ARTICULOS
LA POLITICA EN LA GRECIA ANTIGUA
(S. V a C.)
Dignísimas autoridades, señoras, señores, alumnas y alumnos.
En primer lugar, quicro exprcsar mi agradecimiento al ilustrísimo señor di-rector
del centro asociado de la UNED de Las Palmas, don Cristóbal García
Blairsy, por haberme brindado la oportunidad de dirigirme a todos ustedes en
esta ocasión solemne, como es siempre Ia confereiicia programada dentro de
los actos de apertura de un nuevo curso académico.
Con mucho gusto acepté el ofrecimiento movido por dos razones: la pri-mera,
por considerar que la ocasión constituye un brillante broche -lo de
brillante va por el acto, no por mi modesta aportación- a diez años largos
de dedicación a la UNED en este centro, como profesor tutor de griego y
coordinador de Filosofía y Letras, precisamente ahora que he tenido que dejar
estas tareas por un traslado voluntario; la segunda razón es de otra índole,
pero, al fin y al cabo, está relacionada con la anterior, y es que, dentro de la
apertura, el interés y la curiosidad científica por todos los temas que debe
caracterizar a la Universidad y al universitario, no puede faltar la aportación
de la cultura clásica, siempre soslayada y poco conocida en nuestro país, y este
acto es una ocasión magnífica para tratar algún aspecto de la cultura griega
y pienso que no hay que desaprovecharla, pues, como dice e1 refrán, a «la
ocasión la pintan calva».
He dicho que la cultura clásica antigua ha sido soslayada y, por consi-guiente,
poco conocida en España. No nos parecerá extraño si pensamos en un
Georges Clemenceau, presidente de la República francesa, autor de un libro
sobre el orador Demóstenes publicado en 1924; en un Charles De Gaulle, pro-fesor
y gran conocedor de los estudios clásicos; en un Pompidou, etc., todos
de! puis o!!ente S! Pirineo, Yn-n- * m recnrdzr sin^ !Q más cercano, n e n i.in
NOTA: Lección inaugural del curso 1983-84 leída en el Centro Asociado de la UNED
de Las Palmas, el día 21 de octubre de 1983.
Werner von Braun, el padre de la Astrtonáutica, helenista por formación y afi-ción,
que termina una conferencia en Estados Unidos con estas palabras:
«Todo esto es posible gracias a que hubo en la antigüedad un pueblo griego.. . »
¿No es sintomático también que el flamante premio Nobel de Literatura
William Golding dedique sus horas libres al estudio de la lengua griega en la
Roya1 Navy durante la segunda guerra mundial y que conozca perfectamente
esta lengua y el latín? l .
Si recordamos esto, el alejamiento nos parecerá mayor aún. Hemos llegado
tarde a estos estudios por diversas causas que arrancan de la Contrarreforma
y en un momento en que los demás países ya están de vuelta, y nunca han sido
profundos -salvo honrosas excepciones- ni generales. Los estudiantes que
optan por estas materias en su mayoría sólo llegan a vislumbrar lo que hay
detrás en sus breves escarceos clásicos, si no se quedan abrumados por las
dificultades iniciales que presentan los textos, reflejadas tan gráficamente en
aquella anécdota que recoge J. Alsina del alumno francés a quien su padre
le dice:
-«Ca n'a auqun sens, ce que tu as écrit la!
-Mais, papa, répondait le file, c'est une traduction 2.»
El tema elegido para esta conferencia es poco conocido en algunos de sus
aspectos, creo. Lógicamente, hay que ceñirse a una época y a un lugar deter-minados,
pues no podemos abarcar todo el período de la vasta cultura griega
antigua. Por eso vamos a poner unos límites, demasiado amplios incluso para
una breve conferencia, y fijarnos en los hitos más sobresalientes de la Atenas
del siglo v a. C.
Es un consabido tópico al estudiar la historia de una ciencia partir de la
etapa griega, porque, efectivamente, la filosofía, la historia, el arte, la filología,
la geometría, la matemática, la medicina, las ciencias naturales, etc., nacen
como tales ciencias en Grecia. Pues de los mismos manantiales surge la política.
Como hay una téchne rhetorike, hay también una téchne politike, un arte, una
cicncia, una tcoría política y una arete politike, una virtud política. Los antiguos
griegos son conscientes de ello y hablan y citan expresamente esta materia entre
las numerosas ramas que salen de las dos fundamentales -nzousike y gymnas-tike
u culiivu del espíritu (letras y ciericiab) y cultivo del cuerpo (ejercicio fí-sico,
deporte) en que se bifurca el gran tronco del saber, de la paideia o
cultura 3.
¿Cuál es, en definitiva, la obsesión del divino Platón sino la política?
No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que lo que quiere el
gran filósofo es poner la filosofía -para él la cúspide de la pirámide del
saber- al servicio de la política. La conocida cita del final del libro v de la
República: «A menos que en las ciudades los filósofos sean reyes o los reyes
1 Cf. El País, viernes 7 de octubre de 1983, Cultura-29.
2 J. Alsina, Literatura griega, 1-11, Barcelona, 1967, p. 434.
3 Platón, Rep., 376 e 2-4.
ahora mencionados y los gobernantes sean filósofos auténticos y capaces y
venga a ser lo mismo poder político y filosofía. .., no cesarán los males de la
ciudad, oh amigo Glaucón, y creo que tampoco los del género humano 4», lo
deja bien claro y no es, en el fondo, más que un rcflcjo dcl concepto socrático
que equipara virtud y saber, vicio e ignorancia. ¿Cómo va a gobernar bien
y procurar la felicidad de los ciudadanos el pueblo ignorante que no sabe lo
que es el bien y que es incapaz de redactar leyes justas para conseguir esos
fines? ¿Qué es toda la República sino un intento de organizar utópicamente
la sociedad entera? ¿Y no son las Leyes un proyecto político más pegado a
la realidad de sus días'?
Platón en su juventud pensó dedicarse a la política activa como otros
miembros de su aristocrática familia (Solón, Critias, Cármides ...), pero acaba
dolido con la experiencia de los Treinta -su pariente Critias era el principal
responsable-, que no respetan ni la vida de sus ciudadanos, y amargado del
régimen democrático restaurado por Trasibulo en el año 403 a. C. que, cuatro
años más tarde, acabará condenando a muerte a su maestro Sócrates. El propio
Platón nos cuenta así su desengaño: «Tenía el proyecto, para el día en que
pudiera disponer de sí mismo, de entrarme en seguida por la política.. . Yo
me hice unas ilusiones que nada tenían de sorprendente a causa de mi juven-tud.
Me imaginaba, en efecto, que ellos (los Treinta) iban a gobernar la ciudad,
conduciéndola de los caminos de la injusticia a los de la justicia.. . Ahora bien,
yo vi a estos hombres hacer que, en poco tiempo, se echara de menos el antiguo
orden de cosas, como si hubiera sido una edad de oro ... A la vista de todas
estas cosas ... me sentí lleno de indignación y me aparte de las desgracias de
esta época. Muy pronto cayeron los Treinta y con ellos cayó su régimen.
Nuevamente, aunque con más calma, me sentía movido por el deseo de mez-clarme
en los asuntos del Estado ... Los que en aquel momento regresaron
(Trasibulo y los suyos) utilizaron una gran moderación. Pero (yo no sé cómo
ocurrió esto) he aquí que gentes poderosas llevan a este mismo Sócrates,
nuestro amigo, y presentan contra él una acusación de las más graves que él
ciertamente no merecía en manera alguna ..., procesaron ... e hicieron morir
al hombre que no había querido tener parte en el criminal arresto de uno de
los amigos de aquéllos, desterrado entonces, cuando, desterrados, ellos mismos
estaban en la desgracia. Al ver esto, y al ver los hombres que llevaban la
política, cuanto más consideraba yo las leyes y las costumbres y más iba
avanzando en edad, tanto más difícilmente me fue pareciendo administrar
bien los asuntos del Estado* '.
Pero no vamos a centrarnos ahora en Platóri, pues su obra pertenece al
siglo IV.
4 Platón, Rep., 473 c-e.
5 M. Araújo, Platdn. Obras completas, trad. del griego, preámbulo y notas por ... Mas
drid. 1972, p. 1570 (carta VII).
El siglo que nos ocupa se abre con las guerras médicas o guerras de los
griegos contra los persas y se cierra con la guerra del Peloponeso, que acaba
en el año 404 a. C. con la derrota de Atenas por Esparta y sus aliados. En
medio queda un largo período de relativa paz y esplendor de Atenas que
recogió los frutos de la victoria sobre el imperio persa por su función de
hegemon o guía en las campaiias contra el invasor asiático. Esta influencia se
plasma en la liga atico-délica, creada después de las guerras médicas, que llegó
a contar con cuatrocientas pólois o ciudades-estado, cuya presidente ostenta
Atenas.
Una visión Iiislbrica del debarrvllv pvlítico no puede soslayar a S01611.
aunque sea muy anterior, de comienzos del siglo VI, verdadero creador o re-organizador
de las instituciones de la pólis ateniense (Consejo de los cuatro-cientos,
Ekklesin o asamblea popular.. .), que introduce un principio funda-mental
y renovador para su época como fue basar la participación de los
ciudadanos atenienses en la vida política en sus ingresos y no exclusivamente
en la nobleza de su sangre, abriendo la entrada a los cargos del gobierno de la
pólis a amplias capas de la población y limitando los antiguos privilegios de
los nobles o eupátridas.
Solón tiene clara conciencia de su papel de moderador: «Me mantuve en
pie, dice, colocando ante ambos bandos mi fuerte escudo y no permití quc
ninguno de ellos venciera contra la injusticia 6.» Está como un hito o mojón
entre la voracidad de los nobles eupátridas y la miseria de los desposeídos
que reclaman el anadasmós o reparto de tierras.
Pero centrémonos ya en el cuadro que habíamos marcado. Primero vamos
a observar, como espectador distante, los hechos más importantes del acontecer
político, y luego examinaremos el trasfondo que lo justifica y al mismo tiempo
lo ha hecho realidad, esto es, consideraremos dos planos: las realizaciones, la
práctica, la praxis política y, por otro lado, la explicación, la filosofía o pensa-miento,
la teoría política que está detrás de los hechos.
1. La praxis política
A caballo del siglo vr y v tropezamos con una figura clave de la política
ateniense, Clístenes, que acaba con la tiranía de los Pisistrátidas. Trasibulo
corixguirá que en el siglo v termine gobernando en Atenas el partido demo-crático,
el partido del demos, restaurando la democracia después del breve
paréntesis del régimen tiránico de los Treinta impuesto por la vencedora de la
guerra del Peloponeso, Esparta, en el ano 404 a. C., como dijimos antes. Y entre
ellos tenemos figuras tan señeras como Temístocles, Arístides, Cimón, Efialtes,
Pericles, Tucídides el de Melesias, Cleón, Alcibíades, etc. Oligarcas y démos,
6 F. R .Adrados, Líricos griegos, elegíacos y ambdgrafos arcaicos, Barcelona, 1956,
página 192, fragm. 5.
en realidad, se mantienen casi equilibrados en lo que al poder se refiere hasta
el año 444-3 a. C. Arístides, Cimón, Tucídides el de Melesías son jefes oligar-cas
de gran prestigio, pero no los dejan atrás Temístocles, Efialtes, Pericles,
guías del partido de la mayoría. Mas en ese aíío se rompe el equilibrio. Pericles
consigue desterrar a su rival Tucídides, que tenía casi la misma autoridad que
61 por esa época, según Plutarco, y logrará mantener su influencia durante
quince años, hasta su muerte en el 429 a. C., víctima de la peste. La causa
del ostracismo fue, al parecer, el proyecto de Pericles para reconstruir la acró-polis,
arrasada por los persas como toda la ciudad en los años de la guerra,
con el tesoro de la liga atico-délica. 'Tucídides y su grupo se opuso por con-siderarlo
contrario a los fines de la liga y vejatorio para los demás griegos,
es decir, defendiendo un panhelenismo igualitario ', e intentó desprestigiar10
a los oligarcas que eran quienes pagaban el tributo- y Tucídides ganó los votos
y proponer una moción en contra de Pericles. Este reaccionó con habilidad
-se jugaba su futuro político y el interés de la mayoría como su rival defendía
necesarios para ser condenado al ostracismo.
La labor fundamental de Clístenes, que «recibió al pueblo en su partidon *,
dice Heródoto, consistió en la reorganización de las tribus y de su distribución
territorial, dato fundamental para cambiar la estructura social, diríamos hoy.
Para ello divide el Atica en treinta secciones o distritos agrupados en tres
zonas: diez en la capital, diez en la zona costera y diez en la zona del interior
o del campo; y los agrupa en diez tribus en lugar de las cuatro anteriores.
Cada tribu estará formada por tres secciones: un tercio o trittys en la capital,
otro en la zona de la costa y un tercero en el interior, mezcuando así la pobla-ción
del Atica, cosa que no ocurría antes 9.
La intención real que hay detrás de esta redistribución es arrancar a los
nobles el dominio que ejercían sobre las antiguas divisiones de las tribus a
través de las fratrías imponiendo dentro de la organización de la pólis un prin-cipio
territorial sobre el antiguo principio gentilicio, construir una ciudad ho-moghea,
formada por ciudadanos semejantes e iguales con los mismos derechos
de participación en la gestión de los asuntos públicos, y al mismo tiempo
superar la oposición entre el campo y la ciudad y tratar de evitar la forma-ción
de grupos clasistas cuyas diferencias habían originado las luchas de clases
a lo largo del siglo VI y originado la tiranía de Pisístrato. A pesar de todo, el
equilibrio se mantiene entre los nobles y el pueblo, pues no suprime las cuatro
7 Domingo Plácido, ~Protágoras y Pericles», Hispania antigua, 11 (19721, p. 10.
8 Herédoto, V, 66. Obsérvese que Heródoto. para caracterizar la monarquía de los
persas frente al régimen de los griegos, dice: «La monarquía puede hacer lo que quiere
sin rendir cuentas» (Heródoto, 111, 80-82). Esquilo, en Los persas, pone en boca de Atos-sa
las mismas palabras: «Si fracasa, no tiene que rendir cuentas y, aunque vuelva, siem-pre
será amo de esta tierra.» A esta eutlzyne o rendición de cuentas estaban obligados
los cargos más importantes al acabar el período de su mandato. (Cf. A. J. Festugikre,
Libertad y civilización entre los griegos, Buenos Aires, 1972, pp. 14 y 15.)
9 Aristóteles, Constitución de Atenas. XXI. 1-4.
clases del censo de Solón 'O y se conservan las instituciones anteriores y, por
ello, los cargos más importantes siguen reservados para los más afortunados ".
En adelante, el derno será fundamental en la organización social y política.
Ins nuevos responsables de este pequeño núcleo sustituyen al jefe de familia
y rompen los vínculos religiosos tradicionales. Los responsables, deninrclzos o
jefes del demos l2 acceden al cargo por elección de la asamblea local, así como
el pequeño consejo del mismo. Para la mayoría de los atenienses el clertlos lo
era todo e incluso para un hombre con ambiciones políticas. El ateniense fuc
reconociendo poco a poco, en el denzo que comparía con su vecino aristócrata,
un indicio seguio de su igualdad de independencia 13. No es de extrañar, pues,
que este término, con el correr del siglo v, viniera a ser sinónimo del partido
democrático, del partido de Clístenes 14.
Asimismo, Clistenes reorganiza las instituciones tomando la tribu como
unidad administrativa. La Boule, o Consejo, pasará de cuatrocientos consejeros
a quinientos, es decir, cincuenta por tribu. Estos cincuenta bouleufaí o conseje-ros
forman la prytenía o comisión que durante treinta y seis días garantiza la
solución de los problemas ordinarios o urgentes (diez prytanías al año de treinta
y seis días o en los años intercalares seis prytanías de treinta y siete días y
cuatro de treinta y seis).
De este modo, el calendario político o laico -año de trescientos sesenta
días o de trescientos sesenta y seis el año intercalar- sustituye al calendario
religioso anterior.
Cada tribu forma también su sección de hoplitas o ejército de a pie, con
su estratego o general al frente y, más tarde, su escuadrón de caballería con sti
phylarcho o jefe. También sortea los 50, 100 ó 200 jueces para formar parte
de la Heliea o tribunal popular.
La organización social y política está presidida, pues, por los números (3,
5 ,lo...) y el sistema decimal se impone sobre el arcaico sistema duodecimal:
doce meses, doce grandes dioses, cuatro tribiis de tres secciones cada una, etc.,
ligado a la religión.
Es significativo que el reaccionario Platón IS volverá al sistema duodecimal
religioso: doce tribus, 5.040 lotes de tierra (múltiple de doce), doce dioses.
10 J. P. Vernsat, Pensamiento y mito eiz la Grecia antigua, Barcelona, 1973, pp. 218 y SS.
11 Tucídides reconoce: «En lo que respecta a las dignidades, cada uno, según el mé-rito
que lo distingue, es comúnniente preleiidu para los enipleos públicos, no a causa dc
su partido, sino de sus virtudes.» (Trad. de Festugikre, p. 17, Tuc. 11, 36.)
12 Equivalentes, si se permite la comparación, a los alcaldes actuales.
13 M. A. Galiana, Esparta y Atenas. La democracia ateniense (Cuadernos de Estudio.
4, Historia Universal), Madrid, 1979, p. 27.
14 La palabra democracia, demokratía, aparece en Tucídides y en La república de los
atenienses, pero no antes. Probablemente la introdujeron los sofistas. Solón utiliza el
término eunoniía (buen gobierno) y en tiempos de Clistenes se habla dc isununomírr
(igualdad de derechos). Tucídides la define así: «Se llama con el nombre de democracia
por gobernar para la mayora y no para unos pocos.» (Tuc., II,37.)
' 5 Leyes, 745 b-e.
Espacio y tiempo se rrioclelan en Platón dt: nuevv sobre el orden divino del
cosmos. El centro es la acrópolis y no el ágora de Clístenes. Como Hestia (la
diosa Hogar) ocupa el centro de la casa, así en el centro de la ciudad, en el
ágora, está el ara de Hestia koine, el Hogar comtin, y el bouleutérion o local
del Consejo, y al lado la thólos donde se reúnen los prítanos. Este centro, que
traduce en el espacio los aspectos de homogeneidad e igualdad y no los de
diferenciación y jerarquía 'O.
Se ha hablado de una »democracia decimal» cuya novedad y trascendencia
subrayan estas palabras de O. Murray 17: «La introducción de una democracia
decimal posee una coherencia intelectual que demuestra, por primera vez, la
aplicación sistemática de la razón cuando se trata de crear un sistema de go-bierno
18.
También se atribuye a Clístenes la implantación del ostracismo o destierro
temporal que permitirá a la Asamblea una vez al año alejar de Atenas durante
diez años a unciudadano si recae sobre él la sospecha de que aspira a un
poder personal contrario al régimen democrático. El procedimiento preveía dos
votaciones: en la sexta pritanía se planteaba en la Asamblea la cuestión de
si había lugar o no a un ostracismo. En caso afirmativo, en la séptima u oc-tava,
en una Asamblea extraordinaria, se efectuaba la votación. Cada ateniense
presente escribía en un trozo o tejuelo de cerámica -óstrakon-, de ahí el
término ostracismo, el nombre del político que convenía mantener alejado de
la ciudad.
Durante el siglo v fueron desterrados por este sistema hombres tan ilustres
como Alcibíades el antiguo y Megacles, colaborador el primero y sobrino el
segundo de Clístenes, Temístocles, Jantipo, padre de Pericles, Arístides, Cimón,
Tucídides el de Melesias e Hipérbolo. El primero atestiguado históricamente
fue Hiparco, en el año 487 a. C.: «de los jefes malditos el que mas daño ha
hecho», dice una inscripción 19.
16 J. P. Vermant, Pensamiento y mito en la Grecia antigua, pp. 218 y SS.
17 0. Murray, Historia del mundo antiguo, Grecia antigua, Madrid, 1981, pp. 250-51.
18 Hablando de números, no deja d eser muy curiosa la afirmación atribuida a Platón:
«Dios usa sicmprc la gcomctría.~ B. Farrington rccogc la cita dc Plutarco y las opiniones
de sus interlocutores sobre esta frase dlebre. Una de ellas es la siguiente: use dice que
Licurgo desterró de Esparta el estudio d la aritmética, porqu era popular y democrática
en sus consecuencias, e introdujo la geometría porque era más apta para una oligarquía
y monarquía constitucional. Las matemáticas, por su parte, al estar fundamentadas en los
números, distribuyen las cosas por igual; la geometría, basada como está en las propor-ciones,
distribuye las cosas según el mérito. Por ello, la geometría no es fuente de con-fusión
en el estado, sino que por ella se ejerce un importnnte efecto de distinción entre
hombres buenos y malos, que se ven así compensados, no sgún la importancia o la ca-sualidad,
sino por la misma diferencia existente entre virtud y vicio. Este sistema geomé-trico
es el sistema proporcional aplicado por Dios a las cosas.»
B. Farrington resume estas opiniones así: «En este capítulo se demuestra que la arit-mética
es democrática y la geometría oligárquica y que Dios prefiere esta última.» (B. Fa-rrington,
Ciencia y política en el mundo antiguo, Madrid, 1965, pp. 22 y 25.)
19 0. Murray, Historia. . Grecia antigua, p. 257.
Subrayemos la importancia de la obra de Clístenes con estas palabras de
O. Murray: dístenes creó los elementos esenciales del sistema de gobierno
ateniense, tal como existiría a lo largo de los doscientos años subsiguientes: el
tipo de gobierno más democrático quc sc haya organizado hasta cl prcsentei, 20.
Ehtre la batalla de Maratón y la de Salamina (años 490 y 480 a. C., res-pectivamente)
se da otro paso importante en la limitación de los derechos de
los privilegiados. En el aíío 487 los iiueve arcuiites, Iiasta wturiws lus magis-trados
más importantes, pasarán a ser designados por sorteo entre candidatos
de las dos clases superiores de Solón.
El sorteo como procedimiento para cubrir cargos se utilizará cada vez con
más frecuencia y será considerado como una de las piedras angulares de la
democracia griega. Se introdujo este procedimiento para impedir que los más
poderosos influyesen en las elecciones presionando a los electores. Los numero-sos
jueces de la Heliea también eran designados por sorteo. Aristóteles, en la
Constitución de Atenas, nos escribe el kleroterion o máquina de la suerte, di-ríamos,
que selecciona los nombres de los jueces que constituirán el tribunal,
introduciendo en diez ranuras -una para cada tribu- una especie de tablilla
o ficha.
Hay que atribuir a Temístocles el cambio de procedimiento para designar
a los arcontes, que debilitaría la institución, y sobre todo la ampliación de
poderes de los diez estrategas o generales, en un principio por la preeminencia
de los órganos militares en una época en que el interés prioritario era asegurar
la defensa de Atenas frente al persa. Los estrategos serán reelegibles; en cam-bio,
los arcontes no. En consecuencia, en adelante veremos que la influencia
que en épocas anteriores correspondía a arcontes como Solón y Clístenes, etc.,
ahora pasará a estrategos como Temístocles, Cimón, Pericles, etc., reelegidos
en años sucesivos. La posibilidad de reelección se justifica por los conocimientos
especiales que exige el cargo y por la situación de guerra del momento, aunque
luego seguirá manteniéndose y es una constante en Atenas. Platón acabará
convirtiendo al soldado cn una clase profesional de guerreros, los yhylake~ o
guardianes, al lado de los artesanos y los gobernantes. Y ya mucho antes que
él los proyectos o planos de la ciudad de Hipodamo de Mileto implicarán esta
nvvedad de la especializaciún de la funciih militar.
Sobre este punto La república de los ntenienses, 1 , , dirá más tarde:
«El pueblo no exige en absoluto participar de todos aquellos cargos de los que
depende la seguridad o son un peligro para todos, según que estén bien o mal
desempeñados -no creen que deban participar en el sorteo de los cargos de
estratego ni de jefe de la caballería. Efectivamente, el pueblo opina que es
mucho más ventajoso para él no desempeñar estos cargos sino dejar que los
m 0. Murray, ibid., p. 250.
21 Temístocles construirá también las murallas de Atenas y el Pireo sorteando con gran
habilidad la oposición de Esparta, que veía con recelo cualquier fortificación fuera del
Peloponeso. (Cf. Tuc., 1, pp. 89 y SS.)
desempeñen los más poderosos. El pueblo, en cambio, busca todos aquellos car-gos
que aportan un sueldo y beneficio para su casa.»
Temístocles impulsa la política naval aprovechando la coyuntura bélica,
pues ve la derrota de los persas en el dominio griego del mar. El descubri-miento
de un nuevo filón en las minas de plata del Laurión, en el suro del
Atica, le facilitará los medios para costear la flota. Sus proyectos se verán
cumplidos y sobre todo la victuria naval de Salamina le dará la razón y au-mentará
su prestigio. El futuro de Atenas está a partir de ahora marcado: será
el mar. Pero no olvidemos que Temístocles es el jefe del demos, de las clases
comerciantes y de los jornaleros que trabajan en la flota o en las naves de
carga, y con sus proyectos navales está al mismo tiempo favoreciendo a sus
partidarios y a la mayoría, es cierto 2'. Lo que está pensando es desarrollar
enormemente las posibilidades de su grupo hasta entonces muy inferiores a las
de los ricos oligarcas. En adelante se podrá hablar ya de un grupo o partido
agrario conservador cuyos intereses están en las tierras y de otro marítimo y
democrático cuyos intereses están en las naves. Y hay un equilibrio o armonía
entre todos, pues lo común los une y no los separa. El objetivo común priori-tario
y urgente es librarse de la esclavitud del persa, primero, y luego recoger
las mieles del triunfo y reconstruir la arrasada Atenas.
Temístocles sufrirá el destierro (año 471 a. C.), recelosos los atenienses de
su poder e influencia, pero también su rival, Arístides el Justo, el fundador
de la liga atico-délica en el año 478-77, seguirá el mismo camino y la alternan-cia
en el poder se mantendrá.
Años más tarde, en el 462 a. C., Efialtes triunfará sobre Cimón y recortará
un poco más los privilegios de los nobles, siguiendo la marcha lenta pero con-tinua
de ascenso en la conquista de cotas de poder para la mayoría. El aristo-crático
tribunal del Areópago, formado por exarcontes, perderá sus prerrogati-vas
políticas o control de la Asamblea y del Consejo y quedará reducido a sus
competencias originarias, es decir, a juzgar los delitos de sangre o, por lo
menos, con este argumento se justifica la reforma.
El dominio que ejercía sobre la Asamblea fue sustituido por la graphe pa-ránomos
o acusación de la ilegalidad, cuyo procedimiento era el siguiente:
cuando se efectuaba una proposición contraria a la ley ateniense, cualquier
ciudadano podía iniciar un juicio contra quien hubiera presentado la moción, y,
si se comprobaba la veracidad de la acusación, se le aplicaban a éste las má-ximas
sanciones. El control, pues, cambia de manos: de un grupo restringido
y privilegiado, pasa a ser ejercido por cualquier ciudadano.
Efialtes fue asesinado poco después, seguramente como venganza de los
nobles eupátridas, pero el testigo del demos pasaría a buenas manos, pues le
releva Pericles ".
'2 En Las euménides de Esquilo el Areópago juzga a Orestes en Atenas, que ha venga-do
la muerte de su padre Agamenón con otro crimen nefando, la muerte de su propia
madre Clitemestra. La votación del tribunal dará un empate que resuelve la dioso Atenea
1-27
Pericles seguirá sumando peldaños al escalón de la participación popular.
En el año 457-56 la tercera clase, los zeugitai o modestos campesinos, recorio-cen
su derecho a aspirar al arcontado. Y en el 451-50 se aprueba la misfhoforírr
u pago yo1 el desempeño de las funciones de conscjcro (cinco óbolos), dc ar-conte
(cuatro óbolos), de juez (dos óbolos) y de los 350 magistrados o funcio-narios
para compensar la pérdida de los ingresos privados que el desempeño
de la función pública les ocasionaba y posibilitar la par~icipacióii ~Tectiva Jt
los ciudadanos, sobre todo de los más modestos, en las instituciones.
Aristófanes, en su comedia Las avispas, explota los efectos cómicos de este
pequeño sueldo, pero que tan bien era recibido en la familia de los dikastai o
jueces. Además, un poco antes, en 425 a. C., Cleón lo había subido a tres
óbolos.
Por la misma época se restringen los derechos de ciudadanía ateniense.
Sólo los hijos de padre y madre atenienses se considerarán ciudadanos con
todos sus derechos y deberes. ¿A qué se deben estas restricciones? Natural-mente,
al hecho de que los atenienses van adquiriendo una situación pri\iile-giada
que es codiciada por los demás griegos. La afluencia a Atenas es grande
y los griegos que reúnan esa condición se tendrán que contentar con engrosar
la lista de methecos y dedicarse a sus negocios sin participar de los derechos
políticos y de los beneficios que reciban del Estado los atenienses.
En el exterior los objetivos propuestos por Pcricles son: afianzar el poder
marítimo y extender su influencia por el Estc y el Oeste. Para ello realizara
una expedición al Ponto Euxino o Mar Negro y fundará las colonias de Turios
en la Magna Grecia o sur de Italia y Anfipolis en Tracia, en una época en que
ya ha pasado la etapa histórica de la gran colonización griega del Mediterráneo.
Anfípolis, fundada cerca de las minas del Pangeo, le asegurará además la ma-der
necesaria para las naves de la que carece el Atica. Con la fundación de
Turios (444-43) se pretende al mismo tiempo crear una ciudad modelo. I-lom-bres
tan conocidos como el historiador Heródoto, el sofista Protágoras de Ab-dera,
que redactó su constitución, e Hipodamo de Mileto, que trazó sus planos,
se cuentan entre sus colaboradores. La misma racionalidad que se intenta in-troducir
en la política la aplica Hipodamo en la reconstriirción de sil ciudad
de Mileto, en el Pireo y en Turios, organizando el espacio urbano en grandes
zonas funcionales diferenciadas que se corresponden con los diversos tipos de
actividadcs políticas, administrativas, religiosas y económicas. Divide el territo-rio
en tres sectores: el sagrado, reservado a los dioses; el público, reservado
especialmente a los guerreros y el privado, asignado a los agricultores 23. El
irazadu de la futura Alejandiía con sus rectas calles y diversas zonas admi-nistrativas
seguirá estas líneas.
a su favor, deshaciendo el empate con su voto. Muchos ven en esta obra un apoyo de
este argumento. Cr. R. Adrados, La democracia ateniense, pp. 147 y SS.
23 J. P. Vernant, Pensam. y mito ..., p. 237.
128
Asimismo, las clerouquías fueron un medio importante para ejercer el con-trol
de la liga atico-délica y el último tipo de colonia griega. Se distinguen de
las primeras colonias -independientes políticamente-, pues las clerouquías
están integradas eii la metrópoli. Sus habitantes eran ciudadanos atenieiises que
se establecían en puntos estratégicos que Atenas deseaba tener controlados di-rectamente.
Aparte de esa finalidad militar, cumplían un fin económico y social
al facilitar lotes de tierra, que es lo que significa la palabra, a los atenienses
de las clases inferiores. Con Pericles aumenta su número considerablemente e
incluso exige a los aliados que cedan parte de sus fértiles tierras para insta-larlas.
Pericles fomenta las obras públicas iniciando en el año 447-46 a. C. la
reconstrucción de la acrópolis con el tesoro de la liga, como vimos, que daría
trabajo a los desocupados y a los thetes que viven de un jornal y, en general,
promueve las obras de asistencia asignando pensiones a los inválidos, a las
viudas de guerra y a los huérfanos, pues el Estado también tiene unas obliga-ciones
con los ciudadanos, como son todas éstas y otras que recoge la palabra
filanthropia, que pretenden corregir la desigualdad en el reparto de bienes,
además de la ineludible defensa de la ciudad y la protección de la libertad
individual ".
Dentro de estas obras de asistencia de la pólis no se pueden olvidar las
leitourgeiai o prestaciones públicas, una especie de impuestos indirectos que
obligan a los ricos a atender determinados servicios. Son tres: coregos, encar-gados
de correr con los gastos de las representaciones teatrales; gymnasiarcos,
que debían sufragar los gastos de las palestras o instalaciones deportivas y de
las competiciones en general, y trierarcos o encargados de los gastos de equipa-miento
y funcionamiento de cada nave de guerra o trirreme.
En el año 449 se firma la paz con Persia, la llamada paz de Calias. Lógi-camente,
la liga ática ya no tenía razón de ser, pues sus fines estaban cumplidos.
Sin embargo, la mayoría de los aliados fue obligada a jurar nuevos tratados
con obligaciones mevas. Adeiiiás, los atenieiises aprovechan las revueltas inter-nas
de las ciudades para intervenir y promover la instauración de regímenes
democráticos, si bien no aplican el mismo criterio en el gobierno de la confe-deración.
El control ejercido por las clerouquías, el traslado del tesoro de la
liga desde la isla de Delos a Atenas y su empleo en provecho propio y sobre
24 Segun Aristcjteles, PoL, Z, 2, 1317 b-2, «la libertad consiste, por una parte, en el
hecho de ser sucesivamente súbdito y gobernante, pues la noción popular de la justicia
consiste en la igualdad de derechos para todos numéricamente hablando y no según el
valor: y si tal es la noción de justicia, la masa es necesariamente soberana: es la decisión
de la mayoría la que cuenta en último término y la que es el derecho ... ; por otra parte,
la libertad consiste en que cada unoes libre de vivir como le plazca ... Tal es, pues, el
segundo signo distintivo de la democracia, de donde ha surgido la pretensión de no tener
amos. Si es posible, de no tenerlos de ninguna clase; y, si esto resulta imposible, de ser
sucesivamente amo y súbdito, pues es de esta manera como se tiende a realizar la libertad
en la igualdad de todos*. (Trad. de Festugiere en Libertad y civilización entre los griegos,
Buenos Aires. 1972. pp. 13 y 14).
todo la rebelión de la isla de Samos enelaño 441 a. C., que fue sitiada y casti-gada
severamente (el propio Paricles y el noble Sófocles participaron como
estrategos) no dejan ninguna duda sobre el cambio de la originaria symmukhíu
o alianza cn una arkhé, cn un impcrio.
Tucídides lo dice abiertamente por boca de los mitilenios de la isla Jz
Lesbos: «La alianza entre nosotros y los atenienses se originó cuando vosotros
abaiidoiiasteis la guerra curilra lus penas, mie~ilrab que ellus perbeveraruIi para
acabar lo que quedaba por hacer. Sin embargo, no nos hicimos aliados de los
atenienses para esclavizar a Grecia en su beneficio, sino aliados de los griegos
para libertar a Grecia de los persas en el suyo propio. Y mientras los atenienses
tuvieron la hegemonía en calidad de iguales, marchamos con ardor a su lado;
mas cuando vimos que disminuía su enemistad con los persas y se afanaban en
esclavizar a los aliados, no permanecimos ya tranquilos LS.
Así podemos decir: «El privilegio histórico de Atenas es el de haber sido
la tierra de las grandes experiencias políticas. Ella inaugura no sólo el gobierno
directo del pueblo por el pueblo, sino también el gobierno de un imperio por
el pueblo» E.
El prestigio, la autoridad, la elocuencia y el poder de convicción de Pe-ricles,
y sobre todo su moderación, consiguieron mantener cierto equilibrio
y evitar nuevas tensiones. Pasada «la crisis de los años cuarenta)) ", consigue
aún mayor influencia y es elegido estratego durante quince años casi sin
interrupción hasta su muerte en 429 a. C., víctima de la famosa peste de
Atenas. Antes de la guerra del Peloponeso pudo sentirse orgulloso de su obra.
Atenas conoce un período de tranquilidad y esplendor admirable; jamás había
estado tan unida ni había sido tan poderosa; jamás su imperio había tenido
tanto prestigio y le había procurado tanto provecho. La acrópolis con los nuevos
templos reconstruidos y otros en proyecto, se convierte en el más bello con-junto
monumental del mundo griego. Era todo un símbolo y a la vez la
mejor propaganda de la nueva Atenas. Los hombres que le rodean, e1 histo-riador
IIeródoto, el filósofo Anaxágoras, el sofista Piotágoras, el escultoi
Fidias, el arquitecto Hipodamo de Mileto el poeta trágico Sófocles y hasta su
misma esposa Aspasia son la mejor muestra de este esplendor en todos los
órdenes.
Grande es la admiración que siente por Pericles el historiador Tucídides:
«Creían que era el más útil para lo que necesitaba la ciudad toda; porque
durante todo el tiempo que, en la paz, estuvo al frente de la ciudad, la con-ducía
con moderación y la guardaba con seguridad, y bajo su mando se hizo
muy poderosa; y una ve zque estalló la guerra, es evidente que en esta misma
coyuntura previó su fuerza ... y cuando murió, se reconoció mejor el acierto
de sus planes de guerra ... La causa era que Pericles, que poseía gran auto-
25 TUC., 111, 10, 3-4.
26 María A. Galiana, La dem ... Esparta y Atenas, p. 37.
n Domingo Plácido, Protágorrrs y Pericles.. ., p. 9.
1-idad por su prestigio e inteligencia y era inaccesible manifiestamente al so-borno,
contenía a la multitud sin quitarle la libertad, y la gobernada en mayor
medida que era gobernado por ella.. . Y era aquello oficialmente una democra-cia;
pero, en realidad, un gobierno del primer ciudadano» 28.
La gran contradicción de Pericles y la democracia ateniense está en la
utilización de criterios distintos según se trate del gobierno de Atenas o del
mundo de los aliados. Mientras que con los atenienses se fomenta la igualdad,
la participación y la libertad de todos los ciudadanos, a los aliados el demo-crático
pueblo ateniense, su nuevo amo, les niega esa misma igualdad, partici-pación
y libertad que reclama para sí en Atenas.
Por eso no es sorprendente que con los nuevos jefes radicales y demagogos
como Cleón, Alcibíades y otros se rompa el aparente equilibrio y surjan las
tensiones internas entre oligarcas y demos hasta llegar a una guerra civil
de jacto y a preferir cada bando la victoria de los enemigos de Atenas, si
con ella aplasta a su adversario político, y, las tensiones externas entre Atenas
y sus aliados, causa principal de su derrota, como reconoce Tucídides: ((Ellos
hicieron todo lo contrario, y además se lanzaron, por ambiciones e intereses
particulares, a muchas otras empresas.. . con perjuicio para sí mismos y para
sus aliados; empresas que, si tenían éxito, eran un beneficio más bien para
individuos particulares.. . Los políticos que le sucedieron.. . cambiaron de con-ducta
hasta el punto de entregar el gobierno al pueblo, siguiendo sus capri-chos..
. a causa de las difamaciones de que individuos particulares hacían ob-jeto
a otros por obtener la jefatura del partido popular, debilitaron las fuerzas
del ejército, y por vez primera promovieron disturbios por causa de los asun-tos
públicos ... y no cedieron antes de ser derrotados por su propia culpa, a
causa de las rivalidades internas en que cayeron» ".
11. Teoría o filosofía política
Vamos a recordar ahora cómo veían la política los griegos desde el punto
de vista puramente teórico. Por obvias razones, nuestra atención se detendrá
sólo en dos obras que consideramos muy significativas: en la historia de Tu-cídides
y en La república de los atenienses.
Hay otra obra de esta época, el Anónimo de Yámblico, desgraciadamente
perdida y s610 conocida a través de amplias citas en el Protréptico de Yám-blico,
de ahí su nombre, que es muy interesante por sus teorías sobre el origen
de la tiranía. «La tiranía, dice, este mal tan grande, tan funesto, no tiene otra
causa que el abandono de las leyes.. . es locura pensar que pueda surgir.. . un
tirano por otra causa. .. De hecho, esto no sucede sino cuando la ciudad toda
a F. R. Adrados, Tucídides. Historia de la guerra del Peloponeso, Madrid, 1967, 2.' ed.,
páginas 284-85.
29 F. R. Adrados, ibid., pp. 284-86.
entera se ha entregado al mal, ya que no es posible que los hombres puedan
vivir sin ley ni justicia. Cuando estas dos cosas, la ley y la justicia, son aban-donadas
por el pueblo, la vigilancia y la custodia pasan a manos de un solo
hombre ... Este hombre que abolirá la justicia y suprimirá la ley común y útil
del pueblo, preciso es que tenga un corazón de hierro, puesto que él solo
contra la multitud debe arrancar a esa multitud la ley y la justicia)) N.
Realmente, en Atenas el excesi de libertad trajo la derrota, pero nu la
tiranía. La historia nos dice que el régimen de los Treinta fue impuesto por
Esparta y que las tiranías anteriores de los siglos VII y vi se establecieron
como consecuencia de las luchas sociales entre los nobles y el pueblo. El
tirano es un noble que se pone al servicio del pueblo y asume sus reivindica-ciones
contra los privilegiados.
Platón seguirá por la vía iniciada en el Anónimo: «Cuando un Estado de-mocrático,
trastornado por la libertad, está encabezado por malos escanciadores,
no conoce ya medida y se embriaga de libertad puda; entonces, si quienes go-biernan
no son extremadamente complacientes y no le dan una completa
libertad, son acusados y castigados como criminales y oligarcas.. . B. En resumen,
la anarquía reina por doquier y llega entonces la hora del tirano. «Henos aquí.. .
llegados a lo que todo el mundo denomina tiranía, y al querer el pueblo
evitar, como se dice, la vanidad de la esclavitud al servicio de los hombres
libres, cae en el fuego del despotismo de los esclavos y, a cambio de esta
libertad extrema y desordenada, toma la librea de la más dura y más amarga
servidumbre, haciéndose el esclavo de los esclavos)) 31.
Según se ha podido vislumbrar en este breve fragmento, hay un retrato
magnífico del tirano y de la situación que lo aúpa al poder -y recuérdese
que para Platón el tirano es el summum de la degradación personal y social-;
pero, como ya indicó Aristóteles en su Política E 10 1316 a 1-b 27, esta ma-ravillosa
descripción del genial escritor no tiene nada que ver con la realidad
de los hechos.
Tucídides, autor de La guerra del Peloponeso, historia escrita con uii rigor
admirable y una actitud imparcial, estratego ateniense, fue desterrado en el
año 424 a. C. por cargar con la responsabilidad de la toma de Anfípolis por
el lacedemonio Brásidas, pdlis que pertenecfa a la zona norte de Tasos, cuya
vigilancia estaba encomendada a sus trirremes. A lo largo de su obra va na-rrando
los acontecimientos por inviernos y veranos y simultáneamente las ideas
que los sustentan por medio de los discursos que pone en boca de los per-sonajes
más importantes de cada momento.
Tucídides, hombre pragmático, se preocupa por encontrar la explicación
razonable que todo hecho tiene indudablemente, y además pretende que sea
una explicación válida para todos los tiempos. La historia, en este sentido,
es una adquisición para siempre, ktema eis aeí, un valor intemporal, y así
A. J. Festugikre, Libertad y civilización, pp. 31 y SS.
31 A. T. Festugiere. ibid.. pp. 34 y SS.
como ve una causa verdadera, aitia, real, de la guerra del Polopneso, que es
el enfrentamiento entre Atenas y Esparta y el mutuo recelo ante el temor de
que una se imponga definitivamente sobre la otra y ahogue sus mercados, y
una causa aparente o pretexto, prúfusis, que es la chispa que enciende la
guerra, como puede ser la revuelta de la isla de Corcira (Corfú) o el decreto
megarense o el sitio de Potidea (en la península Calcídica), etc., así también
las relaciones entre las póleis y especialmente el dominio de unas sobre otras,
como en el caso del imperialismo ateniense, se explican por causas más pro-fundas
y que se pueden resumir en tres leyes que inexorablemente se cumplen
siempre 32:
Primera, una ley política: la pólis que tiene un imperio es detestada por
sus súbditos y no tiene más salida que procurar conservarlo o sucumbir.
Segunda, una ley psicológica: la naturaleza humana no se contenta nunca
con lo que tiene y ambiciona cada vez más.
Tercera y más decisiva, una ley filosófica, general para todos los Estados:
e Imás fuerte impone siempre su voluntad. El más fuerte busca únicamente
sil conveniencia.
Son muchos los pasajes y hechos (revueltas de Samar, 441; de Mikilene,
428; toma de Melos, 416) que podríamos aducir. Escojemos sólo algunos ejem-plos
": «Lucháis.. . también por evitar la pérdida de vuestro imperio y el
peligro resultante de los odios que os atrajisteis en el mundo. Ni siquiera os
cs posible deponerlo, si es que alguno en la hora presente, temeroso, lo propone
por pacifismo, dándoselas de hombre de bien, pues lo habéis convertido ya
en una tiranía, cosa cuya consecución se considera injusta, pero el renunciar
a ella, peligroson (Pericles es quien habla en el segundo año de la guerra).
«No os dais cuenta de que vuestro imperio es una tiranía sobre gentes
que urden intrigas y están dominadas contra su voluntad; gentes que no os
obedecen por los favores que los hagiiis con perjuicio prupio, sino por la
superioridad que os da vuestra fuerza y no su amistad,»
«No hemos hecho nada digna de extrañeza ni fuera de la naturaleza hu-mana
al aceptar un imperio que se nos daba y no abandonarlo cediendo a
los tres motivos más fuertes: la honra, el miedo y el interés; dado, por otra
parte, que en esto no hemos sido los primeros, sino que siempre ha sido nor-mal
que el más débil sea reducido a la obediencia por el más poderoso, y
que además creemos ser dignos de ello, y a vosotros mismos os lo parecíamos
hasta ahora, calculando vuestros intereses, utilizáis el lenguaje de la justicia,
que ninguno, siéndole posible adquirir algo por la fuerza, ha tomado en con-sideración
rehusando por ello una ventaja. Y son dignos de alabanza los que,
llevados por la humana naturaleza a imperar sobre otros, sean más justos
32 F. R. Adrados, La democracia ateniense, Madrid, 1975, p. 330.
33 F. R. Adrados, Tirr. Historia de la guerra del Peloponeso, pp. 281 y SS.
de lo que corresponde a sus fuerzas. Pues creemos que si otros tomaran
nuestro imperio, harían ver muy bien nuestra moderación.. .B. Es que los que
pueden usar de la violencia no necesitan ya someterse a juicio.. . en ese caso ni
cllos mismos ncgarían quc cs preciso que el más débil ceda ante el poderoso.))
«... Nuestro imperio parece difícil de llevar, y con razón: pues el presente es
siempre duro para los sometidos.»
Esta cita es muy reveladora, iio sólo yo1 se1 una prueba de las leyes que
se acaban de enumerar, sino también por la equdiday moderación de que
hace gala. Este alarde de bondad forma parte de lo que nosotros llamaríamos
aguardar las formas* y entra también dentro del cálculo de lo convenientc.
del cálculo del interés, si se piensa que la fuerza bruta no cs el medio mis
adecuado la mayoría de las veces para lograrlo y a la larga termina debili-tando
a quien la emplea abusivamente, pues le quita adeptos. «Es, por tanto,
inteligente no abusar del triunfo» ". Obviamente, esta actitud es lo que se
conoce con el nombre de pragmatismo político.
Por otra parte, la cita revela también el rechazo rotundo de la moral como
criterio para juzgar los hechos políticos y sociales. En estas cuestiones Tucí-dides
no puede admitir el moralismo socrático-platónico. Lo conveniente, el
interés, en su sentido más amplio, es la gran regla del juego político y sólo
en una situación de igualdad al argumento de lo justo o injusto puede inclinar
la balanza un lado o a otro ".
La república de los afenienses ocupa un lugar especial en la historia de
la literatura griega tanto por su contenido político, tema poco frecuente, como
por su forma, pues es la primera obra en prosa que conservamos escrita en
dialecto ático.
Es una crítica de la actuación política del demos, de los medios que emplea
para mantenerse en el poder y de los fallos que presenta, hecha por un adver-sario
lúcido, esto es, por un oligarca que conoce bien la talla y los secretos
de sus contrarios. Los filólogos ingleses la conocen con el nombre del Viejo
oligarca (Old Oligarch).
Los grupos oligárquicos (heterías) analizan las ideas fundamentales de los
partidarios del demos, los nuevos valores que implantan (para ellos una ver-dadera
degeneración, pues toda virtud va unida a la ~iubl e~alu)b, errures de
su actuación concreta, y todo ello va creando una doctrina con sus lógicos
tópicos, máxime en adversarios políticos. Dentro de este ambiente hay que
situar La república de los atenienses. Como nos recuerda R. Lesky 36, hay alu-siones
y escritos efímeros (escolios, elegías, epigramas) sobre estos enfrenta-mientos
políticos y sus tensiones consiguientes, especialmente hacia el año 444-
34 F. R. Adrados, La democracia ateniense, p. 335.
35 Como contrapunto, véanse unas declaraciones de nuestros días: «La matanza fue
moralmente injustificable, pero nu debe aíecíar a la política exteiior noiteameiicana.»
Kissinger añadió que la política exterior debe estar basada en los intereses nacionales
«y no en elementos humanos». (La Provincia, 25-IX-1982.)
3 A. Lesky, Historia de la literatura griega, Madrid, 1976, pp. 482 y SS.
443 a. C., fecha decisiva para la política interna de Atenas, que decidió la
suerte de la democracia en los años posteriores, al imponerse Pericles sobre
su rival Tucídides el de Melesias, que fue condenado al ostracismo, como se
dijo antes.
Estas heterías o grupos de oligarcas, sobre todo si están en el destierro, no
se montienen pasivos, la historia de diversas pólis (Tebas, la misma Atenas,
Sicidn, Samos.. . lo atestigua), y, ayudados por Ebparla, acecliari el iriuiiie~iiu
adecuado para apoderarse del poder, es decir, son focos de conspiración per-manente.
Precisamente se piensa que esta obra es una advertencia a estos
círculos contra posibles aventuras abocadas al fracaso ante un régimen demo-crático
bien consolidado.
El opúsculo consta de tres capítulos, los dos primeros de veinte párrafos
y el tercero de doce. El primer capítulo es una fundamentación teórica del
régimen democrático enfocada desde el ángulo o posición oligárquico. El se-gundo
está dedicado, casi exclusivamente, al análisis de las fuerzas con que
cuenta la democracia y a sus consecuencias, esto es, a la flota y al consiguien-te
dominio del mar. El tercero se extiende en una larga crítica de los defectos
o inconvenientes de la democracia, centrada fundamentalmente en la lentitud
con que se despachan los asuntos públicos, consustancial con el régimen que
lleva implícito la adopción de medidas por un colectivo.
En el primer capítulo las ideas o principios fundamentales son los si-guientes:
- Hay un vuelco de las clases tradicionales (1, 10, 11, 12) o nivelación
de las mismas (13); también hay conciencia de clase (4, 5, 6, 7, 14), si se
puede usar este término. Véase 1, 4: «Los verás.. . » (cita de cuartilla 1).
«Los verá manteniendo la democracia en eso mismo que sorprende a al-gunos:
que otorgan en toda ocasión más poder a los de baja condición, a
los pobres y a los partidarios del pueblo que a la personas importantes.
Pues lógicamente, si se favorece a los pobres, a los partidarios del pueblo y a
las personas más débiles, como son muchos los favorecidos de esa forma,
engrandecen la democracia. Mas, si se favorece a los ricos y a las personas
importantes, los partidarios fomentan una fuerte oposición contra ellos.»
«En todo el mundo la clase privilegiada es contraria a la democracia ... »
(La traducción de estos textos de La república de los atenienses está tomada de los
Opuscula u Obras menores de Jenofonte, preparada por mí para la B. C. de la Editorial
Gredos.)
- La libertad del pueblo está reñida con el poder de la nobleza (4. 8. 9).
Nobleza es igual a virtud, en su sentido más amplio, esto es, se corrobora la
doctrina tradicional que asocia las virtudes a los nobles y, por contraste, lo
malo con las clases bajas (1, 5, 7, 9, 13). Véase, por ejemplo, 1, 9: «Si bus-cas..
.» (cita de cuartilla 2).
«Si buscas un buen gobierno, verás, primero, a los más capacitados esta-blecer
leyes, después, las personas importantes reprimirán a los de baja
condición, decidirán en consejo sobre el país y no permitirán a los hombres
exaltados ser miembros del Consejo ni intervenir ni celebrar asambleas.
Como consecuencia de esas excelentes medidas, muy pronto el pueblo se verá
abocado a la esclavitud.»
- El régimen democrático no se inspira en los criterios de juscia tradi-cional,
sino en la utilidad para la mayoría (1, 2, 4, 7, 8, 10, 11, 13, 14, 16).
Cr. 1, 2: «Allí ... » (cita de cuartilla 3).
«Allí es un derecho que los pobres y el pueblo tengan más poder que
los nobles y los ricos por lo siguiente: porque el pueblo es el que hace que
las naves funcionen y el que rodea de fuerza a la ciudad, y también los
pilotos y los comités y los comandantes segundos y los timoneles y los cons-tructores
de naves. Estos son los que rodean a la ciudad de mucha más
fuerza que los hoplitas y los nobles y las personas importantes. Puesto que
así es realmente parece justo que todos participen de los cargos por sorteo
y por votación a mano alzada y que cualquier ciudadano pueda hablar.»
«Y en los tribunales no les importa una sentencia justa sino mucho más
su propia conveniencia.»
- El régimen apoya a las clases bajas (2, 3, 4, 6, 7).
- Todas las clases participan en el gobierno (2, 3, 6).
- Se fomentan los intereses comerciales o de la flota y en ella está su
fuerza (2, 19, 20).
- Contraste evidente con Lacedemonia (1 1).
- Hay que aceptar la realidad de los hechos (1).
Las ideas claves explícita o implícitamente formuladas en el segundo son
las siguientes:
- En lo referente al ejército ateniense hay una planificación de acuerdo
con su posición estratégica: una flota poderosa como apoyo principal y un
ejército de tierra modesto pero superior al de sus aliados (1).
- Los súbditos se someten por necesidad o fiier7a (2, 7, 4) VGaw 2 3 .
«De.. . » (cita de cuartilla 4).
(<De las ciudades del continente sometidas por los atenienses, las grandes
se someten por necesidad. En efecto, no existe ningún país que no necesite
importar o exportar algún producto. Y, por supuesto, eso no será posible, si
no es súbdito de los que dominan el mar.»
«Ellos (los atenienses) son los únicos capaces de apoderarse de la riqueza
de helenos y bárbaros, pues si un país es rico en madera adecuada para la
construcción de barcos, ja dónde la podrá exportar si no es dueño del mar?
¿Qué ocurrirá si un país es rico en hierro o cobre o lino? ¿A dónde lo
podrá exportar si no convence al que domina el mar? ... »
uAdemás de eso, no permitirán llevar los productos a otro lugar a donde
haya adversarios nuestros o no podrán utilizar el mar. Ciertamente, yo sin
hacer nada, tengo todos esos productos de la tierra gracias al mar...»
- La hegemonía marítima o talasocracia controla y explota los recursos
básicos y los superfluos de los aliados (3, 6, 7, 8, 11, 12). Ci. 2, 11: «Ellus.. . »
(cita de cuartilla 4).
- La hegemonía marítima es más ventajosa que la terrestre o continental
por la mayor movilidad de sus fuerzas (4, 5, 13).
- Atenas busca una estrategia basada en la superioridad por mar: actuar
como si fuera una isla (14, 15, 16). Véase 2, 14: «En cambio.. .» (cita de
cuartilla 5).
«En cambio, les falta una sola cosa. En efecto, si los atenienses viviesen
en una isla y fuesen dueños del mar, podrían hostigar y no ser hostigados ...
Ahora someten los enemigos principalmente a los agricultores ricos, mas el
pueblo que sabe bien que los enemigos no quemarán ni saquearán ninguna
cosa suya, vive sin temor sin someterse a ellos ... »
«En resumen, puesto que por su origen no tuvieron la suerte de vivir en
una isla, ahora hacen lo siguiente: depositan sus bienes en las islas, con-fiados
en su dominio del mar, y miran con indeferencia que el territorio
del Atica sea devastado.. .»
- La Asamblea del demos es irresponsable por apoyarse en la masa (17).
- La elección del grupo o bando político no coincide necesariamente con
esperado por la pertenencia a una clase (19, 20).
- Es difícil juzgar con ecuanimidad al adversario sin introducir elemen-tos
irracionales o pasionales (20).
- La suerte es un factor importante con el que hay que contar (2).
- Atena stiene un espíritu abierto o cosmopolita frente al espíritu cerrado
de los demás (8).
- La democracia tiende a nivelar las clases (9, 10).
- El criterio que mueve al demos es su utilidad o interés y no la jus-ticia
(17, 18).
- Los intereses de los nobles chocan con los del pueblo (19).
No se sorprenda si algunas ideas se repiten en los diferentes capítulos,
pues el tratadito se caracteriza, entre otras cosas, por su reiteración.
En el capítulo tercero encontramos las siguientes:
- Es consustancial con la democracia discutir todos los asuntos a través
de sus instituciones (Asamblea, Consejo, jurados), lo que conlleva una gestión
lenta (1,9).
- No se puede cambiar esta situación sin acabar con cl mismo sistcma
democrático (8,9).
- Las soluciones aplicadas dentro del sistema no lo resuelven. sólo lo
mitigan (8).
- La democracia es sinónimo del mal gobierno. El buen gobierno es
inseparable de los nobles y la historia corrobora que éstos son sus enemigos
natos (10, 11).
- La administración ateniense es sobornable (Asamblea, Conseio, 1ui.a-dos)
(3, 7).
- La democracia respeta los derechos fundamentales de sus adversarios
como norma general (12).
- La democracia está sólidamente consolidada (12).
- En Atenas se vive mejor y se trabaja menos (doble número de fiestas)
(2,8).
Es obvia la coincidencia de ideas entre el tratadito y la obra de Tucídides
y también con Los cabnlleros de Aristófanes. Attilio Levi " compara en pai-ticdar
el opúsculo con el diálogo de los nzelios. La utilidad. la fuerza como
único principio, manifestada principalmente en la flota, la explotación de los
aliados son ideas comunes, y bajo ellas está la semilla de iina nueva civiliza-ción
basada en la afirmación de la dignidad humana.
No hace falta contrastar punto por punto para demostrar que las mismas
leyes de Tucídides rigen también aquí la actividad política. Como ejen~plos
de la primera ley política pueden verse estos párrafos: 1, 15, 16, 17; 2, 3.
De la segunda o psicológica: 2, 7, 8, 1 1 , 12. De la tercera c ley del más
fuerte: 1, 2, 4, 7, 8, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20; 2, 1, 3, 4, 5, 13, 14; 15.
La moral tambiéii queda fuera de sus cálculos. El pragmatismo, a pesar de
algunas afirmaciones duras, más aparentes que reales, es innegable, si hacemos
una lectura reposada: 1, 1, 3; 2, 3, 19; 3, 2, 12. Asimismo, en este cómputo
entre el desprestigio del adversario para restarle fuerza: 1 , 5, 7, 9, 13; 2, 17,
18, 19, 20; 3, 3. Y, lo que es muy significativo, se ve que los atenienses viven
mejor y son más libres: 2, 7, 8, 9, 10; 3, 2, 8.
Y detrás, para acabar, está la cuestión económica, para ellos lo conveniente,
lo útil, que es imposible silenciar y aflorar con doquier. ¿Por qué esos planes
de guerra que convierten a Atenas en una isla rodeada por los Muros largos y
por el mar? Pues, muy sencillo, porque hay unos intereses comerciales y ma-rítimos
de las clases medias e inferiores que son los que favorecen frente a
unos intereses agrarios de sus adversarios políticos, los oligarcas, que se ig-noran.
Que los lacedemonios talan los olivos del Atica e incendian las cose-
37 M. Attilio Levi, La lucha política en el mundo antiguo, Madrid, 1967, pp. 131 y SS.,
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chas, no importa. Ahí nos las den todas. Pierden los oligarcas. El demos de-fiende
lo suyo en el mar (Cr. l, 2; 2, l, 3, 6, 7, 11, 12, 14, 15, 16).
Pero no exageremos y volvamos a la praxis política. Hasta Cleón y Alcibía-u-
1r.;- s i1Ai a-y. . -u.i.i. icii con icii y ambos gmíj~isí jariicipaíi J co!abo-iaii ea !a tarea
común. Los enfrentamientos se agudizarán al avanzar la guerra y, al intentar
el demos aplastar a los oligarcas y viceversa, vendrá la ruina de ambos.
Para terminar, obsérvese que sobre todo este panorama Corre un viento
nuevo, es la razón que se quiere imponer sobre los privilegios, sobre los
egoísmos; hay un proyecto político que pretende alcanzar la meta, siempre
lejana, de la libertad, del bienestar, de ía igualdad, de ía participación de toüos
los miembros de la sociedad. Esto es la democracia. Ahí está lo moderno, el
presente y el futuro, dentro de ese escenario muy alejado, no se olvide, en el
tiempo y en el espacio, y muy reducido también.
En este sentido y en tantos otros hay que entender la frase de quien nos
dejó hace poco de Xavier Zubiri: «Los griegos? Los griegos somos nosotros)).
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