ARTE
Boletín Millares Carlo
2001.20: 61 -69
ISSN: 0211-2140
Los cuadros del artista José Arencibia Gil
en la Casa Museo León y Castillo de Telde
Germán JIMÉNEZ MARTEL
Licenciado en Geografía-Historia
La Casa-Museo León y Castillo de Telde, institución del Cabildo Insular
de Gran Canaria, cuenta entre su variado fondo con una magnífica colección
de pinturas. Entre ellas destaca una serie de cuadros del artista José Arencibia
Gil (Las Palmas G.C. 19 14 - Telde. 1968). Fueron donados generosamente por
sus herederos el día 30 de Noviembre de 1995, a excepción del óleo Playa de
Las Canteras entregado el 22 de Agosto de 1996.
De esta manera dicha institución museística recuperaba para el gran
público una parte de la memoria artística de este prolífico creador, cuya obra
de caballete se encuentra repartida en más de un centenar de colecciones par-ticulares.
Arencibia Gil es conocido principalmente por sus grandes murales religio-sos
en varias iglesias de Gran Canaria. No obstante cuenta con una extensa
obra personal en la que el paisaje y el retrato se configuran como constantes
más destacadas. Fiel reflejo de ello es la colección que se presenta como moti-vo
de este estudio.
El objetivo esencial de este trabajo es el análisis iconográfico de las ocho
pinturas que permitirán al lector profundizar en el conocimiento artístico de
José Arencibia. Han sido agrupadas tomando como elemento esencial la temá-tica
de las mismas. Así los paisajes están agrupados en dos grupos; mientras
uno refleja la cumbre y montañas el otro representa la costa y playas.
Finalmente el retrato, aunque en este caso sea colectivo, y que ha recibido un
especial estudio, no sólo porque es el único sino también por la temática que
aborda ya que está inspirado en un acontecimiento histórico como fue la plaga
de langosta del año 1954.
Germán Jiménez Martel Los czrudro.~d el ur-tisto Jos<;A wtwihrtr Gil
PAISAJES DE CUMBRE Y MONTAÑAS
Los paisajes de la cumbre reflejan la topografía y la monumentalidad del
relieve. Arencibia Gil resalta especialmente aquellos aspectos y formas que le
dan carácter e identidad propia a ese enorme espacio natural.
El cuadro Roque B e n t a y g a l (óleo sobre lienzo. 5 1 x 82,5 cm. 1967) es fiel
reflejo de lo expuesto anteriormente. El protagonista de esta obra es un autén-tico
símbolo de la topografía grancanaria. Se eleva entre un mar de cárcava y
laderas ofreciendo una bellísima panorámica de la cumbre insular.
La noción de lejanía domina toda la composición pictórica. No obstante el
camino o vereda que asciende desde el barranco dirige la mirada del observa-dor
hasta el sorprendente Bentayga. El grácil serpentear del mismo suaviza de
alguna manera las abruptas y agrietadas laderas pero finalmente se pierde "7
D
entre ellas. E
Las variadas tonalidades cromáticas obtenidas de un solo color muestran O
n el dominio de la paleta por parte del artista. Finalmente la cumbre aparece -
m
O
coronada por una fina masa de nubes realizadas con trazos suaves pero rápi- E
E
dos y seguros que sesgan el lienzo de un lado a otro. Roque Nublo2 (óleo sobre 2
E
tabla. 46 x 59 cm. 1967. Inacabado.) es la continuación del paisaje anterior. El -
elemento topográfico está centrado en el Nublo, majestuoso y de alguna 3
manera insolente. Desafía al celeste firmamento semicubierto por una suave O--
capa de nubes mientras es observado por el Roque del Monje que aparece en m
E
la lejanía. La pincelada de Arencibia se percibe con más claridad debido a lo O
inconcluso del cuadro. n
La pintura que representa con más personalidad el paisaje insular es la -E
Vista del Teide desde el Monte de Las Mercedes3 (óleo sobre tabla. 45 x 163 a
2
cm. 1967). Arencibia Gil abandona el pincel y utiliza la espátula con gran n
maestría y destreza. El artista capta maravillosamente toda la belleza del Valle n
de Aguere y la ciudad de La Laguna. El fondo de la obra lo preside el coloso O3
Teide, gigante que domina indiferente toda la composición. Este tríptico fue
realizado en una de sus visitas a Tenerife. Realizó un panel diario que poste-riormente
uniría. Los tonos verdes y azules se muestran casi en estado puro
como si trasladara la propia naturaleza a la madera. La materia pictórica, ape-nas
acoplada a las formas, es la protagonista de la composición. Las incisiones
producidas por la espátula o los bordes de las pinceladas intencionadamente
dejadas por el artista son casi el único componente del cuadro. El elemento
figurativo se reconoce entre una impresionante masa pictórica que reclama su
espacio y valor esencial en la composición artística.
1 CASA MUSEO LEÓN Y CASTILLO. (en adelante CMLC). Sala 202. Sala de la Provincia
2 CMLC. Conservaduria.
3 CMLC. Sala 202. Sala de la Provincia
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PAISAJES COSTEROS Y PLAYAS
El litoral costero y las playas conforman un importante conjunto de obras.
Las rocas y acantilados son los protagonistas frente a las olas que se acercan
plácidamente a la orilla. No obstante algunas veces introduce otros elementos
como barcazas, viviendas o acciones humanas pero solamente cual telón de
fondo.
La pintura Playa de Bocabarranco en Telde4 (óleo sobre lienzo. 37 x 64
cm. 1967) representa el aspecto pedregoso de esta peculiar playa teldense.
Como contraposición a la dureza del medio costero está el tranquilo y sosega-do
oleaje que muere suavemente junto a las rocas. La vista del litoral se pro-longa
en una espléndida panorámica que abarca una parte de la zona costera
de Las Palmas de Gran Canaria. Conforma de esta manera un semicírculo que
enmarca al océano. Los tres elementos que dominan el paisaje: la tierra, el
mar y el aire están perfectamente conjuntados por las bellísimas gamas de
colores y tonalidades conseguidas.
El Puerto de Santiago en Tenerifes (óleo sobre tabla. 44 x 53 cm. 1967)
y su agreste y pedregosa costa es una excusa para enfrentarse a la inmensidad
del océano. Aparece en un estado de calma absoluta y solo el devenir de las
olas refleja el movimiento. La rocosa playa portuaria y las características
viviendas ofrecen una imagen romántica del lugar. La pincelada de Arencibia
Gil, igual que en las anteriores composiciones, es pastosa aunque muy minu-ciosa.
Se recrea en una multitud de detalles que enriquecen la retina. La visión
difusa de La Gomera entre un mar de niebla compone una bellísima imagen
que completa esta onírica pintura. La línea del horizonte aparece claramente
marcada y muy alta, creándose un escaso espacio pictórico que es ocupado por
citada isla y el claro firmamento logrando así una magnífica perspectiva.
En esta línea creativa se encuentra los Acantilados de Teno6 (óleo sobre
lienzo. 48 x 58 cm. 1967) en donde la masa rocosa, el mar y el aire componen
los elementos esenciales de todo el cuadro. La inmensidad del espacio natural
y la atmósfera crean un cierto misterio. Ello se acentúa con los gigantescos
acantilados que proyectan sus sombras en el océano desafiando con su pre-sencia
el tranquilo Atlántico.
El medio topográfico, aéreo y marítimo está en una perfecta simbiosis
compositiva. José Arencibia ha captado un instante preciso y concreto en el
tiempo; aquél en el que la calma que precede a la tormenta parece a punto de
romper ese delicado equilibrio natural. Nuevamente la masa pictórica sobre-sale
como el elemento dominante del espacio en el cuadro.
4 CMLC. Sala 204. Sala de Investigadores
5 CMLC. Salón de Actos. Biblioteca.
6 CMLC. Salón de Actos. Biblioteca.
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La Playa de Las Canteras7 (óleo sobre lienzo. 74 x 124 cm. 1962) está
representada durante los últimos instantes del día. Tres pescadores con su
pequeña barca y las olas que mueren plácidamente en la arena expresan una
cierta viveza en la pintura. La formación rocosa ofrece el elemento firinc y
estático en medio de la inconstancia y maleabilidad del agua o el aire. El océ-ano
aparece perfectamente enmarcado tanto por la línea del horizonte como
por la ola que se acerca a la orilla como un último suspiro antes dcl ocaso del
día. El cielo cubierto por suaves nubes que ocultan la tenue luz crepuscular
acentúa la sensación armoniosa de la imagen pictórica.
RETRATO
m
Esta composición pictórica destaca sobremanera de este grupo de pinturas. E
Es un óleo sobre lienzo que tiene por título Los Viejos (1 14 x 100 cm.). Fue
realizado en el año 1954. Representa a un grupo de ancianos que laboran fati- --On m
gosamente para defender la tierra y las cosechas de la temible langosta o ciga- O
E
rra, conocida en el agro canario con el nombre de cigarrón berberisco y tam- E
2
E bién como langosta berberisca. Ese terrible azote de la agricultura ha sido el
terror de todos aquéllos que pervivían a parte de lo que producía la tierra. 3
Las referencias pretéritas sobre este tipo de plagas son múltiples. José O- Viera y Clavijo en su obra Diccionario de Historia Natural u% las Is1u.s m
E
Canarias menciona del temor que despierta la cigarra procedente del conti- O
nente africano. Indica así mismo los años en el que se produjeron las más
famosas de esas irrupciones. n
E
Esta temática fue abordada también por Pedro Hernández Benítez en el a
libro Telde. (Sus valores arqueológicos, históricos, artísticos y religiosos). n
Realiza un pequeño pero exhaustivo estudio de las calamidades padecidas en n
dicha localidad durante las invasiones de 1659, 1834 y 1844. Las descripcio- O3
nes recogidas por Hernández Benítez tienen el carácter de una auténtica trage-dia,
tal como se puede leer en el breve manuscrito -fechado en Octubre de
1659- que incorpora en el trabajo y dice así:
Una inmensa nube de langosta que cubría el cielo y la tierra se abatió sobre
nuestra jurisdicción, amenazando con una devastación general. En poco tiempo
no dejaron aquellos insectos cosa verde, destruyeron las hierbas, huertas, viñas
y demás plantas, en tal manera que hicieron pesa hasta cn las hojas de las pal-mas,
que son tan duras, y en las de "pita" que no hay animal que las coma.
Cuando faltó el follaje de los árboles se apoderaron de las cortezas, por lo que
muchos se secaron; y cuando ya no hallaron que comer se comieron unas a otra.
CMLC. Sala 204. Sala de Investigadores.
CMLC. Sala 101. Pintura Española s. XVIII-XIX-XX. Epistolario
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La irrupción del cigarrón berberisco en 1844 sería la que marcaría de una
forma trágica a la localidad de Telde. Esta plaga duró hasta el año 1846, agra-vándose
aún más esa terrible situación debido a la pertinaz sequía. Todo ello
preparó el terreno para el hambre canina y, al mismo tiempo, la muerte hizo
presa en muchos animales de labor y ganado debido a la falta de pastos. En
las actas del Ayuntamiento se puede leer dramáticas narraciones como la
siguiente:
se ven desmayados y paralizados multitud de brazos antes ocupados siem-pre
en la agricultura y, en fin, se ven perecer numerosos desgraciados en lo
más recóndito de sus albergues a consecuencias del hambre y la pobreza.
Estos malignos enjambres de langostas van siempre flanqueados de dos
apocalípticos jinetes como son el hambre y la muerte. Ambos cabalgan en
volandas junto al voraz insecto sembrando la destrucción durante todo su
camino.
En el siglo XX fueron varias las invasiones de cigarrón berberisco que
soportó nuestra isla pero no tuvieron el carácter catastrófico del pasado, aun-que
destacó por su importancia devastadora la acontecida en 1954. La escena
representada en esta pintura de José Arencibia Gil fue una de las muchas
actuaciones que se practicaron para luchar contra ellas al llegar a Telde en
aquel año. La forma más usual para combatirla era sepultándolas en zanjas o
quemándolas una vez recalaran en la costa, como ya indicara Viera y Clavijo
en su diccionario. En este caso se realizó incendiando los cardones (Euforbia
Canariensis), apreciándose esto claramente en el fondo de la obra pictórica.
Ello provocaba una densa, tóxica y lechosa masa nubosa. De esta manera se
pensaba en aquellos años hacer retroceder o exterminar a la voraz langosta.
El grupo de ancianos pintados está inspirados en marineros y vecinos de la
playa teldense de Melenara -identificados casi todos-, excepto la anciana
de cabellos blancos cuyo nombre es Isabel Santana González, madre política
de Arencibia Gil. La acción compositiva es generada por la alargada y sólida
barra de hierro, la cual sesga de derecha a izquierda en sentido ascendente el
lienzo mientras que en torno a ella se aglutina un laborioso grupo de ancianos.
Dicha barra es utilizada como palanca para movilizar un pesado cardón -vér-tice
inferior derech- y en el lado contrario aparece un anciano, Miguel
Flores Rodríguez, conocido como "El Chino". Este personaje sujeta con ahín-co
un grueso madero que es utilizado también como palanca y, apoyándose en
su hombro, empuja con fuerza la planta ya abatida.
Destaca en este conjunto senil el anciano ubicado en el margen izquierdo;
de llamativo bigote, barba blanca y clara piel. Este hombre era vecino de la
costa de Melenara y residió en ella unos dos años. Partiría luego a Las Palmas
de Gran Canaria, ciudad de la que procedía. La blancura de su piel indica que
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era una persona alejada del mundo de las faenas de la agricultura y la marine-ría.
No aparece quemada o curtida por el sol, todo lo contrario que la de los
restantes varones. La función que realiza esta figura llama especialmente la
atención ya que la consideramos esencial para comprender la acción, las posi-ciones
y las actitudes de los demás protagonistas.
Probablemente este hombre se incorporara a la labor de movilizar el aba-tido
cardón al percatarse del cansancio, la fatiga, algún quebranto o problema
surgido a los ancianos que habían iniciado el trabajo, y de forma espontánea
se une a ellos. Desprendiéndose de la camisa que lo cubría coge con seguridad
la férrea palanca y la impulsa hacia arriba. Eso explica la forzada posición de
la mano y el hombro derecho ya que soportan todo el peso en el momento de
la realización del movimiento de elevación. Ese esfuerzo físico se expresa en
su cabeza erguida y ligeramente desplazada hacia atrás, los ojos cerrados y los
labios apretados.
Esta rápida actuación alivia la fatigosa labor de los dos personajes que
la sujetaban previamente. El primero responde al nombre de Manuel Jerez
-"Manuel Seito'-, representado en una postura inclinada porque le habían
elevado la metálica barra. La segunda era una popular vendedora de pescado,
Pino González Cabrera, "La Taca".
Este acto espontáneo sorprende así mismo al hombre que está a su izquier-da
conocido como Pancho "El Bruto" y que preside este gmpo humano. Lo
mira con mucha seriedad y detenimiento ya que posiblemente fuera desplaza-do
en la acción por la presencia de este inesperado compañero. Al mismo
tiempo es observado por el descamisado que cubre su cabeza con un sombre-ro
de hoja de palma, Jacinto Hernández Robaina, que eleva su cansina mirada
para ver quien ofrece la tan necesitada ayuda en esta lucha contra el cigarrón
berberisco.
José Arencibia ha plasmado una escena espacial abierta en un espacio pic-tórico
reducido. Crea la imagen conjuntada de un grupo de personajes perfec-tamente
distribuidos en la tela. Lo limitado del soporte genera apenas espacio
entre los propios protagonistas de ahí que aparezcan parcialmente representa-dos;
dando la impresión al espectador que la obra ha sido recortada por los
laterales y parte inferior. Esto último ha dificultado el estudio y análisis icono-gráfico
así como la propia comprensión de la pintura, ya que las acciones y las
actitudes de los personajes se ven sesgadas en mayor o menor medida.
El elemento primordial y esencial de la obra es el sacrifico, el esfuerzo y
la voluntad de unos ancianos que se han unido para intentar salvaguardar los
campos agrícolas y sus cosechas o productos, de la maligna langosta. Su
defensa es ha llevado incluso a sacrificar parte de las tierras en un gran aque-larre
de fuego, ofreciendo una visión digna de la bíblica profecía de Joel.
Arencibia Gil representa como protagonistas de este gesto numantino a
un grupo de seniles hombres y mujeres. La edad les hace depositarios de la
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experiencia, la sabiduría o el propio inconsciente colectivo y, por lo tanto,
conocer el verdadero significado y valor de la tierra, que no es otro que la
misma vida. El fuego tiene aquí una doble función: la realidad devastadora
e implacable y el instrumento combativo ante el devorador insecto. Los
ancianos son conscientes que tanto la plaga como su solución tendrán unas
terribles e inmediatas consecuencias que les llevarán a muchas privaciones,
necesidades y penurias. No obstante aceptan estas desgracias con gran ente-reza
por el bien de aquellos que les habrán de suceder en la vida. Este espí-ritu
de sacrificio los dignifica antes esos herederos, enseñándoles el amor
que se ha de sentir por la tierra ya que es el medio indispensable de nuestra
propia existencia.
Desde el punto de vista pictórico Arencibia ha representado una escena
captada en un momento preciso, deteniendo la acción en lo instantáneo, apre-hendiendo
con rapidez los diferentes gestos y actitudes. La pincelada se
muestra pastosa pero ágil y rápida, siendo al mismo tiempo firme y segura en
su ejecución. El artista ha desplegado una densa masa de naturales colores
que se emancipan del dibujo -cuyas líneas se han cubierto de gruesos tra-zos-
confiriendo de esta manera relieve a la composición. José Arencibia
logra así unas bellísimas gradaciones de azules, verdes, grises y tonos terro-sos.
La luminosidad pictórica emana de los sobrios rostros y el fuego, difu-minándose
lenta pero suavemente entre las frías tonalidades que dominan la
representación.
Las llamaradas del incendio se desplazan a través de los cardones produ-ciendo
una densa y blanquecina masa de humo sesgando, -como la metálica
barra- de derecha a izquierda en sentido ascendente este fragmento del lien-zo.
De esta manera se crea una misteriosa atmósfera que, junto a la sobriedad
de los colores, la austeridad y fuerza de los rostros, le pudieron haber motiva-do
el comentario de denominar este cuadro con el título de Aquelarre, aunque
posiblemente fuese un apunte espontáneo.
Esta composición trasluce el magnífico tratamiento de la perspectiva que
realiza el pintor. El anciano localizado en el vértice inferior izquierdo introdu-ce
directamente al espectador a través de su lastimosa y penetrante mirada,
siguiéndolo con fijeza desde cualquier ángulo del cuadro. La visión escorzada
de los cuerpos permiten observar el sentido de profundidad y volumen, así
como plasmar posturas muy complejas, forzadas e incómodas. La figura
humana captura todo el espacio pictórico en esta parte de la tela, e incluso José
Arencibia alarga y aumenta de forma manierista tanto los brazos como las
manos de los personajes. Finaliza la escena con la profundidad que produce el
fuego entre los cardones, culminando la pintura con esa huidiza e infinita leja-nía
obtenida por medio de los impulsos de la luz y las sombras.
La minuciosidad y el detallismo se aprecian con gran claridad en las
representaciones de las manos y los rostros, pintados en una posición de tres
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Germán Jiménez Mariel Los cuodroa del ar/i.srci Jos6 Arcnc,ihia Gil..
cuartos de perfil. Arencibia ha captado el parecido físico con una admirable
precisión y justicia, logrando una gran delicadeza en el tratamiento descrip-tivo
de los rasgos fisionómicos. Se caracterizan todos ellos por la fuerza y la
expresividad de sus contornos. Plasma las facciones y la esencia del tipo
regional canario porque son modelos reales de la tierra. Su distribución espa-cial
se muestra en una ordenada simetría, siendo el erguido anciano que
corona este grupo humano el eje central de la composición. Esto se puede
apreciar en las seniles mujeres, ya que tanto el movimiento como la postura
de ambas se contraponen claramente a la de sus respectivos compañeros de
enfrente. Se inscriben también estos cinco personajes en un perfecto trián-gulo
isósceles porque José Arencibia busca en la geometría la agrupación de
las figuras. Flanqueando este conjunto, dos descamisados ancianos ubicados
en los bordes del cuadro y, de esta manera, la sensación de armonioso equi-librio
predomina en toda la obra.
El realismo y el carácter expresionista, con no poco simbolismo, asoman
en esta composición, siendo la técnica impresionista la que domina el lienzo.
Las pinceladas aparecen ligeramente separadas unas de otras, aunque un
alejamiento prudente de la obra permite obtener una correcta visión de la pin-tura.
Por el contrario, si nos acercamos percibiremos tonos y trazos vigorosos
e individuales.
José Arencibia redacta con los pinceles la realidad del momento. Realiza
de esta manera la crónica de una tragedia a través de un sinfín de colores
magistralmente distribuidos con una depurada y magnífica técnica artística.
Este cuadro es reflejo de su sapiencia creativa, siendo también un espléndido
homenaje a esa fuente de conocimientos como son los ancianos.
El retrato, este caso colectivo, y los paisajes son los géneros que José
Arencibia Gil desarrolla con más profusión. Respecto al primero poco se ha de
añadir ya que el análisis planteado a sido exhaustivo debido a su especial inte-rés
dentro de esta colección. En los paisajes se observa un intenso amor y
admiración por la tierra y la naturaleza en su estado más puro. Los describe
con un gran realismo y exactitud que algunas de las obras expuestas poseen un
significativo valor documental. El maestro ha recorrido los caminos, explora-do
los valles y barrancos, ha contemplado el litoral y hallado nuevas sendas y
veredas para plasmar la tierra. Las connotaciones románticas se traslucen en la
íntima y estrecha relación que parece desprenderse entre el artista y las sose-gadas
imágenes de los espacios.
Estos cuadros están dominados por la línea impresionista. El pincel apare-ce
cargado de materia pictórica que se abre camino a través de la composición.
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Germán Jiménez Martel Los cuadros del artista José Arencibia Gi l...
Es el elemento dominante y determinante de la pintura transformándose en la
protagonista de la propia composición del cuadro. Las incisiones y los bordes
producidos por las pinceladas, o simplemente creadas por el maestro con sus
dedos, se convierten así mismo en un componente más de la obra artística.
Esta colección de pinturas que forman parte la Casa Museo León y Castillo
permiten conocer una faceta más del talento y la creatividad del artista José
Arencibia Gil.
ALMEIDAM, anuel. "Telde recupera la íntima memoria artística de José
Arencibia Gil". La Gaceta de Las Palmas. 6-XII-1995. Las Palmas de
Gran Canaria.
GONZÁLEPZA DRÓNA, ntonio. "Hijos Ilustres de Telde (José Arencibia Gil)".
Revista Guía Histórico-Cultural de Telde. No 1. Telde. 1987.
HERNANDEBZE N~TEPZe,d ro. Telde. (Sus valores arqueológicos, históricos,
avtisticos y religiosos). Imprenta Telde. 1959.
HALL, James. Diccionario de temas y símbolos artísticos. Alianza Editorial.
Madrid. 1987.
JIMÉNEMZ ARTELG, ermán. "El artista José Arencibia Gil y la Ciudad de
Telde". Revista Guía Histórico-Cultural de Telde. No 7. Telde. 1994.
: José Arencibia Gil. 1914-1968. Editado por M.I. Ayuntamiento de
Telde. 1995.
: José Arencibia Gil, cronista de una tragedia. Fiestas Fundacionales
en honor de San Juan Bautista. Telde 1999. Editado por M.I.
Ayuntamiento de Telde. 1999.
NARANJOP,. "E1 Museo León y Castillo recibe dos obras de Luis y José
Arencibia". La Gaceta de Las Palmas. 23-VIII-1996. Las Palmas de G.C.
RAMIREMZU ÑOZM, anuel. "Telde y las plagas de langosta peregrina, una mal-dición
periódica". Revista Guía Histórico-Cultural de Telde. No 1 1. Telde.
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1990.
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