en 1821 y su vuelta a Icod el año
siguiente. En este agitado bienio se publicaron tres folletos, dos por
Luis de León Huerta y Domínguez, natural de Icod, y otro, cronoló-gicamente
intermedio, anónimo, que es una réplica del primero del ico-dense.
En ellos, como un intento de justificar y respaldar más clara-mente
sus derechos, aparecen eruditas citas bibliográficas de recono-cidos
historiadores, singularmente Núñez de la Peña y, cobre todo,
Viera y Clavijo. León Huerta (1797-1862), hijo de los marqueses de
Santa Lucía y hombre de fecunda actividad política, publica en 1821
un primer folleto en Madrid, aprovechando su estancia en Alcalá de
Henares, donde estudiaba Derecho 13. Un año después, un anónimo,
11. GUT ~ ~RRLE~ZPE Z: ídem, núm. 25, enero-marzo, 1930. p. 19.
12. JosÉ Luco Y MOLINA: Dictamen de don José de Lugo, diputado en Cortes por
la probincia de Canarias, sobre la división de partidos de aquellas islas, Madrid, 1814.
Lo reseña MARCOSG UIMERAE: l pleito insular, p. 10. El folleto consta de ocho páginas,
más un cuadro plegable con el plan de división de partidos y distribución de funcio-narios
públicos.
13. Sobre Luis de León Huerta, MILLAR. CARLOB: ic-bibliografía de escrirores naturales
de las isias Canarias, i932, p. 327, qüe induyz las fichrs de -U'; dvs &ras, rsi coz^
la réplica garachiquense a la primera; G U T I ~ RLR~~P EZH: istoria de la ciudad de Icod
d- los Vinos, La Laguna, 1941. p. 21, núm. 2: FERNANDU DE BETHENCOCRh'To:b iliari~ a
«amante de la verdad y la justicia», y que, al parecer, como expone
Gutiérrez López, debe ser Jose Martínez Ocampo, publica un extenso
folleto l4 en el que replica con dureza a los argumentos de Huerta. Por
último, también en 1822, éste edita otro escrito reiterando con mayor
fuerza los derechos de Icod para recuperar la capitalidad de la que «in-justamente
le despojaron* el año anterior, gracias a los erróneos infor-mes
de los ex-diputados canarios Manuel Echevarría y Domenech y
José Cabeza y Mora (ambos elegidos en 1820) 15.
Todos los argumentos expuestos en estos tres folletos los diferen-ciamos
y agrupamos en los siguientes siete puntos:
1) La importancia del pasado histórico de la población y su es-tado
actual.
Si reconociendo Icod que Garachico (orgullosa de su historia pa-sada)
le aventaja en este aspecto, justifica en estos momentos su mayor
relevancia, Dásicamence, por la ruina acmai de Garachico y su menor
número de habitantes (se registran 3.789 en Icod y 1.861 en su rival).
2) Las ventajas geográficas del lugar en relación con los restantrs
pzkeblos del partido.
Icod, amparándose en un apartado de la ley de 9 de octubre de 1812,
en la que se estipulaban las condiciones para la instalación de los par-tidos,
sostiene que es centro de la jurisdicción (cuyos extremos son
San Juan de la Rambla y Buenavista), y, por lo tanto, goza de una
posición más favorable. Garachico, en cambio, «está confinante con
las costas, rodeado de volcanes horrorosos y áridos». Como vimos an-
Canarias, 11, La Laguna, 1954, pp. 369-370. El folleto, de 28 páginas, se titula Reflexiones
que don Luis de León Huerta y Dominguez dirige a los señores de la comisión de Dipu-taciones
Provinciales acerca de la residencia de :a cabeza del partido de Daute en Te-nerife,
una de las Canarias, Madrid, Imprenta del Censor, 1821.
14. Defensa de la verdad y de la justicia en contestacidn a las reflexiones que don
Luis .d e. León Huerta y Dominguez dirigió a los señores de la comisión de diputaciones p~üí i i i¿iüle~a,~ eiccid e la residerrciu de iu cabeza dei pariidu de íiauie en Tenerife, una
de las Canarias, por un amante de la justicia y de la verdad, Madrid, Imprenta de
1. Sancha, 1822. El folleto, de 95 páginas, se fecha en Garachico el 30 de septiembre
de 1821.
15. El segundo folleto de León Huerta, de 43 páginas. tiene al final un apéndice
de seis documentos que manifiestan los injustos manejos de Garachico y aseguran la
capitalidad de Icod, Impugnación que hace el ciudadano Luis de León Huerta a las
equivocadas ideas que el 24 de marzo de 1821 produjeron en el congresa los señores
ex diputados Echevarría y Cabeza despojando al pueblo de Icod, en Tenerife, una de
:as Caxarias, de: calzrktei. de cabeza de mi-¿ido que ie co,iespoir& por iu .ie+ de Y de
octubre de 1821, y defendiendo injustamente tu capitalidad del lugar de tan contrario
a los inalterables principios de la justicia y las leyes establecidas, Madrid, Imprenta
de E. Aguado, 1822.
teriormente, ya Garachico había argumentado también su mayor cen-tralismo
en 1814. Igualmente, Huerta insiste en los dificultosos accesos
a esa población (recalcándose los peligros que ofrece el camino de El
Guincho) y la mayor comodidad de los caminos que llevan a Icod.
3) La situación sociopolitica.
Existe una oposición ideológica que Icod reitera, alardeando de :ii
talante liberal frente a la ideología reaccionaria de Garachico. Para Gu-tiérrez
López, este antagonismo político se resuelve definiendo a Icod
como constitucional y liberal, y a sus habitantes como avanzados, y til-dando
de reaccionaria y absolutista a Garachico, y de retrógrados a sus
vecinos 16. Si esta diferenciación radical, esquemática y simplista, re-
.culta parcialista y poco objetiva, no menos lo son las jugosas observs-ciones
de León Huerta sobre las acusadas diferencias de clases existeri-tes
en Garachico, pecando de arbitrariedad al no reconocer y señalar
una situación social igual o: por lo menos, próxima en su patria, Icod.
Al argumento garachiquense de poseer cinco títulos de Castilla (princi-pales
poseedores del poder social y económico), opone el descarada-mente
derrl~gógico de que Icod no se basa en sus títulos nobiliarios
(tres en estos años: marquesa de San Andrés, vizconde de Buen Paso
y marqués de Santa Lucía), sino en sus «innumerables arados», que
hacen a parte de sus habitantes ser cünucidos coii «el humi!de reno=-
bre de labradores e industriosos». En su segundo escrito, Huerta vuel-ve
a insistir en la autoridad que los restos de la nobleza de Garachico
ejercen sobre sus vecinos, señalando el desconocimiento que allí se tie-ne
de «las sacrosantas voces de patria, libertad e igualdad*. Manipu-lando
la realidad, un Icod «civilizado, obediente a las leyes y liberal
por principios» es enfrentado a un Garachico «en todo desobediente,
centro de la democracia (?) y defensor eterno de la nobleza».
4) El desarrollo económico.
Imc! hace alardes de su mayor riqueza agrícola y de sus industrias
de lienzos y sedas, en contra de su rival, que es pobre, sin comercio
y desconocedor de «la industria útil y productora». Se opone la ferti-lidad
del valle icodense y su templado clima a la aridez de Garachico y a
las amenazas de sus fronteras (las montañas y el mar, que la delimi-tan).
Evidentemente, el autor defensor de esta población sigue refu-tando
ias proposiciones de León Huerra con argurne~itos siiililares. Siii-
16. GUTIÉRREZ L~PEZ: Historia de la ciudad de Icod de los Vinos, 98.
400
Fip. 2.--Fachada dc las Casas Consistoriales de Icod en 1867
Archivo del Ayuntamiento de Icod.
Fig. 5.-Facha& del . ~ ~ ~ i n r nmi e ndteu tiarachico.
Segundo tercio del siplo XIS.
gularmente rebate que Garachico ha de recurrir a Icod y otros pueblos
«por carnes, frutas y verduras para subsistir», apuntando que su puer-
:o puede acoger a buques de más de doscientas toneladas y asegurando
l a actividad de su astillero.
5) La situación czkltural.
Este argumento se enfoca únicamente en la rama de la enseñanm.
Icod niega la efectividad del colegio de San Julián de Garachico, que
desde la ruina del pueblo «no se ha visto que ninguna beca haya pisa-do
los umbrales de este colegio», y que allí «no se encuentran ni alfa-betos,
ni aun personas que se dediquen a la primera enseñanza». Los
estudios de latinidad, filosofía y teología, y la escuela de primeras le-tras,
aducidos por Icod, son tomados n burla por el anónimo garachi-quense.
6) El urbanismo.
1) La «ruina» de Garachico.-Uno de los puntos básicos que ar-guye
Icod es el estado actual de «ruina y desolación» de la población
costera (con «edificios destruidos, sus calles confundidas, sus plazas
desiertas y su tétrico recinto despojado de habitantes»), ya lejos de su
floreciente pasado, producto de las diversas catástrofes registradas en la
villa en siglos pasados (se mencionan la peste de 1601 a 1606, el alz-vión
de 1645, el incendio de 1697 y el volcán de 1706). Garachico
refuta tal argumentación, asegurando que tras la última desgracia (el
referido volcán), se reedificaron sus conventos e iglesias, se ha forma-do
el barrio denominado de El Puerto, «vistoso y bien arruado sobre
los mismos malpaíses del volcán, donde antes era bahía». Si admite
que existen en su población, como en otras muchas, algunos sitios eria-les,
rechaza el estado de desolación propuesto por Icod. En contrapar-tida,
se alude al incendio del monasterio de monjas Bernardas icoden-se,
en 1798, «y harta el día subsiste el sitio, sin contar otros varios,
muy yermo y muy erial en el centro y parte principal de la población».
11) El plano urbano.-León Huerta se precia de que su población
«es la más bien delineada», pero la mayor agudeza del garachiquense
demuestra que, a excepción de La Laguna, el resto de los lugares tiner-feños
careció de un plan previo de ordenación y su urbanismo actual es
fruto de la sucesiva acumulación, mayoritariamente desigual, de los edi-ficios
que se iban construyendo en momentos distintos E! párrafo me-rece
ser reproducido por su sagaz exactitud:
«Ninguna p o b l a~~ódne planta se conoce en Tenerife a excepción de la
de la ciudad de La Laguna. Todos los demás pueblos se fueron formando
sin duda del conjunto o reunión de casas que cada uno con-truía, según
le acomodaba en las inmediaciones de sus propiedades; y así resultaron
en Icod, en Garachico, y en todos los demás pueblos de la Isla las faltas
de delineamiento y de uniformidad de extensión en sus calle , y todas las
irregularidades que son consecuentes a un plan sin orden y fuera de reglas,
y al gusto gótico y sarraceno que de muchas ciudades de la Península nos
trageron los primeros pobladores: por consiguiente, no crea Don Luis que
lo que no hace de~merecer a Sevilla para ser cabeza de partido, había de
servir de obstáculo a su pueblo, si por otra parte reuniera las demás cali-dades
que se requieren.»
Este texto hay que tomarlo en su acepción más general, e incluso
tiene validez para otras ciudades canarias. Pese a todo lo afirmado, en
Garachico existe una cierta ordenación urbana, con calles extendidas
en semicírculo, cruzadas por otras perpendiculares, que crean un a:-
pecto homogéneo del que carece Icod, básicamente una población de
núcleos.
111) Las calles.-También para el poco objetivo León Huerta las
calles de Icod «presentan un piso suave y cómodo». De nuevo, los ar-gunentos
de Garachico (en el núcleo arruado, una población llana)
desmantelan las inexactitudes del icodense:
«En ningún parto ha sido menos feliz este caballero que en el del piso
suave y cómodo que dice presentan sus calles, y es preciso convenir, o en
que las distracciones de las ninfas del Manzanares le han absorbido la me-moria,
o que se avergüenza de confesar que todas las calles de su pueblo,
excepto las que lo atraviesan de Este a Oeste, son más inclinadas que las
de Tentetieso y de La Palma a San Pedro de Madrid, y que por consi-guiente
ninguno que las ande puede quedar satisfecho de la 5uavidad y
comodidad que ofrecen. Ningún canario ignora que Icod se halla situado
en un terreno muy pendiente, y lo que un historiador confiesa por haber
estado algunas veces en él, lo niega don Luis, que ha vivido precisamente
en una casa en donde empieza la calle de San Antonio, una de las más
empinadas de su pueblo.»
iVj Plazas y fuentes.-«Plazas por sí espaciosas y bien situadas»,
así como «fuentes numerosas construidas con solidez y hermosura*,
son otros tantos valores que pretende para su población el propio Huer-ta,
puestos en evidencia por los perspicaces e irónicos comentarios de
Garachico :
«Al oír hablar a don Luis de plazas, es preciso confesar que ha sabido
aprovecharse del lenguaje de los madrileños que reputan por tales las de
Zelenque, de la Leña, de Parayuelos, y del conde de Mora. En Icod se en-cuentra
una plazueleta contigua a la expresada iglesia parroquial, y un poco
más distante una plazuela con una fuente en su centro (se refiere a la plaza
de la Pila), en donde se hacen las reuniones de las tre.; compañías de mili-aas
provinciales, y en donde cabalmente se congregaron los cívicos el día
de su juramento cuando según fama desgarraron la guirindola del marqués
de Santa Lucía, por oponerse a excluir de su alistamiento a los infelices
jornaleros, según estaba mandado. Hay además una especie de rampa en-frente
del exconvento Agustino, y a esto están reducidas sus espaciosas
v bien situadas ~lazas.
En nada se conocen mejor los progresos de don Luis en el estudio de
las matemáticas, que en la facilidad de multiplicar, según las pruebas que
manifiesta en la adición de uno o dos ceros a la única y sola fuente de que
acabo de hablar, resultando de esta operación, las numerosas fuentes de su
pueblo, construidas con solidez y hermosura. Por demás es hablar ya de
las tan celebradas de Versalles, y de la de la fama en San Ildefonso, cuando
en Icod ocupan la admiración la de la dicha plazuela, los dos caños que
brotan por debajo de San Agustín, y el chorrillo que sale junto al Calvario,
sin duda para saciar la sed de los que llegan fatigados con su cruz acuestas.»
Gaiachico sefiala que eii 1826 se Íornió en el centro de la población
una plaza, donde se colocó una lápida de mármol para conmemorar
el 19 de marzo de 1812 (promulgación de la Constitución) y el 9 de
junio de 1820, denominándola con este motivo plaza de la Consti-tución.
7) Estado e impovtancia de la arquitecfu~a
I) Conventos e iglesias.-Las pretensiones a la capitalidad tiene
uno de sus apoyos en la importancia arquitectónica de cada población.
Para Icod (siempre ignorando los valores de la arquitectura privada),
edificios de Garachico que merezcan tal consideración son únicamente
los conventos de San Francisco, Santo Domingo, San Agustín, Santa
Clara y el de las Concepcionistas. Reconociendo que la calidad de estas
construcciones (todos, menos el convento dominicano, arruinados por
el volcán de 1706 y reconstruidos en los años siguientes) podría influir
en la constitución de la cabeza de partido, objeta Huerta que «es muy
del caso amonestarlo para desvanecer las preocupaciones en que los ha-bitantes
de Garachico fundan su pretensión, creyendo zer más atendi-b
l e ~po rque su población se compone de gran parte de monjas y frailes».
Con aire triunfalista añade que en Icod no hay edificios arruinados,
notándose «los efectos de una buena policía y del cuidado de sus habi-tantes
de reedificarlos antes de que amenazen ruina y desastre», siendo
sus edificios construidos «con el mejor gusto y arquitectura».
El anónimo de Garachico apunta que se ha omitido su iglesia pa-
rroquial de Santa Ana, «de tres naves, una de las más celebradas en
las islas por su arquitectura como dice el ya citado Viera*. Y señala
irónicamente el elogio que León Huerta ha hecho indirectamente a la
población rival, «porque numerando particularmente los edificios dig-nos
de a~ención que ésta contiene, y no individualizando los de Icod
(efectivamente, a excepción de las casas Consistoriales, como veremos
en seguida, Huerta omite otros edificios icodenses, singularmente su
igle-ia parroquia1 de San Marcos), cualquiera debe inferir que es por-que
ninguco de los de su pueblo merece aprecio, y que al decir que
todos son construidos con el mejor gusto y arquitectura prueba con
esta demasía, que todos carecen de ambas cualidades». También tacha
de ignorante a Huerta, «hasta en los elementos de arquitectura», cuan-do
alaba los edificios de Icod, preguntándose por cuáles serían éstos
y quiénes sus autores. Con referencia a la parroquia de San Marcos,
en Icod, dice que «no tiene puerta por su fachada o frente ~rincipal;
que sus entradas son por los costados de las naves colaterale:».
11) TY ~IAV. ;L" ~C IIdüO~~. TEe difZcim-~eón Hilerta manifiesta nllp en 3--
Garachico proliferan casas «sostenidas y apuntaladas para que no se
desplomen*, conzecuencia del reiterado estado de ruina de la pobla-ción.
Otras están habitadas por los que «quieren conservar hasta el
privilegio de ser antiguos en su ruinas. Subraya nuevamente la presen-cia
de sitios eriales, que de no existir posibilitarían que al menos las
viviendas «estuviesen unida:», y se podría soportar su vista. Asegura,
de nuevo con claras dosis de exageración, que jamás se han reedificado
las casas arrasadas por las catástrofes, y pone en duda la construcción
de algunas nuevas (argumentos ambos poco exactor, pues, si bien Ga-rachico
no tuvo tras la desgracia de 1706 su antigua preponderancia,
no menos cierto es que parte del caserío se reedificó o renovó en el
siglo XVIII). Finalmente, y en favor de Icod, alega que muchas perso-nas
se han avecindado en esta población porque en Garachico no se
hallan casas, por lo que su Ayuntamiento ha cedido zitios desolados a
tributo para construir viviendas. El incendio sufrido por Icod en 1798
es para el patriótico Huerta nslda menos que «una gloria», porque
s&e !as cenizas han surgido edificios niievos, «que por su arquitec-tura
y elegancia contribuyen a perfeccionarle en la carrera veloz de su
grandeza».
El autor de Garachico sostiene que las 109 casas incendiadas en 1697
fueron reedificadas (silencia que muchas volvieron a ser destruidas por
el volcán), y que el estado de ruina es inexacto. Reconoce que hay al-gunos
sitios yermos y una o dos casas apurita:adas para recuiistruir!as,
justificándose con la presencia de aspectos iguales en otros lugares. En
cuanto a las viviendas de Icod, afirma qfie las nuevas sólo :e distin-guen
de las otras por sus colores diferentes, añadiendo irónicamente
que «no había necesidad de hacer casas suntuosas, ni bajo las reglas de7
arte, para recoger los innumerables arados de la mayor parte de sus vc-cinos,
que son labradores según él mismo confiesa» (alusión al preten-cioso
argumento de Huerta de cierta igualdad social en Icod).
Abundando en la idea ya expuesta, acerca de la total omisión que
se hace de la arquitectura doméstica no mencionando ningún ejemplo
en concreto, resulta paradójico que Icod, urbe con buenas viviendas
dieciochescas, no eche mano, para reforzar sus argumentos, de algunas
de ellas. Singularmente la excepcional casa de los Lorenzo Cáceres, en
la plaza de la Pila, construida a principios del siglo XIX; la casa de los
marqueses de Santa Lucía, residencia del propio León Huerta, de Fi-nes
del XVIII y en la calle de San Antonio; o la vivienda de los Hur-tado
de Mendoza, luego de los mencionados marqueses, en la calle de
San Sebartián, y contemporánea de la primera. Estos tres edificios caen
dentro del gusto de la época, rompiendo ya con la tradición arquitec-tónica
local (magníficamente representada en e1 lugar), y pertenecen
a esa arquitectura «de buen gusto*, a la que tanto hace referencia León
Huerta. En Garachico, en camhio, hay un predominio mayor de la co-rriente
tradicional, aunque su defensor tampoco destaca algunas de sus
importantes viviendas dieciochescas o anteriores (casas del Lamero, del
marqués de Quinta Roja, diversas de los Ponte, o la de los condes de
la Gomera, aunque en ruinas tras el volcán).
Brevemente se norrbran otros edificios, preciándose Icod de sus es-cuelas,
su rico hospital y los depósitos de pólvora y municiones, todos
xbestimados por Garachico.
2.2. Las Casas Consistoriales de Icod
Cita aparte merece este edificio, más que por sus valores arql~itx-tónicos,
por su capital significación en el contexto de la rivalidad. Como
principal edificio oficial de la ciudad, se alude a éI con frecuencia, en-orgullecjda
Icod de su arquitectura, convirtiéndose: en argiimento clave
para la obtención de la capitalidad. Ante todo, las Casas Consi~toriales
son una construcción Duramente culta. sin relación con el entorno m-dominante
(salvo pequeñas excepcionés constructivas), el típico edifi-cio
que por esos años representa el arquetipo de lo que debía ser la
arquitectura «edificada con gusto», sujeta a orden y normas, contro-lada
y, en suma, in~ípida" . La posesión de tal edificio permitió a Icod
alardear frente a Garachico, que no poseía ning6n edificio parecido, a!
17 Sobre la consideración crítica que sufrió la arquitectura tradicional a fines del
gusto «moderno». Como ya hemos apuntado, las reivindicaciones arqui-tectónicas
de Garachico (que no tiene otro remedio que mirar atrás en
su historia, por no poseer un edificio según las nuevas modas) se hu-bieron
de reducir a sus conventos e iglesia de Santa Ana, con formas
más o menos cultas, aunque ya pasadas según la óptica del xrx, pero
respondiendo a la tradición constructiva de la tierra. Así, un edificio
de Icod contemporáneo a los hechos, se opone a construcciones gara-chiquenses
puramente históricas. Ya advierte Garachico que el edifi-cio
del Ayuntamiento parece ser uno de los argumentos más fuertes
de Icod, que sugiere la necesidad de centralizar allí el gobierno del
partido por existir un edificio apropiado para su sede.
Como otra prueba de la importancia de las Casas Consistoriales en
la pugna Icod/Garachico, se encuentra lo insólito que es la publicación
de su planta y el alzado de su fachada, en el segundo escrito de León
Huerta, de 1822. Unico ejemplo que conocemos en estos folletos y con
este fin la. De los yeis documentos expuestos en el apéndice, estos di-bujos
conforman el número dos, sin otra explicación que la distribu-ción
de las diversas dependencias del edificio, como si ía pruéba gra-fica
constituyese un argumento indiscutible que hablara por sí solo en
apoyo de los intereses de Icod. También se conservan otra cerie de
dibujos en el archivo del Ayuntamiento de Icod lg.
Incendiadas las antiguas Casas Consistoriales, edificadas a princi-pios
del XVII, en 1798, se reconstruyen a partir de 1799 con los fon-dos
del Pósito y la contribución popular. Se aprovechan rrateriales de
la primera fábrica, así como su solar (entre el desaparecido convento
de las Bernardas y la casa Hurtado de Mendoza, y en parte de lo que
hoy es calle y plaza), y en 1801 están acabados sus soportales, sala
de justicia, balcones y alacenas de los archivos. Se finaliza en 1803,
aunque algunas piezas interiores cpedaron inconclusas. El edificio si-gue
albergando la Alhóndiga y el Ayuntamiento durante casi todo el
siglo xrx, aunque su estado de ruina provocó su demolición en 1911 20.
Su frontis se constituía en tres arcos de medio punto sobre pilares
cuadrados, con sillería resaltada, en la planta baja. Siguiendo la vieja
tradición dc los Ayuntamientos peninsulares (presente igualmente en
siglo XVIII y primera mitad del xrx y la vindicación de una arquitectura diferente, más
a la moda, por los eruditos del momento. tratamos en nuestro trabajo, Arquitectura
doméstica canaria, en curso de edición.
18. El plano aparece con escala de varas castellanas. A su pie, hay dos inscripcio-nes:
L.A.d., a la izquierda, y enfrente, P.G.F., que han de hacer referencia a sus autores.
19. Agradecemos a Eduardo Espinosa de los Monteros la cesión de los dibujos con-servados
en el Ayuntamiento de Icod. iíj. 30*0re la evoiUci;r, co'is~rüc~iva :as Casas LP-----• ~;des, t2~ -,,. ,.,A ~'" cO,,. ,,c. ~ ; ~ ~ ~ ~ rvr.3i\uv ,,.ii.uun
DE LOS MONTEROY SM 0.4~: «El edificio de la Alhóndiga*, El Dia, Santa Cruz de Tene-rife,
18 y 19 de febrero de 1976.
los consistorios canarios), los arcos daban accero a un pórtico de mera
utilidad pública: comercio, protección de la lluvia, lugar de relación
social.. . El segundo cuerpo de la fachada (con frente a la calle de San
Sebastián), rígidamente simétrico con el inferior, poseía tres ventanas
con cornisa moldurada recta y tres balcones, sobre bases de cantería,
con balaustres de hierro (aunque el grosor excesivo con que se han re-presentado
en los dibujos haría pensar que eran de piedra) 21. Una gran
cornisa corona el frontis, que se recogía en su centro en un frontón
semicircular que albergaba el escudo nacional. Por exigencias del solar,
la planta, rectangular, era excesivamente alargada. Por debajo del arco
del lado derecho pasaba la «calle nueva que va a Garachico», y desde
la cual se accedía al edificio. Frente al pórtico se hallaba la cárcel de
hombres y detrás la de mujeres, así como la escalera al piso principal.
En un dibujo de 1867 aparece una puerta al lado de la reja de la cár-cel,
que no consta en el dibujo publicado por Huerta, y que, por Io
tanto, debió abrirse más tarde. Por el desnivel del terreno, el edificio
poseía tres plantas por la planta trasera, siendo una el entresuelo. El
resto de las dependencias bajas eran puestos de abastos público:. La
sala principal se hallaba en la primera crujía de la segunda planta, con
frente a la calle a través de los balcones (lugar básico de relación poder-pueblo).
Las demás dependencias de este piso eran depjsitoi, la panera
para granos, archivos, oficinas y cárceles «para personas delicadas».
El edificio era muestra del nuevo gusto que se afianza en las Islas
durante el último tercio del siglo XVIII, alentado por la cultura neo-clásica,
los ilustrados y las Sociedades Económicas. Supone un curioso
y singular ejemplo de Casa Consistorial en una población memr, y
pertenece a la serie de Ayuntamientos neoclásicos cuyos mayores exoo-nentes
son los de La Laguna, Las Palmas y La Orotava 22. El valor
arquitectónico del edificio de Icod reside en su carácter pionero, ya
que es anterior a los tres citados.
Lógicamente la rotundidad e insistencia de este argumento icoden-se
obligó a Garachico a exponer razonadamente sus objeciones. La obra
es tachada de irregular e incompleta por la precipitación con que se ha
hecho y carecer de las comodidades indispensables. Nuevamente la
penerranre astucia dei anónimo garachiquense, sacando provecho a todo
en su favor, vuelve a cueztionar la validez de un argumento icodense:
«Al llegar vamos al Paladión de los Icodenses y al objeto de rus ma-
21. Según Domingo Martfnez de la Peña estos balcones se conservan en el convento
de San Francisco, del propio Icod.
22. Sobre estos ~dificios, M? C~PMFM FopP;a: A~qtlite~f~i~ireao ~lá~i~c C a x c ~ i a ~ ,
Santa Cruz de Tenerife, 1976, pp. 34, 40 y 49. No hace reFerencia a las Casas Consisto-riales
de Icod.
yores celebraciones. Hablo de sus casas consistoriales. Apresurémonos a
subir por su pendiente y estrecha escalera, no sea que el -01 o el agua nos
lo impidan; hollemos con respeto la delicadeza de su pavimento, y entre-guémonos
a su contemplación antes que nos falten horas para admirar su
magnificencia, y el inmenso acopio de caudales públicos que encierra. La
descripción que don Luis hace de ellas, presenta la idea de un grandioso
edificio, o a lo menos del conjunto de diferentes piezas con sus patios y
dsahogos correspondientes; pero todo este aparato y bambolla, está reducido
a una escalerilla de mala piedra, expuesta a todas las inclemencias del tiempo
por donde se sube a un granero, y a un pequeño salón, dentro del cual se
encuentra la espaciosa sala en que su ilustre Ayuntamiento celebra sus
reuniones, y debajo de los tres arcos rústicos de piedra común, sobre los
que están edificadas dichas piezas con aquel buen gusto y arquitectura de
que ya hemos hablado tratando de los edificios que contienen los aperos
de labranza, se ven dos o tres departamentos que sirven de cárceles; pero
tan reducidos, tan húmedos, y tan escasos de ventilación que por carecer
de las cualidades que exige el decreto de las Cortes de 12 de octubre de
1820, son al mismo tiempo las más anticonstitucionales.»
También expone el autor de Garachico que el edificio no está ter-a.;
nado, <<? & es corrio si rio Io h.&iesej,, T -"- U ..-- +- -a--,-... LcVII IluLI Le. ILJyVI1de en&-
gicanente (aludiendo continuamente al documento segundo, el plano),
constatando la elegancia de la fachada y sus numerosas dependencias,
como prueba de su existencia, y admitiendo que las partes menos útiles
del edificio aún no están terminadas. El sentido patriótico del escritor
llega a cotas febriles: «¿Cómo una corporación respetable se reuniría
sobre cimientos trazados de un edificio, que es lo que se supone ser la
grandiosa Casa Consistorial de Icod?».
Para destacar aún más su edificio, Icod reitera la inexistencia de
Caras Consistoriales en Garachico (que las tendría, más sencillas, en
fecha posterior). Pomposamente la población costera responde que no
ha carecido de ellas, «aunque no construidas con este solo objeto, como
no lo han sido las que en todos los demás pueblos de la isla han te-nido
sus sesione:». Añade que, a imitación de Santa Cruz, que hn
colicitado el extinguido convento de San Francisco para sede de su
Ayuntamiento, se pidió el de la rrisma orden en Garachico, «para ha-cer
en la extensa capacidad que tiene. todas las piezas necesarias para sulas de rcün:.m , de SU Aymtamiento ce~stituciona!. para nficina de
procuradorei y escribanos, para cárceles y habitaciones de sus alcaides,
para escuelas de primeras letras, y aun para el alojamiento de los liti-gantes
que no quieran valerse de otras posadas particulares». Huerta
subraya «el pudor y amargura» que causó a los de Garachico la re31
orden de 17 de septiembre, para que las elecciones de partido se reali-zasen
en ias capitales antiguas. Para ello, «no teniendo salas de ayun-tamiento
ni medios para edificarlas*. formaron un gran salón en i.1
convento agustino, tras destruir varias celdas, que adornaron con da-mascos
y tapices, constituyendo la única prueba de «la capitalidad efí-mera
de Garachico». Señala que su Ayuntamiento sólo púede reunirse
en una pequeña iglesia, donde das groseras disputas de alcaldías ha-bían
tantas veces profanado la santidad y el respeto que exige tan
sacrosanto recinto». Realmente nunca hubo en Garachico un Ayunta-miento
con un edificio propio y diferenciado. Hasta 1838 no se instala
definitivamente en el convento de San Francisco, siendo reconstruida
su ala derecha para tal fin 23. Hoy sigue instalado aquí el actual Ayun-tamiento.
Si la fachada, de triples huecos simétricos en sus dos plantas,
balcones de hierro y cornisa en el remate, obedecía a los esquemas del
nuevo gusto, constituyéndose en el principal edificio de la villa a la
moda del momento, por el contrario en su patio aparecen elementos
tradicionales (ventanas de guillotina, pequeño balcón con antepecho de
mampostería, escalera de madera de ida y vuelta a la azotea) que de-notan
el apego a la corriente tradicional y la concepción de la fachada
como pantalla necesaria a las fundiciones del edificio.
Como también era habitual en los edificios de gobierno, la cárcel
de Icod se incluye en las Casas Consistoriales. Huerta Ia alaba por sus
dependencias para distinción de sexos y personas. En cambio, asegura
que Garachico no tiene más prisión que una batería, «conocida entre
sus habitantes con el nombre pomposo de castillo» (se refiere a la for-taleza
de San Miguel), en el que no existía separación de hombres y
mujeres. Garachico se precia de no poseer cárcel, quizá porque no la
necesita (según el buen concepto que tiene e1 diputado Cabeza de sus
vecinos). En cambio, en el folleto anónimo. se asegura que, abarte de
una cárcel para corregir pequeños desarreglos, posee un castillo, con
separación de rexos, para los reos de graves delitos.
Todos 10s argumentos expuestos por una y otra parte resultan en
muchos casos poco fidedignos y convincentes, pues el apasionamiento
más exacerbado, la obtusa fijación a sus «sentimientos patrios» y la
mediocridad localicta, producen el ofuscamiento y la reiteración. Con-secuencia
de ello es la insistencia en nimiedades, llegando a trivializar
algunos argumentos, el reaccionarismo (especialmente «la !iberal» Icod),
ia tergiversación de ios hechos, ia auiencia de objetividad. Los escritos
aquí analizados (obra de oligarcas demagogos) son una preciosa contri-bución
para la historia del gusto, así como para la crítica de arte. To-dos
los aspectos expuestos abundan en la base del presente trabajo:
las vinculaciones evidentes del fenómeno arquitectónico a las ideologías
dominantes en una determinada coyuntura política.
23. A. CJORANESCUG:a rachico, Santa Cruz de Tenerife, 1966, p. 29.