Publicado como « Prólogo » al libro de Orlando Laguardia Oramas ( 1998): Mis amistades canarias ( Décimas).
Las Palmas de Gran Canaria: Ayuntamiento de Telde, 13- 19.
ORLANDO LAGUARDIA: MIS AMISTADES CANARIAS ( DÉCIMAS)
PRÓLOGO
Maximiano Trapero
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Orlando Laguardia es un hombre singular. Esencialmente es un poeta, pero un poeta muy singular. Lo
que aquí va en este libro de décimas, no es sino una parte mínima de lo que Orlando Laguardia es como
poeta. Porque su verdadera dimensión de poeta la alcanza, no cuando escribe, sino cuando habla en
verso. Es lo que en Cuba se llama un repentista.
Hablar en verso, ser poeta « de repente » , ésa sí que es la más singular de las cualidades de
Orlando Laguardia. Yo le he visto hacer a él las cosas más increíbles que pueda imaginarse hacer con las
palabras, como quien las maneja, une y ordena a su voluntad, sin obstáculo, sin forzamiento, con arte
además, como quien nació con el don de la poesía. Un día, al recibirnos en el aeropuerto de La Habana,
nos sirvió de guía hasta el Hotel, y nos fue relatando los intermedios ─ edificios, calles, árboles, plazas y
jardines ─ , ¡ en décimas! Otro, en el Hotel Escuela de Santa Brígida, puso en verso y convirtió ¡ en
décimas! los platos todos de unas Jornadas Gastronómicas. Otro, en una conferencia mía en El Carrizal
sobre la poesía improvisada, resumió en verso, ¡ y en décimas!, en un suspiro, lo que yo, con tanto
esfuerzo, y con tropezones tantos, pude decir en una hora. Otro día le oí decir que había acompañado a
un candidato a una Alcaldía y había hecho su propaganda en cuantos mítines y reuniones se presentaron
¡ en décimas! Y en fin, otro día, esperándome en mi despacho de la Universidad, me dejó una nota, pero
no la escribió como cualquiera hubiera hecho, en papel pequeño y letra corrida de urgencia: ¡ él la escribió
en décimas!
Un día me contó Pedro Lezcano que, siendo Presidente del Cabildo de Gran Canaria, había
recibido a una delegación de cubanos, entre los cuales había un poeta repentista. Al terminar la
entrevista, mientras conversaban distendidamente, el poeta le dedicó una décima improvisada. Le gustó
tanto a Pedro Lezcano, que le pidió al poeta que la repitiera para copiarla. Y el poeta, torpe ahora, no
lograba recordarla; sabía que había rimado Lezcano con cubano y algo más, y se esforzaban todos en
recomponerla. Al fin, dijo el poeta: « No se preocupen, es más fácil hacer otra nueva » . E hizo, no una,
sino cuantas quisieron todos los que en la reunión estaban. Esta anécdota, cuando me la contó Pedro
Lezcano, estando yo todavía en los prolegómenos de mi dedicación a la décima, me pareció asombrosa
por lo que reflejaba de facilidad versificadora y, según Lezcano, de calidad poética. Hoy sé que aquel
poeta repentista cubano era Orlando Laguardia. Y ya no me extraña nada, aunque sigo asombrándome
cada día.
Orlando Laguardia es de los hombres esos que, al estilo y con las palabras de Fierro, podría
decir:
Yo no soy cantor letrao,
mas si me pongo a cantar
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
no tengo cuándo acabar
y me envejezco cantando:
las coplas me van brotando
como agua de manantial.
Andando así por el mundo, con el verso de continuo, no se puede ser sino buen hombre. Ser
poeta, andar entre versos, es andar entre las cosas del mundo con alas, no con pies; es sobrevolar la
realidad cotidiana con perspectiva de altura. Ser poeta es ser más hombre, por cuanto con mirada más
penetrante se asoma uno al interior del hombre. No es que el poeta se evada del mundo, no; es que el
poeta ve el mundo en una estructura de perfección; construye ese mundo de perfección al que todos
aspiramos alguna vez.
Mi trabajo es levantar
columnas de gratitud
dice Orlando Laguardia en una de las décimas de este libro. Y así, de tanto decir gracias, después de tanta
alabanza, de tanto ensalzar grandezas y de disculpar bajezas, de tanta amistad repartida, de tanto corazón
puesto de gratis.
Así, Orlando Laguardia nació también dotado para la amistad. Y no es palabra huera la que
Orlando pone en su verso. Hay además inteligencia, y agudeza, e ingenio, y arte. Podrían en su libro
parecer reiterativas dos palabras: corazón y amistad, pero no por ello forzadas y encubridoras. Las palabras
de Orlando Laguardia tienen siempre un porqué, un pensamiento las sustenta; la filosofía que hay detrás
de ellas y el tipo de vida que representan enlazan con el antiguo y secular mundo de la juglaría, del
trotamundos que nació para cantar, para alegrar a los demás. Y así, de tanto repetir, de tanto compartir,
el juglar acaba por hacer suyas las sencillas verdades de la vida, el amor a la naturaleza y a los hombres, el
respeto a la tradición, acaba por aprender las lecciones de humanidad que justifican el estar del hombre
en este mundo. El poeta logra levantar así un edificio que se sustenta sobre el canto. Orlando Laguardia
también podría decir, como Fierro:
Cantando me he de morir,
cantando me han de enterrar,
y cantando he de llegar
al pie del Eterno Padre:
dende el vientre de mi madre
vine a este mundo a cantar.
Orlando Laguardia se tiene, y yo creo que con razón, por el cubano que más ha cantado a las
Islas Canarias. Éste es su segundo libro dedicado a Canarias, pero tiene otro escrito a punto de
publicarse. En el primero cantó a las Islas y en éste canta a sus hombres. Asombra la cantidad de
amistades canarias que Orlando Laguardia ha logrado hacer en las Islas. En este mosaico de visiones
amistosas, desfilan algunos personajes públicos, personas conocidas otras, anónimas las más, que un
buen día se cruzaron en la vida de Orlando Laguardia y le dejaron tal huella que merecieron sus versos.
Una anécdota mínima, un favor intrascendente, una conversación momentánea bastaron unas veces para
la memoria agradecida; en otras, hubo relación prolongada, vida compartida en el trabajo o en la fiesta,
amistad profunda. Que cada uno de los contenidos en este libro juzgue la dimensión de su amistad con
Orlando Laguardia. Por mi parte, sé que es de las segundas. Y en ella me honro.
El cubano Orlando Laguardia ha venido a Canarias ahora como durante tantos siglos fueron los
canarios a Cuba. Y además a congraciarse con sus ancestros. No sabrá a qué generación de canarios
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
emigrados pertenecerían sus antepasados, pero Orlando lleva como segundo apellido un Oramas que le
hace ser descediente directo del Doramas aborigen. Y pertenece además a ese pléyade de poetas cubanos
que han encontrado en la décima la expresión exacta para sus sentimientos. Muchos de ellos, son
también de ascendencia canaria, como lo fue el primer poeta cubano, Silvestre de Balboa. La décima se
asentó después con preferencia en las tierras y en los campos poblados y labrados por los emigrantes
canarios: la geografía cubana del tabaco, de la caña y de los frutos menores coincide exactamente con la
geografía de la décima en Cuba: las provincias de Pinar del Río, de La Habana, de Matanzas, de Las
Villas, de Sancti Spíritus, de Ciego de Ávila... Más aún ─ y traigo aquí una idea que he oído repetir
muchas veces al Indio Naborí, el más grande de los decimistas cubanos de este siglo ─ , si se hiciera el
árbol genealógico de los más famosos decimistas cubanos de nombre conocido se vería que la mayoría
son de ascendencia canaria: Pedro Guerra, José Marichal, José Othón, Ángel Valiente, el propio « Indio
Naborí » , Patricio Lastra, Gustavo Tacoronte, Alejandro Aguilar, el llamado « Sinsonte Matancero » ,
Chanito Isidrón, Orlando Laguardia, Raúl Herrera, Luis Martín, Alexis Díaz Pimienta y un largo etcétera.
Incluso algunos muy famosos nacieron en Canarias y desarrollaron su vida de poetas repentistas en
Cuba, entre ellos: El Cuquillo, de La Palma, y José Hernández Negrín, de La Gomera. Y por encima, al
que los propios cubanos consideran la más alta cumbre de su poesía: José Martí, hijo de canaria. No fue
improvisador, pero sí excepcional poeta que escribió algunas de las décimas más celebradas de la
literatura cubana.
Corazón y amistad podrán ser las palabras más repetidas de este libro de Orlando Laguardia;
podrán incluso, en algún caso, sonar a retórica, parecer ripio, pero son verdaderas, lo aseguro porque
conozco al autor, sentidas, nunca mendaces. Corazón y amistad es lo que ofrece Orlando Laguardia a
estas sus Amistades Canarias porque amistad y afecto, según confiesa, es lo que él recibido de ellas en las
Islas.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008