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WASHINGTON IRVING
Y SU PAPEL EN LOS PUERTOS FRANCOS
Daniel García Pulido
José Luis García Pérez
A lo largo de la historia de la literatura universal, las Islas Canarias han sido siempre un
poderoso reclamo y recurso para la inspiración de muchos novelistas y escritores. Nombres
como los de William Shakespeare, Jonathan Swift, Daniel Defoe, Hermann Melville, entre
otros, llevaron a las islas a configurarse en marco de sus narraciones, en unas ocasiones de
forma extensiva y completa, y en otras, a través de interesantes capítulos hilvanados en el
paisaje insular.
Hoy traemos a la luz pública la inédita vinculación del Archipiélago canario con otra de las
figuras relevantes en la historia de la literatura universal, como es el caso del novelista
norteamericano Washington Irving (1783-1859), personaje que viene a nuestra memoria,
entre otros aspectos, por su inigualable descripción literaria del mundo hispano-árabe de la
Península Ibérica, y a quien es difícil separar del recuerdo por su residencia en La Alhambra
de Granada, su pasión por el romanticismo, en ciernes entonces, y su relato aventurero de una
España resquebrajada, casi en ruinas, tras una cruenta guerra de la Independencia y los
primeros escarceos de la política liberal, rápidamente encauzada por los cauces monárquicos
en poco tiempo. No obstante, la implicación de Washington Irving con Canarias ha de situarse
en otro ámbito bien distinto al del perfil escritor de este personaje, ángulo de su biografía que
suele pasar desapercibido: su faceta como embajador, como hombre de estado y político
estadista norteamericano en España entre 1842 y 1846, imbricado en las realidades
económicas y sociales de su época. Dentro de ese conjunto de situaciones, su preocupación
por la situación de los puertos isleños en relación con las embarcaciones y flotas
estadounidenses a mediados del siglo XIX es el germen de varias cartas en las que analiza esta
problemática, y que se conforman como el núcleo de esta ponencia.
El comodoro Matthew C. Perry (1794-1858), célebre protagonista histórico por haber
logrado la apertura de Japón al mundo en 1853, al romper su bloqueo férreo a las relaciones
externas, será una de las piezas vitales en el entramado que hará que Washington Irving
empuñe la pluma para defender los intereses norteamericanos en aguas canarias. Otro de los
personajes implicados será el cónsul de dicha nación en Tenerife, Mr. Joseph Cullen, quien
informará cumplidamente de los despropósitos en los que recae la administración insular en
su tratamiento a las embarcaciones estadounidenses.
La lectura de estas cinco misivas, fechadas en Madrid entre enero y marzo de 1844, son en
conjunto el reflejo exacto de la respuesta de un cuerpo diplomático frente a una problemática
concreta siguiendo los cauces burocráticos de entonces. Las dos primeras cartas van dirigidas
al Ministro de Estado y de Asuntos Exteriores, Luis González Bravo (1811-1871), en una
petición de revisión, esbozada con una educación y corrección exquisitas, de ciertas aptitudes
contrarias a los intereses estadounidenses en el tema de los periodos de cuarentena que debían
sufrir los navíos provenientes de tierras americanas en nuestros puertos. La tercera de estas
cartas va endosada al secretario de Estado norteamericano Abel P. Upshur, informándole
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sobre las gestiones adoptadas en este particular, y la sensación aparentemente favorable de las
disposiciones llevadas a cabo por el ejecutivo español. Las dos últimas misivas tenían como
destinatarios, respectivamente, al cónsul en Tenerife, Mr. Joseph Cullen, y al comodoro
Mathew C. Perry, en contestación a sus escritos de protesta que iniciaron todo este caudal
epistolar.
La temática general de las disquisiciones esgrimidas en el contenido de las cartas, que
aluden directamente a la fragilidad del mercado insular respecto a su dependencia del
comercio exterior y a la necesaria apertura de los fondeaderos isleños como base de
avituallamiento para la navegación foránea en esta región del globo, la identidad de los
personajes –entre ellos, particularmente el entonces ministro de Estado Luis González Bravo,
que pocos años más tarde sería reemplazado por Juan Bravo Murillo–, unido todo ello a la
fecha, 1844, nos inducen a aventurar si Washington Irving puede configurarse como uno de
los protagonistas de los momentos preliminares que dieron fruto, años después, al nacimiento
y promulgación de aquella ansiada Ley de los Puertos Francos de Canarias (1852).
FUENTE DE CONSULTA
El legajo de transcripciones de cartas pertenecientes a Washington Irving en su periodo de
embajador extraordinario de los Estados Unidos en tierras españolas que hemos consultado se
halla custodiado en la Special Collections Division de la Georgetown University Library,
Washington D.C.,1 que abarca su correspondencia entre 1842 y 1846, y aunque buena parte de
la misma se halla publicada en The complete works of Washington Irving letters, obra de
Ralph M. Aderman,2 su vinculación con nuestras islas había escapado a los estudiosos del
pasado isleño. En este interesantísimo corpus documental, el literato norteamericano analiza
y describe sucesos importantes de la historia política española, con valiosa información sobre
las relaciones diplomáticas y económicas de esta nación en los primeros años de la década de
los cuarenta del siglo XIX.
PRIMERA MISIVA: MADRID, 25 DE ENERO DE 1844
No cabe duda de que la primera de las cinco cartas que interesan a la historia de las
relaciones comerciales canario-americanas, fechada en la capital española el 25 de enero de
1844, es la más interesante y extensa, tanto en su contenido como en sus posibles
repercusiones posteriores. En ella, Washington Irving nos introduce desde un comienzo en la
causa principal que ha motivado el que se dirija personalmente al ministro de Estado y
Asuntos Exteriores de España, centrada en “certain circumstances in the Quarantine
regulation of the Canary Islands”.
Según el embajador estadounidense, a tenor de las regulaciones existentes en aquel
momento, todas las embarcaciones provenientes de los Estados Unidos desde el 1 de junio a
finales de noviembre de cada año estaban obligadas a cumplir un periodo de observación o de
cuarentena de ocho días en el puerto de Santa Cruz de Tenerife (puerto que, en un punto
significativo de esta primera carta, situaba confusamente en la isla caribeña de Trinidad),
circunstancia que no se cumplía con los navíos provenientes de otros puntos del orbe
–especialmente, de Inglaterra–. La base de su formal protesta es que no entiende la causa de
esa discriminación latente, ya que “while vessels from England and other parts of Europe are
admitted to immediate practique”, las embarcaciones estadounidenses son entorpecidas, en
ocasiones de forma grave, en sus relaciones comerciales con las islas. Arguye Irving que el
comercio entre el Archipiélago y Estados Unidos “is carried on from the ports of Norfolk,
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Baltimore, Philadelphia, New York and Boston; Ports as healthy as those of England”,
añadiendo que desde latitudes situadas el sur de Norfolk, en puntos geográficos que pudieran
ser considerados sospechosos por sus malas condiciones de higiene o seguridad sanitaria, no
existe relación comercial alguna con Canarias.
Irving anota el hecho del centralismo indiscriminado que se practica en las Islas Canarias,
en beneficio del puerto de Santa Cruz de Tenerife, lugar al que deben de dirigirse todas las
embarcaciones sujetas a este periodo de cuarentena, cualesquiera que fuera su puerto de
destino original. Para minimizar los efectos de esta perniciosa costumbre o regulación, el
embajador solicita al ministro Luis González Bravo que los navíos pudieran realizar su
periodo de cuarentena, en el caso de ser obligados a ello, en el puerto al cual se dirigen para
realizar sus relaciones mercantiles, sin tener que desplazarse forzosamente a Santa Cruz, con
todo el coste en tiempo y recursos que ello conlleva. Junto a esta petición apunta que las
condiciones de anclaje en el puerto santacrucero son, por otro lado, de muy mala calidad, en
una rada abierta a muchos vientos y con un fondeadero inseguro.
Para atestiguar todo lo mencionado anteriormente, Washington Irving plantea a modo de
ejemplo lo sucedido a dos embarcaciones norteamericanas en su relación con los puertos
isleños. Al primero de ellos, el bergantín Sarah Deering, que partió desde Nueva York con
rumbo a Gran Canaria el 16 de octubre de 1842, con patente limpia “certified by the Spanish
Consul”, y el cual, a su llegada a dicha isla, “was ordered to Santa Cruz to perform the
quarantine of observation”. En el puerto santacrucero se vio obligada a fondear en aguas muy
profundas, cerca de una plataforma de piedras, siendo “blown out to sea with the loss of an
anchor”. Este periodo de permanencia en puerto, y el retraso subsiguiente, influyeron no sólo
en las relaciones comerciales a realizar, sino que acabaron por acelerar el fin de los días de
dicha embarcación, que acabaría naufragando en la travesía. El segundo caso lo constituía el
velero Franklin, que arribó el 16 de octubre de 1843 al Puerto de la Cruz (nombrado Orotava
en el documento), procedente de Norfolk –Virginia–, nuevamente con patente limpia
certificada por el cónsul español del puerto de salida. Una vez más, la embarcación “was
ordered to Santa Cruz for 8 days quarantine”. Allí, al igual que ocurrió con el Sarah Deering,
el barco se vio obligado a salir a mar abierto por las penosas condiciones de anclaje, con un
periodo de detención que se alargó al menos por espacio de 30 días, con un gasto de “fifteen
dollars a day”. Cita Irving que estos dos casos no son los únicos, pero que bastan para
expresar suficientemente la causa matriz de esta misiva y los “embarrassments caused to
vessels of the United States by their regulation”.
A continuación, el embajador estadounidense entra en una curiosa aproximación a la
situación económica del Archipiélago, que nos recuerda a los motivos antecedentes a la
promulgación de la conocida Ley de Puertos Francos. Dice Irving: “The undersigned would
observe that the Canary Island are dependent upon Foreigners for the sale of their produce;
and particularly when vessels from the United States. The latter are their best customers for
one of the [ilegible] articles of produce of the Islands: barilla. A liberal and enlightened
[ilegible] therefore, would dictate every facility and accommodation to such ships in their
traffic with the islands, and more specially as present when the general trade of the Canaries is
in a very haralyzed state and needs of fastering hand of government to revive and invigorate
it”. Las palabras de Irving son suficientemente claras en cuanto a la situación de las relaciones
mercantiles de las Islas, y su evidente dependencia del capital y movimiento extranjero a
través de sus puertos.
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Washington Irving y su papel en los puertos francos
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A posteriori, el embajador norteamericano pasa a tratar de forma específica el caso de los
periodos de cuarentena, que atribuye al mal entendimiento de las autoridades locales,
encabezadas por la Junta de Sanidad de Santa Cruz, de las regulaciones emanadas por el
gobierno central en Madrid. Según Irving, y tal como comentamos anteriormente, se advierte
en esta maniobra centralizadora “a view to monopolize for that port all the trade of the
islands”. Según se había informado, la disposición general de la Junta Suprema de Sanidad de
Madrid, fechada el 28 de diciembre de 1835, especificaba que se tomarían precauciones en
forma de periodos de cuarentena a todos los navíos provenientes “from the Antilles and the
Gulf of Mexico”. Irving se queja de la inclusión de los Estados Unidos en este segmento de
precaución sanitaria, cuando los puertos de origen de las embarcaciones estadounidenses que
comercian con las Islas provienen de otras latitudes, libres de toda sospecha en este sentido.
Por todo ello, solicita encarecidamente que el Gobierno de Su Majestad revise este singular
tratamiento a las embarcaciones norteamericanas en aguas del Archipiélago, “whatever may
be the quarter in which they have originated”, para de esta forma liberar a las naves de una
nación amiga de los impedimentos y pérdidas que sufren debido a este tipo de malentendidos
y situaciones desagradables. Añade Irving que se ha adelantado a enviar esta solicitud
también movido “by observing the awakening attention and zeal on the part of Her Majesty´s
government to place the various interests of the Kingdom on a liberal and prosperous
footing”, esperando que el gobierno de Su Majestad libere el intercambio comercial “with a
nation which has ever cherished for Spain sincere amity”.
SEGUNDA MISIVA: MADRID, 30 DE ENERO DE 1844
En esta segunda carta, apenas cinco días después de la anterior, Washington Irving se hace
eco de la petición del comodoro Matthew Calbraith Perry, comandante del escuadrón
estadounidense destinado a las costas norteafricanas para vigilar e impedir el tráfico de
esclavos, para usar las islas como base de avituallamiento, aprovechando para quejarse
nuevamente de la vejación hasta entonces vigente sobre toda nave proveniente de la nación
norteamericana a los puertos insulares. El motivo de esta misiva, según mencionamos, parte
de un entonces reciente acuerdo del Gobierno de los Estados Unidos, por el que “there will
constantly be a squadron of vessels of war cruising upon the coast of Africa”, para los cuales
sería de un enorme interés y comodidad tener “free access to the Canary Islands as a healthful
resort during these ardous cruisings, and as places where they may obtain provisions and
where bills of exchange for the supply of funds may be favourably negotiated”. Comenta el
embajador Irving que el comodoro Matthew C. Perry había tenido una desagradable
experiencia en su primera visita al Puerto de Santa Cruz a bordo de su buque insignia The
Macedonian, siendo obligado a efectuar la consabida cuarentena de ocho días, circunstancia
ésta que el oficial norteamericano estaba seguro provenía del recelo de las autoridades locales
para recibir visitas de navíos de guerra de los Estados Unidos en sus puertos. Perry se quejaba
no sólo del mal comportamiento de los funcionarios públicos hacia su persona
–concretamente apunta Irving que cuatro de ellos hicieron caso omiso de sus visitas y avisos
para ser admitidos a fondear en puerto–, sino que va más lejos llegando a advertir una
flagrante falta de respeto y de etiqueta hacia la escuadra estadounidense y su bandera, al
negársele respuesta ante tres cañonazos de salva con motivo del aniversario de la
Independencia de los Estados Unidos.
Argumenta Irving que como está persuadido de que los deseos del gobierno de Su
Majestad eran facilitar en todos los términos posibles el amistoso trato entre las dos naciones,
con la consecuente ventaja que eso supondría para las propias islas al abastecer a una escuadra
–lo que supondría un sustancioso ingreso económico–, espera un pronto y eficaz remedio de
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todas estas circunstancias, disculpando “the official disrespect to the Commander of the
United States squadron, and consequently to the flag of the nation”, motivado únicamente “in
some local interest and jealousy”. En resumen, Washington Irving solicita que se otorguen a
los navíos de guerra norteamericanos las mismas facilidades y modales corteses en los puertos
canarios que se dispensan a las embarcaciones de cualquier otra nación amiga.
TERCERA MISIVA: MADRID, 6 DE FEBRERO DE 1844
De esta tercera carta, en realidad, sólo nos interesa el párrafo que Washington Irving
dedica a las relaciones con Canarias. En ella da cuenta al subsecretario de Estado Abel P.
Upshur de las gestiones realizadas con el gobierno español para la pronta resolución de las
circunstancias adversas a las visitas de embarcaciones estadounidenses a aguas del
Archipiélago, anotando que “by a reply from the Minister of State I learn that the first of these
notes has been referred to the Minister of the Interior for his consideration and action”.
CUARTA MISIVA: MADRID, 4 DE MARZO DE 1844
En este nuevo comunicado, el embajador estadounidense informa al comodoro Matthew C.
Perry sobre las gestiones efectuadas en pro de la mejora de las relaciones entre las autoridades
insulares y los navíos de guerra de los Estados Unidos, confiando en que serían efectivas.
A tenor de esta misiva, la queja del comodoro Perry a Washington Irving parte de un
escrito del primero, fechado el 15 de julio de 1843, en el que aquél relataría el impropio
comportamiento de los funcionarios del puerto de Santa Cruz hacia su escuadra.
Desafortunadamente, no hemos tenido la suerte de encontrar esta primera pieza documental
para conocer de primera mano las vicisitudes de Perry en su malhadada visita al puerto
santacrucero, puerto que ya conocía de anteriores visitas.
QUINTA MISIVA: MADRID. 4 DE MARZO DE 1844.
Washington Irving se dirige en este escrito al cónsul norteamericano en Tenerife, Mr.
Joseph Cullen, para comunicarle, al igual que hiciera en la misma fecha al comodoro Perry,
las gestiones efectuadas en el transcurso de los últimos meses en cuanto a la cuestión de los
periodos de cuarentena y las relaciones comerciales canario-americanas. Es interesante
constatar en esta carta cómo el ministro Luis González Bravo se hizo eco de las palabras del
embajador Irving, quien informaba a Perru “that my letter had been referred to the Minister of
the Interior for his consideration and action in the premises”. A renglón seguido, Irving
recuerda al cónsul que los agitados momentos en que vivía la política española en aquellos
meses, con continuos cambios de gabinete ministerial y muchos otros focos de atención
ajenos a las singularidades isleñas, de seguro retrasarían la efectiva corrección de las
vejaciones a las embarcaciones estadounidenses, aunque no duda en comentar al cónsul
Cullen que “I should be happy to hear from you should any change take place in these
vexatious regulations”.
CONCLUSIÓN
A tenor de lo tratado en las diferentes misivas cursadas entre el embajador Washington
Irving y las autoridades gubernativas españolas, así como con sus compatriotas Matthew C.
Perry y Joseph Cullen, parece no sólo entreverse el conocimiento que existía en aquel
entonces de la extrema dependencia del comercio del Archipiélago sobre la arribada de
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embarcaciones extranjeras, sino la perentoria necesidad de abrir en mayor medida, con claros
beneficios locales, los diferentes puertos de la geografía insular como base de avituallamiento
y libre comercio para la navegación foránea en esta región. Tan sólo ocho años después de
escritas estas cartas, en 1852, el sucesor en el cargo de este ministro de Estado y presidente
del Consejo de Ministros, Juan Bravo-Murillo, sería el encargado de ratificar la Ley de
Puertos Francos para las Islas Canarias, circunstancia que nos induce a aventurar si
Washington Irving puede configurarse como uno de los protagonistas de los momentos
preliminares que dieron fruto, años después, al nacimiento y promulgación de aquella ansiada
Ley.
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APÉNDICE DOCUMENTAL
TEXTO ORIGINAL DE LA CARTA 1-. 25 DE ENERO DE 1844.
The undersigned Envoy Extraordinary and Minister Plenipotentiary of the United
States has the honour to solicit the attention of His Excellency Don Luis Gonzalez Bravo First
Minister of State and of Foreign Affairs of Her Catholic Majesty to certain circumstances in
the Quarantine regulation of the Canary Islands. According to these regulations as at present
interpreted and enforced all vessels arriving from the United States from the 1st of June to the
end of November are obliged to perform a quarantine of observation of Eight days; while
vessels from England and other parts of Europe are admitted to immediate practique. Now the
trade of the United States with the Canary Islands is carried on from the ports of Norfolk,
Baltimore, Philadelphia, New York and Boston; Ports as healthy as those of England. From
ports south of Norfolk, which might be considered suspicious, there is no trade with the
Canaries.
Another grievance sustained by ships from the United States is that whatever may be
their port of destination in the Canaries they are obliged to perform their quarantine at the port
of Santa Cruz in the island of Trinidad [sic].
The effect of this last regulation is often very injurious. If vessels were permitted to
perform their quarantine in the port of destination, they might be securely harboured and
during the term of quarantine be permitted to land the unobjectionable parts of their Cargoes,
thus expediting the time of their departure. Being sent to Santa Cruz however they lose the
whole term of quarantine and the terms of going thetteor [¿?] and returning; besides incurring
the riths of the sea, and of being obliged to anchor in an open roadstrad.
The undersigned will barely instance two cases: one, the brig Sarah Deering which
sailed from New York the 16th October 1842 with a clean bill of health certified by the
Spanish Consul. She arrived at her port of destination in the island of the grand Canary; but
was ordered to Santa Cruz to perform the quarantine of observation. Here she was obliged to
anchor in very deep water, near a ledge of rocks and was blown out to sea with the loss of an
anchor. The detention and delay thus occasioned, affected the fortunes of her voyage, and
caused her ultimate shipwreck.
And the vessel the [ilegible] Franklin arriving 16th October 1843 at Orotava from
Norfolk in Virginia with a cargo of slaves and with a clean bill of health signed by the
Spanish Consul, was ordered to Santa Cruz for 8 days quarantine. She likewise was blown out
to sea, and her detention was at least thirty days at an expense of fifteen dollars a day.
These are only two cases which have been selected. Come within the knowledge of the
undersigned but which he cites as instances of the letter and embarrassments caused to vessels
of the United States by their regulation.
The undersigned would observe that the Canary Island are dependent upon Foreigners
for the sale of their produce; and particularly when vessels from the United States. The latter
are their best customers for one of the [ilegible] articles of produce of the Islands: barilla. A
liberal and enlightened [ilegible] therefore, would dictate every facility and accommodation to
such ships in their traffic with the islands, and more specially as present when the general
trade of the Canaries is in a very haralyzed state and needs of fastering hand of government to
revive and invigorate it.
The undersigned is informed that these vexatious regulations do not emanate from the
general government at Madrid, but arise from the misinstructions or misapprehensions of its
ordenances by the provincial Junta de Sanidad of Santa Cruz, made, it is hinted with a view to
monopolize for that port all the trade of the islands. He is informed that the general ordenance
of the Junta Suprema de Sanidad at Madrid dated 28th December 1835 specifies as subject to
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the quarantine of observation all vessels from the Antilles and the Gulf of Mexico, and that
this by forced construction on the part of the provincial Junta is made to apply to all vessels of
the United States, however northern and healthy the latitudes whence they may come.
The object of this application on the part of the Undersigned, therefore, is most
respectfully to solicit that these regulations, whatever may be the quarter in which they have
originated, may receive the early attention of Her Majesty´s Government and be either
repealed or so modified as to meet the interests of the various ports of the islands, and to
relieve the ships of a friendly nation from impediments and losses to which the ships of other
nations are not subjected.
If Her Majesty´s Government should see fit to continue to enforce the quarantine of
observation the undersigned would suggest that the port of the United States should be
discriminated which come under its provinces; and that vessels with clean bills of health from
unquestionably healthy latitudes, should be exempted from its embarrassments and like those
from England be admitted to immediate practique.
The Undersigned would also solicit that all vessels of the United States, subject to
quarantine, would be permitted to inform it at the port of destination.
The Undersigned has been encouraged to urge this application at the present moment
by observing the awakening attention and zeal on the part of Her Majesty´s government to
place the various interests of the Kingdom on a liberal and prosperous footing, and he feels
satisfied that Her Majesty´s government will be well disposed to relieve from all unnecessary
embarrassment the commercial intercourse with a nation which has ever cherished for Spain
the sincere amity.
The Undersigned waits himself of this occasion to offer to his Excellency received
assurances of his distinguished consideration.
Washington Irving
TEXTO ORIGINAL DE LA CARTA 2-. 30 DE ENERO DE 1844.
The Undersigned Envoy Extraordinary and Minister Plenipotentiary of the United States
had the honour a few days since to solicit the attention of His Excellency Don Luis Gonzalez
Bravo First Minister of State and of Foreign Affaire of Her Catholic Majesty to certain
circumstances in the administration of the quarantine laws in the Canary Islands. The
Undersigned nows beys leave to call his Excellency´s attention to another circumstance in the
administration of those laws.
According to recent regulations of the government of the United States there will
constantly be a squadron of vessels of war cruising upon the coast of Africa. It is highly
desirable that these ships should have free access to the Canary Islands as a healthful resort
during these ardous cruisings, and as places where they may obtain provisions and where bills
of exchange for the supply of funds may be favourably negotiated.
With a view to such accommodation, Commodore Perry, the commander of the
Squadron, visited the port of Santa Cruz last June in his flagship the Macedonian recently
from New York; but to his surprise was obliged to perform a quarantine of 8 days. At this was
a regulation never enacted from English ships in a like state of healthy and as he understood it
was not authorised by any orders from Madrid, he was constrained to attribute it to some local
unwillingness on the part of the authorities to receive visits from United States ships of war.
He was strengthened in this supposition for the conduct of the public functionaries,
four of whom he waited upon, on obtaining practique, yet no one of whom returned his call.
What made this official neglect of etiquette the more remarkable was that, the anniversary of
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the independence of the United States occurring about this time, he fired three national salutes
on the occasion.
As the undersigned is persuaded that it is the wish and intention of Her Majesty´s
government to facilitate in every way the friendly intercourse of the two nations, and as the
advantages which must accrue to the trade of the islands themselves from the furnishing the
supplies to a considerable squadron and the negotiation of the funds for their payment are
obvious; he is convinced that this impediment thrown in the way of American ships of war in
their visits to the Canary Islands and this instance of official disrespect to the Commander of
the United States squadron, and consequently to the flag of the nation can only have
originated in some local interest and jealousy.
He is satisfied moreover that he has merely to point out these facts to the intelligent
mind of His Excellency Don Luis Gonzalez Bravo to have their recurrence promptly obviated
and to procure for the vessels of war of the United States such facilities and such courteous
receptions in the ports of the Canary Islands as are due to the vessels of a friendly power, and
as are extended to the Ships of other Nations.
The Undersigned is happy to avail himself of this occasion to offer to His Excellency
the assurance of this distinguished consideration.
Washington Irving
FRAGMENTO DEL TEXTO ORIGINAL DE LA CARTA 3-. 6 DE FEBRERO DE 1844.
(…) I had the honour to enclose copies of notes recently passed to the Spanish government
on the subject of certain quarantine regulation in the Canary Islands. By a reply from the
Minister of State I learn that the first of these notes has been referred to the Minister of the
Interior for his consideration and action. (…)
Washington Irving
TEXTO ORIGINAL DE LA CARTA 4-. 4 DE MARZO DE 1844.
My dear Commodore,
Ill health which has made me rather irregular in my correspondence has prevented an
earlier reply to your letter of July 5th 1843, complaining of the quarantine imposed upon our
ships of war in the Canary Islands and of the want of courtesy towards you on the part of the
authorities in not returning your official visits.
I have made a written representation of the circumstances to the Spanish government
and trust it will be effective.
Wishing you pleasant and prosperous cruizings and all manner of prosperity, I am, my
dear Commodore, ever very truly yours,
Washington Irving
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TEXTO ORIGINAL DE LA CARTA 5-. 4 DE MARZO DE 1844.
Joseph Cullen Esq. U.S. Consul Teneriffe
Sir,
I have duly received your communication on the subject of the quarantine regulations in
the Canary Islands, but the agitated State of affaire here and the frequent changes of the
Cabinet discouraged me from taking any official step in the matter. On the 25th January last
however I passed a row to Mr. Gonzalez-Bravo, First Minister of State placing the evils and
abuses of the present quarantine system in those islands in as strong a light as I could and
soliciting the repeals and modifications which you suggest. In reply, Mr. Gonzalez Bravo
informed me that my letter had been referred to the Minister of the Interior for his
consideration and action in the premises.
I hope the application may have a beneficial effect, but in the exigencies of the times
and the multiplication of affairs pressing upon the attention of the Ministers much delay in
these matters of minor importance is to be apprehended.
I also in a second note made a special remoustrance as to the quarantine imposed upon
our Ships of war in the ports of the Canary Islands as complained of to me by commodore
Perry. I should be happy to hear from you should any change take place in these vexatious
regulations.
I am, Sir, respectfully your good servant.
Washington Irving
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NOTAS
1 Hemos de agradecer a través de estas líneas la ingente amabilidad y las enormes facilidades que dispuso en
todo momento para nuestra investigación el encargado de la sección de Manuscritos de la Georgetown
University Library, Mr. Scott S. Taylor.
2 ADERMAN, Ralph M.: The complete Works of Washington Irving letters. Twayne; Boston, 1982.
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