LAS PALMAS EN 1524:
HECHICERÍA Y SEXUALIDAD
P O R
FRANCISCO FAJARDO SPfNOLA
Este trabajo ha nacido de la investigación y lecturas reali-zadas
con vistas a la preparación de mi tesis doctoral, que es-tudia
la brujería y el curanderismo supersticioso en Canarias
durante la Edad Moderna. Al analizar la documentación de la
Inquisición, relativa al tema de la tesis, que se conserva en el
Museo Canario, de Las Palmas, se me ha destacado, por su im-portancia,
curiosidad e interés, el libro de las Testificaciones
de 1524; y ello me ha movido a ocuparme en un estudio dete-nido
del mismo, que ha sido consultado y citado por diversos
historiadores, pero que no había sido objeto de un tratamiento
exhaustivo l. Mi acercamiento al documento ha estado motiva-do
por mi interés en la hechicería, y por ello recogeré especial-mente
las denuncias que se refieren a esa materia, que son, por
otra parte, la mayoría; pero no dejaré de tratar y comentar el
zoEtexto en que se pro"es;;, Y ~t~~~c ir2üirStaíici83y &tus de
la vida diaria de Las Palmas que en las declaraciones aparecen,
l Volumen I I , 1." Serie, Testificaciones (1524-1526), perteneciente a la
colección Bute. Aunque contiene algunos documentos de 1525 y 1526, en
su mayor parte son testificaciones de 1524.
Núm. 31 (1985) 177
2 FRANCISCO FAJARDO SP~NOLA
particularmente la sexualidad. No pretendo, sin embargo -ni
podría, ni sabría-, agotar las posibilidades que el documento
ofrece.
En 1524 llegó a Canarias el inquisidor don Martín Ximénez,
chantre de la catedral de Las Palmas, y con él se produce, des-pués
de varios años de ausencia de Inquisición ', una enérgica
intervención, leyéndose los edictos de fe en todas las islas 3, y
dando lugar, en el caso de Las Palmas, a una conmoción de to-dos
sus habitantes y a unas reacciones violentas, como más
adelante se expondrá '.
Leído el edicto de fe en la catedral el domingo 29 de mayo
de 1524, desde el día siguiente y hasta entrado el mes de julio
pasaron por las casas obispales, donde estaba el Tribunal, al g N menos 239 denunciantes, todos los días excepto los domingos; E
casi todos ellos en el mes de junio, y luego unos pocos en los 5 n primeros dias de julio Datos que permiten -y eso preten- g
den- reconstruir el clima, el ambiente de la ciudad en esos
primeros meses de actuación inquisitorial: afluencia, de mu- 2
E jeres sobre todo, ante el palacio episcopal -algunas declararon
dos y hasta tres veces-; riñas entre las que acudían a testifi- $
car; huidas, amenazas, ruegos para que no se denunciase.. . 6.
- -
0
Las declaraciones muestran claramente que acababa de llegar
O
5
n En 1521 habría muerto el anterior inquisidor, López de Tribaldos. -2
Vid. E. AZNAR VALLEJOL:a . integración de las Islas Canarias en la Corona $
de Castilla (1478-1526), Secr. Publ. Univ. La Laguna, 1983, p. 188 y nota 84
de la p. 211. Entre esa fecha y mayo de 1524 no existe, de hecho, Inqui-sición
en Canarias, aunque en 1523 se nombró al prior de la catedral $
como inquisidor ordinario. Véase A. MILL~ETSO RRESH: istoriu de la In- o
q.1;2sicliin, en !m Islns Canarias, Las Palmas. 1874. vol. 1. p. 79.
3 Vol. I I , Testificaciones (1524-1526,, fols. 1 al 16. En lo sucesivo, to-das
las citas documentales se referirán a este volumen, si no se indica
específicamente otra cosa.
4 Ver el capítulo titulado «Reacciones contra la actuación del inqui-sidor
don Martín Ximénezn.
"parte del volumen citado, hay un documento no catalogado que
contiene once declaraciones recibidas entre los días 7 y 27 de julio. Y ese
documento está incompleto, sin principio ni final, por lo que sin duda
hay testificaciones perdidas.
Ver el capítulo «El castigo de las hechiceras).
178 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
la Inquisición, así como las expectativas y temores que el sim-ple
anuncio de su venida había despertado l .
El enorme valor de este conjunto de testificaciones reside en
que nos pintan un cuadro bastante acabado de la ciudad de Las
Palmas en un momento tan interesante; en una fecha próxima
a su nacimiento, de la que no abunda precisamente la documen-tación.
Y el carácter sincrónico de los datos que nos aportan
es lo que permite en este caso dar forma a ese paisaje histórico,
colocando una pincelada junto a otra. Es sabido que los fondos
inquisitoriales, explotados paciente y convenientemente, son
una fuente valiosísima para el estudio de los aspectos etnográ-ficos
o antropológicos de las colectividades y épocas en que
actuó el Santo Oficio % Incluso dentro de esa cualidad de los
documentos de la Inquisición, esta serie de testificaciones apa-rece
como particularmente valiosa. Aunque quizá estoy prome-tiendo
lo que después no voy a ser capaz de dar.
LOS DENCNCIANTES Y SUS DENUNCIAS
De los 239 distintos declarantes, 173 (314 partes) acuden a
denunciar hechicerías, y el resto otras materias: judaísmo, pro-
Malgarida Lorenzo declara el 31 de mayo que en una conversación
mantenida hacía dos meses sobre casos de judaísmo se habló de una
mujer que quería volverse a Castilla porque «se sonaba que venía in-quisidor
a Canaria)) (fol. 36). El 7 de julio declara Francisco de Salarnan-ca
que hacía dos meses le había dicho Já.imez, zapatero, «que si a esta
isla viniese Ynquisición como dicen que se esperaba.. .N, él acusaría. .., etc.
(fol. 324). «Que agora pocos días después que S(u) M(erce)d del Sr. In-quisidor
es venido...)) -se dice-. Incluso los cristianos de Lanzarote
piden a un Juan García de León, que había ido allí, «como saben que
llega Inquisición a Canaria)), que denunciara a los moriscos de aquella
isla, porque no eran cristianos (fol. 166 v.).
Puede verse lo que escribe B. Bennassar en Inquisición española:
poder polztico y control sociai, Barcelona, EFI. Critica, 1981, pp. 7 y SS.
O de J. P. DEDIEU«:L es archives de l'lnquisition, source pour une étude
anthropologique des vieux-chrétiens)), en La Inquisición española. Nue-va
visión, nuevos horizontes, dirigido por J. Pérez Villanueva, Madrid,
Siglo XXI, 1980. Me excuso de citar las obras ahí mencionadas de Caro
Baroja, Henningsen, Le Roy Ladurie o el propio Bennassar.
Num. 31 f1985) 173
posiciones, blasfemias, palabras y acciones irreverentes, biga-mia
y comer carne en días prohibidos. Del total de denuncian-tes,
18 son vecinos de diferentes lugares de la isla de Gran
Canaria, y los demás -dejando aparte a aquellos de los que
no se conoce este dato- son vecinos o estantes en la ciudad
de Las Palmas.
De las testificaciones por hechicería, 136 (4/3) son realiza-das
por mujeres y 37 (1/3) por hombres. Las supersticiones, y
particularmente la magia amorosa, parecen sobre todo asunto
de mujeres: ellas las solicitan, elIas las practican, ellas las co-mentan
y denuncian ',
En la mitad de estas declaraciones (89) consta la proceden-a
cia del testigo: 37 son andaluces y 17 de Castilla -sin especi- N
ficar en algunos casos de qué parte, por lo que también entre
O ellos habrá andaluces-; 21 son portugueses; tres moriscas, n--
aunque dos de ellas andaluzas; dos de La Palma, dos de El Hie- m
O
E
rro y tres de Lanzarote; una negra horra y una de color loro E
2
(mulata). Debe destacarse que son en su inmensa mayoría -E
peninsulares, ibéricos. Los miembros de otros grupos étnicos,
3 de los grupas sometidos y marginados, son minoría: apenas -
dos palmesas y d.os herreñas, una morisca de Berbería, una -
0
m
E mulata de esa procedencia y una negra libre; ningún guanche, O
ni canario, ni esclavo negro. Su ausencia de entre los denun-ciantes
es seguramente un signo de marginación, de escasa in- n
-E
tegración en la nueva sociedad, colonial y cristiana, que está a
2 aún formándose en las islas. Estamos todavía en un momento n
en que la gran mayoría de los adultos étnica y culturalmente n
hispánicos ha nacido fuera del archipiélago. Y en que hay una O3
marcada diferenciación social y cultural respecto a aquellos
otros grupos socio-raciales .
En conclusión, los denunciantes son en su mayor parte mu-jeres,
de origen castellano o portugués y pertenecientes a las
clases populares, extremo éste que puede afirmarse analizando
sus actividades, relaciones, profesión de sus maridos y hasta
3 En cambio, de los que deponen por otras materias hay cuarenta y
cinco hombres y veintiuna mujeres.
180 AXUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
lugar de residencia. Y creo que, considerando la población de
Las Palmas en 1524, habría que asegurar que una elevadísima
proporción de las mujeres de esa condición social pasaron a
declarar ante el inquisidor lo.
Los que acuden al concurso de la hechicería buscan satis-facer
y resolver, por medios extraordinarios, cualquier suerte
de anhelo o inquietud, Los motivos del recurso a la magia pue-den
ser, en principio, tan variados como puedan serlo los de-seos,
problemas y preocupaciones humanos, aunque podrían
agruparse bajo los títulos de salud, dinero, amor, saber y po-der,
añadiendo los maleficios, que pretenden privar al enemigo
de alguno de esos bienes. No obsta.nte. entre diversas culturas,
entre sociedades distintas, entre un momento histórico y otro,
puede haber, y de hecho hay, importantes diferencias no sóio
en cuanto a los medios empleados, sino en relación con cuáles
sean las aspiraciones prioritarias, colectivamente sentidas como
tales. Y, además, puede diferirse mucho respecto a cuáles de
esos propósitos se intenten alcanzar por medios supersticiosos.
--t - - - A 7 - - - - - - - I- - 1 3 - 1 - - :.--:---,.-..- -.i í -z- . - --- uejariuu aparLe que algurlus ue lus pr.ur;eulrIuerlLuby uur-larc~u rl-siderarse
más o menos delictivos o pecaminosos, y, en conse-cuencia,
ser o no ser objeto de denuncia.
Por lo que acabamos de decir, resulta interesante saber
cuáles son los fines que llevan a las mujeres de Las Palmas,
al finalizar el primer cuarto del siglo XVI, a recurrir a las hechi-ceras,
porque ello nos permitirá acercarnos al universo de sus
preocupaciones y querencias, de sus temores y sus ilusiones,
de su vida cotidiana. Y también resultará ilustrativo conocer
dónde se colocan los límites entre lo natural y lo mágico o
sobreiiatüra!, entre !o Eeito y !G kierStic2i.
Sumando todas las menciones que se hacen de recurso a la
hechicería, obtenemos la cifra de 478. El número es muy supe-rior
al de personas denunciadas, porque cada una de ellas
suele ser acusada de practicar no una, sino diversas actividades -- --&A- -.--&:-:---,.
JJ S ~ L L G U~ U ~ G L U L I L L U y~ ~p~o~r,q ue muchos de 10s testigos coiii-ciden
en sus cargos contra unos mismos sujetos. Por lo que 478
lo Ver el anexo «La población de Las Palmas en 1524)).
Núm. 32 (1985) 181
no es el número de hechos o de «casos» -extremo imposible
de averiguar e innecesario-, sino el número de veces que re-sulta
nombrada una práctica supersticiosa. Y por ello del si-guiente
cuadro no interesan las cantidades, sino las propor-ciones:
Amor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 324
Adivinación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
Curaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
Causar males . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8
Indeterminados y varios . . . . . . . . . 47
Total . . . . . . . . . . . . . . .
Resulta evidente que lo que más movía a las mujeres de Las
Palmas era el amor: 213 de los hechos denunciados se refieren
a él, y esa proporción se eleva hasta los 314 si añadimos los
casos de adivinación en que se pretende saber algo relacionado
con el amor. En este punto la hechicería canaria responde ple-namente
a las características de la practicada en Castilla la
Nueva, Andalucía y el Levante mediterráneo 'l.
Dentro de los hechizos de tema amoroso, sólo en seis ocasio-nes
se trata de un hombre que pretende los favores de una
mujer (y más bien son gentes que cuentan que determinados
remedios sirven para tales fines); mientras que en las otras 318
son mujeres las que buscan el auxilio de la magia para lograr
el amor de un hombre. El renglón más numeroso (noventa y
11 T/er c. CIRAC ry~cpp>>&: 4 ~ p ~ r t ~g ~l g ih&i,st "rjg & 13 ~ ~ q ~ ; ~ i d & .
Los procesos de hechicerías en la Inquisición de Castilla la Nueva (Tri-bunales
de Toledo y Cuenca), Madrid, 1942, art. V I I I : {(Conjuros, filtros,
sahurnerios y hechizos amatorios)),p p. 105 y SS. J . C o ~ o sR urz m ADANA:
({Inquisición y sociedad: aproximación antropológica a la contracultura
cordobesa a fines del siglo XVI (1577-1395)», en Andalucía Moderna. Actas
de los 11 CoZo~?l.iosd e Historia de Andaluciai Córdoba, 1980; vol. 11, pá-ginas
257-273. S.obre la hechicería valenciana, M? HELF ~SAÁN CHEZO RTE-GA:
((Hechizos y conjuros entre los gitanos y los no-gitanos)), en Cuader-nos
de Historia Moderna y Contemporánea, Fac. de Geogr. e H." de
la Univ. Complutense de Madrid, núm. 5, 1984, pp. 97 y SS.
182 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
ocho veces) es el de mujeres que buscan que un hombre, en
particular, las quiera: en unos casos (diecinueve) el propio
marido, y en otros (setenta y nueve) sus amantes, con los que
en ocasiones viven amancebadas, u otros hombres a los que pre-tenden.
En un menor número de casos (dieciocho), que las quie-ran
los hombres, genéricamente; en tanto que los hombres
aspiraban mayormente a tener un procedimiento para conquis-tar
mujeres en general, más que a una en particular. El deseo
de casarse parece general (treinta y tres veces) entre aquellas
que pueden aspirar a ello por su estado civil y por el de su ami-go.
Aunque el número de hombres es superior al de mujeres,
como corresponde a una sociedad de inmigración12, quizá no
les resultara a ellas fácil el casamiento, a juzgar por los es-fcerzev
-qxe m5u ude!ante veremes- yi;e hace;; pam. casar-se:
a menudo, «con aquel hombre que la tenía deshonradan; o
se dice que «para ponerse en servicio de Dios)) (a quien ofen-dería
con el amancebamiento), o para desposarse con el hom-bre
del que ya tiene hijos.
Fueuulta evidente yue las müjeres deueaii más qüe los hom-bres
el casamiento 13, y son frecuentes y enconadas las rivali-dades
entre ellas a propósito de un mismo hombre: en 39 ci-tas
aparecen intentando ligar a un hombre para que no pudiese
yacer con otras mujeres, ((no la pudiese ver)), la ({aburriese)),
las «olvidase», «que no se revolviese su marido con otras)), etc.
Aunque las ideas y actitudes dominantes, la presión so-cial
y las autoridades -real, episcopal e inquisitorial- empu-jaran
al matrimonio, aunque las mujeres lo desearan, la situa-ción
de las casadas no era un remanso de paz. En 35 denuncias
se habla de m-?l~tcr ~ t g sd e les maridos a sus espmas, de tal
modo que éstas han de hacer algo para «amansarlos», «tener
paz)) con ellos, para ser «la mejor casada del mundo, que no
la riñese su marido ni la tocase)); porque tiene -se dice-
((muy insoportable vida con el dicho su marido», que era «muy
recio)), «muy bravo» o «de muy mala cnnlciSm. gPur m ~ hgrz -
l2 Ver el anexo ((La poblacidn de Las Palmas en 1524)).
l3 Ver el capítulo sobre {{La sexualidad.. .N.
Núm. 31 (1985)
8 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA
vo que estuviese)), {{que su marido no tuviese ni pies ni manos
contra ella» 14.
En varias de las suertes ad.ivinatorias se pretende saber
con quién se iría a casar una moza, o si iba o no a realizarse, y
a ser o no bueno un determinado casamiento. En 56 casos se
hace por atraer o hacer venir a un hombre ausente, o que esta
apartado de la mujer, o que la ha dejado, y para ello se harán,
como veremos, todo tipo de conjuros y hechizos, de modo que
el hombre incluso {(viniese dende tres leguas)), o ((aunque fuera
por encima de los tejados)) 15. Y quienes ya tienen a su hombre
hacen a veces (doce) por retenerlos, para impedir que se vayan
o para hacerlos volver, si se fueran; o que si se van las lleven
consigo i6.
En algún caso se pretende que el hombre, padre de algún
hijo natural, ayude a la mujer y quiera a su hijo. Y también in-tenta
una esposa legítima que su marido aborrezca a los hijos
que ha tenido fuera del matrimonio.
Una tercera parte de los casos de adivinación se refiere,
como ya se dijo, a cuestiones relacionadas con el amor: saber
de casamientos, saber si el marido o amigo la engaña, saber
si éstos la querían: si estaba preñada, si alguien era casado o
soltero o saber si un hombre aussnte había de venir. Este últi-mo
es el móvil más frecuente de las suertes adivinatorias, ya
se trate de saber del amante, ya de cualquier pariente: esposo,
padre, hijo, hermano.. . Las Palmas vivía mirando al mar, si aten-demos
a lo que necesitan y quieren saber sus habitantes: si un
Estas son algunas de las expresiones usadas, que reproduzco lite-ralmente
sobre todo por dar una muestra viva del habla, por dar fuer-
-za- expresiva al relato. Pero me ha parecido innecesario y pesado remitir
en cada caso al folio en que se encuentran, especialmente porque irán
apareciendo algunas de ellas de nuevo, cuando haga mención particula-rizada
de algunos casos y circunstancias y exponga los remedios emplea-dos,
mientras que en este capítulo me centro más en un análisis cuanti-tativo.
De todos modos, pueden verse, para estas últimas frases, los fo-l
i o ~36 v., 40, 85 v. y 176 v.
Fo~s. 230 v. y 292, respectivamente.
I6 Como se intenta con unos hombres que pasan para el Yucatán -se
dice-, y que han permanecido un tiempo en Las Palmas y tenido amores
aquí (fol. 72).
184 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
barco lo han tomado los franceses, cuándo regresarán los que
han ido de armada a Berbería, que será de un pariente que está
en Castilla, en Indias, en Cabo Verde o en la Mar Pequeña.
Se usa de la magia para saber de cosas hurtadas o perdi-das
(doce casos); para saber si alguien está en el Cielo o en el
Infierno; o, preocupados por ((estar mala la ciudad», saber si
habrían de morir de la pestilencia.
Son numerosos los testimonios acerca de la epidemia que
afectó a Las Palmas en 1523-1524, sobre personas muertas en
ella 17, el terror que provocó l8 y cómo muchos abandonaron la
ciudad, refugiándose en el interior de la isla lg. Estas circuns-tancias
pueden llevar a valerse de la hechicería, como refiere
una declarante, Francisca López:
que habría ocho meses «que, habiendo venido la gente
que estaba huida por la pestilencia, que tornó a dar otra
refriega en que murieron algunas personas y que muchas
se tornaban a huir, y estando esta testigo e Isabel Rodrí-guez
hablando congojadas, que no sabían qué facer ni dón-de
ir, c;ue efitrS vieja madre de los a ~ f aqü~e i&~ice=
María Hernández y les dijo que les haría unas suertes para
ver si habían de morir.. . N 'O.
Otra cita algo extensa permite observar las conversaciones
sobre el tema., y comprobar qué explicación se daba sobre los
signos o causas del mal. María de Mendoza, mujer de Diego
Montañés, mesonero en Triana, declaraba el 3 de junio de este
año de 1524:
l7 Fols. 203 y 313, por ejemplo.
la Pedro Alvarez, sastre, vecino en la calle de los Portugueses, ((esta-ba
encerrado por temor de la pestilencia que no abría su puerta»; y en
la misma página se nos dice que a Gonzalo de Mairena (cavían proveído
por escribano público por falta de los escribanos públicos que estaban
absentesn (fol. 58 v.!.
I9 Hay referencias sobre gentes huidas a Telde, Arucas, La Angostura
y Teror, lo que hace pensar que la enfermedad estuvo limitada a Las
Paimas, o que ias posibilidades de contagio serían menores en el cam-po.
Sobre los lugares de refugio, ver los fols. 99, 101, 102, 220v. Alonso
de San Juan, notario apostólico, había dejado la ciudad, «y en su lugar
residía en el cargo el dho. Alonso Hdem (doc. no catalogado).
20 Fol. 217.
({que puede haber quince meses que la luna una noche
hizo gran eclipse, que se escureció. Que estando en su casa
desta testigo muchas personas, porque tiene casa de trato
de dar de comer, estaban allí ciertos maestres, e que es-tando
mirando dijeron: "e qué pestilencia viene esta luna".
Y que le dijo esta testigo "¿cómo lo veis?". E que dijeron:
"Si, que viene malar color". Y que dijo esta testigo: "En
verdad que también vi yo en mi tierra una vez que hizo
así la luna un eclipse y que vino gran pestilencia, que mu-rieron
muchas partesn»' l .
No desarrollaré ahora lo relativo a curaciones y maleficios,
que no son -como ya indique- muy abundantes, y que tratare
en el capítulo en que se exponen los procedimientos usados
para obtener los fines que se pretenden. Hay quienes buscan, ?- ae modo impreciso, «tener gracia)) o ,dicha, 0 aicaiizai+ <(lo q-de E
O
quisierenn. Y hay, finalmente, otros muchos deseos y propó-sitos
que se intentan conseguir recurriendo a la magia: librarse f
de la justicia, protección frente a los enemigos, no ser herido g
y ser ((vencedor de las armas)),q ue una {(vendedera))in cremen- 1
+non o.." --r\-+nr -7 q r n r\rin~iihr>nmn o n ~ c < r \m ó r . nn n r r n r l o r n ~ i c i ñ oAn
b a u c 3u3 v c u b a 3 y u11 G ~ ~ I L U ~ S~~ AI IUL C ~I~IGA ~ > JI,I U YUGU~I y~uurriu-,
3
recuperar una esclava huida y, en el caso de los esclavos, que -
sus amos los ahorrasen o los tratasen bien. Hay dos casos de f
personas que, quizá nostálgicos de su tierra, hacen por volver
a ella, como una mujer que acude a una hechicera para lograr
n que su yerno quiera volverse a Andalucía? porque, teniendo allí
hacienda,, dos hace estar aquí perdidos)) 22.
a
n
n
ALGUNOS ASPECTOS DE LA SEXUALIDAD EN LA CIUDAD DE LAS PALMAS
En las declaraciones de los testigos se refleja la vida amo-rosa
de los vecinos de la ciudad de Las Palmas, tema éste poco
tratado, poco conocido y tanto más valiosa, por consiguiente,
la información que sobre él pueda allegarseB. Resulta eleva-
21 Fol. 61.
32 Fol. 48 v.
23 Con fuentes inquisitoriales han trabajzdo B. Bennassar y J. P. De-dieu.
Cfr. Inquisición espafiola: poder politico.. ., ya citado; y del primero
186 ANUARI3 DE ESTUDIOS ATLÁNTZCOS
LAS PALMAS EN 1524 11
disimo el número de las relaciones extramatrimoniales y situa-ciones
de amancebamiento que se mencionan, con los nombres
de sus protagonistas y diversas circunstancias de cada caso.
Copiando esos nombres, y limitándome a las personas que vi-ven
en Las Palmas en 1524, es decir, sin tener en cuenta otras
historias de gentes que viven en el interior de la isla de Gran
Canaria, que ya han muerto o que se han marchado de la ciu-dad,
he obtenido la cifra de 142, de los cuales 74 son hombres
y 68 mujeres. Los testigos dicen que están amancebados, que
están amigados o «que se echa con.. .», entendiéndose que se
trata de relaciones mas o menos estables. Hay que advertir
que no son esos los hechos que se denuncian, sino que se alude
a ellos en el contexto del relato que al testigo hace; y que en
L-^. ---- Y - - 2 - - 3 --.-..-.- L_- 1--,_1-.-
ILIUGLI~S u~asiurles so11 los pruplos ueuaraxlLes quieries riaulari
de ellos mismos, confesando esas relaciones y situaciones con
mucha facilidad, como algo que es sabido o que no hay mucho
interés, necesidad o posibilidad de ocultar.
¿Quiénes son estas mujeres, cual es su estado, qué piensan
de ese t i p Ge re!azi~ms...? Ue !as 50 müjeres maixebaCcas
cuyo estado conocemos, 24 son casadas, 20 solteras y seis viu-das.
En el caso de las mujeres casadas, el adulterio se comete,
generalmente, estando sus maridos ausentes de las islas, pues
las iras de éstos, si llegaran a saberlo, serían -al parecer-de
temer: Catalina López, mujer de Sancho de Paredes, se re-fugia
en la iglesia de la Concepción huyendo de su marido,
«que era venido y que no la matase)) ''. Ana de Mesa dice a una
vecina: «señora, es así que tengo tanto miedo de mi marido que
fa de venir agora de Castilla, que no se qué remedio me ten-de
ellos, Los españoles. Actitudes ?/ mentalidad, Ed. Argos, Barcelona,
1976, particularmente el capítulo «Las múltiples formas del amor)). MAR-CELLIN
DEFOURNEAeUnX L, a vida cotidiana en la España del Siglo de Oro,
Argos-Vergara, Barcelona, 1983, utiliza sobre todo fuentes literarias y re-latos
de viajeros. Véanse también los trabajos de H. KAMEN,«N otas so-bre
sexualidad y brujerian, en Inquisiczdn española y mentalidad inquisi-torial,
varios autores, dirigido por A. Alcala, Ed. Ariel, Barcelona, 1984;
y {(Sexualidad e Inquisición)), en Historia 16, Extra 1, diciembre de 1976,
PP. 99-106.
24 Fol. 209.
Núm. 31 (1985) 187
12 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA
ga» 25. Beatriz López estaba muy temerosa y dispuesta a huir de
la isla, porque se decía que regresaba su esposo, que había sido
apresado por los portugueses en Berbería Catalina Gedula
«se echaba con un sacristán...)), que le daba óleo y piedra de
ara, pero {{después que vino su marido no fue allá)) 27.
Son varios los casos de amancebadas que han venido a la
isla abandonando a sus maridos, en ocasiones huyendo de
ellos ".
A veces se trataba de mujeres separadas o en trance de se-paración,
como en el asunto, ruidosísimo, de Ana González, que
entabló pleito de divorcio contra su marido, Antón Díaz, labra-dor
y carbonero '' Pero, entre tanto, se amancebó con el bachi-ller
Cristóbal de la Coba, que «la defendía como letrado en la
a'odienSian. xeciamgbai rnalidu, «dandu vezes pidier,du jUs-ticia
al Gobernador e al provisor)); la entregó éste al marido,
se huyó ella a casa del bachiller. quien la escondió en la casa
del canónigo don Juan de Troya, que también tendrá contien-do
con el inquisidor a prop5sito de su manceba ' O ; Ana González
,zdS preñada de! buchi!!er Ee 12 Ceba, e iritentaría, per tedes
los medios, abortar 3'. Toda una historia. Que he querido ex-poner,
porque el caso tiene muchas implicaciones: la cuestión
del aborto, que comentaré más adelante; el conflicto entre el in-quisidor
Ximénez, de una parte, y el gobernador y su bando
25 Fol. 243.
36 Fol. 303.
27 Fol. 241.
2 ~ o r t ~ g uceom~o aM~ar ía Correa, Violante Alfonso o Beatriz de Fle-tes;
castel1a.na.s como María Sánchez y Catalina de Torres; palmesas
como Ana Hernández.
29 ((Incoado en ;a audiencia obispal ante el provisor D. Martin Jimé-nez,
por malos tratos y haber sido casada a la fuerza cuando tenia trece
afiosn, A. M.C., doc. 1-13: AIJRINA RODRÍGUEGZA LINDO(:{ Catalogo y ex-tractos
de la Inquisición de Canarias)), El Museo Canario, 89-103 (1966-
1969), PP. 134-135.
30 Archivo Acialcázar, legajo Historia de Gran Canaria, ({Informacio-nes
practicadas por el chantre D. Martín Ximénez ... », fols. 127-127 v.
31 A. M. C., Vol. I I I , 1 ." Serie, Testificaciones (1524-1526), fols. 203 v.
y SS.
188 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAS PALMAS EN 1524 13
-dentro de él, Troya y De la Coba-, de otra 32; y, en relación
con el punto del que nos ocupába.mos, la hipótesis de que el
adulterio podría ser bastante público cuando el marido ofen-dido
era de condición social inferior a la del amante ofensor.
No faltan ejemplos de adúlteras cuyos maridos están pre-sentes.
En algún caso, el marido tiene su amante y la mujer el
suyo, aunque no está claro que el matrimonio permaneciera
Hay hasta un ejemplo con incesto incluido, si no es
maledicencia del testigo 3" Alguna hechicera ofrece remedio a
una mujer para que, aunque metiese hombres en su casa, su
marido no los viese 35.
Escribe Bennassar, a propósito de un proceso en Carcagen-te
en el siglo XVIII, que se podría decir, exagerando un poco,
que ((todos estaban liados con todas)) 36. Nosotros, por lo visto,
tenemos la impresión de que en Las Palmas, dos siglos antes,
sucedía otro tanto. ¿Significa esto que hay una sociedad tole-rante
en lo relativo a las relaciones sexuales? Creo que debe-mos
responder afirmativamente en lo que se refiere al concu.
binato, aunque antes de un pronunciamiento definitivo contem-plaremos
otros testimonios y otros aspectos del problema. Opi-no
que no podemos decir lo mismo respecto al adulterio, y que
el marido consentidor sería una figura poco frecuente.
Algunas parejas han vivido en concubinato durante años y
después se han casado, en alguna ocasión por la intervención
eclesiástica o inquisitorial. Inés Hernández y Amador Hernán-
Sobre la oposición levantada contra el establecimiento y actuación
del Santo Oficio, y, como un aspecto de ella, sobre el enfrentamiento
entre don Martín Ximénez y el gobernador don Diego de Herrera, pre-para
un amplio trabajo el profesor don Luis Alberto Anaya Hernández.
Agradézcole aquí los datos que me ha suministrado para mi artículo.
33 Por ejemplo, Diego de Avila, barbero, y su mujer, Constanza Ro-dríguez.
34 Se dice que Andrés de Frades, marido de la sobrina de Pedro Ma-cias,
tei;ia amiga a .dila esclava Ut.1 pdi-" Mucíase,r i
la que había habido varios hijos; pero añade el declarante que «oyo de-cir
que la mujer del dicho Andrés de Frades que se dice Justa se echaba
con el dicho hermano del dicho su marido» (fol. 299v.).
35 Fol. 284.
B. BENNASSALRO:S espafioles . , p. 185.
Núm. 31 (19853
dez, que vivían juntos, fueron apartados por el provisor, que-dando
ella «con harta necesidad e preñada y con dos criaturas),,
pero al final legalizaron su situación 3i. La llegada a la isla del
inquisidor Ximénez parece haber dado lugar a una cruzada con-tra
los pecados públicos, pues aparte del castigo a las hechice-ras
mandó publicar en la iglesia de Santa Ana una relación de
amancebados y de no confesados =, y desató una campaña con-tra
aquéllos que conmovió a los afectados, y en mayor medida
a las mujeres: Ana de Espíndola dice que los sacerdotes le
han ordenado que confiese y se separe 3" María Correa se la-menta
de que se ha separado de ella su amigo, porque llevaba
tres años sin confesar, confesose, y lo obligaron a que la deja-sea;
Juana Hernández estaba «fatigada» porque decían que ;
estaban excomuigados iüs arriancebarios, y busca remedio para
que su amigo Pedriáñez, el cuchillero, se avenga a casarse con
- ella4'. En un escrito del Concejo de Gran Canaria al rey, de 2
de septiembre de 1524, se expone, en defensa de la actuación de EE
Ximénez, que «en los tiempos pasados este obispado ha pades- SE
cid0 en lo eclesiástico mala gobernación por absencia de los %
prelados)), pero que desde la provisión como obispo de don $
Luis Vaca, que ha enviado por su vicario al chantre Martín Xi-
ménez, las cosas han cambiado, por sus castigos a hechiceras E E
y usureros, y disolución de amancebamientos públicos 42.
O
Las situaciones de amancebamiento son frecuentes y gene-rales
en el archipiélago, antes y después de las fechas que tra- k
tamos en este artículo *. Sabernos, por documentos del Museo
n Canario, de una visita a La Gomera, en 1517, de don Bartolomé o
López Tribaldos, predecesor de Ximénez, aunque en este caso 5
O
37 Fol. 154.
Fol. 162v.
Fol. 170.
Fol. 62 V.
a Fol. 84.
42 Archivo Acialcázar: «Antecedentes relacionados con el acuerdo del
Concejo de Gran Canaria de enviar un mensajero a la Corte para abogar
por la continuidad de la Inquisición.. . D.
43 Véase, por ejemplo, en diversos pasajes del Vol. I de Testificacio-nes
(1499-1525), CXXV-8 y CXL-26 del Archivo del iMuseo Canario.
190 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
no es denominado inquisidor, sino vicario del obispo y provi-sor
juex, y se ocupaba de materias que no entraban en la corn-petencia
de la Inquisición 44. En esta visita se ordenaba a 23 ve-cinos,
cuyos nombres se dan, y a sus mancebas, que en un plazo
de tres días se separasen y viniesen a confesar. Y cinco días
más tarde (28 de abril de 1517) se excomulgaba a 16 de ellos,
con sus concubinas, por no haber obedecido. Fustigaba Tri-baldos,
igualmente, a {tadevynos e adevynas, sortílegos e fechi-ceros
y fechiceras, agoreros e agoreras, encantadores e encan-tadoras));
a usureros y a aIbaceas que no cumplieran los testa-mentos;
y, finalmente, a parejas casadas pero no veladas -se
citaba a 10 de ellas-, y a quienes se hubieran casado clandes-tinamente
sin las moniciones previas que estaban prescritas ".
SL-L *ida las fuil&js del &-c;hivo ~iocesaíiud e Gas paimás
proporcionarían datos para conocer mejor actitudes y costum-bres
en relación con el matrimonio, y eventuales violaciones
de las normas y de la moral oficialesw. La Iglesia, en todo
caso, intenta limitar las relaciones sexuales estables a las man-tenidas
en e! gmhite de! mstri?110~.ie, realizade éste, además,
con todos los requisitos (amonestaciones, velación, registro ecle-siástico)
que garantizaran su publicidad y su control por la ins-titución
eclesiástica 47.
No parece, en efecto, que se persigan las relaciones sexua-les
pre o extramatrimoniales esporádicas -dejando aparte la
1-7 y 1-8 (nueva signatura), antes LXVII-18 y CXXXIX, respectiva-mente.
En los primeros decenios de la historia de la Inquisición en las
Islas Canarias -historia no bien conocida- hay una confusión entre las
jcr f&cci~n~&r rsi&,isa =r&ifiaria y la estrieta-nte Lyq&itori& sien-do
los inquisidores al mismo tiempo provisores, o jueces eclesiásticos,
por delegación del obispo.
45 En julio de 1524, el chantre M. Ximénez dio un mes de plazo a Alon-so
Martín Xaramillo, vecino de Arucas, para que se velase (testificaciones
no catalogadas).
E! Archivn D i cms ~ nm~ p c k ser mnsü!tzck para :a elaboracióa
de este trabajo, por estarse ordenando.
47 Véase J. P. DEDIEU: «El modelo sexual: la defensa del matrimonio
cristiano)), en E. BENNASSARZ:n quzsicidn española: poder politico ...,
op. cit., pp. 270-294.
Núm. 31 (1985) 191
proposición de que la simple fornicación no es pecado 'L;
pero sí las relaciones permanentes. El inquisidor pregunta a
Francisca López, a la que pretende apartar de su público con-cubinato,
si está amancebada ((teniendo alguna persona conti-nua
y en casa que le de las cosas aecesarias))". A Catalina
Farfana, manceba del sacristán Antonio Paredes, le pregunta
por cuánto tiempo ha estado en su amistad {(dándole las cosas
necesarias para su mantenimiento y sustentación)) jO. Cuando
se denuncia a Francisco Mondragón, se dice que ((tiene una
mujer casada públicamente amancebada a mesa y manteles
y cama como marido e mujer públicamente))''. Esto es lo que
se persigue.
No sabemos qué éxito pudo obtener el chantre en su cam-paña
moralizadora. Quizá a corto plazo forzara el matrimonio
o la separación de un buen número de amancebados; pero lo
interesante sería determinar cómo y cuándo -decenios, o si-glos-
cambia esa situación, cómo evoluciona, tal vez no lineal-mente,
sino con períodos alternativos de avances y retrocesos.
Se trataría de estudiar la alteración de costumbres y mentali-dades,
de la moral pública, bajo la acción combinada de la
propaganda y la represión. Pero el cambio habría de ponerse
en relación con la transformación de un conjunto de elementos
de la realidad canaria. Poco éxito duradero podría esperarse
mientras persistieran las circunstancias que concurrían en la
población de Las Palmas en 1524: inmigración de personas
desarraigadas, separación de los cónyuges por viaje de uno
de ellos, falta a veces de trabajo fijo, carencia de autonomía
económica en las mujeres, marginalidad.. . Todo esto responde
a las características de una sociedad de frontera, sociedad más
más 6inámica, en la se re]ajai*iaii &terminados
vínculos sociales y familiares, así como ciertos hábitos y nor-
48 Remito de nuevo a las obras de Bennasar y Dedieu citadas. Véase,
igualmente, M." HELENSAÁ NCHE Z ORTEGA«:U n sondeo en la historia de la
sexualidad sobre fuentes inquisitoriales», en la Inquisición española. Nue-
? ~ cnIs ?.bn, n.??.euo.s horizontes, op. cit., pp. 917-930. N o hay sobre esta cues-tión
ningún estudio referido a Canarias.
49 Fol. 170.
Fol. 295 V.
" Fol. 46.
192 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
mas morales. La mayor permisividad sexual vendría a unirse
a -y en parte nacería de- la debilidad de la relación mo-nogámica:
la familia no sería, en muchos casos, una unidad
económica y de convivencia estable; la carencia de propiedades,
la falta de relaciones y la movilidad geográfica le restarían
cohesión 52.
En relacijn con esos desplazamientos de alguno de los cón-yuges
-más las dificultades de comianicacion de la época-aparece
la bigamia. Sería ello el tema de otro trabajo. Sólo diré
aquí que aparecen varios casos en Las Palmas en ese momen-to;
que habría otros que no se llegaran a conocer -a veces
incluso hay dudas sobre si vive o no el marido o la mujer
ausentes 53-; y que algunas veces «estallan» porque viene o se
dice n , ~ ev iene e! ~ & q q r&&~ ~ ntp 5" h p ~ v~istos q ~ eha ^
venido a Canarias mujeres casadas que huyen de sus mari-d
o ~y ~es~a p,od ría ser también la causa de la llegada de algu-nos
bígamos, hombres y mujeres 56.
5" La expresión sociedad de frontera, usada por la historiografía an-glosajona,
impIicaría la existencia de una mayor movilidad geográfica y
social, un cierto igualitarismo, en el sentido de que las jerarquizaciones
tradicionales perderían fuerza; por otra parte, una mezcla de razas y cul-turas,
que eventualmente podría generar una mayor tolerancia. La apli-can
a la sociedad canaria de los albores de la Edad Moderna E. AZNAR
VALLEJOop, . cit., p. 175, y FELIPEF ERNÁNDAERZ MESTOT:h e Canary Islands
after the Conquest. The Making of a Colonial Society in the Early Six-teenth
Century, Oxford Historical Monographs, Clarendon Press, Ox-ford,
1982, p. 177.
Fol. 96, por ejemplo.
51 Catalina de la Cosa, casada aquí con Alonso Fernández, también lo
estaba en Castilla, y, sabiendo que su primer marido iba a venir, intenta
irse de esia tierra íioi. 561. Francisco López, casaao con una hija de Juan
Marroquí, ya lo estaba en Lisboa; y, como estuviera en camino la portu-guesa
para venir a acusarlo, la madre y hermanas de él fueron a Madeira,
le pagaron para que no viniese y se tornó a Lisboa. La hija de Juan Ma-rroquí
no se alteró mucho, al parecer: dijo «que no se le da nada, que
casado es con ella, que su mujer es» (fol. 247).
55 nn+.%1;-n a,, m.-.%*,.- ,.-l,...-L.. -.-e vabaiuia rvllcu G c ~ r a r a u a yuc x ~ i i Castiila, düiide esta testigo
es casada, en poder de su marido pasaba muy mala vida» (fol. 230v.I.
María Correa, portuguesa, vino huyendo de su padre y un hermano, que
querían matarla «porque los afrentaba)). He aquí el tema del honor.
SS Así lo supone también FERNÁNDAEZR MESTOop, . cit., p. 181.
Núm. 31 (1985) 193
Las relaciones sexuales y el concubinato de mujeres solte-ras
parecen ser, en varias ocasiones, prematrimoniales, al me-nos
por lo que se refiere a los deseos y expectativas de la mujer:
María de Salamanca pide perdón por haber recurrido a la he-chicería,
y lo justifica alegando:
«andaba como fuera de seso y perdida por la burla que
el dicho Rodrigo de Vargas hizo della, porque siendo su
mujer quanto !?) a lo de Dios y habiéndose servido della
mucho tiempo, al tiempo que pensó que se había de ca-sar
con ella en haz de la Santa Iglesia, la dexó e burló» 57.
Isabel Macías:
((vino de Castiiia en compañia de un Francisco Sierra, ürl
hombre de bien que la truxo aquí y estaba en su poder
con pensamiento que sería su marido, y que estando aquí
en esta cibdad que el dicho Franicsco Sierra andaba re-vuelto
en amistad de una rnuger.. . )) ".
En algún caso, la diferencia Ge status impedirá el matri-monio:
«él no se ha de casar con mi hermana ... Verdad es que
la echó a perder, pero él no se ha de casar con ella, por-que
él tiene dineros y ella no tiene blanca)) ".
Una declarante cuenta que «yendo a, Triana a casa de Jua-na
Fernández se la encontró llorando apasionadamente, por-que
quería casarse con un cerrajero con quien estaba aman-
An <, 60
Cicuauau .
Fol. 225.
58 Fol. 213.
59 Así ve Catalina Farfana, morisca andaluza, las relaciones entre su
hermana Isabel y Lope de Múxica, miembro de las familias principa-les
de la ciudad (fol. 206). Menos mal que, según se decía, la madre de
ombas, CIara Lorenzo, ((ha hecho ciertos virgos hechizos a sus hijas» (fo-lio
65 v.).
6o Fol. 158~.
194 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAS PALMAS EN 1524 19
Ya hemos dicho que una de las razones por las que acuden
las mujeres a las hechiceras es la de buscar remedio para ca-sarse
con el hombre con quien viven: «por apartarme de pe-cado
mortal», dice Ana de Zamora 61.
¿Qué valoración se haría acerca de la virginidad de la mu-jer
al llegar al matrimonio? ¿Podría ser esta sociedad tan exi-gente
como lo sería siglos más tarde, aun aceptando que mu-chos
de los casos referidos sean los de mujeres social y moral-mente
marginales? Michel Foucault, como es sabido, formula
Ia hipótesis de que con la Contrarreforma se inicia un período
de mayor represión sexual, frente a una mayor tolerancia an-te.
r i.o r 62. Quizá el culto a la Inmaculada Concepción, desde prin- rr..... .m Arrl n:rr1n vTrss r*n ,3vrirncir;n T, mnf;wn A* ,,,,o mC,r,(,,. pcfi-blplU3
UGl J152U A Y 1 1, DGa G A p l C IiJIVII J l l l V U s l V UU C*IILY ~ I I C Y"J4 v u u r
mación de la virginidad -aparte de otros factores, por supues-to-.
Estas hipótesis tendrían que ser objeto de verificación,
sobre la base de fuentes documentales, y de matizaciones re-gionales.
Estas relaciones generan, naturalmente, hijos ilegítimos.
En unos 15 casos los he registrado, y unas veces son producto
de parejas relativamente estables, y otras el fruto de amores
ocasionales. El número de hijos ilegítimos sería, evidentemen-te,
mucho mayor; e incluso no creo haber anotado todos los
mencionados en las testificaciones de 1324, de modo que una
nueva lectura arrojaría más datos. Con todo, serían necesa-rios
otros estudios, y particularmente la consulta de los Iibros
sacramentales.
La abundancia de relaciones extraconyugales y la concen-tración
de clérigos en una ciudad como Las Palmas debería
dar como resultado una elevada proporción de ilegítimos. Y ha-bría
que tocar aquí el tema de la efectividad mayor o menor de
Fol. 110 v.
62 ~o-u-cALlcI-~ j y ~ ~dei i~u s~eziuu~i~ &d, 1. ¿o vopEniaü de
Siglo XXI de España, Madrid, 1980, capítulos 1: «Nosotros los victoria-nos)),
y 11: «La hipótesis represiva)). A propósito de las ((uniones pasa-jeras))
en la aldea de Montaillou en el siglo XIV, Le Roy Ladurie, en su
interesante monografía, afirma que existía «una relativa libertad de cos-tumbres)),
que desaparecería en la Edad Moderna. E. I.z ROY L~URIE:
Montaillou, aldea occitana de 1294 a 1324, Ed. Taurus, ~Maárid, 1981, p. 234.
Núm. 31 (1985) 195
los métodos anticonceptivos de la época, en la medida en que
vendrían a influir en el número de nacimientos, y particular-mente
en los índices de ilegitimidadE3. Por nuestra parte, la
única referencia que hemos encontrado a la anticoncepción
es la de un procedimiento ilusorio: Violante Aifonso, portu-guesa,
le dice a María Correa, de la misma nacionalidad, que,
tomando unas abejas con vivo, cuantas abejas tomase, tantos
años estaría sin parir. Pero resulta interesante observar, en
este caso, cómo el deseo de evitar el embarazo, en las relacio-nes
sexuales no matrimoniales, tiene un límite y una excepción:
que sirva para lograr el matrimonio. En efecto, Violante Alfon-so
se lamenta de que, por haber hecho en Portugal lo de las
abejas, no se había quedado embarazada, KV que si elia obiera a
parido, que Villagarcía se obiera casado con ella)). María Correa E
sólo ingirió dos abejas, por si «por aventura toparía con un O
n -
hombre de bien y holgaría de parir»6'. Siempre aparece el ma- =m
O
trimonio como estado deseado, como meta. E
E
Procedimientos para abortar se describen a propósito del 2
E
= intento -ya citado- que hizo Ana González, que resultó pre-ñada
por el bachiller Cristóbal de la Coba. Juana Martín, her- 3
-
mana de Ana, es quien lo cuenta: -
0m
E
H.. . que esta testigo vio que estaba preBada y fue a hablar O
con el dicho bachiller, quien dijo que no sería así, que n
tenéis poco corazón (...) Y. .. le dijo: pues haced como -E
hacen las mujeres ..., que facen algunas cosas con que lo a
2 moviesen. Y la testigo le respondió: no sé con qué ni he n
movido en mi vida,.. Y el bachiller le respondió: dícenme 0
algunas que e2 esparto es bueno para mover, hacedlo. Y 3
que esta testigo tomó un poco de esparto y lo echó a co- O
cer en una olla y le dio della cuatro o cinco veces y no
aprovechó nada. Y que el bachiller le dijo entonces: pues
maestre Juan es muy mi amigo, yo le preguntaré qué ha-remos
... Y que llamó a maestre Juan, cirujano, y después
1- dijo a esta testigo que sangrase a 1 - 1 hermana & !B
J.-L. Flandrin defiende la tesis de que esos métodos, entre ellos
el del coftus interruptus, tendrían su eficacia. Cfr. BEXNASSALRO: S espa-ñoles
..., op. cit., p. 177.
Fol. 274.
196 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAS PALMAS EN 1524 21
vena de la madre y que luego movería)). (Se describe.) «Y
esta testigo lo hizo, pero no le aprovechó...)) Y dijo el
bachiller: ((Ahora digo que no es criatura sino diablo lo
que vuestra hermana tiene en el cuerpo. ..M Y fue a verla
maestre Juan, y le dio «un bocado o purga desleída)), y
«cuando lo tomó y bebió así lo volvió a lanzar e se cayó
amortecida encima de la cama, y todo aquello que le dio
con otra,s cosas verdes como las hierbas ... y que se sahu-mó
con aquella cosa que hedía toda la casa ... y que todo
esto no aprovechó ... y como tenían tanto miedo y ver-güenza
de su honra, se determinó esta testigo y su her-mana
de facer todo lo que pudiesen para echar la dicha
criatura, poniéndole la barriga en el canto de una silla
y cargando sobre ella, y otras veces esta testigo subién-dose
de pies en la barriga.. . y en fin nunca pudo, y así se
quedó hasta que parió a luz y sin lesión un hijo varón,
el cual es hoy vivo y lo face criar el dicho bachiller...)) 65.
Además del deseo de casarse, el otro factor que viene a ca-racterizar
y explicar los concubinatos o las relaciones extrama-trimoniales
esporádicas es la incapacidad de las mujeres para
mantenerse, su indigencia. Las actividades iucrativas, los ofi-cios
remunerados son masculinos, y el trabajo de la mujer es
doméstico o, en todo caso, proporciona unos ingresos comple-mentarios,
normalmente escasos. Y de esta situación nace la
dependencia económica y, por derivación, erótica de las rnuje-res,
necesitadas así de sustento y de amor. Los testimonios son
sbundantísimos: Catalina Farfana aconsejaba a Ana Mamel,
que había peleado con su amigo Ruberto, el entallador, que
no riñese con él, ((porque no tenía quien le diese lo que avya
mene~t e r ) )A~n.a Fernández, hablando con Isabel Fernández
!en cesas de hemhres y rilujeres::, se lamsntzba:
«ya no ay hombres que hagan bien ni quieran bien a mu-geres
ni les tengan amistad, que aun fasta estos genoveses
que solían tenían amistad (sic) a las mugeres y les fazían
bien, son agora más arrufianados que los otros)) 67.
65 Vol. ZIZ, 1.' Serie. Testificaciones (1524-15261, fols. 203v. y SS.
e-s Fol. 292.
G7 Fol. 308 v.
Núm. 31 (1983) 197
Catalina Díaz explica que, habiéndose quedado viuda, «tomá
amistad con Juan Cortés, por su mucha necesidad y la pestilen-cia
» 68. Viudas, solteras e incluso casadas con maridos ausentes
tienen los mismos problemas, materiales y afectivos.
Francisca López, respondiendo al inquisidor que se lo pre-gunta",
dice que no está amancebada, ((que no tiene persona
que le dé lo que ha menester, sino que a veces viene un hom-bre
a echarse con ella, y unas veces le da un real, si lo tiene,
y otras nada», pero «que no está por él ni lo tiene públicamen-te
» 'O. Esta cita nos lleva, además, a otra cuestión: ¿tendríamos
que llamar a esto prostitución? Algunas de estas mujeres tie-nen
relaciones con varios hombres, simultánea o sucesivamen-te:
a María Correa le contamos cuatro entre 1523 y 1524, y uno
le llevaba un pollo: y otro una fanega de trigo. Parece que ten-dríamos
que responder de modo afirmativo. Pero nos resistimos
a ser del todo tajantes. No se les llama, ni al parecer se les con-sidera
como a una ((mujer de amores)), ya ausente, a la que se
menciona ll. Recuérdese la desaparicióri de la mancebía de la
ciudad el año anterior ". Aunque vivieran de los nombres, aun-que
les dieran sus favores a cambio del sustento, no muestran
ningún tipo de «profesionalidad»: siempre tienen la esperanza
de casarse y ligarse a un determinado hombre. Después de
todo, algunas formas de matrimonio son en el fondo eso; aun-que
no, desde luego, en su consideración social.
¿Quiénes son los hombres que mantienen a estas mance-bas,
que sostienen esas relaciones? Hombres blancos, europeos,
Fol. 163.
69 Es indicativo de la doble condición de inquisidor y de provisor we se eSCli&, a: U,... ,,. ,.W.-.Cn
15r>JLa pregü;ünts se !e him hera del propó-sito,
como provisor, porque se decía ser públicamente amancebada, para
mandarla apartar)) (fol. 1701.
' O Fol. 170.
Se nombra 2 ((Bernaldina, mjer de amores)). en el fol. 283v.
7 V a aancebía de Las Palmas, cuyas rentas pertenecían a los pro-
-, i ,C. la ci,rd desde IZG?, f:e cerríld~ en 1523 con mgtivo de 1- q i -
demia. Ver A. MILLARTEOSR RESH: istoria general de las islas Canarias,
Eáirca, Las Palmas, t. 111, 1977, p. 90. Y J. DE VIERA Y CLAVIJO: Noticias
de la Historia General de las islas Canarias, Goya Ediciones, t. 11, Santa
Cruz de Tenerife, 1971, p. 110 y nota 1 de esa página.
198 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
hay que contestar en primer lugar. Sólo uno de los 74 es mo-risco;
los demás, de Castilla, de Portugal o genoveses. Natural-mente,
podría haber situaciones similares entre moriscos, ne-gros
o canarios; pero no llegan -o llegan en muy inferior me-dida-
a la Inquisición, y no podemos conocerlas. Por otra
parte, los comportamientos sexuales y la estructura familiar de
estos grupos marginados respondería en principio a otras pau-tas
culturales, diferentes, por lo demás, entre sí. Y habría de
ser objeto, en todo caso, de un trabajo distinto de éste, si es
que las fuentes lo permiten.
Socialmente, los de clases y situaciones más elevadas están
bien representados, seguramente en una proporción superior
a su peso en el conjunto de la población. Hay varios regidores y
canónigos, propietarios de ingenios y mercaderes (varios ge-noveses),
escribanos, alguaciles (de la justicia real, del Santo
Oficio y del obispo), bachilleres, procuradores y sacristanes.
Se habla de las aventuras del teniente de gobernador Casta-ñeda
con mujeres casadas, y hasta se dice que el mismo inqui-sidor,
Xirnénez, tenía por manceba a su ama; aunque estas
dos acusaciones se vierten de modo anónimo en el curso de la
confrontación de poderes entre el gobernador y la Inquisición 73.
En general, las profesiones de los otros son las propias de un
medio urbano, además de algunos labradores y pescadores:
sastre, cuchillero, especiero, campanero, herrero, carpintero, al-bañil,
boticario, cerrajero, zapatero, entallador.. .
En algunos casos se trataba de situaciones muy consolida-das,
como la del mencionado canónigo Troya -referida por
Millares7-, que tiene cinco hijos de su manceba, a varios de
los cuales ha casado, asistiendo a sus bodas. Aquí estamos,
realmente, en presencia de la figura de la barragana.
No sabemos, la mayoría de las veces, el estado de estos
hombres, pero hay bastantes testimonios de casados, algunos
de !m cusku t i e ~ e r ,s us mujeres e n C~sti!!u (ccxm Hemh R9-
dríguez, curtidor, quien, sin embargo, sigue con su amante des-
A.M. C., CXXX4, fols. 1.087 y 1.087~.
7 q i s t o r i a general de las islas Canarias, op. cit., t. 111, p. 85.
Núm. 31 (1985) 199
24 FRANCISCO FAJAXDO SP~NOLA
pués de haber venido su mujer) í 5 . Y más numerosos aián son
los que tienen con ellos a sus esposas, pero continúan teniendo
sus mancebas: Antonio de Cereza, duefio de ingenio en Agaete,
tiene a su mujer ({apartada y le da de comer por tasan, y vive
en Las Palmas con una morisca, de la que tiene hijos y a la
que ha puesto esclavos para que le sirvan. Juan de Siverio,
regidor, ha dejado a su mujer, que es ((noble y principal y rica)),
para vivir con la palmesa Ana Fernández, que tiene su marido
en La Palma, por lo que se dice que Siverio está (tenhechizado»
y que sus parientes lo tienen aborrecido 76. Estas relaciones con
la palmesa, acusada de hechicerías y encarcelada por el inqui-sidor,
serán de las más conocidas y escandalosas, como ve-remos
77.
-A - -r- l.v - -i -6 -r -t -. -e ~q~u e en el registro y cómputo de mujeres aman-cebadas
hay pocas esclavas: tres seguras, y quizá atrm tantas
dudosas, o más bien antiguas esclavas, ya horras. Pero las re-laciones
sexuales de los amos con las esclavas son habituales,
casi diríamos normales, como un aspecto de su pertenencia
a ellos. No son objeto de denuncia, g sólo ocasionalmente se
descubren, por vía indirecta 16.
EL RECURSO A LA HECHICERÍACO N FINES ERÓTICOS:
E'N MUXDO FEMENINO
Recientemente se ha venido señalando la falta de estudios
históricos sobre la mujer, los vacíos historiográficos en lo re-ferente
al sexo femenino, debidos tanto al escaso protagonismo
de las mujeres en la vida política, económica o intelectual de
75 Fol. 260. " Vol. 111, l." Serie. Testificaciones (1524-1526), fol. 29v.
'7 Capítulo «El castigo de las hechiceras)).
Un ejemplo: cuando Peáro Fernández, carpintero, enfermo de bu-bas,
confiesa haber cernid~r rrne en dizs prehihidm y hsiher dicho «pese
a Dios...», declara que es casado y que se echaba con una esclava suya
berberisca de quince dos. El inquisidor le manda que la eche o venda.
y él promete que lo hará (testificaciones no catalogadas, 13 de julio).
79
200 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAS PALMAS EN 1524 25
épocas pasadas, como al poco interés que se ha tenido por 30
específicamente femenino. También es cierto que iáltimarnente
se está intentando llenar esas lagunas, ocuparse de esas par-celas
poco cultivadas por la investigaci5n histórica Y este
trabajo quiere ser, modestamente, una contribucióln a ello, en
la medida en que pretendemos mostrar algunos aspectos de la
vida cotidiana, costumbres y pensamiento de las mujeres de
Las Palmas -sobre todo, respecto al amor-, que a través
de esta documentación llegamos a conocer mejor que los de
los hombres.
El recurso rn2yoritario de las mujeres a la hechicería con
fines amorosos, la magia amorosa como ámbito femenino, está
en relación con la ya mencionada dependencia económica y
&&irn de Ia j,-lI-U jer. y ese &peii&erite, de sei7vicio
hombre, aparece reflejado también en los modos en que los
hechizos se realizan. Así, la mujer puede dar de comer o beber
a su marido o amante determinados pol17os o sustancias por-que
es ella la que le pone la comida, en cuanto el entra en
ngrn rr lo qoarnn al vinn mono ~ l r r rh nho 81 D~TI IAT\ + n . n ~ \ n l-n~u tfiri
uwuw, y r u u v b s u ru crr v l r l v PUL u y u u~Gu a . s UGUG Iiuulal lc pal LGJ
de la ropa porque es qirien se la lava mede echar algo en la.
cabeza del hombre, o tomarle cabellos, porque a veces le corta
el pelo, le lava la cabeza @l,o despiojz. y espulgas" Puede po-ner
nudos, piedrecitas, etc., en el colchón s almohada, porque
hace la camaa5. Las hechiceras aconsejan a las mujeres cuyos
maridos les pegan que, en cuanto entren por la puerta, pro-nuncien
estos o aquellos conjuros: las mujeres esth en casa,
esperando a sus maridos.
8o Véase JosÉ CEPEDAA D ~ N :« La mujer en la Historia. Problemas me-tod.
ológicos», en Nuevas perspectivas sobre za mujer. Actas de las Prime-ras
Jornadas de Investigación Interdisciplinaria, Univ. Autónoma de Ma-drid,
1982, vol. 1, pp. 13-17.
Fol. 48, por ejemplo.
Fol. 41. " Fois. 96, 24217.
M Francisca de Paredes espulga a Bartolomé Cano, su amante, recos-tado
en su regazo (fol. 225v.I. Véase el uso del despiojamiento como
acto que obedece a una relación cariñosa en Montaillou ..., op. cit., p. 200.
m 501. 46, entre otrcs lugares.
Núm. 31 (1985)
Una cita nos permitir�� concluir este punto: Isabel Fernán-dez.
«la Celestina)), ordena a Marina Rodríguez, recién casada,
a la que va a dar cierto remedio para que su marido no la
engañe, «que quando entrase su marido que no le sirviese este
testigo, ni le quitase la capa, ni !e diese agua a sus manos, ni le
quitase el jarro de la mano, ni le limpiase la ropa)) 86. LO que
indica que habitualmente se recibía a! esposo sirviéndole en
todo eso que en este caso se le pretende n,g ar.
En repetidas ocasiones dicen las declarantes que han venido
a deponer ante el inquisidor con permiso de sus maridos, y al-guna
excusa su anterior incomparecencia alegando no haber
tenido el consentimiento marital. Se da por supuesto que el
lugar de la mujer es la casaR7a; unque probablemente esa sea
solamente la doctrina, pues cotidianamente callejean y visitan
al menos a sus vecinos, y esto no sólo las mujeres de vida más
airada y situación más marginal.
La visión que podemos formarnos de la vida diaria de Las
Palmas en ese momento nos muestra que había una comunica-ción
y contacto estrechísimos entre personas, sobre todo entre
mujeres. Y, así, todo se cuenta, y se sabe todo sobre todos. Las
declaraciones explican cómo se llega a la exposición del pro-blema
o cuestión que preocupa, y cómo se recurre luego a la
magia: «viniéndose a casa desta testigo algunas mujeres veci-nas
a holgar y departir...)) Se; «estando hablando en cosas como
las mujeres hablan unas con otras.. . )) Normalmente se trata
de cháchara insustancial -((las mujeres, de que se juntan,
hablan estas necedades y otras)) '"-; que se mantiene sentadas
FG!. 258.
La llamada ((Beata», mujer de Francisco López, decía, en ocasión
de haberse murmurado de su hermana, que esta «no estaba sino en su
casa y que era muy buena, que por ninguna cosa se había de absentar
de su casa» (fol. 260).
m Fol. 318.
Fol. 373 v.
YC Se excusaba así ur.a mujer de haber proferido ciertas expresiones
que podrían contener herejía. Es interesante comprobar cómo las muje-res
tienen asumida la inferioridad que se les atribuye. El Santo Oficio,
«al calificar el verbo femenir.0 de tontería o de demencia, contribuye há-
202 AlVUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
a la puerta de la casa, charlando con los que pasan; cuando
se va por fuego a casa de la vecina o a pedir sal el ce-daza
93 o a usar el horno"; o lavando ropa en la acequia".
El tipo de viviendas, pegadas unas a otras y poco herméticas,
permite escudriñar a los vecinos a través de agujeros en la
pared. Es frecuente, además, que varias mujeres vivan juntas,
en la misma casa, en la misma habitación y hasta que duerman
en la misma cama. Un cierto número de mujeres viven en las
casas de Pedro Palta o de Montesdoca, en Triana, o en las de
Martín Alemán o Miguel de Paredes, al otro lado del barranco.
No sabemos qué tipo de casas serían, quizá en algún caso -pa-rece
que la de Miguel de Paredes- posada, pero otras podrían
ser portones o corrales, como los de Andalucía. Seguramente
ia escasez de viviendas y ia pobreza de ias que en éstas mo-raban
incrementaban la sociabilidad femenina.
Algunas hechiceras andaban «de casa en casa toda la cibdad,
enlabiando a quantas le daban lugar e la querían oír)) Ana
Rodríguez, la vieja Barbera, suegra del barbero, que pide
iimosna, es aicahueta y vende escapuiarios ", dice a una madre
que su hija es «t,an bonita como oro)); a lo que aquélla contesta:
((bonita mas no tiene ventura)); y ofrece la vieja: {(yo vos la
haré que sea la más bien aventurada del mundo» 98. Otro día
entra en casa de Inés García y se la encuentra llorando, porque
su marido le había dado «dos o tres bofetadas)), y le dice que
hará «con que no te ponga la mano» YY.
bilmente a que las mujeres sean las "afásicas de la historia")), escribe
CLAIRE GUILHEM en «La Inquisición y la devaluación del verbo femeni-no
», Inquisicion española: poder ..., op. cit., p. 207.
91 Fol. 112.
Fol. 172.
93 Fol. 226.
94 Fol. 266.
Fol. 131. " "oi. $(j(j.
97 Fol. 209. Leemos que en una ocasión ({negociaba por una dueña viu-da
desta cibdad que dicen que t,iene parte con aquel hombre...)).
98 Fol. 300.
99 Fol. 31 v.
Núm. 31 (1985) 203
Suelen suscitar una converssción qQe las lleve a brindar sus
servicios: Catalina Gedula dice a Catalina Díaz, soltera: «¿cómo
no vos casáis?)). Y ésta: «quc?ndo la ora de Dios fuere llegada
se farán. «Si vos queréis -replica entonces Gedula- que vos
haga con que en la hora vos caséis.. 'O0. Pero otras veces son
buscadas, o reclamadas al encontrárselas: ((Figuereda, ¿no sa-béis
alguna cosa de bien querer, que tengo un hombre y no
sé si me quiere bien?)) .'O' O bien: «dad acá, haceme algunas
cosas desas que sabéis p." qr*e me quieran bien los hombres)) 'O2.
Haber estado encarcelada por hechicerías puede aportar fama
de conocedora del arte, y así una declarante dice que fue a ver
a Isabel Lopez, una de las d3eatillas», por haber oído decir A
«que aquéllas nunca andan sino en las cárceles y en trabajo de ? E prisiones)) '". O E
El recurso a la magia es general. La mujer del bachiller i
Valenciano decia «que quál era la mujer que no facía p." que
su marido le tuviese amistad .')O')
E
2
E
Oigamos una conversación en la calle de Triana: «dad acá,
sefiora María de Bilbao, hgamos algo para estos diablos des-tos
hombres, para que no vayan a buscar otras mujeres». Y
responde la interpelada que, si swpiera hacerlo, ((que sí hiciera
por quitar a mi marido de mujeres, que no vengo a otra cosa
a Triana sino por ver dónde entra)) 'O5. Aunque es probable que ;
todas conocieran algún remedio amoroso; como indicaba Cata- k
lina Farfana: que «quál es la mujer soltera que no sabía 1
n nadan lm.
n
No se oculta mucho, además, la realización de los hechizos 2
amatorios, no tienen -como más adelante expondré- un ca-lW)
Fol. 138.
lo' Pregunta Isabel Fernández, viuda (fol. 277 v.).
'O2 Dice Isabel Rodríguez, casada, a la vieja madre de los alfaquíes,
que pzsó pidiendo limosna (fol. 281 v.).
lo3 Fol. 4 0 ~ .
Fol. 199.
'O5 Fo~s. 196-196 V.
Fol. 291.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
rácter siniestro y secreto; como son piíblicos los amores que
con ellos se pretenden. Veamos otro ejemplo: declara Francis-ca
Rodríguez, mujer de Gaspar Fernández:
«que le dixo su suegra que le había dicho su combluesa
deste testigo, que se llama Blanca Fernández, manceba
de su marido deste testigo, que !e había dicho yendo ca-mino
de la acequia de arriba: "vuestro hijo olvidada me
tiene, pues yo le haré a él que aunque él vaya a el cabo del
mundo, no me olvide, por que sepa si él ha de estar en paz
con su mujer..."))O' 1.
Ciertamente, en una ciudad pequeña como 1s era entonces
Las Palmas sería muy difícil mantener relaciones del todo es-condidas.
Cuando el inquisidor pre.gunta a Catalina Farfana
que ((dónde se encaminaban)) el clérigo Antonio de Paredes y
ella para hacer el amor contesta «que algunas veces el dicho
Antonio de Paredes iba casa desta confesante y otras veces iba
esta confesante a su casa dé1 ... que era en la posada del ba-chiller
Brolio donde él mora, guardándose del bachiller y no
de los demas de los de casa»lo8.
Los DENUNCIADQOUSIÉ. NESPR ACTICAN LA H EC H ICERÍA
Denunciados por haber realizado alguna suerte, conjuro o
ceremonia mágica, por haber pedido o administrado algún re-medio,
transmitido alguna oración supersticiosa, prestado al-gún
libro de magia ... resultan 147 personas, 133 mujeres y
14 hombres. Los hombres suelen ser nombrados sólo por uno
o dos testigos cada uno, y casi siempre por haber transmitido
algo que sabían (una oración, un conjuro. ..), por decir que
había mujeres que hacían esto o aquello. Sólo un indio y un
morisco dicen que conocen y practican ellos mismos las artes
mágicas 'Og. No hay ningún negro ni aborigen. Hay un genovés
Fol. 199 v.
lea Fol. 296. Pedro de Brolio era cura de la catedral.
'"9 Un hijo del alfaquí y un esclavo indio de un ingenio.
Núm. 31 (1985) 205
30 FRANCISCO FWARDO SPÍ'I'OW
que aporta creencias de su tierra. De las mujeres denunciadas
por hechicería, la mayor parte son castellanas, y luego portu-guesas;
pero hay un número elevado (diecinueve) de moriscas
cuyos nombres se citan, g en una docena de denuncias hay
referencias indeterminadas a moras o moriscas, con lo que
aquella cifra se elevaría, incluso teniendo en cuenta que algunas
de esas referencias trataran de las mismas mujeres ya mencio-nadas.
Sólo hay una negra. Y, de las aborígenes de las islas,
tres palmesas, una canaria, una gomera y una de El Hierro.
Del total de denunciados por hechicerías, hombres y muje-res,
113 viven en Las Palmas en 1524, algunos (diez) en el inte-rior
de la isla, y los demás fuera de ella o han merto ya.
Téngase en cuenta que las denuncias refieren acontecimientos 2
que se han producido a veces bastantes años atrás, o que han
tenido lugar en la Península. O
Está bastante extendida la idea de que ((10s moros e moras
son muy grandes hechiceros)) "O. Repetidamente aparece que re-curren
a ellas las mujeres "'. Algunas de las hechiceras más
E denunciadas y luego castigadas son, precisamente, moriscas '12. -
Palabras pronunciadas en árabe, caracteres arabigos y deter- $
minadas ceremonias y suertes adivinatorias constituyen la apor- g
tación berberisca, como veremos en el apartado correspon-diente
:13. Una lengua y una escritura desconocidas, unos rasgos
físicos exóticos, darían a estas gentes ese toque misterioso, E
esotérico, que suele acompañar y hasta ser esencial a la hechi-cería.
Su pertenencia -presente o pasada- a otra religión,
n considerada mala, vendría a hacerlos más sospechosos de re- :
laciones diabólicas. 3
O
'lo CLIII-35: Proceso de María del Alfaquí, 1521. Sobre los moriscos
que viven en el jable en Lanzarote se dice que «ni son cristianos ni tie-nen
obras de cristia~os, sino grandes hechiceros y hechiceras» (Vol. IZ,
1.9erie. Testificaciones (1524-1526), fols. 166-167.
:11 A Teresa Camacha de aconsejaron hablase a unas moriscas que
aún no eran cr ist ia~asq ue le hiciesen alguna cosan (fol. 321).
]l2 Ana Rodríguez la Barbera, María del Alfaquí, Clara Lorenzo, sus
hijas Catalina Farfana e Isabel López, Ana la de Rodrigo de Ocaña.
113 El capítulo «Los procedimientos mágicos», en el punto en que se
estudia la posible procedencia de los mismos.
206 ANUAR;O DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Muy distinto es el papel que desempeñan los aborígenes ca-narios
en esta materia de hechicería. Son pocas -seis-, como
hemos dicho, las denunciadas l:i, y cada una de ellas fue acu-sada
por pocas personas (cinco de ellas, por un solo testigo),
lo que implicaría una escasa actividad. Generalmente son ellas
las que buscan remedio !15, no las que ofrecen o enseñan; y,
todo lo más, transmiten lo que otras les han enseñado '16.
El profesor Lobo Cabrera, que aborda el tema, afirma que
aprenderían de las moriscas, entre otras r~lzones porque habla-ban
((posiblemente lenguas similares, más cercanas entre sí
que el castellano)) l17. Pero yo creo que isleñas y moriscas se
comunicaban entre ellas en castellano. La lengua de la mayo-ría
de éstas sería el árabe, que no tiene similitud con las
l 1 9 a r í a Sánchez (vecina de Gáldar), Catalina Rodríguez y Ana Fer-nandez
son palmesas; Catalina Sánchez, «Chapiro», de La Gomera; Juana,
de El Hierro; se habla una vez de una vieja canaria «que sabía tantas
de cosas», de la que no se da el nombre ni ningún otro dato, ni se re-lata
nada (fol. 293 v.); y tenemos la duda de si una Francisca, isleña, es
Francisca Lopez -hay una Francisca López, hija de Sancho de Paredes,
que parece otra-, que si practica hechicerías.
«Una mujer de las islas o de Tenerife)) pide remedios porque su
amigo se le quería ir. Le recomiendan unas moras (fol. 235 v.). Beatriz
de Fletes ofrece a Catalina Sánchez, gomera, hacerle algo, porque quería
a un hombre que estaba en Castilla (fol. 177). Catalina Guerra, la madre
de Juan de Silverio, se tropezó un día con Ana Fernández, la palmesana,
concubina de su hijo, y se puso a pegarle, diciéndole: «¿qué hiciste a mi
hijo, que no puede ver a su mujer?)). A lo que respondió la manceba que
un morisco que estaba en Berbería era el que le había hecho los hechi-zos
(fol. 57v.). Francisca López hace con Juana del Hierro el conjuro
de la sal para que los hombres quisieran a esta última, que estaba ((con-gojadan;
pero la iniciativa la tomó Francisca López, que no sé si es
isleña (fol. 215).
I1"s el cwo de Juana de Tacoronte, quien contó en Tenerife a Fran-cisca
López, vecina de Las Palmas, unos conjuros que Ie había enseñado
una mora (fol. 186 v.).
117 M. LOBOC ABRERA«:L OSi ndígenas canarios y la Inquisición», AKUA-RIO
DE ESTUDIOAST LÁ~TICOnSú,m . 29, 1983, p. 81. De una canaria dice
Lobo que ((mientras hablaba con una mora echaba plomo en un hacha»
(ibidem, nota 62). Pero del documento lo que se desprende es que era
la mora la que vertía plomo «en una cuchara», mientras decía palabras
en su lengua, «que era la mora boca1 e este testigo no la entendió)). Fran-cisca
la isleña, en cuya casa se hacía el sortilegio, miraba (fol. 279).
Núm. 31 (1985j 207
32 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA
lenguas de probable raíz beréber de los canarios; y, aun en el
caso de berberiscas berebéfoms, es poco verosímil que se
hicieran entender por los aborígenes de las islas. La adquisición
por éstos de creencias y prácticas supersticiosas de las otras
culturas con las que entraron en contacto fue un aspecto más
de su aculiuración; y, de este modo, las recibirían en mayor
medida de castellanos y portugueses, grupos social y cultural-mente
dominantes :18.
Las isleñas, en conclusión, practican la magia d.e origen
europeo o berberisco; pero no en grado mayor que :as -muje;.es
de otros grupos étnicos, sino, en todo caso, al contrario.
No hay ninguna aportación -que yo encuentre- de ritos
o creencias aborígenes, como más adelante expondré lIY.P ero
no sólo hay una escasa participación de lo indígena y de los
indígenas -como denunciantes, como denunciados o por sus
contenidos- en la hechicería en Canarias. Tal como la vida dia-ria
de Las Palmas aparece reflejada en estos documentos, su
misma presencia parece débil, marginal a la sociedad que se
está formando. Ésta es, al menos, la apariencia. Naturalmente,
aquí están los temas, no resueltos. de la cuantía de la pobla-ción
aborigen y su supervivencia; del proceso rle su asimila-ción
cultural; y el de sus aportaciones a la cultura canaria
posterior a la colonización. Tengo la impresión -expresión
poco científica, ciertamente- de que su número no era elevzdo
en la ciudad de Las Palmas; aun conociendo que sus nombres
no indican, por lo general, su naturaleza *" Que hay ya una
integración notable en los moldes colonizadores 12'. Y que per-
1i8 La mayoría de esas prácticas son de origen peninsular. María San-cheu,
!a palrr.esa de Gá!&r, es deniinciada, por ejemplo; por usar piedra
de ara tomada de una iglesia (fol. 57 v.).
Ver el apartado «Los procedimientos mágicos)).
Izo Otros núcleos de población como TeIde y Gáldar, de mayor den-sidad
en el período prehispánico, quizá concentraran más. Lobo Cabrera
(op. cit., p. 69) indica que «en Gáldar, según se desprende de los libros
sacramentales de bautismo: existía un buen contingente de canarios y
guanches)).
Ver M. LOBOC ABRERA«L: OSi ndígenas tras la conquista. Comporta-miento
y mentaliáad a través de los testamentos)), en Instituto de Estu-dios
Canarios. 50 Aniversario (1932-1982), vol. 11, pp. 225-250.
208 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
sistirían hábitos, creencias g prácticas aborígenes entre los
canarios pervivientes, tanto más cuanto menos contacto tuvie-ran
con los foráneos i22; pero que en gran parte constituirísm
usos, códigos y sistemas de valores que regirían entre ellos y
que llegarím con dificultad, si es que llegaban, a1 conocimiento
de los europeos. Quizá el ocuilamiento, y desde luego el cles-precio
que éstos sentían por tales creencias y costumbres, las
hace poco conocidas. A1 menos, raramente alcanzan a aparecer
en los papeles. La InquisiciSn, sin duda, muestra poco temor,
y en consecuencia poco interés pos el mundo espiritual in-dígena.
Más marginado resulta aún el de los esclavos ne-gros.
Ocupan un lugar importante en 12s actividades laborales
Aurrs\ lo c~Ar \ ; lnr l rinlnr?;nl nnrn no& mnAo clnhn-nri i in r i r t n.rlfirrn L a n u b ~ ~ u ab wuL u L L l a r , ~ G L Wu - 3 ~u uua I J ~ L J G L L L U I J V.O IJU UUIUULU.
Ninguno aparece en estas Testificaciones como denunciante ni
como denunciado. Ningún elemento de la hechicería canaria
ln En una fecha tan tardía como 1584 varias personas mantienen, en
Abona, una conversación acerca «de que en cierta cueva había muchos
guanches paganos)), y uno de los contertulios sostenía «que tenían áni-mas
los dichos guanches qxe eran paganos)), y otra -Ana Rodríguez,
que declaraba en La Laguna- argumentaba «que no tenían ánimas, pues
no eran cristianos ni habían rescebido agua de bap'cismo (. . .) Y.. . que
como no eran cristianos, en moriéndose no tenían más ánima de como
un animal o un perro)) (A. M. C., CXLII-1, fol. 130). Curiosa discusión que
recuerda las controversias sobre los indios americanos. E interesantísimo
dato sobre la existencia de guanches supuestamente paganos en una cue-va
((en el barranco d%lche» (?l.
Hay un proceso contra un Juan Bernal, isleño, de La Palma, en los
años 1603-1606, porque se decía que hablaba con las ánimas ((y que des-cc>
njura70a deiiiOiiiosii, El Trfiidnai rriaiidfj pi3ende,=io, pero desde La P.1-
ma se le escribió -no sé si por el comisario del Santo Oficio- ((que
ha más de veinticinco años que no parece en poblad-o, y reside en la
otra banda de esta ciudad, pasada la cumbre, en un disierto, y que aun-que
la justicia ordinaria lo procuró haber, y con cuadrillas, no pudo,
por ser isleño, de manera que tendría por dificultoso ... » (apresarlo).
Yr, e! Trihr,ul se escribe, er, 5 de sgptc de ?%S, e x p ! i c&~ ~ ~1ss esü s-pensión
de la causa, que ese hombre «anda en los riscos y desiertos, la
barba sobre el hombro, con una lanza y un perro, dispuesto a matar al
que le llegare...)) (A.M. C., XVIII-17). Prueba clara de la pemivencia de
modos de vida aborígenes a comienzos del siglo X ~ I I .
Núm. 31 (1985j 209
34 FRSNCISCO FAJARDO SPÍSOLA
procede de ellos, al menos que se detecte y en este momento :23.
Sin duda, su heterogeneidad étnica y cultural, sumada a las
contaminaciones sufridas en el contacto con otros pueblos
-algunos llegan a Canarias a través de Berbería- dificultaría
su identificación y estudio.
Alguna muestra sí tenemos de los ritos de los negros: en 1520
se denuncian ante el inquisidor López Tribaldos ciertas cere-monias:
{{que cuando moría algunas gentes de aquellas que allí se
juntan, que los parientes e otros sus amigos se juntaban
e hacían ciertos gastos e convites, y comían todos junta-mente,
y que el pariente más próximo se estaba asentado s como a manera de luto, y que los otros tañían y bailaban
9 10 ~ni4nnd~u
U ICI. I U U " L ~ - W l r .
E
O
n - Cierto que éstas son ceremonias que hacen los negros «que an-tes
eran moros)), aprendidas en Berbería, según el negro An- E
drés. Quien añadía que las había visto hacer «por dos negros
del bachiller de la Coba, que eran negros de Guinea de los que f
llaman de Berbería)); y que «no lo hacen el baile por folgar, sino $
por cerimonias de su ley)). Y que lo mismo ha visto hacer por
los negros de kxla.
Magdalena, esclava negra, declaraba: O
n
«que es costumbre entre los negros que cuando ha casi k
un año que es muerto algún negro de la dicha tierra, que
sus parientes e amigos se juntan a facerle honra, y que
compran una cabra o res e vino e pan, e que comen e be- %
ben, e que cantan y que sus parientes lloran. Y que sabe 2
que lo hacen porque así lo usan de lo hacer en su tierra
de los negros antes de que sean cristianos. E que sabe que
asimismo se juntan algunos negros de Jolor)).
Asi sera a lo largo de toda la Edad Moderna. Es cierto que hay,
sobre todo en el siglo xvx, alg~nos negros brujos, lo mismo que hechi-ceras
de esa raza; pero no hacen ninguna aportación, al menos dura-dera:
en otro momento del siglo XVI se dice -no tengo presente la cita-que
un negro ha traído de Africa unas semillas cor, determinadas vir-tudes,
pero no he encontrado yo nada más. Este punto lo trataré con
mayor amplitud y rigor en mi tesis.
210 ANU.4RIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
LAS PALMAS EN 1524 35
Lo mismo dijeron otros esclavos, entre ellos Diego, esclavo
del deán, quien explicó que la fiesta que hacían entonces era
por Juan, otro esclavo del deán, «y que un esclavo de Antón
García, primo que fue del dicho Juan, que se llama Moxa, face
la fiesta, y entre todos los compañeros compran una cabra, que
uno da un real, e otro medio.. .» 12'.
El elevado número de personas denunciadas por hechicerías
se reduce a 20, todas mujeres, si seleccionamos a las que han
sido acusadas por tres o más testigos. Éstas son las habituales
de la hechicería -aunque resultaron castigadas más de 40-,
las que fueron nombradas en las acusaciones veinte y hasta
treinta veces. Pero no creo que pueda hablarse de hechiceras
n\ \npc~nvfr~b~n<ri nun~n~lu~rmc~iAi>\c~ nN I T ~ e r\ nnntoi inc. nocinc. r r nctn nnn mi,rihor urao yur; =u v u i ~ u a u v ow m w o , y b u v w "vil r a i u v r r u u
reservas. Solamente se podría entender por tal que algunas po-bres
mujeres ofrecen remedios amorosos y aventuran adivina-ciones
como medio para procurarse algo de comer o de vestir,
además de lo que obtuvieran por la mendicidad y, en ocasiones,
por la alcahuetería.
Al anotar lo que se paga por los remedios mágicos -cuando
así se hace-, y contar a quiénes se paga, no nos salen más de
una docena de mujeres; y nos da la impresión de que la mitad
de ellas viven en una situación verdaderamente miserable, y la
otra mitad estaría al nivel genera1 de las clases populares. En
efecto, mísero estado es, por ejemplo, el de Mari Hernández,
morisca vieja, madre de «los alfaquíes)), que pide limosna (te-nía
a sus hijos en la cárcel, de donde se fugarían), y a la que
dan, por echar unas suertes, dos panes y una tajada de carne,
y otras veces dos almudes de harina, unos maravedís, algo
«para vino» o una camisa vieja. A una de las declarantes pidió
un costal para hacer «unas faldetasn, porque estaba, según la
testigo, «desnuda, con una manta cobijada)) 12'. La vieja Bar-bera,
también morisca, recibe en pago de sus remedios, en dife-rentes
murrienivs, ilss o ciiatro reales '", un manojo de cewoiias,
lZ4 Todas estas declaraciones están en el Vol. ZII de Testificaciones
(1524-1526), en los fols. 157 y SS.
Q5 Fol. 234.
lZ6 Fol. 79~.
Núm. 31 (1985) 211
un polio para su hija, enferma r27, o lana para llenar una alrnoha-da
que había llevado vacía :'3. Oficio miserrimo el de estas
mujeres; y nos parece que, cuanto rnás angustiosa es su si-tuación,
rner,os piden o rnencs les dan: la, vieja esclava mora.
de Rodrigo de Bcaña sólc alcanza, por sus sortilegios, ((una
ccfia de lienzo usada, raddan, o unos pocos maravedís 12'; una
mora de Berberia echa suertes a cambio de una escudi:!a de
miel; una negra, por m almud de trigo. Beatriz de Fletes, por-tuguesa,
esta tan desesperada que exclama: «si no puedo salir
de esta isla, ya los d.iab!os me lleven e? cuerpo y el ánima ...
porque no tenía blanca para comer» :"O; y piae por siis hechizos
«seis reales para desempeñar uila Ea!dil!a», o la sá9ana en que
duerme la mujer que acude a ella ''l.
a
N
Se cotizan rnás caros los servicios de otras kchiceras, que
exigen tres o cinco varas de lienzo, una o dos doblas (500 ma-ravedíes
la dobla), o seda, corales y alguna joya de oro o pla- E
E ta 13'. Son mujeres mejor sihadas: castellanas, a veces caszldas, E
2
con familia en Las Palmas, o más jóvenes. No padecen eí des- -E
valimiento de las ant,eriores y parece haber en sus acciones na- E
yor afán de lucro. 3
-
Ea recompensa es mayor, naturalmente, cuanto mas se es-
E time o liecesite el objetivo perseguido. En general, se paga mu- E
cho más caro un pr~pósito coricreto, como, por ejemplo, ca-sarse
con determinada, gersona, que algo más indefinido, como
tener suerte ea amores. Y aorrmlme~te se paga más por los I
remedios amorosos que por los scrti!egíos, que se coiicitan a
menudo por frívola curiosidad.. n
Insistamos en que para alguna de estas mujeres la práctica 2
de la hechicería es un medio, entre otros, para aliviar su nece-sidad
Pero no pcdemos consid.eraria un oficio que ejercieran
Fol. 209.
128 'PO!. 44.
128 Fol. 164 V.
'3O Fol. 102.
Fol. 49.
Fols. 43 V. y 167 V.
133 María la del Alfaquí protestaba ante el inquisidor que sólo pre-tendía
ccqiie le diesen sü pan, q;ie comiesen sus hijos» (fol. 305v.).
2 12 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LAS PALMAS EN 1524 37
unas determinadas mujeres, mientras que las otras serían sus
clientes. Tengamos en cuenta que en muchos casos no media el
dinero na ninguna otra forma de retribución. P hay que adver-tir,
además, que no hay una separación clara entre quienes
buscan vui remedio y quienes lo ofrecen. Los papeles son inter-cambiables:
con bastante frecuencia, las mismas que enseñan
o proporciomn algún hechizo piden luego a otras mujeres algo
para ellas mismas. Una parte de las que denuncian -37 de
ellas- son también denu~ciadasp or lo mismo.
Es importante señalar que en el documvnto se presenta y
concibe la hechicería como un arte o t6cnica que se aprende.
Se dice de alguna que «sabe mucho)), que ((sabe nmehas cosas)).
Juana Fernández declaraba ante el inquisidor que ella no ha-bía
hecho nada, pero que era cierto haber dicho «que querría
saber £acer algwas cosas para se aprovechar dellas como di-cen
que facen otras mujeres)) 134. Cualquiera podría llegar a
saber los mismos conjuros o ceremonias, y es curioso com-probar
cómo la misma persecución de la superstición puede
contribuir a propagarla: dice Mari Sánchez que c<qualqtiiera
que quisiese aprender a facer estas cosas de hechizos, que fue-se
adonde se leían las sentencias quando a alguna mujer afren-taban
e que allí lo leían e que allí aprendió ella ciertos hechizos
que coritó.. . » l".
Estoy vmplezndo 1.2 palabra hechicera para designar a las
mjeres que hacen hechizos, que realizan actividades o cere-monias
supersticiosas de modo frecuente, o quizá sea mejor
decir que a las que las practican en mayor medida que 1% gene-ralidad
de sus convecinas. Pero no resulta fácil establecer la
frontera entre éstas y las demás mujeres, que creen en lo mis-mo,
aunque no sepan hacerlo; o que lo han hecho sólo ocasio-
Fol. 319.
13.5 m-l . . . 280. Rec~Srdese e: fzmosu jüicio de: inquisidor don Aiüii~ü
de Salazar y Frías, en el proceso de las brujas de Zugarramurdi, afir-mando
que mo hubo brujas ni embrujados en el lugar hasta que se co-menzó
a tratar y escribir de ellos)), citado por G. HENNIKGSEENl: abogado
de las brujas. Bruje~ia vasca e Inquisición española, Alianza Editorial,
Madrid, 1983, p. 9.
Núm. 31 (1985) 213
38 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA
nalmente. Desde luego, no son personas distintas de las otras,
ni viven apartadas de ellas.
Sus coetáneos, sin embargo, distinguen, y tratan a algunas
de ({hechiceras)), y hasta de {(grande hechicera)) o «gran maes-tra
de hechicerías)). Aunque no se cree que tengan facultades
extraordinarias, distintas de las de las demás. Dejando aparte
el mal de ojo -al que, por otra parte, no hay referencias inequí-vocas-,
las hechiceras no tienen poderes maléficos: el mal se
causa, en todo caso, con el muñeco, la sombra o los trozos de la
ropa, mediante una técnica concreta.
La hechicería se considera contraria a la religión L36, O a1
menos desviada de ella, heterodoxa (en el uso de oraciones y ob-jetos
litúrgicos, por ejemplo); prohibida, en definitiva. Su re- g N lación con lo demoníaco es evidente en muchos casos en que 2
intervienen invocaciones de demonios. Pero no se habla de pac-tos
con el demonio, ni siquiera implícitos, y está ausente, en
suma, fa brujería en sentido estricto, con todas sus caracterís- E
ticas y manifestaciones. De hecho, hay que señalar -aunque
en sí mismo puede que no sea muy significativo- que los tér-minos
bruja o brujería no se usan ni una sola vez en todo el $
documento; y tengo que decir que no los he encontrado en nin-guno
de los documentos de la Inquisición de Canarias anterio-res
a 1529 ln.
O
n
Los PROCEDIMIENTOS ~ Á G I C O S -E
a
2
n Este capítulo pretende recoger, ordenar y mostrar los di-versos
conjuros, sortilegios, ritos, ceremonias, oraciones y re- $
medios supersticiosos que se usan en Las Palmas en 1524. Pre- O
Catalina Gedula dijo que no podía hacer unos conjuros en cierta
casa «porque estaba allí uca monja profesa, que donde las había no po-día
hacerse conjuro)) (fol. 299 v.).
:37 En 1529 se abrió en Las Palmas una información sobre la existen-cia
de hmjas3 que habrían chupado la sangre a unos niños, al decir de
varios vecinos. La investigación la promovió la justicia real, y después
reclamó la Inquisici6n los autos, A.M.C., XXVII-7 y XVI-32. Entre 1499
(primeros documentos inquisitoriales) y 1529 no se habla en la Inquisi-ción
canaria de brujería.
214 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
cisamente una de las razones por las que resulta de sumo valor
el documento estudiado es, como ya hemos comentado, porque
permite observar, en un panorama sincrónico, un conjunto de
creencias y practicas que resultan así fechadas con precisión y
que aparecen coexistiendo entre ellas. Este repertorio, referido
a un año y a una ciudad, es único, y de ahí procede su interés
en reproducirlo 138. Desde nuestra perspectiva de historiadores,
no basta una mera enumeración o descripción de esas creen-cias
y usos de modo atemporal, o situándolos casi en cualquier
momento de la Edad Moderna. Sino que interesa analizarlos
cronológicamente, estudiando su evolución y fijando, en lo po-sible,
cuándo aparecen, cuánto perduran, y, eventualmente, cuán-do
y cómo dejan de usarse; investigar la posible sustitución de
,,,-,nr nr.íinnn c.n /,,. , - ,cn<.~.n nntn nn m.." ri-. -m-?. ---e A&---:--..
-AA-u yrcw,Lba>J y v r "lilao, r a o b l 8 a ~3 ~ u31 ; ~ G I L G Dp ala d ~ b ~ l r r r r r l a r
posibles influencias culturales; valorarlos dentro de un conjun-to
más amplio de datos y factores sociales y culturales; inten-tar
establecer su función. En definitiva, que el estudio no se
agote en ellos mismos, en una mera exposición de las formas
que revisten, sh_n_n ~ U EPQS sirvan come un e!eri;ients más para
el conocimiento de esta sociedad y su desarrollo histórico, par-ticularmente
en el campo de las mentalidades y la cultura po-pular.
Algo de esto es lo que intentaré hacer en una investiga-ción
más amplia.
Los medios usados, tanto en lo que respecta a ingredientes
o elementos materiales como en lo que toca al uso que se hace
de ellos, a los diversos procedimientos formales y al comporta-miento
de las personas, son enormemente variados. Pero, por
encima de esta heterogeneidad y de 10s casos singulares, es
posible destacar las coincidencias, las repeticiones de procedi-
135 El inventario más amplio de supersticiones es el realizado por Ci-rac
Estopañán en la obra citada en la nota 11. J. CAROB AROJAe,n «La
magia en Castilla durante los siglos xvr y XVIIN, recoge muchas también,
utilizando como fuente obras de la literatura clásica española: J. CARO
BAEOZAA:l gunos mitos espa5uies y viros ensayos, iviadrici, Eaitora Na-cional,
2 : ed., 1944, pp. 183-303. C. LISÓN TOLOSAXeAn ,B rujería, estructura
social y simbolismo en Galiciu, Ed. Akal, Madrid, 1979, para el estudio
de esta región española. Pero en ninguno de estos casos se trata de un ám-bito
espacial tan reducido y un momento histórico tan preciso.
Num. 31 (19851 215
mientos generales, de fórmulas y ritos. Aunque er! cada caso
particular la combinacijn de los elementos sea distinta, éstos
se toman de un fondo común, qL:e constituye, por otra parte,
un bagaje proceeente de otros espacios culturales, en los que
es posible encontrarlos. Trecisamerite las repeticiones mues-tran
que hay unos métodos determinades, mas ciertas creen-cias
y unos patrones de ccmducta.
Hechixos amatorios
Teniendo finalidad amorosa ia mayor parte de las actuacio-nes
hechiceriles, corno hemos vis.t.o , enco~trarernos en este ; apartado la mayoris de 'IV-b- -----e--,--- Ie;lieUiCDS y arte5 supersticiosos.
Indicaré, en ocasiones, el numero de veces qce encuentro usa-
- da una cierta ceremonia o práctica, no con ánimo de rigor es-tadístico,
sino par2 dar idea de cuáles son más empleadas. EE
Para el logro de !os varios prop5sitos que en esta materia 2 E
de amores se buscan, hallanos que se da a comer o bvber al =
hombre distintcls cosas: sesos de asno -cíprietosn, se precisa $
una vez-, asa.dos y molidos, en doce casos, y tam5ién sesos % m
%e cabrito y de perrillos recién nacidos; corazón de pol1.0, 3-01-
vos, ropa, cogollo de palma quemado, o un bollo hecho con
harina pedida a una dsílcella y con ama q.ue la mujer se hU-blese
echado por encirm. Se hace el hechiza amoroso en un k
bocado de pan o en «una tajzda de diacitrbnn, de resonclncias ;
celestinesca,~13' , med-ievales; y dando la verbena cogida la rana-nana
de San Juan14c'. =
Prendas de ropa, pelos u objetos que hayan estado en con- O
tacto con el sexo ejercerin una acción mágica sobre la Zibido
del hombre, respondiendo asi al principio de magia contami-
. . .. -. .. -. . -
:39 Aparece el diacifrón, que <(se hacía de :a carne de la cidra y te-nía
más condición de conserva j7 golosina qu.e de medicina», en dife-r-
tes pasajes Gel &.i-;cioso libro & ZusE pifia¿ \:iijI¿ -$f&icinCL y
dulceria en el "Libro de Buen Amor", Cupsa Editorial, Madrid, 1981. Esta
cita se encuentra en la p. 158.
((La bervena cogida la mañana de San Uucan y molida y dada a co-mer
o beber era pa que quisieser bien las personas que la comiesen los
unos a los otros)) (fol. 276 v.).
216 AAVUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
nante o contagiosa de Frazer 141: se hace ingerir al hombre el
pafio con el que la mujer se hubiese limpiado la natura, rna-jado;
o un huevo que había sido puesto en la natura de la mu-jer
(dos veces). A una mujer que ha reñido con su marido le
aconsejan:
q u e se tirase las cejas de la cara y los pelos del coño y del
sobaco y que se limpiase todos los lugares do había habido
pelos, y tal cual paño lo lavase en un poco de agua y que
los pelos hiciese polvos y los echase en el agua que había
lavado el paño y le hiciese a su marido un bollo y lo diese
a comer» 142.
En doce ocasiones se repite lo siguiente: tornar tres avella-nas,
:;yue !as demandase por Eios», y qi;e !a. qüe sana estü-viese
la horadase y quitase el meollo, y tomase pelos de su
cuerpo y los metiese dentro de la avellana, se la tragase ente-ra,
y, cuando la expulsase, la lavase, tostase y diese a comer
al hombre 143.
Es freczerrte C?ar z beber, preferentemente en vine, sangre
menstrual (de su «flux», «purgación» o «camisa») l". Y lavarse
con agua o vino y dar el liquido a beber (una vez, lavarse preci-samente
los sobacos con vino). Once veces se hace beber al
marido la orina de la mujer, en vino; y una vez se hace que la
beba la rival: «así como bebes mis meadillos. así hagas mis
mandadillos», dice la esposa le5. La leche de rnadx e hija -«am-bas
mujeres erradas)), se exige en un caso 146-; sudor de entre
los dedos de los pies, o raeduras de la suela del zapato 147.
I 4 l «La otra gran rama de la magia simpatética, que hemos llamado
magia contaminante o contagiosa, procede de la noción de que las co-sas
que alguna vez estuvieron juntas quedan después, aun cuando se las
separe, en tal relación simpatética que todo lo que se haga a una de
ellas producirá parecidos efectos en la otra», J. G. FRAZER:L a rama do-rada.
Magia g religión, F. C. E., México, 1969, p. 63.
l" Fol. 77.
' : V O L 98, por ejempio.
401. 76, entre otros.
ias Fol. 325 v.
Fol. 176.
Fol. 153.
Núm. 31 (1985)
Polvos o raspas de piedra de ara dadas a comer o beber son
utilizadas con mucha frecuencia( la hemos registrado en 29 ca-sos).
SUS poderes derivarían de su carácter sagrado, y se em-plean
alguna vez en curaciones lW, pero más a menudo para amo-res
'". Son numerosos los relatos y descripciones de las formas
en que se obtenían: a través de los curas 150, de los sacristanes Ií1,
o tomándolas de las iglesias, muchas veces de noche '52. Son tan
repetidas las profanaciones de altares con este fin, que el te-niente
de gobernador debió advertir a los curas que pusieran
las aras «a recabdo)), «que no quedasen fueran -53.
La magia por contacto o contagio aparece de mucnas rna-neras.
Tomar pedazos o piezas de ropa (camisas del hombre,
(cuna pierna de sábana)) en la que hubiese dormido ... 1 y hacer
mecha-: para qiiemari polvos con la ceniza para enterrar. etc.
En unas veinte ocasiones encontramos prácticas semejantes 15'.
En una de ellas, la camisa del hombre se pasa por el sexo de la
mujer'55. LOS zapatos son un objeto con valor mágico: se que-man
raspas de las suelas, o se dan a beber al amigo ''" se arro-ja
a una sepultura abierta el zapato de la rival, para que sea
aborrecida :57. Se toman pelos de los hombres, de diferentes par-tes
del cuerpo -j8; cortaduras de las uñas y hasta tierra de la
148 Fol. 212.
i49 Fol. 38v., por ejemplo.
I5O Fol. 77 V.
:51 Fol. 64.
Is2 Fol. 209. En algunas declaraciones, al explicar las circunstancias
en que se habían obtenicio las piedras de ara, se dan datos relativos a
destrucciones de templos por piratas o incendios (fol. 31). En varias oca-siones
se dice qce se han ohterido a! ir en peregrinación a Candelaria,
en Tenerife, por cuya virgen había sin duda devoción en Gran Cana-ria
(fol. 279).
301. 277~. La misma prevención se encuentra recogida en el li-bro
1 de visitas de la iglesia de Sa.nta Brigida, el 25 de octubre de 1525
(tomado de AZNARV ALLEJOo,p . cit., p. 190 y nota 93 de la p. 212).
'01s. 68, 70, 74: 95 v.
Is5 Fol. 322v.
Fol. 112 V.
157 Fol. 199.
m1. 134.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
L.AS PALMAS EN 1524 43
huella que en el suelo dejase159o, de la sombra que proyec-tase.
Para mover a un hombre en el sentido deseado, se usa to-carlo
con nóminas, oraciones o cartas llamadas de tocar, pre-ferentemente
en ciertos días del zño 16@; o con un hueso de fi-nado
o una hoja de trébol sobre la que se hubiese dicho misa lm.
El agua con que se ha lavado el cuerpo del hombre o de la mu-jer
tiene también, como hemos dicho, un poder mágico.
Para que un hombre deje a otras mujeres, aconsejan a su
esposa que tome un espejo de acero y que ((cuando estuviese
con su marido en su pasatiempo que se lo trujese por las es-paldas
.'6»1 Y otra mujer dice en otro momento lo mismo:
((que tomando un espejo de los que se cierran en son de
caxa, que dicen las palabras: "fulano aquí te lego, que no
tengas parte con otra mujer sino conmigo", y que cierren
el espejo y que no terná parte con otra alguna mientras
que1 espejo estoviese cerrado)) Ie3.
Antón Ortiz, cañaverero, cuenta que, para estar bien con
una mujer, se matase un gato prieto, se le pusiesen dos habas
en los ojos y lo enterrasen, que nacerían dos espigas de habas,
y que con las habas que se obtuviesen tocasen a la mujer, y que-rría
al hombre. ((Que esto lo oyó leer en un libro ... que dezía
muchas cosas (?) de melezinas)) '64. Media docena de veces se
prescribe coger «un páxaro que se llama habubilla», o abubillo,
;59 Fol. 273.
160 «En el día de San Juan y día de Pasqua, cualquier Pasquan ífo-lio
173). «El día de San Juan cree que los viernes y otros días señala-dos
» (fol. 323). Se menciona una carta «que decía encima ... "Carta de
bien intención". Y al pie de ella decía: "Si quieres ver cómo esta carta
es verdadera toca con ella a un perro e verás cómo luego se va en pos
de tin» (fol. 278).
Onico remedio de probable origen genovés, aunque el testigo dice
ijüe Fue en cas.i:ia don& -or, ger'¿iv& se lo erisei&j (fol. 3693. Es ~am,o~&
uno de los pocos casos en que se dice que lo hace un hombre para que lo
quieran las mujeres.
la Fol. 34.
Fol. 63.
Fol. 254.
Núm. 31 (1985)
cocerlo al fuego, meterlo en un lebrillo de agua de siete fuentes,
((que dél salía un hueso arriba sobre e! agua y qce aquel hueso
era muy bueno para que tocando con él» al hombre o rnv.jer,
quisiese a quien lo hacia
El semen, «tomando de quzndo un hombre cumple)}, se da
a beber lj6; se hace con éi sil hmSre una cruz en la espalda, pro-nuriciando
ciertas palabras :67; se uat& la rnixjer los labios y besa
a su compañero i58; O se hacen torcidas de un ?año mojado en
12 simiente del hombre, para quem.ar en el candil 'E" Que así
como ardían, así ardiese é1, y anduviese perdido tras ella líe.
Si el semen se usa para ligar a un hombre e impedir que
dejase u olvidase a la m~ijer,h ay otros procedimientos para.
hacer que la aborrezca. Qinizá el más frecuente sea el de tomar a o
N los excrementos de la mujer que debe ser aborrecida y sahu- 2
mar con el!os las ropas del hombre:", o tostarios, molerlos y $ n darlos a comer '". -
=m
O Objetos litúrgicos o relacionados de algún modo con el E
culto tienen virtud partizular: untS.ndose los labios con óleo S
E
d.e la iglesia y besando al hombre, se gana o consolida su =
amor -nueve veces citado lT3-; se emplean raspaduras cie la
campana, sacadas con un cuchillo '74. Remos mencionado ya el
m
E
l6"01. 308. O
Fol. 230 v. n
Declaración de Beatriz de Morales, natural de Toledo, el 13 de ju- -E
nio de 1524: {(Quando su amigo se echava con ella tomava e se metía $
los dectos ec su natura y untados en la simier.te le fasía la señal de la 2
n
cruz en ias espaldas en viernes y le decía: "fulano, quando esta cruz
vieres en tus espald-as, entonces rne quieras olvidar y otra amiga to- $
marf'» (fol. 132). O
168 Fe!. ?8^
Fol. 297.
Ií3 Decía Juana de Siles en i3 de junio de 1524 (fol. 137).
17* A Francisca Rodríguoz le recomiendan que tome «la suciedad de
su combluesm y sahúme tres miércoles ia curnisa de su marido (fol. 199).
((Que así como aquello le heci,;a, le hediese ella)), se dice en otro caso (fo-lio
276).
Fol. 164.
Fol. 108.
17' Fol. 97. Una vez se prescribe echar las raspas en la sal de un hom-bre
(fol. 114 v.?.
220 B.h7UARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
uso de la piedra de ara y de las oraciones de tocar, y expondré
más adelante numerosas oraciones m%s o menos heterodoxas,
y el uso de misas, candelas y agua bendita 17'. Tiene igualmente
poder mágico todo lo relacionado con los muertos: tierra de se-pult,
ura, cabeza «de finado)) '76, «carne momia de hombre)) '?',
«rueca de finado y zapato de uno de San L&zaro» -ocho ve-ces
178-; soga de ahorcado 17" o dientes y miembros de lo mis-mo
leo. , hacer una mortaja, quemarla y aventar las cenizas '".
La cama, en la que se duerme y se ama, es objeto de varia-das
y repetidas operaciones mágicas -20 he contado-. Se in-troducen
nóminas, cintas y correas con nudos, polvos o piedras
en el colchón o en la almohada la2; se entierran cosas bajo ella,
en los pies y sobre todo a la cabecernlm; se dan vueltas alre-dedor.
Ya veremos una serie de conjuros que se pronuncian
al hacer la cama, o mencionando la cama.
Se destaca igualmente la puesta de la casa como lugar en
que echar algo -agua, polvos-, o enterrar hechizos 18"; o don-de
ponerse para formular desde ella determinadas frases u
oraciones -una docena de veces se indica así lE5.
Barrer el horno y decir ciertas palabras:
«"Así como barro este horno, se barra fulana del corazón
de fulano", y después mojarlo en agua y derramarse10 a
la puerta de la mujer» '86.
n5 María Correa dice que un clérigo le dio en Portugal una hostia
consagrada para llevar consigo, que era buena «para las personas que
andaban por el mundo)) (fol. 271).
176 Fol. 109.
l7I Fol. 111 v.
178 Fol. 92.
17$ Fol. 92.
ISF0o l. 239 v.
.lg"i- Fol. 55 v. ~ o i2.1 4.
laF3ol . 273.
la4Fo l. 44.
lEF5ol. 208.
'86 Fol. 185 V.
Núm. 31 (1985)
46 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA
El «agua con que mojasen el barredero)) se pide o coge en
otro par de ocasiones, para echar igualmente a las puertas de
una persona lg7.
El agua aparece muchas veces, con diversos usos, algunos
ya señalados: lavar a una persona, derramar por el suelo, echar
en la puerta de alguien. O arrojar algo en la acequia para que
el agua se lo lleve (para que se lleve el mal, en algún caso);
como se arrojan las cosas, igualmente, al mar, que también se
nombra en conjuros y oraciones, alguna de las cuales ha de ser
rezada precisamente de cara al mar.
El fuego es otro elemento con valor mágico conocido y uni-versalmente
extendido. En Las Palmas, en el momento que
nos ocupa, se pasa por encima del fuego, se toman brasas o se ;
ponen objetos diversos en los r e s c o l d ~ s i~n~cl~us,o animales '", E
E
se queman cosas y se aventan sus cenizas, se entierran o em-
- plean para fines diversos sus polvos; se arrojan a él zapatos
o piedras 'gO; se pone en la cabeza de una mujer, en una ceremo- E
nia para atraer a un hombre "l.
2
E
El acto de barrer, que ya hemos nombrado a propósito del
horno, puede tener un carácter ritual, que confiere por ende
a la escoba un valor simbólico. A una mujer recomiendan, para
hacer venir a un hombre, que se pusiese encima de una piedra, E
con una escoba, en una ventana o baranda, y dijese: «en vera
y debajo de vera, y sobre piedra movediza y escoba barrede-ra
» lg2. A otra, que se pusiese de noche destocada, donde viese k
una estrella, encima de una escoba, y pronunciase ciertas pa-labras
lg3. Clara Lorenzo y sus hijas, para hacer venir a unos
3
la7 Fol. 266. O
Se tmx, alh~cem-!y sa!, se abre el rescoldo &! f~~egose, echa
y se tapa con un tizón (fol. 278v.).
18qeclaración de María de Salamanca: que le dio una lagartija viva
en una taleguita, y le dijo que ((la calentase al fuego poco a poco y que
después que se muriese la lagartija en el fuego, que Iuego vernia aquel
hombre a su casa)) (fol. 223).
m Que se tomase una naranja, se pusiese al fuego, se dijesen ciertas
palabras y se la echase en rina encrucijada, se lee en el fol. 291 v.
lgl Fol. 233.
lg2 Fol. 45 v.
lg3 Fol. 223 V.
222 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
hombres, «tomaron una corcha y la quemaron y unas mujeres
barrieron alrededor)) lg4.
Alrededor de veinte veces resultan utilizadas las piedras:
de la mar, de la carnicería y la pescadería lS5, de la cárcel, de la
horca; de las encrucijadas -nueve piedras, tres de cada una
de tres encrucijadas 19'-. Se ponen a hervir en una olla, se co-locan
en las brasas lg7, se ponen en la cama lg8, se entierran l",
se llevan con la ropa, etc.
Polvos de diversas sustancias -de alheña, de ara, de car-bón,
de ropa o de pelos quemados- se dan a beber, o se echan
en el suelo, en la puerta, en el camino, en la cabecera, en los
zapatos.. .
Hilos -a veces «prieto» o «de acarreton- o cintas se to-man
psru. hacer t~~cirlnri hrrnnrilrrc- -..AA- --A:- U-- --A-:*-
LMCZD, I I C L ~ G LL GJ L I U U U ~O ILIGULI . slai p r G u a a -
mente un conjunto de gestos o acciones, expresadas por sus
verbos correspondientes, con sentido mágico, y dos de ellas son
atar-desatar y medir. Al atar parece que se liga y al desatar se
desliga: un hombre a una mujer, por ejemplo. Los nudos se
llevan encima, se ponen en e1 c01chSn e ' I ! ~ o ~ LS?U ~mLti?e-,
rran.. , Normalmente se pronuncian palabras. Isabel Rodríguez
refiere que Ana, la morisca vieja de Rodrigo de Ocaña, le dio,
para que los hombres la quisiesen bien, una correa prieta y
otra colorada, les hizo unos nudos y las santiguó, y le mandó
que una enterrase bajo la puerta de su corral y la otra a la
cabecera de su cama, las lavó y derramó el agua.. . Del mis-mo
modo, se usan lienzos o trozos de tela, a veces también con
nudos.
Ig4 Fol. 137 v. En otro caso echan las corchas quemadas en un pozo
(fol. 72 v.).
lg5 Fol. 290.
lg6 Fol. 285.
lg7 Fol. 184 v.
«Unas piedrecitas pequeñas y un poco de
a la cabecera de la cama donde ponía su marido
cüiciionesn (Id. 244).
tierra que se lo pusiese
la cabeza, debajo de los
99 Nueve piedras de las encrucijadas, que enterrase la mitad bajo
la cama y la mitad bajo el quicio de la puerta (fol. 165).
200 Fol. 281. Pidió un hilo de seda (te lo comenzó a anudar e lo rebu-mj6
» (fol. 293).
La acción de medir el cuerpo de una persona, sus ropas,
o diversas estaílcias de la casa, es tambí6ii un medio para ligar,
poseer o dominar mágicamente: ((que tomase un pabilo y mi-diese
una camisa de su marido, y que después midiese la puerta
a lo abaxo.. . » 'O1.
Saltos y palmadas, aunque no se prodigan mucha, tienen. su
lugar en el ritual hechiceril, como en este desenfadado relato:
subió a un sobradc, se desnüdó, dio un salto, o tres, y dijo:
(("Anda, hi de puta, lii de cabra", e que se dio una pal-mada
encima de su natura e dixc: "más vale mi tal que
tu barba", y a poco vino el hombre diciendo qué le había
hecho, que lo hizo volver.. .)>' w . a
N
La desnudez, la cabeza destocada y los cabellos sueltos son E
exigencias de algunas ceremonias: O
- m
O
«que se en carnes y tendiese los cabellos por E
las espaldas, y que pusiese un candil en un clavo y que ha- E blase con la sombra que hiciese.. . )) 'O3.
5
«que se d.estocase y se pusiese a una puerta donde viese el
cielo, y que tomase una escoba.. . N *". -
0
m
E
Las higas son un gesto que acompaña a veces a algunos con-juros.
Aquí lo encontramos asociado a otra acción que es la de
aclocar -¿corno una gallina?- sobre una determisada cosa: E a-
Isabel Rodríguez, la mujer del camellero, pidió a Catalina Díziz, ;
viuda que quería casarse, «un pa5o que hubiese tocado en las j
carnes de Juan Cortés.. . », y 3
O
«comenzó ... de dar unas higas y que hablaba quedo en-tre
sí como que conjuraba, y que algunas veces le oía este
testigo rnegtar algunos nombres de diablos.. . Y que le dijo
que lo hollase por el suelo, y se sentj ella sobre el dicho
paño y lo acocleón 2C5.
Fol. 141.
201. 280.
Fol. 231.
204 Fol. 133.
293j Fol. 163.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAS PALMAS EN 1524 49
El acto de enterrar tiene su significación y simbología mági-cas,
como también el de desenterrar: hilos anudados, piedras,
ropa, lzechizos -sin precisar-, figuras de cera, gallinas y po-llos
o sus corazones.. . Quince veces hallamos gallinas («prie-tas)))
o corazones de ave, la mitad de ellas con agujas hincadas,
que se echan a hervir (en una olla nueva) o se entierran. Las
agujas -en una ocasión, de hilar- atraviesan también lagartos,
ratones 2" y mufiecos, y también se entierran. Para llamar a un
hombre se utilizó, por ejemplo, un corazón de pollo, que ha-bía
sido hurtado -condición exigida-: atravesado con unas
agujas, puesto a hervir en una olla y dado a comer al hombre
en una torta 207.
Hay una serie de ritos singulares, distintos entre sí, que po-dríamos
agrupar bajo el título de ceremonias anal~gicas, por-que
responden, en efecto, al pri~cipiom ágico de la semejanza,
de la analogía entre acciones y situaciones. Así, a Juana Fer-nández,
mujer del zapatero Pedro Fernánclez, le prescriben,
para «que su marido no tuviese ni pies, ni manos, ni ojos con-tra
ella)), que tomase un pollo prieto y le quebrase una pata,
diciendo: «¿que quiebro? La pierna de Pedro Fernándezn. Y así
con la otra pata y las alas; y que !e hincase en los ojos una
aguja, diciendo igualmente que lo mismo hacía con los ojos
de su marido 208.
María de Figueroa dio a Ana Denis unos sesos de asno moli-dos,
para que los diese a comer o beber a un hombre; pero le
mandó que antes los azotase con unos ramos de escoba, ctpu-siese
un palo en el suelo, levantado, y trujese aquellos sesos
alrededor dé1 y dijese: "así como estos sesos se andan alrede-dor
deste palo, así fulano se ande tras de mí"n209.
Para que un hombre ~aburriese)a) su amiga, que se tomase
un espejo, se pusiese en el suelo, y se hiciese que un gato y un
perro se mirasen en él y se peleasena0. Para que un hombre
Fol. 39 V.
'O7 Fol. 203.
208 Fol. 40.
209 Fol. 186.
210 Fol. 136.
Núm. 31 (1985)
quisiese a una mujer, que cuand-o un perro y una perra estu-viesen
«asidos)), se matase a la perra, se le sacase el corazón,
se secase, moliese y diese a beber al hombre. María de 5'ip.e-redo,
a quien se lo habían contado en Portugal, lo intentó
Cmciones y conjuros
He expuesto hasta aquí un conjunto de prácticas que se ba-san
en la creencia de que hay una relacion objetiva entre unas
acciones u objetos determinados y unzs consecuencias que se
pretendían: puesta ixna causa, se sigue el efecto correspon-diente,
en una causalidad mágica. A veces se acompañan esas ;
ceremonias con paiabras, de tai modo que ia magia dei verbo,
en la fórmula precisa, la invocación o el conjuro. son impres- cindibles en el ritual. Otras veces no: a tal acción, tal reacción, -
m
O
sin más. Ahora presentaré esas palabras mágicas, junto con lo E que son oraciones de la Iglesia -mezcladas con la supersti- 2 E
ción-, conjurcs e invocaciones al diablo o a otras fuerzas y %
entes: al Sol, a la Luna, a las estrellas, a las ánimas. 3
-
Conocido es e! supuesto poder taumatúrgico de 12s palabras. Om-
Constituyen el componente esencial de algunas ceremonias, o al
menos un ingrediente muy importante. A veces hay una retahi-la
precisa, que ha de repetirse con aproximada exactitud para ;
que surta efectos. Otras veces se habla entre dientes y proba- i
blernente se finge recitar algún encantamiento. Las rnoriscas
n suelen emplea-: palabras en lengua árabe, que para los oyentes $
tienen un carácter esotéri~o"~C. omo lo tienen los escritos 3
O con caracteres arábigos que se asan para llevar al cuello, en
Lina nómina2':, o para tocar con ellcs a alguien, y obtener lo
deseado '14. Isabel Macías denuncid quc! Sebastián de la Rosa,
2L' Fol. 275.
Fn-l- . 2"9-2- v.
2:3 Fol. 216.
214F01. 237v., por ejemplo. Cm morisca en Cádiz pidió -según se
dice- papel y azafrán para escribir. Caro Baroja recoge lo de escribir
con azafrán de las Coplas de las comadres, de Rodrigo de Reicosa, en
La magia en Castilla ..., p. 248.
226 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁzVTZCOS
clérigo, le dijo, mostrándole un libro: mata aquí como yo te
podía facer si quisiese venir con las haldas en la cabeza a mi
casan. Y que un día entró en casa de la testigo, con la que a la
sazón estaba reñida, y trat6 de tocarla con unas letras que te-nía
escritas en la mano derecha ':'.
Volviendo a la expresión oral, tienen particular virtud las
palabras de la liturgia, o aquellas en que se nombra a Cristo
o los santos. Se usan das cinco palabras que se dicen en el
cáliz O en la hostia o en el vino)) 21" La piedra de ara, el grano
de helecho, el cedazo o el huso se conjuran, antes de utilizar-los,
((con San Pedro y con San Pablo y con el apóstol Santia-go
» ":'; o «con nueve frailes e nueve monjas e nueve abades e
-n -i -ie.- v pi l-- i h- -r n- -s -m - -- i- s a-.-l e- -s )>2 z 3 .
A una mujer, que desea casarse con un genovés con quien
tiene un hijo, ofrecen cuna oraci6n muy buena de Sr. San Juan
y Nuestra Señora y de la Pasión, y que era muy provechosa)) '19.
Sería prolijo transcribir todas las oraciones reproducidas en
las testificaciones. Las hay más o menos ortodoxas, pero nor-malmente
mezcladas con prácticas mágicas. O a veces la su-perstición
consiste -como dirán más tarde teólogos y califi-cadores-
en la creencia de que, para ser eficaces, han de re-zarse
un determinado número de veces, o de una forma y en
unas condiciones precisas. Así, en las diversas denuncias se
encuentra la exigencia de que han de rezarse con unas cande-
2:5 Fol. 213v. Sebastián de la Rosa, capellán de Nuestra Señora de
los Remedios, era poseedor de un pequeño libro de magia, manuscrito,
del que se incautó el Santo Oficio en 1327, y que se conserva en el Vo-lumen
VI, l." Serie. Testificaciones (1527-15601, entre los fols. 48 y 49.
ÚRSCLAL AMBlo ha estudiado en «La Inquisición en Canarias y un libro
de magia del siglo XVID, El Museo Canario, Las Palmas, año XXIV, nú-mero
87, pp. 113-114. J. CAROB AROJAtr ata el caso en Vidas mágicas e In-quisición,
Ariel, Madrid, 1967: ((La "Clavícula" en las causas inquisito-riales
españolas: el texto cogido en 1527», vol. I, pp. 141-142.
21"01. 41 V. Vna monja, en Portugal, las había recomendado para
que un hombre se apartase de mujeres (fol. 191).
217 Fol. 220.
'18 Fol. 136.
219 Fol. 218 v.
Núm. 31 (1985)
las encendida^'^^; o en twles días de la semana y en un cierto
número ";; descabelladas, sobre un tejado mirando al mar '";
de rodillas '23, en ei corral 2", con las faldas echadas por la ca-beza
z's, e tc.
Se usa la oración de San Antonio: «por aquel dori que San
Antonio demandól a Jesucristo, que se lo otorgó, que le otor-gase
a este testigo.. .» 225. Otras veces se dicen misas al santo, o
al menos la hechicera pide dinero diciendo que las hará decir
«por aquellas cosas que decía que haiíz.. . » '".
En una sociedad de znalfzbetos, hay que buscar quienes
copien -trasladen- las oraciones, y así lo vemos en varias
ocasiones, aunque luego la poseedora de la copia no sepa leer-la22DP.
e ro: aunque no se lea, conserva el valor de la palabra :.
r.cn,;tn
GJLI ILiC<r.
E
La oración de San Cebrián, contenida en un libro ((hurtado
a un aSad», se la hace leer Malgarida Lorenzo, parque su marido E
E se iba con mujeres2''. La cración de Santa Marta, que ha de E
2 rezarse delante de umi imagen de la santa, con una candela
=
encendida, en nueve dias? es 1- más i.~ada"') ; Se ~~tilizsdte.s de la f
Edad Media, y en los siglos XVI y XVII constitaye el. exponente -
más claro de oración supersticiosa, cpe se &rige a Marta Lo; B
mía, o la diabla, no la santa. En las testificaciones de 1524 1
n
2" Fol. 325. -E
m Fol. 84: mueve lunes, y rezase treintaitrés paternóster y treintai-irés
avemarías t r e i ~ t ad ías, que eran la vida de Jesucristo)). n
22"01. 250 V. 0
223 Fol. 97. 3
224 Fol. 205. O
225 p,,a iiacer venil de rorhgal a -2: mozo car, e! gue qderís ca-sarse,
Isabel Fernández se puso mna noche ... en e! corral hincada de
rodillas e les faldillzs por las espzldas c~biertas por cima de las espal-das,
e que se shaba por delante e por las espaldas e se santiguaba)) (fo-lio
257).
226 Fol. 141.
227 ~ ~2231. ,
Fol. 209, por ejemplo.
229 Fol. 265 v. La oración de San Cebrián se usaba coetáneamente en
Castilla: CIRAC0, 1). cit., p. 95.
WG Fol. 325.
228 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
no se recogen asas expresiones, por lo que no sabemos si tiene
claramente ese caráctsr Una vez se nombra la
oración de San Silvestre, que en Canarias se reza desde el si-glo
xv hasta el X X ~ S~e~ re.pr oduce en esta forma:
({Sant Silvestre de Montemayor
tú que legaste a la sierpe y al león
y al toro bravo que delante de los hinojos se te hincó,
así ligues a f u l a~.o . . » 233.
Se nombra la oración de Santa Elena -que más tarde se usa-rá
mucho- para alcanzar lo que se pidiese; la de San Jorge,
para conocer cosas ocultas z3'; y la de San Cristóbal 235.
Frecuentes son ias oraciones a ias ánimas pidiendo algo.
En varios casos se ponen de rodillas mirando hacia el mar,
hincadas en el corral o subidas al tejado de la casa, rezando
a las ánimas del -Purgatorio, y más concretamente a las de los
ahogados en el mar2%. Otras veces se conjura ((a tres asaetea-dos,
e tres arrastrados e tres muertos a hierro» 237. O se dice,
mirando a una estrella:
ctilnima la más pecadora que en el otro mundo estas, un
don te tengo de dar, y otro te quiero demandar. El que
os tengo de dar son tantos paternóster y tantas avemarías,
m Aparece de este modo: que «así como ella entró en aquel monte
y sacó aquella sierpe mansa y humilde y ajoneada alcanzase aquella gra-cia
con aquel hombre)) (fol. 210).
232 Denunciada en 1499, según vemos en el Vol. I de Testificaciones
(1099-1525), al fol. 88 v. Su uso en el siglo actual lo atestigua S. SIMÉNEZ
SÁNCHEZ en Mitos y leyendas: prácticas brujeras, mabeficios, santiguados
y curanderismo popular en Canarias, Publicaciones Faycán, Las Palmas,
1955, p. 14.
233 Fol. 139 v.
Fol. 326 V. En Montaillou practicaban en el siglo xrv «el arte de
Saíi Jorge% para mcmtrar cesas mbadas, Ls Rvi Lnüt-ñi~, op. cit., 9. 553.
Fol. 84.
235 Fols. 256v., 256. En 292v. se dice: que rezase treinta paternóster
y treinta avemarías ((poniéndose de rodillas y las manos cruzadas y los
pies cruzados uno sobre otro» en treinta días, y decir al cabo de ellos
una misa a las ánimas.
Fol. 166 v.
Núm. 31 (i985j 229
y el que me habéis de dar ha de ser que me metáis en el
corazón de Fulano que me quiera bien» 2B.
Suele rezarse con una candela enceridida, cuando no se hace
al aire libre; y la oferta de misas y oraciones para la redención
de las penas del Purgatorio se hace de modo condicionado al
logro de lo pedido:
((Ánimas del Purgatorio, cata que me traigáis luego a
Fulano, que venga luego a mí, si no, que no se las ofres-ceré..
. N 239.
Entre oración animista y conjuro se encuentran las palabras
dirigidas al Sol, la Luna y las estrellas. Isabel Rodríguez, ve-cina
de Vegueta, declaró que Catalina Sánchez le había enseña-do
((una oración al Sol que se había de rezar al So1 cuando
salía hincada de rodillas diciendo: "Dios te salve, rostro velli-do"
y otras palabras.. .N. La declarante confesó haberla hecho
algunas vecesa0. En otro lugar se menciona (tuna oración al
Sol, que eran nueve paternóster y nueve avemarías y lo ofre-ciese
al Sol» 241.
De Ana Fernández, mujer de Francisco Páez. y de sus hijas
se decía que eran hechic~ras ((por esos ingenios)), y que ((salían
de noche a Ia luna a hacer oraciones o conjuros» 242. Isabel, hija
de Juan Muñiz, pescador, «tomó de noche dos huevos a la luna
y dijo ciertas palabras sobre leis y los echó en el aire y no pa-rescieron..
. n
El conjuro de la estrella, para hacer venir a. un hombre, se
describe así: que de noche se pusiese la mujer en una puerta
y tomase una piedra del fuego y la pusiese debajo, y la escoba
encima, y se destocase, y conjurase una estrella, la que quisiese,
diciendo :
Fol. 215.
Fe!. 285.
240 Fol. 282 v.
2" FO!. 212.
242 Fol. 65 V.
243 Fol. 7 8 ~ .E n otra declaración se relata otra ceremonia pareci-da
(fol. 258).
230 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁA'TZCOS
~Conjúrste, estrella, con los tres Reys de Oriente, con-júrote,
estrella, con los cuatro Reis de Oriente (y así hasta
nueve) ..., que todos nueve vos juntaréis, y al río Jordán
iréis, y nueve varas de cedro me cogeréis, y al Infier-no
iréis, a Satanás hallaréis y a 61 os omillaréis, el cuchi-llo
de las cachas prietas le tomaréis y en la piedra de
(Francisco Noguera o de otro barbero que quisiesen de-cir)
lo amolaréis, a Fulano iréis y por las espaldas se lo
meteréis y gotas de sangre le sacaréis, que ni coma ni
beba hasta que me vean 2ia.
Será también ésta una oración muj7 usada en lo sucesivo, de
esta forma o con variaciones 245.
Se hacen conjuros para que venga un hombre de diversos
modos:
«Que quando viese a la persona a quien quisiese facer que
le quisiese, pusiese ei puño delante de la boca y dijese:
"Fulano, con dos te veo y con cinco te ato, y la sangre te
bebo y el corazón te arrebato")) 246.
«Que se pusiese a la puerta y de que viese pasar al amigo
dixese: "tú te vas donde muertos y,vivos allarás, espadas
sacadas allarás, muertos y vivos allarás, para mí te tor-narás"))
247.
En otro caso se dice lo mismo, dando con un zapato en la
puerta "'.
A una mujer se le mandó que se desnudase en cueros, pu-siese
un candil y dijese: ((Amigo, si vos dormís yo duermo, e
2a En este mismo año de 1324 se recita así: nOmíllome, estrella, y la
más alta y la más bella, y eso me omillo a la una, a las dos ... (hasta
nueve), todas nueve ajuntedes, y en el monte Olivete entredes, y que
nueve varas cogedes...:) (fol. 204v.I.
24G Fol. 208~. Este conjuro, que será muy repetido -ver 40v., por
ejernpiu-, aparece una vez en ia forma, inusuai, de: ((Con Dios te veo,
con tres te encanto, con Padre y Hijo y Espíritu Santo, tres personas
y un solo Dios verdadero)) (fol. 172).
247 Fol. 136~.
Fol. 132~.
Núm. 31 (1985) 23 1
si vos coméis yo como)). Y que esto había de repetirlo tres no-ches*".
Y lo mismo, pero dirigiéndose a la sombra que hi-ciese:
«Ah, sombra, si vos coméis yo como, si vos bebéis yo
b9b0, si vos dormís yo duermo, si vos holgáis yo huelgo,
pues agora echemos suertes qual de nosotras ha de ir a
traer a Fulano.. . »
Y que contase desde la sombra hasta nueve 253.
Hay conjuros que se hacen en la mesa, cuando el hombre
está comiendo: {(Alonso, come tú g dame a mi, la poz que Je-sucristo
tuvo con sus apóstoles sea ente mí y ti)) 251. O bien:
ctJesucnrisio pan de oiio cor~iió,c oii SUS doce apóstoles !u
repartió, come tu, Juan, y dame a mí, y el 5ngeI de Ia paz
sea entre mí y ti»
Otras veces lo que se hace es llamar al hombre, convidán-dolo
a comer:
«Puso una tabla y unos manteles encima y puso dos pa-nes
y que los comen@ a santiguar y dixo: "Ruberto, para
mi cena te quiero convidar. No tengo que te dar de co-mer,
sino la leche de Nuestra Señora, y la sangre de Nues-tro
Señor te daré a beber"»25s.
Se hacen también conjuros a la cama:
«Que quando ficiese su cama dijese: "cama fago para dor-mir
y folgar y a Fulano mala noche le quieras dar. Las
en d-uii?iiese d?espinas -y el cGjyrtor de
249 Fol. 1 3 4 ~ .
2 5@F o 1 2. 31 V.
251 Fol. 232 V.
252 Fol. 43.
Fol. 292. En otro caso se lee: ({Por bien seas venido, Pedro, con la
leche de Sarta Ana y desta manera te convido, con mi amor te llamo, tal
amor tengas conmigo cual tuvo la Virgen sin mancilla con su bendito
hijo» (fol. 201).
232 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAS PALMAS EN 1524 57
ormigas y a los pies culebras vivas y a los lados puercas
preñadas y paridas. Y así como las preñadas deseaban de
parir.. . así viniese él a la ver y mirar" » '".
Unas trece veces se menciona el conjuro de los marrubios,
asociado normalmente al uso de una olla que fuese nueva, en la
cual se cocerían con vinagre, azotándolos con unas varas de
membrillo. Un ejemplo: que tomase unos marrubios de tres
matas y dijese:
«"Así como vosotros marrubios sois malditos, que no vos
pace ganado ni buey ni yeguaJ7, que echándolos en el fue-go
con vinagre y dando encima con tres varillas de mem-brillo
dijese: "así como este vinagre con estos marrubios
hiprsrp pfi e] fgeg~, hiervz pl cnrac;Sn Fi j jan~h asta
que me venga a ver")) 255.
Conjuro semejante, y también muy repetido -diecisiete
veces-, es el de la sal. Con variantes, hay en ellos una serie
de elementos comunes:
((Que tomase sal de casa de tres mujeres que tuviesen
ruin fama», que la echase er, el fuego y que, cuando sal-tase,
dijese: «salte el corazón de quien yo quiero corno
salta esta sal en el ftiego, y que no coma ni b?ba sino pen-sando
en mí» 256.
En otros lugares se pide que !a sal sea de casa de tres mujeres
solteras 'j7, «erradas», <(infamadas»25 8, «que pusiesen los cuer-nos
a sus maridos»25og ((que ganasen sus dineros en la man-cebía))
sal de sardinas "l o «d.e lonjas>2>sz .
254 Fol. 135 V. Similar en fol. 320.
255 Fol. 284 V. Ver también fol. 78 v.
Fol. 86.
257 Fol. 215.
258 Fol. lT2.
259 Fol. 284 v.
260 Fol. 320.
m Fol. 205 V.
262 Fol. 177.
Núm. 31 (1985j
Se ordena conjurar la sal ((con el clérigo que dijese la misa
y con el pan» Y también:
((Yo te conjuro que tú no eres sal, sino pied-ra de la mar.
Sin ti ningian clérigo ni arzobis-o ni obispo puede confir-mar
ni baptizai-. Que así Fulano no pueda estar sin me ver
y sin me mirar» 2fi4.
En un caso se arroja la sal 21 fuego y se hace pasar a la inte-resada
en el conjilro por encima de el, tres veces265.
No he mencionado hasta ahora, al menos directamente, las
invocaciones a los demonios y los conjuros en los que se les
nombra, pero son muy numerosos: unos 30. Los propios con-a
juros mencionados de los marrubios, la saI o la mesa pueden
fermu!arue c m = i?r?lciSn de !es demmies. Es en E PSGS CISOS 1-m
ingrediente o elemento más de la fórmula empleada, sin que {-
exista una invocación precisa: una hechicera ordena que se co- B
E jan un pollo, vinagre, agujas, piedras de las encrucijadas y se ;
diga: «a vosotros vengo, encrucijadas d.e los diablos apode- - :
redos)). .. y qixe le lleven aquellas piedras para ponen. en el fue- $
5 go ... 266. Beatriz de Fletes confesó que una mujer le había ense- ;
ñado en Lisboa, para que su marido se apartase de mujeres, -
0
m
E algo parecido: «A vos vengo y encrucijadas el diablo aped?e~r O
y estas piedras apafiar, para que Fulano me quiera querer y E
amar » n
-E
r-l
Otro: que ((mercase)) tres panes en nombre del hombre,
((cada un día el suyo», y que le diese a cada uno tres bo- $
cados, «con tanto que se quedasen los bocados allí, que 5
no los sacase)). Y que luego de noche se desnudase «en "
carnes y llamase a aq~uella persona con el pan en la mano
y cada vez sacase un bocado, que viniese a comer de aquel
pan, y llamase o conjurase tres diablos))
2m Fol. 208.
Fol. 2 3 0 ~E. n otros pasajes: ({tú no eres sal sino cafra de amor»
rfo! 172). ((ésta no es sal sino salsa de mar» (fol. 182 v.).
501. 238.
236 Fol. 138.
m Fol. 177.
Fol. 264 V.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
La misma operación de los marrubios se acompaña con la
siguiente imprecación:
«Conjurote con Satanás y Barrabás y con cuantos diablos
en el Infierno están, que me traigan a mí a Fulano, que
ni le dejen comer ni beber ni reposar hasta que me ven-ga
a ver» 269.
No se utiliza el termino demonio, sino diablo. o mejor dia-blos,
en plural. Aunque hay una jerarquización -«el diablo
mryorn-, unos caudillos principales -Satanás, Lucifer, Belzz-zú,
Barrabá -O's' y unos diablos diferenciados -el diablo Co-juelo,
el diablo del cantillo, el diablo de las encrucijadas, etc.-,
se les concibe corno caterva de espíritus malos. No se trata de
Demonio en cingi"lar, personlficaciSn del principio tenlóglm
del mal.
El poder de los diablos se invocz. para que, mediante él, se
rezlice lo que se desea. En varios casos, para hacer venir a un
hombre se prescriben acciones y palabras como éstas:
q u e pusiese de noche ambas las manos en las puertas,
una en una y otra en otra, y los pies cruzados y que di-xese:
"Fulano ... yo no te veo a ti ni tú me ves a mí, allá
te envío tres galgas prietas y tres galgos corredores, el
uno es Berzebú, g el otro Satanás, y el otro Barrabás, y el
diablo del @antil!o y el diablo de la encrucijada que te
echen mano del corazón y de todas las coyunturas, que
no te dexen comer ni beber sino que me vengas a buscar
y a querer"» 271.
O éstas: {(Que había de mentar a todos o a muchos espíritus
malos, e dezilles que le truxesen al dicho Marcos de Azedo.. . 722.
2E9 Fol. 203.
Fols. 63 37 307 V.
Fol. 320. La misma o parecida ceremonia en el fol. 186v. En otro
caso se debe tomar un pan y meterlo en un asador? abrir los brazos a la
~ U ~ X Vd~e Lla caik, destoca¿ia, y decir; c(Füiariv, no tengo con quien te
envíe a llamar sino con un galgo corredor y con el diablo mayor y con
cuantos en el Infierno son» (fol. 15Ov.1. En el fol. 208 se dice que la in-vocación
es bueno hacerla la mañana de San Juan.
Fol. 297 v.
Núm. 31 11985) 235
Pero en ot,ras ocasiones se trata de uno, auténtica invocación
a los demonios para qv.e se hagan presentes, a veces en forma
de animales: ((cochinos))y perros 273 O <(enf igura de ratón}}2 '4.
Para hacerlos venir se suele trazar un cerco en el suelo, «con
un cochillo y i*na manera de synos en el cerco))2 75c, on un car-bón
"', con cebada "77, etc., y pronunciar el conjuro de rigor.
La posibilidad de la presencia