mdC
|
pequeño (250x250 max)
mediano (500x500 max)
grande
Extra Large
grande ( > 500x500)
Alta resolución
|
|
L I T E R A T U R A CARTAS A GALDOS Y CARTAS DE GALDOS P O R ROEEET RPCAXD Profesor de la Universidad de la Sorbona Poco antes de morir Galdús -al parecer no se pueden dar ma-yores precisiones sobre la fecha-, un criado del novelista se pre-sento en casa de Ramón Pérez de Ayala y le entregó, de parte de su señor, una pesada maieta de cuero negro. La maieta coiiie-nía todas las cartas recibidas por Galdós a lo largo de su vida y que consideraba el escritor dignas de conservarse. Ese es el tesoro que las circunstancias han puesto en manos de doña Soledad Or-tega y que generosamente comunica al público l. Eh realidad no lo muestra por entero: era excesivamente rico y copioso. Sólo nos ofrece lo que considera de más valor y nos da en su compilación, si no nos equivocamos, 14 cartas de Mesonero Romanos, 141 de Pereda, a veces muy extensas 2, 77 de Clarín, también, a veces, muy largas, 60 de Francisco Navarro Ledesma, 59 de los actores Emilio Mario y Antonio Vico, 3 de Valera, 8 de Joaquín Costa y 6, muy breves, de Menéndez Pelayo. La precedente enumeración ha-bla por sí sola. Completan la coleccion 18 cartas del propio Galdós a Ramón Pérez de Ayala. "Si no nos equivocamos", decíamos hace un momento : hemos podido cometer algún error al hacer la cuenta, 1 Soledad Ortega, Cartas a Caldós, Madrid, "Revista de Occidente" (1964). Para no multipiicar el niunero de notas, nos referiremos a este vo-lumen entre paréntesis, con el título de Cartas a Gakik5s. 2 No todas las cartas de Pereda son inéditas, como nos lo señala la misma Soledad Ortega (p. 14). Pero convenía reproducirlas todas en la colección para evitar interrupciones en la sene. Sobre algunas de estas cartas de Pe-reda, referentes a Gloria, cf. Robert Ricard, Amects de Galdós, París, 1963, páginas 11-14. 2 ROBERT RICARD porque uno de los pequeños defectos de ese volumen es que las cartas no están numeradas, lo que no facilita su manejo. Otro de-fecto de presentación, a mi manera de ver, resulta de la clasifi-cación de las cartas por autores. Galdós mismo las había clasifi-cado de esa forma y, desde su punto de vista, era, desde luego, la clasificación obligada. Doña Soledad Ortega ha querido respetar-la, pero no sabemos si, al hacerlo así, ha hecho bien. Ese sistema rompe con la continuidad cronológica, y las noticlas sobre un mis-mo tema, en lugar de acercarse en función de las fechas, se en-cuentran dispersas de manera poco cómoda a lo largo de toda la compilación. Son, sin duda, defectos de poca importancia, pero las facilidades que el lector echa de menos no hubieran sido inútiles, pues todos los bienes que así se le ofrecen le desconciertan y casi NB le sumergen. Confesamos nuestra incapacidad para hacer el inven- E tario completo de tanta riqueza. Retengamos tan sólo algunos as- o --n pectos. m O E E 2 No vamos a detenernos mucho en las cartas de los actores -E VICO y, sobre todo, MARIO, representado por un número mucho ma- 3 yor que las de su cofrade. No porque las consideremos despro- -- 0 vistas de interés: aportan numerosas noticias sobre el teatro, to- m E davía poco estudiado, de Galdós y, en líneas más generales, sobre O la historia del teatro en Fspaña entre 1892 y 1900. Pero, en gene- E n ral, son informaciones de poca importancia, a menudo anecdóticas, a-E que una recensión como la presente puede apenas resumir o siste- A n matizar, y que cada lector utilizará a su manera. Aunque las car- n n tas de Mesonero Romanos, de Pereda, de Clarín y de Navarro Le- = O desma, que constituyen la parte más importante del volumen, con-tienen también, de vez en cuando, un cierto número de anécdotas, no ofrecen la misma dificuitad -10 que no quiere decir que se püe-da resumir toda su sustancia en unas pocas páginas. Lo que sí nos muestran, entre otras cosas, es cómo "explotaba" Galdós a sus amigos cuando estaba. preparando una novela o un "episodio" y reunía los elementos del relato. Ya sabíamos que ME-SONERO ROMANOlSe había suministrado abundante material para 164 .?N:TIIR)O DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A GALDi)S Y CARTAS DE CALDOS 3 los Episodios Naczonales 3, lo que confirman las catorce cartas que publica doña Soledad Ortega, aunque no contienen ninguna novedad importante. Pronto conoceremos con detalle la colabora-ción que aportó a Galdós el arabista de Tánger, Ricardo Ruxz OE-SATTI, para la elaboraci9n de Aita Tet ta~eny de Carlos VP en la Zápita, gracias a la serie de cartas conservadas en la Casa Museo "Pérez Galdós" de Las almas y que José Schraibman ha con-fiado a la revista española "Al-Andalus" para su publicación. Se conocía menos, según creemos, el papel que representaron en ese sentido Pereda y Navarro Ledesma. Nos enteramos, por ejemplo, de que ~ R E D Aco laboró un poco en la redacción de Gloria, lo que deja de ser paradójico cuando sa-bemos lo que él pensaba de esa novela "volteriana". Cuando la es-cribió, Galdós, que no había hecho aún de Santander su residencia preferida, no conocía demasiado las costumbres de la Montaña * y había consultado a Pereda, para el segundo volumen, sobre deter-minados aspectos de la vida agrícola de aquella región. El 26 de marzo de 1877, Pereda le envió, en contestación, una breve diserta-ción sobre los trabajos agrícolas en F'icóbriga -"suponiendo, dice, que esta villa esté situada entre San Vicente de la Barquera y Santander7'- y sobre todo acerca de las ceremonias de Semana Santa en toda la comarca circundante < En efecto, sabemos que esas ceremonias ocupan un lugar importante en la segunda parte de Gloria (caps. 4-8, 22-23, 28), en relación con el regreso del pro-tagonista Daniel Uorton. Las informaciones de Pereda deben, pues, figurar entre los elementos que Galdós utilizó, con gran libertad, para escribir esos capítulos de su novela. Lo que no deja de tener 3 Cf. H5ms Hinterhauser, Los Episodws mczomles de Bentko Pérez Gal-dos, traü. esp. de José Esto-bar, Macirili (i903j, -&ga. 66-67; la fecho de 7 UI marzo de 1867 (p. 66) para la redacción de Zaragoza se debe seguramente a una errata de imprenta o a un descuido del traductor; la verdadera fecha es 7 de marzo de 1874. 4 Su obra Cuarerzta Zeguccs por Cantabrb es posterior a la redaccidn de Glorm, pues está fechada en septiembre de 1879 (cf. las Obras completas de las ~ c ~ o nAegusii ar, t. Vi, Nadrid, 1951, pág-s. i .iJ:-l..iY5) 5 Vease Cartas a GaZdós, págs. 59-63. 4 ROBERT RICARD gracia es que Galdós se divierta citando a su ilustre amigo cuan-do habla de los campesinos que seguían la procesión del Domingo de Ramos y que han sido, nos dice, "trasladados por Pereda, con arte maravilloso, al museo de sus célebres libros montañeses" (ca-pítulo 8) G . Era su manera de agradecer la ayuda de Pereda, del que toma algunos rasgos, como, por ejemplo, los guardias civiles que van al frente de la procesión del Jueves Santo, mientras que los carablineros van al final (cap. 22). Esa carta de Pereda nos lleva a recordar la rapidez con que Galdós escribía la mayor parte de sus novelas: como hemos podido ver, está escrita el 26 de marzo de 1877 y la segunda parte de Gloria está fechada en mayo de 1871 T. Galdós estaba escribiéndola, pues, en el momento que con-sultaba a Pereda. En general, no buscaba sus informaciones mu-cho antes de ponerse a escribir, sino a medida que iba escribiendo. Le sucedía, entonces, que no esperaba la respuesta, porque andaba siempre con prisas, y cometía a veces errores que sus correspoii-sales habrían de señalarle más tarde --como podrá verse en las cartas de Ruiz Orsatti y como parecen indicarlo ciertas cartas de Mesonero Romanos. En las primeras semanas de 1877 muchas de las cartas de Pe-reda se refieren, como es de suponer, a la primera parte de Gloma, obra que, según podemos ver, llegó a su conocimiento entre el 9 de enero y el 9 de febrero de 1877 s. Nadie ignora lo que Pereda pensaba y es inútil insistir sobre ello. Su severidad no es menor en lo que se refiere a la segunda parte, que leyó poco antes del 18 de junio de 1877 9, lo que nos parece poco acertado, incluso si nos situamos en su propio punto de vista La segunda parte de Gloria no describe el catolicismo español con tintas tan negras como la 6 Cf Walter T. Pattison, Benzto p&eg GaZdós and tne Creatzve PrOCeSS, University of Minnesota. Press, Minneapolis (1954): pág 107 7 Pattison, pág. 50, y Ricard, Aspects de GtcZdós, pág 11 8 Pereda escribe el 9 de enero de 1877: "Aiín no ha venido Glorm, que me tiene con un palmo de lengua" (Cartas a GaMós, pág. 46). Pero habla lar-go y tendido sobre la novela en su carta del 9 de febrero si~guiente (ibsdem, págmas 47-50). 9 Véase su carta del 18 de junio de 1877 en Cartas a Galdós, págs 63-65, y en particular la pág. 64. 166 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS primera, y podemos preguntarnos si Galdós no ha intentado, con la mejor buena fe, contrapesar el "volterianismo" que le repro-chaba Pereda, introduciendo en la novela el "fanatismo" israelita a través del nuevo personaje Ester Spinoza lo. Una parecida exa-geración volvemos a encontrar en el juicio crítico, inspirado en las mismas razones, que hace Pereda en 1878 sobre La farriilia de Le& Roch? en donde, sin embargo, Galdós ateniia, aunque tímidamente, las vimilencias de Gloria y de Doña Perfecta. Es curioso que Pereda no se haya dado cuenta, a pesar de que intuye algo, pues en esa misma carta del 26 de marzo de 1877, le escribía a Galdós: "...se me figura que no está V. enteramente satisfecho del aura religiosa que se respira en Gloria" (Cartas a Galdós, pág. 59). Porque si es cierto que los dos amigos ejercieron una influencia moderadora el uno sobre el otro -por desgracia todavía no se ha hecho la his-toria de esa amistad-, nos parece que, en lo que a Galdós se re-fiere, esa acción moderadora de Pereda se hace ya notar un poco en La Samilia de León Roch. El ge6logo incrédulo, acaso krausis-ta, que pone en escena Galdós en esa novela no es, quizás, una de sus creaciones literarias más afortunadas, pero tampoco es, ni mu-cho menos, el sectario agresivo que cree ver en él Pereda. El 14 de marzo de 1877, hablando de la primera parte de Gloria? Pereda le escribía a Galdós: "Déjeme, amigo, en esta relativa tranquili-dad de espíritu, admirando aquella fe que hizo morir sonriendo a mi madre y que me da la esperanza de volver a verla así como a mis hijos y a cuantas personas me han sido queridas y ya no exis-ten; déjeme desde aquí compadecer a los filántropos innovadores de ogaño que tanto se afanan por matar una creencia que consuela, con una duda que atormenta ..." (Cartas a GaZd6s, pág. 56). No hay que dar a esta apologética sentimental más valor del que tie-ne, pero ¿cómo no percibir, ya al año siguiente, un eco de esas paiabras en ias iineas siguientes de La jarnilia de ¿e& Roch ? : "No tenia (León) la gazmoñería racionalista -pues también hay gazmoñería racionalista- que consiste en escandalizarse con ex-ceso de la credulidad de algunas personas y en ridiculizar su fer-vor; por el contrario, León miraba con respeto a algunos creyen-l o Cf. Ricard, Aspects de Gaiüós, Mgs 13-15. Núm. 11 (1965) 6 ROaERT RICARD tes, y a otros casi con envidia. No tenía tampoco e4 afán de la con-quista, ni quería convertir a nadie; y si el estudio le había dado grandes regocijos, también le producía horas de amargura y des-aliento. No creía su estado perfecto, sino, por el contrario, harto imperfecto; por lo cual no gustaba de embarcar gente en las islas frondosas de la fe para llevarlas a las solitarias estepas de la duda" (Primera parte, cap. 13). Pereda, d parecer, había olvidado ese párrafo -en el que Gal-dós daba, quizás, expresih a sus propios sentimientos- cuando el d��a 29 de marzo de 1879 le hablaba a su amigo de esos "Leones ridículos que alardean de comer carne en Viernes Santo y de im-pedir a sus hijos ir a misa" (Cartas a Galdós, pág. 75). Nada está más lejos del personaje de León Roch, tal y como lo creó Galdós, que esa caricatura. Y además nos sorprende, sobre todo, porque Pereda sabía de sobra los cambios que se estaban produciendo por ---L-.- --- -- -1 - 1 ..-A -1- r+-1.11- - - - 'L-L-L--2 - 11 1 - -- 4 001 -1 ~ L I LUL I C ~eS ~eil aa~~xurae uaiuus y que u a u n a r i ue Iievarle, eli l o o ~a,l seminaturalismo de La desheredada, en donde no se abordan los problemas religiosos en ninguna parte. En esa misma carta del 29 de marzo de 1879 le dice: "Afortunadamente para V., para las le-tras y para sus amigos, por ende, le veo resuelto a no meterse en tales caballerías ..." (Cartas a GaZd&, pág. 76). Y tres meses más tarde, el 4 de julio de 1879, aún le repetía: "Ansío conocer los nue-vos proyectos que ahora tiene, pues si en ellos no entra para nada, o entra sin pasión la cuestión religiosa, desde luego le pronostico el triunfo universal ..." (Cartas a GaMÓs, pág. 77; la última palabra está subrayada en el texto). Algo menos de dos años más tarde, el 26 de marzo de 1881, La desheredada le proporcionaba una sa-tisfacción que no disimulaba: "Entre tanto felicítame y le felicito a V. porque se deja en ella (en la novela) en paz a los curas y a los católicos ..." (Cartas a GaZdhs, pág. 79). A I ---L...-:- a- 1- ....- L-L,.- &--:a- r i - i a ~ - n---a- -- tu CUI ~LL~ L I Uu t: IU ~ U pCai CGC uauci LCILIIUU uaiuua, r GL eua LIU se escandalizó con la figura del sacerdote descarriado Pedro Polo, uno de los principales personajes de Tormento (1884). Pero ese mismo temor de Galdós nos revela hasta qué extremo difería de la de Pereda su visión de las cosas y cómo se situaba, al mismo tieq9, "era .aUz! cat=!i&liL=. Per&s juzgr, y! CZS= & Pe&= Pc!= con la más ponderada serenidad: "nada hallo en esta novela - e s - 168 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A GALDÚS P CARTAS DE GALD6S 7 cribe- que justifique los temores de V. con respecto a mi intran-sigencia catirlica. Cierto que tiene algo de repugnante la brutal pasión de aquel cura desdichado; pero al cabo es un cura sin li-cencia, sin vocación y sin fe, y su propio desenfreno y la misma enormidad de sus faltas y hasta sus remordimientos de concien-cia, de vez en cuando, le hacen abominable; cierto que la pureza y la bondad del padre Nones pudo haber estado encerrada en estu-che menos caricaturesco y ridículo [aquí la opinión de Pereda nos parece excesivamente severa J para que el contraste de los dos cu-ras resaltara más a favor de los buenos ..." (Cartas a Galas, pá-gina 91; las dos últimas palabras están subrayadas en el texto). No hay que decir siquiera que esta correspondencia nos da un sin fin de datos y noticias sobre el propio Pereda, sobre sus obras, sus gustos, sus ideas, sobre la vida que llevaba en su provincia Y c n h r ~12 TAAB l i f n r a ~ id~n la Annea Pprn nn nna na nnaihln hohlrir " ' W " "A"" ""A-"- U" '" "y""-. I "A" U" ""U "U r""'"'" "A"' de todo y nos despediremos del escritor montañés evocando un di-vertido detalle que nos muestra cómo Galdós utilizaba todo lo que le caía a mano. Se trata de un párrafo de la novela Miau, obra fechada en abril de 1888. En el capitulo 38 vemos a uno de los personajes se-cundarios -pero que aparece también en El doctor Centeno y en li'ortunata y Jacinta-, al vanidoso Federico Ruiz, recibir un di-ploma que le envía una asociación portuguesa. El diploma está destinado a recompensar a las personas que se han comportado heróicamente en caso de algún incendio o que, más modestamente, han publicado escritos útiles sobre la lucha contra esa calamidad. Galdós precisa: "Todo individuo perteneciente a dicha asociación tenía derecho, según rezaba el diploma, a usar el título de Bom-beiro, salvador da humani&.de, y a ponerse un vistosísirno uniforme con relucientes bordados". ¿Se trata de una invencibn cómica y gratuíta? No hay tal cosa. Lo sabemos hoy por una de las cartas de Pereda a GaIdós, fechada el lo de marzo de 1886 y, en conse-cuencia, dos años anterior a la terminación de Miau. Por razones demasiado largas para exponerlas ahora, Pereda se divierte re-dactando la carta en estilo telegráfico y nos encontramos con lo que sigue : '%namÓrame distinción portuguesa Jiménez Delgado : bombeiro salvador da hurnanidade, uso libre pintoresco uniforme. ¿Daríanme otro igual? Inténtelo y telegrafíe" (Cartas a Galdós, 8 ROBERT RICARD pág. 105). Confieso mi ignorancia respecto a Jirnénez Delgado, pe-ro su persona no tiene la menor importancia en el caso presente. El texto muestra que no es Pereda quien había contado la anéc-dota a Galdós, sino Galdós a Pereda, seguramente en son de broma. Quizás sepamos un día cómo llegó a sus oídos. Pero el testimonio de Pereda demuestra que no la ha%ia inventado. Debió de hacerle mucha gracia, pues, más tarde, la hará ocupar en Niau un lugar que no era estrictamente necesario. Las cartas de NAVARRLOE DEsMA 11, menos numerosas y, quizás, de menor interés general y personal, posiblemente nos proporcio-nan más noticias que las de Pereda acerca de los procedimientos de trabajo de Galdós. Navarro Ledesma es también un generoso informador, al que Galdos está interrogando continuamente. Ea correspondencia con el autor de los Episodios publicada por doiia Soiedacb Ortega va de í89l a í905; la prematura y súbita rriuerte de Navarro Ledesma, acaecida el 21 de septiembre de 1905, la in-terrumpe brutalmente. Durante el periodo que va de 1891 a 1905 el corresponsal de Galdós ejercía el cargo de director del BIuseo arqueológico de Toledo, su ciudad natal. No podemos precisar du-h Ya se sabe que Galdós consa,g.ó un artículo necrológico a Navarro Ledesma, reproducido en el vol. VI de las Ediciones &pilar, ed cit , páginas 1.411-1.414. Nos da varios fragmentos (p. 1.413 b) de la Última carta de su amigo, del 20 de agosto de 1905. que se encuentra reproducida en las Cartas a GaWs @. 352-353). Se puede pensar que tenía el texto a la vista pero, sin embargo, se encuentran algunas variantes. Hablando de las proyecciones que dehn acompañar una conferencia, el texto de las Cartas a Galaós dice: "meter las cosas por los ojos a las gentes", y Gald6s escnbe, si la edición es fiel a sus palabras: "meter las ideas a las gentes por los ojos". Un poco más lejos añade el adverbio 61másn (delante de "progresivo"), En fin, Navarro Ledesma escribe en las Cartas a Gaüiós: "Si tuviera salud y no me obligara la precisidn de escribir cuatro o cinco estup~decesd iarias ", y Galdós suaviza estas palabras, por razones fáciles de adivinar: "cuatro o cinco artículos diarios". Este cotejo muestra que el texto de las Cartas a Galdós debe de ser el auténtico. Sobre Navarro Ledesma, véase otro testimonio de Galdós en las Memorias üe un d e smemo r ~ oe, n las Obras completas, vol V I , pági-na 1689 a. Un pequeño detalle: por costumbre, que se ha convertdo en norma, üecimos Navarro Leüesma, pero cuando este firma con sus dos apelhdos, ge-neralmente pone Navarro y Ledesma. 170 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A GAlrDOS Y CARTAS DE G ~ O S 9 rante cuántos años desempeñó esas funciones. Empiezan sus car-tas por la época en que Gald6s publicaba Angel Guerra, cuyas tres partes están respectivamente fechadas en abril de 1890, en diciem-bre de 1890 y en mayo de 1891. La primera carta de Navarro La-desma es del 13 de enero de 1891 ; en consecuencia, sólo pudo apor-tar su colaboración de "toledólogo", como dice (Cartas a Galdós, página 299), para la tercera y última parte de la novela. Pero ya en esa primera carta se ponía a disposición de Galdós con la mayor generosidad y abnegación, de forma que, si su colaboración llego algo tarde, fue abundante y precisa. A partir del 17 de enero de 1891 le envía a Galdós, en respuesta a sus preguntas, más de dos largas páginas llenas de informaciones sobre Toledo y su regi6n y, más especialmente, sobre el traje tradicional de los "bargueños" y sobre los "cigarrales" IZ. Varias de estas noticias, tanto las im- --..A-- J.,.- la- 2- :-&--A- E-.---- .-4.:1:--.3-- --.. ri.-.ldA.-. PUL b a u e x a GUIIIU I ~ZBU G ILLGIIWL LIILGLGD, LU~;LUII U L I I I L ~ ~ U ~PUDL u a l u u a en la tercera parte de Angel Guerra. Por ejemplo, en el capítulo 15, párrafo 7, al hablar de los "cigarrales" escribe: "...la dulce melan-colía del paisaje rocoso salpicado de olivos. LOS almendros y al- '12 Esta extensa carta de Navarro Ledesma, del 17 de enero de 1891, re-producrda en las págs 300-304 de las Cartas a CaZdÓs, contiene un pequeño error que no se refiere a Toledo, sino a Angel Guerra. Nos habla del "padre de Leré" (p. 300) cuando, en realidad, hubiera tenido que decir "padrastro". Le indica también a Galdós que hay que escribir " ~ a r ~ a sc"o,n una B inicial Ahora bien, esa es la ortografía que aparece en la edición de la Colección Austral (núm. 1.031), por otra parte, muy incorrecta, y en la de las Edicio-nes Aguilar (las dos ediciones d~i e r e ne n la numeracibn de los capítulos). Es posible que la primera edici6.n de Angel Werra, que no he ,podido consultar, llevara la grafía Vargas, que tambidn se empleaba (cf. Noel Salomon, La campagne de Nouve& Castzlle & la fin du XVZ si&cle, París, 1964, páginas 58, 78 y 259). A esas cartas de princupiios de 1891 se refiere Galdós en su a n e o g x a a ~ h N~marew L edemz (V~IFP pkg. l.4lq 1). Es curioso que Navarro Ledesma no aparezca entre las páginas consagradas a Ga1dó.s por Marañón (EZogw y nostalgia de Toledo, Madrid, 1951, páginas 141-177), quien se l im~taa mencionar a su tío (págs 164 y 166). Sin embargo, Maranón habla (pkgs. 167-169) de Mariano, el campanero sordo de la cate-dral, y de su perro, a los que Galdós saca a escena en Angel &erra (111, ca-pítulo 35, párrafos 4; 5 y 6) y que volv~mos a encontrar en lina carta de Navarro Ledesma fechada en Toledo, el 3 de marzo de 1895 (Cartas a Galdós, páginas 325-326.) 10 ROBERT rZICARD baricoqueros hallábanse ya cuajados de flores. .." ¿No encontra-mos aquí un recuerdo de lo que Navarro Ledesma la indicaba en la carta del 17 de enero de 1891?: "O;livos y albaricoques están mezclados y son casi los únicos árboles que hay; almendros tam-bién hay muchos ... Los almendros empiezan a florecer de media-dos a últimos de febrero según la crudeza del tiempo y los alba-ricoques quince o veinte días después de los almendros" (Cartas a G W s , págs. 302-303). Sin embargo, Galdós no parece haber utilizado los detalles, muy precisos, que le daba Navarro Ledesma sobre el traje de los habitantes de Eargas. La descripción casi mi-nuciosa que hace su corresponsal de los "bargueños" (pág. 302) se encuentra reducida, en la novela, a una línea (3" parte, cap. 19, B párrafo 1) : "un soberbio vestido de bargueña, de lo más fino, con N todos sus arrequives y faralaes" (las dos últimas palabras, que no E O emplea Navarro Ledesma, resumen los numerosos detalles que és- n-- te le había comunicado). En cuanto a la descripción del traje mas- m O E culino, Galdós la abandona pura y simplemente, por lo menos en E 2 la forma que le facilita la carta de Navarro Ledesma. En efecto, en -E la segunda parte de la novela, fechada en diciembre de 1890 y, por 3 lo tanto, anterior a la carta de su corresponsal, encontramos, de -- 0 mano de Galdós, expresiones que hacen pensar en Ias que contie- m E ne la carta. Comparemos los dos párrafos, sin perder de vista que O el de Navarro Ledesma no puede ser, en principio, la "fuente" del n de Galdós: -E a Cartas a GaZdÓs, pág. 302. "El t r a ~ ede los bargueños, como los nl de todos 10s pueblos, ha perdido casi todo su carácter local: antes n n se componía de un pantalón largo, chaleco abierto y chaqueta cor- 3 ta, todo de pana fuerte azul, labrada a rayas, con los botones de O plata o de imitación; alpargatas abiertas y media azul; faja negra de lana y sombrero do velildillo, de 111 ancha; capa Ln---~- r d +J~ r -n. - n-capote, que es lo que se usa ordinariamente. Hoy día lo Único que se conserva casi invariablemente es el pantalón de pana azul, de trampa, no de compromiso, alpargata, faja y sombrero." Angel Guerra, 11, cap. 10, párrafo 6 : " en~utosti pos vestidos nañn nardn pzEt2j& cnr t~d e tmm-pa, S ^ ~ ~ ~ P ; F&. G ~ ~ ~ hJ d i b Y---- r----7 medias azules, otros de capote y gorra de piel ..." 172 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A GDQS Y CARTAS DE GALDOS 11 Ibidem, párrafo 8. "Vestía elegantísimo traje de pana rayada negra, pantalón corto, polainas de cuero, sombrero de velludo, o livianillo de castor, según los casos... capa ordinaria de paño de Béjar ..." Se pueden comprobar fácilmente las variantes, pero también los puntos comunes. La cronología, no nos permite explicarlos. Pe-ro podemos suponer, con muchos visos de probabilidad, que hubo entre Galdós y Navarro Ledesma conversaciones anteriores a la carta del 17 de enero de 1891, aunque pueda parecer frágil tal suposición por el hecho de que Navarro Ledesma no hace la menor alusión a esas conversaciones. Pero, si la segunda parte de Angel Guma estaba terminada en diciembre de 1890, no podía estar im-presa y circulando al mes siguiente. Nada se opone, creemos, a que Galdós haya utilizado en las galeradas las noticias que le su-ministra Navarro Ledesma. De todas formas, nos es forzoso reco-nocer que las semejanzas entre los dos textos no son absolutamen-te decisivas y pueden explicarse sin recurrir a estas hipótesis: al hablar de las mismas cosas es lógico que los dos escritores hayan utilizado las mismas palabras y las mismas expresiones. No dejará de sorprender que, durante el verano de 190;1, Na-varro Ledesma comunique a Galdós un cierto número de infoma-ciones sobre el teatro pastoral y mitol6gico. Pero nuestro asombro será menor si tenemos en cuenta que Galdós estaba preparando por entonces su drama Alma y Vida, que fue luego representado en Ma-drid, en el Teatro Español, el 9 de abril de 1902. El segundo acto del drama se titula La pastweia, y se supone que los personajes representan una comedia pastoril. Galdós, en el importante prólo-go que pone al frente de su obra 13, evocay sin nombrarlo, a Na-varro Ledesma y su colalbración: 'LAusente a la sazón de Madrid -escribe [seguramente estaba entonces en Santanderl-, un ami-go mío muy querido me proporcionó los antecedentes de esta clase de funciones señoriales ... A la vista tuve distintas pastorelas, al-guna traducida del propio Gesner por don Ramón de la Cruz; otra de Metastasio, refundida por mano desconocida ..." 14. Tales indi- 13 Véase la nota de William H. Shoemaker, Los pr6Zogos de GaMós, M& xico, 1962, núm. 7, pág. 24. 14 Obras cowletas, vol. VI, pág. 908. 12 ROBERT RICARD caciones, relativas al segundo acto de Alma y Vida, se encuentran, en mayor o menor proporción, en las cartas de Navarro Ledesma fechadas, respectivamente, el 8 y el 13 de agosto de 1901 (Cartas a Galcih, págs. 341-343). be señala a Galdós dos títulos entresa-cados de los manuscritos de la Biblioteca Nacional de Madrid: Evandro y Alcimna, "pastorela" sacada de las obras de Gessner, y Competencias de amistud, amor, furor y piedad, ''comedia he-roica y pastoral" sacada de una ópera de Metastasio. Pero cuando Navarro hdesma habla de una posible adaptación de Ramón de la Cruz se refiere a esta última obra 15. Para quien desee más pre-cisiones me tomo la libertad de remitirle a la colección de cartas publicadas por doña Soledad Ortega, puesto que no se impone en estos momentos un cotejo de textos. NB Antes de abandonar a Navarro Ledesma subrayemos el inte- E rés de dos breves esquelas de esa correspondencia, relacionadas O n ecln dm de los ~p-&j&ios xm$o.miea de la serie, fiiia y&- - =m O tuuen y Carlos Trl en la Rápita. La primera, del 13 de diciembre EE de 1904, le anuncia a Galdós el envío de una traducción española SE del Corán (Cartm a Galdós, pág. 346). Esto nos hace recordar que, = efectivamente, ese libro fue un material utilísimo para Galdós, 3 primero en Aita Tettauen y, más tarde, en Carlos Vd, puesto que el - - 0m 11 de febrero de 1905 le decía, en una carta, a Ricardo Ruiz Orsatti : E "E1 libro que me ha sido utilíslm~, proporcionándome no pocas O notas de carácter religioso, algunas con cierta inflexión cómica y n E pintoresca, ha sido el bendito Korán. Es libro interesantísimo y de - a él be de sacar mucho partido en el tomo siguiente" ' 6 . Galdós no nl compartía, pues, la opinión de Navarro Ledesma, quien le decía con n 0 toda crudeza: "Es un libro que he usado bastante para combatir 3 O 15 Possblemente sobre este punto quien tiene razón es Navarro Ledes-ma, pues el señor José. Luis Cano, en su artículo sobre Gessner en España ("Revue de iitterature comparée", 35eme annee, i981, p&gs. 40-80) no señala cinguna traducción o adaptación de Gessner hecha por Ramón de la Cruz. 16 Ya he reproducido este párrafo en mi Note sur la geraese de ZJAzta Tettauen de Galdós (cf. "Bulletin Hispanique", XXXVII, 1935, pág. 476, y "Etudes hrspano-africaines", Tetuán, 1956, pág. 160). Si no nos equivocamos, no figura traduccibn ninguna del Corán, en una lengua occidental, en el Útil, inc6miio, ca*aogo ++ L-arI & E. ~UoUUI l Bei'k lLd, j=& bilb;.hieCUd,e Bentto P&ex Ga7&5s, "El Museo Canario", 1951. 174 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A G D O S Y CARTAS DE GALDOS 13 el insomnio. Swve para eso mejor que la Biblia y que el sulfonal". Galdós, naturalmente, veía las cosas de otra manera. La segunda esquela está fechada el 25 de mayo de 1905 (Cartas a Galdós, pa-gina 348). Navarro Ledesma, que habrá de morir, de repente, po-cos meses más tarde, le dice a Galdós que el general Ezpeleta le espera al día siguiente para enseñarle diversos documentos, que pone a su disposición, y sobre todo unas cartas del general Ortega, jefe del pronunciamiento carlista que se narra en Carlos VI en la Rápita. A nuestro parecer, la lectura del Episodio no permite de-cidir hasta qué punto llegó Galdós a utilizar esa correspondencia. Pero, una vez más, vemos el empeño que ponía en informarse con exactitud. Podríamos decir que las cartas de Pereda son las de un amigo íntimo que habla con él, en toda confianza, sin orden ni concierto, y las de Navarro Ledesma las de un auxiliar, un discípulo y un mformador que trata, sobre 'codo, de serle útil. Pues bien: las cartas de CLARIN son las de un crítico y, por esa misma razh, nos dan más noticias sobre él mismo que sobre Gal-dós. En esto consiste, principalmente, su interés. Cuando habla de las novelas de Galdós, Clarín juzga, condena o alaba -en general, se trata de alabanzas y, a menudo, entusiastas-, pero pocas ve-ces analiza y, de todas formas, no trata en ellas de proporcionar informaciones a Galdós que, por su parte, nada le pedía. Por lo tanto, poco podemos obtener desde este punto de vista. Se pueden espigar, aquí y allá, algunos detalles curiosos. Por ejemplo, la dis-tracción de Galdós, que, en Lo prohibido, le da 31 días al mes de junio 17. Pero entre el sinfín de apreciaciones que hace Clarín sobre las novelas de Galdós, merece la pena subrayar, creemos, lo que escribe desde Oviedo el 8 de abril de 1884: "También desearía que ensayara V. una vez, en una novela fuerte, como Tormento o La desheredada, la impersonalidad que exageró Flaubert y de que Zo- 17 Cartas a Galdós, pág. 231. Cuando hice menci6n de este ligero error (GaZEós et ses romam, París, 1961, pág. 78; reproducido de las Lang?&es néo- Zatines, París, nam. 155, diciembre 1960, ,@g. 6), ignoraba la carta de Clarín De vez en cuando, Gald6s tenía distracciones de este tipo; son pocas y no pre-sentan ningún inter6s literano. 14 ROEERT RICARD la usó muy bien. Vería Vd. qué buen efecto. Por supuesto que el diablo del castellano le opondrá dificultades enormes" (Cartm a GaZdds, pág. 218). Dejo a los críticos españoles el problema de de-terminar de dónde podrían originarse esas enormes dificultades, pero el párrafo merece notarse porque parece expresar la misma idea que hay en la carta, un poco enigmática, de Azorín a doña So-ledad Ortega con motivo del volumen recién publicado por ella: "A mi ver, Galdós es un laboriorísimo creador sin unción creadora. Le falta Zejania espiritual" la. La primera de estas frases me pare-ce poco clara, pero se explica, según nuestra opinión, por la se-gunda, que lo es mucho más. La "lejanía espiritual" de Azorín es, quizás, poco más o menos, lo mismo que la "impersonalidad" de Clarín. Por mi parte, ya he tenido ocasión de contraponer la "im- B N personalidad" de Flaubert a la actitud de Galdós 19. Flaubert ma- E nifiesta indiferencia, e incluso hostilidad, respecto a los persona- O - jes que crea. Zda no parece ir mas aiiá de la indiferencia y, yüi& - =m O por eso, Clarín considera su impersonalidad menos "exagerada" EE que la de Flaubert. Galdós, al contrario, se encariña con sus per- S E sonajes, se interesa por ellos y se identifica a ellos, vive, piensa, = ama, sufre e incluso muere con ellos, y tienen que llegar a caer en 3 un envilecimiento irremediable para que se resigne a abandonarlos - - 0m en medio de sus crímenes y de su perdición; ni siquiera se decide E a condenar por completo al usurero Torquemada. ¿Tenía razón O Clarín al desear que renunciara a esa actitud, estética y moral a - la vez? ¿Tenía razón Azorín al reprocharle esa ausencia de "leja- E a-nía espiritual" ? No lo creemos. A - En primer lugar, tal actitud constituía algo tan profunda- - 0 mente arraigado en el temperamento de Galdós que hubiera sido 3 O incapaz de comportarse de otra forma. Y si, por casualidad, hu-biera intentado poner en práctica el consejo de Clarín, estamos convencidos de qUe hüUiera- e a c r i t~m alas mve!as. E! misme &=! 1s Esta carta de Azorín está publicada en el "Boletín editorial de la Revlsta de Occidente", marzo de 1965, pág 3 Las palabras "lejanía espiri-tual" están subrayadas por el autor 19 Cf. Galüós devant Flaubert et Alphonse Daudet, en Gald6s et ses ro-muns, 33-48 (repi-o&ciso & :a py,';&a. L=:T&;ns '&3 httres reme-nes", 1959, ;págs. 3-18). 176 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS dós insiste a menudo en sus obras sobre la importancia del res-peto a la naturaleza. Era lo bastante clarividente para no violentar la suya propia imponiéndole un esfuerzo y una tensión opuestos a sus tendencias más hondas: hubiera ido a desembocar en una de esas "falsificaciones" que, con tanta frecuencia, ha denunciado y lamentado en sus personajes, cuando intentan vivir de una mane-ra opuesta a su naturaleza auténtica, como Pedro Polo, que toma un camino para el que no estaba llamado y que se ve reducido a representar, de una manera indigna, la comedia del sacerdocio y de la predicación 20. ;Demos gracias a los dioses por no haber em-pujado a Galdós a escuchar el consejo de Clarín! 21. Cierto es que estas reflexiones no dan ninguna luz sobre lo que podríamos llamar el misterio de Galdós. P ese misterio es que Gal-dós llega raras veces a emocionar. Dickens, gran novelista, Alfon-so Daudet, novelista menor, me emocionan mucho y muchas veces. Iqo suceae lo mismo con Gaiüós, io que viene a contradecir io que decíamos hace un momento. Se me pondrá como reparo, sin duda, el hecho de que se trata de reacciones estrictamente personales y subjetivas. Pero no creo que sea yo el Único en tener una reacción semejante22. Lo que si es seguro es que hay un misterio, en el propio sentido de esa palabra, que parece dificil descifrar. iPor qué Galdós, tan profundamente humano, no llega a emocionar al lector con más intensidad? Poco podemos resolver echando mano de generalidades nebulosas y fáciles sobre el temperamento espa-a0 Cf. Ricard, Aspects cie Galdós, págs. 54-56. 21 Cif. sobre este punto lo que ha escrito Jaime Torres Bodet (Tres znvelz-tores de realadad, México, 1955, pág. 222) citando al mismo Galdós: "la im-personalidad del autor, preconizada por algunos como sistema artístico, no es más que un vano emblema de banderas literarias, que si ondean tnunfan-tes es por la vigorosa personalidad de los capitanes que en sus manos las llevan". Esta frase procede del prólogo de El abuelo (1897). A continuaci6n, To-rres Bodet subraya que, en ese mismo prólogo, Galdós insiste sobre la pre-sencia constante del autor en su obra, sea esta la que sea 22 Ofrecemos aquí otros testimonios, muy drversos, y que proceden todos de admiradores de Galdós: "Galdos no llega nunca a la emoción intensa de las atormentadas pregun-tas de Dostoievsky ... Nuestro espahol es m6-s serenow (Salvador de Madaria-ga, De Galaós a Lorca, Buenos Aires (19601, pág. 99); "Se trata, en lo que Núm 11 (1965) 177 16 ROBERT RICARD Gol, evocando esa mezcla desconcertante de dureza y de cordlali-dad que a veces cree discernir el extranjero, con razón o sin ella, en los españoles con los que se tropieza o tiene relación. Esas in-terpretaciones no llevan raiuy lejos. Lo que yo llamo el "misterio de Galdós" es tan sólo un aspecto de ese gran misterio que cons-tituye siempre una persona y, sobre todo, una persona genial. Nos vemos obligados a hacer esta humilde constatación y a reconocer nuestra incapacidad. En las cartas publicadas por doña Soledad Ortega figura, con fecha del 18 de julio de 1884 y en las páginas 93-94, una breve esquela de Pereda en la que éste dice a Galdós: "¿Recibió V. los libros de C ~ RSé? qu e se los envió el día de mi salida de Barce-lona. I Q-& excelente sujeto e! : !"= E.n esta intep~.nr.iÓdne Pereda 2" se encuentrz el origen de una amistad literaria que iba a durar hasta 1915 y que posiblemente duró hasta el momento de la muer-te de Galdós, a principios de 1920. Gracias a la diligencia del exce-lente "galdosista" norteamericano, el profesor W. 3. Shoemaker, poseemos hoy el testimonio de esa amistad : una serie de cartas en-tre Galdós y el novelista catalán Narciso Oller (1846-1930) y que concierne a Pérez GaldBs, de una bondad austera, profunda, firme, y a veces brusca, "hombría de bien", según dicen las más humildes gentes de Espafía; bondad desprovista de sensiblerías, molicies y Iloriqueos ..." (Torres EWdet, Tres znvsntores de realidad, pág. 206); "Del otro acontecirmento habla re-petidamente el mismo Galdós con desacostumbrada emocz6n " (Hinterhhser, Los Epwod%os nacionales, pág. 29, n 1) Subrayamos las últimas palabras de Hinterhahser. 23 Pereda hizo el mismo papel de intermediario entre Oller y Menéndez Pelayo. El 3 de noviembre de 1884 le escrnbía a este último "Probablemente te enviar&, por consejo mío, todas sus obras el catala-msta Oller .. buena ocasiBn para decir algo del novelista Oller, por cuyas obras tengo verdadera pasión, y cuya persona vale todavía más que sus obras". El 5 de diciembre del mismo año vuelve a insistir: "Según me dice Oller, ya te envió sus libros . Merece tu estimación un escritor tan excelen-te" (Epzstolarw de Sereda y Menéndex Pelayo, ed María Fernanda de Pereda y Torres Queve& y Enrique SAiiciiez Eeyes, SariLaiiJlei-, íYS, iifiilis 56-57, páginas 84-86.) i78 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS va desde el 20 de mayo de 1884 al 23 de marzo de 1915 24. Cronoló-gicamente, no creo que exista en la correspondencia de Galdós una serie de cartas que se extienda a lo largo de un periodo de tiempo de comparable duración. Probablemente no representa la totalidad de las cartas que fueron, en realidad, escritas, pero ya en la pri-mera, la del 20 de mayo de 1884, encontramos ecos de la interven-ción de Pereda: Oller se ampara en la recomendación del escritor montañés y le anuncia a Galdós el envío de sus obras. Y así nació entre los dos escritores una amistad viva y sincera, unida a una gran admiración mutua. Unicamente existía un irremediable desacuerdo : acerca de la lengua empleada por Oller. Galdós no podía admitir que su amlgo escribiera en caW~án, a lo que replicaba Biler diciendo que no sen-tía la menor hostilidad en contra del castellano, pero que era in-capaz de hacer una obra literaria en una lengua diferente a la suya, que su lengua era el catalán y que no podia hacer otra cosa 2< Fá-cil es comprender que no queramos intervenir en esta querella de familia, que nunca perdió entre los dos novelistas su carácter amis-toso. Señalemos, tan sólo, que por encima y más allá de efímeros particularismos, el desacuerdo plantea un problema permanente, de orden estético y psicológico a la vez, es decir, el problema de la lengua del escritor, el problema de saber si se puede ser al mismo 24 W. H Shoemaker, Ulza amistad Zztsrarm. la correspondencia epzsto- Zar entre Galdós y Narczso OZkr, en "Boletín de la R. Academia de Buenas Letras" (Barcelona), núm. 30, 1963-1964, págs. 247-306 Señalamos al rnismo tiempo la paginación de la separata y la del fascículo. 25 En realidad, había empezado a escriibir en castellano y sólo despuds se puso a escribir en catalán; cf. Sergi Beser, Narcis Olter, La societat cata- Zam üe Za Restauracd, Barcelona (1965), pág. 6, el señor Beser cita un párrafo de las Memorms de Oller que se debe relacionar con lo que le escribe a Galdós. "Vaig veure ñnalment clar que entre l'escriptor i la seva lbngua nadiua hi ha un nexe tan estret que no té substitució possible". En el catá-logo de Ghonon Berkowitz (La biblioteca, pág 16, núms. 2 395-2.41)s) figuran mete obras de Oller. Pero no se pueden sacar conclusiones decisivas. De estas siete abras, tres están sin cortar, y entre ellas los tres vol-úmenes de La febre ¿Por (1890-1892), que son, sin embargo, envío del propio autor. Por otra parte se nota la ausencia de ViZamiu (18&5), que Galü6s había leMo seguramente, como lo demuestra su correspondencia con Oller. 18 ROBERT RICARD tiempo escrntor en dos o varios ldiomas, o si el escritor no posee realmente más que una sola lengua. Sobre esta cuestión dos cas-tellanos viejos como Pereda y Menéndez Pelayo -¿quién lo hu-biera creído?- tenían una actitud menos intransigente y más comprensiva que Galdós. En lo que a don Marcelino se refiere, su posición es de sobra conocida y sólo cito aquí su nombre como re-cuerdo de su amistad con Galdjs y con Pereda. En cuanto a Pe-reda, veamos lo que escribe a Galdós el 16 de diciembre de 1884, y precisamente a propósito de Oller: "Contaba yo con que los libros de Oller habían de gustarle mucho y me alegro de que haya dado usted a su autor un buen rato diciéndoselo así. En cuanto a que se venga con nosotros un adalid de tanto brío, no lo espere V. por-que es imposible [este párrafo muestra que Galdós había plantea-do ya a Pereda el problema que con tanta frecuencia le preocupa en su correspondencia con Oller]. Los escritores catalanes piensan en catalán, hablan en catalán y viven en una sociedad que no ha-bla otra lengua en familia. Por consiguiente el idioma catalán es el jugo de su literatura [es precisamente 10 que viene a decir el mismo Oller], y escribiendo en castellano Oller, Vilanova, Ber-trand, y tantos otros serían, a todo tirar, los Fanstenrat (sic) (no conozco la ortografía alemana de este palabra) de Cataluña ..." (Cartas a Galdós, pág. 95). Tampoco hay que exagerar demasiado la intransigencia de Galdós. El problema que planteaba de una forma apasionada era, sobre todo, un problema literario. Era al mismo tiempo una preocupación de amgo : lamentaba que un hom-bre del talento de Oller restringiera su público y su éxito al em-plear el catalán. Pero no iba más lejos porque, el 21 de febrero de 1886, no vacila en declararle: "Creo a esa región (Cataluña) un. contrapeso indispensable en la vida española, un elemento del cual nos es imposible prescindir. Si creo que Cataluña muere separada de Castilla, creo también que Castilla viviría muy mal sin ¿'ata-luña ..." (págs. 28-274). Nos queda por saber si Oller era tan incapaz, como decía, de escribir en castellano. Sus cartas, de una prosa de gran soltura y llenas de vida, no dan la impresión de que lo manejaba como len-gua aprendida y "postiza". Lo mismo sucede con ias páginas en castellano que, en algunas ocasiones, aparecen en su obra. Al con- 180 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A GALDOS Y CARTAS DE GALDÓS 19 trario, dan la impresión de que pensaba con la misma facilidad y la misma claridad en castellano que en catalán. Y Galdós, mucho mejor juez que nosotros, como es evidente, no había dejado de darse cuenta. El 30. de enero de 1885, sobre la espinosa cuestión del castellano y del catalán, oponía a Oller contra Oller dicien-do: "Su carta misma, que es un buen modelo de castellano cpis-tolar, le da a V. un mentís . ." (págs. 24-270). Sin embargo, el argumento no es irrefutable, porque una carta no es una novela. Precisamente es lo que le respondía Oller el 4 de febrero de 1885: "...no basta conocer un poco la gramática y el diccionario caste-llano para que yo desde aquí [y son estas las dos palabras impor-tantes] escriba mis novelas en la hermosa lengua de Vds." (pági-nas 24-270). Y hasta cierto punto el mismo Galdós llegaba a re-conocerlo, pues era lo bastante lúcido para no olvidar la diferen-cia. de géneros cuando le decía : ''2 No escribió Milá y Fontanals en nuestra lengua? Me dirá V. que las obras de crítica son otra cosa ..." (21 de febrero de 1886; págs. 27-273). De todas formas no era más que una concesión fugitiva y, al fin y al cabo, no capitulaba: "En fin, que no me convence V." (págs. 28-274). Pero vemos que, a pesar de todo, no podía decidirse ante dos ideas opuestas, como le sucedió a lo largo de toda su vida, al contrario de Pereda. Recor-demos la famosa frase de su discurso de recvpción a Pereda en la. Academia Española, el día 21 de febrero de 1897, y que se puede aplicar no sólo a las cuestiones religiosas sino a otras muchas: "Pereda no duda; yo sí". Porque después de proclamar, casi con la violencia de un desafío, el "En fin, que no me convence V.", vemos que, ya el 18 de julio siguiente, le escribe a Oller : "Le diré con toda sinceridad que hay phginas en Vilaniu que de tal modo funden en el catalán que seguramente perderían en castellano. Todo lo que es popuiar y caracterisiico perdería algo eri iiu&ix lengua . .". Sin embargo, indeciso, como siempre lo fue, se arrepiente en seguida: "pero hay cosas que seguramente ganarían ..." Y al final, cansado seguramente de aquel combate que lo era tanto contra Oller como contra sí mismo y temiendo, por otra parte, herir a su correspon-sal, se para bruscamente y no va más iejos : "Pero me caiio" (pági-nas 33-279). 20 ROBERT RICARD El problema de la lengua catalana constituye, como hemos po-dido ver, el problema central de esa correspondencia, pero puede pensarse que se tocan en élla otros muchos temas. No podemos aquí referirnos a todos. Nos limitaremos, corno hemos hecho an-tes, a mencionar algunos. Sobre todo, señalaremos que también cksempeña Oller el papel de informador que desempeñaron con frecuencra los amigos de Galdós. Galdós hizo representar, casi si-multáneamente, el drama sacado de La Zoca de Za ccaa (ei 16 de enero de 1893) y el drama sacado de Gerona (el 3 de febrero del mismo año). La loca de la casa, en su forma de novela dialogada, es, por otra parte, poco anterior, pues está fechada en octubre de 1892. Como ya sabemos, la acción de esta novela se desarrolla en Barcelona, de manera que ambas obras transportaban a Galdós a NB &taluña. Era para él terreno no muy familiar. Pidió ayuda a Oller y desde Santander, el día 17 de junio de 1892, le informó que es- o - taba escribiendo "una obra dramática" cuya acciGn había situado -- m O en Earceiona, porque necesitaba "una localidad en que hubiera at- EE mósfera industrial y comercial". Ya que conocia mal la sociedad 2 E de Barcelona, "la aristocracia comercial", según precisaba, le - anuncia a Oller "muchas y muy enfadosas preguntas acerca de 3 detalles locales, fabriles y demás" (págs. 47-293). De hecho, no - - 0 m llegó a hacer preguntas y todo se terminó en humo de pajas. Gal- E dós, que siempre trabajaba de una manera apresurada, ni siquie- o ra le envió las cuestiones, y el 30 de diciembre de 1892 le escribió n E a Oller para disculparse y decirle que renunciaba: La Zoca de 3a - a casa estaba ya ensayándose y se iba a estrenar diez o doce días 2 n más tarde. Añadía de manera muy significativa: "Ya no hay tiem- n po de andar en refinamientos de detalles, que por otra parte no O3 serían bien apreciados por el público" (págs. 51-297). Pero no por eso prescindia de los servicios de Oller. Le anun-ciaba a! mismo tiempo que ya habiaii empezado los ensaycis de :a obra sacada de Gerom y continuaba, subrayando las primeras pa-labras : "Necesito tener mpi dentro de breves dias la música de la Sardana ; pero es (¿de ?) la sardana clásica, nativa, la auténtica, la puramente catalana y montañesa tal como se toca, se canta y se L-21 en el Aiiip~rdkil o (pa!aUm i!egib!e) UmUe sea" @id.). y aún pedía otras noticias precisas sobre la sardana. Le preguntaba 182 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS especialmente si se podría hacer bailar la sardana al son de una viola tocada por un fraiZe y si no era esto un "desatino". Poco después, en fecha no precisada, pero que andará entre el 30 de diciembre de 1892 y el 4 de enero de 1893, le enviaba a Oller, para que se lo revisara y corrigiera, el texto de la canci6n "Digasme tu Girona", etc., que no se acordaba de dónde la haKia sacado 26. Oller hizo todo lo que pudo y más. Pedrell, aunque no se lo habia pedido, compuso para Galdós una sardana ad hoc. A Oller no le gustaba demasiado, porque le daba la impresión de que no coincidía exactamentet con los deseos de su amigo. Pero el autor de Gerona se mostró, al contrario, muy satisfecho: "La sardana del maestro Pedrell hermosa ... fue quizás el único éxito de aquella desgraciada Gerolza de la cual no quiero acordarme" (carta de Santander, del 15 de marzo de 31893; págs. 54300). Como ya se sabe, la rePiieserltación (je &i;Ví¿Li frie -un fracaso coqletG ípe afectó profundamente a Galdós. La correspondencia de los dos novelistas menciona también con frecuencia, durante el año 1892, una tercera obra dramática de Galdós: la versión teatral de la novela dialogada Redidd. Mario y su compañía representaron esa versión en Barceiona, ei 7 de ju-lio de 1892, se'gún nos lo confirma una carta del actor a Galdós, que podemos encontrar en la colección de doña Soledad Ortega (pá-gmas 360-61). Los circunloquios del actor en la carta que escribe a Galdós con ese motivo podrían hacer sospechar que el éxito no fue tan sonado como dice, pero Oller, cuyo testimonio es por fuer-za más desinteresado, se expresa sin la menor ambigüedad. Sin duda, no deja de criticar la interpretación, que le parece detesta-ble, a pesar de que María Guerrero hacia el papel femenino prin- 26 Para la fecha de esta carta, d. la nota de Shoemaker, pkgs. 52-298, nota 1. Sobe las dos versiones de La Zoca de Zo casa, cf. Angel del Río, Estudtos galdosianos, Zaragoza, 1953, pág. 42, n 1 Para los pArrafos de Gerolza (episodio y obra teatral) de que hablamos aquí, véase las Obras com-pletas de Agufar, vol 1, Madnd, 1950, $gs. 76'5-766 y 791-792, y vol. VI, pá-ginas 615-616. GaldGs ha añadldo a la obra teatral el personaje de Fr Va-lentin Pujol, que no figura en el ~ t s o d z u .S obre el fracaso de Gerona, cf. H Chonon Berkowitz, Pdrez Galüós Spanash Liberal Crusader, University of Wisconsin Press, Madisan, 1948, pág. 264 y 282. 22 R08ERT RICARD cipal; en lo demás su carta corrobora por entero la de Mario 27. La cábala que temía Galdós (carta de Santander, del 17 de junio de 1892; págs. 47-293) o no dio señales de vida o había fracasado. Oller no se limita a proclamar el éxito de la representación, ni a subrayar la mediocridad de los intérpretes; se arriesga también a hacer consideraciones literarias y no teme declararle a Galdós que, a su ver, el acto quinto está de sobra y que debilita, además, de una manera un poco torpe, la tensión dramática de la obra. No hace olxervaciones sobre la calidad del diálogo y podemos preguntarnos por qué no hace alusión a Ana Karenina, de Tolstoi, que pudiera muy bien haber inspirado a Galdós ese estilo de con-versaciún de salón que es uno de los rasgos características de Rea-lidad. Se me dirá, naturaImente, que nadie puede llegar a decirlo B todo en una carta, incluso extensa, y la de Oller es relativamente E O poco larga. Si llegamos a plantearnos este problema es p- orque en n-- m una carta anterior, fechada el 4 de febrero de 1885, escrita por el O E traductor ruso Isaac Paulowsky, y adjunta a una carta de Oller E 2 del mismo día, este último le indica a Galdós que, a petición suya, E le han enviado desde París una novela de Tolstoi (págs. 24-270). 3 Se trata, con toda probabilidad, de una traducción francesa, pero - 0 ¿de qué novela? Poco más de dos años después, en una carta del m E 18 de abril de 1887, Oller habla con admiración de La guerra y Za O paz; le propone esa novela como ejemplo a Galdós, quien conside- 5 n raba demasiado largos los cuatro volúmenes de Portunata y Jacinta E a (págs. 37-283; carta de Galdós, fechada en Madrid, del 9 de abril n de 1887, págs. 36-282). Por la misma época -para ser más exac- n n tos, el 10 de abril de 1887- vemos a Clarín, lleno de entusiasmo, 3 O aconsejar también a Galdós la lectura de La g w a y la paz (Car-tas a GaldÓs, pág. 240). Lo cierto es que una traducción de la cé-iebre novela, publicada en la&, en tres vuEmenes, eii 1884, fi-gura en el catálogo de Chonon Berkovvitz entre los libros de Gal-dós **. ES probable que sea la "novela de Tolstoi", no precisada 27 5-iobre el éxito de Realidad en Barcelona, cf. Chonon Berkmtz, Pérex &E&, zr-2%. 28 La biblioteca, núm. 3.051-3 053, pág. 198. 184 ANUABIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A G-S Y CARTAS DE GALDOS 23 antes, de que habla Paulmvsky. Pero si se quieren encontrar afi-nidades entre la obra maestra de Tolstoi y la producción galdosia-na, habria que orientarse más bien hacia los Episodios Nacionales que, por otra parte, son anteriores. Ana Kcerenina estaría máls cer-ca de las novelas cowtemporheas. Bien es verdad que esa novela no aparece en el catálogo de Chonon Berkowitz, pero si tenemos en cuenta que la primera versión, simplemente dialogada, de Eea-l& d es de 1889, es poco verosámil que Galdós haya ignorado por completo Ana Karenim, puldicada en 1817, ya que la gran corrien-te de interés hacia la literatura rusa se sitiia, en Espaiía, por los aiíos que preceden inmediatamente la novela dialogada de Galdós. Hace un momento rnencionK~amos el año 1887. h o r a bien, en 1885 la Condesa de Pardo Bazán, según nos dice ella misma, leyó por primera vez Crimen y castigo9 y ea 1887 pronunci6, en el Ate-neo de Madrid, la sei*je & coi-~ei~eiie+-&q -ue =fomiaroii luego & v0- lumen titulado La. revolución y la mvela en PZMa 29. Es invero-símil, repetimos, que GaIdós, que había asistido a las conferencias y que había hecho de ellas una recensión, haya ignorado Ana Ka-rina. Sabemos, por otra parte, gracias a otras noticias -en par-ticular, varias referencias de Hd.m (1885) y las declaraciones de 29 Vease La Eevozución y la novela en Rusm, Madnd, "El Libro para todos", 1961, pág 20. Respecto al naturalismo, es difícil no establecer una relación entre una frase de esta obra y un párrafo de Lo prohzbido. La Con-desa de Pardo B d ,a l hablar de ZoIa, dice "y así resultan cuadros como el de aquella casa de Pot-Bouille, que hay que cogerla con tenazas por no mancharse" (La RevoZuclón y la novela, pág 273-274). En la primera parte de Lo prohzózdo (18841, Galdós les hace decrr a sus personajes: <<..Seh a he-cho tan naturalista que a veces hay que coger con tenazas lo que dice . ' (Obras completas, vol IV, Madrid, 1954, pág. 1 733 a). Naturalmente, la ex-presión "coger con tenazas" es una metáfora banal, pero es curioso que uno y otro autor la empleen al referirse al naturalismo. Si hay una remniscen-cia, la cronologia demostraría que es la Pardo Bazán quien se acuerda de Galdós De todas formas, sería necesario ver si no emplea ya la expresión en La Cuestión paz'pztante, cuya primera edicih (1882-1883) es anterior a LO prohibdo Prololema es &te de no grin importmc:a y se i1?e permitir& nc examinarlo m& detalladamente, pues se trata de una cuesti6n marginal en relaci6n con los comentanos que hacemos en este momento 24 ROBERT RICARD Baroja- que los novelistas rusos interesaron mucho a Galdós 30. Se puede, en consecuencia, arriesgar la hipótesis de que los diá-logos de ReaZidkd le deban algo a los de Tolstoi. Entre las o'bservaciones críticas de Oller hay una que merece subrayarse, porque va en contra de la idea, demasiado difundida, de que Galdós escribía con descuido y no le preocupaba la cuestión del estilo 31. Llega, en efecto, a estimar que el estilo de Lo prohi-bido es "osado hasta llegar a veces a un gongorismo que, a mis ojos, lo malogra" (Carta de Puigcerdá, del 28 de julio de 1886; pá-ginas 35-281). Lo que quizás sorprenda wuí no son las reservas de Oller ante un estilo gongorino sino el término mismo de gon-gori8m. o. ;Podríamos decir que no está justificado, por lo menos si lo tomamos en un sentido amplio, que permita confundirlo con el de cultismo y de conceptismo? Hay, por ejemplo, hacia el final de Lo prohibido una "virtud fiambre" que evoca en nosotros el recuerdo de Quevedo: "en aquellos entusiasmos de mi virtud fiam-bre", escribe el protagonista cuando la enfermedad le obliga a la inmovilidad y a la renuncia. ¿No nos acerca esta expresi6n a las de Quevedo, "vida fiambre" y "doncella fiambre"? 32. Encontrare-mos ejemplos en otros libros más. Escojo, en EZ doctor Centeno, un párrafo cuyas Úitimas líneas hacen pensar también en el estilo de Quevedo. Júzguese: "Cuando las puertas callaban, cual si se durmieran, Felipe buscaba impresiones del mismo orden en las vidrieras. Eran éstas, como las ventanas, grandísimas, desvenci-jadas. Se componían de vidrios pequeños, verdosos, que retrasa-ban la luz y eran como aduaneros de ella, pues no le permitían pa- 30 Para Halma, véase la Tercera parte, cap. 2. Ei testimonio de Pío Ba-roja está reproducido por A. Snchez Barbudo en su artículo VuZgaridad y genzo de GaMós, en "Archivum" (Universidad de Oviedo), Vii, 1957, ~áginas 48-75: véase pág 70, n. 1 (al pie de la página 71) Sobre Galdós y las conferencias de la Pardo Bazán, cf. Carmen Bravo-Villasante, Vida y obra de EmzZia Par& Bu&, Madrid (19621, pág 148. n Véase por ejemplo Salvador de Madariaga, De CaZd6s a Lorca, pági-nas 94-97; contra, Ricardo Gullón, GuZdós novelista modemo, Madrid (196>0), paginas 233-245. 32 Vease AmédBe mas, Qzcevedo, Las Z&ecrdas de Plutów, ed. crítica y sin&ptica, Poitiers, s. f., págs. 104-109, y La carwature de la femme, du ma- &ge et de Pmozcr dans Z70ewvre de Quevedo, Paris, 1957, págs 62, 82 y 88 186 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A GAID6S Y CARTAS DE GALMS 25 sar sin cogerse una parte" (El dmtor Centeno, primera parte, ca-pítulo 2, párrafo 8). Vemos que Oller no se parece a esos jóvenes de los diálogos de Platón, que sólo están allí para aprobar o admirar a Sócrates y para empujarle a disertar, a sus anchas, sobre la bondad, la be-lleza, el amor y la virtud. No siempre aprueba lo que dice Galdós e incluso, dejando aparte la querella sobre el idioma, no siempre admira lo que hace. En 1886, lamenta que Galdós se haya hecho elegir o, mejor dicho, nombrar diputado; no cree que su amigo esté hecho para ese cargo y considera que el gran escritor se debe por entero a su arte, y se lo dice sin rodeos (carta de Barcelona, del 10 de julio de 1886; páginas 32-278). Galdós se molestó, quizás, un poco, porque le responde enseguida, desde Madrid, el 18 de julio; pero su justificación no deja de ser pertinente: "No se duela V. de verme d i p d a d ~-l e contesta-. Yo no m~rn i S& nunca poli-tico. He ido al Congreso porque me llevaron, y no me resistí a ello, porque deseaba ha tiempo vivamente conocer de cerca la vida política. Ya dentro del Congreso, cada día me alegro más de haber ido, porque, sin mezclarme en nada que sea política activa, voy comprendiendo que es imposible en absoluto conocer la vida nacional sin haber pasado por aquella casa. ;Lo que allí se aprende! i Lo que allí se ve! ;Qué escuela! En fin, no se duela V., si me quiere b4ien, de verme allí ..." {págs. 33-279). Fácil es imaginar cuánto y cuánto pudo aprender Galdós estudiando, desde dentro, el Congre-so tal y como era en su tiempo. Me figuro, entre otras cosas, que la asistencia a las sesiones vino a dar confirmación al empleo de dos procedimientos literarios suyos. Ha sido ya estudiado, sobre todo, el primero de éstos. Se trata de la "muletilla" y del "tópico" por una parte, y del discurso paródico, por otra 33. Aparecen los dos en la obra de Galdb antes de 1886. pero la asistencia al Congreso de-bió de darles un impulso nuevo. A menudo los oradores públicos - 33 Sobre la ''muletilla", véase Vernon A mamberlin, The "muletaZZaW: an mportant facet of Galdós; chmacterzxatwn technique, en "Hispanic Re-view", XXIX, 1961, @gs. 296-309, y sobre el '*t6pico", Joaquín Gimeno CasaI-duero, El t&pwo en la obra de Pérer Caldós: en "Boletin mformatiWo del Se-minano de Derecho pitiico" '@alamanca), enero-abril de 1956, Ngs. %-5f2 (en eapecial las págs. 37-38, referentes al Congreso). 26 ROBERT RICARD no reflexionan, incluso si no improvisan; se dejan arrastrar fá-cilmente por una inconsciente pereza mental, piensan y hablan mediante fórmulas y lugares comunes; abundan en sus manifesta-ciones oratorias muletillas y tópicos que les permiten rellenar los vacíos de sus discursos o disimular los de su pensamiento. Galdós, démoslo por sabido, no lo ignoraba antes de ser diputado, y nos lo demuestra ya en sus primeras obras, más particularmente en El amigo: Mamo (1882). Pero el Congreso le proporcionó un sin-fín de ejemplos en todos los discursos que tuvo que oír, sentado en silencio en su escaño de diputado. Fueron filones inagotables de muletillas y tópicos. También antes de ser diputado había hecho Galdós ia parodia de esa elocuencia, si es que podemos llamarla de esta manera, y también en El amigo Hamo, para concretarme otra vez a esa novela. Pero el procedimiento del discurso paródico hubo de adquirir nuevos bríos ante el espectáculo que ofrecía el corigresao s - rn~ird ss. De no ha'oer sido &, no nos hu-biera dado esa obra maestra del género que constituye el gran dis-curso de Torquemada, en Torquemada en el Purgato.rio, cuando le ofrecen un banquete para coronar su acción en pro de su Bierzo natal (Tercera parte, capítulo 8), o la conferencia grotesca, de co-micidad menos delicada, que Tito pronuncia ante los carlistas de Durango (Amadeo Po, cap. 17). Pero Oller tenía razón : GaldCs no estaba hecho para aquel car-go hasta en los menores detalles de la vida práctica. Le horroriza-ba "vestirse", en el sentido que damos a esta palabra en nuestra lengua corriente, de un modo algo cómico. El 19 de diciembre de 8887, le escribe desde Madrid a Oller : "cuando salía de mi casa con el correspondiente frac (vestidura que odio) para asistir en el Se-nado a la apertura de las Cortes ..." (págs. 40-286). Sin embargo, nunca pudo librarse por entero de esas serndumbres convencio-nales q ~ e"^- A- 1,. 2----. --"-l.-- n --e--- "A--.. A- "-1 --4- A- a:-.. b c t L~G U~G B~ ~ ~~ ~ L S L U S L UI;~ULL~LU. G ul;apu=a UGL S L G L ~U C: ulpu-tado vino la Academia, y también la Academia tenia sus exigen-cias vestimentarias. De las tres cartas de Valera que contiene la colección de doña Soledad Ortega, la Última, fechada el 28 de no-viembre de 1897 -el año en que escribe MiswiiScordia- tiene como G,,l:;l,,4 ~1 ; - 7 C n v ~ ~Ov 6 - 0 lAi í c ni io 1- R n i n ~R amnnCa r r q r, wnnihivi- I.III(IiIICI(IiU G L IIIIVIIIIaI UCLIUVU YUCl IU LbbLLACL LbbbblliCl VCL CL i L C l \ i l M l l - los el martes siguiente, y Valera precisa : "Creo que debemos ir de 188 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A G-S Y CARTAS DE GALD6S - - 27 frac, corbata blanca y medalla de la Academia al cuello" (Cartas a GaZcZ6, pág. 413). ;Pobre Galdós, y lo que debió de sufrir! En la extensa y acertada introducción que precede a la corres-pondencia entre Oller y Galdós, el señor Shoemaker ha señalado un rasgo que considera como una "candidez" de Galdós (págs. 7- 253), y es su animosidad contra los poetas : "El odio que todos los poetas me inspiran" (carta de Madrid, del 21 de febrero de 1886; páginas 28-274). No hay que dar a estas palabras el alcance gene-ral que posiblemente no tienen. Basta pensar en el estado de la poe-sía española en 1886. Contra ella, sin duda, va dirigida esa punta de mal humor de Galdós. Ya había hecho notar esa animosidad en 1882, en El amigo Mmso, en donde inventa un poeta ridículo al que mrga con un nombre y una dirección tan grotescos como su persona: "Francisco de Paula de la Costa y Sáinz del Bardal. Aguar&ente, 1". Y ei mismo ivíáxirno ivímisv, el p a c f d ~M~ai iso S& expresa con la misma violencia que su creador y hasta de una manera más grosera, pues declara: "Aquel pariente lejano de las M'usas (no vacilo en decirlo groseramente) me reventaba" (prin-cipio del cap. 12; merece la pena leer todo el párrafo). El señor Shoemaker ha puesto también de relieve (pkgs. 15-261) un párra-fo de la carta del 18 de julio de 1886 en donde, al hablar de Fortu-nata y Jachta, que estaba Galdós escribiendo en esos momentos, le dice a Oller: "no tiene con las anteriores novelas más que una reIaci6n lejana, como todas" (págs. 33-279). Y comenta así las pa-labras de Galdós : "Esto riñe algo, y bastante, con la sacramentada pero falsa perogrullada crítica de hablar de las novelas de Gal-dós como enlazadas y de su conjunto en lugar de cada una en par-ticular. Se ve en esta notable frase de autocrítica que Galdós mis-mo pensaba en la individualidad e independencia de cada novela. ..- Y esto io puede decir a pesar de haber escrito sólo hace un par de años escasos dos novelas tan estrechamente ligadas por per-sonajes, ambiente y época como Tormento y La de Bringas, pero teniendo cada una, sin embargo, su propio tema y argumento" (pá-ginas 15-261). Este comentario, lo mismo que la frase de Galdós, merecen un breve examen. Para evitar confusiones, eliminemos primero una palabra que se 28 ROBERT RICARD presta a discusibn: se puede considerar como falsa la idea de que las novelas de Galdós están ligadas entre sí, pero es inexacto de-cir que esa idea es una "perogrullada". Eliminemos también otra idea, que ha sido enunciada más de una vez, y que el señor Shoema-ker rechaza con razh: la que consiste en pensar que la producción novelesca de Galdós tiene valor sobre todo en lo que a su conjunto se refiere, y no por cada obra en particular. No se podría compren-der cómo puede ser bueno un todo si cada una de las partes que lo componen es mediocre. Una vez dicho esto, ¿se puede aceptar sin re-servas la opinión del seiíor Shoernaker? Señalemos, en primer lu-gar, que cuando se califica de "cíclica" o de "sintética" la obra de Galdós, no se piensa sólo en las novelas escritas antes de 1886, si-no en todo el conjunto de sus novelas, desde La Fontana rde Oro a N hasta El cabdlero encantado. Ahora bien, entre las novelas pos- E teriGreu 2 l@g hay serie p n , ~ & i ew ede I,e-r ~3:: IUn- O damento su carácter cíclico, y son los cuatro relatos de los que es - m O E protagonista el usurero Torquemada. Si atendemos a las restan- £ 2 tes novelas nos damos cuenta de que hay de todo: grandes nove- -E las que forman verdadero ciclo por sí solas, como La familia de 3 ¿e& Roch, Fortwmta y Jacinta o Ángei Guerra, relatos aisiados - - como El amigo Manso, Tristan o Mi.sericordia, y gru-pos que sin 0 m E constituir un ciclo análogo al de Torquemada, tienen ciertos lazos O comunes entre sí, como es el caso de NaxarEn y Haíma, o El doctor - Centeno, Tormento y La de Bringas. Lo que si es cierto, y explica la -E a frase de Galdós y da razón al señor Shoemaker, es que todas las l - novelas de Galdós, sean las que sean, poseen una individualidad pro- -- pia, en efecto, y pueden leerse independientemente unas de otras. 3 Eso no impide que en muchos casos sus respectivas acciones se O coinpletan y se aclaran mutuamente, y que se comprende mucho mejor La de Bringas cuando se conoce Tormento, y HaZmu si se ha leido ya Nazarin. Pasa un poco con las novelas como con los E@- sodios. Puede leerse, por separado, cada uno de los Episodios, pero cada serie forma una sucesión coherente y se comprznde mejor czUz lmn de Ins vnlúmenes cuando se conocen los que le preceden. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A GALiD6S Y CARTAS DE GALDOS 29 Las 18 cartas de G ~a Pérsez de Ayala, sus 23 cartas a Oller, casi tan numerosas como las del novelista catalán, su correspon-dencia con Mesonero Romanos nos muestran que se ha acusado, un poco a la ligera, a Don Benito de ser un corresponsal deplora-ble, puesto que doña Soledad Ortega, incluso, llega a hacerse eco de esa mala reputación (Cartas a Galdck, págs. 12-13). En realidad Galdós era sobre todo un corresponsal caprichoso e irregular, y se puede explicar fácilmente por el género de vida que fue el suyo. No siempre contestaba con rapidez y pasaba semanas, a veces me-ses, sin escribir a sus amigos más fieles y más íntimos, como al mismo Pereda, quien se queja constantemente, sin acrimonia, de estos olvidos (Cartas a GaMós, págs. 41, 47, 63, 65, 66, 68, 71, 72, 74, 77, 79, 82, 84, 86, etc.). Pero la correspondencia de esos mis-mos amigos, junto a las cartas de Galdós, es el testimonio de que éste, en el curso de su larga vida, ha escrito muchas más cartas de lo que se podía suponer. La dificultad consiste en volverlas a encontrar. Con el impulso que desde hace unos veinte años han adquirido los estudios galdosianos, los esfuerzos de los investiga-dores permiten confiar en que poco a poco se irá encontrando la mayor parte y que un día se podrá ofrecer al pGblico universita-rio y cultivado un magnífico EpistoZario de Galdós. (Traducción de Juan Ignacio MURCIA.) 34 Cartas de Pérex GaWós a Mesonero Romanos, ed E. Varela Hervias, Madrid, 1943 (citado por Hinterhauser, Los "Epzsoázos", pág. 66, n. 19).
Click tabs to swap between content that is broken into logical sections.
Calificación | |
Título y subtítulo | Cartas a Galdós y Cartas de Galdós |
Autor principal | Ricard, Robert |
Autores secundarios | Clavijo y Fajardo, José (1726-1806) ; Crítica e interpretación ; Escritores canarios |
Publicación fuente | Anuario de estudios atlánticos |
Numeración | Número 11 |
Sección | Literatura |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Madrid ; Las Palmas |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 1965 |
Páginas | p. 163-191 |
Materias | Pérez Galdós, Benito (1843-1920) ; Correspondencia |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 1952290 Bytes |
Texto | L I T E R A T U R A CARTAS A GALDOS Y CARTAS DE GALDOS P O R ROEEET RPCAXD Profesor de la Universidad de la Sorbona Poco antes de morir Galdús -al parecer no se pueden dar ma-yores precisiones sobre la fecha-, un criado del novelista se pre-sento en casa de Ramón Pérez de Ayala y le entregó, de parte de su señor, una pesada maieta de cuero negro. La maieta coiiie-nía todas las cartas recibidas por Galdós a lo largo de su vida y que consideraba el escritor dignas de conservarse. Ese es el tesoro que las circunstancias han puesto en manos de doña Soledad Or-tega y que generosamente comunica al público l. Eh realidad no lo muestra por entero: era excesivamente rico y copioso. Sólo nos ofrece lo que considera de más valor y nos da en su compilación, si no nos equivocamos, 14 cartas de Mesonero Romanos, 141 de Pereda, a veces muy extensas 2, 77 de Clarín, también, a veces, muy largas, 60 de Francisco Navarro Ledesma, 59 de los actores Emilio Mario y Antonio Vico, 3 de Valera, 8 de Joaquín Costa y 6, muy breves, de Menéndez Pelayo. La precedente enumeración ha-bla por sí sola. Completan la coleccion 18 cartas del propio Galdós a Ramón Pérez de Ayala. "Si no nos equivocamos", decíamos hace un momento : hemos podido cometer algún error al hacer la cuenta, 1 Soledad Ortega, Cartas a Caldós, Madrid, "Revista de Occidente" (1964). Para no multipiicar el niunero de notas, nos referiremos a este vo-lumen entre paréntesis, con el título de Cartas a Gakik5s. 2 No todas las cartas de Pereda son inéditas, como nos lo señala la misma Soledad Ortega (p. 14). Pero convenía reproducirlas todas en la colección para evitar interrupciones en la sene. Sobre algunas de estas cartas de Pe-reda, referentes a Gloria, cf. Robert Ricard, Amects de Galdós, París, 1963, páginas 11-14. 2 ROBERT RICARD porque uno de los pequeños defectos de ese volumen es que las cartas no están numeradas, lo que no facilita su manejo. Otro de-fecto de presentación, a mi manera de ver, resulta de la clasifi-cación de las cartas por autores. Galdós mismo las había clasifi-cado de esa forma y, desde su punto de vista, era, desde luego, la clasificación obligada. Doña Soledad Ortega ha querido respetar-la, pero no sabemos si, al hacerlo así, ha hecho bien. Ese sistema rompe con la continuidad cronológica, y las noticlas sobre un mis-mo tema, en lugar de acercarse en función de las fechas, se en-cuentran dispersas de manera poco cómoda a lo largo de toda la compilación. Son, sin duda, defectos de poca importancia, pero las facilidades que el lector echa de menos no hubieran sido inútiles, pues todos los bienes que así se le ofrecen le desconciertan y casi NB le sumergen. Confesamos nuestra incapacidad para hacer el inven- E tario completo de tanta riqueza. Retengamos tan sólo algunos as- o --n pectos. m O E E 2 No vamos a detenernos mucho en las cartas de los actores -E VICO y, sobre todo, MARIO, representado por un número mucho ma- 3 yor que las de su cofrade. No porque las consideremos despro- -- 0 vistas de interés: aportan numerosas noticias sobre el teatro, to- m E davía poco estudiado, de Galdós y, en líneas más generales, sobre O la historia del teatro en Fspaña entre 1892 y 1900. Pero, en gene- E n ral, son informaciones de poca importancia, a menudo anecdóticas, a-E que una recensión como la presente puede apenas resumir o siste- A n matizar, y que cada lector utilizará a su manera. Aunque las car- n n tas de Mesonero Romanos, de Pereda, de Clarín y de Navarro Le- = O desma, que constituyen la parte más importante del volumen, con-tienen también, de vez en cuando, un cierto número de anécdotas, no ofrecen la misma dificuitad -10 que no quiere decir que se püe-da resumir toda su sustancia en unas pocas páginas. Lo que sí nos muestran, entre otras cosas, es cómo "explotaba" Galdós a sus amigos cuando estaba. preparando una novela o un "episodio" y reunía los elementos del relato. Ya sabíamos que ME-SONERO ROMANOlSe había suministrado abundante material para 164 .?N:TIIR)O DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A GALDi)S Y CARTAS DE CALDOS 3 los Episodios Naczonales 3, lo que confirman las catorce cartas que publica doña Soledad Ortega, aunque no contienen ninguna novedad importante. Pronto conoceremos con detalle la colabora-ción que aportó a Galdós el arabista de Tánger, Ricardo Ruxz OE-SATTI, para la elaboraci9n de Aita Tet ta~eny de Carlos VP en la Zápita, gracias a la serie de cartas conservadas en la Casa Museo "Pérez Galdós" de Las almas y que José Schraibman ha con-fiado a la revista española "Al-Andalus" para su publicación. Se conocía menos, según creemos, el papel que representaron en ese sentido Pereda y Navarro Ledesma. Nos enteramos, por ejemplo, de que ~ R E D Aco laboró un poco en la redacción de Gloria, lo que deja de ser paradójico cuando sa-bemos lo que él pensaba de esa novela "volteriana". Cuando la es-cribió, Galdós, que no había hecho aún de Santander su residencia preferida, no conocía demasiado las costumbres de la Montaña * y había consultado a Pereda, para el segundo volumen, sobre deter-minados aspectos de la vida agrícola de aquella región. El 26 de marzo de 1877, Pereda le envió, en contestación, una breve diserta-ción sobre los trabajos agrícolas en F'icóbriga -"suponiendo, dice, que esta villa esté situada entre San Vicente de la Barquera y Santander7'- y sobre todo acerca de las ceremonias de Semana Santa en toda la comarca circundante < En efecto, sabemos que esas ceremonias ocupan un lugar importante en la segunda parte de Gloria (caps. 4-8, 22-23, 28), en relación con el regreso del pro-tagonista Daniel Uorton. Las informaciones de Pereda deben, pues, figurar entre los elementos que Galdós utilizó, con gran libertad, para escribir esos capítulos de su novela. Lo que no deja de tener 3 Cf. H5ms Hinterhauser, Los Episodws mczomles de Bentko Pérez Gal-dos, traü. esp. de José Esto-bar, Macirili (i903j, -&ga. 66-67; la fecho de 7 UI marzo de 1867 (p. 66) para la redacción de Zaragoza se debe seguramente a una errata de imprenta o a un descuido del traductor; la verdadera fecha es 7 de marzo de 1874. 4 Su obra Cuarerzta Zeguccs por Cantabrb es posterior a la redaccidn de Glorm, pues está fechada en septiembre de 1879 (cf. las Obras completas de las ~ c ~ o nAegusii ar, t. Vi, Nadrid, 1951, pág-s. i .iJ:-l..iY5) 5 Vease Cartas a GaZdós, págs. 59-63. 4 ROBERT RICARD gracia es que Galdós se divierta citando a su ilustre amigo cuan-do habla de los campesinos que seguían la procesión del Domingo de Ramos y que han sido, nos dice, "trasladados por Pereda, con arte maravilloso, al museo de sus célebres libros montañeses" (ca-pítulo 8) G . Era su manera de agradecer la ayuda de Pereda, del que toma algunos rasgos, como, por ejemplo, los guardias civiles que van al frente de la procesión del Jueves Santo, mientras que los carablineros van al final (cap. 22). Esa carta de Pereda nos lleva a recordar la rapidez con que Galdós escribía la mayor parte de sus novelas: como hemos podido ver, está escrita el 26 de marzo de 1877 y la segunda parte de Gloria está fechada en mayo de 1871 T. Galdós estaba escribiéndola, pues, en el momento que con-sultaba a Pereda. En general, no buscaba sus informaciones mu-cho antes de ponerse a escribir, sino a medida que iba escribiendo. Le sucedía, entonces, que no esperaba la respuesta, porque andaba siempre con prisas, y cometía a veces errores que sus correspoii-sales habrían de señalarle más tarde --como podrá verse en las cartas de Ruiz Orsatti y como parecen indicarlo ciertas cartas de Mesonero Romanos. En las primeras semanas de 1877 muchas de las cartas de Pe-reda se refieren, como es de suponer, a la primera parte de Gloma, obra que, según podemos ver, llegó a su conocimiento entre el 9 de enero y el 9 de febrero de 1877 s. Nadie ignora lo que Pereda pensaba y es inútil insistir sobre ello. Su severidad no es menor en lo que se refiere a la segunda parte, que leyó poco antes del 18 de junio de 1877 9, lo que nos parece poco acertado, incluso si nos situamos en su propio punto de vista La segunda parte de Gloria no describe el catolicismo español con tintas tan negras como la 6 Cf Walter T. Pattison, Benzto p&eg GaZdós and tne Creatzve PrOCeSS, University of Minnesota. Press, Minneapolis (1954): pág 107 7 Pattison, pág. 50, y Ricard, Aspects de GtcZdós, pág 11 8 Pereda escribe el 9 de enero de 1877: "Aiín no ha venido Glorm, que me tiene con un palmo de lengua" (Cartas a GaMós, pág. 46). Pero habla lar-go y tendido sobre la novela en su carta del 9 de febrero si~guiente (ibsdem, págmas 47-50). 9 Véase su carta del 18 de junio de 1877 en Cartas a Galdós, págs 63-65, y en particular la pág. 64. 166 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS primera, y podemos preguntarnos si Galdós no ha intentado, con la mejor buena fe, contrapesar el "volterianismo" que le repro-chaba Pereda, introduciendo en la novela el "fanatismo" israelita a través del nuevo personaje Ester Spinoza lo. Una parecida exa-geración volvemos a encontrar en el juicio crítico, inspirado en las mismas razones, que hace Pereda en 1878 sobre La farriilia de Le& Roch? en donde, sin embargo, Galdós ateniia, aunque tímidamente, las vimilencias de Gloria y de Doña Perfecta. Es curioso que Pereda no se haya dado cuenta, a pesar de que intuye algo, pues en esa misma carta del 26 de marzo de 1877, le escribía a Galdós: "...se me figura que no está V. enteramente satisfecho del aura religiosa que se respira en Gloria" (Cartas a Galdós, pág. 59). Porque si es cierto que los dos amigos ejercieron una influencia moderadora el uno sobre el otro -por desgracia todavía no se ha hecho la his-toria de esa amistad-, nos parece que, en lo que a Galdós se re-fiere, esa acción moderadora de Pereda se hace ya notar un poco en La Samilia de León Roch. El ge6logo incrédulo, acaso krausis-ta, que pone en escena Galdós en esa novela no es, quizás, una de sus creaciones literarias más afortunadas, pero tampoco es, ni mu-cho menos, el sectario agresivo que cree ver en él Pereda. El 14 de marzo de 1877, hablando de la primera parte de Gloria? Pereda le escribía a Galdós: "Déjeme, amigo, en esta relativa tranquili-dad de espíritu, admirando aquella fe que hizo morir sonriendo a mi madre y que me da la esperanza de volver a verla así como a mis hijos y a cuantas personas me han sido queridas y ya no exis-ten; déjeme desde aquí compadecer a los filántropos innovadores de ogaño que tanto se afanan por matar una creencia que consuela, con una duda que atormenta ..." (Cartas a GaZd6s, pág. 56). No hay que dar a esta apologética sentimental más valor del que tie-ne, pero ¿cómo no percibir, ya al año siguiente, un eco de esas paiabras en ias iineas siguientes de La jarnilia de ¿e& Roch ? : "No tenia (León) la gazmoñería racionalista -pues también hay gazmoñería racionalista- que consiste en escandalizarse con ex-ceso de la credulidad de algunas personas y en ridiculizar su fer-vor; por el contrario, León miraba con respeto a algunos creyen-l o Cf. Ricard, Aspects de Gaiüós, Mgs 13-15. Núm. 11 (1965) 6 ROaERT RICARD tes, y a otros casi con envidia. No tenía tampoco e4 afán de la con-quista, ni quería convertir a nadie; y si el estudio le había dado grandes regocijos, también le producía horas de amargura y des-aliento. No creía su estado perfecto, sino, por el contrario, harto imperfecto; por lo cual no gustaba de embarcar gente en las islas frondosas de la fe para llevarlas a las solitarias estepas de la duda" (Primera parte, cap. 13). Pereda, d parecer, había olvidado ese párrafo -en el que Gal-dós daba, quizás, expresih a sus propios sentimientos- cuando el d��a 29 de marzo de 1879 le hablaba a su amigo de esos "Leones ridículos que alardean de comer carne en Viernes Santo y de im-pedir a sus hijos ir a misa" (Cartas a Galdós, pág. 75). Nada está más lejos del personaje de León Roch, tal y como lo creó Galdós, que esa caricatura. Y además nos sorprende, sobre todo, porque Pereda sabía de sobra los cambios que se estaban produciendo por ---L-.- --- -- -1 - 1 ..-A -1- r+-1.11- - - - 'L-L-L--2 - 11 1 - -- 4 001 -1 ~ L I LUL I C ~eS ~eil aa~~xurae uaiuus y que u a u n a r i ue Iievarle, eli l o o ~a,l seminaturalismo de La desheredada, en donde no se abordan los problemas religiosos en ninguna parte. En esa misma carta del 29 de marzo de 1879 le dice: "Afortunadamente para V., para las le-tras y para sus amigos, por ende, le veo resuelto a no meterse en tales caballerías ..." (Cartas a GaZd&, pág. 76). Y tres meses más tarde, el 4 de julio de 1879, aún le repetía: "Ansío conocer los nue-vos proyectos que ahora tiene, pues si en ellos no entra para nada, o entra sin pasión la cuestión religiosa, desde luego le pronostico el triunfo universal ..." (Cartas a GaMÓs, pág. 77; la última palabra está subrayada en el texto). Algo menos de dos años más tarde, el 26 de marzo de 1881, La desheredada le proporcionaba una sa-tisfacción que no disimulaba: "Entre tanto felicítame y le felicito a V. porque se deja en ella (en la novela) en paz a los curas y a los católicos ..." (Cartas a GaZdhs, pág. 79). A I ---L...-:- a- 1- ....- L-L,.- &--:a- r i - i a ~ - n---a- -- tu CUI ~LL~ L I Uu t: IU ~ U pCai CGC uauci LCILIIUU uaiuua, r GL eua LIU se escandalizó con la figura del sacerdote descarriado Pedro Polo, uno de los principales personajes de Tormento (1884). Pero ese mismo temor de Galdós nos revela hasta qué extremo difería de la de Pereda su visión de las cosas y cómo se situaba, al mismo tieq9, "era .aUz! cat=!i&liL=. Per&s juzgr, y! CZS= & Pe&= Pc!= con la más ponderada serenidad: "nada hallo en esta novela - e s - 168 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A GALDÚS P CARTAS DE GALD6S 7 cribe- que justifique los temores de V. con respecto a mi intran-sigencia catirlica. Cierto que tiene algo de repugnante la brutal pasión de aquel cura desdichado; pero al cabo es un cura sin li-cencia, sin vocación y sin fe, y su propio desenfreno y la misma enormidad de sus faltas y hasta sus remordimientos de concien-cia, de vez en cuando, le hacen abominable; cierto que la pureza y la bondad del padre Nones pudo haber estado encerrada en estu-che menos caricaturesco y ridículo [aquí la opinión de Pereda nos parece excesivamente severa J para que el contraste de los dos cu-ras resaltara más a favor de los buenos ..." (Cartas a Galas, pá-gina 91; las dos últimas palabras están subrayadas en el texto). No hay que decir siquiera que esta correspondencia nos da un sin fin de datos y noticias sobre el propio Pereda, sobre sus obras, sus gustos, sus ideas, sobre la vida que llevaba en su provincia Y c n h r ~12 TAAB l i f n r a ~ id~n la Annea Pprn nn nna na nnaihln hohlrir " ' W " "A"" ""A-"- U" '" "y""-. I "A" U" ""U "U r""'"'" "A"' de todo y nos despediremos del escritor montañés evocando un di-vertido detalle que nos muestra cómo Galdós utilizaba todo lo que le caía a mano. Se trata de un párrafo de la novela Miau, obra fechada en abril de 1888. En el capitulo 38 vemos a uno de los personajes se-cundarios -pero que aparece también en El doctor Centeno y en li'ortunata y Jacinta-, al vanidoso Federico Ruiz, recibir un di-ploma que le envía una asociación portuguesa. El diploma está destinado a recompensar a las personas que se han comportado heróicamente en caso de algún incendio o que, más modestamente, han publicado escritos útiles sobre la lucha contra esa calamidad. Galdós precisa: "Todo individuo perteneciente a dicha asociación tenía derecho, según rezaba el diploma, a usar el título de Bom-beiro, salvador da humani&.de, y a ponerse un vistosísirno uniforme con relucientes bordados". ¿Se trata de una invencibn cómica y gratuíta? No hay tal cosa. Lo sabemos hoy por una de las cartas de Pereda a GaIdós, fechada el lo de marzo de 1886 y, en conse-cuencia, dos años anterior a la terminación de Miau. Por razones demasiado largas para exponerlas ahora, Pereda se divierte re-dactando la carta en estilo telegráfico y nos encontramos con lo que sigue : '%namÓrame distinción portuguesa Jiménez Delgado : bombeiro salvador da hurnanidade, uso libre pintoresco uniforme. ¿Daríanme otro igual? Inténtelo y telegrafíe" (Cartas a Galdós, 8 ROBERT RICARD pág. 105). Confieso mi ignorancia respecto a Jirnénez Delgado, pe-ro su persona no tiene la menor importancia en el caso presente. El texto muestra que no es Pereda quien había contado la anéc-dota a Galdós, sino Galdós a Pereda, seguramente en son de broma. Quizás sepamos un día cómo llegó a sus oídos. Pero el testimonio de Pereda demuestra que no la ha%ia inventado. Debió de hacerle mucha gracia, pues, más tarde, la hará ocupar en Niau un lugar que no era estrictamente necesario. Las cartas de NAVARRLOE DEsMA 11, menos numerosas y, quizás, de menor interés general y personal, posiblemente nos proporcio-nan más noticias que las de Pereda acerca de los procedimientos de trabajo de Galdós. Navarro Ledesma es también un generoso informador, al que Galdos está interrogando continuamente. Ea correspondencia con el autor de los Episodios publicada por doiia Soiedacb Ortega va de í89l a í905; la prematura y súbita rriuerte de Navarro Ledesma, acaecida el 21 de septiembre de 1905, la in-terrumpe brutalmente. Durante el periodo que va de 1891 a 1905 el corresponsal de Galdós ejercía el cargo de director del BIuseo arqueológico de Toledo, su ciudad natal. No podemos precisar du-h Ya se sabe que Galdós consa,g.ó un artículo necrológico a Navarro Ledesma, reproducido en el vol. VI de las Ediciones &pilar, ed cit , páginas 1.411-1.414. Nos da varios fragmentos (p. 1.413 b) de la Última carta de su amigo, del 20 de agosto de 1905. que se encuentra reproducida en las Cartas a GaWs @. 352-353). Se puede pensar que tenía el texto a la vista pero, sin embargo, se encuentran algunas variantes. Hablando de las proyecciones que dehn acompañar una conferencia, el texto de las Cartas a Galaós dice: "meter las cosas por los ojos a las gentes", y Gald6s escnbe, si la edición es fiel a sus palabras: "meter las ideas a las gentes por los ojos". Un poco más lejos añade el adverbio 61másn (delante de "progresivo"), En fin, Navarro Ledesma escribe en las Cartas a Gaüiós: "Si tuviera salud y no me obligara la precisidn de escribir cuatro o cinco estup~decesd iarias ", y Galdós suaviza estas palabras, por razones fáciles de adivinar: "cuatro o cinco artículos diarios". Este cotejo muestra que el texto de las Cartas a Galdós debe de ser el auténtico. Sobre Navarro Ledesma, véase otro testimonio de Galdós en las Memorias üe un d e smemo r ~ oe, n las Obras completas, vol V I , pági-na 1689 a. Un pequeño detalle: por costumbre, que se ha convertdo en norma, üecimos Navarro Leüesma, pero cuando este firma con sus dos apelhdos, ge-neralmente pone Navarro y Ledesma. 170 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A GAlrDOS Y CARTAS DE G ~ O S 9 rante cuántos años desempeñó esas funciones. Empiezan sus car-tas por la época en que Gald6s publicaba Angel Guerra, cuyas tres partes están respectivamente fechadas en abril de 1890, en diciem-bre de 1890 y en mayo de 1891. La primera carta de Navarro La-desma es del 13 de enero de 1891 ; en consecuencia, sólo pudo apor-tar su colaboración de "toledólogo", como dice (Cartas a Galdós, página 299), para la tercera y última parte de la novela. Pero ya en esa primera carta se ponía a disposición de Galdós con la mayor generosidad y abnegación, de forma que, si su colaboración llego algo tarde, fue abundante y precisa. A partir del 17 de enero de 1891 le envía a Galdós, en respuesta a sus preguntas, más de dos largas páginas llenas de informaciones sobre Toledo y su regi6n y, más especialmente, sobre el traje tradicional de los "bargueños" y sobre los "cigarrales" IZ. Varias de estas noticias, tanto las im- --..A-- J.,.- la- 2- :-&--A- E-.---- .-4.:1:--.3-- --.. ri.-.ldA.-. PUL b a u e x a GUIIIU I ~ZBU G ILLGIIWL LIILGLGD, LU~;LUII U L I I I L ~ ~ U ~PUDL u a l u u a en la tercera parte de Angel Guerra. Por ejemplo, en el capítulo 15, párrafo 7, al hablar de los "cigarrales" escribe: "...la dulce melan-colía del paisaje rocoso salpicado de olivos. LOS almendros y al- '12 Esta extensa carta de Navarro Ledesma, del 17 de enero de 1891, re-producrda en las págs 300-304 de las Cartas a CaZdÓs, contiene un pequeño error que no se refiere a Toledo, sino a Angel Guerra. Nos habla del "padre de Leré" (p. 300) cuando, en realidad, hubiera tenido que decir "padrastro". Le indica también a Galdós que hay que escribir " ~ a r ~ a sc"o,n una B inicial Ahora bien, esa es la ortografía que aparece en la edición de la Colección Austral (núm. 1.031), por otra parte, muy incorrecta, y en la de las Edicio-nes Aguilar (las dos ediciones d~i e r e ne n la numeracibn de los capítulos). Es posible que la primera edici6.n de Angel Werra, que no he ,podido consultar, llevara la grafía Vargas, que tambidn se empleaba (cf. Noel Salomon, La campagne de Nouve& Castzlle & la fin du XVZ si&cle, París, 1964, páginas 58, 78 y 259). A esas cartas de princupiios de 1891 se refiere Galdós en su a n e o g x a a ~ h N~marew L edemz (V~IFP pkg. l.4lq 1). Es curioso que Navarro Ledesma no aparezca entre las páginas consagradas a Ga1dó.s por Marañón (EZogw y nostalgia de Toledo, Madrid, 1951, páginas 141-177), quien se l im~taa mencionar a su tío (págs 164 y 166). Sin embargo, Maranón habla (pkgs. 167-169) de Mariano, el campanero sordo de la cate-dral, y de su perro, a los que Galdós saca a escena en Angel &erra (111, ca-pítulo 35, párrafos 4; 5 y 6) y que volv~mos a encontrar en lina carta de Navarro Ledesma fechada en Toledo, el 3 de marzo de 1895 (Cartas a Galdós, páginas 325-326.) 10 ROBERT rZICARD baricoqueros hallábanse ya cuajados de flores. .." ¿No encontra-mos aquí un recuerdo de lo que Navarro Ledesma la indicaba en la carta del 17 de enero de 1891?: "O;livos y albaricoques están mezclados y son casi los únicos árboles que hay; almendros tam-bién hay muchos ... Los almendros empiezan a florecer de media-dos a últimos de febrero según la crudeza del tiempo y los alba-ricoques quince o veinte días después de los almendros" (Cartas a G W s , págs. 302-303). Sin embargo, Galdós no parece haber utilizado los detalles, muy precisos, que le daba Navarro Ledesma sobre el traje de los habitantes de Eargas. La descripción casi mi-nuciosa que hace su corresponsal de los "bargueños" (pág. 302) se encuentra reducida, en la novela, a una línea (3" parte, cap. 19, B párrafo 1) : "un soberbio vestido de bargueña, de lo más fino, con N todos sus arrequives y faralaes" (las dos últimas palabras, que no E O emplea Navarro Ledesma, resumen los numerosos detalles que és- n-- te le había comunicado). En cuanto a la descripción del traje mas- m O E culino, Galdós la abandona pura y simplemente, por lo menos en E 2 la forma que le facilita la carta de Navarro Ledesma. En efecto, en -E la segunda parte de la novela, fechada en diciembre de 1890 y, por 3 lo tanto, anterior a la carta de su corresponsal, encontramos, de -- 0 mano de Galdós, expresiones que hacen pensar en Ias que contie- m E ne la carta. Comparemos los dos párrafos, sin perder de vista que O el de Navarro Ledesma no puede ser, en principio, la "fuente" del n de Galdós: -E a Cartas a GaZdÓs, pág. 302. "El t r a ~ ede los bargueños, como los nl de todos 10s pueblos, ha perdido casi todo su carácter local: antes n n se componía de un pantalón largo, chaleco abierto y chaqueta cor- 3 ta, todo de pana fuerte azul, labrada a rayas, con los botones de O plata o de imitación; alpargatas abiertas y media azul; faja negra de lana y sombrero do velildillo, de 111 ancha; capa Ln---~- r d +J~ r -n. - n-capote, que es lo que se usa ordinariamente. Hoy día lo Único que se conserva casi invariablemente es el pantalón de pana azul, de trampa, no de compromiso, alpargata, faja y sombrero." Angel Guerra, 11, cap. 10, párrafo 6 : " en~utosti pos vestidos nañn nardn pzEt2j& cnr t~d e tmm-pa, S ^ ~ ~ ~ P ; F&. G ~ ~ ~ hJ d i b Y---- r----7 medias azules, otros de capote y gorra de piel ..." 172 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A GDQS Y CARTAS DE GALDOS 11 Ibidem, párrafo 8. "Vestía elegantísimo traje de pana rayada negra, pantalón corto, polainas de cuero, sombrero de velludo, o livianillo de castor, según los casos... capa ordinaria de paño de Béjar ..." Se pueden comprobar fácilmente las variantes, pero también los puntos comunes. La cronología, no nos permite explicarlos. Pe-ro podemos suponer, con muchos visos de probabilidad, que hubo entre Galdós y Navarro Ledesma conversaciones anteriores a la carta del 17 de enero de 1891, aunque pueda parecer frágil tal suposición por el hecho de que Navarro Ledesma no hace la menor alusión a esas conversaciones. Pero, si la segunda parte de Angel Guma estaba terminada en diciembre de 1890, no podía estar im-presa y circulando al mes siguiente. Nada se opone, creemos, a que Galdós haya utilizado en las galeradas las noticias que le su-ministra Navarro Ledesma. De todas formas, nos es forzoso reco-nocer que las semejanzas entre los dos textos no son absolutamen-te decisivas y pueden explicarse sin recurrir a estas hipótesis: al hablar de las mismas cosas es lógico que los dos escritores hayan utilizado las mismas palabras y las mismas expresiones. No dejará de sorprender que, durante el verano de 190;1, Na-varro Ledesma comunique a Galdós un cierto número de infoma-ciones sobre el teatro pastoral y mitol6gico. Pero nuestro asombro será menor si tenemos en cuenta que Galdós estaba preparando por entonces su drama Alma y Vida, que fue luego representado en Ma-drid, en el Teatro Español, el 9 de abril de 1902. El segundo acto del drama se titula La pastweia, y se supone que los personajes representan una comedia pastoril. Galdós, en el importante prólo-go que pone al frente de su obra 13, evocay sin nombrarlo, a Na-varro Ledesma y su colalbración: 'LAusente a la sazón de Madrid -escribe [seguramente estaba entonces en Santanderl-, un ami-go mío muy querido me proporcionó los antecedentes de esta clase de funciones señoriales ... A la vista tuve distintas pastorelas, al-guna traducida del propio Gesner por don Ramón de la Cruz; otra de Metastasio, refundida por mano desconocida ..." 14. Tales indi- 13 Véase la nota de William H. Shoemaker, Los pr6Zogos de GaMós, M& xico, 1962, núm. 7, pág. 24. 14 Obras cowletas, vol. VI, pág. 908. 12 ROBERT RICARD caciones, relativas al segundo acto de Alma y Vida, se encuentran, en mayor o menor proporción, en las cartas de Navarro Ledesma fechadas, respectivamente, el 8 y el 13 de agosto de 1901 (Cartas a Galcih, págs. 341-343). be señala a Galdós dos títulos entresa-cados de los manuscritos de la Biblioteca Nacional de Madrid: Evandro y Alcimna, "pastorela" sacada de las obras de Gessner, y Competencias de amistud, amor, furor y piedad, ''comedia he-roica y pastoral" sacada de una ópera de Metastasio. Pero cuando Navarro hdesma habla de una posible adaptación de Ramón de la Cruz se refiere a esta última obra 15. Para quien desee más pre-cisiones me tomo la libertad de remitirle a la colección de cartas publicadas por doña Soledad Ortega, puesto que no se impone en estos momentos un cotejo de textos. NB Antes de abandonar a Navarro Ledesma subrayemos el inte- E rés de dos breves esquelas de esa correspondencia, relacionadas O n ecln dm de los ~p-&j&ios xm$o.miea de la serie, fiiia y&- - =m O tuuen y Carlos Trl en la Rápita. La primera, del 13 de diciembre EE de 1904, le anuncia a Galdós el envío de una traducción española SE del Corán (Cartm a Galdós, pág. 346). Esto nos hace recordar que, = efectivamente, ese libro fue un material utilísimo para Galdós, 3 primero en Aita Tettauen y, más tarde, en Carlos Vd, puesto que el - - 0m 11 de febrero de 1905 le decía, en una carta, a Ricardo Ruiz Orsatti : E "E1 libro que me ha sido utilíslm~, proporcionándome no pocas O notas de carácter religioso, algunas con cierta inflexión cómica y n E pintoresca, ha sido el bendito Korán. Es libro interesantísimo y de - a él be de sacar mucho partido en el tomo siguiente" ' 6 . Galdós no nl compartía, pues, la opinión de Navarro Ledesma, quien le decía con n 0 toda crudeza: "Es un libro que he usado bastante para combatir 3 O 15 Possblemente sobre este punto quien tiene razón es Navarro Ledes-ma, pues el señor José. Luis Cano, en su artículo sobre Gessner en España ("Revue de iitterature comparée", 35eme annee, i981, p&gs. 40-80) no señala cinguna traducción o adaptación de Gessner hecha por Ramón de la Cruz. 16 Ya he reproducido este párrafo en mi Note sur la geraese de ZJAzta Tettauen de Galdós (cf. "Bulletin Hispanique", XXXVII, 1935, pág. 476, y "Etudes hrspano-africaines", Tetuán, 1956, pág. 160). Si no nos equivocamos, no figura traduccibn ninguna del Corán, en una lengua occidental, en el Útil, inc6miio, ca*aogo ++ L-arI & E. ~UoUUI l Bei'k lLd, j=& bilb;.hieCUd,e Bentto P&ex Ga7&5s, "El Museo Canario", 1951. 174 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A G D O S Y CARTAS DE GALDOS 13 el insomnio. Swve para eso mejor que la Biblia y que el sulfonal". Galdós, naturalmente, veía las cosas de otra manera. La segunda esquela está fechada el 25 de mayo de 1905 (Cartas a Galdós, pa-gina 348). Navarro Ledesma, que habrá de morir, de repente, po-cos meses más tarde, le dice a Galdós que el general Ezpeleta le espera al día siguiente para enseñarle diversos documentos, que pone a su disposición, y sobre todo unas cartas del general Ortega, jefe del pronunciamiento carlista que se narra en Carlos VI en la Rápita. A nuestro parecer, la lectura del Episodio no permite de-cidir hasta qué punto llegó Galdós a utilizar esa correspondencia. Pero, una vez más, vemos el empeño que ponía en informarse con exactitud. Podríamos decir que las cartas de Pereda son las de un amigo íntimo que habla con él, en toda confianza, sin orden ni concierto, y las de Navarro Ledesma las de un auxiliar, un discípulo y un mformador que trata, sobre 'codo, de serle útil. Pues bien: las cartas de CLARIN son las de un crítico y, por esa misma razh, nos dan más noticias sobre él mismo que sobre Gal-dós. En esto consiste, principalmente, su interés. Cuando habla de las novelas de Galdós, Clarín juzga, condena o alaba -en general, se trata de alabanzas y, a menudo, entusiastas-, pero pocas ve-ces analiza y, de todas formas, no trata en ellas de proporcionar informaciones a Galdós que, por su parte, nada le pedía. Por lo tanto, poco podemos obtener desde este punto de vista. Se pueden espigar, aquí y allá, algunos detalles curiosos. Por ejemplo, la dis-tracción de Galdós, que, en Lo prohibido, le da 31 días al mes de junio 17. Pero entre el sinfín de apreciaciones que hace Clarín sobre las novelas de Galdós, merece la pena subrayar, creemos, lo que escribe desde Oviedo el 8 de abril de 1884: "También desearía que ensayara V. una vez, en una novela fuerte, como Tormento o La desheredada, la impersonalidad que exageró Flaubert y de que Zo- 17 Cartas a Galdós, pág. 231. Cuando hice menci6n de este ligero error (GaZEós et ses romam, París, 1961, pág. 78; reproducido de las Lang?&es néo- Zatines, París, nam. 155, diciembre 1960, ,@g. 6), ignoraba la carta de Clarín De vez en cuando, Gald6s tenía distracciones de este tipo; son pocas y no pre-sentan ningún inter6s literano. 14 ROEERT RICARD la usó muy bien. Vería Vd. qué buen efecto. Por supuesto que el diablo del castellano le opondrá dificultades enormes" (Cartm a GaZdds, pág. 218). Dejo a los críticos españoles el problema de de-terminar de dónde podrían originarse esas enormes dificultades, pero el párrafo merece notarse porque parece expresar la misma idea que hay en la carta, un poco enigmática, de Azorín a doña So-ledad Ortega con motivo del volumen recién publicado por ella: "A mi ver, Galdós es un laboriorísimo creador sin unción creadora. Le falta Zejania espiritual" la. La primera de estas frases me pare-ce poco clara, pero se explica, según nuestra opinión, por la se-gunda, que lo es mucho más. La "lejanía espiritual" de Azorín es, quizás, poco más o menos, lo mismo que la "impersonalidad" de Clarín. Por mi parte, ya he tenido ocasión de contraponer la "im- B N personalidad" de Flaubert a la actitud de Galdós 19. Flaubert ma- E nifiesta indiferencia, e incluso hostilidad, respecto a los persona- O - jes que crea. Zda no parece ir mas aiiá de la indiferencia y, yüi& - =m O por eso, Clarín considera su impersonalidad menos "exagerada" EE que la de Flaubert. Galdós, al contrario, se encariña con sus per- S E sonajes, se interesa por ellos y se identifica a ellos, vive, piensa, = ama, sufre e incluso muere con ellos, y tienen que llegar a caer en 3 un envilecimiento irremediable para que se resigne a abandonarlos - - 0m en medio de sus crímenes y de su perdición; ni siquiera se decide E a condenar por completo al usurero Torquemada. ¿Tenía razón O Clarín al desear que renunciara a esa actitud, estética y moral a - la vez? ¿Tenía razón Azorín al reprocharle esa ausencia de "leja- E a-nía espiritual" ? No lo creemos. A - En primer lugar, tal actitud constituía algo tan profunda- - 0 mente arraigado en el temperamento de Galdós que hubiera sido 3 O incapaz de comportarse de otra forma. Y si, por casualidad, hu-biera intentado poner en práctica el consejo de Clarín, estamos convencidos de qUe hüUiera- e a c r i t~m alas mve!as. E! misme &=! 1s Esta carta de Azorín está publicada en el "Boletín editorial de la Revlsta de Occidente", marzo de 1965, pág 3 Las palabras "lejanía espiri-tual" están subrayadas por el autor 19 Cf. Galüós devant Flaubert et Alphonse Daudet, en Gald6s et ses ro-muns, 33-48 (repi-o&ciso & :a py,';&a. L=:T&;ns '&3 httres reme-nes", 1959, ;págs. 3-18). 176 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS dós insiste a menudo en sus obras sobre la importancia del res-peto a la naturaleza. Era lo bastante clarividente para no violentar la suya propia imponiéndole un esfuerzo y una tensión opuestos a sus tendencias más hondas: hubiera ido a desembocar en una de esas "falsificaciones" que, con tanta frecuencia, ha denunciado y lamentado en sus personajes, cuando intentan vivir de una mane-ra opuesta a su naturaleza auténtica, como Pedro Polo, que toma un camino para el que no estaba llamado y que se ve reducido a representar, de una manera indigna, la comedia del sacerdocio y de la predicación 20. ;Demos gracias a los dioses por no haber em-pujado a Galdós a escuchar el consejo de Clarín! 21. Cierto es que estas reflexiones no dan ninguna luz sobre lo que podríamos llamar el misterio de Galdós. P ese misterio es que Gal-dós llega raras veces a emocionar. Dickens, gran novelista, Alfon-so Daudet, novelista menor, me emocionan mucho y muchas veces. Iqo suceae lo mismo con Gaiüós, io que viene a contradecir io que decíamos hace un momento. Se me pondrá como reparo, sin duda, el hecho de que se trata de reacciones estrictamente personales y subjetivas. Pero no creo que sea yo el Único en tener una reacción semejante22. Lo que si es seguro es que hay un misterio, en el propio sentido de esa palabra, que parece dificil descifrar. iPor qué Galdós, tan profundamente humano, no llega a emocionar al lector con más intensidad? Poco podemos resolver echando mano de generalidades nebulosas y fáciles sobre el temperamento espa-a0 Cf. Ricard, Aspects cie Galdós, págs. 54-56. 21 Cif. sobre este punto lo que ha escrito Jaime Torres Bodet (Tres znvelz-tores de realadad, México, 1955, pág. 222) citando al mismo Galdós: "la im-personalidad del autor, preconizada por algunos como sistema artístico, no es más que un vano emblema de banderas literarias, que si ondean tnunfan-tes es por la vigorosa personalidad de los capitanes que en sus manos las llevan". Esta frase procede del prólogo de El abuelo (1897). A continuaci6n, To-rres Bodet subraya que, en ese mismo prólogo, Galdós insiste sobre la pre-sencia constante del autor en su obra, sea esta la que sea 22 Ofrecemos aquí otros testimonios, muy drversos, y que proceden todos de admiradores de Galdós: "Galdos no llega nunca a la emoción intensa de las atormentadas pregun-tas de Dostoievsky ... Nuestro espahol es m6-s serenow (Salvador de Madaria-ga, De Galaós a Lorca, Buenos Aires (19601, pág. 99); "Se trata, en lo que Núm 11 (1965) 177 16 ROBERT RICARD Gol, evocando esa mezcla desconcertante de dureza y de cordlali-dad que a veces cree discernir el extranjero, con razón o sin ella, en los españoles con los que se tropieza o tiene relación. Esas in-terpretaciones no llevan raiuy lejos. Lo que yo llamo el "misterio de Galdós" es tan sólo un aspecto de ese gran misterio que cons-tituye siempre una persona y, sobre todo, una persona genial. Nos vemos obligados a hacer esta humilde constatación y a reconocer nuestra incapacidad. En las cartas publicadas por doña Soledad Ortega figura, con fecha del 18 de julio de 1884 y en las páginas 93-94, una breve esquela de Pereda en la que éste dice a Galdós: "¿Recibió V. los libros de C ~ RSé? qu e se los envió el día de mi salida de Barce-lona. I Q-& excelente sujeto e! : !"= E.n esta intep~.nr.iÓdne Pereda 2" se encuentrz el origen de una amistad literaria que iba a durar hasta 1915 y que posiblemente duró hasta el momento de la muer-te de Galdós, a principios de 1920. Gracias a la diligencia del exce-lente "galdosista" norteamericano, el profesor W. 3. Shoemaker, poseemos hoy el testimonio de esa amistad : una serie de cartas en-tre Galdós y el novelista catalán Narciso Oller (1846-1930) y que concierne a Pérez GaldBs, de una bondad austera, profunda, firme, y a veces brusca, "hombría de bien", según dicen las más humildes gentes de Espafía; bondad desprovista de sensiblerías, molicies y Iloriqueos ..." (Torres EWdet, Tres znvsntores de realidad, pág. 206); "Del otro acontecirmento habla re-petidamente el mismo Galdós con desacostumbrada emocz6n " (Hinterhhser, Los Epwod%os nacionales, pág. 29, n 1) Subrayamos las últimas palabras de Hinterhahser. 23 Pereda hizo el mismo papel de intermediario entre Oller y Menéndez Pelayo. El 3 de noviembre de 1884 le escrnbía a este último "Probablemente te enviar&, por consejo mío, todas sus obras el catala-msta Oller .. buena ocasiBn para decir algo del novelista Oller, por cuyas obras tengo verdadera pasión, y cuya persona vale todavía más que sus obras". El 5 de diciembre del mismo año vuelve a insistir: "Según me dice Oller, ya te envió sus libros . Merece tu estimación un escritor tan excelen-te" (Epzstolarw de Sereda y Menéndex Pelayo, ed María Fernanda de Pereda y Torres Queve& y Enrique SAiiciiez Eeyes, SariLaiiJlei-, íYS, iifiilis 56-57, páginas 84-86.) i78 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS va desde el 20 de mayo de 1884 al 23 de marzo de 1915 24. Cronoló-gicamente, no creo que exista en la correspondencia de Galdós una serie de cartas que se extienda a lo largo de un periodo de tiempo de comparable duración. Probablemente no representa la totalidad de las cartas que fueron, en realidad, escritas, pero ya en la pri-mera, la del 20 de mayo de 1884, encontramos ecos de la interven-ción de Pereda: Oller se ampara en la recomendación del escritor montañés y le anuncia a Galdós el envío de sus obras. Y así nació entre los dos escritores una amistad viva y sincera, unida a una gran admiración mutua. Unicamente existía un irremediable desacuerdo : acerca de la lengua empleada por Oller. Galdós no podía admitir que su amlgo escribiera en caW~án, a lo que replicaba Biler diciendo que no sen-tía la menor hostilidad en contra del castellano, pero que era in-capaz de hacer una obra literaria en una lengua diferente a la suya, que su lengua era el catalán y que no podia hacer otra cosa 2< Fá-cil es comprender que no queramos intervenir en esta querella de familia, que nunca perdió entre los dos novelistas su carácter amis-toso. Señalemos, tan sólo, que por encima y más allá de efímeros particularismos, el desacuerdo plantea un problema permanente, de orden estético y psicológico a la vez, es decir, el problema de la lengua del escritor, el problema de saber si se puede ser al mismo 24 W. H Shoemaker, Ulza amistad Zztsrarm. la correspondencia epzsto- Zar entre Galdós y Narczso OZkr, en "Boletín de la R. Academia de Buenas Letras" (Barcelona), núm. 30, 1963-1964, págs. 247-306 Señalamos al rnismo tiempo la paginación de la separata y la del fascículo. 25 En realidad, había empezado a escriibir en castellano y sólo despuds se puso a escribir en catalán; cf. Sergi Beser, Narcis Olter, La societat cata- Zam üe Za Restauracd, Barcelona (1965), pág. 6, el señor Beser cita un párrafo de las Memorms de Oller que se debe relacionar con lo que le escribe a Galdós. "Vaig veure ñnalment clar que entre l'escriptor i la seva lbngua nadiua hi ha un nexe tan estret que no té substitució possible". En el catá-logo de Ghonon Berkowitz (La biblioteca, pág 16, núms. 2 395-2.41)s) figuran mete obras de Oller. Pero no se pueden sacar conclusiones decisivas. De estas siete abras, tres están sin cortar, y entre ellas los tres vol-úmenes de La febre ¿Por (1890-1892), que son, sin embargo, envío del propio autor. Por otra parte se nota la ausencia de ViZamiu (18&5), que Galü6s había leMo seguramente, como lo demuestra su correspondencia con Oller. 18 ROBERT RICARD tiempo escrntor en dos o varios ldiomas, o si el escritor no posee realmente más que una sola lengua. Sobre esta cuestión dos cas-tellanos viejos como Pereda y Menéndez Pelayo -¿quién lo hu-biera creído?- tenían una actitud menos intransigente y más comprensiva que Galdós. En lo que a don Marcelino se refiere, su posición es de sobra conocida y sólo cito aquí su nombre como re-cuerdo de su amistad con Galdjs y con Pereda. En cuanto a Pe-reda, veamos lo que escribe a Galdós el 16 de diciembre de 1884, y precisamente a propósito de Oller: "Contaba yo con que los libros de Oller habían de gustarle mucho y me alegro de que haya dado usted a su autor un buen rato diciéndoselo así. En cuanto a que se venga con nosotros un adalid de tanto brío, no lo espere V. por-que es imposible [este párrafo muestra que Galdós había plantea-do ya a Pereda el problema que con tanta frecuencia le preocupa en su correspondencia con Oller]. Los escritores catalanes piensan en catalán, hablan en catalán y viven en una sociedad que no ha-bla otra lengua en familia. Por consiguiente el idioma catalán es el jugo de su literatura [es precisamente 10 que viene a decir el mismo Oller], y escribiendo en castellano Oller, Vilanova, Ber-trand, y tantos otros serían, a todo tirar, los Fanstenrat (sic) (no conozco la ortografía alemana de este palabra) de Cataluña ..." (Cartas a Galdós, pág. 95). Tampoco hay que exagerar demasiado la intransigencia de Galdós. El problema que planteaba de una forma apasionada era, sobre todo, un problema literario. Era al mismo tiempo una preocupación de amgo : lamentaba que un hom-bre del talento de Oller restringiera su público y su éxito al em-plear el catalán. Pero no iba más lejos porque, el 21 de febrero de 1886, no vacila en declararle: "Creo a esa región (Cataluña) un. contrapeso indispensable en la vida española, un elemento del cual nos es imposible prescindir. Si creo que Cataluña muere separada de Castilla, creo también que Castilla viviría muy mal sin ¿'ata-luña ..." (págs. 28-274). Nos queda por saber si Oller era tan incapaz, como decía, de escribir en castellano. Sus cartas, de una prosa de gran soltura y llenas de vida, no dan la impresión de que lo manejaba como len-gua aprendida y "postiza". Lo mismo sucede con ias páginas en castellano que, en algunas ocasiones, aparecen en su obra. Al con- 180 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A GALDOS Y CARTAS DE GALDÓS 19 trario, dan la impresión de que pensaba con la misma facilidad y la misma claridad en castellano que en catalán. Y Galdós, mucho mejor juez que nosotros, como es evidente, no había dejado de darse cuenta. El 30. de enero de 1885, sobre la espinosa cuestión del castellano y del catalán, oponía a Oller contra Oller dicien-do: "Su carta misma, que es un buen modelo de castellano cpis-tolar, le da a V. un mentís . ." (págs. 24-270). Sin embargo, el argumento no es irrefutable, porque una carta no es una novela. Precisamente es lo que le respondía Oller el 4 de febrero de 1885: "...no basta conocer un poco la gramática y el diccionario caste-llano para que yo desde aquí [y son estas las dos palabras impor-tantes] escriba mis novelas en la hermosa lengua de Vds." (pági-nas 24-270). Y hasta cierto punto el mismo Galdós llegaba a re-conocerlo, pues era lo bastante lúcido para no olvidar la diferen-cia. de géneros cuando le decía : ''2 No escribió Milá y Fontanals en nuestra lengua? Me dirá V. que las obras de crítica son otra cosa ..." (21 de febrero de 1886; págs. 27-273). De todas formas no era más que una concesión fugitiva y, al fin y al cabo, no capitulaba: "En fin, que no me convence V." (págs. 28-274). Pero vemos que, a pesar de todo, no podía decidirse ante dos ideas opuestas, como le sucedió a lo largo de toda su vida, al contrario de Pereda. Recor-demos la famosa frase de su discurso de recvpción a Pereda en la. Academia Española, el día 21 de febrero de 1897, y que se puede aplicar no sólo a las cuestiones religiosas sino a otras muchas: "Pereda no duda; yo sí". Porque después de proclamar, casi con la violencia de un desafío, el "En fin, que no me convence V.", vemos que, ya el 18 de julio siguiente, le escribe a Oller : "Le diré con toda sinceridad que hay phginas en Vilaniu que de tal modo funden en el catalán que seguramente perderían en castellano. Todo lo que es popuiar y caracterisiico perdería algo eri iiu&ix lengua . .". Sin embargo, indeciso, como siempre lo fue, se arrepiente en seguida: "pero hay cosas que seguramente ganarían ..." Y al final, cansado seguramente de aquel combate que lo era tanto contra Oller como contra sí mismo y temiendo, por otra parte, herir a su correspon-sal, se para bruscamente y no va más iejos : "Pero me caiio" (pági-nas 33-279). 20 ROBERT RICARD El problema de la lengua catalana constituye, como hemos po-dido ver, el problema central de esa correspondencia, pero puede pensarse que se tocan en élla otros muchos temas. No podemos aquí referirnos a todos. Nos limitaremos, corno hemos hecho an-tes, a mencionar algunos. Sobre todo, señalaremos que también cksempeña Oller el papel de informador que desempeñaron con frecuencra los amigos de Galdós. Galdós hizo representar, casi si-multáneamente, el drama sacado de La Zoca de Za ccaa (ei 16 de enero de 1893) y el drama sacado de Gerona (el 3 de febrero del mismo año). La loca de la casa, en su forma de novela dialogada, es, por otra parte, poco anterior, pues está fechada en octubre de 1892. Como ya sabemos, la acción de esta novela se desarrolla en Barcelona, de manera que ambas obras transportaban a Galdós a NB &taluña. Era para él terreno no muy familiar. Pidió ayuda a Oller y desde Santander, el día 17 de junio de 1892, le informó que es- o - taba escribiendo "una obra dramática" cuya acciGn había situado -- m O en Earceiona, porque necesitaba "una localidad en que hubiera at- EE mósfera industrial y comercial". Ya que conocia mal la sociedad 2 E de Barcelona, "la aristocracia comercial", según precisaba, le - anuncia a Oller "muchas y muy enfadosas preguntas acerca de 3 detalles locales, fabriles y demás" (págs. 47-293). De hecho, no - - 0 m llegó a hacer preguntas y todo se terminó en humo de pajas. Gal- E dós, que siempre trabajaba de una manera apresurada, ni siquie- o ra le envió las cuestiones, y el 30 de diciembre de 1892 le escribió n E a Oller para disculparse y decirle que renunciaba: La Zoca de 3a - a casa estaba ya ensayándose y se iba a estrenar diez o doce días 2 n más tarde. Añadía de manera muy significativa: "Ya no hay tiem- n po de andar en refinamientos de detalles, que por otra parte no O3 serían bien apreciados por el público" (págs. 51-297). Pero no por eso prescindia de los servicios de Oller. Le anun-ciaba a! mismo tiempo que ya habiaii empezado los ensaycis de :a obra sacada de Gerom y continuaba, subrayando las primeras pa-labras : "Necesito tener mpi dentro de breves dias la música de la Sardana ; pero es (¿de ?) la sardana clásica, nativa, la auténtica, la puramente catalana y montañesa tal como se toca, se canta y se L-21 en el Aiiip~rdkil o (pa!aUm i!egib!e) UmUe sea" @id.). y aún pedía otras noticias precisas sobre la sardana. Le preguntaba 182 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS especialmente si se podría hacer bailar la sardana al son de una viola tocada por un fraiZe y si no era esto un "desatino". Poco después, en fecha no precisada, pero que andará entre el 30 de diciembre de 1892 y el 4 de enero de 1893, le enviaba a Oller, para que se lo revisara y corrigiera, el texto de la canci6n "Digasme tu Girona", etc., que no se acordaba de dónde la haKia sacado 26. Oller hizo todo lo que pudo y más. Pedrell, aunque no se lo habia pedido, compuso para Galdós una sardana ad hoc. A Oller no le gustaba demasiado, porque le daba la impresión de que no coincidía exactamentet con los deseos de su amigo. Pero el autor de Gerona se mostró, al contrario, muy satisfecho: "La sardana del maestro Pedrell hermosa ... fue quizás el único éxito de aquella desgraciada Gerolza de la cual no quiero acordarme" (carta de Santander, del 15 de marzo de 31893; págs. 54300). Como ya se sabe, la rePiieserltación (je &i;Ví¿Li frie -un fracaso coqletG ípe afectó profundamente a Galdós. La correspondencia de los dos novelistas menciona también con frecuencia, durante el año 1892, una tercera obra dramática de Galdós: la versión teatral de la novela dialogada Redidd. Mario y su compañía representaron esa versión en Barceiona, ei 7 de ju-lio de 1892, se'gún nos lo confirma una carta del actor a Galdós, que podemos encontrar en la colección de doña Soledad Ortega (pá-gmas 360-61). Los circunloquios del actor en la carta que escribe a Galdós con ese motivo podrían hacer sospechar que el éxito no fue tan sonado como dice, pero Oller, cuyo testimonio es por fuer-za más desinteresado, se expresa sin la menor ambigüedad. Sin duda, no deja de criticar la interpretación, que le parece detesta-ble, a pesar de que María Guerrero hacia el papel femenino prin- 26 Para la fecha de esta carta, d. la nota de Shoemaker, pkgs. 52-298, nota 1. Sobe las dos versiones de La Zoca de Zo casa, cf. Angel del Río, Estudtos galdosianos, Zaragoza, 1953, pág. 42, n 1 Para los pArrafos de Gerolza (episodio y obra teatral) de que hablamos aquí, véase las Obras com-pletas de Agufar, vol 1, Madnd, 1950, $gs. 76'5-766 y 791-792, y vol. VI, pá-ginas 615-616. GaldGs ha añadldo a la obra teatral el personaje de Fr Va-lentin Pujol, que no figura en el ~ t s o d z u .S obre el fracaso de Gerona, cf. H Chonon Berkowitz, Pdrez Galüós Spanash Liberal Crusader, University of Wisconsin Press, Madisan, 1948, pág. 264 y 282. 22 R08ERT RICARD cipal; en lo demás su carta corrobora por entero la de Mario 27. La cábala que temía Galdós (carta de Santander, del 17 de junio de 1892; págs. 47-293) o no dio señales de vida o había fracasado. Oller no se limita a proclamar el éxito de la representación, ni a subrayar la mediocridad de los intérpretes; se arriesga también a hacer consideraciones literarias y no teme declararle a Galdós que, a su ver, el acto quinto está de sobra y que debilita, además, de una manera un poco torpe, la tensión dramática de la obra. No hace olxervaciones sobre la calidad del diálogo y podemos preguntarnos por qué no hace alusión a Ana Karenina, de Tolstoi, que pudiera muy bien haber inspirado a Galdós ese estilo de con-versaciún de salón que es uno de los rasgos características de Rea-lidad. Se me dirá, naturaImente, que nadie puede llegar a decirlo B todo en una carta, incluso extensa, y la de Oller es relativamente E O poco larga. Si llegamos a plantearnos este problema es p- orque en n-- m una carta anterior, fechada el 4 de febrero de 1885, escrita por el O E traductor ruso Isaac Paulowsky, y adjunta a una carta de Oller E 2 del mismo día, este último le indica a Galdós que, a petición suya, E le han enviado desde París una novela de Tolstoi (págs. 24-270). 3 Se trata, con toda probabilidad, de una traducción francesa, pero - 0 ¿de qué novela? Poco más de dos años después, en una carta del m E 18 de abril de 1887, Oller habla con admiración de La guerra y Za O paz; le propone esa novela como ejemplo a Galdós, quien conside- 5 n raba demasiado largos los cuatro volúmenes de Portunata y Jacinta E a (págs. 37-283; carta de Galdós, fechada en Madrid, del 9 de abril n de 1887, págs. 36-282). Por la misma época -para ser más exac- n n tos, el 10 de abril de 1887- vemos a Clarín, lleno de entusiasmo, 3 O aconsejar también a Galdós la lectura de La g w a y la paz (Car-tas a GaldÓs, pág. 240). Lo cierto es que una traducción de la cé-iebre novela, publicada en la&, en tres vuEmenes, eii 1884, fi-gura en el catálogo de Chonon Berkovvitz entre los libros de Gal-dós **. ES probable que sea la "novela de Tolstoi", no precisada 27 5-iobre el éxito de Realidad en Barcelona, cf. Chonon Berkmtz, Pérex &E&, zr-2%. 28 La biblioteca, núm. 3.051-3 053, pág. 198. 184 ANUABIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A G-S Y CARTAS DE GALDOS 23 antes, de que habla Paulmvsky. Pero si se quieren encontrar afi-nidades entre la obra maestra de Tolstoi y la producción galdosia-na, habria que orientarse más bien hacia los Episodios Nacionales que, por otra parte, son anteriores. Ana Kcerenina estaría máls cer-ca de las novelas cowtemporheas. Bien es verdad que esa novela no aparece en el catálogo de Chonon Berkowitz, pero si tenemos en cuenta que la primera versión, simplemente dialogada, de Eea-l& d es de 1889, es poco verosámil que Galdós haya ignorado por completo Ana Karenim, puldicada en 1817, ya que la gran corrien-te de interés hacia la literatura rusa se sitiia, en Espaiía, por los aiíos que preceden inmediatamente la novela dialogada de Galdós. Hace un momento rnencionK~amos el año 1887. h o r a bien, en 1885 la Condesa de Pardo Bazán, según nos dice ella misma, leyó por primera vez Crimen y castigo9 y ea 1887 pronunci6, en el Ate-neo de Madrid, la sei*je & coi-~ei~eiie+-&q -ue =fomiaroii luego & v0- lumen titulado La. revolución y la mvela en PZMa 29. Es invero-símil, repetimos, que GaIdós, que había asistido a las conferencias y que había hecho de ellas una recensión, haya ignorado Ana Ka-rina. Sabemos, por otra parte, gracias a otras noticias -en par-ticular, varias referencias de Hd.m (1885) y las declaraciones de 29 Vease La Eevozución y la novela en Rusm, Madnd, "El Libro para todos", 1961, pág 20. Respecto al naturalismo, es difícil no establecer una relación entre una frase de esta obra y un párrafo de Lo prohzbido. La Con-desa de Pardo B d ,a l hablar de ZoIa, dice "y así resultan cuadros como el de aquella casa de Pot-Bouille, que hay que cogerla con tenazas por no mancharse" (La RevoZuclón y la novela, pág 273-274). En la primera parte de Lo prohzózdo (18841, Galdós les hace decrr a sus personajes: <<..Seh a he-cho tan naturalista que a veces hay que coger con tenazas lo que dice . ' (Obras completas, vol IV, Madrid, 1954, pág. 1 733 a). Naturalmente, la ex-presión "coger con tenazas" es una metáfora banal, pero es curioso que uno y otro autor la empleen al referirse al naturalismo. Si hay una remniscen-cia, la cronologia demostraría que es la Pardo Bazán quien se acuerda de Galdós De todas formas, sería necesario ver si no emplea ya la expresión en La Cuestión paz'pztante, cuya primera edicih (1882-1883) es anterior a LO prohibdo Prololema es &te de no grin importmc:a y se i1?e permitir& nc examinarlo m& detalladamente, pues se trata de una cuesti6n marginal en relaci6n con los comentanos que hacemos en este momento 24 ROBERT RICARD Baroja- que los novelistas rusos interesaron mucho a Galdós 30. Se puede, en consecuencia, arriesgar la hipótesis de que los diá-logos de ReaZidkd le deban algo a los de Tolstoi. Entre las o'bservaciones críticas de Oller hay una que merece subrayarse, porque va en contra de la idea, demasiado difundida, de que Galdós escribía con descuido y no le preocupaba la cuestión del estilo 31. Llega, en efecto, a estimar que el estilo de Lo prohi-bido es "osado hasta llegar a veces a un gongorismo que, a mis ojos, lo malogra" (Carta de Puigcerdá, del 28 de julio de 1886; pá-ginas 35-281). Lo que quizás sorprenda wuí no son las reservas de Oller ante un estilo gongorino sino el término mismo de gon-gori8m. o. ;Podríamos decir que no está justificado, por lo menos si lo tomamos en un sentido amplio, que permita confundirlo con el de cultismo y de conceptismo? Hay, por ejemplo, hacia el final de Lo prohibido una "virtud fiambre" que evoca en nosotros el recuerdo de Quevedo: "en aquellos entusiasmos de mi virtud fiam-bre", escribe el protagonista cuando la enfermedad le obliga a la inmovilidad y a la renuncia. ¿No nos acerca esta expresi6n a las de Quevedo, "vida fiambre" y "doncella fiambre"? 32. Encontrare-mos ejemplos en otros libros más. Escojo, en EZ doctor Centeno, un párrafo cuyas Úitimas líneas hacen pensar también en el estilo de Quevedo. Júzguese: "Cuando las puertas callaban, cual si se durmieran, Felipe buscaba impresiones del mismo orden en las vidrieras. Eran éstas, como las ventanas, grandísimas, desvenci-jadas. Se componían de vidrios pequeños, verdosos, que retrasa-ban la luz y eran como aduaneros de ella, pues no le permitían pa- 30 Para Halma, véase la Tercera parte, cap. 2. Ei testimonio de Pío Ba-roja está reproducido por A. Snchez Barbudo en su artículo VuZgaridad y genzo de GaMós, en "Archivum" (Universidad de Oviedo), Vii, 1957, ~áginas 48-75: véase pág 70, n. 1 (al pie de la página 71) Sobre Galdós y las conferencias de la Pardo Bazán, cf. Carmen Bravo-Villasante, Vida y obra de EmzZia Par& Bu&, Madrid (19621, pág 148. n Véase por ejemplo Salvador de Madariaga, De CaZd6s a Lorca, pági-nas 94-97; contra, Ricardo Gullón, GuZdós novelista modemo, Madrid (196>0), paginas 233-245. 32 Vease AmédBe mas, Qzcevedo, Las Z&ecrdas de Plutów, ed. crítica y sin&ptica, Poitiers, s. f., págs. 104-109, y La carwature de la femme, du ma- &ge et de Pmozcr dans Z70ewvre de Quevedo, Paris, 1957, págs 62, 82 y 88 186 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A GAID6S Y CARTAS DE GALMS 25 sar sin cogerse una parte" (El dmtor Centeno, primera parte, ca-pítulo 2, párrafo 8). Vemos que Oller no se parece a esos jóvenes de los diálogos de Platón, que sólo están allí para aprobar o admirar a Sócrates y para empujarle a disertar, a sus anchas, sobre la bondad, la be-lleza, el amor y la virtud. No siempre aprueba lo que dice Galdós e incluso, dejando aparte la querella sobre el idioma, no siempre admira lo que hace. En 1886, lamenta que Galdós se haya hecho elegir o, mejor dicho, nombrar diputado; no cree que su amigo esté hecho para ese cargo y considera que el gran escritor se debe por entero a su arte, y se lo dice sin rodeos (carta de Barcelona, del 10 de julio de 1886; páginas 32-278). Galdós se molestó, quizás, un poco, porque le responde enseguida, desde Madrid, el 18 de julio; pero su justificación no deja de ser pertinente: "No se duela V. de verme d i p d a d ~-l e contesta-. Yo no m~rn i S& nunca poli-tico. He ido al Congreso porque me llevaron, y no me resistí a ello, porque deseaba ha tiempo vivamente conocer de cerca la vida política. Ya dentro del Congreso, cada día me alegro más de haber ido, porque, sin mezclarme en nada que sea política activa, voy comprendiendo que es imposible en absoluto conocer la vida nacional sin haber pasado por aquella casa. ;Lo que allí se aprende! i Lo que allí se ve! ;Qué escuela! En fin, no se duela V., si me quiere b4ien, de verme allí ..." {págs. 33-279). Fácil es imaginar cuánto y cuánto pudo aprender Galdós estudiando, desde dentro, el Congre-so tal y como era en su tiempo. Me figuro, entre otras cosas, que la asistencia a las sesiones vino a dar confirmación al empleo de dos procedimientos literarios suyos. Ha sido ya estudiado, sobre todo, el primero de éstos. Se trata de la "muletilla" y del "tópico" por una parte, y del discurso paródico, por otra 33. Aparecen los dos en la obra de Galdb antes de 1886. pero la asistencia al Congreso de-bió de darles un impulso nuevo. A menudo los oradores públicos - 33 Sobre la ''muletilla", véase Vernon A mamberlin, The "muletaZZaW: an mportant facet of Galdós; chmacterzxatwn technique, en "Hispanic Re-view", XXIX, 1961, @gs. 296-309, y sobre el '*t6pico", Joaquín Gimeno CasaI-duero, El t&pwo en la obra de Pérer Caldós: en "Boletin mformatiWo del Se-minano de Derecho pitiico" '@alamanca), enero-abril de 1956, Ngs. %-5f2 (en eapecial las págs. 37-38, referentes al Congreso). 26 ROBERT RICARD no reflexionan, incluso si no improvisan; se dejan arrastrar fá-cilmente por una inconsciente pereza mental, piensan y hablan mediante fórmulas y lugares comunes; abundan en sus manifesta-ciones oratorias muletillas y tópicos que les permiten rellenar los vacíos de sus discursos o disimular los de su pensamiento. Galdós, démoslo por sabido, no lo ignoraba antes de ser diputado, y nos lo demuestra ya en sus primeras obras, más particularmente en El amigo: Mamo (1882). Pero el Congreso le proporcionó un sin-fín de ejemplos en todos los discursos que tuvo que oír, sentado en silencio en su escaño de diputado. Fueron filones inagotables de muletillas y tópicos. También antes de ser diputado había hecho Galdós ia parodia de esa elocuencia, si es que podemos llamarla de esta manera, y también en El amigo Hamo, para concretarme otra vez a esa novela. Pero el procedimiento del discurso paródico hubo de adquirir nuevos bríos ante el espectáculo que ofrecía el corigresao s - rn~ird ss. De no ha'oer sido &, no nos hu-biera dado esa obra maestra del género que constituye el gran dis-curso de Torquemada, en Torquemada en el Purgato.rio, cuando le ofrecen un banquete para coronar su acción en pro de su Bierzo natal (Tercera parte, capítulo 8), o la conferencia grotesca, de co-micidad menos delicada, que Tito pronuncia ante los carlistas de Durango (Amadeo Po, cap. 17). Pero Oller tenía razón : GaldCs no estaba hecho para aquel car-go hasta en los menores detalles de la vida práctica. Le horroriza-ba "vestirse", en el sentido que damos a esta palabra en nuestra lengua corriente, de un modo algo cómico. El 19 de diciembre de 8887, le escribe desde Madrid a Oller : "cuando salía de mi casa con el correspondiente frac (vestidura que odio) para asistir en el Se-nado a la apertura de las Cortes ..." (págs. 40-286). Sin embargo, nunca pudo librarse por entero de esas serndumbres convencio-nales q ~ e"^- A- 1,. 2----. --"-l.-- n --e--- "A--.. A- "-1 --4- A- a:-.. b c t L~G U~G B~ ~ ~~ ~ L S L U S L UI;~ULL~LU. G ul;apu=a UGL S L G L ~U C: ulpu-tado vino la Academia, y también la Academia tenia sus exigen-cias vestimentarias. De las tres cartas de Valera que contiene la colección de doña Soledad Ortega, la Última, fechada el 28 de no-viembre de 1897 -el año en que escribe MiswiiScordia- tiene como G,,l:;l,,4 ~1 ; - 7 C n v ~ ~Ov 6 - 0 lAi í c ni io 1- R n i n ~R amnnCa r r q r, wnnihivi- I.III(IiIICI(IiU G L IIIIVIIIIaI UCLIUVU YUCl IU LbbLLACL LbbbblliCl VCL CL i L C l \ i l M l l - los el martes siguiente, y Valera precisa : "Creo que debemos ir de 188 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A G-S Y CARTAS DE GALD6S - - 27 frac, corbata blanca y medalla de la Academia al cuello" (Cartas a GaZcZ6, pág. 413). ;Pobre Galdós, y lo que debió de sufrir! En la extensa y acertada introducción que precede a la corres-pondencia entre Oller y Galdós, el señor Shoemaker ha señalado un rasgo que considera como una "candidez" de Galdós (págs. 7- 253), y es su animosidad contra los poetas : "El odio que todos los poetas me inspiran" (carta de Madrid, del 21 de febrero de 1886; páginas 28-274). No hay que dar a estas palabras el alcance gene-ral que posiblemente no tienen. Basta pensar en el estado de la poe-sía española en 1886. Contra ella, sin duda, va dirigida esa punta de mal humor de Galdós. Ya había hecho notar esa animosidad en 1882, en El amigo Mmso, en donde inventa un poeta ridículo al que mrga con un nombre y una dirección tan grotescos como su persona: "Francisco de Paula de la Costa y Sáinz del Bardal. Aguar&ente, 1". Y ei mismo ivíáxirno ivímisv, el p a c f d ~M~ai iso S& expresa con la misma violencia que su creador y hasta de una manera más grosera, pues declara: "Aquel pariente lejano de las M'usas (no vacilo en decirlo groseramente) me reventaba" (prin-cipio del cap. 12; merece la pena leer todo el párrafo). El señor Shoemaker ha puesto también de relieve (pkgs. 15-261) un párra-fo de la carta del 18 de julio de 1886 en donde, al hablar de Fortu-nata y Jachta, que estaba Galdós escribiendo en esos momentos, le dice a Oller: "no tiene con las anteriores novelas más que una reIaci6n lejana, como todas" (págs. 33-279). Y comenta así las pa-labras de Galdós : "Esto riñe algo, y bastante, con la sacramentada pero falsa perogrullada crítica de hablar de las novelas de Gal-dós como enlazadas y de su conjunto en lugar de cada una en par-ticular. Se ve en esta notable frase de autocrítica que Galdós mis-mo pensaba en la individualidad e independencia de cada novela. ..- Y esto io puede decir a pesar de haber escrito sólo hace un par de años escasos dos novelas tan estrechamente ligadas por per-sonajes, ambiente y época como Tormento y La de Bringas, pero teniendo cada una, sin embargo, su propio tema y argumento" (pá-ginas 15-261). Este comentario, lo mismo que la frase de Galdós, merecen un breve examen. Para evitar confusiones, eliminemos primero una palabra que se 28 ROBERT RICARD presta a discusibn: se puede considerar como falsa la idea de que las novelas de Galdós están ligadas entre sí, pero es inexacto de-cir que esa idea es una "perogrullada". Eliminemos también otra idea, que ha sido enunciada más de una vez, y que el señor Shoema-ker rechaza con razh: la que consiste en pensar que la producción novelesca de Galdós tiene valor sobre todo en lo que a su conjunto se refiere, y no por cada obra en particular. No se podría compren-der cómo puede ser bueno un todo si cada una de las partes que lo componen es mediocre. Una vez dicho esto, ¿se puede aceptar sin re-servas la opinión del seiíor Shoernaker? Señalemos, en primer lu-gar, que cuando se califica de "cíclica" o de "sintética" la obra de Galdós, no se piensa sólo en las novelas escritas antes de 1886, si-no en todo el conjunto de sus novelas, desde La Fontana rde Oro a N hasta El cabdlero encantado. Ahora bien, entre las novelas pos- E teriGreu 2 l@g hay serie p n , ~ & i ew ede I,e-r ~3:: IUn- O damento su carácter cíclico, y son los cuatro relatos de los que es - m O E protagonista el usurero Torquemada. Si atendemos a las restan- £ 2 tes novelas nos damos cuenta de que hay de todo: grandes nove- -E las que forman verdadero ciclo por sí solas, como La familia de 3 ¿e& Roch, Fortwmta y Jacinta o Ángei Guerra, relatos aisiados - - como El amigo Manso, Tristan o Mi.sericordia, y gru-pos que sin 0 m E constituir un ciclo análogo al de Torquemada, tienen ciertos lazos O comunes entre sí, como es el caso de NaxarEn y Haíma, o El doctor - Centeno, Tormento y La de Bringas. Lo que si es cierto, y explica la -E a frase de Galdós y da razón al señor Shoemaker, es que todas las l - novelas de Galdós, sean las que sean, poseen una individualidad pro- -- pia, en efecto, y pueden leerse independientemente unas de otras. 3 Eso no impide que en muchos casos sus respectivas acciones se O coinpletan y se aclaran mutuamente, y que se comprende mucho mejor La de Bringas cuando se conoce Tormento, y HaZmu si se ha leido ya Nazarin. Pasa un poco con las novelas como con los E@- sodios. Puede leerse, por separado, cada uno de los Episodios, pero cada serie forma una sucesión coherente y se comprznde mejor czUz lmn de Ins vnlúmenes cuando se conocen los que le preceden. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS CARTAS A GALiD6S Y CARTAS DE GALDOS 29 Las 18 cartas de G ~a Pérsez de Ayala, sus 23 cartas a Oller, casi tan numerosas como las del novelista catalán, su correspon-dencia con Mesonero Romanos nos muestran que se ha acusado, un poco a la ligera, a Don Benito de ser un corresponsal deplora-ble, puesto que doña Soledad Ortega, incluso, llega a hacerse eco de esa mala reputación (Cartas a Galdck, págs. 12-13). En realidad Galdós era sobre todo un corresponsal caprichoso e irregular, y se puede explicar fácilmente por el género de vida que fue el suyo. No siempre contestaba con rapidez y pasaba semanas, a veces me-ses, sin escribir a sus amigos más fieles y más íntimos, como al mismo Pereda, quien se queja constantemente, sin acrimonia, de estos olvidos (Cartas a GaMós, págs. 41, 47, 63, 65, 66, 68, 71, 72, 74, 77, 79, 82, 84, 86, etc.). Pero la correspondencia de esos mis-mos amigos, junto a las cartas de Galdós, es el testimonio de que éste, en el curso de su larga vida, ha escrito muchas más cartas de lo que se podía suponer. La dificultad consiste en volverlas a encontrar. Con el impulso que desde hace unos veinte años han adquirido los estudios galdosianos, los esfuerzos de los investiga-dores permiten confiar en que poco a poco se irá encontrando la mayor parte y que un día se podrá ofrecer al pGblico universita-rio y cultivado un magnífico EpistoZario de Galdós. (Traducción de Juan Ignacio MURCIA.) 34 Cartas de Pérex GaWós a Mesonero Romanos, ed E. Varela Hervias, Madrid, 1943 (citado por Hinterhauser, Los "Epzsoázos", pág. 66, n. 19). |
|
|
|
1 |
|
A |
|
B |
|
C |
|
E |
|
F |
|
M |
|
N |
|
P |
|
R |
|
T |
|
V |
|
X |
|
|
|