1717
VELAS SIN CAÑONES. LA EFICACIA DE LAS
REFORMAS ARTILLERAS TRAS LA GUERRA DE LOS
SIETE AÑOS
Rafael Torres Sánchez
La rápida derrota española en la Guerra de los Siete Años dio lugar a una profunda revisión
sobre la situación de las fuerzas armadas españolas y a la proposición de una serie de
reformas. Entre los gobernantes españoles había el convencimiento de que era seguro un
nuevo enfrentamiento con Gran Bretaña, y se esperaba estar mejor preparado. Entre estas
reformas hubo cambios notables en los sistemas de abastecimiento de suministros militares.
La idea era conseguir mejorar la producción y control de estos suministros. Se esperaba que
con estas reformas se consiguiera una operatividad y eficacia que había faltado en la guerra
anterior. Esta comunicación tiene como objetivo valorar la eficacia alcanzada por las reformas
realizadas durante las décadas de 1760 y 1770 en la producción y suministro de artillería. El
problema puede ser cómo medir esa eficacia. Consideramos que si el objetivo de todas estas
reformas era mejorar el suministro de artillería, una forma de medir esta eficacia es conocer
cuál era la disponibilidad real de cañones de las fuerzas armadas cuando de nuevo hubo que ir
a la guerra, a partir de 1774, con la Guerra de África y las expediciones de Argel y
Sacramento (17741777).
Creemos que mencionar las reformas no aporta nada si no podemos
medir la eficacia y operatividad conseguida con ellas.
Desde finales de 1774, los informes procedentes de España sobre movimientos militares
comenzaron a acumularse en los despachos del gobierno inglés. Cónsules ingleses en diversos
puertos españoles, el embajador en Madrid, los gobernadores de Gibraltar y Menorca y un
número muy variado de informantes, desde comerciantes a marineros, enviaban noticias del
extraordinario movimiento de tropas y de todo tipo de pertrechos militares que se estaba
realizando en España 1 . En realidad, el gobierno inglés esperaba algún tipo de movimiento
militar desde que en septiembre de ese mismo año el sultán de Marruecos declarase la guerra
a España e iniciase el asedio de Melilla, por lo que alentaba el envío de estos informes. No
obstante, el verdadero interés del gobierno inglés en conocer con todo el detalle posible estas
informaciones estaba en comprobar la capacidad real que había adquirido España para
armarse y emprender una guerra. Gran Bretaña había estado atenta y conocía cómo España
había aprendido la dolorosa lección de la Guerra de los Siete Años y había abordado una serie
de profundas reformas de sus fuerzas armadas, pero desde 1763 no había habido ocasión de
contrastar la eficacia militar alcanzada por España. La coyuntura, además, no podía ser más
delicada para Gran Bretaña. Las Trece Colonias inglesas en Norteamérica estaban ya en
franca rebeldía, y todo apuntaba a que Francia, y presumiblemente España, aprovecharían la
debilidad inglesa para recortar las ganancias conseguidas por Gran Bretaña en la Guerra de
los Siete Años. Por si fuera poco, Portugal, el aliado natural inglés, estaba al borde de la
guerra con España por el nunca cerrado problema de Sacramento, pero que para Gran Bretaña
podría suponer la pérdida de una puerta al contrabando.
Por todas estas circunstancias, los informes que llegaban de España sobre su capacidad
militar resultaban en esos momentos especialmente interesantes para los ingleses. Entre la
detallada y valiosa información remitida por los agentes ingleses en España destacaron las
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referencias a la falta de artillería. Los informes hablaban de continuos traslados de cañones de
una ciudad a otra, de la dificultad de montar trenes de campaña artilleros 2 y de intercambios
de cañones entre buques de guerra. El propio embajador ingles en Madrid, Lord Grantham
señalaba a su Secretario de Estado como ejemplo y resumen de esta situación el dato, a su
juicio muy significativo, de que se estaban desartillando las murallas de algunas
fortificaciones y ciudades españolas, y citaban el caso concreto de las murallas de la ciudad de
Cádiz, su reflexión no dejaba lugar a dudas: “Cómo de mal abastecidos están sus almacenes
militares si deben recurrir a este recurso tan necesario”. 3
Por fuentes españolas sabemos que las valoraciones inglesas eran correctas y que la falta
de artillería fue uno de los más graves problemas a los que tuvieron que enfrentarse tanto en
la expedición de Argel (1775) como la de Sacramento (1776). 4 Constatar este problema puede
tener, a nuestro juicio, interesantes implicaciones historiográficas. Por un lado permite aportar
algunas valoraciones de los resultados y eficacia de las reformas militares emprendidas
después de la Guerra de los Siete Años. 5 La relación entre reformas y cambio ha sido un
punto largamente discutido por los investigadores sobre la política de Carlos III, y sigue
resultando difícil encontrar un consenso entre las alabanzas modernizadoras del programa
reformista de Carlos III y el absoluto descrédito de unas reformas consideradas timoratas e
irreales. 6
Por otro lado, analizar la eficacia de las reformas emprendidas para mejorar y asegurar el
abastecimiento artillero durante el reinado de Carlos III puede ser útil para un tema, a nuestro
juicio, aún más interesante que juzgar el carácter de la política de Carlos III, como es el
impacto de la guerra y la función militar en la economía nacional. 7 Hay una cierta unanimidad
entre los investigadores en valorar de forma positiva la relación entre demanda militar y
progreso económico. Las diferencias comienzan cuando se analiza cómo se abastecía la
demanda militar, ya fuera mediante una mayor implicación del Estado en los procesos de
producción y distribución o mediante el recurso a la iniciativa privada o a mercados
exteriores. 8 La elección del sistema de abastecimiento militar podía provocar repercusiones
muy diferentes en la economía o en los agentes económicos implicados, e incluso llegar a
afectar al propio sistema de gobierno. 9
La fulminante e inesperada derrota de las fuerzas militares españolas en la Guerra de los
Siete Años provocó una revisión en profundidad de la situación de las fuerzas armadas
españolas. Se culpó del fracaso a la debilidad de la Real Hacienda y de las estructuras
militares para asegurar el abastecimiento militar y la operatividad de las fuerzas armadas. 10
Consecuentemente, se aceleraron las reformas para facilitar una mejora de los sistemas de
abastecimiento. La incorporación de la Secretaría de Guerra a las tareas del ya secretario de
Hacienda Esquilache significó el deseo de mejorar la coordinación entre ambas esferas de
gobierno. Esquilache, que había sido asentista general de víveres con Carlos VII en Nápoles,
conocía perfectamente las características del negocio y no dudó en introducir modificaciones
en las relaciones con los asentistas. Su política estuvo presidida por la idea de reducir los
privilegios a los asentistas con los que trabajaba el Estado y facilitar una mayor competencia
entre ellos, y cuando esta no fuera posible pasar el abastecimiento a manos del Estado. 11
Paradójicamente, la aplicación de esta política de revisión y control de los asentistas produjo
en algunos suministros militares el efecto contrario al buscado. 12 El limitado mercado de
asentistas españoles no permitía la competencia ni el papel de árbitro que buscaba Esquilache.
Los asentistas se mostraron muy sensibles a una alteración en las condiciones
de los contratos, y ante la amenaza real de ruina de los asentistas, y el consiguiente
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desabastecimiento militar, al Estado sólo le quedó la opción de reforzarlos o encargarse el
propio Estado directamente del suministro.
En el caso del abastecimiento de artillería para las fuerzas armadas, la cuestión tenía
implicaciones aún de mayor alcance. La Guerra de los Siete Años mostró con claridad que la
acumulación de capacidad de fuego era determinante en los enfrentamientos de ejércitos con
tácticas y disciplinas muy similares. 13 La posesión de más y mejores cañones se convirtió en
una destacada prioridad para los Estados europeos, pues sin ellos los notables esfuerzos que
se estaban realizando en la construcción naval y formación de ejércitos no servirían para nada.
El carácter más estratégico que nunca que había adquirido la artillería hacía por lo tanto
también más vital asegurar ese abastecimiento y mejorarlo en todo lo posible. Las opciones
que tenía el Estado eran seguir con el sistema de suministro por asiento mantenido hasta ese
momento o pasar a producir directamente el Estado la artillería. Quedaría otra opción como
era la de confiar en los mercados exteriores de armamento, pero esta resultaba complicada y
arriesgada. 14 Estos mercados estaban desarrollándose pero todavía estaban mal estructurados.
La razón esencial eran los recelos de los gobiernos hacia el comercio de un producto
estratégico, pero también la dificultad de adquirir el producto. Con frecuencia había que
recurrir para adquirirlo a complicadas operaciones diplomáticas, cuando no a un comercio
fraudulento. 15 Por su parte, los comerciantes mostraban recelo al transporte de un producto
caro, de elevado peso y, sobre todo, que era sometido a rigurosas pruebas técnicas y de fuego
por los Estados compradores, por lo que el rechazo de alguno de los cañones podía significar
la pérdida de toda esperanza de ganancia. 16 En estas condiciones, los mercados europeos de
armamento no terminaban de estructurarse, y el peligro del desabastecimiento inclinaba a los
Estados hacia opciones autárquicas y a enfatizar los argumentos mercantilistas.
Hasta la Guerra de los Siete Años la demanda española de cañones había llegado a estar
suficientemente cubierta con la producción en fábricas españolas gestionadas por asentistas.
Los cañones de hierro eran fundidos en las fábricas de La Cavada y Liérganes (Santander), a
cargo del asentista Marqués de Villacastel, 17 y los de bronce en las de Sevilla y Barcelona,
José Bounola y José Solano respectivamente. 18 La importancia estratégica de ambas fábricas
era muy desigual porque también lo era el tipo de demanda. Como en el resto de fuerzas
armadas europeas, el cañón de hierro fue el preferido por su menor coste y peso, a pesar de
que el cañón de bronce era más resistente y más seguro. La necesidad de dotar de miles de
cañones a las marinas de guerra y mercantes provocó en toda Europa una fuerte demanda de
cañones de hierro, mientras que proporcionalmente se reducía la demanda de cañones de
bronce. La artillería de bronce quedó limitada a la demanda del ejército que además también
se reducía, puesto que, salvo para las fortificaciones, las tácticas bélicas fueron insistiendo en
la utilización de una artillería cada vez más móvil, y por lo tanto de menor peso.
El sistema de abastecimiento basado en asentistas nacionales había permitido atender el
crecimiento de las fuerzas armadas españolas, especialmente de la demanda de cañones de
hierro de la Armada, pero la decisión de mejorar el sistema llevó a iniciar el camino de unas
reformas que permitieran un mayor control estatal de la producción. El programa reformista
de Carlos III para las fábricas de artillería se materializó en un control directo por parte de la
Corona de los métodos de producción y de la gestión de las principales fundiciones de
cañones, que hasta entonces habían sido dirigidas por asentistas. En 1763 se inició un proceso
de nacionalización de las fábricas de La Cavada y Liérganes, que culminó en 1769 con la
compra por la Corona al asentista Marqués de Villacastel, 19 y en 1764 la Corona recurrió a
técnicos franceses para transformar los métodos de producción en las fábricas de Barcelona y
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Sevilla, que supuso la retirada de los asentistas José Bounola de la de Sevilla y de José Solano
de la de Barcelona. 20 Con estos cambios, la administración quería conseguir un mayor control
de la producción y acelerar el cambio técnico, de hecho, en todas las nacionalizaciones se
acompañaron de la introducción de nuevas técnicas de producción de cañones, la más
importante, la fundición en sólido y luego barrenado del cañón en lugar de fundirlos con
moldes de arena o barro.
Fábricas de
Liérganes y
La Cavada
(Hierro)
A
Fundición
de artillería
Sevilla y
Barcelona
(Bronce)
B
Fábricas de
municiones
de San
Sebastián de
la Muga y de
Eugui
C
Fábrica
Jimena,
cañones y
munición
(Hierro)
D
Total
fábricas A B C D
1772 1.379.469 536.792 716.513 2.632.774 52,4 20,4 27,2
1773 1.000.000 4.743.002 458.352 6.201.354 16,1 76,5 7,4
1774 600.000 237.552 837.552 71,6 0,0 28,4
1775 1.825.220 1.440.000 1.258.534 4.523.754 40,3 31,8 27,8
1776 1.412.311 2.170.000 688.343 4.270.654 33,1 50,8 16,1
1777 1.085.399 1.344.906 1.254.923 150.000 3.835.228 28,3 35,1 32,7 3,9
1778 1.296.715 2.295.754 1.030.882 210.000 4.833.351 26,8 47,5 21,3 4,3
1779 622.680 2.800.000 1.318.117 1.130.000 5.870.797 10,6 47,7 22,5 19,2
1780 2.715 3.560.000 1.452.682 770.000 5.785.397 0,0 61,5 25,1 13,3
1781 1.091 3.740.000 1.274.892 910.020 5.926.003 0,0 63,1 21,5 15,4
1782 918.938 5.990.000 1.507.388 700.000 9.116.326 10,1 65,7 16,5 7,7
1783 1.519.102 5.061.090 1.208.720 140.000 7.928.912 19,2 63,8 15,2 1,8
1784 901.055 5.179.288 1.526.361 1.470.000 9.076.704 9,9 57,1 16,8 16,2
Total 12.564.695 38.860.832 13.933.259 5.480.020 70.838.806 17,7 54,9 19,7 7,7
Media 966.515 3.238.403 1.071.789 685.003 5.449.139 17,7 59,4 19,7 12,6
Tabla I. Gasto de la Real Hacienda en Fábricas de Artillería (177285)
Fuente: AGS, DGT, Inv. 16, Guión 24, Lg. 49.
Los cambios organizativos y técnicos no fueron acompañados de un soporte financiero
adecuado. La importancia estratégica que tenía la producción de cañones de hierro hacía
esperar un fuerte aumento de su financiación pública y una concentración de la inversión en
esta producción, presumiblemente en perjuicio de la producción de cañones de bronce,
destinados principalmente hacia las fortificaciones de América. Los datos que encontramos no
indican esa evolución, incluso lo contrario. La Secretaría de Hacienda determinó en 1763 no
dejar abierta la financiación de la producción de hierro en Liérganes y La Cavada a la
evolución de la demanda sino que estableció una cantidad fija mensual de 100.000 rs, a la que
los responsables de la fábrica se ajustaron con una sorprendente fidelidad. 21 Los 1.200.000 rs
asignados para el año, y pagados desde Santander, fueron un referente que determinó con
fuerza el volumen de gasto de la fábrica hasta finales de la década de 1780 (véase Tabla I). La
importancia concedida a esta producción no queda reflejada en una escalada del gasto. Junto a
la falta de financiación de esta estratégica producción hay que destacar que el grueso del gasto
estatal en producción artillera se destinara en mayor proporción hacia la producción de
cañones de bronce y munición. Si tomamos el período 17721784,
el gasto en la producción
de cañones de hierro solo fue del 17,7%, a todas luces ilógico para atender un período de
fuerte actividad bélica y el marco perfil naval de esta guerra. Según estos datos, en esos años
España gastó más en munición que en producir cañones de hierro.
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Velas sin cañones. La eficacia de las reformas…
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Paralelamente a esta paralización de la inversión en artillería de hierro se redujeron los
niveles de producción de forma alarmante desde 1764. Las fábricas santanderinas pasaron de
unos niveles anuales de producción de unos 32.000 quintales de hierro en 1759 a solo 9.000
en 1772. 22 Para los responsables militares españoles, los riesgos de este descalabro de la
producción nacional de cañones de hierro eran evidentes. El intendente de marina del
Departamento de Cádiz, Juan Gerbaut, aconsejaba en 1767 al Secretario de Marina, Julián
Arriaga, que se comprasen cañones de hierro para la Armada fuera de España porque veía
“remota la posibilidad de abastecerse de las fábricas españolas”. 23 Aunque Gerbaut había sido
en los años anteriores un firme partidario de evitar este tipo de contratos, y en concreto se
había opuesto a las varias ofertas que le había hecho el cónsul de Rusia en Cádiz, director de
la casa comercial Rey Brandemburgo, para abastecer a la Armada con cáñamo, betunes o
cañones del Báltico, ahora se mostraba partidario de aceptar la oferta de una contrata para
recibir 419 cañones, unos 6.000 a 8.000 quintales, en incluso, añadía, “convendría no
abandonar la contrata”. 24
La creciente desconfianza respecto a la capacidad de abastecimiento de las fábricas
españolas llegó a la desolación cuando se comprobó la calidad de los cañones que las fábricas
santanderinas estaban distribuyendo. Ante las quejas de los oficiales de marina se decidió en
abril de 1772 realizar una prueba general a los cañones de hierro suministrados por las
fábricas santanderinas desde 1764. El resultado no pudo ser más decepcionante. De unos
1.500 cañones sometidos a prueba, 1.169 cañones, de todos los calibres, el 80% reventaron o
quedaron inútiles. 25 En esos momentos, la Armada española estaba “desartillada”, lo que
equivalía a reducir considerablemente su capacidad operativa.
La situación era extremadamente grave. Por lo tanto, a finales de 1772 se creó una
comisión para analizar las razones de este estrepitoso fracaso de la industria nacional. Hasta
que se conociesen los resultados de esta investigación, la propia comisión recomendó que se
repusiesen con carácter urgente los cañones inutilizados. 26 Independientemente de las
reformas que se pudiesen realizar en el futuro en las fábricas de cañones de hierro, los peores
pronósticos de Gerbaut se habían cumplido. La producción nacional no solo ya no era capaz
de abastecer la demanda de cañones de hierro como lo había hecho en la primera mitad del
siglo XVIII, sino que incluso había reducido de forma alarmante el arsenal artillero. Pero lo
más grave era que no había alternativa nacional para cubrir la demanda militar. Al desbancar
el Estado a los asentistas españoles de la producción de cañones de hierro, había desmontado
el mercado, por pequeño que fuera, de estos empresarios. El fracaso del Estado no era
gratuito. Se había ido contra el mercado, se había alejado a los asentistas de esta actividad y
ahora este recurso tan escaso lo era aún más. En este punto, el caso español se diferencia de
forma notable con el inglés donde el mercado de producción era mucho más extenso y el
Estado podía imponer condiciones a los empresarios, controlarlos mejor e incluso
enfrentarlos. 27 El Estado inglés podía confiar más en el mercado porque tenía una oferta
amplia, todo lo contrario que en España, donde una oferta raquítica anima a mayores
intervenciones.
El descalabro en la producción de cañones en España y la falta de alternativa nacional,
forzó al Estado a salir al mercado internacional a comprar de forma masiva cañones de hierro,
algo que no se había hecho en España desde la Guerra de Sucesión. 28 Los negociantes suecos
que aparecían por las costas españolas con cañones, ahora serán mejor atendidos por las
autoridades marítimas españolas y, desde Madrid, se intentará estimular el intercambio de
cañones por sal. También durante los primeros años de la década de 1770, la compañía del
cónsul ruso en Cádiz, Casa de Rey Brandemburgo, hará sus mejores negocios con la Armada
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española, incluido el abastecimiento de cañones. En esta línea de búsqueda de cañones de
hierro en el exterior se acudió incluso a Gran Bretaña. En 1773, la Corona firmó con la
compañía Carron, de Escocia, para la compra de 60.000 quintales anuales de cañones de
hierro, al precio de 72 rs. el quintal, algo menos de los 75 rs. a los que le costaba a la Real
Hacienda, y ya muy lejos de los 56 rs. que la Corona le pagó al último asentista. Esta
fundición escocesa era una de las más importantes de Europa y se hizo famosa por desarrollar
en esos años las “carronadas”, un cañón de hierro más corto y ligero, capaz de disparar
munición de gran calibre con menos carga de pólvora, y que dio una clara superioridad naval
a la marina inglesa desde 1779 en que fue oficialmente adoptado. La fábrica Carron envió un
total de 4.498 cañones, de los que las autoridades militares españolas aceptaron 3.132, un
tercio de los cuales del calibre 24. 29 Para dar una idea de la importancia de esta compra, y del
fracaso cosechado, se puede comparar con los cañones que había artillados en todos los
buques de la Armada en 1772 (véase Tabla II). 30 Según esto, los cañones finalmente recibidos
representaban el 61,7% de todos los cañones de la Armada española. El problema añadido fue
que las primeras partidas de estos cañones no comenzaron a llegar a España hasta mayo de
1775, y el conjunto de los cañones llegaron en los años siguientes hasta 1778. Es decir, no
llegaron a tiempo para ser utilizados en la expedición de Argel. La industria española había
perdido una gran oportunidad, además del gasto ocasionado por esta compra, 9.038.468 rs.,
dinero que fue directamente a su principal enemigo. A esta contrata habría que sumar una
compra más “silenciosa”, pero que debió ser igualmente importante, de cañones de hierro a
Francia. En 1778, la tesorería de marina había pagado por cañones adquiridos en Francia para
la Armada 4.905.960 rs, y las compras siguieron en los años siguientes. 31
Buques Cañones
Navíos 55 3.880
Fragatas 33 794
Paquebot 1 16
Urcas 7 88
Jabeques 7 206
Buques menores 6 68
Galeotas 7 21
Total 116 5.073
Tabla II. Barcos y cañones de la Armada española. 1772.
En cuanto a los cañones de bronce, los resultados tampoco respondieron a las expectativas
políticas. En este sector, la Corona confió a un equipo de técnicos franceses, dirigidos por el
director general de las fundiciones de artillería de Francia, Jean Maritz, una profunda reforma
de las instalaciones en Sevilla y Barcelona, así como la introducción del método de producir
cañones en “sólido”. 32 Las autoridades españolas pretendían que estas reformas permitieran a
ambas fábricas una capacidad de producción anual de 1.120 cañones cada una. 33 Aunque no
se conocen los datos de producción de estas fábricas, todo parece apuntar a que estas sufrieron
desde 1766 continuas reformas de sus instalaciones y paralizaciones de las fundiciones. Las
obras se prolongaron más de lo previsto, entre otras cosas por los resultados decepcionantes
de los cañones producidos. En 1769 se probaron en Barcelona los 153 cañones de bronce
producidos y el 30% de ellos reventaron. 34 Ello obligó a nuevos planes de reformas y más
paralizaciones. Maritz fue llamado hasta en tres ocasiones a volver a España y reformar la
producción. En Sevilla, por ejemplo, las reformas de Maritz se prolongaron hasta comienzos
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Velas sin cañones. La eficacia de las reformas…
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de 1775, y todavía hubo que introducir en los años siguientes importantes cambios en las
instalaciones. 35
A los problemas derivados de estas prolongadas reformas de las fábricas de cañones de
bronce se sumó la intensificación del problema de falta de materias primas, en especial de
cobre. Por decisión de la Corona, estas fábricas pasaron a utilizar cobre procedente de
México, mucho más barato que el cobre tradicionalmente importado de Hungría, lo que
encajaba perfectamente con un planteamiento mercantilista de la producción. El problema era
que la producción de cobre mexicano era escasa y desde comienzos de la década de 1770
estuvo sometida a un fuerte aumento de la demanda por parte de la minería mexicana, las
fábricas de moneda y manufactura de azúcar. 36 Cada vez llegaba menos cobre a España, tal y
como reflejan los ingresos de la Real Hacienda, que en 1770 cobraba 5.353.250 rs. por el
cobre americano vendido en Cádiz y en 1773 recibía 556.131 y en 1774 solamente 458.521
rs. 37 Para asegurar el abastecimiento de cobre para las fundiciones de cañones de bronce
peninsulares, la Corona estableció una cuota anual de 3.000 quintales anuales que quedaba
reservada para España, pero ningún año pudo ser cubierta. La escasez de esta estratégica
materia prima fue agudizándose durante la década de 1770, y en 1780 la Corona tuvo que
recurrir a medidas aún más drásticas y crear un monopolio de compra, que aumentó el precio
del cobre y no resolvió el abasto de cobre para las fábricas españolas. 38 El resultado fue que
mientras las fundiciones de cañones de bronce peninsulares demandaron durante el período de
1774 a 1783 una media de 5.000 quintales de cobre, lo efectivamente embarcado para España
se quedó en 2.040 quintales anuales. Es decir, la escasez de cobre fue otro problema añadido
para las fábricas de cañones de bronce españolas.
En junio de 1774, meses antes del ataque marroquí, la Corona quiso hacer un alarde
público de los logros conseguidos en las reformas de las fábricas de cañones de bronce. Para
ello se organizó en Ocaña una prueba con 16 cañones producidos en Sevilla y Barcelona, una
prueba a la que asistió el propio Carlos III. La prueba fue un éxito, y 3 de los cañones
aguantaron “y otros no parecen muy dañados”, según un informante inglés. El monarca se
podía vanagloriar de la calidad de los cañones producidos en España ante el cuerpo
diplomático asistente al acto y del éxito de su política reformista en esta industria estratégica.
No obstante, la lectura que hicieron algunos diplomáticos de aquella jornada fue muy distinta.
El embajador inglés informó a su gobierno con todo detalle de esta prueba, porque, dadas las
compras que estaba haciendo España en Gran Bretaña, cualquier información sobre la
capacidad de producción artillera española podía ser vital. La conclusión del embajador fue
clara: estos cañones habían resultado “demasiado costosos para ser de algún servicio más allá
de adornar la entrada de un Arsenal”. 39 Lord Grantham, que conocía de primera mano los
problemas que había tenido la producción de cañones de hierro en España, valoraba más
positivamente la capacidad de producir cañones de hierro de forma masiva que la de hacer
algunos de bronce, a lo que incluso se les daba nombre a cada pieza. Cabría pensar si los
comentarios irónicos del embajador inglés sobre estos “éxitos” reflejaban también una
diferente concepción de la guerra, que valoraba más la capacidad de producción masiva de
cañones de hierro como base para desarrollar guerras ofensivas, especialmente navales, que la
posesión de bellos cañones de bronce que aspiraban a proteger la muralla e irremediablemente
a una guerra defensiva.
Del mismo modo que en el caso de la artillería de hierro, el Estado tuvo que recurrir a los
mercados internacionales para cubrir la demanda de cañones de bronce. Las compras de
cañones de bronce se realizaron principalmente en Francia, y en ellas se indicaba
expresamente que eran para abastecer las plazas americanas. 40 Estas compras, a pesar de
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realizarse con el aliado, resultaron más complicadas y exigieron un intenso esfuerzo
diplomático para tramitarlas. El propio Conde de Aranda tuvo que intervenir de forma activa
contra la compañía del Conde de Prostaing, encargada de su provisión, y hubo que recurrir a
envíos de dinero a Ámsterdam, tres millones de reales, para pagar “en París la artillería de
bronce que nos ha dado aquella Corte”. 41
Salarios
A
Fábricas
B
Asentistas
C
Pólvora
D
Fortificaciones
E
Total
Artillería A B C D E
1772 7.126.314 2.632.774 0 2.811.382 7.935.930 20.506.400 34,8 12,8 0,0 13,7 38,7
1773 6.899.464 6.201.354 98.562 3.198.298 8.502.880 24.900.558 27,7 24,9 0,4 12,8 34,1
1774 7.148.046 837.552 1.479.384 7.813.699 10.296.843 27.575.524 25,9 3,0 5,4 28,3 37,3
1775 7.597.291 4.523.754 8.166.643 4.132.750 8.972.785 33.393.223 22,8 13,5 24,5 12,4 26,9
1776 7.009.385 4.270.654 6.310.927 3.741.258 8.926.086 30.258.310 23,2 14,1 20,9 12,4 29,5
1777 7.330.872 3.835.228 4.321.729 7.535.314 10.055.697 33.078.840 22,2 11,6 13,1 22,8 30,4
1778 7.347.268 4.833.351 2.707.575 2.888.391 5.437.158 23.213.743 31,7 20,8 11,7 12,4 23,4
1779 8.551.872 5.870.797 4.697.367 4.603.676 10.059.455 33.783.167 25,3 17,4 13,9 13,6 29,8
1780 8.537.380 5.785.397 5.073.268 4.101.745 15.649.365 39.147.155 21,8 14,8 13,0 10,5 40,0
1781 7.257.864 5.926.003 3.616.935 12.183.738 10.372.963 39.357.503 18,4 15,1 9,2 31,0 26,4
1782 8.235.565 9.116.326 3.003.884 5.008.386 18.140.072 43.504.233 18,9 21,0 6,9 11,5 41,7
1783 8.516.936 7.928.912 1.866.169 17.359.658 4.812.883 40.484.558 21,0 19,6 4,6 42,9 11,9
1784 7.808.307 9.076.704 1.586.708 4.808.525 786.879 24.067.123 32,4 37,7 6,6 20,0 3,3
Total 99.366.564 70.838.806 42.929.151 80.186.820 119.948.996 413.270.337 24,0 17,1 10,4 19,4 29,0
Media 7.643.582 5.449.139 3.302.242 6.168.217 9.226.846 31.790.026 24,0 17,1 10,4 19,4 29,0
Tabla III. Esfuerzo financiero de la Real Hacienda en el ramo de Artillería.
Fuente: AGS, DGT, Inv. 16, Guión 24, Lg. 49.
Una manera de valorar el esfuerzo realizado por la Real Hacienda en la producción de
cañones puede ser comparándolo con el conjunto del gasto del Estado en artillería, es decir,
salarios de tropa artillera, oficiales, fundición en fábricas, asentistas diversos relacionados con
artillería, compra de pólvora y gastos diversos en fortificaciones. Este último grupo no es
estrictamente artillería, porque incluye las obras de fortificaciones o alquileres de almacenes,
pero en la contabilidad de la Real Hacienda es muy difícil establecer una distinción, ya que
con frecuencia aparecía contabilizado como “fortificación y artillería”. Según los recibos
pagados por la Real Hacienda en este ramo conjunto de artillería, lo que hemos llamado
fábricas, es decir, fundición y producción de cañones, supuso solamente el 17% del gasto
realizado durante el período de 1772 a 1784. Aunque el gasto en fábricas fue aumentando a lo
largo de estos años, no supuso el incremento paralelo en el total del gasto artillero que cabría
esperar como resultado de la demanda bélica y de todas las reformas realizadas por el Estado
en los veinte años anteriores para controlar esa producción. Según estos datos, la producción
artillera española no reaccionó al reto de la guerra. La necesidad de acudir a los mercados
extranjeros para proveerse de artillería queda reflejada en el fuerte aumento del gasto en
asentistas, que en 1775 llegó a suponer casi el 25% de todo el gasto artillero. Y la compra de
artillería en mercados exteriores debió ser aún superior porque algunas partidas compradas en
Francia y Nápoles no quedaron reflejadas en esta contabilidad, ya que fueron pagadas con
cargo al Real Giro. Probablemente no sea exagerado concluir que el Estado español, en un
ciclo de guerra tan prolongado e intenso, se gastó más en pólvora que en cañones, y la mayor
parte de esta pólvora fue comprada en Ámsterdam y Francia. 42
Los informes ingleses que advertían a su gobierno sobre la operatividad de la capacidad
artillera de las fuerzas armadas españolas, por lo tanto, no estaban equivocados. Para atender
a los 1.269 cañones que llevaba la expedición de Argel (1.127 los buques y 142 para batir),
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Velas sin cañones. La eficacia de las reformas…
1725
las autoridades militares españolas tuvieron que recurrir a vaciar literalmente los almacenes
de artillería y munición, principalmente los de Barcelona y Sevilla. 43 Hubo, incluso, que
recurrir al “tren de artillería” ya utilizado en la invasión de Portugal en 1762, un tren que
además fue vuelto a utilizarse al año siguiente en la expedición a Sacramento. El cuadro de
movimiento de cañones entre ciudades españolas se completó con la utilización de cañones de
baterías de costa y fortificaciones costeras. Esta desastrosa situación solo comenzó a
resolverse conforme fueron llegando los cañones comprados en los mercados exteriores.
En resumen, los efectos de la demanda militar no siempre trabajan en una misma dirección.
Pueden ser estimulantes para la actividad económica si hay un mercado articulado capaz de
atenderlo. En caso contrario, puede suponer una carga financiera y hasta un obstáculo
económico. Los cambios institucionales, organizativos y de gestión en la producción artillera
española desde la Guerra de los Siete Años no produjeron a corto plazo los efectos deseados.
Se buscaba mejorar el control técnico y el nivel productivo pero sin aumentar de forma
significativa el esfuerzo financiero. El gasto en producción de cañones fue en todo momento
una partida menor dentro del gasto artillero español. Las reformas políticas no fueron
suficientes para afianzar los ideales mercantilistas de producción nacionalimperial.
Pero no
solo no se lograron esos ideales, los cambios institucionales, además, contribuyeron a alterar
las condiciones de producción del mercado nacional ya establecido, que aunque fuera
pequeño, dejó de ser una alternativa. Ni siquiera la guerra fue capaz de remover los problemas
acumulados por los cambios institucionales y resultar estímulo suficiente para reactivar la
producción artillera. Las autoridades españolas no pudieron confiar en sus fábricas ni ya había
la posibilidad de recurrir a los empresarios españoles. La guerra significaba urgencia y ya solo
quedaba arbitrar soluciones transitorias, redistribuir los recursos escasos y salir a los
mercados europeos de armamento, incluso comprando al enemigo. Del mismo modo que en
vísperas de Trafalgar, España tenía navíos pero no tenía marineros, ante el inicio de la guerra
por la Independencia de Norteamérica, España tenía velas pero no cañones.
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XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana
1726
NOTAS
1 Los asuntos relacionados con el sur de Europa eran competencia del “Secretary of State for the Southern
Department” que desde diciembre de 1770 hasta noviembre de 1775 fue Earl of Rochford y desde entonces
el Viscount Weymouth, a él le llegaban los informes de España, véase PRO, (Public Record Office) SP
(Spain), lgs, de 195 a 197.
2 Un tren de artillería era la agrupación de hombres y recursos necesarios para movilizar la artillería que
necesitaba un ejército en campaña. Según Morla, para un ejército de 40.000 hombres el tren de artillería
debía estar compuesto por 114 cañones, si se trataba de operaciones ofensivas o hasta 200 para misiones
defensivas, que sería movilizado por 675 carruajes y 3.072 mulas. MORLA, Tomás de. Láminas
pertenecientes al Tratado de Artillería que se enseña en el Real Colegio Militar de Segovia , Segovia,
Patronato del Alcázar, 1993, 1803.
3 Madrid, 1321775,
PRO, SP, 94, 197 (traducción nuestra).
4 AGS, SSH, lg. 35.
5 Una descripción de estas reformas en TERRÓN PONCE, José L. Ejército y política en la España de Carlos
III, Madrid, Ministerio de Defensa, Secretaría General Técnica, D.L, 1997, y en KUETHE, Allan J. Cuba,
17531815:
Crown, Military, and Society, Knoxville, University of Tennessee Press, 1986.
6 Parte de este debate puede verse en Equipo Madrid de Estudios Históricos, Carlos III, Madrid y la
Ilustración: contradicciones de un proyecto reformista , México, Siglo Veintiuno, 1988.
7 BOWEN H.V. and GONZÁLEZ ENCISO, A. (ed.). Mobilising Resources for War: Britain and Spain at
Work during the Early Modern Period, Pamplona, EUNSA, 2006.
8 CONWAY, Stephen “Public and Private Contributions to the Mobilization of Manpower and Resources for
War in MidEighteenthCentury
Britain and Ireland”, BOWEN H.V. and GONZÁLEZ ENCISO, A. (ed.).
Mobilising Resources for War: Britain and Spain at Work during the Early Modern Period, op. cit.,
Pamplona, EUNSA, 2006, pp. 3758.
9 GLETE, Jan, War and the State in Early Modern Europe: Spain, the Dutch Republic and Sweden as fiscalmilitary
states, 15001650,
London, Routledge, 2002.
10 ANDRÉSGALLEGO,
José. El Motín de Esquilache, America y Europa , Madrid, Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, 2003, p. 264.
11 La forma de actuar de Esquilache y sus repercusiones para los asentistas españoles de víveres lo he
analizado en “El gran negocio de la época, la provisión de víveres al ejército por Francisco Mendinueta
(17441763)”,
en AQUERRETA, Santiago (coord.), Francisco Mendinueta: Finanzas y mecenazgo en la
España del siglo XVIII, Pamplona, Eunsa, 2002, pp. 101134,
y en “Las dificultades de ser financiero
extranjero en la España de Carlos III”, Málaga, Universidad de Málaga, I Coloquio Internacional “Los
extranjeros en la España Moderna ”, 2003, T. II, pp. 771780.
12 Estas tesis las hemos desarrollado en “Producir o comprar, la demanda de la corona española de productos
industriales en el siglo XVIII”, en RIBOT GARCÍA, Luis A. y DE ROSA, Luigi, Industria y Epoca
Moderna , Madrid, El Rio de Heráclito, 2, ActasIstituto
per gli Studi Filosofici, 2000, pp. 95131,
y en
“Cuando las reglas del juego cambian. Mercados y privilegio en el abastecimiento del ejército español en el
siglo XVIII”, Alicante, Universidad de Alicante, Revista de Historia Moderna , 2002, 20, pp. 487511.
13 BLACK, J. European Warfare 16601815,
Londres, University College London, 1994, p. 62.
14 Muy pocos productos militares elaborados podían ser intercambios, en realidad solamente estaban
estructurados los mercados de materias primas para la producción militar, véase el ejemplo de la pólvora.
WEST, Jenny. Gunpowder, Government and War in the mideighteenth
century, London, The Boydell
Press, 1991.
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Velas sin cañones. La eficacia de las reformas…
1727
15 HARRIS, J.R. Industrial Espionaje and Technology Transfer. Britain and France in the Eighteenth
century, Aldershot, Ashgate, 1997.
16 En una prueba realizada en Cádiz en 1766 con una partida de 177 cañones que traía un negociante sueco,
las autoridades españolas solo admitieron 26. Grimaldi a Muzquiz, Madrid, 1821768,
AGS (Archivo
General de Simáncas), SSH (Secretaría y Superintencia), lg. 8.
17 ALCALÁZAMORA
Y QUEIPO DE LLANO, José. Historia de una empresa siderúrgica española: los
altos hornos de Liérganes y La Cavada, 16221834,
Santander, Diputación Provincial de Santander, 1974,
p. 101.
18 HELGUERA QUIJADA, Juan. “El estado y la modernización de la industria metalúrgica española en el
siglo XVIII: las fundiciones de artillería”, Tesis Doctoral, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1987, p.
656.
19 ALCALÁZAMORA
Y QUEIPO DE LLANO, José. Op. cit.
20 HELGUERA QUIJADA, Juan. Op. cit.
21 RO 12121763.
El comisario de guerra nombrado por la Secretaría de Hacienda encargado de atender esa
asignación fue José Antonio de Horcasitas, quien a su vez daba cuenta al Tesorero General, AGS, DGT,
Inv. 16, Guión 21, lg. 49.
22 A juicio de AlcaláZamora,
las razones fueron “la mediatización y asfixia de iniciativas técnicas, la
indiferencia hacia los problemas de costes o beneficios y la simbiosis del presupuesto de la planta
siderúrgica con el aparato financiero del Estado borbónico”. ALCALÁZAMORA
Y QUEIPO DE
LLANO, José. Altos hornos y poder naval en la España de la Edad Moderna , Madrid, Real Academia de
la Historia, 1999, p. 64.
23 Gerbaut a Arriaga, Cádiz 9111767,
AGS, SSH, lg. 50.
24 Gerbaut a Arriaga, Cádiz 9111767,
AGS, SSH, lg. 50.
25 TORREJÓN CHAVES, Juan. “La artillería en la Marina española del siglo XVIII”, 1997, Militaria. Revista
de Cultura Militar , (10), p. 314.
26 Los resultados de la comisión en Archivo Histórico Nacional (AHN), Estado, lg. 3000, exp. 50. “Dictamen
fundado que con presencia de los preceptos teóricos y asegurados de la experiencia formaron para perpetuo
desengaño, restablecimiento de la Fundición de Hierro colado, y noticia circunstanciada de los hechos. El
capitán de Fragata, Comisario Provincial del Real Cuerpo de Brigada, D. Atanasio Varanda y el Teniente
de Navío Agustín de Colosía”, 3091772.
Las adiciones hasta 1787.
27 BAKER, Norman. Government and Contractors; the British Treasury and War Supplies 17751783,
London, Athlone Press, 1971.
28 En 1740 y 1759, la producción de cañones de hierro en España había superado la demanda de las fuerzas
armadas españolas y tuvo excedentes que fueron enviados a América, ALCALÁZAMORA
Y QUEIPO
DE LLANO, José. Historia de una empresa siderúrgica española: los altos hornos de Liérganes y La
Cavada, 16221834,
op. cit., Santander, Diputación Provincial de Santander, 1974, p. 97. CALVO
POYATO, José. “La industria militar española durante la Guerra de Sucesión”, 1989, Revista de Historia
Militar , nº 66, pp. 83104.
29 GIL OSSORIO, Fernando. “Artillería británica para la Marina española del siglo XVIII”, 1974, Revista de
Historia Militar , nº 18, pp. 93103.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana
1728
30 ULLOA, Antonio de (17161795).
La Marina: fuerzas navales de la Europa y costas de Berbería ,
transcripción, edición y estudio preliminar de Juan Helguera Quijada, Cádiz, Universidad, Servicio de
Publicaciones, 1995, pp. 121125.
31 AGS, DGT, Inv. 16, Guión 21.
32 VEGA VIGUERA, Enrique de la. Sevilla y la Real Fundición de Cañones Sevilla , Guadalquivir, 1992.
33 HELGUERA QUIJADA, Juan. Op. cit., p. 661.
34 Op. cit.
35 VEGA VIGUERA, Enrique de la. Op. cit., p. 110.
36 BARRETT, Elinore M. (1981) “Cooper in New Spain´s Eighteenth Century Economy. Crisis and
Resolution”, Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtscharft und Gesellschaft Lateinamerikas, XXI, pp.
7396
y 81.
37 AGS, DGT, Inv. 16, Guión 24, lg. 49.
38 En parte porque desde 1778 se tuvo que abastecer también a la recién creada fundición de cañones de
bronce de Filipinas. BARRETT, Elinore M. (1981) “Cooper in New Spain´s Eighteenth Century Economy.
Crisis and Resolution”, op. cit., Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtscharft und Gesellschaft
Lateinamerikas, XXI, pp. 7396
y 85. Para su instalación en Filipinas se envió al maestro fundidor de la
fábrica de Sevilla, Francisco Javier Lara, 161778,
AGS, SSH, lg. 37.
39 Madrid, 1661774,
PRO, SP94,
195.
40 En mayo de 1777 se ordenó comprar en Francia artillería de bronce para América. El coste final de esta
compra fue de 1.226.490 rs. AGS, SSH, lg. 61.
41 Las gestiones de Aranda en estas compras en Floridablanca a Múzquiz, 421778,
AGS, SSH, lg. 8, y el
envío del dinero a través del Real Giro en AGS, SSH, lg. 271. Zambrano a Múzquiz, 1921778.
42 Contratas con Gil de Mester para comprar pólvora en Ámsterdam en 1776 en AGS, SSH, lg. 269, contratas
con Cabarrus y Lalanne para pólvora en Francia a partir de 1777, AGS, SSH, lg. 1048.
43 Órdenes de traslados durante 1775 en AGS, SSH, lg. 35.
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