PEDRO ÁLVAREZ DE LUGO Y USODEMAR
(1628-1706) Y UNA DÉCIMA POCO CONOCIDA
MANUEL POGGIO CAPOTE; SONIA PETISCO MARTÍNEZ
Fecha de recepción: 17 de enero de 2005
Resumen: La poesía de los Siglos de Oro en el archipiélago canario tuvo en
uno de sus polos a La Palma. En esta isla se desenvolvió un foco de escritores
con personalidad propia que se ha dado en denominar el «Grupo de La Palma».
De uno de sus miembros más relevantes, Pedro Álvarez de Lugo y Usodemar
(1628-1706), rescatamos una décima dedicada a la Virgen de las Nieves, publi-cada
originalmente en el periódico Diario de avisos en 1950 y que yacía en el
sueño de los textos olvidados. Por otra parte, es preciso poner de relieve que el
artículo se abre con un registro provisional de todos los autores palmeros perte-necientes
a la segunda mitad del siglo XVII: unos conocidos y otros sobre los que
se proporcionan ahora las primeras referencias.
Palabras clave: Grupo de La Palma; poesía; siglo XVII; Lugo y Usodemar, Pe-dro
Álvarez de; Siglos de Oro; Nuestra Señora de Las Nieves.
Abstract: La Palma was one of the poles of Golden Age poetry in the Canary
Archipelago.On this island a circle of poets with their own personal style emer-ged
and became known as «Group of La Palma». From one of the most impor-tant
members, Pedro Álvarez de Lugo y Usodemar (1628-1706), we have re-in-troduced
a ten-line stanza devoted to the Virgin of Las Nieves. This poem was
originally published in the newspaper Diario de avisos in 1950 and was forgot-ten
until the present day. Additionally, it is necessary to emphasize that the ar-ticle
opens up with a provisional account of all the authors from La Palma who
belong to the second half of the 17th century: some are already well-known, but
others are now mentioned for the first time.
Keywords: Group of La Palma; poetry; 17th century; Lugo y Usodemar, Pe-dro
Álvarez de; Golden Age; Our Lady of Las Nieves.
«No cesaremos de explorar
y al término de nuestra exploración
llegaremos al punto en el que empezamos
y conoceremos ese lugar por primera vez»
T.S. Eliot (Collected Poems, 1909-1962)
160
La isla de La Palma disfrutó de un notable florecimiento cul-t
u ral en la segunda mitad del siglo XVII. Durante este período
las bellas artes generaron una veta creativa que traspasó las fron-teras
insulares. Prueba de ello fue, por ejemplo, la fragua y con-solidación
de una manera artística palmera , propia y diferencia-da
en cuanto a las formas del barroco «canario o isleño» que se
p racticó en las islas centrales, y que en el terruño local adquirió
una expresión con carácter particular. De igual manera, ot ra
manifestación, como la música, debió de disfrutar de estimables
composiciones, pero lamentablemente todavía es muy escaso el
análisis acerca del acervo fonográfico que ha llegado hasta nues-tros
días.
La litera t u ra , a s i m i s m o, sobresalió como un terreno especial-mente
propicio en la invención de este modo palmero. En la ac-tualidad,
se conoce y se investiga la obra de varios autores de la
época. Cítense, a modo de ilustración, los nombres de Juan Pin-to
de Guisla (1631-1695), Juan Bautista Poggio y Monteverde
(1632-1707) o Pedro Álvarez de Lugo y Usodemar (1628-
1706) –sobre el que volveremos luego–. Ellos conforman bási-camente
el denominado «Grupo de La Palma». Como se ha afir-mado
en más de una ocasión, esta comunidad de poetas
constituyó el más importante foco de creación literaria del ar-chipiélago,
sucediendo en su representación de la lírica de Ca-narias,
dentro del marco de la poesía áurea, al grupo formado en
torno a Cairasco de Figueroa (1538-1610) en Las Palmas, cono-cido
como la «Academia del Jardín», a la que estuvieron vincu-lados
personajes tan significativos como Juan de la Cueva, Luis
Pacheco de Narváez, Antonio de Viana o Silvestre de Balboa.
Unidos por estrechos lazos de amistad y afinidad intelectual, y
aglutinados alrededor de Juan Bautista Poggio y Monteverde
(llamado alguna vez «el Calderón canario»), los miembros de es-te
círculo se intercambiaron en ocasiones diversos poemas de
circunstancias relacionados con sus encuentros y con la socie-dad
del momento. Todo lo cual lleva a «pensar no ya en una A c a-demia,
sino en un muy cohesionado grupo de poetas de particular
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161
i n t e r é s»1. Los últimos veinte años han sido muy prolíficos en el
estudio de estos escritores y su legado. Fruto de estas pesquisas
han sido numerosos artículos, contribuciones, monografías o di-sertaciones
de grado que han puesto de relieve su aportación al
contexto literario archipélagico, o incluso hispánico, de los Siglos
de Oro.
Durante toda esta etapa, además, dejaron obra manuscrita
otros autores que, aunque más modestos, son dignos de mención.
Así, aparece relacionada la figura del capitán Gabriel Bosques del
Espino (1632-1685), del que incluso se ha recogido una epístola
y una redondilla2. Fue éste un poeta ocasional que acompañó a
los anteriores en las animadas tertulias literarias que debieron de
organizarse con cualquier motivo. Moró en una casa de la calle
Trasera de la capital palmera que había heredado de sus padres,
Pedro Bosques del Espino y María Cortés de Brito. En la madu-rez
de su vida contrajo matrimonio con Leonor Campos y Casti-lla
(la ceremonia se celebró en la parroquial de El Salvador el día
19 de abril de 1682)3, de cuyo enlace tuvieron una sola hija: Ma-ría
Bibiana de Bosques y Campos. Falleció el 5 de junio de 1685
sin testar, razón por la cual la justicia real ordenó que sus bienes
fueran inventariados. Curiosamente, entre los mismos se encon-traba
un escritorio con todas sus gavetas llenas de papeles...4 Qui-zá
uno de ellos fuera el cuaderno poético rotulado como Carta-pacio
de Bosques del Espino. Esta pieza, que se atesoraba en el
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1. SÁNCHEZ ROBAYNA, Andrés. Poetas canarios de los Siglos de Oro. La Lagu-na:
Instituto de Estudios Canarios, 1990, pp. 22-23.
2.MILLARES CARLO, Agustín y HERNÁNDEZ SUÁREZ, Manuel. Biobibliografía
de escritores canarios (siglos XVI, XVII y XVIII). Las Palmas de Gran Canaria: El
Museo Canario; Cabildo Insular de Gran Canaria, 1975-1993, v. II, pp. 113-
114.
3. Su esposa era hija de Bartolomé de Campos y María de Castilla (Archivo
Parroquial de El Salvador (A.P.E.S.) (Santa Cruz de La Palma). Libro III de matri-monios,
fol. 39r).
4. PÉREZ GARCÍA, Jaime. La calle Trasera de Santa Cruz de La Palma. Santa
Cruz de La Palma: [Colegio de Arquitectos de Canarias, Demarcación de La
Palma; CajaCanarias], 2000, pp. 85-86.
162
archivo de la familia Poggio de Santa Cruz de La Palma, reunía
composiciones de los autores precitados. Según los investigado-res
que han llegado a estudiarlo –Andrés de Lorenzo-Cáceres,
Agustín Millares Carlo y Ana Pilar Figueroa–, goza de singular in-terés
para el estudio de las letras isleñas, si bien continúa inédito.
Otra de las plumas que se han nombrado pertenecientes a es-te
grupo es la de Luis Vandewalle de Cervellón. Sobre su musa
se ha afirmado que es un escritor con fuerte personalidad y un
estilo no muy cerrado o arcaizante5. Sin embargo, en el estado ac-tual
de la cuestión, no alcanzamos a vislumbrar la identificación
de este personaje, pues no sabemos si se trata de Luis Vandewa-lle
de Cervellón Camacho, nacido en 1601, licenciado en juris-prudencia,
regidor y alcalde mayor de La Palma; o –más proba-blemente–
de su hijo, Luis Vandewalle de Cervellón Olivares,
presbítero y abogado6.
Desde otro ángulo, Pérez García recuperó los nombres de Ro-que
Rodríguez (c. 1612-1674) y Rodrigo de Silva y Santa Cruz
(1644-1728), dos firmas que sumar a este parnaso poético. El
primero lo tomó de las páginas del libro Vigilias del sueño (Ma-drid:
Pablo de Val, 1664) de Álvarez de Lugo, donde Rodríguez
obsequió al autor, íntimo amigo suyo, con una décima. Éste era
hijo de Domingo Rodríguez y Águeda Blas, y había nacido en
Barlovento. Aunque marchó fuera de la isla a cursar estudios su-periores,
regresó más tarde al solar paterno, donde ejerció como
presbítero. El último de los referidos, Rodrigo de Silva, fue califi-cado
en su tiempo por Álvarez de Lugo como un escritor «de re-tórica
grave y conceptuosa». Como Rodríguez, se ordenó clérigo y
obtuvo titulación universitaria. Con posterioridad se trasladó a
las Indias, donde llegó a ocupar el cargo de oidor de la Real Au-
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5. FERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, Rafael. El Grupo de La Palma: tres poetas del si-glo
XVII: P. Álvarez de Lugo, J. Pinto de Guisla y J.B. Poggio. Santa Cruz de La Pal-ma:
Caja General de Ahorros de Canarias, 1993, p. 11.
6. Nobiliario de Canarias. La Laguna: J. Régulo, 1952-1967, v. II, pp. 790-
791.
163
diencia de Santo Domingo7. Falleció el año 1728 en la ciudad de
Caracas. De relevante estirpe, puesto que era descendiente del
poderoso caballero Blas Simón de Silva y su mujer, María Oroz-co
y Santa Cruz, llegó a alcanzar una alta posición social en Amé-rica8.
A esta nómina provisional de autores se podría añadir aún me-dia
docena de nuevas entradas. De esta suerte, en el ejemplar de
la primera edición de la Bio-bibliografía de escritores canarios de
Millares Carlo que perteneció al periodista, investigador y poeta
Félix Poggio Lorenzo (1904-1971) aparece una serie de anota-ciones
autógrafas redactadas por la mano de su propietario y que
enriquecen este rol. En ellas se proporciona noticia de varios
poetas del XVII no registrados en el catálogo del catedrático de la
Universidad Central9. Las mismas parece muy probable que fue-ran
extraídas del mencionado Cartapacio de Bosques del Espino.
Cuando el propio Millares consultó personalmente esta pieza en
Santa Cruz de La Palma durante el mes de febrero de 1958 pro-nosticó
la presencia de otros poetas, y así lo indicó en la segunda
edición de su repertorio10. Del mismo modo que el profesor
grancanario había supuesto la inclusión de esos escritores, el in-telectual
palmero debió de tomar dichos nombres de idéntica
fuente. No obstante, las notas de Poggio, de momento, hay que
valorarlas con cautela puesto que no dejan de ser meros comen-
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7. CIORANESCU, Alejandro. Diccionario biográfico de canarios-americanos.
Santa Cruz de Tenerife: Caja General de Ahorros de Canarias, 1992, v. II, p.
997; y FERNÁNDEZ, David W. Diccionario biográfico canario-americano. [La La-guna;
Las Palmas de Gran Canaria]: Centro de la Cultura Popular Canaria,
1989, p. 271.
8. PÉREZ GARCÍA, Jaime. Fastos biográficos de La Palma. Santa Cruz de La
Palma: CajaCanarias, 1985-1998, v. II, pp. 200-201 y 223. Ver, además,
MILLARES CARLO, Agustín y HERNÁNDEZ SUÁREZ, Manuel. Op. cit., v. I, p. 136.
9. MILLARES CARLO, Agustín. Ensayo de una bio-bibliografía de escritores
naturales de las islas Canarias (siglos XVI, XVII y XVIII). Madrid: Tipografía de
Archivos, 1932. Este ejemplar se conserva en la actualidad en la biblioteca de
la familia Poggio en Buenavista (Breña Alta).
10. MILLARES CARLO, Agustín y HERNÁNDEZ SUÁREZ, Manuel. Op. cit., v. I,
pp. 137-138.
164
tarios marginales al exhaustivo elenco compilado por Millares.
En cualquier caso, si nos atenemos a la veracidad de estas inter-polaciones
podemos restaurar como autores de La Palma de la
segunda mitad del XVII a Félix de Arteaga, fray Juan Perera11, de
la orden seráfica, Gaspar de Silva12, Juan Fierro y Monteverde13,
Gabriel Monteverde14, y el capitán Luis Maldonado15, sobre los
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11. Es posible que se trate del mismo Juan que aparece bautizado en la parro-quial
de El Salvador el 8 de noviembre de 1633, hijo de Gaspar Pe r e ra e Isabel
Méndez (A.P.E.S., Libro III de bautismos, f ol. 2 44v). Aunque también cabe la posi-bilidad
de que sea el descendiente de Francisco García yAna Pe r e ra , llamado Ju a n ,
que recibió las aguas bautismales el 30 de marzo de 1627 (I b i d e m, f ol. 1 10r).
12. Su nombre completo es Gaspar de Silva y Barros. En 1642 se hallaba como
clérigo presbítero en la Parroquia de El Salva d o r. Más tarde se trasladó hasta Breña
A l t a , lugar donde ejerció su ministerio como auxiliar en el templo principal de
aquel término. A s í , entre 1649 y 1654 lo encontramos administrando los sacra-mentos
del bautismo y matrimonio. La muerte le sorprendió el 21 de septiembre
de 1677 durante el preciso momento en que celebraba los oficios divinos en la
iglesia de San Pedro de Breña A l t a .Al día siguiente recibió sepultura . E ra licencia-do
en derecho aunque parece que en cierta manera decidió desvincularse de esta
actividad profesional y vivir más en un estado de retiro en las medianías de La
Palma (Archivo Parroquial de Breña Alta (APBA), Libro II de defunciones, f ol. 8 1v; y
LORENZO RODRÍGUEZ, Juan B. Noticias para la historia de La Pa l m a. La Laguna:
Instituto de Estudios Canarios; Santa Cruz de La Pa l m a : Cabildo Insular de La
Pa lma, 1 975- 2000, v. I, p. 6 4).
13. Caballero destacado de su tiempo, nació en Santa Cruz de La Palma en
1 6 3 0 . E ra hijo de Santiago Fierro Díaz Muñoz y Carral y de María Monteverde y
E s p i n o. Celebró nupcias con Tomasina Espinosa y Boot. Falleció en la localidad de
su nacimiento en 1694 (Nobiliario de Canarias. . . O p. c i t ., v. III, p p. 855- 856; y
PÉREZ GARCÍA, Jaime. Fastos biográficos. . . O p. c i t ., v. III, p p. 42- 43).
14. Hijo de Melchor de Monteverde Espino y María del Valle Pimienta. N a c i ó
en 1634 y contrajo dos matrimonios, el primero con Jerónima de Bermeo Cabrera
Jáimez de la Peña y el último con Águeda de San Martín Llarena. Como primo-génito
de su linaje representó a la Casa Monteverde, disfrutó de diversos mayora z-gos
y desempeñó entre otros cargos los de alférez mayor y regidor perpetuo de La
Palma (Nobiliario de Canarias. . . O p. c i t ., v. II, p p. 500-504).
15. Se refiere a Luis Maldonado y Monteverde, tío de Juan B. Poggio (era her-mano
de su madre, María Maldonado y Monteverde). Este último le dedicó una
décimas tituladas «A D. Luis Maldonado y Monteverde, tío del autor, cuando llegó
de España a Canarias» (Vi d. FERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, R afael. Juan Bautista Po gg i o
Monteverde (1632-1707): estudio y obra completa. [Santa Cruz de Te n e r i f e ] :
Cabildo Insular de Tenerife, 1 9 9 2 , p p. 249-251). Pa ra otros datos marginales sobre
su biografía consúltese: PÉREZ GARCÍA, Ja i m e. Santa Cruz de La Pa lma: r ecorrido
histórico social a través de su arquitectura doméstica. Santa Cruz de La Pa l m a : C a j a
G e n e ral de Ahorros de Canarias (etc. ) , 2 0 0 4 , p p. 9 6 - 9 7 .
165
cuales se indica escuetamente que durante estos años escribieron
poesía16.
En el campo de la historiografía cabe mentar la presencia de
Andrés de Valcárcel y Lugo (1607-1683), quien se considera co-mo
el primer cronista conocido natural de La Palma17. Su ensayo
titulado «Cosas notables» se ha conservado hasta el presente, in-cluido
en el manuscrito Libro del capitán don Andrés de Valcárcel,
hijo lexítimo del capitán Francisco de Valcárcel y Lugo y de doña
Catalina Lorenzo Crespo, su segunda muger18. En este «códice»,
Valcárcel anotó, entre otros hechos, una selección de los sucesos
que ocurrían a su alrededor y que consideraba dignos de ser re-cordados,
como erupciones volcánicas, accidentes y asesinatos,
fenómenos naturales de intensidad extraordinaria, etc. Se trata de
un texto muy breve (ocupa sólo los folios desde el 16r. hasta el
24v. del nombrado Libro), y en su casi totalidad fue transcrito por
Juan B. Lorenzo a partir de una copia custodiada en el desapare-cido
archivo del Marqués de Guisla Guiselín19. Un hijo de don
Andrés prosiguió la afición escrituraria de su progenitor. Así, el
quinto de sus vástagos, llamado Lorenzo de Valcárcel por haber
nacido un 8 de agosto de 1654, muy cerca de la onomástica de
San Lorenzo, contaba entre sus aficiones la composición de ver-sos
en latín y también, aunque en menor cantidad, en castellano.
Falleció el 13 de octubre de 1682, estando ordenado como cléri-go
de menores20.
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16. Asimismo, entre estas interpolaciones se colacionan otros nombres, en la
actualidad más conocidos pero que en aquella fecha no lo eran tanto. Se trata del
citado Gabriel Bosques del Espino y de Pedro de Lugo, a quien debemos identi-ficar
con nuestro Pedro Álvarez de Lugo y Usodemar. Sobre este último sólo se
indica a continuación de su nombre unos puntos suspensivos pareciendo reflejar
la duda del anotador en la definición de su identidad.
17. PÉREZ GARCÍA, Jaime. Fastos biográficos... Op. c i t ., v. II, p. 2 27.
18.Archivo de la Familia Poggio (A.F.P.) (Buenavista, Breña Alta), caja 9, n . 3 .
19. LORENZO RODRÍGUEZ, Juan B. Noticias para la historia de La Palma. L a
Laguna: Instituto de Estudios Canarios; Santa Cruz de La Palma: Cabildo Insular
de La Palma, 1975-2000, v. I, p p. 189-197, 240-247; y v. II, p p. 343, 3 47, 3 50,
352, 3 63, 3 65, 3 69, 3 73.
20. A.F.P., Libro del capitán... Op. c i t ., f ol. 13v.
166
Fuera del marco archipelágico merecen destacarse otros escri-tores
que, aunque abandonaron el territorio insular pronto y en
muchos casos no volvieron a él, su formación inicial puede con-siderarse
como palmera. Entre ellos debemos entresacar a Fran-cisco
de Cachupín (1599-1678), de la Compañía de Jesús, quien
elaboró una biografía sobre el padre Luis de la Puente (Salaman-ca:
Diego de Cossio, 1652) con varias reimpresiones21; o al tam-bién
jesuita José de Arce y Rojas (1651-1715), conocido como el
«Apóstol del Paraguay», autor de un Vocabulario de la lengua chi-quita
y Doctrina cristiana en la misma lengua22. Finalmente, deja-mos
constancia del célebre marino Francisco Díaz Pimienta
(¿1594/1596?-1652), que la tradición ha bautizado como hijo de
La Palma, aunque él mismo refirió que lo era de La Habana. Es-te
oficial de la armada hizo de notario en algunas de las efeméri-des
navales en las que participó, dado que redactó una serie de
relaciones sobre las vicisitudes bélicas en que se vio envuelto y
que se dieron a la imprenta para su difusión23.
Pero retomando ahora a los principales escritores del barroco
isleño, como buscadores de lo insólito, de lo que los griegos lla-maban
thâumata y los romanos mirabilia, nos detendremos bre-vemente
y a modo instrumental en la personalidad de Pedro Ál-varez
de Lugo.
Sería injusto no comenzar advirtiendo que este autor pertene-ce
a uno de los últimos resplandores de la poesía barroca hispá-nica
de los Siglos de Oro, previos a la noche oscura de finales del
XVII, en cuanto a reiteración de formas y procedimientos, cuya lí-
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21. CIORANESCU, Alejandro. «Escritores canarios». Revista de historia cana-ria,
n. 123-124 (1958), pp. 294-295; MILLARES CARLO, Agustín y HERNÁNDEZ
SUÁREZ, Manuel. Op. cit., v. II, pp. 119-121; y PÉREZ GARCÍA, Jaime. Op. cit., v.
I, p. 37.
22. VIÑAZA, Conde de la. Bibliografía española de lenguas indígenas de
América. Madrid: Est. tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra», 1892, p. 263.
23.MILLARES CARLO, Agustín y HERNÁNDEZ SUÁREZ, Manuel. Op. cit., v. III,
pp. 29-35; y CIORANESCU, Alejandro. Diccionario biográfico... Op. cit., v. I, pp.
569-571.
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rica sólo renacería dos siglos más tarde transformada en los albo-res
modernistas
Los datos registrados acerca de su biografía no son muy nume-rosos24.
Oriundo de Santa Cruz de la Palma, Álvarez de Lugo
cursó su primera escuela en los conventos de su ciudad antes de
trasladarse a Alcalá de Henares, donde estudió leyes en el Cole-gio
de San Ildefonso. De regreso a su isla natal, destacó por su
gran competencia en la defensa de pleitos y por sus intervencio-nes
en la Real Audiencia del territorio, todo lo cual le llevó a ser
merecedor del título de lugarteniente del corregidor de Tenerife
y La Palma, cargo que había desempeñado antes su amigo Poggio
y Monteverde. Compaginó, además, su brillante carrera con su
entusiasta afición por la literatura y su no menos ferviente pasión
por la pintura y la escultura. Dentro de esta faceta artística, se en-cargó,
junto con Andrés de Orbarán (1640-?), hijo del célebre
ensamblador y escultor Antonio de Orbarán (?-1671), de la obra
del antiguo retablo principal de la Parroquia del Salvador, y no
faltan testimonios de que fue a su vez el responsable de supervi-sar
la obra final del nuevo retablo mayor de la iglesia del viejo
convento de Santa Águeda25. Sin embargo, se ignora casi por
completo cómo pudo transcurrir su vida durante los años que pa-só
en la península. Sólo sabemos con seguridad, pues así lo afir-ma
el autor en el prólogo de su obra Apología soñada contra un
juicio dormido, que pasó seis meses en la ciudad de Murcia, con-cretamente
en casa de la familia Sandoval y Usodemar, a la que
le unía una relación de parentesco. Fue allí donde debió de tra-bar
amistad con el poeta Jacinto Polo de Medina (1603-1676) y
el pintor Francisco Gilarte, «el Mozo» (1626-¿1667?).
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24. Sobre el origen de la familia Huso de Mar o Usodemar, así como algu-nas
vicisitudes de una vivienda que edificó don Pedro, puede verse: PÉREZ GAR-CÍA,
Jaime. La calle Trasera... Op. cit., pp. 113-114.
25. PÉREZ MORERA, Jesús. «Los retablos de los extinguidos conventos de
Santa Águeda y Santo Domingo en Santa Cruz de la Palma». Revista de histo-ria
canaria, n. 175 (1984-1986), pp. 643-644.
168
Desde fecha temprana, además, algunos eruditos se hicieron
eco de su personalidad. Éste es el caso del bibliotecario y acadé-mico
Juan de Iriarte y Cisneros (1702-1771), autor de una volu-minosa
obra y también natural del archipiélago. Según indican
Millares Carlo y Hernández Suárez en la segunda edición de la
Biobibliografía de escritores canarios, en un manuscrito del escri-tor
portuense titulado Versos latinos mios de quando yo estudiaba
en Paris se insertan unas notas finales acerca de diversos persona-jes.
Entre ellos se encuentra Lugo Usodemar. Figura junto a otros
nombres, entre los que únicamente se menciona al célebre obis-po
Cristóbal de la Cámara y Murga, quien durante su pontifica-do
propició la convocatoria del primer Sínodo Diocesano de Ca-narias
(1629). En la actualidad la pieza prenotada se debe de
conservar en la Biblioteca Bartolomé March en Palma de Mallor-ca,
y quizá –atendiendo al celo que mostró Iriarte por su tierra–
pueda espigarse en esas páginas algún dato que ayude a comple-tar
la biografía del palmero26.
De cualquier manera, cabría aventurar sin riesgo a equivocar-nos
que este escritor fue el más humanista de la triada poética
Poggio-Guisla-Lugo, dado que su obra es un compendio del arte
poética y pictórica, añadiéndose en su caso el cultivo de la escul-tura
y la crítica filológica. Así lo demuestra la diversidad de su
corpus literario, llevado a cabo con una admirable minuciosidad y
tenacidad, según relata su biógrafo Juan B. Lorenzo27. Entre los
títulos más destacados de su producción destacan: la citada Vigi-lias
del sueño, dos series breves de poemas de juventud introdu-cidos
por piezas alegóricas en prosa; Convalecencia del alma (Ma-drid:
Juan García Infanzón, 1689), un tratado de virtudes que
tiene por tema central el conjunto de pecados capitales y sus res-
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26.MILLARES CARLO, Agustín y HERNÁNDEZ SUÁREZ, Manuel. Op. cit., v. IV,
p. 80.
27. Véase LORENZO Y RODRÍGUEZ, Juan B. «D. Pedro Álvarez de Lugo
Usodemar». En: Notas biográficas de palmeros distinguidos. [Santa Cruz de La
Palma]: Imp. Diario de Avisos, 1901, v. I, pp. 47-63; IDEM. Noticias para la his-toria...
Op. cit., v. II, pp. 214-216.
169
pectivos opuestos, y cuyo propósito básico es el adoctrinamiento
de un «mancebo distraído» conforme a una estricta moral cristia-na;
y por último, el manuscrito autógrafo Las cadenas de Alcides,
integrado por: Los eslabones más fuertes de las cadenas de Alcides,
un tratado de retórica barroca; Ilustración al Sueño de la décima
musa mexicana28, un detallado comentario de los versos iniciales
del Primero sueño de sor Juana Inés de la Cruz; y Apología soña-da
contra un juicio dormido29, un inacabado elogio del Gobierno
moral a Lelio (Murcia: por Miguel Lorente, 1657)30 de Polo de
Medina. Por último, se constata que escribió dos obras más, pro-bablemente
impresas pero no localizadas hasta la fecha de hoy:
Fábula de Atlanta e Hipómenes y La lanza de Aquiles31.
En suma, consideramos que prosa y poesía forman en Lugo
parte de un mismo caudal creativo, como así lo evidencia alguna
PEDRO ÁLVAREZ DE LUGO Y USODEMAR (1628-1706) Y UNA DÉCIMA...
28. Pedro Álvarez de Lugo fue uno de los primeros intérpretes del gran
poema de sor Juana Inés de la Cruz en el que la monja mexicana sueña que su
alma en vela alzaba el vuelo entre las sombras en búsqueda del conocimiento
verdadero. El texto del comentario ha sido publicado, junto con una amplia re-seña
biográfica y crítica, por Andrés Sánchez Robayna en Para leer «Primero
sueño» de sor Juana Inés de la Cruz. México: Fondo de Cultura Económica,
1991, pp. 57-158. Un avance de esta monografía fue el artículo «Los quince
primeros versos del ‘Sueño’ de Sor Juana: una ‘ilustración’ inédita del siglo
XVII». Syntaxis, n. 15 (otoño 1987), pp. 41-62.
29. Editada como apéndice en el cuaderno de A. Sánchez Robayna, Pedro
Álvarez de Lugo y la moralística española del Barroco. La Laguna: Gobierno de
Canarias, Viceconsejería de Cultura y Deportes, 1993, pp. 49-70. Esta breve
o b ra acompaña, como introducción crítica, a la edición facsimilar de
Convalecencia del alma.
30. Otra edición del siglo XVII es la siguiente: POLO DE MEDINA, Salvador
Jacinto. A Lelio: govierno moral ... En Zaragoça: por los herederos de Pedro
Lanaja,...; a costa de Tomas Cabeças, 1667.
31. En fecha reciente se han publicado algunos artículos de divulgación que
ponen de manifiesto la viveza de la memoria de este autor. Sirvan como mues-tra
las siguientes referencias: ARENCIBIA, Juan. «El escritor Pedro Álvarez de
Lugo Usodemar». Diario de avisos (8 de octubre de 2001), p. 4; y DÍAZ, Saro.
«Pedro Álvarez de Lugo Usodemar: la dudita final». La isla de La Palma: perió-dico
de información insular, n. 62 (del 28 de noviembre al 5 de diciembre de
1997), p. 32.
170
de las obras enumeradas, donde –por ejemplo en Convalecencia
del alma– cada capítulo culmina con un breve poema, ya sea una
lira, un soneto, o un romance. No obstante, la crítica ha sido es-casa
y poco favorable, como lo atestigua Sánchez Robayna, edi-tor
y gran conocedor de este autor palmero, soslayando que es
«incapaz de remontar los tópicos y de superar los estrechos límites de
la poesía anecdótica (en ocasiones muy vulgarmente escatológi-ca)
»32. Por su parte, Fernández Hernández incide en la misma
idea, subrayando que la obra de Lugo «gira en torno a una actitud
típica y tópica en la gran mayoría de los escritores de la segunda mi-tad
del Seiscientos: el acercamiento a la creatividad poética como
testimonio de la vida social o vía laudatoria para ensalzar amigos,
personajes célebres o alabanza de virtudes»33.
Incuestionablemente, es obvio que el cosmos de Álvarez de
Lugo no deja de pertenecer a una literatura minorizada o perifé-rica,
pero conviene observar, y esto ya se ha apuntado, que con él
se clausura una época, una sensibilidad y un lenguaje poético
único y singular basado en la reiteración de estructuras sintácti-cas,
la profusión incesante de imágenes y metáforas, el uso de for-mas
quiásmicas o el gusto por las paradojas y las antítesis, las di-logías,
los oxímoron, los juegos de palabras y las aliteraciones.
Asimismo, los poemas de Álvarez de Lugo se caracterizan en su
mayoría por una vena ciertamente anecdótica y humorística,
aunque también encontramos entre su legado algunos fragmen-tos
piadosos dedicados a la Virgen.
Sirva de ejemplo la décima «A Ntra. Sra. de las Nieves», que
hoy saludamos y que si bien se publicó originalmente en el su-plemento
especial del periódico Diario de avisos para conmemo-rar
las fiestas de la Bajada de la Virgen 195034, no aparece en nin-
MANUEL POGGIO CAPOTE; SONIA PETISCO MARTÍNEZ
32. SÁNCHEZ ROBAYNA, Andrés. Op. cit., p. 25.
33. FERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, Rafael. El Grupo de La Palma... Op. cit., p. 25.
34. Diario de avisos, La madre de La Palma baja a la ciudad, [N. extraordi-nario
sobre la Bajada de la Nuestra Señora de Las Nieves de 1950] (junio
1950), p. [3].
171
guna de las obras manuscritas o impresas conocidas de este escri-tor.
De ahí su interés por rescatarla de las cenizas del olvido.
Antes de proseguir, vamos a detenernos recordando con la de-bida
brevedad algunos detalles de la historia de Nuestra Señora
de las Nieves que enriquecerán, sin duda, la trascripción del
poema. La veneración a la efigie mariana cobró especial signifi-cación
en La Palma a partir de la segunda mitad del siglo XVI y
sobre todo durante el XVII. A pesar de ello, se ha especulado con
profusión sobre la posibilidad de un culto prehistórico por parte
de los benahoritas que más tarde se transfirió a los colonos. De
este hecho dejó constancia el erudito escritor José de Viera y Cla-vijo
(1731-1813), al parecer siguiendo una vieja tradición35. En
relación con este tema, es necesario subrayar que durante la eta-pa
de conquista del archipiélago los relatos de apariciones ex-traordinarias
de vírgenes llegan a ser comunes. Las fantásticas na-r
raciones que acompañan a estas «diosas» estrechamente
relacionadas con los indígenas podría sugerir, por una parte, una
forma de prestigiar el culto local, perpetuado así desde tiempo
inmemorial a través de los naturales; y por otra, un intento de
propiciar una visión cristiana o de buen salvaje de los primitivos
isleños, oponiéndose mediante este proceso a calificarlos como
gentiles o paganos. Los datos documentales sobre un posible cul-to
aborigen son, no obstante, muy exiguos. En este sentido, baste
citar que para el ámbito académico estos testimonios (como la
bula de 1423 de Martín V que contiene una mención a Santa Ma-ría
de La Palma) no son válidos36.
El misterio, sin embargo, persiste. Así, es preciso consignar que
hay algunos indicios que permiten conjeturar la existencia de un
PEDRO ÁLVAREZ DE LUGO Y USODEMAR (1628-1706) Y UNA DÉCIMA...
35. Cfr. [PÉREZ MORERA, Jesús]. «Real Santuario Insular de Nuestra Señora
de Las Nieves». En: Magna palmensis: retrato de una ciudad. [Santa Cruz de La
Palma]: Caja General de Ahorros de Canarias, D.L. 2000, p. 201.
36. AZNAR VALLEJO, Eduardo y TEJERA GASPAR, Antonio. «El encuentro de
las culturas prehistóricas canarias con las civilizaciones europeas». En: X
Coloquio de Historia Canario-Americana (1992). Las Palmas de Gran Canaria:
Cabildo Insular de Gran Canaria, 1994, v. I, p. 41.
172
santuario en fechas prehispánicas. La presencia desde el siglo XIV
de misiones eclesiásticas podría ser una pista. No hay que olvidar
que la evangelización de los primeros pobladores se fundamentó
en buena medida sobre la transposición de sus ídolos por las di-vinidades
cristianas37. Es muy posible que previamente a la con-quista
de la antigua Benahoare predicasen entre sus habitantes
algunos clérigos. Ello podrían atestiguarlo distintos hechos dedu-cibles
de los textos históricos, como la escasa resistencia de los
benahoritas a la conquista castellana o la presencia de comunida-des
religiosas en islas vecinas. Finalmente, la propia situación de
la capilla, enclavada en un lugar estratégico, pone de relieve que
la elección de aquel paraje no fue casual. De esta suerte, no de-bería
ser extraño que en el futuro diferentes disciplinas, como la
geografía, arqueología o lingüística (concretamente la toponimia)
pudieran aportar sugerentes hipótesis a esta cuestión.
Éste ha sido, asimismo, un asunto largamente debatido. Una
muestra fue el cruce de artículos periodísticos entre el historia-dor
grancanario Sebastián Jiménez Sánchez38 y el sacerdote pal-mero
José Crispín de la Paz y Morales39, que culminó con la pu-
MANUEL POGGIO CAPOTE; SONIA PETISCO MARTÍNEZ
37. FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, Je s ú s. «Ídolos europeos, divinidades aborígenes:
una aproximación etnoarqueológica al contacto religioso en Canarias». E n : XII
Coloquio de Historia Canario-Americana (1996). Las Palmas de Gran Canaria:
Cabildo Insular de Gran Canaria, 1 9 9 8 , v. I, p. 3 24.
38. JIMÉNEZ SÁNCHEZ, Sebastián. «La villa de Agaete y su Virgen de Las Nie-ves
(I, II, III, IV, V, VI, VII y VIII) » . Fa lange (3 de agosto de 1944), p. 3 ; (4 de agos-to
de 1944), p p. 3 - 4 ; (5 de agosto de 1944), p. 3 ; (6 de agosto de 1944), p. 3 ; ( 8
de agosto de 1944), p. 3 ; (9 de agosto de 1944), p. 3 ; (10 de agosto de 1944),
p. 3 ; (11 de agosto de 1944), p. 3 ; IDEM. «Apostillas a una réplica: la Virgen de
las Nieves de Agaete y la Virgen de las Nieves de Santa Cruz de La Palma (I y
II) » . Fa lange (26 de enero de 1945), p. 5 ; (27 de enero de 1945), p. 5 .
39. PAZ Y MORALES, José C. de la. «La Virgen de las Nieves de Agaete en
G ran Canaria y la Virgen de las Nieves de la isla de La Palma (I, II, III, IV, V, VI,
VII, VIII y IX, y Conclusión [1-2])». Diario de avisos (29 de agosto de 1944), p. 2 ;
(2 de septiembre de 1944), p. 2 ; (8 de septiembre de 1944), p. 2 ; (12 de sep-tiembre
de 1944), p. 2 ; (26 de septiembre de 1944), p. 2 ; (5 de octubre de
1 9 4 4 ) , p. 2 ; (23 de octubre de 1944), p. 2 ; (27 de octubre de 1944), p. 2 ; (1 de
noviembre de 1944), p. 2 ; (21 de marzo de 1945), p p. 1 - 2 ; y (22 de marzo de
1945), p p. 1- 2.
173
blicación de ambos trabajos en forma de opúsculos40. Incluso
monseñor de la Paz prolongaría unos años más tarde la misma
polémica con el profesor Juan Régulo Pérez41.
Lo que parece claro, y ciñéndonos a los datos documentales
con que contamos, es que durante el período histórico esta ima-gen
se consolidó en el espíritu de los isleños a partir de fines del
siglo XVI. Así, es necesario hacer hincapié en diversos pormeno-res
acaecidos en este lapso de tiempo que rubrican lo que esbo-zamos.
En primer lugar, contamos con la proposición del obispo
Francisco Sánchez de Villanueva en 1637 para declarar el día 5
de agosto como fecha de precepto en la comarca más cercana.
También se encuentra el intento de fundación de un monasterio
por parte de la orden dominicana en 1649, circunstancia que po-ne
de manifiesto la importancia que había adquirido la antiquí-sima
ermita como centro de peregrinación42. Otro aspecto que
debe recalcarse son las copiosas mandas, limosnas, donaciones y
exvotos dejados al templo a partir del Seiscientos43. Por último,
la celebración de numerosos traslados de la Virgen a la capital in-sular
en el período comprendido entre 1630 y 1676, debidos en
casi todas las ocasiones a desastres naturales o sequías, revela un
PEDRO ÁLVAREZ DE LUGO Y USODEMAR (1628-1706) Y UNA DÉCIMA...
40. JIMÉNEZ SÁNCHEZ, Sebastián. La Villa de Agaete y su Virgen de las Nie-ves.
Las Palmas de Gran Canaria: Tip. Alzola, 1945; y PAZ Y MORALES, José C.
de la. La Virgen de las Nieves de Agaete, en Gran Canaria y la Virgen de las Nie-ves
de la isla de La Palma. [Santa Cruz de La Palma]: Tip. Acción Social,
[1945].
41. RÉGULO PÉREZ, Juan. «Antigüedad del culto a la Virgen de las Nieves».
Diario de avisos, La madre de La Palma baja a la ciudad, [N. extraordinario so-bre
la Bajada de la Nuestra Señora de Las Nieves de 1950] (junio 1950), p. [3];
PAZ Y MORALES, José C. de la. «Santa María de las Nieves o Santa María de La
Palma y la antigüedad de su culto». Diario de avisos (27 de junio de 1950), pp.
1-2; y RÉGULO PÉREZ, Juan. «Carta abierta». Diario de avisos (3 de julio de
1950), p. 1.
42.WANGÜEMERT Y POGGIO, José. Influencia del Evangelio en la conquista de
Canarias. Madrid: Tip. de la Revista de Arch., Bibl. y Museos, 1909, pp. 253-
281.
43. [PÉREZ MORERA, Jesús]. «Real Santuario Insular de Nuestra Señora de
Las Nieves»... op. cit., pp. 199-230.
174
auge piadoso en relación con esta talla; la devoción y recato de la
última de ellas, con la presencia en Santa Cruz de La Palma del
obispo de Canarias, Bartolomé García Ximénez, propició la ins-titucionalización
periódica de la Bajada de la Virgen a la Ciudad,
que desde 1680 se repite en intervalos lustrales44.
Para exaltar con mayor lozanía tanto el culto regular como la
inaugurada solemne festividad mariana, los vates locales imagina-ron
una serie de actos que otorgasen la oportuna trascendencia a
los nuevos fastos. El licenciado Juan Pinto de Guisla, presbítero,
junto a su familia, estableció de esta manera en 1681 la Esclavi-tud
de la Virgen, integrada de forma exclusiva por los miembros
de su linaje. El objetivo de la congregación era fomentar la reli-giosidad
en torno al santuario45. Por su parte, Juan Bautista Pog-gio
preparó para cada una de las Bajadas un repertorio de loas
que cantasen las excelencias de María; para esta labor fue auxi-liado
en la parte musical por alguna de sus hermanas y sobrinas46.
El último de ellos, nuestro Álvarez de Lugo y Usodemar, poeta y
artista –no debemos olvidar que en su faceta de pintor había in-tervenido
en el oratorio de Las Nieves en 165847–, pudo partici-par
con la décima que evocamos a continuación.
No obstante, antes de adentrarnos en su comentario, es conve-niente
poner de manifiesto su relevancia dentro del marco insu-lar
del XVII. Hasta ahora se ha insistido en que el teatro fue el gé-nero
más cultivado para la Bajada, principal momento del
calendario para la alabanza a Nuestra Señora de las Nieves. Esta
MANUEL POGGIO CAPOTE; SONIA PETISCO MARTÍNEZ
44. FERNÁNDEZ GARCÍA, Alberto-José. Real Santuario Insular de Nuestra Se-ñora
de Las Nieves. León: Everest, D.L. 1980, pp. 58-59.
45. PÉREZ GARCÍA, Jaime. «La Esclavitud de Nuestra Señora de Las Nieves».
En: Bajada de la Virgen, julio-90, Santa Cruz de La Palma [Programa]. Santa
Cruz de La Palma: Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, [1990], p. [10-
11].
46. LORENZO RODRÍGUEZ, Juan B. Notas biográficas de palmeros... Op. cit.,
pp. 95-96.
47. FRAGA GONZÁLEZ, Carmen. «La pintura en Santa Cruz de La Palma».
En: Homenaje a Alfonso Trujillo. Santa Cruz de Tenerife:Aula de Cultura de Te-nerife,
1982, v. I, p. 361.
175
décima viene a confirmar que la lírica también se aprovechó en
estas fechas. Cabe apuntar la conjetura de que formase parte de
algún emblema destinado a ser expuesto públicamente durante
el desarrollo de los festejos (del que sólo nos haya llegado el pro-pio
texto). Este tipo de composiciones simbólicas fue común en
las primeras estancias de la Virgen en la Ciudad, como queda re-cogido
en la crónica que describe la celebrada en el año 176548.
El contenido críptico que se entreteje en los diez versos de la dé-cima
así parece confirmar este origen. Pero escuchemos sin más
demora esta bella inspiración49:
PEDRO ÁLVAREZ DE LUGO Y USODEMAR (1628-1706) Y UNA DÉCIMA...
48. Descripción verdadera de los solemnes cultos y célebres funciones que la
mui noble y leal ciudad de Sta Cruz en la ysla del Señor San Miguel de la Palma
consagró a María Santísima de las Nieves en vaxada a dicha Ciudad en el quin-quenio
de este año de 1765. Santa Cruz de La Palma: Escuela Municipal de
Teatro; Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, 1989, p. 55.
49. En la trascripción de la décima, la ortografía que aparece publicada en
Diario de avisos se ha actualizado dado que desconocemos la fuente original de
donde se tomó dicha composición. De esta manera creemos que su lectura es
menos confusa.
176
A Ntra. Sra. de las Nieves
¿En qué no excede a la nieve
María nieve escogida
si a aquélla un sol trae corrida
cuando ésta a un sol luces bebe?
A que ésta a un sol su ser debe
la otra en Ceres lo fía,
la nieve pues queda fría
viendo hasta efectos trocados
pues a ella con ser salvados
y a ellos les da el ser María.
Bajo esta especie de homenaje a la Virgen, el poeta parece
abismarse en blancas y sonoras cavilaciones muy propias de ese
espléndido momento que es el barroco. Con una voluntad pura-mente
ensayística manifestada en gráciles juegos de palabras, Lu-go
nos canta estos curiosos versos de arte menor y rima conso-nante,
urdidos en divertido arabesco sintáctico, con alusiones
asociadas a la superstición de la «gentilidad» y en clara contrapo-sición
con las verdades de la fe cristiana.
Así, la nieve, que del cielo baja, proclama el goce de la comu-nión,
a la vez que deviene en espejo, alegoría, rodeo, camino
oblicuo, rostro disperso y fragmentado de lo inaccesible, como
aliento divino que muove el sole y las estrellas.
Quizá no haya ejemplo más veraz y contundente para termi-nar
estas humildes páginas que las palabras de Merleau-Ponty al
decirnos que «lo visible es siempre superficie de una profundidad in-agotable
»50.
MANUEL POGGIO CAPOTE; SONIA PETISCO MARTÍNEZ
50. MERLEAU-PONTY. Lo visible y lo invisible. Barcelona: Seix Barral, 1970,
p. 178.