EL ANÁLISIS GEOGRÁFICO EN LA ORDENACIÓN
DEL TERRITORIO
ALEJANDRO GONZÁLEZ MORALES
GERARDO DELGADO AGUIAR
«Es preciso reflexionar
para medir y no medir
para reflexionar»
(G. BUCHELARD)
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
INTRODUCCIÓN
La Ordenación del territorio (en adelante O.T.) se ha centrado
preferentemente y de forma casi exclusiva en el espacio urbano. En
cambio, en el medio natural y, sobre todo, en el territorio rural apenas
ha tenido incidencia. La casuística que explica este fenómeno es
de índole diversa, en cualquier caso, uno de los aspectos más importantes
es la gran importancia y desarrollo experimentado por el
mundo urbano en este siglo. En efecto, prácticamente toda la actividad
productiva en los países desarrollados se realiza en las ciudades
o en áreas estrechamente vinculadas a ella; por el contrario, el
campo ha ido perdiendo población (éxodo rural) y se han abandonado
numerosas explotaciones, razón por la cual ha pasado a ocupar
una posición secundaria en el interés de los diversos profesionales
que se ocupan de la planificación territorial. No obstante, hay que
afirmar que el propio medio rural y, más aún, el natural, están adquiriendo
una gran relevancia en estos últimos años, sobre todo por la
gran preocupación ecológica que está surgiendo en la sociedad, lo
que ha propiciado un notable incremento en los estudios de ordenación
rural y natural. Con todo, aún se está muy lejos de alcanzar una
situación de paridad con respecto a los urbanos.
La O.T. surge como una necesidad de frenar el deterioro que
sufren determinadas áreas como respuesta al crecimiento que han
experimentado las mismas, obligándonos a aceptar que el mencionado
deterioro es el tributo que hay que pagar por el propio desarrollo.
Sin embargo, se ha demostrado que la utilización ordenada y
racional de los recursos no tiene necesariamente por qué derivar en
un empobrecimiento y esquilmación de las zonas afectadas, ya que
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si previamente se analiza cuáles son las posibilidaes de tal espacio
de producir un desarrollo armónico y equilibrado, se puede mantener
con un impacto espacial negativo mínimo un uso sostenido del
territorio, por ello disentimos de Jacques Jung cuando proclama:
«que resulta demencial toda negación del carácter inevitable de ciertos
procesos evolutivos. Por medio de la O.T. pueden colmarse algunas
lagunas coyunturales, dotar de cierto dinamismo a los
inmovilismos que frenan el desarrollo de una región, pero no se
puede (ni se debe) hacer nada en lo que atañe a problemas propiamente
estructurales» (J. JUNG, 1972).
En efecto, pensamos que las únicas soluciones válidas son precisamente
las que abordan la problemática de carácter estructural,
pues de nada sirve proteger un espacio, si la legislación o reglamentación
jurídica permite a los agentes económicos y sociales la utilización
devastadora del mismo. Por ello creemos que junto a las
indispensables medidas de carácter coyuntural que pongan freno a
situaciones concretas, se debe avanzar en la consecución de un
modelo de desarrollo que permita un uso racional y ordenado del
espacio, y lesto último solo se consigue con medidas y leyes de
caiacter estructural, pues lo que está en juego no sólo es la preservación
de determinados parajes o la utilización de unos enclaves en
detrimento de otros, sino que la organización del territorio no puede
entenderse como un mosáico donde unas piezas son objeto de cuidado
y otras no, pues al existir una interrelación entre todas las unidades
que conforman el mosáico, cualquier intervención sobre una
de ellas, repercute de manera general en el resto; por consiguiente, se
hace necesario una política de planteamientos globales y no acciones
parciales y coyunturales que propiciarían a largo plazo un agravamiento
de la situación.
Por todo ello concluimos que la O.T. debe ser globalizadora,
otra cosa muy distinta es que las actuaciones sobre el territorio tengan
aspectos diferenciales en función de la estrategia escogida, pues
se sabe que la problemática espacial presenta situaciones diversas,
pero esta diversidad, insistimos, está íntimamente relacionada, por
ello se hace necesario partir de criterios generales o globales, que
con posterioridad se adaptan a las distintas situaciones que se nos
ofrecen en el territorio. Esta cuestión queda magníficamente
expuesta por Mao Tse Tung al señalar que el todo es susceptible de
dividirse en una serie de partes o unidades, pero que ninguna de
estas se justifica por sí sola, sino que tienen sentido conformando
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El análisis geográfico en la ordenación del territorio 13
parte de ese todo, que es a la postre el que le da coherencia y el que
justifica la razón de su existencia (A. BADIEU, 1980).
Hemos comenzado por definir en que consiste y qué es la O.T.,
quizá para una mejor comprensión de la misma fuera necesario
abordar ahora lo que no es la mencionada planificación territorial.
Hemos señalado que el territorio es un todo pero, que a su vez, está
dividido en una serie de partes. No obstante, estas unidades que conforman
el consabido territorio no tienen el mismo peso ni presentan
la misma problemática, de ahí la necesidad de valorar no sólo los
aspectos generales o totales, sino también es necesario centrarse en
las cuestiones individuales, pues la problemática de ellas es de
índole diversa. Todo ello nos indica que a pesar de convenir que el
territorio constituye una globalidad no puede abordarse el estudio
del mismo como una unidad, pues éste presenta aspectos diferenciales
que necesitan respuestas variadas, es decir, a pesar de que el
territorio es un todo no puede ser tratado de manera idéntica para
todos los casos, pues ese conjunto resulta de situaciones desiguales,
por tanto la planificación no puede ser lineal e igualitaria, pues responde
a una casuística múltiple con gran cantidad de matices. Con
todo, no debemos perder la idea de que a pesar de necesitar respuestas
variadas según los casos el espacio a ordenar constituye sobre
todo una totalidad.
La anterior afirmación se ha traducido en ocasiones en la realización
de una serie de estrategias que dimanan de políticas sectoriales
y que conducen en la práctica a una organización
descentralizada del propio territorio. Ello termina produciendo a
largo plazo, o incluso a medio plazo, situaciones de desequilibrio y
desigualdades, pues al fraccionar el territorio en una serie de compartimentos
espaciales que compiten entre sí se infrautilizan determinados
recursos, al tiempo que otros se dilapidan o despilfarran
por la misma razón. En otras palabras, la descentralización económica,
que no administrativa, del territorio conduce inexorablemente
a unos ritmos e intereses distintos en el desarrollo de las diferentes
zonas, lo que termina conformando una estructura difícilmente articulable,
y lo que es más grave aún en competencia con otras.
Por último, señalar que la O.T. no puede entenderse de forma
exclusiva como una reconversión de zonas atrasadas, pues ésta no
solo atañe a las regiones problemáticas, sino que de igual manera es
necesaria en las áreas desarrolladas para que de esta manera se optimice
su aprovechamiento. Con todo, las posibilidades de los espa-
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cios atrasados no sólo dependen de los procesos que en ellos se
generan, sino también de otros que se realizan fuera, pero que afectan
indudablemente a las relaciones sociales y de producción que se
producen en las áreas marginales. Por ejemplo, un avance en el
desarrollo de las fuerzas productivas de un área desarrollada tiene
repercusiones en otras atrasadas por la internacionalización de las
formas de producción capitalistas. En realidad son las relaciones de
producción y dominación las que en última instancia explican el
desarrollo o subdesarrollo de una zona, pues como bien señala A.
Lipietz: «no hay regiones ricas o pobres, sino regiones de ricos y de
pobres». Así pues, la reconversión de una zona atrasada está directamente
relacionada con las decisiones de la clase dirigente de esa
zona y, sobre todo, de las altas clases sociales de las zonas desarrolladas.
En definitiva, que el atraso o desarrollo de una zona está
relacionado más con la composición de las fuerzas sociales y económicas
que con los propios recursos de la zona. Por otro lado, y como
señala Jung: «La Ordenación del Territorio no se basa en homogeneidades,
sino en heterogeneidades», es decir, que el territorio hay
que concebirlo como un todo formado por una serie de partes diferentes,
pero que adecuadamente combinadas y articuladas explican
de manera razonable y satisfactoria la razón de ser de esa globalidad
que es el territorio.
1. LAs DIFERENTES FORMAS DE ORDENACIÓN
DEL TERRITORIO
Señalábamos al comienzo de este trabajo que la O.T. podría
realizarse en ámbitos distintos. En realidad son tres los tipos de
espacios donde se concretan los planes de ordenación territorial:
El espacio rural.
El espacio urbano.
El espacio natural.
De todos ellos nos interesa los dos primeros, a los que vamos a
dedicar las sucesivas páginas de este trabajo.
Una primera cuestión que se plantea es la definición de espacio
rural: éste casi siempre se ha explicado como una negación del espacio
urbano, es decir rural sería todo aquello que no es urbano; sin
embargo esta definición general apenas aporta algo al asunto. Para
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comenzar el análisis del espacio rural es necesario, a nuestro juicio,
establecer las diferencias existentes entre éste y los denominados
espacios agrícolas y agrarios, que a pesar de estar directamente relacionados
no significan lo mismo. En efecto, el espacio agrícola es
sólo aquel territorio donde se realizan labores relacionadas con la
agricultura, tanto para consumo humano como para consumo animal
(P. GEORGE, 1978). En cambio el concepto de espacio agrario
es más amplio, pues no sólo incluye las anteriores actividades,
sino que también recoge las zonas donde se desarrollan labores relacionadas
con la explotación de los bosques (sirvicultura) y la ganadería;
como se observa este espacio es de mayor extensión y
presenta diversas actividades, pero el campo es algo más que espacio
agrario y agrícola, pues también en él están el hábitat del campesino,
las obras de infraestructra (caminos, embalses, almacenes,
etc...), es decir, está todo aquello necesario para desarrollar con
éxito las anteriormente mencionadas actividades y precisamente
este conjunto de actividades e infraestructuras y servicios constituye
el denominado espacio rural. Cualquiera de ellos puede ser objeto de
planificación, ahora bien, en cada uno de los casos se debe tener presente
que las características de una adecuada ordenación del territorio
empieza por contemplar que la planificación tenga un carácter de
- globalidad-totalidad, que aborde la problemática desde una óptica
interdisciplinar, pues como bien señala J. Jung: «La O.T. necesita
de equipos multiprofesionales que aborden la problemática desde
varias ópticas, desde el comienzo del plan de acción y no de especialistas
aislados que presentan al final sus conclusiones particulares a
Comisiones y Comité de expertos; pues en este último caso hay un
evidente obstáculo para la fluidez en el trasvase de la información
que permita actuar con sentido global. En cambio, en el primer
aspecto se estudió el problema desde distintos enfoques, haciendo
así posible las articulaciones e interacciones entre los distintos especialistas
que puede fraguar en una propuesta unitaria y acabada
debido al constante carácter de totalidad que la misma ha tenido a lo
largo de su realización» (J. JUNG, 1972).
Asimismo, es imprescindible que las acciones previstas para
realizar una adecuada ordenación del territorio se realicen en unos
plazos amplios, pues la ordenación precisa de una serie de etapas.
En primer lugar, está la etapa analítica que sirve para conocer el
medio y los problemas el área donde vamos a estudiar. Seguidamente
se establecen el conjunto de hipótesis de actuación, teniendo.
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en cuenta para ello la problemática del área. En este sentido conviene
conocer si la mencionada zona pierde población, si es generadora
o destructora de puestos de trabajo, si los campos de cultivo
están abandonados o no, si sufre deterioro medioambiental, si
carece de infraestructuras y servicios, etc... A continuación se trata
de evaluar los costes de la acción y comprobar si es factible emprender
el proyecto, en otras palabras, se tiene que verificar si las posibilidades
financieras con las que contamos permiten emprender el
estudio con garantías de poder ser finalizado.
En el mismo orden de cosas, y por lo que respecta a la etapa
analítica, hay que estudiar los siguientes aspectos, parámetros y
variables. En primer lugar las características naturales o ecológicas
de la zona, esto es el clima, el relieve, la morfología, los suelos, la
vegetación y la disponibilidad de los recursos hídricos. Su estudio
debe ser combinado, es decir, resaltando las articulaciones entre las
distintas variables, para de esta manera conseguir una interpretación
global del medio natural. No tiene sentido un estudio pormenorizado
de cada una de ellas, pues lo que nos interesa es la interrelación
entre los diversos factores y elementos que están actuando en la configuración
del espacio natural y de qué manera afectan a la posible
acción humana. Ello nos permitiría un uso racional de los mencionados
recursos ecológicos, así como una correcta ordenación del territorio
afectado.
Por otro lado, hay que analizar los aspectos demográficos, pues
la población comporta una de las principales variables que intervienen
en la configuración del territorio. En este sentido, hay que analizar
tanto los aspectos de la dinámica (natalidad, mortalidad,
nupcialidad y fecundidad) como los de la estructura y los movimientos
migratorios (composición por edad y sexo, estado civil, población
activa, estructura socioprofesional, niveles culturales, así como
los movimientos internos y externos de la población).
En tercer lugar conviene estudiar las causas económicas que
intervienen en la configuración del espacio objeto de estudio, es
decir, el tipo de actividades que se desarrollan en el men-·
cionado territorio.
A continuación se debe analizar las relaciones sociales y el
marco jurídico, pues ello nos permite un conocimiento más profundo
de la sociedad que estamos al tiempo que se observan los imperativos
e impedimentos legales para una adecuada ordenación
territorial.
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El andlisis geogrdjico en la ordenación del lerritorio 17
De igual manera conviene tener presente los aspecrU\ c,JI"!rale~
y patrimoniales del grupo objeto de análisis. pues cualliuier tipu d~
ordenación que se precio de ser seria y glut;, '1' debe prescindir dc
estos aspectos igualmente importantes.
Por último, es deseable un estudio pormenorizado del tipo de
poblamiento y de las formas y características del hábitat, pues estos
dos últimos aspectos también contribuyen de manera importante en
la configuración global de un espacio.
Todos estos aspectos y variables deben estudiarse de manera
global, es decir, estableciendo los nexos y articulaciones imprescindibles
para no llegar a conclusiones parciales, pues como acertadamente
señala B. Kayser: «el espacio rural cambia de significación
según se le examine desde un punto de vista económico, sociológico,
administrativo, estadístico, cultural, etc...» (B. KAYSER, 1970).
Con todo, hay que afirmar que esta conjunción de factores y
elementos en un determinado espacio le confiere unas características
particulares al territorio, que lo individualizan y le dan personalidad
propia.
2. HACIA UNA INTERPRETACIÓN GLOBAL
DE LAS ÁREAS RURALES
El espacio rural presenta una serie de aspectos que le diferencián
e individualizan de los territorios circundantes (naturales y
urbanos). Precisamente esto es lo que le confiere una personalidad
propia y lo que a la postre nos permite estudiarlo de manera desagregada.
Las principales características que apunta J. Jung del territorio
rural son las siguientes:
territorio de baja densidad de población
actividad agrícola preponderante
modo de vida y de trabajo singular
medio natural
reserva de bienes escasos
medio· ambiente
espacio de ocio.
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Territorio de baja densidad
En realidad este concepto resulta engañoso, pues se comparan
densidades territoriales con funciones diferentes. En efecto, la densidad
óptima para los servicios no es exactamente igual que la agrícola
o la industrial, por consiguiente esta comparación de
densidades de zonas diferentes no tiene demasiada relevancia. Es
más, como señala el propio Jung: «La noción de densidad no permi~
e establecer la frontera entre medio rural y medio urbano, puesto
que existen zonas urbanas residenciales ocupadas a base de casas
unifamiliares sobre extensas zonas verdes y zonas residenciales en
comunas rurales edificadas con un alto nivel de densidad» (J. '
JUNG, 1972).
- Actividad agrícola predominante
Tampoco tiene demasiado sentido cuando hoy día la influencia
urbana y sus actividades tienen un gran peso en el mundo rural,
sobre todo porque la agricultura capitalista tiene cada vez más un
comportamiento similar a la industria. En tal sentido se expresa
Chombart de Lauwe cuando señala que: «La industrialización de la
agricultura exige la localización de esta actividad en las zonas con
mayores posibilidades y potencialidad en todos los aspectos (y no
solamente agrícolas)... Son la vocación y posibilidades industriales
y turísticas de las diferentes regiones las que determinarán en gran
parte sus posibilidades agrícolas» (Chombart de Lauwe, 1969).
- Modo de vida y modo de trabajo
Hay notables diferencias, a pesar de que cada vez se atenúan
más, entre los habitantes del campo y la ciudad. Esto nos permite
hablar de un modelo de vida y trabajo diferente en los dos espacios.
Por lo general las ciudades tienden a concentrar las residencias, en
cambio en el campo -aunque no es ajena la concentración- lo predominante
es la dispersión, lo cual encarece la instalación de
infraestructuras y servicios. En las ciudades suele haber una cierta
separación entre la residencia y el lugar de trabajo, mayor cuanto
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El análisis geográfico en la ordenación del territorio 19
más desarrollados están los medios de transporte y la infraestructura
viaria; el campo tiene a presentar estos dos elementos: hábitat y trabajo
muy relacionados, hasta el punto que en la propia casa campesina
se realizan determinadas labores agrícolas (almacenamiento de
la cosecha, pisado y fermentación de las uvas para el vino,
etc...).
Las ciudades también se caracterizan por una gran concentración
y abundancia de servicios; por su parte, las áreas rurales presentan
una gran escasez de los mismos, una de las razones que ha
contribuido poderosamente a ello, a parte de los interiores niveles de
renta, ha sido la baja concentración de las viviendas, lo que encarece
la instalación de los servicios o simplemente por no llegar a un
umbral mínimo imposibilita su instalación.
En el ámbito urbano los lazos comunitarios se han debilitado
por la propia dinámica de la vida en las ciudades; sin embargo, en el
campo estas relaciones afectivas se conservan bien' en general.
Por último, otro aspecto diferencial es el consumo, siendo
mucho mayor en las ciudades por las razones anteriormente
apuntadas.
- El medio natural
Este es mucho más amplio yen general está mejor conservado
en el campo que en las ciudades. En cualquier caso, hay que señalar
que en el propio ámbito rural también se cometen graves atentados
contra el medio natural, pero hasta el presente las modificaciones
humanas en el mismo han estado más en consonancia con un espíritu
ecológico que en las ciudades. Con todo, hay que afirmar que el
espacio rural no puede concebirse tampoco como un espacio
natural.
- Reserva de bienes <<escasos»
El espacio rural como reserva de bienes escasos no tiene tampoco
mucho sentido, pues, hoy día, la naturaleza, la vida salvaje, el
aire puro, el agua limpia y descontaminada o incluso la calma son
difíciles de encontrar hasta en los denominados espacios
naturales.
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- El medio ambiente
La creciente terciarización e «industrialización» del espacio
rural ha propiciado que el medio ambiente del campo se degrade a
una velocidad considerable, incluso llegando a extremos donde el
proceso es prácticamente irreversible. En efecto, al convertirse las
zonas rurales en hábitat de una parte de la población urbana (fenómeno
de segunda residencia), y al generalizarse el fenómeno de la
agricultura a tiempo parcial ha posibilitado que la degradación
medioambiental y el deterioro de las escasas infraestructuras rurales
sea un proceso cada día más preocupante. La agricultura a tiempo
parcial concretamente presenta una serie de inconvenientes tales
como: reproducción de modelos de comportamiento machista, por
obligar a las mujeres a realizar trabajos no remunerados, escasa cualificación
y por consiguiente mal aprovechamiento de las explotaciones,
exceso de individualismo y escasa predisposición a los trabajos
comunitarios y a la sindicación.
Por su parte el fenómeno de residencia secundaria también le
hace un flaco favor a la comunidad rural, pues por regla general se
trata de una ocupación desordenada que conlleva la
desarticulación de la economía campesina, toda vez que los niveles
de renta entre ambas comunidades son muy diferentes. Al contrario
de lo que se piensa no producen beneficios para la población autóc·tona
del área en que se asienta, a lo sumo permite o refuerza el fenómeno
del subempleo, pero no crea riqueza. Asimismo, se puede
afirmar que contribuye a aumentar los gastos de la comunidad, por la
particular demanda de servicios que ejercen, aunque estos gastos
sólo en contadas ocasiones benefician a la totalidad. Por todas estas
razones estamos en condiciones de aseverar que el fenómeno de
residencia secundaria, más que un factor dinamizador de la economía
rural se convierte en la mayor parte de los casos en una rémora
social y económica para la población autóctona, sumiéndolos prácticamente
en la miseria estructural.
- El espacio de ocio
Aunque en las ciudades hay numerosos parques en particular y
espacios de ocio en general. El espacio rural presenta una mejor disposición
para el establecimiento de zonas de ocio y recreo. En
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El andlisis geogrdjico en la ordenación del territorio 21
efecto, si atendemos a la recomendaciones de la OUTDOOR
RECREATION RESOURCES REVIEW (O.R.R.R.c.), se pueden
distinguir basta cinco clases diferentes de espacios de ocio, de
los cuales cuatro, al menos, ofrecen mejores ventajas los espacios
rurales que los propios urbanos.
1. Espacios para actividades de ocio intensiva. Son los más
próximos al domicilio y se utilizan diariamente o los fines de
semana. El caso más paradigmático lo constituyen los parques de
atracciones (por ejemplo: Tívoli).
2. Espacios para actividades de ocio al aire libre. Son los equipados
para la práctica del deporte y otras actividades al aire libre
(por ejemplo: Campamento de Tamadaba).
3. Espacios naturales. Se localizan lejos de las áreas urbanas,
aunque hay excepciones, son los denominados parques naturales
(Bandama).
4. Espacios naturales a conservar. Son terrenos del Estado de
especial protección (Parques Nacionales).
5. Espacios vírgenes. Espacios poco o nada alterados por el
hombre. Lamentablemente en la isla de Gran Canaria no hay
ya ejemplos.
En definitiva, se puede observar cómo la ordenación del territorio
en un espacio rural tiene entidad suficiente como para ser tratada
de manera desagregada. No obstante, hay que insistir que la O.T. en
un espacio dado no puede entenderse cmo una finalidad en sí misma,
pues son numerosas las vinculaciones que se establecen con respecto
a las zonas circundantes. En síntesis, la vida del campo está
muy imbuida de la propia de la ciudad y ello obliga a estudiarla
desde una óptica globalizadora, ya que como bien señala Jung: «El
mundo rural no constituye un sistema cerrado, no debe ser planificado
de manera autárquica y, sobre todo, su ordenación debe llevarse
a cabo sin absurdos reflejos defensivos con respecto al mundo
urbano» (J. JUNG, 1972). En la misma línea pero con diferentes
argumentos se expresa P. George al señalar que: «El espacio que el
planificador debe tomar en consideración no es el espacio greográfico
tradicional, sino un espacio de relación» (P. GEORGE, 1966);
es decir que las articulaciones entre el espacio objeto de estudio y las
zonas adyacentes deben ser analizadas conjuntamente, pues las
imbricaciones entre ellas son muy evidentes.
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3. APROXIMACIÓN A LA DEFINICIÓN DE ORDENACIÓN
DEL TERRITORIO RURAL
La preocupación por la planificación territorial es relativamente
reciente, pues hasta bien avanzada la actual centuria y,
sobre todo, a partir de la segunda conflagración mundial no comienzan
las instituciones públicas y algunas privadas a ocuparse de los
aspectos que se derivan de una utilización racional del espacio. Por
todo ello el desarrollo conceptual y metodológico, a pesar de haber
avanzado bastante en los últimos años, continúa siendo escaso. A
continuación, y sin ánimos de ser exhaustivo, vamos a exponer algunas
definiciones de la O.T. rural.
En primer lugar presentamos la realizada por L. Garrido: «La
ordenación de las estructuras agrícolas trata de conseguir una
óptima utilización de los recursos agrícolas a través de una organización
más eficiente del espacio agrícola, esto es de aquella parte del
territorio destinada a la producción agrícola; supone un proceso de
reestructuración y mejora, que incluirá distintos tipos de acciones
según los objetivos que en cada caso trate de conseguir, objetivos
que vendrán determinados por las circunstancias particulares de tipo
económico, técnico y social». Como se desprende de lo anterior la
O.T. para este autor es actuar sobre el territorio mediante la toma de
decisiones que rJos conduce a establecer una estrategia concreta.
Ahora bien, para ello es necesario que previamente se analice la
situación, siendo este estudio de carácter global e interdisciplinar,
pues son múltiples y heterogéneos los elementos y factores que se
están combinando en el territorio para conformar una estructura
determinada.
En el mismo sentido, aunque con un razonamiento distinto, se
expresa J. Jung cuando señala que para conseguir una política racional
de ordenación del territorio es necesario cumplir tres
postulados.
1. Unidad de la O.T., es decir totalizadora y global. Las divisiones
del territorio rural-urbano, agrícola-forestal, etc... son arbitrarias,
toda vez que las distintas aptitudes y funciones están
articuladas e interrelacionadas.
2. Función impulsora de los grandes equipamientos estructurantes,
esto es una gran infraestructura de comunicaciones, los equipamientos
públicos del sector terciario (enseñanza, cultura, sanidad,
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El análisis geográfico en la ordenación del territon"o 23
. deportes, turismo, ocio, etc...) y la extensión de las áreas
urbanas e industriales.
3. Adaptación de las colectividades territoriales a las necesidades
de la ordenación, en definitiva poder contar con los medios
financieros necesarios.
De esta serie de postulados tres ideas nos interesa resaltar. En
primer lugar el carácter totalizador que toda ordenación territorial
debe tener, sin que ello presuponga que a niveles funcionales y por
razones metodológicas determinados aspectos se estudien de
manera desagregada, pero siempre observando las articulaciones
con el resto, un esquema gráfico de 10 comentado con anterioridad
queda expuesto en el gráfico 1. Por otro lado, insistir en la idea de
que ordenar es optar, y en esta elección se deben preveer las infraestructuras
que más convengan, ello evidentemente está en relación
con el tipo de territorio y las características del mismo, cuanto más
variada sea la oferta de infraestructuras y servicios, más compleja
será la planificación territorial, pero también "más completa. Por
último, señalar que cualquier tipo de intervención en el espacio debe
ir precedida de un riguroso análisis de los costes de la misma, pues
la financiación de una acción de ordenación territorial es decisiva
para el buen fin de la misma.
En otro orden de cosas, pero directamente relacionado con 10
anterior, conviene recordar que una actuación sobre el territorio que
se precie de seria y rigurosa debe establecer, con anterioridad a la ejecución
del plan estratégico, la escala de trabajo. En el caso concreto
que nos ocupa, es decir Canarias, las diferentes escalas de actuación
pueden ser:
la región
la isla
la comarca.
En los tres casos constituyen un conjunto de entidades poblaciones
con similares características de medio natural, economía,
población, sociedad y cultura.
Asimismo, es preceptivo el establecimiento de un calendario,
para adecuar las acciones a una temporalización que nos permita al
tiempo que va cubriendo los plazos, observar los éxitos y fracasos de
la propia planificación. Es más, los plazos son necesarios toda vez
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que para intervenir en un territorio se necesita primero desmantelar
parcial o totalmente las estructuras anteriores.
De igual manera se echa en falta en la planificación territorial la
necesidad de que la acción sea coordinada por un organismo creado
ex profeso, en el caso contrario tal cometido lo puede asumir -yen
parte lo hace- la C.U.M.A.C. (Comisión de Urbanismo y Medio
Ambiente Canario) dependiente de la Consejería de Política Territorial.
En este sentido se expresa Jung cuando afirma: «La necesidad
imperiosa de adaptación de los organismos de la administración
a las necesidades de la O.T., evitando el fraccionamiento de las
competencias, pues, al ser necesaria una política global necesita de
un solo organismo que la guíe en la línea de la interdisciplinariedad
flexible» (J. Jung, 1972).
Otra definición de ordenación del territorio rural es la propuesta
por Mariano Rujas Lázaro: «La Planificación integral u
ordenación territorial global, a cualquier nivel territorial, requiere un
profundo análisis de las estructuras el marco físico, de las características
demográficas: población, pirámides, dinámica natural, movimientos
migratorios y tasas demográficas; así como de los
parámetros socioeconómicos: población ocupada y desocupada,
estratificación socio laboral, ingresos familiares y niveles de renta,
aspectos sectoriales, etc ... , consideraciones institucionales: regímenes
de tenencia y propiedad, normativa a los diferentes niveles sectoriales
y espaciales, así como la diferente legislación sobre la
problemática urbanística y de protección ambiental. Tales estructuras
generales y disposiciones urbanísticas deben ser analizadas y
adecuadamente intepretadas para que las estrategias de ordenación
del territorio sean compatibles con la protección del mismo»
(MARIANO RUJAS, 1988). Coincidimos con este autorenquelaO.T.
necesita un exhaustivo análisis previo de los factores estructurales y
coyunturales de una determinada zona. Ahora bien, esto sólo constituye
una parte de la planificación, pues al análisis previo debe
seguirle un diagnóstico de la propia situación, el establecimiento de
unas hipótesis para la actuación, la configuración del plan de acción
o estratégico y por último, la acción propiamente dicha con sus plazos
y niveles de actuación. Los parámetros apuntados por Rujas
Lázaro no deben quedarse en una simple recopilación de datos estadísticos,
sino que es necesario que la mencionada información se
plasme en una serie de mapas temáticos y sintéticos para una mejor
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El andlisis geogrdfico en la ordenación del territorio 25
comprensión de la problemática y una más fácil actuación en el
territorio. Con respecto al tipo de mapas que se deben elaborar Jung
apunta lo siguiente: «Se impone... , elaborar el mapa de la situación
actual de la agricultura local (estructuras agrarias, producciones,
capitales invertidos, dinamismo empresarial)>> (J. JUNG, 1972), es
decir una serie de mapas temáticos sobre las características y problemas
de la zona objeto de estudio. Con posterioridad a la realización
de esta cartografía temática, el mencioando autor señala que se
pueden superponer unos sobre otros con la finalidad de ir cruzando
información y de esta manera poder delimitar las diferentes zonas de
actuación y, lo que es más importante, el tipo de acción. A continuación
se realizan los mapas de potencialidades (es el que selecciona
los lugares en función de sus aptitudes, más o menos acusadas para
tal o cual afectación), es decir, el mapa de potencialidad nos indica
cuáles son los recursos que merecen explotarse en una determinada
zona o, por el contrario, cuáles son los elementos a proteger. Por
último, estarían los mapas de uso y gestión del territorio que recogen
las actuaciones que se realizan en el mismo, y plasma los resultados
que el plan estratégico se encargó de realzar. Por lo que respecta a la
escala de la cartografía, conviene aclarar que ésta se encuentra en
relación con la zona donde se va a actuar. En efecto, no es lo mismo
una planificación nacional que regional. En cualquier caso, y
siguiendo en esta ocasión a J. Labasse: «el mapa es por excelencia
el instrumento de trabajo de la ordenación territorial. Siendo ésta una
tarea a dos niveles, cuyo punto de equilibrio es la región -o más
exactamente su metrópoli-, la macroordenación procede de diagnósticos
generales establecidos para amplios conjuntos geográficos,
relacionados entre sí, en la escala nacional o internacional; para lo
que utiliza lotes de mapas a pequeña o mediana escala de 1:200.000
al: 1.000.000... La microordenación comienza, al contrario, por
una reflexión sobre el mapa a gran escala, de 1:50.000 a 1:20.000»
(J. Labasse, 1975). Como se desprende de lo anterior la elección de
la escala cartográfica está determinada por la cantidad de espacio a
analizar, al igual que por la profundización del estudio. No obstante,
conviene señalar que la información de los mapas ha de completarse
con series estadísticas que permitan conocer más exhaustivamente
la problemática de las zonas en cuestión. El propio Labasse señala
que cualquier tipo de ordenación territorial comienza: «(...) por un
minucioso informe sobre los suelos» (J. Labasse, 1975), que se realiza
en cuatro etapas.
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26 Alejandro González Morales - Gerardo Delgado Aguiar
a) El estudio preliminar de reconocimiento, cuyo objetivo es
delimitar los suelos irrigables y situar los diferentes tipos de suelos...
, permite justificar el proyecto o eliminarlo.
b) El estudio a media escala, que lleva a los agrónomos a fijar
programas de cultivo y necesidades globales de agua.
c) El estudio detallado, llevado a cabo para el explotador y
concretado en un documento práctico que le entregan.
d) El estudio de las comprobaciones o de la explotación (J.
LABASSE, 1975).
Con todo ello Labasse propone una metodología deductiva que
va de los estudios más generales hacia los particulares, teniendo
muy presente que el proceso está imbuido de un fuerte carácter
empírico, o sea que se nutre el modelo de explotación final de la propia
información -gráfica, cartográfica y estadística- que recaba
durante el período de estudio. Asimismo, propone que el proceso de
producción surgido tras la previa ordenación territorial, se realice en
función de dos elementos: la intensificación y la mecanización. En el
primer caso sólo es posible a través de una mayor cantidad de fuerza
de trabajo en el campo, cosa difícil por otro lado, pues cada vez son
menos los efectivos poblacionales que quedan en las áreas rurales; o
por la mecanización del mismo. En este segundo caso lo que hace
falta es disponer de acumulación de capital que nos permita adquirir
el equipo necesario y poner en marcha el proceso productivo. En
cualqueir caso, es evidente que los dos elementos guardan una estrecha
relación entre sí, pues como bien apunta R. Dumont: «Es el trabajo
de intensificación el que tiene que fabricar los capitales de la
motorización» (R. DUMONT, 1961).
A parte de los elementos ya comentados, hay toda una serie de
actuaciones de gran importancia para la ordenación del territorio en
las áreas rurales, que han sido expuestas por A. García Alvarez en
su comunicación al 11 Coloquio Hispano-Francés, y que lleva por
título: «Política de Ordenación y Gestión del espacio rural en
España». El citado autor señala la necesidad de realizar una serie de
acciones en los siguientes apartados:
1. Restructuración del sistema de asentamiento, evitando, en la
medida de lo posible, la dispersión del hábitat, pues éste encarece de
manera significativa los costes de planificación.
2. Dotación de equipamientos y servicios. En efecto, las
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El andlisis geogrdjico en la ordenación del territorio 27
infraestructuras son vitales-para el desarrollo de cualquier región.
Las áreas rurales deben aglutinar servicios que le vayan asimilando
a las propias urbanas, para de esta manera poder compertir en igualdad
de condiciones.
3. Ordenación y promoción de las actividades agrarias. En este
apartado se considera necesario una renovación y modernización de
los sistemas productivos que permitan elevar los niveles de renta de
los campesinos y por consiguiente su nivel de vida.
4. Promoción de actividades económicas no agrarias. La razón
fundamental es acabar con el tradicional aislamiento del campo, que
en parte se debe a la precariedd y escasez de actividades en el
mismo, constituyendo éste uno de los rasgos diferenciales más significativos
con respecto al mundo urbano.
5. Ordenación del medio natural y creación de espacios de
ocio. A pesar de lo que tradicionalmente se piensa en las áreas rurales
el medio natural se encuentra también degradado, por ello es
necesario una decidida acción para restaurar y recuperar la naturaleza
del campo. Asimismo, y en estrecha relación con lo anterior,
sobre todo por la gran disponibilidad de espacios abiertos, el campo
es una excele-nte zona para la creación de espacios de ocio y recreo,
pues cuenta con mayores elementos que las áreas urbanas para tal
fin. Por ejemplo, la mayor disponibilidad de espacio, la mayor cantidad
de vegetación, etc...
6. Ordenación de zonas de montaña. Dentro de las áreas rurales
merece mención aparte, por sus particulares características, las
zonas de montaña. Aquí los problemas se agudizan, pues el aislamiento,
las adversidades naturales, las precariedades económicas,
etc... son mayores, lo que nos conduce a la necesidad de crear planes
especiales de ordenación del territorio. De igual manera las
áreas de montaña son de gran interés para reservas naturales y para
espacios de ocio.
Con todo, hay que manifestar que la puesta en marcha de planes
de ordenación territorial en las áreas de montaña no son tan sencillas,
pues hay una serie de aspectos insalvables, que impiden un normal
desenvolvimiento de los consabidos planes. Entre las principales
dificultades que señala García Alvarez se encuentran:
a) La dificultad de pasar de una situación de descontrol a otra
de utilización del territorio con criterios de ordenación. En efecto, es
muy difícil desmontar las estructuras tradicionales, a las cuales la
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28 Alejandro González Morales - Gerardo Delgado Aguiar
población rural se encuentra muy apegada para pasar a una situación
diametralmente opuesta. Esto evidentemente lleva mucho
tiempo, en el mejor de los casos, pues, a veces, ni tan siquiera
se consigue.
b) La carencia de un marco institucional adecuado, impide que
las innovaciones que pretendemos introducir se puedan realizar. Se
sabe que las leyes en general, y las reglamentaciones juídicas en particular,
se encuentran desfasadas con respecto a la realidad, es decir
siempre van a remolque de los acontecimientos y nunca preveen el
posible discurrir futuro de las cosas. Pues bien, este hecho perjudica
la puesta en marcha de planes de ordenación al encontrarse con una
legilsación caduca.
c) La indefinición relativa del contenido real de estos planes de
carácter general en la legislación vigente. Este hecho está en relación
con lo anterior, pues al no existir una legislación diáfana sobre
la problemática de la ordenación territorial. Los propios planes de
planificación se redactan con un lenguaje ambiguo que permiten lecturas
sesgadas y así, de esta manera, escapar al rigor de las
leyes.
d) El desfase producido entre los instrumentos legales en materia
de ordenación del territorio y los instrumentos políticos de planficiación,
a medio y largo plazo, del desarrollo económico-social
general. Esta es la consecuencia de los dos hechos anteriores, es
decir, la planificación territorial se adelanta normalmente a la legislación,
produciendo estos desajustes una serie de inconvenientes a
los propios planes de gestión y uso racional del territorio.
En cualquier caso, estos no son los únicos inconvenientes que
encuentra la ordenación territorial, sino que también hay otros, y
por cierto no menos importantes, derivados de las propias estructuras
agrarias vigentes.
Uno de los principales obstáculos para la planificación son los
tamaños reducidos y las formas inadecuadas de las parcelas. En
efecto, la irregularidad del terreno, producto tanto de las divisiones
por herencia como por la topografía adversa, condiciona el dibujo
del parcelario, al tiempo que las dimensiones de las parcelas,
teniendo algunas una superficie mínima que impide su adecuada
explotación, pues no es posible la mecanización de las mismas. En
realidad, no hay tamaño óptimo, sino que éste varía en función de la
clase de cultivo y del tipo de maquinaria, cuanto más pesada es la
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El análisis geográfico en la ordenación del territorio 29
máquina, mayor tamaño debe tener la parcela, así como hay determinados
cultivos que necesitan una superficie mayor para su mejor
desarrollo; otros, por el contrario, se reproducen bien en espacios
más limitados. La solución a estos problemas ha venido tradicionalmente
por la concentración parcelaria.
Un segundo factor negativo es el tamaño de las explotaciones,
aquí no sólo intervienen aspectos técnicos, como en el caso anterior,
sino que al mismo tiempo se precisa de soluciones económicas e
incluso políticas, pues en muchas ocasiones el inadecuado tamaño
de las explotaciones se debe a la insuficiencia de medios financieros
para hacerse con un lote de tierras óptimo en cuanto a su tamaño
que facilite la mecanización y, por consiguiente, la intensificación de
los cultivos. Es más, en algunas ocasiones, y a pesar de existir los
capitales necesarios, la normativa jurídica facilita la disgregación y
no la concentración. Por regla general, sólo las grandes sociedades
capitalistas realizan este tipo de acciones, mientras que los medianos
y pequeños explotadores, por las razones ya apuntadas, se mantienen
en unas estructuras arcáicas que se caracterizan por la
tendencia a la desconcentración.
El hábitat se comporta en ocasiones como otro factor negativo,
sobre todo el hábitat disperso, pues éste obliga al campesino a comprar
lotes de tierra lejos de la vivienda familiar, y ello redunda en un
período de tiempo mayor para desplazarse desde la vivienda al lugar
de trabajo. En cualquier caso, hay que señalar que el hábitat concentrado
tampoco está exento de tales eventualidades. Asimismo, conviene
señalar la competencia entre el hábitat y el terreno de uso
agrario. En efecto, en el pasado las viviendas campesinas se establecían
casi siempre en las zonas improductivas o de escaso valor agrícola;
en la actualidad, y sobre todo, por el intenso proceso de
especulación a que está sometido el campo, las viviendas campesinas,
y mucho más las de segunda residencia urbana, han pasado a
ocupar terrenos agrarios, lo que significa una pérdida real del potencial
rural de la zona y un manifiesto cambio de uso del mismo.
Los regímenes de tenencia de la tierra constituyen otro poderoso
obstáculo para el desarrollo de la planificación territorial en el
campo: así, la aparcería, si bien permite un alto porcentaje de
empleos, no facilita, por otra parte, una óptima capitalización de las
explotaciones. El arrendamiento tiene distintos resultados según los
plazos del mismo, pues un arrendamiento a corto plazo tienen similares
consecuencias a la aparcería; en cambio a largo plazo permite
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30 Alejandro González Morales - Gerardo Delgado Aguiar
inversiones y, por consiguiente, una más racional utilización de la
tierra y unas mayores posibilidades de competitividad. La propiedad
directa tiene posibilidades distintas según los tamaños de las explotaciones.
No obstante, su mayor peligro se centra en la posibilidad de
atomización, como consecuencia del reparto por herencia. Por
último, los otros regímenes al ser en su mayoría de titularidad
pública apenas tienen importancia con respecto a operaciones especulativas
y de cambio de uso.
Un cuarto aspecto lo constituye el nivel cultural y el apego a las
tradiciones de los habitantes del campo, que ha producido en estos
lugares una particular indiosincrasia. En efecto, tal como señala
Labasse: «Las resistencias del hombre, fruto de la rutina, del individualismo
y de tradiciones, respetables a menudo, son, sin ninguna
duda, el obstáculo principal en el camino de la bonificación agrícola.
Los otros: morfología agraria, hábitat, no son nada más que la transcripción
visible de pasividades inherentes a la influencia que el
pasado ejerce sobre el presente» (J. LABASSE, 1975).
En definitiva, los planes de O.T. no sólo dependen de su
correcta confección para asegurarse el éxito, sino que es necesario al
mismo tiempo un estudio pormenorizado y exhaustivo de los distintos
inconvenientes y obstáculos que hay en el área objeto de planificación,
para que de esta manera podamos realizar la pretendida
ordenación, pues no se trata simplemente de actuar sobre el territorio
corrigiendo o subsanando errores pasados, sino que también hay
que observar la particular problemática que ofrecen estos espacios,
pues de su correcto conocimiento depende en buena medida el éxito
de nuestra empresa. Huelga señalar qué cuanto más homogenea y
compacta es el área a tratar menos inconvenientes debemos tener;
en cambio las zonas de configuración heterogeneas y de evidente
dispersión presentan, por regla general, una problemática
mayor.
En síntesis, podemos afirmar que si bien la ordenación del territorio
es novedosa dado el escaso período de tiempo que ha tenido
para fraguarse una metodología y una conceptualización riguros, ya
comienzan a vislumbrarse los primeros frutos de la misma, pues
como bien apunta L. Garrido Egido: «(La Ordenación de los Territorios
Rurales) han tenido, en los países industriales, un gran desarrollo
durante el último cuarto de siglo, período en que la economía
de estos países ha experimentado una transformación sin precedentes.
Esta transformación ha determinado un cambio radical en la
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El análisis geográfico en la ordenación del territorio 31
organización de su economía, en la localización de las distintas actividades,
en las condiciones de vida, en el desarrollo de los medios de
transporte, etc... , cambios que han tenido una notable incidencia en
la utilización del espacio» (L. GARRIDO, 1988).
En efecto, estas variaciones que se han producido en las formas
de explotación han conducido a la extenuación de unos determinados
recursos y el deterioro de otros, razón por la cual se ha hecho
necesario una previa organización y planificación del espacio sobre
el que se actúa, para asegurarse un mejor y más racional aprovechamiento
de los recursos. Asimismo, y por el carácter global que todo
proceso de ordenación lleva inherente, permite un equilibrio entre
las distintas áreas, consiguiendo un mundo más armónico y justo. El
creciente proceso de ordenación también se justifica por el hecho de
que cada vez son menos los espacios sobre los que se puede actuar,
así como por el notable deterioro que presentan algunos de éstos,
debido, sobre todo, a la excesiva presión demográfica y económica.
Este desarrollo que ha seguido al expectacular avance de las fuerzas
productivas no tiene porqué generar consecuencias negativas a la
comunidad y al medio donde se desencadena, si se realiza con criterios
racionales. Lo que si se produce, y ello no tiene que significar a
priori ningún problema, es una modificación en los valores de uso y
de cambio de las mercancías que se generan en este proceso, pues
evidentemente el cambio les confiere nuevas connotaciones que
hacen variar indefectiblemente su valor tal como expresa el propio
Garrido Egido: «La dinámica a que resulta sometido el destino del
suelo ha de orientarse mediante una planificación de los usos de las
diferentes áreas en forma que sean satisfechas adecuadamente las
distintas necesidades. En relación con el suelo agrícola se dan los
que pueden considerarse cambios mayores en el mismo, que se
refiere a su cambio de destino cuando pasa a ser utilizado para fines
no agrícolas (L. GARIDO, 1988).
Con ello se insiste en la idea de que la planificación no puede
ser lineal, pues son múltiples los aspectos que inciden en la misma.
De tal manera que sólo la articulación del conjunto de factores y elementos
de una determinada área o región hace posible un plan de
ordenación territorial efectivo. Mientras que por otro lado la propia
dinámica va confiriendo nuevos valores al suelo o territorio objeto
de planificación, y debido a que estos cambios responden mayormente
a exigencias urbanas, pues el mundo de las ciudades, hoy día,
invade todo e impregna de sus valores al resto de los espacios, es su
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32 Alejandro González Morales - Gerardo Delgado Aguiar
antagonista, el espacio rural, donde las contradicciones y los cambios
de valor adquieren una mayor resonancia, ya que los comentados
cambios chocan con un mundo diametralmente distinto. El
resultado de todo ello es que zonas con funciones rurales por medio
de este proceso de «modernización-urbanización» pierden su carácter
y funciones, pasando a convertirse en unas regiones urbanas de
hecho, aunque en ocasiones mantengan una serie de aspectos diferenciales
con respecto a estas últimas (las urbanas). Este proceso
resulta imparable si únicamente se deja al albedrío de las leyes de
mercado. Por tanto si se quiere ordenar y clasificar los espacios en
función de sus actitudes es necesario como apunta POHORILES
que: «La autoridad pública debe intervenir a fin de proteger las tierras
requeridas para fines esenciales de desarrollo en pro del interés
público» (S. POHORILES, 1983).
En efecto, es responsabilidad de la Administración defender los
intereses de la colectividad, razón por la cual ésta no puede permitir
que la ley de la oferta y la demanda o las demás leyes del mercado
consigan establecer su dominio sobre los derechos de la comunidad,
pues, en definitiva, todo desarrollo debe tener como finalidad última
el aumento del bienestar de la especie humana en concordancia con
el medio en que ésta se establece, y no permitir el enriquecimiento
de unos pocos, sobre todo, si este se fragua a costa de los derechos e
intereses del colectivo. Por todo ello resulta necesario que cuando se
trata de cambiar los usos del suelo, se haga pensando en el equilibrio
territorial y en conseguir optimizar al máximo el beneficio comunitario.
Esto último, confirma de nuevo la necesidad de que la ordenación
sea global, que afecte al conjunto del territorio y de las personas
y no, como en ocasiones se ha hecho, mediante políticas sectoriales
que sólo contribuyen al enriquecimiento y bienestar de unos pocos
en detrimento de la mayoría de los ciudadanos. Esta precisamente
constituyó una de las conclusiones del Seminario de Política de
Usos del Suelo, celebrado en Estocolmo en junio de 1978, cuando
se señalaba que: «Los planes de usos del suelo y los programas de
inversión de empresas u organizaciones privadas, públicas o mixtas,
deben ser armonizados.»
La estrategia de dominación-utilización del territorio cambia
según las características naturales y los recursos del mismo, pero
sobre todo la actuación variará en función del grado de desarrollo de
las fuerzas productivas y de las relaciones sociales y de producción.
En efecto, la planificación se modifica o se adapta al modo de pro-
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
El análisis geográfico en la ordenación del territorio 33
ducción, d~ esta manera se observa cómo los espacios donde
domina el modo de pequeña producción mercantil (precapitalista) la
utilización de los recursos se realiza con técnicas tradicionales, el
desarrollo de las fuerzas productivas es reducido y las relaciones
sociales y de producción están poco evolucionadas, es decir, son las
propias de las formas de producción precapitalistas. En cambio, en
áreas capitalistas los recursos se extraen y se utilizan mediante fuertes
inversiones y con técnicas novedosas que agilizan el proceso productivo,
hay, por consiguiente, un gran desarrollo de las fuerzas
productivas y las relaciones sociales y de producción están más
desarrolladas. Todo ello ha originado que los diferentes tipos de
agricultura se vayan ubicando según las formas de producción imperantes.
En este sentido, se observa cómo las áreas agrícolas marginales
se corresponden con las formas de producción precapitalistas
y presentan una tendencia generalizada hacia el abandono de los
campos de cultivo y por ende a la desertización (falta de capitalización)
de los propios espacios. En cualquier caso, no puede deducirse
que todo abandono del campo, al menos en cuanto a efectivos poblacionales
se refiere, lleve aparejado una desertización del mismo,
pues se sabe que la propia mecanización y capitalización de las
áreas rurales conlleva aparejado una expulsión de fuerza de trabajo
del campo.
Con todo, hay que afirmar -como ya señalamos anteriormente-
que la ordenación de las áreas rurales, a pesar de las
significativas diferencias que hay entre ellas, produce una serie de
cambios en los espacios donde se realizan. Una de las transformaciones
más significativas es la aparición del regadío, también está la
concentración de los parcelas y las explotaciones, asimismo se
observa un aumento de la mecanización y una reducción de la fuerza
de trabajo. Todos estos cambios producen una serie de aspectos
positivos, pongamos por caso la concentración parcelaria, que permite:
«un aprovechamiento racional de la superficie agrícola, reduce
la pérdida de terrenos por linderos, facilita el acceso a las distintas
parcelas al establecer una red de caminos, reduce el tiempo necesario
para la realización de las labores de cultivo y limita la pérdida de
tiempo, ocasionada como consecuencia del gran número de desplazamientos
de unas a otras parcelas» (L. GARRIDO, 1988). Asimismo,
y como señala el propio autor la concentración de las
explotaciones también ofrece ventajas sustanciales, pues: «La
dimensión de las explotaciones es en muchos casos insuficiente. La
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34 Alejandro González Morales - Gerardo Delgado Aguiar
productividad de estas explotaciones de pequeñas dimensiones
resulta reducida, al no poder llevar a cabo una utilización eficaz de
los factores de producción ni poder adoptar técnicas modernas y
racionales» (L. GARRIDO, 1988). En Canarias, el proceso de
ordenación de las explotaciones ha sido exiguo, pues sólo afecta a
651.800 has de las 17.946.183 de has que supone el total nacional,
.es decir, conforman apenas un 3,6% del total.
Una vez analizados los aspectos globales de la ordenación territorial
conviene estudiar con cierto detalle los parciales y sectoriales,
pero sin perder de vista la necesidad de articulación entre ellos,
pues, insistimos, sólo desde una óptica globalizadora pueden ser
entendidos los problemas de la planificación territorial.
4. LA ORDENACIÓN TERRITORIAL EN EL MEDIO URBANO
La intervención en el medio urbano se entiende como el proceso
de elaboración y adecuación de normativas y documentos de
actuación para la regulación, ordenación, calificación y delimitación
del espacio urbano. Son todos ellos distintos niveles del planeamiento
que nos permiten participar en la ordenación del
territorio. -
Pero, ¿por qué interesa intervenir en el medio urbano? Como
bien señala LARRODERA LÓPEZ (1983, p. 15) debemos actuar
principalmente en orden a «conseguir, en un territorio definido, la
óptima utilización de sus propios recursos y de los recursos ajenos
que le sean atribuidos, para que su población pueda desarrollar plenamente
sus actividades, en forma equilibrada con su propio marco
natural y ambiental, así como con otros territorios integrados en unidades
solidarias de ámbito superior».
El espacio urbano es claramente el punto opuesto de lo que es
el espacio rural. Es un espacio densamente ocupado y construido, en
continua transformación, que refleja formas y funciones, transferencias
y flujos que son el resultado de las actividades (industriales, servicios)
del hombre. Es un espacio de volúmenes, de imágenes, de estructuras,
de comportamientos sociales, de costumbres, de incoherencias, de
~structuras conexas y deformes. En defmitiva, la ciudad es el producto
de un proceso evolutivo en el tiempo y en el espacio que muestra
innegablemente desequilibrios medioambientales, sociales y
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El análisis geográfico en la ordenación del territorio 35
económicos, así como relaciones de poder. Sin duda alguna, cada
ciudad conforma un sistema de atributos sociales perceptibles, cambiantes
históricamente y, por tanto, estrechamente dependiente de
las relaciones sociales y de producción dominantes. Estas definen en
cada momento la estructura y la morfología urbana y nos manifiesta
unos componentes materiales y unos grupos económica, demográfica
y culturalmente diferenciados (ESTÉBANEZ, 1988, p.
579).
Todo ello exige, en consecuencia, poseer la mayor información
posible acerca de la realidad social. Solamente así podremos ser
capaces de actuar en el territorio, de forma que las posibles desviaciones
observadas en el marco urbano, ya sea por una estructura
heredada del pasado o por las tomas de decisiones en uno u otro sentido
de los agentes que intervienen en el espacio urbano actual, tengan
un marco referencial de actuaciones y alternativas que permitan
una correcta gestión y planificación del territorio. En este sentido,
FERNANDO DE TERÁN (1983, p. 19) nos dice que:
«[...] si somos capaces de obtener conocimiento suficiente del
comportamiento de la realidad social en sus repercusiones
sobre el territorio, seremos capaces igualmente de llegar aquí
también a la previsión, el control y la manipulación, científicamente
elaborados. La respuesta científica así obtenida para los
problemas planteados, eliminaría la discrecionalidad y la discutibilidad
de las soluciones a aplican>.
Esta intervención está condicionada por el tipo de información
que se precisa acerca de la realidad del territorio y de la sociedad. Se
advierte, no obstante, que la información de tipo urbanístico para el
planeamiento urbano debe adecuarse al objetivo planteado, al
ámbito de planeamiento, a los medios disponibles y a las exigencias
de transmisión y puesta al día. (TRAPERO BALLESTEROS,
1987).
En función de estas premisas, ¿cuál es la información geográfica
del territorio que interesa considerar en la elaboración de cualquier
plan de ordenación urbana? En líneas generales, podemos
establecer tres tipos de información según TRAPERO BALLESTEROS
(1987). A saber:
a) Del Territorio. Toda aquélla que resulte del análisis y estudio
de los siguientes aspectos:
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36 Alejandro González Morales - Gerardo Delgado Aguiar
1. El medio físico: perfiles característicos del relieve, delimitación
geográfica, características geomorfológicas, edafológicas y
mecánicas del suelo, vegetación y clima.
2. Usos del suelo: rústico, urbanizado e infraestructuras.
3. Asentamientos de población: estructura territorial.
4. Redes de comunicación y servicios.
5. Paisaje áreas de protección y valoración paisajística.
6. Régimen de propiedad del suelo: propiedad y régimen de
explotación, transferencia y transmisiones de la propiedad.
b) De la sociedad. Comprende todos aquellos datos relacionados
con:·
1. El desarrollo histórico.
2. La población y el empleo: análisis demográfico.
3. Las actividades económicas por sectores.
c) Del medio urbano conviene conocer:
1. El desarrollo histórico.
2. Los usos urbanos del suelo.
3. Las edificaciones: tipología, densidad, construcción, ocupa-ción,
calificación,...
4. Comunicaciones y red viaria.
5. Servicios y equipamientos básicos.
6. Ambiente urbano.
7. Régimen de propiedad del suelo urbano.
Considerando esta relación más o menos detallada entendemos
que todo proyecto del territorio exige utilizar toda una serie de elementos
y atributos infomativos que nos proporcionan un conocimiento
lo más exhaustivo posible acerca del lugar, espacio o región
donde se pretende actuar. Tal y como nos apunta ESTEBAN i
NOGUERA (1987, p. 139):
«[oo.] el planeamiento y, dentro de éste, la ordenación urbana,
por su finalidad de instrumentos coordinadores y reguladores
de proyectos, requerirán para su elaboración un conocimiento
profundo de la realidad que tratan de ordenar, conocimiento
que se deberá extender a todos aquellos factores que intervengan
en el proceso de crecimiento y construcción de la ciudad, y
a los medios de utilización del territorio en general».
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
El análisis geográfico en la ordenación del territorio 37
Esa información, según este autor, se concretará en:
La realidad física.
Propiedad y valores del suelo.
Planeamiento vigente.
Servicios urbanos.
Población.
Actividad económica.
Construcción.
Equipamientos.
Hacienda municipal.
Infraestructuras territoriales.
En consecuencia, detectamos la necesidad de establecer un
sistema de información que inicialmente recopile y acumule toda una
serie de datos de tipo geográfico, pero que además sea capaz, posteriormente,
de elaborarlos, analizarlos e interpretarlos.
Llegados a este punto, conviene identificar este conjunto de
datos como un sistema de informaciones del que se requiere previamente
para el planteamiento urbano. Se conforma, de esta
manera, un sistema de información,geográfica (S.I.G.) que se integra
en el sistema de información urbanística o territorial (S.I.T.)
(NUNES ALONSO, 1989; ALBERICH HERNÁNDEZ,
1988).
Este sistema suministra una serie de registros de datos suficientes
seleccionados siguiendo los criterios de relevancia, utilidad,
objetividad, fiabilidad y síntesis. Estos permitirán acometer y llevar
a buen término las diferentes etapas del planteamiento urbano.
En este sentido, TRAPERO BALLESTEROS (1987, p. 191)
apunta que:
«Resulta de la máxima importancia el que la información sea
fácilmente acumulable, transmisible y manipulable.»
Se requiere, siguiendo esta lectura, que exista un sistema de
información que posibilite el acceso a los datos de tipo geográfico y
que éstos, a su vez, sean flexibles, actualizables y que, sobre todo,
proporcione una visión sintética de la realidad urbana.
Todo ello es posible a través de lo que conocemos como Base
de Datos Geográficos (B.D.G.). Este es un banco de datos que se
gestiona desde el S.I.G. para el estudio urbano. El Consorcio de
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38 Alejandro González Morales - Gerardo Delgado Aguiar
Información y Documentación de Cataluña ya precisó en 1974 este
término como:
«Un conjunto de personas, procedimientos, hardware, software
y bases de datos organizados de modo tal que satisfaga las
necesidades de información, tratamiento y facilidad de acceso
propios de la planificación urbana y territorial.» (véase SÁNCHEZ
DEL RÍo, 1988, pág. 45).
De esta forma, se dispone de un conjunto de informaciones
urbanas que producen, mediante su automatización y digitalización,
un sin fin de interrelaciones y combinaciones de variables que permiten
su localización y representación cartográfica (cartografía
automática), de tal modo que cada parámetro pueda referenciarse
por separado o relacionarse espacialmente con otras variables,
superponiéndose; permitiendo, asimismo, la creación de un conjunto
de mapas temáticos específicos.
Así podremos acceder a la información con rapidez, actualizar,
gestionar y organizar los datos continuamente sin alterar los componentes
de la información registrada y la estructura de los datos, así
como correlacionar ~odos los datos y variables de la información
geográfica de tipo urbano (NUNES ALONSO, 1989).
Sin embargo, en España y concretamente en Canarias se está
todavía lejos de adoptar estos procedimientos, ya que, al contrario
de lo que sucede en Estados Unidos, no existe una tradición consolidada.
Este proceso de análisis es reciente y su implantación está en
función de los medios técnicos con los que se pueda disponer para su
desarrollo y posterior aplicación práctica y real. Estos medios no
existen tampoco en muchas entidades urbanas que ya requieren de
estos medios para sistematizar y automatizar toda la información
urbanística y poder acometer proyectos de planificación.
El geógrafo, todavía precariamente, se integra en estos proyectos
aportando sus conocimientos como técnico, generando diversos
tipos de estudios sobre diferentes variables que se precisa cuantificar
y analizar, fundamentalmente de tipo físico y demográfico; sin que
ello suponga una intervención directa, ni tan siquiera una participación
en la toma de decisiones y en la fase final de redacción
del proyecto.
En ocasiones, se trata de un trabajo realizado en difíciles condiciones
económicas y laborales, sin el estímulo necesario y deseado.
Otras veces, se llega al enfrentamiento con el urbanista (general-
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El análisis geográfico en la ordenación del territon·o 39
mente un arquitecto o ingeniero) que considera la labor del geógrafo
como una intromisión en su campo de actuación.
La participación del geógrafo en el planteamiento urbano se circunscribe
hasta ahora a la de mero colaboradores en distintas figuras
del planeamiento como los Planes Generales de OrdenaciónUrbana,
las Normas Subsidiarias, los Planes Especiales y los Planes
Parciales. Sin embargo, existen otras figuras en las que el geógrafo
no participa o lo hace escasamente: Planes Directores
Territoriales de Coordinación y Normas Complementarias del
Planeamiento.
En cualquier caso, el futuro inmediato exige una actualización
y renovación de estos agentes de planificación y gestión urbana y
territorial. En este aspecto, el geógrafo se halla inmerso en estos
procesos para los que se requiere una continua profundización y
renovación metodológica.
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40 Alejandro González Morales - Gerardo Delgado Aguiar
Otros Cartografía
1
Censo
MobIliario
Urbano
---~>~ SISTEMA. "'E~-DE
INFORMACION
TERRITORIAL
Planeamiento
Urbanístico
Información
Fiscal
¡
CATASTRO Redes
de Servicio
Gr4fico 1: Constitución de un sistema de Información Territorial (ALBERICH
HERNÁNDEZ, 1988, p. 107).
SISTEMA DE INFORMÁCIÓN MUNICIPAL
1 SISTEMA DE INFORMACIÓN GEOGRÁFICO
1 SISTEMA DE INFORMACIÓN CATASTRAL
1 CATASTRO
Grtifico 2: Sistema de Información Catastral (ALBERICH HERNÁNDEZ, 1988,
p. 110).
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El análisis geográfico en la ordenación del territorio 41
TERRITORIO SOCIEDAD
Médio urbano
SISTEMA DE INFORMACIÓN GEOGRÁFICO 1 Base de datos geográficos
(B.D.G.)
Cartografía automática
1 Planeamiento y Gestión Urbana
1 SISTEMA DE INFORMACIÓN TERRITORIAL
Gráfico 3: Sistema de Información Geográfico y B.D.G. en el planeamiento
urbano.
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42 Alejandro Gonzdlez Morales - Gerardo Delgado Aguiar
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