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EL EPISODIO DE IBALLA Y SUS MOTIVACIONES POR FRANCISCO mREZ SAAVEDRA El trágico episodio del asesinato de Hernán Peraza por sus vasallos al salir de la cueva donde vivía su amante, la indígena Iballa, se produjo en el alborear hist6rico del archipiélago, año 1488, cuando Gran Canaria acababa de ser incorporada por Pedro de Vera a la corona de Castilla, Tenerife y La Palma aún se mantenían independientes y las restantes islas constituían el señorío de doña Inés Peraza y Diego de Herrera, padres de Hernán, hijo predilecto de su madre, la cual gestionó dos rna-yorazgos y otorgó al joven Peraza la Gomera, todavía semi-independiente, con su estructura social intacta, dividida en cua-tro cantones, dos de ellos muy influidos e inclinados a los por-tugueses, los norteños de Mulagua (Hermigua) y Agana (Valle-hermoso). Otro tradicionalmente leal a los castellanos (Arure- Valle Gran Rey). Y el capitalino de Ipalan (San Sebastián), don-de Diego de Herrera había construido una torre, baluarte de-fensivo del rnzjoi. rüei-to & la isla Y resi&iicia escugi& pGr & nuevo señor de la misma cuando se estableció en ella de forma definitiva. La fecha en que se produjo el asesinato, cuatro años antes del descubrimiento de América, y la participación que en el cas-tigo subsiguiente tuvo el gobernador Pedro de Vera, desplazado a la Gomera en ayuda de doña Beatriz, esposa del asesinado, Núm. 32 (1986) 417 acompañado de unos 400 conquistadores grancanarios, motivó que dichos sucesos fueran reflejados en todas las crónicas que relatan la ocupación de esta primera isla realenga por fuerzas de los Reyes Católicos, tras el pacto regio con los señores del archipiélago, a quienes se les respetó su posesión y derechos a las cuatro islas menores ya ocupadas. Además, la abundante documentación a que dio lugar los crueles procesos que el precitado Vera y doña Beatriz manda-ron instruir con participación de escribano publico para legi-timar la represión, así como la larga secuela de reclamaciones, rescates y devoluciones de precios que el obispo de Canaria, a N fray Miguel de la Serna, promovid contra la venta y cautividad E de los indígenas gomeros, ((cristianos y libres)), según la Iglesia O n - argumentaba, hechas por el gobernador Vera y la viuda de Her- =m O E nán Peraza, ha permitido a nuestros historiadores disponer de E 2 abundantes fuentes documentales, de las que parte se han sal- =E vado y se conservan en los archivos de la Península, como el 3 de Simancas, y han sido utilizadas y publicadas por Wolfel y - - otros modernos investigadores. Los relativos al proceso o ins- 0m E trucción mandados a incoar por Pedro de Vera y doña Beatriz, O que no debieron salir del archipiélago, han tenido menos suer-n te, pero fueron conocidos por nuestros cronistas más antiguos, -E próximos a los hechos, a juzgar por los datos, incluso de frases a 2 indígenas, que aportan a sus relatos. n 0 De una manera muy sucinta podemos clasificar estas fuentes: 3 Primeras crónicas: Crónica Anónima de la Conquista de O Gran Canaria, en sus versiones: manuscrito ovetense, lacunen-se, matritense y Francisco López de Ulloa. Crónicas del siglo XVII: Abreu Galindo, Gómez Escudero y ?vGirh y CUUau. Síntesis históricas del siglo XVIII: Pedro Agustín del Castillo y Viera y Clavijo. Monografías del siglo xx: Wolfel, Marcy y Alvarez Delgado. Pero a pesar de la abundancia de fuentes y de la superabun-dancia de documentos de archivo -Wolfel aporta nada menos que 120 en su estudio sobre ((Los gomeros vendidos por Pedro 418 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 3 de Vera.. .H '- no sólo se presentan lagunas históricas, como el silencio sobre el destino final de Iballa, sino que se interpro tan los hechos con una mentalidad europea de la época, no acorde con el pensamiento del pueblo gomero, a la luz de los conocimientos etnográficos modernos. Wolfel, en el trabajo precitado, nos expone con toda clari-dad su postura y métodos: «La historia literaria -nos dice-ya está escrita con una perfección que nadie superará: la in-mortal obra de Viera y Clavija...)) Y añade más adelante que ahora lo que se necesitaba era ((mucha crítica de fuentes, mu-cha documentación y ninguna literatura)). Wolfel, que era etnólogo además de lingüista, captó la orga-nización dualista de la Gomera, pero no supo profundizar en las motivaciones del episodio de Iballa, porque le faltó análi-sis, visión interpretativa de la existencia del pacto de colacta-ción que las palabras sobre la ruptura del gánigo de Guahedún estaban indicando. El doctor Alvarez Delgado, en un extenso y documentado trabajo que publicó bajo el titulo de «El episo-dio de Iballa~e n este mismo ANUARIO', se extraña de que ni el erudito investigador vienés ni el berberólogo Marcy, que tam-bién dedicó un estudio monográfico tratando de interpretar la imprecación de Iballa, hubieran deducido de la enigmática fra-se ((ya se quebró el gánigo de Guahedunn la existencia de un pacto de colactación, con ritual de leche, análogo al que acom-pañan a muchas ctalliances de colactatiom entre las tribus beréberes 3. Sin embargo, el doctor Alvarez, que también es un eminente lingüista, pero no etnólogo, aunque se percató acer-tadamente de la existencia de dicho pacto, no supo entender la organización dualista de la Gomera, como demuestra cuando escribe que no comprende bien lo que quiso decir Wolfel al afirmar que los cantones gomeros eran (tfratrias = castas ma-l DOMINIJKO SEFW o m : «Los gomeros vendidos por Pedro de Vera y doña Beatriz de Bobadilla)), El Museo Canario, afio 1, núm. 1, 1933. JUANA LVAREZD ELGAD«OE: l episodio de Iballa)), ANUARIDOE ESTUDIOS ATLríNTIcos, núm. 5, 1959, pp. 255 a 374. En lo sucesivo citaremos por la página correspondiente al trabajo. IbZd., p. 81. Num. 32 (1986) 419 trimoniales)) < Y antes habia calificado de imaginario el dato revelador de una organización dualista dado por Gómez Escu-dero, al decir que los cuatro bandos de la isla «se aunaban de dos en dos en fiestas y alianzas». Por ello no supo penetrar en el sentido de dicho pacto desde el lado indígena, que no era el de mera ~tsurnisióny lealtad a Perazan, como escribe en la pá-gina 25, sino el de ({hermanamienton o vinculación parental, se-gún tendremos ocasión de comprobar más adelante. Y menos pudo penetrar en las verdaderas causas del malestar de los go-meros por los amores de Peraza con Iballa, como quebranta-miento del tabú del incesto y del doble sentido que dicho pacto a twm puru cudu l ~ n ad e 11s pzrtes ~i n t r a t z~t ecs ,o r ~cp e nm N proponemos demostrar en el presente estudio. O n-- m O E ORGANIZACDUIA~LNIS TA DE LA GOMERA S E Que la Gomera tuvo una organización dualista con inter- 3 cambio restrictivo, compuesta de cuatro grupos o demarcacio- O-m nes que se relacionaban de dos en dos en comnubio, como E fratrias matriarcales, lo vio perfectamente Wolfel y está amplia- O mente documentado en nuestras crónicas. Lo expresa con toda n claridad Gómez Escudero cuando escribe: «havía entre ellos -E r l quatro vandos ... i éstos cada dos de ellos se aunaban en fiestas o regocijos o en sus juntas)). Aunque al doctor Alvarez, por in-comprensión etnográfica, le resulte falso 5. Una organización dualista, según nos explica la etnografía moderna -ver por todos Claude Lévi-Strauss, Les structures élémentaires de Ea parenté, cap. VI-, define un sistema en que los miembros de la comunidad -tribu o aldea- se reparten en dos divisiones, las cuales mantienen entre sí relaciones corn-plejas que van desde la hostilidad declarada hasta una intimi-dad muy estrecha y donde, en general, se encuentran asociadas diversas formas de rivalidad y cooperación. «A menudo estas mitades son exogámicas.)) Y añade más adelante: «La descen- Ibid., p. 65. Ibid., p. 61. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 5 dencia es, por lo general, matrilineal.)) ((Estos vínculos se ex-presan con frecuencia en forma de juegos rituales "que tradu-cen bien la doble actitud de rivalidad y solidaridad que consti-tuyen el rasgo más notable de las relaciones entre mitades: así las carreras deportivas del N.W. brasileño y el juego de pe-lota.. . en Australia".)) En cuanto a su distribución, nos dice Lévi-Strauss 6: «No se presenta en todos los pueblos, pero se le encuentra en todas las partes del mundo y en general asociadas con los niveles cultu-rales más primitivos.)) ((Esta distribución sugiere menos una organización única que un carácter funcional propio de las cul-turas arcaicas)), pues para Lévi-Strauss las organizaciones dua-listas son producto del principio de reciprocidad. Y añade mas adelante ': «La organización dualista no es en primer lugar una institución, ante todo es un principio de organización, suscepti-ble de recibir aplicaciones muy diversas. En ciertos casos el principio se aplica sólo a las competiciones deportivas; en otros se extiende a la vida política. Y en otros abarca incluso la vida religiosa y ceremonial. Por fin, puede extenderse al sistema de matrimonio.), Antes se había planteado dónde comienza y dónde termina las organizaciones dualistas, señalándonos las diferencias en-tre ccclanes)) y ((mitades)).A mbos tienen de común el hecho de que la filiación es siempre unilateral y son unidades exogámicas. Pero se distinguen en que la exogamia del clan resulta una re-gla puramente negativa: prohibe los matrimonios con mujeres pertenecientes al propio clan, pero permite los enlaces con las pertenecientes a varios o a cualquier otro, siempre que I ~ G sea el propio .En cambio, la clase matrimonial prescribe, de for-ma positiva, que los hombres del grupo o de la clase A se casen con mujeres de la clase B y viceversa '. Esta última parece ser la organización imperante en la Gomera al ser incorporada, tal como reflejan las plí.gin-s nu~r;t.r-s crdnicis. - CLAUDEL ÉvI-SRAUSS: Las estructuras elementales del parentesco, Bue-nos Aires, 1966. Ibid., p. 116. Ibid., p. 113. Núm. 32 (1986) Así, dice Gómez Escudero O, después de hablarnos de los ((quatro vandos» y decirnos que sus nombres eran ((Agana, Arone, Pala y Arnulagan: {(Destos últimos -Pala y Amuiaga-i su linaje avía una hermosa gomera.)) Parece, pues, que el linaje de Iballa se repartía entre los bandos de Ipalan y Mu-lagua, prueba evidente de que ambos se aunaban en matrimo-nio, como lo hacían {ten sus fiestas y regocijos y juntas)), con exclusión de los otros dos, Agana y Orone, que lo practicaban entre si. En el mismo sentido el ovetense: ((destos dos postre-ros bandos y linajes avía una hermosa gomera que IIamaban Yballan. Y tambiBn el matrintense, con la diferencia de susti-tuir la cita a Iballa por ((unas gomerasn. a N E =m LAS SUPUESTAS MOTIVACIONES MORALES O E E 2 El asesinato de Peraza ha sido presentado por la pluma de nuestros cronistas más antiguos como un melodrama de amo- = res prohibidos y venganza de los naturales por el honor man- e-cillado, sin que falten 10s comentarios morales y las disquisi- m E ciones relativas a la seducción femenina. O Así, el manuscrito ovetense dice de forma literal: «y como n E la hermosura de la mujer es cosa en que caen los más querdos - a y avisados y aún los muy grandes sabios, el dicho -Peraza- n n no se pudo abstener ni yrse tanto de la mano que no fuese sen- o tido de aquellos a quien por sangre tocaba aquella buena se- =o ñora, los cuales hicieron el caso de onra)) lo. En parecidos términos el matritense 11: ((Corno la hennosu-ra de las mujeres es lazo en que caen y han caído grandes sa-bios, él no se pudo abstener tanto que no cayese y fue sentido de aquellos a quienes tocaba y ordenaron de lo matar.)) - - @ PEDROG ~MEZE SCUDERHOi:st oria de la conquista de la Gran Cana-ria, edición de Gáldar, 1936, cap. 17. lo Manuscrito ovetense en Canaria. Crónicas de la conquista, edición Morales Padrón, cap. XXIV. l1 Manuscrito matritente, misma edición, cap. XXVII. 422 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 7 Y Francisco López de Ul10a'~: ({Que a sabiendas de todos la hubiese gozado teniéndola por amiga y así dieron entre ellos modos de tomar satisfacción del agravio y de restaurar su honra y opinión, que perdieron con la afrenta recibida y por ello acordaron de matarle.), Pero este concepto severo de la moral sexual y esta suscep-tibilidad puntillosa de la honra no se corresponde con la cos-tumbre de la hospitalidad de lecho que cronistas anteriores, como Gomes Eanes dYAzurara, afirman era practicada por este pueblo, lo que implica un laxo criterio o desinterés por la pa-ternidad, junto con la filiación uterina y la ley del sobrinazgo, en que heredaban los sobrinos, hijos de hermanas, afirmando ~ l m r n n c onmn T ~ i c i n dn Rcirrnc 11 nvicfnnoin rln i r n 9 nrnrnicoiii- L Y L ~ U . A W U , V W I A * " " Y U I A UU Y U I A W d , A", ~ I I . U Y V . A V . U UU -.U y A V I I I I U V U I dad sexual generalizada en la isla. Es por ello, quizá, que algunos cronistas posteriores, mejor documentados respecto a la situación general de la isla, como el franciscano fray Juan de Abreu Galindo, introduzca moti-vaciones políticas, junto a las galantes, como causa determi-nante de1 asesinato. Dice el padre Abreu 13: {(Pasados algunos días, Hernán Peraza se avenía mal con sus vasallos, tratindo-les con rigor y aspereza, deseándoles amigos y enemigos todo mal. No contento con lo que en casa tenia, trató de amores con una joven gomera hermosa que vivía en unas cuevas.)) Favorece esta hipótesis el hecho de que la Gomera p k a - neciera semi-independiente, que los portugueses también ha-bían penetrado e influido desde antiguo en alguno de sus va-lles 14, y que en la isla repercutió la pugna sucesoria al trono l2 FRANCISCMOP EZDE ULLOAc,a p. 24, misma edición. l3 Fray JUAND E ABREU GALINDOH:is toria ..., lib. 11, cap. 28. l4 De los contactos portugueses con la isla de la Gomera tenemos múl-tiples y dispersas referencias. Gornes Eanes d'Azurara, Chronica do des-cubrimento e conquista de Guiné, cap. 68, nos habla de los jefes gomeros Bruco y Piste, relacionados con don Enrique el Navegante. Abreu Galin- Núm. 32 (1986) 423 de Castilla, con Portugal apoyando a doña Juana la Beltraneja, al propio tiempo que Hernán Peraza el Joven y el preferido de doña Inés, su madre, fuese el primer señor que se establecía con carácter permanente en su territorio y luchó por el control total y definitivo del mismo. De acuerdo con los datos y documentos más fidedignos, el decenio que Hernán Peraza gobernó la Gomera podemos sin-tetizarlo así: 1477-1484. Sexenio en que gobernó la isla por delegación de su madre, doña Inés. Durante el mismo: 1477. Lucha por someter el cantón de Mulagua (Hermi-a gua), aliado tradicional de los portugueses, cautivando a su E jefe, Fernando (Reales Cédulas de 18 de octubre de 1477 y 6 de O febrero de 1478). E-- 1478. Según Abreu Galindo 15, cuando Juan Rejón decapit6 E a Pedro de Algaba, ejecución que fecha en mayo de 1480, pero ocurrió en 1479, conforme ha probado don Leopoldo de la 1 Rnsa, desterr6 al dean Bemúdez en un navío, con el artero de-signio de que arrivase a la Gomera por zona en rebeldía contra - Hernán Peraza. 0 m E 1479. Tratado Alcacove-Toledo que puso fin a la guerra su-cesoria a la Corona de Castilla y a la intervencidn de Portugal n en la isla. -E 1484-1488. Cuatrienio en que Hernán Peraza gobernó la isla de la Gomera como señor titular de la misma, residiendo d n n en ella de forma estable y tratando de consolidar su dominio E y ejercer sus derechos y prerrogativas como señor territorial. 3 O Es pres~;.r..ib!em z c ~ )mi emd~es e ste perinrte c~rnrios e ve-rificó el pacto de Guahedún, que se rompe y finaliza con su muerte. do, en el libro 1, cap. 16 de su Historia de la conquista de Eas siete islas Canarias, menciona entre los cristianos venidos a la Gomera antes de Juan de Bethenmurt un don Fernando Orimel, que se había pasado a servir al rey de Portugal, y al gallego don Fernando de Castro, que otros consideran también portugués o al servicio de dicho país. Torriani, en el capitulo LX de su Descripcidn de las islas Canarias, hace un solo perso-naje de don Fernando Ormel de Castro.. . '5 ABREU GALINDOO:p .c it., lib. 11, cap. 15. 424 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 9 El episodio. de Iballa se enrnarca, pues, en un período po-lítico turbulento, de rivalidad castellano-portuguesa, en que la isla no había sido conquistada por las armas, sino penetrada e influida por ambas potencias rivales que se disputaban su dominio a través del señorío de ¡os Peraza. Y lo culmina Pedro de Vera, al castigar con una represión feroz y aniquiladora el asesinato del joven señor a manos de sus díscolos vasallos. Ello, unido a lo contradictorio que resulta este supuesto sentimiento del honor y de la moral en un pueblo tan primi-tivo, lo que compendia Viera y Clavija en unos elegantes párrafos, llenos de antítesis, del más puro estilo barroco, los cuales comienzan con la exclamación: <(¡Qué costumbres tan co~tra&ictofias!» terr;;inafi: 3 1 q~ue ~se@ fi e! citado auter -Juan de Barros- tenían las mujeres comunes y que no obs-tante dieron muerte violenta a su señor por un negocio de pura galantería)), ha inclinado a los tratadistas modernos a susten-tar la opinión de que las verdaderas causas del asesinato fue-r" n politicas, del nialestar y descuriteiitu yUe pr~&jo en la Gomera la supuesta conducta despótica y cruel del joven Peraza, aunque la ocasión o pretexto lo proporcionara sus pú-blicos y escandolosos amores con la bella indígena que moraba junto a sus tierras de siembra. Es lo que parece opinar Wolfel cuando escribe: {{Y con sus amores con la indígena Iballa dio más ocasión que razón a la venganza de sus vasallos» 17. De la misma opinión parece ser don Juan Alvares Delgado la: ((El asesinato de Peraza no es una venganza familiar por los amo-res de Iballa, como apunta Castillo, trasladando a la Gomera ei concepto dei honor casteiiano dei sigio XVII, sino una con-jura y sublevación política.. . fundada en los malos tratos.)) «Y aprovechar la visita a la cueva ... es sólo la coyuntura y opor-tunidad. N l6 D. JosÉ VIERA Y CLAVIJO: Noticias de Ea Historia General de las islas Canarias, Goya Ediciones, 1967, lib. XI, cap. 1. l7 D. J. WOLFEL: «LOS gomeros ..., cit., p. 12. la JUANA LVAREZD ELGADO01: ).c it., p. 80. A nosotros nos resultaron siempre las supuestas inotivacio-nes políticas insuficientes y poco satisfactorias, dada la unani-midad y la violencia de la reacción del pueblo gomero. Las lu-chas políticas crean antagonismos, parcialidades. Se cuentan con partidarios y adversarios. Hay enemigos y leales. En la reacción que provocó en el pueblo gomero los amores de Pe-raza con Iballa encontramos una rara unanimidad: todos le son hostiles, {{deseándoles amigos y enemigos todo mal)), en pa- a N labras de Abreu Galindo. Hasta Hupalupa, el leal régulo de E ci.ciie, aconseja, le e iíiCi-uo COrifa'D-uia O n él, alterando una conducta de probada lealtad y amistad hacia los castellanos. Por eso en la primera edición de mi libro sobre EE La mujer en la Sociedad Indigenu de CanarZas Ig yo pensé en SE una explicación estructural. Dado que la Gomera estaba divi- = dida en cuatro cantones que se unían ae dos en dos como ira- > - trias matriarcales, en frase de Wolfel, era lógico suponer que em-si Iballa pertenecía al clan de Ipalan estaba destinada a un E O hombre de Hermigua, o viceversa, en virtud de la ley de la exogamia. Y más concretamente a un primo cruzado, como ma- n E trimonio preferencial. Los datos históricos recogidos por nues- - a tras crónicas apuntan hacia Hautacuperche como ese probable cónyuge en potencia. Y Peraza se le había interpuesto usurpán- 0 dole un derecho y perturbando una organización tradicional O3 consagrada. Por eso nosotros escribimos entonces que sólo un quebranto grave de las reglas sociales de esta naturaleza era capaz de movilizar y comprometer a tanta gente. Y que el jo-ven matador de Peraza debió sentirse mas perjudicado que ofen-dido, en el sentido moral del término. Es lo que parece decirnos Abreu Galindo cuando escribe que Hautacuperche trestaba sen-lB La mujer en la sociedad indigena de Canarias, p. 99 y nota 274 (l.' &J. 20 Algunos cronistas dicen que es ((pariente de la moza)). Otros, como Marín y Cubas y P. A. del Castillo, ({primo hermano de Iballan. 426 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 11 tido de Hernán Peraza y deseaba se ofreciera ocasión de ven-garse)) 21. Pero fue más tarde, al estudiar la naturaleza de los pactos de colactación y del ({herrnanamiento)) que producen, para de-cirlo con una expresión gráfica y comprensible para todos, cuando nos dimos cuenta del profundo motivo de escándalo que había provocado en el pueblo gomero estos amoríos para ellos incestuosos de Peraza. Aunque el hondo abismo de incompren-sión entre la mentalidad señorial y renacentista de los caste-liarLus del nv Y la del pUebio gui-ÍlerUq, - ~ eY ivia e~ la pre-historia, no les permitiera entenderse. Para un señor territorial europeo sostener relaciones extra-matrimoniales con una mujer vasalla, y además indígena, debía resultar un acto normal lícito y hasta una prueba de estirna-ción y aprecio a una persona de clase inferior. Mientras que la tradición gomera prehispánica, generosa y abierta respecto al forastero, al cual podía ofrecer mujer y lecho, era exigente y estricta con sus propios miembros, a quienes no podía permi-tir, en virtud de la regla cuasi universal de la exogamia que rigen las organizaciones dualistas y del tabú que condena el incesto, mantener relaciones sexuales con mujeres de su propio clan o clase matrimonial. Si Hernán Peraza, como parece expresarnos con toda cla-ridad la frase del gánigo roto, voceada por los gomeros en sus montañas a raíz del asesinato de su señor, había sellado un pacto de alianza con sus vasallos ratificado con el rito cuasi sagrado de beber leche con ellos en el mismo gánigo o vasija de barro, tal como se practica en el mundo beréber, se había trans-formado a los ojos de los indígenas en un miembro de su mismo grupo social, en una especie de hermano de leche, repetimos, con el cual anudaron lazos de solidaridad y protección, pero el 21 ABREIJ GALINDOO: p. cit., iib. 11, cap. 28. Es el único testimonio his-tórico de un sentimiento individual y personal en un gomero por estos amores, ya que en los demás fue un sentimiento tribal y colectivo. Núm. 32 (1986j 427 cual debía respetar sus mujeres, reservadas a los forasteros o a los hombres del grupo opuesto, con quienes las intercam-biaban. Si compartimos este punto de vista nos explicaremos mucho mejor la actitud y la conducta de los gomeros y nos resultarán mucho más comprensibles algunos detalles y datos recogidos por nuestros viejos cronistas seguramente de esas primitivas e inapreciables fuentes de información hoy desaparecidas, que fueron las declaraciones de los encartados en los procesos abier-tos por Pedro de Vera y doña Beatriz de Bobadilla. Que existieron razones políticas de desacuerdo entre el nue-vo señor de la isla y parte de sus vasallos resulta evidente y podemos fundamentarlo no sólo en la rivaIidad castellano-purtügwsa de todos conocida, sim tsmbié:: m !U mismu irifru-estructura económica de la Gomera recién ocupada, sobre la que se asentó el régimen señorial. La Gomera es una isla pequeña, fragosa, potencialmente rica porque disponía de agua y de bosques en abundancia, pero con una economía indígena atrasada y pobre, neolítica, basada en una ganadería menor de escasa rentabilidad. La llamada To-rre del Conde en la playa de San Sebastián no sólo debió servir a los Peraza de baluarte y bastión defensivo, sino de almacén y oficina recaudatoria de las exportaciones e importaciones in-sulares. Pero mientras los valles del norte, Hermigua y Valleherrno-so, sostienen relaciones comerciales directas con las naves por-tuguesas, Hernán Peraza se siente defraudado, lo mismo que la Corona. Esto se refleja en la Real Cédula de 26 de mayo de 1478, que dice textualmente: «Sepades que Fernand Peraca, cuya es la ysla Jumera, me fiso rrelación que algunos vesinos de la di-cha ysola /'sic) salvo los que se dicen del vando de Oron que siempre fueron leales e miraron e miran lo que a mi servicio e bien de mis mentas cumple: con poco temor se han sustraydo 428 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 13 e quieren sustraer del señorio.. . que le non quyeren acudir con las rrentas e derechos a él pertenecientes e que para se favo-recer e ayudar contra él han procurado e procuran favores de1 adversario de Portugal e que han traydo y trahen e acogido e acogen ay en la dicha ysla algunos portugueses e sus navíos e mercaderías. . . N 22. Esta situación debió cambiar a partir del año 1479, en que se firmó el tratado de Alcacova-Toledo, poniendo fin a la gue-rra de sucesión a la Corona de Castilla y a la intervención por-tuguesa en la isla. Sin embargo, la resistencia de los bandos no afectos a los castellanos al pago de tributos debió prolon-garse, según se infiere de la Real Cédula de 31 de agosto de 1484, que es una snhrecirti reforzsindn ntru opmqiie 10s gcmeres no quieren obedecerla y se habían puesto contra Hernan Peraza)). Fue a partir de dicha fecha, en el cuatrienio final de la vida de Hernán Peraza, que debió producirse el citado pacto de co-lactación. También debió comenzar entonces el cultivo cerea-lirts? de! cmtijo de Guuhedúa. Prcbub!emente Iba!!a y sil ma-dre habitaban allí en calidad de aparceras o cultivadoras de la tierra. Téngase en cuenta que entre los indígenas canarios la actividad fundamental de los hombres era el pastoreo. La siem-bra y recolección de granos estaba en manos de mujeres, a las que se atribuían mágicas virtudes de fertilidad y fecundidad. Sería interesante conocer con detalle las bases económicas del señorío en dicho período antes de que el cultivo de la caña y la instalacion de los ingenios azucareros proporcionaran una efímera pero brillante prosperidad a la familia condal. Pero e;; !ir;eas goiieraks pudeirios aceptar curi 'Nuifei que Hernán Peraza sólo poseyó «la orchilla, un tributo sobre los ganados y el dominio del puerto y de la torre)), recursos sin duda insu-ficientes para sus necesidades y rango señorial. Por eso nece-sitó siempre complementar sus parvos ingresos con otra fuente ~i85 lucrativa y abuñaanie: ia venta ae «ganado ñumano),. Mientras sostuvo luchas por someter a vasallos insumisos, par- 22 La Real Cédula de 26 de mayo de 1478 figura publicada por Wolfel en la parte documental de «La Curia Romana y la Corona de España en la defensa de los aborígenes canarias)), revista Anthropos, 1930, p. 1060 y ss. Núm. 32 (1986) 429 tidarios de Portugal, tuvo una cierta legitimación para hacerlo. En este comportamiento no difiere de sus predecesores, ni de los capitanes de la conquista que le fueron contemporáneos: Pedro de Vera y Alonso de Lugo. Y su consorte, doña Beatriz de Bobadilla, continuará su ejemplo, aunque todos toparon con la oposición frontal de la Iglesia. Hay documentos aportados por Wolfelu que nos acreditan de forma indirecta algunas de estas fuentes de recursos. La Real Cédula de 27 de septiembre de 1491 confirma que doña Beatriz adiz que dio mil castellanos de oro al dicho Pedro de Vera e más de 400 qq. de orchilla que valían otros mil castellanos». 2 Y la de 5 de diciembre de 1493 nos informa que la misma doña ne&rk pgo 2 !u I,a!&r. de Can-rrla {{pr &do trigo z' rehada 2 que avía tomado de los diezmos... con cuatro mochachos e dos u-- motas gomeras)). 0" También podemos obtener algunos datos informativos de I i los recursos de la Gomera en este período a través de los abas- - teci.;llient=s qüe recibier~n1 2s nuies & VdGr i sus e s c ~ 2! ~ 2 B la isla: carne, agua y leña, en el primer viaje. Algunos animales o-- vivos: ocho puercos, gallinas y simientes de naranjas, limones, m cidras, melones y varias hortalizas, además de la carne, agua U y leña, en el segundo 24. d u Sería interesante un estudio completo, cuantificado y esta- 1 C dístico de la economía gomera y de los recursos señoriales en A estos primeros tiempos: quintos, almojarifazgo, derechos de 1 anclaje, orchilla, montes y aguas. Pero a los efectos de nuestro f estudio nos bastan los datos apuntados. Q Dentro del ambiente turbulento y difícil que le tocó vivir, al-gunos historiadores han cargado ias tintas negativas sobre iá personalidad del joven Hernán Peraza hasta llegar a aplicarle W O ~ L«L:O S gomeros... u, cit. Real Cédula de 27 de septiembre de 1491 (doc. núm. 1061, p. 63. 24 A. CIORANESCUC:o lón y Canarias, A. C. T.,1 978, pp. 68 y 86. 430 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 15 el epíteto de (te1 Malo)). El juicio de Wolfel es representativo: {(Hombre sin conciencia, soberbio y brutal, Hernán Peraza no hizo nada para apaciguar el odio tan merecido de sus súbditos gomeros, y con el amor con la indígena Iballa dio más ocasión que razón a la venganza de sus vasallos)) 25. Sin embargo, un examen más objetivo y desapasionado de su conducta, de su época y de las circunstancias que le tocaron vivir no parece avalar un juicio tan negativo. Desde luego, como vástago de una familia señorial española del siglo xv su figura resulta menos insidiosa y negativa que la de su hermano primogénito, don Pedro «el Desheredado)). Y la preferencia que sentía y demostr6 por él su madre, doña irleS, prece de ia ar'oitrarie&ad y del capricho. Los mismos historiadores que, como Abreu Galindo, comparten esa opinión negativa de que «Hernán Peraza se avenía mal con sus vasallos tratándolos con rigor y aspereza»26 le reconocen al mismo tiempo virtudes esenciales para un hombre de su posi-ción y de su época: «Era Hernán Peraza valiente, animoso y atrevido.» Antes, al hablar del primer socorro prestado por Pedro de Vera contra los gomeros, nos dejó escrito que «Vera los prendió e hizo justicia ejemplar en algunos de ellos y Her-nán Peraza rogd por algunos de ellos, a los cuales perdonó.)) Por consiguiente no parece tan sin conciencia, soberbio y bru-tal como le califica Wolfel. Además, en el incidente que costó la vida a Juan Rejón, sea cualquiera la intención de éste al desembarcar en Hermigua, no escatimó sus protestas de ino-cencia, rindió honores póstumos al cadáver, trató con la má-xima consideración a la viuda y contó con la lealtad incondi-cional de sus hombres, lo mismo que cuando participó con un contingente de sus vasallos en la conquista de Gran Canaria. Consideramos que a este juicio tan negativo sobre la perso-nalidad y conducta de Hernán Peraza ha contribuido el pre-juicio ético de considerar sus relaciones amorosas con Iballa, estando casado, como un grave pecado de lujuria, un desenfre- 25 WOLFEL: «LOS gomeros ... n, cit., p. 12. ABREU GALINDOO: p. cit., lib. 11, cap. 18. Nzim. 32 (1986) no, una arbitrariedad y despotismo de un señor semi-feudal, mancillando las virtudes y la honestidad de una débil mujer y ultrajando el honor de una familia humilde, óptica totalmente europea y casi monacal. Y sobre todo el cargar sobre la víctima la responsabilidad de los excesos que la represión por su muer-te produjo. Significativo de esto último resulta la tradición con-servada en la Gomera y manifestada al doctor Alvarez Delgado por un leñador de Enchereda el año 1934 27 de que «tres capi-tanes mataron al conde por mandar gomeros a la jorcan, con-fundiendo la causa con el efecto, pues los ajusticiamientos en el después conocido como ((Llano de la Horca» fueron conse-cuencia y no la causa del asesinato. Para acentuar la gravedad de la «ofensa al honorn inferida a Iballa y a toda su familia, algunos cronistas, jugando con el equívoco de la nobleza de los bandos o dentro de ellos", la hacen de sangre noble e incluso en nuestra época la leyenda popular la ha elevado al rango de «princesa», conforme refleja nuestro nomenril-ítm urbano {barrios y calles con el nombre de «Princesa Iballan). Pero estas leyendas están en contradicción con los datos históricos que poseemos y hasta con la misma etimología del nombre, según tendremos ocasión de exponer más adelante. 27 JUANAL VAREZD ELGADOOp: . cit., p. 78. 3 28 En la crónica de Gómez Escudero, cap. XVII, se hace una alusión O a clases sociales en la Gomera con las siguientes palabras: ((En esta isIa de la Gomera desde el tiempo que se conquistó, había en ella cuatro ban-dos, en que se diferenciaban nobles y villanos.» El poeta Viana, según transcribimos en el texto i n f r a , nota 30-, menciona a ({algunos bandos de gomeros nobles ... n. Marín y Cubas intercala una confusa referencia en que parece aludir a bandos nobles y otros plebeyos (castas): «Tenía -1balla- madre y pa-rientes, todos de los dos bandos de Apala y Annigua, opuestos a los otros dos, Agana y Orone, entre nobles y villanos.» Por su parte, Castillo, en su Descripcidn histdrico-geográfica de las islas de Canarias, también persiste en la misma apreciación: «Y siendo este sitio -4uahedún- de uno de los cuatro bandos en que la isla es-taba dividida desde su antigüedad, por la distincidn de nobles y plebeyos.* 432 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBAUA 17 LOSA MORES DE IBALLAO,C ASIÓN Y CAUSA PRINCIPAL DEL ASESINATO DE HERNÁN PERAZA Sin embargo, la insistencia de nuestras viejas crónicas en señalar. los amoríos extramatrimoniales de Peraza con Iballa como causa principal y última de su asesinato pudo tener una razón y un alcance que quienes lo recogieron y divulgaron no llegaron a comprender en profundidad. Ya hemos visto cómo todas las fuentes antiguas coinciden en que la muerte de Peraza tuvo un motivo claro y concreto: reparar el honor familiar herido. Pero el manuscrito ovetense añade que la supuesta afrenta fue sentida colectivamente por dos bandos 29: Pala y Amulaga me tenían por afrentados entre los demás bandos)). Y los otros acusaban a éstos de ({cansen-tidores)). De esta versión vindicativa del honor tribal se hace eco el poeta Viana 30: (tAlgunos bandos de gomeros nobles / gente atre-vida, osada y resoluta / y en los puntos de honor poco sufrida / a su señor el conde dieron muerte / justa o injusta, la razón lo juzgue.,, Y como venganza familiar la continúan manteniendo los historiadores del siglo XVIII. CastiIlo escribe: ctCelosos se convocaron tres de los más inmediatos -parientes de Iballa-y se retiraron a una baja ... en donde se declararon su ánimo de vengar la injuria que padecian.~ Y recordemos que para Vie-ra y Clavijo resultaba una contradicción el que los gomeros hubiesen dado muerte violenta a su señor {(por un negocio de pura galantería», pese a practicar la hospitalidad de lecho y hasta la promiscuidad sexual. Nosotros creemos haber encontrado la explicación a esa pa-radoja planteada por Viera con tanta galanura literaria y que algunos historiadores modernos han querido resolver cambian-do la supuesta causa amorosa, recogida por la tradición y 29 Manuscrito ovetense, cap. 24. 30 ANTONIOD E VIANA:A ntigüedades de las Islas Afortunaüas. La con-quista de Tenerife, ed. A. Cioranescu, A. C. T., 1968. Canto 11, versos 952 y siguientes. por la historia, en mero pretexto, coyuntura u ocasión de la visita. Las viejas crónicas, al asegurarnos que dos de los bandos «se tenían por afrentados)) y que los otros dos reprochaban a los primeros el ser ~consentidoresn de una conducta que les denigraba, estaban, segun nuestra opinión, en lo cierto. Pero lo que ocurre es que la causa de la afrenta no tenía el sentido ético que le dio la mentalidad religiosa y caballeresca de la épo-ca, por tratarse de relaciones extramatrimoniales, sino otra to-davía mas grave para la mentalidad indígena, por tratarse de un acto sacrílego y nefasto: el quebrantamiento de un tabú, una iilneraciln de !a ley del incestn, cnmn eupliaremns a cmti-nuación a través del significado de los pactos de colactación y SUS consecuencias. Los PACTOS DE COLACTACI~N El profesor Alvarez Delgado, en su interesante estudio sobre el episodio de Iballa, señala dos trabajos de primer orden so-bre el derecho usual beréber que tratan de los pactos de colac-tación: {(La Kabylie et les coutumes kabyles)), de Hanoteau et Letourneux (1893). Y &e droit coutumier Zernmour», Argel, 1949, de G. Marcy. Y entre las obras complementarias importantes referidas al mismo tema: (tL'Alliance par collactation (Toda) chez les Berbhres de Maroc Central)) (Revue Africaine, 1936), del mismo Marcy. Y «Contribution a l'étude des pactes de pro-tection et d'alliance chez les Berberes du Maroc Central)), de H. Bruno y G. H. Bousquet (Hesperis, 1946). Nosotros vamos a complementar y actualizar dicha bibliografía con la referencia a un trabajo moderno y de síntesis: «Berb&res aux mayes de l'ñistoire)), de Gabriel Camps 31. Los pactos de alianza con ritos de leche, ampliamente di-fundidos en el mundo beréber, presentan las características, resumidas por Alvarez, de ser: a) verbales; b) colectivos (con 31 GABRIEL C m : Berbkres aux marges de i'Histoire, París, 1980, PP. 332-333. 434 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS juramento); c) extinguirse con la muerte de una de las partes. Destacando la religiosidad y vigor del precitado juramento o maldición. En cuanto al rito de leche que le acompaña, reviste diversas modalidades: la prístina u originaria es que las muje-res lactantes de la tribu protectora den el pecho o leche a los protegidos (tada o tata) en el curso de un banquete ceremonial. Pero se conocen diversas modalidades sustitutorias: intercam-bio de dos vasijas de leche que se derraman en el suelo; beber todos en una misma vasija, uno tras otro.. . A juzgar por lo que dicen nuestros cronistas, fue esta $ti-ma modalidad la practicada en la Gomera con Hernán Peraza. Pero cada uno recoge el hecho, tomado sin ninguna duda de lG3 PrUCeSUS UligillaleS, SilL curíipreridei=iú y dgiidoie interpre-taciones diferentes: Marín y Cubas se limita a citar la frase y mencionar el rito de la leche: ((Decían los gomeros por refrán: Ya se quebrd el gánigo de Guahedún, donde todos iban a beber leche)) 32. Abreu Galindo, que latiniza la frase, como dice el doc- Lw r Ar l .V a E Z., c. -u* -m c.a-n-a- 9 -o- el verbo ai finai, ia transcribe: «Ya ei gánico de Guahedún se quebró)), dándonos a continuación una explicación de lo que es un gánigo: ((como cazuela grande en que comen muchos juntos)). Y trata de relacionar ese carácter de ágape colectivo con el acatamiento y sumisión colectiva al señor: ccy porque todos iban a hacer reverencia y acata.miento a Hernan Peraxa, decíun iban a beber leche con él en el gáni-go)) ". Por su parte, Viera y Clavijo busca una relación metafó-rica entre la rotura del gánigo y la muerte de Peraza: «Que así como se quebraban las grandes ollas de barro en sus regocijos a " MAR~YN CUBAS:0 1).c it., copia mecanogrtifica, Universidad de La Laguna. ABREU GALINDO0: p . cit., lib. 11, cap. 28. " VIERA Y CLAVIJO: Op. cit., lib. VIII, cap. 3. NO sabemos de dónde .-A 7 , .--- -1 A-&- WLLU visa CL uaw Ye qüe 16s gumerüs quebraban ia gran oiia cie barro en sus regocijos después de que habían comido y bebido leche alrededor de ella, y si era practica común en otras islas, pero en el área beréber se conservan costumbres similares, según recoge el profesor Ahmed Najah en su libro Le souf des Oasis, Argel, 1970, sobre la fiesta llamada el «Bouharas» en Guemar, donde el 15 de agosto celebran un gran banquete, rompiendo una marmita usada y utilizando otra nueva para simbolizar el Núm. 32 (1986) 435 después de que habían comido y bebido leche alrededor de ellas, de modo que ya nadie las apreciaba, así sucedería de allí adelante ningún isleño iría a rendir la obediencia a Hernan Pe-raza difunto.» Como puede comprobarse, casi todos nuestros historiado-res, salvo Castillo, acaso por no comprenderla o por temor a complicaciones con la Inquisición de su tiempo, como apunta Álvarez Delgado, recogen la frase del gánigo roto y la comentan e interpretan de distinta manera, pero sin omitir el rito de la leche. Sin embargo, influidos por su mentalidad de época, tanto Abreu Galindo como después Viera y Clavijo, tratan de dar al o a N pacto el carácter de puro acatamiento y sumisión política, as- : pecto en el que sigue insistiendo Álvarez Delgado. Pero se trata O de una visión parcial y deformada de este tipo de pactos, que n-- m O tienen un carácter de protección y de alianza, como indica en E E su titulo el trabajo de Bruno y Bousqnet (supra, p. 181, en toda SE el área bereber, y, lo que es más importante, una repercusión - familiar y de parentesco que ha pasado desapercibida en la his- 3 toriografía canaria, según hemos señalado como adelanto en el ; breve espacio de un artículo periodístico publicado en El Db E de Santa Cruz de Tenerife con fecha 31 de marzo de 1985. O En efecto, como dice Bo u r d i e~xe~n~tr,e los beréberes des n E relations socieles ou politiques sont coques selon le modele - a des relations familiales)). Lo mismo debía suceder entre los abo- 2 n rígenes canarios. Y estas alianzas de colactación crean lazos n de parentesco que aunque nos resulten ficticios los contra- 3 O tantes consideran tan reales que los matrimonios quedan prohi-bidos entre sus miembros. Esto es lo que nos explica que los amores de Peraza con Iballa fueran considerados incestuosos entre los indígenas y ello nos da la clave para eritender la acti-tud unánime de reprobación y hostilidad del pueblo gomero a dichs reiaciorles rlue eriier,dian riof&a la coiectivi&d 36, comienzo de un nuevo año (citado por A. CUBILLO(:( LOSg uanches de las Canarias...)), en la revista L'Universo, septiembre-octubre de 1984, t. 1, 1. G. Militar, Florencia). PIERREB OURDIEUSXo:c wlogie de Z'Algerie, P. U. F., p. 74. K. DIT~MERE:tn ologia General, F. C. E., Méjico, p. 78: ((Entre los 436 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 2 1 y la conducta aparentemente ambigua y contradictoria de algu-nos de los protagonistas del episodio, como Hupalupa, cuya acrisolada lealtad política hacia los españoles chocaba con su inquebrantable fidelidad a las sagradas creencias, costumbres y tradiciones de su pueblo. Escribe Gabriel Camps 37: «Ces alliances sont confirmées par de pactes de tata, qui établissent entre les tribus ou les fractions des parenté fictive. Cette parenté est confirmé par des gestes symboliques, en particulier celui de la colactation; ou cours d'un repas de communion est consommé du couscous arrosé de lait de femme, au meme moment les femmes qui aIlaitent échangent, entre les deux groupes, Ieurs nourrisons. Ainsi les hommes deviennent freres et se doivent, comme tels, aide et secours mutuels.)) Los pactos de colactación no son, pues, meros pactos de sumisión y acatamiento político a un se-ñor, como lo interpretaron los castellanos, empezando por Fer-nán Peraza, y lo han seguido considerando nuestros cronistas e historiadores posteriores. Hemos de tener muy en cuenta que los pactantes se transforman en una especie de hermanos (de leche) 'y se deben «ayuda y socorros mutuos)). Y prosigue Camps: «Cette forme d'alliance est percue avec tant de force que la parenté est consideré comme réelle au points que les rnariages sont interdits entre les deux groupes réunis par le pacte sacré de tata.)) Tales palabras no pueden re-sultar más claras para explicarnos la conducta del pueblo go-mero. Nos permite comprender que los dos bandos implicados en el pacto y complicados en los amoríos de Peraza se sintieran «afrentados» y que fuesen motejados co1ectivament.e de mon-sentidores)) por. los otros dos. Y se comprende también la postura y la conducta personal de los principales protagonistas del episodio. Vamos a examinarla sucintamente a la luz de las ideas expuestas. pueblos primitivos.. . si alguien infringe una norma, toda la comunidad se considera culpable y solidaria.. .n 37 GABRIELC AMPS: 01). cit., pp. 332-333. Núm. 32 (1986) FIGURA DE IBALLY ADE LA ¿(VIEJA# O MADRE Iballa se refleja fugazmente en las páginas de nuestras cro-nicas como una bella muchacha indígena, cuyo pasado se des-conoce, que aparece viviendo junto a una ((vieja)),p resurnible-mente su madre, en una famosa cueva del cortijo de Guahedún, escenario de sus furtivos amores y del asesinato de su apuesto y aristocrático galán, las cuales desaparecen en la vorágine de la revuelta subsiguiente, sin dejar huella documental o histó-rica que nos permita conocer con certeza sus destinos. En cuanto al comportamiento de Iballa en el dramático epi- a N sodio del asesinato P ~ T ~ zlaI ,m aynria las fijentps sp h- E clinan por afirmar su lealtad al acosado amante, y lo confirma O n la imprecación recogida en versión bilingüe, indígena y caste- - m O E llana: ((Huye que éstos -mis parientes- van por ti», aunque E 2 dirigida al paje con toda seguridad. Tales palabras, en lengua -E vernácula, suenan auténticas y s61o pudieron ser consignadas en los legajos procesales con clara intención exculpatoria. Pero 3 - no sabemos si doña Beatriz de Bobadilla, «mujer rara» al decir - 0 m E de VieraSB«, que teniendo todas las gracias y debilidades de su O sexo tuvo la crueldad y constancia de un hombre sañudo)), no dirigió contra ella los dardos de su venganza. n -E Pero si e1 sentimiento amoroso, favorecido por esa propen- a 2 sión de la mujer isleña hacia el galán forastero de que nos ha- n bla Agustín Espinosa m, pudo inclinar el corazón de Iballa a pro- n teger la vida de su amenazado amante, también es probable 3 O que en su ({madre))o «vieja» con la que convivía pesaran más las tradiciones y supersticiones de su pueblo y se pusiera de parte de quienes venían dispuestos a terminar con aquella es-pecie de sacrilegio, de acuerdo con la complicidad que le atri-buyen los textos. Descartamos el papel de interesada celestina que le asigna Alvarez Delgado 40. 3a VIERAY CLAVIJOOp:. cit., lib. 11, cap. 23. 39 AGUST~NE SPINOS«AL:a Infantina de Nivaria)), La Prensa, 1 de mayo de 1932. M J. ALVAREZD ELGADOOp:. cit., pp. 102-103. 438 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 23 Poco más conocemos de la biografía de Iballa, rodeada de misterio, sombras y oscuridad. Que tenía madre y parientes, <{todosd e los bandos de Apala y Amigua)) (Marín y Cubas), con unas confusas alusiones a ({nobles y villa nos^^', que unos cro-nistas aplican a las personas o parientes y otros a los bandos, como si se tratara de castas (Castillo). Para Marin y Cubas te-nía la calidad y funciones de las vírgenes harimaguadas de Gran Canaria, extrapolación inaceptable. Resulta evidente que mu-chos historiadores quieren buscar una explicación a la enérgica y unánime reacción indígena por el quebrantamiento de un tabú, con una supuesta ofensa al honor familiar, que sería tan-to más grave cuanto mayor era el rango social de la ofendida, desde el punto de vista de la mentalidad europea. Pero ya la misma etimología del nombre Iballa, que proba-blemente está relacionada con el tuareg ((bella)) o ~Ibella)), aplicado a los esclavos que de hecho vivían libres sin estar manumitidos, según el diccionario del padre Foucauld, confor-me Marcy nos indicó en su día", contradice esta supuesta «nobleza» de la muchacha indígena. Y humilde parece ser la situación real de Iballa, viviendo en las tierras de siembra del señor territorial y trabajando probablemente en dichas tierras, junto con su madre o ((vieja)).T ambién es de destacar que no se le conoce padre, confirmando el carácter matrilineal y la re-sidencia matrilocal de la familia gomera. LA DESGARRADA PERSONALID.4D DE HUPALUPA La trágica y venerable figura de este anciano toparca pre-senta una historiografía llena de contradicciones y lagunas. Tra-dicionalmente leal a los castellanos, en el episodio de Iballa juega un papel equívoco. Respetado por los gomeros, para w i e n ~ge leig 21 parecer dotes udi-qin&criq 19s &yui,e=s 41 Nobles y villanos. Marin y Cubas, supra, nota 28. G. MARCY: «El apóstrofe dirigido por Iballa en lengua guanche a Hernán Perazau, El Museo Canario, 1934, 2, p. 3. FOUCAULDDi:c ciona-rio, p. 57. joven Peraza le obligan a intervenir, primero aconsejándole y luego conjurándose contra él en la llamada Baja del Secreto, pequeño roque emergido frente a Valle Gran Rey, su cabecera de distrito, mas con intención de detenerle e impedir continuara las relaciones con la joven, no de matarle. Pero hasta los mis-mos historiadores que plantean en estos términos la conducta del prudente Hupalupa no llegan a comprender qué resultados perseguía, ya que no parece conducir a nada práctico Sólo el dilema entre su lealtad política y su fidelidad a las sagradas tra-diciones de su pueblo, como ya hemos dicho antes, puede darnos alguna luz sobre su extraño comportamiento. Se alzaba un a muro de incomprensión entre su vieja mentalidad indígena y N E ia del a~mgmtejo ven europeo, nuevo señor de ia isia, que no O le fue posible franquear, pese a su buena feM. Sus palabras n - =m no le sirvieron sino para levantar otra pared, aún más espesa, O E de sospechas, suspicias y distanciamiento con Peraza. Sólo des- E 2 de esta perspectiva nos es posible comprenderle. E = Además, la conjura de la Baja del Secreto está rodeada de 3 enigmas, equívocos y paradojas. Se trata, al decir de los cro- - e- nistas, de una conspiración de tres jerarcas tan secreta que uno m E de los conjurados muere a mano de los otros dos porque mani- O fiesta tibieza y temor en ejecutar lo acordado. Y tan inmediata n a los hechos que a Hupalupa, porque era viejo, no le da tiempo -E a de desplazarse al escenario de los acontecimientos para impe- l dir el asesinato, sino después para lamentarlo, restituir el cadá- n 0 ver a la viuda y morir de pena. Pero el secreto, según algunos, 3 se difunde hasta llegar a oídos de servidores de Peraza, aun O cuando éste hiciera caso omiso45. Por otra parte, a los residen-tes gomeros en Gran Canaria se les implica en el asesinato, U ALVAREZ DELGADOO: p. cit., p. 99. Lo califica de ccproyecto ilógico pero pacifico~). +í Hemos de tener en cuenta la naturaleza inconsciente de los fenó-menos colectivos en Etnología. Y que las razones inconscientes por las cuales se practica una costumbre o se comparte una creencia están muy lejos de aquellas que se invocan para justificarlas)) (LÉvI-STRAUSSA: ntro-pologia estructural, p. 19). 45 «Y de allí fue el secreto muy público.. . y Peraza avisado por un criado.)) 440 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 25 pese a que las comunicaciones a través de esporádicas y aza-rosas travesías de barcos veleros solían tardar semanas. Son una cadena de paradojas y hechos trágicos que sólo tienen una explicación racional si consideramos que Hupalupa se movía, según venimos reiterando, entre la lealtad política a los caste-llanos y la fidelidad a sus leyes y tradiciones indígenas. Y que la trama de Tagaluche o Baja del Secreto fue una anécdota o incidente postrero, dentro de la problemática o malestar gene-ral creado con anterioridad por los amores de Peraza, que se prolongaban, de forma que los residentes en Gran Canaria lo conocían y habían condenado, aunque hubiesen quedado al margen de la secreta y restringida conspiración final. Cabe la posibilidad de que Hupalupa, por su ancianidad y prestigio de agorero 46, además de sus funciones de jefe de Oro-ne, ejerciera un papel arbitral o unificador sobre las otras frac-ciones o tuviese un ascendiente espiritual sobre todos los go-meros, <(a quien los demás reverenciaban y tenían por padre», al decir de Abreu Galindo. No tenemos por qué descartar, in-cluso, que en el pacto de Guahedún actuara o fuera designado como jefe de tada o tata, especialmente encargado de vigilar su estricto cumplimiento. Y que la reunión de Taguluche fuese un consejo o asamblea inter-tribal de los jefes gomeros. En todo caso, su situación es ambigua, agónica, como diría Unamuno, desgarrado por dos lealtades antagónicas. HAUTACUPERYC OHTER OS DETALLES DEL EPISODIO De Ha~ta~uperchyea hemos hablado, como pariente, pro-bablemente primo de Iballa y candidato a marido de la agra-ciada joven. Tuvo, pues, un interés personal y un protagonismo destacado en el asesinato -fue el ejecutor material del mismo-y en los subsiguientes asaltos a la asediada torre. No descar-tamos a priori que su figura pueda equipararse con la de los hombres «mascota» o portadores de baraka. mierrera del mun- 4 V ~ p r an,o ta 36. También Gaspar Frutuoso atribuye al toparca de Valle Gran Rey y a su hija dotes adivinatorias e inclinación por acoger a los forasteros como enviados del cielo. Núm. 32 (1986, 441 do beréber, como sugiere Marcy. Parece que en algo así lleg6 a convertirse durante el curso de los acontecimientos: tuvo la iniciativa en los ataques a la torre y su muerte significó la des-moralización y huida de los naturales hacia las montañas, al Garajonay. Pero en principio su protagonismo en matar a Pe-raza nos parece claro que estuvo inspirado por el resentimiento de verse postergado y relegado en el derecho a esposar a su prima Iballa, conforme hemos señalado y apoyan las palabras de Abreu Galindo. Aunque estamos de acuerdo con Alvarez Delgado de que en el episodio de Iballa no cabe pensar en la hospitalidad y pro-tección en la tienda, morada del amante de una mujer, o pacto de alianza entre amantes, conocido por los beréberes bajo el nombre marroquí de cctaresaltn o (ctidduklan, puesto que a Pe-raza no se le podía considerar después del pacto de Guahedún como un forastero o huésped, sí pudo haber influido este res-peto en el hecho de que ninguno de los atacantes osara allanar la morabai limitandose Hautacuperche a quedarse al acecho en lo alto a la salida de la cueva para clavar en la cerviz del aman-te el dardo mortal. De los restantes personajes, uno o dos acompañantes de Peraza -paje y escudero- en su postrer visita a Iballa, muy desdibujados, nada nuevo tenemos que decir. Y en lo referente al discutido cambio de atuendo de Peraza, intentando disfrazar-se de mujer, lo consideramos irrelevante para nuestro estudio. El pacto de Guahedún, entendido por Peraza y los castella-nos como un acto de sumisión señorial, para los indígenas era una alianza de colactación que convertía al citado Peraza y a los aborígenes que bebieron con él la leche del mismo ganigo en ({hemanos de leche,) parientes del mismo clan. Y ello traía aparejado, en virtud de la regla general de la exogamia que rigen las organizaciones dualistas y del tabú del incesto, que Lévi-Strauss cataloga entre la naturaleza y la cultura por su uni-versalidad, que cualquier relación con mujeres del propio gru- 442 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBAUA 27 po social en que se ingresaba o al que se pertenecía estaban prohibidas, constituían un acto abominable, cuyas nefastas con-secuencias afectaban colectivamente a todos. El no entenderlo así condujo a Hernán Peraza a morir en plena juventud, como el ignorar el exacto sentido del pacto se-ñorial condujo a los gomeros al holocausto, acusados de vasa- 110s desleales y traidores a su señor, al que se suponía habían jurado fidelidad 47. Como dijimos en el artículo que precedió a este trabajo, han tenido que transcurrir cinco siglos para que nos empece-mos a dar cuenta del distinto sentido que el pacto verbal de Guahedún, ratificado con un rito indígena de leche, tuvo para !as partes contratxntes. Y &ñ-adiamms qce m se trztz de E CIYG insólito en la historia, pues recordábamos un interesante estu-dio de don Claudio Sánchez-Albornoz publicado en el Anuario de Historia del Derecho, que leímos en nuestra época de estu-diantes, donde el erudito y ya desaparecido historiador anali-zahc 1% ~~fiti.z&tcriz cond:&u de! régd!~ ilergetass Ifiehi! con respecto a Escipión y los romanos. Y llega a la conclusión de que el pacto concertado por el inquieto jefe indígena con el victorioso general del Imperio lo entendió aquél como un lazo de sumisión personal, conforme a la institución de da devotio)) o «soldurii» ibérica, lo que explica que cuando Escipión se ausentaba de la Península, Indíbil se consideraba libre de todo compromiso y obraba sin el menor acatamiento a ningún otro representante de Roma, pero cada vez que Escipión retornaba a España el jefe ibérico se le sometía automáticamente. Er?tei..dem~s, pües, qUe éste es *;? eapitülo más de mectra historia regional que un estudio comparativo con instituciones del área beréber y un enfoque a la luz de la Etnografía moder na, nos ha permitido desentrañar y esclarecer, disipando con-tradicciones, dudas y leyendas seculares. 47 La respuesta de Vera al obispo, tal como la transcribe Gómez Es-cudero, refleja esta mentalidad: «Respondide que no eran cristianos, sino alevosos hijos de traidores que mataron a su señor.)) fd., el propio rey don Fernando en las Cédulas Reales se hace eco de ello: «Cierta ma-licia contra su señor.»
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Calificación | |
Título y subtítulo | El episodio de Iballa y sus motivaciones |
Autor principal | Pérez Saavedra, Francisco |
Publicación fuente | Anuario de estudios atlánticos |
Numeración | Número 32 |
Sección | Etnografía |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Madrid ; Las Palmas |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 1986 |
Páginas | p. 417-443 |
Materias | Historia ; Siglo 15 ; Fuentes ; La Gomera ; Canarias |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 1585630 Bytes |
Texto | EL EPISODIO DE IBALLA Y SUS MOTIVACIONES POR FRANCISCO mREZ SAAVEDRA El trágico episodio del asesinato de Hernán Peraza por sus vasallos al salir de la cueva donde vivía su amante, la indígena Iballa, se produjo en el alborear hist6rico del archipiélago, año 1488, cuando Gran Canaria acababa de ser incorporada por Pedro de Vera a la corona de Castilla, Tenerife y La Palma aún se mantenían independientes y las restantes islas constituían el señorío de doña Inés Peraza y Diego de Herrera, padres de Hernán, hijo predilecto de su madre, la cual gestionó dos rna-yorazgos y otorgó al joven Peraza la Gomera, todavía semi-independiente, con su estructura social intacta, dividida en cua-tro cantones, dos de ellos muy influidos e inclinados a los por-tugueses, los norteños de Mulagua (Hermigua) y Agana (Valle-hermoso). Otro tradicionalmente leal a los castellanos (Arure- Valle Gran Rey). Y el capitalino de Ipalan (San Sebastián), don-de Diego de Herrera había construido una torre, baluarte de-fensivo del rnzjoi. rüei-to & la isla Y resi&iicia escugi& pGr & nuevo señor de la misma cuando se estableció en ella de forma definitiva. La fecha en que se produjo el asesinato, cuatro años antes del descubrimiento de América, y la participación que en el cas-tigo subsiguiente tuvo el gobernador Pedro de Vera, desplazado a la Gomera en ayuda de doña Beatriz, esposa del asesinado, Núm. 32 (1986) 417 acompañado de unos 400 conquistadores grancanarios, motivó que dichos sucesos fueran reflejados en todas las crónicas que relatan la ocupación de esta primera isla realenga por fuerzas de los Reyes Católicos, tras el pacto regio con los señores del archipiélago, a quienes se les respetó su posesión y derechos a las cuatro islas menores ya ocupadas. Además, la abundante documentación a que dio lugar los crueles procesos que el precitado Vera y doña Beatriz manda-ron instruir con participación de escribano publico para legi-timar la represión, así como la larga secuela de reclamaciones, rescates y devoluciones de precios que el obispo de Canaria, a N fray Miguel de la Serna, promovid contra la venta y cautividad E de los indígenas gomeros, ((cristianos y libres)), según la Iglesia O n - argumentaba, hechas por el gobernador Vera y la viuda de Her- =m O E nán Peraza, ha permitido a nuestros historiadores disponer de E 2 abundantes fuentes documentales, de las que parte se han sal- =E vado y se conservan en los archivos de la Península, como el 3 de Simancas, y han sido utilizadas y publicadas por Wolfel y - - otros modernos investigadores. Los relativos al proceso o ins- 0m E trucción mandados a incoar por Pedro de Vera y doña Beatriz, O que no debieron salir del archipiélago, han tenido menos suer-n te, pero fueron conocidos por nuestros cronistas más antiguos, -E próximos a los hechos, a juzgar por los datos, incluso de frases a 2 indígenas, que aportan a sus relatos. n 0 De una manera muy sucinta podemos clasificar estas fuentes: 3 Primeras crónicas: Crónica Anónima de la Conquista de O Gran Canaria, en sus versiones: manuscrito ovetense, lacunen-se, matritense y Francisco López de Ulloa. Crónicas del siglo XVII: Abreu Galindo, Gómez Escudero y ?vGirh y CUUau. Síntesis históricas del siglo XVIII: Pedro Agustín del Castillo y Viera y Clavijo. Monografías del siglo xx: Wolfel, Marcy y Alvarez Delgado. Pero a pesar de la abundancia de fuentes y de la superabun-dancia de documentos de archivo -Wolfel aporta nada menos que 120 en su estudio sobre ((Los gomeros vendidos por Pedro 418 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 3 de Vera.. .H '- no sólo se presentan lagunas históricas, como el silencio sobre el destino final de Iballa, sino que se interpro tan los hechos con una mentalidad europea de la época, no acorde con el pensamiento del pueblo gomero, a la luz de los conocimientos etnográficos modernos. Wolfel, en el trabajo precitado, nos expone con toda clari-dad su postura y métodos: «La historia literaria -nos dice-ya está escrita con una perfección que nadie superará: la in-mortal obra de Viera y Clavija...)) Y añade más adelante que ahora lo que se necesitaba era ((mucha crítica de fuentes, mu-cha documentación y ninguna literatura)). Wolfel, que era etnólogo además de lingüista, captó la orga-nización dualista de la Gomera, pero no supo profundizar en las motivaciones del episodio de Iballa, porque le faltó análi-sis, visión interpretativa de la existencia del pacto de colacta-ción que las palabras sobre la ruptura del gánigo de Guahedún estaban indicando. El doctor Alvarez Delgado, en un extenso y documentado trabajo que publicó bajo el titulo de «El episo-dio de Iballa~e n este mismo ANUARIO', se extraña de que ni el erudito investigador vienés ni el berberólogo Marcy, que tam-bién dedicó un estudio monográfico tratando de interpretar la imprecación de Iballa, hubieran deducido de la enigmática fra-se ((ya se quebró el gánigo de Guahedunn la existencia de un pacto de colactación, con ritual de leche, análogo al que acom-pañan a muchas ctalliances de colactatiom entre las tribus beréberes 3. Sin embargo, el doctor Alvarez, que también es un eminente lingüista, pero no etnólogo, aunque se percató acer-tadamente de la existencia de dicho pacto, no supo entender la organización dualista de la Gomera, como demuestra cuando escribe que no comprende bien lo que quiso decir Wolfel al afirmar que los cantones gomeros eran (tfratrias = castas ma-l DOMINIJKO SEFW o m : «Los gomeros vendidos por Pedro de Vera y doña Beatriz de Bobadilla)), El Museo Canario, afio 1, núm. 1, 1933. JUANA LVAREZD ELGAD«OE: l episodio de Iballa)), ANUARIDOE ESTUDIOS ATLríNTIcos, núm. 5, 1959, pp. 255 a 374. En lo sucesivo citaremos por la página correspondiente al trabajo. IbZd., p. 81. Num. 32 (1986) 419 trimoniales)) < Y antes habia calificado de imaginario el dato revelador de una organización dualista dado por Gómez Escu-dero, al decir que los cuatro bandos de la isla «se aunaban de dos en dos en fiestas y alianzas». Por ello no supo penetrar en el sentido de dicho pacto desde el lado indígena, que no era el de mera ~tsurnisióny lealtad a Perazan, como escribe en la pá-gina 25, sino el de ({hermanamienton o vinculación parental, se-gún tendremos ocasión de comprobar más adelante. Y menos pudo penetrar en las verdaderas causas del malestar de los go-meros por los amores de Peraza con Iballa, como quebranta-miento del tabú del incesto y del doble sentido que dicho pacto a twm puru cudu l ~ n ad e 11s pzrtes ~i n t r a t z~t ecs ,o r ~cp e nm N proponemos demostrar en el presente estudio. O n-- m O E ORGANIZACDUIA~LNIS TA DE LA GOMERA S E Que la Gomera tuvo una organización dualista con inter- 3 cambio restrictivo, compuesta de cuatro grupos o demarcacio- O-m nes que se relacionaban de dos en dos en comnubio, como E fratrias matriarcales, lo vio perfectamente Wolfel y está amplia- O mente documentado en nuestras crónicas. Lo expresa con toda n claridad Gómez Escudero cuando escribe: «havía entre ellos -E r l quatro vandos ... i éstos cada dos de ellos se aunaban en fiestas o regocijos o en sus juntas)). Aunque al doctor Alvarez, por in-comprensión etnográfica, le resulte falso 5. Una organización dualista, según nos explica la etnografía moderna -ver por todos Claude Lévi-Strauss, Les structures élémentaires de Ea parenté, cap. VI-, define un sistema en que los miembros de la comunidad -tribu o aldea- se reparten en dos divisiones, las cuales mantienen entre sí relaciones corn-plejas que van desde la hostilidad declarada hasta una intimi-dad muy estrecha y donde, en general, se encuentran asociadas diversas formas de rivalidad y cooperación. «A menudo estas mitades son exogámicas.)) Y añade más adelante: «La descen- Ibid., p. 65. Ibid., p. 61. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 5 dencia es, por lo general, matrilineal.)) ((Estos vínculos se ex-presan con frecuencia en forma de juegos rituales "que tradu-cen bien la doble actitud de rivalidad y solidaridad que consti-tuyen el rasgo más notable de las relaciones entre mitades: así las carreras deportivas del N.W. brasileño y el juego de pe-lota.. . en Australia".)) En cuanto a su distribución, nos dice Lévi-Strauss 6: «No se presenta en todos los pueblos, pero se le encuentra en todas las partes del mundo y en general asociadas con los niveles cultu-rales más primitivos.)) ((Esta distribución sugiere menos una organización única que un carácter funcional propio de las cul-turas arcaicas)), pues para Lévi-Strauss las organizaciones dua-listas son producto del principio de reciprocidad. Y añade mas adelante ': «La organización dualista no es en primer lugar una institución, ante todo es un principio de organización, suscepti-ble de recibir aplicaciones muy diversas. En ciertos casos el principio se aplica sólo a las competiciones deportivas; en otros se extiende a la vida política. Y en otros abarca incluso la vida religiosa y ceremonial. Por fin, puede extenderse al sistema de matrimonio.), Antes se había planteado dónde comienza y dónde termina las organizaciones dualistas, señalándonos las diferencias en-tre ccclanes)) y ((mitades)).A mbos tienen de común el hecho de que la filiación es siempre unilateral y son unidades exogámicas. Pero se distinguen en que la exogamia del clan resulta una re-gla puramente negativa: prohibe los matrimonios con mujeres pertenecientes al propio clan, pero permite los enlaces con las pertenecientes a varios o a cualquier otro, siempre que I ~ G sea el propio .En cambio, la clase matrimonial prescribe, de for-ma positiva, que los hombres del grupo o de la clase A se casen con mujeres de la clase B y viceversa '. Esta última parece ser la organización imperante en la Gomera al ser incorporada, tal como reflejan las plí.gin-s nu~r;t.r-s crdnicis. - CLAUDEL ÉvI-SRAUSS: Las estructuras elementales del parentesco, Bue-nos Aires, 1966. Ibid., p. 116. Ibid., p. 113. Núm. 32 (1986) Así, dice Gómez Escudero O, después de hablarnos de los ((quatro vandos» y decirnos que sus nombres eran ((Agana, Arone, Pala y Arnulagan: {(Destos últimos -Pala y Amuiaga-i su linaje avía una hermosa gomera.)) Parece, pues, que el linaje de Iballa se repartía entre los bandos de Ipalan y Mu-lagua, prueba evidente de que ambos se aunaban en matrimo-nio, como lo hacían {ten sus fiestas y regocijos y juntas)), con exclusión de los otros dos, Agana y Orone, que lo practicaban entre si. En el mismo sentido el ovetense: ((destos dos postre-ros bandos y linajes avía una hermosa gomera que IIamaban Yballan. Y tambiBn el matrintense, con la diferencia de susti-tuir la cita a Iballa por ((unas gomerasn. a N E =m LAS SUPUESTAS MOTIVACIONES MORALES O E E 2 El asesinato de Peraza ha sido presentado por la pluma de nuestros cronistas más antiguos como un melodrama de amo- = res prohibidos y venganza de los naturales por el honor man- e-cillado, sin que falten 10s comentarios morales y las disquisi- m E ciones relativas a la seducción femenina. O Así, el manuscrito ovetense dice de forma literal: «y como n E la hermosura de la mujer es cosa en que caen los más querdos - a y avisados y aún los muy grandes sabios, el dicho -Peraza- n n no se pudo abstener ni yrse tanto de la mano que no fuese sen- o tido de aquellos a quien por sangre tocaba aquella buena se- =o ñora, los cuales hicieron el caso de onra)) lo. En parecidos términos el matritense 11: ((Corno la hennosu-ra de las mujeres es lazo en que caen y han caído grandes sa-bios, él no se pudo abstener tanto que no cayese y fue sentido de aquellos a quienes tocaba y ordenaron de lo matar.)) - - @ PEDROG ~MEZE SCUDERHOi:st oria de la conquista de la Gran Cana-ria, edición de Gáldar, 1936, cap. 17. lo Manuscrito ovetense en Canaria. Crónicas de la conquista, edición Morales Padrón, cap. XXIV. l1 Manuscrito matritente, misma edición, cap. XXVII. 422 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 7 Y Francisco López de Ul10a'~: ({Que a sabiendas de todos la hubiese gozado teniéndola por amiga y así dieron entre ellos modos de tomar satisfacción del agravio y de restaurar su honra y opinión, que perdieron con la afrenta recibida y por ello acordaron de matarle.), Pero este concepto severo de la moral sexual y esta suscep-tibilidad puntillosa de la honra no se corresponde con la cos-tumbre de la hospitalidad de lecho que cronistas anteriores, como Gomes Eanes dYAzurara, afirman era practicada por este pueblo, lo que implica un laxo criterio o desinterés por la pa-ternidad, junto con la filiación uterina y la ley del sobrinazgo, en que heredaban los sobrinos, hijos de hermanas, afirmando ~ l m r n n c onmn T ~ i c i n dn Rcirrnc 11 nvicfnnoin rln i r n 9 nrnrnicoiii- L Y L ~ U . A W U , V W I A * " " Y U I A UU Y U I A W d , A", ~ I I . U Y V . A V . U UU -.U y A V I I I I U V U I dad sexual generalizada en la isla. Es por ello, quizá, que algunos cronistas posteriores, mejor documentados respecto a la situación general de la isla, como el franciscano fray Juan de Abreu Galindo, introduzca moti-vaciones políticas, junto a las galantes, como causa determi-nante de1 asesinato. Dice el padre Abreu 13: {(Pasados algunos días, Hernán Peraza se avenía mal con sus vasallos, tratindo-les con rigor y aspereza, deseándoles amigos y enemigos todo mal. No contento con lo que en casa tenia, trató de amores con una joven gomera hermosa que vivía en unas cuevas.)) Favorece esta hipótesis el hecho de que la Gomera p k a - neciera semi-independiente, que los portugueses también ha-bían penetrado e influido desde antiguo en alguno de sus va-lles 14, y que en la isla repercutió la pugna sucesoria al trono l2 FRANCISCMOP EZDE ULLOAc,a p. 24, misma edición. l3 Fray JUAND E ABREU GALINDOH:is toria ..., lib. 11, cap. 28. l4 De los contactos portugueses con la isla de la Gomera tenemos múl-tiples y dispersas referencias. Gornes Eanes d'Azurara, Chronica do des-cubrimento e conquista de Guiné, cap. 68, nos habla de los jefes gomeros Bruco y Piste, relacionados con don Enrique el Navegante. Abreu Galin- Núm. 32 (1986) 423 de Castilla, con Portugal apoyando a doña Juana la Beltraneja, al propio tiempo que Hernán Peraza el Joven y el preferido de doña Inés, su madre, fuese el primer señor que se establecía con carácter permanente en su territorio y luchó por el control total y definitivo del mismo. De acuerdo con los datos y documentos más fidedignos, el decenio que Hernán Peraza gobernó la Gomera podemos sin-tetizarlo así: 1477-1484. Sexenio en que gobernó la isla por delegación de su madre, doña Inés. Durante el mismo: 1477. Lucha por someter el cantón de Mulagua (Hermi-a gua), aliado tradicional de los portugueses, cautivando a su E jefe, Fernando (Reales Cédulas de 18 de octubre de 1477 y 6 de O febrero de 1478). E-- 1478. Según Abreu Galindo 15, cuando Juan Rejón decapit6 E a Pedro de Algaba, ejecución que fecha en mayo de 1480, pero ocurrió en 1479, conforme ha probado don Leopoldo de la 1 Rnsa, desterr6 al dean Bemúdez en un navío, con el artero de-signio de que arrivase a la Gomera por zona en rebeldía contra - Hernán Peraza. 0 m E 1479. Tratado Alcacove-Toledo que puso fin a la guerra su-cesoria a la Corona de Castilla y a la intervencidn de Portugal n en la isla. -E 1484-1488. Cuatrienio en que Hernán Peraza gobernó la isla de la Gomera como señor titular de la misma, residiendo d n n en ella de forma estable y tratando de consolidar su dominio E y ejercer sus derechos y prerrogativas como señor territorial. 3 O Es pres~;.r..ib!em z c ~ )mi emd~es e ste perinrte c~rnrios e ve-rificó el pacto de Guahedún, que se rompe y finaliza con su muerte. do, en el libro 1, cap. 16 de su Historia de la conquista de Eas siete islas Canarias, menciona entre los cristianos venidos a la Gomera antes de Juan de Bethenmurt un don Fernando Orimel, que se había pasado a servir al rey de Portugal, y al gallego don Fernando de Castro, que otros consideran también portugués o al servicio de dicho país. Torriani, en el capitulo LX de su Descripcidn de las islas Canarias, hace un solo perso-naje de don Fernando Ormel de Castro.. . '5 ABREU GALINDOO:p .c it., lib. 11, cap. 15. 424 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 9 El episodio. de Iballa se enrnarca, pues, en un período po-lítico turbulento, de rivalidad castellano-portuguesa, en que la isla no había sido conquistada por las armas, sino penetrada e influida por ambas potencias rivales que se disputaban su dominio a través del señorío de ¡os Peraza. Y lo culmina Pedro de Vera, al castigar con una represión feroz y aniquiladora el asesinato del joven señor a manos de sus díscolos vasallos. Ello, unido a lo contradictorio que resulta este supuesto sentimiento del honor y de la moral en un pueblo tan primi-tivo, lo que compendia Viera y Clavija en unos elegantes párrafos, llenos de antítesis, del más puro estilo barroco, los cuales comienzan con la exclamación: <(¡Qué costumbres tan co~tra&ictofias!» terr;;inafi: 3 1 q~ue ~se@ fi e! citado auter -Juan de Barros- tenían las mujeres comunes y que no obs-tante dieron muerte violenta a su señor por un negocio de pura galantería)), ha inclinado a los tratadistas modernos a susten-tar la opinión de que las verdaderas causas del asesinato fue-r" n politicas, del nialestar y descuriteiitu yUe pr~&jo en la Gomera la supuesta conducta despótica y cruel del joven Peraza, aunque la ocasión o pretexto lo proporcionara sus pú-blicos y escandolosos amores con la bella indígena que moraba junto a sus tierras de siembra. Es lo que parece opinar Wolfel cuando escribe: {{Y con sus amores con la indígena Iballa dio más ocasión que razón a la venganza de sus vasallos» 17. De la misma opinión parece ser don Juan Alvares Delgado la: ((El asesinato de Peraza no es una venganza familiar por los amo-res de Iballa, como apunta Castillo, trasladando a la Gomera ei concepto dei honor casteiiano dei sigio XVII, sino una con-jura y sublevación política.. . fundada en los malos tratos.)) «Y aprovechar la visita a la cueva ... es sólo la coyuntura y opor-tunidad. N l6 D. JosÉ VIERA Y CLAVIJO: Noticias de Ea Historia General de las islas Canarias, Goya Ediciones, 1967, lib. XI, cap. 1. l7 D. J. WOLFEL: «LOS gomeros ..., cit., p. 12. la JUANA LVAREZD ELGADO01: ).c it., p. 80. A nosotros nos resultaron siempre las supuestas inotivacio-nes políticas insuficientes y poco satisfactorias, dada la unani-midad y la violencia de la reacción del pueblo gomero. Las lu-chas políticas crean antagonismos, parcialidades. Se cuentan con partidarios y adversarios. Hay enemigos y leales. En la reacción que provocó en el pueblo gomero los amores de Pe-raza con Iballa encontramos una rara unanimidad: todos le son hostiles, {{deseándoles amigos y enemigos todo mal)), en pa- a N labras de Abreu Galindo. Hasta Hupalupa, el leal régulo de E ci.ciie, aconseja, le e iíiCi-uo COrifa'D-uia O n él, alterando una conducta de probada lealtad y amistad hacia los castellanos. Por eso en la primera edición de mi libro sobre EE La mujer en la Sociedad Indigenu de CanarZas Ig yo pensé en SE una explicación estructural. Dado que la Gomera estaba divi- = dida en cuatro cantones que se unían ae dos en dos como ira- > - trias matriarcales, en frase de Wolfel, era lógico suponer que em-si Iballa pertenecía al clan de Ipalan estaba destinada a un E O hombre de Hermigua, o viceversa, en virtud de la ley de la exogamia. Y más concretamente a un primo cruzado, como ma- n E trimonio preferencial. Los datos históricos recogidos por nues- - a tras crónicas apuntan hacia Hautacuperche como ese probable cónyuge en potencia. Y Peraza se le había interpuesto usurpán- 0 dole un derecho y perturbando una organización tradicional O3 consagrada. Por eso nosotros escribimos entonces que sólo un quebranto grave de las reglas sociales de esta naturaleza era capaz de movilizar y comprometer a tanta gente. Y que el jo-ven matador de Peraza debió sentirse mas perjudicado que ofen-dido, en el sentido moral del término. Es lo que parece decirnos Abreu Galindo cuando escribe que Hautacuperche trestaba sen-lB La mujer en la sociedad indigena de Canarias, p. 99 y nota 274 (l.' &J. 20 Algunos cronistas dicen que es ((pariente de la moza)). Otros, como Marín y Cubas y P. A. del Castillo, ({primo hermano de Iballan. 426 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 11 tido de Hernán Peraza y deseaba se ofreciera ocasión de ven-garse)) 21. Pero fue más tarde, al estudiar la naturaleza de los pactos de colactación y del ({herrnanamiento)) que producen, para de-cirlo con una expresión gráfica y comprensible para todos, cuando nos dimos cuenta del profundo motivo de escándalo que había provocado en el pueblo gomero estos amoríos para ellos incestuosos de Peraza. Aunque el hondo abismo de incompren-sión entre la mentalidad señorial y renacentista de los caste-liarLus del nv Y la del pUebio gui-ÍlerUq, - ~ eY ivia e~ la pre-historia, no les permitiera entenderse. Para un señor territorial europeo sostener relaciones extra-matrimoniales con una mujer vasalla, y además indígena, debía resultar un acto normal lícito y hasta una prueba de estirna-ción y aprecio a una persona de clase inferior. Mientras que la tradición gomera prehispánica, generosa y abierta respecto al forastero, al cual podía ofrecer mujer y lecho, era exigente y estricta con sus propios miembros, a quienes no podía permi-tir, en virtud de la regla cuasi universal de la exogamia que rigen las organizaciones dualistas y del tabú que condena el incesto, mantener relaciones sexuales con mujeres de su propio clan o clase matrimonial. Si Hernán Peraza, como parece expresarnos con toda cla-ridad la frase del gánigo roto, voceada por los gomeros en sus montañas a raíz del asesinato de su señor, había sellado un pacto de alianza con sus vasallos ratificado con el rito cuasi sagrado de beber leche con ellos en el mismo gánigo o vasija de barro, tal como se practica en el mundo beréber, se había trans-formado a los ojos de los indígenas en un miembro de su mismo grupo social, en una especie de hermano de leche, repetimos, con el cual anudaron lazos de solidaridad y protección, pero el 21 ABREIJ GALINDOO: p. cit., iib. 11, cap. 28. Es el único testimonio his-tórico de un sentimiento individual y personal en un gomero por estos amores, ya que en los demás fue un sentimiento tribal y colectivo. Núm. 32 (1986j 427 cual debía respetar sus mujeres, reservadas a los forasteros o a los hombres del grupo opuesto, con quienes las intercam-biaban. Si compartimos este punto de vista nos explicaremos mucho mejor la actitud y la conducta de los gomeros y nos resultarán mucho más comprensibles algunos detalles y datos recogidos por nuestros viejos cronistas seguramente de esas primitivas e inapreciables fuentes de información hoy desaparecidas, que fueron las declaraciones de los encartados en los procesos abier-tos por Pedro de Vera y doña Beatriz de Bobadilla. Que existieron razones políticas de desacuerdo entre el nue-vo señor de la isla y parte de sus vasallos resulta evidente y podemos fundamentarlo no sólo en la rivaIidad castellano-purtügwsa de todos conocida, sim tsmbié:: m !U mismu irifru-estructura económica de la Gomera recién ocupada, sobre la que se asentó el régimen señorial. La Gomera es una isla pequeña, fragosa, potencialmente rica porque disponía de agua y de bosques en abundancia, pero con una economía indígena atrasada y pobre, neolítica, basada en una ganadería menor de escasa rentabilidad. La llamada To-rre del Conde en la playa de San Sebastián no sólo debió servir a los Peraza de baluarte y bastión defensivo, sino de almacén y oficina recaudatoria de las exportaciones e importaciones in-sulares. Pero mientras los valles del norte, Hermigua y Valleherrno-so, sostienen relaciones comerciales directas con las naves por-tuguesas, Hernán Peraza se siente defraudado, lo mismo que la Corona. Esto se refleja en la Real Cédula de 26 de mayo de 1478, que dice textualmente: «Sepades que Fernand Peraca, cuya es la ysla Jumera, me fiso rrelación que algunos vesinos de la di-cha ysola /'sic) salvo los que se dicen del vando de Oron que siempre fueron leales e miraron e miran lo que a mi servicio e bien de mis mentas cumple: con poco temor se han sustraydo 428 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 13 e quieren sustraer del señorio.. . que le non quyeren acudir con las rrentas e derechos a él pertenecientes e que para se favo-recer e ayudar contra él han procurado e procuran favores de1 adversario de Portugal e que han traydo y trahen e acogido e acogen ay en la dicha ysla algunos portugueses e sus navíos e mercaderías. . . N 22. Esta situación debió cambiar a partir del año 1479, en que se firmó el tratado de Alcacova-Toledo, poniendo fin a la gue-rra de sucesión a la Corona de Castilla y a la intervención por-tuguesa en la isla. Sin embargo, la resistencia de los bandos no afectos a los castellanos al pago de tributos debió prolon-garse, según se infiere de la Real Cédula de 31 de agosto de 1484, que es una snhrecirti reforzsindn ntru opmqiie 10s gcmeres no quieren obedecerla y se habían puesto contra Hernan Peraza)). Fue a partir de dicha fecha, en el cuatrienio final de la vida de Hernán Peraza, que debió producirse el citado pacto de co-lactación. También debió comenzar entonces el cultivo cerea-lirts? de! cmtijo de Guuhedúa. Prcbub!emente Iba!!a y sil ma-dre habitaban allí en calidad de aparceras o cultivadoras de la tierra. Téngase en cuenta que entre los indígenas canarios la actividad fundamental de los hombres era el pastoreo. La siem-bra y recolección de granos estaba en manos de mujeres, a las que se atribuían mágicas virtudes de fertilidad y fecundidad. Sería interesante conocer con detalle las bases económicas del señorío en dicho período antes de que el cultivo de la caña y la instalacion de los ingenios azucareros proporcionaran una efímera pero brillante prosperidad a la familia condal. Pero e;; !ir;eas goiieraks pudeirios aceptar curi 'Nuifei que Hernán Peraza sólo poseyó «la orchilla, un tributo sobre los ganados y el dominio del puerto y de la torre)), recursos sin duda insu-ficientes para sus necesidades y rango señorial. Por eso nece-sitó siempre complementar sus parvos ingresos con otra fuente ~i85 lucrativa y abuñaanie: ia venta ae «ganado ñumano),. Mientras sostuvo luchas por someter a vasallos insumisos, par- 22 La Real Cédula de 26 de mayo de 1478 figura publicada por Wolfel en la parte documental de «La Curia Romana y la Corona de España en la defensa de los aborígenes canarias)), revista Anthropos, 1930, p. 1060 y ss. Núm. 32 (1986) 429 tidarios de Portugal, tuvo una cierta legitimación para hacerlo. En este comportamiento no difiere de sus predecesores, ni de los capitanes de la conquista que le fueron contemporáneos: Pedro de Vera y Alonso de Lugo. Y su consorte, doña Beatriz de Bobadilla, continuará su ejemplo, aunque todos toparon con la oposición frontal de la Iglesia. Hay documentos aportados por Wolfelu que nos acreditan de forma indirecta algunas de estas fuentes de recursos. La Real Cédula de 27 de septiembre de 1491 confirma que doña Beatriz adiz que dio mil castellanos de oro al dicho Pedro de Vera e más de 400 qq. de orchilla que valían otros mil castellanos». 2 Y la de 5 de diciembre de 1493 nos informa que la misma doña ne&rk pgo 2 !u I,a!&r. de Can-rrla {{pr &do trigo z' rehada 2 que avía tomado de los diezmos... con cuatro mochachos e dos u-- motas gomeras)). 0" También podemos obtener algunos datos informativos de I i los recursos de la Gomera en este período a través de los abas- - teci.;llient=s qüe recibier~n1 2s nuies & VdGr i sus e s c ~ 2! ~ 2 B la isla: carne, agua y leña, en el primer viaje. Algunos animales o-- vivos: ocho puercos, gallinas y simientes de naranjas, limones, m cidras, melones y varias hortalizas, además de la carne, agua U y leña, en el segundo 24. d u Sería interesante un estudio completo, cuantificado y esta- 1 C dístico de la economía gomera y de los recursos señoriales en A estos primeros tiempos: quintos, almojarifazgo, derechos de 1 anclaje, orchilla, montes y aguas. Pero a los efectos de nuestro f estudio nos bastan los datos apuntados. Q Dentro del ambiente turbulento y difícil que le tocó vivir, al-gunos historiadores han cargado ias tintas negativas sobre iá personalidad del joven Hernán Peraza hasta llegar a aplicarle W O ~ L«L:O S gomeros... u, cit. Real Cédula de 27 de septiembre de 1491 (doc. núm. 1061, p. 63. 24 A. CIORANESCUC:o lón y Canarias, A. C. T.,1 978, pp. 68 y 86. 430 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 15 el epíteto de (te1 Malo)). El juicio de Wolfel es representativo: {(Hombre sin conciencia, soberbio y brutal, Hernán Peraza no hizo nada para apaciguar el odio tan merecido de sus súbditos gomeros, y con el amor con la indígena Iballa dio más ocasión que razón a la venganza de sus vasallos)) 25. Sin embargo, un examen más objetivo y desapasionado de su conducta, de su época y de las circunstancias que le tocaron vivir no parece avalar un juicio tan negativo. Desde luego, como vástago de una familia señorial española del siglo xv su figura resulta menos insidiosa y negativa que la de su hermano primogénito, don Pedro «el Desheredado)). Y la preferencia que sentía y demostr6 por él su madre, doña irleS, prece de ia ar'oitrarie&ad y del capricho. Los mismos historiadores que, como Abreu Galindo, comparten esa opinión negativa de que «Hernán Peraza se avenía mal con sus vasallos tratándolos con rigor y aspereza»26 le reconocen al mismo tiempo virtudes esenciales para un hombre de su posi-ción y de su época: «Era Hernán Peraza valiente, animoso y atrevido.» Antes, al hablar del primer socorro prestado por Pedro de Vera contra los gomeros, nos dejó escrito que «Vera los prendió e hizo justicia ejemplar en algunos de ellos y Her-nán Peraza rogd por algunos de ellos, a los cuales perdonó.)) Por consiguiente no parece tan sin conciencia, soberbio y bru-tal como le califica Wolfel. Además, en el incidente que costó la vida a Juan Rejón, sea cualquiera la intención de éste al desembarcar en Hermigua, no escatimó sus protestas de ino-cencia, rindió honores póstumos al cadáver, trató con la má-xima consideración a la viuda y contó con la lealtad incondi-cional de sus hombres, lo mismo que cuando participó con un contingente de sus vasallos en la conquista de Gran Canaria. Consideramos que a este juicio tan negativo sobre la perso-nalidad y conducta de Hernán Peraza ha contribuido el pre-juicio ético de considerar sus relaciones amorosas con Iballa, estando casado, como un grave pecado de lujuria, un desenfre- 25 WOLFEL: «LOS gomeros ... n, cit., p. 12. ABREU GALINDOO: p. cit., lib. 11, cap. 18. Nzim. 32 (1986) no, una arbitrariedad y despotismo de un señor semi-feudal, mancillando las virtudes y la honestidad de una débil mujer y ultrajando el honor de una familia humilde, óptica totalmente europea y casi monacal. Y sobre todo el cargar sobre la víctima la responsabilidad de los excesos que la represión por su muer-te produjo. Significativo de esto último resulta la tradición con-servada en la Gomera y manifestada al doctor Alvarez Delgado por un leñador de Enchereda el año 1934 27 de que «tres capi-tanes mataron al conde por mandar gomeros a la jorcan, con-fundiendo la causa con el efecto, pues los ajusticiamientos en el después conocido como ((Llano de la Horca» fueron conse-cuencia y no la causa del asesinato. Para acentuar la gravedad de la «ofensa al honorn inferida a Iballa y a toda su familia, algunos cronistas, jugando con el equívoco de la nobleza de los bandos o dentro de ellos", la hacen de sangre noble e incluso en nuestra época la leyenda popular la ha elevado al rango de «princesa», conforme refleja nuestro nomenril-ítm urbano {barrios y calles con el nombre de «Princesa Iballan). Pero estas leyendas están en contradicción con los datos históricos que poseemos y hasta con la misma etimología del nombre, según tendremos ocasión de exponer más adelante. 27 JUANAL VAREZD ELGADOOp: . cit., p. 78. 3 28 En la crónica de Gómez Escudero, cap. XVII, se hace una alusión O a clases sociales en la Gomera con las siguientes palabras: ((En esta isIa de la Gomera desde el tiempo que se conquistó, había en ella cuatro ban-dos, en que se diferenciaban nobles y villanos.» El poeta Viana, según transcribimos en el texto i n f r a , nota 30-, menciona a ({algunos bandos de gomeros nobles ... n. Marín y Cubas intercala una confusa referencia en que parece aludir a bandos nobles y otros plebeyos (castas): «Tenía -1balla- madre y pa-rientes, todos de los dos bandos de Apala y Annigua, opuestos a los otros dos, Agana y Orone, entre nobles y villanos.» Por su parte, Castillo, en su Descripcidn histdrico-geográfica de las islas de Canarias, también persiste en la misma apreciación: «Y siendo este sitio -4uahedún- de uno de los cuatro bandos en que la isla es-taba dividida desde su antigüedad, por la distincidn de nobles y plebeyos.* 432 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBAUA 17 LOSA MORES DE IBALLAO,C ASIÓN Y CAUSA PRINCIPAL DEL ASESINATO DE HERNÁN PERAZA Sin embargo, la insistencia de nuestras viejas crónicas en señalar. los amoríos extramatrimoniales de Peraza con Iballa como causa principal y última de su asesinato pudo tener una razón y un alcance que quienes lo recogieron y divulgaron no llegaron a comprender en profundidad. Ya hemos visto cómo todas las fuentes antiguas coinciden en que la muerte de Peraza tuvo un motivo claro y concreto: reparar el honor familiar herido. Pero el manuscrito ovetense añade que la supuesta afrenta fue sentida colectivamente por dos bandos 29: Pala y Amulaga me tenían por afrentados entre los demás bandos)). Y los otros acusaban a éstos de ({cansen-tidores)). De esta versión vindicativa del honor tribal se hace eco el poeta Viana 30: (tAlgunos bandos de gomeros nobles / gente atre-vida, osada y resoluta / y en los puntos de honor poco sufrida / a su señor el conde dieron muerte / justa o injusta, la razón lo juzgue.,, Y como venganza familiar la continúan manteniendo los historiadores del siglo XVIII. CastiIlo escribe: ctCelosos se convocaron tres de los más inmediatos -parientes de Iballa-y se retiraron a una baja ... en donde se declararon su ánimo de vengar la injuria que padecian.~ Y recordemos que para Vie-ra y Clavijo resultaba una contradicción el que los gomeros hubiesen dado muerte violenta a su señor {(por un negocio de pura galantería», pese a practicar la hospitalidad de lecho y hasta la promiscuidad sexual. Nosotros creemos haber encontrado la explicación a esa pa-radoja planteada por Viera con tanta galanura literaria y que algunos historiadores modernos han querido resolver cambian-do la supuesta causa amorosa, recogida por la tradición y 29 Manuscrito ovetense, cap. 24. 30 ANTONIOD E VIANA:A ntigüedades de las Islas Afortunaüas. La con-quista de Tenerife, ed. A. Cioranescu, A. C. T., 1968. Canto 11, versos 952 y siguientes. por la historia, en mero pretexto, coyuntura u ocasión de la visita. Las viejas crónicas, al asegurarnos que dos de los bandos «se tenían por afrentados)) y que los otros dos reprochaban a los primeros el ser ~consentidoresn de una conducta que les denigraba, estaban, segun nuestra opinión, en lo cierto. Pero lo que ocurre es que la causa de la afrenta no tenía el sentido ético que le dio la mentalidad religiosa y caballeresca de la épo-ca, por tratarse de relaciones extramatrimoniales, sino otra to-davía mas grave para la mentalidad indígena, por tratarse de un acto sacrílego y nefasto: el quebrantamiento de un tabú, una iilneraciln de !a ley del incestn, cnmn eupliaremns a cmti-nuación a través del significado de los pactos de colactación y SUS consecuencias. Los PACTOS DE COLACTACI~N El profesor Alvarez Delgado, en su interesante estudio sobre el episodio de Iballa, señala dos trabajos de primer orden so-bre el derecho usual beréber que tratan de los pactos de colac-tación: {(La Kabylie et les coutumes kabyles)), de Hanoteau et Letourneux (1893). Y &e droit coutumier Zernmour», Argel, 1949, de G. Marcy. Y entre las obras complementarias importantes referidas al mismo tema: (tL'Alliance par collactation (Toda) chez les Berbhres de Maroc Central)) (Revue Africaine, 1936), del mismo Marcy. Y «Contribution a l'étude des pactes de pro-tection et d'alliance chez les Berberes du Maroc Central)), de H. Bruno y G. H. Bousquet (Hesperis, 1946). Nosotros vamos a complementar y actualizar dicha bibliografía con la referencia a un trabajo moderno y de síntesis: «Berb&res aux mayes de l'ñistoire)), de Gabriel Camps 31. Los pactos de alianza con ritos de leche, ampliamente di-fundidos en el mundo beréber, presentan las características, resumidas por Alvarez, de ser: a) verbales; b) colectivos (con 31 GABRIEL C m : Berbkres aux marges de i'Histoire, París, 1980, PP. 332-333. 434 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS juramento); c) extinguirse con la muerte de una de las partes. Destacando la religiosidad y vigor del precitado juramento o maldición. En cuanto al rito de leche que le acompaña, reviste diversas modalidades: la prístina u originaria es que las muje-res lactantes de la tribu protectora den el pecho o leche a los protegidos (tada o tata) en el curso de un banquete ceremonial. Pero se conocen diversas modalidades sustitutorias: intercam-bio de dos vasijas de leche que se derraman en el suelo; beber todos en una misma vasija, uno tras otro.. . A juzgar por lo que dicen nuestros cronistas, fue esta $ti-ma modalidad la practicada en la Gomera con Hernán Peraza. Pero cada uno recoge el hecho, tomado sin ninguna duda de lG3 PrUCeSUS UligillaleS, SilL curíipreridei=iú y dgiidoie interpre-taciones diferentes: Marín y Cubas se limita a citar la frase y mencionar el rito de la leche: ((Decían los gomeros por refrán: Ya se quebrd el gánigo de Guahedún, donde todos iban a beber leche)) 32. Abreu Galindo, que latiniza la frase, como dice el doc- Lw r Ar l .V a E Z., c. -u* -m c.a-n-a- 9 -o- el verbo ai finai, ia transcribe: «Ya ei gánico de Guahedún se quebró)), dándonos a continuación una explicación de lo que es un gánigo: ((como cazuela grande en que comen muchos juntos)). Y trata de relacionar ese carácter de ágape colectivo con el acatamiento y sumisión colectiva al señor: ccy porque todos iban a hacer reverencia y acata.miento a Hernan Peraxa, decíun iban a beber leche con él en el gáni-go)) ". Por su parte, Viera y Clavijo busca una relación metafó-rica entre la rotura del gánigo y la muerte de Peraza: «Que así como se quebraban las grandes ollas de barro en sus regocijos a " MAR~YN CUBAS:0 1).c it., copia mecanogrtifica, Universidad de La Laguna. ABREU GALINDO0: p . cit., lib. 11, cap. 28. " VIERA Y CLAVIJO: Op. cit., lib. VIII, cap. 3. NO sabemos de dónde .-A 7 , .--- -1 A-&- WLLU visa CL uaw Ye qüe 16s gumerüs quebraban ia gran oiia cie barro en sus regocijos después de que habían comido y bebido leche alrededor de ella, y si era practica común en otras islas, pero en el área beréber se conservan costumbres similares, según recoge el profesor Ahmed Najah en su libro Le souf des Oasis, Argel, 1970, sobre la fiesta llamada el «Bouharas» en Guemar, donde el 15 de agosto celebran un gran banquete, rompiendo una marmita usada y utilizando otra nueva para simbolizar el Núm. 32 (1986) 435 después de que habían comido y bebido leche alrededor de ellas, de modo que ya nadie las apreciaba, así sucedería de allí adelante ningún isleño iría a rendir la obediencia a Hernan Pe-raza difunto.» Como puede comprobarse, casi todos nuestros historiado-res, salvo Castillo, acaso por no comprenderla o por temor a complicaciones con la Inquisición de su tiempo, como apunta Álvarez Delgado, recogen la frase del gánigo roto y la comentan e interpretan de distinta manera, pero sin omitir el rito de la leche. Sin embargo, influidos por su mentalidad de época, tanto Abreu Galindo como después Viera y Clavijo, tratan de dar al o a N pacto el carácter de puro acatamiento y sumisión política, as- : pecto en el que sigue insistiendo Álvarez Delgado. Pero se trata O de una visión parcial y deformada de este tipo de pactos, que n-- m O tienen un carácter de protección y de alianza, como indica en E E su titulo el trabajo de Bruno y Bousqnet (supra, p. 181, en toda SE el área bereber, y, lo que es más importante, una repercusión - familiar y de parentesco que ha pasado desapercibida en la his- 3 toriografía canaria, según hemos señalado como adelanto en el ; breve espacio de un artículo periodístico publicado en El Db E de Santa Cruz de Tenerife con fecha 31 de marzo de 1985. O En efecto, como dice Bo u r d i e~xe~n~tr,e los beréberes des n E relations socieles ou politiques sont coques selon le modele - a des relations familiales)). Lo mismo debía suceder entre los abo- 2 n rígenes canarios. Y estas alianzas de colactación crean lazos n de parentesco que aunque nos resulten ficticios los contra- 3 O tantes consideran tan reales que los matrimonios quedan prohi-bidos entre sus miembros. Esto es lo que nos explica que los amores de Peraza con Iballa fueran considerados incestuosos entre los indígenas y ello nos da la clave para eritender la acti-tud unánime de reprobación y hostilidad del pueblo gomero a dichs reiaciorles rlue eriier,dian riof&a la coiectivi&d 36, comienzo de un nuevo año (citado por A. CUBILLO(:( LOSg uanches de las Canarias...)), en la revista L'Universo, septiembre-octubre de 1984, t. 1, 1. G. Militar, Florencia). PIERREB OURDIEUSXo:c wlogie de Z'Algerie, P. U. F., p. 74. K. DIT~MERE:tn ologia General, F. C. E., Méjico, p. 78: ((Entre los 436 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 2 1 y la conducta aparentemente ambigua y contradictoria de algu-nos de los protagonistas del episodio, como Hupalupa, cuya acrisolada lealtad política hacia los españoles chocaba con su inquebrantable fidelidad a las sagradas creencias, costumbres y tradiciones de su pueblo. Escribe Gabriel Camps 37: «Ces alliances sont confirmées par de pactes de tata, qui établissent entre les tribus ou les fractions des parenté fictive. Cette parenté est confirmé par des gestes symboliques, en particulier celui de la colactation; ou cours d'un repas de communion est consommé du couscous arrosé de lait de femme, au meme moment les femmes qui aIlaitent échangent, entre les deux groupes, Ieurs nourrisons. Ainsi les hommes deviennent freres et se doivent, comme tels, aide et secours mutuels.)) Los pactos de colactación no son, pues, meros pactos de sumisión y acatamiento político a un se-ñor, como lo interpretaron los castellanos, empezando por Fer-nán Peraza, y lo han seguido considerando nuestros cronistas e historiadores posteriores. Hemos de tener muy en cuenta que los pactantes se transforman en una especie de hermanos (de leche) 'y se deben «ayuda y socorros mutuos)). Y prosigue Camps: «Cette forme d'alliance est percue avec tant de force que la parenté est consideré comme réelle au points que les rnariages sont interdits entre les deux groupes réunis par le pacte sacré de tata.)) Tales palabras no pueden re-sultar más claras para explicarnos la conducta del pueblo go-mero. Nos permite comprender que los dos bandos implicados en el pacto y complicados en los amoríos de Peraza se sintieran «afrentados» y que fuesen motejados co1ectivament.e de mon-sentidores)) por. los otros dos. Y se comprende también la postura y la conducta personal de los principales protagonistas del episodio. Vamos a examinarla sucintamente a la luz de las ideas expuestas. pueblos primitivos.. . si alguien infringe una norma, toda la comunidad se considera culpable y solidaria.. .n 37 GABRIELC AMPS: 01). cit., pp. 332-333. Núm. 32 (1986) FIGURA DE IBALLY ADE LA ¿(VIEJA# O MADRE Iballa se refleja fugazmente en las páginas de nuestras cro-nicas como una bella muchacha indígena, cuyo pasado se des-conoce, que aparece viviendo junto a una ((vieja)),p resurnible-mente su madre, en una famosa cueva del cortijo de Guahedún, escenario de sus furtivos amores y del asesinato de su apuesto y aristocrático galán, las cuales desaparecen en la vorágine de la revuelta subsiguiente, sin dejar huella documental o histó-rica que nos permita conocer con certeza sus destinos. En cuanto al comportamiento de Iballa en el dramático epi- a N sodio del asesinato P ~ T ~ zlaI ,m aynria las fijentps sp h- E clinan por afirmar su lealtad al acosado amante, y lo confirma O n la imprecación recogida en versión bilingüe, indígena y caste- - m O E llana: ((Huye que éstos -mis parientes- van por ti», aunque E 2 dirigida al paje con toda seguridad. Tales palabras, en lengua -E vernácula, suenan auténticas y s61o pudieron ser consignadas en los legajos procesales con clara intención exculpatoria. Pero 3 - no sabemos si doña Beatriz de Bobadilla, «mujer rara» al decir - 0 m E de VieraSB«, que teniendo todas las gracias y debilidades de su O sexo tuvo la crueldad y constancia de un hombre sañudo)), no dirigió contra ella los dardos de su venganza. n -E Pero si e1 sentimiento amoroso, favorecido por esa propen- a 2 sión de la mujer isleña hacia el galán forastero de que nos ha- n bla Agustín Espinosa m, pudo inclinar el corazón de Iballa a pro- n teger la vida de su amenazado amante, también es probable 3 O que en su ({madre))o «vieja» con la que convivía pesaran más las tradiciones y supersticiones de su pueblo y se pusiera de parte de quienes venían dispuestos a terminar con aquella es-pecie de sacrilegio, de acuerdo con la complicidad que le atri-buyen los textos. Descartamos el papel de interesada celestina que le asigna Alvarez Delgado 40. 3a VIERAY CLAVIJOOp:. cit., lib. 11, cap. 23. 39 AGUST~NE SPINOS«AL:a Infantina de Nivaria)), La Prensa, 1 de mayo de 1932. M J. ALVAREZD ELGADOOp:. cit., pp. 102-103. 438 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 23 Poco más conocemos de la biografía de Iballa, rodeada de misterio, sombras y oscuridad. Que tenía madre y parientes, <{todosd e los bandos de Apala y Amigua)) (Marín y Cubas), con unas confusas alusiones a ({nobles y villa nos^^', que unos cro-nistas aplican a las personas o parientes y otros a los bandos, como si se tratara de castas (Castillo). Para Marin y Cubas te-nía la calidad y funciones de las vírgenes harimaguadas de Gran Canaria, extrapolación inaceptable. Resulta evidente que mu-chos historiadores quieren buscar una explicación a la enérgica y unánime reacción indígena por el quebrantamiento de un tabú, con una supuesta ofensa al honor familiar, que sería tan-to más grave cuanto mayor era el rango social de la ofendida, desde el punto de vista de la mentalidad europea. Pero ya la misma etimología del nombre Iballa, que proba-blemente está relacionada con el tuareg ((bella)) o ~Ibella)), aplicado a los esclavos que de hecho vivían libres sin estar manumitidos, según el diccionario del padre Foucauld, confor-me Marcy nos indicó en su día", contradice esta supuesta «nobleza» de la muchacha indígena. Y humilde parece ser la situación real de Iballa, viviendo en las tierras de siembra del señor territorial y trabajando probablemente en dichas tierras, junto con su madre o ((vieja)).T ambién es de destacar que no se le conoce padre, confirmando el carácter matrilineal y la re-sidencia matrilocal de la familia gomera. LA DESGARRADA PERSONALID.4D DE HUPALUPA La trágica y venerable figura de este anciano toparca pre-senta una historiografía llena de contradicciones y lagunas. Tra-dicionalmente leal a los castellanos, en el episodio de Iballa juega un papel equívoco. Respetado por los gomeros, para w i e n ~ge leig 21 parecer dotes udi-qin&criq 19s &yui,e=s 41 Nobles y villanos. Marin y Cubas, supra, nota 28. G. MARCY: «El apóstrofe dirigido por Iballa en lengua guanche a Hernán Perazau, El Museo Canario, 1934, 2, p. 3. FOUCAULDDi:c ciona-rio, p. 57. joven Peraza le obligan a intervenir, primero aconsejándole y luego conjurándose contra él en la llamada Baja del Secreto, pequeño roque emergido frente a Valle Gran Rey, su cabecera de distrito, mas con intención de detenerle e impedir continuara las relaciones con la joven, no de matarle. Pero hasta los mis-mos historiadores que plantean en estos términos la conducta del prudente Hupalupa no llegan a comprender qué resultados perseguía, ya que no parece conducir a nada práctico Sólo el dilema entre su lealtad política y su fidelidad a las sagradas tra-diciones de su pueblo, como ya hemos dicho antes, puede darnos alguna luz sobre su extraño comportamiento. Se alzaba un a muro de incomprensión entre su vieja mentalidad indígena y N E ia del a~mgmtejo ven europeo, nuevo señor de ia isia, que no O le fue posible franquear, pese a su buena feM. Sus palabras n - =m no le sirvieron sino para levantar otra pared, aún más espesa, O E de sospechas, suspicias y distanciamiento con Peraza. Sólo des- E 2 de esta perspectiva nos es posible comprenderle. E = Además, la conjura de la Baja del Secreto está rodeada de 3 enigmas, equívocos y paradojas. Se trata, al decir de los cro- - e- nistas, de una conspiración de tres jerarcas tan secreta que uno m E de los conjurados muere a mano de los otros dos porque mani- O fiesta tibieza y temor en ejecutar lo acordado. Y tan inmediata n a los hechos que a Hupalupa, porque era viejo, no le da tiempo -E a de desplazarse al escenario de los acontecimientos para impe- l dir el asesinato, sino después para lamentarlo, restituir el cadá- n 0 ver a la viuda y morir de pena. Pero el secreto, según algunos, 3 se difunde hasta llegar a oídos de servidores de Peraza, aun O cuando éste hiciera caso omiso45. Por otra parte, a los residen-tes gomeros en Gran Canaria se les implica en el asesinato, U ALVAREZ DELGADOO: p. cit., p. 99. Lo califica de ccproyecto ilógico pero pacifico~). +í Hemos de tener en cuenta la naturaleza inconsciente de los fenó-menos colectivos en Etnología. Y que las razones inconscientes por las cuales se practica una costumbre o se comparte una creencia están muy lejos de aquellas que se invocan para justificarlas)) (LÉvI-STRAUSSA: ntro-pologia estructural, p. 19). 45 «Y de allí fue el secreto muy público.. . y Peraza avisado por un criado.)) 440 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBALLA 25 pese a que las comunicaciones a través de esporádicas y aza-rosas travesías de barcos veleros solían tardar semanas. Son una cadena de paradojas y hechos trágicos que sólo tienen una explicación racional si consideramos que Hupalupa se movía, según venimos reiterando, entre la lealtad política a los caste-llanos y la fidelidad a sus leyes y tradiciones indígenas. Y que la trama de Tagaluche o Baja del Secreto fue una anécdota o incidente postrero, dentro de la problemática o malestar gene-ral creado con anterioridad por los amores de Peraza, que se prolongaban, de forma que los residentes en Gran Canaria lo conocían y habían condenado, aunque hubiesen quedado al margen de la secreta y restringida conspiración final. Cabe la posibilidad de que Hupalupa, por su ancianidad y prestigio de agorero 46, además de sus funciones de jefe de Oro-ne, ejerciera un papel arbitral o unificador sobre las otras frac-ciones o tuviese un ascendiente espiritual sobre todos los go-meros, <(a quien los demás reverenciaban y tenían por padre», al decir de Abreu Galindo. No tenemos por qué descartar, in-cluso, que en el pacto de Guahedún actuara o fuera designado como jefe de tada o tata, especialmente encargado de vigilar su estricto cumplimiento. Y que la reunión de Taguluche fuese un consejo o asamblea inter-tribal de los jefes gomeros. En todo caso, su situación es ambigua, agónica, como diría Unamuno, desgarrado por dos lealtades antagónicas. HAUTACUPERYC OHTER OS DETALLES DEL EPISODIO De Ha~ta~uperchyea hemos hablado, como pariente, pro-bablemente primo de Iballa y candidato a marido de la agra-ciada joven. Tuvo, pues, un interés personal y un protagonismo destacado en el asesinato -fue el ejecutor material del mismo-y en los subsiguientes asaltos a la asediada torre. No descar-tamos a priori que su figura pueda equipararse con la de los hombres «mascota» o portadores de baraka. mierrera del mun- 4 V ~ p r an,o ta 36. También Gaspar Frutuoso atribuye al toparca de Valle Gran Rey y a su hija dotes adivinatorias e inclinación por acoger a los forasteros como enviados del cielo. Núm. 32 (1986, 441 do beréber, como sugiere Marcy. Parece que en algo así lleg6 a convertirse durante el curso de los acontecimientos: tuvo la iniciativa en los ataques a la torre y su muerte significó la des-moralización y huida de los naturales hacia las montañas, al Garajonay. Pero en principio su protagonismo en matar a Pe-raza nos parece claro que estuvo inspirado por el resentimiento de verse postergado y relegado en el derecho a esposar a su prima Iballa, conforme hemos señalado y apoyan las palabras de Abreu Galindo. Aunque estamos de acuerdo con Alvarez Delgado de que en el episodio de Iballa no cabe pensar en la hospitalidad y pro-tección en la tienda, morada del amante de una mujer, o pacto de alianza entre amantes, conocido por los beréberes bajo el nombre marroquí de cctaresaltn o (ctidduklan, puesto que a Pe-raza no se le podía considerar después del pacto de Guahedún como un forastero o huésped, sí pudo haber influido este res-peto en el hecho de que ninguno de los atacantes osara allanar la morabai limitandose Hautacuperche a quedarse al acecho en lo alto a la salida de la cueva para clavar en la cerviz del aman-te el dardo mortal. De los restantes personajes, uno o dos acompañantes de Peraza -paje y escudero- en su postrer visita a Iballa, muy desdibujados, nada nuevo tenemos que decir. Y en lo referente al discutido cambio de atuendo de Peraza, intentando disfrazar-se de mujer, lo consideramos irrelevante para nuestro estudio. El pacto de Guahedún, entendido por Peraza y los castella-nos como un acto de sumisión señorial, para los indígenas era una alianza de colactación que convertía al citado Peraza y a los aborígenes que bebieron con él la leche del mismo ganigo en ({hemanos de leche,) parientes del mismo clan. Y ello traía aparejado, en virtud de la regla general de la exogamia que rigen las organizaciones dualistas y del tabú del incesto, que Lévi-Strauss cataloga entre la naturaleza y la cultura por su uni-versalidad, que cualquier relación con mujeres del propio gru- 442 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS EL EPISODIO DE IBAUA 27 po social en que se ingresaba o al que se pertenecía estaban prohibidas, constituían un acto abominable, cuyas nefastas con-secuencias afectaban colectivamente a todos. El no entenderlo así condujo a Hernán Peraza a morir en plena juventud, como el ignorar el exacto sentido del pacto se-ñorial condujo a los gomeros al holocausto, acusados de vasa- 110s desleales y traidores a su señor, al que se suponía habían jurado fidelidad 47. Como dijimos en el artículo que precedió a este trabajo, han tenido que transcurrir cinco siglos para que nos empece-mos a dar cuenta del distinto sentido que el pacto verbal de Guahedún, ratificado con un rito indígena de leche, tuvo para !as partes contratxntes. Y &ñ-adiamms qce m se trztz de E CIYG insólito en la historia, pues recordábamos un interesante estu-dio de don Claudio Sánchez-Albornoz publicado en el Anuario de Historia del Derecho, que leímos en nuestra época de estu-diantes, donde el erudito y ya desaparecido historiador anali-zahc 1% ~~fiti.z&tcriz cond:&u de! régd!~ ilergetass Ifiehi! con respecto a Escipión y los romanos. Y llega a la conclusión de que el pacto concertado por el inquieto jefe indígena con el victorioso general del Imperio lo entendió aquél como un lazo de sumisión personal, conforme a la institución de da devotio)) o «soldurii» ibérica, lo que explica que cuando Escipión se ausentaba de la Península, Indíbil se consideraba libre de todo compromiso y obraba sin el menor acatamiento a ningún otro representante de Roma, pero cada vez que Escipión retornaba a España el jefe ibérico se le sometía automáticamente. Er?tei..dem~s, pües, qUe éste es *;? eapitülo más de mectra historia regional que un estudio comparativo con instituciones del área beréber y un enfoque a la luz de la Etnografía moder na, nos ha permitido desentrañar y esclarecer, disipando con-tradicciones, dudas y leyendas seculares. 47 La respuesta de Vera al obispo, tal como la transcribe Gómez Es-cudero, refleja esta mentalidad: «Respondide que no eran cristianos, sino alevosos hijos de traidores que mataron a su señor.)) fd., el propio rey don Fernando en las Cédulas Reales se hace eco de ello: «Cierta ma-licia contra su señor.» |
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