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EVIDENCIAS ARQUEOLÓGICAS DE LOS PRIMEROS
ASENTAMIENTOS EUROPEOS EN LA GOMERA
(ISLAS CANARIAS)
Juan Francisco Navarro Mederos
Juan Carlos Hernández Marrero
INTRODUCCIÓN
La presente contribución pretende llamar la atención sobre la importancia de diversos
yacimientos arqueológicos en relación con el proceso de contacto entre europeos e indígenas
gomeros durante los siglos XV y XVI. En la presente ponencia nos centraremos en las
evidencias singulares detectadas en el valle de TazoAlojera.
Esto tiene especial importancia
en el momento actual en que ha cobrado actualidad la revisión teórica y la actualización de
datos sobre el proceso de contacto, conquista y colonización que a finales de la Edad Media
ejercieron las monarquías marítimas europeas en expansión sobre la población aborigen. Esto
desembocó en la definitiva incorporación de las Islas Canarias a la órbita de influencia
geopolítica europea.
Hay referencias históricas sobre la presencia de normados, castellanos y portugueses en La
Gomera interactuando con las sociedades indígenas en una forma muy poco conocida, pero
cuya repercusión es decisiva en el posterior desarrollo histórico y en el proceso de asimilación
que sufre la formación social aborigen. Aunque la información es escasa y las investigaciones
están apenas iniciadas, existen suficientes indicios para adelantar que este proceso debió de
iniciarse en época bastante temprana –probablemente en el siglo XIV–, aunque se aceleraría a
medida que avanzaba el siglo XV y, dadas las peculiares condiciones de la colonización
europea de esta isla, la asimilación probablemente no acabaría de consolidarse hasta el siglo
XVII. Juan Álvarez Delgado (1960, pp. 473474)
situó en esta zona los primeros contactos de
los europeos con los indígenas y los inicios del proceso de evangelización. A partir de 1420
hay referencias a gomeros con nombres cristianizados, que en su opinión deben asociarse con
las actividades de Maciot de Bethencourt en la isla, supuesto fundador de la primera
construcción religiosa que en ella hubo, de la cual nos ocuparemos en otro punto de este
mismo trabajo.
Nuestras prospecciones arqueológicas nos han permitido identificar diversas evidencias
que pudieran estar relacionadas, tanto con el periodo de contacto, como sobre todo con la
colonización que se produjo a partir de que Pedro de Vera y Beatriz de Bobadilla sometieran
definitivamente a los gomeros en 1489. Además, contamos con fuentes de información oral y
documental acerca del uso y transformaciones del territorio en las obras de J. Perera López
(en prensa), G. Díaz Padilla (1996) y la de ésta autora en colaboración con J. M. Rodríguez
Yánez (1990).
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Figura 1. Mapa parcial del Valle de TazoAlojera.
Un grupo significativo de esas evidencias arqueológicas y no pocas referencias
toponímicas (J. Perera, en prensa) se encuentran concentradas en el Valle de TazoAlojera,
situado en el extremo noroeste de la isla, lo cual le añade interés por su evidente interrelación.
Las causas de esta concentración deben ser dos. De una parte, probablemente los yacimientos
arqueológicos prehistóricos e históricos se han conservado mejor en esta zona que en otras,
debido a que ha sufrido escasas transformaciones paisajísticas a lo largo de los siglos. Esto
es debido a que buena parte de ella fue dehesa durante mucho tiempo, e incluso después la
superficie roturada ha sido porcentualmente escasa si la comparamos con otras áreas de La
Gomera. Pero, además, existen razones objetivas para esta concentración de sitios históricos,
porque justamente allí parecen haber tenido lugar varios acontecimientos y procesos de
trascendencia para la historia de la isla.
LA CASILLA PURGAR O “DONDE ANOCHECIÓ Y NUNCA AMANECIÓ” 1
En El Puerto del Trigo (Valle de Alojera, Vallehermoso), sobre un promontorio entre dos
barrancos de caudal constante –el de Herrera y el de Alojera–, están los restos de una antigua
construcción, a la que se conoce como La Casilla de Pulgar o Purgar , que interpretamos
como una antigua dependencia vinculada a un ingenio azucarero, destinada, como su propio
nombre indica, a purgar y seguramente como almacén. Se encuentra al borde del lomo que
desciende desde La Balsa de Alojera, relativamente cercano a la playa del Puerto del Trigo (a
35 m.s.n.m. y 90 m. de la franja costera en línea recta). Uno de sus muros principales corre
paralelo al camino que baja al Puerto del Trigo, a muy escasos metros del cantil costero.
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Foto 1. Vista aérea del Puerto del Trigo. Se aprecian las ruinas de la Casilla Pulgar.
En dicho lomo y orientada con dirección noroeste, siguiendo la línea que marca el borde
del lomo, aparecen los restos de una antigua construcción. Su planta es rectangular,
disponiendo de dos pequeñas dependencias con planta de tendencia cuadrangular en su sector
sureste. Está realizada con un muro de piedra seca de cantería de doble tirante y relleno. La
construcción posee una longitud cercana a los 40 metros. por una anchura de unos 10 metros.
y parece haber soportado distintos usos con posterioridad a su abandono, entre otros, el de
refugio para pastores y cazadores, que han construido pequeños muros de protección y rediles
con sus piedras. Además, las cárcavas producidas por las escorrentías están presentes en su
sector noroeste, por encontrarse en esta zona un desnivel natural del terreno.
Los materiales arqueológicos que pueden verse en su interior son, sobre todo, restos de
loza blanca y roja a torno de importación, de tejas, algunos fragmentos de loza tradicional
gomera y numerosos fragmentos de formas (moldes de azúcar). También se localizó en
superficie una moneda que salió al exterior por la acción erosiva del agua de la lluvia en el
sector noroeste de la construcción. Se trata de un ceitil o ceutí portugués acuñado
probablemente por Alfonso V de Portugal (14481481),
que nos aporta una cronología post
quem para la construcción.
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Foto 2. Casilla Pulgar: vista de conjunto.
Foto 3. Casilla Pulgar: detalle.
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Foto 4. Casilla Pulgar: ceitil, quizás acuñado por Alfonso V de Portugal (14481481).
A unos 650 metros aguas arriba del Barranco de Herrera, en la confluencia de los dos
barrancos que dan lugar al mismo (Barranco de La Horca y Barranco de Taso), y por tanto, en
una situación estratégica por la concentración de fuentes y manaderos naturales de agua (entre
El Rincón y La Joya de La Fuente), se encuentra El Lomo del Ingenio. En este lugar se
concentran aguas que llegan desde Epina y que van confluyendo en cañadas que desembocan
en este estrecho punto. Parece evidente la relación del topónimo Casilla Pulgar o Pulgar con
El Lomo del Ingenio, situado más arriba, lo que unido a los restos hallados y a la propia
situación de la construcción vendría a corroborar lo señalado por una fuente escrita del siglo
XVIII sobre la zona:
Divide este valle [Alojera], del barrio de Taso y Cubava con un barranco que nace
al pie del monte y corre hasta la mar llamado Epina de las mas apreciables aguas de
esta jurisdicción, á este barranco se unen las aguas que salen del barrio de Taso del
que se hablará en su lugar, pero ésta, y las demás aguas que se nombrasen caen
en dicho Aloxera todas se juntaron á un estanque que se hizo para moler un ingenio
de azúcar que se dice hubo en la primitiva cuyos vestigios aun se conservan para
memoria.… esta, y las demás aguas … todas se juntaron á un estanque que se hizo
para moler un ingenio de azúcar que se dice hubo en la primitiva cuyos vestigios aun
se conservan para memoria… en la cabezada del Valle donde estuvo el Ingenio que
llaman la Joya de la Fuente. Todos los cuatro barrancos y los otros á ellos unidos con
Epina y sus agregados de que se dará razón en su lugar después del tomadero para el
expresado estanque del Ingenio se reducen á dos que salen á el mar por la playa
llamada el Puerto del Trigo de modo que habiendo crecidas en la Invernada se hace
todo uno. Del citado estanque del Ingenio á el mar es un tiro regular con munición y
á los vestigios de la casa de molienda llega el mar cuando se embravece.
(Descripción, 1774, pp. 29v.30v).
Es decir, en 1774 aún quedaban vestigios del Ingenio, ya completamente abandonado. En
el lugar descrito como Casilla Pulgar se corrobora la existencia de una casa, que la
descripción identifica como el lugar de molienda. Las aguas del barranco se desviaban más
arriba hacia un estanque que estaba situado donde actualmente aparece el topónimo de Lomo
del Ingenio, junto a La Joya (Hoya) de La Fuente . De ese estanque, que distaba del mar sólo
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“un tiro regular de munición” (G. Díaz y J. M. Rodríguez, 1990, p. 317) salía el herido por el
que bajaban las aguas hasta el molino.
Muy cerca de este lugar se encuentra otro topónimo de una importancia muy relevante: Los
Llanos de Blasino. Este nombre nos conduce a confirmar la fundación del ingenio azucarero
de Alojera de la mano de los hermanos italianos de origen romano, Blasino y Juan Felipe
Plombino, apodados “Romano”, a fines del siglo XV. Blasino Plombino tenía en La Gomera un
ingenio de moler y hacer azúcar, cañaverales, aparte de viñas, molinos de pan y otras tierras
de cultivo (F. Moreno, 1988, pp. 120121).
Siguiendo a G. Díaz y J. M. Rodríguez (1990, p. 315), el cultivo del azúcar penetraría en
La Gomera de la mano del gobernador de Gran Canaria Pedro de Vera, quien después de
sofocar y castigar la rebelión de los indígenas en 1488 es posible que “siguiera actuando como
asesor de Beatriz de Bobadilla [viuda y señora de la isla] en el gobierno y administración del
señorío”. A partir de que en 1498 se produjo el matrimonio entre Beatriz de Bobadilla y el
gobernador de Tenerife y La Palma, Alonso Fernández de Lugo, éste se convirtió en tutor de
los hijos de aquélla, herederos legítimos del señorío de La Gomera y El Hierro. Esos mismos
investigadores sostienen que como Fernández de Lugo había sido impulsor de esta industria
en Gran Canaria, ahora como tutor del heredero del señorío Guillén
Peraza y Bobadilla,
daría un impulso definitivo a la misma en La Gomera.
En una fecha que debe de estar entre 1498 y 1500, Alonso de Lugo despojó a Plombino de
sus propiedades en Alojera y, en compensación, les dio el 27 de febrero de 1500:
[…] vos doy en el Río de Güymar todo lo que se pudiere aprovechar con el agua que
allí haya, la mitad para vos Blasino, e la otra mitad para vuestro hermano Juan
Felipe, como a vezino. Esto porque vos, Blasino, me os obligáys de allí hazer un
ynjenio de agua si ser pudiere o de bestias, etc. […] vos doy de plazo de quatro años
primero syguientes para que los hagáys el dicho ynjenio […] (M. A. Gómez, 2000,
p. 20).
En la reformación del repartimiento, los testigos Gonzalo Rodríguez y Alonso de las Hijas
declaran que esta data fue en compensación “… de un engenio e parral e molino e tierras de
cañas de açúcares que les tomó en la Gomera” (Ortíz, 1953 [1506], p. 40).
Quizás esté aquí la explicación del repentino abandono al que hace referencia la leyenda.
La actividad de los ingenios prácticamente cesó en la isla un siglo más tarde; a mitad del siglo
XVII habían desaparecido los ingenios de la isla y a finales del mismo siglo sólo existían las
ruinas de esta industria.
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Figura 2. Mapa del sector comprendido entre Santa Lucía y el Puerto del Trigo.
SANTA LUCÍA “LA ANTIGUA” O “LA VIEJA”
Ésta es hoy una ermita poco conocida en La Gomera. De ella sólo quedan los restos de una
construcción de piedra seca con planta rectangular. Actualmente se encuentra embutida en los
muros de bancales situados en un amplio recodo formado por el barranco que desciende desde
Tazo y Cubaba. Todo parece indicar que fue ésta la primitiva ermita mencionada a principios
del siglo XV, asociada a los primeros intentos de evangelización y penetración europea, quizás
bajo el mando de Maciot de Bethencourt. Por tanto, su estudio desde la óptica de la
vinculación de la misma al proceso evangelizador en la isla es una clave de gran trascendencia
en el contexto del contacto indígenaeuropeo.
La tradición popular que explica la presencia de Santa Lucía se parece a otras tradiciones
sobre apariciones de vírgenes en Canarias asociadas a la primera evangelización, pero
sospechosamente es casi idéntica a la leyenda de la Virgen de Guadalupe, patrona de la isla.
La tradición no sitúa los hechos en un momento histórico concreto. Según ésta, un navío
fondeó frente a las playas del Puerto del Trigo y, cuando intentaron volver a hacerse a la mar,
inexplicablemente el barco se negó a navegar, hasta que a uno de los marinos se le ocurrió
sacar a tierra una imagen de Santa Lucía que llevaban en la nave, momento en el cual el navío
comenzó de nuevo a funcionar. Entonces la tripulación entendió que Santa Lucía deseaba
quedarse en esa playa y allí la dejaron.
La estrategia de colonización y conquista apoyada con labores previas misionales tuvo
lugar en casi todas las islas del Archipiélago. La razón para la aparición de la imagen no es
otra diferente que aquélla que conduce hasta las costas del sur de Tenerife a la imagen de la
Virgen de Candelaria. No es para nada casual que la talla llegara al bando de Orone, ni que
posiblemente lo hiciera en un período del año muy determinado, tal como lo hacen también
otras imágenes que arriban a las costas de las Islas en períodos en el que las estructuras
sociopolíticas de los indígenas se flexibilizaban, facilitando, en un periodo festivo, los pactos
o relaciones políticas. De hecho, la zona del noroeste de La Gomera no es precisamente
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privilegiada por la placidez de sus costas y la bondad de sus puertos, y es durante el verano e
inicios del otoño cuando son más habituales los periodos en que el mar está apacible.
En la bula del 20 de noviembre de 1424, por la que el Papa Martín V creaba el efímero
obispado de Fuerteventura se hace mención a una ermita en La Gomera en dichas fechas:
[...] algunos habitantes de Gran Canaria y Gomera, bien que en ciertos parajes
solamente, se han convertido también a la fe católica, [...] y que en las mencionadas
islas de Palma y Gomera se habían edificado ciertas capillas bajo la advocación de
Santa María de La Palma (J. Viera, 1951, t.III, p. 45).
Esta ermita de Santa María de La Palma, también llamada Lodma en otra parte,
probablemente sea la ermita de Santa Lucía de Tazo, porque “Santa María de la Palma” puede
ser una errónea interpretación de la iconografía de Santa Lucía: una mujer con una rama de
palma.
La mayoría de autores coinciden en afirmar que fue en esta zona de la isla por donde
comenzó la cristianización de la misma. D. J. Wölfel (1930, pp. 103105)
defendía la idea de
que la ermita citada en dicha bula había sido fundada por don Fernando de Castro, que
postreramente fue perseguido y sitiado por los indígenas en Argodey, hoy Fortaleza de
Chipude, tras lo cual tuvo que abandonar la isla. Aunque algún autor supuso que esto ocurriría
en 1386, parece mucho más lógica la fecha de 1424 o 1425. Sin embargo, E. Serra Ráfols
(1941, p. 34) estima que la fecha del desembarco de Castro está demasiado ajustada a la de la
bula del 20 de noviembre de 1424. Por tanto, opina que la fundación de esta obra pudo ser
algo más temprana y deberse a Maciot de Béthencourt, cuyos intereses coincidían con los de
la Corona portuguesa.
Fernando de Castro, gallego al servicio de Portugal, encabezaba una expedición que trataba
de conquistar las Islas que restaban por ocupar, en contra de los intereses de la corona
castellana y del señor de Lanzarote, Fuerteventura y El Hierro, Guillén de las Casas. Tras
haberlo intentado fallidamente en Gran Canaria, desembarcaron en La Gomera por el puerto
de Hipare, cuya ubicación sigue siendo una incógnita. Los mejores puertos de la isla son San
Sebastián y alguna que otra playa del Sur, aunque si el desembarco se produjo por el
norte, allí las mejores condiciones como fondeadero las tiene el Puerto del Trigo. Con
independencia de que el desembarco de Castro haya tenido lugar en esta u otra zona, lo único
cierto es que la tradición indica que los portugueses disponían de una base en la zona de
AlojeraTazo,
aunque tampoco podamos asegurar el origen de esa tradición.
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Foto 5. Santa Lucía la Vieja: las ruinas se encuentran entre bancales.
Foto 6. Santa Lucía la Vieja: detalle de las ruinas.
El emplazamiento de la primitiva ermita de Santa Lucía deja abierta la pregunta sobre
dónde estaban asentados los clérigos que atendían la labor misional de la misma. La respuesta
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pudiera estar muy cerca del lugar, en el emplazamiento donde, hasta 1774, se encontraban los
restos de una edificación llamada “casa Obispal” donde, según una tradición que recoge J.
Perera (en prensa), había vivido un obispo. Continúa este investigador que algunos cientos de
metros más arriba de la ermita está el topónimo El Barranco del Obispo y en los
amillaramientos de los años 1941 a 1955 aparece el topónimo Las Casillas del Obispo. Pero
no se ha recogido ningún dato procedente de la oralidad y no existe ningún resto visible de
dichas construcciones, por lo que este autor se plantea la posibilidad de que al referirse al
topónimo “Obispo” se esté hablando de la propia ermita.
Sorprende el emplazamiento elegido para ubicar la ermita, casi en el fondo de un pequeño
barranco con escasas tierras cultivables. Parece más apropiado para un asentamiento inicial el
vecino y más espacioso Valle de Alojera, con muchos más recursos naturales. Probablemente
las razones del establecimiento hayan sido de carácter estratégico para la labor
evangelizadora. Quizás tengan que ver con la distribución de los asentamientos aborígenes a
lo largo del valle de Tazo, o que la presencia de un personaje destacado en la estructura social
indígena determinara el lugar. Esto último ha ocurrido en varios sitios del Archipiélago, como
la Cueva de Chinguaro, donde vivía el Mencey de Güímar, adonde fue llevada la imagen de
Candelaria y junto a la cual se construyó luego una ermita. Pero, además, también pudo ser
determinante el hecho de encontrarse al abrigo de una localización a larga distancia y lo que
es más importante, invisible desde el mar. El panorama se hace más complejo si tenemos en
cuenta el registro arqueológico del entorno de la ermita, compuesto por cerámicas indígenas y
por enterramientos en fosa.
De cualquier manera, existen numerosos y tempranos testimonios de una incipiente pero
importante labor misional en La Gomera, como el bautismo de personajes de conocido
prestigio dentro de la sociedad isleña. Éste el caso de Amaluige, importante jefe en la isla que
en 1425, después del episodio del sitio a Fernando de Castro en la Fortaleza de Chipude o
Argodey, accedió a ser bautizado y permitió la presencia de un clérigo; Pedro Chimboyo,
caudillo tribal de la isla, en 1434 aparece ya cristianizado y con un salvoconducto (D.J.
Wölfel, 1930); y, por último, los jefes de los cuatro bandos recogidos en las fuentes de la
conquista ya tenían nombres cristianos. Pues bien, a pesar de ello, y aunque es difícil conocer
la incidencia real de esta labor, la evangelización no tuvo la repercusión esperada, en el
sentido de que son más abrumadoras las pruebas que existen sobre el carácter resistente de los
gomeros a incorporar los principios de la doctrina católica. De hecho, en 1531 Vasco Díaz
Tanco les continúa tildando de “malos cristianos” por negarse a oír misa o a establecerse en
lugares poblados, amén de continuar manteniendo sus antiguas creencias (A.R. Rodríguez
Moñino, 1934).
LA HOYA GRANEL EN LA CAÑADA DE TEHETA
En la cabecera del Valle de Tazo se encuentra La Cañada de Teheta, 2 en la cual existen
unas ruinas construidas sobre piedra seca donde llaman “Hoya Granel”. El conjunto principal,
de una antigüedad evidente, es de planta rectangular y contiene dos bandas paralelas de 4 y 4
celdas con tendencias circular y rectangular. La acción del tiempo ha hecho que se encuentre
parcialmente arrasado y ocupado por una vegetación que impide su observación con claridad.
En superficie, el material cerámico confirma la antigüedad del lugar, pudiendo observarse
fragmentos de distintas épocas, todas después de la conquista, aunque también aparece
cerámica aborigen en el entorno.
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A principios del siglo XVI allí se construyó un granero que dio nombre al lugar, estando la
zona a lo largo de ese siglo básicamente dedicada al cultivo de cereales (G. Díaz, 1996, II,
p. 19). En la tradición oral existen varias referencias al origen de las ruinas, recogidas por J.
Perera (en prensa), de las que hemos seleccionado tres interesantes testimonios de los vecinos
de la localidad, sobre la justificación de la presencia de dichas construcciones en un lugar
privilegiado, tanto por recursos como por emplazamiento y control visual: “En los
chiquerones de La Hoya del Granel vivieron los primeros habitantes de La Gomera (vecino de
Vallehermoso)”. “En los chiquerones de La Joya del Granel se ponía el grano. Él nunca lo
vio, sino que lo ha conocido de toda la vida en el estado actual (vecino de Cubaba)”. “Los
guanches guardaban el grano en La Joya del Granel (vecino de Cubaba)”. Otros testimonios
nos relataron que eran los primeros “cristianos” los que vivieron en La Hoya Granel
(J.F.Navarro, 1992, pp. 99101).
Foto 7. Vista hacia el mar desde la Hoya Granel: Barranco de TazoHerrera
con Santa Lucía y Puerto del Trigo
al fondo.
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Foto 8. Hoya Granel: las ruinas están cubiertas por la vegetación.
Desconocemos con exactitud los límites de lo que durante los siglos XVI al XIX se llegó a
llamar la aldea de Tededeta, pero lo cierto es que fue lugar poblado por lo menos hasta
comienzos del siglo XIX. J. Perera (Ibíd.) también recoge un interesante testimonio oral de un
vecino de avanzada edad de Tazo: “el abuelo de mi padre contaba que la gente que vivía en
Teheta se fueron a Cubaba”.
Con todo ello se dibuja el panorama de un yacimiento arqueológico del máximo interés,
que aparece ya citado desde los primeros momentos de colonización de la isla y posiblemente
con un sustrato aborigen anterior, por lo que su estudio para una zona como la que se ha ido
describiendo podría disponer de todas las claves para responder a cuestiones como la de los
primeros contactos.
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Figura 3: Croquis de las ruinas de la Hoya Granel.
LOS YACIMIENTOS PREHISTÓRICOS DEL VALLE DE TAZOALOJERA
El valle del extremo noroeste de La Gomera, que denominamos de TazoAlojera
por
referencia a las dos localidades mayores, abarca las tierras de las localidades ArguamulTazoCubabaEpinaAlojera
y es muy rico en yacimientos arqueológicos, probablemente por las
razones antes esgrimidas de una escasa roturación. De hecho, en las zonas que han sido
cultivadas es donde las evidencias de yacimientos escasean más. Este valle se subdivide a su
vez en varias cuencas menores.
De este a oeste, la primera de ellas es la que forman las de Arguamul y Bejira. En el
entorno de Arguamul hay materiales arqueológicos en antiguas huertas, que probablemente
sean restos de asentamientos de superficie destruidos por los bancales, y en la costa existen
dos concheros con cerámicas e industria lítica claramente aborígenes, pero que arrojaron unas
cronologías muy tardías (1530 ± 60 d.C. y 1670 ± 60 d.C.), que de ser ciertas nos estarían
hablando de la pervivencia de modos de vida y rasgos culturales indígenas, coexistiendo en el
mismo territorio con otros propios de los colonos europeos (P. Acosta et al. , 1977; J. F.
Navarro, 1992, pp. 7276).
En la zona de Bejira existe un conchero en la costa, además de
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restos de cabañas y, más arriba, otros poblados de cabañas, entre ellos el de la Era de los
Antiguos, que contiene un nivel de ocupación aborigen y una reutilización muy posterior,
probablemente por pastores tradicionales.
El valle de Tazo es el más rico arqueológicamente hablando, probablemente porque es
mayor que el anterior y, como él, está poco roturado. A lo largo de él se han identificado hasta
ahora, al menos, cinco poblados de cabañas en zonas no roturadas (Plan de los Hoyos, La
Batatilla, Lomo de la Piedra Redonda, Lomo de la Cueva Encantada, Picos de Herrera) y
existen concentraciones de material arqueológico en varios sitios más. Además, en las
inmediaciones de algunos de estos sitios han aparecido enterramientos en fosa. También se
conoce un conjunto habitacional en cuevas (Cuevas de Herrera González), de donde procede
un objeto de madera con la única inscripción líbicoberéber
conocida hasta ahora en La
Gomera, así como otras cuevas asociadas a algunos de los citados poblados de cabañas. Por
último, existe un conchero en la Cañada de Muñoz. Justamente es en este valle donde se
encuentran la Hoya Granel, la Ermita de Santa Lucía “la Antigua” o “la Vieja” y, la Casa
Purgar o Pulgar, que está donde se unen en la costa los barrancos que drenan este valle y el de
Alojera.
Figura 4. Pieza de madera con inscripción líbicoberéber,
procedente de las Cuevas de Herrera González, muy
cercanas a Santa Lucía.
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En el valle de Alojera los lomos están más roturados, no sólo por el ingenio citado, sino
porque después hubo otros cultivos de secano y regadío, e incluso en el siglo XX se plantaron
plátanos. Por tanto, la mayor parte de las zonas llanas han sido transformadas, y es en ellas
donde potencialmente deberían de estar los antiguos asentamientos indígenas. Aún así, se han
identificado hasta ahora algunas zonas de enterramientos y hábitat en cuevas, sobre todo en el
margen occidental del valle, y también concentraciones de material arqueológico en algunos
bancales.
PERSPECTIVAS DE FUTURO
En las páginas precedentes hemos visto cómo en un espacio geográfico singular existen
ruinas de varias edificaciones o instalaciones con funciones diferentes, obra de los colonos
europeos, que parecen datar de sucesivos momentos entre los siglos XV y XVI. Asimismo,
existen topónimos relacionados con ellas que contribuyen a entender el uso y
transformaciones del territorio. Todo eso está inserto en un contexto general de áreas de
asentamiento aborígenes, lo cual permite inferir que ambas formaciones sociales
interactuaron, aunque no sabemos cómo.
Esa interacción, sus claves, desarrollo y modelos resultantes es un problema histórico
complejo y de largo recorrido, que constituye el objetivo fundamental de un proyecto
de investigación que hasta ahora no ha merecido el beneplácito administrativo, aunque, no
cejamos en nuestra voluntad de afrontarlo. Con él se pretende conocer el proceso
de conformación de una sociedad insular donde, a diferencia del resto del Archipiélago, el
componente demográfico aborigen parece haber intervenido en notable proporción, a la vez
que fue más débil o lenta la colonización europea y, por tanto, la implementación de los
correspondientes cambios socioeconómicos y culturales.
Se trata de un fenómeno que, si bien está plenamente inserto en una etapa tradicionalmente
atractiva para la historiografía canaria, hasta fechas recientes ha sido poco abordado, porque
primaba el interés por desvelar los entresijos históricos del inicio de la historia de Canarias
que, además, se había relacionado exclusivamente con la etapa inmediatamente posterior a las
conquistas realengas de las “islas mayores”; esto es, Tenerife y Gran Canaria. Se ha
profundizado en los procesos de colonización e instauración del nuevo orden social, desde
todas las claves que lo conforman, demográficas, económicas, institucionales y culturales.
Pero sólo desde mediados de los años ochenta E. Aznar y A. Tejera empezaron a investigar el
problema del contacto entre culturas, o lo que ellos acuñaron como “Etapa de Contacto y
Aculturación”. A partir de ahí la realidad del cambio cultural sufrido por los aborígenes
canarios derivado del impacto con los europeos se ha convertido en un objeto científico de
interés creciente, con algunas propuestas de carácter general (A. Tejera y R. González, 1987,
pp. 156191),
con aportaciones al conocimiento de fenómenos sincréticos (V. Alberto et al.,
1998) y, sobre todo, con las más recientes aportaciones de J. Onrubia (2004, pp. 1955),
G. Betancor (2002) y S. Baucells (2001).
Estas últimas propuestas ponen de relieve la necesidad de abordar en Canarias proyectos
capaces de integrar intervenciones arqueológicas en contextos contemporáneos del periodo
que nos ocupa, para detectar evidencias materiales del proceso de interacción. En este sentido,
aunque se ha recuperado un cierto número de objetos foráneos en contextos aborígenes, que
testimonian el contacto e intercambio con los visitantes y el aprecio que los antiguos canarios
sentían ante tales objetos, resultan aún muy escasas las evidencias de las transformaciones
sufridas por las estructuras socioculturales aborígenes.
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Es importante, además, que estas premisas se centren en un marco geocultural
como
supone La Gomera, cuyo proceso de colonización resulta de un enorme interés, ya que
constituye un modelo exclusivo con respecto al resto del Archipiélago, en cuanto a su proceso
de incorporación a la realidad europea.
Las hipótesis de partida son que el proceso de asimilación sufrido por las formaciones
sociales aborígenes tiene, en el caso de los antiguos pobladores de La Gomera, un marco
específico de desarrollo fundamentalmente asociado al modelo de interacción que se pone
en marcha desde etapas tempranas, probablemente desde el siglo XIV y que se consolida
durante todo el siglo XV. Los protagonistas fueron la población indígena y los agentes más
representativos de la expansión atlántica ibérica: castellanos y portugueses, que tuvieron en
La Gomera uno de sus escenarios de competencia. De tal manera que fraccionaron la isla
en dos áreas de influencia –castellana y portuguesa–, a través de pactos con los distintos
bandos aborígenes. Estamos, pues, ante un fenómeno complejo de institucionalización del
contacto –exento en cierta manera de la conquista militar, a diferencia de las restantes islas–,
con una larga duración en el tiempo desde finales del siglo XIV y durante todo el XV. Esa
complejidad aumenta, desde el momento en que durante el siglo XVI existen referencias
documentales que describen a los gomeros manteniendo sus ancestrales modos de vida, en
coexistencia con una sociedad europea suficientemente instalada y desarrollando un modelo
socioeconómico
mercantilista. Incluso en el XVII perviven ciertas formas culturales y
socioeconómicas que hacen dudar de la plena integración. Este modelo difiere del resto del
Archipiélago, y otorga al proceso de colonización de La Gomera una expresión particular que
aún no ha sido plenamente definida.
Los objetivos del proyecto son:
a) Identificar y caracterizar los espacios significativos para el estudio de los procesos
de contacto y aculturación de los indígenas gomeros. Reconocer, describir y explicar
los componentes arqueológicos que los definen e integran.
b) Analizar y explicar las circunstancias históricas de los asentamientos europeos.
c) Conocer los procesos de interacción social y la posible variabilidad de relaciones,
según se trate de indígenas, portugueses y castellanos.
d) Valorar el impacto de los procesos anteriores en las respectivas formaciones
sociales, así como su repercusión en la configuración de la nueva sociedad.
Estos objetivos, afrontados desde una perspectiva transdisciplinar,
contribuirían, de una
manera decisiva, a explicar un período clave en la Historia de Canarias, concretado en
una Isla que se utiliza como modelo de referencia. El logro más importante será explicar los
orígenes de la sociedad gomera actual, valorando en su justa medida el papel desempeñado
por los distintos conjuntos poblacionales que protagonizaron el proceso. Por último, de este
trabajo se recuperará un patrimonio cultural hasta ahora desconocido, cuya puesta en uso y
difusión museística tiene una alta potencialidad, particularmente ahora que se están diseñando
los contenidos de los diferentes museos insulares.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
XVI Coloquio de Historia CanarioAmericana
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NOTAS
1 Una tradición oral de la zona, bastante extendida, también atribuye al lugar el segundo topónimo: Donde
anocheció y no amaneció, haciendo referencia al abandono del enclave por sus moradores una noche y
repentinamente, si bien desconocemos la antigüedad de este supuesto asentamiento y, sobre todo, si
coincide con el uso original de las estructuras.
2 En la documentación aparece nombrada también como Tedeta o Tededeta.
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