SOCIEDAD CANARIA Y RELACIONES
CANARIO-BRITÁNICAS
EN EL SIGLO XVIII
La Guerra de Sucesión española trajo consigo la retirada
de buena parte de la colonia inglesa existente en las islas con
anterioridad a este conflicto bélico. Aunque la balanza de pa-gos
siguió siendo favorable a las Canarias hasta la década de
los treinta del siglo XVIII, la política mercantilista británica se
orientaba con claridad a desplazar del mercado local los cal-dos
canarios, privilegiando los portugueses en el consumo a
través de una política arancelaria claramente favorable a los
lusitanos. Eran la consecuencia directa de la emancipación
portuguesa y su conversión en aliado preferencial, reforzado
aún más por e! descubrimiento de las minas de oro de Minas
Gerais en Brasil en los últimos años del XVIII, con las conse-cuencias
de toda índole que tendrá este aporte metalífero a la
economía l .
La sensible reducción de la colonia inglesa se tradujo en
' STECKLEGY. ,F ., «La economía vinícola de Tenerife en el siglo XVII:
relación anglo-española en un comercio de lujo*, Aguayro, núm. 138, Las
Palmas, nov.-dic. de 1981.
Núm. 44 (1998) 369
2 MANUEL H E R N ~ N D E Z GONZALEZ
su sustitución por la irlandesa, en especial en el Puerto de la
Cruz, centro por aquel entonces del comercio vinícola. La po-lítica
española era favorable a su integración por sus facilida-des
dadas para su naturalización, dado su catolicismo y su
tradicional hostilidad hacia su metrópoli. Una religión que
favorecía su rápida inserción en la sociedad canaria. Si era
ventajosa de parte hispana, no lo era menos de parte británi-ca,
porque al ser súbdito del Reino Unido permitía el ejerci-cio
de la doble nacionalidad en las relaciones mercantiles,
posibilidad ésta que esta colonia utilizará con profusión en ese
tráfico. Desde esta perspectiva ocultaron, como hizo Bernar-do
Valois para obtener su naturalización española, sus ante-cedentes
protestantes en la época de Isabel 11. En Santa Cruz
de Tenerife, el 90,3 por 100 del valor de las mercancías expor-tadus
2 Grun Rretufia y !u América Inglesu hubiun side gira-das
por esa colonia. En el Puerto de la Cruz, en 1780, sus diez
comerciantes son de origen irlandés. Una situación que se re-pite
con algunas excepciones en Las Palmas y Santa Cruz de
La Palma. Establecidos desde el último tercio del siglo XVIIe,s
en la primera mitad del X ~ I I I cuando se establecen las casas
más importantes, como los Cólogan, Murphy, Geraldin, Fors-tall,
Madán, Mead, Commins, Power, White, O'Shanagan,
Roch, Edward, etc. En la segunda mitad acontece la de Cullen
y O'Daly y Kabana en La Palma; de Mahony, Barry y McDaniel
en Tenerife; de Sal1 en Gran Canaria, etc. *.
En la primera mitad del siglo XVIII, a pesar de la retirada
masiva de la antaño numerosa colonia inglesa, quedan toda-vía
algunas familias mercantiles de ese origen en Canarias. Es
el caso de los Smalley en La Palma y de los Pouldon y los
Crosse en el Puerto de la Cruz. En el caso de estos últimos se
trata de escoceses presbiterianos. Estas dos últimas familias
GUIMERÁ RAVINA, A., Burguesía extranjera y comercio atlántico. La
empresa comercial irlandesa en Canarias (1 703-1 7711, Tenerife, 1985.
370 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
SOCIEDAD CANARIA Y RELACIONES CANARIO-BRITÁNICAS EN EL SIGLO XVIII 3
alternarán en la gestión del consulado de la Gran Bretaña en
Canarias.
La política adoptada por estas familias para posibilitar su
integración en Canarias y la pervivencia de sus lazos econó-micos
y políticos con Inglaterra es la calculada conversión de
una parte de ella al catolicismo, mientras que a la par persis-tía
en algunos de ellos su fe protestante, bien anglicana o
presbiteriana si se trataba de escoceses. De esa forma una
parte de ellos se integraría dentro de la sociedad canaria y
podía casarse con naturales del país. Bien ilustrativo de este
hecho es los Smalley. En 1689 Francisco se convierte al cato-licismo,
proceso que repite Juan en 1703. Ambos son merca-deres
de Santa Cruz de La Palma 3. Un evento similar, aunque
no parece documentado, se da en otro de los hermanos, Ra-
4 , m - faei. Se casó con Mauricia Ana Hernández Espino en l o m .
Con ella tuvo trece hijos, de los cuales uno fue presbítero y
tres monjas, lo que habla fehacientemente de su integración
en al élite isleña. Una de sus hijas se casó con Francisco
Solórzano de la Guerra, almojarife de la Real Aduana. Otro,
Rafael, se asentó en Londres para continuar el tráfico con el
Reino Unido. Otro, Francisco Javier, hizo lo propio en Cara-cas,
donde entabló estrechas relaciones con la Guipuzcoana,
hasta el punto que se opuso al levantamiento de los pequeños
plantadores canarios encabezados por el herreño Juan Fran-cisco
de León. Al decretarse durante la guerra de Sucesión el
embargo de sus bienes, por su consideración de súbdito britá-nico,
Rafael logró del capitán general su permanencia por auto
dictado en 1702, al considerársele «vecino y natural por ser
católico romano y estar avecindado en dicha isla de más de
17 años a esta parte y ser casado en ella desde el año de 1685,
con vecino y natural de dicha isla de la Palma y hallarse con
diez hijos)). Para mostrar abiertamente su ennoblecimiento
fundó en 1734 un vínculo en un testamento mancomunado
con su mujer 4.
3 F . ~ J A _~C ~ ~~> IQQ L A , E, ~ 9 ~ t ~ ~ ~&~ rnv.i n 9tor.tnemt~oc 1% k z y y j n ~ . ------'"-"
Siglos WII y WIII, , Las Palmas, 1996, pp. 291-292.
PÉREZ GARCÍA, J., Casas históricas y familias de una ciudad histórica:
la calle Real de Santa Cruz, de La Palma, Santa Cruz de La Palma, 1995,
Núm. 44 (1998) 371
Lo mismo acontece con los Pouldon en el Puerto de la
Cruz. Ambos son mercaderes entre finales del XVII y las pri-meras
décadas de la centuria siguiente. Guillermo fallece como
anglicano y es cónsul de Su Majestad británica. Juan Bautis-ta,
por su parte, se convierte al catolicismo desde 1686. En un
alarde de tolerancia y de pragmatismo, Guillermo vende vinos
canarios en las colonias británicas de América del Norte y al
mismo tiempo le financia el viaje a Cádiz a su amigo el in-quisidor
general de las islas Bartolomé Benítez de Lugo para
que recoja las credenciales para tomar posesión de su cargo.
Este orotavense fue el único inquisidor general del Tribunal de
Canaria nacido en Canarias. Una continuidad en el prag-matismo
que explicita que en Canarias las relaciones entre la
élite mercantil anglicana y la canaria fueron muy abiertas,
como en !os tiempos ds ?vlarmadüke de Y d , !o qde cofitribw
ye a explicar el apoyo de los inquisidores canarios a la per-manencia
en las islas de la comunidad británica anglicana por
intereses comerciales.
Una realidad que se repite en los presbiterianos escoceses
Crosse que comparten esa misma ambivalencia de convertir al
catolicismo algunos de sus miembros, al mismo tiempo que
otros preservar su religión y actúan como cónsules, mante-niendo
abiertos los dos cauces. John Crosse senior es cónsul
en 1692 y su sobrino del mismo nombre lo es en 1744. Para-lelamente
Tomás se convierte en 1689, Catalina en 1715 y
Carlos en 1722. Lo mismo acontece con una familia que con-trae
matrimonio con isleñas, los Robins, mercaderes en el
Puerto de la Cruz con las conversiones de Ricardo y Mateo;
Gilberto Smith, mercader afincado en La Laguna; Juan Wood,
que reside en Las Palmas, y el presbiteriano escocés Juan
Armstrong, que es mercader en Santa Cruz de Ienerife.
Los casos más significativos fueron los de tres médicos
presbiterianos escoceses establecidos en Las Palmas, Guillermo
Bennet, Tomás Heberden y Pedro Mackintosh, convertidos al
catolicismo. El primero, a pesar de su pasado como hereje, fue
-Ad<- - A-1 Crin+- t3G-i- A~ ~ v o n + c.x~ o A o cA APQAQC Af i ~ ~ , , - . r relio- 1L1C ILU U L L L l U l l L U V L I L I U U U L U L I L L V U l l U J ULLUUUJ. IIILIJVI 1 Ci11Ci
pp. 31-32. HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M., Los canarios en la sociedad colonial
venezolana (1670-1810). Tenerife, 1999.
372 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
SOCIEDAD CANARIA Y RELACIONES CANARIO-BRITÁNICAS EN EL SIGLO XVIIl 5
ve tiene aún, explicando la elevada movilidad y posibilidades
de ascenso social y estimación en este grupo mercantil, es el
del cirujano escocés Duncan Mackintosh, convertido como
Pedro al catolicismo tras arribar a Gran Canaria tras escapar
de un navío en 1752. Llegó a convertirse en uno de los más
poderosos y ricos mercaderes de la isla en la segunda mitad
del XVIII, con muchos intereses en el comercio canario-ameri-cano.
Fue regidor perpetuo y sargento mayor de la isla, tenien-te
general de los Reales Ejércitos y caballero de la Orden de
Santiago, dato este último ciertamente significativo de per-meabilidad
y falsificación de limpieza de sangre en los expe-dientes
de limpieza de sangre en esa orden, por lo demás muy
común en la época como hemos podido observar en los po-cos
reparos con que las falsifica el realejero y comerciante en
Caracas Gonzalo Orea, con un simple testimonio de un fraile,
sin otra evidencia más, lo que nos puede ayudar a entender
su poca fiabilidad.
Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XVIII es bien
poco significativa su conversión, lo que habla claramente de
un cambio de estrategia. La única reseñable desde la perspec-tiva
de la élite mercantil es la de Tomás Armstrong en 1767.
Fue más fácil una larga estancia en Canarias sin temor a su
expulsión durante las guerras, a pesar de mantener la religión,
por contar con el apoyo de las élites y las autoridades que ele-varían
recursos para que continuasen residiendo, como acon-tece
en los Pasley y en sus sobrinos Diego y Archibaldo Little,
que residen en la isla durante toda la segunda mitad del xvm
y las primeras décadas del siglo xx. John Pasley constituyó en
la década de los cuarenta del siglo XVIII una de las casas de
comercio más importantes del archipiélago, especializada en
el comercio con Europa y con los Estados Unidos. Participó
también en ella su padre, William, que fue cónsul de Inglate-rra
entre 1769 y 1777. John detentaría la representación con-sular
entre 1765 y 1769. Desde 1790 se establece de forma
definitiva en Londres, desde donde regenta la compañía que
dirige en Tenerife su sobrino Archibaldo Little. Fallece en esa
ciudad el 18 de octubre de 1804. Archibaldo tuvo su residen-cia
principal en la calle de San Juan y su sitio y jardines en
Núm. 44 (1998) 373
el Sitio Litre, en el Puerto de la Cruz. Se retiró a Londres,
donde falleció en 1835. Mostró su filantropía y poderío eco-nómico
con donaciones para la composición del muelle de
Santa Cruz y el camino de callao de la Rambla. Juan Primo
de la Guerra nos dejó un excelente relato de la opulencia y
relaciones mercantiles de su casa: «Pasaron por La Laguna
don Archibaldo Little y su hermano don Diego, quienes comie-ron
en casa del marqués de Villanueva del Prado y siguieron
a ver al comandante general. Estos comerciantes ingleses tie-nen
su casa en el Puerto de La Orotava y es continuación de
la casa de Pasley, bastante conocida en Inglaterra. A don
Archibaldo le hacen benemérito en el país no sólo sus relacio- a N
nes en las naciones extranjeras y la seguridad de sus contra- E
tos, sino las cualidades personales que le constituyen favora-
O n b!e a! bien público. Asi es generalmente estimado. Ha mereci- - m
O
do la comunicación y amistad del marqués, y por gracia par- E
E
ticular del rey, su casa ha permanecido en la isla durante el 2
E
tiempo de la guerra» Sin embargo, el casamiento, si no se
-
convertían al catolicismo, era mucho más complicado en esa 3
época, como se puede apreciar en el caso de Carlos Pasley, que
- -
0
m
tuvo relaciones con una hija del comerciante Antonio Lugo, E
Ana Lugo. De ella nació Magdalena de Santa Ana Pasley, a la O
6
que reconoció como tal y pagó una dote para que ingresara n
E en el convento clariso de La Orotava. Cuando emigró para -
a
Londres le consiguió una pensión de diez pesos mensuales. 2
n
Ana Lugo contraería matrimonio más tarde con el güimarense n
José Delgado Trinidad. La monja se sentía orgullosa de su ori- O3
gen británico y recriminaba a su madre cuando hacía impro-perios
sobre su procedencia de borrachos ingleses 6. Sólo se
conoce en las primeras décadas del siglo XIX cuando se regis-tra
ei casamiento en 181 7 en Madeira del norteamericano de
origen escocés Benjamín Renshaw y Francisca Orea y Luna.
Posteriormente el comerciante y etnógrafo Alfred Diston lo
efectuaría con otra Orea, María. Sólo existía el precedente del
GUERRA, J. _Pj Dinrin (1800-IR!O), Ed. de LEOPGLIE 51 LA RGSA,
tomo 1, p. 73, Tenerife, 1976.
ÁLVAREZR IXO,J . A., Sor Santa Clara Pasley. Anécdota histórica y bio-gráfica,
manuscrito, Archivo Herederos Álvarez Rixo.
374 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
portugués asentado en el Puerto de la Cruz Francisco Caba-llero
Sarmiento, casado y con hijos con la natural de Filadelfia
de origen también presbiteriano escocés, Catalina Craig, pero
ese matrimonio lo había efectuado en Estados Unidos. Los
hijos, eso sí, debían de ser educados en las máximas de la
religión católica.
Aunque el problema del idioma y la religión contribuían a
obstaculizar la difusión de la lectura de libros ingleses ente la
élite local, sin embargo la preocupación por las novedades li-
L - -- --2 - - -----m- 1- Le1 ar las y csPc&illlerit~ de !os tentcc ecm6miroc británicos
fue común entre las clases dominantes canarias. Un ilustrado
como Cristóbal del Hoyo Solórzano, marqués de la Villa de
San Andrés, hijo de un gobernador de Cumaná, viaja por In-glaterra
en los primeros años del siglo XVIII. El ilustrado
orotavense Juan Antonio de Urtusáustegui lee perfectamente
en ese idioma y redacta libros manuscritos sobre Geografía
Universal en esa lengua 7. Otro tanto acontece en intelectuales
de la talla de Pedro Gordillo, que lee a Adam Smith y a
Malthus y muestra la influencia de estos pensadores en obras
que imprime en La Habana en las Memorias de su Sociedad
Económica, de la que era miembro O el clérigo gomero An-tonio
José Ruiz de Padrón, que fundamenta algunos de sus
conceptos sobre la formación de una Iglesia Nacional en Es-paña,
libre de las trabas de Roma, inspirado por el modelo de
la Iglesia anglicana. Una articulación del catolicismo liberal
que incorpora ei modeio económico de ios diezmos, corno
base para la consolidación de un clero educador y forjador de
' Véase HERNÁNDEZG ONZALEZM, .-ARBELOG ARCÍAA, ., «Biografía de un
ilustrado canario», en URTUSÁUSTEGUJI., A., Diario de Viaje a la isla del
IIiorrn en 1769, Ed. de MANUELL ORENZOP ERERA, Tenerife, 1983.
El texto aparece reproducido en PAZ SÁNCHEZ, M.-HERNÁNDEZ
GONZÁLEZM, ., La esclavitud blanca. Contribución al estudio del inmigrante
canario en América. Siglo XIX, Tenerife, 1993, pp. 120-128.
Núm. 44 (1998) 375
8 MANUEL HERNÁNDEZ GONZALEZ
las conciencias, para formar buenos cristianos y buenos
ciudadanos. Ruiz de Padrón pasa cuatro años de su vida
en Filadelfia, donde conecta con Washington o Benjamín
Franklin. En ese ambiente de tolerancia religiosa bebe para
elaborar algunos de sus planteamientos innovadores sobre la
libertad de conciencia privada para protestantes y judíos y
sobre la no intromisión de la Iglesia en asuntos de conciencia
de los no católicos, que expone en las Cortes gaditanas 9. El
mismo pensamiento, aunque dentro de la órbita estrictamen-te
económica, lo encontramos en Alonso de Nava Grimón,
marqués de Villanueva del Prado, que bebe directamente de
las fuentes británicas para elaborar sus trabajos sobre la eco-nomía
isleña, con su posición favorable hacia el librecam-bismo
'O.
La preoc~parión pm- intrnducir e! inglés en !a essefianza
es cada vez más patente entre las élites sociales, pero no cris-taliza
por ausencia de instituciones renovadoras que lo intro-duzcan.
Este hecho sólo acontecerá en las primeras décadas
del siglo XIX. Rafael de Fuentes, un santacrucero emigrado al
Uruguay y formado en colegios católicos británicos, la intro-duce
en su modelo educativo afín al colegio inglés que fue el
Colegio de los Ángeles, creado por la diputación provincial de
Caracas en 1823 en La Orotava en la sede de su ex-convento
dominico. El Liceo de La Orotava, promovido por su corpora-ción
municipal y dirigido por los científicos franceses Sabino
Berthelot y Pedro Alejandro Auber, plantea en 1824 su ense-ñanza.
La incorpora por las ventajas que reportara a Tenerife
ay por ser las relaciones mercantiles más extensas que ningu-na
otra nación». Pero no sólo por causas puramente comer-ciales,
sino por ser ((útiles las obras apreciadas en su idioma
3 3 comu Mahh;, Tope, Milton, Newton, Herscheii, etc.» ".
HERNÁNDEGZO NZÁLEZM,. , «La influencia de la revolución norteame-ricana
en el pensamiento y la obra de Antonio José Ruiz de Padrón*, Ho-menaje
a socios destacados en América. Real Sociedad Económica de Amigos
del País de Tenerife, Tenerife, 1994, pp. 33-41.
'O Véase la introducción de A. M. BERNAyL A. M. MACÍASa sus Escri-tos
Económicos. Canarias, Economía e Ilustración, Tenerife, 1988.
" HERNÁNDEGZO NZÁLEZM, .-ARBELOG ARCÍAA, ., Revolución liberal y
conflictos sociales en el Valb de La Orotava (1808-1823), Puerto de la Cruz,
SOCIEDAD CANARIA Y RELACIONES CANARIO-BRITÁNICAS EN EL SIGLO XVIII 9
En las capas de la burguesía comercial de procedencia no
británica aparecen en sus bibliotecas obras de esa proceden-cia,
como se puede apreciar en las de Miguel Carmona o Juan
Benítez de Lugo. En el primero, junto con El Espectador o La
Riqueza de las Naciones de Adam Smith aparece un buen nú-mero
de obras geográficas y mercantiles de ese origen 1 2 . Bas-te
señalar al respecto dentro de estas preocupaciones que sólo
en una casa de comercio local, la Ventoso del Puerto de la
Cruz, se hallaban suscritos seis personas al Español de Blan-co
White.
La circulación manuscrita entre las élites sociales ilustra-das
de un periódico como el Correo de Canarias demuestra su
influencia en su ideología y praxis política. Sus seis números,
redactados en 1762, propugnan una reforma general de la so-ciedad
en ia que se aboga por un modelo sucio-puliticv sirili-lar
al británico, conjuntando el aristocratismo con el demo-cratismo
y propugnando el fomento de las relaciones con Gran
Bretaña.
Alonso de Nava decía que el lujo, la rica vajilla, la delica-deza
de la mesa residía en los comerciantes de ese origen,
pues los propietarios de Tenerife no eran más que sus ridícu-los
imitadores. Álvarez Rixo, por su parte, diría que su inteli-gencia,
modales y trato social superiores lo alcanzaban por
recibir educación en el exterior. En efecto, buena parte de ellos
se formaban en colegios británicos, incluso los irlandeses con
profundo sentimiento antibritánico 13. LOS Cólogan, los Blan-
1984. RODR~GUMEZES A, M., «La primera época de Sabino Berthelot en
Tenerife (1820-1830)», Homenaje a Sabino Berthelot, La Laguna, 1980.
l 2 Carmona en HERNÁNDEZG ONZÁLEZ, M., «La Ilustración canaria
en América. La biblioteca caraqueña de Miguel Carmona)), Homenaje al
Dr. E. A;z:or,io de Er'ther,ccxrt .Messirti, Lzs Pi!mar, 1994, PP. 159-174.
Archivo de la Academia de la Historia. Civiles. Inventario de los bienes de
Juan Benítez de Lugo.
I3 Véase al respecto GUIMERAR AVINA, A., op. cit.
Núm. 44 (1998)
1 0 MANUEL HERNÁNDEZ GONZALEZ
co y los Bany formaron a sus hijos en tales instituciones la
enseñanza de la lengua británica era asignatura obligada para
todos aquellos que se introdujeran en el mundo mercantil.
Querían transmitir a sus conciudadanos su imagen de perso-nas
refinadas, cosmopolitas, que albergaban en sus mansiones
gabinetes de historia natural, instrumentos musicales y libros
a tono con sus preocupaciones y formas de vida. Todos ellos
poseían hermosos jardines al estilo británico. No sólo los Little
en su célebre Sitio, sino los Barry, Blanco o Caballero Sar-miento.
En el de este último sus futuros poseedores, 10,s
Renshaw, realizarían en torno a la década de los treinta
del XIX un templete que ha subsistido en su mansión hasta
nuestros días.
El ilustrado Francisco Martínez de Fuentes recogió en su
.v,;iCa.;i+Lna a-1i ID ü r-;lA r"n de !a Ciüz efi 1792 el impacto de esta cultura:
«Tiene algunas casas buenas y creadas en su interior al gusto
inglés, que es el común en este pueblo. El comercio frecuente
de los ingleses aquí por la extracción de los vinos ha formado
una colonia que se puede llamar inglesa. Con su estableci-miento
hemos logrado introducir en esta isla el gusto de los
jardines, como lo acreditan los varios que se encuentran en el
Puerto, tales como son el de La Ranilla, el de La Paz, el de
San Antonio, el de Barry y otros. Todos están delineados y
forman un punto de vista de bastante diversión. En este últi-mo
vimos varias plantas del país y extranjeras ya preparadas
en macetas para trasplantar al Jardín Botánico» j4.
Su identificación con los valores británicos no sólo era
meramente hipócrita o mercantil. Pedro Eduardo, sin rubor,
se declara inglés de origen, pese a su procedencia irlandesa y
el hecho de ser la cuarta generación afincada en suelo isleño.
7 7 un rasgo que 10s identifica es ei de sus ricas bibliotecas, con
abundancia de producción bibliográfica británica. Nicolás
Blanco fue procesado por la Inquisición por su biblioteca, lle-l4
MARTÍNEZD E FUENTESF, ., «Diario de un viaje a España por Por-tugal.
Año 1792));e n B~CCACCGT.O; y, otros, Do CnnnG y de !GC ntras is-las
nuevamente halladas en el Océano allende España. Trad. de José Anto-nio
Delgado. Estudio crítico de Manuel Hernández González. Tenerife,
1998, p. 184.
378 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
SOCIEDAD CANARIA Y RELACIONES CANARIO-BRITÁNICAS EN EL SIGLO XVIII 11
na de obras prohibidas de esa nacionalidad. La lista de libros
prohibidos es un buen ejemplo de ello 15. Otro tanto cabe de-cir
de la de los Cólogan, Barry, Pasley o Cólogan. De Pasley
se conservan todavía una parte de sus abundantes fondos,
entre los que destacan revistas como Edimburg Review o
British Review, junto con algunos ejemplares de otras de pro-cedencia
estadounidense como Northeamerican Review. Otro
tanto cabe decir de la del canónigo de la catedral de Las Pal-mas
Agustín Ricardo Madán, miembro de una familia de la
burguesía mercantil de origen irlandés.
Mención aparte merece la familia grancanaria de origen
irlandés Mead o Meade. Juan Diego y Bartolomé y sus sobri-nos
Juan y Patricio Anran de Prado y José Murphy se dedica-rán
al comercio y defenderán las libertades mercantiles y el
libi-ecambismo frente a! iiiercadz, iiaziuna! ü,m .z o, como defcn-derá
con ahínco José Murphy Mead como diputado por Ca-narias
en las Cortes del Trienio Liberal. Bartolomé, fallecido
en Puerto Caballero, muestra en el inventario de su biblioteca
su cosmopolitismo y liberalismo con un numeroso elenco de
obras en idioma inglés como las de Jonathan Swiff, E2 Espec-tador,
«Libro de entretenimientos y conversaciones acerca de
los caracteres del hombre)), «La libertad en un sujeto de In-glaterra)),
«Conversación sobre la impolicía de los esclavos
africanos», cartas de Edmundo Burke o geografías históricas,
diccionarios, opúsculos médicos, textos clásicos y novelas en
inglés, francés y español 16.
Otra familia bien significativa al respecto es la Barry. Los
dublineses Diego y Eduardo Barry se dedican desde jóvenes al
tráfico mercantil. El primero se establece en Tenerife, se na-turaliza
español y llega a constituir una de las casas de comer-cio
más importantes dei archipiéiago. Casa con Juana Cam-breleng
Durant, hija del vicecónsul de los Países Bajos en el
Puerto de la Cruz y nieta del de Inglaterra. Tuvo dos hijos con
ella antes de contraer matrimonio, Eduardo y Ana, cuando ella
.ARCHIVO ~ I I s T ~ R I C ON ACIONALD E MADRID( A.H.N.); Inquisición;
leg. 1820, núm. 25.
l 6 REGISTROP RINCIPALDE CARACAS(R .P.C.), Testamentarías M, núm. 2.
Codicilo de Bartolomé Mead, 1794.
Núm. 44 (1998) 379
12 MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
estaba casada con Juan OIDonnovan, un comerciante de ori-gen
irlandés, del que se había separado. Ya casados, nacieron
Diego y Juan. Por su parte, Eduardo, que había residido en
varias ocasiones en el Puerto de la Cruz, siendo en una de
ellas padrino de su hijo Diego, se establece en Jamaica como
corresponsal de la casa de Liverpool ((Baker y Davisson)).
Como copartícipe de la casa anteriormente citada había obte-nido
en 1784 del Consejo de Indias una contrata por la cual
podía introducir 4.000 esclavos negros en Venezuela, acompa-ñando
a la misma en privilegio de establecerse en la isla de
Trinidad, tierra vacía y con numerosos recursos naturales dis-ponibles
para su colonización, donde funda una plantación
azucarera con 11 6 esclavos, dotado de carretas, mulas y botes
para transportar por el no Aripo el azúcar a la capital. En su
+,,+,,,,+, ,+,A-L
r ; a r a l l l r ; i l L u , ururgauu efi Caracas 1793, deja CGKG herede-ros
usufructuarios a su hermano Diego y a su fallecimiento
para su sobrino Eduardo, para pasar finalmente a su muerte
a su sobrino Diego y sus herederos. En 1804 el Gobierno bri-tánico
le reconoció plenos derechos sobre sus propiedades a
sus herederos 17.
Eduardo, el hijo extramatrimonial de Diego, que llevará su
apellido, se educa en Inglaterra y contrae matrimonio en Lon-dres
con una hija de Francisco Caballero Sarmiento. Es lector
de Rousseau en Tenerife, por lo que le retienen obras por el
Santo Oficio 18. Tras establecerse en Caracas y Trinidad, retor-na
a Tenerife, pero los tiempos no eran propicios. En 18 15 se
establece en Filadelfia. Arruinado, en 1831 decide abrir una
casa de educación en Lexington (Kentucky). Simpatiza con la
independencia de la América española y en 1823 es nombra-do
cónsul de la Gran Colombia en Filadelfia. Amigo íntimo del
embajador Jose Maria Saiazar, traduce ai inglés sus übserva-ciones
sobve las reformas políticas de Colombia. En esos años
desarrolla una activa producción bibliográfica destinada al
l7 R.P.C., Testamento de Eduardo Barry. Escribanías. Aramburu, 1793.
HERNÁNDEGZ ONZÁLEZM: .; ((Masonería norteamericana y emancipación en
Hispanoamérica: la obra del canario Eduardo Barryn, Anuario de Estudios
Atlánticos, núm. 37, Madrid-Las Palmas, 199 1.
l 8 Museo Canario, Inquisición, CLXXV-45, 2 de enero de 1807.
380 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
SOCIEDAD CANARIA Y RELACIONES CANARIO-BRITANICAS EN EL SIGLO XVIIl 13
público de la América española, traduciendo al castellano en
Filadelfia y realizando introducciones críticas a la Vida de Jor-ge
Washington, de David Ramsay; al Espíritu del despotismo,
un tratado liberal radical en el que se propone la primacía del
poder civil, la libertad de prensa como principio indiscutible'
del régimen liberal y se desacredita el sistema parlamentario
británico, abogando por un activo republicanismo. Es una
obra de clara influencia rousseauniana, que significativamente
dedica a Simón Bolívar, como un ángel tutelar aparecisteis y
rompisteis las cadenas que forjó el castellano)). Traduce al cas-tellano
el Solitario o el misterioso del monte del vizconde de
Arlincouvt y dos textos masónicos, en los que plasma una in-troducción
crítica sobre el papel que debe jugar la masonería
en el mundo contemporáneo, condenando su secretismo en los
paises en !as qie tiene libertad de ucción.
Su hermano Diego simpatiza también con la causa eman-cipadora.
Es cónsul de México en Londres, donde promueve
la inmigración irlandesa y canaria a esa república y trata de
conseguir el apoyo del gobierno de Gran Bretaña en una ex-pedición
militar sobre Cuba y las Canarias para constituir un
gobierno independiente en ellas bajo el protectorado de Ingla-terra
y la Gran Colombia. Tras establecerse durante algún
tiempo en la isla de San Bartolomé, interviene en Caracas en
asuntos políticos, promoviendo la inmigración de canarios en
Venezuela, que culmina en el decreto de Páez de 1831 19. Un
pariente suyo es David Barry, el célebre y enigmático editor
de Noticias Secretas de América, de Jorge Juan y Antonio de
Ulloa. Permaneció diversos años en Canarias trabajando al
servicio de su tío Diego. El 16 de septiembre de 1802 éste le
da poder para tranzar sus asuntos y actuar como su apodera-do
en La Paima. En 1803 se ie encomendó ese trabajo en La
Gomera. En esa isla se le abre un proceso inquisitorial por
una denuncia contra él vertida por la proposición de que asen-tía
el ser católico por los perjuicios que se le irrogaban en sus
intereses)). En ese mismo año se dirige a la isla de Trinidad
l9 HERNÁNDEZG ONZÁLEZ,M ., «La política de Estados Unidos ante las
guerras de Independencia de la América Española (1808-1830)», X Jorna-das
de Estudios Canarias-América, Tenerife, 1989.
Núm. 44 (1998) 38 1
14 MANUEL HERNANDEZ GONZALEZ
para administrar los bienes que le corresponden a Diego Barry
por herencia de su hermano Eduardo. El 9 de septiembre de
1803 le da poder Andrés de Armas Quintero, como tutor de
sus nietas, para cobrar la herencia que Edmundo Roch dejó
en Puerto España. La última noticia que tenemos de él fecha-da
en las islas es que en 18 10 se hallaba en Londres 20.
La introducción de libros prohibidos originó constantes
pugnas entre el Santo Oficio y tales comerciantes, que busca-ban
cualquier pretexto para obstaculizar el control de los far-dos
y baúles que arribaban a los puertos. Las Casas de Barry,
Blanco y de Gregorio Casañas en el Puerto de la Cruz en 1787
se niegan a admitir la visita inquisitorial a sus barcos. Se con-sidera
gravemente peligroso por los precedentes de la entrada
de libros prohibidos, teniendo en cuenta «la frecuencia de las
embarcaciones extranjeras y rnmercin de estas ichr con !uc
naciones protestantes (...) por el conato y propensión de los
protestantes a introducir cuantas invenciones sacrílegas y obs-cenas
les inspiran sus depravadas sectas y con la mayor ruina
espiritual, digna de temer en los ánimos dóciles y sencillos de
estos naturales; entre las cincuenta y una de las que han arri-bado
a sólo el Puerto de La Orotava de dos años a esta parte
las cuarenta y una han sido de protestantes. 2'.
El cosmopolitismo de esta élite mercantil fue ampliamente
elogiado por los viajeros británicos que visitaron las islas. So-bre
los Little John Barrow, director de la Real Sociedad Geo-gráfica
de Londres, que visitó Tenerife en 1792, diría que re-cibe
con las puertas abiertas a todo británico. El francés Le
Dru elogia a los Cólogan y los Barry. El alemán al servicio de
Rusia G. H. von Langsdorff agradece el cosmopolitismo y la
hospitalidad de Diego Armstrong, cuando lo recibió en Santa
r,l-u,i 7 en 1803 y !e propiso desplazarse al Fuei-to de la Cruz.
Rooney, fallecido en el asedio de Nelson de 1797, es elogiado
por el pintor francés M. J. Milbert y por el explorador inglés
George Vancouver, Humboldt diría sobre este grupo social que
20 JUANJ,. Y ULLOA, A,, Noticias secretas de América, ed. facsímil de la
de David Barry con presentación de José M. Gómez Tabanera, Madrid,
1988, p. VIII. A.H.P.T., legs. 3854 y 3860. M.C., Inquisición, XXV-18.
A.H.N., Inquisición, leg. 1833, núm. 30.
SOCIEDAD CANARIA Y RELACIONES CANARIO-BRITANICAS EN EL SIGLO XVIIl 15
se admiraba de la existencia de personas (<que tienen el gusto
por las letras y la música y que han transplantado en estos le-janos
climas la amenidad de la 'sociedad de Europa. En este
sentido, y con excepción de La Habana, las Islas Canarias se
asemejan poco a las demás colonias españolas)). Apostilla a su
hermano Guillermo que cera imposible imaginar el garbo y la
cultura de las damas de esas casas)) y al barón de'~orelq1u e
«aquí he sido recibido inmejorablemente en las casas del Co-ronel
Armiago, de los ingleses Cologan y Little. ¡Qué cultura,
qué apostura! Uno se creería transportado a Londres si los
platanales, los cocoteros nos recolocaran en las islas Afortu-nadas))
22.
El común de los canarios era visto por los británicos como
rudo e ignorante por su forma de vestir, su alimentación, su
pronunciación casi ininteligible en los campesinos. Su tez era
considerada más oscura que la de los del Sur de la Península.
Les llama la atención sus ventanas de visillos por las que po-dían
mirar el exterior sin ser observados, sus cuerpos escon-didos
en largas capas, que no les permitían ser vistos, llegan-do
al extremo en las mujeres de verse apenas sus ojos. Por
tales vestimentas se les estima imperfectas en su manera de
caminar, poco elegantes en sus paseos. Sus pinturas religiosas
en sus humildes casas son vistas como un símbolo de una
religiosidad «supersticiosa» que detestaban. Para la flema y
superioridad cultura de la que se creían portavoces, les sor-prendía
su dignidad y orgullo, incluso en aquellos a los que
se consideraba como miserables y pobres pescadores. En ios
mismos mendigos y pordioseros destacaban su cortesía y bue-na
crianza a la hora de pedir limosna. Se les consideraba de
buenas maneras y trato y con bien poco de la brusca rustici-dad
de la clase baja inglesa.
22 Reproducidas en HUMBOLDTA,, , Viaje a las Islas Canarias, ed., estu-dio
crítico y notas de MANUELH ERNÁNDEZG ONZÁLEZ,L a Laguna, 1995,
pp. 100-101 y 201-203.
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16 MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
Otra de las concepciones que les llamaba la atención es la
del honor y la honra, cuya preservación y asunción general a
su entender les permitía poner en evidencia incluso a las cla-ses
altas y a las más altas dignidades. Nadie, por muy elevado
que esté en el escalafón social podía ofender gravemente a
alguien del estamento llano sin poner en peligro su vida, con-tando
con el respaldo, la protección y hasta con la adhesión
del conjunto del tejido social en una ley no escrita, ni legal-mente
reafirmada, pero que tiene plena aceptación consuetu-dinaria.
Por ello se sorprenden por la protección que tales
delincuentes reciben en las iglesias, de las facilidades que se
le proporcionan para su embarque y huida clandestina, etc.
Desde esa perspectiva, los pleitos por afrentas no se redimen
en público, sino se vengan en la oscuridad de la noche. La
* - 1 - - - - - - :- - - - : - 1 1 _ - - 2 - 1 _ _ .--_ --.-? -.1 - - - wuzIauua swxu miua IUS pequewx rooos era algo muy ex-tendido
en la sociedad, hasta el punto que se considera algo
propio y natural entre los criados. Sin embargo, como contras-te,
el bandolerismo o los robos de entidad son prácticamente
inexistentes. Les llama, eso sí, la atención la elevada propor-ción
de muertes alevosas por ofensas, similar a las acaecidas
en el bajo pueblo inglés, y como contraste la tolerancia hacia
ellas y la rareza de ejecuciones públicas en el archipiélago,
como se legitimasen socialmente tales delitos en un medio en
el que de otra forma por su insularidad y tamaño reducido
sena difícil escaparse.
En esa visión de la cotidianidad adquiere gran trascenden-cia
desde su punto de vista la noción del amor reinante entre
las clases bajas, que tan magistralmente analizó el mercader
escocés presbiteriano George Glas, viajero incansable por la
geografía isleña y que partió desde ellas en numerosas ocasio-nes
para el Nuevo Mundo o para la Gran Bretaña. Se enamo-ran
a primera vista, sin tener el menor conocimiento del ser
amado, lo cual atribuyen a la falta de libertad inocente entre
los sexos. Los ofrecimientos de las mujeres son bien raros,
pero deben guardarse en secreto si se desestiman, pues se con-sidera
una ofensa detestabie su difusión púbhca. Sin embar-go,
cualquier sospecha, por mínima que fuese, de tal promesa
en el hombre permitía a la mujer su denuncia ante los tri-
384 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
bunales eclesiásticos y el encarcelamiento del varón hasta su
cumplimiento. Una ley no escrita permitía desde ese momen-to
la libre entrada en la casa de los padres e incluso toleraba
el momentáneo amancebamiento hasta la celebración del ma-trimonio.
Paralelamente subrayaban la constante huida de jó-venes
supuestamente comprometidos en barcos extranjeros
para evadir el casamiento 23.
En tres puntos parecen coincidir todos sus testimonios: en
el hostigamiento de los frailes sobre la sociedad, el encierro
de las mujeres en los conventos y la miseria y suciedad como
causa de sus enfermedades. Los primeros tienen gran influen-cia
en la sociedad isleña y son vistos como corruptos adalides
de la intolerancia religiosa y la superstición. Su obligatoria
clausura, programada por sus .p a. dres, les repugna.. L. a falta de higiene, la irisalübi.idad, los pi~josy p&ys v;s;ofies coti-dianas
que son criticadas por ellos y a las que atribuyen bue-na
parte de las enfermedades. Un canario pobre es sinónimo
de suciedad por antonomasia. Subrayan su llamativa alimen-tación
en la que destacan algo raro y provocativo para ellos:
el gofio, a la par que precisan sobre las graves consecuencias
de su dependencia en la dieta del pescado salado del banco
pesquero canario-sahariano.
Una mirada en ocasiones cargada de prejuicios como de la
de Lady Kinderley en 1764 que dice que da total apariencia y
forma de la gente y de las cosas es tan diferente que a nosotros
nos parece casi otro mundo; la religión, los vestidos, su conduc-ta,
las casas, la comida, etc., son muy diferentes. En resumen, es
un pobre país católico romano» 24. A pesar de esa visión tópica
y preconcebida, lo contrastan con su amabilidad y hospitalidad.
Su valoración del concepto del trabajo en ellos se asemeja al
cari'beño: «ei pueblo no es trabajador, pero este defecto parece
compensarse por una existencia satisfecha con muy poco, por
su sobriedad, por la moderación y regularidad de sus vidas* 25.
23 GLAS, G., Descripción de las Islas Canarias (17641, trad. de Cons-tantino
Amar de Acevedo. Tenerife. 1982. p. 121.
24 KINDERLEYP,., Cartas desde la isla de Tenerife (1764), trad. de José
A. Delgado Luis, Tenerife, 1990, p. 15.
25 Op. cit., p. 16.
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18 MANUEL HERNANDEZ GONZALEZ
Es interesante la visión que nos ofrecen las viajeras britá-nicas
sobre la familia isleña. Para ellas es bien significativa la
excesiva obediencia de los hijos a las madres, en especial ha-cia
las ancianas. A ninguna mujer se les considera en edad de
discernimiento hasta que no tengan canas en la cabeza. De esa
forma, «una joven, cuando se casa, sólo pasa de una tutela a
otra. De la dirección de sus propios familiares a la de su ma-rido
» 26.
Las clases sociales son vistas a los ojos de la antropología
física. Mientras que las altas son consideradas como europeas,
descendientes de colonizadores y de mercaderes, las bajas per-sonifican
otro mundo bien diferente. Stauton ve a los arrieros
como auténticos guanches *'; Lady Kinderley afirma que dos
españoles les llaman moros y son descendientes de los guan-ches,
Son en si-1 mayoría labriego y crii_íid~cS. m más mere-nos
que los españoles, vivos ojos negros, largos cabellos tam-bién
negros y unos extraordinarios y bonitos dientes» James
Cook sostiene que la raza aborigen no forma ya un pueblo
primitivo separado, pues los matrimonios se han mezclado,
pero se reconoce a los descendientes de los primeros «por su
gran talla, su estatura fuerte y tienen unos huesos de un grue-so
notable; la tez de los hombres en general es morena, el
semblante de las mujeres es pálido y no se les ve ese matiz
bermejo que distingue a nuestras bellezas de los países del
Norte» 29. Glas, por su parte, reseña que «ahora están mezcla-dos,
a excepción de unas pocas familias, por Candelaria,
Güímar y Chasna, que tienen el privilegio de vestir y adornar
la Candelaria. Se consideran a sí mismos como auténticos
descendientes de los guanches)) 30.
26 Op. cit., p. 22.
27 STAUTOGN., ,o p. cit., p. 70.
28 KINDERLEYP,. , op. cit., p. 14.
29 COOK,J . , Tercer viaje, en KINDERLEYP,. , y otros relatos, p. 37.
30 GLAS, G., op. cit., p. 80.
386 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
SOCIEDAD CANARIA Y RELACIONES CANARIO-BRITÁNICAS EN EL SIGLO XVIII 19
Los canarios son hospitalarios y reciben con curiosidad y
atención a los forasteros. Les disgustaba que no contestaran
sus saludos rituales. Era para ellos una ofensa que no saluda-ran
el Ave María y detestaban que no se arrodillasen ante el
Santísimo con respeto y reverencia. La ofensa a la Virgen po-día
traer consecuencias graves. Para ellos era más importante
antes que nada que guardase las apariencias el extranjero que
visitare las islas. Por lo demás, salvo estas prácticas, podía
hacer una vida normal, siempre que no exteriorizase desafec-ción
frente a la Iglesia católica.
Un propietario majorero señaló a Glas su valoración sobre
los irlandeses, que no distaba mucho de la que podían tener
los anglicanos. Eran católicos y buena gente, pero sólo cris-tianos
de San Patricio. «No pueden ser comparados con los
cristianos de estas islas. ¡Ay, ay, añadió sonriendo, no por nada
vinieron a nuestro país» 31.
Los isleños consideran la religión católica romana como la
única posible, por lo que no entienden por qué otras personas
no las profesan. Quieren convencerlos de la autoridad de los
Santos Padres y creen en la capacidad de seducción de los
sacerdotes de que fuera de la Iglesia Católica no había salva-ción.
La masonería es vista por esos ojos como algo casi in-fernal,
por lo que es ridiculizada por los comerciantes forá-neos,
como Francisco Caballero Sarmiento.
Tenían gran curiosidad por un mundo al que desconocían
por entero y preguntaban por sus costumbres, comportamien-tm
y diversimes. SU ignorancia obre Gran Bretaña era muy
grande. Glas refiere que un anciano le preguntó si Francia e
Inglaterra estaban en la misma isla o en diferentes 32. Sin em-bargo,
temen la ruptura con Gran Bretaña y eran extraordi-nariamente
contrarios a la guerra porque traería consigo la
ruina de su comercio e interrumpía los intercambios. Se es-
-
31 GLAS, G., o p . cit., p. 41
32 Op. cit., p. 41.
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20 MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
forzaban en conseguir la neutralidad para el archipiélago. La
necesidad de comerciar se impone a lo que consideran supers-tición
y la tolerancia hacia lo de que fuera es bien notable,
como demuestra la actuación de la mismísima Inquisición. El
protestantismo y la masonería es tolerado en el ámbito de las
conciencias y sólo es levemente castigado si se considera que
se estimula y defiende entre los católicos. Los frailes se esfuer-zan
por convertir a los moribundos protestantes, acosándoles
con insistencia en esos instantes terminales hasta el punto de
que se puede decir que durante la segunda mitad del siglo XWII
son éstos la gran mayoría de los convertidos al catolicismo.
El clero no molesta a los comerciantes de relieve de religión
protestante, tanto si son anglicanos ingleses como si son
presbiterianos escoceses, pero sí a judíos y mahometanos.
Dentri de l i s p-~testmtes,!a s i tuur ih ~ r n mde fendibk J
más delicada es la de los hugonotes franceses, por entender
que su nación es católica. En el Puerto de la Cruz, que contó
con cementerio protestante desde las primeras décadas del si-glo
XVIIl, a única excepción en todo el Imperio Español, la
chercha, tal y como se le denominaba, era tolerada por la po-blación.
Sin embargo, en ocasiones se le tiraban piedras por
considerarla un símbolo para ellos ininteligible. No se enten-día
cómo en su entrada presidía la cruz, porque por ningún
motivo, tal era su desconocimiento, se podía traslucir que el
protestante era cristiano. Era algo así como un judío o un ma-hometano.
Nada tenía que ver con la que estimaban la reli-gión
verdadera, la de Jesucristo.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS