Historia, Geografía
y Cultura
erencia Bienal de Joh
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OLU OGUIBE
de el momento en que surgió el proyecto, en el neoyorquino
barrio de Brookiyn, lo idea central de la II Bienal
de Johonnesburgo fue la de reunir a los mentes mejor dotadas
de nuestro tiempo para debatir sobre el lugar que la
historia y la geografía ocupan en la cultura o finales del siglo
XX, como complemento de la gran muestra de artes visuales
que constituía el núcleo de este evento. La confluencia
de fiistoria y geografía, que era el tema de la Bienal,
se manifiesta de manera evidente en la configuración
de la cultura en cualquiera de sus formas y facetas. Ello
abarca no sólo el material estrictamente cultural, sino también
la economía y la política, aspectos, todos ellos, inextricablemente
unidos en el complejo esquema por el que
se rige lo naturaleza de la existencia en cualquier época.
El siglo XX no es sólo producto de esta confluencia; fia estimulado
asimismo sus propios núcleos y momentos de confluencia,
generando modelos de conjugación demográfica
y cultural cada vez más complejos, todo lo cual se manifiesta
en lo que acaso sea el momento más controvertido
de la fiistoria humana. Tanto el director de la Bienal como
yo mismo entendimos que para comprender la cultura material
que se mostraría en Sudáfrica con motivo de esta
II Bienal, la cultura material de nuestro tiempo, sería oportuno
contar con la presencia de filósofos e intelectuales invitados
a presentar y defender tanto sus propios discursos
como los discursos más generales de la interacción humana
y de la sociedad a finales de la centuria. De este modo,
el arte y sus artífices podrían situarse en su debido contexto
cronológico.
La II Bienal de Johanesburgo fue un acontecimiento
colosal en su amplitud y en su profundidad; pero fue también
un acontecimiento único, en la medida en que, como
muchos han reconocido, sienta las bases de un nuevo estilo
para la exposición de la cultura material y la representación
de las múltiples culturas y geografías en la era de la
globalización. Esta pluralidad representativa, que reconoce
y valora la cultura contemporánea realizada en diferentes
partes del mundo e insiste al mismo tiempo en la
búsqueda de su excelencia, constituyó también el marco
de la conferencia. Además de trabajar en estrecha cola-
boración con el director de lo Bienal pora seleccii
los distintos comisarios que participarían en la muestra,
conté igualmente con la ayuda de sus notables conocimientos
del discurso filosófico y cultural contemporáneo para
seleccionar o quienes, a nuestro juicio, eran los críticos
más influyentes y significativos de la cultura contemporánea.
Y ambos compartimos el orgullo de que la mayor parte
de las personas invitadas a Sudáfrica respondieron a la
invitación con tanto entusiasmo y expectación como nosotros
íiabíamos puesto en el proyecto.
Otra de nuestras tareas fue la de identificar ciertas
cuestiones clave de la interacción cultural y del debate crítico
actual. Entre ellas destacan los importantes cambios
acaecidos en ia configuración demográfica y cultural del
escenario global durante el presente siglo. Estos cambios,
que se manifiestan en acontecimientos y bajo formas sin
precedentes, han afectado a la ideología, la tecnología,
la economía, las comunicaciones y los movimientos de
masas; y ello fia influido a su vez en los modelos usados
para definir determinadas formaciones hiistóricas y sus vínculos
con la cultura. La articulación teórica de estos acontecimientos
y de estas formas ha hallado su expresión en
los discursos del posmodernismo, del poscolonialismo, de
la cultura popular, del multiculfuralismo y de la didspora,
usando como núcleo de la investigación diversos temas de
estudio relacionados con cuestiones de identidad, etnia,
raza, sexo, discriminación sexual, dinámica territorial, la
negociación y las transfiguraciones del espacio real y virtual
y la economía política de la cultura.
A través de estos discursos, los pensadores contemporáneos
han reflexionado sobre el significado del territorio,
el carácter de la afiliación nacional y el concepto de
ciudadanía, y la complejísima interacción resultante del flujo
de capitales y mano de obra que traspasa fronteras nacionales
e internacionales, asi como su impacto cultural e
incluso su capacidad para reformular la cultura y crear cultura.
Del mismo modo, analizaron los conceptos y las perspectivas
de las metrópolis reales y virtuales como espacios
anónimos, pero también como lugares de tensión y con-ígestan
metamorfosis de adapte
violenfdW^rornSrsiempre condicionadas por el deseo y
la ansiedad, configuradas en última instancia por la dinámica
de la transacción cultural y configurando al mismo
tiempo dicha dinámica. A finales de la década de 1970
y durante la década de 1 980, la atención se centró sobre
las manifestaciones sociológicas y espaciales, así como
sobre las implicaciones de estos fenómenos políticos y demográficos.
Posteriormente, la atención se amplió y diversificó
pora dar cabida a las dimensiones culturales, evidentes
no sólo en la transfiguración de las formaciones culturales
existentes, sino también en la emergencia de dinámicas
sumamente complejas e inéditas. La abrumadora
cantidad de información que inunda el planeta anula las
barreras físicas y subvierte las fronteras, al tiempo que favorece
el libre acceso al conocimiento y refuerza los vínculos
extra-geográficos. Simultáneamente, este proceso subraya
y acrecienta nuestra vulnerabilidad, produciendo así
tantas nuevas y poderosas formas de incursión y de dominación
cultura! como sistemas previos erosiona y destruye.
En el curso del proceso, las fuerzas de resistencia latente
se ponen en cabeza, al tiempo que las cultuias y los gobiernos
amenazados luchan por redefinir y reafirmar sus
fronteras particulares, en ocasiones desde escenarios de
expatriación en las asi llamadas metrópolis.
Sudáfrica era un lugar idóneo para la contemplación
de procesos como los aquí descritos. Sudáfrica ha sido y,
lo que es más importante, sigue siendo como nación, una
metáfora decisiva, tanto por las consecuencias y las fascinantes
perspectivas abiertas por estas interacciones y tensiones,
como por las paradojas históricas, geográficas y
culturales que ha llegado a representar. Sudáfrica y, más
concretamente, Ciudad de El Cabo, son, en su aspecto
geográfico, el lugar donde se unen las aguas de dos grandes
océanos, cada uno de ios cuales ha desempeñado su
propio papel en la historia de esta importante vía política
y comercial. Conviene recordar que el océano Indico era
el destino de Cristóbal Colón cuando, por error, perdió el
rumbo en su viaje y arribó a las costas de América, fun-
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dando
así el Nuevo
Mundo. Antes
de Colón y antes
de los exploradores
europeos que más tarde
establecieron una ruta
oceánica para el comercio europeo
y las incursiones políticas en
el sureste asiático, el océano Indico
llevaba siglos facilitando el contacto demográfico
y el intercambio cultural entre los
pueblos de Asia y de África, propiciando el establecimiento
de gobiernos multiculturales o lo largo
de toda la costa, tanto en el continente africano como
en el sureste asiático. De fiecho, los fiistoriadores creen
que lo influencia de estos contactos se dejó sentir incluso
en Cfiina ya en el siglo XIV. Fue también el Indico el que
dio nacimiento a lo que hoy se ha convertido en la lengua
mayoritaria de las culturas y de los pueblos del África su-roriental:
el swohili.
El Atlántico, cuyas aguas confluyen con las del Indico
en Ciudad de El Cabo, propició también numerosos intercambios
de gran importancia que sirvieron de preámbulo
al presente siglo, determinándolo en buena medida.
La llegada de Colón a las Américas, el surgimiento del colonialismo
europeo en este continente y posteriormente en
Áfrico, el tráfico trasatlántico de esclavos que debilitó al
continente africano y estimuló el surgimiento de nuevas poblaciones
y culturas en el hemisferio occidental, así como
la migración de poblaciones procedentes de Irlanda, Italia
y otros naciones europeas, amenazados por el hambre y
deslumbradas por las promesas y las libertades del Nuevo
Mundo... todo ello fue posible gracias al Atlántico. Y en lo
época actual, el océano ha continuado determinando la
política y el intercambio, desde las grandes revoluciones
guerrilleras de mediados del presente siglo a lo reciente
categorización de bloití y su paupérrima población como
vírica.
Tampoco
debemos
olvidar que fue Su-dáfrica
la que incentivó
la conclusión de la misión
expedicionaria destinado a establecer
lo ruta comercial con lo India.
En tiempos más recientes, Sudófrico ha sido
el escenario de violentas colisiones culturales
y demográficos, así como terreno de experimentación
paro los imperativos futuros de nuestra civilización.
Nuestros debatientes no pasaron por alto esta peculiar
condición. El tono de la conferencia quedó eficazmente
marcado tros la intervención inauguro! del filósofo
Achille Mbembe. Su concisa y sin embargo ambicioso y
arriesgada presentación ofreció un minucioso panorama
de la cultura y su política a finales del siglo XX. Comenzando
por reconocer lo preponderancia del movimiento y
la importancia de la diáspora, Mbembe realizó además
uno crítica seminal de lo obsesión por lo diáspora y el tránsito,
señalando que, poro la inmensa mayoría de la población,
lo principal preocupación del momento actual no
son el tránsito y el flujo, sino todo lo contrario; esto es, la
stas'is y el confinamiento virtual en espacios geográficos de
dificultad extrema. Frente a la retórica de lo globalizoción
y la creciente tendencia del arte contemporáneo o inscribirse
en el marco de esta retórica, lo observación de
Mbembe fue crucial.
En el curso de la larga conferencia semanal en lo que
participaron más de 45 conferenciantes y ponentes, ¡unto
a los coordinadores y a cientos de asistentes en los dos
ciudades, los personalidades invitados realizaron algunos
otras observaciones igualmente cruciales. Un ejemplo fue
la crítica de la retórica cibernética sobre la muerte de la
geografía, realizado por Armin Medosch. Así como o fi-
nales de los 80 se hablaba del «fin de la historia», a medida
que nos aproximamos al fin del siglo se pone de moda
hablar de la geografía como «historia», como noción
arcaico y hoy superada por los milagros de la nuevas tecnologías
de la comunicación. Medosch nos recordó en su
presentación la frivolidad de esta noción, así como sus peligros.
Igualmente lúcido se mostró el escritor nigeriano exiliado
Kole Omotoso en su crítica del concepto de postnación
y en su advertencia de que nos encontramos a medio
camino entre la desaparición del Estado-nación y la inevitable
perpetuidad de las naciones y los nacionalismos. Sin
tal diferencia, señaló atinadamente Omotoso, sería fácil
malinterpretar y por tanto subestimar la importancia del impulso
nacionalista en la política cultural de nuestro tiempo
y en la construcción del siglo venidero.
Al final de la conferencia las aguas volvieron, por así
decir, al cauce de la situación cultural específica del país
anfitrión, en proceso de realizar su gradual pero imparable
transición del fascismo y la intolerancia racial a \a democracia
liberal y multicultural. La sesión de clausura, celebrada
en Ciudad de El Cabo y en la que participaron
algunas de las principales personalidades de la cultura sudafricana,
fue una ocasión especialmente propicia para
informar al público internacional de algunas de las dificu
tades que deben afrontar hoy los productores y críticos de
la cultura en la nueva Sudáfrica, especialmente en lo que
se refiere a cuestiones de representatividad y de li
bertad en la actual situación de pervivencia de
la segregación racial. Fue también un buen
momento para sacudir la conciencia de la
nueva sociedad y, con ello, exponerla
ante sí misma y ante otros con la esperanza
de incrementar su espíritu crítico,
su sensibilidad y su fortaleza.
En muchos sentidos, la II Conferencia
Bienal de Johonnesburgo fue un
éxito. No sólo porque fuimos capaces de
reunir a un gran número de intelectuales y destacadas
personalidades de la cultura contemporó
neo, como Gayatri Spivak, Andreas hluyssen, Lewis Nko-si
y Naim Nomez, entre tantos otros, sino también porque
fuimos capaces de abordar un amplísimo abanico de temas
y cuestiones que han configurado hasta el momento
actual y continuarán configurando en el futuro nuestra percepción
de nosotros mismos y de las manifestaciones culturales
de nuestra época. Sin embargo, lo más importante
de todo fue, tal vez, el espíritu reinante en Johonnesburgo
y Ciudad de El Cabo; un decidido espíritu de convivencia,
de calor, de respeto a las diferencias y reconocimiento de
las semejanzas, y de voluntad colectiva de forjar una nueva
ero y un mundo nuevo en los cuales seamos capaces
de reunir la humildad y el entusiasmo necesarios para descubrirnos
mutuamente y de este modo descubrirnos a nosotros
mismos. Sudáfrica afirmó con rotundidad la inextricable
conjunción de historia y geografía, y la huella inevitable
de esta conjunción sobre la cultura y sobre lo especie
humana.
Olu Oguibe ocupa la Cátedra "Stuart S. Golding" de Arte Africano en la
Universidad de Soutti Florida y fue el Conference Convenor de la II Bienal
de Jofiannesburgo.
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DE CUESTIONES INTERNACIONALES
PRESENTACIÓN
COLOMBIA
Una mirada sobre Colombia
Vera Grabe
Debates de paz, acciones
de guerra
La reinserción, experiencia
para el futuro
Darío Villamizar
La economía de la mentira
Gustavo Petro
Colombia y el área andina: los
vacíos de la guerra
Ricardo Vargas Meza
Colombia bajo doble fuego: crisis
interior y señorío de EE UU
Apolinar Díaz Callejas
¿Qué hacer?
Alberto Piris
Reseñas: Guerra y negociación
Darío Villamizar
MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y CONFLICTOS
BÉLICOS
La guerra en los medios
Un mundo sin rumbo, crisis de fin de siglo
Ignacio Ramonet
El periodista frente a los conflictos armados
Felipe Sahagún
Ética y periodismo
Fernando Velasco
CRÓNICA DE NO PROLIFERACIÓN
Crónica de no-proliferación y
desarme nuclear
Vicente Garrido Rebolledo
ACTUALIDAD
Los niños de la guerra
Jéhane Sedky
Los palestinos del 48
Isaías Barrenada
El conflicto étnico en Guatemala
Andrea Althojf
Albania y la crisis de los
Balcanes
Ricardo Angoso
Sobre las pequeñas patrias
Mariano Aguirre
TEORÍA
La mediación en conflictos
Ruth Orús
Los profesionales de la guerra y las tareas de la
paz
Francisco Laguna
OBSERVATORIO DE CONFLICTOS Y
PREVENCIÓN
La prevención de la guerra
Pablo Ruiz
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