PRESENCIA CANARIA EN LA MINERÍA PERUANA
DEL XVIII
Se centra esta comunicación en un pequeño grupo de cana-rios
que por una razón u otra se dedicaron a la actividad mine-rz
en !:, privinci. & Luc2fi.s p! PepJ die&~he~~e. is!e-ños
Lorenzo Felipe de la Torre, su hermano Gonzalo Cayetano,
Miguel Nuño y Ambrosio Borges de Oropesa son los principa-les
personasjes que polarizan nuestra atención. El trabajo quiere
resaltar dos aspectos significativos. El primero,la ocupación en
el sector minero de todos ellos, tanto más peculiar por cuanto
no existe en el Archipiélago una tradición en este campo. El se-gundo,
las especiales relaciones mantenidas por el grupo y que
calificamos de «paisanazgo» ya que es muy fuerte el sentimien-to
de unidad y ayuda que emana de estos canarios al concidir
en tierras tan lejanas.
Su papel en la minería es importante pero aislado y muy
breve. No hay continuidad por pate de sus descendientes que
prefieren otras actividades. Al cabo de los años sus minas son
vendidas o abandonadas. De cualquier forma, no se debe olvi-dar
la aportación científica de Lorenzo Felipe, autor de una
«Cartilla» sobre un nuevo método de beneficiar plata con me-nor
consumo de azogue cuyos resultados prácticos fueron difíci-les
de comprobar. En cuanto al espíritu de convivencia y afán
de evitar entre sí cuaiquier enfrentamiento son notas siempre
constantes en sus relaciones aunque al final la muerte de unos o
la presencia de otras personas terminase alterando tan idílico
trato.
Asentados en la dura geografia de San Juan de Lucanas
(Huamanga), esta comunicación trata de acercarse a la vida de
.=,o+-.. :01.=,z-S~, -c...=,,.-.. 1- ..S +-*+A ,I;cn-.=,..+.=, .. ,.w,.-.,.:- barva i a i ~ i i u ay uiibbbi ia iiiiagrii, uii raiiru u i i ~ i b i i r ry ~ n b b p b i w -
nal, del canano convertido en minero o en «aviador» de otros
mineros. Todo ello presidido por comportamientos que dicen
mucho del emigrante y de su adaptación en tierras lejanas.
M. Molina Mavtínez
Siendo tan amplio y diverso el protagonismo de los oriundos
canarios en tierras americanas no podían faltar quienes se ocuparan
de las labores mineras, aspecto éste tanto más peculiar por cuanto no
ha existido en el Archipiélago una dedicación tradicional a este tipo
de actividades. Durante todo el proceso de colonización española es
frecuente encontrar al poblador canario asentado en los más diferen-tes
escenarios americanos, resultado lógico de una emigración ininte-rrumpida
de siglos. Bien como grupo, bien como individuo, no hay
faceta del acontecer histórico de las Indias en la que el isleño no
haya dejado su impronta. A título de ejemplo y como indicativo de
esa plural participación baste hojear el rico contenido que ofrecen
las seis ediciones de los Congresos de Historia Canario-Americana.
Las Actas de los hasta anora pubiicados nos permiten ya caiibrar cuñ
suficiente perspectiva esa obra ingente del isleño en América. Desde
los múltiples estudios demográficos y de relaciones comerciales, has-ta
las apretadas biografías de prohombres que ocuparon puestos des-tacados
de la vida colonial, sin olvidar la influencia artística y lin-güística
consecuente. Todo invita a confirmar algo de por sí ya cono-cido:
la presencia viva y constante de la población canaria en la obra
de España en América.
Se sabe de traslados masivos de familias, de proyectos de coloni-zación
en áreas fronterizas, de figuras militares, políticas o religiosas
de gran significado, en fin, de su participación en la Carrera de In-dias.
Sin embargo, casi es desconocida la vertiente minera. Cierta-mente,
no fue frecuentre el caso del emigrante canario ocupado en la
minería o en actividades relacionadas directamente con ella. Esta co-municación
pretende airear los nombres de algunos de esos pocos
que, por una razón u otra, formaron parte del sector minero en Perú.
El grupo aquí estudiado, en efecto minoritario, se localiza en el
asiento de San Juan de Lucanas, en ia diputación de Huamanga. Un
grupo que bien parece un clan en el que el «paisanazgo» constituye
un nexo de unión para quienes se encontraban en aquellas tierras tan
lejanas de su patria chica.
Algunos de ellos lograron durante cierto tiempo gozar de indu-dable
prestigio y ascendencia entre el gremio minero; sin embargo,
su papel en el marco general del virreinato no deja de ser un fenóme-no
aislado. La vocación minera no resiste ni siquiera la segunda ge-neración
por lo que los minerales son vendidos o abandonados y,
Presencia canaria en la minería peruana del XVII 409
con ellos, esa tenue inclinación hacia la minería. De cualquier
modo, la presencia canaria en San Juan de Lucanas fue importante
culminando con enlaces matrimoniales de relieve. Todavía más, no
faltó quien pusiese en práctica sus dotes inventivas y elaborase un
nuevo método de beneficiar plata cuyos resultados, como se verá, se-rán
de dudosa fiabilidad.
Los personajes en los que centramos nuestro estudio son: Lo-renzo
Felipe de la Torre, su hermano Gonzalo Cayetano de la Torre,
Miguel Nuño y Ambrosio Borges de Oropesa. El primero destaca so-bre
los otros a pesar de que ello fuera a costa del esfuerzo de alguno
de sus compatriotas. Las relaciones del grupo fueron alteradas bien
por elementos externos (desposorios de Lorenzo Felipe), bien por la
dependencia económica de unos con otros (deudas derivadas de la
habilitación, etc.). No obstante, en todos los casos sorprende el deseo
de limar Uiferericias y nianiener una cordiai convivencia entre quie-nes
presumían de su común origen canario.
2. LOS PERSONAJES
Los hermanos Lorenzo y Gonzalo Cayetano de la Torre perten-cían
a una familia noble que se remonta Gonzalo de la Torre, natu-ral
de Villanueva de la Torre (Segovia) y asentada en la ciudad de
Tacoronte (Tenerife) desde 1604. A partir de entonces furon nume-rosos
los miembros de esta familia que ocuparon puestos destacados
tanto en el campo militar como en el cultural y religioso. Nuestros
dos personajes eran hijos del doctor D. Juan de la Torre, regidor per-petuo
de Tenerife desde 1672 y de Dña. Francisca Ruiz de Barrio y
Lima'. Debieron pasar a Perú a principios del XVIII ya que a uno y
otro hermano se les encuentra ocupados en las actividades mineras
desde 1724?. Sin embargo, no fueron las minas el primer destino de
estns !agiinemr en e! v i r r e i~í lpt~r r i iam. Lereme F e ! i p cemenzó SU
estancia en aquellas tierras de la forma más normal para la época y
1. MOLINA MARTINEZ, M. (1979): «Lorenzo Felipe de la Torre. Un canario
con intereses en Perú (Una petirinn de mercedes friistrx!ar)??. !! Cn!n",in de Ilistoria
Canario- Americana, Vol. 11. Las Palmas, p. 97.
2. Representación de Jerónimo Sola y Fuentes, gobernador de Huancavelica, al
Rey. Huancavelica, 30 de agosto de 1746. A.G.I., Lima, 942.
su ascendencia: la de militar. Es así cómo desempeña el cargo de Al-férez
y Capitán de Infantería del Presidio del Callao. Fue en un se-gundo
momento cuando decidió incorporarse al gremio minero y
ejercer, al mismo tiempo, las funciones de «aviador» entre los mine-ros
de la provincia de Lucanas.
Por su parte, Gonzalo Cayetano se preocupó desde su llegada a
Perú más por las cuestiones religiosas. Fue mayordomo de la Cofra-día
de la Soledad en la iglesia de San Francisco en Lima y benefactor
de la Orden franciscana. También destacó por sus cuantiosas contri-buciones
para la reparación de la iglesia de la Magdalena y la erec-ción
de un colegio en Huaraz3. Es posteriormente, junto a su herma-no
Lorenzo, cuando se interesa por la minería simultaneando su
faceta de «aviadon> con la de traficante de mulas de Tucumán. Per-maneció
soltero y durante bastante tiempo fue apoderado de su
hermano.
Ambrosio Borges de Oropesa también debió llegar al Perú a
principios del XVIII. Antes de llegar a la minena ejerció como co-rregidor
de Paruro, datando de este período unas relaciones con Lo-renzo
Felipe tan estrechas como problemáticas. Es muy probable
que la incursión de éste en la minería tenga mucho que ver con las
especiales circunstancias de Ambrosio Borges, establecido ya como
minero en Lucanas en 1724. Dueño de dos haciendas, las trabajó
hasta 1743 con enormes dificultades y no sin la constante ayuda de
su compatriota del que terminará deudor en el momento de su muer-te.
Pese a ello, parece que privó la amistad y el ya mencionado apai-sanazgo))
sobre los intereses lucrativos y económicos. De otra forma
no se explica el perdón de algunas cuentas y el deseo de evitar plei-tos
y conflictos de que hizo gala Lorenzo Felipe de la Torre.
Finalmente, Miguel Nuño era natural de Tenerife y arrivó al
Perú en fechas posteriores localizándose en Lima hacia 1736. Muy
pronto fue acogido en la familia de Lorenzo Felipe quien no dudó en
confiarie ia administración de sus negocios y ia custociia de sus mi-nas.
Así, y gracias al apoyo de su paisano, Miguel Nuño logró alcan-zar
una posición desahogada, muy distante de aquélla con que llego
al virreinato. No sólo pudo mantener y aumentar los minerales de su
3. LOHMANN VILLENA, G. (1979): «Notas para un estudio sobre recuerdos
canarios en el Perú)). 11 Coloquio de Historia Canario-Americana, Vol. 1. Las Palmas,
p. 180.
Presencia canaria en la mineria peruana del XVII 41 1
protector sino que además incursionó en diferentes empleos de la ad-ministración.
En1742, durante ocho meses, fue justicia mayor de Lu-canas.
Luego fue nombrado por el corregidor, Benito Sarmiento, su
teniente hasta 1748, cargo que desempeñó con pulcritud y le valió
para obtener la titularidaddel corregimiento entre 1748 y 1 7554. Di-ferencias
con la esposa y herederos de Lorenzo Felipe dieron con él
en la cárcel de la que saldrá redimido una vez reconicido su trabajo y
dedicación en pro de la minería de aquella provincia.
Hasta aquí, un breve esbozo biográfico de estos canarios que
coincidiendo en San Juan de Lucanas lograron ejercer una notable
influencia dentro del gremio minero. Conviene ahora profundizar en
la realidad y peculiar historia de este grupo que viene a demostrar,
una vez más, que no hay faceta de la vida americana en la que no es-tuviese
presente el poblador canario.
Lucanas era uno de los partidos de la provincia de Huamanga.
Limitaba al norte y noroeste con los partidos de Cangallo y Castrovi-rreina;
al este con el de Paranicochas; al sur con Camaná y al oeste
con Ica. Con sus 576 leguas cuadradas era el partido de mayor exten-sión
de toda la provincia y, gracias a su riqueza del subsuelo, dará
nombre a una de las diputaciones de minena creadas en época de
Carlos 111. Su geografía era dificil estando surcada por varios ríos en-tre
los que destacan el de San Juan y Laramonte. El clima era frío
durane casi todo el año. El partido comprendia 14 curatos con 58
pueblos y 23 estancias. La población no era excesivamente elevada
(en torno a los 15.000 habitantes), concentrada en su mayor parte en
San Juan, la capital. El grupo formado por españoles era minorita-rio
en medio de una población fundamentalmente indígena5.Tales
eran !as caracteristirar de! marro geográfico y humano en el que 109
isleños desarrollarán sus actividades. Ciertamente aquella región no
puede considerarse como una zona minera de primer orden sino, por
el contrario, un área secundaria cuya producción distará mucho de
4. A.G.I., Lima, 8'1 9.
5. Extracto de las visitas hechas a la provincia de Huamanga por Demetrio 0'-
Higgins en los años 1800, 1801, 1802, 1803. A.G.I., Lima, 1442.
4 12 M. Molina Martínez
la de los grandes yacimientos de Pasco, Hualgayoc o Huantajaya.
No obstante, habría que resaltar la abundancia de minas de oro
existentes dentro de sus límites lo que le colocaba en el primer
productor de este metal. A pesar de su modesta participación en
el conjunto total de la producción minera peruana, algunos
miembros del sector pudieron gozar de situaciones de privilegio y
ejercer una indiscutible influencia política y social. De estos cana-rios
fue Lorenzo Felipe de la Torre quien, sin duda, logró destacar
sobre el resto y gracias a ello su persona no ha permanecido en el
anonimato, se ha proyectado en la historia posterior y ha arrastra-do
consigo a quienes le rodearon o a quienes, de una forma u otra,
tuvieron relaciones con él.
El año de 1724 es clave en el devenir de estos hombres. En esa
fecha los hermanos Lorenzo y Gonzalo pasan al partido de Lucanas
y entrun en cnntictn cnn sii rimpntriita Amhrnsin Rorges ociipadn
ya en la minería, tras su experiencia de corregidor en Paruro. Este
venía trabajando sus haciendas («Concepción» y «San José») con di-ficultades
económicas tal como se desprende del giro de su cuenta.
Cuando Lorenzo Felipe decide trasladarse de Lima a Lucanas aquel
año le anima el deseo de cobrar los 9274 pesos que le adeudaba su
paisano Borges desde su época de corregidor. Sin embargo, los acon-tecimientos
marcarían un nuevo rumbo. Lejos de hacerse efectiva la
deuda, se estableció entre ambos un contrato sobre la base de que
Lorenzo Felipe actuase como «aviador» del otro y, en general, de to-dos
los mineros del partido6. De esta forma, inició el lagunero su an-dadura
por la actividad minera.
Los comienzos no fueron nada halagüeños y pronto se quejó
Lorenzo Felipe de que tal contrato le era ruinoso por las múltiples
pérdidas que le ocasionaba. No podía ser de otro modo ya que venía
comprando la plata a los mineros a 7 pesos, cantidad que en aquella
época dejaba escaso margen de beneficios al «aviador». Excepcional-mente.
había accedido a pagar el marco de plata casi un peso más de
lo normal aconsejado interesadamente por Borges y haciendo alarde
de un total desconocimiento en la materia7. Pero no tardó demasia-do
en comprobar su error y darse cuenta de que el aaviadom siempre
6. Informe de Miguel Valdivieso, abogado de Lorenzo Felipe de la Torre. Lima,
6 de febrero de 1755. A.G.I., Lima, 445.
7. Ibídem.
Presencia canaria en la minería peruana del XVII 413
se movía con unas espectaculares ganancias aunque desgraciadamen-te
ello fuera a costa del sacrificio del minero.
Pese a esta circunstancia, Lorenzo Felipe parecía encontrarse
cómodo en el terreno minero y no hizo nada por abandonarlo y re-gresar
a Lima. Poco a poco fue adquiriendo propiedades puestas de
inmediato en explotación junto a su hermano que hacía las veces de
apoderado. De igual manera siguió habilitando al resto de los mine-ros
y, en especial, a su paisano Borges al que no cesará de facilitarle
préstamos que en pocas fechas ascenderán a lará de facilitarle présta-mos
que en pocas fechas ascenderán a la suma de 40,000 pesos.
Efectivamente, en 1742 Ambrosio Borges estaba obligado con
Lorenzo Felipe con la referida cantidad8 como resultado lógico de la
generosidad de éste y la escasa capacidad del deudor para hacer efec-tivos
los pagos. Este tipo de relaciones entre «aviador» y m. .in.er o en -1 n---: 2-1 vxrrrr -- --- c 4- -: 1 A -..--L..- ....,..- -21-
GI rt;l u UGI A v III IIU G I I~IGL UGI ILL 111 I IUI I I I ~ I .n I IUGSLIU JUILIU SUIU
puede ser explicado por ese «paisanazgo» y buen entendimiento que
rodeó a estos canarios. De la correspondencia entre ambos se des-prende
claramente la gratitud de Borges hacia Lorenzo Felipe al que
agasaja con regalos y atenciones. Aún más, cuando en un momento
determinado aquél estaba alcanzado en 3000 pesos se dirigió a su fia-dor
en términos muy significativos: ((Paisano, -escribe- perdóne-me
vuemerced ese alcance y vamos corriendo con cuenta nueva».
Lorenzo Felipe accedió de buen grado9.
Sin embargo, con ello no hacía sino aliviar ligeramente su situa-ción
financiera, por lo demás, en franco declive. Quizás por esto deci-diera
vender sus haciendas y dejar la profesión minera. De nuevo ahora
su compatriota dio muestras de colaboración incondicional al pretender
las dos haciendas por 100.000 pesos, de los cuales pagaría la mitad al
contado. La oferta era muy ventajosa para Borges y, en un principio,
hubo acuerdo. Mas Borges se arrepintió abrigando, en el fondo, la posi-bilidad
de seguir explotándolas con rendimiento. Mal hizo entonces ya
q ~ qee n l l p l ~ cdfi z~ñe, ~ l ~ m1d"s ep re\/ici~neer g&ln muy !ejes de
cumplirse, se vio forzado a vender la hacienda «San José)) a Gregorio
de Cárdenas, influyente minero de Lucanas, por 6.200 pesosI0.
8. Autos civiles y criminales entre Ambrosio Borges de Oropesa y Lorenzo Feli-pe
de la Torre, 1755. A.G.I.; Lima; 406.
9. Ibídem.
10. Informe de Miguel Valdivieso, abogado de Lorenzo Felipe de la Torre. Lima,
6 de febrero de 1755. A.G.I., Lima, 445.
414 M. Molina Martinez
Definitivamente, su futuro como minero cada vez ofrecía
menores perspectivas, lo que unido a su edad y salud delicada, en-sombrecía
aún más el panorama. En 1748 deja irremediablemente la
gestión de sus propiedades a su sobrino, el clérigo Isidro de Aguilar.
Este poco pudo hacer sino aumentar las deudas. Cuando en 1750 fa-llecía
Borges, la deuda con Lorenzo Felipe ascendía ya a 5 1.739 pe-sos".
Aguilar continuó como albacea de su tío en la administración
de sus minas sin conseguir otra cosa que incrementar el débito que
en 1752 sobrepasaba los 57.000 pesos.
A estas alturas los buenos sentimientos de épocas pasadas se en-contraban
muy debilitados. Las circunstancias imponían ya unos
comportamientos menos contemporizadores. La muerte de Borges y
los aprietos financieros de Lorenzo Felipe modificaban de forma
sensible cuanto entre ambos había existido. Venía a complicar más
ia situación ei hecho de que ei aibacea, isidro de Hguiiar, por su con-dición
de clérigo no podía ser minero ni tener propiedades de tal
índole.
Apremiado por necesidades económicas, Lorenzo Felipe se de-cide
finalmente por cobrar la deuda dejada por su paisano instando
al clérigo para que así lo haga. Es digno de mención, sin embargo,
que aquél, una vez más, y en aras de un profundo sentimiento de
compañerismo, sólo haga demanda de 40.000 pesos en lugar de los
57.000, montante total del descubierto'*. Para su cobro no existía
otra vía que el embargo de propiedades de Borges. Aguilar no sólo se
opondrá sino que lanzará contra su demandante acusaciones de robo
y falsificación de cuentas que darán origen a una serie de autos civi-les
y criminales que se prolongarán durante los años siguientes'" De
esta forma concluían en los juzgados las relaciones de aquellos cana-rios
tantas veces bajo el signo del entendimiento y la comprensión.
A primeros de mayo de 1752 se decretaba el embargo de las ha-ciendas
a favor de Lorenzo FelipeI4. Sin demora se procede a la tasa-
-.. ,- - 1- L:---" --.. 1" ---+:,lA,i-m,ln i . .AnAn ,lo ni i r i r \ r o o i i l t n r l n r i r l n m ó o
CIUII UG UIGIIGD pul ia baiiuuau ubliiaiiuaua, ui, b u y u i i , ~ u i r u u w u u ~ i i i u i >
de sacar a la luz el precario estado en que se encontraba, cabría des-
1 1. Ibidem.
!2. Ihidem.
13. Autos civiles y criminales entre Ambrosio Borges de Oropesa y Lorenzo Feli-pe
de la Torre, 1755. A.G.I., Lima, 406.
14. A.G.L, Lima, 406.
Presencia canaria en la minería peruana del XVII 415
tacar paradójicamente la gran cantidad de vajilla existente. Este he-cho
es de singular importancia por cuanto viene a demostrar que la
desviación de oro y plata para su conversión posterior en ornamen-tos,
objetos decorativos, etc. no es tan pequeña ni excepcional como
a simple vista pudiera parecer. El tema aún está a la espera de un
tratamiento exhaustivo aunque no faltan aportes señeros ni iniciati-vas
fecundasI5.
El caso que nos ocupa es uno más entre una larga lista de parti-culares
que tesaurizaron metales preciosos como signo de ostenta-ción
y prestigio social. Tampoco estará ajeno a esta práctica Lorenzo
Felipe que convirtió en joyas y objetos de lujo una nada desdeñable
parte de su producción minera. Esta tendencia al lujo y a la utili-zación
suntuaria del oro y la plata es, en suma, de tal magnitud
que merece una mayor dedicación de la que hasta ahora se le ha dis-pensado.
Las relaciones entre Lorenzo Felipe y el tinerfeño Miguel Nuño
son otro ejemplo de convivencia apacible, de reconocida amistad
que nace del sentimiento de poseer una patria común y de la convic-ción
(quién sabe si necesidad vital) de solidaridad en la lejanía de
otras tierras. La fidelidad de Nuño hacia Lorenzo Felipe es digna de
alabanza por todo lo que supuso de esfuerzo personal, espíritu de
servicio y agradecimiento. Todo ello finalmente pagado con el des-precio
y el insulto de Francisca de Cevallos, esposa de Lorenzo, a
quien nunca comprendió.
Miguel Nuño llegó a Lima en 1736 y muy pronto quedó incor-porado
a la familia de la Torre por sus cualidades y habilidad. Era
un joven de origen plebeyo, como el mismo se confiesa, que marchó
al Perú pobre pero con la firme esperanza de prosperar y hacer for-tuna.
Su condición de canario fue la mejor carta de presentación
para que Lorenzo Felipe lo acogiera e incluso le deparase un trato de
favor. Además de brindarle su amistad, le nombró administrador de
sUs bienes. cor; sUe!do anUa! de 500 y j ~ yj 596 :/oUE iodo lo
adelantasen sus minasI6. Era mucho más de lo que nunca hubiera
imaginado a su llegada al virreinato y siempre fue consciente de ello.
! 5 . vid. SFKERA CQNTKEKAS, K. Mi. (l977): :U: ÜSG ma:gi:,a! de !a ii-queza
minera indiana: La acumulación suntuaria de metales preciosos». Anuario de
Estudioa Americanos. Vol. XXXIV. Sevilla, pp. 487-5 15.
16. Memorial de Miguel Nuño. Lima, 20 de enero de 1762. A.G.L, Lima, 8 19.
416 M. Molina Martinez
Pero con ser decisiva la ayuda que encontró en Lucanas, fueron
sus cualidades personales las que le permitieron triunfar y obtener el
reconocimiento público no sólo en el campo de la minería sino tam-bién
en el de la política. Sin ningún género de dudas se puede afir-mar
que este canario fue quien hizo posible que Lorenzo Felipe go-zase
de una posición destacada en el gremio y, sobre todo, que sus
haciendas produjesen con beneficio. Sin su intervención el paso de
éste por la minería hubiera sido casi desconocido.
Como el resto de sus paisanos, Nuño no tenía ninguna expe-riencia
sobre minas. Sin embargo, ejerció con acierto su papel de mi-nero
y azoguero en el asiento de Lucanas. Su labor en los minerales
fue constante destacando su buen hacer como administrador sin olvi-dar
las ampliaciones realizadas (dos ingenios más) y la construcción
de una capilla que cobró fama de ser «la mejor de la provincia)).
Grucius a su gestión uument6 e! n h e r n de t r i h ~ j ~ d ~yr ens !75n
descubrió dos nuevas vetas, las llamadas «Nuestra Señora del Rosa-rio
» y «Santo Domingo»". Por otro lado, trabajó sus propias minas
con tal rendimiento que no tardó en ser él mismo quien suministrase
dinero al propio Lorenzo Felipe. Cuando éste falleció en 1755, con-tinuó
al cuidado de sus propiedades ya muy deterioradas y con baja
productividad. Simultaneó estas tareas con su actividad política que
inició en 1742 como justicia mayor de Lucanas y concluyó en 1755,
tras siete años como corregidorI8.
Lo más triste de su historia son precisamente los años que suce-den
a la muerte de quien le había acogido a su llegada al Perú. La
viuda de Lorenzo Felipe y su hermano vertieron acusaciones contra
él que provocan su encarcelamiento en 176 1 para finalizar al año si-guiente,
tras ser revisado su expediente y eximido de los cargos. Re-sulta
desconsolador que un hombre dedicado por completo a su tra-bajo
y fiel con los suyos fuese tratado luego sin ninguna considera-ción.
Todo arranca de su enfrentamiento con Francisca Cevallos,
única culpable. en su opinión, de la ruina de Lorenzo Felipe y de sus
minerales.
Siempre se ha destacado el ventajoso matrimonio de este lagu-nero
con la hija de D. José de Cevallos Guerra, oidor de la Audien-cia
de Lima y de Josefa Marcelina de Cevallos Rivera, descendiente
17. Ibídem.
18. A.G.I., Lima, 819.
Presencia canaria en la minería peruana del XVII 417
de un ilustre linaje de la época de fundación del ~irreinato'S~i.n embar-go,
a la luz de esta documentación el matrimonio resultó ser un fracaso
y, en particular, para el lagunero. Miguel Nuño nunca vio la boda con
simpatía, máxime cuando de inmediato se hizo sentir negativamente so-bre
los ingresos de su protector. Es evidente que se trataba de un enlace
arreglado en el que ambas partes pensaban obtener beneficios. D. José
Cevallos, gobernador de Huancavelica entre 1729 y 1732, conoció al
rico Lorenzo Felipe de esos años y vislumbró el casamiento de su hija
con este hombre al que las minas y sus habilitaciones parecían depa-rarle
un espléndido futuro. La profesión de minero, en sí poco presti-giosa,
no importaba tanto como la posibilidad de una segura acumula-ción
de riqueza. La tradición del linaje y los vínculos de sangre poco
servían ya ante el dinero, verdadero motor de ascenso social. Por su
parte, nuestro isleño no desdeñó la ocasión de emparentarse con aque-
!!I hmi!ia Yirtingiiidz de ~rigenesn ~Di!i~T;,eSsU. uscer.der?cia t u ~ b i é n
noble, en los últimos tiempos un tanto venida a menos, encontraba
ahora la oportunidad de retornar a su prestigioso pasado.
Así, en 1743 contraen matrimonio aportando él una dote de
12.000 pesos y ella otra de 19.000 que nunca hizo efectiva, mientras
que las alhajas hechas «ex profeso» para la esposa alcanzaron un va-lor
aproximado de 100.000 pesos20. De esta forma comenzaba el des-gaste
económico que ya no se detendría hasta su total ruina.
Establecidos en Lima, las minas quedaron bajo la administra-ción
directa del diligente Nuño. La vida allí en la capital se desen-volvió
en un inevitable desfase entre el mantenimiento de un eleva-do
prestigio social y una realidad económica pronto insuficiente para
sostener tal nivel. Si se atiende al testimonio de Miguel Nuño, entre
1743 y 1750 fueron enviados a Lima más de 600.000 pesos, cifra que
habla por sí sola de la relajada existencia a la que se abandonó el
matrimonio. La razón de tan cuantiosos gastos apunta hacia la de-rrochadora
Francisca Cevallos de la que en más de una ocasión se
quejó su propio esposo.
((Paisano, -le comentaba Lorenzo Felipe desconsolado a Mi-guel
Nuño- caseme por mis graves culpas y ésta ha sido mi total
ruina»". Un hecho es cierto: antes de la boda de aquél jamás había
19. LOHMANN VILLENA, G.: «Art. cit.», p. 180.
20. Memorial de Miguel Nuño. Lima, 20 de enero de 1762. A.G.I., Lima, 8 19.
21. Ibídem.
4 18 M. Molina Martinez
pasado tantos apuros financieros. Al contrario, gozaba de un gran
crédito y nunca necesitóLde fiadores. Es su época dorada, la de mayor
producción minera tal como se refleja en la contabilidad oficial.
Desde 1724 hasta 1743, Lorenzo Felipe fundió 599.136 marcos de
plata lo que reportó a la Real Hacienda entre quintos y diezmos
789.475 pesos con un consumo de 5.264 quintales de azogue12. A
partir de esa fecha, los rendimientos descendieron de forma alarman-te
hasta el extremo de tener que recurrir a empréstitos que le son '
concedidos gracias a la solvencia de su administrador Nuño.
También de aquellos años data su aportación a la literatura
científica plasmada en un nuevo método de beneficiar plata con con-siderable
ahorro en el consumo de azogue. En efecto, en 1736 se im-primía
en Lima su «Arte o Cartilla del Nuevo Beneficio de la plata»
donde describe su peculiar forma de obtener plata a partir de la col-pa
o caparrosa13. La efectiviáaci ciei invento nunca iiegó a ciemostrar-se
a pesar de que en torno a él se suscitase un voluminoso expediente
que duró varios lustros y terminó perdiéndose en la selva burocrática
española del principios del XIX. El tema que ya estudiamos en otra
ocasión24 se reduce a la petición de títulos y mercedes por parte del
autor en recompensa a su ((útil descubrimiento)) pero que encontrará
una pertinaz resistencia en la Corona a pesar de su inicial predispo-sición.
Interesa, no obstante, destacar aquí las peticiones nobiliarias de
este canario cuando solicita Rey la concesión del titulo de Castilla
con la denominación de marqués de San Lorenzo de la Torre, libre
de lanzas y media annata, extensible también a sus sucesores; la mer-ced
de hábito para él y su hijo mayor, amén de otras mercedes sobre
los corregimientos de Lucanas, Cañete, Ica, Prisco, Paranicochas,
Vilcashuaman y Ca~trovirreina*P~e. ticiones, como puede observar-se,
que dejan entrever su deseo de emular a la alta nobleza alegando,
22. Certificación dada por los Oficiales Reales de Huancavelica. Lima, 18 de oc-tubre
de 1746. A.G.I., Lima, 942.
23. «Arte o Cartilla del Nuevo Beneficio de la Plata en todo género de metales,
fríos o calientes, hallado por D. Lorenzo Phelipe de la Torre, dueño de minas en el
asiento de San Juan de Lucanas ... » Lima, Imprenta de Antonio Joseph de Zeballos,
!7?8. !?eimp:csc e" XaYriY pcr .!m= Zúfiig~,! 743, 3 h. + 50 pp. .AG.!., sig. ! I I o !
24. Vid. MOLINA MARTINEZ. M.: «Art. cit.» pp. 95-105.
25. Memorial de Lorenzo Felipe de la Torre a Fernando VI. Madrid, 22 de sep-tiembre
de 1749. A.G.L, Lima, 942.
Presencia canaria en la mineria peruana del XVII 419
y esto es lo original, méritos personales más tarde utilizados en de-mandas
similares por sus hijos y nietos.
Como ya se dijo antes, nada de esto fue concedido, siempre a la
espera de la demostración práctica del método. Ni la Corona dispuso
de noticias sobre su eficacia ni se conocen por otras vías. A lo sumo
quedan escritas algunas páginas panegíricas de Benito F e i j ~ oy ~un~
epigrama del erudito Juan Iriarte2' que comienza así:
Ioannes Iriarte D. Laurentio Philippo a Turre, Ba-rrio
Lima, clarissimo Viro, ad S. Ioannis Lucanarum, in
Ditione Peruviana, Fodinarum Domino, patria Teneri-fensi,
ex Insulis Fortunatis, populari suo, argenti amplifi-candi
novam Artem ac memorabile inventum lubentissi-me
gratulatur»
Gracias a su polémica «Cartilla» sobre el beneficio de la plata,
Lorenzo Felipe fue conocido en todos los círculos mineros gozando
de especial influencia en el ámbito de Lucanas. En suma, estaríamos
ante un sujeto de posición social relevante y prestigiosa que culmi-nará,
a primera vista, con un matrimonio a la altura de las circuns-tancias.
La realidad posterior se encargó de demostrar lo contrario
desmoronando poco a poco lo que tan afanosamente construyó nues-tro
lagunero.
Francisca Cevallos era una dama de la capital y su educación y
costumbres poco se adecuaban a la vida agreste y dura de una ha-cienda
minera. Rara vez consintió vivir en Lucanas obligando a su
esposo a abandonar sus propiedades por la señorial Lima, marco
idóneo para su comportamiento pomposo que «la Reina no lo hu-biera
igualado»28. Alejado de sus minas, ya prácticamente exhaustas,
presionado por sus fiadores, olvidado por la Corona en sus pretensio-nes
nobiliarias y desengañado de su esposa, Lorenzo Felipe muere en
Lima en 1755. De sus tres disposiciones testamentarias (una en 1747
y dos en 1750) es realmente significativa aquella cláusula que deja a
su paisano Miguel Nuño como administrador único prohibiendo a
su mujer disponer cosa alguna, aunque figure como albacea junta-
26. FEIJOO, B. (1765): «Cartas Eruditas». Vol. 11. Madrid, p. 258.
27. IRIARTE, J. (1774): «Obras sueltas». Vol. 1. Madrid, Epigrama DLVIII.
28. Memorial de Miguel Nuño. Lima, 20 de enero de 1762. A.G.I., Lima, 819.
420 M. Molina Martinez
mente con aquél. Por lo demás, sus tres hijos (Mariano Francisco,
Rosa y Cesáreo Agustín) quedaban como sus herederos. El testamen-to
refleja, por tanto, la desavenencia matrimonial y confirma su es-casa
confianza hacia Francisca Cevallos.
La muerte de Lorenzo Felipe no fue motivo para que su esposa
modificase sus hábitos tradicionales. Al contrario, instalada en Lima
decidió vivir del rendimiento de las minas de Lucanas para lo cual
obligó a Nuño a que le enviase periódicamente dinero. En 1758, tres
años después de la muerte del lagunero, Nuño había entregado a
Francisca Cevallos 13.000 pesos, le había pagado en concepto de
deudas 60.000 y, aún, restaban otros 70.000 para saldar toda la
~ u e n t a *E~n. ese mismo año, el futuro de las propiedades tan laborio-samente
levantadas por Lorenzo Felipe y administradas con tanto
esmero por su paisano quedará ya marcado para siempre. Francisca
Cevallos contrae nuevo matrimonio con Nicoiás Sarmiento y pide
que se le devuelvan las haciendas y las minas.
La oposición del fiel Nuño desencadenó un cúmulo de discor-dias
y conflictos. El conde las Torres, hermano de Francisca Ceva-llos,
se personó en Lucanas apoderándose de todo y acusando al ti-nerfeño
de malversaciones y perjuicios para los derechos reales. El
encarcelamiento de éste y el consiguiente abandono de las minas termi-nó
por paralizar definitivamente aquella explotación. Desde entonces
no se fundió ninguna barra de plata procedente de ese mineral.
De cuanto va expuesto, es evidente el enfrentamiento entre am-bos
personajes. Conocemos ya la baja estima en que Nuño tenía a
Francisca de Cevallos. Esta no le iba a la zaga y le consideraba como
el culpable de la ruina de su mando, de las haciendas y de sus traba-jadores.
También le acusaba de ser una persona ruín, carecer de Don
y tener origen plebeyo. Acusaciones éstas ultimas que Nuño aceptó
de buen grado porque pensaba que la valía del individuo dependía,
ante todo, de sus actos y no de una ascendencia más o menos presti-giosa.
La argumentación del canario para hacer frente a aqueiios ata-ques
fue tan contundente como digna de encomio. ((Nacer noble -
decía- es dicha que sólo se agradece al destino; nacer plebeyo no es
desgracia que se le imputa a la personan. Y añadía: «Nacer plebeyo
y obrar como noble es aplauso que se lo solicita las acciones, estim-
29. Ibidem.
Presencia canaria en la mineria peruana del XVII 42 1
bre que se lo granjea las obras ... Nacer noble y obrar como plebeyo
es desdoro que agrava la obligación, es lunar que lo pondera la san-g
r e ~ ~ ~ .
Es obvio que Miguel Nuño no se amedrantó ante aquella señora
y supo afrontar unos ataques que ni tenían razón ni fuerza para aca-llarlo.
Una revisión del expediente pudo sacarlo de la cárcel. Para
entonces las minas estaban totalmente abandonadas. La generación
de aquellos canarios dedicados a la minería había pasado. Miguel
Nuño no tuvo continuadores. Los hijos de Lorenzo Felipe no fueron
educados para tales menesteres. El mayor, Mariano Francisco, vistió
el hábito de Lrucifero en el coíiveiiio de ia Bueiia Muerte de Lima,
Rosa profesó en el monasterio de las Nazarenas3'; por su parte, Ce-sáreo
Agustín se inclinó por la milicia llegando a ser Capitán del Re-gimiento
Provincial de Milicias de Güímar en la provincia de Tene-rife.
Desempolvó el viejo expediente de las peticiones nobiliarias de
su padre pero tampoco fue oído por la Corona32.
El único vestigio de esta pervivencia minera quizás sea el sobri-no
de Ambrosio Borges, el clérigo Isidro Aguilar, quien a pesar de
las Ordenanzas figuraba en la matrícula general de mineros del año
1787 con una mina de oro en labor y una hacienda de beneficiar pla-ta33.
Pobres son los resultados en el terreno minero de este grupo de
canarios, sobre todo, por su falta de continuidad. El colono isleño es
fundamentalmente un agricultor y la mineria le es extraña por razo-nes
evidentes. Por eso mismo, llama más la atención que algunos se
ocuparen en ella. Nuestro propósito ha sido resaltar el hecho al
tiempo que reflejar unos comportamientos que hablan bastante de la
situacióm del emigrante y su adaptación en tierras lejanas.
30. Ibídem.
3 1. LOHMANN VILLENA, G. : «Art, cit:», p. 180.
32. MOLINA MARTINEZ, M. :«Art. cit.», pp. 10 1 - 105.
33. Razón de la matrícula general de mineros. Lima, 30 de abril de 1790. A.G.I.,
Lima 7 12.