LA CONQUISTA DE LAS CANARIAS
Diario de un ataque holandés a Gran Canaria y Gomera
en 1599
El ataque holandés de 1599 a las Islas Canarias ha tenido siem-pre
una abundante repercusión bibliográfica, y ha despertado el in-terés
de propios y extraños, incluso mucho después de ocurriuos ios
hechos. Por sólo citar tres autores de tres siglos distintos, puede ha-llarse
la descripción y estudio de este desembarco en las Noticias
de la Historia General de las Islas Canarias, de José Viera y Cla-vijo
(Madrid, 1776, vol. 111, págs. 180-187); en el Compendio de IG
Historia de las Canarias, de José María Zuaznavar y Francia (Ma-drid,
1816, págs. 54-62) y en el más extenso de todos, Pzraterias y
ataques navales contra las Islas Canarias, del actual catedrático de
la Universidad Complutense, Rurneu de Armas (Madrid, 1948).
Pero, evidentemente, en ningún momento despertó tanto interés
como en ios meses y años que siguieron.
En España se publicaron aquel mismo año dos breves relatos de
lo acontecido, impresos ambos en Sevilla por Rodrigo Cabrera, que
respondían a los siguientes títulos:
1) Relac+oon. svmaria de lo socedido en. !.- isla de Cm.oAria con. eI
armada de Olanda y Celanda, de setenta y seys naos y estuuo en
ella desde sabado veinte y seys de Iunio hasta ocho de Iulio siguien-te
de este año de nouenta y nueue, conforme a Lo que se vido, y la
infomtacion que se va haziendo por los señores del Audiencia Real,
2 JULIO-CÉSAR SANTOYO
2) La Segunda relaczon de lo que se prometzo en lo de Camria,
del hecho que hizzeron los naturales de la isla de Gomera. Todo Lo
qual se tomo por fe de Escribano y se envk testimonio dello. Y suc-cedio
a los tres dzas del mes de Iulzo passado de m2 y quinienfios y
nouenta y nueue aiíos.
En la ciudad alemana de Ulm, Johann Meder imprimió en 1612
el diario de vraje de Johann von Leubelfing (autor que tomó parte
y fue testigo directo de los hechos), traducido en nuestros días al
castellano por Lothar Siemens en la revista «El Museo Canario», con
el título de Libro de viajes muy entretenido, no publicado hasta aho-ra,
que comprende en qué forma los Estados Señoriales de las Pro-vinczas
Unidas de los Paises Bajos prepararon una armada y la en-viaron
a visztar por mar las zslas de Hkpania e Indias Occidentales.
Tambzén qué czudades y castilZos fueron tomados en Galicia y Ca-naria,
con notzcia de cuáles son los usos y costumbres que tienen
íos negros salvajes.
En Amsterdam, año de 1600, y en los talleres de Hermann de
Buck, salió a la luz la narración de Ellert de Jonghe Vaerachtzgh
Verhael van de machtighe scheesps-Armade toegherust by de Mo-ghende
E. Heeren Staten Generael der Vereemghde Nederlandtsche
Provintzen, tot afbreucke des Koninghs van Spaengien, onder het ghe-biet
an gheleyde van Joncker Pieter van der Does, als Generad der
selve ...
No era éste, sin embargo, el primer relato en flamenco, ni fue
tampoco ninguno de los hasta ahora mencionados el que alcanzó ma-yor
difusión. Este privilegio, si privilegio es, estaba reservado para
la breve narración de Michiel Joosten van Heede, impresa en el
mismo 1599 por Gillis Pietersg en Rotterdam con el título de Discovrs
ende Beschrzjvinge van het groot Eylandt Camrzas ende Gomera
midtsgaders het innemen ende verlaten van dien ...
El autor parece haber tomado parte en la expedición, dado el de-talle
con que anota los vientos, horas y circunstancias marítimas de
todo tipo, y que sólo un testigo presencial podía conocer. Acaso es-tuvo
en su mente desde el principio del viaje la idea de componer
este relato; la forma del mismo, en efecto, su disposición en jorna-das
sucesivas, la sintaxis cortada, a veces incongruente, el desaliño
estilístico que muestra, la frecuente repetición de palabras, etc., todo
490 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
LA CONQUISTA DE LAS CANARIAS 3
da a entender que el autor escribió durante estos meses de 1599 un
diario, terminado en octubre de aquel mismo año, y entregado inme-diatamente
a la imprenta con muy pocas modificaciones.
La obra fue traducida al punto al francés (impresa en Amster-dam
por A. Allan) y al inglés. Ambas llevan fecha de 1599.
Es esta traducción inglesa la que hoy presentamos en versión
castellana.
De ella no queda hoy, al parecer, sino un único ejemplar en la
Biblioteca del Museo Británico (British Library), bajo la signatura
E. 7110, con una anotación manuscrita inicial en la que se lee «ex-trmely
rare». No se especifica en ella autoría ni se menciona el nom-bre
del traductor.
Todo tiene en la edición ingiesa ei sabor de ia improvisación y
la prisa por comunicar al público británico la noticia y detalles del
" ataque holandés a las Islas Canarias. Prueba de la rapidez con que
se procedió a su traducción e impresión es la deficiente presenta-ción
tipográfica, las inconsistencias gráficas (frecuentes, por otra
parte, en ia imprenta de ia épocaj, los errores cie numeración que
se aprecian en sus veintinueve páginas (1, 2, 3, 6, 7, 6, 7, 8, 9, 10, 11,
12, 13, 14, 17, 16, 17, 16, 21, 20, 21, 20, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29), etc.
Desconozco quién pudo haber sido el impresor londinense de este
relato, cuyas iniciales en portada son P. S., aunque imagino que se
trata de Peter Short.
Cierto P. S., del que se ignoran todos los datos biográficos y pro-fesionales,
imprimió en 1595, cuatro años antes de esta expedición,
un panfleto titulado A Discmerg of Ce9clin English Wants. Su divisa
era una cabeza de tigre con el lema Auspicante Deo, y tal vez estu-viese
por esta razón bajo la protección y patronazgo de sir Francis
Walsingham, pues éste era también su animal heráldico.
Si se tratase de Peter Short, tampoco abundan los datos en torno
a su persona. Ciertamente él es el único impresor londinense de es-tos
años con tales iniciales. Se dedic6 a la imprenta entre los años 1589
y 1603. Junto con su socio Richard Yardley, Short se hizo cargo en
1589-90 del material tipográfico de otro colega, Henry Denham. La so-ciedad
con Yardley se deshizo pronto, y Short continuó imprimiendo
solo. A su muerte en 1603, la viuda siguió con el negocia unos pocos
Núm 25 (1979) 491
meses, hasta que en 1604'se casó con Humphrey Lownes, del mismo
gremio.
En cuanto al editor inglés de esta aventura canaria, se trata, se-gún
manifiesta la portada, de William Aspley, que desde el 5 de fe-brero
de 1588 hasta 1597 fue aprendiz de George Bishop. En esta
UZtima fecha instaló su propia tienda junto a la catedral de San Pa-blo,
con una enseña que representaba también la cabeza de un ti-gre.
Posteriormente se mudó a otras dependencias, a las que dio el
nombre de The Parrot (La Cotorra), donde continuó hasta 1637.
A partir de 1600, Aspley se dedicó casi exclusivamente a la venta
de obras de teatro. De hecho, la primera aparición del nombre de
William Shakespeare en los registros de la Statbners' Company está
relacionada con William Aspley y Andrew Wise, que el 23 de agosto
del año 1600 obtuvieron licencia para imprimir la segunda parte de
Henru the Fourth y Much Ado &out Nothzng.
A continuación incluimos la traducción castellana de la versión
inglesa de esta obra.
AArUARIO DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
THE
of the Grand Canarhs ,made this lait
Sumrner by threcicorc and thirtecne faile of'
fizppcz, /Pnt forth at the commm A and hrcttion o f
the ílatcs general1 ofthe vnited prouinces , <o thc
c d of Spainc and thc Gnark-l (lcs : t~i thth c nkbg
of a towne in thc Ilc ofGmera, and che fuccdfc
ofprt of the faide flcetc in hcir te- a
m e ho mcward. N
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Prinnd by P. S. for William APf l ey, dwélhgh P;idcs Church-~3rda t thc tgnc of &C
Portada del texto traducido.
LA
CONQUISTA
DE GRANC ANARIAQU E EL VERANO
PASADO LLEVARON A CABO SETENTA Y TRES
-W .A- -V . E-S- , E-- N .V . -T- -A - ~- -A - SP OR MANDATO Y BAJO LA DIRECCI ~N
DEL PARLAMENTDOE LAS PROVINCIAUSN IDAS
A LA COSTA DE ESPAÑAY LAS ISLASC ANARIASC:O N LA TOMA
DE UNA CIUDAD EN LA ISLA DE GOMERAY, LA BUENA FORTUNA
DE PARTE DE DICHA FLOTA DURANTE SU RETORNO.
(1) Relación auténtica de la trauesia que
el verano posado hai llevado a caibo una flota de 73 navíos,
enuicedos por mandato y bajo la dirección del Parlamento
de las Provin$cias Unzdas a la costa de España
y las Islas Canorzas.
El día 25 de mayo, martes, con viento del nor-noroeste y el sol de
suroeste a oeste, llegamos a Vlissingen en los veinte navíos que com-ponían
la escuadra de Rotterdam, y fondeamos en las inmediaciones
de Cleiburg, a su arribo, nuestro general encontró ya dispuestas las
ilotillas de Holanda del norte y Zelanda.
El miércoles 26 continuamos anclados.
E! j~pvpy 37 S&~TOE a ni"esfros hzreos (PIT i r d e n del general) d e s
civiles y cuatro soldados.
El viernes 28 de mayo levamos anclas con viento del norte y zar-pamos
de Weelings (?) con setenta y tres naves. El tiempo era bueno
y pusimos rumbo oeste-suroeste. Disponía esta flota de tres almirantes.
Era almirante en jefe William Derickson Cloper, en cuyo barco, /
8 JULIO-CÉSAR SANTOYO
(2) el Orange, que enarbolaba pabellón color naranja, navegaba asi-mismo
el general de la armada, honorable Peter van der Doest. Zelan-deses
y holandeses meridionales y septentrionales formaban su escua-dra.
El almirante Jan Gerbrantson portaba enseña blanca, y fueron
asignados a su mando los zelandeses y barcos del Mosa. Finalmente,
Cornelius Gheleinson, de Vlissingen, ondeaba estandarte azul en su palo
mayor, y a sus órdenes se situaron varios navios del Mosa junto con
algunos holandeses del norte. Se nos dividió así en varias flotillas, aun-que
yo y otros muchos desconocemos con qué finalidad.
El sábado 29 de mayo, a la vista de Calais, los navíos estaban a so-tavento,
a la espera de los de retaguardia. El generál hizo un disparo
y enarboló al punto )a bandera del Príncipe, convocando a los capita-nes.
Descendieron éstos al instante a sus botes y acudieron a bordo de
la capitana Dos pinazas (una de ellas la del general) se alejaron tam-bién
entonces de la flota, pero no supimos a dónde se dirigían. Cuando
regresaron los botes, varios capitanes subieron primero a los navíos de
abastecimiento y trajeron consigo algunos explosivos. Con el sol ya en
el sudoeste, la capitana lanzó un nuevo disparo e izó la enseña del
Principe, a lo que volvieron a acudir los capitanes: a su regreso, el
nuestro tenía una carta cerrada, y supusimos que cada uno de ellos ha-bía
recibido otra semejante. Navegamos después hasta la altura de
Blackness, donde fondeamos, cosa que nos dejó muy perplejos, porque
el viento era excelente Más tarde caímos en la cuenta de que se había
obrado así para esperar a un gran navío nuevo de Amsterdam, pues
todos los soldados que éste tenía asignados estaban en uno de los bar-cos
de nuestra flotilla. /
(3) Tras pasar anclados la noche, izamos todas las velas la mañana
del domingo 30 de mayo, con buen tiempo y viento del nordeste, y pu-simos
rumbo oeste-noroeste. El capitán nos leyó aquella mañana el mis-mo
reglamento que anteriormente se nos había dado a conocer en la
corte del príncipe Mauricio, y a continuación, todos juntos y al uní-sono,
juramos observarlo A mediodía pasamos junto a Pevensey con
buen viento del este-nordeste. La tarde, en cambio, transcurrió en cal-ma
y los navíos de vanguardia arriaron velas en espera de los reza-gados.
Miércoles, 9 de junio. Al amanecer esthbamos ya muy pr6ximos a la
costa de España, cerca de Vivero. Soplaba viento de poniente. Navegá-l.-,.-
--- -1 -Al a- .-..J,,aeto . ,
uaii,vU cvir Gi auuvcuLc. a =este y en Uireccm:: mreeste y m r =
noroeste. Nos hallábamos frente al cabo Ortegal, a 44 grados y 25 mi-nutos
Proseguimos con rumbo noroeste a norte para ganar el barloven-to
y al atardecer teníamos el cabo a unas cinco millas al oeste-sudoeste
de nosotros.
Jueves, 10 de junio. Con viento este-sudoeste pusimos rumbo a tIe-
496 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
LA CONQUISTA DE LAS CANARIAS 9
rra y pudimos ver perfectamente que se trataba de Ortegal. Seguimos
la misma ruta oeste-sudoeste de la costa y dispusimos todo como si
poco después fuésemos a entrar en combate. Cerca de mediodía divi-samos
La Coruña, o mejor dicho la torre que se alza junto a la ciudad.
Viernes, 11 de junio. Al amanecer seis de nuestros barcos se ade-lantaron
con viento nordeste a este y dirección sur-sudoeste, con in-tención
de acercarse a La Coruña y comprobar cómo estaban allí las
cosas. Seguimos hacia el sur con el sol al sudeste y el cabo Prior a
babor. Poco después vimos dos barcas de El Ferro1 que acudían a
averiguar qué naves /
(4) eran las nuestras, porque la víspera habían divisado la flota en
alta mar. Dejamos las naves al pairo y nos detuvimos a esperarlos, pero
ninguno de los dos botes se atrevía a aproximarse. Dimos voces a uno
de ellos, diciéndole que veníamos de Hamburgo con carga de cordería
y otros géneros, y le pedimos un piloto que nos guiara hasta La co-ruña.
El bote se nos acercó, y con gran prisa y destreza nos adueñamos
de uno de los españoles, el que quedó en la barca no quiso subir a
cubierta, y se apartó al Instante, alejándose con toda celeridad m i -
mos inmediatamente al otro en manos del general, a quien aseguró que
habían llegado a la ciudad cerca de 4 000 soldados y alguna caballería,
36 transportes de dinero y 300 toneles cie vino para provisión Ge la
escuadra española; dijo también que había pasado la noche anterior
en La Coruña y que era criado del rey. Con el sol sur-sudoeste, toda
nuestra armada se acercó a La Coruña y allí encontramos, próximo tam-bién
a la ciudad, e1,galeón nuevo de Amsterdam.
Echamos anclas a una profundidad de diez, doce y trece brazas, de
modo que podíamos ver la gente que se agolpaba en la orilla y en las
murallas de la población. Desde el castillo y la ciudad disparaban con-tra
la flota con su poderosa artillería. Lanzaron más de doscientos ca-fionazos,
que tocaron a algunos barcos, aunque no se perdieron vidas
ni fue grande, por otro lado, el daño recibido. Había otra fortificación
al este de la ciudad, desde donde también nos dispararon con saña,
pero con escasa prec~sion, puesto que no sabemos que aicanzaran a
ningún navío, a excepción del Moy Lambert. Esto fue extraño, sin duda,
dado que las naves estaban muy próximas entre sí /
(5) y, a su vez, muy cerca del fuerte. Al pie de éste había además
doce grandes galeo~es y algunos barcos franceses, que también hacían
fuego de vez en cuando contra la flota; pero se hallaban tan cerca de
las murallas que no pudimos causarles ningún daño. Consideró con
acierto la situación nuestro encomiable general, y ordenó que todos
los capitanes y consejeros acudieran a su nave para sostener con ellos
una consulta en torno al tema y hallar la forma mejor de invadir la
Núm 25 (1919)
S2
10 JULIO-CÉSASRA NTOYO
ciudad enemiga; no obstante, en vista de que había tropas numerosas
y atentas, y que desde hacía cinco semanas se sabía nuestra llegada
por noticias procedentes de Amsterdam y por los informes de un fran-cés,
decidieron no bajar aquí a tierra. Debido a la ausencia de brlsa,
nos vimos obligados a remolcar los barcos con los botes, a pesar de
que el enemigo seguía disparando Partimos, pues, de La Coruña sin
beneficios ni resultados de ninguna clase, dejando a los papistas de la
ciudad como los habíamos encontrado. Con viento sur-suroeste pusi-mos
desde allí rumbo a1 cabo San Vicente, con intención de llegar a
Sanlúcar y caer repentina e inesperadamente sobre sus habitantes.
El sábado 12 de junio continuamos con viento favorable por la cos-ta
de GaIicia. A mediodía pasamos frente a las islas Sisargas y toma-mos
la ruta del cabo Finisterre.
Domingo, 13 de junio. El general dio un bando con órdenes estric-tas,
prohibiendo que todos los embarcados jugaran a cualquier clase a
N
de juego, fuera en tabierus, cuí; cartas e cm Ua&s, y tantn por pasa-tiempo
como por dinero o a crédito. O
Lunes, 14 de junio. Sopló con tanta fuerza el viento del norte que no -n- m
podíamos adecuar las gavias al trinquete, vuelto éste hacia el sur. Con O
E
el sol en este punto cardinal / E
2
(6) y a una latitud de 41 grados y 20 minutos, dejamos Oporto a babor
Con la primera luz del martes 15 de junio divisamos el cabo RO-xent
y aminoramos nuestra marcha, a la espera de que se reagrupase
la flota Proseguimos en dirección sur-suroeste con el mismo viento,
a una latitud de 36 grados.
Hacia la tarde del miércoles 16 de junio vimos a estribor de la
armada dos barcos desconocidos; algunas naves se dirigieron a ellos
y los abordaron: era uno un navío inglés de guerra y el otro una nave
españofa de tres rnesanas. El capitán inglés comunicó a nuestro gene-ral
que ya había enviado a Inglaterra otras dos presas, y que ahora
regresaba con ésta porque casi había agotado sus provisiones
Jueves, 17 de junio Tiempo tranquilo y calmo
El viernes 18 de junio navegamos con rumbo sur-suroeste y viento
de nor-nordeste. El general convocó a todos los capitanes y pilotos
para preguntarles quién de ellos estaba más familiarizado con las Ca-narias
y ver con qué medios se contaba para desembarcar las tropas y
conquistar y ganar las islas. Cerca de mediodía se designó a los capi-tanes
con mando en tierra El general repartió también nueve o diez
estandartes nuevos, según el número de los barcos, y asignó asímismo
a cada nuevo capitán un alférez, un teniente y otros oficiales, además
de ciento treinta soIdados y marineros, y les dio instrucciones acerca
de como debían proceder en tierra.
Sábado, 19 de junio. El general dispuso que los capitanes no entre-garan
provisiones sino dos veces al día, y esto en grupos de a seis. Se
498 ANUARIO DE E S T U 9 I O S A T L A N T I C O S
LA CONQUISTA DE LAS CANARIAS 11
daría a cada grupo cinco jarras diarias de cerveza en la medida de
Rotterdam; /
(7) cinco libras de pan únicamente; un queso de seis libras; y una
libra de mantequilla a la semana; y del mismo modo se estableció el
reparto de gachas de avena, habichuelas y guisantes. Los capitanes
Hertman y Pijc recibieron órdenes de mandar en tierra sendas compa-ñías
de marineros, cada una con 130 hombres. Harman Thunesson y
De Bloome fueron designados alféreces de los capitanes Henrick Pijc y
Henrick Hertman. El mismo día se les hizo entrega de los estandartes.
Los días 20, 21 y 22 proseguimos hacia el sur-suroeste, con viento
del norte.
Miércoles, 23 de junio. El viento sopló del nor-noroeste. El general
convocó de nuevo a todos los capitanes de mar y tierra, y planearon
con detalle la estrategia del ataque que seguiría al desembarco. De
acUer& !utltu<?, ericnntr&hsmes ent~nces a treinta y seis
millas de Gran Canaria
Jueves, 24 de junio. Continuamos en la ruta anterior. Cuando el sol
estaba ya en el oeste-noroeste, divisamos tierra al sudeste de nuestra
posición: tomamos este rumbo y toda aquella noche seguimos con gran
esfuerzo y cuidado hacia la costa.
Tlerlies, 25 de juriiu. ~ v x x a m ~r ~rm h e2 tierr2 pgrs ssegilrzrnns
de cuál se trataba y comprobamos que era Lanzarote; también vimos
Fuerteventura, que tiene veinticuatro millas de extensión, y entre am-bas
un islote llamado Alegranza. Seguimos después al suroeste a lo
largo de la costa de Fuerteventura, tierra de montañas muy altas. Cuan-do
el sol estuvo al suroeste dejamos atrás la isla de Fuerteventura y en
el mismo rumbo la perdimos de vista. Alrededor de las dos de la tarde
divisamos Gran Canaria y durante algún tiempo mantuvimos la mlsma
ruta Tras asegurarse el general /
(8) de qué isla era, todos los navfos recogieron velas y pc- manecieron
a sotavento, continuando así hasta más allá de la media noche; en ese
momento izamos velas y nos encaminamos hacia la costa, con rnmhn de
poniente (*).
En la mañana del sábado 26 de junio toda la flota navegó al oeste,
directamente hacia tierra con viento del noroeste, y se hicieron los
preparativos oportunos para el desembarco. Cerca ya de la orilla, la
armada fondeó en las proximidades del gran fuerte que se eleva al nor-noroeste
de la ciudad desde donde com~n7aron a dispararnos con inten-sidad
Las naves del general y del vicealmirante, junto con las demás que
disponían de artillería gruesa, echaron anclas al pie mismo del castillo y
durante algfin tiempo compitieron con sus intensas andanadas El más-
(*) Al margen figura la siguiente anotación. Toda la flota neerlandesa lBega frente a la
isla y ciudad de Gran Canaria
Núm 25 (1979) 499
la JULIO-CESAR SANTOYO
ti1 principal del general, así como el de mesana, quedaron atravesados
por los disparos enemigos, que también alcanzaron seis o siete veces
la nave del vicealmirante, es decir el galeón nuevo de Amsterdam; de
manera que algunos soldados y marmeros perecieron antes incluso de
bajar a los botes que habían de Ile~arlos a tierra Pero, a su vez, nues-tros
barcos enfilaron tan certeramente su artillería contra el castillo que
quienes lo defendían comenzaron a desfallecer, con lo que no dispara-ron
ya con tanta frecuencia y continuidad como antes. Empujaron nues-tros
hombres los botes repletos de soldados hasta la costa, y las naves
que no habian podido descargar su fuego contra la fortificación lo hi-cieron
ahora contra la orilla, pues en ella los enemigos habían insta-lado
una batería de tres cañones de bronce y se estaban concentrando
muchos en el punto donde iban a bajar a tierra nuestros soldados. En
cuanto el general y la mayor parte de los botes de desembarco se agru-paron,
remaron todos a una hacia la costa, mientras proseguían aún
/ ciurmte cierto tiempo los disparos procedentes de uno y otro bando.
So obstante, como el general observara que los españoles no iban a
abandonar /
(9) la posición, avanzó con ánimo \-aleroso, saltaron al agua, que les
cubría hasta Ia cintura, y se enzarzaron en batalla con los contrarios.
Con todo, los no menos valerosos españoles resistieron el empuje y pe-recieron
en consecuencia algunos de nuestros soldados y marineros,
antes de que el enemigo iniciase la retirada: el lugar, en efecto, era
desfavorable y poco apropiado para el desembarco; sin embargo, aca-baron
con la mayor parte de los enemigos, en número de treinta o trein-ta
y seis. Un disparo alcanzó también la pierna derecha del gobernador
español, que montaba a caballo. El general, (Peter van der Doest, saltó
el primero a tierra y recibió una lanzada en la pierna y cuatro más
en el cuerpo; si uno de los soldados no hubiese matado al español que
le atacaba, habría estado en gran peligro de perder la vida; no obs-tante,
las heridas fueron de poca monta. En cambio su alférez pereció
de un disparo en la garganta; el capitán Krujc de otro en la cabeza; y
antes de que pudiesen poner el pie en tierra, hubo asimismo cuatro
soldados muertos y quince heridos en la pinaza del general Mas cuando
nuestra gente se lanzó con un solo espíritu contra el enemigo, deja-ron
éstos tras sí la artillería y huyeron de la plaga, corriendo todos a
resguardarse en la ciudad; llevaban con ellos al gobernador, caballero
de la Orden de la Cruz, herido en una pierna. En la orilla abandonaron
treinta y seis cadáveres, a los que despojamos de Io que tenían encima
Luego enterramos a nuestros soldados muertos Ganada así la playa,
formamos en orden de batalla y los botes se dirigieron vacíos a las na-ves;
pero después de nuestro triunfo, el castillo no hizo ya ningiin dis-paro
contra ellos. Poco más tarde lo? botes regresaron de nuevo llenos
de soldados Cuando desembarcaron, loi que tenían por primera vez
500 ANUARIO DE E S T U D I O S A T L A N T Z C O S
LA CONQUISTA DE LAS CANARIAS 13
mando en tierra nos distribuyeron en siete contingentes o batallones,
con un total de veinticuatro compañías de soldados /
(10) y marineros, y veinticuatro estandartes (*). Avanzamos entonces
un trecho, en formación y en líneas de veintiuno en fondo. De impro-viso
se acercaron corriendo al general tres marineros que habían estado
en la fortaleza, con recado de que los españoles deseaban rendirla si sus
vidas y bienes quedaban a salvo. Acudió el general con algunos capi-tanes
y soldados y, confiados los enemigos en su favor y clemencia, pu-sieron
el castillo en sus manos (**), Dejaron en él toda la artillería,
a saber, nueve cañones de bronce y seis de hierro, así como el resto de
las armas. Había en el fuerte unos ochenta españoles, artilleros algunos,
soldados otros, y el resto civiles de la isla que habian contribuido a su
defensa. Encontramos además la pólvora, balas y mechas necesarias
para la artilleria, amén de treinta arcabuces cortos. También aparecie-ron
cincuenta y ocho presos; los demás habian sido asesinados de un
disparo durante el combate, y algunos,habían huido. Los prisioneros de
dos pequeñas naves capturadas en la rada y los de un barco que ha-bíamos
hundido con la artillería mientras los tres se encontraban al
pie mismo de la fortaleza, fueron todos conducidos a nuestras naves,
a excepción de tres de sus jefes, que el general conservó a su lado para
obtener de ellos informacion. Envio en seguida ochenta soidados al
castillo, que arriaron la bandera real y enarbolaron el estandarte del
Príncipe. En aquel punto trajeron ante el general dos negros que ha-bían
encontrado en el monte, y que dijeron que se habían quedado allí
dormidos y que nada de nada sabían. Cuando comenzó a oscurecer,
avanzamos un buen trecho hacia la ciudad; cuatro compañías se acer-caron
a ella y otras cuatro quedaron a retaguardia: los del Mosa y los
de Amsterdam permanecieron algo alejados, /
(11) al pie de las colinas; los zelandeses y holandeses del norte con-tinuaron
a la oriIIa deT mar. En estas posiciones pasamos toda Ia noche.
Transcurrida ésta, el domingo 27 de junio, muy de mañana, avan-zamos
al unísono los siete batallones hasta las inmediaciones de la ciu-dad
de Canaria, ante la que nos detuvimos unos momentos en forma-ción
Pero los ocupantes del castillo que defiende la población dispa-raban
con tal intensidad que dos batallones se retiraron tras la pro-tección
de un altozano, donde nos vimos algo más libres del fuego.
Este fuerte nos causó muchas bajas mientras estuvimos allí, porque
antes de que pudiésemos atrincherarnos hubo ocasiones en que las
andanadas eran de cinco o seis disparos Cuando vieron que los nues-tros
habían construido una pequeña defensa contra sus cañonazos, pu-sieron
en una altura cinco o seis piezas cortas de bronce, llamadas fal-
(*) Al margen figura la siguiente anotación. Veinticuatro compañías de holandeses en total.
("") Al margen figura la ctguiente anotación: Conquistado el pnmr fuerte.
N h n 25 (1979) 501
14 JULIO-CESAR SANTOYO
conefes (que apenas disparaban una libra de pólvora) y de tiempo en
tiempo lanzaron con ellos proyectiles de madera, con !os que al prin-cipio
nos causaron muchas bajas. tan ventajosa era la posición en que
habían situado esta artillería El enemigo capturó a uno de los solda-dos
que, en numero de diez o doce. habían subido hasta lo alto de la
colina, e inmediatamente lo mataron e hicleron cuartos Vio nuestra
gente la crueldad que usaban con 61 y al atardecer hicieron prisionero
a un español y lo midieron por el mismo rasero Advirtió el general que
los cañones: enemigos habían ocasionado numerosas muertes y ordeno
en consecuencia que trajesen del castillo capturado el día anterior cin-co
cañone.; de bronce. A última hora de la jornada comenzamos a cons-truir
una batería y aquella misma tarde instalamos tres piezas, dos de
ellas listas para abrir fuego al momento contra el fuerte y la colina;
pero no hicimos este día sino cinco o seis disparos. Mientras nuestros a
hombres disponían la batería y situaban / N
(12) los cañones, el enemigo colocó los suyos en contrabatería y, an- o
n
tes de que estuviésemos preparados y puestas las piezas en su lugar, - m
el fuego contrario alcanzó a muchos de los nuestros, entre el!os al co- O
E
misionado Peter van den Eynde, al que un disparo golpeó en la pierna E
2
Tres días más tarde falleció Cuando hubo oscurecido, todas las fuer- E
zas que nos encontrábamos junto a la ciudad formamos una vez más
en orden de batalla y en líneas de quince en fondo, y así transcurrió 3
aquella noche. O-Al
amanecer el 28 de junio cada cual regresó a sus posiciones. Tra- m
E
jeron dos cañones más a la batería, que al momento situaron en un o
terraplén, y comenzamos a batir el castillo con cuatro piezas, mientras
con la quinta abríamos fuego contra la artillería menor del cerro El n
E enemigo colocó muchas sacas de lana, toneles y barriles llenos de pie- -
a
dras en 10s muros para defenderse algo más de nuestro ataque; pero
n una bala de hierro que dio casualmente en uno de los barriles les hizo n
numerosas balas: las piedras salieron disparadas de modo harto sor-prendente
y perecieron con ello muchos de los defensores Cuando los 3
O
disparos de nuestra artillería consiguieron aminorar su resistencia, cua-tro
compañías iniciaron la marcha a las colinas con intención de des-alojar
al destacamento que allí había instalado los falconetes. Al verse
atacados por todas partes (pues la mayoría de los cañones del fuerte
habían quedado fuera de combate e inutili7ados, y por orden del ge-neral
habíamos prendido fuego a la puerta de la ciudad), hacia me-diodia
6 e s ~ r i a l - at~us os de! cast;!!=, !a c=!:~a y cil?ci,uci,, y c e ~s = ~
muleres, hijos, dinero y joyas huyeron al monte Observaron esto nues-tro.;
hombres y se situaron /
(13) en orden de batalla y líneas de quince en fondo Comprobó el
Seneral que los españoles escapaban ignominiosavente e hizo que de
502 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A Y T I C O S
LA CONQUISTA DE LAS CANARIAS 15
una iglesia que estaba fuera de las murallas le trajeran dos escalas. A
pesar de que una de ellas era demasiado corta, con la otra subió a lo
alto del muro, y así entramos en la ciudad. Otros ocuparon también
cerca del mediodía la fortaleza, sin encontrar resistencia ('1. El ene-migo
había minado la puerta, pero se incendió al aproximarnos a ella
y nadie recibió daño alguno Además habían desparramado pólvora por
distintos lugares, pero nuestros hombres la prendieron fuego; en cuan-to
entramos en este castillo se arrió la bandera real y enarboló la del
Príncipe de Orange Dentro encontramos cinco cañones de bronce. Cuan-do
todos entramos en el recinto de la ciudad, formamos nuevamente en
filas de a quince en una explanada. Los soldados que habían penetrado
desde el lado de la colina trajeron al general un hombre de Vlissingen
que habían sacado de la prisión; habló con él y, junto con algunos ca-pitanes,
le acompañó después a la cárcel, donde encontraron treinta
y seis presos más, a los que al instante se puso en libertad Estos de-clararon
que 10s espafioies se habian lleva60 a las irioii:aZus dvs pri-sioneros
condenados a la hoguera, uno inglés y otro holandés, deteni-dos
por el Santo Oficio. Así fue como con la ayuda de Dios tomamos
hacia mediodía la gran isla de Canaria y la ciudad de Las Palmas,
que atacamos con su propia artillería y escalamos con sus propias es-calas.
Al caer la tarde nos alojamos en las casas de la población. Las
que ocupó geiielai por céd-ula de p;!!aje, /
(14) sin que pudiese sacarse de ellas cosa alguna; las demás quedaron
abiertas al saqueo individual. Pero para cuando nuestra gente entró
por la tarde en la ciudad, los españoles ya habían sacado al monte lo
mejor que tenían Los alojamientos se distribuyeron según cada capitán
y compañía. Sin embargo, nos vimos obligados a mantenernos muy
alerta y apostamos centinelas en los altos, lo mismo que en la ciudad,
porque el enemigo se dejaba ver con frecuencia en los riscos cercanos.
En la mañana del 29 de junio algunos marineros se internaron en-tre
estas colinas, pero los españoles, más familiarizados con la zona,
cayeron de improviso sobre ellos y dieron muerte a veinte. Por la
tarde cerca de trescientos soidados se dirigieron a un pequeño castiiio
que se levanta a una media hora de camino de la población. Cuando el
enemigo advirtió su presencia, abandonó el lugar y se refugió también
en la montaña. Subieron los soldados al fuerte y hallaron en él tres
cañones de bronce Quedó un retén de un cabo y varios soldados para
hacer la guardia, y los demás regresaron a la ciudad Aquella misma
noche ios españoies capturaron a un soiciado que cub~ia uno de ios
puestos alejados e inmediatamente lo mataron
En cuanto amaneció el día último de junio, comenzamos a trasla-dar
a bordo el botín de vinos y otros géneros que correspondía al ge-
(*) Al margen figura la siguiente anotación Conquistado el segundo castillo y la ciudad
de Gran Canana
16 JULIO-CÉSAR SANTOYO
neral y capitanes. En torno a la hora de mediodía acudieron a nosotros
tres españoles principales, que asomaron primero entre los cerros con
bandera blanca en la mano y que al punto trajimos ante el general;
poco más tarde vinieron otros dos; pero después de permanecer breve
rato con él, se marcharon. Por la tarde se presentaron ante nuestros
centinelas otros siete españoles con bandera de /
(15) tregua, pidiendo hablar con el general: no obstante, se los re-chazó
nuevamente y regresaron a sus montañas.
El día l." de julio de 1599, por la mañana, mientras nuestra gente
estaba en las colinas, acudieron dos frailes y tres españoles más, so-licitando
que se los condujese al general; así lo hicieron los nuestros,
pero aquél se negó a recibirlos, y se los devolvió a su lugar de origen
La razón era que entonces estábamos muy ocupados con el embarque
del botín. En la misma fecha el predicador de Ijsselmonde pronunció N::
c:: ser=& de grzn dsociSn en !a iglesia mayor de Gran Canaria, en
el que dio gracias a Dios por aquella considerable victoria y le pidió U
que tuviese a bien acrecentarla diariamente, para gloria de su nombre. -i
A este sermón asistió el general y una audiencia de cuatrocientas per- 8'
sonas. I8
El 2 de julio de 1599 se pregonó la prohibición de que nadie fuera
más allá del último puesto de guardia en los cerros. Ordenaron asi- e
mismo que se hiciera retroceder a todos los españoles que acudiesen 5
Y con bandera de tre,wa a parlamentar con el general, y que se matara =E
a cuantos viniesen armados. Una de nuestras pinazas capturó un barco n
6
de pesca a la altura de la isla de Fuerteventura; había en él siete es- U
pañoles, que trajeron ante el general e inmediatamente encerraron en E
prisión. i
3 de julio. Comenzamos por la mañana a trasladar a bordo todas a1
las campanas, cañones y munición que el enemigo había abandonado A
en su huida. A la misma hora dos mil soldados recibieron la orden de ni
partir para la zona montañosa en busca del enemigo, escondido allí con ie
sus mujeres, hijos y pertenecencias, tal como habían escapado de la 5
ciudad. En cuanto se acercaron /
(16) a ellos, comenzó e1 encuentro armado, con gran ardor por ambas
partes; sin embargo, el enemigo se vio obligado a retirarse, a pesar de
conocer mejor que nuestra gente aquel terreno. Regresaron los nues-tros
con unas setenta bajas, entre ellas el capitán Jacques Derickson y
su contramaestre, que cayeron muertos; el resto volvió a sus aloja-mientos
respectivos en la ciudad.
4 de julio. Iniciamos por la mañana el incendio de la población e
hicimos estallar con pólvora el castillo inmediato; igualmente prendi-mos
fuego a 10s conventos e iglesias exteriores al recinto amurallado y
próximos a la orilla del océano. Con la ciudad en ascuas, formaron de
504 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
LA CONQUISTA DE LAS CANARIAS 17
nuevo los soldados y salimos camino de Graciosa, la fortaleza que to-mamos
en primer lugar, donde nuestros hombres subieron a los botes
y de allí a los navíos. Poco después de dejar la ciudad entró en ella el
enemigo e intentó por todos los medios extinguir el fuego. Mientras
embarcábamos, grupos de cinco o seis españoles aparecían a veces a
nuestra vista, pero no se atrevían a aproximarse. Cuando embarcó tam-bién
la retaguardia, prendimos fuego a aquella nuestra conquista ini-cial,
y a continuación el capitán Quyt y sus soldados pasaron a las na-ves
junto con el botín que habian cobrado en la rada, pues el barco
que antes ocupaban estaba ahora a punto de hundirse.
5 de julio. Seguíamos en aquella ensenada, cuando el general dis-paró
dos piezas de artillería, izandó asimismo dos banderas con los
colores del Príncipe, señal que indicaba que debían acudir a él todos
los capitanes de navío con uno de sus pilotos y los capitanes con man-do
en tierra. Acudieron al instante en los botes y /
(17) preguntó el general a los pilotos familiarizados con aquella costa
cuáles eran las islas más vulnerables y dónde podía desembarcarse con
mayor ventaja. Al atardecer el barco del capitán Quyt se prendió fuego
y fue preciso arrastrarlo hacia la orilla. Con esta fecha se nombró al
hasta entonces teniente del capitán Kloyer nuevo capitán del barco de
Jacques Eei-icksoíi, qüe kiabia perecido asesmadu en !as montañas. A
su vez, el oficial de banda del general ocupó el puesto de teniente del
capitán Kloyer.
A causa del viento contrario y otras dificultades que entonces sur-gieron,
así como porque la brisa impedía el regreso de las naves an-teriormente
enviadas a altar mar, el 6 de julio continuamos en aquella
rada, al pie del fuerte de Graciosa. Cerca de mediodía cuatro españoles
con bandera de tregua bajaron desde la ciudad a la orilla, justo en-frente
de nosotros. Los botes trajeron a dos de ellos a la nave capita-na,
mientras los otros dos quedaban en la costa con la bandera blanca.
Pasaron toda la tarde con el general; después los devolvimos a tierra
y regresaron a la población.
c 1 dia 7 m,-.- 1- -.-.,ion- norr..:nmnr
=A la ..l&uL,, ,., en e! mismo y%:=, cüanUe d r ~ s
cuatro descendieron con idéntica señal a la playa, frente a nuestros na-víos.
Al verlos la flota, un bote enviado a la orilla acercó a los cuatro
hasta el general. Traían el rescate de algunos compatriotas suyos que
habían entregado el fuerte de Graciosa a satisfacción del general, y por
los que se habían solicitado distintas cantidades, según el cargo y cua-
*1.7--T-ul,o, rloe dr csda Enc. hete Ueíe!viS a tierru a rrscuta&rrs y res=
catados, /
(18) que marcharon así a la ciudad.
8 de julio Dos horas después de salir el sol la capitana y demás
naves izaron velas, llevando con ellas a los espafíoles que no habían
Núm 25 (1979) 505
18 JULIO-CESAR S-4h7TOYO
sido liberados, y continuaron bordeando la costa de Gran Canaria.
Este día fal!eció Jan Corne:essoil Zwartekeys, a quien un cañonazo ha-bía
cercenado la pierna durante el ataque a la isla. Cuando rebasamos
ésta y la dejamos a nuestras espaldas, vimos el barco del capitán Hert-rnan
y tres más que estaban fondeados Levaron anclas al divisarnos y
continuaron con nosotros Estos eran los navíos que el general había
enviado anteriormente a mar abierto. Navegamos unidos hasta que el
sol se situó a occidcnte Comenzó a levantarse entonces un viento cada
vez más recio, hasta el punto de no poder mantener fijo el rumbo y
vernos obligados a dirigirnos al sudoeste de Gran Canaria, donde an-clamos
Desde allí distinguíamos Tenerife, con la elevada montaña que
llaman El Pico, y otra isla. Nos encontrábamos a catorce millas del
Teide, pero parecía por su gran altura que sólo nos separaba de él
una distancia de cuatro o cinco; bien es cierto que durante el dia y a
a plena luz no podíamos verlo. N
Ahí lorideados, i r i ia iiiafiana Uei 9 de jüEo la mayor pai+ de !os E
botes partieron hacia la costa en busca del agua dulce que pudiera en- O
n
contrarse Llevaron también con ellos el cadaver de Jan Cornelesson,
-
=m
hijo del oficial mayor del almirantazgo de Rotterdam, apellidado Zwar- O
E
tekeys, que tue dignamente enterrado en tierra firme y seca. Después E
2
prendimos fuego a unos montones de leña apilada entre los árboles de =E
la orilla No vimos allí ningún español.
10 de julio Los botes devolvieron / 3
- - 0
(19) las tripulaciones a sus barcos respectivos, que levaron anclas e m
E
izaron velas con viento del noroeste. Pero cuando ya todos navegába- O
mos, amainó la brisa y, por falta de ésta y por la gran calma que su-cedió,
las naves quedaron a la deriva n
E El 11 de julio por la mañana un recio vendaval empujó desde el nor- -
a
deste las gavias, pero varió considerablemente a medida que nos acer- A
n cábamos a la isla de Tenerife. El viento hinchaba a veces las velas de n
0
seis o siete barcos, al igual que las de los demás que navegaban próxi-mos
a la costa, y a veces desaparecía, por lo que íbamos a la deriva, 3
O
sin poder ajustarnos al viento o al rumbo, y viéndonos obligados a
cambiarlo aquella jornada en más de doce ocasiones.
Relación de la conquista de Gomera,
una de la9 Canccrras, y de cómo despué5
d e j ~ !xS ~;S!= ~ ~
12 de julio Avanzamos con ráfagas muy vaIiables a lo largo de la
extensa isla de Tenerife, al amanecer se fijó un tanto el viento y las
gavias se hincharon con aire fuerte del noroeste Cuando se hizo com-pletamente
de día vimos que los barcos se habían distanciado unos de
506 A Y V A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
LA CONQUISTA DE LAS CANARIAS 19
otros por la inestabilidad del viento. Algunos derivaban en la calma,
otros tenían algo de brisa. Como la flota se encontraba en su mayor
parte a nuestra izquierda, nos dirigimos sin dilación a ella. Una vez
reunidos, tratamos de alcanzar la isla de Gomera, /
(20) en la que se levantaba una pequeña ciudad. Por la tarde, y aun-que
muchas de nuestras naves se encontraban ya cerca, la mayoría es-taba
aún a sotavento, de modo que nadie pudo llegar a la población
antes de que cayera la noche. No obstante, Jan Gerbrantson, el almi-rante
que enarbolaba bandera blanca, su vicealmirante y tras ellos una
pinaza, se acercaron a la ciudad en el momento del crepúsculo y pri-mera
oscuridad. Tanto se aproximaron a tierra que sus habitantes dis-pararon
dos cañonazos, aunque no dieron en el blanco. Ante esto, él
y los demás barcos que le acompañaban se alejaron un tanto, reco-gieron
velas y echaron las anclas. El resto de los navíos que habían
quedaao atrás hizo también io pos,Y~Di por ponerse a SU a1tUi-a frente
a la isla.
Con la capitana de enseña blanca así fondeada cerca de Gomera,
casi todos los barcos de la escuadra estaban aún en la mañana del 13
de julio entre esta isla y Tenerife, de modo que una parte de ellos ha-bía
deiado atrás la ciudad y en ocasiones tuvimos que andar buscan-do
a los que se encoiiiraban a soiaveniü para güiai.Ios hasta nosotros.
Mientras navegaba, y cuando la mayoría se hubo acercado ya a la isla,
el general convocó a todos los capitanes, al tiempo que ponía rumbo a
Gomera. Las restantes naves procuraron seguirle y fondearon en torno
a lá cabecera del valle que hay al nor-noroeste de la ciudad. una vez
ancladas, bajaron los capitanes a los botes y acudieron hasta el gene-ral
para informarse de sus planes. Permanecieron allí cierto tiempo y,
cuando regresaron, escogieron cuatro compañías de soldados, que des-embracaron
en el valle. Después levaron anclas todas las naves y se
dirigieron en derechura hacia la ciudad, /
(21) donde fondearon de nuevo. Permanecimos juntos, pues, en esta
rada, ~ l s , a r a r , ~ o- 1 mx ~nn- ,n,iiu-ii,ñuvnon e v n c centru lu rii?.iud; pero e!!es 3~
dieron muestra alguna de resistencia, porque tan pronto como nos di-visaron
enterraron cuatro cañones de bronce que había en la orilla,
inmediatos a un pequeño fuerte. Las otras seis compañias desembar-caron
también sin resistencia: efectivamente, los españoles habían hui-do
a las montañas con sus mujeres, hijos y Ias pertenencias que con
elles p~ci,ierci,l levarse ( * ) . ~ ~ z 1n~ dcs ~ ~a t r cc imp a ñ i a q ~ he& ian
desembarcado primero vieron (por su camino de la ruta de la monta-íia)
qne el enemigo escapaba al monte con todas sus posesiones, se
envió a cierto niimero de soldados a detenerlos y a arrebatarles lo que
transportaban Para llevar a efecto este plan, los soldados descendieron
(*) Al margen figura la simiente anotacibn- Los españoles abandonan la ciudad de Gomera.
Núm 25 (1979) 507
L\ CONQUISTA DE LAS CANARIAS 21
(23) media uno dieciséis pies y medio de largo y el otro cerca de
catorce.
El dia 16 por la mañana el general convocó en su navío a todos los
capitanes; la razón era que algunos de éstos no habian enviado vive-res
a las tropas de tierra, que pasaban hambre, por lo que varios sol-dados
se habían quejado al general. Después de mediodía el enemigo
se a'cercó al altozano que domina la ciudad dando gritos y voces a
nuestros hombres para que fuésemos a recuperar los mosquetes. Por
la tarde desembarcaron muchos marineros armados, y se hicieron to-dos
los preparativos para salir a los montes a la mañana siguiente
muy temprano en busca de los arcabuces, mosquetes y demás armas
que los españoles, en son de mofa y burla, nos habían incitado a arre-batarles.
Mas cuando ya todo estaba dispuesto para este ataque, ocu-rrió
que aquella misma noche se levantaron fuertes ráfagas de viento,
cuya intensidad fue en aumento hasta convertirse en una violenta
tempestad. A pesar, pues, de que la flota estaba al cobijo de la isla y
en la cala de la ciudad, algunos barcos se vieron obligados a levantar
anclas y salir a mar abierto par impedir que les ocurriera una posible
desgracia, ya que estaban muy próximos entre sí. Cuando se apartaron
un tanto, echaron de nuevo anclas y allí permanecieron. Este es el
motivo por el que se pospuso el plan mencionado del general. Nos-otros
lo consideramos como un aviso para que el general protegiera
y librara a su gente de los sanguinarios españoles escondidos en los
agujeros y madrigueras del monte, que quizá podrían haber matado
a muchos de los nuestros. Y a propósito de esto: bien pueden llamarse
<canarios» o «canes», según el nombre de las islas, pues «Canaria> no
quiere decir sino <perruno,; son efectivamente tan veloces como /
(24) los perros, y tan crueles y sanguinarios como e1 lobo salvaje o
cualquier otra fiera; de esto dieron amplio testimonio, pues en cuanto
se apoderaban de alguien, haciendo honor a su nombre de «canarios*,
al instante lo despedazaban como perros rabiosos.
Cuando el día 17 terminó aquella difícil noche y cesó con ella la
tempestad y amainó su fuerza, nuestros valientes soldados se dispusie-rm
u !!PVUF 8 C U ~ CC OT? err,peBv !u empres8. NrYu espe.-.ben ni 6eseu-ban
más que salir a los montes y hacer frente al enemigo idólatra.
Pero después de ponderarlo mucho, se desistió del proyecto. En cam-bio
enviaron trescientos soldados al mismo valle en que tres días an-tes
los españoles habían repentinamente rodeado, atrapado y asesina-do
a nuestros hombres. Los soldados, sin embargo, no vieron allí a nin-yilin
escaño! ni encontraron resistencia. Sólo hallaron un pequeño ra-ñón
de bronce, de aproximadamente una braza de largo, y dos ba-rriles
de pólvora. Cuando comprobaron, pues, que no había nada que
hacer y como no tenían autorización para ello, evitaron la subida al
monte y regresaron a la ciudad con lo que habían cogido. Al acercar-se
la noche el general ordenó que se subiese a bordo lo que habíamos
22 JULIO-CÉSAR SANTOYO
encontrado y desenterrado La orden se llevó en seguida a efecto. En-tre
las cosas embarcadas había tres cañones de bronce, algunas cam-panas
y otros materiales.
El domingo 18 de julio permanecimos anclados en la rada de Go-mera.
Lunes, 19 de julio. Continuamos en la isla. Al ver que los españo-les
seguían en sus cuevas secretas y madrigueras de la montaña, pren-dimos
fuego a la población e incendiamos todos los lugares a los que
pudimos acercarnos, conventos, iglesias, /
(25) ermitas y casas. Todavía permanecimos en la ciudad hasta me-diodía
Después los soldados de las Provmcias Unidas la abandonamos,
e inmediatamente embarcó el general con todo su ejército Así dejamos
en llamas la isla de Gomera, cosa que nunca había hecho antes nin-guna
nación Cuando los españoles se percataron de que ya partíamos
de la isla, salieron corriendo en multitud y con gran prisa de sus
agujeros y cuevas secretas, y acudieron a apagar el fuego, como an-teriormente
habian hecho los de Las Palmas en la isla de Gran Ca-naria.
Martes, 20 de julio Segu~mos en la rada de Gomera Dos de
nuestros soldados pasaron este día al navío del capitán Kloyer y en su
lugar vinieron al nuestro dos que estaban heridos y dos españoles.
Breve informe o resumen de la partida
del Almiranfe hacia las Antillas
(Despues de dejar las islas, el general imparte sus órdenes a la ar-mada
y despide muy cortésmente a los capitanes y oficiales; empren-de
con su flotilla el viaje a las Antillas; los demás navíos regresan a
los Países Bajos, cada uno a su lugar de origen)
Poco después de que el ejército de las Provincias Unidas hubiera
ganado por fuerza de las armas la isla de Gran Canaria y conquistado
la de Gomera, diversas causas obligaron a abandonarlas, no sin antes
haber subido a bordo todo lo que en ellas encontramos y haber incen-diado
las poblaciones, iglesias, conventos y casas, y arrasado las for-talezas.
Convocó el general a los /
(26) capitanes y oficiales de la flota y, reunidos todos los jefes, los
recibió y agasajó, al tiempo que en unas palabras al respecto les dio
las gracias por el leal y capaz empeño que habían demostrado en esfa
empresa. Rogó también a Dios todopoderoso que se dignara ser el úni-co
guía y misericordioso protector de todas sus iniciativas, para gloria
suya y feliz prosperidad de las Provincias Unidas de los Países Bajos.
De forma muy cordial y con amables palabras, razones y ejemplos di-versos
animó tambien a la oficialidad a continuar sus buenos comienzos
510 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
Lri CONQUISTA DE LAS CANARIAS 23
en el fiel y cabal servicio de Dios, de su's señorías y magistrados prin-cipales,
las honorables autoridades y estados de los Países Bajos Unidos,
así como a plena satisfacción del noble y valeroso gobernador general,
Príncipe Mauricio, su primer jefe y señor, etc. Entre estos y otros
asuntos similares transcurrió el día.
Miércoles, 21 de julio. Sopló viento del norte. Llamó de nuevo el
general a los capitanes y oficiales, y por segunda vez se despidió con
mucha cortesía de todos ellos. En su lugar nombró almirante en jefe
de las naves que habían de volver a Holanda al esforzado capitán Jan
Gerbranston, y solicitó y encargó encarecidamente a los presentes que
mostraran a éste cumplida obediencia y acatamiento, como si de él
mismo se tratase, y que anunciaran también sus deseos a cuantos en-tonces
no se encontraban allí. Finalizadas estas palabras de despedida,
el almirante Jan Gerbrantson izó en lo alto de su nave el estandarte
del Príncipe, /
(27) al tiempo que el honorable Peter van der Doest ordenaba que
al punto se desplegase también en su propio navío la misma bandera.
En cuanto el sol se halló al sudoeste, todos los barcos levaron anclas
a un tiempo e izaron velas, despidiéndose alegre y jubilosamente unos
de otros por tercera vez. Así iniciaron sus distintas rutas: el general
y SU f!ot:: UI treintz y seis nzvies piiieron rnmho siir-s'idoeste; y 10s
treinta y cinco barcos del almirante Jan Gerbrantson partieron hacia
levante en la dirección del viento, con destino a la patria (*).
Martes, 10 de agosto Marchábamos juntos con rumbo nordeste
dieciséis de los navíos que regresaban a Holanda cuando, a una al-tura
de 36 grados y 10 minutos, divisamos dos barcos desconocidos
que venían del noroeste con velas desplegadas. Nos dirigimos a ellos,
jr los abordamos y capturamos después de mediodía: ambos eran es-pañoles
(**). Uno era un pequeño navío que procedía de Cabo Blanco,
a 22 grados de latitud, con carga para Wolvis, en el Condado (?), don-de
residían sus tripulantes. Viajaba en estas naves un comerciante s e
villano con cuarenta y siete hombres. Cada barco tenia dos piezas de
urti!!eríz y c e d ~tr ipiihnte un mncq~ete,p ero no intentaron defenderse
ni atacarnos. También encontramos allí un cargamento de seiscientas
píeles curtidas, con un valor aproximado (según dijeron) de seis mil
ducados, y dos sacas de dinero: una con 1100 y otra con 1.040 mo-nedas
de a real; había además dos toneles con aceite de ballena y dos
barriles de goma arábiga.
E! jüeve-, 19 cant:i,~amos !as c'u~eciséis nzíes untes menrion~chs:
amén de las dos españolas, cuatro barcos de guerra de Holanda de1
Norte, cuatro de Zelanda y una del Mosa, cuyo capitán /
(*) Al margen figura la siguiente anotación La flota holandesa se divlde en dos partes.
una regresa a la patria y la otra prosigue hacia las Antillas crr) Al margen figura la siguiente anotación Captura de dos pnesas españolas
24 JULIO-CÉSAR SANTOYO
(28) era Antony Leonardson. Todos los demás eran barcos de abas-tecimiento
Navegábamos con viento oeste-noroeste en dirección nor-deste
a norte, a 36 grados y 45 minutos de latitud. Los capitanes se
habían reunido en consejo con el almirante para estudiar qué podía
hacerse con el asunto de las presas españolas.
La flotilla de dieciocho navíos siguió unida el 21 y 22 de agosto,
sábado y domingo. Comprobamos que nos encontrábamos a una lati-tud
de 39 grados y 6 minutos. Avanzábamos con ruta nor-noroeste y
con el sol de sur a oeste. Soplaba viento del oeste-noroeste. Lisboa que-daba
a nuestra derecha.
Lunes, 6 de septiembre. Viento de poniente. Nos desplazábamos con
rumbo este. A mediodía lanzamos la sonda y dio una profundidad de
cincuenta brazas. Encontramos también unas pequeñas conchas blan-cas
cub~ertas de púas. A los 49 grados 20 minutos, con el sol al sud-oeste,
divisamos la isla de Ouessant y proseguimos en dirección nor- a
deste a norte
El martes 7 de septiembre, con el sol de este a sudeste, vimos ya
Inglaterra Soplaba un fuerte aire tempestuoso del sur-suroeste y na-vegábamos
a nor-nordeste. Nos acercamos a tierra en Gawstert, vira-
- m
O
mos después y proseguimos hacia el este-sudoeste. Por la tarde sopló E
E
con tanta fuerza el viento que nos obligó a arriar la vela mayor y con- 2
E tinuar toda la noche con sólo dos velas menores.
Miércoles, 8 de septiembre. Siguió el mal tiempo. Con el sol de este 3
a sur divisamos la isla de Wight al nor-noroeste de nosotros. Navega- -
mos todo el día con rumbo este-nordeste y con el trinquete al viento. -
0
m
Al atardecer vimos Pevensey, y pasamos junto a Dover en el segundo E
cuarto de la noche. O
Jueves, 9 de septiembre. En cuanto comenzó a nacer el día se en-calmó
el tiempo, aunque permaneció anubarrado. / E
2
129) Con el sol al sudeste, nos detuvimos ante Nieuwpoort durante n
n -
toda la marea. El viento era del este, pero cambió al noroeste despues
de mediodía e izamos velas de nuevo, prosiguiendo toda la noche con 3o
el trinquete al viento.
El viernes 10 de septiembre de 1599 estábamos al amanecer frente
al Rlosa; y con ayuda de la misericordia y gracia de Dios IIegamos a
Brielle con el sol en el sudoeste.
Desde entonces ha arribado a Texel otro barco de guerra que creia-mos
perdido, cuyo capitán era cierto Cater, de Amsterdam, al que la
tenpestad hahia apartado del resto de la flota durante el viaje. Este
capitán había capturado algunas presas y, en unión de dos barcos bri-tánicos,
se había apoderado de una carabela de aviso procedente de la
India con un cargamento muy valioso. Como tenía tripulación más nu-merosa
que los ingleses, dividió con ellos el botín en dos partes, y ha
regresado así este mismo mes de octubre
512 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
LA CONQUISTA DE LAS CANARIAS
Mayo
Junio
Julio
-L. -M. -Mt. -J. -V. -S. -D.
1 2 3 4
5 6 7 8 9 1 0 1 1
12 13 14 15 16 17 18
19 20 21 22 23 24 25
26 " 27 28 29 30 31
Agos Ao
Septiembre
Calendario citado por el autor. Año de 1599.
(Los números aluden tanto a la paginación de la edición inglesa de
1599 como a los de esta traducción.)
Alegranza (isla) : 7.
Amsterdam: 2, 4-5, 8, 10, 29.
Antillas : 25.
Blackness : 2.
Blanco (cabo) : 27.
Brielle: 29.
Bynon (capitán) ' 21.
Calais: 2.
Canarias (Islas) passim.
Cater (capitán) : 29.
l-1 -:L.--,. . b L C , U U . ~ . l.
Cloper, William Derickson : 1.
De Bloome (alférez) 7.
Derickson, Jacqes: 16-17.
Dover: 28.
El Ferrol: 3.
Finisterre (cabo) : 5.
Fuerteventura: 7, 15.
Galicia: 5.
Gawstert : 28.
Gerbrantson, Jan- 2, 20, 26-27.
GheIeinson, Cornelius : 2
Gomera : 19-25.
Graciosa (fuerte) . 16-1 7
Gran Canaria: 7-21.
Hamburgo: 4.
Hertman, Henrick: 7, 18
Holanda: 1, 26-27.
Ijsselmonde 15
India: 29
Kloyer (capitán) 17, 25.
Krujc (capitán) 9.
La Coruña. 3-5.
Lanzarote: 7
Las Palmas. 10-19, 25
Leonardson, Antony : 28.
Lisboa: 28.
Mauricio de Nassau: 3, 26.
Meerbeck: 21.
Mosa (río) : 2, 10, 27, 29
Moy Lmbert (navío) . 4
Mieuwpoort : 29.
Oporto - 5.
Ormge (navío) : 2
Ortega1 (cabo) : 3.
vnu.r.;~i > a-a-i-r.r. +/L:- Ti..s\. ia, . 20.
Pevensey: 3, 28.
Prior (cabo) : 3.
Pijc, Henrick (capitán) : 7
Quyt (capitán) : 16-17.
Rotterdam: 1, 6, 18
Roxent (cabo) : 5
San Lúcar de Barrameda: 5.
San Vicente (cabo) : 5
Sevilla. 27.
Sisargas (islas) : 5.
Teide 18.
Tenerife 18-20.
Texel (isla) 29.
Thunesson, Harman (alf ) : 7
Van der Eynde, Peter: 12.
Van der Doest, Peter (general) :
passim.
Vivero: 3.
Vlissingen: 1, 13.
WeeIings (9) 1.
Wiqht (isla de) : 28.
WoIvis 27
Zelanda- 1, 27
Zwartekeys, Jan Cornelesson. 18.
A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S